La oración de San Egidio 30/01/2005 - 13/02/2005 http://www.santegidio.org/cast/preghiera 30/01/2005 Liturgia del domingo IV del tiempo ordinario Recuerdo de la muerte de Gandhi. Con él recordamos a todos los que, en nombre de la no-violencia, son obreros de paz. Primera Lectura Sofonías 2,3; 3,12-13 Buscad a Yahveh, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el Día de la cólera de Yahveh. Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yahveh se cobijará el Resto de Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras, y no más se encontrará en su boca lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe. Salmo responsorial Salmo 145 (146) ¡Alaba a Yahveh, alma mía! A Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios. No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar; su soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen. Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios, que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad, hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados. Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos, Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce; 1 Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad. Segunda Lectura Primera Corintios 1,26-31 ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 5,1-12 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegráos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. Homilía Con este domingo empieza la lectura del “Discurso de la Montaña” a la que Mateo quiere dar un realce especial. Jesús sube a un monte, el lugar por excelencia desde donde Dios enseña. El evangelista quiere sugerir un paralelismo con la antigua alianza ratificada en el Sinaí. Jesús tiene ante sus ojos una gran muchedumbre que le seguía desde hacía varios días. Podemos imaginar a Jesús mientras mira a aquellos hombres y a aquellas mujeres: les pregunta, les escucha, ha aprendido el nombre de algunos, pero sobretodo conoce sus preguntas y sus necesidades. Siente compasión por ellos. Mateo apunta que Jesús, viendo aquella gente cansada y extenuada, sube al monte y empieza a hablar. Las primeras palabras son sobre la felicidad. O mejor dicho, sobre quién es feliz. No es un discurso evidente. Jesús quiere proponerles su idea de felicidad, su camino hacia la bienaventuranza. Los salmos habían acostumbrado a los creyentes de Israel al sentido de bienaventuranza: “dichoso el hombre que pone en el Señor su confianza, dichoso el que cura del débil, dichoso el que confía en el Señor”. Ese hombre podía considerarse feliz. Jesús continúa en esta línea y afirma que son dichosos los hombres y las mujeres pobres de espíritu (y no quiere decir ricos de hecho, sino pobres espiritualmente), y también son dichosos los misericordiosos, los afligidos, los mansos, los hambrientos de justicia, los puros de corazón, los perseguidos a causa de la justicia y también los que son insultados y perseguidos a 2 causa de su nombre. Nadie había dicho antes unas palabras parecidas; los discípulos nunca las habían escuchado hasta aquel momento. Y a nosotros que las escuchamos hoy nos parecen muy lejanas. Parecen irreales. Se podría decir también que son bonitas, pero imposibles. Y, sin embargo, no es así para Jesús. Él quiere para nosotros una felicidad verdadera, plena, robusta, que resista a los cambios de humor y que no dependa de los ritmos de la vida o de las exigencias de nuestro bienestar. En realidad, lo que deseamos es vivir un poco mejor, un poco más tranquilos. Y nada más. No deseamos ser “dichosos” realmente. La bienaventuranza se ha convertido en una palabra extraña, excesiva; es una palabra tan fuerte y tan llena que resulta demasiado diferente de nuestras satisfacciones a menudo insignificantes. Esta página evangélica nos arranca de una vida banal y nos conduce hacia una vida llena, hacia una alegría más profunda de la que podemos imaginar. Las bienaventuranzas no son demasiado altas para nosotros, como no lo eran para aquella primera multitud que las escuchó. Tienen un rostro concreto y realmente humano: el rostro de Jesús. Él es el hombre de las bienaventuranzas, el pobre, el manso y el que tiene hambre de justicia, el apasionado y el misericordioso, el hombre perseguido y asesinado. Miremos a este hombre y sigámosle: también nosotros seremos dichosos. ***** 31/01/2005 Memoria de los pobres Recuerdo de Modesta, vagabunda que dejaron morir en la estación Termini de Roma, sin ayuda, porque estaba sucia. Con ella recordamos a todos los sin techo que han muerto. Canto de los Salmos Salmo 42 (43) Hazme justicia, oh Dios, y mi causa defiende contra esta gente sin amor; del hombre falso y fraudulento, líbrame. Tú el Dios de mi refugio: ¿por qué me has rechazado?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte santo, donde tus Moradas. Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Y exultaré, te alabaré a la cítara, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios! 3 Lectura de la Palabra de Dios Marcos 9,30-32 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Jesús reúne a los discípulos y con ellos se dirige hacia Jerusalén. Es la imagen verdadera de cómo cada comunidad cristiana debe cumplir su camino: siempre detrás de su Señor. En esta atmósfera de familiaridad, por segunda vez, Jesús confía a sus discípulos la conclusión de su viaje: primero la muerte y después la resurrección. Los discípulos siguen sin comprender, no porque las palabras no sean claras sino porque sus corazones tienen otras preocupaciones distintas a las del Maestro. Las han escuchado con sus oídos, pero no las han comprendido con el corazón; es decir, no las han entendido con el espíritu que el maestro las ha pronunciado. La Palabra de Dios se tiene que escuchar en un clima de oración y de comunión con el Señor. De otro modo se piensan en la lógica del mundo; se llega a decir que es exagerado, irreal. En cualquier caso, no se acoge lo que Jesús dice y se intenta detener. Pero conocemos la respuesta de Jesús a las reacciones equivocadas de los discípulos: él sigue su camino. Los discípulos prefieren quedarse con sus convicciones, con sus costumbres, y no preguntan nada más. Pero de esa manera permanecen alejados del Señor, de su corazón y de sus preocupaciones. ***** 01/02/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Salmo 43 (44) Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres, la obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos, y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos; no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas. Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob; por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores. 4 No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor; que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de vergüenza a nuestros enemigos; en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin cesar. Pausa. Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas, nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos saquean a placer. Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los pueblos nos has desperdigado; vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio. De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes; mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos. Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi semblante, bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y la venganza. Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza. ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado nuestros pasos tu sendero, para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte! Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos hacia un dios extranjero, ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los secretos? Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata. ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre! ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria? Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre. ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor! 5 Lectura de la Palabra de Dios Marcos 9,33-37 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» Una vez en casa, alejados de la multitud, Jesús ayuda a sus discípulos a entender la distancia que les separa de él y de su Evangelio. Estaba mucho más angustiado que ellos por la muerte que le esperaba, pero ellos, más llenos de miedo por ellos mismos que por el maestro, discuten sobre quien debía ser el primero en el reino que se había de instaurar. Pero Jesús no les riñe por su mezquindad, aunque tengan de qué avergonzarse. Casi se pone al nivel de ellos y acepta el deseo que tienen de ser los primeros, pero le da la vuelta: en la comunidad cristiana, el primero es el que sirve. Este pensamiento de Jesús sobre la primacía del servicio aparece cinco veces en los Evangelios. Dicho esto, Jesús toma a un niño, lo puso en medio de ellos y le estrechó entre sus brazos. No se trata sólo de ponerlo en el centro físico. Los pequeños y los débiles deben estar en el centro, es decir, en el corazón mismo de la comunidad cristiana. En ellos está el Señor, como también está en los pobres, en los encarcelados, en los hambrientos y en los enfermos. El que a uno de ellos acoge, acoge al mismo Dios y será salvado. ***** 02/02/2005 Memoria de los santos y de los profetas Fiesta de la presentación de Jesús en el Templo. Recuerdo de los dos ancianos, Simeón y Ana, que esperaban con fe al Señor. Oración por los ancianos. Recuerdo del centurión Cornelio, primer pagano convertido y bautizado por Pedro. Lectura de la Palabra de Dios Lucas 2,22-40 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones , conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles 6 y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Después de la parábola del sembrador, el evangelista presenta la de la cizaña. También ella requiere amplitud de corazón para comprenderla y acogerla. Un campesino ve crecer en su campo, además del trigo que había sembrado, también cizaña, introducida evidentemente por su enemigo. Los siervos piden al dueño poder cortarla, pero él se lo impide no sea que se corte, por error, también el trigo. Y dice que sólo en el momento de la cosecha se dividirá uno de la otra. Quizá esta parábola ha sido decisiva en algunos momentos históricos, mayoritariamente cuando los hombres religiosos, viendo amenazados los derechos de la verdad, sentían vivamente la exigencia de defenderla. Se puede decir que en una larga historia de cruzadas y de guerras de religión llevadas a cabo por los cristianos, éstos han encontrado en la parábola de la cizaña un obstáculo capaz de inducir a la reflexión, a repensar y a dudar sobre sus decisiones de guerra. De hecho, el dueño del campo tiene un comportamiento muy singular. Se da cuenta del daño que ha hecho su enemigo, pero no ordena cortar la hierba mala desde el inicio. Es más, la deja crecer junto al trigo. La justicia del hombre debe detenerse ante el misterio de la misericordia de Dios que ve mucho más allá. Estas palabras evangélicas sugieren superar aquellas convicciones de que hay que abatir y eliminar al enemigo. En todo caso, hay que detener al enemigo, y posiblemente cambiarlo. El Evangelio puede tocar el corazón de todos y cambiar la vida. ***** 03/02/2005 Memoria de la Iglesia Canto de los Salmos Salmo 44 (45) Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz. Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre. 7 Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo, en tu gloria y tu esplendor marcha, cabalga, por la causa de la verdad, de la piedad, de la justicia. ¡Tensa la cuerda en el arco, que hace terrible tu derecha! Agudas son tus flechas, bajo tus pies están los pueblos, desmaya el corazón de los enemigos del rey. Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros; mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean. Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina, con el oro de Ofir. Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate ante él! La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante. Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas; entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey. En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra. ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos! Lectura de la Palabra de Dios Marcos 9,38-41 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» 8 Relatando el episodio del sanador “ajeno” al grupo, Marcos se une a una tradición única en su género. Jesús se muestra como un maestro absolutamente tolerante; no sólo no se encierra dentro de su grupo sino que exige a los suyos que no sigan un espíritu sectario. Quien hace el bien, pertenezca al grupo que pertenezca, es aceptado por Dios. Las palabras que dice a los discípulos: “el que no está contra nosotros, está por nosotros”, son una reserva de sabiduría y una gran ayuda para abrir el corazón. Esta página evangélica resuena especialmente actual en nuestro mundo contemporáneo, mientras asistimos al resurgir de muros y barreras étnicas. El Evangelio ayuda a comprender y a reconocer todo lo bueno y precioso que hay en el mundo. Y exhorta a los discípulos para que sepan apreciarlo. Por lo demás, la página del Evangelio de Mateo que narra el juicio final dice con claridad que quien obra con caridad, aunque sólo sea ofreciendo un vaso de agua, viene de Dios y hacia él camina. El Evangelio no separa a los hombres, los conduce a la profundidad de su corazón para ver en todos el destello de Dios: el amor. ***** 04/02/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Marcos 9,42-50 «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.» El Evangelio es severísimo con quien tienta o pone en peligro la fe de los pequeños, con quien escandaliza a los pobres (“escandalizar” quiere decir “hacer tropezar”), con quien niega la ayuda a quien tiene necesidad. Jesús llega a decir que sería mejor para él atarse al cuello una piedra de molino y tirarse al mar. La misma severidad pide el Evangelio hacia nosotros mismos. En general sucede lo contrario: somos duros con los demás e indulgentes con nosotros mismos; estamos siempre dispuestos para acusar a los demás y más que solícitos para excusar nuestros errores; o, como se dice en otra página evangélica, preparados para ver la paja en el ojo ajeno y no reconocer la viga que está en el nuestro. La severidad de Jesús al afirmar que es mejor cortarse la mano o el pie antes que escandalizar indica los cortes que debemos hacer al amor por nosotros mismos para estar preparados para amar a los demás. El Evangelio implica 9 siempre la renuncia al mal, a las maldades, al egoísmo. Pero el Evangelio no es solo renuncia. Es antes que nada “tener sal” en nosotros mismos. Es como decir que debemos modelar nuestra vida cada vez más conforme al Evangelio. ***** 05/02/2005 Vigilia del domingo Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,1-12 Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.» Con este párrafo inicia una nueva sección del Evangelio de Marcos. El viaje a Jerusalén prosigue y el evangelista hace que el grupo llegue a la región de Judea, en el territorio a oriente del Jordán. Jesús, siempre rodeado por una gran muchedumbre, comienza a tratar algunas cuestiones importantes para la vida de la comunidad cristiana. La primera cuestión tiene que ver con el matrimonio y el mandamiento para los cónyuges de ser fieles de por vida. Jesús, superando las consideraciones de los fariseos, que querían que cayera en error, interpreta las palabras de Moisés diciendo que aquella concesión que había hecho nacía de la dureza del pueblo de Israel. Al inicio no era así, cuando Dios dijo: “no es bueno que el hombre esté solo”. Estas palabras, más allá de la “casuística” que poco interesa a Jesús, sugieren la vocación originaria a la comunión que el Señor ha grabado en el corazón de cada hombre y cada mujer. Y es en este horizonte de amor donde debe insertarse el matrimonio: el hombre y la mujer, cuando se unen en matrimonio, están llamados a una comunión profunda, a formar “una sola carne”. Sin este ideal de amor difícilmente es comprensible el matrimonio, que en la Escritura es evocado con frecuencia para explicar el amor de Dios por su pueblo. ***** 10 06/02/2005 Liturgia del domingo V del tiempo ordinario Primera Lectura Isaías 58,7-10 ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: "Aquí estoy." Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Salmo responsorial Salmo 111 (112) ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos. Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece. En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo. Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos. No, no será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo; no tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor. Lo ve el impío y se enfurece, rechinando sus dientes, se consume. El afán de los impíos se pierde. 11 Segunda Lectura Primera Corintios 2,1-5 Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 5,13-16 «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Homilía Jesús dice a sus discípulos que son sal de la tierra y luz del mundo. Estamos aún al comienzo de la predicación evangélica, y, sin duda alguna, los discípulos no pueden vanagloriarse de una conducta ejemplar de “hombres de las bienaventuranzas”. Sin embargo, Jesús insiste: “Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?” En esta pregunta hay escondida una petición de responsabilidad. Parece como si Jesús nos dijera: “Sólo os tengo a vosotros para el anuncio del Evangelio”, o bien: “Si vuestro comportamiento es insípido y sin gusto, ¿cómo voy a proclamar el anuncio evangélico?” Es lo que sucede si se enciende una lámpara y la ponemos debajo del celemín (a veces, una vez bocabajo, servía también de mesilla). En ese caso tampoco hay remedio, la oscuridad permanece. Todo esto no era verdad sólo entonces, también lo es hoy. La función de ser sal de la tierra y luz del mundo no puede ser desatendida. Ante estas palabras cada uno sabe bien que es una pobre persona. Verdaderamente somos poca cosa, respecto a la tarea que se nos ha asignado y a la bienaventuranza que hemos escuchado la semana pasada. ¿Cómo es posible ser sal y luz? ¿No estamos todos por debajo de la suficiencia? Pero el Evangelio insiste: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Es verdad, no lo somos por nosotros mismos, sino sólo si permanecemos unidos a la verdadera sal y a la verdadera luz: Jesús de Nazaret. La luz no viene de nuestras dotes personales. El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, recuerda que él no se presentó en medio de ellos con sublimidad de palabras: “Me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso”. Sin embargo, a pesar de la debilidad, de la timidez y el temblor, defiende la honestidad de su ministerio: “No quise saber entre vosotros sino Jesucristo, y éste crucificado”. La debilidad del apóstol no oscurece la luz del anuncio, no disminuye la fuerza de la predicación y del testimonio; al contrario, es un pilar y da la razón de ello: “para que vuestra fe se fundase, no en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.” En estas palabras hay un profundo sentido de liberación. Los discípulos de Jesús, a diferencia de lo que sucede entre los hombres, no están condenados a esconder delante de Dios su debilidad y su miseria. Estas no atentan contra el poder de Dios, no lo cancelan, en todo caso lo exaltan, convencidos que: “llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Cor 4, 7). El primero en no avergonzarse de nuestra debilidad es el Señor; su luz no se atenúa por nuestras 12 tinieblas. No hay ningún desprecio al hombre de parte del Evangelio; no hay ninguna antipatía de parte del Señor. Pablo añade: “El que se gloríe, gloríese en el Señor”; nuestro gloriarnos no es nunca para nosotros mismos. La gracia de Dios resplandece en nuestra debilidad; no podemos apropiarnos de ella, nos supera siempre y no nos abandona. Añade el Evangelio: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Es la invitación que el Señor nos hace para que nos convirtamos en trabajadores del Evangelio. Y el profeta explica lo que significa esto: “¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?”. La luz del Señor es la caridad. Ella se dirige sobre todo hacia los pobres y los débiles, y al mismo tiempo no se olvida de quien tenemos cerca. Sólo entonces -añade el profeta- “resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía”. ***** 07/02/2005 Memoria de los pobres 7 de febrero de 1968: recuerdo de los comienzos de la Comunidad de Sant’Egidio. Un grupo de estudiantes de un instituto de Roma comenzó a reunirse alrededor del Evangelio y del amor por los pobres. Agradecimiento al Señor por el don de la Comunidad. Canto de los Salmos Salmo 45 (46) Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto. Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares, aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a su ímpetu. (¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!) Pausa. ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre al llegar la mañana. Braman las naciones, se tambalean los reinos, lanza él su voz, la tierra se derrite. ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa. Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores. Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos. 13 "¡Basta ya; sabed que yo soy Dios, excelso sobre las naciones, sobre la tierra excelso!" ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa. Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,13-16 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos. La escena narrada por Marcos muestra la atención y la ternura de Jesús hacia los niños: tocarles significa bendecirles con la imposición de las manos. En los niños que acuden podemos reconocer a los millones de niños que no saben donde ir y no son ni bendecidos ni acariciados por nadie. Quien se acerca a ellos como Jesús, para ayudarles, para hacerles crecer, para defenderles, recibirá una gran recompensa. Es una llamada urgente también a las comunidades cristianas para que tomen en serio a los niños, especialmente a los que están abandonados. Y Jesús, como si quisiera mostrar un lazo especial, toma a los niños como ejemplo para ser sus discípulos: “el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él”. Es una enseñanza central en las páginas evangélicas. Más veces se repite este concepto. Jesús dice a Nicodemo: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Llegar a ser como niños significa la total dependencia del discípulo de Dios, al igual que un niño depende en todo del padre. El discípulo es ante todo un hijo que todo lo recibe del Padre. Este es el convencimiento que sustancia el ser discípulo. ***** 08/02/2005 Memoria de la Madre del Señor Canto de los Salmos Salmo 46 (47) ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría! Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda. El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo nuestros pies; él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado. 14 Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta: ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad! Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza! Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono. Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham. Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente excelso. Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,17-27 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.» Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.» Esta página evangélica es una de las páginas que han marcado los primeros pasos de la fe de muchos hombres y muchas mujeres. Resuena fuerte también para nuestra generación que acaba de entrar en el tercer milenio. Muchas personas “corren” hacia alguien que pueda dar felicidad o que sepa indicar el camino. El hombre del que habla el Evangelio, después de correr a su encuentro, se arrodilla delante de Jesús, y le llama “bueno”. Jesús le corrige enseguida, respondiendo que sólo Dios es bueno, ridiculizando así nuestra pretensión de sentirnos buenos para no cambiar el corazón y la vida. Aquel hombre, de hecho, había observado todos los mandamientos. Y podía estar satisfecho. Seguramente mucho más que nosotros. Pero el problema no es estar satisfecho, sino más bien seguir al Señor con radicalidad y decisión. Jesús, cada día, sigue “fijando con amor la mirada” sobre nosotros para que no nos aferremos a las numerosas riquezas que hemos acumulado y que pesan y ralentizan el seguimiento del Evangelio. La única riqueza verdadera por la que vale la pena vivir es ser discípulos de 15 Jesús. Aquel hombre, eligiendo las riquezas, se fue triste perdiendo la única riqueza verdadera que no perece y que nadie puede quitarnos, ni siquiera la muerte. ***** 09/02/2005 Miércoles de ceniza Miércoles de ceniza Canto de los Salmos Salmo 47 (48) Grande es Yahveh, y muy digno de loa en la ciudad de nuestro Dios; su monte santo, de gallarda esbeltez, es la alegría de toda la tierra; el monte Sión, confín del Norte, la ciudad del gran Rey: Dios, desde sus palacios, se ha revelado como baluarte. He aquí que los reyes se habían aliado, irrumpían a una; apenas vieron, de golpe estupefactos, aterrados, huyeron en tropel. Allí un temblor les invadió, espasmos como de mujer en parto, tal el viento del este que destroza los navíos de Tarsis. Como habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Yahveh Sebaot, en la ciudad de nuestro Dios, que Dios afirmó para siempre. Pausa. Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo; ¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza hasta los confines de la tierra! De justicia está llena tu diestra, el monte Sión se regocija, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios. Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella, enumerad sus torres; grabad en vuestros corazones sus murallas, recorred sus palacios; para contar a la edad venidera 16 que así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos, aquel que nos conduce. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 6,1-6.16-18 «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Homilía “Este es el tiempo del retorno” canta la liturgia al comienzo de la Cuaresma. La ceniza que se impone hoy sobre nuestra cabeza nos recuerda nuestra fragilidad. Pero no para entristecernos. De hecho, el Señor no se avergüenza de nuestra fragilidad. Al contrario, la ama y la quiere salvar. Por eso nos pide hoy volver a Él de todo corazón: quien vuelva encontrará a un Padre que lo abraza con amor infinito. Las palabras del Evangelio son una invitación a vivir la fe en el Señor sin medirla a partir de gestos o actitudes exteriores, ni valorarla con la medida del juicio de la gente, sino convirtiendo nuestro corazón a Él. El Evangelio de Jesús no quiere abolir la ley, “la lleva a cumplimiento”. Y la ley se cumple cuando se regresa al corazón, al sentido profundo de la limosna, de la oración y del ayuno. Volver al Señor es despojarnos de nuestras seguridades, de las muchas reglas que nos dictamos y de las muchas leyes que encontramos, para buscar al Señor y escuchar su Palabra. Sólo así, viviendo el ayuno del corazón, nos encontraremos a nosotros mismos y aprenderemos a seguir al Señor hasta los días de la Pasión y la Resurrección. ***** 17 10/02/2005 Memoria de los santos y de los profetas Recuerdo de santa Escolástica (480 c.-547 c.), hermana de san Benito. Con ella recordamos a las ermitañas, a las monjas y a las mujeres que siguen al Señor. Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,28-31 Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros.» Las palabras de Pedro, que se hizo portavoz de los demás, provocan una conducta opuesta a la del hombre rico que se alejó triste de Jesús para conservar sus riquezas. En efecto, los discípulos han dejado todo lo que tenían y le han seguido. Pero ¿se trata sólo de una elección de sacrificio? No, afirma Jesús con claridad. Él no quiere el sacrificio por el sacrificio. Además dice en otra parte: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Para los discípulos, Jesús quiere una vida llena de sentido. Y, con la respuesta Pedro, muestra la riqueza que recibe quien deja todo por seguirle. Este recibirá el ciento por uno ahora, en esta vida (junto a persecuciones, y Jesús no deja de remarcarlo); y su plenitud en el futuro. El ciento por uno que el Señor da a los discípulos es la riqueza y la dulzura de la comunidad cristiana. La comunidad es para todos los discípulos, madre, hermano, hermana, casa. Y esta nueva fraternidad que nace de la escucha de la Palabra de Dios jamás tendrá fin. Ni siquiera la muerte podrá destruirla. Es la semilla del reino de Dios en la tierra. Por esto Jesús dice: “El reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc 17,21). ***** 11/02/2005 Memoria de Jesús crucificado Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,32-34 Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará.» 18 Marcos recuerda que Jesús está caminando con los discípulos hacia Jerusalén. Ahora la meta está próxima. Una vez más, habla de la pasión, muerte y resurrección que le esperan en la ciudad santa. Es la tercera vez que Jesús confía a los discípulos estas cosas. Tres veces, para mostrar que es un pensamiento que le acompaña siempre; en realidad para ello había venido. ¡Cuántas veces confía que está esperando su hora!. Los que le rodean tienen miedo, también porque ya no están lejos de Jerusalén. Evidentemente empiezan a comprender los riesgos que también corren ellos. Jesús, en realidad, no sólo no se echa atrás, sino que explica con detalle a sus discípulos lo que le espera, subrayando que será entregado a los sacerdotes que a su vez le entregarán a los romanos para conducirle a la muerte. Jesús acepta obediente esta consigna. El amor por el Evangelio y por los discípulos es más fuerte que el amor por su misma vida. Jesús lo dirá el mismo día de Pascua también a los dos de Emaús: “¿No era necesario que el Cristo padeciera para entrar así en su gloria?” Bienaventurados seremos nosotros si nos dejamos tocar el corazón por este amor, no nos separaremos de él nunca más. ***** 12/02/2005 Vigilia del domingo Lectura de la Palabra de Dios Marcos 10,35-45 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» La petición de los dos discípulos está en estridente contraste con lo que Jesús acaba de decir. El amor por sí mismos (la filautía, como dicen los Padres) nos hace sordos y duros de corazón. La petición de los dos hermanos, discípulos de la primera hora, parece tener buenas motivaciones. Ellos no quieren sólo honor, sino también un poder efectivo. ¡En realidad, en la última hora serán dos ladrones los que estarán a la 19 derecha y a la izquierda de Jesús! El bautismo que Jesús debe recibir es la inmersión plena en la muerte, el descenso a los infiernos, es decir, al más profundo y dramático dolor humano. Es el camino que le ha sido trazado por el Padre. Los dos discípulos estaban razonando según la lógica del mundo. No es suficiente formar parte de los suyos, no es suficiente dejarlo todo, es necesario seguir convirtiendo cada día nuestro corazón. Y Jesús interviene rápidamente en la disputa surgida entre los discípulos, una disputa que les hace símiles al mundo. Con decisión Jesús les dice: “Pero no ha de ser así entre vosotros”. Su camino es opuesto al del mundo y lo muestra con su mismo ejemplo: “el Hijo del hombre, no ha venido a ser servido, sino a servir”. ***** 13/02/2005 Liturgia del domingo I de Cuaresma Primera Lectura Génesis 2,7-9; 3,1-7 Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?" Respondió la mujer a la serpiente: "Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte." Replicó la serpiente a la mujer: "De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal." Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. Salmo responsorial Salmo 50 (51) Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas. 20 Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre. Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría. Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú. Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas. Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu. Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame; enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia; abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias. ¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén! Entonces te agradarán los sacrificios justos, - holocausto y oblación entera se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos. Segunda Lectura Romanos 5,12-19 Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley; con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir... Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos! Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un 21 solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo! Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos. Lectura de la Palabra de Dios Mateo 4,1-11 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían. Homilía La celebración del miércoles de ceniza ha abierto la cuaresma; un tiempo de cuarenta días que prepara la Pascua. La hemos comenzado el “miércoles de ceniza”, es decir, a partir de nuestra debilidad. La vida de cada uno de nosotros es verdaderamente como polvo. Es polvo nuestro orgullo, es polvo nuestra arrogancia, es polvo nuestro deseo de prevalecer, es polvo nuestro sentirnos tranquilos, es polvo nuestra seguridad, es polvo nuestro protagonismo, es polvo nuestro afanarnos. Y aun así este polvo ha sido elegido por Dios y es amado por Él, hasta darle vida. Y el Señor lleva al hombre al jardín que había plantado. Esta era la voluntad del Señor: que todos vivieran en un jardín florido. Pero el hombre no ha escuchado la Palabra de Dios, prefiriendo la palabra engañosa y embaucadora de la serpiente. Así perdió aquel jardín y habitó en un desierto. La narración bíblica no queda relegada al origen del mundo; es la historia de los hombres de todo tiempo. El jardín de la vida se trasforma en desierto cuando el hombre prefiere escuchar otras voces en vez de la Dios. El mundo, nuestras ciudades, nuestros corazones, son muchas veces similares a un desierto porque preferimos el hechizo de la serpiente a la Palabra de Dios. De esta manera nos encontramos desnudos de afecto, desnudos de amistad, desnudos de dignidad. Y, como hicieron Eva y Adán, cada uno acusa al otro de salvarse a si mismo. Cuando no se escucha al Señor, hasta los más íntimos se convierten en enemigos entre ellos. Y la vida se convierte en un desierto dominado por el antiguo tentador. Él continua empujando a los hombres a escucharse a si mismos más que al Señor, a acusarse entre ellos más que a quererse. Pero en este desierto ha venido Jesús. Ha entrado para mostrarnos hasta donde llega su amor. Aquí Él, como nosotros, se somete a las tentaciones. El Evangelio señala tres, de las que la primera es la del pan. Y llega en el momento propicio, cuando Jesús después de cuarenta días de ayuno está extenuado por el hambre. Ahí se puede leer la tentación de satisfacerse sólo a uno mismo y al propio bienestar. Jesús, debilitado por 22 el ayuno, tiene motivos más que suficientes para ceder a las insinuaciones del tentador. Pero responde con la única verdadera fuerza del hombre, la de la Palabra de Dios. Sólo ella derrota la búsqueda del bienestar para nosotros mismos. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt 4,4). Después, el diablo lleva a Jesús sobre el alero del templo y lo desafía: “Tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te protegerán”. Es la tentación del protagonista que no se ve más que a sí mismo y pretende que todo esté centrado en él, que todos, hasta los ángeles, giren a su alrededor. Al final está la tentación del poder: “Todo esto te daré” dice el diablo a Jesús mientras desde un monte le muestra la extensión de la tierra. Pero Jesús proclama su libertad del poder afirmando que sólo se postra delante de Dios. “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.” ¡Cuántas veces se ha creído poder utilizar las cosas, acabando después siendo esclavo de ellas! En el desierto, dominado por las palabras engañosas del antiguo tentador, Jesús reafirma en toda ocasión: “Está escrito…”. Es con el Evangelio, continuamente repropuesto, como Jesús vence las tentaciones y aleja el diablo: “¡Apártate, Satanás!“ Y aquel desierto se transforma en un jardín de vida. Jesús ya no está más solo ni abandonado al hambre y a la aridez. Llegan los ángeles, se acercan a él y le sirven. El desierto se puebla de consolación, de amor y de solidaridad; de hombres y mujeres que, como ángeles, se acercan a los débiles y a los pobres para servirles. 23