Estudio 589

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IGLESIA CRISTIANA MEGA ZOE
PASTORA EDITH CRUZ
ESTUDIO BÍBLICO #589(antes) 325 - IGLESIA EN LAS CASAS
SEMANA DEL 28 DE ABRIL @ 4 DE MAYO DE 2009
Tema: “Promesas para el Justo” Salmos 92:12-15
Tengo fe que en nuestra vejez diremos: “Jehová mi fortaleza es recto y en Él no hay injusticia.” Si vamos a
las Escrituras a estos versículos del Salmo 92 vemos que hay cientos de promesas, pero a veces por estar en el afán
del día no estudiamos la Palabra de Dios, la cual nos conviene porque es espiritual.
Si hay bendiciones para mí, ¿porque no obtenerlas? Si para mi vida hay abundancia, ¿por qué no recibirla y
participar con gozo de ella? Sucede que no se recibe por la falta de fe. No se le cree a quien hay que creerle, a
Dios. Es más fácil creerle al hijo o a alguien que está a nuestro lado que creerle al Señor. Por eso, cuando estamos
en medio de la prueba o nos llega la tentación, parece como si el mundo se nos cayera encima. Se piensa que es el
fin y decimos: “Esto es demasiado, no vuelvo a la iglesia.” Pensamos que se nos acabó la vida y entonces a huir.
Nos encontramos cargados y oprimidos en el momento difícil que estamos pasando. Se nos cambia hasta la forma
de hablar. Pero hermano, no es nada raro, ni nuevo. Pasamos por dificultades y por problemas porque eso es parte
de la vida. 1 Pedro 4: 12 Pero escucha, hay una serie de promesas que Dios nos ha dado para vivir una vida amplia.
Primeramente, debemos entender y tener cuidado con lo que la boca habla. Lo que se confiesa con la boca
enlaza y amarra a las personas para bien o para mal. Se dice: “¡Tengo tantos problemas que me voy a volver
loco!” Cuida tu boca de esas confesiones tan negativas. En Mateo 12:37 Jesús dice claramente que por nuestras
palabras seremos justificados o condenados. Jesús estaba muy claro, pues hablaba lo que el Padre pensaba.
Debemos cuidar nuestras palabras y que nos posea y llene el Espíritu Santo para que sea Él en nosotros cuidando y
dominando nuestro hablar. No porque te llegue un pensamiento lo tienes que hablar. Jesús dijo: “...de toda palabra
ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.” Así que por nuestras palabras estará en
balanza el futuro nuestro. Jesús usó sus palabras en la creación, aún nosotros somos hechos por sus palabras. Cada
palabra de Jesús era de mucho peso y fuerza. Es el tiempo de hablar las palabras del Señor con mucha fuerza.
Entre las muchas promesas que Dios le da a los justos, está la siguiente: “El justo florecerá como la
palmera.” Salmo 92: 12 La palmera se ve en el desierto, crece en la arena, no en la tierra fértil. La arena no brinda
el alimento que una planta común y corriente necesitaría para mantenerse viva y fuerte. Se secaría y moriría
rápidamente. Pero, la palmera es sustentada por Dios en la arena. Bien clara es la Escritura, nosotros como la
palmera crecemos también en una arena, la iglesia. Somos palmeras sembradas en arena y nuestra dependencia es
totalmente de Dios. El impío, el hombre pecador crece en praderas de tierra fértil, pero nosotros crecemos en la
difícil arena. El arte de la palmera es que ella echa raíces profundas, busca agua bien abajo, y así no depende de la
tierra. Nosotros somos como palmeras que buscamos el agua de vida de Dios y florecemos para dar fruto. Pues
antes del fruto hay que florecer. También, cuando nos viene encima la tormenta nos inclinamos, como hace la
palmera para poder permanecer ante los recios vientos. Hemos aprendido a inclinarnos con humildad y a no
permanecer rígidos, tercos ni orgullosos ante los vientos huracanados de los problemas. Tomemos en cuenta
también que la palmera crece en medio de la escasez, en el desierto y no en fértiles y hermosos jardines. Así, que no
es en las buenas o en las malas circunstancias donde están nuestras fuerzas. El ánimo mío me lo da Jehová. Mi fe
crece de acuerdo a las profundidades con mi Dios. Una sola vida nos da Dios y es nuestra responsabilidad
individual el dar fruto en ella. Dios quiere que dependamos de Él y que nuestras profundidades sean con Él.
Dios vive y trabaja para ti. Vive pendiente de cada gesto tuyo, está pendiente de nuestro mover. Si te has
fijado, el tronco de la palmera es grande, ancho y las ramas son hermosas. Dijo un hombre sabio comparando la
palmera con el cristiano: “Las raíces penetrantes de la fe, alcanzan las fuentes de agua viva.” Eso es así en
nosotros. Somos justos y el justo florece y no ve las cosas como las ve el mundo. Bien hizo el salmista en
compararnos con las palmeras. Nuestras vidas son para dar fruto. Según los indios se hacen 360 productos o cosas
diferentes de la palmera. Nosotros al igual no somos solo para decorar, sino para dar fruto y hacer bien. Así que, lo
menos que podemos vivir es bajo el estrés de los problemas. Nuestro mañana Dios lo hará, ya que Él escribió
sobre nuestro futuro. Mi fe nadie me la puede robar. En el momento fuerte y difícil nos doblamos, nos humillamos.
Para eso tenemos que ser mansos y humildes. Por eso, como las palmeras seguimos dando el fruto.
Hay mucho más para compararnos con la palmera. Ella está en el desierto y por su localización señala y deja
conocer donde es que está el agua, que es precisamente donde ella está. Así somos. Somos los que producimos
bendición a muchos. Donde estamos hay bendición. Porque Jehová preparó nuestro futuro, para que obtuviéramos
lo que está escrito en la Biblia como promesas. Así que si no tengo fe no agrado a Dios. La palmera no mengua ni
decae con los años en dar frutos. Se dice que el mejor fruto de la palmera, el dátil, es a los 60 a 100 años de edad. Si
nos seguimos comparando vemos que en los años hay madurez. Y es que necesitamos pura sabiduría en la vejez.
Sigue diciendo el Salmo 92: 12 y 13 que en la iglesia somos plantados como un cedro en el Líbano. El cedro
es un árbol fuerte, grueso y alto. Su madera es aromática, produce buen olor, echa semillas, tiene gran duración y
sus hojas no caen. Para el cedro no hay otoño que le tumbe las hojas. Así Dios habla del justo. Somos como oro.
¡Alabado sea Dios! Plantados estamos en la casa de Jehová, es su casa y nosotros somos sus hijos. Por eso
recibimos tantas cosas bonitas, pero es porque estamos plantados en la casa de Jehová, donde está nuestra agua
viva. El agua viva está en la casa del Señor. Él se provee casa para plantarnos en ella como los cedros en el Líbano.
Nos hace falta la casa de Dios y el Señor de la casa. Somos cedros, hay olor grato y nuestra hoja no cae. Tenemos
que congregarnos porque allí es que somos plantados, y donde hay promesas. Hechos 10: 25 Yo me congrego
porque estoy plantado en la casa de Jehová. El oír la palabra de Jehová me alimenta. La fe llega cuando oímos esa
Palabra. En los atrios florecemos, damos nuestro fruto sea cual sea. Y el justo en la vejez sigue dando fruto.
Mientras más años, mejor es el fruto y más codiciables. Ralph Robinson decía: “La plenitud de Cristo se manifiesta
en nosotros según el fruto que producimos.” Por los frutos se sabe cuánto Cristo está en nosotros.
Seamos constantes en la búsqueda con Dios y seamos obedientes. La Escritura es obediencia en todo. El ser
obediente demuestra ser estables y firmes, mientras que el desobediente recibe castigo. Al pasar los años el justo
dará el mejor fruto. Cuando estemos viejos diremos: “Jehová es recto, En Dios no hay injusticia.” Procuremos
tener el buen pago de Jehová. Temamos a Dios no por miedo, sino porque paga bien por lo justo que Él es. AMEN.
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