Hora 25 separata El Socialismo Vivido

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EL SOCIALISMO VIVIDO
1
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
A
Cristina Trigo, compa–era y esposa infatigable de Marcelo.
Agradecimiento a Plural Editores por la autorización de la publicación del capítulo XI de la
obra completa: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El socialismo vivido.
La Paz, diciembre de 2010.
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EL SOCIALISMO VIVIDO
Presentación
Hora 25 presenta este texto magistral, ÒEl desacuerdo sobre dos fechas de
la Revoluci—n francesaÓ, cap’tulo XI, parte de la obra ÒMarcelo Quiroga Santa
Cruz. El socialismo vividoÓ de Hugo Rodas Morales.
!"#$%&'(")#&"*#+%#&"*,-&&-.*#/'#0'*'1%1#/'2%3'#4#1'5'6-.*#'*#3"1*"#%#3'(%)#
fundamentales del momento hist—rico presente.
En este texto se encuentran la genealog’a, trayectoria y pr‡cticas de dos organizaciones pol’ticas fundamentales de la pol’tica nacional: el Partido Socialista
(PSB) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fundados en los setentas. La primera tendr’a como protagonista a Marcelo Quiroga Santa Cruz y la
segunda a RenŽ Zavaleta, uno de sus m‡s lœcidos componentes.
780"#9"/%)#-*:'1'#8*#/'2%3'#3'.1-&"#;"+<3-&"#=8*/%('*3%+#'*31'#>%1&'+"#?8-1"0%#4#9'*@#A%,%+'3%B#)"21'#'+#)-0*-:&%/"#/'#+%#9',"+8&-.*#=1%*&')%#;%1%#&"(;1'*der los alcances de la Revoluci—n de 1952, y sus implicaciones actuales y el decurso
pol’tico e intelectual distanciado que tendr’an estos dos pensadores.
La cuesti—n central de este texto plantea la posibilidad de superar el horizonte
del nacionalismo revolucionario o populismo de derecha vigentes, con el socialismo
vivido que enarbolara Marcelo a travŽs de una Žtica libertaria sin concesiones.
Consejo Editorial Hora 25
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MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
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EL SOCIALISMO VIVIDO
El desacuerdo sobre dos fechas de la
Revolución francesa (capítulo XI)
ÒDerechaÓ e ÒizquierdaÓ carecen de un valor sem‡ntico absoluto. Como desde el
origen mismo de su utilizaci—n, la fortuita y ef’mera ubicaci—n de los jacobinos en la
siniestra (presagio funesto) de la Asamblea que los diestros (tambiŽn augural, pero de
su reconocida habilidad para restaurarse). No se trata de las conductas oportunistas
de los ambidextros que sobrenadan las contradicciones sociales con dos manos y cosechan el resultado con ambas, sino de la distinta ubicaci—n [de] una misma tendencia
observada desde los extremos del espectro pol’tico [É] cuando el juicio valorativo
excluye la lucha de clases, como tŽrmino de referencia, y se complace en los aspectos
adjetivos de la actividad pol’tica.1
EL PLAN INICIAL DE LA polic’a pol’tica de Barrientos, luego de secuestrar a
Quiroga Santa Cruz en el Palacio de Justicia, era fusilarlo sumariamente en Achachicala, donde se lo hizo descender del veh’culo militar antes de la contraorden recibida, ante la denuncia de medios de comunicaci—n sobre su paradero incierto pero
en manos de agentes del gobierno. Entonces se lo traslad— a instalaciones militares
para ser enviado a la inh—spita regi—n tropical de Alto Madidi (norte boliviano,
!"#$%&$'"(&)*+!"+,$+-$.+/+0"(12+"(+3$41!$!+!"+3)(5($!)6+!)(!"+/$+*"+"(3)(&%$7$(+
RenŽ Zavaleta y otros dos dirigentes a los que mencionara Quiroga Santa Cruz en la
primera declaraci—n de prensa que le fue posible, para destacar la situaci—n de todo
el grupo.
84+3)(5%'$%*"+4$+#%"*"(31$+!"+9"(:+;$<$4"&$+="%3$!)+"(+"4+3)(5($'1"(&)+!"+
Alto Madidi, el peri—dico Jornada (dirigido por su amigo y periodista Jorge Su‡rez)
se–al—: ÒEs importante observar que el caso de Quiroga es apenas uno de varios otros
que se encuentran aœn pendientes de soluci—n. Por ejemplo RenŽ Zavaleta. Este
joven dirigente del MNR debe rendir en estos d’as sus ex‡menes de grado para optar
a la licenciatura en Derecho y requiere ser puesto en libertad, as’ sea por el tiempo
estrictamente necesario. Ojal‡ el Presidente de la Repœblica recoja esta demandaÓ.
Este medio demostraba cierta credulidad en el anuncio de Barrientos de permitir el
%"&)%()+!"+4)*+3)(5($!)*>2
En Madidi se evidenciaron p‡lidamente las profundas diferencias pol’ticas entre
Quiroga Santa Cruz y Zavaleta Mercado, en cuanto a la idea y praxis revolucionaria
de ambos y a la lucha pol’tica en Bolivia, tanto en tŽrminos de militancia como en
relaci—n a la t‡ctica militar, que se transparentar‡ a travŽs de la tensi—n entre dos
nuevas organizaciones pol’ticas que resultar’an fundamentales en la pol’tica nacional, pr—ximas en el tiempo veloz de la din‡mica pol’tica boliviana y fundadas el
mismo a–o, 1971: el Partido Socialista de Bolivia (PSB) que resultar’a de la fusi—n
de cuatro organizaciones, y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) que
sumaba a otras tantas. Mientras Quiroga Santa Cruz ser’a miembro fundador de la
primera, Zavaleta pertenecer’a no sin reservas a esta œltima, bajo la tesis pol’tica del
Òentronque hist—ricoÓ3 con el proceso revolucionario de 1952 dirigido por el MNR y se
dar’a a conocer como parte de la Ònueva generaci—n de izquierdaÓ.
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MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
Un dato central de las discrepancias entre ambos intelectuales, tiene relevancia
para la historia anterior y posterior a 1968 en la pol’tica boliviana y fue levemente
mencionado por Quiroga Santa Cruz, segœn recordar’a su esposa Cristina le fue
transmitido por Marcelo en comunicaci—n desde Madidi: ÒZavaleta est‡ preso conmigo y no estamos de acuerdo sobre un par de fechas de la Revoluci—n francesaÓ4. Se
&%$&$+#)%+&$(&)+!"+1(?"%1%6+$+&%$<:*+!"+@($+%"3)(*&%@331A(++&"A%13)B#)4C&13$+"4+*1D(153$!)+!"+$E@"44$*+!)*+?"3F$*+"(+!"*$3@"%!)+G3@H4"*+"%$(2+*1D(153$(!)+#)4C&13$'"(&"+
primero la interpretaci—n de ambos intelectuales sobre la Revoluci—n francesa en su
alcance universal como Òla revoluci—n de su ŽpocaÓ5, es decir, de la Žpoca moderna,
para luego comprender las razones del decurso pol’tico-intelectual distanciado que
tendr’an Zavaleta y Quiroga Santa Cruz en lo sucesivo.
I*&"+J!"*$3@"%!)+"(+?"3F$*K+&"(C$+3)')+@%BF1*&)%1$+"*#"3C53$+4$+'".34$+!"+4$+
prosa literaria con la pol’tica que marcar’a la relaci—n entre ambos intelectuales
'$%L1*&$*+7)41<1$()*+/+#@"!"+)7*"%<$%*"+&$(&)+"(+4$+!"*3$4153$31A(+!"4+ MNR sobre
el joven (ÒdeshabitadoÓ) cr’tico de 1952 Quiroga Santa Cruz, como en la exclusi—n
!"+&)!)+!1H4)D)+3)(+:*&"+#)%E@"+*"+4)+3$4153$7$+3)')+#$%&"+!"+4$+J%)*3$K+$(&1!"')cr‡tica que la Revoluci—n Nacional de 1952 habr’a superado. Quiroga Santa Cruz
por su parte, desde–oso de la actitud de la peque–a burgues’a del MNR le hab’a
reprochado al propio Zavaleta, con el humor e iron’a agudas que caracterizaban al
diputado independiente y luego dirigente socialista, esa exclusi—n, con una frase
que recurr’a a mœltiples dimensiones del derecho que el intelectual del MNR, RenŽ
Zavaleta (abogado Žl mismo) supo entender sin duda. [Ver contraportada de Hora
25]. Se trataba de un Òrespeto mutuoÓ que se traduc’a en inocultable distancia por
compromisos dis’miles con la historia pol’tica boliviana.
El objetivo de reconstrucci—n sintŽtica e intertextual de la historia de la Revoluci—n francesa se inscribe entonces en los l’mites del esclarecimiento te—rico-pol’tico
de distintas interpretaciones de la lucha de clases, relacionadas al surgimiento de
#%H3&13$+#4@%$4"*+$+?$<)%+!"+@($+(@"<$+1.E@1"%!$+"(+0)41<1$+$+5("*+!"+4)*+MNO6+'H*+
all‡ del bizantinismo cronol—gico de las fechas, que sin embargo, habr‡ que hipotŽticamente inferir. Aunque el tema de la Revoluci—n francesa (1789) tiene un alcance
general y su debate fuera continuo (Marx, en opini—n del conservador Furet, es el
mejor ejemplo de una interpretaci—n continuada de la Revoluci—n francesa) el su#@"*&)+$3"%3$+!"+*@+*1D(153$31A(+@(1<"%*$4+"*+)7<1)P+"(+"4+D%$!)+E@"+?@"%$6+4$+9"<)luci—n francesa porta aristas de un cambio en la pol’tica y la historia de la naci—n en
todo Estado moderno y no s—lo en el Estado francŽs, que se–ala un hito respecto al
sentido progresista de un acontecimiento revolucionario al menos de los siglos XVIII
al XX. Se trat— de un cambio radical en la estructura del absolutismo (y sus formas
de rearticulaci—n posteriores) del que la sociedad burguesa moderna y el socialismo
(superador de la primera) se consideran herederos. Una respetable interpretaci—n
conservadora de los escritos de Marx al respecto66+"4+&"L&)+3)(*$D%$!)+)531$4'"(&"+
por el Estado francŽs de Franois Furet (proceso indirectamente indicado en el ep’grafe de Quiroga Santa Cruz respecto a la habilidad de la derecha para restaurarse
despuŽs de la Revoluci—n), contrapuntea esta s’ntesis del ascenso de la clase burguesa en el siglo XVIII y el cambio de formas feudales en Bolivia que habr’a producido
la ÒRevoluci—n Nacional de 1952Ó, las comillas responden a la controversia de su
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EL SOCIALISMO VIVIDO
devenir como hecho revolucionario usurpado por una burocracia peque–o burguesa, segœn Quiroga Santa Cruz.
Respecto a la problem‡tica legitimaci—n moderna del poder y desviaci—n en la
Bolivia de 1964, por la existencia de una organizaci—n burocr‡tica sobrepuesta al
pueblo al plantearse interesadamente idŽntica a este (MNR) y que actuara por Žl bajo
la legitimidad de la violencia estatal, dos textos contradictorios de RenŽ Zavaleta
Mercado (militante y te—rico del MNR derrocado en 1964) ilustran su posici—n al
respecto, uno de los cuales no se conoci— sino dŽcadas despuŽs por razones eminentemente pol’ticas, para evitar la disonancia entre ambos. Se trata de La Revoluci—n
boliviana y la cuesti—n del poder (antes de las elecciones de 1964) y el autocensura!)+F$*&$+*@+'@"%&"+/+#%)#1$'"(&"+$@&)71)D%H53)+,$+3$C!$+!"4+MNR y la conjuraci—n
de noviembre (Historia del golpe militar del 4 de noviembre de 1964 en Bolivia)
E@"+"*+@($+'"')%1$+!"4+'1*')+$Q)6+?"3F$!$+"(+RSTO>+8'7)*+&"L&)*+"LF17"(+$($log’as expl’citas con el proceso de la Revoluci—n francesa; incluso el segundo (que
s—lo se publicara con autorizaci—n de la familia en 1995 y fue escrito despuŽs de su
desacuerdo con Quiroga Santa Cruz) es una reinterpretaci—n del golpe de 1964 en
Bolivia, basada en la historia cl‡sica de Mathiez sobre el hecho francŽs (presente en
las lecturas de Gramsci y Lenin al respecto). Incluyo a Furet para enriquecer el an‡lisis, considerando su lectura conservadora de Marx y la Revoluci—n francesa, porque distingue los a–os 1789 (inicio formal de la Revoluci—n) y el de 1871 (Comuna
de Par’s, superadora del hecho anterior), adem‡s de febrero de 1848 en Alemania,
*@D1%1"(!)+$&"(!"%+4)+E@"+"*3%171"%$+=$%L+"(+RSUO+*)7%"+$'7)*+F"3F)*+/+"4+%".$D)+
pol’tico alem‡n en comparaci—n a Francia.
Quiroga Santa Cruz era cr’tico del cl‡sico Rousseau y del concepto de Òvoluntad generalÓ en particular, que le parec’a propicio a una manipulaci—n peque–o burguesa de la direcci—n del hecho revolucionario, por su certeza acerca de la necesidad
insatisfecha de un partido pol’tico ideol—gicamente consistente, inexistente en la
Bolivia de 1965 y aun despuŽs:
El drama individual de los pol’ticos lo es tambiŽn, aunque colectivo y por
ello de aspecto deshumanizado, de las organizaciones de que forman parte. Su
existencia en nuestro medio es tan precaria y son tantos los peligros que las
amenazan [que podr’an dejar] a nuestro pueblo, como Rousseau imagin— al que
le sirviera para construir esa evangŽlica teor’a del Contrato Social, es decir, una
muchedumbre dispersa y desorientada.7
Y mantendr‡ m‡s adelante que esta noci—n de la teor’a pol’tica roussoniana es
apta para proyectos pol’ticos no realistas, propios Òde la imaginaci—n de RousseauÓ
escribir‡ una dŽcada m‡s tarde, sobre la soluci—n de contradicciones peronistas en
la Argentina previa al golpe militar de 1976.8 Es sabido que Robespierre y Saint Just,
entre otros dirigentes del hecho revolucionario francŽs, desplegar’an una relaci—n
singular entre lo que un bi—grafo del primero llama Òla fuerza directaÓ y la agudeza
de las frases francesas.9 Lo que la Òvoluntad generalÓ de Rousseau anticipaba, en
particular durante la etapa m‡s radical, jacobina, se relacionaba a la proclividad de
los hombres en transgredir la ley para asegurarse una vida m‡s f‡cil, lo que condu-
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MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
c’a a una Òfatal ignorancia de las cosas de la vida [como un proyecto para] aplastar
las mœltiples irregularidades de la viva realidadÓ.RO Quiroga Santa Cruz ten’a un
concepto menos generalizador de la realidad; no se hab’a frustrado literariamente
(como Robespierre que descuidaba lo menudo) o period’sticamente (como Zavaleta) sino que su parecido con el l’der de los jacobinos franceses se reduc’a a cierto aspecto f’sico delgado y, tal vez, a una apreciaci—n permanente de la justicia.
Contextualizando el ep’grafe de este cap’tulo, puede leerse con claridad la segunda
etapa, la del Terror impuesto por los jacobinos, en el propio tŽrmino que se–ala Òla
1.E@1"%!$+!"+4$+9"<)4@31A(K+3)')+*1(1"*&%$6+/+4$+"L#%)#1$31A(+5($4+!"4+#%)3"*)+#)%+
los diestros, la recomposici—n burguesa con un Òhasta hoyÓ que se puede actualizar
sin alterar el esp’ritu de la cita, es decir, hasta el capitalismo de la burgues’a francesa
contempor‡nea y de la Bolivia dependiente.
El ciclo hist—rico de la Revoluci—n francesa abarc— de 1789 a 1871, a–o en que
despuŽs de la guerra franco-prusiana acontece la Comuna de Par’s, pasando por el
rŽgimen parlamentario de 1815 del control ÒdirectoÓ del Estado por las clases dominantes y la Repœblica conservadora de 1848, hasta que el ecumenismo burguŽs
demuestra sus l’mites en 1851 (Estado bonapartista) cuando los campesinos, con un
voto en apariencia antiburguŽs, sellaron una alianza encubriendo as’ su dependencia del dinero de la sociedad burguesa, en favor de una decadente peque–a burgues’a rural.11 Marx considerar’a inicialmente, que la Revoluci—n hab’a durado de 1789
$+RVWO+/+E@"+4)*+D)4#"*+!"+I*&$!)+#)*&"%1)%"*+*"+"L#413$7$(+3)')+4$+1(!"#"(!"(31$+
relativa lograda por el Estado, su reorganizaci—n respecto de la sociedad. La Revoluci—n francesa buscaba una nueva identidad colectiva, una entre gobernantes y
gobernados a travŽs de una disputa entre discursos de distintos grupos en el poder
entre 1789 y 1795, que buscaban apropiarse de la legitimidad de los representantes
de la Òvoluntad generalÓ roussoniana: ÒEl efecto hist—rico de este proceso fue la
construcci—n de una nueva m‡quina de poder que, en nombre de la democracia,
restablec’a el absolutismo que se propon’a destruirÓ.12
La l—gica de otros intelectuales atentos a la Revoluci—n francesa, como Furet
o Carl Schmitt advirtieran acerca de la constituci—n del sujeto revolucionario en
3)(&%$#)*131A(+$4+J)&%)K6+"4+"("'1D)+3)')+$4D)+X&14+#$%$+5("*+()+3)(*"%<$!)%"*+)+
antidemocr‡ticos13 y un fen—meno real respecto a la antinobleza y el complot o la
traici—n antipatri—tica aristocr‡tica en favor de potencias extranjeras, Òcontra los
M#$&%1)&$*M+%"<)4@31)($%1)*K>14 Se trata de ÒenemigosÓ abstractos que movilizaban
palabras para salvar a la Revoluci—n y conformaban el nœcleo de su propia legitimidad, lo que abri— campo al Terror. La Constituci—n francesa votada en 1793 fue
suspendida para combatir la amenaza interna de guerra civil y la externa respecto a
pa’ses enemigos, de modo que el Terror revolucionario fue aplicado contra el Òenemigo del puebloÓ (el opositor a la Òvoluntad generalÓ roussoniana) por el ComitŽ
Jacobino de la Salud [Seguridad] Pœblica en 1793: ÒEntre el pueblo y sus enemigos,
nada puede haber de comœn excepto la espadaÓ.15 As’, la legitimidad soberana del
#@"74)+3)')+4AD13$+!"+4$+*)7"%$(C$+%"<)4@31)($%1$+G"4+Y$3)71(1*')+*@*&1&@1!)+53&1ciamente por el pueblo y el Estado, en tanto Òdemocracia puraÓ, de modo que sus
l’deres guillotinados probaban que el poder se manten’a no por s’ mismo sino por
8
EL SOCIALISMO VIVIDO
el pueblo soberano) reemplaz— a la legalidad constitucional: Ò[Robespierre] era el
pueblo para las sectionsÓ y restauraba continuamente la perfecci—n entre el pueblo
y las diferentes asambleas que dec’an hablar en su nombre.
En realidad se trataba de un s’mil de la ÒroscaÓ metamorfoseada por el MNR
en la forma cl‡sica de un c’rculo de allegados del poder [É] una organizaci—n que
prefabricaba un consenso y que ten’a un control exclusivo sobre Žl.16 Al constituirse
una maquinaria estatal francesa poderosa, la reacci—n del Termidor correspondi— a
la sociedad civil, como Marx bien se–al—. Al guillotinarse a Robespierre se eludi—
el hecho de que el Terror no proven’a de una persona y la nueva l—gica de guerra,
que contradec’a incluso la Declaraci—n de los Derechos del Hombre, reemplaz— a la
anterior Òdefensa de la patrieÓ y pas— a encarnar la revoluci—n y el Terror a la vez,
inaugurando la Òotra zona de poder soberano moderno sin controlÓ.17 De acuerdo
a Marx, si los or’genes intelectuales de la revoluci—n francesa deb’an verse en la
Ilustraci—n, entonces la burgues’a francesa ten’a un proyecto revolucionario que
desarrollar en nombre del hombre. En cambio, la burgues’a alemana s—lo acentua7$+*@+'1*&153$31A(+@(1<"%*$41*&$Z+4$+J7@"($+<)4@(&$!K+!"+[$(&+F$7C$+*1!)+"4+!1*?%$.+
1!")4AD13)+!"+*@+1'#)&"(31$6+&$(+!1*&1(&$+!"+J4$+"("%DC$+/+4$+!"5(131A(K18 de la francesa que, a la sombra de la monarqu’a, desarroll— la unidad nacional mediante un
liberalismo doctrinario, generado a partir de intereses burgueses (de clase) reales.
Esta cr’tica alcanzaba a Rousseau, a quien sin embargo Marx consideraba un te—rico
lœcido de la Òabstracci—nÓ democr‡tica, porque la Revoluci—n francesa inventar’a
un Estado que se constituy— ab initio sobre abstracciones, en el periodo del Terror
jacobino, que quiso encarnar lo universal en lo particular (1793-1794): segunda
marea cuatro a–os despuŽs de la Revoluci—n, plebeya, desde las aldeas (y antes de
la reacci—n del Termidor y el Imperio) que expresaba una radicalizaci—n pol’tica
(Robespierre, 1794) mediante la cual un proletariado inmaduro pretende sobrepasar
a la burgues’a.
Producto de una cr’tica intelectual de Marx sobre Hegel (y sobre Rousseau,
a quien Hegel consideraba el primer te—rico del Estado moderno, por fundarlo en
la raz—n bajo el principio espiritual de la voluntad, salvo por su idea de individuos
unidos bajo un Òcontrato socialÓ)19, surgir‡, a prop—sito de la ejemplaridad de la Revoluci—n francesa, una concepci—n del Estado en ruptura con la hegeliana conocida
84 a–os despuŽs de escrita (1927): ÒLos alemanes, conducidos por nuestro pastores,
s—lo acompa–amos a la libertad un d’a: el de su entierroÓ.\O+=$%L+*"+%"5"%"+$+E@"+
el derrocamiento del antiguo rŽgimen en Francia continœa represent‡ndose como
comedia en Alemania; si lo nuevo aparece en forma tr‡gica, lo decadente tiene forma c—mica. Con todo y puesto que consideraba a Alemania como una conciencia
te—rica universal, la Revoluci—n francesa s—lo hab’a sido parcial, emancipando a los
burgueses propietarios (parte de la sociedad civil) pero sin llegar a ser Òuniversalmente humanaÓ.21
A la revoluci—n del ciudadano (citoyen) deb’a seguir la del hombre, pero Alemania no contaba con un sector de la sociedad que pudiera fungir como representante social de la misma. Hegel ya hab’a colocado al Estado en el centro de la Revoluci—n francesa y de su fracaso ante su Òinestabilidad pol’tica consustancial [É]
caracter’stica de la impotencia de los revolucionarios para separarse de la sociedad
9
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
31<14+$+5(+!"+#"(*$%+"(+"4+I*&$!)K22, algo que en todas sus palabras puede decirse
!"+4$+#)4C&13$+7)41<1$($+!"+RSU\6+$@(E@"+4$+3)(()&$31A(+("D$&1<$+!"+3)(]13&)*+"(mara–ados que ha merecido, ser’a motivo de otro debate.23 Furet ÒdenunciaÓ que
Marx no abandona sus tesis de juventud respecto a la determinaci—n del Estado
por la sociedad, a–adiendo un contenido tendencioso al pretender criticar toda la
Òtradici—n pol’tica democr‡tica radicalÓ24; en cambio Marx advierte que Napole—n
*"+1(*3%17C$+3)')+#$%&"+!"+4$+%"*1*&"(31$+G4$+X4&1'$6+?$*"+5($4+#$%$+@($+*"#$%$31A(+
serena del pasado) del terror contra la sociedad burguesa; la Òilusi—n pol’tica de
la democraciaÓ que atribu’a a la revoluci—n se restring’a a un momento en que el
movimiento revolucionario crec’a y entonces, la revoluci—n era la forma ideal de la
!"')3%$31$+*1"'#%"+/+3@$(!)+4$*+!"*1D@$4!$!"*+*)31)"3)(A'13$*+()+*"+')!153$%$(P+
el periodo del Imperio en el decurso de la Revoluci—n francesa, disfraza ante los
obreros al Estado moderno.
Junto con la Revoluci—n inglesa de 1648, la francesa constituye un modelo de
revoluci—n ÒeuropeaÓ; gŽnesis del Estado democr‡tico era la esencia de la revoluci—n. Segœn Marx no se trata de la obsesi—n termidoriana de Òterminar la revoluci—nÓ (dominada por la peque–a burgues’a) sino de iniciar otra, proletaria25, cuya
promesa habr’a perseguido al propio Marx en el sentido de que toda revoluci—n
posterior ser’a par—dica: ÒLa Repœblica, la Gironda, la Monta–a y el segundo Bona#$%&"+*A4)+*1D(153$(+@($+?)%'$+#$%&13@4$%'"(&"+?%$(3"*$+!"+4$+?$4*$+3)(31"(31$+!"+4)*+
actores hist—ricos en relaci—n con su propia acci—n, y que es la ret—rica de la imitaci—nÓ.26 En cambio, para Tocqueville, despuŽs de ÒcompletarseÓ con la Restauraci—n
que sigui— a la Repœblica y el Imperio, la Revoluci—n francesa Òse reinicia, aunque
es siempre la mismaÓ.27 Aqu’ tenemos una ret—rica de la repetici—n por la que una
sociedad burguesa Òen formaÓ, parece incapaz de dominar su historia pol’tica. Sin
embargo, el Estado es el apoderado de los intereses clasistas, a pesar del sufragio
universal, novedad republicana que sella la independencia o conformidad de las
clases explotadas respecto a las dominantes. El segundo Bonaparte (expresi—n de los
1(&"%"*"*+!"+4$+34$*"+'H*+(@'"%)*$6+"4+3$'#"*1($!)2+@(153$+1(*&1&@31)($4'"(&"+#)%+
segunda vez los intereses burgueses y as’, la ilusi—n de la democracia que impugna
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social, pues la burgues’a francesa temer’a a su propia revoluci—n.28 El aliado burguŽs
del campesinado de 1789 contra los terratenientes, ya es otro.
Parece entonces, segœn Furet, que el Terror revolucionario (la dictadura jacobina) es fruto de un anacronismo en esta repetici—n (con el segundo Bonaparte como
parodia o falsa conciencia de la realidad hist—rica) de una ideolog’a sobreviviente
frente a los actores de una situaci—n nueva. Para Marx, Robespierre confundi— la
naturaleza de la sociedad moderna con la del mundo antiguo, creyendo que el Estado virtuoso de Robespierre y Saint Just unir’a Òlos diversos ‡tomos ego’stas de la
sociedadÓ.29 Pero no era el Estado sino el interŽs entre individuos el que los un’a,
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manten’a a la sociedad civil cohesionada sino a la inversa. El fracaso del Terror
se explica en este sentido, por hipostasiar al Estado, convirtiŽndolo en la realidad
central de la historia y de la sociedad, por confundir a la repœblica antigua basada
en la esclavitud real, con el Estado moderno y democr‡tico basado en la esclavitud
10
EL SOCIALISMO VIVIDO
emancipada de la sociedad burguesa. Mientras la democracia se funda en los asalariados y la igualdad pol’tica en la desigualdad socialWO, Robespierre crey— fundar con
los derechos del hombre modernos una democracia semejante a la antigua, como lo
indicaban la referencia en sus discursos a Grecia y Roma, sin considerar la brecha
entre la igualdad abstracta declarada por la democracia moderna y la desigualdad
real impuesta por la sociedad burguesa. Francia no era la Roma antigua y la violencia revolucionaria del Terror evidenci— la anacr—nica ideolog’a del jacobinismo.
Con el segundo Bonaparte, se trata m‡s bien de un rezago de la conciencia
(campesina) sobre la realidad, de modo que as’ como Robespierre conoc’a las sociedades antiguas por medio de los libros, los campesinos alcanzan a Napole—n a
travŽs de los recuerdos. La ideolog’a en ambos casos surge del desconocimiento de
las regularidades hist—ricas, pero en el primero (Terror) es algo ef’mero, mientras en
"4+*"D@(!)+)+!"+4$+3)(31"(31$+1(*@531"(&"6+J3)(*&1&@/"+4$+'"')%1$+3)4"3&1<$+!"+@($+
34$*"+^3$'#"*1($!)_+($31!$+!"+4$+"L#"%1"(31$+%"31"(&"K+/+E@"+')!153$7$+4$+?)%'$+
del Estado pero no su contenido.31 -)%+)&%$+#$%&"6+"4+JM"Y:%31&)M+!"+?@(31)($%1)*+!"4+
EstadoÓ (medio mill—n en la Francia de entonces) le otorga cierta autonom’a en la
forma de un gran cuerpo parasitario que sustituye a la sociedad y cumple una labor
de zapa (al relacionarse a la organizaci—n feudal, corporativa y de privilegios colectivos tradicionales) por la que la sociedad medra del Estado que le resulta exterior y lo
carcome como una fatalidad, luego de una Òabdicaci—nÓ de la burgues’a (el 2 de diciembre de 1851) al dejar de gobernar directamente. Para Marx, los obreros deb’an
cumplir su deber de ciudadanos sin Òdejarse arrastrar por los recuerdos nacionales
de 1792 como los campesinos franceses se han dejado enga–ar por los recuerdos
nacionales del primer Imperio [Napole—n I, liberador del pasado feudal]Ó32; hab’a
que distinguir entre el Estado centralizado y los reg’menes pol’ticos, el primero s—lo
cambiado en su estructura por la Revoluci—n francesa, mientras los segundos se establecieron a lo largo del siglo XIX.
En el caso francŽs, hab’a sido Napole—n quien interrumpiera el nudo de ines&$7141!$!+]@1!$+!"%1<$!$+!"4+#%)3"*)+%"<)4@31)($%1)6+#"%)+*A4)+#)%+@(+&1"'#)6+#$%$+
%"&)%($%+$+@(+(X34")+3)(]13&1<)+!"+!)*+!1'"(*1)("*+*)7%"#@"*&$*P+4$+1(&"D%$31A(+!"+
las masas al Estado por medio del terror revolucionario del pueblo soberano, o por
la guerra de un Estado-naci—n Òdemocr‡ticoÓ (Napole—n); tr‡nsito de la revoluci—n
permanente a la guerra permanente.33 La democracia como gobierno del pueblo y
la soberan’a como poder supremo del gobernante, eran las dos l—gicas modernas
en tensi—n como aporte universal de la Revoluci—n francesa, que continuar’a en la
oposici—n de la Òguerra fr’aÓ entre EUA y la ex URSS, considerando el primero (Wilson) que la segunda era un nuevo Òcaso de Revoluci—n francesaÓ y que hab’a que
rechazar la relaci—n que establec’a entre lo econ—mico y lo pol’tico, en tanto Lenin
sosten’a la idea de un Òpueblo armadoÓ bajo la noci—n Òradicalmente anarquistaÓ del
surgimiento espont‡neo de los soviets, rechazando el modelo burguŽs de soberan’a
del Estado y propugnando una Òdemocracia desde abajoÓ sin burocracia, polic’a
ni ejŽrcito, siguiŽndose el curso real del Terror rojo (contra el reaccionario Terror
74$(3)2Z+"4+1(3%"'"(&)+!"+NOO>OOO+$+`+'144)("*+!"+?@(31)($%1)*Z+"4+3)(&%)4+!"+4$+34$*"+&%$7$Y$!)%$+E@"+*"+<)4<1A+"4+3)(&%)4+!"4+-$%&1!)+F$*&$+E@"+a&$41(+$(@4A+5($4'"(&"+
la distinci—n entre Partido y Estado: una soberan’a de Partido sin estatus consti-
11
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
tucional.34 La interpretaci—n leninista por tanto (como la de Quiroga Santa Cruz
por su noci—n de carencia de historia en los bolivianos), privilegiaba el curso de la
revoluci—n sobre su resultado, importando m‡s 1793 que 1789 (en que segœn Marx
el Terror realiza las tareas de la burgues’a a la vez que destruyendo temporalmente
su poder. Marx tambiŽn admiraba el radicalismo de 1793: ÒEl principio de la pol’tica es la voluntad)35, eligiendo por tanto a los jacobinos (la dominaci—n de la nueva idea de comunidad sobre los intereses particulares o los bolcheviques como los
autŽnticos sucesores de los jacobinos, segœn Lenin) sobre los constituyentes. Furet
refuta esta deriva de la interpretaci—n marxista, se–alando que la creencia leninista
de que la acci—n revolucionaria puede y debe cambiar la sociedad era caracterizada
por Marx como la ilusi—n propia de lo pol’tico36: la historia de la Revoluci—n francesa como la de un Estado mon‡rquico que ajeno a las clases, sustituye la soberan’a
de los individuos con la invenci—n del Estado democr‡tico (las implicaciones de la
igualdad) mediante la revoluci—n. Marx despreciaba la Francia burguesa y peque–o
7@%D@"*$+E@"+<1<"+!"+1(<)3$%+JD%$(!"*+%"3@"%!)*K6+#)%+*@+!"*3)(5$(.$+!"+4$+%"&A%13$+
jacobina respecto a ese Òculto reaccionario del pasadoÓ.37
La teor’a del Estado democr‡tico abstracto roussoniano es un imaginario especulativo, cuya verdad Marx analiza en la econom’a: la emancipaci—n pol’tica (ciu!$!$(C$2+"*+*A4)+4$+*"#$%$31A(+"(&%"+I*&$!)+/+%"41D1A(6+()+"4+5(+!"+4$+$41"($31A(+%"41D1)*$+)+!"+4$+J%"41D1A(+!"4+31@!$!$()KZ+()+*1D(153$+4$+%"3)(3141$31A(+3)(+4$+($&@%$4".$+
del hombre, sino su desdoblamiento en hombre pœblico y privado y el llevar a nivel
pol’tico la idea cristiana de igualdad; el cristianismo no se realiza con el Estado sino
como un Òveh’culoÓ del hombre, como su Òfondo humanoÓ38 y los individuos que
se emancipan pol’ticamente pueden ser religiosos a t’tulo privado. Es un producto
de lo que en el siglo XVIII se llamaba Òcivilizaci—nÓ y genera el individualismo como
esencia de la modernidad. En este sentido, no s—lo Lenin interpreta bien la fecha
de 1793, sino que Gramsci a–ade a Maquiavelo como un caso que se remonta aun
$(&"*6+"(+&$(&)+)7%$+J!"+3$%H3&"%+1(!1<1!@$41*&$M6+"L#%"*1)("*+!"+@($+#"%*)($41!$!+
que desea intervenir en la pol’tica y en la historia de su pa’s y en tal sentido tiene
@(+)%1D"(+M!"')3%H&13)MZ+"L1*&"+"(+=$E@1$<"4)+4$+M#$*1A(M+!"4+MY$3)71()MK>39 Esa
pasi—n que ser‡ expuesta como la fe de una clase en s’ misma y en el pueblo por
Marx, requisito indispensable para desarrollar la pol’tica en un sentido transformador, encuentra en Quiroga Santa Cruz un certero exponente en la dŽcada de los
MNO6+3@$(!)+3)'"(.$7$+*@+$3&1<1!$!+#)4C&13$+3)')+!1#@&$!)+1(!"#"(!1"(&"+GRSNN2>+
Las revoluciones de 1848, en particular la prusiana y alemana hab’an dado la
t—nica de la continuidad del proceso revolucionario europeo, expropiado por la restauraci—n conservadora, enfrent‡ndose (la burgues’a) con el proletariado, antes de
haberse constituido pol’ticamente como clase, por tanto incapaz de afrontar sus
tareas hist—ricas: ÒLa burgues’a alemana se hab’a desarrollado de un modo tan inerte, tan lento y tan cobarde [que] no se hallaba a la cabeza porque representase la
iniciativa de una nueva sociedad, sino simplemente porque expresaba el rencor de
una Žpoca vieja de la sociedad [É]; carente de toda fe en s’ misma y sin fe alguna
en el pueblo [É]; revolucionaria para con los conservadores y conservadora para
con los revolucionarios [É]; vulgar por falta de originalidad y original en su vulgaridad [É]; tal era la burgues’a prusiana a la que la revoluci—n de Marzo entreg—
12
EL SOCIALISMO VIVIDO
el tim—n del EstadoÓ.`O En el movimiento revolucionario alem‡n, sofocado en julio
por el poder militar de los Pr’ncipes, particip— el joven socialista Ferdinand Lasalle,
3@/)+#"%54+%"&%$&$!)+#)%+"4+'$%L1*&$+FX(D$%)+,@bH3*+%"*@4&$+14@*&%$&1<)+%"*#"3&)+$+4$+
1(]@"(31$+!"+4$+54)*)?C$+1!"$41*&$+$4"'$($+!"+c13F&"+"(+d@1%)D$+a$(&$+e%@.6+*"DX(+
veremos.
Para RenŽ Zavaleta importaba en cambio el remate: ÒUn Estado Nacional
verdadero es el que corresponde a ese gran proceso que se inici— en Europa m‡s
o menos a partir de la Revoluci—n francesa y que concluy— con la guerra francoprusiana aproximadamente [1789-1871]. Este Estado Nacional se caracteriza por
la realizaci—n de la soberan’a, o, como ha dicho el presidente [francŽs] De Gaulle,
de la disponibilidad de s’ mismo [como] estado modernoÓ.41 En mayo de 1964 abogaba en Bolivia por el candidato a la vicepresidencia del MNR, acompa–ante de Paz
Estenssoro, el gral. RenŽ Barrientos, as’ como por el papel de las FF.AA. en general,
cuando el MNR ya hab’a perdido todo vigor revolucionario. Su referencia expl’cita a
De Gaulle situaba a la Revoluci—n francesa concluida, en el tiempo boliviano contempor‡neo de 1964, es decir, en la situaci—n legal del orden burguŽs a defender.
El paralelo con Bolivia es m‡s claro durante el gobierno de facto del candidato a la
vicepresidencia del MNR E@"+;$<$4"&$+!"5"(!"+G9"(:+0$%%1"(&)*2+/+*@+#%"&"(!1!)+
s’mil con el presidente francŽs que gobernara durante la guerra colonialista contra
la Argelia insurgente de Ahmed Bem Bella. Quiroga Santa Cruz cita una noticia
1(&"%($31)($4+#$%$+Y@*&153$%+*@+3)4@'($+#"%1)!C*&13$+!"4+'1*')+$Q)6+"(+4$+E@"+4$*+
pretensiones de De Gaulle y de Castello Branco (en el Brasil) daban el tono de lo
que Barrientos intentaba: la continuaci—n sin l’mite en el gobierno, adulterando el
#%)#1)+"*#C%1&@+3)(*&1&@31)($4B#$%4$'"(&$%1)+7@%D@:*6+E@"+=$%L+1!"(&153$7$+3)')+
el car‡cter liberal de la moderna sociedad burguesa: ÒLas ideas nunca pueden ejecutar nada. [É] Necesitan hombres que pongan en acci—n una fuerza pr‡cticaÓ.42
Quiroga Santa Cruz interpretaba entonces esta pretensi—n comœn a los tres
militares mencionados (y veremos que despuŽs de Barrientos ser‡ Banzer en 1974
quien dicte un orden como el que modelara Castello Branco para Brasil y sus camaradas desde el Estado brasile–o, imaginando una geopol’tica de Òfronteras vivasÓ
agresiva contra Bolivia, cap’tulos XV y XXIII) como la tendencial disposici—n burguesa de restaurar un orden reaccionario a partir de un proceso revolucionario previo.
En el caso de Francia: ÒEl general [De Gaulle] anunciar‡ su decisi—n de seguir al
frente del gobierno, mientras conserve su energ’a mental y f’sicaÓ; en el de Brasil:
Ò[Castello Branco] proscribi— las actividades pol’ticas y asumi— facultades para gobernar por de3%"&)>+^f_+I4+D"("%$4+$7)41A+&)!)*+4)*+#$%&1!)*+#)4C&13)*+/+$*C+$44$(A+"4+3$'1()+#$%$+4$+3%"$31A(+!"+M@(+
#$%&1!)+!"+4$+%"<)4@31A(M>+I*&)+F$%H+#)*174"+E@"+4)*+#)4C&13)*+#$*"(+#)%+$4&)+4)*+3)'#%)'1*)*+!"+4)*+
partidos y se sitœen al lado del gobierno [ejerciendo] por primera vez sus nuevos poderes al decretar
castigos por transgresiones pol’ticasÓ.43
;$<$4"&$+!"3C$+!"5(1%+4)*+&"'$*+E@"+&%$&$7$+!"*!"+4)+E@"+:4+"*6+3)(+4)+E@"+*"+
entiende que asume conscientemente el nuevo estado de orden de la Revoluci—n, el
de un partido ÒvictoriosoÓ (MNR) que se remontaba a la masacre minera de Catavi
en 1942, defendiendo al MNR y sus dirigentes de las cr’ticas del Òantiimperialismo
13
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
cipayoÓ de FSB G=$%1)+ g@&1:%%".26+ 3@/)+ )%1D"(+ 3$4153$7$+ !"+ '$("%$+ ($31)($41*&$+
como Òex—geno y alienadoÓ (prochileno), adem‡s Òfundado por un espa–olÓ. Luego
*"+ %"5"%"+ $+ !)*+ ?%$331)("*+ !"*#%"(!1!$*+ !"4+ MNR: el PRA de Walter Guevara y el
PRIN de Lech’n Oquendo. Al primero lo conminaba a admitir que Òo la Revoluci—n
existe y, por ende, este tiempo [1952-1964] es distinto a la Žpoca que lo precedi—
[1936-1952] o la Revoluci—n no existeÓ44, agregando que el MNR Òfue capaz de encontrar una t‡ctica, ella s’ propiamente bolivianaÓ.45 Al segundo le reprochaba su
desconocimiento ÒmaniqueoÓ del revisionismo hist—rico argentino y que como el
POR, buscara aislar al proletariado de las otras Òclases nacionales [É] del frente revolucionarioÓ.46 El Partido (MNR) es la Revoluci—n, es el hecho hist—rico de 1952 y
el pueblo soberano, as’ como el ÒodioÓ al jefe del Partido (V’ctor Paz Estenssoro) era
antinacional.47 De manera oblicua, pero sin defender al jefe del MNR como Zavaleta,
el escritor Augusto CŽspedes recuerda que el senado boliviano hab’a sido tradicionalmente el lugar por excelencia de los sobornos pol’ticos, visiblemente desde 1943
cuando se negara una pensi—n a los herederos del my. Celso Camacho y del tne.
FŽlix MŽndez Arcos, hŽroes del Chaco48 y que dicha corrupci—n se prolong— despuŽs
de 1952 cuando el Congreso era presidido por el parlamentario oriental RubŽn Julio (MNR), cuya fortuna delictiva se invertir’a despuŽs en alianzas con empresarios
brasile–os. ƒste, lo mismo que Federico Fortœn y JosŽ Antonio Arce Murillo, que
hab’an sido designados por una convenci—n del MNR para vicepresidentes de Paz
Estenssoro, fueron relegados por el jefe a travŽs de la ÒmaquinitaÓ parlamentaria,
para favorecer la candidatura a la vicepresidencia de Barrientos.49
Zavaleta criticaba el demoformalismo del PSC y el PURS, pero sosteniendo que
Paz Estenssoro era Òel obst‡culo sustancial para el retorno de la reacci—nÓUO, como
lo sabr’an los Òmalos movimientistasÓ que hab’an impugnado al jefe, pues Òdentro
de las actuales estructuras de la pol’tica latinoamericana el caudillo es el modo de
organizarse de las masas de nuestros pueblosÓ.51+9"*#"3&)+!"+4)*+'141&$%"*6+*"+%"5"%"+
a la Òdefensa de la frontera interiorÓ y la Òabsoluta claridad ideol—gicaÓ del MNR al
respecto: ÒEl axioma de que en los pa’ses semicoloniales la alianza entre los militares nacionalistas y la clase obrera es indispensable para llevar a cabo movimientos
de liberaci—n nacionalÓ.52 Atribu’a a Busch y Villarroel una Òconciencia nacionalÓ
G!"5(1!$+ '"Y)%+ #)%+ "4+ &"A%13)+ '$%L1*&$+ $%D"(&1()+ h@$(+ h)*:+ i"%(H(!".+ 8%%"DF12+
como miembros del ejŽrcito antiolig‡rquico, continuador de las tradiciones de Bol’var, San Mart’n y las guerrillas antiespa–olas53 y agregaba que Òcuando se ataca la
reelecci—n de V’ctor Paz Estenssoro [o] se cuestiona al general Barrientos (sic), de
lo que se trata en realidad es de destruir el poder pol’tico de la Revoluci—n. [É] La
Revoluci—n es un fen—meno hist—rico creado por la lucha del MNR [É] y de nadie
m‡s [É] y, por consiguiente, el MNR es la Revoluci—n [É] porque no existe en
Bolivia otra Revoluci—n que la que ha hecho el MNRÓ. Sellar’a lo anterior citando al
jacobino Saint Just: ÒUn patriota es aquŽl que sostiene la Repœblica en masa; quien
quiera que la combate en el detalle es un traidorÓ.54 Todo ello, es decir, cualquier
oposici—n al Partido (MNR), al margen del cual no se realizaba la Revoluci—n en
Bolivia, era desviar Òal pueblo de Bolivia de la creaci—n de su conciencia hist—ricaÓ. El t’tulo de un peque–o libro de Zavaleta, Bolivia: Crecimiento de la idea
nacional (1965) consideraba estos temas, concentr‡ndose en la idea nacionalista
14
EL SOCIALISMO VIVIDO
de oponer el ejemplo de la defensa de Òlos derechos de los inglesesÓ, es decir, frente
a ideas universalistas negadas en nombre de Òla realidad [de los] pa’ses perifŽricos
y semicolonialesÓ, donde no ser’a posible que Òlas luchas pol’ticas se libren entre
#)*131)("*+54)*A53$*+!"+&1#)+@(1<"%*$4+#)%E@"+4)+E@"+*"+!1*3@&"+*)(+F"3F)*+'@3F)+
'H*+1('"!1$&)*+/+@%D"(&"*K>+-)*&"%D$7$+$*C+4$+!"5(131A(+%"41D1)*$+3%1*&1$($+)+$&"$+
del Estado Nacional (ideol—gica), citando una aserci—n entregada al conocimiento
hist—rico del nacionalista argentino Abelardo Ramos: ÒJam‡s en la historia se ha
desenvuelto ningœn movimiento que desde sus comienzos fuese totalmente claro en
sus formulacionesÓ.55+j+;$<$4"&$+$3"(&@$7$+*@+<1*1A(+$5%'$(!)+E@"+J*A4)+'"%"3"(+
vivir los pueblos que se proponen a s’ mismos una vida plena y poderosaÓ56, en el
sentido exacto en que la Ònaci—n francesaÓ hab’a reemplazado, en su dŽcalage hacia
la conservaci—n del viejo orden que prometiera impugnar, la igualdad social por la
del campo de batalla, en la forma de un nacionalismo que ocultaba la diferencia de
clase en nombre de la grande nation.57
I(+*@*+'"')%1$*+!"+RSTO+*)7%"+"4+D)4#"+!"+RSN`+"(+3$'71)6+()+#@7413$!$*+"(+
vida del autor y que encuentra a Zavaleta junto al nuevo gobierno del reelegido
Paz Estenssoro, las referencias a la Revoluci—n francesa proliferan, comenzando por
llamar ÒcretinoÓ a Barrientos desde una cita de Thiers, que es el ep’grafe de la conspiraci—n preparatoria del golpe58 /+4@"D)+%"5%1"(!)+$+a$1(&B0"$@<"6+=$%$&6+04$(E@16+
Monnerot. En realidad, Zavaleta escribe la memoria de 1964 como un debate con*1D)+'1*')+/+3)(+4)+E@"+$5%'$7$+#X7413$'"(&"+@()*+'"*"*+$(&"*+!"4+'1*')+$Q)+!"+
1964 (por ello y los datos personales incluidos, no public— su texto); porque si Barrientos era menospreciado en el MNR por Òsu tendencia a los diminutivosÓ, aquella
m‡quina poderosa de legitimaci—n que explica la teor’a del Estado moderno desde
la Revoluci—n francesa depend’a en Bolivia de la ÒmaquinitaÓ del MNR, es decir
del aparato antidemocr‡tico dirigido por Federico Fortœn, reemplazado despuŽs por
Barrientos con aceptaci—n de Paz Estenssoro, para imponer la posici—n del jefe del
MNR frente a los diversos comitŽs del movimiento Ònacionalista revolucionarioÓ: ÒA
4$+'$/)%C$+$@&)'H&13$+^f_+*"+4"+44$'A+M4$+'$E@1(1&$M6+E@"6+F$*&$+"(+*@+()'7%"6+
por el regusto por el diminutivo, que parece que comparten altipl‡nicos y sevillanos
[antes lo dice de Barrientos que era valluno], era un caucus burocr‡tico [reuni—n de
jefes de ÒtribuÓ, para elecciones preliminares en Estados Unidos] que se complac’a
en ofrecer un rostro amenazanteÓ.59 La ÒmaquinitaÓ era el mismo MNR, unido por
el jefe que dicho aparato hac’a posible en la sustituci—n de las voces opositoras de
la sociedad. Con palabras de Mathiez (de su Historia de la revoluci—n francesa),
;$<$4"&$+!"*3$4153$+$+4)*+!1%1D"(&"*+a14"*+;@$.)+/+,"3FC(+kE@"(!)+%"*#"3&)+$+-$.+
I*&"(**)%)+#)%E@"+J()+?@"%)(+3$#$3"*+!"+*$3%153$%+*@*+)!1)*K>NO
Desconociendo su propia ret—rica antiimperialista y la cr’tica a los Òantiimpe%1$41*&$*+31#$/)*K+G&:%'1()+"L&%$C!)+!"+a"%D1)+84'$%$.+/+4$+1(]@"(31$+!"4+%"<1*1)(1*mo hist—rico argentino de Jauretche, distanciado de los tambiŽn peronistas Ramos,
Puiggr—s y Ortega Pe–a) que expusiera en la universidad de La Paz y a–adiendo una
coda emenerrista al tradicional Òçrbol del PoderÓ en Bolivia (cap’tulo II), Zavaleta
"*3%171%H+"(+RSTOP+JI(+^RSUN_+/+$@(+"(+^RSNO_+4$+1!"$+!"+4$+<$41!".+!"4+#$%&1!)+"*&$7$+
muy arraigada entre todos en el MNR y la noci—n de la Revoluci—n era cre’da verdaderamente [É]. El respeto por tal esqueleto moral, la Revoluci—n, ennoblec’a hasta
15
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
16
EL SOCIALISMO VIVIDO
17
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
31"%&)+#@(&)+4)*+$3&)*+!"+&)!)*P+F$7C$+@(+'1(1'@(+5($4+E@"+()+!"7C$+*)7%"#$*$%*"6+
en respeto a la causa de la Revoluci—n. Quiz‡ el efecto m‡s devastador de la ayuda
^()%&"_$'"%13$($+/+!"4+#"(*$'1"(&)+("D)31$!)%+^*"+%"5"%"+$+4$+$3"#&$31A(+$3&1<$+
del MNR "(+4$+1(&"%<"(31A(+5($(31"%$+()%&"$'"%13$($6+'1*'$+E@"+;$<$4"&$+()+3@"*tion—] fue que el MNR perdi— respeto a su propia Revoluci—n. Cuando hay algo que
est‡ por encima de todos [ya no lo estaba Paz Estenssoro], la unidad viene de elloÓ.61
Esta misma memoria documenta cu‡n ÒnobleÓ era para entonces la continuidad de
tres periodos gubernamentales del MNR: los muertos obreros y campesinos, miembros de diversos comitŽs del MNR en disputa; la represi—n a FSB que acab— con su
dirigencia, incluyendo universitarios. Zavaleta dir‡ que FSB termina participando de
la Junta Militar de Barrientos y Ovando, porque Òretrocedi— de la consagraci—n de
la violencia a la politiquer’aÓ al no estar ya interesada en enfrentarse con sus represores sino Òen que unos vivieran para que otros triunfaran y al revŽs [É]. Entonces
el oscuro iba a tomar para s’ al sol del MNRÓ.62
Segœn su interpretaci—n, la pol’tica era un destino y su forma desde la Revoluci—n francesa, los Estados Nacionales.63 Con mayor Žnfasis ontol—gico que el nacionalismo francŽs de Malraux (cap’tulo IX), escribe: ÒComo Francia entonces [se re5"%"+$+4$+9"<)4@31A(+!"+RTVS+#@"*+31&$+$+=$%L+$4+%"*#"3&)_+0)41<1$+"*+$F)%$6+#$%$+4$+
AmŽrica Latina al menos; no un pa’s con mucha pol’tica sino la pol’tica misma. Es
un pa’s completamente atrasado pero est‡ viviendo, o ha vivido, pol’ticamente, una
etapa cl‡sicaÓ. Y tambiŽn: Ò[Bolivia es el] laboratorio social de una zona completa
del mundo como lo fue en su tiempo la Francia de [1848] y la Comuna [1871]Ó.64
-"%)+*1+3)(*1!"%$')*+E@"+$'7$*+31&$*+?@"%)(+"*3%1&$*+"(+RSTO6+4$*+'1*'$*+*"+<"(+
!"*'"(&1!$*+"(+4)+E@"+&1"("(+!"+$5%'$31A(+!"+4$+9"<)4@31A(+!"+RSU\+#)%+@($+!"+*@+
exposici—n de 1964 en que se admite que la Revoluci—n ya era entonces la legalidad
resultante del proceso previo: ÒLa Revoluci—n es ahora el ordenÓ, interpretaci—n de
la Revoluci—n francesa aplicada a Bolivia, en la que s—lo puede verse la pretensi—n
!"+4"D1&1'$%+4$+1(&"%%@#31A(+!"4+#%)3"*)+%"<)4@31)($%1)+7)41<1$()+!"+RSU\P+JM8E@"44$+9"<)4@31A(+l"*3%171A+$3"%3$+!"+4$+e)'@($+!"+-$%C*+!"+RVTOl+F$7C$+#$*$!)+
$+*"%+"4+"*&$!)+4"D$4+!"+c%$(31$M>+^f_+,$+e)'@($+"'#1".$+#)%+%)'#"%+@(+)%!"(+
existente pero despuŽs de sus medidas revolucionarias se convierte ya en un orden.
Es tambiŽn, mutatis mutandis, lo que ocurre con la Revoluci—n Boliviana hoy, en
mayo de 1964. [É] La Revoluci—n, que fue primero una lucha y una rebeli—n contra la dictadura de la oligarqu’a, es ahora el estado legal de Bolivia [y] todos en este
#$C*+*"+!"5("(+"(+%"4$31A(+^$+"44$_+/+"*&"+F"3F)+"*6+#"%+*"6+@($+<13&)%1$+F1*&A%13$+!"4+
pueblo de BoliviaÓ.65
meA')+"(&"(!"%+"*&$+<1*1A(+<13&)%1)*$+5($46+$+'"*"*+!"4+!"%%)3$'1"(&)+!"+-$.+
Estenssoro, al comenzar el frustrado cuarto periodo de gobierno del MNR? Aqu’ cabe
releer las palabras de Quiroga Santa Cruz: el control del Estado por los diestros del
MNR, no como victoria del pueblo sino como derrota de su esperanza y por tanto de
la Revoluci—n misma se ha producido ya a–os antes, al menos desde que en 1958,
"4+D)71"%()+!"+a14"*+;@$.)+)531$41.$%$+4$+!"#"(!"(31$+5($(31"%$+!"+4)*+I*&$!)*+n(1dos que Paz Estenssoro gestionara. La formaci—n de un ComitŽ Revolucionario del
Pueblo en el derrocamiento del MNR (1964), intentar’a funcionar como correctivo
al Òtermidor peque–oburguŽsÓ66 que hab’a derrocado al MNR. El movimiento de pro-
18
EL SOCIALISMO VIVIDO
&"*&$+!"+4$+*)31"!$!+31<14+3)(&%$+J"4+I*&$!)+!"4+MU\K+3)')+*"+F$+!$!)+"(+44$'$%+$+4$+
institucionalizaci—n burguesa del hecho revolucionario, fue apoyado por las FF.AA.
dirigidas por Barrientos y Ovando. La presencia de FSB en el mismo, no era todav’a
un ’ndice de Òla promiscua familia de los partidos bolivianosÓ que se–ala Zavaleta;
lo ser’a unos a–os despuŽs de manera ejemplar con la alianza de los jefes del MNR y
FSB E@"+*"+!"*3$4153$7$(+'@&@$'"(&"+@(+#)3)+$(&"*P+oC3&)%+-$.+I*&"(**)%)+/+=$%1)+
GutiŽrrez GutiŽrrez.
Si es verdad que lo dicho en 1964 no puede presentarse como la totalidad de los
hechos que atravesaban su conciencia, lo escrito (y deliberadamente no publicado)
"(+RSTO+*"%C$+@($+!"*5D@%$31A(+!"+"44)*>+,$+#%1'"%$+$4)3@31A(+*@'$%C$+'"!1)+3"(tenar de p‡ginas y la segunda tres veces m‡s. Si en 1964, mucho antes de la alianza
MNR-FSB para sostener la dictadura antipopular y proestadounidense del entonces
3("4>+0$(."%+GRSTR26+;$<$4"&$+!"3C$+E@"+4$+$5%'$31A(+!"4+3$%H3&"%+!"*#A&13)+/+!13tatorial del jefe del MNR por el de FSB pod’a ser puesto Òc—modamente, en dudaÓ; en
RSTO+!1%C$+E@"+RSN`+()+*"+&%$&A+!"+J@(+F"3F)+'141&$%+4)3$4K+3)')+4$*+'"')%1$*+!"4+
jefe del MNR $5%'$7$(6+*1()+"(+4)+E@"+()+"*+"L#413$%+4$+F1*&)%1$+#)%+*@*+$(&"3"!"(&"*+
sino construir un discurso por sus consecuencias de un plan norteamericano contra
4$+ 9"<)4@31A(+ 0)41<1$($P+ Jc)L+ ^)531$4+ ()%&"$'"%13$()+ E@"+ #%)F1YA+ $+ 0$%%1"(&)*_+
fue pues el padre del 4 de noviembre [de 1964], Barrientos su testaferro, Siles su
tramador local, Lech’n su acompa–ante y el pa’s, el escenario, el testigo inerme y la
v’ctimaÓ.67+p1?C314'"(&"+4$+'"')%1$+*)31$4+!"+RSN`+#)!%C$+&"("%+3$71!$+"(+"*&$+53ci—n. El derrocamiento del jefe del MNR por los norteamericanos, habr’a encontrado
"(+4$+7)3$+!"4+'1(1*&%)+!"4+q(&"%1)%+!"+0$%%1"(&)*+*@+3)(5%'$31A(6+?%"(&"+$+4)+3@$4+
Zavaleta opone Òel testimonio de un testigo (sic) de primera claseÓ, el Che: ÒLos ojos
vivos de Guevara muerto ten’an todav’a calor como para seducir a lo menos a una
generaci—n entera, la m‡s nuevaÓ.68+;$<$4"&$+%"$5%'$7$+"(+RSTO6+4$+1!"(&1!$!+!"4+
MNR 3)(+4$+9"<)4@31A(+/+$5%'$7$+E@"+4)*+)#)*1&)%"*+!"4+MNR, internos y externos,
hab’an demostrado al unirse en 1964 (en el CRP) Òlo poco que valen all‡ [en Bolivia
porque escrib’a desde Inglaterra] las consignas de aire frente al poder de plataÓ.69
Menos de un a–o despuŽs de escritas estas memorias, el MNR y FSB derrocaban al
gobierno del gral. nacionalista Juan JosŽ Torres, apoyando a sectores reaccionarios
y pronorteamericanos (ex barrientistas) de las FF.AA. (cnel. Hugo Banzer y otros).
Esta debi— ser la raz—n hist—rica en vez de pol’ticaTO, que evitar’a la publicaci—n
!"+ "*&$*+ '"')%1$*+ E@"+ !"*3$4153$7$(+ $4+ $(&"*+ #)(!"%$!)+ 0$%%1"(&)*6+ 4@"D)+ J71"(+
#%)<1*&)+#)%+4$+<1$(!$+/$(E@1K6+4)+'1*')+E@"+$+<$%1)*+)&%)*+)531$4"*+!"+4$*+ FF.AA.
mientras realzaba que el gral. Alfredo Ovando, que hab’a dirigido la represi—n a la
rebeli—n de FSB "(+RSUS+/+#$%$+"(&)(3"*+GRSTO2+*"+3)()3C$+#)%+4$+($31)($41.$31A(+
!"+4)*+F1!%)3$%7@%)*+"(+#)!"%+!"+g@4?6+*"+%"5%1"%$+*)41&$%1$'"(&"+$4+MNR como Òun
gran partidoÓ71; Zavaleta tambiŽn acudir‡ a Guillermo Lora (PORB&%)&*b1*&$2+ #$%$+
establecer Òla rotunda diferencia de grado y calidad entre los reg’menes del MNR y
BarrientosÓ.72
Al contrario de la historia que tan particularmente recordaba Zavaleta, con
Marx podr’a decirse que era la reacci—n de la sociedad civil boliviana contra esa
ÒmaquinitaÓ de 1964 que reeligiera a Paz Estenssoro, la causante de la ca’da del
MNR, la que corresponder’a a la farsa del MNR de repetir la historia de la Revoluci—n
19
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
francesa (burguesa) y de la Revoluci—n rusa (proletaria) al mismo tiempo, es decir,
4$+*@#4$(&$31A(+!"4+#@"74)+)+*)7"%$()+$4+1!"(&153$%+*@+J<)4@(&$!+D"("%$4K+#%1'"%)+
con el policlasismo nacionalista y luego con la ret—rica del Òpoder dualÓ a favor de
la supuesta identidad buscada por el Estado Nacional. Se trataba de la disputa de
la legitimidad de la administraci—n del ÒEstado de 1952Ó (entre jefes de distintos
comitŽs del MNR: Siles, Lech’n y otros) a travŽs de dos discursos: el interno contra
la oposici—n al MNR6+$7*&%$3&$'"(&"+3$4153$!$+!"+8(&1#$&%1$+G4$+*)31"!$!+31<142+/+
el externo o la Òdefensa de la frontera interiorÓ como dec’an supuestamente Òlas
FF.AA. del MNRÓ. El texto de Zavaleta efectœa una par‡frasis de Marx que en realidad remite al pasado como nostalgia, intentando escapar de la imagen de farsa que
=$%L+ "4$7)%$%$+ G*"DX(+ c@%"&+ !"'@"*&%$2+ 3)')+ "*&%$&"D1$+ %"&A%13$+ #$%$+ $5%'$%+ 4$+
preeminencia de la sociedad civil sobre el Estado: ÒCuando lo hombres recuerdan a
la historia quiere hacer, al decirlo, la historia sucede por segunda vez. La memoria de
su nueva existenciaÓ.73 Podr’a pensarse que tanto en esta frase como en el t’tulo del
cap’tulo ÒEl segundo noviembreÓ, se pretende evidenciar una reminiscencia en el
sentido de Proust, pero el car‡cter de la misma tiene objetivos m‡s prosaicos a pesar
de la sugerente y barroca prosa de Zavaleta: tratar de reescribir o al menos negar,
el car‡cter claudicante de la Revoluci—n Nacional y atribuir el derrocamiento del
MNR al asalto contra Òuna casa que nadie defend’aÓ.74 Conclu’a este an‡lisis con una
par‡frasis de la interpretaci—n reaccionaria de Monnerot sobre la Revoluci—n fran3"*$+GJ4$*+"41&"*+*)(+1("53$3"*K2+%"*#"3&)+$+4$+1("531"(31$+!"+4$+9"<)4@31A(+r$31)($4+
frente a la contrarrevoluci—n.75
p"+ '$("%$+ E@"+ F$*&$+ "4+ 5($4+ !"4+ &"L&)+ GRSTO2+ ;$<$4"&$+ *)*&1"("+ E@"+ "4+ MNR
encarnaba (aunque fuera dŽbil o inorg‡nicamente) la Revoluci—n: ÒLos hechos no
est‡n completos [É] hasta que no vienen los hombres y los interpretanÓ.76 Pero
evidentemente la historia pr—xima no favorece su interpretaci—n y por ello el texto
!"+RSTO6+E@"!$%H+*@*#"(!1!)+"(+4$+#%)!@331A(+&"A%13$+/+4$+#%H3&13$+#)4C&13$+3)()cida de Zavaleta, que se dirigir‡ hacia el MIR, concluyendo en el inocuo PCB. Como
Zavaleta atribu’a a Lech’n recordar en noviembre de 1964 el hecho de abril de 1952
(conspiraci—n desde dentro del Estado)77 sabemos que so–aba en la v’spera del golpe
de 1964 como si el Estado y el rŽgimen pol’tico fueran idŽnticos despuŽs de doce
a–os de poder del MNR. Su acusaci—n a Lech’n como ÒblanquistaÓ o Òinfantilista revolucionarioÓ (por Auguste Blanqui) al actuar al margen de los mineros, ten’a como
contraparte la noci—n de que en 1952 el pueblo se apropi— del golpe militar previo
y lo convirti— en insurrecci—n. Segœn Zavaleta la insurrecci—n era un arte Òpero a
condici—n de que pinte dentro del bastidorÓ78, es decir, insiste en el orden de 1952
como el l’mite de la acci—n obrera revolucionaria y desplaza el derrocamiento del
MNR $+4$+1("53$31$+!"4+e)'1&:+9"<)4@31)($%1)+!"4+-@"74)+?%"(&"+$4+IY:%31&)6+"4+E@"+"4+
MNR hab’a recompuesto por decisi—n de Paz Estenssoro en el sentido de la doctrina
de seguridad nacional norteamericana.
Quiroga Santa Cruz lo expresar’a con mejor realismo, respondiendo a la pretensi—n postrera de Barrientos por usurpar el hecho social del derrocamiento del MNR
y desvirtuar el hist—rico car‡cter del fen—meno insurreccional de masas en Bolivia:
Debo referirme, a pesar m’o, a la participaci—n que en la revoluci—n del 4 de noviembre tuvieron
20
EL SOCIALISMO VIVIDO
las FF.AA. La injusta preterici—n de que s—lo a aquellas corresponder’a el mŽrito de la victoria me
obliga, en acto de modesta reparaci—n y desagravio, a tratar un tema ingrato. Pero es que ninguna
consideraci—n de oportunidad [puede] silenciar mi voz de protesta por el deliberado olvido de tanto
/+&$(+()74"+*$3%1531)+3)4"3&1<)>+^f_+r1(D@($+%"<)4@31A(+1(*#1%$!$+"(+@($+3$@*$+#)#@4$%+&@<)+"(+"4+
EjŽrcito el espont‡neo iniciador de la acci—n libertaria. O march— a la zaga de su pueblo, o intervino
tard’amente para aplicar el tiro de gracia al tirano vencido, o fue arrollado por multitudes resueltas
a castigar su complicidad con aborrecidas dictaduras. La de noviembre es un ejemplo de revoluci—n
popular, culminada por la intervenci—n del EjŽrcito. [É] El proceso insurreccional, agudizado en el
mes que precedi— a la ca’da del œltimo gobierno, plante— a las FF.AA. la disyuntiva insoslayable de
sumarse a ella o caer con el gobierno [con] quienes fugaron del poder y del pa’s.79
ÀCu‡l entonces Òel par de fechasÓ en las que discrepaban Zavaleta y Quiroga
Santa Cruz? Presumiblemente ser’a el desacuerdo cl‡sico respecto a dos ÒmomentosÓ de aquŽl proceso, exceptuando 1789 en el que no existe discrepancia sobre la
irrupci—n del mismo. Esos momentos fueron posteriores, el de 1848 y 1871, ambos
Òlegalmente revolucionariosÓ para Zavaleta, de Òrestauraci—n burguesaÓ segœn Quiroga Santa Cruz (quien enjuici— los doce a–os previos a 1964, desencant‡ndose
pronto de la Junta Militar dirigida por Barrientos por lo que llama el fomento de
la impunidad, la ausencia de sanci—n a los delitos que se denunciaban los a–os anteriores). Las Òdos fechas de la Revoluci—n francesaÓ son importantes respecto a la
interpretaci—n del proceso revolucionario y los mŽtodos del mismo: para Zavaleta
(como el joven Marx) la Revoluci—n francesa en analog’a con la Revoluci—n Nacional de 1952 se continœa hasta la Comuna de Par’s sin pausa y aun despuŽs en la V
Repœblica burguesa; para Quiroga Santa Cruz la Revoluci—n francesa concluye en
4$+?$%*$+!"+RV`V+G%"1(&"%#%"&$31A(+!"4+=$%L+'$!@%)2+$+4$+E@"+*"D@1%H+*@+?$*"+5($4+!"+
Terror de 1851, como Barrientos en el largo ciclo del militarismo desde 1964 hasta
1982 ampliando la l—gica corruptora del Estado de 1952. Si Zavaleta defend’a el
orden posrevolucionario del MNR, Quiroga Santa Cruz no olvidaba que el car‡cter
de una revoluci—n supone reclamar su realizaci—n continuada, fecha que en el caso
de la Revoluci—n francesa ser’a la de Òel sol de 1793Ó.VO
a1'@4&H("$'"(&"+ $4+ &"L&)+ 3)(*"%<$!)%+ !"+ RSTO6+ ;$<$4"&$+ %"$41.$%H+ @(+
ÒgiroÓpronunciado hacia el marxismo cl‡sico en un sentido te—rico y m‡s acadŽmico, pues continuar‡ defendiendo al proceso de 1952 mediante una pr‡ctica pol’tica
inocultablemente oportunista entre la nueva generaci—n de Òizquierda nacionalÓ
boliviana que propugnaba el Òentronque hist—rico con el MNRÓ (MIR) y el inocuo
grupo posguerrilla guevarista del PCB. Al tiempo que adhiere al MIR en 1971, en
rivalidad con el PS (en el que interviene Quiroga Santa Cruz por UNIR, junto a otras
tres agrupaciones pol’ticas que se fusionan, cap’tulo XIII) mantendr‡ esta preferencia hasta su muerte inesperada, desde su lugar acadŽmico relevante en la UNAM y la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de MŽxico.81 Su libro El
poder dual en AmŽrica Latina. Estudio de los casos de Bolivia y Chile, est‡ inscrito
!"*!"+ "4+ &C&@4)6+ "(+ @(+ #%)/"3&)+ !"+ 1(<"*&1D$31A(+ 3@/$+ 1!"(&153$31A(+ !"+ %1D)%+ 4$&1noamericanista responde a lo se–alado y continœa en un discurso te—rico alrededor
de conceptos marxistas gramscianos, relativos a la pol’tica desde las revoluciones
francesa y rusa (bonapartismo y semibonapartismo, dualidad del poder, leninismo,
21
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
marxismo y otros). Fue resultado de un itinerario institucional expl’cito, escribiŽndose desde diciembre de 1972 (Santiago de Chile: ODEPLAN del gobierno de Allende
y CEREN de la Universidad Cat—lica de Chile) hasta diciembre de 1973 (Facultad
de Ciencias Pol’ticas de la UNAM6+3)(+$#)/)+!"+a&>+8(&F)(/M*+e)44"D"+!"+kL?)%!6+
donde escribiera su memoria de la ca’da del MNR en 1964).82
RenŽ Zavaleta Mercado no retornar‡ a Bolivia ante la inminente amnist’a pol’tica arrancada socialmente a Banzer, a diferencia de Quiroga Santa Cruz (que
<@"4<"+$+5("*+!"+RSTT2+/+!"!13$%H+@(+3@%1)*)+3$#C&@4)+"(+@()+!"+*@*+X4&1')*+&%$7$jos (1983) al asesinato pol’tico del dirigente socialista, intentando separarlo de su
real intimidad con el movimiento revolucionario de masas boliviano (una muestra
m‡s del celo que le tuvo una buen aparte de la ÒizquierdaÓ boliviana)83 en lo que
se observa una conducta esquizoide respecto a la realidad sociopol’tica boliviana,
pero comprensible en un intelectual que defendiera al Estado de 1952: ÒEl ego’smo
nacional escribi— Marx en su cr’tica a La sagrada familiaÉ es el ego’smo natural
de la esencia general del Estado, por oposici—n al ego’smo de las delimitaciones
feudalistasÓ.84 DespuŽs de la Asamblea Popular (en la que no lleg— a ingresar el PS
y que en el libro de Zavaleta parec’a no existir, ponder‡ndose s—lo la presencia del
MIR, a travŽs del dirigente universitario Oscar Eid Franco) Zavaleta concluye que la
experiencia a extraer era que Òsin partido obrero la clase obrera no puede vencerÓ85,
necesidad de coherencia ideol—gica que en su alocuci—n de 1964, en defensa y promoci—n electoral del MNR, rechazaba. Durante el esfuerzo unitario de la izquierda
boliviana en el exilio por conformar el FRA en Santiago de Chile (perteneciendo
Zavaleta a un ala del MIR2+*"+%"?"%C$+&$(&)+$+"E@1!1*&$(&"*+J5D@%$*+1(!1<1!@$4"*+3)')+
Quiroga Santa CruzÓ86 como (en privado) al supuesto Òextremismo de izquierdaÓ del
dirigente socialista aludido (cap’tulo XIV).
Volvamos entonces, para cerrar este c’rculo desafortunado, al origen del desacuerdo desarrollado en el di‡logo inicial que RenŽ Zavaleta y Marcelo Quiroga
sostienen. DespuŽs de la detenci—n de Zavaleta en una camioneta militar para su
3)(5($'1"(&)+"(+=$!1!16+1(D%"*$7$+$+"44$+d@1%)D$+a$(&$+e%@.+*)%#%"(!1"(!)+$4+#%1mero, quien le pregunt— perplejo: ÒÀY tœ, quŽ haces aqu’?Ó Zavaleta hablaba como
la mayor parte de la izquierda partidaria tradicional, excluyendo de dicha posici—n
al dirigente socialista. (Quiroga Santa Cruz era para el POR-Lora un burguŽs liberal,
para el MIR un marginal desubicado, para el PCML un ex FSB, para VO un ex PIR, para
GRO un ingenuo con el MNR, para el ELN era Òse–orialÓÉ). La respuesta de Quiroga Santa Cruz equivale a una comprensi—n subversiva del derecho, ignorada por
costumbre en la izquierda. Y su estela de buen humor persistir‡ en la memoria de
esta historia: ÒVas a disculpar Ñle habr’a dicho a RenŽ ZavaletaÑ todos tenemos
derechoÓ87. La iron’a impl’cita ten’a una historia propia, adem‡s del humor de la
respuesta. En su primera intervenci—n pœblica de car‡cter pol’tico, Quiroga Santa
Cruz hab’a expresado respecto a lo que consideraba la frustraci—n del proceso revolucionario de abril de 1952:
Soy de los que sostiene desde hace tiempo, que el Movimiento Nacionalista Revolucionario el
a–o 1952 mereci— la adhesi—n del pa’s en su mayor’a. Soy de los que sostiene que si ellos han fracasado en el gobierno tambiŽn nos han arrastrado a nosotros en este fracaso. Todos los hombres de
22
EL SOCIALISMO VIVIDO
"*&"+#$C*+&"(C$')*+"4+!"%"3F)+!"+3)(5$%+"(+E@"+"*$+D%$(!"+"*#"%$(.$+#@"*&$+"(+*@*+'$()*+()+?@"*"+
frustrada; ten’amos el derecho de exigir que ellos, apoderados pol’ticos nuestros, fuesen dignos de
"*&$+3)(5$(.$+#)#@4$%>88
El rumbo del desacuerdo entre Zavaleta y Quiroga Santa Cruz desde la cr’tica
del segundo al MNR "(+ RSNO+ "(D4)7$%H+ #)*131)("*+ #)4C&13$*+ /+ 3)4"3&1<$*+ !1*&1(&$*+
(que sin embargo estar‡n ambas situadas en la izquierda boliviana) en las dŽcadas
posteriores, alrededor de cuestiones algo r’spidas sobre la cuesti—n guerrillera, el programa y nuevos partidos revolucionarios (MIR vs. PS), la corrupci—n de Barrientos y
el MNR #)%+4$+g@4?+G%"<"4$!$+#)%+*@+)531$(&"+()%&"$'"%13$()+"(+RSTU2>+I(+*1'#$&C$+
con el ELN, Zavaleta hab’a reaccionado a la aparici—n sorpresiva de la guerrilla del
Che en el escenario pol’tico boliviano Òdesde dentro del MNRÓ, comprometiendo
simult‡neamente su concurso personal con la misma, y pretendiendo demostrar las
diferencias que existir’an entre Òlos revisionistas tradicionales y el ala derecha del
MNRÓ respecto a la posici—n revolucionaria que declaraba integrar. El PRIN de Juan
Lech’n Oquendo tambiŽn ofrec’a tener una Òrepresentaci—nÓ en la guerrilla, pero
eludi— reunirse con los miembros del ELN en Cuba, aunque un grupo de su partido
hab’a ido all‡ para recibir entrenamiento guerrillero. El dirigente del PRIN y encarD$!)+!"+%"34@&$%+$4+D%@#)6+h)%D"+a"4@'6+#%)'"&C$+$#)/$%+3)(+UOO+3)'7$&1"(&"*6+E@"+
en realidad se reduc’an a 12, s—lo dos de ellos entrenados.89 Zavaleta, entrevistado
sobre las condiciones para la lucha guerrillera en Bolivia, hab’a respondido que a
pesar de la velocidad inconveniente de la guerrilla del Che, en Bolivia se pod’a
crear Òuna especie de nuevo Vietnam en miniaturaÓ y estaba convencido que la
guerrilla ten’a el mŽrito de haber roto con las direcciones comunistas tradicionales
(se refer’a la PCB y al PC-ML): ÒNosotros, en la izquierda del MNR Ñdeclar—Ñ dentro de tres meses estaremos en condiciones de enviar los primeros contingentes a
la guerrilla.SO Fueron dos ex militantes de la juventud del PCB, Rodolfo Salda–a
(ÒSaœlÓ) y Humberto V‡squez Via–a (ÒCarlosÓ), los que con apoyo cubano a la
guerrilla del Che, reclutaron a experimentados dirigentes pol’ticos, con los que desarrollaron negociaciones desde mayo de 1967 (entre ellos RenŽ Zavaleta). En una
3@%1)*$+$5%'$31A(+/+$3$*)+#)%+4)+?@D$.+()+'141&$%1*&$+*1()+<)4@(&$%1*&$+%"*#"3&)+$+4$+
4@3F$+#)4C&13$+"(+$E@"44$+3)/@(&@%$6+;$<$4"&$+3)(5$7$+"(+E@"+4$+D@"%%144$+/+"4+ ELN
formar’an Òsu propio partido estructurado alrededor del fusil y de las experiencias
adquiridas en la luchaÓ.91 Y adem‡s, declaraba que para evitar el aislamiento de la
guerrilla (as’ como Quiroga Santa Cruz atend’a a evitar el aislamiento de la clase
obrera) Žl mismo se sumar’a al ELN, lo que sucedi— el 13 de septiembre de 1967,
Y@%$(!)+Y@(&)+$+)&%)*+3@$&%)+'141&$(&"*+5!"41!$!+$+4$+D@"%%144$+!"4+eF"+/+<1<$(!)+
a la revoluci—n cubana, pero Òmuy pronto dej— el grupoÓ92 y aparecer’a con el MIR,
adem‡s en franca e inocultable tensi—n con(tra) el Partido Socialista. Respecto a la
lucha guerrillera, las posiciones de Zavaleta y Quiroga Santa Cruz diferir’an t‡cticamente. El primero convalid— la ambigŸedad program‡tica y constitutiva del MIR,
que repet’a la historia del ELN en cuanto a privilegiar un tipo de organizaci—n de la
peque–a burgues’a (en el MIR Òjam‡s se sostuvo que la vanguardia armada deber’a
sustituir al movimiento de masasÓ)93, mientras el segundo conceb’a la fase armada
de un proceso insurreccional, criticando te—ricamente y combatiendo ideol—gica-
23
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
mente las desviaciones militarista y espontane’stas de la estrategia revolucionaria de
4$+34$*"+)7%"%$>+p"+'$("%$+E@"+*1+=$%3"4)+d@1%)D$+a$(&$+e%@.+%"]"L1)($7$+*)7%"+
4$+*1D(153$31A(+!"+4$+4@3F$+D@"%%144"%$+"(+"4+3)(&"L&)+7)41<1$()+G,)+E@"+()+!"7"')*+
callarÉ e intervenci—n parlamentaria) desde una posici—n nacionalista de izquierda
en 1967, impulsar’a las tareas organizativas clandestinas y armadas de resistencia del
PS al golpe de Banzer de 1971.
La posterior condena expl’cita de Zavaleta al ELN, se expresa de un modo que
*"+ #)!%C$+ !"*#4$.$%+ *1(+ <1)4"(31$+ $+ @(+ ?%$D'"(&)+ $@&)71)D%H53)P+ JI4+ *"3@"*&%)+ !"+
Von Berger [efectuado por el ELN en Bolivia] resolvi— a la poderosa colonia alemana a participar en la conspiraci—n de un modo tan activo como no lo hab’a hecho
jam‡s en el pasado. [É] Nunca se dio una raz—n pol’tica para explicar el secuestro.
Ello muestra en quŽ grado este tipo de organizaciones tienden a vivir cada vez m‡s
intensamente en torno a sus motivaciones internas. Se debe actuar porque es internamente necesario hacerlo; el mundo externo no existe sino como el lugar en el que
se vac’a ese impulso o necesidad interiorÓ.94 La forma discursiva de El poder dualÉ,
oscila entre supuestas antinomias pol’ticas que en otros momentos son cambiantes
formas Òh’bridasÓ. Expresiones relativas al Òpoder dualÓ y la pol’tica Òdesde arribaÓ
y Òdesde abajoÓ entre otras. En relaci—n a Quiroga Santa Cruz, porque el dirigente
socialista hab’a apoyado la integraci—n de toda la izquierda boliviana en el FRA, incluido el ELN. La dictadura banzerista ayudada por el grupo colaboracionista de Guillermo Aponte Burela, advirtiendo el peligro pol’tico de este esfuerzo, lo acusar’a de
ÒultraizquierdistaÓ, acusaci—n infundada que tempranamente el MIR divulg— como
opini—n comœn, de la que al parecer Zavaleta hab’a hecho eco, sea por la misma
inferencia capciosa que la derecha difund’a o por una percepci—n interesada propia,
desmentida documentalmente por la l’nea pol’tica del PS, misma que rechazaba el
utilizar de modo excluyente alguna de las formas de lucha, en este caso la armada.95
Zavaleta consideraba que el MIR sosten’a Òdirecciones universitarias mal controladasÓ, pero despuŽs de haberse sumado a esa nueva organizaci—n apenas formada.
Encabezando un sector del MNR, Zavaleta (que hab’a militado de joven en el PSC,
antecedente del Partido Dem—crata Cristiano) se uni— al MIR, un mes despuŽs de la
formaci—n del Partido Socialista (1ero. de mayo de 1971) y en oposici—n a este, mediante una carta pœblica en la que todav’a dudaba de que el MNR reunido en Lima
estuviera Òen lo concreto en la conspiraci—n con el fascismoÓ y a–ad’a en un texto
de evidentes contradicciones, que Òlos actos entreguistas de los gobiernos del partido [MNR]Ó se hab’an debido a una Òobcecaci—n con la t‡cticaÓ, concluyendo que Òla
tendencia de izquierda en el partido, el integrarse en el MIR no har‡ sino continuar
su propia historia en lo que es su coherencia y su coherencia necesaria. Es en nombre de esa tendencia a la que he pertenecido siempre que asumo la responsabilidad
de convocar a sus militantes a integrarse en el [MIR]Ó, a–adir‡ que la izquierda deb’a
agruparse Òpara la conquista del poder socialista que no es una mera palabraÓ. Este
era el antecedente ret—ricamente cr’tico de una t‡ctica pol’tica oportunista que el
MIR llamar‡ despuŽs Òentronque hist—ricoÓ no con la revoluci—n de 1952 sino con
los saldos del MNR.96 Su posterior cr’tica al MIR se refer’a al actuar encubierto del ELN
bajo las direcciones estudiantiles de la alianza MIR-izquierda de la Democracia Cristiana desde 1969.97 Pero representar’a al MIR durante su exilio en Chile, asistiendo
24
EL SOCIALISMO VIVIDO
como delegado suyo ante el Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA), que reun’a al conjunto de las organizaciones de izquierda (nueve en total) y defender’a
*@+#$#"4+"(+4$+8*$'74"$+-)#@4$%+$4+'"()*+F$*&$+5("*+!"+RSTW>+8+#%1(31#1)*+!"+4)*+
MTO6+"4+"*?@"%.)+!"+3)(*&1&@1%+@($+1(*&$(31$+#)4C&13$+E@"+3)(E@1*&$%$+@(+"*#$31)+#$%$+
que el ELN desarrollara la lucha legal, ocurrir’a muchos a–os despuŽs a travŽs del
PRT-B que se fund— en Lima (abril de 1975) durante su ÒAmpliado „ancahuazœÓ,
pero la desviaci—n de la l—gica militar sobre la interpretaci—n pol’tica de la lucha
inutilizar’a la iniciativa pol’tica plantada sobre bases de experiencia guerrillera y por
tanto clandestina desde el principio. La represi—n de la Operaci—n C—ndor y no s—lo
el banzerismo en Bolivia, afectar’a al PRT-B, cuyos lazos con el ELN imped’an toda
acci—n que no fuera la militar. Los montoneros argentinos habr’an de intentar algo
semejante de modo tard’o y frustrado al fundar el Partido AutŽntico, sobre el que
Quiroga Santa Cruz escribi—:
La evidente vinculaci—n de este medio de reconquista de la legalidad y de preservaci—n de los
debilitados nexos con la clase obrera organizada, con la organizaci—n crecientemente embargada por
el enfrentamiento armado, frustr— el intento.98
,$+1(&"(31A(+!"+%"3&153$%+4$+!1%"331A(+'141&$%1*&$+!"4+ELN no lograr’a superar los
pobres resultados pol’ticos que se observaron tambiŽn en otras tendencias militaristas de organizaciones pa’ses vecinos, como el MLN-Tupamaros (Uruguay) con el
E@"6+)7Y"&1<)*+!"+$@&)5($(31$'1"(&)+'"!1$(&"6+*"+<1(3@4A+"4+ ELN boliviano desde
5("*+!"+RSNS6+)+"4+ ERP $%D"(&1()+G&%)&*b1*&$2>+8+&%$<:*+!"4+ PRT-B, el ELN desplaz—
err—neamente toda su direcci—n militante de Lima a Bolivia, como hab’a sido su
intenci—n cuando el FRA, algo que Quiroga Santa Cruz desde el PS refut— pol’ticamente, frustrando la desviaci—n militarista y persistiendo en interpelar a travŽs del
debate ideol—gico al ELN, en funci—n de la unidad de izquierda frentista y la unidad
1(*&1&@31)($4+)7%"%$+4)D%$!$+#$%31$4'"(&"+"(+4$+8*$'74"$+-)#@4$%+"(+RSTOZ+*1(+"*&"+
horizonte, el ELN y el PS sosten’an proyectos distintos.99 La experiencia del ELN en
Bolivia arrojar’a como resultado una inserci—n pol’tica limitada, debido al nulo trabajo de masas, que hab’a sido constitutivo de su estructura militar; no hab’a buscado
relacionarse con obreros y campesinos para Òentroncarse con las organizaciones de
masas, ni para insertarse en sus direcciones, sino m‡s bien de sustraerlos de la vida
*1(!13$4+#$%$+*@'$%4)*+$+4$*+54$*+!"+4$+D@"%%144$K>ROO Sus escasos militantes obreros y
3$'#"*1()*+?@"%)(+3))#&$!)*+#)%+4$+?%$331A(+&%)*&*b1*&$+!"4+ POR (Combate) y bajo
la direcci—n de Chato Peredo se contrariaron las recomendaciones del m‡ximo dirigente (asesinado por la Polic’a) Inti Peredo, incrementando el reclutamiento de
militantes en la clase media, que apoy— el nuevo alzamiento de una organizaci—n
J1'#$31"(&"+/+5"%%"%$+^'141&$%1*&$_KROR durante un cambio de coyuntura (el gobierno
!"+k<$(!)+RSNSBRSTO2>+,$+X(13$+3)(!131A(+#$%$+4$+3%"$31A(+!"4+JF)'7%"+(@"<)K+
era el voluntarismo: estar dispuesto a tomar las armasRO\ y con esta endeble condici—n el ELN asaltaba la Cervecer’a Boliviana Nacional, mientras Quiroga Santa
Cruz explicaba las condiciones necesarias para que el capitalismo de Estado se exprese en una v’a revolucionaria hacia el socialismo, a partir de la nacionalizaci—n
!"+4$+g@4?6+$+4$+E@"+"(+@(+!)3@'"(&)+!"+"("%)+!"+RSTO+"4+ELN 3$4153$7$+3)')+@($+
25
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
medida Òpermitida por el imperialismoÓ (sic). En cuanto al FRA de Santiago, el ELN
demostr— descreer del hecho obrero de la Asamblea Popular: ÒNo cre’a en [su] via7141!$!6+$@(E@"+4$+%"34$'$7$+3)')+@(+#%)!@3&)+!"+4$*+D@"%%144$*+!"+RSNT+/+RSTOK>ROW
Ser’a el socialismo como Òciencia vividaÓ, en vez de una representaci—n abstracta
o voluntarista, la corriente pol’tica que posibilitar’a la superaci—n del nacionalismo
revolucionario, al postular existencialmente la libertad del deseo pues, como dijera
Lacan a Althusser, la libertad espont‡nea Òes la œnica por la que se muereÓRO`, por la
que lucha toda revoluci—n; lo nuevo para ser tal, deb’a reconocer tal libertad.
26
EL SOCIALISMO VIVIDO
Notas
1 Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒCarter, el bolcheviqueÓ, peri—dico El D’a, MŽxico, D.F., 15 de abril de 1977, en Hablemos de los que mueren, MŽxico, Tierra del
Fuego, 1984, p. 109. Cursivas m’as. Ver n. 291 del cap’tulo XX.
2 Peri—dico Jornada, miŽrcoles 30 de octubre de 1968.
3 G29-MQSC (1979).
4 El texto entrecomillado es la recreaci—n sintŽtica de algo referido en una entrevista, ver el gui—n de la obra teatral del Teatro de los Andes dirigido por CŽsar
Brie: Otra vez Marcelo, La Paz, Plural, 2005, pp. 22-23.
5 Eric Hobsbawm: La era de la revoluci—n 1789-1848, Barcelona, Cr’tica, 2005, p. 63.
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(griegos), universalidad privada (cristianismo), universalidad abstracta (Revoluci—n francesa), y libertad sustancial (Estado moderno), en Franois Furet:
Marx y la Revoluci—n francesa, MŽxico, FCE, 1992, pp. 18-19.
7 Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒMuertos los partidos, ÀquiŽn vive?Ó, en columna
ÒComentariosÓ del peri—dico El Diario, La Paz, s‡bado, 12 de junio de 1965.
8 Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒLas razones del golpe IÓ, peri—dico El D’a, MŽxico, D.F., 28 de noviembre de 1975, en op. cit., 1984, p. 212.
9 Hilaire Belloc: Robespierre, Barcelona, Juventud, 1969, p. 26.
10 Id., pp. 28-30.
11 Furet, op. cit., p. 91.
12 Susan Buck-Morss: Mundo so–ado y cat‡strofe. La desaparici—n de la utop’a
de masas en el Este y el Oeste, Madrid, Visor, 2004, p. 31 (hipertexto).
13 Id., p. 32 (hipertexto).
14 Ibid.
15 Saint Just lo hab’a escrito as’, a–adiendo que hab’a que gobernar con el hierro a
aquellos ingobernables por la justicia: Òhay que oprimir a los tiranosÓ, en Denis
7)4-*8"9,/*.&'(")"0:*.&*";<=>?"7*3*@,)+'(A"B"*%4)5*(1"CD@,4)1"#@&*0E).Fneos, 1970, p. 86.
16 Buck-Morss, op. cit., 2004. Cursivas m’as.
17 Id., p. 34 (hipertexto).
18 Furet, op. cit., p. 41.
19 Id., pp. 16-17.
20 Id., pp. 12-13.
21 Id., p. 13.
22 Id., p. 15.
23 Jean-Pierre Lavaud: El embrollo Boliviano: Turbulencias sociales y desplazamientos pol’ticos 1952-1982, La Paz, IFEA/CESU/HISBOL, 1998 passim.
24 Buck-Morss, op. cit., 2004, p. 32 (hipertexto).
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MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
25 Furet, op. cit., p. 72.
26 Id., p. 73.
27 Cit. Tocqueville por Furet, op. cit., p. 73, n. 3.
28 Id., pp. 77-78.
29 Id., pp. 28, 36 y 81.
30 Cit. Marx por Furet, op. cit., p. 28.
31 Id., p. 82. Cursivas m’as.
32 Cit. Marx por Furet, op. cit. ,p. 88, n. 28.
33 Buck-Morss, op. cit., 2004, pp. 34-35 (hipertexto).
34 Id., p. 39, 43 y 47 (hipertexto).
35 Cit. Marx por Furet, op. cit., p. 23.
36 Id., pp. 95-96, n. 30.
37 Cit. Marx por Furet, op. cit., p. 99, n. 31.
38 Id., p. 26.
39 Antonio Gramsci: Notas sobre Maquiavelo, sobre la pol’tica y sobre el Estado
moderno, MŽxico, Juan Pablos, 1998, p. 153.
40 Cit. Marx por Furet, op. cit., p. 205.
41 RenŽ Zavaleta Mercado: La Revoluci—n boliviana y la cuesti—n del poder, La
Paz, Direcci—n Nacional de Informaciones, 1964, p. 46. Cursivas m’as.
42 ÒBatalla cr’tica contra la revoluci—n francesaÓ de Marx, en Furet, op. cit., p. 144.
43 Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒEl enigma descifradoÓ, columna ÒComentariosÓ
del peri—dico El Diario, domingo 31 de octubre de 1965.
44 Zavaleta, op. cit., 1964, p. 18. Cursivas m’as.
45 Id., p. 20.
46 Id., p. 4. Cursivas m’as.
47 Quiroga Santa Cruz en cambio, rechazaba las alusiones personales en el ‡mbito del an‡lisis pol’tico y pœblico. En un ejemplar que le dedicara Mario Pando
Monje, llam‡ndolo Òindiscutido exponente de una nueva conciencia nacional
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familiar o emocional sobre los dirigentes del MNR, que inclu’an a Zavaleta. Ver
Los movimientistas en el poder. La revoluci—n boliviana: sus grandezas y frustraciones, La Paz, El Siglo, 1969, pp. 126 (nota), 131, 185-187, 202, 239, 242 y 250.
M="#+&.*"$)%"'+&,5:)%"(,'.,)%"4)+%*.N'()%"E)."O:,.)5'"P'+&'"Q.:I"L5:.'"E.*4,%'mente la noticia sobre estos heroicos militares. Ver El Diario (1931), La Raz—n
(1931), Tribuna (1935) y òltima Hora (1935).
49 Augusto CŽspedes: El presidente colgado. Historia boliviana, La Paz, Juventud, 1966, p. 148.
50 Zavaleta, op. cit., 1964, p. 36.
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EL SOCIALISMO VIVIDO
51 Id., p. 38. Citando varias veces a Arturo Jauretche, pp. 19, 29 y 38, tambiŽn
en Bolivia: Crecimiento de la idea nacional, La Habana, Casa de las AmŽricas,
1967, donde dir‡ que el socialismo en Bolivia no era una elecci—n, sino un Òrequisito existencialÓ de un Òestado multi-nacionalÓ, pp. 78, 86 y 168.
52 Zavaleta, op. cit., 1964, p. 40 ss. Cursivas m’as. VŽase la misma certeza, distinta
a la teor’a sobre el golpismo de Quiroga Santa Cruz, en AndrŽs Sol’z Rada y el
GRO en los a–os siguientes.
53 Id., pp. 41-42.
54 Id., pp. 42-44. Cursivas m’as y en el original donde aparece Òel MNR es la
revoluci—nÓ.
55 Id. pp. 28, 30, 45 y 56.
56 Id., p. 54.
57 Buck-Morss, op. cit., 2004, p. 34 (hipertexto).
58 Adolphe Thiers fue orleanista y dirigi— la represi—n de la Comuna de Par’s, en
que decenas de miles de trabajadores murieron. Ver cap’tulo III: ÒMemoria de
los aprestosÓ, en RenŽ Zavaleta: La ca’da del MNR y la conjuraci—n de noviembre (Historia del golpe militar del 4 de noviembre de 1964 en Bolivia), La Paz,
Amigos del Libro, 1995, pp. 97 y 129.
59 Id., pp. 142-144 y 152.
60 Cit. Mathiez por Zavaleta, op. cit., 1995, p. 142.
61 Id., pp. 141-142, n. 83. Cursivas m’as.
62 Id., pp. 155-156.
63 Cf. Zavaleta, op. cit., 1964, p. 7.
64 Zavaleta, op. cit., 1995, pp. 17 y 139.
65 Zavaleta, op. cit., 1964, pp. 10-11.
66 Zavaleta, op. cit., 1995, p. 185.
67 Id., p. 178.
68 Id., p. 172.
69 Id., pp. 135-136, n. 79.
70 Id., segœn la ÒPresentaci—nÓ de Horst Grebe L—pez, pp. 15 y 132.
71 Id., p. 133, n. 78.
72 Id., p. 183, n. 133.
73 Id., p. 159.
74 Id., p. 196.
75 Id., p. 196, n. 162.
76 Id., p. 159.
29
MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
77 Id., pp. 186-187.
78 Id., p. 187. Cursivas m’as.
79 Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒÀQuiŽn hizo la revoluci—n?Ó, en columna ÒComentariosÓ del peri—dico El Diario, La Paz, jueves, 4 de noviembre de 1965.
80 Hobsbawm: op. cit., p. 71.
81 Como catedr‡tico de la UNAM (‡rea de Econom’a) y director de la FLACSO
en MŽxico, desde mediados de los «70 hasta los «80, Zavaleta dialogar‡ con
dirigentes del MIR, mostrando especial deferencia por Antonio Aranibar, ver
en RenŽ Zavaleta: Escritos sociol—gicos y pol’ticos. 1, Cochabamba, Taller de
Estudios Sociales, 1986b y favorecer‡ algunas postulaciones a estudios de posgrado de esa militancia (como la de Susana Seleme en FLACSO) ignorando
recomendaciones especiales efectuadas por Quiroga Santa Cruz. En E3-Juan
Carlos Salazar (1996).
82 RenŽ Zavaleta: El poder dual en AmŽrica Latina. Estudio de los casos de Bolivia y Chile, MŽxico, Siglo XXI, 1974, p. 12.
83 Ver ÒQuiroga Santa CruzÓ en Zavaleta, op. cit., 1983, pp. 48-53.
84 Cit. Marx en Furet, op. cit., p. 145.
85 Id., 1974, p. 10.
86 Zavaleta, op. cit., 1974, p. 225 y nota 50. Cursivas m’as.
87 Comunicaci—n personal de Alma Reyles, vda. de Zavaleta, en ciudad de MŽxico, 15 de julio de 2002.
88 G3-MQSC (1964). Cursivas m’as.
89 Como ministro de Gobierno de Lydia Gueiler (1979), Jorge Selum Vaca Diez
mostrar‡ la m‡s completa indefensi—n del gobierno ante el terrorismo ejercitado por el cnel. Luis Arce G—mez, quien orden— asaltar la informaci—n del ministerio de Gobierno sin que su ministro atinara al menor gesto de reparaci—n de
la afrenta. El mismo militar, como jefe de seguridad del Palacio de Gobierno en
1970, exhib’a poseer amplia informaci—n sobre la militancia del ELN. Gustavo
Rodr’guez: Sin tiempo para las palabras. Teoponte. La otra guerrilla guevarista
en Bolivia, Cochabamba, Kipus, 2006, pp. 92-93 y 565; tambiŽn en G37-MQSC
(1980).
90 ÒDebemos organizar la resistencia armadaÓ, entrevista a RenŽ Zavaleta en op.
cit., 1986b, pp. 9-12.
91 Ibid.
92 Consta el acto en documentos que Seguridad del Estado captur— a Loyola
Guzm‡n; con RenŽ Zavaleta juraron al ELN: Raœl Ibarnegaray, Mario Arrieta,
FŽlix Rospigliosi y Miguel Ball—n. Ver Rodr’guez: op. cit., p. 32.
93 Zavaleta, op. cit., 1974, p. 198, nota 20. Ver debate entre el MIR y el PS en prensa
de 1971.
94 Id., pp. 209-210.
95 Ver cartas de Ramiro Arze a Marcelo Quiroga Santa Cruz, en cap’tulo XIV.
96 Zavaleta, op. cit., 1974, p. 190 y carta en la portada del peri—dico El Diario de La
Paz, 2 de junio de 1971: ÒSector progresista del MNR integr— al MIRÓ.
30
EL SOCIALISMO VIVIDO
97 Rodr’guez, op. cit., 2006, p. 574.
98 Segunda parte del art’culo de Marcelo Quiroga Santa Cruz: ÒLas uvas verdes
de la legalidad burguesaÓ, en peri—dico El D’a, MŽxico, D.F., viernes 10 de junio de 1977, op. cit., 1984, p. 231. Cursivas m’as para advertir sobre la pr‡ctica
pol’tica inconveniente e inevitablemente retra’da hacia una dimensi—n conservadora, por efecto de una reductiva concepci—n militarista.
99 ÒCuya concepci—n de la lucha revolucionaria no es la nuestraÓ, en Quiroga, op.
cit., 1982, p. 46.
100 Rodr’guez, op. cit., 2006, p. 278.
101 Id., p. 279.
102 Segœn el principal cuadro organizador del ELN en Oruro, Guillermo D‡valos.
Id., pp. 278 y 589.
103 Id., pp. 314, 551 y 575.
104 Elisabeth Roudinesco: Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de
pensamiento, SantafŽ de Bogot‡, FCE, 2000, pp. 458 y 681, nota 14.
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MARCELO QUIROGA SANTA CRUZ
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