[1] Crónica de una muerte anunciada. Gabriel García Márquez. Publicación: 1981. SUPERACIÓN DEL REALISMO MÁGICO. GM intenta en esta novela dejar atrás los supuestos del “realismo mágico” que había culminado magistralmente con su novela Cien años de soledad (1967). Recordemos que el realismo mágico trajo consigo la integración de elementos míticos, legendarios, irracionales, absurdos y mágicos dentro del relato, unas veces “exasperando” los límites lógicos de lo cotidiano y otras cotidianizando lo maravilloso (esto es, tratando hechos absurdos, maravillosos o míticos como si fueran perfectamente normales). En esta clase de novelas América (la naturaleza, las razas amerindias, las costumbres ancestrales) se identificaba con un mundo poético, poderosamente prodigioso e inexplicable en comparación con el débil y convencional racionalismo de la mentalidad europea. El camino elegido por GM para superar el realismo mágico fue explorar las posibilidades expresivas de los géneros narrativos tradicionales hispanoamericanos y recrearlos con un lenguaje modernizado. Primero lo hizo mediante El otoño del patriarca (1975), novela dedicada a un dictador imaginario; después con la Crónica de una muerte anunciada (1981), donde se funden el reportaje periodístico y la intigra propia de la novela negra o detectivesca; y a continuación publicó El amor en los tiempos de cólera (1985), parodia de los melodramas románticos, tan populares en toda Latinoamérica. COMPOSICIÓN LITERARIA. GGM se inspira en un hecho real (cosa que luego repite en otras novelas) sucedido en 1951, del que tomó los acontecimientos centrales (boda fracasada y crimen), los personajes (ocultando sus nombres reales) y muchas circunstancias concretas (la visita del obispo, la parranda de la boda, las condiciones familiares de los novios, etc). Sobre esta base, cuenta la historia como si fuera una gran “crónica” periodística de investigación, con un narrador que fue testigo de los hechos y que regresa al pueblecito muchos años después para intentar explicarse cómo pudo suceder algo tan trágico y tan insólito: 1) que una persona fuera asesinada cuando todo el pueblo sabía que esto iba a suceder y 2) si era cierto que la novia había mantenido relaciones sexuales con el joven asesinado. Es ese proceso de indagación o investigación (de reconstrucción de la historia) el que constituye la novela en sí: las entrevistas (testimonios) que obtiene de las personas que estuvieron involucradas en los hechos, los documentos legales (declaraciones judiciales, informe de la autopsia, etc) y privados (cartas y notas) que fueron escritos en relación al suceso, y los recuerdos y deducciones que él mismo extrae de todo ello. Se puede decir, pues, que el narrador actúa como una mezcla de periodista e investigador privado. Pero un periodista o investigador que fracasa en el propósito de su tarea pues no resuelve ninguna de los dos enigmas para los que había vuelto al pueblo. TEMAS. Se puede decir que el tema que engloba toda la historia es el del infortunio o la fatalidad del destino. El argumento subraya obsesivamente el encadenamiento inexplicable de casualidades que desembocan en el asesinato de un hombre, un asesinato por todos conocido, menos por la víctima, que no llega a evitarse. Unos intentan avisar a Santiago de que van a matarlo sin dar con él, a otros no les importa lo que pasa, otros no creen capaces a los hermanos Vicario de hacer una cosa así, otros más prefieren no inmiscuirse en un asunto de honor, los hay que no lo avisan convencidos de que ya debe saberlo pues es imposible que no lo sepa cuando el pueblo entero lo sabe y no faltan algunos cuantos a los que no les importaría verlo muerto. La sensación que domina la lectura es que algo más fuerte que la voluntad de los hombres mueve los hilos de los acontecimientos. Ese “algo” podría llamarse casualidad, mala suerte o fatalidad. Este tema general se asocia a otros subtemas: el fracaso del conocimiento racional. Como se ha dicho arriba, la investigación del narrador no consigue desentrañar ninguno de los dos enigmas fundamentales de la tragedia: ni el móvil del asesinato de los hermanos Vicario (¿Perdió Ángela Vicario la virginidad con Santiago Nasar?) ni la lógica siniestra de los acontecimientos que termina con el acuchillamiento del personaje. No consigue alcanzar ninguna explicación plausible que conteste el porqué y el cómo de semejante tragedia. Ni la cantidad de datos y testimonios recogidos ni la precisión de estos sirven para acercarse a la “verdad” (esto es, a las causas directas) de la tragedia. Este fracaso del conocimiento racional, esta ausencia de conclusiones racionales, pone de evidencia que la causa auténtica por la que es asesinado Santiago Nasar es la pervivencia entre los habitantes del pueblecito de creencias perturbadas y bárbaras que los condenan a una existencia sumida en la ignorancia y en el error. Ejemplos de tales creencias son el cruel código del honor asociado al sentimiento irreprimible de venganza; el machismo silvestre en el que se educa a hombres y mujeres; la simpleza y la insensatez en que viven casi todos, incapaces de prever el mal o de luchar enérgicamente contra él; la naturalidad con que se vive todo tipo de exceso y violencia; así como el peso de la religión, los tabúes y las supersticiones. Es la negatividad destructiva de todas estas creencias irracionales, propias de una comunidad atrasada, lo que condena a Santiago Nasar y, en consecuencia, lo que convierte al pueblo entero en el verdugo colectivo del joven. Pues bien. Es justo aquí donde GGM se aparta radicalmente del realismo mágico que puso en juego en la novela Cien años de soledad, obra donde todas estas creencias bárbaras, destructivas e irracionales o bien no aparecían o bien se presentaban dulcificadas, idealizadas, como si fueran parte de la idiosincrasia, del alma de de los hispanoamericanos o colombianos. El realismo mágico queda reducido a la inserción de detalles extraordinarios o extraños dentro de la normalidad de lo cotidiano, pero detalles siempre relacionados con percepciones particulares de ciertos personajes. Por ejemplo, el olor de Santiago Nasar que los gemelos Vicario conservan días después de muerto; la aparición de un "pájaro fluorescente", que alguien asocial a una especie de ánima sobre la iglesia del pueblo; o la mención del alma de la viuda de Xius quien dice estar haciendo todo lo posible para recuperar sus cachivaches y su casa de muerte. Sin embargo, existe en la Crónica... un último tema, el amor, que otorga alguna esperanza a estos seres humanos destruidos por la fatalidad. Efectivamente, Ángela Vicario se enamora de verdad de Bayardo muchos años después de que este la dejara plantada, y es la obstinación de tal sentimiento (las cartas diarias de ella durante 17 años) lo que impulsa al marido a volver —gordo y calvo— junto a ella, quizás tan sólo por ganar una pequeña batalla al destino. TÉCNICA LITERARIA Y ESTILO.- (a) Narrador y punto de vista. La novela, según ya se ha dicho, se presenta como la reconstrucción de una historia: años después de la tragedia, un narrador testigo en primera persona (el propio García Márquez) regresa al lugar del crimen como periodista investigador. Para ello se vale de innumerables testimonios de las personas involucradas en los hechos así como de documentos, cartas, informes e incluso de los propios recuerdos (pues él mismo fue uno de los invitados de la boda). Sin embargo, el punto de vista desde el que se narra la historia es cambiante, esto es, domina el multi-perspectivismo pues los hechos no solo se presentan desde el punto de vista del narrador, sino también de los demás personajes (protagonistas y testigos de los hechos). A veces coinciden pero en otras ocasiones se contradicen; la historia se presenta entonces como ambigua, llena de olvidos y dudas, por ejemplo, en lo que se refiere a quién fue el que 'deshonró' a Ángela; pero también, por ejemplo, al atractivo de Bayardo recién llegado al pueblo; o al clima del día del crimen (lluvioso, nublado o soleado según a quién se pregruntara). (b) Estructura externa. A pesar de que la novela no está dividida en capítulos, pueden distinguirse cinco partes: • La 1ª presenta al protagonista, Santiago Nasar, a sus asesinos, los gemelos Vicario, y el ambiente del pueblo el día del crimen (la gente va al puerto fluvial para ver al obispo) • La 2ª se centra en el personaje de Bayardo San Román y en la familia de los Vicario, desde la llegada de aquel al pueblo seis meses antes de la boda pasando por la relación entre ambos, la descripción de la boda y el descubrimiento de la deshonra por parte de Bayardo. • La tercera parte narra el asesinato de Santiago Nasar. El narrador acompaña en su recorrido a los asesinos. Se reconstruyen las horas previas al crimen, con los hermanos Vicario vagabundeando por el pueblo y comentando sus intenciones. Culmina con el anuncio de la consumación del crimen. • La cuarta explica los acontecimientos posteriores a la muerte del protagonista: se describe de forma detallada la autopsia del cuerpo de Nasar y se comenta la situación de la novia posterior al crimen, cómo Ángela se enamora de Bayardo, insiste obstinadamente en escribirle durante años y al fin este regresa con ella. • La quinta parte relata de nuevo el asesinato de Santiago Nasar, pero en esta ocasión el narrador acompaña en su recorrido al asesinado. Al mismo tiempo, el narrador realiza una serie de reflexiones acerca del destino y la fatalidad y se reconstruye de manera minuciosa, para cerrar la novela, el acuchillamiento del protagonista. (c) Tiempo y estructura interna. El tratamiento del tiempo es uno de los aspectos más notables de la novela. A lo largo de la historia aparecen numerosas referencias temporales, algunas muy precisas (horas, momentos del día, actividades relacionadas con momentos y horas concretos etc), lo cual es un rasgo característico de los reportajes y las crónicas periodísticas. Sin embargo, el tiempo general del relato fluye de forma alineal, circular y caóticamente. El resultado es una especie de rompecabezas o puzle donde todas las informaciones y datos que se aportan no paran de mezclarse y repetirse obligándonos a “armarlos” según avanza la lectura. El presente narrativo se reduce a una hora (desde la salida de casa de Santiago Nassar, tras la parranda de la boda, para ver al obispo hasta que regresa a ella y es asesinado). Y el punto central de ese presente narrativo es el instante de la muerte de Santiago, instante al que el narrador vuelve varias veces añadiendo nuevos detalles e instante que encuadra el relato, pues la primera frase anuncia la muerte del protagonista y las últimas páginas explican el asesinato con todo detalle. Desde ese punto central del presente narrativo la historia salta constantemente hacia pasados remotos y cercanos (analepsis o flash-back) y hacia futuros cercanos o lejanos (prolepsis o flash-forward). (d) Modalidades textuales. La obra presenta abundantes diálogos y fragmentos descriptivos. Los diálogos son fragmentarios y breves, y en estilo directo normalmente, con lo que se logra cortar el ritmo narrativo. Muchos de ellos responden a entrevistas (testimonios) obtenidos por el autor para reconstruir los hechos del pasado, técnica propia de los reportajes y las crónicas periodísticas. Las descripciones se refieren a objetos, personajes (breves caracterizaciones físicas) y ambientes, y se incrustan en los periodos narrativos con el objeto –igual que los diálogos– de cortar el ritmo narrativo y que crear la sensación de que el tiempo pasa despacio o que se detiene. Como consecuencia, los periodos estrictamente narrativos se reducen a pasajes breves y recurrentes. (e) Niveles del lenguaje. La lengua empleada en la novela oscila entre la lengua oral, en un registro coloquial o familiar (español costeño de Colombia), y el uso de la lengua escrita, en un registro culto-literario, en boca del autor, con fuerte retoricismo poético y con matices de ironía, humor, fantasía, sensualismo, etc. En general, se percibe claramente la influencia del género periodístico, visible ya desde el propio título ("crónica"): la precisión de las descripciones, la constantes referencias temporales, la abundancia de testimonios acerca de los hechos, la incorporación de documentos oficiales y privados, etc. PERSONAJES.- Son muy numerosos y se organizan en dos grandes círculos: el de los personajes individualizados (Santiago Nasar, Bayardo, Ángela) y el de los personajes colectivos o corales (las familias de los protagonistas, el resto del vecindario y los hermanos Vicario). Santiago Nasar y Bayardo (ambos jóvenes, amables, atractivos, ricos, orgullosos, queridos por sus amigos y familias) son el prototipo del macho dominante y quedan caracterizados por su altanería, es decir, por el afán por cumplir con sus caprichos, sobre todo, en el terreno erótico y amoroso. Ángela, en cambio, es aparentemente el personaje débil, educado para someterse al patrón que impone el machismo dominador en toda la sociedad. Pero es una debilidad (una marginalidad social) que, desde el momento en que denuncia a Santiago, se transforma en una fuerza agresiva y justiciera pues con ella hiere el orgullo de Bayardo y condena a morir a Santiago. La extraña conducta de Ángela (su deshonra no aclarada) puede ser interpretada como la excusa de un ser condenado a la humillación y a la insignificancia para vengarse de lo que la obligan a hacer (casarse sin amor) y para vengarse también de todos los hombres, representados en la soberbia y el capricho de su marido y en los hábitos amorosos de Santiago (mujeriego, cliente habitual del prostíbulo, acosador de la criada adolescente y prometido de una joven a la que no ama). En cuanto al personaje colectivo (el pueblo en su conjunto) lo primero que llama la atención es la diferencia de educación entre hombres y mujeres. Las mujeres son criadas para casarse, atender a los enfermos y a la familia. Las “buenas mujeres” son las madres, hermanas, hijas o monjas, y su función es preservar el orden. Están además abocadas a matrimonios de conveniencia o a ser acosadas por los hombres. Frente a ellas se sitúan las prostitutas o las amantes, cuya honra no se lava con sangre, y que son hipócritamente aceptadas como refugio sexual del varón. El otro aspecto que destaca en la conducta coral del resto de personajes, sacudidos por la calamidad o por la pasividad. Hay pasividad cuando, salvo rarísimas excepciones (Cristo Bedoya, Luisa Santiaga) todo el mundo sabe que Santiago va a morir y muy pocos se esfuerzan decidida y enérgicamente por impedirlo. Y hay calamidad cuando, vistos uno a uno, todos los involucrados pecan por errores de cálculo o descuido, por incredulidad, por apatía e indiferencia o por estupidez. Los hermanos Vicario no quieren matar a Santiago y desarían ser desarmados y encarcelados pero saben que ante un asunto de honor pueden actuar de otra manera pues quedarían deshonrados para siempre, es decir, de algún modo, son el brazo ejecutor de esa mezcla de pasividad y calamidad colectivas. Desde este punto de vista, los tres protagonistas centrales, los que en principio estaban llamados a ser los héroes de la historia (los 3 personajes individualizados) son los grandes derrotados: Santiago, muerto; Bayardo, rechazado y olvidado; y Ángela, deshonrada y “desterrada” para siempre del pueblo. Mientras que los hermanos Vicario (representación simbólica del pueblo en su conjunto), los cuales solo ocupan al principio el papel de comparsas, se alzan en los verdugos, auténticos protagonistas de la historia. EJEMPLO DE COMENTARIO DE TEXTO Era tal la perplejidad del juez instructor ante la falta de pruebas contra Santiago Nasar, que su buena labor parece por momentos desvirtuada por la desilusión. En el folio 416, de su puño y letra y con la tinta roja del boticario, escribió una nota marginal: Dadme un prejuicio y moveré el mundo. Debajo de esa paráfrasis de desaliento, con un trazo feliz de la misma tinta de sangre, dibujó un corazón atravesado por una flecha. Para él, como para los amigos más cercanos de Santiago Nasar, el propio comportamiento de éste en las últimas horas fue una prueba terminante de su inocencia. La mañana de su muerte, en efecto, Santiago Nasar no había tenido un instante de duda, a pesar de que sabía muy bien cuál hubiera sido el precio de la injuria que le imputaban. Conocía la índole mojigata de su mundo, y debía saber que la naturaleza simple de los gemelos no era capaz de resistir al escarnio. Nadie conocía muy bien a Bayardo San Román, pero Santiago Nasar lo conocía bastante para saber que debajo de sus ínfulas mundanas estaba tan subordinado como cualquier otro a sus prejuicios de origen. De manera que su despreocupación consciente hubiera sido suicida. Además, cuando supo por fin en el último instante que los hermanos Vicario lo estaban esperando para matarlo, su reacción no fue de pánico, como tanto se ha dicho, sino que fue más bien el desconcierto de la inocencia. Mi impresión personal es que murió sin entender su muerte. Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada 1.- Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto 2.a- Indique el tema del texto. 2.b- Resuma el texto. 3.- Realice un comentario crítico del contenido del texto 1.- Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto 1. Ausencia de pruebas que acusen a Santiago Nasar (según el informe judicial). Primer párrafo hasta por una flecha. 1.1. Estado de ánimo del juez: perplejidad, desilusión y desaliento. 1.2. Convicción del juez de que Santiago es asesinado a causa de un “prejuicio” 2. Pruebas de que Santiago Nasar era inocente (según el juez y amigos del difunto). Desde Para él (primer párrafo) hasta final del 2º párrafo. 2.1. Su despreocupación en la forma de actuar durante toda la mañana del crimen 2.2. Su reacción de sorpresa y desconcierto en el momento de ser atacado 3. Conclusión del narrador (1ª persona): Santiago Nasar nunca supo por qué lo mataban. Última línea. Texto narrativo de carácter literario en el que domina la modalidad textual expositiva, cerrada por una opinión personal del narrador. La estructura textual es contrastiva (o de contraste): básicamente, el punto 1 se centra en subrayar que no se hallaron pruebas para acusar a Santiago mientra que el 2 subraya que sí las había para considerarlo inocente. A su vez el punto 2 presenta, internamente, estructura deductiva: primero se exponen tres razones concretas por las que Nasar podría haberse sentido amenazado las cuales conducen a una conclusión: que, sin embargo, actuó con absoluta despreocupación. 2.a- Indique el tema del texto. Certidumbre acerca de la inocencia de Santiago Nasar 2.b- Resuma el texto. El juez encargado de investigar el asesinato de Santiago Nasar no encuentra ni la más mínima prueba de que este fuera el responsable de la deshonra de Ángela Vicario. El hecho de que, durante la mañana del crimen, Santiago actuara descuidadamente, sin protegerse de nadie, y la incredulidad y la sorpresa que manifestó cuando se dio cuenta de que iban a matarlo, así lo demuestran. 3.- Realice un comentario crítico del contenido del texto El fragmento pertenece a la obra Crónica de una muerte anunciada, publicada en 1981. García Márquez, novelista colombiano que empezó a publicar a comienzos de los 60, es el máximo representante del “boom” literario hispanoamericano. Su novela Cien años de soledad es un hito indiscutible en la narrativa en español de todos los tiempos y condensa los supuestos fundamentales del realismo mágico: exaltación e integración de lo mágico-maravilloso en lo cotidiano; imagen poética, libre y no racionalista de América, sus tradiciones y naturaleza. García Márquez obtuvo el premio Nóbel en 1982. El presente texto hace referencia al asesinato del protagonista de la historia, Santiago Nasar, concretamente a algunos aspectos del informe judicial (o “instrucción” del caso) por parte del juez encargado. Los casos de asesinato investigados por jueces, dectectives, policías o periodistas son un tema recurrente de las novelas y el cine, y se encuadran en el denominado género “negro o detectivesco”. Se puede decir, pues, que García Márquez se inspira en esta tradición literaria para recrearla en la novela que comentamos. El fragmento en cuestión se sitúa en la quinta parte de la obra, cuando el juez está llegando a las conclusiones del caso. Si observamos el argumento en su conjunto, estaríamos en el post-desenlace, en unos hechos que tienen lugar después que Santiago ha muerto. Antes de este momento de la historia el lector ha asistido a la reconstrucción minuciosa de lo que ha ocurrido en un pequeño pueblo colombiano para que un joven, Santiago Nasar, sea asesinado en extrañísimas circunstancias: primero una recién casada lo acusa ante el marido de haber mantenido con ella relaciones sexuales cuando estaba soltera, pero lo hace sin aportar prueba ni evidencia alguna (detalle fundamental que recoge este fragmento); en segundo lugar, los dos hermanos de la joven “deshonrada” pregonan por todo el pueblo que no tienen más remedio que matarlo para vengar el honor familiar, pero lo increíble es que nadie previene a Santiago de lo que le puede suceder ni nadie para los pies a los hermanos. Por último, los asesinos ejecutan cruelmente su plan. García Márquez “monta” toda la historia como si fuera un rompecabezas, sin aparente orden cronológico, con lo que se pruduce la paradoja de que al principio del este última parte de la novela leemos el informe que el juez hace muchos días después del crimen, mientras que las últimas páginas del libro (o sea, de esta quinta parte) describen con precisión cómo los hermanos Vicario atacan a Santiago y lo acuchillan. Es decir, en la novela aparece antes lo que cronolóogicamente ocurre después. Este fragmento de la obra incluye las anotaciones del juez en el informe que realiza acerca del crimen. El incluir las notas tomadas de un documento judicial en una novela se parece mucho a la actitud de los periodistas cuando escriben reportajes o crónicas, textos informativos amplios donde es aconsejable recoger opiniones y testimonios diversos de testigos o protagonistas de los hechos. Así lo hace aquí García Márquez, con la finalidad de darle al fragmento y a la novela en general el aspecto de una amplia “crónica” periodística (como se ve en el título mismo) sobre el crimen. Tal detalle, unido al planteamiento detectivesco de la historia que se ha mencionado arriba, demuestra que el autor escribió esta obra combinando elementos propios del género periodísitco y de la novela detectivesca. Por otra parte, en el fragmento aparecen con enorme claridad algunos de los temas esenciales de la novela. El juez llega a la conclusión de que todo lo que hizo Nasar la mañana en que fue asesinado demuestra que actuó sin ocultarse ni protegerse de nadie, con absoluta espontaneidad y despreocupación. Si él hubiera deshonrado a Ángela Vicario no se habría comportado así, sencillamente porque habría sospechado que el marido o los hermanos (tras descubrirse el asunto la misma noche de bodas) actuarían de inmediato contra él como venganza. El fragmento es muy expresivo cuando explica las razones del marido (Bayardo) y de los hermanos para buscar violentamente esta venganza porque pone en claro sus convicciones morales y educación. Bayardo vivía la vida “subordinado a sus prejuicios de origen”, es decir, que nunca podría admitir que su mujer le hiciera algo así porque era rico e hijo de un famoso militar, o sea, de clase social alta, y una persona de este origen social tiene un sentido del orgullo incompatible con el hecho de que su esposa no llegue virgen al matrimonio. A los hermanos Vicario, de otro modo, les ocurría algo parecido y Santiago lo sabía perfectamente. Para ellos, educados en una mentalidad “mojigata” (conservadora, muy tradicional) el mundo era de una simpleza absoluta, de forma que cualquier “escarnio” familiar (deshonra) no podía quedar sin castigo. En realidad, el autor hace este comentario para enfatizar que la causa última de la muerte de Santiago fue la mentalidad bárbara y violenta del todo el pueblo, una mentalidad atrasada y anticuada que considera lo sexual como un asunto tabú y que considera a la mujer como un ser sin independencia, dominado por la voluntad del varón y por la opinión pública. De alguna manera, la opinión final del narrador de que Nasar “murió sin entender su muerte” resume perfectamente el infortunio y la fatalidad del destino de Santiago, que muere asesinado sin comprender nada, a manos de unas fuerzas irracionales que dominan a toda la sociedad en que vive. En este sentido, es muy llamativo que el fragmento plantee la investigación del juez como un intento de aclarar la “inocencia” de Nasar, es decir, la inocencia de la víctima, del muerto. ¿Serían “culpables” de algo Nasar y Ángela por haber mantenido relaciones sexuales antes de casarse? Así lo plantea en su informe el juez: si existieran pruebas acerca de esas relaciones prematrimoniales, entonces Nasar podría considerarse culpable de algo ¿Pero de qué delito? ¿O es que es un delito que dos adultos mantengan relaciones sexuales? Los auténticos culpables del crimen son los hermanos Vicario, y la investigación debería centrarse exclusivamente en ellos. Parece, pues, que el mismo juez está contaminado por esa mentalidad bárbara y cruel que ha provocado la tragedia. De hecho, el veredicto del juez fue enviar a los Vicario a la cárcel, pero el autor afirma que fueron absueltos inmediatamente y que volvieron a su vida normal, como si el sistema jurídico colombiano “comprendiera” que lo que hicieron no estaba bien pero era justificable; y verdaderamente, pensar que esto fuera así no deja de ser moralmente desalentador. Desde mi punto de vista, la honra de la mujer en relación con su conducta sexual es un asunto que sigue perfectamente vigente en la sociedad actual aunque se haya avanzado mucho en la igualdad real de los dos sexos. La lucha de la mujer por la igualdad sexual con el hombre y el reconocimiento de su completa libertad de conducta no ha triunfado todavía en el mundo. Religiones muy extendidas en el mundo como la islámica, la cristiana católica, la hebraica (las tres en sus manifestaciones más anticuadas), así como el analfabetismo y la perpetuación de valores familiaristas retrógrados son factores que siguen condenando a la mujer al papel de “complemento” (o de “propiedad privada”) del hombre, como se ve con claridad en la violencia de género y en la polémica por el derecho a abortar. Esta novela, además de “literatura”, es una denuncia acerca de tales dramas humanos que debería servir a cualquier lector para reflexionar detenidamente sobre su propia educación y sobre las convicciones personales y colectivas. [2] Los girasoles ciegos, Alberto Méndez - Libro con 4 cuentos o relatos, publicado en 2004 por Alberto Méndez (1941-2004), galardonado a título póstumo con los dos premios más importantes de ese año: el Nacional de narrativa y el de la Crítica, ambos en 2005. El libro contiene cuatro historias, cada una situada en un año de la Guerra Civil y la inmediata posguerra: 1939, 1940, 1941 y 1942, a las que titula “derrotas”, un término que resume perfectamente la temática general del libro. Son sus protagonistas un capitán franquista que renuncia a ganar la guerra (Si el corazón pensara dejaría de latir); un adolescente –poeta y soldado- que huye con su compañera a la montaña (Manuscrito encontrado en el olvido); un preso que busca la forma de retrasar su fusilamiento (El idioma de los muertos); y un diácono movido por su vocación sacerdotal y su activismo e ideales fascistas pero dominado por la lascivia (Los girasoles ciegos). Además, los cuatro relatos están conectados gracias a ciertos vínculos entre los personajes, lo que significa que la derrota de unos se prolonga en la derrota de otros y que todos son unos vencidos de la misma historia. Esto crea en el lector la sensación de hallarse ante un mundo unitario, cerrado, donde el dolor y las desgracias se repiten. Así, por una parte, el capitán Alegría, del bando nacional (1er cuento), que se rinde al enemigo el día en que las tropas rebeldes entran en Madrid, se halla en la misma cárcel que Juan Senra (3er cuento); y, por otra parte, la joven Elena que muere en el parto (2º cuento) es la hija de Elena y Ricardo Mazo, los protagonistas de la 4ª y última historia. Este ejemplo es bastante significativo ya que los padres, en los años cuarenta, no supieron cuál fue el destino de la joven pareja mientras que el lector tiene una visión global de las historias y puede medir la amplitud de las derrotas gracias a la variedad de los puntos de vista que le brindan los distintos narradores. - AMéndez declaró en una entrevista que los acontecimientos narrados son invenciones verosímiles inspiradas en historias que sí lo fueron. El resultado es, como dice un personaje del libro, un mundo “donde todo era real pero nada verdadero”. Otro factor que refuerza el carácter histórico-realista es que los personajes y lugares inventados se yuxtaponen a escenarios reales de la época (las cárceles de Porlier, la del Cuartel del Conde Duque, la Capitanía General del Madrid republicano, la calle de Alcalá de Madrid, el frente de batalla de la capital; etc), a personas reales que protagonizaron la Guerra Civil y la posguerra (el jurista republicano Jiménez de Asúa; los militares rebeldes Franco o Enrique Eymar; el poeta Miguel Hernández; dirigentes comunistas como Enrique Líster, Fernando Claudín y Palmiro Trogliatti; etc). - Las cuatro historias hablan de personajes menores, sin brillo público, personajes con vidas anónimas, para subrayar que la Historia no se escribe solo con grandes políticos y de grandes batallas y generales, sino también con la suma de experiencias de miles de vidas pequeñas, desconocidas e insignificantes. Otro rasgo característico es que muchos de ellos son personajes cultos, con carreras universitarias, profesores, abogados, periodistas, poetas, músicos, traductores, como lo era la familia del propio autor. Pero aparte del guiño autobiográfico, también advertimos que el carácter reflexivo, entre filosófico o ensayístico, de muchos de los pensamientos y palabras de los protagonistas no sería tan verosímil en otros personajes de un nivel cultural más bajo. - AMéndez (que fue hijo de exiliados políticos republicanos) escribe desde un punto de vista abiertamente antifranquista. Esto se ve en que casi todas las víctimas de los cuentos pertenecen al bando republicano, el bando que defendía la legitimidad democrática del país y que fue derrotado en la Guerra Civil; pero, sobre todo, se ve en que son esas víctimas, esos derrotados los que representan la razón moral, la integridad y la dignidad, atropelladas por la rebelión militar. Los vencidos son anti-héroes, abocados al fracaso y a la muerte, pero altruistas, honestos, desprendidos, dignos, en medio del discurso plano de la violencia ejercido por los vencedores. Sin embargo, no hay didactismo ni moralina de ningún tipo en el libro. Nadie a lo largo de las historias (salvo el cura del 4º relato, en unas pocas frases) defiende o ataca ni la rebelión militar ni la República democrática. Son cuatro historias profundamente intimistas donde lo que llama la atención no es el mensaje político sino el sufrimiento de los personajes. Los móviles políticos e ideológicos no se hacen nunca visibles, permanecen implícitos en los acontecimientos y en el comportamiento de los personajes, sean de uno u otro bando. AM no cae ni en el alegato político ni en la propaganda. No hay tendenciosidad en la obra. - Como se ha dicho, todos los cuentos transmiten una profunda sensación de sufrimiento. Hay un sufrimiento externo de los personajes (relacionado con la condición de víctimas de la guerra obligados a luchar por la supervivencia en medio de los fusilamientos, las penas de cárcel, la huida, la ocultación, el acoso, etc) pero también hay un sufrimiento íntimo, es decir, un sufrimiento de cada personaje que deriva del hecho de que todos ellos tienen o han tenido que tomar decisiones irrevocables en su vida, decisiones relacionadas con morir o seguir viviendo. El cansancio, la debilidad, los remordimientos, la venganza, la conciencia de los errores cometidos, el idealismo juvenil, la humillación y la dignidad, la responsabilidad familiar, la amistad y el amor, etc. son emociones y sentimientos que sirven para individualizar a los personajes, para acercarlos emotivamente al lector. La intensidad humana de los cuatro relatos nace de la relación de ambos sufrimientos. Se puede decir que el sufrimiento sirve para interiorizar la derrota, para hacer de la derrota bélica una derrota personal, vital, espiritual. El miedo, la soledad y el silencio opresivo son otras tantas sensaciones y sentimientos vinculados directamente a ese sufrimiento. - En los cuatro relatos domina un clima claustrofóbico, de encierro. Los personajes están en la cárcel (en dos cuentos), en una braña (entre los montes de Asturias, lugar inaccesible, sin salida en el invierno), o en un armario. Esta imagen funciona como una cruel metáfora de la España real de aquella época: todos los espacios son vigilados, se levantan barreras, se cierran puertas y se construyen rejas. Circular libremente es peligroso o imposible. El país queda dividido: los hombres se meten en sus guaridas como animales apaleados, o son enjaulados por sus enemigos políticos. La libertad no existe para los que piensan de distinta manera que los vencedores, quienes humillan y castigan: la paz después de la guerra no es liberadora, ya que se traduce, para muchos, en una estela de odio, lágrimas y muertos. Este clima claustrofóbico crea en el lector una sensación agobiante y opresiva. - Otro elemento unificador de los cuentos es el valor que se da en ellos al testimonio y restitución de la memoria colectiva, es decir, al propósito de que la vida de estos personajes sea recordada a través de lo que les ocurrió pero también a través de lo que contaron a otros, o de lo que otros contaron de ellos, o a través de lo que escribieron, o de lo que se escribió y de lo que se investigó sobre ellos. Muchos de los protagonistas escriben notas, cartas (algunas de las cuales son confesiones) o diarios, a veces censurados, reproducidos íntegros o en parte, olvidados, recuperados y sacados del olvido; otro personaje escribe unas memorias sobre su infancia; también aparecen actas de juicios militares y declaraciones de convictos; uno de los narradores habla como si el cuento fuera producto de una investigación histórica (cuento 1), y otro como si él fuera el editor de un diario de un solado fallecido (cuento 2), y en ambos casos la historia de los personajes se identifica con la historia de los documentos y testimonios que sirven para conocerlos. En resumen, los cuatro cuentos forman, podríamos decir, como un enorme depósito o archivo de recuerdos orales y escritos, públicos y privados, acerca de la vida de los personajes. Con todo ello AMéndez parece subrayar dos cuestiones: 1ª) toda esta documentación (hoy todavía dispersa y casi perdida) formaría la memoria colectiva de los derrotados de la guerra, justamente aquella memoria censurada y barrida por el franquismo; aquellas historias que no conocíamos sencillamente porque las personas que las sabían no podían contarlas (no pudieron hacerlo durante el franquismo y no lo pueden hacer ahora porque casi todas han muerto); y 2º) la memoria colectiva no solo es el recuerdo de una colección de acontecimientos más o menos trágicos sino, sobre todo, el de unos sentimientos y unos valores morales de resistencia ante la barbarie y la indignidad de los victoriosos; así vemos cómo el Capitán irónicamente apellidado Alegría se rinde por dignidad pero también por sentirse culpable; el joven poeta muere y causa la muerte de otros por fidelidad e idealismo pero también por errores propios de la inmadurez; Juan no acepta seguir mintiendo porque le vence un sentimiento de tristeza y soledad, pero también de rabia y de venganza; Ricardo se condena al salvar a su mujer de la lascivia de un diácono, el mal llamado Hermano Salvador, y lo hace por cariño y responsabilidad. - AMéndez era un admirador del cuento como género literario. En alguna ocasión escribió que Carver (escritor norteamericano), Borges y Cortázar eran sus cuentistas preferidos. Para AMéndez el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, pues sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno. Este libro responde con rigor a esta concepción. En sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de toda la historia; por el contrario, el autor hace uso de diversos puntos de vista: un narrador omnisciente (combinado o no con los narradores internos), el manuscrito o diario encontrado, el personaje testigo, o el yo autobiográfico (de diarios y cartas). Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato se emplean distintos tipos de letra. Con frecuencia, el lector tiene datos del argumento que los personajes no saben, lo que le sirve para hacerse una idea de conjunto, de época, sobre el sentido y las consecuencias de los acontecimientos. Si el corazón pensara dejaría de latir Composición literaria: como en Crónica de una muerte anunciada (novela de García Márquez), el narrador nos anticipa el final del personaje, quien «eligió su muerte a ciegas». El narrador se encargará de reconstruir, desde el presente, los últimos días de la vida del personaje para mostrar cómo llegó a ello. El título (Si el corazón pensara dejaría de latir) es muy unamuniamo porque recuerda el primer verso del famoso poema “Credo poético” del profesor de Salamanca (CA estudió y fue profesor en Salamanca): “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento…”; y porque expresa la agonía, el sufrimiento íntimo del personaje, roto interiormente entre lo que la experiencia le ha obligado a vivir y a sentir y lo que su pensamiento, su conciencia, le ordena. El narrador escribe la historia en 1ª persona del plural (estilísticamente se trata de un plural de autoría): “Ahora sabemos que el capitán Alegría…”; “Ahora sabemos que…”; “Sabiendo ahora lo que sabemos…”; “Todos los testimonios que hemos encontrado…”. Es decir, escribe como si estuviera dentro de un grupo que comparte una información comprobada y que la transmite y la pone a disposición del lector. Este plural (muy parecido al usado en los textos científicos) sirve aquí para sugerir que todo lo que se cuenta no es producto del punto de vista subjetivo del narrador, sino que nace de una serie de datos ciertos, objetivos y, en definitiva, extraídos de un proceso de investigación (periodística, histórica). Además, el narrador recoge palabras y opiniones de aquellos que conocieron al protagonista, transcribe cartas de este y reconstruye aspectos biográficos. Tanto los documentos como los testimonios contribuyen a producir una fuerte impresión de realidad. Sin embargo, desde el momento en que Alegría es juzgado y condenado a ser fusilado, el narrador admite que “todos los hechos que relatamos se confunden en una amalgama de informaciones dispersas, de hechos a veces contrastados y a veces fruto de memorias neblinosas contadas por testigos que prefirieron olvidar.” O sea, desde este instante, la ficción se impone a la investigación: el narrador admite que para completar la vida de este personaje es imprescindible creer en declaraciones no contrastadas, suponer cosas, rellenar vacíos de la memoria, inventar situaciones, siempre que el relato resultante sea fiel a los datos que positivamente se conocen. Implícitamente, vemos que las figuras del investigador y del novelista se funden, se hacen una cuando se trata de reconstruir los recuerdos de esta época de España. En cuanto a las referencias literarias: 1) CA se describe a sí mismo, ya encarcelado a la espera de juicio, como una “mónada de Leibniz” (o sea, como un alma aislada de las demás y a la vez perdida de sí misma, eso sí, dotada de apetito, percepción y conciencia). Una metáfora acerca de la soledad y la lucidez en que vive el protagonista. 2) En una carta escrita a Franco le dice que el horror de la guerra que él como otros han visto “es imposible que quede entre las azucenas olvidado.” La cita (…dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado) corresponde al famoso poema de San Juan de la Cruz “Noche oscura del alma”. Aquí CA intenta ser sarcástico (se supone que la carta la va a leer el mismísimo jefe del Estado). Lo que ha ocurrido no es algo que quede distraídamente olvidado, líricamente olvidado entre las flores, como si nada hubiera ocurrido, sino todo lo contrario, algo definitivo, presente para siempre en la vida de los protagonistas y los testigos. 3) En una carta a su novia dice de sí: “Soy un fue, y un será, y un es cansado”, otra cita poética, ahora de un famoso soneto metafísico de Quevedo (“Cuán nada parece lo que se vivió”), una alusión evidente al sufrimiento interior y al absurdo y hastío de la vida, a la pérdida de un sentido u orden que la rija. El protagonista es Carlos Alegría (el apellido es evidentemente una ironía). No es un militar ni tiene espíritu de militar. Se alista como voluntario al ejército sublevado en 1936, cuando empieza la guerra, convencido de que “así defendía lo que había sido siempre suyo”, es decir, los valores familiares e ideológicos en los que creía firmemente: religión, matrimonio y linaje (pertenecía a la nobleza), tradición, exigencia moral, etc; y suponemos que vio en la República una amenaza para todos esos valores. Como civil, reconocemos en él a una persona culta, aficionada a la literatura, la poesía y la filosofía, acostumbrado a meditar sobre su vida y a justificar siempre lo que hace. Como militar fue recompensado –en tareas de intendencia- por su capacidad de organización y meticulosidad, pero nunca entró en batalla. En resumen, para CA la vida es orden, algo perfectamente calculado y planificado, a partir de un principio moral claro y preciso en la conducta, en el pensamiento y en los sentimientos. Pero la vida echa por tierra toda esa actitud espiritual y vital: primero la guerra le abre los ojos acerca de lo que ocurre realmente: él se alistó para derrotar los valores ideológicos, morales, políticos que representaba la II República, nunca para convertir el país en un cementerio (que es lo que está haciendo Franco). Entonces siente que su vida ha sido un error, se siente solo y se siente vencido, derrotado. Y decide morir. Para ello se rinde, convencido de que un bando u otro lo fusilará. Pero por 2ª vez fallan sus planes: los republicanos no le hacen ni caso y los franquistas lo juzgan y lo fusilan pero lo hacen mal y vive. En consecuencia (como se verá en el cuento 3º), cae en un sufrimiento obsesivo donde se mezclan el desamparo, la soledad y el sinsentido del vida. A la mínima oportunidad, se suicida. Manuscrito encontrado en el olvido Composición literaria: El relato está montado sobre dos técnicas: la del manuscrito encontrado (el narrador aparece como editor-transcriptor de un diario que ha hallado más o menos fortuitamente); y la anticipación (como en el cuento anterior) del desenlace. De forma que sin necesidad de leer el diario en sí, el lector ya sabe que tiene ante sí la consumación de una tragedia. El narrador se presenta, además, como investigador, como historiador que ha buscada y hallado el diario en cuestión, pero no como un investigador cualquiera, sino como alguien a quien le llama la atención que el desconocido autor del diario escribiera en las paredes de la braña: “Infame turba de nocturnas aves”, un verso de Góngora, producto, sin duda, de alguien culto, tal vez de un escritor, pero además un verso que evoca algo nocturno, cerrado, algo confuso y amenazante. A partir de aquí, la voz narrativa que predomina es la del autor del diario, el soldado adolescente, acompañada por los comentarios acerca del contenido del diario o del autor que realiza eventualmente el editor, comentarios que, en algunos momentos, se llenan de subjetividad, aportando una interpretación e incluso una emoción que recubren los hechos narrados por el protagonista. Esta técnica permite crear en el lector una intensa impresión de realidad pues parece como si la historia no fuera algo literario, una invención, sino un pedazo de realidad, de la vida de quien escribe el diario. El ritmo del relato está firmemente marcado por las páginas del diario, que se corresponden con el paso de los días y las estaciones (empieza en octubre y termina en pleno invierno) y con la duración del lápiz con que escribe el diario: cuando se termina el lápiz (símbolo de la escritura) se termina también la vida. El protagonista (Eulalio Ceballos Suárez) es, antes que nada, un adolescente obligado a enfrentarse a la experiencia más dura y definitiva de su vida. La juventud de Eulalio es una alusión de AMéndez al hecho de que la Guerra Civil fue una contienda de adultos (civiles y militares) pero también de muchachos jovencísimos, en un tiempo en que la conciencia y el compromiso político surgían a edades muy tempranas. Apasionado aprendiz de poeta, sabemos que, con 16 años, abandona su casa y su familia (que estaban en zona franquista) y se une a las tropas republicanas. En el frente declama sus versos para arengar a los milicianos y levantarles la moral. Esta conducta nos recuerda la de Miguel Hernández, personaje real literaturizado en este cuento, de quien era amigo nuestro protagonista y a quien admiraba. Suponemos que en este tiempo de guerra se enamora en Madrid de Elena, y que, tras la derrota, huye con ella, que está embarazada, hacia el norte de España, buscando pasar a Francia. Pero llegados a un punto, el viaje termina: Elena muere en el parto pero su hijo vive. El hecho de que Elena y su hijo, dos inocentes, hayan muerto – o vayan a morir- derrotados lo desconcierta, y no puede entenderlo. A la vez, la escritura lo salva del silencio, la soledad y la muerte, y al no poder escribir, el poeta se muere. También a este personaje le pesa la vida, y por eso se refugia en la escritura como antídoto contra la desesperación. El muchacho se ve envuelto, sucesivamente, en la huida, en la derrota, en el miedo, en la soledad y por fin en el olvido (que es una alusión indirecta a un poema de Bécquer que da título a otro de Cernuda, poeta de la generación del 27: donde habite el olvido). Sin embargo, aparece la oposición entre muerte/vida (temas esenciales, recordemos, de la poesía de Miguel Hernández) ya que, al elegir el camino equivocado como consecuencia de la generosidad, el amor y la fidelidad (“Elena ha querido seguirme y ahora sabemos que nuestra elección ha sido errónea. Jamás se cometió un error tan generoso”), el joven poeta está ya en la senda sin retorno hacia la muerte sin esperanza. Aquí encontramos ciertas reminiscencias de la tragedia, ya que el destino juega con dos personajes con madera de héroes. Este personaje también es doblemente derrotado, y adquiere conciencia de ello: “Hemos perdido una guerra dejarnos atrapar por los fascistas sería regalarles otra vez la victoria”. Es preferible, pues, la muerte a la humillación. Aparece también en este cuento el recuerdo de su familia, de los suyos, y don Servando, el maestro asesinado, símbolo de la barbarie contra la cultura, y más tarde, el enfrentamiento entre un ejército armado y el muchacho con su poesía: “Con un lápiz y un papel me lancé al campo de batalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaban a los heridos”. A medida que avanza el relato, vemos primero aparecer y luego crecer cada vez más el cariño hacia su hijo, que se convierte en el centro de su vida y en lo único capaz de liberarlo momentáneamente de la angustia o del miedo. Incluso llega a hablarle inculcándole una moral de padre adolescente, pero que se sitúa en dignidad y nobleza por encima de los vencedores: “Voy a contarle a mi hijo (…) que yo no hubiera dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo no hubiera condenado a nadie por ser sólo un poeta”. El idioma de los muertos Composición literaria: El relato está contado en 3ª persona omnisciente, con un narrador que domina por completo los acontecimientos pero que focaliza su atención, su punto de vista, en el protagonista, Juan Senra, del que detalla sus pensamientos y su estado anímico a lo largo del relato, y en ciertas ocasiones en el coronel Eymar. Esta construcción tradicional del relato da cabida a la reproducción de los interrogatorios del juicio militar al que es sometido el protagonista y también a las cartas que este escribe a sus familiares desde la cárcel. Además, como en otros cuentos, en la historia aparecen varios personajes reales, históricos: Enrique Eymar, su mujer, y, por alusiones, su hijo Miguel, dentro del bando franquista; y Trogliatti y Fernando Claudín, también a través de alusiones, por el bando republicanos (eran ambos líderes comunistas) así como el periodista Cruz Salido. El otro elemento fundamental es la importancia que en el cuento tienen las historias orales. Todos los personajes guardan una historia que en un momento del relato sale a la luz: el coronel y su mujer guardan la historia de su hijo; Juan se inventa, como Sherezade, una historia para el hijo de Eymar pero guarda secretamente otra, esta verdadera: él era quien, por encargo del PCE, debía asesinar al general Casado ante los rumores de rendición, solo que no le dio tiempo. Eduardo López es un comisario político que sigue cumpliendo su función dentro de la cárcel; Eugenio Paz tiene una novia embarazada y la esperanza de sobrevivir; El Ro-Ro también guarda una historia que el lector conoce a la perfección. Cruz Salido decide morir hablando, hablando sin parar, contando todo lo que sabía y hablando de cuantas personas conocía, hasta caer muerto de puro cansancio. El protagonista es Juan Senra, profesor de chelo, y muere por decir la verdad. Juan Senra está prisionero en una cárcel, pero su juez, el coronel Eymar, le pregunta si conoció a Miguel Eymar, su hijo; Senra se da cuenta de que tiene que mentir acerca de Miguel, ya que efectivamente lo conoció durante la guerra, pero era un estraperlista, ladrón, que incluso traiciona a los suyos ante la policía y que fue condenado a muerte por sus delitos, pero decir todo eso, la verdad, no va a salvarlo, así es que inventa una historia de mentiras sobre la bondad y la honradez de Miguel Eymar para complacer a sus padres, el coronel Eymar y su mujer Violeta. Con esas falsedades logra convertir al hijo en héroe, e incluso, para la madre, Miguel continúa viviendo a través de la memoria de Juan; de esta manera, Senra continúa viviendo unos días más. Pero después del fusilamiento de su amigo Eugenio Paz, decide contar la verdad para vengar su muerte, con lo que derrota definitivamente a los padres de Miguel Eymar (al igual que otro preso, Cruz Salido el periodista, derrota a sus verdugos al dejarse morir hablando y recordando, y no llega vivo al fusilamiento). Aparece el tema de la venganza, ya que, antes de los interrogatorios Juan es un enemigo, pero después de conocer la verdad sobre el hijo Miguel, ya se convierte en una cuestión personal. Todo el universo, en este relato, se ve reducido al mundo de la cárcel, donde los vencidos son llamados “enemigos de la patria” y donde reina el hambre, el frío, el dolor y el miedo. Todos los presos son ya hombres muertos, sin alma, en un camino sin retorno. En medio de ese silencio surge la amistad con el chico de las liendres, que va a poner una nota de calor y de vida, igual que el recién nacido del segundo cuento. El tema de la amistad también es importante en este relato, otro rasgo humano que ha sobrevivido a la barbarie, y también se detiene el tiempo en la frontera entre la vida y la muerte, tal como le escribe a su hermano Luis, al que recuerda y añora –carta que es censurada por el alférez capellán y devuelta a Juan-. Otro tema que se muestra en el relato es el del ensañamiento del vencedor, como se ve en la historia de Cruz Salido, el periodista al que le quedaba poco de vida, pero querían mantenerlo así para poder fusilarlo cuanto antes; lo que ocurre es que fue Cruz el que los derrotó al conseguir morir antes del amanecer, suicidado por medio de la palabra. Estos seres abocados a la muerte tienen su propio idioma, que Juan Senra sueña: el lenguaje de los muertos que está en sus sueños y que, a medida que la muerte se aproxima, se le va haciendo más familiar. Por tanto, dos son los pilares que sostienen al protagonista: la amistad con Eugenio y las historias inventadas en los interrogatorios: desde el momento en que pronuncia las palabras “es que he recordado”, firma su sentencia de muerte. Finalmente, es preciso mencionar el papel de la Iglesia, representado por el alférez capellán, que censura la carta de Juan a su hermano y condena el suicidio del Capitán Alegría, pero no dice nada de las otras muertes que se producían a diario en los fusilamientos. Los girasoles ciegos Composición literaria: en este relato se combinan tres voces narrativas: la del diácono, la de Lorenzo adulto y la de un narrador no personal, externo a la historia, que conecta y dirige el sentido de los textos autobiográficos del diácono y de Lorenzo. Las tres se complementan para dar cuenta, desde varios puntos de vista, de la complejidad de los hechos que se cuentan. Los protagonistas. Como ya hemos dicho anteriormente, Han pasado casi tres años del final de la guerra y encontramos el reflejo de la vida cotidiana de la España de esa época; es un relato que tiene mucho de literatura costumbrista en cuanto a las descripciones detalladas de vestuario, mobiliario, calles, usos y costumbres como la de los juegos infantiles, y de las formas de vida: la pobreza, el frío, el racionamiento. El cuento se asemeja a una puerta de bisagras móviles: de un lado, la realidad; de otro, el disimulo. Para ello, el autor recurre al símbolo del espejo, que supondría la línea divisoria entre los dos universos, universos que Lázaro ha de aprender a sortear pese a su corta edad, aunque él se sentía sólo parte de su universo real, que era su casa y su familia; por eso aprende pronto a ser cómplice de los suyos, e incluso, dándose cuenta del peligro, se resiste a ir a la escuela, a esa escuela militarizada de la España de la posguerra donde aparece el Hermano Salvador, y Lázaro, sin perder la compostura, no se integra, actitud que lo distingue de los demás alumnos e irrita al maestro diácono. De esta manera, y desde las distintas voces de los narradores, pasamos continuamente de un lado a otro del espejo, y así, sólo el lector tiene una visión global de la historia (destino de Elena, la hija del matrimonio), ya que los personajes únicamente tienen una visión incompleta. El tema de la doble derrota, recurrente en los cuatro relatos, aparece en éste con el nombre de venganza, en la persona de Ricardo, el “topo”; tan sólo cuando toma el camino de la valentía tiene que renunciar a vivir, y con su sacrificio, derrota al Hermano Salvador. La Iglesia y su lenguaje cargado de eufemismos (otra pieza costumbrista que calca la realidad) tiene su lugar en el mundo de los vencedores, y es la confesión del diácono la que pone la voz y el pensamiento a los vencedores, de forma general; de manera particular, nos muestra la catadura moral de este personaje, que a través de esta confesión, sólo desea justificar sus actos, cuyas causas las carga sobre la mujer como inductora del mal. Así se descubren los rasgos del carácter del diácono: manipulador de la realidad, arrogante, soberbio y de una lascivia incontrolada. De la otra parte, del otro lado del espejo, tenemos la intimidad del hogar de esa familia de derrotados; las horas pasan envueltas en un miedo cargado de angustia, que rompen los ruidos de la escalera (pasos de la gente en el rellano, el ascensor, el estado de permanente alerta ante el sonido del timbre). Miedos y silencios que van desdibujando los perfiles de los protagonistas y minando sus caracteres, hasta el momento en que Ricardo muestra su valentía para salvar a su mujer del acoso del diácono, lo que lo conduce al trágico suicidio. Hermano Salvador: otra ironía, ya que no salva a nadie, ni siquiera a sí mismo, y es causa directa del suicidio de Ricardo. [3] Pequeñas introducciones para presentar/localizar a los autores que pueden preguntarse en selectividad. Antonio Machado: se considera como el poeta por excelencia de la generanción del 98 y uno de los poetas con más influencia en la poesía española desde los años 40 hasta la actualidad. Su obra supera el modernismo de corte intimista (Soledades, 1907) y propone una poesía emotiva, crítica y abierta a la realidad en su 2º y fundamental libro, Campos de Castilla (1912) Juan Ramón Jiménez: fue, junto con Rubén Darío, el poeta que más prestigio tuvo en la poesía hispánica desde principios de siglo XX hasta bien entrados los años 40. Concibió su obra como un poema total que evoluciona desde unos gustos estéticos propios del neorromanticismo becqueriano y del modernismo (tanto del sensorial como del intimista) a una poesía intelectual (que él llamó pura), la cual lo situó como maestro de los jóvenes poetas, los vanguardistas de la Generación del 27. El libro clave donde inicia su camino hacia la pureza lírica es Diario de un poeta recién casado (1917). Federico García Lorca (poeta y dramaturgo) es sin duda el poeta español más conocido en el mundo, tanto por la calidad indiscutible de su obra como por las circunstancias injustas y crueles en que fue asesinado al comienzo de la Guerra Civil. Su obra evoluciona desde el neopopularismo (Romancero gitano, 1928) a un surrealismo singular, radicalmente vanguardista, como expresión del sufrimiento personal y de la rabia ante el sufrimiento del ser humano (Poeta en Nueva York, 1929) Rafael Alberti escribe sus primeros libros (Marinero en tierra, 1924) dentro de la estética neopopularista con muchas influencias de Juan Ramón Jiménez. A finales de los años 20 su poesía gira absolutamente hacia una expresión vanguardista que desemboca en uno de los grandes libros del surrealismo español: Sobre los ángeles,1929), libro donde el poeta expresa angustiosamente la crisis de fe que sufrió. En los años 30 publica varios libros de carácter revolucionario y compromiso social (es el tiempo de su militancia comunista y de la guerra civil). Durante el largo exilio escribe sentidos poemas de nostalgia por su tierra andaluza perdida. Luis Cernuda es quizá el poeta del 27 más influido por Bécquer y con él por la tradición romántica. Para Cernuda la poesía siempre fue un vehículo para expresar el debate humano entre “la realidad y el deseo” (título genérico en el que agrupó todos sus libros). Como otros poetas del 27 evoluciona desde el neopopularismo hasta el surrealismo de un libro excepcional como Donde habite el olvido (1932-1933). Durante el exilio su poesía, que se hizo más meditativa, evoca a veces con dolor la patria perdida y a veces la critica ásperamente. Unamuno [ya visto en clase] Alberto Méndez [ver arriba Los girasoles ciegos] Gabriel García Márquez [ver arriba el comentario de texto de un fragmento de Crónica de una muerte anunciada] Valle-Inclán [ya visto en clase]