EL REY Y LA GREY

Anuncio
Revista Hispanoamericana. Publicación digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras. 2011, nº 1 ARTÍCULOS
EL REY Y LA GREY. EL ARZOBISPO FONTE EN LA INDEPENDENCIA DE
MÉXICO
Dr. Luis Navarro García
Universidad de Sevilla
Resumen: El último arzobispo español de México, Pedro José Fonte, regresó a España
cuando el antiguo virreinato se hizo independiente en 1821, lo que ha sido censurado por
varios historiadores. Se trata aquí de explicar la actitud de Fonte y conocer las razones en que
se basó su decisión.
Palabras clave: Pedro José Fonte, México, Independencia, Virrey, Arzobispado, Nueva
España.
Abstract: The last archbishop of Mexico, Pedro José Fonte, returned to Spain when the former
viceroyalty became independent in 1821. This has been censored by various historians. Here
the author tries to explain Fontes' attitude and to know the reasons on which he based his
decision.
Keywords: Pedro Jose Fonte, Mexico, independence, viceroy, Archbishopric, Iturbide, New
Spain.
***
Uno de los rasgos que claramente diferencian el proceso de la
Independencia de México del de Suramérica es el que se refiere a la actitud de
la jerarquía eclesiástica, que en los virreinatos meridionales prácticamente
desapareció, mientras que en Nueva España pasó íntegramente del dominio
español a la nueva nación, con la única salvedad, precisamente, del arzobispo
de México, Pedro José Fonte. Y esa diferencia dice mucho de la forma en que
se desenvolvió el proceso en cada caso.
El caso del arzobispo absentista
En el virreinato del Río de la Plata, por ejemplo, en el actual territorio
argentino, las tres sedes allí erigidas quedaron pronto vacías: en 1812 murió el
obispo de Buenos Aires, y los de Córdoba y Salta fueron expulsados el mismo
año por Belgrano. Lo mismo ocurrió con corta diferencia, conforme progresaba
la guerra, en las diócesis venezolanas, neogranadinas y quiteñas, que –como
las de Charcas al sur— fueron alternativamente dominadas por insurgentes y
realistas. De Chile sabemos que el obispo de Concepción abandonó su sede
en 1816, mientras que el de Santiago fue expulsado por O’Higgins en 1817. De
Cómo citar este artículo: NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de
México, Revista Hispanoamericana. Revista Digital de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y
Letras. 2011, nº1 Disponible en: < http://revista.raha.es/>. [Consulta: Fecha de consulta]. ISSN: 2174-0445
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
Perú, en fin, nos dice el Dr. Puente Candamo que se dieron allí “cuatro
situaciones distintas. Una es encarnada por Goyeneche, peruano, obispo de
Arequipa, quien gobierna desde el virreinato hasta la república sin interrupción.
Otra posición es mostrada por Las Heras, español [arzobispo de Lima], quien
jura la independencia pero sale del Perú por orden de San Martín. Una tercera
respuesta la expresa Gutiérrez Cos, peruano [ob. Huamanga], que sale del
país por disposición de San Martín, pues no jura la Emancipación. En fin, una
última postura es la que asumen los españoles Carrión Marfil [ob. Trujillo] y
Sánchez Rangel [ob. Mainas], adversarios de la Emancipación, quienes por su
propia voluntad se retiran del Perú”. 1
El caso mexicano es muy distinto pues, en la primera fase del proceso,
fase propiamente militar, todos los prelados condenaron la insurrección,
aunque algunos hubieron de abandonar un tiempo su sede –los de Valladolid,
Monterrey, Guadalajara y Oaxaca--, pero se mantuvieron en el país al amparo
del ejército virreinal. Del mismo modo, en la segunda fase, eminentemente
política, el episcopado en pleno asistió y en distintas ocasiones colaboró en la
singular transición que dio paso a la Independencia y al breve Imperio de
Iturbide. La experiencia no debió ser traumática para los prelados mexicanos,
salvo el arzobispo, como sí lo fue para los de América del Sur. Pero en todos
los casos, en algún momento, al sobrevenir el cambio de soberanía hubo de
plantearse cada obispo qué actitud adoptar, problema que algunas veces fue
planteado a los respectivos cabildos.
El punto era grave, sobre todo teniendo en cuenta la vigencia del Regio
Patronato indiano, al que los obispos quedaban ligados por un juramento
especial de obediencia al rey y respeto de sus prerrogativas. Por eso no ha de
extrañar que muchos de ellos optasen por abandonar su sede antes que
autorizar con su presencia la constitución de una nueva autoridad nacida de
una sublevación que ellos habían previamente condenado como contraria al
soberano, cuyo poder derivaba directamente de Dios. Hubo, sin embargo,
casos en los que la decisión del prelado se desvió de este patrón, porque al
obispo le resultaría doloroso el abandono de su Iglesia diocesana, que
quedaría desatendida con su marcha. Esta oscilación entre la fidelidad al rey y
la obligación hacia la grey dio lugar a conductas muy distintas, de las que
podemos seleccionar tres ejemplos.
Sea el primero el del obispo Goyeneche, de Arequipa, nacido en esta
ciudad y miembro de una familia firmemente realista que, sin embargo, al
triunfar la independencia y encontrarse en un ambiente hostil optó por seguir al
frente de su sede argumentando: “yo no soy de ninguno, sino de Jesucristo y
de mi Esposa; al servicio de ella debo consagrar mis días, bienes y vínculos de
carne y sangre. Tal es mi persuasión y tal el principio que me ha obligado a
quedarme en mi obispado, no obstante que bien preveía que la amargura había
de ser el pan de mi sustento”. 2
1
Puente Candamo, José Agustín: La independencia del Perú (Madrid 1992), p. 254-255.
Goyeneche al Papa León XII, en Vargas Ugarte, Rubén: El episcopado en los tiempos de la
emancipación sudamericana (Buenos Aires 1945), págs. 86-87.
2
2
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
El segundo ejemplo, bien conocido, es el del arzobispo de Caracas, Coll
y Prat, que no abandonó su puesto por más que la ciudad cambió varias veces
de manos entre insurgentes y realistas, hasta que al general Morillo se le hizo
sospechoso por lo que lo envió a España. Este prelado, que escribió
largamente para justificar su conducta, terminaba diciendo al rey: “La conducta
que imitando grandes y heroicos ejemplos de dentro y fuera de España he
observado para mantener la fe, la unidad de la Iglesia y la integridad de la
moral, proteger los vasallos de V. M. y defenderlos de la opresión…; en una
palabra, V. M. encontrará que por medios ordinarios y extraordinarios, con
afanes, sacrificios y aun exponiendo mi propia vida, he sabido durante la
espantosa calamidad de mi Iglesia ser obispo sin dejar de ser constante y fiel
vasallo”. 3
El tercer caso a considerar es justamente el del arzobispo de México,
Fonte, que constituye la excepción en el episcopado novohispano. Cuando
todos los prelados del antiguo virreinato celebraban la exaltación del general
Iturbide al trono imperial, el arzobispo emprendió el regreso a España. Episodio
especialmente criticado más de un siglo después por el canónigo Garibay
precisamente con ocasión de hacer un Elogio fúnebre de los arzobispos de
México, reprochándole en sucesivos párrafos haber abandonado el país en
aquellas circunstancias, con frases como éstas: “¿Quién debía ser luz en
aquellas tinieblas y mano robusta en aquel desconcierto? ¿Quién? ¡El pastor
que no huye cuando ve venir el lobo…! ¡No fuiste tú, Pedro José de Fonte, no
fuiste tú ese pastor! ¿De qué sirvió a tu sede el más largo pontificado si sus
treinta y tres años quedaron tan lejos de los años de Cristo? Seis años escasos
estás frente a tu pueblo, y lo abandonas. A la hora en que él necesita luz que lo
guíe, tú te oscureces; cuando exige una mano que lo sostenga, tú te sustraes;
en el momento en que lanza su gemido de hijo huérfano, tú estás ausente.
Pudo más en tu alma la lealtad al trono, que tus juramentos de fidelidad a
Cristo…”. Todavía atribuye este crítico “pusilanimidad de espíritu” a Fonte, para
acabar pidiendo oraciones para “aquella alma de prelado que no estuvo a la
altura de su deber, dejando huérfana a su sede en la mayor tribulación y
desconcierto social”. 4
Su sigilosa pero sonada partida de México viene a ser casi el único dato
que se conoce, o que ha merecido la atención de su biografía, y el P. Garibay
que acabamos de citar atribuye a pusilanimidad lo que para la conciencia
atormentada de Fonte pudo no ser sino un difícil deber para con el rey, al
tiempo que, incurriendo en un anacronismo, supone que cuando el arzobispo
se ausentó el país se hallaba éste en tinieblas y desconcierto, siendo así que
ardía en fiestas por la independencia recién lograda bajo el lema de las tres
garantías, una de las cuales era precisamente la de la Religión. Por eso todos
los demás prelados se sentían cómodos en la nueva situación, por más que un
observador atento –tal vez el mismo Fonte-- pudiera adivinar sombras en un
futuro no muy lejano.
3
Coll y Prat a S. M., Sevilla 23 junio 1818. En Coll y Prat, Narciso: Memoriales sobre la independencia
de Venezuela (Caracas 1960), p. 385.
4
Garibay, Ángel Mª: Elogio fúnebre de los arzobispos de México (México 1946), pág. 27-28. Este autor
intercala entre el nombre y el apellido del arzobispo un “de” que al parecer no utilizó.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
La documentación más amplia hasta ahora conocida sobre el prelado
aragonés es la que en 1981 dio a conocer José Martínez Ortiz, constituida por
una memoria elaborada años después de su salida de México por el mismo
Font, más algunos documentos que debían acompañarla, no siendo
aventurado suponer que al preparar estos “Apuntes reservados y verdaderos”,
como él los llama, dirigidos a sus familiares y amigos, movía al arzobispo un
propósito de autojustificación. El mismo Sr. Martínez Ortiz, en la presentación
de este conjunto documental, proporcionó la más completa biografía existente
de nuestro personaje. El Dr. José Manuel Cuenca Toribio, en el prólogo que
precede a ese estudio biográfico, traza una penetrante visión y valoración de
nuestro personaje, 5 al que ya había hecho una primera aproximación en la
monografía que dedicó al episcopado español e hispanoamericano en la Edad
Contemporánea. 6
Aparte de estas referencias, apenas se encuentran alusiones a Font en
las obras históricas del siglo XIX. No es mucho lo que aportan, por ejemplo,
Alamán y Bustamante, a los que recordaremos en los momentos oportunos.
Están las pocas líneas que le dedica Francisco Sosa, en las que le reprocha
“que por los mexicanos no sentía la menor simpatía” y que al regresar a
España no renunció a su sede, hasta que el Vaticano se lo ordenó en 1838. 7
Pero nada indica que Fonte se encontrara a disgusto durante su larga
permanencia en México, ni como canónigo, ni como arzobispo, pudiendo en
cambio temer --el mismo Iturbide se lo insinuó, como veremos— cómo sería
tratado al regresar a la península. En cuanto a la retención de la sede, algo
alegó ya el Dr. Cuenca Toribio y algo más podremos comentar al final de este
trabajo. También resulta discutible el juicio adverso, aunque más matizado, de
Basurto que habremos de comentar. 8
En las abundantes obras publicadas en las últimas décadas sobre la
Independencia de México la mención de Fonte resulta ocasional, por ejemplo,
en Anna, o incluso en obras dedicadas a la historia eclesiástica, tales como la
clásica de Mariano Cuevas, o la mucho más reciente de Nancy Farriss.
En el presente estudio, al que aportamos algunos datos y documentos
inéditos, y en el que nos servimos de otros tan olvidados que pueden darse por
desconocidos, intentamos volver por el buen nombre de Fonte, situándolo en la
5
“Memorias y documentos de Pedro José Fonte, último arzobispo español de México (1815-1823”.
Transcripción y estudio biográfico documental por José Martínez Ortiz. Teruel, nº 65 (enero-junio 1981),
pags. 5-169. Las Memorias, fechadas en Valencia, 8 de diciembre de 1829, ocupan págs. 35-106,
seguidas por el Apéndice documental, hallándose al final el retrato del prelado. El interesante prólogo del
Dr. Cuenca Toribio, en págs 5-13, fue incluido con el título “Pedro José de Fonte, último primado
mejicano de la etapa española” en el volumen Sociedad y clero en la España del siglo XIX (Córdoba
1981), pp. 399- 406.
6
Cuenca Toribio, José Manuel: Sociología de una élite de poder en España e Hispanomérica
contemporáneas: la jerarquía eclesiástica (1789-1965) (Córdoba 1976), donde presenta
esquemáticamente la biografía de Font en págs. 304-305, proporciona información complementaria en
texto y notas, y transcribe un fragmento de las Memorias en el Apéndice I, págs. 275-277.
7
Sosa, Francisco: El episcopado mexicano. Galería biográfica ilustrada de los Ilmos. Sres. Arzobispos de
México desde la época colonial hasta nuestros días (México 1877), pág. 219.
8
Basurto, J. Trinidad: El arzobispado de México (México 1901), págs. 126-127.
4
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
delicada coyuntura en que tuvo que desenvolverse en México y, sobre todo,
dar a conocer su particular y enriquecedora visión de aquellos problemas.
El Dr. Fonte en la crisis de 1808: juez de Talamantes
El aragonés Pedro José Fonte, nacido en 1777 en Linares de Mora
(Teruel) había seguido con brillantez la carrera eclesiástica en Zaragoza, hasta
el doctorado en Derecho Civil y Canónico, y hasta ganar por oposición la
canonjía doctoral de Teruel, y luego la de racionero penitenciario en la misma
catedral, en la que ejerció además como provisor y vicario interino de su
prelado, D. Francisco Javier Lizana y Beaumont. Cuando en 1802 Lizana fue
promovido a la sede arzobispal de México, llevó consigo a Fonte, al que
nombró igualmente provisor y vicario general. En 1805-1806 Fonte fue
catedrático de la Universidad de México; luego fue párroco por oposición de la
iglesia del Sagrario de México, y poco después, también por oposición, la
canonjía doctoral de la catedral. 9 En los años de 1810 a 1814 Fonte fue juez
ordinario, visitador de testamentos, capellanías y obras pías, cargo de gran
importancia en el manejo de los bienes del arzobispado para la concesión de
préstamos, y así lo encontramos en una reunión con el virrey el 11 de
diciembre de 1811 para la concesión de un préstamo de 252.548 pesos. 10
Lizana gobernó la Iglesia mexicana desde 1803 hasta 1812 y, durante
un breve tiempo, de 19 de julio de 1809 al 8 de mayo de 1810, tuvo a su cargo
además el virreinato. Presenció, pues, Lizana –y a su lado Fonte-- los primeros
episodios del proceso de la independencia de Nueva España, que arrancan de
la pugna entablada en el verano de 1808 en torno al establecimiento de una
Junta de gobierno similar a las establecidas en la metrópoli, y participó
precisamente en la junta o asamblea de notables –verdadero “cabildo abierto”-convocada al efecto por el virrey Iturrigaray, que celebró cuatro sesiones entre
el 9 de agosto y el 9 de septiembre. El 16 de este mes, el golpe fidelista de
Yermo 11 truncó esa línea de acción y llevó a la prisión a varios de los
promotores o seguidores criollos de aquella propuesta, y entre ellos a un fraile
mercedario peruano, Fr. Melchor de Talamantes, para cuyo procesamiento, a
tenor de las disposiciones vigentes, fueron designados conjueces el Dr. Ciriaco
González de Carvajal, decano de la real audiencia, y el Dr. Fonte, por el
arzobispado. 12
Tras el examen de los escritos del fraile, los jueces formularon contra él
el 8 de octubre el cargo de “haber turbado la tranquilidad pública, induciendo a
la independencia”, y el proceso se cerró tras la confesión del acusado y las
9
Martínez Ortiz, José: “El arzobispo Fonte y sus Memorias”, Teruel, nº 65 (enero-junio 1981), p. 17. Se
basa este autor en el estudio de García Alcón, Francisco: “Turolenses ilustres. El arzobispo Fonte”,
Teruel, nº 23 (enero-julio 1968).
10
Costeloe, Michael P.: Church Wealth in Mexico. A Study of the “Juzgado de Capellanías” in the
Archbishopric of Mexico 1800-1856 (Cambridge 1970), págs. 12, 20 y 33.
11
Navarro García, Luis: Umbral de la Independencia. El golpe fidelista de México en 1808 (Cádiz 2009).
12
El proceso de Talamantes aparece transcrito en García, Genaro (ed): Documentos Históricos Mexicanos
(México 1910; 7 vols.), vol. 7. El nombramiento de Fonte como juez del caso, 17 septiembre 1808, en
págs 3-4.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
declaraciones de testigos el 22 de marzo de 1809 con un informe de ambos
jueces, claramente condenatorio 13 . Por su parte, Fonte elevó a Lizana al día
siguiente un informe particular de enorme interés en el que, tras calificar al reo
de inobediente y díscolo para con los superiores de su Orden, añade que “debe
por esta consideración sola procederse a su pronto exterminio con arreglo al
Derecho y las Leyes de Indias, pero habiendo sido su mayor delito el haber
atentado contra la quietud pública y la fidelidad al soberano con los escritos
sediciosos y comunicación que de ellos hizo, ni la mansedumbre de nuestro
carácter, ni el privilegio de su fuero, deben impedir que se tome por el gobierno
la providencia que considere justa. Ejecutarle en estos dominios pudiera ser
origen de funestas consecuencias, pues el mayor número de habitantes tiene
deferencia y profundo respeto al estado sacerdotal y quizá la sensación que
causaría un espectáculo nuevo produciría en estas circunstancias escándalos y
daños al bien público”. Concluía, por tanto, sugiriendo al arzobispo que, por lo
que respectaba a la jurisdicción eclesiástica, propusiese al real acuerdo de
México “que sin otros trámites remitiesen a España el reo y su causa, para que
S. M. dispusiese lo que hallase por conveniente”. 14 Propuesta que tanto Lizana
como el acuerdo hicieron suya, por lo que Talamantes fue enviado a la
península, a la que no llegó, pues murió de vómito negro en la prisión de Ulúa
donde esperaba el momento de ser embarcado. 15
Este episodio podría ser tomado como indicio de la dureza del criterio de
Fonte y de su rechazo de las pretensiones autonomistas del ayuntamiento de
México, pero también de su prudencia al intentar evitar un castigo que
resultase escandaloso al público. En realidad, sin pretenderlo, Fonte abría a
Talamantes el camino de su liberación –todos los presos enviados por
entonces a España fueron declarados inocentes o castigados con leves
penas— que sólo se truncó por efecto de la epidemia de Veracruz.
Asesor de la Junta Central Suprema
Poco después, Lizana era sorprendentemente elevado al gobierno del
virreinato –sería el último prelado-virrey de México—, con lo que la vida política
de este se complicaría, porque Lizana, a pesar de que había aprobado el
derrocamiento de Iturrigaray, se mostró ahora contrario a quienes lo habían
llevado a cabo, que para él pasan a constituir “el partido inquieto” que tiene que
vigilar y aun reprimir. No por eso resulta menos contrario a los criollos, y así,
habiendo vacado el deanato de su catedral, escribió: “Tengo por absolutamente
necesario que debe ocuparlo un europeo, y lo mismo juzgo debe hacerse en
todos los empleos superiores, y aun en las dignidades y canonjías, a lo menos
mientras dure el actual estado de cosas”.
Al lado de Lizana, pero secretamente, Fonte se convirtió en informante
de la Junta Central establecida entonces en Sevilla, por encargo que le llegó a
13
Informe de González Carvajal y Fonte, México 22 marzo 1809. Ibid., 303-311.
Fonte a Lizana, México 23 marzo 1809. Ibid., 314-315.
15
El 31 de marzo se descubrió un intento de fuga de Talamantes, y el 1º anunció su propósito de
suicidarse si no se despachaba rápidamente su caso (Ibid, 312-313), lo que obligó a ponerle los grillos que
aún llevaba cuando murió.
14
6
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
través del secretario de Gracia y Justicia de la misma, D. Benito Hermida, que
le pidió que propusiese medios para mantener el orden. Fonte atendió el
encargo redactando al menos dos informes, fechados en 29 de abril y 12 de
agosto de 1809.
En el primero parte de los datos del Ensayo político del barón de
Humboldt para mostrar que en Nueva España habría sólo 75.000 europeos
frente a un millón de criollos. Y de inmediato se revela como censor de estos:
“como su ocupación es en la opulencia y molicie, miran con fastidio las
ocupaciones serias y caen pronto en una lánguida inercia que a un mismo
tiempo los sepulta en los vicios y miseria”. “Tienen –añade luego—una oculta
aversión y envidia al europeo que con sus tareas, sobriedad y afanes disfruta
de consideración y haberes”. “Esta clase… quisiera ver establecida la
independencia de este reino para disfrutar exclusivamente las ventajas que hoy
goza en él a la par de los europeos. Todo el móvil a la independencia nace del
deseo de acomodos y riquezas”. Reconoce, sin embargo, que sólo una parte
de los criollos había promovido la independencia: “algunos regidores, clérigos,
frailes, empleados subalternos en la real hacienda y ejército, y otros
vagamundos”.
Esta fracción descontentadiza fue, según Fonte, la que atizó desde
agosto de 1808 la llama de la discordia pidiendo un Congreso Nacional o
Cortes. Estos dificultaban el envío de dinero a España, alegaban la necesidad
de crear aquí una nueva autoridad que llenase el vacío que hay entre las
superiores y la soberanía, especialmente en la provisión de empleos. También,
asegura, aireaban “sofisterías” sobre la incorporación de las Indias a Castilla y
León. Desde que apareció la Gaceta de México del 16 de julio de 1808 se vio a
los que dudaban de los sucesos favorables de España o abultaban los
adversos. El real acuerdo fue, según Fonte, apoyo de los verdaderos patriotas,
y el ayuntamiento órgano de los supuestos. El virrey se plegó al ayuntamiento,
pero al fin “los europeos violaron las leyes en un momento para que no fuesen
holladas en muchos siglos”. Triunfaron en la madrugada del 16 de septiembre y
se prendió a muchos promovedores de la independencia. Desde entonces sólo
podían escribir papeles anónimos, murmurar, quejarse…
Comenta aquí Fonte el caso del P. Talamantes y sus escritos,
especialmente las “Advertencias reservadas”. Ahí se probaba “el fin oculto a
que podían dirigirse las disfrazadas pretensiones del ayuntamiento”. Pero
presos Talamantes, Azcárate y Verdad, los que tal vez quedasen de la misma
tendencia no eran temibles. También comenta el provisor el asunto de la
consolidación de vales reales, plan perjudicial pero suspendido ahora por las
“ideas liberales y benéficas del gobierno”.
Y pasa luego a dar unas orientaciones a la Junta Suprema. En el
gobierno de México no convenía distinguir clases, pero por su conducta e
ilustración eran preferibles los europeos. Convendría dar las gracias por su
actuación a la audiencia, al consulado y al tribunal de minería, aunque aquí
estaba el marqués de Rayas y algún otro. En cuanto al ayuntamiento,
separados ya los regidores sospechosos y nombrados otros de probidad,
habría que evitar que propusiese innovaciones peligrosas e ideas de
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
proyectistas. Representaban los regidores el apetito y lujo de una clase “que
puede llamarse no producente”. Buscaban evitar la extracción de dinero y
ampliar el comercio libre. Convendría nombrar para la capital un corregidor
militar, o regidores bienales mitad europeos, mitad americanos, como se había
propuesto dos años antes en un expediente reservadísimo por malversación de
fondos públicos.
Por supuesto, convenía que la Junta Suprema diese gracias a los
obispos, cabildos y prelados seculares, y que se previniese al gobierno la
vigilancia de periódicos y otros impresos. “Hace un año que no llegarían a cien
los individuos de esta capital los que sabían el significado político de esta voz
independencia”. Pero llegaban papeles de España. El Diario de México de
Villaurrutia no gozaba de reputación de buen patriota. Había que vigilar las
Gacetas de Guatemala, La Habana y Estados Unidos “con mucha cautela”.
Finalmente, pasa Fonte revista a los miembros de la audiencia. Al
regente, anciano achacoso y sordo, convendría jubilarlo con sueldo,
nombrando en su lugar a Ciriaco González Carvajal, que era bueno como
Aguirre, Bataller y los fiscales Sagarzurieta y Robledo. Estos cuatro y Borbón,
que parecía menos íntegro, deberían pasar al Consejo. Se debería jubilar a
Villafañe y Mendieta, y nombrar oidor a Collado, no así a Blaya ni Villaurrutia, y
enviar alguno de España. Villaurrutia, dice, estaba mal visto, como amigo de
Talamantes y que daba noticias disfrazadas en el Diario. Habría que jubilarlo y
ordenarle traslado a Jalapa o Tehuacán de las Granadas. En cambio, merecía
honores del Consejo el gobernador de la sala del crimen González Calderón,
americano. 16
En su segunda misiva, siendo ya virrey su superior el arzobispo,
comenta Fonte el buen efecto producido por los premios concedidos a los
americanos, y formula su consejo: “dar honores a los americanos beneméritos,
pero no fiarles autoridad a menos que haya una fundada seguridad de que la
ejercerán bien; aun en ese caso puede ser oportuno colocarlos en distinta
provincia”, y mejor en cuerpos colegiados.
Apunta la mala situación de los fondos del ayuntamiento y del tribunal de
minería, donde Rayas y el coronel Obregón habían tomado cantidades por
medios clandestinos en ausencia del director Fausto Elhuyar. La Gaceta del día
relacionaba europeos y americanos que contribuían a un donativo. Había
quejas sobre contrabando de mercancías inglesas desde La Habana, y
rumores sobre la integridad del fiscal Borbón, así como escándalos de Ignacio
Obregón, encargado de la lotería, y de Silvestre Díaz de la Vega, de la renta
del tabaco. El primero de ellos por relaciones ilícitas, aunque esto –dice Fonteallí no perjudicaba, sólo llamaban la atención los casos de divorcio arbitrario o
concubinato, o rapto escandaloso, o dilapidación de bienes, o juegos
dispendiosos, o soborno en asuntos judiciales: “esto es lo que aquí se
considera por vicioso”. De Silvestre se pone en duda su integridad, estando
enfermo y achacoso. Estos dos debían ser separados.
16
Fonte a Hermida, México 29 abril 1809, muy reservada. AGI México 1895.
8
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
También propone candidatos a la sede de Valladolid por muerte del
obispo Moriana. El primer nombre apuntado es el del obispo auxiliar de
Oaxaca, Casaus, que podría ser nombrado aunque no hubiese comunicación
con la Santa Sede. Luego aparece el benemérito canónigo de Valladolid Abad
y Queipo, seguido de otros tres de México y dos de Puebla.
Separado Iturrigaray, dice Fonte, y confundidos los americanos,
quedaban “únicos y poco temibles rivales”. Algunos podían ser castigados “por
la vía económica”. Alude a la “delicada salud del Jefe” y teme “que algunas
personas poco favorecidas de la opinión pública influyan demasiado en su
bondadoso corazón”. Finalmente sugiere que se consulte al brigadier
Costanzó, al coronel Carlos Urrutia, al oidor Bataller, al alcalde del crimen
Collado, al superintendente de la casa de la moneda marqués de San Román,
y al fiscal de Indias, Castillo Negrete. 17
La Regencia, que repentinamente sucedió a la Junta Central al frente de
la Monarquía, hizo que Lizana dejase el gobierno del virreinato en manos de la
real audiencia en mayo de 1810. Pocos meses después, en septiembre llegó el
nuevo virrey, Francisco Javier Venegas, que habría de hacer frente al estallido
de la violenta insurrección de Hidalgo, incubada durante los blandos mandatos
de Lizana y la audiencia. Estos sucesivos cambios en la dirección de la nación
y del virreinato alejan, al parecer, a Fonte de su breve misión como asesor del
gobierno, y es poco lo que se conoce de su actividad en los años posteriores, a
lo largo de los cuales se desarrolla la guerra de independencia de México.
Tiene, sin embargo, una intervención importante al publicar Venegas un bando
autorizando a los jefes militares a ejecutar a los clérigos insurgentes, 18 lo que
provocó una amplia protesta de los eclesiásticos de México, que se pasó a
consulta del cabildo metropolitano. Éste, a la vista de un pedimento elaborado
por Fonte, dio su conformidad a la decisión del virrey. 19 De nuevo muestra aquí
el provisor su apego a la autoridad política.
El último arzobispo de nombramiento real
A la muerte de Lizana en mayo de 1813, debió actuar Fonte como
gobernador de la mitra hasta que se hizo cargo del arzobispado el obispo de
Oaxaca, Antonio Bergosa, electo por la Regencia para suceder a Lizana, pero
que nunca fue aprobado por la Santa Sede. En cambio, vuelto a España
Fernando VII y suprimida la Constitución, el nuevo gobierno absolutista nombró
a Fonte para la sede metropolitana de México el 3 de enero de 1815. La
primera noticia le llegó al interesado en Jalapa, camino de Veracruz, cuando se
17
Termina esta carta elogiando el nombramiento del nuevo virrey, lo que debe referirse a la designación
de Cornel, que éste no aceptó. Fonte a Hermida, México 12 agosto 1809, muy reservada. Ibid.
18
Bustamante, Carlos Mª de: Cuadro histórico de la Revolución Mexicana, 2ª parte, carta 4ª.
19
Sobre el bando de 25 junio 1812 y la representación de 110 clérigos en 6 julio 1812, vid. Farriss,
Nancy M.: La corona y el clero en el México colonial, 1579-1821. La crisis del privilegio eclesiástico
(México 1995), 195-206. Antes que en México, las ejecuciones de clérigos se habían producido en
España en el curso de la guerra de Independencia, cuestión sobre la que prepara un estudio el Dr. Manuel
Moreno Alonso, titulado “El clero afrancesado. Los curas y frailes de José Bonaparte”.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
disponía a pasar a España, para lo que había recibido licencia por dos años. 20
El encargo le fue hecho de forma terminante: “S. M. espera de V. S. que sin
excusa ni dimisión, que no le admitirá, tome a su cargo el gobierno del
arzobispado inmediatamente que reciba las reales cédulas que al efecto se le
van a remitir, no haciendo uso de la real licencia temporal que le está
concedida, por ser así la voluntad de S. M.”. 21 Fonte obedeció la orden insólita:
“Incluso en tiempo de tormentas como el que atravesaba el mundo hispánico,
rayaba en lo asombroso el que un simple doctoral pasase a ocupar
directamente una silla metropolitana”. 22
El nombramiento le llegó a Fonte cuando se encontraba en Jalapa, 23
población situada entre México y Veracruz pero que se hallaba aislada de
ambas desde meses atrás por tener los insurgentes dominados los caminos.
En el primer semestre de 1815 se llevó a cabo, en efecto, el último esfuerzo
bélico de las huestes del cura Morelos en aquella zona. Hasta el 11 de junio no
pudo llegar Fonte la capital y asumir el gobierno de la diócesis. 24
El nuevo prelado, que sólo contaba 38 años pero de salud siempre
quebradiza, se consideraba preparado para entender en negocios eclesiásticos
y políticos. “Por los destinos que había desempeñado en los trece años
anteriores de vicario general, catedrático, cura, juez de obras pías y canónigo
doctoral, pocos me eran desconocidos, pues me había cabido una parte muy
inmediata en la administración eclesiástica. Y por la confianza que los virreyes
y otras autoridades me habían dispensado tampoco estaba ignorante de las
ocurrencias más graves en la política”. 25 Dada la situación del país, será la
política la causa de sus más graves preocupaciones. Bien entendido que su
actitud estuvo clara desde el primer momento: interesar al clero en la
pacificación inculcando la fidelidad al rey, dando a la autoridad real, como se
había hecho desde el principio, todo el apoyo posible. Por eso una de sus
primeras acciones fue la de suscribir y hacer circular el manifiesto preparado
para combatir la Constitución que los insurgentes habían promulgado en
Apatzingán.
Aunque había tenido más intimidad con el anterior virrey Venegas, Fonte
se entendió muy bien con su sucesor, Calleja, con el que estableció acuerdo
para zanjar disputas entre los curas y los jefes militares de sus distritos y, más
20
“Memorias y documentos de Pedro José de Fonte, último arzobispo español de México (1815-1823)”.
Transcripción y estudio biográfico documental por José Martínez Ortiz. Teruel, nº 65 (enero-junio de
1981), págs. 5-169. Las Memorias ocupan págs. 35-106, seguidas por el Apéndice documental,
hallándose finalmente el retrato del prelado.
21
Ibid, pág. 36.
22
Cuenca Toribio, José Manuel: “Prólogo” a las Memorias de Fonte citadas en nota anterior, pág 6-7. De
lo que dice este autor, confirmando lo escrito por el arzobispo, se desprende que el nombramiento de
Fonte no se debió a ninguna iniciativa o pretensión suya.
23
Fonte había obtenido licencia de la Regencia y de su cabildo de México para pasar a España a visitar a
su madre septuagenaria. Memorias, punto 2º. Seguramente a este viaje se debe la concesión de un
préstamo a Fonte de 20.000 pesos que le concedió el juzgado de capellanías en 1814. Costeloe, p. 79.
24
La consagración no pudo tener lugar hasta el 29 de junio de 1816, por mano del obispo Bergosa, hasta
entonces arzobispo electo, siendo padrino el cabildo. En esta ceremonia “hízose notable no solo la
modestia y compostura del consagrado, sino también la resignación del consagrante”. Alamán, IV, 427428.
25
Memorias, punto 17º.
10
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
aún, logró la conclusión o sobreseimiento de muchos expedientes formados
contra eclesiásticos por causa de infidencia y la suspensión parcial del célebre
bando de 25 de junio de 1812 sobre esta materia, que había sido pretexto para
hacer odiosa la autoridad real y favorecen la insurrección. El cura de Ixtapalapa
le presentó al principal caudillo rebelde de la zona, Guadalupe Victoria, y Fonte
lo hospedó en su casa y obtuvo el indulto del virrey. Del mismo modo actuó con
el licenciado Rosains. No pudo sin embargo impedir el castigo del cura
Morelos, al que un tribunal eclesiástico que Fonte presidió encontró merecedor
de ser depuesto y degradado canónicamente, como se hizo, sin que luego
valiera la súplica que el mismo tribunal elevó a Calleja para que se conmutara
al reo la pena capital, logrando sólo que se le proporcionasen los auxilios
religiosos y que no fuese ejecutado en la capital. 26
Desde principios de 1816 advertía Fonte, asiduo interlocutor de los
virreyes, síntomas de recuperación en el país, lo que atribuía a las victorias
militares y a la influencia que ejercía el restablecimiento del gobierno
monárquico –queriendo decir, claro está, absolutista. A ello pudo contribuir la
encíclica de Pío VII Etsi longissimo dirigida al clero indiano, que el mismo Fonte
expuso con detenimiento en la pastoral que expidió el 24 de octubre de ese
año, poniendo énfasis en la fuerza religiosa del juramento de fidelidad prestado
a los príncipes. Contó esta pastoral con la aprobación del virrey ya saliente,
Calleja, y del entrante, Apodaca, cuyos sentimientos religiosos apreció Fonte,
“al paso que echaba de menos acerca del estado de la insurrección aquella
previsión y energía con que sus antecesores me descubrían sus temores y sus
meditados remedios”. 27 Pero la insurrección parecía reducida a algunas
gavillas refugiadas en los cerros, extinguiéndose su primitivo foco. 28
Eso permitió al arzobispo dedicar los años siguientes a sus tareas
pastorales, como la administración de la confirmación, el arreglo de los curatos
y la provisión de los mismos mediante oposiciones, y sobre todo la visita de la
Huaxteca que realizó entre noviembre de 1819 y marzo de 1820, procurando
allí también la atracción de antiguos rebeldes y la difusión de la vacuna que
hasta entonces no había llegado a aquellos alejados parajes, algunos de los
cuales rara vez o nunca habían sido visitados. 29 También se propuso apoyar la
idea de crear en aquella zona un nuevo obispado. 30
26
El virrey puso a Morelos a disposición de las autoridades eclesiásticas y –dice Fonte—“declaramos a
D. José Morelos… merecedor por sus delitos confesados y comprobados de ser depuesto y degradado.
Entre los siete vocales cuatro eran americanos, y el sr. obispo Bergosa, el arcediano y yo europeos”.
Memorias, punto 25. Carlos Mª de Bustamante: Cuadro histórico de la Revolución Mexicana (México
1961, 3 vols.) Tercera parte, Carta cuarta (vol. II, 176) al tratar este episodio silencia la intervención de
Fonte en el tribunal, aunque sí dice que se opuso a que al cadáver del reo se le amputasen cabeza y
manos.
27
Memorias, punto 41º. Apodaca asumió el gobierno el 20 de septiembre de 1816.
28
En 1818 la revolución estaba reducida al cerro de la Goleta, al sur de México, cercado por las tropas
virreinales desde Temascaltepec a Zacoalpan. Alamán, IV, 662.
29
Recogemos aquí algunos elogios a Fonte: “Tuvo grande aceptación, no solo entre el clero, sino que
también recibió benéficas distinciones por parte del virrey”. Basurto, p. 126. “No ha habido memoria de
una visita verdaderamente apostólica en el arzobispado de México hasta que la hizo el prelado don Pedro
Fonte”. Mora, J. M. L.: México y sus revoluciones (Paris 1836, 3 vols.) I, 107.
30
Proyecto al que se oponía el obispo de Puebla, Manuel Ignacio González delCampillo. Gómez
Álvarez, Cristina: El alto clero poblano y la Revolución de Independencia.(México 1997), p. 41-45.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
La restauración de la Constitución
La sorpresa sobrevino cuando a su regreso a México tuvo noticia del
pronunciamiento ocurrido en la península el 1º de enero de ese año de 1820,
ocasión en la que en Arcos de la Frontera fue apresado Calleja, jefe del
ejército expedicionario concentrado en aquella región para marchar al Río de la
Plata. “Confieso –escribe Fonte—que experimenté un funesto presentimiento
de las resultas de esta ocurrencia, y las noticias que sucesivamente nos iban
llegando acabaron de privarme de las lisonjeras esperanzas que yo había
concebido de la paz y prosperidad religiosa y política de mi grey”. 31 Adivinaba,
por la experiencia de lo pasado, que los métodos con que se venía logrando la
pacificación no serían practicables con el nuevo orden político constitucional. Y
eso ahora que reinaba una tranquilidad general, de modo que en el distrito de
su diócesis sólo quedaban algunas gavillas que causaban robos e incendios, y
en toda la Nueva España sólo en la tierra caliente de Veracruz, en las costas
del Mar del Sur y en algunos distritos de la provincia de Valladolid quedaban
algunos núcleos de insurrectos guarecidos en los montes. A ello habían
contribuido las victorias militares de las armas del rey y los “honrados
pretextos” con que se disculpaba a los indultados, diciendo que su extravío
provino de un exaltado amor al rey, que ahora de nuevo gobernaba; que ya
estaban convencidos de que no se perseguiría a la religión o sus ministros, y
que deseaban continuar en la vida militar al servicio del rey.
Pero Fonte consideraba que la desaparición del ejército hasta entonces
concentrado en Andalucía tendría muy mala consecuencia, porque la
existencia de esa fuerza física había producido en Nueva España una fuerza
moral a favor de la causa legítima. Ahora esa fuerza moral operaba en sentido
contrario, porque se infería que si el temor de pelear con más débiles enemigos
–los de Buenos Aires, a juicio de los mexicanos— había inclinado la opinión de
un ejército a resistir el embarque, más les acobardaría, en caso igual, venir a
batirse con mayor número de enemigos que les presentaría Nueva España. “El
proclamarse al mismo tiempo que la América debía someterse con
providencias agradables y no con la fuerza; el suponer que el despotismo había
impedido la unión con la Madre Patria, el ofrecer una satisfacción por los
agravios que gratuitamente suponían haber recibido las colonias; el atribuir al
influjo del clero y a las medidas adoptadas en apoyo de la Religión la opresión
y desventajas en que se suponía a los españoles; todas estas especies
estampadas y aplaudidas en impresos que teníamos a la vista nos indicaban
las providencias que debían seguirse”. Y pesaba la experiencia de1812-1813:
“debilitar la autoridad pública y dar intervención a la popular: no se necesitaban
otros elementos para perder la dominación política de posesiones lejanas, y
más cuando en ellas estaba la insurrección contenida, mas no extinguida”. 32
De este análisis se desprendería una norma de conducta para el
arzobispo: “si se reponía el régimen constitucional… yo ni podía ni debía
resistirlo”. De modo que continuaría obedeciendo al rey y predicando el
cumplimiento de la fidelidad jurada, sin permitir que trascendiese su convicción
31
32
Memorias, punto 54º.
Memorias, punto 57º.
12
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
de que se caminaba a la desmembración y ruina de aquellas hermosas
provincias. Pero como no podía oponerse a las órdenes venidas de España,
acordó con el virrey el restablecimiento de la Constitución, que se llevó a cabo
sin problema alguno. También se suprimió el tribunal de la Inquisición, cuyo
archivo se depositó en el palacio arzobispal. Y Fonte hizo imprimir el edicto de
18 de julio de 1820 en el que aconsejaba a sus diocesanos conservar la
Religión y la fidelidad al rey, atajar los males de la libertad de imprenta y de
circulación de libros, y “precaver el odio y desavenencias con detrimento
común de los ciudadanos”. 33
Estableció Fonte, como se le ordenaba, cátedra de Constitución en el
seminario conciliar, creó por propia inciativa otra de Sagrada Escritura, y trató
con el joven Lucas Alamán de la de “enseñanza mutua” en el colegio de
Tepotzotlán, y al mismo tiempo apresuraba el ingreso en los claustros y las
profesiones religiosas, antes de que llegaran las órdenes que habían de
prohibirlo. Llegaron y se efectuaron las elecciones de diputados en Cortes, y
para desolación del arzobispo los elegidos discutían “si sería más útil para
conseguir la independencia pasar por aquella vez a Madrid, hablar firme y
conseguirla, o al menos prepararla, o rehusar el viaje protestando que el no
admitir mayor número de diputados suplentes por América viciaba los actos del
Congreso”. Fonte tuvo ocasión de decidir a algunos a viajar y así marcharon
todos. 34
Los periódicos de Madrid de septiembre y octubre –dice el prelado-llenaron de aflicción a todos los españoles y buenos americanos: desafuero del
clero, supresión de monacales, reforma de regulares, espíritu de partido, de
anarquía, y además la preferencia para dar empleos en América a quienes
habían sido desplazados en 1814, junto con la circulación de folletos
incendiarios contra el clero y el gobierno español, y la supresión de jesuitas y
hospitalarios. El gobierno virreinal quedó desprestigiado. 35 “Cada buque
llegado de España aumentaba las tensiones y malos efectos que los anteriores
habían producido… Observábamos una calma sorda, hija de una inquietud
efectiva, precursora de las grandes catástrofes”. El virrey tuvo avisos en febrero
de que pronto se daría un grito y cambiaría el gobierno, y hubo pasquines y
voces que hablaban de un plan de defensa de la religión contra los liberales.
33
Memorias, punto 59º. A este escrito debe referirse Medina Ascensio cuando, siguiendo a Cuevas, dice
que en 1820 Fonte publicó una pastoral “fruto tanto de su debilidad y buena fe, como de su ingenua
fidelidad al monarca” prescribiendo la observancia de la Constitución, puesto que esa era la voluntad del
rey. Medina Ascensio, Luis: La Santa Sede y la emancipación mexicana (Guadalajara, Méx., 1946), p. 29.
Fonte dice en la pastoral que “siempre inculcaremos la obediencia a la legítima autoridad constituida,
mientras ésta no mande ofender a Dios” y Cuevas le reprocha su “vergonzoso aulicismo”. Cuevas,
Historia de la Iglesia en México (México 1946-1947, 5 vols.), V, 108.
34
Memorias, punto 61º.
35
Y al mismo tiempo muchas “repúblicas de indios” pedían a través del arzobispado que no se les
aplicase la Constitución, que S. M. les hiciese la gracia de no quitarles sus privilegios. “En mi secretaría
de México quedaron esos papeles curiosos de que yo hice uso temiendo que calumniasen a sus curas de
haber sido los autores”. Memorias, punto 64.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
Con Iturbide y O’Donojú
Desde el 26 de febrero tuvo Fonte avisos reservados del
pronunciamiento independentista del coronel Agustín de Iturbide, nombrado
poco antes comandante de la división del sur, que debía combatir a la única
gavilla numerosa de insurrectos, mandada por Vicente Guerrero. Él mismo
recibió carta del coronel informándole de sus propósitos –el Plan de Iguala,
proclamado en la localidad de este nombre el 24 de febrero de 1821-- y
disculpándose de no haberlo comprendido entre los sujetos propuestos para la
junta que proyectaba crear, “porque reservaba su influencia para emplearlo con
mayor provecho fuera de aquella corporación”. 36 Naturalmente el arzobispo
descartó medidas como la excomunión decretada años atrás contra Hidalgo y
otros muchos. Se inclinaba, en cambio, al parecer, por la adopción de medidas
militares 37 y de suspensión de la Constitución, pero “aunque el Sr. Apodaca se
desvelaba con la mejor intención y celo… no se atrevía a romper contra el
torrente constitucional, por una parte, y por otra no gozaban de su confianza y
aprecio muchos jefes militares capaces de prestarle oportuno servicio”. Iturbide
fue visto en principio como un insurgente más, ahora asociado a Guerrero.
Pero pronto muchas provincias y casi todas las tropas se le unieron o,
por lo menos, manifestaron su repugnancia a pelear contra Iturbide. Las juntas
de guerra que nada resolvían concluyeron con la destitución del virrey
Apodaca, al que sustituyó D. Francisco Novella. “Creí de mi deber sostener la
autoridad del nuevo jefe”. Pero este hecho irregular era un nuevo pretexto para
la desobediencia y las operaciones militares intentadas daban ocasión a la
deserción de unidades enteras. La capital virreinal parecía incomunicada: “se
ignoraba que el 19 de agosto, a una legua de México, la mayor parte de su
guarnición y en medio de una terrible tempestad de lluvia, truenos y
relámpagos, se batió por más de seis horas hasta las diez de la noche con una
división de las tropas de Iturbide”. 38
En medio de esta crisis se produjo la llegada de D. Juan O’Donojú,
nombrado capitán general y jefe político superior de Nueva España –porque
con la Constitución desaparecía el cargo de virrey—, con lo que hubo en
México una vez más juntas generales en las que intervino Fonte. Juntas que,
en principio, rechazaron la propuesta transaccional del enviado español, que la
había negociado con Iturbide en el Tratado de Córdoba: aceptar la
independencia de México, regido por Fernando VII o por un príncipe de su
familia. Fonte, en cambio, aprovechando un armisticio de seis días, se mostró
dispuesto a verse con O´Donojú, como lo hizo el 15 de septiembre, en el
convento de San Joaquín, a quince leguas de México, y en la brevísima
entrevista le pidió que le indicase el modo en que se debía comportar.
36
Alamán, V, 129.
T. Anna, que en pág. 202 describe a Fonte como “un partidario vigoroso del punto de vista
peninsular”, precisa que el 19 de marzo de 1821, como “partidario decidido de los españoles”, dirigió
una circular al clero en apoyo del virrey, y concluye: “el arzobispo se oponía tanto a la independencia que
después huyó del país”. Esto es todo lo que dice de Fonte. Anna, Timothy E.: La caída del gobierno
español en la ciudad de México (México 1981).
38
Esta fue la “terrible batalla de Azcapotzalco”, tan ponderada por Fonte (Memorias, punto 73º) como
por Bustamante (Tercera parte de la Tercera época, Carta duodécima; vol. III, p. 242).
37
14
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
Seguidamente vio a Iturbide, a quien ofreció su casa de Tacubaya, a la que
efectivamente se trasladó con todo su séquito. 39 Para Fonte no hay duda: si
O´Donojú, que trae la representación del rey, trata como autoridad a Iturbide, él
lo reconoce como tal.
Pronto recibió Fonte confidencias que revelaban la desmoralización que
se había adueñado del ánimo de O’Donojú a la vista de la situación de España.
Creía de buena fe irremediable la pérdida de México y se había propuesto
socorrer las personas e intereses de los españoles europeos conservando un
asilo para la familia real, cuya suerte funesta temía demasiado, según el
desorden general que había en la península, cuya situación describía en los
más oscuros tonos, a lo que se añadía que daba ya por perdidas las
posesiones de Nueva Granada y Venezuela. 40
Tuvo Fonte una segunda entrevista con O´Donojú, ahora en Tacubaya y
en presencia de Iturbide y del obispo de Puebla. Allí le insistió en algo ya
planteado el día15 y le pidió respuesta. Esta le llegó el 20, habiendo sido
concebida con noticia y anuencia de Iturbide y el obispo. La consulta de Fonte
planteaba cual habría de ser su conducta en el caso de que el gobierno
español no aprobase el Tratado de Córdoba y se rompiese definitivamente el
vínculo entre México y España. La respuesta hubo de ser que en tal caso debía
regresar a la península, guardando la obediencia jurada al rey. 41
En realidad, la independencia de México se consumó en virtud del
tratado firmado en Córdoba (24 de agosto de 1821) y con la entrada de Iturbide
en la capital, que tuvo lugar el 24 de septiembre siguiente. Sólo faltaba la
improbable llegada del rey o de algún infante español. Fonte, que recoge
muestras de la desafección de algunos mexicanos al rey, apunta no sin malicia
en sus Memorias fechadas ya en 1829: “por entonces el dolor profundo oprimía
solamente a los infelices españoles, mientras una inmoderada y poco previsora
alegría embriagaba casi a todos los mexicanos”. 42
Sobrevino entonces la enfermedad mortal de O´Donojú, que pidió el
viático, que Iturbide dispuso se le llevase con toda la pompa posible. Tuvo
entonces ocasión Fonte de hablar, en la antecámara del enfermo, con Iturbide,
que le comentó: “La pérdida de este hombre es un tropiezo para asegurar las
ventajas recíprocas de la España y de México. Ni los que estamos acá
sabemos como él la situación actual de la península, ni allá conocerán la
nuestra como él pudiera informarles. Ud., señor arzobispo, no ha tenido tanto
39
En realidad, la tregua que permitió la renuncia de Novella a favor de O’Donojú tuvo lugar del 7 al 13
de septiembre. Anna, p. 241. Fonte lamenta (Memorias, puntos 73º y 74º) que en España nada se supo de
todo esto, desde el grito de Iturbide hasta que llegó la noticia del Tratado de Córdoba.
40
Supo Fonte también que O´Donojú había recibido amplias facultades para separar o colocar personas
en los cargos de la administración, y aun llevaba listas de los sujetos que convenía retirar a España, en las
que, para escándalo del arzobispo, figuraban los nombres del general Cruz y el regente Bataller, dos
firmes defensores de los derechos del rey. Memorias, punto 77º.
41
“Al triunfar Iturbide, Fonte tuvo que reconocerlo o retirarse del país; por adhesión al rey se inclinó a
los segundo, pero O’Donojú le aconsejó permaneciese aún en la Nueva España. Así lo hizo el Sr. Fonte,
no sin haber antes protestado no faltar jamás a la fidelidad jurada al rey y restituirse a España si Fernando
VII no aceptaba dicho Tratado de Córdoba”. Medina Ascensio, p. 30.
42
Memorias, punto 80º.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
tiempo como yo para oírle las tristes conjeturas que se pueden formar de aquel
desgraciado país. El rey y la familia real quizá no existirán a estas horas. Y
acaso mirarían como un asilo dichoso su traslación o evasión para reinar acá;
pero no serán tan felices que puedan romper las trabas que les oprimen”.
Las más sangrientas escenas de la Revolución Francesa parecen flotar
sobre estas frases, en las que Iturbide revela la mente de O’Donojú, a las que
Fonte contestó: “Confieso a Ud. que no me lisonjeo de saber el verdadero
estado de la península, ni las conjeturas que sobre él formo son muy lisonjeras;
mas yo he fijado ya las bases de mi conducta. Ya sea la España con su
monarca más o menos feliz o desgraciada, yo estoy precisado a correr su
suerte”.
“Ya estoy enterado”—respondió Iturbide—“de lo que Ud. ha escrito a
O`Donojú y de lo que éste le contestó, pues para hacerlo tuvo la bondad de
consultarnos al sr. obispo de Puebla y a mí. Y por lo mismo quisiera que Ud. se
persuadiera de que un obispo más en España no será un objeto agradable a
los que allá dominan, ni Fernando hallará ventajas en que se le presenten
nuevas víctimas. Por el contrario, Ud. aquí gozará de todas las consideraciones
debidas a su carácter y de todas las deferencias que un pueblo piadoso y sus
buenos amigos deseamos acreditarle”. 43
No cabe duda de que Iturbide estuviese interesado en que Fonte
permaneciera en México, por lo que podía contribuir a mantener calmados los
ánimos en aquella extraña transición. Pero la decisión de Fonte, después de
consultar a O’Donojú, estaba tomada. Eludió, alegando enfermedad, el
nombramiento de presidente de la Junta Soberana erigida a la sazón en
México, exponiendo las razones de fondo a los enviados del general que le
llevaron el nombramiento: “ni por mí ni por mis súbditos –los clérigos de su
diócesis—en cuanto yo tuviese arbitrio se tomaría parte en el gobierno y juntas
políticas, porque lo creía impropio de nuestro ministerio. Idea que siempre he
tenido y que convenía esforzar cuando yo veía un prurito y tendencia de los
eclesiásticos a injerirse en las diputaciones y cargos políticos”. 44
“En aquella noche se apareció en mi recámara Iturbide”. Es el momento
de máximo dramatismo en la tensión originada entre ambos personajes. El
mexicano renovó sus ofertas y súplicas. El aragonés sólo le concedió la
creación de una junta diocesana que resolviese los problemas derivados de la
desaparición del Patronato eclesiástico que habían tenido los reyes de España,
y la expedición de una pastoral para tranquilizar a los españoles que se
estaban marchando de México, así como a los que se quedaban y a los
mismos mexicanos, la pastoral de 19 de octubre de 1821, que el mismo
Iturbide revisó y agradeció.
Retirado durante cinco meses en Cuernavaca, mientras aguardaba la
decisión de Madrid, Fonte reflexionaba con agudeza sobre la política de
Iturbide, para unir a los quejosos del gobierno español en un primer momento,
y luego para “atraer a un centro la opinión general de la clase no militar”, como
43
44
Memorias, punto 82º,
Memorias, punto 84º.
16
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
lo indicaba la divisa trigarante de religión, independencia y unión. Pero veía el
prelado cómo empezaban a aparecer descontentos: los que buscaban
empleos, los antiguos insurgentes rivales de los realistas y a la inversa, los
liberales disgustados por la protección religiosa que Iturbide había ofrecido y
por la tendencia que observaban al despotismo militar.
La demora en la respuesta del gobierno español a la cuestión que
planteaba el tratado de Córdoba dio lugar a que, desaparecido O’Donojú, se
hablase de un posible “paso atrás” para volver al dominio de España. En el
Congreso Mexicano se formaban fracciones: iturbidistas –sobre todo del clero-,
liberales monárquicos –-apodados “Capetos”— y los diputados regresados de
Madrid, ligados a la masonería, aparentemente afectos a Iturbide pero en el
fondo republicanos.
En conversación con Iturbide sobre la situación de la península –“las
cosas de España estaban cada día peor y las de América quedaban de hecho
abandonadas a su suerte” 45 — comentó Fonte que su situación era muy
precaria y pendía de la resolución que en España se tomase, pero entre tanto
la situación en México se deterioraba. A un conato de levantamiento de las
tropas peninsulares en Tezcoco siguió la orden de embarque y salida de estos
contingentes, y ya en mayo “por momentos se esperaba una explosión que
derribase a Iturbide, o que fuesen víctimas los más distinguidos en el
Congreso”. “En efecto, el domingo 22 de mayo fue aclamado Emperador de
México Don Agustín Iturbide”. 46
La decisión de marchar
Para Fonte, desde ese momento su destino estaba decidido. Aparte de
mantenerse al margen de las celebraciones que entonces comenzaron, se
apresuró a enviar al nuevo príncipe un comunicado significándole que “me
complacía en lo que fuese satisfactorio a su persona, aunque la mía, por los
compromisos que la ligaban, no podía continuar ya en las relaciones antiguas
con su gobierno. Que así lo tenía expuesto en conciencia y lo haría también al
mismo oficialmente, de un modo decoroso, proponiéndome no salir del Imperio
hasta que llegase la estación del invierno y mi salud se reparase, a menos que
en el entretanto recibiese noticias de Europa que me permitiesen, como
deseaba, continuar en mi destino”. 47 No fue una secreta fuga, sino una
anunciada y discreta salida la marcha del arzobispo.
Esa misma tarde salió de la ciudad para Tacubaya, donde fue poco
después fue visitado por el ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, que le
reiteró los ofrecimientos del Emperador “y aun se lisonjeaba de creer que yo no
abandonaría aquella grey”. Fonte se mantuvo firme y rehusó participar en la
coronación del nuevo soberano. Dispuso, en cambio, el arreglo de sus
habitaciones y librería “como si ya no hubiese de volver a ellas, pero también
45
Memorias, punto 101º.
Memorias, puntos 103 y 104. A principios de mayo se había sabido en México que las Cortes
españolas habían declarado nulo el Tratado de Córdoba. Romero Flores, Jesús: Iturbide, pro y contra
(Morelia 1971),p. 47,
47
Memorias, punto 107.
46
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
como si hubiese de volver, previendo ambos casos” –parece que aún
aguardaba alguna orden de España— y el 4 de junio salió de Tacubaya camino
del valle de Toluca. 48 Allí permaneció dos meses y tuvo ocasión de responder a
la consulta del obispo de Oaxaca que, como los de Puebla, Durango y
Guadalajara, iba a participar en la consagración y le pidió su dictamen. “Le
contesté que en la materia no podía yo presentarle mi conducta como modelo
de la suya, porque me hallaba en circunstancias y caso diferente, en atención a
que mi adhesión al gobierno mexicano había sido interina y condicional”. 49
En las semanas siguientes hizo algunas visitas de parroquias cercanas y
administró confirmaciones, y a principios de septiembre predicó en la iglesia de
Toluca. Siguió luego viaje hasta Huehuetlán, a donde llegó a finales de
noviembre habiendo continuado su labor pastoral y visitado poblaciones donde
pudo contemplar algunas huellas de la pasada insurrección, y atravesado el río
Moctezuma por el peligroso paso de la Maroma. Se hallaba así a 100 leguas de
México y 54 de Tampico por donde, sin salir de su diócesis, pensaba embarcar.
En Huehuetlán tuvo noticia de cómo Iturbide había disuelto el Congreso y
prendido a varios de sus diputados, creando en su lugar otro llamado
Constituyente. Además, enojado por la presencia en la fortaleza veracruzana
de San Juan de Ulúa de tropas españolas, declaró la guerra a España.
Esto no obstante, Fonte quiso manifestar su deseo de conservar la
amistad de Iturbide, a cuyo efecto le escribió el 2 de diciembre de 1822,
aunque evitando darle el tratamiento de Emperador: “mi pluma no resiste
escribir el tratamiento que a su rango sublime corresponde”, dice con un punto
de ironía. En cambio procuró justificar la situación en que se había colocado:
“yo en ella deseo eficazmente cooperar al bien espiritual de mi grey, creyendo
que mi ausencia ha de contribuir a ese objeto. Podrá, si así no resultare, haber
sido un error de mi entendimiento, pero sí me atrevo a asegurar que no habrá
sido un desvío de mi buena voluntad y amor hacia ella”. Anunciaba que en
marzo reanudaría la visita de los pueblos inmediatos. 50 Pero por entonces el
arzobispo, que ya tenía indicios de la doblez de Iturbide, empezó a tener
noticias de cómo éste empezaba a mostrar intenciones de intervenir en asuntos
y eclesiásticos y había hecho prender “estrepitosamente” al provincial de los
carmelitas descalzos.
Hasta Huehuetlán llegaron las noticias de la sublevación de Guadalupe
Victoria y Santa Anna en Veracruz, que hacía peligrar el trono imperial. Pero
Fonte partió el 5 de febrero hacia la villa de Pánuco, habiendo preparado los
oficios dirigidos al cabildo metropolitano, al sufragáneo más antiguo y a los
gobernadores de su diócesis con las instrucciones y autorizaciones necesarias
para que resolviesen en su ausencia los asuntos del gobierno eclesiástico.
Supo entonces de la grave crisis que pondría fin al Trienio Liberal en España,
“amagada de una catástrofe por los partidos, discordia, anarquía y amenazas
de invasión extranjera”, habiéndose casi interrumpido las relaciones con Roma.
48
Memorias, punto 109º.
Memorias, punto 110º.
50
Fonte al Emperador Iturbide. Santa visita de Huehuetlán, 2 diciembre 1822. Martínez Ortiz:
“Memorias y documentos”, doc. 45.
49
18
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
En el ánima de Fonte se agitaban las dudas acerca de la determinación que
había tomado:
“¿Dejar mi diócesis —decía yo—cómo es posible a quien ha instado a
que los párrocos no dejasen la suya a la entrada de los enemigos?”. Pero su
compromiso político le parecía anterior y más importante que el deber de residir
en su sede: era “la obligación social con que yo, antes de entrar como
felizmente entré por el bautismo en la Iglesia, estaba ligado a mi Patria, la
nación española”. “Yo no podía rehusar a la nación española los deberes que
como miembro debía prestar a la cabeza, o como individuo a la sociedad. Y de
estas bases partían mis oficios a O’Donojú, su principal representante, y el
cumplimiento de lo que para el caso actual se me había prescrito”. La norma
que le había dado O’Donojú, que tenía para ello facultades suficientes, había
sido virtualmente confirmada cuando él la participó a S. M. manifestando que la
seguiría si no se dignaba prevenirle otra. Y recordaba el Concilio de Trento
(Sesión 3ª, cap. 1º) “donde se califica por causa legítima para dejar la
residencia la obediencia debida a la potestad suprema, eclesiástica o civil”. 51
De los largos razonamientos que Fonte va enhebrando se desprende
que para él la dominación de Iturbide era “usurpada” y por eso debió sustraerse
a su coronación, lo que sin embrago no era aplicable a los otros prelados,
porque sus circunstancias no eran las mismas: “mi adhesión fue condicionada
con respecto al gobierno mexicano y al español. Al primero ofrecí
reconocimiento limitado que le cumplí, y al segundo la reversión a su territorio,
no prescribiéndome que continuase en el primero, y éste era el extremo que
me faltaba y debía cumplir”. Esto no afectaba a los demás obispos: “La
potestad legítima no les había mandado como a mí, antes de someterme al
nuevo gobierno, que me restituyese al antiguo llegada cierta hipótesis”. 52 La
hipótesis, pues, sería la de que si el trono mexicano no era ocupado por
Fernando VII o un infante español, como se había convenido en el tratado de
Córdoba, el arzobispo debía volver a España.
Otros obispos, viene a decir, podrían seguir con indiferencia las
vicisitudes de príncipes con los que no habían contraído ninguna obligación
particular, “pero un obispo español en la Iglesia de América, fundada y dotada
por la piedad y munificencia de sus soberanos, presentado por estos a la Santa
Sede para ocupar su silla y ratificando antes de entrar a gobernar el juramento
de su fidelidad especial, ¿cómo podía prescindir de estas graves y justas
consideraciones por más que las tuviese poderosas para no alejarse de su
amada grey?”. De este principio, asegura, partían las palabras que en 24 de
septiembre había escrito a S. M. cuando su representante le prescribió su
ausencia. Finalmente, sabiendo la diferente opinión que por el gobierno y el
público se había tomado de los obispos que habían permanecido en sus
diócesis o las habían abandonado al cesar en ellas la legítima autoridad, el no
hallar identidad de casos ni providencias para acomodarlas al suyo “me obligan
51
52
Memorias, punto 132.
Memorias, punto 134.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
a protestar que en las actuales y próximas operaciones podrá faltarme el
acierto, mas no la intención pura de buscarlo”. 53
El “exilio” peninsular del arzobispo
Su angustia duró hasta el momento de partir. Finalmente, a las 5 de la
tarde del 20 de febrero de 1823 embarcó en una lancha en la que navegó por
el río Pánuco para salir al mar donde, no sin correr algún peligro, abordó el
bergantín “El Hiena”. 54 Navegando desde La Habana en un buque francés,
llegó a El Havre el 12 de mayo, y siguió a París, donde se detuvo diecisiete
días, y luego fue a descansar a Bagneres de Bigorre. 55 Llegó Madrid el 21 de
noviembre, cruzándose en el camino con el duque de Angulema que acababa
de poner término al Trienio español. Contaba entonces Fonte 46 años. El rey lo
recibió y condecoró y dotó. Diez años después, a la muerte de Fernando VII fue
nombrado miembro del Consejo de Regencia, que llegó a presidir de 1834 a
1836, interviniendo activamente en las Cortes del momento dentro del
estamento de próceres, y luego como senador en las de 1837, fecha en la que
le fueron conferidos los cargos de procapellán y limosnero mayor de S. M.,
patriarca de las Indias y vicario general de los ejércitos y de la armada.
En 1838, dice Sosa, Fonte fue obligado a renunciar al arzobispado de
México, que había abandonado en 1822. “La Santa Sede, como era natural y
debido, reprobó al Sr. Fonte aquella conducta opuesta de las obligaciones de
un buen sacerdote, y le intimó que renunciase la mitra o volviese a encargarse
de su gobierno”. 56 El mismo Fonte informa mejor acerca de este asunto. Como
ya había hecho antes de salir de México, una vez en España volvió a escribir a
la Silla Apostólica directa y oficialmente, con una exposición en castellano que,
previa autorización por el Consejo de Indias y el rey, y puesta en latín, envió a
través del nuncio en Madrid. A vuelta de correo se le participó el recibo y el
pase de su informe a la Sagrada Congregación del Concilio, al tiempo que se le
prorrogaba dos años el plazo para realizar la visita “ad limina”. También en
carta firmada y sellada por el Papa se le autorizó a percibir las rentas del
arcedianato de Valencia con calidad de reintegro por los fondos de la mitra de
México que debían corresponderle. Por carta del jesuita mexicano P. Ildefonso
de la Peña supo también que en la sesión del 14 de agosto de 1822 “se
calificaban por legítimas las causas de mi ausencia de la diócesis, y que por
entonces se tuviera reservada esta resolución”. 57 No existió, pues, la
reprobación supuesta por Sosa.
Esta información se puede ampliar gracias a la extensa carta dirigida por
Fonte al Papa en 1825. Carta motivada por la publicación de la encíclica Etsi
iam diu de León XII, y en la que vuelve a hacer relación de su caso, justificando
su negativa a coronar a Agustín I: “porque ¿cómo se hubiera atrevido a
53
Memorias, punto 136.
Memorias, punto 137.
55
Comentando la llegada de prelados de Hispanoamérica a Europa en 1823 escribe Leturia: “El primero
y principal por dignidad, aunque no por talento, fue el arzobispo de México, Pedro Ponte (sic) cuya
llegada a París anunciaba el nuncio desde Burdeos el 3 de junio de 1823”. Leturia, Pedro de: La
emancipación hispanoamericana en los informes episcopales a Pío VII (Buenos Aires 1935), p. 32.
56
Sosa, p. 219.
57
Memorias, puntos 151 y 152
54
20
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
levantar una corona arrancada a su monarca para afianzarla en las sienes de
quien se la había quitado? ¿O cómo, ocupando aunque sin merecerlo la
primera Silla de aquella célebre metrópoli, hubiera empleado su carácter
episcopal, respetable para todos los fieles y mucho más para los piadosos
mexicanos, en santificar una evidente usurpación?”. 58
Cabe añadir que la conducta seguida por Fonte una vez vuelto a España
estuvo condicionada por la crisis entonces vivida en las relaciones entre la
monarquía española y el Papado, como lo indica Cuenca Toribio: “La
diplomacia fernandina tenía que mantenerlo a toda costa como un símbolo de
las aspiraciones de la Corona hacia un México irredento. En el duro forcejeo
con la Santa Sede en torno al reconocimiento por ésta de la nueva realidad
política hispanoamericana, Fonte no era más que un elemento de negociación.
En tanto estuviese fuera de su grey, el dispositivo y la armazón del nuevo
estado mexicanos estarían faltos de una cúpula”. 59 Probablemente fue ésta la
razón por la que el rey no propuso a Fonte para una diócesis peninsular, y en
cambio le asignó unas rentas para su subsistencia.
Más aún, los planes españoles para la reconquista de México –y por
tanto para una reposición de Fonte en su sede-- se mantuvieron hasta el
fracaso de la expedición Barradas en 1829, y aun hasta la muerte de Fernando
VII en 1833. 60 Y al mismo tiempo la Santa Sede vacilaba acerca de qué camino
tomar en la disputa por el Patronato entre el rey y los nuevos estados. La
encíclica de 1824 parecía respaldar los derechos y esperanzas del rey y de
Fonte. No fue hasta 1831 cuando el Papa Gregorio XVI decidió nombrar motu
proprio obispos para las sedes mexicanas haciendo a un lado los derechos del
Real Patronato, que quedaban simplemente en suspenso. Y aun entonces no
consta que hubiera ninguna advertencia a Pedro José Fonte, hasta que
presentó su renuncia.
De manera análoga cabe discutir el pronunciamiento del historiador J.
Trinidad Basurto sobre nuestro personaje: “El Sr. Fonte cometió una grande
ligereza al abandonar su diócesis dejándola huérfana durante diecisiete años;
pero esta falta la compurgó bastante con la enérgica reflexión que recibió del
Sumo Pontífice, pues el no simpatizar con la independencia no era obstáculo
para haber presentado su renuncia a tiempo y así se hubiera podido nombrar
un sucesor. Apremiado, pues, por la Santa Sede renunció el año de 1838… No
cabe duda que el Sr. Fonte cometió un grave error, pero también puede
asegurarse que fue un arzobispo de elevada ilustración y de prendas morales
poco comunes”. La verdad es que cuando Fonte salió de México dejó sus
habitaciones preparadas para volver, y una vez en España se vio sujeto a las
vicisitudes e intereses de la política preconizada por el rey. La última frase
citada de Basurto obliga a suspender por ahora el juicio o a hilar más fino a la
hora de condenar a este prelado de tan notable cultura y moral. En cuanto a la
“enérgica reflexión” que se dice recibió de la Santa Sede, nos limitaremos a
58
Fonte al Papa, Convento del Puig (Valencia) 23 merzo 1825. En Medina Ascensio, Apéndice II,
págs.195-199.
59
Cuenca Toribio, “Prólogo” a las Memorias de Fonte, p. 11.
60
Planes para la reconquista de México en Delgado, Jaime: España y México en el siglo XIX (Madrid,
1950-1953 ) vol. I, capítulos IX y XI.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
reproducir lo escrito por el Dr. Cuenca Toribio: “ninguno de nuestros
investigadores ‘romanistas’ se ha interesado por la cuestión; pero tal vez una
indagación morosa en el Archivo Secreto Vaticano descubriera la raíz última
de la constricción papal a Fonte para que, por fin, presentara su renuncia”. 61
En el intervalo, de 1823 a 1831, y luego hasta 1838, muchas vicisitudes
atravesó la Iglesia tanto en México como en España, donde Fonte se había
enfrentado en 1836 a la ley de desamortización y recibido al año siguiente el
título de patriarca de las Indias, tal vez como consecuencia del reconocimiento
de la independencia de México a finales de 1836. Fonte murió en Madrid a la
edad de 62 años, el 11 de junio de 1839. 62
Conclusión
En sustancia, la ausencia de Pedro José Fonte de su sede mexicana la
justifica él mismo basándose en un precepto del Concilio de Trento, “capítulo I
de la reforma, sesión 23”, que autoriza la salida de un prelado de su diócesis
cuando así lo ordene una autoridad superior, eclesiástica o civil. Y Fonte había
recibido esa orden del rey patrono de la Iglesia indiana a través de su último
representante legítimo en México, D. Juan O’Donojú. Después su acción fue
aprobada tanto por el rey como por la Santa Sede, a la que ofrecía en la última
carta citada de 23 de marzo de 1825, presentar la renuncia a la mitra si Su
Santidad lo creyese conveniente. Esta carta, remitida a Roma a través del
nuncio Giustiniani al cardenal Somaglia, se encuentra en el Archivo Vaticano y
da testimonio de la buena fe del arzobispo Fonte que, en efecto, renunció a la
mitra cuando así se le ordenó, quedando hasta entonces en una situación
incierta entre la autoridad del rey y la de la Santa Sede. Probablemente Fonte
no mereció nunca, ni de sus contemporáneos, ni de los historiadores, los juicios
adversos que contra él se han venido expresando.
BIBLIOGRAFÍA
ALAMÁN, Lucas (1942): Historia de Méjico, 5 vols. Editorial Jus, México.
ANNA, Timothy E. (1981): La caída del gobierno español en la ciudad de
México. Fondo de Cultura Económica, México.
BASURTO, J. Trinidad (1901): El arzobispado de México. El Tiempo, México.
BUSTAMANTE, Carlos María de (1961): Cuadro histórico de la Revolución
Mexiana, 3 vols. Comisión Nacional para la Conmemoración del
Sesquicentenario de la Proclamación de la Independencia, México.
COLL Y PRAT, Narciso (1960): Memoriales sobre la independencia de
Venezuela. Academia Nacional de la Historia, Caracas.
61
62
Ibid., p. 12-13.
Martínez Ortiz, “El arzobispo Fonte y sus memorias”. Teruel, nº 65 (enero-junio 1981), págs. 30-31.
22
Revista Hispanoamericana, 2011, nº 1
ISSN: 2174-0445
COSTELOE, Michael P. (1967): Church Wealth in Mexico: a Study of the
‘Juzgado de Capellanías’ in the Archbishopric of Mexico, 1800-1856. University
Press, Cambridge.
CUENCA TORIBIO, José Manuel (1976): Sociología de una élite de poder en
España e Hispanoamérica contemporánea: la jerarquía eclesiástica (17891965). Escudero, Córdoba.
CUENCA TORIBIO, José Manuel (1980): Sociedad y clero en la España del
siglo XIX. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba.
CUEVAS, Mariano (1946-1947): Historia de la Iglesia en México, 5 vols. Patria,
México.
DELGADO, Jaime (1950-1953): España y México en el siglo XIX, 3 vols.
Instituto Gonzalo Fernandez de Oviedo (C.S.I.C), Madrid.
GARCÍA, Genaro (1910): Documentos históricos mexicanos, 7 vols. Museo
Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, México.
GARIBAY K., Ángel María de (1946): Elogio fúnebre de los arzobispos de
México. Ábside, México.
GÓMEZ ÁLVAREZ, Cristina (1997): El alto clero poblano y la revolución de
independencia. Universidad Nacional Autónoma, México.
LETURIA, Pedro de (1935): La emancipación hispanoamericana en los
informes episcopales a Pío VII: copias y extractos del Archivo Vaticano.
Facultad de Filosofía y Ketras, Buenos Aires.
MARTÍNEZ ORTIZ, José (1981): “Memorias y documentos de Pedro José
Fonte, último arzobispo español de Méjico (1815-1823)”, en Teruel, nº 65,
Instituto de Estudios Turolenses, pp. 5-167.
MEDINA ASCENSIO, Luis (1946): La Santa Sede y la emancipación de
México. Estudios Históricos, Guadalajara, Jal.
MORA, José María Luis (1960): México y sus revoluciones, 3 vols. Editorial
Porrúa, México
NAVARRO GARCÍA, Luis (2009): Umbral de la Independencia. El golpe
fidelista de México en 1808. Universidad de Cádiz, Cádiz.
PUENTE CANDAMO, Agustín de la (1992): La independencia del Perú. Mapfre,
Madrid.
ROMERO FLORES, Jesús (1971): Iturbide, pro y contra. México Balsal,
Morelia.
NAVARRO GARCÍA, Luis. El rey y la grey. El arzobispo Fonte en la independencia de México
SOSA, Francisco (1877): El episcopado mexicano. Galería biográfica ilustrada
de los Ilmos. Sres. Arzobispos de México desde la época colonial hasta
nuestros días. México.
VARGAS UGARTE, Rubén (1945): El episcopado en los tiempos de la
emancipación sudamericana. Huarpe, Buenos Aires.
24
Descargar