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ULTIMA LECCIÓN
Fernando López Alaniz
Morelia-Tacámbaro
1985
Primera edición 1986
Segunda edición 1994
© Todos los derechos para la presente edición
están reservados por la SEE, Michoacán y CREFAL.
CREFAL
Quinta Eréndira, Pátzcuaro, Michoacán, México.
SEE
Av. Siervo de la Nación y Constitución de
Apatzingán, Fraccionamiento Lomas del Valle,
Morelia, Michoacán.
ISBN 968-6078-97-5
Impreso en México.
Cuando, en aldeanas escuelas
pusiste fe de maestro
para enseñar tiernas bocas
a cantar el alfabeto...
Tenía la nobleza por entraña y la
práctica del bien como norma
inquebran ta ble.
LOE
PRESENTACIÓN
uando fue necesario escribir una presentación para
este libro, lo primero que vino a nuestra consideración fueron los nombres de amigos del profesor Ortiz
y los nombres de algunas personalidades comprometidas actualmente con el quehacer educativo; sin
embargo, se tomó la decisión de que fuera el propio Lucas Ortiz
quien se presentara. Siguió entonces la tarea de buscar un texto
significativo, no usado en la obra, que sirviera para tal efecto.
Encontré este fragmento de su discurso al inaugurar la Escuela
Normal Superior de Michoacán, y que sintetiza su pensamiento
sobre lo que él mismo fue, un maestro.
"Compañeros, discípulos y amigos:
"Pretendemos capacitarlos no sólo para que alcancen la competencia pedagógica, sino, ante todo y sobre todo, para que
conquisten esas actitudes morales en cuyo desarrollo ninguna
técnica acierta a propiciar la verdadera formación del maestro, de
ese profesional del bien colectivo que, para serlo cabalmente,
necesita de entrega absoluta, ya que nada máximo se consigue sin
pasión.
"Se habla hoy, con escepticismo y hasta con ironía, de una
mística del maestro de la Revolución, mística que, al parecerles
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acabada, algunos pretenden sustituir con un profesionalismo casi
burocrático, el cual, carente de alma, de ética y responsabilidad,
suena a falso. No os dejéis engañar. Decid a todos que conocéis la
vehemencia que se adueña del hombre íntegro cuando, para
alcanzar una meta, funde en el crisol de su voluntad, la convicción,
la sabiduría y el amor.
"Extirpad de entre vosotros a quienes entre vosotros se han
colado, cual figuras híbridas de ambigua profesión, constriñendo
su quehacer a recitar saberes en acumulamiento de horas. Vocación; vocación definida como dimensión creadora, ayuna de comportamientos estereotipados, preñada de talento y entusiasmo.
¿No decía Sócrates que puede enseñarse la virtud? Y en principio
y en fin, ¿no es ésta la sustancia de la educación misma?
"Mas si os parece vago el término vocación, sustituidlo por otro
más actual y connotativo, digamos compromiso. Porque efectivamente el maestro es un hombre comprometido, moral, profesional
y socialmente, máxime cuando su actividad se ata al desarrollo de
la nación, circunstancia que lo obliga a una profunda solidaridad
con las causas del pueblo, con los destinos de cada generación que
se prepara en las aulas.
"Vuestro compromiso es, pues, múltiple: con vuestro ánimo,
con vuestro grupo, con vuestra escuela, con vuestra tierra; con el
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pasado, el presente y el porvenir; con México y su pueblo, y, en el
vértice, con el hombre universal.
"Pero entended que no estáis solos en esta liga de honor,
porque os apoyan antaño la obra misional realizada entre los
suelos y los cielos; la entereza de los proceres de la Independencia,
la Reforma y la Revolución Social, y, en el presente, las instituciones todas de educación".
Esto es indudablemente un autorretrato del Profr. Ortiz y creo
que es la mejor forma de presentarlo.
El Autor.
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o nací para ser maestro. Pertenezco a esa clase de
hombres privilegiados que durante toda su vida hacen
lo que les gusta, realizan la tarea para la que llegaron a
este mundo. Por eso mis conflictos personales nunca
darán para un poema épico, ni siquiera para una mala
obra teatral, y sí, apenas, para algunos versos líricos que yo mismo
escribí:
Otros dicen que mi verso es el río
que cerca de cascadas nuestro pueblo...
Lo que no significa ausencia de lucha. Sí, me tocó luchar tanto
por mi vocación, ¡no, por mi vocación no: por realizarla más y más,
en profundidad y amplitud!
No sé si me comprenderá usted. De ninguna manera deseo
parecer pretencioso, y menos hacia el pasado, que es la forma más
tonta de pretensión. Cuando uno ha cumplido siete décadas de vida
y mira para atrás con la conciencia de haber cumplido, puede
afirmar cosas como las que yo afirmo, y, claro, ofrecer una que otra
prueba: maestro rural, director de escuela rural, inspector escolar,
director federal de educación, director general de enseñanza
primaria en los estados y territorios, asesor y delegado de mi país
en otras naciones y organismos educativos internacionales, y mi
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máximo orgullo: el CREFAL, el Centro Regional de Educación de
Adultos y Alfabetización Funcional para América Latina y el
Caribe.
¿Usted cree que todo eso me lo fueron regalando por... pues
como luego dicen por ahí, por mi linda cara? Con decirle que mi
hermana me decía: ¡con ese nombre y con esa nariz no sé cómo te
atreves a andar por la calle! Y tenía razón, vea usted qué nariz, y
ciertamente Lucas no es el nombre más apropiado para andar
luciéndolo por allí. Así que no, no fue por mi linda cara ni por
compadrazgos ni amiguismos, sino por mi intenso trabajo en cada
etapa, para salir del aula improvisada abajo de una ziranda hasta
llegar a exponer los criterios pedagógicos de mi país y los míos
propios en los foros internacionales y en naciones tan disímiles
como Bolivia y Egipto.
Las nuevas generaciones no saben de mí. Algunos recuerdan
mi nombre, y los viejos que en cierta manera fueron mis compañeros, están muertos o se han retirado. También aquellos maestros
que recibieron de mí beneficios o favores. Últimamente, sin
embargo, me dieron un puesto donde de nuevo mi nombre fue
escuchado con el respeto de siempre, aunque no más allá de mi
natal estado de Michoacán, y sólo en algunos círculos de poder
dentro de la Secretaría de Educación Pública. Me tocó nuevamente
ser fundador de una institución, la Delegación General de la SEP, y
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mis conocimientos y experiencias fueron aprovechados tanto
cuanto quisieron, desde el propio Secretario de Educación, hasta el
gobernador del Estado quien por cierto no hacía mucho me había
llamado para fundar la Escuela Normal Superior del Estado, a la
que bautizamos con el nombre de José María Morelos.
En realidad le estoy hablando de dos gobernadores, sólo que
a veces se me confunden la continuidad de las instituciones con la
discontinuidad de sus titulares. Tengo el grato recuerdo del
gobernador que aprobó el inicio de la Normal Superior, precisamente por eso, y porque me dio todo lo necesario para su fundación
y consolidación.
Con el gobernador que le siguió yo inauguré el edificio de la
Normal y la dejé trabajando con una excelente planta de profesores; inauguramos la primera especialidad en México para la
educación de adultos dentro de las normales, la llamada Educación
Permanente, y presentamos nuestra renuncia, para dedicarnos
completamente a la Delegación...
Poco después el pueblo de Michoacán me hizo un magno
homenaje, al cual asistieron autoridades nacionales, estatales de
todo tipo: Supremo Tribunal, Congreso local, municipios y, desde
luego, autoridades educativas de todos los niveles. Y fui condecorado con la medalla Vasco de Quiroga, que Pátzcuaro instituyó para
conmemorar los 450 años de su denominación como ciudad.
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sted insiste en que yo le dé nombres y fechas. Dígame
¿para qué los quiere? Sí, sí: en una conversación como
ésta no tienen importancia alguna los nombres de
personas a las que además usted no conoce. Si yo le
digo, por ejemplo, el nombre de ese Secretario de
Educación, tan amigo y tan importante, don Jaime Torres Bodet,
¿qué significa para usted? Nada. Sabrá usted eso, que fue Secretario de Educación, a lo mejor ha leído algunos de sus poemas de
exquisito lirismo, pero nada más. Nada más.
Por otra parte, mi buen amigo, ¿cuál es la importancia de las
fechas?
Quiero mejor mostrar a usted algunas fotografías. Usted es
periodista y conoce aquel acertó: dice más una fotografía que todo
un artículo. Venga, por favor. No son buenas fotos, y algunas están
muy mal tomadas; pero están todas cargadas de historia y de
recuerdos.
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Visita del Sr. Lic. Adolfo López Mateos, Presidente de México, al CREFAL.
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ues sí, usted me comprenderá completamente a
partir de que conozca a mi familia. Sin embargo, le
anticipo que no seré el indiscreto que usted espera.
Cuando los hombres viejos recordamos a nuestros
padres, a nuestros hermanos y a los parientes, nos
llenamos de añoranzas y el sentimiento hace presa de la memoria,
obligándola a ser agradablemente infiel; sin embargo, yo hace
algún tiempo que dedico a los recuerdos familiares lo estrictamente necesario para no causarme daño, pues las ausencias tienen un
peso muy grande en el corazón. Ahora yo me voy a valer de un
artificio. Algunos sufrimientos he tenido ya con todo esto que le
platico, y no quiero agravarlos... al menos no demasiado. El artificio
seré yo mismo, pero muchos años atrás, quizás a la mitad de mi
vida, cuando escribí de mi tierra natal Taretan, rodeado de
incontables lomas de verde, de agua y de caña de azúcar.
Brisa que nace en el monte
baja por la cuesta, rueda;
vaho que nace entre las cañas
sube por la cuesta, trepa...
Y por eso los naranjos
que decoran la plazuela
ofrecen en su dación
la perfumada incongruencia
de gajos que dan ardores
y de gajos que refrescan.
Los cuatro portales vierten
sobre pañuelo de siesta
inútil llanto de luto
por las "cincojas" que dieron
rosas sonrisas paganas
a las tardes de cuaresma,
cuando extendía el tabachín
su paliacate de seda
sobre el quiosco, penitente
en ayuno de escoletas.
Bronce que olvidó la guerra...
sobre el techo de la iglesia,
concierto que de ahí baja
para inundar las callejas
así es, o fue mi pueblo, allá a principios del siglo, y mientras yo
regresaba de vacaciones, con sus muchachos y muchachas, y esa
quietud que a mí, ahora, me inquieta un poco, pues por no
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romperla quizás hemos perdido oportunidades de progreso. En fin,
que allá en Taretan nací
Casa mía, de mis mayores,
donde mi abuelo el poeta,
oro de nísperos puso
junto al olor del receda...
Y en el corredor patriarca
las raras flores de cera
bajo cuyas guías mi madre,
con voz de ternura plena,
entonaba villancicos
y coplas en Nochebuena.
¡Casa mía republicana,
de tricolores empresas!
Yo pienso que quien no tiene profundas raíces en una familia,
carece de un elemento importante no sólo dentro de sí mismo, sino
para con los demás. Venir de un hogar donde hay una tradición,
donde los rasgos de las familias son manifestación de una esencia,
es venir capacitado para entender al pueblo, la nación y la cultura
a la que se pertenece. El no tener todo eso no significa incapacidad
para entender lo que digo, sino falta de referencias innatas y,
aunque usted lo dude, ausencia de profundidad para ciertos
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valores que impiden a alguien ser traidor, y dan a otro la capacidad
para ser heroico.
¿Soy demasiado rotundo en mis afirmaciones? Puede ser, pero
los años que me han enseñado a ser prudente en tantas cosas, me
han también obligado a tratar con dureza a los enemigos de mi
patria... entre los que se encuentran, precisamente, y son los más
terribles, los mexicanos descastados, en especial los que lo son por
voluntad propia. Naturalmente yo los he encontrado en el magisterio, y en todos los niveles de la administración educativa, y he
sido con ellos algo más que duro, despectivo; pero también los he
encontrado en las rancherías, despreciando lo autóctono, y en las
ciudades, admirando todo lo extranjero, y hasta en las relaciones
internacionales; entreguistas e incapaces de manifestar el más
leve gusto por ser mexicanos; pero quizás ningunos tan despreciables como los empresarios y capitalistas en general, llenos de
poder y de orgullo, que prestan su nombre y su nacionalidad para
que los extranjeros se apropien de nuestra riqueza, de nuestra
cultura, de nuestras conciencias...
Por eso yo me siento enormemente satisfecho de venir de una
familia mexicana de gran tradición. Mi abuelo peleó contra franceses y belgas, y la bandera de los soldados que Taretan dio a la
patria, se guardó en mi casa; y mi padre fue un hombre revolucionario y mi madre la mujer que guardó y nos transmitió la virtud,
la fuerza, pues, de una patria, y el orgullo de ser hijo de esa patria.
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Caminantes de epopeya
van por senderos de Charo
don José María Morelos
y el cura Miguel Hidalgo.
A h , de las voces pasadas
que en presente voces son
dualidad de resonancias,
notas de igual diapasón;
Morelos las dijo entonces
y por decirlas murió,
si otra vez h o y las dijera
otra vez muriera hoy...
Jirones de la bandera
que las mujeres del pueblo
bordaron con lentejuelas
el día que todas llevaron
sus hijos a las trincheras,
porque supieran las balas
de franceses y de belgas
que preferían la ventura
de ver sus entrañas muertas
a la angustia de sentirlas
palpitando con afrenta.
Bajo el patio gentil de las m a ñ a n a s
te e n c u e n t r a mi misión, Patria bendita,
c o n n i m b o de virtud y de exquisita
serenidad, que glosan las fontanas.
Estás de pie, tendiendo la infinita
caricia de tus ojos tropicales
sobre c a m p o s de mieces recentales
q u e en p a z d o m e ñ a n ubre que se irrita...
Patria, mi partitura ha terminado.
No h a y acorde d o n d e tú no quepas,
pues en tu corazón
tu propia ley de contenido egregio,
lo que el á n i m a puso en el arpegio
del balbuciente son que te ha ensalzado.
í, a mí me tocó padecer de muchas maneras el
antagonismo de los fanáticos religiosos. Quiero que
entienda una cosa: la religión es tan buena o tan mala
como cualquier otra cosa que haya inventado el
hombre para sentirse seguro; pero indudablemente
será siempre mala cuando se convierte en fanatismo como cualquier otro fanatismo. Esto que suena a discurso de mala calidad es
tan real, que a nuestro país le ha tocado padecer desde crueles
guerras hasta sordas y soterradas controversias, que no acaban
nunca. Las nuevas generaciones no saben lo que es una guerra de
religión, si no es por una historia generalmente mal contada; y esto
es una ganancia muy buena, pues más vale que aprendan mal la
historia a que tengan que vivirla, con toda su crueldad.
Por primera vez me enfrenté al fanatismo religioso en
Coalcomán, hermoso pueblo en la Sierra Madre Occidental, tan
alejado que tuvimos que dar la vuelta por Jalisco y unirnos a unos
arrieros y subir la sierra caminando durante cinco días para llegar
a él. Paisajes hermosísimos, pinos que apenas abarcaban tres
hombres, bosques impenetrables y una vereda que subía y subía
y subía interminable. En aquella atmósfera natural, en aquellos
panoramas grandiosos, en aquel cielo ora tan azul ora tan estrella-
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do que abrumaba, es donde un hombre siente de una manera
especial su grandeza y su pequenez.
Pues llegué a Coalcomán. Ya comprenderá usted por ese coa
que la palabra tiene en su significado la idea de la serpiente. Yo la
encontré tan pronto como dije que era el maestro enviado por el
gobierno para fundar una escuela primaria: fue el sacerdote.
Fue una desilusión muy grande, claro: caminar tantos días,
cansado, hambriento, pero con el deseo de llevar un poco de luz,
de conocimientos a esa población alejada; y llegar para sentirse no
sólo desatendido, sino rechazado, a grado tal, que las personas más
prudentes del pueblo evitaban saludarme. Lo rehuían incluso los
jóvenes, con quienes inicialmente comencé algo así como una
amistad por afinidad. Esto que le platico fue allá por 1923, cuando
yo tenía 18 años.
¿De dónde sacó el curita ése que yo era comunista? ¿Por qué
se le ocurrió llamarme hijo de satanás? Sí, lo adivinó usted: de su
fanatismo. La autoridad del cura era en Coalcomán mayor que la
del presidente municipal; era una teocracia donde Dios se confundía con su representante, y la doctrina de Dios con el criterio de su
sacerdote. Semejante modelo de cura no podía sino acabar, cinco
años más tarde, como capitán de una guerrilla cristera. Imagínelo
usted... y piense en la cantidad de curas que durante la guerra
cristera empuñaron de algún modo las armas, y comprenderá
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mejor no sólo mi posición en Coalcomán, sino la de muchos
maestros en toda la nación. Cuando se habla de la heroica escuela
rural mexicana, no se le da ese título gratuitamente, créame.
Permanecí en Coalcomán. Tenía un cargo que cumplir y una
obligación muy grande conmigo mismo. Sin embargo, comencé a
desesperar. No veía por dónde romper el aislamiento, y la soledad
comenzaba a confundir el anochecer con el alba y a dar a los días
una largura cansada y dolorosa. ¿Por dónde... ? Por favor, no dude
de mis palabras: el obispo de aquel cura fue conmigo el fundador
de la primera escuela primaria en Coalcomán.
Cuando llegó, porque alguna vez llega siempre un obispo a
cualquier lugar, entre otras cosas se enteró de lo que me acontecía
y pontificó: déjenlo trabajar, sólo atiendan a que no ataque la
religión y las buenas costumbres. Y aparecieron los niños, y se
abrió la escuela, y comencé a trabajar. ¡Con cuánto cariño recuerdo
aquellos días de enseñanza intensa y apasionada, tanto para
reponer el tiempo perdido en la incertidumbre, como para demostrar que no era comunista ni tenía parentesco alguno con satanás,
sino que era simplemente un maestro rural!
Por otra parte, ahora que lo miro en la distancia, aquella
primera fundación no señalaba entonces que fuera yo a ser un
fundador de, ¿de qué? Pues sí, de escuelas a cual más variadas,
como ya hemos tenido, y tendremos oportunidad de platicarlo.
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Mientras tanto, decía a usted que el fanatismo religioso es
malo. Perogrullada horriblemente real. Otra experiencia tengo yo,
otra que me estruja aquí, en el corazón y hace que los recuerdos
sean malos. ¿Qué importa cuál era su nombre? Ya le advertí que
no quiero aumentar mi desazón con los nombres; sólo considere
que era una maestra rural, no mal parecida, entregada a su trabajo
apostólico, atendida por su madre...
"Los cristeros, de la sierra
bajando bajaron ya;
centellas hay en sus ojos
que senda marcando van,
centellas de su lujuria
que se van a reflejar
en las medallas benditas
que llevan sobre el gabán..."
¿Cuál puede ser sufrimiento mayor, el de verse una jovencita
atropellada delante de su madre, o el de la madre ver cómo
atrepellan a su hija, ¡en el nombre de Dios!?
"El Jefe de los cristeros
la ropa le despedaza,
hasta dejarla desnuda
en su pudor refugiada...
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El Jefe de los cristeros
bajo toldo de miradas
robó primicias de amores
al compás de carcajadas.
Después los otros pasaron
hollando lirio sin mancha..."
Perdóneme usted, pero comprenda que el recuerdo se aviva
con el tiempo, si no desaparece. Y esto que ahora le cuento es
lacerante, aunque también trascendente en la historia de la
escuela mexicana. ¡Tanta persecución, tantas víctimas!
"El Jefe de los cristeros
con su cuchillo de plata
los senos cortó a la niña,
senos cual flores tempranas...
En la cal de la pared
letrero con letra llana
un cristero así escribió,
dejando fija su infamia:
Muera la escuela rural
y viva la iglesia santa.
Efectivamente, muchos años de mi vida profesional están
íntimamente unidos a la escuela rural. Además de aquel año en
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Coalcomán, estuve en las escuelas llamadas Centrales Agrícolas de
1926 a 1929 en Michoacán, en Guanajuato y en el estado de
Hidalgo. En 1930 ingresé a las Misiones Culturales, que entonces
eran la gran novedad, traían a todo mundo de cabeza, y que habían
sido fundadas en 1927. Después como Director Federal de Educación de 1935 a 1943, y como Director General de Enseñanza
Primaria en los Estados y Territorios de la República de 1944 a
1949, continuaron esas ligas de manera muy fuerte. Yo me
considero todavía un maestro rural, un maestro misionero, no por
mi actividad, sino por mis ideales y, con el debido respeto y total
inmodestia, por mi vida toda...
Cuatro años hacía que la Constitución había sido proclamada:
todavía estaba en el aire el humo de la pólvora con que el general
Obregón llegó al poder, cuando se fundó la Secretaría de Educación
y se nombró al primer secretario, el inolvidable y trascendente
José Vasconcelos. Y comienza ahí la enorme tarea de la escuela
rural. Usted no tiene idea, los jóvenes de los años setenta jamás
podrán imaginar lo que era entonces el país. Acababan de morir
violentamente más de un millón de mexicanos, mandaban en el
país los caudillos de la guerra, que seguían matando, y estaba a
punto de soltarse la guerra cristera. Además, no había comunicaciones; fuera de lo limitado del ferrocarril, nos trasladábamos a pie
o en bestias. Los pueblos que hoy están a veinte o treinta minutos
en los veloces automóviles, entonces estaban a una jornada de
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Alumnos pakistanos y el Profr, Ortiz en el CREFAL.
camino. Todo era lento, difícil y fuera de tiempo. ¿Cómo cree usted
que eran los maestros rurales de la época? Ah, porque Vasconcelos
no hizo sino tomar la Secretaría y fundar escuelas rurales, y
nombrar, al año siguiente, 1922, los primeros maestros misioneros. ¡Qué misión, qué valor y qué voluntad de tiempo! La escuela
rural como motor de los cambios que la recién concluida revolución deseaba, ¡Y a trabajar!
Estaba entonces en México Gabriela Mistral, a la que conocí y
tuve el gusto de frecuentar alguna vez. Ella dio algunas ideas sobre
la base de los maestros misioneros, que tanto le impresionaron, y
un diputado de apellido Gálvez presentó un proyecto sobre
Misiones Culturales. Fue el segundo arranque, el cual fructificó en
1927, en los tiempos del doctor Puig Casauranc como secretario de
educación, y con las ideas administrativas y pedagógicas de
Francisco César Morales, Elena Torres y del gran Rafael Ramírez.
Cuando en febrero de 1930 salí por primera vez al frente de
una Misión, con rumbo al entonces Territorio de Baja California
Sur, sentí que ingresaba a una actividad en la que me movería
como... perdóneme por usar la frasecita: como pez en el agua.
Mucho trabajo, quizás demasiado, pero las satisfacciones eran
siempre mayores. ¿Cómo se lo diré a usted? En esto de las Misiones
luché codo con codo con Miguel Leal, algo para mí más que
hermano y amigo, más... Mi nombramiento decía, lo recuerdo tan
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bien y durante mucho tiempo con tanto orgullo: "El C. Presidente
de la República, en ejercicio de la Facultad que le concede el
Artículo 89 de la Constitución Política, en su Fracción II, ha tenido
a bien nombrar a usted Jefe de la Misión Cultural Viajera Número
Once..." ¡con trece pesos diarios de sueldo!, y me mandaron hasta
California.
Cada Jefe de Misión llevaba consigo una trabajadora social, un
agrónomo, un profesor de industrias, un maestro de lo que
llamaríamos ahora artesanías, otro de Música y Danza y otro de
Educación Física. A veces un doctor, y hubo quien contara con un
economista y, cosa curiosísima, con un etnólogo.
¡Ya lo tengo! Para que tenga usted una idea cabal de lo que fue
esto de las Misiones Culturales, de su importancia entonces y de su
trascendencia, contaré a usted lo que pasé, lo que pasamos en
Coatlán, ¡ese coa, serpiente!, de Yautepec, municipio de Oaxaca. Y
comenzaré, claro, por el principio. ¡Lo tengo todo tan presente
ahora!
Salimos de la ciudad de Oaxaca, y durante cinco días ascendimos, a lomo de muía, desde Mitla hasta la comunidad indígena de
Coatlán de Nativitas, situada en una estribación del Cempoaltépetl.
Cinco jornadas de fuego, de músculos magullados, de jadearlas
bestias sangradas por tábanos implacables, de temor a los reptiles
traicioneros, de subir y bajar, cruzar, recorrer o bordear lomeríos
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y montañas, vallecillos, selvas, cañones y barrancos; de vigilias
salpicadas arriba de luceros y abajo de grillos y de hormigas, de un
constante pensar en la ventura de la empresa que nos guiaba y que
habría de retenernos durante los seis meses venideros, en aquellos, para nosotros, rumbos de magia y soledad. Pero, en cambio,
qué placidez la de siestas reparadoras echadas al amparo de
capomos y madroñales; qué dulzor de los chicozapotes disputados
a bandadas de loros o de guacamayas; qué gozo renovado en la
conquista de cada peldaño de aquella escalera de Dios y, sobre
todo, qué admiración por nuestra presencia ahí, frente al azoro de
los hombres, las mujeres y los niños, que, desde los jacales, desde
las cercas, desde los atrios olorosos a copal y a retamilla, nos veían
hollar sus veredas ancestrales, a manera de fantasmas caídos
sobre aquel paisaje diseñado para ellos, marco natural para su piel
de canela y sus trajes floreados, señorío indiscutible de su mirada
tranquila, madura de sencillez, de grandeza, de abandono y de
misterio.
Coatlán, tierra de culebras...
Y culebras de leche fingían aquel atardecer, a distancia, las
hiladas de vecinos descendiendo del pezón serrano, asiento de su
caserío, por vericuetos inverosímiles que, tras de embarcinar los
flancos del picacho, convergían en las vegas del arroyo.
Los indios mixes bajaban a recibir a la Misión Cultural.
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Cuando llegamos al sitio del encuentro, la albura de la manta,
los sombreros cónicos sobre los rostros magros, los tigres y las
águilas multicolores estampados sobre el gris de los sarapes, el
estallido de cohetes ensartados en ruedas de carrizo y las notas
sandungueras echadas al aire por músicos nativos, inundaban la
arenosa plazoleta.
Las autoridades nos entregaron sus bastones de mando mismos que, tras breve retención, devolvimos cortésmente algunas
botellas de mezcal, cigarrillos, pan, frutas y sendos ramos de hojas
lustrosas, iguales a las que todos llevaban a guisa de adorno y
abanico.
Un anciano —que era el presidente electo de la comunidad—,
dijo su discurso, vertido al español por el maestro de la escuela:
"Bendigamos a Dios que los trajo con nosotros. Aquí estamos para
servirles, para darles agua, para enseñarlos a matar al jabalí, al
venado y a la chachalaca; para hacer todo lo que manden sus
buenas mercedes".
Montamos de nuevo y de nuevo a subir, a trepar la última
parte de aque' cenoso camino, olvidado momentáneamente por la
emoción de h escena vivida. Nos convertimos en la cabeza de la
gran culebra de leche que regresaba, ya por una sola vereda, a sus
alturas.
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Cerca de la aldea estaban las mujeres: huípiles amarillos
tableados de negro y rojo, faldas moradas con olanes que descendían cual niveo borbollón de floripondios, penachos de trenzas y
de flores, y en sus manos, palmas, palmas que semejaban hisopos
de gracia destinados a esparcir sobre nuestra fatiga la bendición
de sus sonrisas. También estaban los niños: los mayorcitos alineados por orden de estaturas, bajo la vigilancia de sus profesores,
agitando banderines; los más pequeños correteando, muchos
desnudos, entre la abigarrada concurrencia y los crios a horcaj adas
sobre la cadera materna, succionando las ubres erectas mostradas
sin embozo a plena luz como el árbol enseña sin rubores su fruto.
La plaza de la aldea tenía construcciones por tres de sus lados;
en uno se levantaba la residencia de las autoridades, en otro la
escuela y en el tercero la iglesia, una capilla y el curato.
La casa comunal y la escuela eran de bajarete, de fábrica
reciente y bien blanqueadas, mientras que el templo y sus anexos
eran de cal y canto, aunque maltrechos, más que por el tiempo, a
causa del cotidiano bailar de la tierra, al grado de que daban la
sensación de ayudarse entre sí para mantenerse en pie y no dar
al traste con su prestigio.
Los maestros rurales concentrados en la aldea para recibir
enseñanza de la Misión, ocupaban, desde antes de nuestra llegada,
dos salones de la escuela como dormitorios, otro lo habían arregla37
do para comedor y tan sólo el restante seguiría cumpliendo su
objeto, puesto que fue destinado a clases y reuniones.
Nosotros quedamos instalados así: las mujeres en las habitaciones mejor conservadas, o, mejor dicho, en las menos deterioradas del curato; los hombres en una pieza reducida y mal ventilada,
de la casa comunal, razón por la que algunos decidimos cambiarnos
nada menos que al campanario nuevo, cuyos lados cercamos con
ramas de caimito, convirtiendo así el espacio abierto en fresca,
perfumada y orquestal vivienda, balcón desde el cual nuestra
mirada prendía su admiración en los distintos planos del escenario
gigantesco donde cumbres, rocas, bosques, torrentes, valles, nubes, aves y reptiles, tormentas y brisas, el sol y el hombre, repetían
cotidianamente el drama de la creación.
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eintitrés maestros, en su mayor parte jóvenes, constituyeron el valioso contingente de aquel Instituto en
Coatlán. Por aquellos tiempos casi en todas partes se
notaba en el maestro rural un gran deseo de mejorarse, un verdadero desasosiego interior, que le salía a
los ojos, por saber algo que le permitiera trabajar mejor; pero en
Coatlán, ese deseo era máximo. Esos maestros, verdaderos líderes
en sus comunidades, a las que habían transformado en muchos
casos, eran incansables para todo aquello que les abriera un
horizonte nuevo. Preguntan, anotan minuciosamente, siguen las
indicaciones que se les hacen, repasan los coros escolares que
pondrán más tarde en sus escuelas y que serán valioso material
para la enseñanza del idioma; consultan al agrónomo y durante el
trabajo de industrias materialmente se olvidan de todo. A los
deportes les prestan atención y se entregan a ellos con cariño.
Lástima grande que en muchos casos nos faltaran materiales. En
industrias, por ejemplo, curtieron pocas pieles e hicieron algo de
jabón y de dulces; en derredor de un bote donde hervía un kilo de
ingredientes, se agrupaban todos. Aprovechando el carrizo y la
caña brava, muy abundantes en la región, hicieron trabajos de
construcción de muebles, que juzgué muy importantes ya que uno
de los grandes problemas de los maestros de ese rumbo, era
enseñar a las gentes a sentarse en sillas y a comer en mesa.
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De la clase de artes plásticas se llevaron los maestros elementos de trabajo cuyo valor se aprecia más en aquellas comunidades:
hablo del teatro de títeres y fantoches cuyos elementos fueron
construidos por ellos mismos bellamente y con todo lo necesario.
Los juguetes de carrizo y cartón, las máscaras y las esculturas en
barro, permitieron que los maestros pudieran encauzar el sentido
artístico de sus niños. El arreglo de obras teatrales adaptadas al
medio, la selección de canciones y recitaciones, la presentación de
la danza local y de la foránea ajustable a la mentalidad y manera
de ser de los habitantes, fueron motivos para dejar en el ánimo de
los maestros-alumnos que los festivales requieren de mucho
cuidado y de un carácter definido.
Si en todas partes el maestro tiene que atender a la solución
de problemas comunales, en aquellos pueblos donde él lo era todo:
juez, médico, topile, maestro y todo, puede asegurarse que necesita una preparación especial que nadie, ni menos las escuelas
normales, pueden darle. Esta es la causa por la que la Trabajadora
Social tuvo un magnífico terreno para sus enseñanzas, las que casi
siempre fueron prácticas para los arreglos e higiene de los hogares,
y por la atención médica, tan pobre pero útil que se prestó a la
gente. Aunque asistieron únicamente varones, las clases de corte
de ropa sencilla fueron normales: camisas, calzones, ropa infantil.
También aprendieron a fabricar pan y a condimentar platos
sencillos aprovechando que la cooperativa de alimentos tuvo que
estar atendida, en gran parte, por todos.
40
¿Me sigue usted? ¿No era todo esto maravilloso, y altamente
educativo? Dígame, el orgullo y la soberbia ¿dónde dejan que
ahora se vean cosas como éstas?
En música, aparte de algunas bellas canciones, prestamos
atención principal a los coros escolares, sencillos y bellos, pues
aparte de otras ventajas, considere usted que se encuentra en ellos
material rico para enseñar a hablar el español a aquellas gentes.
Tuvimos especial cuidado de que tanto los coros como las canciones se escribieran con música y letra para garantizar así que no se
olvidaran.
La vida que llevaban los maestros en aquellas lejanías, vida
llena de problemas y de trabajos, de tristeza y aislamiento, hacía
que con la clase de deportes, su entusiasmo se desbordara. Las
tardes tristes se interrumpieron para dar lugar a la alegría de los
juegos atléticos y organizados. Más interés pusieron cuando descubrieron que también el juego enseña palabras nuevas.
En el aspecto agrícola bien poco pudo hacerse. El pueblo estaba
situado en la cima de una montaña y carecía de agua; apenas si
tenían para tomar. Se concretó el maestro de agronomía a hacer lo
que se pudo en algunos cultivos y nada más. ¿Qué más?
A la vista de todo esto, y de todos los problemas de miseria,
aislamiento y marginación con que nos encontraríamos más tarde
41
en toda aquella zona montañosa de Oaxaca, y de tantas otras del
país, los misioneros nos preguntábamos si para solucionar tanto
problema no se necesitaría algo más que buena voluntad de un
grupo de maestros. La Misión y los maestros luchan contra
costumbres, contra defectos de diversos órdenes que tienen tras
de sí siglos enteros; se encuentran a la gente viviendo en chozas
sucias y desarregladas, en asquerosa promiscuidad con animales;
los andrajos cayéndoseles, llenos de parásitos, y, como consecuencia, una gran cantidad de gente que padece, que necesita medicinas; para acabar con todo eso había mucho entusiasmo, espíritu de
servicio y buena voluntad; pero ni siquiera medicinas suficientes,
ni con qué adquirirlas. Si las campañas sociales nunca deben ser
a base de discursos líricos, menos deben ser en donde ni siquiera
entendían lo que decíamos.
No obstante, la Trabajadora Social y los maestros tomaron a
pecho su labor e hicieron algo que quizá no pueda ser objeto de
ostentación pero sí de gran mérito; barrieron, rasparon, removieron pisos y techos de las chozas y, ayudados por unos cuantos
indígenas a quienes se logró sacudir de su ancestral indiferencia,
abrieron los pozos de aprovisionamiento de agua. En esta forma se
trabajó constantemente. A los niños y niñas de la escuela se les
peinó y despiojó repetidas veces.
Los festivales, a los que hubimos de llevar casi a la fuerza a la
gente en las primeras ocasiones, fueron después centro de atrac42
ción. El día que logramos arrancar una sonrisa a esa gente que no
sabe reír, consideramos como definitivamente dominado el medio.
Hasta logramos que algunas mujeres nos ayudaran, alegrándonos
esto bastante; para comprender este triunfo se necesita haber
visto a las mujeres correr cuando ven a un mestizo. ¡Cuánto lograba
una Misión; sí señor!
Para la realización de fiestas, la Misión dejó en Coatlán un
magnífico teatro rústico aprovechando una antigua capilla. Sencillísimo, pero de gran belleza, y hemos tenido el placer de ver cómo
lo cuidan.
No desperdiciamos ninguna oportunidad para hacer diversas
campañas, principalmente higiénicas y antialcohólicas; logramos
que durante el Instituto, y muy a pesar de la costumbre de hacerlo,
no se embriagara un solo vecino.
Claramente recuerdo a Ponciano López, director de la Escuela
del pueblo: era el tipo de maestro que se necesitaba para esa zona;
tenaz en lo que se propone, entusiasta, con gran espíritu de
servicio y con temperamento de líder. Transformó mucho a la
gente y nos ayudó muy bien en los trabajos.
Y atienda usted a lo que sigue, porque es muy importante:
considerando el nivel cultural del grupo de maestros y tomando en
cuenta sus necesidades, mi plan de trabajo se concentró en
43
rísticas étnicas, sociales y económicas, idénticas, la labor tuvo
aspectos completamente semejantes en todos los pueblos.
El primer problema que atacamos en forma efectiva fue el del
mejoramiento de los hogares. La totalidad de los maestros nos
convertimos en auxiliares de la Trabajadora Social, y usando
procedimientos de convencimiento en algunos casos y de imposición en otros pudimos ver la transformación casi total de las casas
de los diversos poblados. Se comprende que el mejoramiento que
se efectuó fue bastante humilde, pero siempre en forma apreciable. En cada habitación, aparte del blanqueo y apertura de
ventanas, se acondicionó el fogón y se preparó un lugar especial
para los animales.
Por todo lo que le expliqué a usted anteriormente de los
deportes, procuramos en todos los pueblos dejar campos deportivos. Y recuerde que eran como treinta pueblos. Y también espacios
acondicionados para teatro, espacios pequeños, no crea usted otra
cosa, pero funcionales y que las comunidades sentían suyos.
La circunstancia de que Oaxaca es por excelencia rico en
materia musical, originó un trabajo intenso del profesor de música,
ya con los alumnos de las escuelas, ya con las rudimentarias
asociaciones musicales.
Aprovechando la abundancia de frutas, pudo el Profesor de
industrias hacer un buen trabajo, principalmente con los maes46
tros, pues no fue posible hacer trabajos de éstos con los indígenas,
por su natural desconfianza y apatía. Trabajos industriales de otra
naturaleza, a excepción de algo de curtiduría, no se hicieron
porque sencillamente no había con qué, ni cómo.
Y desde luego, sin excepción, todos los misioneros verificamos
labores del orden netamente escolar, principalmente yo, pues era
mi obligación, y me aproveché de todas las visitas para hacer
reafirmaciones de todo lo aprendido de lengua, cálculo, historia y
de tantas otras cosas... tantas.
47
yer, después de que se fue usted, recordé algo más.
Estuve pensando toda la noche, y decidí dárselo por
escrito. Ya está publicado por ahí, pero vale la pena
que lo vea usted, y me pregunte algo más, si lo desea.
En Coatlán sucedió algo que durante toda mi vida,
y ahora de viejo quizás más que nunca, me ha hecho reflexionar
hasta extremos que considero útiles. Voy a leer a usted esto: es un
apunte terrible. Es probable que en ninguna parte del mundo la
democracia sea tan fríamente efectiva... Si nosotros pudiéramos
aplicarla de esa manera a todos, a todos, desde el presidente de la
República hasta nosotros mismos, tenga usted por seguro que
seríamos otro pueblo. Pero claro que esa justicia puede no ser tan
terrible como lo sucedido en Coatlán, aunque sí puede serlo de
manera muy parecida, y si otra cosa no hubiera, bastaría con
aplicarnos a nosotros mismos esta enseñanza. Escúcheme usted,
por favor:
"Cierta noche un lamento ascendió hasta la entrada misma de
nuestra choza. Abrí la puerta y, al hacerlo, se anegó el recinto de
luna y de sollozos. Allí delante de mí, cubriéndose la cara con las
manos y dejando escurrir entre los dedos lágrimas copiosas y
atropellada expresión de sufrimiento, estaba María, la mujer del
48
presidente, acompañada por un "topile" que pretendía calmarla,
que consiguió callarla hasta dejar tan sólo en su garganta un hipar
intermitente.
— ¿Por qué llora esta mujer?
— Padrecito, jefecito: le van a pegar a su marido.
— ¿Quién le va a pegar?
— Todos: los Principales y Mayores. Dice la mujer que bajes a
la plaza; que su marido no resistirá los golpes porque está viejo y
carcomido; que mejor le peguen a ella; que bajes pronto, que bajes
a salvarlo tú que eres el gobierno...
"Me vestí como pude y bajé corriendo al centro de la aldea. La
luz rojiza de cuatro enormes fogatas, el plenilunio y las sombras,
empastaban fantasmagóricamente las siluetas acuclilladas, los
muros encalados y el contorno de los techos piramidales.
"En el centro del grupo, enhiesto, el poste de la infamia, y atado
a él, lamiéndolo, José de Jesús Magdaieno, presidente electo de la
comunidad indígena. A poca distancia, sobre el suelo, una camisa
blanca, un sombrero negro con gruesa toquilla dorada y un bastón
de mando cuyos extremos de plata brillaban en la arena. Al lado
opuesto, un haz de varas...
"Al notar mi presencia enmudecieron y sólo quedó flotando en
el ambiente el crepitar de los leños y el olor de la resina.
49
"Cuando manifesté deseo de hablarles, Bartolo Nepomuceno, el
ágil primer síndico, acostumbrado a ser nuestra 'lengua' en fiestas
y reuniones, saltó de la penumbra para colocarse a mi lado,
dispuesto a desempeñar su importante papel.
— ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué van a azotar al presidente?
Silencio...
¿Qué ha hecho el presidente para ser tratado en esta forma,
sin respeto a sus canas y a su autoridad?
Silencio y brillar de los cigarros...
— ¿Qué pasa?
"De pronto sucedió lo inaudito: de entre los principales que se
distinguían por estar sentados en taburetillos de junco, colocados
en sitio preferente de la escena, se levantó con lentitud uno de
ellos, quien en castellano inteligible me dijo:
— Cuando llegaste a Coatlán, ordenaste que nadie bebiera
mezcal, ni aguardiente, y cuando el capitán de la danza, Marcelino
Rendón, tomó sus tragos y llegó hasta la escuela diciendo disparates, el presidente pegó a Marcelino, y como anteayer el presidente
llegó borracho y sin su vara, el pueblo le va pegar al presidente.
50
"Así, tal como se oye: el pueblo le va a pegar al presidente. No
al juez, ni al responsable del orden, ni alguno en particular, sino el
pueblo ofendido, la comunidad indígena, la nación escarnecida".
51
or Dios, ¿qué andamos buscando afuera, para traerlo
además todo mal? Nosotros tenemos grandes pedagogos, tan grandes como cualquiera que Ud. me
pueda presentar de la parte del mundo que sea, y le
diré porqué: nombre usted un educador importante,
el que sea de la historia de la Pedagogía, e inmediatamente dirá
usted dos cosas más: un tiempo y un país determinados. Pues bien,
ninguno es mexicano. Sin embargo, por decir sólo algo que me tocó
vivir, la escuela mexicana jamás ha sido tan auténtica y trascendente como cuando aplicó las doctrinas de José Vasconcelos, Torres
Quintero, Ignacio Ramírez, Rafael Ramírez, por nombrar algunos.
Y todos coinciden en que la escuela debe ser una parte vital,
esencial del motor de la comunidad, además de su función natural
educativa. Y de esto nadie me podrá contradecir jamás, porque
fueron las doctrinas que yo apliqué en el CREFAL y que tanto bien
han hecho en la mitad del mundo. ¿En dónde están ahora?
Recordando a Sor Juana le diré que ni siquiera se acuerdan de
olvidarlos: nuestros pedagogos, los que de verdad nos enseñan de
acuerdo con nuestra circunstancia, han sido relegados por afanes
personalistas de importancia y de poder. Ante la carencia de genio,
al menos de talento; ante la importancia o la incapacidad para ser
maestros de categoría nacional, se olvida a los que sí lo son y se
importan las cascaras y el bagazo, porque ni siquiera las doctrinas,
52
de Francia o de Estados Unidos, donde sus pedagogías podrían ser
excelentes, pero están totalmente fuera de nuestra realidad.
Tampoco vaya usted a pensar que desprecio a los grandes
maestros de la Pedagogía, no, desde luego que no. Los valores
universales, y esto lo sabemos todos, no se sujetan a tiempo y
espacio. Lo que digo, es nada más lo que digo: hemos hecho, han
hecho algunos, que la escuela y la pedagogía mexicanas, de tan
grande valor universal, sean olvidadas y despreciadas por nuestro
canibalismo pedagógico.
Lo que voy a decir a usted puede sonar pedante en demasía,
pero ya es historia y puede fácilmente comprobarse: después de
la gran explosión educativa de la escuela rural y las misiones
culturales, fue durante mi período como Director General de
Educación Primaria cuando la educación conoció otro momento
climático, y nada más. Algo se hizo en los tiempos del presidente
López Mateos, pero fuera del libro de texto gratuito, el mismo
magisterio habla de las reformas a las reformas de la reforma
educativa.
Se lo voy a contar a usted, porque mi pensamiento no es
retorno al pasado, sino el pasado como base para el presente y el
porvenir. ¡Qué gran idea y tan original! El problema es que estas
perogrulladas se olvidan y se cae en el pozo de la ineficacia y el
daño a una o varias generaciones.
53
Yo, salido de las filas de la escuela rural, de las brigadas de
misiones culturales, y de las responsabilidades administrativas de
la provincia, me daba cuenta de que caíamos en un bache después
de las luchas en los tiempos de Tata Lázaro y la educación
socialista. Lo más horrendo del bache era la posibilidad de una
corrupción desatada, como ya se comenzaba a dar en algunas áreas
de la administración pública y de los sindicatos. Por eso, acompañado de amigos y compañeros de ideales, en 1944 nos lanzamos al
rescate, y lo logramos.
Fue una lucha dura, difícil, a veces incomprendida; pero
finalmente victoriosa. Fueron casi siete años de mantener vigentes
los principios de la escuela íntimamente unida a la comunidad
para formar hombres nuevos. Porque nuestra acción fue acertada
y provechosa, todos tuvimos una proyección más amplia, desde el
propio señor Jaime Torres Bodet, hasta mi humilde persona, sobre
cuya responsabilidad cayó la repetida representación de mi país
y su doctrina educativa.
Hasta los años cincuenta la escuela vivió su realidad: higiene,
salud, alimentación, ambiente familiar y moral; ¡por Dios, no sólo
la cuestión económica revierte a la escuela! Es cierto que teníamos
los textos y las doctrinas de ahora con respecto a la educación de
adultos, pero hacíamos algo mejor; educábamos para vivir en el
medio, y después enseñábamos a leer y calcular. Hicimos la
54
En el Palacio de La Moneda, Santiago, Chile.
55
primera gran campaña de alfabetización con muy buenos resultados... el problema vino cuando otros con menos talento y mayores
ambiciones quisieron repetirla.
Dígame usted, ¿cómo puede un maestro enseñar higiene y
salubridad a sus alumnos, si su hogar es la suciedad misma? En
aquellos primeros tiempos la casa del maestro urbano era un
modelo de orden y limpieza, y realmente nuestra lucha era por
hacer que el maestro rural, tan identificado con su comunidad, no
albergara en su casa perros, gallinas y a veces otros animales que
la hacían sucia y maloliente. Y casi siempre lo conseguíamos;
también en el campo la casa del maestro es una extensión
educativa de la escuela.
Recuerdo ahora dos ideales que sostuvieron en gran parte
nuestra obra educativa de entonces: "Los maestros mexicanos
deben ser los maestros de la democracia, de la libertad y de la paz".
"En tanto los principios fundamentales de la cultura no sean
patrimonio de todos los mexicanos, seremos un país semicolonial,
de agricultura atrasada, con altos índices de mortalidad infantil,
con una gran corrupción y con la vergüenza de llevar visibles todas
las otras lacras resultado, precisamente, de la falta de cultura". Y
trabajábamos; pero vino el desastre después de nosotros, y vea
usted hasta dónde ha caído el sistema.
¿Cómo trabajábamos? Con los soldados y los capitanes; es
decir, con el maestro de grupo y con el inspector escolar. No pueden
56
separarse, ni marchar juntos llevando diferente paso. Yo fui
inspector escolar y director federal en dos o tres estados, y sé lo
que le estoy diciendo: en cuanto el inspector y el maestro de grupo
no están de acuerdo, o ni siquiera se conocen, ya no se alcanzará
jamás adecuadamente una meta educativa cualquiera. Pero estoy
generalizando demasiado, hablo sólo de la educación primaria.
Creo que de los maestros de grupo ya me he ocupado; le diré dos
o tres cosas de los inspectores:
Los señores inspectores, porque indudablemente eran unos
señores, llevaban un diario, ¡diario!, de inspección, donde además
de los problemas técnicos, o sea educativos, que les correspondían,
llevaban un registro minucioso de lo que observaban en los
órdenes social y económico, y de la solución que inmediatamente
tomaban en cuanto a higiene, alimentación, moralidad... ¡vaya si
influían en la comunidad y eran apreciados y hasta queridos!
Pero no es el tema. Tenían también que rendir un informe
anual, donde estaban resumidos sus trabajos: visitas, juicios sobre
la labor educativa de cada maestro, ¡la demostración escolar en los
grupos!, y les pedíamos que hicieran, y lo hacían muy bien por
cierto, con plan anual de trabajo... ¡imagínese! Y les dábamos
capacitación constantemente: cómo organizar el trabajo escolar en
toda la zona y en cada una de las escuelas, y les planteábamos una
pregunta: ¿cómo puede mejorar su trabajo? Los inspectores
57
debían saber más y tener mayor experiencia que sus maestros
sobre organización escolar, control de asistencia, trabajo con
varios grupos a la vez, medida del aprovechamiento escolar, y
sobre la enseñanza de lo que entonces denominábamos asignaturas, como lengua nacional, cálculo, civismo, geografía y, señor mío,
¡sabían redactar sin faltas de ortografía!
¡Oh, aquellos centros de cooperación pedagógica y las juntas de
inspectores escolares, donde se trabajaba de verdad, y tomaban
parte desde el Secretario de Educación hasta el más humilde
maestro rural! ¡Y para no perder tiempo trabajábamos sábados y
domingos! Y no le digo más.
En un tiempo, al igual que quince años, o veinte antes,
trabajábamos de acuerdo con los lineamientos de documentos
exactos, como el de Organización Escolar, el de Parcelas Escolares,
la ley federal de estadísticas, la del ahorro escolar, y otros...
Aquella Agenda del Maestro, y algo de lo más importante: el
Reglamento de las Condiciones Generales de Trabajo de los trabajadores de la SEP, implantado desde 1946, y todavía inexplicablemente en vigencia.
Sí, volver a los orígenes. Apegarnos a nuestra tradición, a
nuestros valores. Rescatar a nuestros pedagogos y seguir sus
enseñanzas. ¡Se necesita tanta humildad y carácter, que solamente
un alma grande y geniosa como la de un auténtico maestro podrá
hacerlo! ¡Ahí está nuestra salvación!
58
ueno, pues démosle ese objetivo: tratar de corregir el
error y de no volver a caer en él, para beneficio de
todos, especialmente ahora que, según parece, se está
repitiendo el fenómeno en las escuelas secundarias y
en algunos casos de los niveles superiores. Le diré a
usted la historia como yo la entiendo, porque no la
viví directamente, pues ya estaba en otros círculos, y, de veras,
espero que sea para bien de todos... Sí, todo nace del momento en
que hubo más demanda de la que era posible atender. Entonces se
improvisó a personas que atendieran a grupos de niños en las
comunidades rurales, y pronto fueron tantas, que hubo necesidad
de darles capacitación pedagógica, pues estaban causando cada
vez más daño. Lo que sucedió en realidad fue que la Secretaría
perdió el control de la base magisterial primero, y después la de
los inspectores. Fue también entonces cuando se perdió una
verdad sustancial: el ejercicio magisterial está sujeto a dos condiciones: vocación, en primer lugar y necesidades sociales, en
segundo... En semejante ambiente, y con el pretexto de salvaguardar los derechos de sus agremiados, el sindicato de maestros ni
podía ni tenía voluntad para quedar incólume, y recibió su parte.
Es una vergüenza que las plazas de maestro y de director tuvieran
precio, que los cambios de adscripción se cotizaran según la
demanda, y que se lograran protección y ascensos por favoritismos casi nunca sanos. Personas ajenas, o al menos no directamente
59
responsables en la educación, comenzaron a inmiscuirse en las
cuestiones administrativas: señores gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales y comisarios ejidales, amigos y
compadres, y desde luego los valores entendidos dentro de la
Secretaría...
Tanta suciedad debía quedar fuera de la educación, precisamente por su naturaleza misma.
Pero me falta decir a usted algo que me ha dolido desde hace
tiempo, que me ha causado una gran pena y tristeza. No sé si usted
y las nuevas generaciones podrán comprenderme, ¡y quedan ya
tan pocos que sienten lo que yo siento! Pero hay que decirlo: hay
en la administración de la educación muchas personas entreguistas,
admiradoras del extranjero, "presta nombres" de la educación...
¡Oh, deje usted que sean corruptos profesionales en eterna colusión
y con la ganancia ilícita, que con ser reprobable, es igualmente
pública y se reconoce al extremo de luchar contra ella llevando
como bandera la divisa de un gobierno federal "la renovación
moral"! Deje usted eso: al fin y al cabo la ropa sucia se lava en casa.
¿Qué hace usted cuando funcionarios de alta y baja responsabilidad administrativa dentro de la Secretaría de Educación imponen
criterios pedagógicos del extranjero porque admiran al extranjero;
que desprecian al maestro por ignorante y lo comparan
desventajosamente con el extranjero, sin hacer nada por remediar
60
esa situación. Funcionarios que desprecian —¡y no quisieran contaminarse o ensuciarse!— a los mexicanos de las clases económica
y educativamente débiles, y dicen con toda la boca que sólo sirven
para que se vayan a ser explotados a los Estados Unidos. ¡Administradores de la educación! Yo, que no tengo conciencia de haber
odiado o de haber guardado rencores, sí he sentido un enojo muy
grande ante estas personas, y los he despreciado. Me enferma
tener que hablarles. A mí, luchador de una escuela nacionalista,
soldado raso de la escuela rural mexicana, difusor internacional de
las ideas pedagógicas de mexicanos ilustres, ¿cómo me podrán
dejar impasible esos traidores, menospreciadores de nuestros
valores, entreguistas al extranjero explotador? Mi enojo hacia
ellos es mayor, porque son los únicos que han logrado despertar
en mí sentimientos bajos...
61
62
lguna vez le confié a usted que mi orgullo era más
grande, el hijo más hermoso que mi inteligencia y mi
corazón concibieron durante mi vida no tan corta, fue,
¡es!, el CREFAL; pero no sé si a usted le interese cómo
caí en esa empresa y cómo una vez más la visión de
un gran hombre me ayudó de tan grande manera. Pero no, por
ahora no le aburriré a usted con mi charla. No hace mucho estaba
revisando mis papeles y me encontré con lo referente a la
fundación del CREFAL, publicado ya dos o tres veces y que por allí
anda. Yo le di dos o tres toques a una transcripción mecanografiada, para dejarla más sobre el tema, y es la que me ofrezco a traerle
mañana, para que la lea, ¿Le parece bien...?
Mientras tanto, diré a usted que, como comprenderá, de
ninguna manera fue una empresa sencilla, ni fácil. Desde antes de
nacer el CREFAL ya teníamos enemigos; unos por envidias, otros
por ambición, algunos por franco deseo de sacar provecho material. Pero a todos ellos fuimos venciendo, poco a poco, uno a uno,
y gracias inicialmente a los protectores de la fundación... déjeme
nombrar en primer lugar a don Jaime Torres Bodet, hombre de
todo punto de vista admirable y hasta ahora, no sé por qué
intereses, poco a poco ignorado. Poeta desde luego ya consagrado,
pero todavía no reconocido como el gran educador que en la
63
Lectura del acta de inauguración del CREFAL.
64
Secretaría de Educación, después de Vasconcelos, hemos tenido. En
ese tiempo don Jaime era un educador internacional, de enorme
prestigio: ocupaba la Secretaría General de la UNESCO. Quiero
recordar en segundo lugar al licenciado Manuel Gual Vidal, quien
si para la mayoría es ahora un desconocido, no deberá serlo jamás
para el Centro, pues desde su puesto lo protegió y le dio mucho
para que se consolidara y creciera, desde el puesto de Secretario
de Educación Pública, que entonces ocupaba. Y claro, quien dio su
aprobación y en nombre de México aceptó la responsabilidad,
aunque de educador no tuviera nada, el entonces presidente del
país, licenciado Miguel Alemán Valdés...
Pero no, le decía, no fueron aquéllos los que representaron un
peligro para el Centro; fueron las cuestiones ideológicas. Nosotros
no tratamos con adolescentes ni con jóvenes, sino con hombres ya
profesionales, plenamente concientes de la realidad de sus respectivos países y de América en general, y de alguna manera ya bajo
el peso de la responsabilidad ante su patria. Por lo tanto, su
posición ideológica tenía que ser sólida, y desde luego juzgaban
que era la universal y adecuada para la salvación del mundo... y
el CREFAL el trampolín. No. Si nosotros hubiéramos aceptado una
de esas posiciones ideológicas, o más de una, el Centro hubiera
explotado. Teníamos que permanecer independientes, dentro, eso
sí, de nuestra propia ideología: la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre. Usted no tiene idea de los actos de espionaje,
65
de las intrigas, de los discursos cargados de veneno, de las
informaciones injuriosas y de las críticas despiadadas, que en
contra del Centro y de mí mismo se tejieron en todos los niveles.
Nuestra salvación estuvo en la convicción y prácticas de la
auténtica democracia. Sí, amigo mío, vencimos a aquellos
extremistas, pero su mordedura y su veneno dejaron en nosotros
huellas profundas y dolorosas, cuyo recuerdo todavía duele.
Para que usted vea que las cosas no han cambiado mucho,
hablemos por ejemplo del indigenismo. Todavía no nacía el Centro,
y ya nos estaban señalando como especialistas en asuntos
indigenistas. Eso era muy peligroso. Tuvimos que aclarar y mantener firmemente nuestra posición: consideramos que en las
comunidades nacionales, como en la comunidad mundial, todos los
hombres tienen idéntica dignidad e iguales derechos individuales
y sociales. Y para tranquilizar la conciencia de los gringos y de
algunos europeos, añadimos que todos los hombres estaban hechos a la imagen y semejanza de Dios. ¿Y el asunto indígena?
Quedaba por lo tanto comprendido, aunque no exclusivamente.
Dígame, treinta años después, ¿no sigue lo mismo en cuanto se
emprende una acción educativa en la América que habla español...?
En todo caso, a los cinco años, gracias a la evaluación que las
Naciones Unidas quisieron hacer del CREFAL, demostramos nues66
Discurso dirigido a una generación más del CREFAL,
al término de sus estudios.
67
tra verdad. No pudieron escoger mejor forma de evaluarnos:
fueron al trabajo de nuestros egresados, y encontraron, además de
un cariño por el Centro y de una relación muy estrecha con él, lo
recuerdo más o menos bien, que nuestros graduados trabajaban
ya en el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública en
el Proyecto Piloto de Uribia, en la Guajira, Colombia; en el Programa
de Granjas Comunales para Campesinos, y el de Orientación para
Maestros Rurales en el Perú; en los programas para la región de
Ancud, en Chiloé, de Chile; en la Escuela Normal Interamericana de
Rubio, Venezuela; en el Proyecto La Mina, Uruguay; en los que han
llegado hasta las misteriosas y profundas selvas de Bolivia y Brasil;
en los que ya influían con sus conceptos y formas de trabajo desde
Dujailah, en Iraq; en la misión ejemplar del Río Coco, Nicaragua; y
en todos aquéllos que se trasladaban de un país a otro como
expertos internacionales... Grandioso, a pesar de todo y de todos.
Sí, nuestros egresados se enfrentarían a gigantescos obstáculos, pero nosotros no preparábamos pigmeos. Iban dispuestos a
convertirse en freno de todo despotismo. Eran hombres, y mujeres, llamados a ser consuelo y exigencia, escuela y castigo, realidad
y sueño, y dispuestos a morir, sí, así como lo oye, dispuestos a morir
para unir lo que otros dividen... Lo que entonces ignorábamos
todos es que los enemigos del CREFAL y de las instituciones que
como nosotros tenían el ideal democrático, se preparaban para
vencernos en el Canal de Panamá y Estados Unidos, desde cuyos
militares saldrían los más temibles dictadores que América haya
conocido jamás.
Ya sé que esta plática no es un discurso oficial, pero quiero que
usted diga, si lo llega a decir alguna vez, que nada hubiera sido
posible en el CREFAL sin la entrega amorosa de maestros, empleados, administradores y servidores. Todos fuimos educadores
porque todos enseñamos y dimos comprensión...
69
Alumnos en las instalaciones del CREFAL.
orría el mes de junio de 1950, cuando cierta gélida
tarde de un día empleado en visitar las escuelas
franciscanas, que realizaban admirable labor social
entre los indígenas de las comunidades aledañas a la
bella ciudad de Bolivia, la austral Potosí, al llegar a mi
posada me entregaron un cablegrama en que la UNESCO me ofrecía
la dirección de un plantel que habría de fundar en México por
decisión de la Conferencia General del citado Organismo, como
parte de un ambicioso plan que intentaba establecer una red
mundial de centros destinados a capacitar personal eficiente para
las tareas de la educación fundamental en las "zonas obscuras" de
los distintos continentes.
"Yo trabajaba entonces con las Naciones Unidas, formando
parte de la Primera Misión de Asistencia Técnica a la América
Latina, y aunque me complacía servir a una nación con tantas o
más carencias que la nuestra y a pesar también de las arraigaduras
manifestaciones de afecto que me prodigaban maestros y vecinos
de ciudades y aldeas donde desarrollaba mi labor, decidí aceptar
la oferta.
"El Ministro Gual Vidal, de grata memoria, me esperaba con
impaciencia, puesto que yo debería intervenir en la solución de
problemas diversos conectados con el deseo conjunto de la UNESCO
71
El General Lázaro Cárdenas, el Lic. Manuel Cual Vidal, Ministro de
Educación Pública y el Profr. Lucas Ortiz.
72
y el gobierno mexicano en el sentido de dar rápida cima al singular
proyecto educativo; por lo cual, desde mi regreso al país, me vi
envuelto en ocupaciones disímbolas: entrevistas con funcionarios
nacionales e internacionales, consultas con expertos, redacción de
programas tentativos, ajuste de presupuestos, indagación sobre
personal, despliegue de propaganda y mil cosas más; pero sobre
todo, trasladarme de un lado a otro buscando el sitio adecuado
para instalar la escuela, lugar que debería reunir condiciones
difíciles de conjugar, tales como ser sano, de buen clima, con
mercado provisto de artículos alimenticios y otros de consumo
ordinario; buenas comunicaciones por ferrocarril, carretera, avión,
telégrafo, teléfono y correo; presentar en lo posible aspectos de la
vida urbana y rural, dentro de una zona accesible para efecto de
estudio práctico; lejos de la capital de la República, pero lo
suficientemente cerca de una ciudad que contara con universidad
y, en fin, un lugar donde los habitantes recibieran al Centro con
simpatía, llevada hasta el grado de alojar en sus propios hogares,
si fuese necesario, a los profesores que llegaran a capacitarse en
la metodología de enseñar a vivir mejor a los grupos marginados.
Además, el gobierno pretendía encontrar instalaciones erigidas,
pues levantarlas significaba retraso en la ejecución de planes
especificados ya en convenios estatuidos.
"Se investigaron sitios en los estados de Morelos, México,
Puebla, Querétaro, Guanajuato y Michoacán, pronunciándose la
73
comisión designada al efecto por la región comprendida entre
Morelia y Pátzcuaro.
"La proposición fue recibida por la UNESCO con beneplácito, y
en la misma comunicación sugería que se hiciera lo posible por
fijar la sede en la propia ciudad de Pátzcuaro, por lo que hubo de
negociar la compra o el alquiler de alguno de los hoteles, únicos
inmuebles que podrían servir de momento; pero mis gestiones
fracasaron, y cuando desalentado me aprestaba a poner los ojos en
otro rumbo, recibí un breve recado del General Cárdenas, pidiéndome que lo entrevistara en su casa de Jiquilpan, dos días después,
a las cuatro de la tarde.
"Me acompañaron a Jiquilpan mis inolvidables amigos Enrique
Aguilar González y Enrique García Gallegos, a la sazón diputado y
director de Educación, respectivamente.
"Apenas instalados en la sala de la casa se presentó don Lázaro,
sonriente, irradiando cordialidad, actitud que abrió puerta franca
a una conversación. Y el diálogo se engarzó de esta manera:
— Me han informado que la UNESCO pretende abrir en México
una escuela para maestros destinados a la educación indígena, y
que tú serás el director, ¿Qué puedes decirme al respecto sin
cometer indiscreción?
— Lo que le han dicho a usted es cierto, menos en un aspecto:
que el plantel no será exclusivo para la capacitación de magisterio
75
indigenista, sino que recibirá profesores de distintas ramas para
adiestrarlos en la metodología de la educación fundamental a
efecto de que puedan ofrecer adecuadamente los conocimientos
de sus profesiones al desarrollo económico y social de los hombres
y de los pueblos marginados, indígenas o no.
— ¿Existe ya algún programa de estudios?
Propiamente sí, aunque en líneas generales.
— Convérsame algo sobre el programa.
Durante cierto tiempo los estudiantes —maestros, trabajadoras sociales, médicos, enfermeros, agrónomos, extensionistas agrícolas, antropólogos, especialistas en recreación, bajo la guía de
expertos nacionales e internacionales, examinarán los principios
de educación de base en lo concerniente a conservación de la salud,
mejoramiento de la economía, dignificación del hogar, aprovechamiento del tiempo libre y promoción de la cultura. Habrá laboratorios y talleres para investigaciones y evaluaciones, así como para
producir textos, carteles, filminas, películas y grabaciones. La vida
de profesores y estudiantes se regirá por las normas de convivencia proclamadas por las Naciones Unidas, especialmente durante
la permanencia de ellos en las comunidades de una zona de
influencia que habrá de señalarse. Los métodos de adiestramiento
serán activos y democráticos.
76
— ¿Los estudiantes serán mexicanos?
— No exclusivamente, puesto que vendrán de todos los países
de América Latina.
— Supe que estuviste en Pátzcuaro tratando de encontrar un
local para el Centro.
— Sí señor.
"Aquí le manifesté las razones que nos movían para buscar
asiento en la cabecera natural de la región lacustre.
"No llegó a interrumpirme; pero mientras yo ponía en mis
palabras alternativamente matices de entusiasmo y de abatimiento, él dejó de mirarnos para fijar sus ojos en un punto
indeterminado fuera del portal, hasta que de pronto, después de
una pausa breve a la terminación de mi relato, de manera lenta,
como si temiera que la expresión rápida fuera a traicionar su
obediente serenidad, fue hablando a voces como para sí y otras
como para nosotros, de esta manera: como saben, en Pátzcuaro
tengo una casa, casa que ha sido mi refugio en días placenteros y
en ratos amargos; en ella he gozado tramos felices de mi existencia,
primero al lado de mi esposa; después, ya juntos, al de ella y de mi
hijo. Allí tomé las determinaciones más trascendentales de mi
actuación como gobernante, luego de afirmar ideas sobre la mesa
de trabajo o paseando solitario bajo los olivos que planté con estas
77
manos. ¡Cuántos pensamientos salieron de esa finca prácticamente
convertidos en realidades! Por todo esto creo no tener derecho a
disfrutar la Eréndira como bien privado, sino que debo entregarla
para una obra de beneficio colectivo: escuela o centro de salud; por
lo que si ahora se presenta la oportunidad de servir a los pueblos
de América, gustoso la aprovecho, pidiéndote la ofrezcas al gobierno, en mi nombre, en caso de que resulte utilizable de acuerdo con
los planes; yo tan sólo necesito pocos días para retirar mis
pertenencias".
Una vez encontrado asiento a la institución que habría de
preparar dirigentes de alto nivel destinados a conducir la educación fundamental en este Continente, recibí instrucciones en el
sentido de trasladarme a Montevideo, donde a la sazón se realizaba un seminario sobre educación rural patrocinado por la Organización de los Estados Americanos y al cual asistían personas
invitadas por la UNESCO para integrar un comité consultivo sobre
múltiples aspectos conectados con la vida incipiente del nuevo
plantel que funcionaría en Pátzcuaro. Don Manuel Bergson, Lourenco Filho y don Guillermo Nannetti, distinguidos educadores,
brasileño el primero y colombiano el segundo, formaron parte del
grupo consejero, que hubo de ocuparse en precisar mejores objetivos, planes, programas, calendarios, características del personal
docente y de alumnos, nombre que llevaría el Centro y países que
serían invitados a enviar estudiantes al primer curso. El nombre
78
SISSBSSHSB;
escogido fue Centro Regional de Educación Fundamental para la
América Latina, y los países seleccionados: Bolivia, Perú, Ecuador,
Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Haití y México.
Se me pidió visitara estas naciones, permaneciendo en cada
una de ellas el tiempo suficiente para entrevistar funcionarios,
rectores de universidades, gerentes de periódicos y de estaciones
de radio, con miras a sensibilizar la opinión oficial y la pública de
manera favorable al proyecto.
En la ciudad de Montevideo, al clausurarse el seminario sobre
educación rural, el magisterio del Continente, sabedor del gesto
singular del michoacano, con voz saturada de emoción prorrumpió
en vivas estentóreos a Lázaro Cárdenas y a México, vítores a los
que no pude unir mi grito porque la garganta se me había secado.
Cuando se acercaba el 9 de mayo de 1952, los maestros,
alumnos y empleados del CREFAL nos preparábamos para celebrar dignamente el primer aniversario de la fundación del Centro.
Pocos días antes, alguien informó a los alumnos sobre la
presencia del General en su pequeñísimo departamento que había
conservado para él; en uno de los ángulos del predio. Sin pensarlo
mucho, un grupo de la alegre comunidad internacional decidió ir
a invitarlo para que asistiera a la fiesta; se anunciaron y fueron
recibidos inmediatamente, pero su gestión no tuvo éxito ya que
79
don Lázaro se disculpó alegando compromisos contraídos con
pueblos de la tierra caliente michoacana, para donde saldría la
noche de ese mismo día.
Al caer la tarde el General me llamó por teléfono rogándome
que, si me era posible, fuera a verlo inmediatamente. Después de
los saludos me narró el tono de la entrevista con los estudiantes,
que yo conocía ya por boca de ellos, y agregó: te suplico intervengas ante los profesores para que no se molesten por mi negativa,
so pretexto de un viaje que, como verás, haré de todos modos; pero
la verdad es ésta: no deseo se llegue a pensar que cedí la Eréndira
para sentarme a recibir aplausos.
80
ueno, mire usted, las condecoraciones son algo que
uno generalmente no espera, y que cuando se atreve
a soñar que las obtendrá, acaba por tener una
desilusión. Ponga usted por caso el de la "Medalla
Altamirano" que nuestro país otorga a todo maestro
que ha dedicado cincuenta o más años de su vida al
magisterio. A ella se llega por suma de años, sin que importe si el
maestro que los acumula fue bueno o malo en el aula, o si su labor
tiene mucho mérito o ninguno. Y está bien, porque dedicar
cincuenta años a una actividad, es ya de por si loable, y digno de
aplauso. Sin embargo, ya usted ve, más de algún maestro con sus
muy bien contados años y tanto con pleno derecho, no recibe la
"Medalla Altamirano", ¿Por qué...? Pues ahora sí que, como decía
aquella canción de nuestra madurez: "por múltiples razones",
entre las que están desde luego, los trámites burocráticos. Y sí,
hasta las condecoraciones que normalmente deberían llegar, a
veces no llegan. De ahí que cuando se me otorgó la "Altamirano" me
sentí tan a gusto, tan contento y tan realizado, como cuando por
primera vez el más aventajado de mis alumnos en la primaria,
cincuenta años antes, me dio las gracias y se fue corriendo,
apenado de su propia emoción, sin importarle la que había
despertado en mí.
Todo es muy diferente cuando se recibe un sobre con escudos
desconocidos y raros diseños, y uno lo abre para leer cosas como
82
ésta: "Tengo el gusto de dirigirme a usted para hacer de su
conocimiento que el Consejo de la Orden de Rubén Darío ha
acordado conceder a usted la Condecoración de la misma, en
testimonio a sus virtudes interamericanistas, a sus capacidades de
educador, y de su devoción a Nicaragua", y firma un señor Rene,
que se apellida... Rene Schick, ministro de Educación Pública de
Nicaragua. Después ese mismo señor añadirá que la condecoración
me fue concedida también por mis "grandes méritos y virtudes
personales". Y sí, allá por principios de los años 60 recibí la Orden
de "Rubén Darío", en grado de Gran Oficial.
Enormemente satisfactorio, desde luego, pero no tanto; al
menos no tanto para mí como el reconocimiento de los paisanos.
Por aquello de que nadie es profeta en su tierra, digo. Como el más
alto reconocimiento que la ciudad de Morelia otorga a los
michoacanos distinguidos. Yo recibí en 1973 la presea "Generalísimo
Morelos" correspondiente a ese año. No me gustó mucho compartirla, y menos por las razones que desde entonces se dieron,
totalmente políticas y oportunistas; pero eso lo digo ahora, entonces me sentí en extremo orgulloso y complacido. Marco Antonio
Aguilar Cortés, firmaba el oficio en que se me daba la noticia, y
agregaba: "la vida de usted, dedicada por entero a la niñez
mexicana, fue analizada por los integrantes de este ayuntamiento,
confirmando la opinión prevaleciente en nuestro país de que ella
es del todo relevante y merecedora del público reconocimiento y
83
del estímulo de las autoridades de la sociedad. Además, se ha
considerado su producción literaria, de manera especial aquélla
que con todo cariño ha dedicado a nuestra ciudad". Cualquiera se
siente orgulloso y satisfecho de que le digan palabras como éstas,
y más si tiene la conciencia de merecerlas. Por eso, cuando me
dedicaron el primer reconocimiento a mi labor, allá en el tiempo
de las Misiones Culturales, y me dijeron cosas hermosas, yo no me
levanté a negar que las mereciera, ¿por qué?, sí que las merecía
y las merezco: había trabajado, he trabajado duramente, y el
tiempo ha demostrado que con provecho. Además, ya estoy viejo
y la modestia cuando es falsa o fingida hace ver a los viejos falsos
y mentirosos; es en cambio tan hermosa en el joven brillante o en
la jovencita discreta.
"Romance de mi Ciudad", ¡pero no! Le prometo a usted que
mañana o pasado, si tenemos tiempo, le diré algo de mis romances.
Déjeme ahora solazarme en el recuerdo de los momentos gloriosos,
porque son agradables y porque hacen también que uno busque
en la memoria las acciones y las ideas, ¡sobre todo las ideas que
engendraron y empujaron la realización de esas acciones!, que
hicieron finalmente llegar un reconocimiento, un homenaje. Mis
paisanos me hicieron otro, en el Teatro Ocampo de Morelia, muy
bonito y emotivo. Creo que ya le hablé de él, ¿o no? Todo mundo
estaba ahí. Mi amigo de toda una vida, mi hermano y compañero
de tantas y tantas empresas pedagógicas, Isidro Castillo... Sí,
estima de la moral administrativa; por eso a los ochenta años de
edad puedo tener la frente alta y, aunque ya medio ciego, puedo
mirar de frente, y por eso tengo pleno derecho a despreciar a los
corruptos y corrompidos del magisterio, y de toda la administración pública, porque son precisamente la negación de mi ejemplo
como hombre, y de nuestras enseñanzas como maestros. Sí, señor.
yer, ¿o no fue ayer? Bueno, no importa cuándo, sino
que después de estarles contando cosas de los homenajes y honores que me han hecho, venían a mi
memoria muchos nombres y actitudes que se me
pasaban al estar con usted, y repasándolas me decía:
tengo que decírselo, porque si no, no estarán completos mis
recuerdos; y luego me decía: total ¿ya para qué? De todos modos,
sí quiero que apunte por ahí el nombre del ingeniero Gilberto
Garza Falcón, actual director del CREFAL, mi bien amada institución, la que fundé cuando él seguramente era apenas un niño de
primaria, y que no sabía que comenzaba a prepararse para ser mi
sucesor; pero que ahora lo comprende y ha tenido la delicadeza de
estar al frente y ser portavoz del CREFAL en el homenaje de
Morelia, en el teatro Ocampo, y cuando me impusieron la Presea
Vasco de Quiroga, al cumplir Pátzcuaro 450 años de tener el título
de ciudad. Este homenaje en Pátzcuaro verdaderamente me
sorprendió. Vea usted, le he dicho y repetido que estoy conciente
de merecer reconocimientos, homenajes y demás, pero eso de ser
comparado con Vasco de Quiroga verdaderamente queda fuera de
toda proporción. Y es entonces cuando uno duda de la sinceridad
de algunos oradores; nada más duda, porque, efectivamente, bien
puede suceder que lo que tengan sea una culpable falta de
información, o una simple ausencia de discreción.
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Pero mire usted, he traído para que lo vea, y atienda con
cuánto orgullo se lo muestro, este hermoso documento. Yo quisiera
tenerlo en marcos de oro y plata, pero no puedo. ¿Qué le parece?
¡Soy indio boliviano! ¿No es hermoso? Aquí está la fecha: 12 de
mayo de 1950. "El personal docente, alumnos y campesinos del
Núcleo Escolar Campesino y Normal Warisata, como un recuerdo
de esta Pakarina del Nuevo Indio Boliviano al señor Lucas Ortiz..."
Vea, también he traído una narracioncita de cómo fue este negocio;
la escribí poco tiempo después. Sí, sí, véala: "Don Eduardo Arce
Laureiro, por entonces director de Educación Campesina, me llevó
a conocer la Escuela Normal de Warisata, a poco más de cien
kilómetros de La Paz. Fue el director quien primero se adelantó
para saludarnos, siguiéndolo todos los del grupo, con leve tocamiento de manos. A continuación el propio director dijo un
discurso; otro más fue pronunciado por el representante de los
normalistas, y un niño recitó, con cierta dificultad, algunas frases.
"En seguida se abrió por completo la cortina inefable que me
hacía adivinar, mejor que sentir, plenitud, la emoción despertada
porque un maestro, desde una plataforma, impuso silencio levantando sus brazos, en movimiento que asimismo tuvo la virtud de
hacer brotar de un centenar de bocas, cual chorro de rumores el
remanso matutino, una canción nuestra, legítima mía, canto del
maestro y del campesino mexicanos, voz de la revolución trocada
en himno: el Corrido del Agrarista.
88
'Marchemos agraristas a los campos
a sembrar la semilla del progreso...
No queremos ya más luchas entre hermanos,
olvidemos los rencores, compañeros;
que se llenen de trigo los graneros,
y que surja la ansiada redención...'
"Al terminar el coro, llegó hasta mí un grupo de nativos,
principales todos ellos, según lo manifestaban sus insignias, y uno,
en castellano balbuceante pero entero, me habló así: 'Mucho gusto
que hayas venido a Warisata. Aquí te queremos. Queremos
también a México, mira —y me señalaba un edificio inconcluso,
adornado con grecas y cabezas de serpientes—, nosotros construimos el 'Pabellón México', entre todos los comuneros. Ahora, e hizo
una pausa, queremos le digas a tu Presidente Lázaro Cárdenas que
no nos olvide; que nos ayude; que sufrimos cárcel...' Me tocaron las
manos y con el mismo paso ceremonioso como llegaron, volvieron
a buscar sitio, sin dar acción a que yo hablara.
"En realidad tampoco hubiera podido decirles nada.
"Fue así como mi silencio vino a ser la única, elocuente
respuesta a la insólita encomienda que me hicieron allá en el otro
hemisferio del mundo, aquel día cuando el tiempo y la distancia
fueron borrados por el prestigio universal de un hombre íntegro.
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"Terminando la gira fui a ver a don Lázaro para darle el recado
de aquellos sus lejanos adictos. Como siempre, me recibió con
amabilidad; su cara se fue iluminando con leve sonrisa mientras
me escuchaba, y luego contestó de esta manera:
— ¿Y no les aclaraste que ya no soy el Presidente de la
República?
— No señor, ni hubo tiempo para hacerlo, ni me hubiera
resultado fácil. Recuerde que durante su administración fueron
enviados a Bolivia técnicos mexicanos a levantar una presa y a
organizar y ayudar a dirigir inicialmente la explotación petrolera.
Para los indígenas estos mensajes patentes son actuales; están allí
proclamando el interés de usted por servir al pueblo, al pueblo de
ellos...
— ¿Dices que en Warisata funciona una escuela normal?
— Sí señor.
— Pues mira, tú tienes las llaves de los estantes donde guardo
todavía mis libros allá en Pátzcuaro; ábrelos, escoge todos aquéllos
que puedan servir a los estudiantes de la normal y se los mandas,
juntamente con una carta en que les digas, a fin de que ellos lo
informen a sus padres y amigos, que hace ya varios años dejé de
ser el Presidente de México y que yo no puedo hacer ahora nada
importante en su favor; que el envío de esos libros lo tomen como
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pobre correspondencia al afecto que me profesan sin conocerme.
¡Cómo me gustaría poder saludarlos algún día...!"
"He traído estos otros documentos... Comenzamos por éste. No
importa. Como salgan. Vea nada más los subrayados para que no
perdamos mucho tiempo. Vamos a ver: éste es de Rene Mahen,
director general de la UNESCO: 'Expresarle mi gratitud por los
excelentes servicios que ha rendido a la UNESCO. El CREFAL ha
rendido magníficos resultados a América Latina y ha servido de
orientación a otros centros regionales. En esa labor le corresponde
a usted un gran mérito que me complazco en reconocer y agradecer'. Y en esta otra mire usted lo que Mahen afirma: 'Su nombre va
unido a la obra realizada por el CREFAL. Entre las instituciones
creadas por la UNESCO, una de las más humanas y socialmente
útiles ha sido la del CREFAL'.
"Y esto que me escribió Guitón, cuando fue director del
Departamento de Educación Escolar, de la misma UNESCO. A todos
ellos, bueno a casi todos, porque cambiaron varias veces, yo les
conocí. ¿Qué dice Guitón? 'Creo que para Ud. representará en estos
momentos una gran satisfacción pensar que en todos los países de
América Latina está actuando ya con eficacia, en beneficio de los
sectores más necesitados de ayuda, un núcleo de personal dirigente de educación de la comunidad, formado en ese Centro, bajo la
dirección e influencia suyas. Por toda esa labor reciba mi felicitación y mi reconocimiento'.
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"Realmente es difícil encontrar mejor recompensa para un
educador como usted". ¿Quién dice eso? Ah, sí: toda la división
educativa de la UNESCO. ¿No es satisfactorio un reconocimiento así
de grande? Blat Gimeno, Vicente Lema, Valissy, Jonquiéres, Jiménez,
los principales de esa división..."
Jesús Bailen Ardila, secretario general de la Sociedad Colombiana de Especialistas en Educación Fundamental: "Su próxima
ausencia del CREFAL, tan infausta nueva, lamentamos de corazón
su retiro y con pesar registramos la irreparable pérdida". Y por el
estilo ésta de Adalberto Rodríguez, del ministerio de Trabajo y
Previsión Social de la República de Panamá: "Sólo hombres como
usted pueden cristalizar el deseo de toda la mancomunidad
latinoamericana".
¡Ah, mire usted esto. Quién sabe cómo se vendría! Mi nombramiento como miembro de The National Geographic Society. Y esto.
Quise traerlo porque era un plan muy interesante, y a mí me
complacía mucho. Esto se haría cuando yo iba a cumplir 72 años.
Sí, me agradaba mucho. "Encuentro de la Juventud con los profesionales forjadores del México de Hoy". No se realizó. Me dicen que
mi nombre fue seleccionado, con otros muchos de todo el país, por
una comisión juvenil, y que a mí, como a todos los otros, nos
consideraron "como un sólido valor profesional en nuestro país y
ejemplo para las nuevas generaciones". Esa confrontación debería
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resultar interesante, pero el encuentro con todos los demás
considerados "forjadores del México de hoy", todavía más interesante e importante.
Los hombres que nosotros forjamos serán los que salven al
país, y esos hombres quizás no estén como ahora se dice "en la
cúpula del poder", pero sí donde se lucha y se trabaja y se sueña
y se entrega uno todos los días por los demás...
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o quiero hablar mucho ni con profundidad de mi
amistad con el señor general Cárdenas. Me honré con
ella, claro está. Y fue el más grande hombre que traté
en mi vida. Mucho le debemos todos a ese hombre;
todos, no sólo los mexicanos ni sólo por la expropiación petrolera. Su pensamiento y su acción todavía no son valorados completamente, ni se ha descubierto hasta dónde llega su
influencia, por otra parte, tan dentro de la tradición mexicana. Sí,
lo conocí cuando era joven, pero ya con el grado de coronel y con
una personalidad a la vez atrayente y distante. Lo vi y traté en
Morelia y én Uruapan, especialmente en el hogar de los señores
Ceja, don/jesús y la señora Lolita, allá por 1920, 1921. Era él un
oficial con mando de tropa y su nombre ya pesaba en el ejército.
Me distinguió con su amistad, y durante muchos años nos mantuvimos más o menos cercanos. No sé que hubiera sido del CREFAL
sin don Lázaro, por ejemplo. Y la educación socialista, la educación
de la Revolución... qué gran viraje, y cuánto fue nuestro esfuerzo
por mantenerla en aquel rumbo, con matices que no pusieron
sobre aviso a la reacción. Sólo quiero agregar para usted que si mi
pensamiento pedagógico estuvo dirigido por los grandes pedagogos mexicanos, mi pensamiento político se perfiló para la Revolución según la entendía don Lázaro...
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orelia. Como usted bien sabe, yo nací en Taretan, allá
por el mes de febrero de 1904, y a esa villa o pueblo
he vuelto siempre, para descansar en la casa de mis
padres de todo lo que significa el ajetreo del trabajo
y la contaminación de todo tipo de relaciones. En
Taretan nos reunimos toda la familia: tres generaciones de Ortiz,
de los que me siento grandemente orgulloso. Y con el recuerdo de
mi madre y de mi padre y de mi abuelo y de mis tías... pero es
Morelia la ciudad de mi destino. La hermosa, señorial y plena de
historia Morelia. Ahí estudié, ahí amé por primera vez, conocí a
hombres como Lázaro Cárdenas, Francisco Múgica, Isaac Amaga,
y de ahí salí a la gran aventura pedagógica que se inició en
Coalcomán y Uruapan, y pienso que todavía no acaba. Quiere usted
conocer algo del amor que tengo por Morelia. Lea aquella trilogía
de romances que le dediqué cuando en 1941 se cumplieron 400
años de su fundación, y con los cuales triunfé en los Juegos Florales
que para esa conmemoración se organizaron. Sí, en Morelia me
hice, y de ahí salí con Enrique Aguilar González, con Enrique García
Gallegos, Con Miguel Leal, con Isidro Castillo... salí, salimos a una
intensa, a veces terrible lucha para ser maestros, o intentar serlo
como lo perfilé cuando el homenaje a Isidro en la Piedad... y creo
que sobre una columna de sufrimientos y otra de intensa preparación académica, llegamos a serlo:
95
"Pienso que el maestro mexicano debe cumplir su misión
plenamente convencido del privilegio y la responsabilidad que
representa ser formador de la niñez, de la juventud y del adulto,
especialmente en esta época de cambios acelerados, que exige
constante revisión de los valores científicos, culturales y éticos,
dentro del marco de una educación que rebasa los objetivos locales
para hacerse cada día más universal.
"Posición tan importante obliga a nuestros educadores a
poseer, como base insoslayable, una sólida cultura técnica y
humanística, además de una filosofía social que les permita
ofrecer a sus discípulos, al mismo tiempo que ios conocimientos
fundamentales, luces primarias de equidad, justicia y libertad,
luces de las que en todo su esplendor deben disfrutar los individuos y las naciones.
"El maestro mexicano debe ser optimista, bondadoso, de ánimo
recto e íntegro en el pensar y el obrar, franco, decidido, valiente,
impermeable al soborno y razonador frente a la estulticia, en
cualquiera de sus formas.
"Aunque también será incansable luchador en la reivindicación de sus derechos. Apóstol, si como apóstol se entiende al
apasionado propagador de una doctrina; pero apóstol con pan,
vestido, casa y oportunidades de mejoría cultural para él y para
sus hijos.
"El maestro mexicano debe vivir con dignidad y por la dignidad".
¿Mi nombre completo? Lucas Ortiz Benítez. ¿Por qué...?
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ROMANCE DE MI CIUDAD
Romance de mi ciudad
bañado con agua zarca,
para endulzarte, en los patios,
reventaron las granadas.
En la Iglesia de San Diego
se bautiza la alborada
y por bolo distribuyen
cantos de paz las campanas.
Puñados de niebla joven
sobre los lirios de gasa;
floripondios que vacían
blancuras en la mañana;
sabor hay de gelatinas
por calles recién regadas;
el sol entra en mi ciudad
rodando por La Calzada.
Portales donde se esconden
el amor en raya de agua
de papel con filo de oro
y dos palomitas castas,
El Profr. L. Ortiz en el "Callejón del Romance" en la Ciudad de Morelia.
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olor de fruta de horno
junto a las ollas de horchata,
requiebros del membrillate
a la desnuda cocada.
Rosa plegaria de piedra
que levanta entre dos plazas
secular clamor del hombre
trocado en torres ufanas;
contra los ágiles muros
héroes forjaron la Patria,
los muros fueron el yunque
y los martillos las balas.
Plaza de Armas rumorosa
en noches de serenata,
cuando vueltas y más vueltas
dan mis garbosas paisanas,
regando luengos adioses
para envolver al que pasa.
En la miel de los buñuelos
prendida quedó mi infancia
y quedó mi juventud
de respaldo en una banca,
latiendo en un corazón
grabado con mi navaja,
entre corona de espinas
y flechas atravesadas...
Por el Jardín de las Rosas
todas las rejas son blandas,
porque estudiantes, sin libros,
fácilmente las apartan.
La pila de San José
tiene las huellas grabadas
de labios de normalistas
que bebieron en sus aguas
querencias de tiempos mozos
y nubiles esperanzas.
Se eleva San .Agustín
y San Francisco se baja;
los dos esconden la gula
en las mangas de su saya.
Subió la Santa María
a ver la ciudad amada
y en la loma se quedó
para siempre a contemplarla.
Cestas con fruta le llevan,
en agosto, las muchachas.
Añoso bosque de fresnos
donde la virtud naufraga:
el portero celestial
en jardinero se cambia,
el santo planta los lirios
y Satanás los arranca...
En la Plaza de Carrillo
la feria nunca se acaba;
el corazón y la muerte
se enamoran en las "tablas";
mientras la muerte se ríe
el corazón se desangra.
Móvil pista de colores,
fijos pegasos de infancia
en que los charros se suben
para aniñarse del alma,
charros de tierra caliente
que su valor aquilatan,
perdiendo la vida a locas
porque en las cuerdas del arpa
vibre un corrido que diga,
junto a sus nombres, su fama.
Callecita de Pichel,
por allá en la Soterraña,
tus gallos, gola de iris,
clausuraron sus gargantas
porque otros gallos implumes
despertaron a las damas.
¡Ah, ciudad de mis recuerdos!
¡Oh, capital michoacana!
Si se murieran las rosas
otras rosas te quedaran:
las rosas de tus mujeres
de carne guadalupana,
que rezan a San Antonio
y besan en las ventanas.
Cuatro centurias te miran
llevar tres nombres de gloria:
Guayangareo, por el indio;
Valladolid, por Mendoza,
y Morelia por Morelos.
¡Tres tiempos de nuestra historia!
Y no obstante tu innegable
prestancia de gran señora,
tercias rebozo de "guarí"
y de corales te adornas...
Y es por esto que del pueblo
recojo rimas de ronda
para cantarte, Morelia,
en tricolores estrofas,
y exprimo rojos grangenos
de mi cariño en la copa
al brindar porque tu vida,
nicolaíta y soñadora,
se imprima en el patrio almíbar
con oros de pepitoria...
Atentamente
Fernando López Alaniz
Morelia-Tacámbaro
1985
DIRECTORIO
SEE M i c h o a c á n
Profr, Filiberto Vargas Tentory
Secretario de Educación en el Estado
Lic. Juan Carlos Mendoza
Subsecretario de Píaneación
Educativa
CP. Ángel Andrés Mondragón Ruiz
Subsecretario
de Administración
Profr. Isaías Ruiz Albaro
Subsecretario de Educación Básica
Profr. Alfredo Esquivel Avila
Subsecretario de Educación Media y
Formación Magisterial
Dra. Otila Mayes Olloqui
Coordinadora General de Unidades
Sectoriales de Servicios Educativos y
Concertación Social
Profr. Eleazar García Viveros
Coordinador General de Educación
Extraescolar y Cultural
Mtro. Fernando López Alaniz
Coordinador de Ediciones y
Publicaciones
CREFAL
Profr. Mario Aguilera Dorantes
Director General
Lic. Fidel Cárdenas Correa
Director
Administrativo
Lic. Alicia Silva Escamilla
Directora de Capacitación e
Investigación
Lic. María Antonieta Madrigal
Arroyo
Directora de Socialización de la
Información
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