LA INCIDENCIA DE LA CRISIS EN LA JUVENTUD INMIGRANTE Y AUTÓCTONA ¿TENDENCIAS DIVERGENTES O PATRÓN COMÚN? María Soledad Escobar Villegas y Anastasia Bermúdez Torres [email protected] [email protected] Observatorio Permanente Andaluz de las Migraciones (OPAM). Instituto de Estudios Sociales Avanzados - Consejería de Justicia e Interior (Junta de Andalucía) Resumen La crisis por la que atraviesa España desde 2008 ha tenido consecuencias nefastas para la situación laboral de muchos colectivos sociales, destacando los jóvenes, por un lado, y los inmigrantes, por otro, entre los más perjudicados. ¿Quiere ello decir que los jóvenes inmigrantes padecen una situación aún más desfavorable que el resto de la población? Partiendo de un intervalo de edad mayor que el utilizado normalmente para referirse a la juventud y con datos suministrados por la Encuesta de Población Activa (EPA), esta comunicación analiza hasta qué punto es cierta esta suposición. Entre los resultados destaca el gran protagonismo de los jóvenes en la destrucción de empleo a lo largo del periodo considerado, al corresponderles un 94% del total de puestos de trabajo perdidos entre 2007 y 2011. Ahora bien, la importancia de la juventud extranjera en la pérdida de empleo dentro del colectivo extranjero en su conjunto ha sido similar a la correspondiente a sus homólogos españoles, de modo que el principal rasgo diferencial de quienes perdieron su empleo no sería la procedencia, sino la edad. La comunicación proporciona asimismo un análisis pormenorizado de varias subcategorías de parados (con o sin experiencia laboral y parados de larga duración) en los dos colectivos. En las conclusiones reflexionamos sobre la plausibilidad de algunas estrategias que estarían llevando a cabo estos jóvenes para paliar las consecuencias de esta situación, consecuencias que se traducen en una pérdida potencialmente irreversible de capital humano y una amenaza respecto de la sostenibilidad del Estado de Bienestar. Palabras clave: juventud, capital humano, temporalidad, empleo retenido, desempleo de larga duración. Introducción En el seno de la Unión Europea, la crisis financiera mundial iniciada hace ahora cinco años no ha tenido un impacto homogéneo sobre los mercados de trabajo de los distintos países miembros. En términos de pérdida de puestos de trabajo, la situación más alarmante la experimenta España (OCDE, 2012a), país en el que la tasa de paro aumentó en casi un 173% desde el cuarto trimestre de 2007 al mismo de 2011, rozando el 23% a finales de ese periodo. Aunque la crisis ha afectado a todos los grupos sociales, su incidencia ha sido especialmente honda en dos colectivos concretos: los más jóvenes (de 16 a 24 años) y los inmigrantes. Respecto a la población joven, su tasa de paro ha aumentado vertiginosamente en los últimos años hasta finales de 2011, momento en el que casi la mitad (el 48,5%) de sus activos se encontraba desempleado. Además de la falta de oportunidades laborales, un segundo problema que han de afrontar estos jóvenes se refiere a la precariedad, y en concreto a la temporalidad en la contratación (Carbonero et al., 2012). Desde que comenzara la crisis, los asalariados menores de 25 años han incrementado en 5 puntos porcentuales su tasa de temporalidad, hasta alcanzar el 61,4% al término de 2011. Para comprender en toda su dimensión esta problemática, debemos partir del hecho de que no estamos ante fenómenos originados por la actual crisis económica, sino que se trata de circunstancias que vienen caracterizando desde hace décadas a las economías de la mayoría de países de la OCDE (Blanchflower y Freeman, 1996; OCDE, 2008b). En España, las tasas de desempleo de los jóvenes han duplicado a las de la población de mayor edad a lo largo de los últimos veinticinco años, destacando la crisis de los noventa durante la cual la tasa de paro de los menores de 25 años alcanzó un valor similar al actual (45%). Con relación a la tasa de temporalidad, desde mediados de los ochenta se sitúa en niveles muy superiores (entre 30 y 50 puntos) a la correspondiente a la población de más edad, destacando los años noventa con valores por encima del 70%. 2 Los orígenes de esta peor situación laboral de los jóvenes se hallan en la década de los ochenta del siglo pasado, momento en el que se empiezan a producir cambios de envergadura tanto en el sistema educativo como en el mercado de trabajo. Respecto al primero de estos ámbitos, en aquel momento asistimos a un aumento espectacular del nivel educativo de la población española. Los incrementos que registra la EPA se dejan ver en todos y cada uno de los niveles de enseñanza oficiales, aunque en el caso de la población activa con estudios universitarios ha sido especialmente notable, triplicándose su volumen en los últimos veinticinco años hasta llegar a los 5.5 millones en 2011 (casi un 24% del total de la población activa). Con respecto a la población con estudios secundarios1, su número se ha incrementado en algo más del doble, superando los 14 millones y medio en 2011 (un 63% del total de activos). A pesar de este incremento, la población con estudios de naturaleza técnica y profesional supone tan solo la mitad del conjunto de activos con estudios secundarios, porcentaje sensiblemente inferior al del resto de países europeos. Según diversos estudios, este hecho guarda relación con los elevados niveles de paro juvenil que viene registrando España en las últimas décadas (Jimeno et. al 2000; García, 2011; Felgueroso, 2012). En el ámbito laboral, los ochenta se caracterizan por la redefinición de la norma social establecida durante el anterior modelo de producción de masas, basada en el vínculo contractual indefinido y a tiempo completo, la cual comienza a circunscribirse a los empleados con mayor experiencia. Las sucesivas reformas laborales acometidas en España a partir de entonces han provocado la expansión de la temporalidad en todos los grupos de edad, aunque ha seguido predominando entre los más jóvenes, entre otros motivos, por su menor bagaje profesional (Blázquez, 2005; Sánchez y Delicado, 2007). Como ya mencionamos, junto con los jóvenes, los inmigrantes aparecen como otro de los colectivos sociales en los que la crisis ha incidido especialmente. A pesar de que la mano de obra extranjera representaba tan solo el 13% del total de trabajadores ocupados en España en 2011, algo más del 22% del total del empleo perdido desde el cuarto trimestre de 2007 al cuarto de 2011 corresponde a empleados extranjeros. De este modo, la tasa de paro de los inmigrantes ha aumentado 1 Para la contabilidad del número de activos españoles con estudios secundarios hemos recurrido al sumatorio de las categorías D (educación secundaria de primera etapa), E (formación e inserción laboral que precisa titulo de primera etapa de secundaria), F (segunda etapa de secundaria), G (formación e inserción laboral que precisa título de segunda etapa de secundaria), H (enseñanzas técnico-profesionales de grado superior), e I (títulos propios y formación e inserción laboral de formación profesional superior), proporcionadas por la EPA. significativamente, pasando del 13% en 2007 al 33% en 2011, porcentaje muy por encima del que presenta la población con nacionalidad española (un 19%, 12 puntos porcentuales superior a la registrada cuatro años antes). La evolución de estas cifras y de otros indicadores sobre la situación de la mano de obra extranjera en el mercado laboral actual suponen evidencias claras de cómo la crisis que se inició en 2008 habría dado al traste con el modelo inmigratorio que imperó en España a lo largo de la década de crecimiento económico (Izquierdo, 2009; Colectivo Ioé, 2012). Teniendo en cuenta la especial incidencia de la crisis en los jóvenes, así como en el colectivo inmigrante, principalmente en cuanto a la pérdida de empleo, podríamos suponer que la juventud extranjera, al pertenecer a ambas categorías sociales, habría padecido en mayor medida que los jóvenes y los inmigrantes las consecuencias de la crisis. Con el fin de corroborar si esto ha sido así, en la presente comunicación examinamos cómo han evolucionado algunos de los parámetros principales sobre la participación de la juventud foránea en el mercado de trabajo, comparando dicha evolución con la correspondiente a sus homólogos de nacionalidad española. Para un conocimiento más profundo sobre la incidencia del desempleo en estas dos poblaciones, aportamos información adicional sobre la evolución de distintas categorías de parados (con experiencia laboral previa y sin ella, y parados de larga duración). En el último apartado incluimos algunas reflexiones sobre las estrategias y alternativas que pueden estar implementando estos jóvenes para afrontar la falta de oportunidades laborales. Metodología Dado que nuestro análisis se centra en la situación de los jóvenes en el mercado laboral, hemos optado por utilizar la Encuesta de Población Activa (EPA), al ser la fuente de datos oficiales más completa sobre la situación del mercado de trabajo. Esta fuente nos permite hacer un recorrido por el periodo que abarca los cuatro primeros años de la crisis (desde el cuarto trimestre de 2007 al mismo trimestre de 2011), de modo que podamos analizar cómo de profundos han sido sus efectos. Además, el hecho de que la EPA nos brinde información con periodicidad trimestral nos da la posibilidad de conocer el momento (trimestre) en el que se producen los cambios de tendencia con relación a los principales datos. No obstante, como norma general, nos centraremos en la comparación de los cuartos trimestres de cada año. 4 En cuanto al recurso a la variable nacionalidad para nuestro análisis, somos conscientes de que con este planteamiento obviamos la situación específica de aquellos jóvenes de procedencia inmigrante que han accedido a la nacionalidad española. Sin embargo, la elección del lugar de nacimiento como variable de análisis habría ocultado gran parte de la incipiente “segunda generación”. Con respecto a nuestra población objeto de estudio, los jóvenes, consideramos como tales a las personas con edades comprendidas entre los 16 y los 34 años de edad. Se trata de un intervalo mayor que el empleado normalmente para referirse a la población joven, que suele comprender entre los 16 y los 24 años. Los motivos de esta ampliación son dos. En primer lugar, el alargamiento del periodo formativo que se viene constatando desde hace tiempo, cuestión íntimamente ligada al aumento del nivel educativo de la población al que aludíamos antes. En segundo lugar, consideramos plausible que la falta de oportunidades laborales a la que se enfrentan los jóvenes actualmente, propicie que parte de ellos, fundamentalmente quienes cuenten con mayor sustento familiar, decidan prolongar sus estudios a la espera de que la situación económica mejore. Los jóvenes extranjeros y españoles en el mercado de trabajo español antes de la crisis Como hemos señalado en el apartado introductorio algunas de las particularidades del mercado de trabajo en España afectan de manera más pronunciada a la población joven, de manera que la actual crisis económica no habría hecho más que agravarlas (Carrasco y Riesco, 2011). Con el fin de hacernos una idea general sobre la situación laboral de los jóvenes antes de la crisis, en este apartado aportamos información sobre las principales variables del mercado de trabajo (tasa de actividad, empleo y paro), así como sobre otras que dan cuenta de las condiciones que rodean la inserción laboral de los jóvenes extranjeros y españoles (sectores de actividad, temporalidad y nivel ocupacional), hacia finales de 2007. Además, en la medida en que constatamos un patrón de inserción laboral diferencial para el grupo de los jóvenes, en los casos en que proceda recurrimos a la comparación con la situación laboral del grupo de más edad (de 35-64 años). Como ya apuntamos, una de las particularidades del grupo de edad que estamos analizando es su vinculación con los procesos formativos, de manera que antes de entrar en detalle en las cuestiones relativas a sus circunstancias laborales, conviene conocer cuál era el peso de los estudiantes dentro de la juventud española y extranjera. Según la información que proporciona la EPA, con anterioridad a la crisis el recurso a la educación representaba un rasgo mucho más evidente para los jóvenes españoles que para sus homólogos de procedencia inmigrante. En el cuarto trimestre de 2007, solo unos 207.000 jóvenes extranjeros (un 9% del total de los jóvenes de esta procedencia) estaban cursando estudios reglados, mientras que los jóvenes españoles en esta situación eran algo más de 2.300.000 (el 23% del total). La diferente participación en el sistema educativo de unos y otros antes de la crisis no resulta llamativa si tomamos en consideración que la inmigración llegada a España a lo largo de la última década ha sido de naturaleza eminentemente laboral, motivada principalmente por el deseo de alcanzar un mayor grado de bienestar socioeconómico (Cachón, 2002). Centrándonos ahora en las principales magnitudes laborales antes de la crisis, el gráfico 1 nos muestra una situación relativamente similar para la juventud autóctona e inmigrante. En 2007, las tasas de empleo de unos y otros superaban el 65%, con una ligerísima ventaja a favor de los jóvenes con nacionalidad extranjera, al tiempo que la tasa de paro de estos últimos era más desfavorable, alcanzando el 14%, 3 puntos porcentuales más que entre los jóvenes españoles. Sumando los dos componentes, encontramos que la participación de los jóvenes extranjeros en el mercado laboral era mayor que la de sus homólogos españoles, con una tasa de actividad de los primeros del 77%, 4 puntos superior a la de los segundos. 6 Gráfico 1: Tasas de actividad, empleo y paro de los jóvenes extranjeros y españoles en España. 2007 80% 60% Jóvenes españoles 40% Jóvenes extranjeros 20% 0% Tasa de paro Tasa de actividad Tasa de empleo Elaboración: OPAM. Fuente: EPA. Cuarto trimestre de 2007 Una de las características más señaladas de la inmigración económica con destino a España es su inserción dentro del mercado de trabajo secundario, en trabajos caracterizados por su bajo nivel salarial, escaso prestigio social y precarias condiciones laborales. Las causas de esta situación se relacionan principalmente con la importancia de la economía sumergida en nuestro país, la cual habría ejercido un importante efecto llamada durante el periodo alcista de la economía (Reyneri, 2006). Veamos a continuación hasta qué punto esta inserción laboral se mantiene en el grupo de extranjeros jóvenes y si es compartida por la juventud española. Si atendemos a las actividades económicas predominantes entre la juventud extranjera antes del comienzo de la crisis (finales de 2007), vemos que “comercio y hostelería”, “otros servicios” (categoría que incluye todos aquellos servicios que no se catalogan como comerciales u hosteleros) y la construcción eran los tres sectores que aglutinaban un mayor porcentaje de estos trabajadores, con un 34%, un 28% y un 23% respectivamente. Al comparar esta distribución con la de sus homólogos con edades superiores (de 35 a 64 años) observamos que, a diferencia de lo que sucede entre los jóvenes, “otros servicios” ocupaba la primera posición, con casi el 40%, seguidos a cierta distancia por “comercio y hostelería”, con el 25,5%, y una proporción casi igualada de la construcción (22,5%). Un orden similar se daba entre la población joven con nacionalidad española: a finales de 2007, la categoría “otros servicios” proporcionaba trabajo al 41% del total de este colectivo, siendo también las actividades comerciales y hosteleras las segundas, con un 31%. La construcción, por otra parte, tan solo empleaba al 13,5% de la juventud española ocupada a finales de 2007. Para poder tener un conocimiento más claro sobre las circunstancias que rodean la inserción laboral de unos y otros, es necesario analizar la influencia de otras variables clave, como el nivel ocupacional y la temporalidad. Con relación a la primera, la información que suministra la EPA para el año 2007 muestra que los jóvenes extranjeros se ocupaban principalmente en puestos de nivel medio-bajo (un 53,7%), siendo también importante el porcentaje de quienes realizaban trabajos para los que no se requiere cualificación alguna (del 33%). Por su parte, la población joven española presentaba una realidad algo más positiva, ya que se empleaba en proporciones casi idénticas en puestos dentro de las categorías media-baja (45,3%) y media-alta (44,5%), y una proporción relativamente pequeña de estos jóvenes (un 10% aproximadamente) desempeñaba trabajos no cualificados. En cuanto a la incidencia de la temporalidad en los jóvenes antes de la crisis, la EPA muestra algunas diferencias en función de la procedencia. En el cuarto trimestre de 2007 más de la mitad de los jóvenes extranjeros asalariados disponían de esta modalidad de contrato, el 56%, porcentaje que se reducía hasta el 41% en el caso de sus homólogos con nacionalidad española. Por su parte, entre los mayores de 34 se registra una incidencia mucho más dispar de la temporalidad según la procedencia. Al término de 2007 tan solo un 18% de los asalariados españoles de este grupo de edad contaban con un contrato de esta naturaleza, frente al 48% de los extranjeros. Este breve repaso a las circunstancias laborales de la juventud inmigrante y autóctona en el momento inmediatamente anterior a la crisis nos lleva a identificar una situación laboral comparativamente más precaria en el caso de los primeros, no solo por su mayor tasa de desempleo, sino también con relación a los niveles ocupacionales y a la mayor temporalidad de quienes sí tenían un empleo remunerado. A continuación analizamos ¿cómo y en qué medida la crisis económica ha incidido sobre este escenario de partida? 8 La influencia de la crisis en el empleo juvenil extranjero y nacional En lo tocante a la actividad no se registran variaciones de envergadura en los primeros cuatro años de crisis para ninguna de nuestras dos poblaciones objeto de estudio. Si comparamos la tasa de actividad en el cuarto trimestre de 2011 y el mismo trimestre de 2007 observamos una ligera disminución (algo más de 1 punto porcentual) en el caso de la juventud extranjera, mientras que la reducción que presentan los jóvenes con nacionalidad española es algo mayor (de aproximadamente 1 punto y medio). Como resultado de ello, el cuarto año de crisis termina con una tasa de actividad del 75,6% para los extranjeros jóvenes y del 70% para los españoles, manteniéndose el diferencial constatado entre ambos grupos. Sin embargo, la destrucción masiva de puestos de trabajo ocasionada por la crisis ha provocado que una proporción cada vez menor de los jóvenes activos en el mercado laboral se encuentren trabajando. Por concretar, del total de empleo perdido en 2011 respecto de 2007, una cifra alarmante, un 94%, correspondía a la población joven, según la definición amplia de este grupo de edad manejada aquí. Al diferenciar según procedencia, vemos que la pérdida de empleo juvenil entre los españoles ha sido ligeramente superior, de un 95% del total de empleo destruido para este grupo de nacionalidad, mientras que la correspondiente cifra para los jóvenes extranjeros es del 93%. Se puede decir por tanto que la importantísima reducción de empleo que ha sufrido España en estos cuatro años de crisis ha recaído casi exclusivamente en el grupo de activos de 16 a 34 años, ya sean estos nacionales o foráneos. Como no puede ser de otra manera, esta evolución se refleja también en las tasas de empleo de unos y otros, las cuales muestran una reducción bastante notable a lo largo del periodo. Según muestra el gráfico 2, los primeros coletazos de la crisis comienzan pronto. Ya durante 2008 el empeoramiento de la situación económica hace mella en ambos colectivos, aunque de manera más pronunciada en los jóvenes extranjeros, los cuales ven reducirse su tasa de empleo en más de 7 puntos porcentuales, comparado con una reducción de 4 puntos entre los jóvenes españoles. Así, de tener una tasa de empleo superior a la de sus homónimos españoles, a finales de 2008 los jóvenes extranjeros ven cómo esta se reduce hasta situarse ligeramente por debajo, estando ambas en valores cercanos al 60%. A lo largo de 2009, la divergencia entre ambos colectivos se ensancha a favor de los jóvenes españoles, ya que los extranjeros siguen experimentando un descenso mayor de su tasa de empleo. No obstante, 2010 comienza con atisbos de recuperación en la situación del mercado de trabajo, registrándose cierto incremento de la ocupación de los jóvenes, más significativo en el caso de los extranjeros, lo que provoca que dichas tasas vuelvan a converger, alcanzando valores cercanos al 54% en el tercer trimestre. Al terminar el año 2010, sin embargo, un renovado empeoramiento de la coyuntura económica induce otra vez más una senda bajista del empleo juvenil, tendencia que con algún matiz continúa hasta finales de 2011, cuando se encuentran ocupados menos de la mitad de la población joven activa, tanto españoles como extranjeros. A partir de mediados de 2011, la tasa de empleo de los jóvenes extranjeros comienza a descender de nuevo más rápidamente que la de los españoles, volviendo a surgir una estrecha brecha entre ambos grupos. En resumidas cuentas, en tan solo cuatro años, las tasas de empleo han disminuido en unos 15 puntos porcentuales entre los jóvenes españoles, y en unos 20 puntos entre sus homólogos con nacionalidad extranjera. Al contrario de lo que sucede entre los jóvenes, las tasas de empleo de los extranjeros y españoles con edades superiores a los 34 años han evolucionado de manera bastante más diferenciada. Así, los españoles de este grupo de edad han rebajado su tasa en solo 3 puntos porcentuales, frente a la reducción de 15 puntos en la correspondiente a los extranjeros. Gráfico 2: Evolución de la tasa de empleo según nacionalidad (españoles/extranjeros) y grupo de edad en España. 2007-2011 Jóvenes españoles Jóvenes extranjeros Mayores de 34 años españoles Mayores de 34 años extranjeros 70% 65% 60% 55% 50% 45% 2007 2008 2009 2010 Elaboración: OPAM. Fuente: EPA 10 2011 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 40% Llegados a este punto queda manifiestamente claro que la juventud ha soportado sobremanera las terribles consecuencias de la crisis, sobre todo con relación a la pérdida de empleo, lo cual evidencia aún más la idea que venimos reiterando desde el inicio de esta comunicación: la especial vulnerabilidad de los jóvenes a los cambios de ciclo económico. Con relación a la situación en los distintos sectores productivos durante los primeros cuatro años de crisis, se registran variaciones importantes en la mayoría de ellos. Atendiendo al porcentaje de empleo retenido a finales de 2011 respecto de 2007 por parte de los jóvenes (ver gráfico 3), observamos cómo la construcción destaca por la magnitud de la pérdida de empleo, aunque en distinta medida según nacionalidad: entre los jóvenes extranjeros, solo 23 de cada 100 trabajadores de este sector mantenían su ocupación, frente a 38 de cada 100 entre los jóvenes españoles. En términos relativos, la industria es el segundo sector con mayor reducción de empleo joven, español y extranjero, seguida por el subsector de “comercio y hostelería”; en ambos, pero sobre todo en el primero, la proporción de empleo perdido fue igualmente mayor para los extranjeros que para los españoles. Por su parte, “otros servicios” y la agricultura son los ámbitos de actividad donde tanto los jóvenes extranjeros como los españoles consiguieron retener un mayor porcentaje de empleo, de alrededor del 90% para ambas actividades económicas en el caso de los primeros, y un 80% aproximadamente en el caso de los segundos. Gráfico 3: Porcentaje de empleo retenido entre los jóvenes (extranjeros/españoles) en 2011 respecto de 2007 por sector de actividad en España. 2007-2011 100% 80% Agricultura 60% Industria 40% Construccion Comercio y Hosteleria 20% Otros servicios 0% Jóvenes españoles Elaboración: OPAM. Fuente: EPA Jóvenes extranjeros Para la población extranjera con edades de entre 35 y 64 años, el sector de la construcción es también la rama de actividad más afectada por la destrucción de puestos de trabajo, aunque la pérdida (un 58% respecto de 2007) fue menos onerosa que para los jóvenes, tanto foráneos como españoles. A la construcción le sigue de nuevo la industria, sector donde los extranjeros mayores de 34 años apenas perdieron un 10% de la ocupación, mientras que en el resto de sectores consiguieron incluso aumentar su volumen de empleados: en “comercio y hostelería” en un 7%, en “otros servicios” en un 17% y en la agricultura en algo más del 40%. Los trabajadores españoles de entre 35 y 64 años, por su parte, solo incrementaron su presencia, ligeramente, en los dos últimos sectores, y perdieron puestos de trabajo sobre todo en la construcción, con un 37% menos de empleados, en comparación con 2007. Respecto al nivel ocupacional, la mayor pérdida de ocupación entre los jóvenes extranjeros se ha producido en puestos de nivel medio-bajo. En comparación, los jóvenes con nacionalidad española han visto disminuir su representación, principalmente, en trabajos que no requieren cualificación, categoría que en 2007 agrupaba a tan solo un 10% de estos ocupados, como señalábamos antes. Fijándonos ahora en cómo ha evolucionado uno de los indicadores más íntimamente relacionados con la precariedad laboral, la tasa de temporalidad, observamos reducciones relativamente notorias en estos cuatro años de crisis. En el caso de los asalariados jóvenes españoles, han disminuido esta tasa en casi 3 puntos porcentuales, hasta el 37%, disminución que sus homólogos extranjeros han experimentado de forma más acentuada, casi 10 puntos, registrando aproximadamente un 46% en el cuarto trimestre de 2011. Con relación a la población mayor de 34 años, la EPA también muestra reducciones en la tasa de temporalidad de estos asalariados en el periodo 20072011. La comparativamente mejor situación de los trabajadores españoles por cuenta ajena de este grupo de edad antes de la crisis, cuando tan solo el 18% disponía de un contrato temporal, se hace notar en la menor reducción de su tasa a finales de 2011, de tan solo 2,5 puntos porcentuales, frente a la disminución de 9 puntos en la correspondiente a sus homólogos extranjeros (hasta el 38%). Para una adecuada interpretación de esta evolución, debemos tener en cuenta que, sobre todo durante los dos primeros años de crisis, la destrucción de puestos se ha concentrado en los de naturaleza temporal. Por tanto, la reducción de esta tasa no obedecería a mejoras en las 12 condiciones laborales de los asalariados, sino que estaría relacionada con la mayor vulnerabilidad de quienes poseen esta modalidad contractual. Nos encontramos por tanto ante un escenario laboral, el correspondiente al cuarto año de crisis, caracterizado por el empeoramiento de la situación laboral de los jóvenes, tanto autóctonos como inmigrantes. A pesar de ello, la peor situación con la que partían los jóvenes extranjeros con relación a circunstancias tales como su sobrerrepresentación en niveles ocupacionales medio-bajos y la mayor tasa de temporalidad, parece haber desembocado en un panorama sociolaboral que en su caso resulta aún menos esperanzador. Esta tendencia se ve corroborada por las conclusiones de otras investigaciones sobre la evolución del mercado de trabajo, las cuales ponen de manifiesto la mayor vulnerabilidad de los extranjeros ante la crisis en términos de pérdida de empleo, vulnerabilidad que se debe en gran parte a la mayor precariedad laboral que padecen (FEDEA, 2012). La evolución del desempleo entre los jóvenes extranjeros y españoles Atendiendo ahora a la evolución de la tasa de desempleo en el periodo 2007-2011 encontramos una vez más que el grupo de edad de 16 a 34 años se ha visto más afectado que los trabajadores de 35 o más años. Dentro de la población joven, la tasa de paro de la juventud extranjera ha evolucionado peor que la de sus homólogos españoles. A finales de 2011, los jóvenes foráneos alcanzaban una tasa de paro de casi el 37%, valor que triplica el observado cuatro años antes. Entre los jóvenes españoles dicha tasa ha registrado un incremento también muy significativo a lo largo de este período, de unos 18 puntos porcentuales, llegando al 29% en el cuarto trimestre de 2011. Si prestamos atención a las diferencias en función del grupo concreto de nacionalidad, comprobamos una mayor incidencia del desempleo en la juventud africana, la cual ha incrementado en 31 puntos porcentuales su tasa de paro (ver gráfico 4). Ya en el periodo anterior a la crisis, este grupo destacaba por tener la tasa de desempleo más elevada de entre todos los grupos de procedencia, rasgo que mantiene a finales de 2011, cuando más de la mitad de sus activos se encuentra en situación de desempleo. En cuanto a los jóvenes latinoamericanos, su tasa de paro casi se ha multiplicado por tres durante este mismo periodo, superando holgadamente el 30% a finales de 2011. Por su parte, la juventud rumana y búlgara (UE-2)2 registra un incremento de 12 puntos en su correspondiente tasa desde principios de 2009, hasta alcanzar valores cercanos al 37%, el segundo más alto después de los africanos. Evoluciones negativas registran también los jóvenes españoles y de la UE-25, grupos que partían de una tasa de paro inferior a la de los colectivos antes mencionados, a pesar de lo cual terminan 2011 con porcentajes que rondan el 29%. Los jóvenes de la categoría “Resto del Mundo”, por su parte, mantienen su posición como el grupo con la tasa de paro más baja, aunque esto no significa que hayan escapado a la influencia de la crisis, al haberla cuadruplicado a lo largo de estos cuatro años. Gráfico 4: Evolución de la tasa de paro de los jóvenes por grupo geopolítico de nacionalidad en España. 2007-2011 UE25 Resto de Europa África América latina Resto del Mundo UE.2 Españoles 60% 50% 40% 30% 20% 10% 2007 2008 2009 2010 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 3º Tr. 2º Tr. 1º Tr. 4º Tr. 0% 2011 Elaboración: OPAM. Fuente: EPA Una de las variables más vinculadas al desempleo es el nivel de estudios. Con relación a ella, la EPA revela que la probabilidad de estar desempleado es mayor cuanto menor es el nivel formativo, premisa que es aplicable tanto a la anterior etapa de crecimiento económico como a la actual. Sin embargo, disponer de un elevado nivel de estudios no aísla por completo de los efectos negativos de la crisis, ya que las tasas de desempleo se 2 Con anterioridad a 2009 la EPA incorpora a los nacionales del grupo geopolítico UE-2 (rumanos y búlgaros) dentro de la categoría “Resto de Europa”, representando la mayor parte de este grupo. Es a partir del primer trimestre de 2009 cuando se crea la categoría UE-2. 14 han disparado en los últimos cuatro años en todos los niveles formativos. No obstante, lo cierto es que los jóvenes españoles con menor nivel de estudios (categoría que incluye a quienes no poseen estudios y a aquellos que como máximo han concluido la educación primaria) son los peor parados. Ya en el cuarto trimestre de 2007 este grupo presentaba una tasa de paro del 23%, proporción que a finales de 2011 aumenta en casi 30 puntos porcentuales. Los extranjeros en esta misma categoría de estudios han experimentado una subida de igual magnitud en su tasa de paro, aunque partiendo de un nivel bastante inferior en 2007 (del 11%). Entre quienes tienen estudios secundarios, destacan los jóvenes extranjeros por la subida de su tasa de paro (del 11,6% al 37,5%); a partir de un valor similar en 2007, sus homólogos con nacionalidad española han experimentado un aumento algo inferior, para superar el 30% a finales de 2011. Por lo que respecta a quienes han conseguido completar estudios universitarios, el desempleo asciende a finales de 2011 al 19% tanto entre los extranjeros como los españoles, lo cual implica aumentos de 8 y 12 puntos porcentuales respectivamente, con relación a 2007. En cuanto al cruce de las variables género y procedencia (españoles/extranjeros), vemos cómo la crisis ha generado cambios en los patrones de evolución del desempleo en los cuatro grupos resultantes. Antes del inicio de la crisis el género aparecía como una variable clave a la hora de explicar el desempleo juvenil. En 2007 la tasa de paro más alta correspondía a las jóvenes extranjeras (16%), a quienes seguían las de nacionalidad española (13%). Los varones, por su parte, registraban tasas de desempleo inferiores, sobre todo los españoles, con un 9%, frente al 11,6% de los extranjeros. Sin embargo, el empeoramiento de la situación económica ha provocado cambios en la posición relativa de unos y otros. El cambio más llamativo ha sido el experimentado por los jóvenes varones con nacionalidad extranjera, quienes multiplicaron por tres su tasa de paro durante los dos primeros años de crisis; después de una pasajera reducción en 2010, esta volvió a crecer en 2011 hasta situarse en el 38%. Las jóvenes foráneas, quienes contaban con la peor situación de partida, han registrado un aumento relativamente más moderado en su tasa de paro en los cuatro años considerados, alcanzando el 35,5% a finales de 2011. Por lo que respecta a la juventud española, a pesar de la mejor situación de inicio de los varones, durante el primer año de crisis su tasa de desempleo convergió con la de las jóvenes españolas en torno al 23%. A partir de entonces unos y otras continuaron incrementando dicha tasa, aunque los primeros lo hicieron en mayor medida. Al finalizar 2011, la tasa de ellos alcanzaba casi el 30%, un punto y medio superior a la de ellas. Como hemos visto en el apartado anterior, los dos sectores que han experimentado la mayor reducción relativa de puestos de trabajo entre los jóvenes, tanto extranjeros como españoles, han sido la construcción y la industria, sectores ambos fuertemente masculinizados, lo cual explica en buena parte el peor comportamiento de ellos en cuanto a pérdida de empleo se refiere. En este apartado se vuelve a constatar que el empeoramiento de la situación laboral ha afectado tanto a la juventud española como a la extranjera. Sin embargo, al diferenciar según perfiles sociodemográficos comprobamos como parte de la juventud extranjera cuentan con una situación peor. Este es el caso de los varones de origen africano con bajo nivel de estudios. Evolución de las distintas categorías de desempleados Para hacernos una idea más completa del perfil de desempleado joven que ha potenciado la crisis consideramos relevante atender a la evolución de dos categorías de desempleados en función de su bagaje: aquellos que cuentan con experiencia laboral, los cuales habrían visto truncada su trayectoria laboral y vital a raíz de la crisis, y quienes no disponen de ella (como puede ser el caso de quienes estaban estudiando y/o carecían de la edad legal para trabajar). Entre los años 2007 y 2009, la EPA muestra un incremento muy sustancial de la primera de estas categorías, es decir, de los jóvenes desempleados que cuentan con experiencia laboral. En el caso concreto de los españoles con algún tipo de experiencia laboral previa, las cifras de desempleados no han dejado de subir a lo largo del total del periodo considerado: en términos relativos, el incremento fue de un 132%, lo que en valores absolutos corresponde a casi un millón de personas más. En cuanto a los jóvenes con nacionalidad extranjera, el aumento fue especialmente significativo en el caso de latinoamericanos y africanos, al alcanzar un 138% y un 261% respectivamente durante los dos primeros años de crisis. No obstante, desde 2009 hasta el final del periodo analizado, el volumen de los jóvenes pertenecientes a esta categoría de desempleados desciende en cierta medida en ambos grupos de nacionalidad. Los jóvenes rumanos y búlgaros presentan una tendencia similar: tras duplicarse su número de parados con experiencia laboral en los dos primeros años de crisis, recientemente han visto decrecer esta cifra. Los jóvenes de la 16 UE-25 y “Resto del mundo” en situación de paro y con experiencia laboral, por su parte, presentan un crecimiento continuo, aunque menos pronunciado. Al comparar estos datos con los de la población desempleada en su conjunto, resulta que la juventud extranjera que a finales de 2011 estaba parada pese a contar con experiencia laboral previa en España, suponía casi el 39% del total de parados extranjeros. Entre los españoles con edades comprendidas entre los 16 y los 34 años el correspondiente valor es aún más alto, al representar la mitad de la población española desempleada. En cuanto a los parados jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo a partir de una situación previa de inactividad, la EPA muestra volúmenes sensiblemente inferiores a los de la categoría anterior. Aún así, se observa un incremento importante en su número a lo largo de 2007-2011 en todos los grupos de nacionalidad, más pronunciado a partir del año 2009, con unas cifras que a finales del período duplican las recogidas con anterioridad a la crisis. A finales de 2011, se contabilizan unos 274.000 jóvenes con nacionalidad española, así como unos 50.000 africanos, 30.000 latinoamericanos y aproximadamente 12.000 rumanos y búlgaros en situación de búsqueda de empleo sin experiencia laboral previa. El peso del subgrupo de los jóvenes sin experiencia laboral sobre el conjunto de los desempleados extranjeros roza el 9%, y entre sus homólogos españoles, el 7%. Por completar este recorrido por las características del desempleo entre la población joven, conviene preguntarnos por la evolución de los parados de larga duración. Esta situación, tipificada como una permanencia en el desempleo durante por lo menos un año, conlleva un desgaste psicólogo cada vez mayor para el individuo afectado y su entorno, a lo que hay que añadir el deterioro económico que ello representa para la unidad familiar, sobre todo en los casos en que el resto de miembros padecen también la falta de empleo. Como puede apreciarse en el gráfico 5, a finales de 2007, entre los parados menores de 35 años y con nacionalidad extranjera, la proporción de parados de larga duración era del 16,5% (unos 40.300 en números absolutos). Durante los cuatro años siguientes, no solo las cifras absolutas, sino también las relativas se han incrementado de manera muy notable; a finales de 2011 ascendía ya al 46,6% el porcentaje de jóvenes extranjeros desempleados con más de un año en esta situación (271.000 personas). Siendo esta evolución desalentadora, sus homólogos de 35 a 64 años experimentaron una trayectoria aún peor, al dispararse la proporción de sus parados que llevan más de un año desempleados, de un 14% a finales de 2007 (unos 22.000), hasta casi el 52% a finales de 2011 (casi 333.500 personas). Entre la juventud española, la evolución de los parados de larga duración ha seguido la misma tendencia ascendente: si en el cuarto trimestre de 2007 un 20% de sus desempleados llevaba más de un año en el paro (157.300 jóvenes), al concluir 2011 este porcentaje era ya del 45,5%, afectando a 835.000 personas, cinco veces más que con anterioridad a la crisis. Igualmente negativa ha sido la evolución entre los parados con nacionalidad española y edades superiores a los 34 años, los cuales ya presentaban un porcentaje elevado antes del inicio de la crisis, del 37% (270.000 personas), hecho que no ha impedido que el empeoramiento de la situación económica hiciera merma adicional: al término de 2011, algo más del 56% de estos parados llevaban más de un año buscando trabajo (más de 1.250.000 personas). Gráfico 5: Evolución de la proporción de parados de larga duración sobre el total de parados jóvenes según nacionalidad (españoles/extranjeros) en España. 2007-2011 Jóvenes españoles Jóvenes extranjeros 50% 45% 40% 35% 30% 25% 20% 15% 10% 5% 0% 2007 2008 2009 2010 2011 Elaboración: OPAM. Fuente: EPA En resumidas cuentas, en los últimos cuatro años el desempleo parece haberse concentrado principalmente en aquella parte de la población joven que ya había iniciado su andadura profesional, de manera que la crisis habría truncado sus expectativas y proyectos en el corto y medio plazo. Si tenemos en cuenta además que el porcentaje de quienes llevan más de un año en paro está cerca de alcanzar al 50% de la juventud en España, podemos afirmar que nos encontramos ante un panorama francamente descorazonador para este grupo de edad. 18 Reflexiones finales En este apartado destacamos los principales hallazgos sobre la evolución de los jóvenes inmigrantes y autóctonos en el mercado de trabajo español a lo largo de los primeros cuatro años de crisis, prestando especial atención a las consecuencias más inmediatas de su precaria situación y a las estrategias que pudieran estar llevando a cabo para minimizar los efectos la misma. Con respecto a la evolución del empleo entre la población joven (definida aquí de forma amplia, al comprender a edades de 16 a 34 años), si antes de la crisis las tasas de ocupación de los extranjeros y españoles rondaban el 65%, cuatro años después, menos de la mitad de los integrantes de este grupo de edad se encuentran ocupados. La proporción de empleo joven retenido a finales de 2011 respecto del que había al término de 2007 es significativamente inferior (68%) al correspondiente valor para los trabajadores de mayor edad (más del 98%). Esto implica que la inmensa mayoría de los puestos de trabajos perdidos entre 2007 y 2011, la sobrecogedora cifra del 94%, corresponde a trabajadores jóvenes. Con relación a la naturaleza de estos trabajos se trata fundamentalmente de empleos temporales, aquellos cuya rescisión implica menores costes para el empleador. Estos datos podrían estar influidos en parte por un efecto cohorte que no hemos cuantificado aquí, pero aún teniendo ello en cuenta, sorprende el peso desmedido que están soportando los trabajadores jóvenes en esta crisis, a la vez que infunde preocupación en la medida en que se desconoce cuándo comenzará la recuperación. En este sentido, merece la pena señalar que cada vez son más los jóvenes desempleados que llevan más de un año buscando empleo. A finales de 2011 casi la mitad de los parados jóvenes estaban en esta situación, circunstancia que antes de la crisis se circunscribía principalmente a las personas de más edad. Con relación al interrogante que nos formulamos en la introducción de esta comunicación, el análisis de evolución de los principales parámetros del mercado de trabajo nos lleva a hablar de una incidencia similar de la crisis entre la juventud española y extranjera. No obstante, debemos matizar que en el caso de determinados grupos de nacionalidad si se registra un impacto diferencial. Este el caso de la juventud africana (compuesta mayoritariamente por marroquíes), la cual ha triplicado su tasa de paro desde el inicio de la crisis, superando en 20 puntos la correspondiente tasa de los españoles del mismo grupo de edad. Las consecuencias inmediatas de este desalentador panorama para el individuo y la sociedad son diversas. Para los jóvenes desempleados de larga duración, la falta de expectativas laborales puede conllevar desánimo y una importante merma en su autoestima, en especial entre aquellos que un día optaron por la educación universitaria como forma de incrementar sus posibilidades de encontrar un empleo con un mínimo de estabilidad. Esta falta de horizontes laborales obstaculiza a su vez la construcción de identidades laborales y dificulta la acumulación de los años de cotización necesarios para acceder a una pensión de jubilación mínimamente digna. A nivel estatal, una importante secuela del paro juvenil prolongado es que supone un dispendio de los recursos económicos y formativos puestos a disposición de los jóvenes por parte del Estado. Entre los niveles individual y estatal se sitúa la familia, institución que podría servir de amortiguador social ante la falta de recursos de los jóvenes si no fuera por su escasa capacidad para sufragar gastos adicionales. A finales de 2011 el volumen de jóvenes que habitaba una vivienda con varios miembros desempleados era de casi un millón, cifra cuatro veces superior a la registrada en 2007. Con relación a las estrategias que podrían estar llevando a cabo los jóvenes para paliar los efectos de la falta de empleo, recientemente los medios de comunicación se hacen eco de una renovada disponibilidad de este grupo social para buscar mejores oportunidades en otros países, situación que en el caso de los extranjeros conllevaría migraciones de retorno o re-emigraciones a países terceros. Sin embargo, de momento no vemos evidencia estadística lo suficientemente sólida como para afirmar que se estén produciendo unos flujos emigratorios numéricamente significativos. Otra de las estrategias que podrían implementar los jóvenes en este escenario de crisis sería la vuelta a los estudios, decisión que se adoptaría con vistas a una mejora de la empleabilidad en el momento en que la situación económica mejore. Según los datos de la EPA, un 13% y un 27% respectivamente de los jóvenes extranjeros y españoles en situación de desempleo, estarían a finales de 2011 estudiando; porcentajes estos algo superiores a los registrados con anterioridad a la crisis. 20 La información que aportamos en estas páginas no invita en absoluto al optimismo sobre las perspectivas de futuro de la juventud, sobre todo si tenemos en cuenta que la falta de expectativas laborales en este grupo de población no obedece únicamente al actual escenario económico, sino que es un problema estructural del mercado de trabajo español. Ello nos debe llevar a una reflexión a nivel político y de toda la sociedad, no sólo sobre las medidas más urgentes a adoptar de cara a frenar esta pérdida irreversible de capital humano, sino también sobre los cambios que requieren el mercado de trabajo y el sistema educativo españoles de cara a fomentar una transición exitosa desde la etapa formativa a la laboral. 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