Aznalcóllar: Domingo de Ramos 22 de marzo de 1937

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Capitán Yáñez-Barnuevo, alma de la
resistencia gubernamental en Cádiz
E
Jesús Narciso Núñez Calvo
n Cádiz, al contrario del resto de Andalucía occidental, donde también triunfó
enseguida la sublevación, la faceta más sangrienta de la maquinaria represiva
institucional —los fusilamientos— no comenzó a funcionar hasta el 6 de agosto de
1936. Dicha fecha no fue caprichosa, sino fruto de la impaciente espera del general Gonzalo
Queipo de Llano Sierra a que el general José Enrique Varela Iglesias se marchase de Cádiz.
Desde entonces y por la Auditoría de Guerra de Sevilla,
tal y como denunció por escrito el 28 de mayo de 1937 el fiscal de
la Audiencia de Cádiz, Felipe Rodríguez Franco, se marcaron las
líneas de la represión ejercida por los consejos de guerra
sumarísimos de urgencia. Las definió como «monstruosidad
jurídica» ya que según las instrucciones recibidas, debía
determinarse «en el acto del juicio oral, por la impresión que en
el Tribunal produjese la cara de los procesados, quienes debían
ser condenados y quienes absueltos» e incluso a priori por
ejemplo «el porcentaje aproximado que debían conseguirse entre
las distintas penas que dictara el Consejo».
Tras el fin en la mañana del 19 de julio de la resistencia
gubernamental en Cádiz, se inició la detención de quienes se encontraban en el Gobierno
Civil, entre los que estaban el gobernador, Mariano Zapico Menéndez-Valdés; el teniente
coronel jefe de la Comandancia de Carabineros, Leoncio Jaso Paz; el comisario jefe provincial
de Policía, Adolfo de la Calle Alonso, y el capitán jefe de la Guardia de Asalto, Antonio YáñezBarnuevo de la Milla.
Todos ellos fueron acusados del incongruente delito de rebelión militar al oponerse a
la sublevación, excepto el comisario, quien tras ser avalado en su oscuro doble juego por el
propio gobernador militar de Cádiz, general José López-Pinto Berizo, fue puesto en libertad y
nombrado delegado de orden público. En cambio el joven capitán Yáñez-Barnuevo fue leal
hasta la última gota de su sangre al Gobierno de la República, que no tardó en derramar.
Jefe de la Guardia de Asalto de Cádiz
La verdad es que no ha quedado, o mejor dicho, no han dejado mucho rastro documental en
los archivos históricos oficiales, ya que consultada su hoja de servicios en el que tiene el
Ejército en Segovia, sólo constan unas notas del periodo 1927-1935. Menos información
contiene el que tiene en Madrid el Cuerpo Nacional de Policía, donde sólo obra una carpeta
con su nombre pero completamente vacía.
Entre los pocos documentos localizados, la paciente lectura de los diarios oficiales y
los datos facilitados por sus familiares, se sabe que era soltero y había nacido el 6 de enero de
1903 en la localidad sevillana de El Saucejo, así como que ingresó en el servicio el 21 de abril
Jesús N. Núñez Calvo
de 1922 y obtuvo el empleo de teniente de Artillería el 10 de julio de 1926, habiendo estado
destinado en el 11.º Regimiento de Artillería ligera de Burgos y el 1. er Regimiento de Artillería
a pié de Mérida, donde fue separado gubernativamente junto a centenares de jefes y oficiales
de Artillería tras el fracaso del movimiento liderado el 29 de enero de 1929 por el expresidente
del Gobierno José Sánchez Guerra contra la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera y
Orbaneja.
El 8 febrero de 1930 se le concedió junto a sus demás compañeros el reingreso tras la
amnistía que decretó el nuevo Gobierno del general Dámaso Berenguer Fusté, siendo
destinado al Regimiento de Artillería de Costa n.º 1 de Cádiz. Tras la proclamación de la 2.ª
República prestó, al igual que el resto de los militares que continuaron en activo, la promesa
de adhesión y fidelidad a la misma.
En mayo de 1932 pasó a la recién creada Guardia de Asalto (cuerpo de policía
uniformada, antecedente histórico de la Policía Armada y posterior Policía Nacional)
prestando sus servicios en Madrid, Málaga y Sevilla hasta que tras ascender a capitán fue
destinado el 14 de junio de 1936 a mandar la Guardia de Asalto de Cádiz, por lo que llevaba
tres semanas en nuestra ciudad cuando se produjo la sublevación.
El 18 de julio de 1936
En aquella calurosa jornada el capitán Yáñez-Barnuevo se convirtió en el principal hombre de
confianza de Zapico y el más activo opositor al movimiento faccioso en Cádiz. Entre otros
hechos, procedió personalmente junto a sus guardias, a la detención del capitán Julio
Almansa Díaz y del teniente Joaquín Rodríguez Llanos, así como de varios soldados del
Regimiento de Infantería n.º 33 de Cádiz cuando intentaban incorporarse al mismo,
trasladándolos al Gobierno Civil.
En el cuartel dejó a su teniente Carlos Díaz Domínguez y a otros guardias en los que no
tenía confianza según manifestó al propio gobernador, presagio que se confirmaría.
Con aquellos de sus hombres que consideró más leales organizó y dirigió pistola en
mano la defensa del edificio, contando con el apoyo de unos cuatrocientos miembros del
Frente Popular, parte de los cuales armó con las de sus guardias, sufriendo los atacantes un
muerto y cuatro heridos.
Tras la rendición del Gobierno Civil sobre las siete de la mañana siguiente, al llegar al
puerto los Regulares de Ceuta, fue detenido e ingresado en el castillo de Santa Catalina. El 22
de julio se le incoó juicio sumarísimo n.º 82 junto a Zapico, Jaso y el oficial de Telégrafos Luis
Parrilla Asensio, siendo juez instructor el comandante de Infantería Joaquín Camarero
Arrieta.
Durante el proceso el capitán Almansa declaró sobre Yáñez-Barnuevo «que este señor
fue el alma de la resistencia» y el teniente Rodríguez que «el capitán de Asalto tomó parte
activísima en la defensa del Gobierno dando armas a los marxistas ordenando que fuesen a
ocupar sus puestos y que economizasen municiones».
El fiscal de la Auditoría de Guerra de Sevilla, que apreció la agravante de
«perversidad», solicitó en sus conclusiones provisionales la pena de muerte para todos los
procesados, mientras que el defensor de oficio que se les nombró, comandante de Infantería
Tomás Sevillano Cousilla, a quien sólo se le dio tres horas para estudiar el caso, solicitó la
libertad.
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Capitán Yáñez-Barnuevo, alma de la resistencia gubernamental en Cádiz
Condena a muerte y ejecución
El 4 de agosto, con el general Varela fuera de Cádiz, Queipo de Llano ordenó la celebración
del consejo de guerra, designando presidente al coronel Juan Herrera Malaguilla, jefe del
Regimiento de Infantería Cádiz n.º 33, y como vocales a los coroneles Pedro Jevenois
Labernade, jefe del Regimiento de Artillería de Costa de Cádiz n.º 1; Julián Yuste Segura,
director de la Escuela de Tiro de Costa de Cádiz; José Solís Ibáñez, jefe del Regimiento de
Infantería Granada n.º 6, y José Alonso de la Espina, jefe del Regimiento de Caballería Taxdir
n.º 7; así como al teniente coronel Rafael Peñuela Guerra, también del de Costa n.º 1. El vocal
ponente y el fiscal fueron los auditores de brigada Felipe Acedo Colunga y Eduardo Jiménez
Quintanilla, ambos procedentes de Sevilla.
El acto se celebró en la sala de banderas del Regimiento de Costa n.º 1, a las once
horas del día siguiente, dictándose seguidamente sentencia condenatoria —que destacó la
entusiasta resistencia del capitán de Asalto— siendo inmediatamente aprobada por Queipo de
Llano.
A las cinco y media de la tarde del 6 de agosto de 1936, Yáñez-Barnuevo fue fusilado
en el castillo de San Sebastián junto a Zapico, Jaso y Parrilla por tropas del Grupo de Fuerzas
Regulares Indígenas n.º 2 de Melilla. Irónicamente, días después de ser enterrados en el
cementerio de San José, siguieron incorporándose a la causa pruebas solicitadas
anteriormente por su defensa.
Durante muchos años, los familiares del capitán cerraron en señal de dolor cada 6 de
agosto todas las persianas de su casa y hoy día siguen conservando como una reliquia la carta
que escribió minutos antes de ser fusilado y donde decía «tengo fe en que no pasaré a la paz
eterna sino a otra vida más humana y justa».
(Artículo publicado en Diario de Cádiz el 18 de julio de 2003, pág. 14).
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