EL RITMO DE LA EXPRESION LA LITERATURA El idioma fue uno de los elementos más eficaces para instaurar el orden sobre el caos que significó para los pueblos aborígenes la Conquista española; y, por añadidura, un vínculo entre la multiplicidad de elementos dispersos y aun antagónicos con los que tuvieron que enfrentarse los recién llegados. Pero el castellano sobrepasó muy pronto estos niveles puramente utilitarios -vehículo para entenderse, instrumento para evangelizar y colonizar- y se convirtió en el material con el que iba a crearse una literatura. Esta, derivada de la peninsular, nació en el preciso momento en que aquella alcanzaba su más alto grado de esplendor: el Siglo de Oro. En estas condiciones las letras mexicanas tuvieron que guardar, desde el principio, un difícil y delicado equilibrio entre la sumisión a los modelos establecidos y prestigiados, y a la necesidad de obedecer a los imperativos de] objeto que trataba de mostrarse por medio de las palabras; un objeto original, irreductible a las fórmulas imperantes. Xochipilli, deidad azteca de la primavera. Su solo nombre era sinónimo de Xochipilli música, canto y danza, de poesía; anuncio de florecer siempre renovado. El primer género que se cultivó en la Nueva España fue la crónica. Ante la novedad del paisaje, los enigmas propuestos por las culturas descubiertas y la magnitud de las hazañas que contemplaban o protagonizaban, los hombres europeos, en sus contactos iniciales con América sintieron la urgencia de rendir un testimonio que sirviera, al mismo tiempo, de asombro a sus contemporáneos y de fuente de información a las generaciones posteriores. Así, la mano del cronista, no movida por una intención estética, fue trazando signos que han perdido mucho de su vigencia científica o de su valor histórico, pero que conservan, inmarcesible, la frescura del estilo, la vivacidad en la evocación de lo maravilloso, la fuerza épica, el arrebato de protesta, el ímpetu polémico, la candidez de las observaciones, el fervor religioso. Los historiados de las letras mexicanas sitúan, en la base de este edificio, las cinco Tartas de Relación” de Hernán Cortés, redactadas entre 1519 y 1526 para dar cuenta el emperador Carlos V de las vicisitudes de la Conquista. De allí surgieron innumerables emuladores, cuyos escritos llegaron a ser tan abundantes que fue preciso clasificarlos. Entre los cronistas peninsulares destacan Pedro Mártir de Angiería, autor de una “Historia del Nuevo Mundo” fechada en 1530; y Francisco López de Gomara, que escribió su “Historia General de las Indias” en 1552. Ellos y sus seguidores se caracterizaron por servirse de testimonios y referencias indirectos y por recurrir a la lógica cuando el documento era incompleto, ambiguo o, de plano, no existía. En cambio los cronistas testimoniales se auxiliaron de su memoria, atestiguando lo que relatan. Entre todos sobresale Bernal Díaz del Castillo con su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” concluida en 1568 y aparecida en 1632, con el quijotesco afán de deshacer un entuerto contraponiendo a la exaltación, hasta entonces universal, de los héroes, la importancia de la tropa, del soldado anónimo como factor determinante para la realización de los hechos memorables que se narran. alianzas de sangre -que establecieron con los españoles, recibieron -en ambos aspectos del mestizaje- una esmerada educación, Así fueron capaces de tener acceso a las fuentes de la tradición prehispánica y, al mismo tiempo, manejar con soltura la lengua castellana para consignarlas. Resultan particularmente interesantes las obras de don Fernando de Alvarado Tezozórnoc, que termina hacia 1598 su “Crónica Mexicana”; y las de don Fernando de Alva Ixtlixóchitl, que da cima a su “Historia Chichimeca” alrededor de 1648. Pasada esta primera efervescencia del asombro ante el caudal de materiales disponibles comienzan a trasplantarse las instituciones culturales de la Metrópoli a la Nueva España. La Real y Pontificia Universidad de México, creada en 1551 a imagen y semejanza de la de Salamanca, formó letrados cultos, al tanto de las modas y los modos peninsulares, y aptos para lograr imitaciones perfectas. Pero este mimetismo formal no agotó la actividad literaria. Pronto fueron ganando terreno los motivos autóctonos. Bernardo de Balbuena (1561-1627) conoció y practicó los mecanismos de la poesía épica resucitada por el Renacimiento. Pero los usó para ensalzar la “Grandeza Mexicana” en cuyo texto pretendió abarcar la topografía, la flora, la sociedad y las costumbres del Virreinato. Los historiadores religiosos están representados por dos Según la crítica, el tono ponderativo, el estilo brillante, la figuras antitéticas y por eso mismo complementarias las abundante información, el recurso ornamental y la riqueza de Fray Bernardino de Sahagún, prototipo de objetividad, de elementos hicieron de este poema la mejor realización de ciencia y paciencia, de método. Cuando dio a la luz de la poesía descriptiva de su tiempo. su “Historia General de las Cosas de la Nueva España”, en 1566, estaba poniendo las bases para una disciplina En la lírica y en la mística se presentaron menos que siglos más tarde habría de alcanzar la plenitud de oportunidades para que se expresara la sensibilidad de su desarrollo: la antropología. El otro es Fray Bartolomé los criollos y de los mestizos que todavía no acababa de las Casas, cuyos textos llamean de indignación, alzan de plasmarse, pero que ya mostraba rasgos diferentes protestas, suscitan apasionadas adhesiones o rechazos. El a los peninsulares. En estos géneros se emplearon los propósito de Fray Bartolomé en su “Historia de las Indias” metros y los motivos tradicionales. Lo importante, para y su 1revísima Relación de la Destrucción de las Indias” no los poetas novohispanos de entonces, era el alarde del se detuvo en lo especulativo sino que se dirigió hacia lo virtuosismo, el dominio de una técnica que no debía práctico. No trató de divulgar sus conocimientos sino de ser patrimonio exclusivo de quienes la hablan creado. modificar las estructuras en las que iba cuajando la Colonia. A su manera, ésta fue una afirmación de igualdad que, No sería exagerado decir que su influencia se refleja -en aunque constreñida a los límites del fenómeno literario, el espíritu de las leyes que iban a regir la convivencia implicaba un pronunciamiento en el orden político. de los hombres en este Nuevo Mundo, Apóstol de los El teatro fue uno de los medios más eficaces con que indios, Fray Bartolomé sirve de ejemplo aún a todos los contaron los evangelizadores para desarrollar su labor. que se yerguen como adalides de los desposeídos, de los La “Representación del fin del mundo”, auto sobre el desheredados, de las víctimas. juicio final escrito por Fray Andrés de Olmos, se puso en escena en Santiago Tlatelolco en 1533. Fue el inicio de Los historiadores indios fueron quienes, por la nobleza una actividad en la que predominaba el interés didáctico, de su ascendencia aborigen y por la importancia de las al que se sacrificaban las bellezas del estilo o la coherencia 226 de la trama, e iba dirigida a un público ingenuo al que había que enseñar divirtiendo. Los escritores de teatro culto, en cambio, no tenían más limitación que la de sus capacidades y la de los convencionalismos dramáticos inexorables de esa época. Entre los innumerables nombres y títulos que podrían citarse merece un sitio aparte, por su importancia excepcional, el de don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. Nacido en México en 1581 y licenciado en ambos derechos por la Real y Pontificia Universidad, sintió desde muy joven la atracción de los escenarios madrileños entonces poblados por las criaturas de ficción de esos “monstruos de la naturaleza” que fueron Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. Moliére. 1as paredes oyen”, “Mudarse por mejorarse”, “El tejedor de Segovia”, ‘Tos pechos privilegiados” siguen gozando del favor del público, que se solaza aún en la justeza de las apreciaciones, en el preciso dibujo de los protagonistas, en la trabazón de los episodios y en la actualidad de los conflictos. El siglo XVII trajo consigo un cambio en el gusto estético. En la larga lucha librada en la Península entre conceptistas y culteranos acabaron por prevalecer estos últimos y por instaurar la corriente barroca. El escritor era un hombre de ingenio, capaz de combinar, de mil modos diferentes, los vocablos al parecer más remotos y de alambicar las frases hasta tornarlas oscuras o de revestirlas de una tan espesa capa de erudición que sólo resultaran accesibles a Parecía imposible añadir nada a lo ya escrito por estos un muy selecto grupo de iniciados. dramaturgos ni colocarse frente a ellos en plan de igualdad. Aun en un plano secundario era preciso alternar con El barroco, que se presta a la exageración y al fraude famas tan altas y tan bien ganadas como las de Quevedo, proliferó en la Nueva España con tal exceso que la Vélez de Guevara y Mira de Amescua. Sin embargo, Ruiz habilidad retórica acabó por confundirse con el talento, de Alarcón tuvo la osadía, siendo indiano, padeciendo al punto de que cualquiera que se atreviese a poetizar o deformidades físicas y no teniendo el apoyo ni de un prosificar de modo “grecizante y latinoso”, como decía linaje ni de una fortuna ni de un valimiento poderoso, Quevedo, sentaba plaza de Caballero del Parnaso. De de pretender explorar campos no frecuentados por los tantos y tantos nombres que ha devorado el tiempo y autores en boga. Tal osadía despertó contra el advenedizo sobre los que ha hecho justicia el polvo sobrevive, íntegro, una hostilidad que no se detuvo ante el exceso de impedir el de Sor Juana Inés de la Cruz, llamada la Décima Musa la representación de sus comedias arrojando bombas por sus contemporáneos. pestilentes entre el público. Retirado de lides que tan poco tenían que ver con el arte, Ruiz de Alarcón se consagró, a Pasma por su precocidad, pues antes de cumplir los solas, al perfeccionamiento de su obra en la que se coronó tres años aprendió a leer y a los ocho compuso una con el laurel de creador del teatro de caracteres. Al vértigo loa en honor del Santísimo Sacramento. Versificaba tan de la acción, desencadenado por Lope y sus émulos, espontáneamente que había de esforzarse por advertir opuso la reflexión; al impulso vital, el raciocinio lúcido; a que no es éste el modo común de hablar. Admira por los abstrusos problemas teológicos, los planteamientos de la universalidad de su cultura de autodidacta, pues nada una moral concreta, no de predestinado ni al cielo ni al humano le fue ajeno: ni las ciencias, ni la teología ni el infierno, sino de hombre de este mundo en sus relaciones arte. Compuso tratados, averiguó leyes, citó autoridades. con otros hombres. Estos rasgos hacen de sus personajes Conmueve por lo excepcional de su condición, pues fue un espejo en el que se reconoce sin dificultad el lector una mujer cuya cabeza era “erario de sabiduría y que no moderno. La novedad de la perspectiva y la sobriedad aspiraba a otra corona que a la de espinas”. del lenguaje se atribuyen a su origen y a su formación intelectual y así, aunque no haya en sus obras alusiones Su vida fue breve y ejemplar. Nació en 1651 en el pueblo importantes a México, es tan mexicano por su nacimiento de Nepantla, una comunidad mexicana tan humilde que como por su estilo. su nombre sólo quiere decir “enmedio”, como alusión-a otras dos que le son equidistantes; a los trece años fue De los veintisiete títulos que se han comprobado como recibida en Palacio, después de haber sido rechazada -por auténticos suyos destaca por su perfección “La verdad motivo de su sexo- en la Universidad, con el titulo de sospechosa”, agudo análisis de una personalidad patológica “muy querida de la Señora Virreina”. Ingresó en 1667 en y de las situaciones que engendra, asunto que parafrasea el Convento de San José de Carmelitas Descalzas, el cual Corneille en ‘Te menteur” y que de aquí pasa al teatro de abandonó por no soportar su salud el rigor de la regia. 227 Después de un breve intervalo en el mundo profesó en una comunidad de monjas jerónimas. En su celda escribió poemas, villancicos, autos sacramentales, comedias. Lo profano y lo sagrado se mezclaron en sus letras y poco a poco fue dando acogida a la multitud de su pueblo a la que prestó su voz. Así habla el indio con las dulcísimas cláusulas del mexicano lenguaje”; el negro, balbuciente como un niño; el bachiller hinchado de pedantería; el poeta pobre; el campesino inocente. Y la dama y el galán de la aristocracia y los criados socarrones y las dueñas cómplices y la soldadesca borracha. Allí está el reflejo de la vida cortesana, tan complicadamente frívola. Así se cava el curso de la preocupación teológica y del afán de aleccionamiento. Los sobresaltos políticos, si dificultaban por una parte la redacción, la impresión y la circulación de los libros, por la otra sirvieron de catalizadores para que el escritor se consagrase a su tarea no como a un pasatiempo sino como a un sacerdocio. En la prosa influyó la picaresca, de honda raigambre castellana. El pícaro, hombre marginado de una sociedad que no acierta ni a satisfacer sus necesidades ni a servirse de sus potencialidades, se encontró en las mejores condiciones para ejercer la crítica sobre una organización que tan poco le favorecía, que tantos contrastes absurdos mostraba, que se asentaba sobre postulados que sólo la cobardía, la inercia o la falta de examen hacía perdurables. Por eso José Joaquín Fernández de Lizardi (1776.1827), “El Pensador Mexicano”, periodista, revolucionario Del entrañable conocimiento de lo suyo, Sor Juana activo, escogió como personaje de la primera novela transita con facilidad a la conciencia de que existe algo americana propiamente dicha, a un pícaro: “E] Periquillo radicalmente distinto ya entre lo novohispano y lo español. Sarniento.” En sus páginas, que se publicaron en 1816, Ella misma se proclama “paisana de los metales y se define aparte de hacer una minuciosa y detallada descripción con una serie de características que son los de la incipiente de las costumbres, instituciones y tabúes que rigieron la nacionalidad. Ese “libre tuteo con el mundo’; ese interés vida colonia¡, pretende ofrecer una nueva tabla de valores solicito por las criaturas, esa curiosidad por las cosas, esa que remedie los males padecidos hasta entonces y que cortesía, esa amistad, ese amor por las personas no eran inaugure una nueva era de prosperidad y de justicia. Aparte actitudes que se considerasen compatibles con lo que de este libro, que es el más logrado y famoso de los suyos, entonces se entendía como la vida religiosa. Llovieron Fernández de Lizardi posee una extensa bibliografía en la las amonestaciones, los reproches de sus superiores que destacan “La Quijotita y su prima” y la “Vida y hechos jerárquicos, Juana se defendió argumentando, pero los del famoso caballero don Catrín de la Fachenda” que se reproches adquirieron tono de amenaza. Cedió al fin, publicó en 1832. no se sabe si convencida o desfalleciente y renunció a los estudios humanos. Repartió los libros de su biblioteca y los El romanticismo, que había tenido Ya sus momentos de aparatos que ayudaban sus meditaciones. Un año después mayor esplendor en Europa, fue acogido en América con murió a los cuarenta y cuatro de su edad. entusiasmo. Afiliarse a 61 permitió a los escritores de estas latitudes descubrir su paisaje, exaltar y mitificar el pasado Amigo, colaborador de sor Juana, fue don Carlos de indígena, afirmar las peculiaridades de lo autóctono y Sigüenza y Góngora, cuya fama principal es la de erudito, contraponerlo a lo extranjero de manera que resultara pero que ha de situarse aquí como el autor del primer preferible dar rienda suelta a los sentimientos atropellando relato ficticio (género prohibido por la Inquisición) cuando para ello -si fuere necesario las reglas de la composición hace la 1elación de los infortunios de Alfonso Ramírez.” y la retórica. En suma, el romanticismo fue, en las letras, la ruptura de las cadenas, el grito de libertad y autonomía. El siglo XVII repudió el barroquismo y le opuso una nueva escuela: el neoclasicismo que pretendió recuperar Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel el equilibrio por las vías del rigor gramatical y lógico. Altamirano se llamaron los escritores más importantes La evocación de la literatura grecolatina, traducida del de esa época. Fueron también hombres de acción e francés, creó una Arcadia de cartón en la que discurren intervinieron decisivamente en la vida política de su patria. enamorados y elocuentes pastores, lánguidas zagalas y Las novelas que gozan de más amplia popularidad son decorativos corderillos. Sólo es digno de recordarse, por “Los bandidos de Río Frío” de Manuel Paynó, “Astucia” la autenticidad de algunos de sus versos, Fray José Manuel de Luis G. Inclán y “La linterna mágica,” título bajo el que Martínez de Navarrete. coleccionó sus obras José Tomás de Cuéllar. Las aventuras El siglo XIX fue el de las guerras de Independencia. y la descripción de las costumbres fueron el meollo de los 228 relatos hasta que el romanticismo dejó de corresponder a las circunstancias históricas y fue sustituido por otras escuelas que no sólo privaban en los círculos literarios europeos sino que se avenían mejor a la actualidad mexicana de fines del siglo XIX. El realismo y aun el naturalismo se desarrollaron y llegaron a su culminación durante el porfirismo. Treinta años de estabilidad, de paz y de progreso aparente permitieron que la literatura se despreocupara del mensaje ideológico y se ocupara de la experimentación formal. La calma exterior permitió a los escritores la frecuentación de los textos que querían ser asimilados para que su imitación resultará fructífera; y la observación del ambiente, para reproducirlo con una exactitud fotográfica. Pese a tan favorables condiciones, la de escribir no era todavía una profesión tan lucrativa como para que pudiera excluir a cualquier otra. Era una afición, un lujo que sólo se daban quienes contaban con ingresos seguros y decorosos. Así, no es raro que en los nombres que se citan a continuación se vea cómo la literatura era capaz de aliarse con la diplomacia, la jurisprudencia, la política, la burocracia. Emilio Rabasa, autor de “la guerra de tres años,” 1a Bola,” “La gran ciencia,” “El cuarto poder” y “Moneda falsa;” José Portillo y Rojas, de 1a parcela,” Heriberto Frías, de “Tornóchic” y Federico Gamboa, de “Santa,” constituyen la pléyade de novelistas, quienes junto con los poetas precursores del modernismo: Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Manuel José 0thón y Amado Nervo vieron derribada su torre de marfil por la vorágine revolucionaria de 1910. económica, política y cultural de su país. 1os de abajo,” pese a su brevedad, logra el balance de un acontecimiento histórico que el autor declara negativo. La nota pesimista se mantiene a lo largo de toda la producción de Azuela, entre cuyos títulos más significativos se encuentran “La Malhora,” “El desquite” y 1a Luciérnaga.” Más ponderado, más lúcido, más terso y cuidado en el estilo, Martín Luis Guzmán evoca una figura fascinante en las “Memorias de Pancho Villa” y en “El águila y la serpiente.” En 1a sombra del caudillo” pretende ir más allá de las apariencias para captar los mecanismos de] poder y analizar unos procesos que hasta entonces parecían ser impenetrables para la razón. Rafael F. Muñoz, José Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes, Mauricio Magdaleno contribuyeron, cada uno con sus características peculiares, a mantener la vigencia de esta corriente ante la cual todas las otras tentativas (colonialismo, cultivado con acierto por Artemio de Valle Arizpe, Genaro Estrada y Julio Jiménez Rueda; psicologismo, finalmente descrito por Jaime Torres Bodet y Xavier Villaurrutia) permanecen en un segundo término, si no en el juicio de la crítica que siempre reconoce su alto valor, sí en el favor del público para quien estos géneros se hacen menos accesibles. “Hijo menor de la palabra” se llamó a sí mismo Alfonso Reyes, cuya figura arroja una sombra venerable sobre ésta y otras generaciones sucesivas, con las que se une por el tiempo y de las que se separa por la perspectiva que le proporciona una cultura universal, una personalidad La lucha armada tuvo como principal protagonista al polifacética que iba desde el más riguroso ensayo literario pueblo, pero a su entusiasmo se sumaron también los hasta la gracia de la poesía de circunstancias. intelectuales, quienes aparte de la influencia que pudieron ejercer sobre la mentalidad de los caudillos para dar mayor lucidez a su doctrina, convirtieron los sucesos en los que Octavio Paz, en un ensayo que ya se considera clásico tomaron parte en temas de sus obras. Así surgió una sobre lo mexicano -”El laberinto de la soledad”- sostiene corriente vigorosa, que no respetó los viejos cánones de que, en el terreno estrictamente intelectual, la Revolución la narrativa porque estaba en posibilidad de imponer unos tuvo la virtud de acabar con muchos prejuicios obsoletos nuevos, que se atenían a la visión directa de los hechos para sustituirlos con imágenes más adecuadas de una sin el intermediario de una teoría previa, concebida y realidad que ya tiene perfiles propios, que ya se afirma, practicada en otros países y en diferentes circunstancias. con decisión, frente a otras con las que hasta entonces A esta corriente se le ha llamado de la novela de la se había confundido o había aspirado a emular. Esta toma Revolución y fue Mariano Azuela el que la inició con “Los de conciencia es evidente no sólo entre los prosistas sino de abajo,” publicada en 1916, la cual, con una admirable también entre poetas. Ramón López Velarde capta, en los concisión, retrata los móviles, las conductas, los caracteres versos de la “Suave Patria,” la integridad física y espiritual y los resultados de las acciones de quienes se lanzaron de México. a la lucha armada para cambiar la fisonomía social, 229 La muerte prematura impidió a López Velarde llevar hasta sus últimas consecuencias la renovación estilística que había iniciado y que consumarían los Contemporáneos. Este grupo que se reunió desde 1928 alrededor de este propósito consiguió realizarlo según las peculiaridades de su temperamento, su temática y su predilección por ciertos autores y tendencias que realizaban su propia individualidad. Carlos Pellicer es el cantor de las grandes gestas heroicas de la América hispana; el que “mueve sus enérgicas piernas de caminante” de un ámbito a otro de estas enormes latitudes para alabar el paisaje y revivir los mitos. lograrlos Carlos Fuentes en 1a muerte de Artemio Cruz” y en 1a región más transparente”, libro en que se intenta con éxito un género hasta entonces no explotado: la novela urbana. A partir de entonces la narrativa mexicana parece inclinarse cada vez más hacia la disección de los procesos introspectivos en los que el hombre se concibe como un ente aislado cuyos estados anímicos no coinciden con las circunstancias exteriores; cuyo lenguaje resulta ambiguo para el nebuloso destinatario y cuyas acciones no trascienden. Este desolado mundo está reproducido con gran preciosismo formal, con la elección cuidadosa de los vocablos y los giros, con la audacia que se requiere para aplicar técnicas que se trasplantan ya no sólo de Europa Una larga evolución lo ha conducido de la sensualidad sino también de los Estados Unidos. Los escritores de la exhuberante hasta la mística. La recolección de su más reciente generación, con profundas discrepancias de “Material poético” permitió a los lectores apreciar un don orden estético entre sí, están contribuyendo actualmente verbal casi inagotable, una capacidad de fruición que la a enriquecer la novelística con una profusión de textos que edad no atempera y que la sabiduría sólo aquilata. si no siempre suscitan el aplauso sí solicitan la atención de los lectores. Excepcional es el caso de José Revueltas y A José Gorostiza le bastó para consagrarse “Muerte sin el de Juan José Arreola. El primero, apasionado expositor fin,” poema metafísico de una densidad de significaciones, de tesis ideológicas; el segundo, exquisito cultivador del de un afán esclarecedor omnicomprensivo cuyo único relato fantástico. El arrebato es el signo de uno mientras la antecedente en la tradición de las letras castellanas sería perfección es la divisa del otro. el primer sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz. Xavier Villaurrutia, que meditó con una desesperada lucidez LA MUSICA sobre la inanidad de la vida; y Salvador Novo, que recata el desgarramiento de su sensibilidad bajo un velo Igual que todas las otras formas estéticas, la música de humor, siguen representando, para los escritores de mexicana es el resultado de la fusión de lo prehispánico hoy, un ejemplo vivo y ejerciendo -al igual que sus otros y lo español. Los arqueólogos aseguran que aun en los compañeros de generación una influencia perdurable. momentos de más alto esplendor de su cultura, los aborígenes de América no concibieron el arte como una En el teatro, Rodolfo Usigli satiriza las costumbres, privadas actividad pura, como ese “desinterés” que es una de sus y públicas, en sus “Comedias impolítica”, y recrea tres características definitivas en Occidente según Kant. Al momentos estelares de la historia mexicana en “Corona contrario, su valor era tanto más grande cuanto mejor de fuego”, cuyo agonista es Cuauhtémoc; “Corona de se supeditaba a las necesidades de la colectividad. Así, en luz”, que propone una interpretación audaz y novedosa la guerra, por ejemplo, la música cumplía la función de acerca de la Virgen de Guadalupe; y “Corona de sombra”, transmitir órdenes, de enardecer a los combatientes, de que contrapone las figuras antitéticas de Maximiliano y de celebrar el triunfo o lamentar la derrota. En las ceremonias Juárez. civiles contribuía al solaz y al esparcimiento, y en el templo no se limitaba a acompañar y dar realce a los ritos sino que Cuando ya la novela de la Revolución parecía haber agotado constituía una parte esencial de ellos. sus posibilidades, apareció en 1947 “Al filo del agua” de Agustín Yáñez, quien dio un tratamiento novedoso al Entre los instrumentos de aliento de que dispusieron asunto y lo enfocó desde la perspectiva del realismo crítico, los ejecutantes prehispánicos se cuentan el caracol lo cual le permitió sobrepasar lo anecdótico para llegar a marino, una gran variedad de silbatos, ocarinas y flautas, niveles más profundos y complejos. En 1955 Juan Rulfo y trompetas largas de madera. Entre los instrumentos publicó “Pedro Páramo,” que se ha colocado dentro de de percusión, los tambores de parche y el teponaxtli, los ámbitos del realismo mágico. La 11 suma” y “Réquiem” tronco de madera dura con un hueco que servía de caja de la Revolución como telón de fondo de un relato iba a de resonancia y sobre el cual unas rendijas dejaban libres 230 dos lengüetas que se golpeaban para producir los sonidos. Había también cascabeles de toda índole y raspadores. Estos instrumentos, mudos en las vitrinas de los museos, plantean a los investigadores una serie de interrogantes acerca de los sistemas y géneros musicales; pero no se ha dado aún ninguna respuesta irrefutable, aunque se elaboren hipótesis con visos de verosimilitud. Sí es posible afirmar, en cambio, que a los españoles les fue muy fácil implantar sus tradiciones sobre las costumbres y gustos de la sociedad dominada. Al fundarse la primera escuela de música en México, en 1524, Motolinía se asombraba de los rápidos progresos de los alumnos, que asimilaban las lecciones de sus maestros con una diligencia y una memoria tan alerta que no requerían de libros para la ejecución de sus partes. “Pero ya que la música está en la tierra y la comienzan a tañer, ha de andar presto, auguraba el ilustre evangelizador. Presto anduvo y a mediados del siglo XVl los indios no sólo conocían el uso de los instrumentos musicales tocados en España -guitarra de arco, violín, vihuela, órgano, arpa, salterio, dulzaina, orlo, bajín, corneta, rabel y laúd- sino también los secretos de su fabricación. Parténope”, estrenada en el Palacio de los Virreyes en 1711. Al consumarse el movimiento de Independencia cundió en los ámbitos musicales un propósito de emancipación de las influencias europeas y de expresión de las esencias propias. Para alcanzar tales fines era necesario convertir lo que hasta entonces había sido una actividad ancilar de la religión o de las representaciones dramáticas, en una entidad autónoma que iba a realizarse por medio de la organización de sociedades filarmónicas. La primera la fundó José Mariano Elízaga el 17 de abril de 1825. Su programa incluía la integración de un coro y una orquesta sinfónica, la dedicación de una imprenta a divulgar textos musicales, y el establecimiento de una academia de enseñanza. Organismos semejantes a éste instituyeron los conciertos públicos, en 1839; el Conservatorio Nacional en 1864, máxima casa de estudios de la música que aún conserva su nombre después de un siglo de labores ininterrumpidas. Instituciones como éstas fueron el almácigo en que se cultivaron los talentos de la época. Sobresalió Cenobio Era tan altamente estimado el virtuosismo en el arte Paniagua, autor de dos óperas de corte netamente musical, que abundan los documentos de concesiones italiano, “Catalina de Guísa” y “Pietro D’Avano”, y de una hechas por las autoridades, a quienes solicitaban permiso tercera, “El Paria”, basada en un libreto del escritor Riva para impartir su enseñanza y que se consignan en las palacio. La personalidad de Paniagua alcanzó una amplia páginas de la historia los nombres de trompeteros, pífanos proyección como maestro. Bajo su influjo se formaron y atambores famosos. En cuanto a la voz humana era un una pléyade de ejecutantes y de compositores. Entre los don que eximía del requisito de pagar dote a las jóvenes primeros, Angela Peralta traspasó con su fama las fronteras que ingresaban en los conventos de San Jerónimo y nacionales. Entre los segundos Melesio Morales compuso San Lorenzo, pues el oficio de cantora valía más que el dos cantatas: una dedicada a Hidalgo y otra que se titula dinero. “Dios salve a la Patria”. La tendencia nacionalista recibió un gran aliento cuando Aniceto Ortega estrenó, en 1871 su El primer libro de música que se imprimió en América ópera “Guatirnotzin”, dentro de la cual se incluían diversas salió de las prensas de Antonio Spinosa, en México, melodías autóctonas. en el año de 1576: el “Graduale Dominicale”. A fines del siglo XVII descolló Antonio de Salazar, maestro de Lo que se ha llamado la primera generación del capilla de la catedral, seguidor de la escuela de Palestina Conservatorio tuvo como principales representantes a y autor de misas, motetes, himnos, villancicos y de todas Ricardo Castro, Felipe Villanueva y Gustavo E. Campa, que las variantes de la música sacra. Pero aunque la Iglesia dieron satisfacción a los gustos de la época componiendo predominara en este terreno no le iba en zaga el teatro, valses y danzas que conmovieron el sentimentalismo cuyas representaciones se amenizaban con la ejecución de romántico de la aristocracia porfiriana. Entre la segunda aires profanos. Pronto ambas corrientes paralelas habrían generación del Conservatorio se distinguió especialmente de fundirse y ya en el siglo XVII José María Aldana dividió Julián Carrillo, autor de la teoría del “Sonido 13” que su producción entre los altares y el escenario; y Manuel puso en crisis los postulados tradicionales de la estructura Zumaya alternó el ejercicio de su vocación eclesiástica musical. con la composición de la primera ópera mexicana: ‘La 231 El estallido de la Revolución de 1910 aceleró el proceso de búsqueda de la originalidad entre los músicos mexicanos, al poner en contacto directo a los profesionales de esta disciplina con los veneros del arte popular que entonces comenzó a ser valorado y reelaborado en formas más complejas. Manuel M. Ponce no se contentó con armonizar las canciones que recogía de los labios del pueblo, sino que orientó su obra orquestal hacia la tendencia nacionalista. El poema sinfónico “Chapultepec”, “Ferial” y el “Concierto del sur” para guitarra son los puntos en los que culmina su actividad creadora. José Rolón también magnificó las dimensiones de los “sonecitos de la tierra” en arreglos orquestales: “Zapotlán 1895”, “Campestre” y “Gallo Romántico” figuran entre lo más significativo de su producción. A partir de 1928 los compositores se preocuparon por enriquecer las formas heredadas encontrando nuevos cauces expresivos. Silvestre Revueltas, autor de “Janitzio”, “Cuauhnáhuac”, “Homenaje a García Lorca”, murió prematuramente y en esa ocasión Pablo Neruda le dedicó uno de sus más emotivos poemas. Candelario Huízar (“Imágenes”, “Pueblerina“, “Surco”); José Prado Moncayo (“Huapango”); Carlos Chávez (“Fuego Nuevo”, “los cuatro soles”, “Sinfonía india”); Blas Galindo (“Sones de Mariachi’”, Suave Patria”) han incorporado definitivamente sus obras al repertorio de las orquestas nacionales e internacionales. El romancero reapareció en México con nueva y vigorosa fuerza en los llamados corridos revolucionarios, por medio de los cuales el pueblo en armas informaría de los sucesos propios de las batallas ganadas y perdidas o de los hombres que descollaron en la Revolución de 1910 como héroes o antihéroes, cuyas hazañas resultaban dignas de ser perpetuadas. Los corridos son formas musicales nuevas y viejas -todo a un tiempo- por estar entroncados a las expresiones juglarescas más puras del medioevo peninsular. Y como su aliento va más allá de las improvisaciones de la moda y su contenido refleja el espíritu colectivo de todo un pueblo, los corridos constituyen punto de referencia obligada para la reconstrucción no sólo de la música y la poesía populares, sino de la nacionalidad mexicana, enraizada en lo indígena y lo español. LA DANZA Xochipilli, dios de la música entre los aztecas, era también dios de la danza. Su estatua de piedra se colocaba en un nicho en el patio de “mixcoacalli” o casa de la vía láctea, sitio en que se enseñaban las técnicas de este arte que, al igual que todos los otros entre los aborígenes, cumplía una función ritual. Motolinía apunta en sus “Memoriales” que danzar, en idioma náhuatl, era sinónimo de pagar un voto o promesa. En sus fiestas “no sólo llamaban y honraban y alababan a sus dioses con cantares de boca, más también con el corazón y con los sentidos del cuerpo”. Empleaban los movimientos de la cabeza, de los brazos y de los pies, así como de todo el cuerpo, para llamar y servir a los Paralelamente a la música y la poesía cultas, en México dioses, por lo cual aquel cuidadoso trabajo de levantar se ha desarrollado de manera ininterrumpida, desde los sus corazones y sus sentidos con todos los talantes de días más remotos de la Conquista hasta la actualidad, su cuerpo, en lo cual perseveraban un día y parte de la el Romancero Español. En la península, el romancero noche, tenía el valor de una penitencia y un merecimiento. transcendió las formas exteriores del folklore hasta El sentido mágico de la danza hacia radicar su eficacia en constituirse en testimonio artístico de un pueblo en su exactitud, pues cualquier error no únicamente la transformación permanente, tanto en el campo de las invalidaba sino que tornaba adversos sus propósitos. Ello relaciones sociales -pueblo y corte- como en la base constituía un sacrilegio y un atentado contra los intereses misma de la expresión popular, asiento e irradiación de la del pueblo. épica y la lírica. Otro cronista, Fray Diego Durán, observó que el baile En México los romances penetraron a manera de otras correspondía al estrato social del danzante. El estilo tantas formas de la sensibilidad española, trayendo consigo de los señores era pausado y graves los tonos del la espontaneidad y riqueza enunciativas y la visión juglaresca acompañamiento, como para hacer resaltar su nobleza. del mundo, al mismo tiempo que la música, configurada El pueblo cantaba en falsete, con ritmos muy rápidos en la baja Edad Media, pero en trance de desembocar en y movimientos ágiles, por lo que denominaban a esta los vihuelistas y polifonistas del Renacimiento, atentos a manera “baile de comezón” y que entonces reputaban recibirla, fijarla y perpetuarla. propia de mujeres deshonestas y hombres livianos. Tal 232 juicio adverso se hizo extensivo a la danza entera. La moral o la ortodoxia religiosa de los españoles no podían consentir en que se perpetuara un homenaje a potencias paganas, que se empeñaban en aniquilar, ni que se permitiera un modo de esparcimiento que estaba muy próximo a la licencia, según espectadores ajenos al espíritu y significación de lo bailado. entusiasmo, a formar grupos y a crear coreografías. Entre los grandes aciertos de la Sokolov figuran la “Antígona” con música de Carlos Chávez; 1a madrugada W panadero”, 1luvia de toros” y “Don lindo de Almería”, de Rodolfo Halffter, y “El renacuajo paseador”, cuyo estreno coincidió con la fecha de la muerte de] autor de la música, Silvestre Revueltas. También se debe a Revueltas “La Corcinela”, uno de los éxitos memorables de Waldeen, que también La época de la Colonia fue la del trasplante del folklore presentó “Danza de las formas nuevas” y “En la boda” español a las tierras sujetas a la Corona. La variedad de de Blas Galindo; y “Elena la traicionera”, de Halffier. Las los repertorios regionales, la riqueza del colorido, la gracia hermanas Campobello, a su vez, montaron la “Obertura de las actitudes, el sentido de] ritmo pasmaron a los republicana” de Chávez, e 1xtepec” y “Alameda 1900” de indios y despertaron el instinto imitativo de los mestizos. Hernández Moncada. Así fue como, poco a poco, los bailes españoles fueron adquiriendo en México un matiz peculiar más acorde En febrero de 1947 se fundó la Academia de la Danza con el ambiente geográfico y con la manera de concebir Mexicana bajo la dirección de Guillermina Bravo y Ana el mundo y con las posibilidades de expresarlo de los Mérida, quienes presentaron obras de Blas Galindo, mexicanos. ¿Cómo podría definirse este matiz? Quizá Jiménez Mabarak y Luis Sandi. Xavier Francis vino diciendo que el vigor se atemperaba con la languidez; que posteriormente de los Estados Unidos e impuso en los cambios se eternizaban en la repetición; que el garbo los grupos experimentales una disciplina estricta y casi se rendía a la solemnidad. Sobre el estallido jocundo de brutal cuyos resultados aprovechó José limón para la alegría se dejaba caer un velo de decoro o se afinaba con interpretación de sus coreografías. Durante la década de los un retruécano de picardía, con un gesto casi imperceptible cincuenta cobraron justificada notoriedad los coreógrafos de burla. e intérpretes Guillermo Keys Arenas, Guillermo Arriaga, Elena Noriega, Martha Bracho, Rosa Reyna y Raquel En los salones de la corte y en los tablados del teatro se Gutiérrez. Los aciertos se convirtieron pronto en lugares estaba al tanto de las modas europeas. La perfección la comunes y la fluidez en estereotipo. Ahora se atraviesa adquirían los ejecutantes en las academias novohispanas por una etapa de depuración, de búsqueda de fórmulas y daban a los predicadores y escritores satíricos materia en las que se conjuguen, armoniosamente, la validez y la abundante para escandalizarse y anatemizar la frivolidad e novedad. Tal es el caso del Ballet Folklórico de México, inmoralidad de tales bailes. Así el fenómeno se localizaba en fundado por A. Hernández, el cual ha viajado por todo el tres estratos: el indígena, que se conservó en los templos mundo. y sus alrededores; el popular, patrimonio incesantemente transformado y enriquecido por los mestizos; y el culto, privilegio de las clases altas, únicas capaces de apreciar y aplaudir las ocasionales visitas de los conjuntos de ballet europeo. Tal situación se prolongó hasta después de consumado el movimiento revolucionario de 1910, en que el nacionalismo impregnó todas las manifestaciones estéticas. El afán de aprovechar lo autóctono llegó a extremos que ahora parecen, al menos, curiosos. Tal es el caso de Ana Pavlova, que interpretó un arreglo del jarabe tapatío “de puntas”, conjunción que le valió dudosos homenajes. La danza moderna mexicana empezó a gestarse bajo los auspicios de dos grandes bailarinas extranjeras: Ana Sokolov y Waldeen, que se dedicaron desde 1939, con parejo 233 Los atrilistas afinan sus instrumentos; el director indica el “tutti”; los sonidos se organizan: en el Conservatorio, ha empezado otro ensayo, preludio del concierto. Los danzantes giran y saltan al compás de un ritmo que despierta de su antiguo reposo. El multicolor y espejeante penacho ya no es efímera corona. El Cedulario de Puga, fechado en 1563, es uno de los primeros libros que se imprimieron en México y, acaso, el primer compendio de leyes para América. Como otras artes, la danza ha conocido gran florecimiento. Grupos - de ballet clásico, folklórico y contemporáneo permiten conocer el logro de sus trabajos. Plaza Garibaldi: con sus canciones, los “mariachis” desgarran la noche e invitan a la serenata, esa múltiple, azarosa, inalcanzable persecución del amor. Incunables y ediciones de inapreciable valor histórico y tipográfico se han reunido, a través de generaciones, en esta biblioteca. Sobreviviendo a siglos y pretextos de herejías, el Códice Mixteco es fundamental para el conocimiento de las antiguas genealogías de nuestros abuelosa. La hermosura gráfica de las notaciones de los Libros de Coro permitía a infantes y adultos entonar los cánticos que inundaban las naves de la Catedral. Representación de “Marat-Sade” de Peter Weiss. En la alucinante colmena que es su celda, los alienados resultan víctimas y verdugos de su condición humana. Prácticamente, nada se sabe de la música prehispánica. Los instrumentos que persisten son su único conocimiento y, por supuesto su mejor alabanza. Fundada por Carlos Chávez, la Orquesta Sinfónica Nacional ofrece, aparte del repertorio clásico habitual, el estreno de grandes obras contemporáneas.