La Avalancha : revista ilustrada. Año 14, n. 313 (24 marzo 1908)

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ANO XIV
PAMPLONA 24 de Marzo de 1908
NÚM. 313
Con censura eclesiástica
DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN
PAMPLONA
ANTAÑO Y HOGAÑO
os que nos encontramos jóvenes
entre los viejos y viejos entre ios
jóvenes, ó séase en la edad en que
el poeta toscano comienza la Divina Comedia, (salvo lo que Dios
nuestro Señor, único autor de la
vida, que siembra y siega á su placer, disponga), recordamos perfectamente lo que era la fiesta de San
José en España hace veinte años,
y podemos con conocimiento de causa comparar el tiempo pasado con el presente. No era obligación de oir misa; pero nuestras buenas madres nos despertaban á primera hora para que fuésemos á oírla, y á confesar y comulgar en honor del benditísimo Patriarca. No era vacación en el colegio; pero siempre había un profesor que
llevaba el nombre del santísimo Guardián del Verbo hecho carne, Esposo purísimo de María Inmaculada, y por
ello, ó por razón de piedad, se suspendían las clases. No
cesaba el trabajo en los campos, en los talleres, en las
fábricas, en ia industria, en el comercio; pero parece como que lo presidía é iluminaba la esperanza de que pronto cesaría, de que pronto sería fiesta de precepto la media fiesta, como aun continuaba diciéndose; y en cuanto
se rezaba el Angelas á las doce ya no había fuerzas humanas que igualasen el día de San José á otro cualquier
día de trabajo.
Hogaño ha cambiado la decoración, pues desde mucho
antes de la fiesta del gran Santo se nota ese ir y venir,
ese afán propio de las grandes fiestas, ese movimiento
V
TEJERÍA, 40, 2.%
•He-
consolador de siete domingos, novenas, setenarios, misas,
mortificaciones, plegarias y suspiros, lágrimas y esperanzas, que en lo espiritual preceden á los grandes acontecimientos, amén del otro movimiento que atañe al cuidado
de la comida y el vestido y el decoro y el esparcimiento
honesto y necesario. La fiesta de San José, que como de
precepto puede decirse que es de ayer, se ha convertido en uno de esos días grandes que se esperan con ansia y cuyo recuerdo queda grabado en los corazones con
señales indelebles; y en la tierra clásica de las fiestas religiosas, que es nuestra amada España, ocupa ya lugar
propio y tiene sello característico: yo me atrevería á decir que después de las fiestas del Nacimiento, Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestro Bien, y de
la fiesta original y sui generis de la Concepción Inmaculada de María, no hay ninguna otra tan popular, tan intensa ni tan magnífica como la fiesta de San José; que
fuera de la Santísima Virgen, su Esposa en la tierra y su
Reina en el cielo, debe tener el más acreditado despacho
de abogado en las oficinas celestiales de la eterna bienaventuranza. No hay dolor, no hay pena, no hay necesidad, no hay negocio intrincado, no hay empresa buena,
no hay ansia legítima, no hay cosa alguna de las que pasan en la tierra y se pueden aliviar, arreglar, mejorar
y despachar en el cielo, que no pase por las manos de
aquel portentoso Santo que, aun siendo Jesús de treinta
años, era reputado por su Padre.
Y eso que San José es un santo que da varazos, que
castiga á sus devotos; pero en eso estriba el secreto de
su popularidad, según me decía un fervoroso josefino que
todos los años, en las proximidades de la fiesta del Santo,
experimentaba su protección en forma, las más de las
veces, de recia tribulación. Pero tomando pie de la misma prueba para pedir á Dios con más ahínco y poner
i
••
V.
LA AVALANCHA
62
nuevamente á prueba el soberano valimiento de S. José,
bien pronto la tempestad cesaba y el sol volvía á brillar,
y el fervoroso josefino volvía á dar gracias á su patrono
por el favor recibido, dispuesto, me decía, á recibir el
otro varazo, cuando fuese servido enviarlo.
Del Santo universal, me decía otro amigo de San José,
se puede decir la frase clásica: pega, pero escacha. Y la
verdad es que aquí hay algo que rectificar; porque la frase clásica la dijo Temistocles á Euribiades, cuando, discutiendo cómo habíase de atajar á Jerjes, se decidió que
fuese en el estrecho de Salamina, no sin gran tempestad
de protestas y contrariedades, entre ellas la de que Euribiades arremetió contra Temistocles, amenazándole con
el bastón, y entonces el tebano contestó lo dicho, dando
tal ejemplo de dominio de sí mismo. Mas el pega, pero
escacha, atribuido á San José, quiere decir que como
Padre reprende, pero salva; castiga, pero libra de los
castigos eternos; atribula á sus devotos, pero es para que,
cuanto más atribulados, con mayor fervor se pongan bajo
su protección y acudan al arma de la oración, y se acuerden de su Dios y Señor, de su patria celestial, de su familia de santos y escogidos que les esperan más allá de
la muerte, con los brazos abiertos para estrecharles perdurablemente y ceñirles1 la corona prometida al que perseverase en la batalla del mundo por Cristo nuestro Rey.
1
-
-
.
ESTANISLAO^
LA CUARESMA Y EL MUNDO
L hombre necesita que lo Iglesia, con la imposición de la ceniza, le recuerde todos los aflos su
procedencia y su destino, y le ayude además,
especialmente durante ese período de tiempo
llamado Cuaresma, con la meditación de las
verdades eternas y con la penitencia reglamentada, á levantar hacia las alturas celestes la cabeza, excesivamente inclinada hacia el fango del mundo, de este
mundo que habitamos tan mezquino y tan ruin.
Porque verdaderamente es ruin y mezquina la desolada tierra que regamos con nuestras lágrimas; y tanto,
que hasta á los más enamorados de ella nos resulta increíble, una vez pasadas las locuras del Carnaval, que
podamos creer lo contrario, aun en aquellos pocos momentos de la vida en que todo parece sonreímos.
Si eres malo, gustarás algunas, dulzuras vedadas á los
buenos, pero saturadas del más pronunciado amargor; y
para final horripilante, después de una peregrinacióu tan
corta como dolorosa, habrás echado en el surco de tu destino la simiente de tu eterna perdición.
Si eres bueno, la vanidad, el orgullo y la malevolencia
de la ciudad querrán desterrarte al Iugarejo; la envidia y
la murmuración querrán expulsarte del lugarejo al desierto; y en el desierto, la burla del mundo entero ha de
intentar arrojarte en los brazos del desprecio y del ridículo, abiertos para ahogarte entre ellos.
El amigo rico que antes estrechaba efusivamente tu
mano, en pago.de los servicios que le prestaste, huye ahora de tu presencia: te aborrece porque ha bajado tu fortuna
y au dignidad.
El amigo pobre que ayer te saludaba con afabilidad,
hoy que ya no te necesita, pasa junto á ti sin conocerte:
ha subido su posición social
y también su orgullo.
El amigo ni rico ni pobre, por quien hiciste inmerecidamente muchísimo más de cuanto él ha hecho nunca
por ti, no dudes un momento que, si cree que le superas
en algo ó algos, ese tal te odiará ó te está ya odiando, disimulada ó descaradamente, y cuando bien le parezca,
contestará á tus mercedes con las babas de su lengua do
víbora, ó con las coces de sus malas acciones.
¿Veis aquel sietemesino ridículo, de cara compungida,
que se oculta á vuestras miradas? Ni viene de consolar
al triste, ni va á dar pan al necesitado. Dejad al mentecato á solas con su desgracia, con su inmensa desgracia:
lleva una levita mal hecha.
¿No es esa dama que acaba de pasar, sin contestar á
mi saludo, la hija de Matías el fematero? Sí; pero has debido notar que hoy lleva un traje confeccionado á la última moda, y que, con ese motivo, la vanidad le ha alquilado todo el último p¡Bo, y que por tanto, tú, al lado
de la bellaca, eres un gusanillo asqueroso.
Infeliz amante que bajaste á la tumba, tal vez por causa de un querer excesivo: no levantes ja losa que cubre
tu sepulcro si no quieres ver en brazos de otro a la mujer idolatrada que te juró amor eterno.
Hombres laboriosos, patriotas ejemplares, ciudadanos
rectos, huid, huid de vuestra patria, cualquiera que ésta
sea, si no queréis ver á la ineptitud ennoblecida, al civismo pisoteado, á la virtud ultrajada y á la iniquidad levantada sobre hermoso pedestal y envuelta eutre nubes de incienso.
Nobles hijos del pueblo, que generosamente disteis
vuestra vida creyendo servir á la patria agonizante y no
á la ambición humana, hábilmente disfrazada; ilustres patricios que quisisteis socorrer con vuestras riquezas las
necesidades del pobre cristianamente europeizado, pero
no alimentar á la ñera diabólicamente africanizada; sabios eminentísimos que
mas, ¿que autoridad tiene para meterse en camisa de más de once varas, predicando á
gentes ya convencidas, y á guisa de sermón cuaresmal,
quien como yo carece en absoluto de títulos para elio,
cuando hasta el mismo Voltaire dijo que si no hubiera
Dios sería preciso inventarle, ó lo que es lo mismo, que
si no hubiera otra vida mejor que ésta, habría que soñarla para poder vivir?
Y si este menguado vivir lleva consigo tales miserias,
¿no debe suponerse, pensando lógicamente, que el morir
bien, como proposición contraria que es, irá acompañado
de un cuadro de grandezas completamente opuestas, en
cantidad y calidad, á aquellas pequeneces del mundo miserable? Por esta razón debiéramos gritar todos con el
mayor descaro: ¡Muera la vidal jViva la muertel
Mas, no hay que alarmarse señores, que gracias á Dios
estoy lejos, pero incomparablemente lejos de hacer la
apología del cobarde, blrbaro y criminal suicidio, yo que
marcho contentísimo con mi vida y que la quiero, pueden creerme, tanto como á mí mismo, y conste que á mí
mismo me quiero tal vez con exceso.
Digo que muera la vida, sí, pero la vida pecadora que
llevamos; esa vida irracional que hace que el hombre sea
el mayor enemigo del hombre. Y digo también que viva
la muerte, sí, pero me refiero á la muerte de esa vida de
guerra continua contra Dios y el prójimo; muerte que
por lo tanto resulta medicina, salud, bienestar, y además
principio de vida verdadera. No BÓ si habré explicado
bien mi pensamiento.
La ceniza que el sacerdote católico deja caer sobre
nuestra cabeza el primer día de Cuaresma nos representa perfectamente la muerte de esa vida que nos pierde y
la vida de esa muerte que nos redime.
Consta que el gran Felipe II, conforme con estas verdades, estando un año en Zaragoza tomó la ceniza confundido con los más oscuros de sus subditos, después de
haber rechazado una almohadilla que le fuó ofrecida para
que se arrodillara. La grandeza de la humildad del hombre polvo humilló á la misma grandeza del hombre rey.
Influidas por las mismas ideas están en el período moderno de la literatura española, entre otras muchísimas
obras, la de Venegas ¿el Busto, titulada Agonía del tránsito de la muerte; la famosa octava de Fr. Pedro de los'
Reyes, ¿ Yo para qué nací? Para salvarme; la celebradísima oda del inimitable Fr. Luis de León, de muy pocoa
ignorada, que principia:
.
, i - .V
«Qué descansada vida
la que huye del mundanal ruido
x
\
68
LA AVALANCHA
y sigue la escondida
aenda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido.»
L
ABÍ como también aquella otra escogidísima de M. Valdés, en la cual aparece el siguiente Terso:
'
•
«Tal es, gran Dios, del pecador la suerte;
Pero al justo quo fia
En tu promesa y por tu ley se gula,
Jamás llega la muerte.*
Que es como si nosotros repitiéramos: |muera la vidat
se entiende, la vida culpable y arrastrada; y ¡viva la
muerte! aquella muerte del pecado que trae la resurrección y la vida.
JUAN P. ESTEBAN Y CIIAVARRÍA.
Movido por idénticos pensamientos escribió Jorge
Manrique, en tiempos del rey Juan II de Castilla, aquella
conocida elegía, modelo de ternura:
«Recuerde el alma adormida,
contemplando,
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
tan callando.»
'
La misma dulce y saludable melancolía inspiran las
estrofas de la célebre Danta general de la muerte, escrita
en el reinado de Pedro I, el Cruel, por D. Santo del Carrión, ó rabí D. Sem Tob, para recordar nuestro fin; en
la cua! danza, como es sabido, acuden todas las clases sociales al pregón de la Muerte, siendo notable, además de
otros, el llamamiento hecho á las doncellas:
1
«Esta mi danza traye de presente
estas dos doncellas que vedes fermoaas;
ellas vinieron de muy mala mente
a oyr mis canciones que son doloroaaa;
mas non les valdrán flores e rosas,
nin las composturas que soler ponían,
de my si pudiesen partir se querrían
mas non puede ser, que son mis esposas.»
(Continuación)
—¿Tienes muchos hijos, José?—decía la Asistenta á su
borriquero, que era primo del capataz, y muy pobre.
—Ocho, señora.
• —[Tal cualL, Y los que vengan.
—]Y los que venganl —repitió el pobre con resignación.
—¿Y los quieres mucho?
—¡Señora, tantos son nacidos, tantos son queridos!
—¿Son varones?
—Cinco varones y tres hembras, señora; los dos mayores han caído soldados; el tercero es burrero en la hacienda de vuecencia; pero Frasco le quiere despedir porque
dice que no hace falta: los dos chicoB son porqueros.
Saturado completamente el corazón del rey Pedro I de
Aragón y Navarra, de los cristianos sentimientos antes indicados, sábese que durante la Cuaresma del año 1095
alternaba los durísimos trabajos del cerco de Huesca, con
los ejercicios espirituales, propios del
tiempo santo que corríay que practicaba
en S.Juan de la Peña,con gran provecho
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de su alma y edificación de las demás.
Católico práctico y muy ejemplar don
Sancho Ramírez, rey de Navarra y Aragón, consta también de él que solía
acompañar valiosos presentes á sus oraciones; y en su virtud, que a! principiar
la Cuaresma del 1093 hizo la ofrenda
singularísima de consagrar al Señor, á
Santa María y al bienaventurado mártir San Poneio, al Infante D. Ramiro, su
hijo queridísimo y amable prenda que
les ofrece con la fe que Ahraham ofreció á
Dios á su hijo Isaac, y Ana á su hijo Samuel al sacerdote Hélí, según expresa el
documento correspondiente; donando en
el mismo acto solemne al monasterio de
San Ponce de Torneras, donde destinaba
á su hijo, entre otras muchas rentas, las
de las iglesias y capellanías de ArgüeáO:
das, Valtierra y Morel (que parece ser
PUENTE LA REINA.—Puente de hierro sobre el Arga
Murillo de las Limas), y además la igle<Fotografía de D. Victorino Alfonso)
sia y capellanías de Tudela, si Dios se
las diese alrey donante.
—Vaya, pues ya los varones no te dan ruido, José.
Imitadores nosotros de las costumbres piadosas de
—Verdad es, señora; pero tres hijas y la madre, cuatro
nuestros antepasados, demostradas principalmente en el
demonios
para el padre.
tiempo de Cuaresma, y convencidos de la brevedad de
— Si mal no me acuerdo, ¿no te adelanté el año pasanuestra existencia con Rioja, cuando dice que, como los
ríos en veloz corrida se llevan á la mar, tal soy llevado al
do para sembrar un pegujar?
último suspiro de mi vida, debemos penetrarnos también
—Sí, señora vuecencia; y si no le he pagado...
de la fugacidad de las cosas humanas con Jorge Manri—No ]o digo por eso, hombre, no lo digo por eso.
que, en BU hermosísima composición poética nombrada:
—Pues se ageñó, señora; y á un cojumbral que sembré
con mi primo Frasco á parcería le entró pringue, se acor«Este mundo es el camino
para el otro que es morada
charon los melones, que sólo sirvieron para engordar un
sin pesar;
cerdo, al que le entró lavado, se hinchó y se murió. Con
mas cumple tener buen tino
las ganancias iba á mercar una burra que me daban con
para andar esta jomada
convenencia, pero rae salió la .cuenta fallida, y me quedó
sin errar.
Partimos cuando nacemos;
mirando al celeste.
andamos mientras vivimos,
, ,
—(Válgame Dios, hombre, nada se te logra!
y llegamos
,
al tiempo que fenecemos;
—Nada, señora; poFque en el cielo hay un santo que
asi que cuando morimos
se
llama San Guilindóu, que está siempre bailando ante
t
descansamos,»
LA AVALANCHA
«1 trono del Seflor, y á la par cantando para hacerle más
gracia á Su Majestad:
La cuenta del pohro
Quo no ae le logre!
—Verdad es, hombre, que no es la fortuna para quien
la busca, sino para quien la encuentra.
—Pues hay más, señora: en el cnjumbral nos sacudieron unas tercianas, que nos han tenido á todos doblados
hasta ahora poco; pocos fueron los melones que cogimos.
Su Divina Majestad no sabe decir sino ¡Denle más! «Señor, le dice San Buenaventura: á Fulano, que es rico, le
cayó la lotería.—¡Denle más! dice Su Majestad.—Señor,
dice el Santo: á Mengano, que es un infeliz, le han dado
de palos.—¡Denle más! dice Su Majestad», Y no sale
de atií.
—José,—dijo la Asistenta,—de todo lleva cuenta y razón Su Majestad.
—Ya se ve, señora,—contestó el borriquero;—pues si
no fuera por eso...
—E3te año, hombre, la parcería la haremos tú y yo.
—¡Dios se lo pague, señora, se lo de de gloria, y torne
cada melón de los de vecencia en una talega de onzasl
Don Benigno iba detrás de su señora, y con su acostumbrada parsimonia de palabras, sólo decía de cuando
en cuando:
—José, cuidado con cae tronco; Josó, cuidado que esa
loma está resbaladiza; Josó, á la derecha hay un hoyo;
JOBO, ¿se han aflojado las cinchas?
Elia los precedía, más alegre que el sol. Se entretenía
en llenar su falda de flores y de plantas; quo á medida
que las iba pidiendo, las iba cortando el borriquero.
—Mira,—le dijo á Curios, que se desviaba poco de su
lado,—parezco un incensario; ¡tanta es la fragancia de las
yerbas! Esta es almoradux; ésta, yerba buena silvestre;
ésta, mejorana. ¿Sabes por quó se llama así?
—¿Lo Babea acaso tú?—respondió Carlos riéndose.
—Sí que lo aé,—respondió Elia.—Un día fueron á coger yerbas San Joaquín y Santa Ana. Encoutró la Santa
ésta, y le dijo á su marido: tJoaquín, ésta es yerba buena*; pero el Santo, que había cogido esta otra, le contestó;
«ésta es mejor, Ana*.
—Buenas serán, Elia,—contestó Carlos;—pero harto
más me guata esa hermosa rosa encarnada que llevas en
la cabeza debajo de tu toca de muselina, y con la que
estás aún más bonita que otros días. Estás tan bella hoy,
y el campo tan hermoso, que no BÓ si es el campo el que
te hermosea, ó tú quien embelleces al campo.
—Esta rosa es de Jericó,—dijo Elia, que atendió al
elogio de la rosa, y pasó sencillamente por alto el suyo.
—¿Sabes por quó tiene ese color tan soberano? Estaba
un rosal al pie de la Cruz, cuyas rosas eran blancas; cayó
una gota de la preciosa SANGRE DEL SEÑOR sobre una rosa,
y les dio ese divino color.
—iQuó Sálmigondis de temporal y eternol—exclamó el
señor Delgado, cuyo borrico, que era compañero de cuadra del de Elia, se había ido insensiblemente acercando.
—¡Quó modo de inventar absurdosl ¿A quó han de leer
ni instruirse estas gentes? ¿A quó traducir á Pestalozzi,
fundar enseñanza mutua, establecer escuelas gratuitas, si
tienen sus crónicas, etimologías y creencias en coplas, flores, romances y cuentos? ¿Cómo han de llamarse así esas
yerbas, por ese motivo, si Santa Ana y San Joaquín no
hablaban español?
— ¡Que no hablaban español!—dijo Elia atónita.—
¿Pues quó hablaban? ¿Francés... como usted?
—No, señorita; hablaban hebreo; no se le olvide á
usted, que eso es más útil que creer absurdos como el
que le contaba usted muy seria ayer á Carfos deshojando
una rosa de Pasión: que todos los utensilios de la Pasión
se hallaban en ella. ¿Pues no es una chocante irreverencia poner tales cosas en flores?
—Nosotros no las ponemos,—contestó Elia;—Dios las
ha puesto para patentizarlas ó recordarlas, ó bien las flores lo habrán hecho por sí, por honrar al Criador.
—Vaya, vaya, señorita, no hable usted disparates,—
repuso con impaciencia D. Narciso.—¿Acaso las flores
tienen voluntad propia? ¿Y acaso Dios se había de diver-
tir en poner sentido en miserables plantas que comen los
burros? Reflexione y raciocine uBted un poco.,.
En este instante tropezó el borrico del señor Delgado,
el que, estando descuidado en el fuego de su discurso,
cayó de narices, y quedó aplastado como una rana.
—¡Maldito sea—decía levantándose y sacudiendo el
polvo de su vestido en medio de la risa general—el modo
de divenirse aquí, en el campol Esto eB inás que vulgar,
más que primitivo; es villanol
—Eso es—dijo CarloB—para castigar á usted de tirar
cañonazos contra mariposas posadas sobre los labios de
Elia como sobre una rosa.
Don Narciso se quedó atrás de todos, de muy mal
talante.
—Señor,—dijo al cabo de un rato el borriquero,—¿no
ha visto su mercó las haciendas de por aquí? Ninguna
hay como la del Romeral; trescientas aranzadas bajo una
linde; olivar todo nuevo y esquilmeño, sin una marra; ua
caserío que parece un convento; en todo el término...
—Hágame usted el favor de callarse,—dijo interrumpiéndole el señor Delgado;—cada hombre sensato necesita algunas horas del día para pensar; esto estoy haciendo, y me importunáis con vuestra conversación. Nada os
he preguntado. ¿Quó me importan á mí haciendas que no
son mías?
El pobre borriquero volvió los ojos con harta envidia
hacia el borriquero de la Asistenta, de la gran señora tan
encopetada y poderosa, que le iba preguntando por sus
hijos y por su pegujar.
—|Quó pronto—dijo para sí—se dan á conocer el que
es algo y el que no es nadal
Cerraban la borricada Pedro y María, con las bestias
que llevaban las provisiones. Iba Pedro en un caballo que
á fuerza de años y trabajo se había quedado en la espina.
—Se le olvidaron á usted los palillos de dientes,—le
iba diciendo María.—¡Tiene UBted la memoria como una
zarandal
—Y usted que la tiene como una alcancía,—repuso el
mayordomo,—¿por quó no se acordó?
—No hacen falta,—dijo D. Narciso, que habiéndose
quedado atrás, se había incorporado á ellos.—En Inglaterra no se gaBtan; es de mal tono y poco aseado escarbarse los dientes en sociedad. Además, dicen y con razón,
que eso descarna la dentadura.
—¡Espantábame yo—murmuró entre dientes—que no
hubiese salido todavía la Inglaterra!
—Pedro,—preguntó D. Narciso,—¿ha cuidado usted
del vino de Valdepeñas? Sabe usted que á falta de Burdeos, es lo único que bebo.
—Sí señor,—respondió Pedro,—ahí viene.
—Lo que es para el vino no le falta la memoria á Pedro,—gruñó María.
—Por de contado,—repuBO Pedro, que la oyó;—porque sepa usted que siempre se ha dicho: ¡agua en los trigos, vino en los hombres, palo en las mujeres!
—Clara,—decía Carlos, que se había acercado á su prima, señalando hacia el grupo de la retaguardia,—¿por
quó se ve hoy la extraña anomalía de haber cambiado de
cabalgadura D. Quijote y Sancho.
FERNÁN CABALLERO.
(Jlus/radone¡ de Ramiro /¡os ftáfaltsO
i
Se acerca el sol al ocaso
y yo con el alma inquieta
laa colinas de Mendieta
traspongo con lento paso;
y subo y subo, y al fin
gano más altas colinas
y huello las santas ruinas
del templo de San Martin.
Y aquí me paro un momento
y por natural instinto
LA AVALANCHA
65
rezo y lloro y canto y pinto
lo que veo y lo que siento.
Que la sublime belleza,
del sol tocando á occidente,
dice al alma del creyente:
«Canta y pinta y Hora y reza.>
II
El sol se hundió tras los montes
que cual faja de verdura
circuyendo la llanura
limitau ios horizontes;
y todo en tierra y en mar
ejerce en mi dulce imperio,
bañado por RI misterio
de la luz crepuscular.
Mas ya con sus vibraciones
«reza», una campana dice,
¡y os la del templo en que hice
mis primeras oraciones!
¡Silencio! y al mundo vano
olvida, alma mía inquieta,
que ante Dios... calla el poeta
y se arrodilla el cristiano.
TRUBBA.
LA IGLESIA DE TEMPLARIOS DE BÚHATE
s cosa conocida que las iglesias
circulares y poligonales de la Edad
inedia tienen un doble origen. Allá,
en los comienzos del cristianismo
libre, construyéronse templos á
imitación de los paganos que, como la Minerva Médica, y los de
Vesta en Roma y en Tívoli, tenían aquella forma. El otro origen
es la copia más ó menoB fiel de la
rotonda construida por Constantino sobre el Sauto Sepulcro de Cristo. Deshecha por los persaB, y por los árabes
' '
33-acliad.a a l Oeste
desde el siglo X el faro que guía las peregrinaciones 'de
los palmeros y las hazañas de los cruzados. A su sombra
nacieron las Ordenes militares que, extendidas por la Europa occidental, llevan á toda ella el tipo de iglesia circular ó poligonal, como recuerdo de la rotonda jeruealemita.
En España debieron ser numerosas, pero al presente
pocas existen ó son conocidas. La ferie está reducida, á
lo que yo ed, á las siguientes: la Vera-Cruz, en Segovia;
la de Eunate (Navarra); San Marcos, en Salamanca; las
de la Pobla de Lillet y Llus^fi, en Prat de Llusanés (Gerona), y la de Cervera (Lérida). Entre éstas merecen los dos
primeros lugares por su importancia y por su arte, las iglesiaB citadas de Segovia y de Navarra, y esta última sobresale por muchas particularidades.
* * #
En Navarra, en el valle de Ilzarbe, cercana é.
los pueblos de Muruzábal y de Auriz, aislada en
el campo y próxima á la carretera de Pamplona
á Puente la Reina, se halla la iglesia de Nuestra
Señora de Euuate (1). No eB un monumento desconocido; sin rastrear en manuscritos ó libros
más antiguos, se encuentra citado por Abella en
el Diccionario Geográfico Histórico de, España,
publicado por la Real Academia de la Historia
(2), con estas palabras:
« En los términos del lugar y de la otra parte del río, por E. se halla la Basílica de Nuestra
Señora de Eunate, que con eus haciendas se cree
haber sido de los claustrales; hoy tienen eu ella
los nobles del valle una cofradía.» No lo citó
Yanguas en su Diccionario de las Antigüedades
de Navarra (3); y Madoa en el euyo, tan conocido, le dedica las mismas palabras que acabo
de copiar, con el solo aditamento de llamar al
templo «la Basílica de Auriz, dedicada á Nuestra
Señora de Eunate». Todo esto, como se ve, es
escaso y no da ninguna luz sobre la historia y
loe caracteres del monumento.
Flanta
más tarde, y reconstruida al final del siglo VII por los
cristianos, empleando arquitectos Birios (1), constituye
(1) Note sur la methode employée pour tracer lo plan de la
Mosquee d'Oinar^et de la rotonde du Saint Sepulcro
á Jerusalem, por C. MauBs.— «Hevue Archéologiques,
188H, tomo II.
i
«L'Art chiétien monumental», por L. Cloquet.—
«Bevue de l'Art Chrélien». Marzo, 1906.
(1) La visita á este monumento es facilísima, tomando en Pamplona un coche particular, que lleva
on dos horas. Dt'be tomarse la precaución de solicitar
con tiempo la llave, que tiene el señor cura de Muruzábal, pues en Eunate no reside guarda ni sacristán que facilite la visita.
(2) Tomo II, Madrid, MDCCCII, articulo «Huruzabal».
(3) Pamplona, 1840.
.
•
.^ -
.'
LA AVALANCHA
flft.
Fue D. Pedro de Madrazo el primero (que yo sepa)
'que en su libro Navarra y Logroño (1) publicó una inscripción basada en sus propias observaciones y en los
donaciones en ia comarca de la baja Navarra (1); y á este
reinado debe pertenecer la edificación de Eunate. Datos
concretos sobre la fundación ó historia de este templo no
hay ninguno hasta el presente, pues los libros que
tratan de los Templarios, si son copiosos en citas
de las haylías que poseyeron en Castilla, andan" silenciosos en cuanto á las de Navarra. Acaso las
investigaciones documentales de los arqueólogos del
país, á que antes me referí, aclaren estos puntos.
VICENTE LAMPÉREZ r ROMEA.
(Continuará.)
jírquitecto.
PINCELADAS DE BASCONIA
FRUTOS DEL INDUSTRIALISMO
\ '•• .
Vista por el frente
_•
planos y dibujos que, según hace constar, existían en la
Comisión de Monumentos de Navarra, y le fueron facilitados por los señores Iturrelde é Hijón, y que aquel ilustre académico no dio á la estampa en las páginas de su
libro, acaso por no desflorar una monografía ilustrada,
cuya publicación sin duda acariciaban ya los arqueólogos
navarros; pensamiento laudable que creo que subsiste todavía y es de desear se realice pronto, por cuanto los
ilustradísimos individuos de la Comisión podrán allegar
datos históricos extraídos de los archivos navarros, que
á mí me faltan por completo. Faltáronme igualmente, á
pesar de mis gestiones para poseerlos, los planos del monumento; y creyéndolos indispensables para su estudio,
los he levantado directa y personalmente, y van adjuntos,
aunque reducidos á muy pequeño tamaño; siendo ahora
la primera vez que el que no haya visitado el templo de
Eunate, pueda darse cuenta de las particularidades de
tan singular edificio.
• **
JBasUiea lo llama el autor del Diccionario cuyas palabras se han copiado, con grave impropiedad arqueológica; mas al atribuir su pertenencia á los
claustrales (mouges), apunta el primer dato para
conocer la historia del monumento, pues se indica que se trata de uua construcción monástica.
Si unimos esta tradición con la forma poligonal
y con lo reducido de las dimensiones, podremos
concluir que se trata de una iglesia de Templarios. Nada hay que refutar á lo que sobre este
punto dice Madrazo, y poco que añadir á lo que
conjetura en cuanto á la probable construcción
en la segunda mitad del siglo XII, fundándose
razonablemente en los caracteres arquitectónicos
y en la historia de los Templarios en Navarra.
Cuentan, en efecto, loa historiadores, que al
hacer testamento el Rey D. Alfonso Sánchez, en
1131, invitaba á la herencia de sus reinos de
Aragón y Navarra á los caballeros Templarios,
lo cual «califica evidentemente que luego que se
verificó la muerte del Rey
entraron en Navarra Templarios y Hospitalarios» (2). El poderío
de aquella milicia pertenece á los tiempos de
D. Sancho el Sabio (11601194), desde la fundación de Ribaforada en 1157, y otras cuantiosas
(1) «España, sus monumentos y artes, su naturaleza é historia, Navarra y Logroño». Tomo II, Barcelona, 1386.
(2) «Disertación histórica del Orden y Caballería de los
Templarios». Su autor, el Licenciado D. Pedro Rodríguez Campomanes. En Madrid, ano de MDCCXLVII, páginas 32 y siguientes.
{Conclusión.)
Apenas Martín comenzó á dialogar con el tabernero, la gente de la mesa reíase con risas salvajes.
Martín no caía en cuenta porque suponía no se hat- bían de cuidar tanto de aquel humilde hijo del campo, que para nada les había mentado.
Proseguía aquella gente entre chanzas y burlas, lanzando bocanadas como do animal que gruñe, y haciendo gestos tan desacostumbrados entre los habitantes de aquel
pueblecillo, que á Martín ya le llamaron la atención. Es
que erau animales vestidos de hombre los que de aquel
modo se conducían.
Martín dijo en bascuence al tabernero: éstos me parece que se ríen de nosotros, Esteban.
—No lea hagas caso, Martín, porque es la gente presidiaría que nos han traído del otro lado del Ebro, para
trabajar en las minas.
—Malditas minasl—respondió Martín.
—Es que la gente de aquí está tan estimada en otros
trabajos, que no quiere llegar al extremo de trabajar en
las minas, y éstos, aunque trabajan mal, se arrastran por
tres ó cuatro reales al día.
—Buena gentel—dijo Martín.
Mientras entablaban esta conversación, los de la mesa
les insultaban con canciones y gestos obscenos, ridiculizando á Martín y Esteban el tabernero.
"Viatapor el
Salía ya Martin sin poder contener su ira,—aquel que
de un pu&etazo hubiera metido debajo do aquella mesa,
á los ocho criminales ex presidiarios—cuando de repente
(1) Yanguas, Diccionario citado, artículos «Aborin» y «Ribaforada*. La Fuente, «Historia eclesiástica de E»paüa>. Kodriguez Camponianes, oh. eit-
•
\
LA AVALANCHA*
67
pero sereno, imperturbable, esperaba el menor desvío de
•dirigió una mirada violenta y paróse ante ellos. Uno de
su enemigo para aplastarlo entre sus fornidos brazos y
• éstos sobresalió entre todos; era «El Buco*, é irguiéndopufios.
se en el banquillo, le dijo á Martín:
El Bizco dió un paso hacia adelante; Martín hacia atrás.
—Oye tú, sagardúo, ¿por quó no haz hablado en criz*
—Pero hombre, arrímate un poco, para que azí dé
tiano?
buena cuenta tuya; mira cómo corta el chizme ezte;—y
—Porque no darme la gana; ¿y tú por quó venir á es
Jas tierras? tú no ser de aquí.
pasaba la navaja sobre la palma de la mano, dándole
vueltas y más vueltas.
—Yo zoy de la tierra donde me parió mi mare, y venMartín, que apercibe uno de los descuidados momeo-!
go aquí porque ze me arruga la tripiya un poquiyo y
tos de su enemigo, pum! se lanza sobre ól y lo descon•quiero que tú me la arreglez.
cierta; ÜO le da tiempo para acometer; los enormes puñe—Anda de ahí, burro, que no tienes un duro; vosotros
tazos se suceden en el rostro de El Bizco con pasmosa
venir á nuestra tierra á engañarnos; pero nosotros no ser
agilidad; se envuelven los dos; brilla el acero por los
tontos, y á todos os mandaremos á palos, decía Martín.
aires; luchan los cuerpos que caen al suelo con siniestro:
—Habla en criztiano; que todavía paece no haz dejao
ruido; gotea la sangre de uno de los combatientes; contila teta de tu mare, porque ni zabes habla en mi lengua.
núan uno encima del otro; Martín ha desfigurado ya el"
—Ni quiero,—contestó Martín;—yo saber la mía, que
rostro de El Bizco, que no consiguió meterle su navaja;
es más bonita, y tú no sabes ni la mía ni la tuya; tú ser
sin embargo, la sangre continúa goteando con más fuerun burro.
za; suenan todavía golpes de
—Yo
un burro? quiere
'*'
'
" '
puño. Una voz grita: ¡itd!
probar mi chairita y azí verá
¡itó!;
(1) era la voz del taber•cómo te hago picadillo?
nero arengando á Martin.
—Y por qué tú has insultado antes, cuando hablaba
Blasfemaba El Bizco con
, yo con Esteban? tú llamarme
horrible rabia; el corro que
á mí sagardúo.
sus amigos habían formado
para ver la pelea, había ido
—Mira que aquí tengo la
engrosando con gente de las
•chaira y con ella te corto el
casas vecinas, que llegó con
pescuezo—dijo El Bizco—y
ánimos de separar á los conmetiendo sus huesosas matrincantes; pero no pudieron
. nos dentro de la faja, sacó
hacerlo porque el grupo de
una enorme navaja de largas
mineros lo impedía. Ansiadimensiones. La abrió, y enban lucha, pelea, sangre. Y
señándola ni tabernero y á
Martin y El Bizco continua, Martín, les dijo: mirar; aquí
ban: el uno blasfemando sin
• oz enzeño ezte amigo mío,
poder hundir la navaja en el
para quo zepaiz que zi yolpecho de su enemigo; el otro
~viz á h 'blur en bascuen, oz
dando tremendos golpes y
pincho.
queriendo desarmar á su
;
—Tú creer que por eso no
contrario.
hablar nosotros bascuenze?
Aunque con trabajo, Mar-,
Nosotros nunca asustarnos
tín lo consiguió, y una vez
por cuchillos ni puñales, y
fuera la navaja de manos del
•siempre, siempre hablaremos
enemigo, El Bizco pidió 'aubascuonce. A mí no imporxilio á sus amigos, que prontar por tus desafíos—contesto se echaron á separarlos.
tó enérgicamente Martín.
El Bizco quedó con su ros—Habráze vizto el mozo?
tro
acardenalado, sus costimardita zea la mare que te
llas
medio rotas y los brazos
parió, condenao; ahora verá
deshechos.
-quién ez El Bizco; anda, arríMartín resultó herido del
.mate;—y El Bizco levantóse
cobarde acero, que en uno
del banquillo, empuñando el
1
de los momentos de la refriearma en la mano derecha,
ga se le clavó en uno de sus
en ademán de meterla en el
muslos. Era ól quien despecuerpo de Martin, mientras
día la sangre.
sus compañeros miraban con
cínicas risotadas la actitud de
La vecindad apenas se dió
BQHGESVALLES. - SEPULCRO DEL REY 0,3AMCUD EL FUERTE Y SU ESPOSA
cuenta hasta después dé halos dos. El tabernero quiso
(fotografía de J). Jgnacio Jbarbh)
ber terminado el trágico su. intervenir para recomendar
ceso; y mientras á El Bizco
-á Martín se marchara, pero
le conducían entre BUS amigos, casi muerto, á causa de
fue en vano. Martín, valiente con su akullu, al principio
los terribles golpes de su adversario, Martín, sin cuidarse
no retrocedió lo más mínimo. Los dos salieron de la ta
apenas de la herida, marchó directamente hacia la yunta
berna afuera; entretanto el ganado, con su carreta, mude ganado, y hubiórala conducido acto seguido al case>
gía en la carretera.
río, si consejos, que fueron atendidos, de su amigo el taCuando ya los amigos de El Bizco vieron que la cosa
beruero no le hubieran hecho volver atrás á curarse de
tomaba caracteres alarmantes, también quisieron agarrarla herida.
le, pero fue en vano.
El Bizco estaba frente á Martín, con BU enorme navaja.
Era ésta de alguna consideración, efecto de la fuerza
con que Martín luchaba, pero con unos trapos mojados
—Anda, ven, arrímate valentón; tú que tiene la sanen árnica, que el tabernero siempre guardaba, hizo su pri,gre de... horchata; ven, mira, que ezte iztrumento no corta.
mera cura, y con un grito de jaida! rompió á audar con
Martín, serio, enérgico, callado, notaba hasta el menor
su carreta.
movimiento de su contrincante; reconocía su inmensa inferioridad, y por eso no se aventuraba; peusó en desarEra ya de noche; el cielo estaba cubierto de un azul
mar á su contrario con el akullu, pero, tan enurtne era su
oscuro, donde titilaban mágicamente las estrellas; ni un
navaja!....
ruido se ola ya en campo; el chirrido de la carreta de
Martín parecía profanar aquel imperturbable silencio, y
—Anda, cobardónl aquí ze ven lo valiente, lo zagardúo
rforzudo.
Martín no podía contener su tremenda rabia, su ira,
(i) ¡Ahógale! ¡ahógale!
68
LA AVALANCHA
mientras en el pueblecillo se comentaba el escándalo ocurrido, de zaguán en zaguán, de cflBa en casa, Martín, gritando el ¡aidal llegaba á eu caserío, sereno, tranquilo, dichosamente.
# ##
- Todos los comentarios del día siguiente fueron en el
pueblecillo sobre la lucha de la noche pasada, y el vecindario, lleno de pavor y de venganza, quiso tomar la justicia por su mano, intentando ir armados de palos á la
mina donde trabajaba la gente mala, pues así los llamaban á los mineros. Pero calmóse la excitación de los ánimos cuando el alcalde del barrio les prometió que jamás
entraría dentro del pueblo aquella gente.
Esos fueron los efectos del industrialismo, del utilitarismo, de la ceguera de ganar dinero; apenas pasaba un
día sin que ocurriese algo anormal, y al patriarcalismo
aniíguo sucedió las revueltas y continuas pendencias en
el pueblo, y á laa costumbres puramente euskurus, una
serie de bailoteos, blasfemias y repugnante leuguaje, que
hacía desfigurar completamente el carácter y el tipo primordial que habitaba el pueblecillo de la costa bascongada. Todo cambió; la sencillez, por el exotismo; lo característico, por lo advenedizo.
ADRIÁN DE LOTARTE.
Sepulcro del rey D. Sancho en Roncesvalles
L rey D. Sancho VIII de Navarra,
llamado «el Fuerte» y «el de las NaAraa», murió en Tudela el día 7 de
Abril del año 1234, siendo sepultado
en dicha ciudad. Le sucedió en el
trono su sobrino U. Teobaldo I, el
CUÍJI hizo trasladar los restos de aquél
(y se cree que también los de su mujer doña Clemencia) á la iglesia de
Roncesval'es, que dicho D. Sancho
bahía edificado, dotado y elegido para sepultura suya. Pretendiendo el
Obispo de Pamplona fuesen llevados
los citados restos al panteón real de la catedral, y opoüiéndoBe á ello la comunidad de Roncesvalles, surgieron
graves cuestiones, por lo cual acudieron los de Roncesvalles á Roma, donde, después de examinado detenidamente el asunto, el papa Gregorio IX lo decidió á favor de la
citada comunidad; maulando por su bula, fechada en los
idus de Junio de 1238, al mencionado obispo retirase las
sentencias que por dicho motivo había dado.
Desde su principio estuvieron colocados los restos de
ambos reales consortes en un sepulcro suntuoso, en el
centro de la iglesia de Roncesvalles, sobre el cual se hallaban sus estatuas yacentes. De piedra la de D. Sancho,
de 2'40 metros, y la de su esposa (que murió bastantes
arios antea que él), de madera muy fuerte, suponiéndose
fuese la que tenía su primer sepulcro. Estaba adornada
la sepultura con varias figuras de bulto (ángeles, clérigos
y religiosos), gran número de escudos de armas, relieves
de batallas é inscripciones de hazañas, y rodeada por enrejado de hierro; parte del cual pertenecía al palenque
que tenía en su campamento el rey moro Miramamolin,
cuando la .batalla de las Navas de Tolosa, que con varios
trozos de cadena trajo D. Sancho como trofeos de aquella
memorable batalla.
La acción destructora del tiempo, y más aún las guerras del siglo XVI causaron grandes deterioros en dicho
sepulcro, por lo que, con consejo de las Cortes del Reino
de Navarra, celebradas en Pamplona el año 1C17, se trató de colocarlo de modo más decoroso, bien en la misma
iglesia, ó en la magnífica capilla de S. Agustín que hay
en su claustro y que fundadamente Be supone la habría
ideado D. Sancho para su sepultura, aunque es muy probable no la viera él terminada. Mas la obra de la reedifi-
cación del claustro, arruinado en 1600 y que por aquel'
tiempo se estaba realizando, impidió ae verificase el proyecto hasta el año 1622, en que se dispuso el sepulcro
cuya fotografía publicamos en presente número de L A .
AVALANCHA.
Consiste éste en un sencillo nicho, apilastrado y abierto en el muro, de 2l50 metros de altura por 1'4» de ancho y 0'70 de fondo, situado en el presbiterio, al lado del.
evangelio del altar mayor, y á l'4O metros sobre el pavimento. Es de gusto greco romano y termina por un frontón partido en cuyo centro está, labrado en piedra, el escudo navarro de IÜB cadenas.
En dicho nicho se encuentran las estotuas de los citados reyes* de mayor tamaño que el natural, talladHS eu,
piedra blanca de Eatella. Están represnntados en actitud
de orar, arrodillados sobre almohadones y mirando hacia,
el altar. El escultor cometió el censurable anacronismo
de representarlos con trajes, peinados y accesorios que se
usaban en la época en que laa hizo (año 1622),
En las dns pilastras laterales del arco se hallan colgados dos trozos de las cadenas que, como queda dicho,
trajo D. Sancho de las Navas de Tolosa, y do las que repHrtió otros á la catedral de Pamplona, Tíldela é Irache.
Los que se conservan en Roncesvalles tienen algo más ,
de doa metros de largura cada uno. Son de cuadradillo
de hierro, de centímetro y medio por lado, y cada eslabón
de unos 15 de largo: está cerrado en PUS extremos en círculo, constituyendo este cierre el enlace de unos con otios.
Di-bajo del nicho se halla colocada una lápida blanca,
de 1'64 metros de largo por 0'62 de ancho, que en trece
líneas de caracteres romanos, con varins abreviaturas,
contiene la siguiente inscripción;
«Año 1622, siendo Sumo Pontífice Gregorio 15 y Rey
de Castilla y Navarra Felipe 4 o, Patrono de esta Real
Casa, y Prior de ella D. Juan Manrique de Lamariano, á
instancia de este Reino se hicieron estos bultos y sepulcro adonde se trasladaron los cuerpos de los Serenísimos
Reyes de Navarra D. Sancho, VIII de este nombre, llamado «el Fuerte», y de la Reina D.tt Clemencia, su mujer, que estaban enterrarlos en el cuerpo de la iglesia deade el año 1234 que murieron, por estar los bultos quebrados y el enrejado deshecho, y no parecer que según
el tiempo presento tenían el lugar debido á tan grandes
reyes. Éste valeroso rey reedificó esta iglesia, que por su
mucha antigüedad estaba malparada, y la dotó y á su
hospital de algunas rentas, y edificó otras iglesias y monasterios de este Reino, y lo gobernó en mucha christiandad y justicia. Hallóse con el Rey D. Pedro do Aragón,
en ayuda del Rey D. Alonso de Castilla, en la insigne
batalla de las Navas de Tolosa, en la cual con su Real
Persona y gente rompió el escuadrón principal que guardaba la persona y tienda del Miramanjoliu, que estaba
cercado de gruesas cadenas, las cuales traxo por blasón
de la victoria y laa dexó por armas al Reino, que son las
que oy tiene, y las originólos son las que cuelgan de los
lados del escudo. Ganó las cadenas afio 1212.» (1)
La traslación de los restos reales desde el antiguo se(1) Acerca de esta inscripción debe notarse: No es exacto
que la reina D.a Clemencia muriese en 1234, sino bastantes
aíioB antes. Tampoco lo ea que D. Sancho «reedificó esta iglesia», pues de documentos é historias anteriores á la época de
la traslación de loa restos, consta «la edificó». Asi la apelación
de Roncesvalles al Papa y la bula mencionada. —El Principe
de Viana, en su «Crónica de los Eeyes de Nabarra», (lib. 2.°,
cap. 18), dice de D. Sanchh: «Keyno cuarenta años é fue traído
á sepultar á la eglesia do Roncesvalles, la cual él fundó.—Sandoval, («Catálogo de los Obispos», fol. 87), dice: «
edificó la
iglesia de sta. María do Roncesvalles, que había elegido para
su ontlerro.» —El Reino de Navarra, on sus Cortes generales
de Pamplona, en la carta que dirigió al cabildo de Roncosvalles, acerca del cambio de sepultura, le decía: «
edificó esa
igler-ia que V. mere, tienen, y desando otros templos donde
con mayor majestad pudiera ser sepultado, el amor que á esa
Santa Imagen tenia le traxo ahí, y escogió en esas montañas
tan ásperas y retiradas la sepultura para sí y para la reyna su
mujer.»—Y lo mismo afirma el Licdo. Huarte, subprior que era
de la comunidad en dicha época, en varios lugares de sus obra»
manuscritas é intituladas «Silva de la fidelidad del Reino de
Nabarra» ó «Historia de Roncevalles», especialmente en la.
cuarta parte, cap. IV de esta última, donde puede leerse que
«la edificó desde los cimientos».
LA AVALANCHA
'pulcro á éste, acto al que Be invitó al virrey de Navarra,
marqués de la Inojosa, y á las Cortes de este Reino, tuvo
. lugar el lunes 28 de Noviembre de 1622. Quitadas las estatuas del antiguo sepulcro (de las cuales la de la reina
. se inutilizó por lo destruida que estaba, y la del rey se
enterró, y sacada después de muchos años, se halla en la
actualidad bastante deteriorada y guardada en la capilla
de S, Agustín que hay en el claustro) y las losas que debajo de ellas había, se encontraron unas tablas tachonadas y casi consumidas: la que estaba sobre el rey tenía
formada con aquellos clavos !a divisa de la cruz de la
orden de Roncesvalles, que opinan algunos llevó este rey
y sus caballeros en la jornada de las Navas. Eran pocos
los huesos que quedaban del esforzado monarca, y menos
• aún en número y peor conservados los de la reina. Por
las dimensiones de algunos del primero se puede calcular
que su estatura fue" de l l 90 metros, ó algo más. Colocados en una elegante urna dorada, y después de las solemnes exequias en que ofició el ilustre Prior D. Juan Manrique, á las que asistió gran concurso de gente principal,
contándose entre ella cuatro escribanos (sin duda para
dar testimonio), fue conducida dicha urna en hombros
por cuatro canónigos y colocada en el nuevo sepulcro, el
cual, cuando la guerra entre España y Francia, á fines
del siglo XVIII, futí en parte destrozado en lo exteiior,
la estatua de D. Sancho hecha varios pedazos y la iglesia
profanada. No Bufrió idéntica suerte la imagen de Nuestra Señora, porque antes de que llegasen las tropas de la
vecina república fue trasladada, en Julio de 1794, á Villava, y posteriormente á Tafalla, Corel la y Olite, en cuyos puntos la acompañó el cabildo; hasta que pasados
-aquellos calamitosos tiempos fue restaurado el sepulcro
y edificio, reconciliada la iglesia en 28 de Octubre de
1796, y restablecido el culto.
I. IBARBIA.
CUARESMALES
UN CONSEJO AMISTOSO
OMO el comerciante destina tiempo especial del año para el examen ó balance de sus negocios, como el hombre delicado de salud escoge una temporada para robustecer sus fuerzas
con el uso de aires más puros ó de
aguas medicinales, así dispuso la Iglesio, sabia siempre, siempre conocedodora de las necesidades del hombre,
-que hubiese una época señalada de un modo particular
para los negocios del alma. Esta época es la que ahora
nos encontramos, es la santa Cuaresma.
A todos y para todos se dirige hoy mi voz, porque to-dos tenemos alma, para todos hay Dios, á todos aguarda
una eternidad.
Dios, el alma y la eternidad son tres palabras en que
está compendiado el origen, el ser y el destino del hombre. Y el hombre que aprecie en lo que vale la dignidad
de su espíritu racional, los deberes que le impone su fe,
y la suerte que en día no lejano le está reservada, es más
-que un necio, es un pobre loco BÍ mira con indiferencia
• tan importantes asuntos. Hombres del siglo, atareados comerciantes, activos industriales, desvanecidos sabios, damas encopetadas, distraídos obreros, ¿hay Dios, ó no le
hay? ¿Tenéis ó no tenéis alma? ¿Existe ó no existe algo
•después de lo actual? Pensadlo seriamente, porque el
tiempo anda que vuela; y si existe ese algo después de lo
actual, si es cierta esa alma de que os habla !a Religión,
ai es una verdad ese Dios que os ha enseñado, ese algo,
•ese Dios y esa alma son negocios que deben reinar sobre
4odos vuestros negocios; intereses que deben preocuparos
69
más que todos vuestros intereses; ideas que deben sobreponerse á todas las ideas.
Supongo que me lees tú, pobre incrédulo amigo mío»
á quien precisamente por ser incrédulo miro con particular afición. Supongo que me lees cou cierta compasión, f
sonríes, y me dices luego:
—Alto ahí, señor mío; ¿y está bien averiguada, que
digamos, la existencia de estas tres cosas con las cuales
os proponéis meterme el miedo en el cuerpo?
—Sí, amigo mío, tiénenlas por verdades muy averiguadas y muy ciertas, ¿sabes quiénes? todos los que no tienen interéB en que salgan falsas. Afectan dudar de ellas,
¿sabes quiénes? aquellos únicamente á los cuales pudiera
convenir que no fuesen verdaderas. ¿Entiendes, amigo
mío? Pero dado caso que estas verdades no fuesep dogmas sacrosantos de nuestra verdadera Religión, y de toda
religión, aun de !as fingida*; dado caso que no fuesen dogjnas constantes é inalterables de todo el género humano,
menos de unas cuantas docenas de ateos, de conveniencia máB que de convicción; aun cuando fuesen puntos,
cuestionables, sujetos á la discusión y á la duda, te lo
digo con el corazón en la mano, sin ánimo de meterte
miedo, con toda la sinceridad de que soy capaz... todavía
serían cosa aterradora. Y es necedad sobre toda necedad
que camines así adelante, adelante siempre, con los ojos
vendados por la pasión, precipitándote hacia un porvenir
tremendo, jugando á ese azar tu suerte definitiva. Óyeme:
¿eres por ventura positivista?
—Lo soy, y glorióme de ello.
—Pues bien; si eres positivista como dices, supongo
querrás proceder en todos tus negocios con seguridad y
Bentar siempre firme el pie, que ese es el verdadero positivismo.
-Cabal.
—Escucha, pues; cree en Dios; guarda tu alma; prepárate para la eternidad. Porque estas tres cosas te aguardan
á vuelta de unos pocos, pocos años para pegarte tal vez
un desengaño cruel. Si tan positivista fueses, debieras
obrar conforme á ellas, aunque fuesen dudosas. ¡Cuánto
más siendo de infalible certeza! Dentro unos pocos años
nada existirá de lo que te rodea, porque tú no estarás ya
aquí. Otras personas habitarán tu casa, y gozarán de tua
bienes, y contemplarán ese sol que ahora te alumbra y
que á tantos miles de miles antes que á ti ha alumbrado
un momento para verlos desaparecer en seguida. Tu vida
pende de un hilo que puede ser cortado mañana, hoy, en
el momento mismo en que recorren tus ojos estas líneas.
Un paso es, y no más, tu existencia sobre la tierra, y después de este paso... el abismo para los desprevenidos...
sí, porque el solo hecho de hallarte desprevenido te hará
criminal aunque otra cosa no hubiese. Y hay además mucho, muchísimo, ¿no es verdad? Hay, amigo mío, mucho
cieno en un corazón.
—Con que, según eso, sois de parecer que tome otro
camino... ¿La Trapa tal vez? ¿El lúgubre Morir habernos?
—Llenos están los asilos de la penitencia de almas extraviadas á quienes han conducido allá tan serias reflexiones. Mas no, amigo mío, no se te exige tanto. No es indispensable la Trapa; basta... ¿sabes qué? La Cuaresma. Obsérvala bien.
Dime, amigo mío, y no seas bobo. Si ahora, en este
momento, se te intimase sentencia de muerte, ¿no pedirías un plazo para ella? Mira, pues. Decretada te está y el
plazo concedido, pero... tal vez muy breve. El plazo es
por de pronto la Cuaresma del presente año... tal vez no
entera. Con que, piénsalo bien y resuélvete después. Pero
pronto por Dios, porque van á ejecutarte sobre la marchal
Dios, el alma, la eternidad, dime, amigo mío, ¿son
prendas para jugadas á cara ó cruz?—F. S. y 8.
NUESTROS GRABADOS
Puente de hierro sobre el Arga, en Puente la
Reina.—Reproduce nuestra fotografía el puente de hie.
LA AVALANCHA
rro que hace pocos años se construyó sobre el río Arga
«n Puente la Reina, cuya longitud es de 67 metros y 50
. centímetros.
Al fondo aparecen las torres de las iglesias de S. Pedro
y Santiago de aquella villa, la cual se encuentra á loa 29
kilómetros cíe Pamplona.
La iglesia de Templarios de Eunate.—Honramos nuestra revista publicando el precioso estudio que
. sobre La iglesia de Templarios de Éunate ha escrito don
Vicente Lampórez y Romea, erudito y notable arquitecto, profesor de la Escuela especial de Arquitectura y corespondiente de la Real Academia de la Historia.
Lo mucho que sobre asuntos de arte ha escrito dicho señor; aus bellísimas conferencias, encanto de sus
oyentes en ateneos y centros de cultura artística; así como sus profundos conocimientos que de palabra, por escrito y en su práctica profesional tiene demostrados, son
causa de que sus trabajos sean á la vez agradables é instructivos.
El estudio que publicamos tiene especial interés para
nuestros lectores por tratarse de una de las muchas joyas
arquitectónicas que Navarra conserva á través de los
siglos.
Agradecemos al señor Larapórez BU generosa amabilidad al autorizarnos la publicación y facilitarnos los datos gráficos que la ilustran, y hacemos constar juntamente con nuestra gratitud el aplauso entusiasta y sincero
que se merece.
Sepulcro de D. Sancho el Fuerte, en Roncesvalles.—Remitimos á nuestros lectores al artículo que
con este mismo epígrafe insertamos en otro lugar, debido
á la pluma de D. Ignacio Ibarbia y Fernández de Guevara, ilustrado canónigo de la Colegiata de Roncesvalles.
BIBLIOGRAFÍA
A la última novela, Gusarapo, que acaba de publicar
la ya popularíairaa Biblioteca Patria, que tan meritorioa
servicios presta á las letras castellanas, ha puesto un hermoso, prólogo, presentando el autor al público, el ilustre
escritor Josd Zahonero.
Con reproducir algunos párrafos de ese estudio nos
ahorraríamos escribir elogios por nuestra propia cuenta.
Queremos, sin embargo, consignar algo de nuestra cosecha, por obligarnos á ello un indeclinable espíritu de
justicia.
• El autor de Gusarapo es un joven de grandes merecimientos por su constancia en el estudio y el mérito bien
contrastado de sus talentos. Llámase Emilio Román Cortés, y á su esfuerzo personal debe la beca que disfruta
en el Seminario conciliar de Madrid.
Gusarapo es una novela altamente simbólica. Bajo la
amena forma literaria, una bella armazón novelesca que
tiene algo de las viejas fábulas, tan en boga en las letras
modernas, entraña Gusarapo médula filosófica. Por su
cauce artístico corre, bien transparente, una gran cantidad de pensamiento. Tal vez la concepción intelectual de
Gusarapo supere á su complexión novelesca.
No obstante, adviértese en el estilo una pluma suelta,
hábil en el componer, muy ducha en traducir con claridad y artísticamente, por medio de imágenes gráficas,
altas ideas.
Ese primer ensayo de Román Cortea, que lleva el sugestivo título de Gusarapo, aplicado á la estirpe humana,
es una promesa cierta de mejores y más gallardos frutos
que dará esta novelista en ciernes al correr del tiempo.
Se encuentra de venta en todas las librerías de España
y América, al precio de una peseta.
De loa señores D. Manuel Perales Valdés y D. IsaacMartínez, de esta capital, hemos tenido el gusto de recibir un ejemplar del «Anuario comercial ó industrial de
Navarra para 1908».
Este anuario, esmeradamente impreso en la imprenta
de «La Actividad*, es de suma utilidad para nuestros
paisanos. En unas 500 páginas contiene datos preciososacerca de los transportes por ferrocarril, servicio de correos en la provincia, censo de población de Pamplona
clasificado por calles, el de los partidos judiciales de Navarra, y otras notas no menos importantes.
Recomendamos su adquisición.
La Biblioteca «Patria* ha aumentado el número de
sus obras con la linda novelita Los humildes, de la fecunda escritora italiana Grazia Deledda. Acompaña á esta
obrita un interesante prólogo del conocido escritor Ángel
Guerra. Encontrarán los lectores el nuevo libro en las
principales librerías, al precio de una peseta.
AESA REVUELTA
E n honor del Patrono.—Nuestra «Biblioteca Católico-Propagandista» celebró el jueves último la fiesta del
glorioso S. José, con misa y comunión general en la iglesia de las Madres Dominicas.
A todos los que asistieron á estos religiosos actos se les
repartió el interesante folleto titulado «Lourdes y el Pilar», debido á la pluma del distinguido publicista D. José
María Azara.
C o s a s de Galdós.—El inconmensurable Pérez Galdóa, el famoso tendero de novelas, el calumniador del catolicismo, el cual (Pérez Galdóa) no ha logrado, que nosotros sepamos, limpiar su honra de las inmundas manchas
de cieno que tuvo a bien descubrirle el reaccionario Bonafoux, redactor del Heraldo, trata ahora de escribir, con
destino á las escuelas, un compendio de sus Episodios
Nacionales, que según él dice «no tendrá otro mérito que
el despertar la imaginación y el sentimiento de las criaturas hacia la historia de la España contemporánea, en lo
que tiene de noble y de grande, en lo que es metamorfosis de su alma antigua, tradicionalista, despótica, inquisitorial y desastrada, á su alma nueva, liberal, progresiva,
racionalista y democrática».
Lo que es, que España con su alma despótica é inquisitorial tenía inmensas colonias, glorias gigantescas y ningunas deudas; y hoy, con su alma nueva y progresista, ni
tiene colonias ni tiene glorias, pero sí once mil millones
de deuda.
¡Ah, Galdós, Galdós!, limpíate que eatás de huevo.
N a v a r r o fallecido.—En Madrid ha fallecido, confortado con loa santos sacramentos, nuestro distinguido
paisano D. Pedro Artejo Marturet.
Nuestro estimado colega MI Anunciador Ibérico, de Tudéla, escrihe estas líneas hablando de su muerte:
«Se quebranta profundamente nuestro ánimo cada vez
que vemos desaparecer de la estadística de loe vivos uno
de esos seres que nacieron en tudelano, en tudelano vivieron y en tudelano respiraron los actos de su existencia.
D. Pedro Artajo era de ellos.
Ni las ausencias ni las distracciones propias de sus elevados cargos pudieron borrar nunca su amor á la patria
chica. Sentía por Tudela verdadera nostalgia, lo que llaman añoranza. Hablar de Tudela era para nuestro amigo
la más interesante conversación; haber podido estar en
ella, el supremo ideal.
Sin embargo, primero imperiosos cuidados de salud, y
después los altos destinos que desempeñaba con gran
acierto y confianza en las administraciones de laB casas
7
LA AVALANCHA
•dé los duques de Alba y de Tamames, le obligaron á continuada ausericia.
Aun en medio de esta separación daba, á veces, su característica nota popular, rememoraudo hechos sedicentes, episodios y tipos que, autorizados con la firma de
tPeter», refrescaban en la imaginación del lector ráfagas
•copiosas de amenidad y gracejo.»
¡Que Dios acoja en su Beño el alma del distinguido
navarro I
M i s i o n e s e n Pamplona.—Dirigidos por los Padres Anselmo Jauregui y Bartolomé Leceta, de la Compañía de JesÚB, se están celebrando estos días en la iglesia
de S. Nicolás ejercicios espirituales para hombres.
Todas las noches acude un público numerosísimo á escuchar á los ilustrados Padres jesuítas, quienes exponen
las verdades eternas con gran celo y elocuencia.
71
lipe Neri y otraa muchas en los respectivos conventos quo
quedaron desde 1870 en posesión de los Religiosos, en calidad de lugares destinados al culto.
Desde eea fecha, pues, la Coinpaflía de Jeeús, aunque
abandonara el Colegio Romano, pudo conservar como
precioso relicario aquellas tres capillitas, que son visitadas con religioso entusiasmo por los fieles romanos y los
numerosos peregrinos que de todo el mundo acuden á la
Ciudad Eterna.
Pues bien; el Gobierno italiano, olvidando el poco buen
sentido práctico que quedara á IOB mismos corifeos de la
revolución, por fútiles pretextos intenta ahora, como decimos antes, reducir á uso ordiuario aquellas tres capillas.
Antes de decretarse la expoliación que amenaza, ya la
prensa católica de todoa loa países protesta contra aquel
intento de robo sacrilego, y nosotros, corao católicos y
como españoles, desde las columnas de LA AVALANCHA
nos adherimos á la universal protesta.
-swnc—
I n t e n t o sacrilego.—Anuncia la prensa italiana que
el Gobierno de aquella nación, excitado por el clamoreo
de los radicales, intenta consumar un nuevo ultraje á los
• católicos.
Trátase de profanar, reduciendo á uso ordinario, laa
habitaciones, convertidas hoy día en otras tantas capillas,
.santificadas por la inmaculada vida y preciosísima muerte de tres campeones de la virtud cristiana: del Beato Baldinucci, apóstol esclarecido de Italia; de San Juan Berkmans, el héroe de la vida común, y del angélico San Luis
'Qonzaga, el dechado y patrono de la juventud católica.
Cuando la revolución italiaua se apoderó de Roma, los
bienes de los Religiosos siguieron en la Ciudad Eterua la
misma suerte que en los demás países: fueron desamorti-zados, galicismo con que se pretende cohonestar lo que no
es más que un sacrilego robo.
La sed de rapiña de los revolucionarios italianos no
oscureció, empero, totalmente la luz de la humana prudencia, y allí donde vieron algo que ellos mismos no podrían explotar, dejáronlo en posesión desús legítimos
duefios, para aprovecharse indirectamente de su beneficio.
Así sucedió con las celdas arriba mencionadas, como aconteciera igualmente á las de San Joeó de Calasanz, San Fe-
I n d a l e c i o Baquedano.—Ocupándose nuestro querido colega de Zaragoza, El Pilar, del cristiano y generosísimo comportamiento de este católico obrero pamplonés,
dice lo siguiente:
«Muchos habrán visto seguramente la emocionante película cinematográfica que representa un obrero pobre,
sin trabajo y con su hija enferma; que encuentra una
cartera con valores y á pesar de su angustiosa situación
cumple con su deber, haciendo entrega á su legítimo dueño del dinero.
Acaso alguno, al verla, haya pensado (tales son los tiempoB que corremos) en la dificultad de encontrarse con un
caso semejante en la vida real.
Pues bien, ese tal, que llame á eBe obrero anónimo, Indalecio Baquedano, padre de nueve hijos y sin colocación;
que se imagine en aquella cartera 700 pesetas, y tenga por
legítimo dueño de ella á D. Eustaquio Bon, y la ficción
cinematográfica se convertirá en un hecho cierto, ocurrido
en Pamplona en los primeros días tle este mes.
Sí; esos rasgos de honradez existen, pero sólo se encuentran en aquellas almas que aprendieron entre las máximas de su religión que, aun en esta vida, se pierden las
riquezas adquiridas por medios injustos.»
t
t
Don Félix Lazcano yRuiz,
D. MIGUEL LUBELZAIIMUIMIO,
socio da la Biblioteca Catúllco-Propaganlíata.
falleció en Pamplona el 5 de Enero de 1908,
-D.
E. R—
socio 4B la Biblioteca CatúlíGti-Propagandlsta.
falleció en Pamplona el 19 de Marzo de 1908,
—D. E. P.—
-Lo. referida Sociedad y su árgano en
la prensa La Avalancha, ruegan á
los socios, lectores y personas piadosas,
hagan la caridad de encomendarle á
©ios en sus oraciones.
£ a referida Sociedad u su ¿roano en
la prensa La Avalancha, ruegan á
las socios, lectores y personas piadosas,
Hagan la caridad de encomendarle á
©ios en sus oraciones.
Sn Santidad el Papa León XIII, en Breve de IB de Diciembre de 1890, concedió sesonta dias de indulgencia por
reiar oinoo Padrenuestros y Avemarias en lafragiti de lm
almas de loi socios difuntos.
Su Santidad el Papa LoÓn XIII, en Breve de 19 de Diciembre de 1890, concedió sesenta dias de indulgencia por
retar cinco Padrenuestros y Avemarias en sufragíode las
almas de Los socios difuntos.
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