Emmanuel Falque “El que come mi carne y bebe mi sangre…” Ya Plutarco, en el siglo I después de Cristo, se preguntaba: “¿Se puede comer la carne?”. Esta pregunta debiera ponernos alerta. En un contexto de expansión de la práctica eucarística, precisamente cuando los nuevos discípulos se tomaban la libertad de comer toda suerte de carnes, era natural preguntarse hasta dónde podrían llegar a saltarse toda suerte de prohibiciones. El escándalo de “Esto es mi cuerpo” provoca murmuración; y todas las explicaciones que se ofrezcan, hoy como ayer, no acaban de alejar el malestar, y aun la indignación, que esas palabras suscitan. Los judíos lo vieron claro cuando se pusieron a discutir entre ellos diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Jn 6, 52). La propuesta no es de recibo, pero la remacha una palabra de Cristo: “Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6, 55). Esto es demasiado: ciertamente para los judíos, pero seguramente también para nosotros. “Qui mange ma chair et boit mon sang...”, Christus 238 (2013) 189198 Nada compromete tanto al hombre como la eucaristía (F. Mauriac) El origen de un escándalo Jesús entra en delirio?”(S. Agustín, Enarr. I, 33, 8). La historia de esta extraña comida -un cuerpo ofrecido para que se coma, y una sangre ofrecida para que se beba- no ha dejado de provocar interrogantes a lo largo de los siglos, especialmente en los antiguos Padres de la Iglesia, tan inclinados a espiritualizarlo todo: “Parece un delirio o una locura que diera a los hombres su carne como comida y su sangre como bebida... ¿No es realmente una locura decir: comed mi carne, bebed mi sangre? ¿Y añadir: ‘El que no coma mi carne y no beba mi sangre no tendrá vida en él’? ¿No parece que aquí Hay una especie de “querella sobre la comida” que atraviesa toda la historia de la teología, hasta que un emperador carolingio, Carlos el Calvo (s. IX) propone la cuestión en términos pertinentes: “Lo que recibe la boca del creyente, ¿lo recibe como misterio o de verdad?” Como misterio: aquí el cuerpo de Cristo sería propiamente un símbolo (respuesta de Ratramno de Corbie y Berengario de Tours). Lo que realmente cuenta es la disposición interior del que participa 253