Días de enero de 1958 Eleazar Díaz Rangel Días de enero de 1958, Eleazar Díaz Rangel Ministerio para el Poder Popular para la Comunicación y la Información; Av. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, pisos 9 y 10. Caracas-Venezuela. www.minci.gob.ve / [email protected] Directorio Ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información Jesse Chacón Viceministro de Gestión Comunicacional Mauricio Rodríguez Viceministro de Estrategia Comunicacional Freddy Fernandez Directora General de Difusión y Publicidad Mayberth Graterol Director de Publicaciones Gabriel González Diseño y diagramación Ingrid Rodríguez, Luis Cardozo Corrección Francisco Ávila Depósito Legal: lf8712009320454 ISBN: 978-980-227-063-7 Impreso en la República Bolivariana de Venezuela. Marzo, 2009 L os documentos reunidos aquí pertenecen al periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel, y son: el discurso que dictara como orador de orden ante la Asamblea Nacional cuando se cumplían, en 2002, los 44 años del 23 de enero de 1958; los artículos que fueron publicados en las vísperas del 50 aniversario de los sucesos de aquel enero en que fue derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez y un último artículo que vio la luz el 23 de enero de 2009. El autor tiene un obra de gran valor histórico y periodístico sobre el tema: Días de enero: cómo fue derrocado Pérez Jiménez. La actual publicación representa apenas un abreboca del anterior libro perteneciente a la casa Monte Ávila Editores. Este prestigioso analista es el director de Últimas Noticias, que dirige y donde escribe su columna semanal Los domingos de Díaz Rangel. Fue presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas y director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela. Discurso del 44 aniversario del 23 de Enero de 1958* E n cualquier momento de 1917, desarrollándose como estaba la primera conflagración mundial, vista la forma como en la prensa y en las agencias noticiosas se restringía la información, se ocultaban o deformaban los hechos, el senador norteamericano Hiram Johnson dijo que “la primera víctima en una guerra es la Verdad”. Seguramente esa frase no recorrió el mundo en esos días, pero recogió una realidad presente desde hacía décadas, siglos atrás se diría, y se hizo evidente en todos los conflictos armados posteriores y, de manera particular, en la guerra del golfo y en la invasión a Grenada, acá, cerca de nuestras costas orientales, cuando la información fue secuestrada y administrada por las fuerzas expedicionarias. De la misma manera, podría decirse que la libertad de prensa es la primera víctima de las dictaduras. Basta mi* Discurso de orden ante la sesión especial de la Asamblea Nacional del 23 de enero de 2002. 9 rar un poco esa historia en América Latina. Así ocurrió en Venezuela en la década de los 50, aunque haya sido el gobierno democrático y constitucional de Rómulo Gallegos el que, poco antes de ser derrocado el 24 de noviembre de 1948, suspendió las garantías, limitando la capacidad de las movilizaciones populares en su defensa y que los medios divulgaran lo que estaba ocurriendo. Ese Estado carente de las libertades de informar y de opinar se mantuvo y prolongó durante todo ese período dictatorial, que empezó por la clausura de los diarios El País, Panorama, El Día, Fronteras y de decenas de semanarios. No era posible una noticia que, sencillamente, incomodara no sólo al alto poder, a los más importantes funcionarios públicos, sino al más insignificante jefe civil. Tampoco se concebía un artículo breve o comentario en una columna o crónica que igualmente significase una crítica a cualquier gestión gubernamental, por trivial o intrascendente que fuera. Una vigilante censura y una lógica autocensura en medios, periodistas o colaboradores cerraban cualquier posibilidad de difusión. Algunas veces se produjeron desafíos, y cada vez que ocurrió, en los primeros años del régimen, a ve10 ces por interpolación mecánica de algún linotipista hubo la inmediata reacción. Es famosa la que apareció en las páginas de El Nacional el 22 de abril de 1950, cuando en lugar de “los miembros de la Junta de Gobierno” se leyó “los tres cochinitos”. El diario pudo reaparecer el 3 de mayo. En esos mismos días, El Universal fue suspendido por la interpolación de una breve nota a favor de la huelga petrolera que se preparaba. Las sanciones fueron debidamente comprendidas como una advertencia a la prensa y la radio, que se limitaba a leer una selección de noticias y cada vez que alguien las olvidó sufrió las consecuencias. El 10 de julio de 1953, como represalia por algunos artículos no publicados, oigan bien, no difundidos pero retenidos en la Junta de Censura, fue salvajemente golpeado por supuestos desconocidos el columnista de El Universal José González González. Entre 1956 y 1957 Miguel Ángel Capriles fue convocado 10 veces a la Seguridad Nacional y 16 veces al despacho del ministro Vallenilla Lanz, según se lee en Pedro Estrada y sus crímenes, de José Agustín Catalá. En mi libro La Prensa venezolana en el siglo XX, termino el capítulo respectivo así: 11 Se puede afirmar que durante el período de gobiernos militares autoritarios, obviamente de libertad restringida o sin ninguna libertad, el panorama de la prensa y del periodismo fue ensombrecido por rígidos controles, la censura y otras formas de represión. Sin embargo, como ya lo dijimos, las empresas periodísticas se desarrollaron como modernas empresas capitalistas La represión hacia la prensa no varió hasta enero de 1958, cuando fue obligada a rechazar la insurgencia militar del 10 de enero, comandada por el teniente coronel Hugo Trejo. Todos los diarios tuvieron que publicar una nota condenatoria, cuyo texto original les fue enviado desde el Ministerio del Interior, aunque pudieron introducir ligeras variantes. El Universal calificó el alzamiento de “criminal atentado”; Últimas Noticias “se hace eco del repudio del pueblo” y El Nacional decía: “condenamos el exabrupto de las acciones del día de Año Nuevo”. Pocos días después escribo esa misma prensa fue factor fundamental en el derrocamiento de Pérez Jiménez. Con la activa participación de los periodistas y trabajadores gráficos, agrupados en la Asociación Venezolana de Periodistas, el SNTP y en la Federación de Trabajadores de la Industria Gráfica, comenzó el 20 de enero la huelga de la prensa, que sirvió como señal catalizadora en el desencadenamiento de una huelga general el día 21. Esto y la intervención de la mayoría de las Fuerzas Armadas, obligó al dictador Pérez Jiménez a huir en la madrugada del 23 No podía ser de otra manera. Después de la actividad política, ninguna otra fue tan afectada durante ese período como el periodismo. Debió guardar un obligado silencio. No fue casual que periodistas como Fabricio Ojeda, Claudio Cedeño, Arístides Bastidas, Andrés Miranda, Omar Pérez; editores como Miguel Otero Silva, Miguel Ángel Capriles, el padre Hernández Chapellín y sindicalistas gráficos como José Gil Gutiérrez, estuviesen comprometidos en la lucha final contra la dictadura, y que promovieran dos veces en ese enero la paralización de los diarios. La última, exitosa, fue el detonante de la huelga general del 21 de enero y de un movimiento militar donde se imbricaron diversos grupos de oficiales de las cuatro fuerzas que estuvieron conspirando, durante varios días, sin conexión entre sí. 13 Es obligante valorar cómo pudo la Junta Patriótica en la más cerrada clandestinidad, ante la más dura represión de los agentes de la Seguridad Nacional, desarrollar sus actividades. Los actores principales fueron Guillermo García Ponce, por el Partido Comunista, cuyo secretario general, Pompeyo Márquez, había impulsado una política de unidad nacional contra la dictadura; por Unión Republicana Democrática, apoyados en una declaración unitaria de Jóvito Villalba en el exilio, inicialmente estuvieron Fabricio Ojeda, José Vicente Rangel y Amilcar Gómez, pero fue Fabricio quien asumió la representación permanente y, en diciembre de 1957, asumió su Presidencia; después lograron la representación de Acción Democrática, pese a que, en el exterior, Rómulo Betancourt se oponía a cualquier contacto con los comunistas; al frente de la reorganización de su estructura clandestina estaban Simón Sáez Mérida y otros dirigentes que, dos años después, se separaron de ese partido y formaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Silvestre Ortiz Bucarán por AD y Enrique Aristigueta Gramko, de Copei, completaban su integración. Sus primeras acciones se limitaron a la redacción, impresión y difusión de comunicados. No era menuda tarea en esos años. Una pequeña imprenta que los comunistas habían logrado preservar de tantos zarpazos de la policía, que fue destruyendo gradualmente todo el aparato clandestino de AD, imprimió esos papeles. Con procedimientos riesgosos llegaban los paquetes a los centros de distribución; después se multiplicaban y así se repartían de mano en mano y por correo esas hojas de la subversión. Nada de estas actividades se asomaba a la superficie, éstas se cumplían con sigilo, con justificadas precauciones. Era preso y podía ser torturado quien cayera en esas tareas. Esas hojas, gradualmente, fueron creando conciencia en, cada día, más venezolanos de que algo desconocido se movía en contra de la dictadura. ¿Qué era esa Junta Patriótica? ¿Quiénes la integraban? En julio de 1957, después de la rebelión militar del 1° de enero, apareció el primero de esos papeles, y el último. Con mayor periodicidad la Junta Patriótica emitía un Boletín Informativo multigrafiado, cuyas informaciones nutríamos los periodistas cercanos a Fabricio Ojeda. 14 15 Ese lento reaccionar del país tuvo dos antecedentes. En mayo de 1957, a pesar de que ninguno de los medios dieron cuenta del hecho, ni siquiera La Religión, con motivo del día del obrero, hubo una pastoral de monseñor Arias Blanco sobre la crítica situación social que fue leída en algunas iglesias, muchos la conocimos por un ejemplar de la revista Time, que alguien trajo a escondidas, y entonces se supo que algo cambiaba en la Iglesia, como, en efecto, se vio en su órgano oficial dirigido por el padre Jesús Hernández Chapellín. Después, en diciembre, el burdo fraude en el referendo aclamacionista, igualmente contribuyó a generar descontento entre numerosos oficiales, y empezaron o se multiplicaron los contactos entre ellos. pesar de haber sido derrotado por Pérez Jiménez y detenidos decenas de oficiales, rebela que existían todas las condiciones para que, en algún momento, se produjera la acción militar. La derrota de Trejo, en lugar de desmoralizar, estimuló muchas otras pequeñas conspiraciones en las cuatro fuerzas, de las cuales las de la Marina las dirigían algunos de sus comandantes. De manera que parecía inevitable la reacción en el seno de las Fuerzas Armadas, aunque, indudablemente, fue precipitada por las acciones del 1° de enero. Se discute que sin 1° de enero, aludiendo a la rebelión dirigida por Trejo, del Ejército y Martín Parada, de la Aviación, no habría habido 23 de enero. Por supuesto, vistos los hechos en cadena, y es lo que trato de unir y relacionar en Días de enero, entre el día 1°, y el día 22 hay un proceso in crescendo que termina el día 23 con la huída de Pérez Jiménez. Es verdad que ese movimiento estimuló a la gestación de otros, pero la misma circunstancia de que a Paralelamente, crecía el movimiento popular contra la dictadura, brigadas del Frente Universitario de la Juventud Comunista y de la Juventud de AD recorrían barriadas distribuyendo hojas volantes, agitando, haciendo pintas, con mítines relámpago, eludiendo la persecución policial, no siempre con éxito. Los calabozos de la Seguridad Nacional fueron desbordados en esos días. Pese a que la Universidad Central estaba infiltrada de espías, era centro de algunas de esas actividades. Su primer grito se había escuchado el 21 de noviembre, una manifestación interna que fue disuelta por la Seguridad Nacional, reprimida hasta la 16 17 Plaza Venezuela y sus alrededores. Héctor Rodríguez Bauza y Héctor Pérez Marcano, junto a José de la Cruz Fuentes y Rafael Rodríguez Mudarra, de las juventudes Comunista, de AD (que aportaron sus cuotas mayores), de Copei y URD estuvieron al frente de los grupos universitarios de la resistencia. Pese a las precarias condiciones del movimiento sindical, igualmente disperso, ilegalizado y perseguido, fue posible que algunos de sus líderes como Eloy Torres, Américo Chacón, Dagoberto González y Vicente Piñate, constituyeran un comité, vinculado a la Junta Patriótica, que debía llevar esas consignas al mayor número posible de trabajadores. No fue nada fácil ganárselos en esas condiciones, pero progresivamente fue tomando impulso la lucha antidictadura. Mucho más fluida fue la incorporación de los sectores profesionales e intelectuales. Estos suscribieron un documento que igualmente se editó y distribuyó clandestinamente, y que, más tarde, fue reproducido en multígrafos. Los firmantes estaban encabezados por Mariano Picón Salas, Francisco de Venanzi, Oscar Machado Zuloaga, Eduardo Arroyo Lameda, el presbítero Manuel Montaner, Miguel Otero Silva, José Nu18 cete Sardi, Miguel Acosta Saignes y, luego, 300 individualidades, a quienes se sumó la Junta Directiva de la Asociación Venezolana de Periodistas. Otros sectores de la clase media se hicieron presentes a través de documentos similares, médicos, profesores, ingenieros, abogados, los sectores medinistas. Igualmente, se organizaban brigadas de mujeres, eficientísimas en el reparto de propaganda, y en su oportunidad, en la red telefónica para convocar la huelga. La inesperada salida de Laureano Vallenilla Lanz, ministro del Interior, y de Pedro Estrada, jefe de la tenebrosa Seguridad Nacional, eran indicios de nuevas dificultades al interior del régimen y, en efecto, el general Rómulo Fernández, jefe del Estado Mayor, quien percibió el creciente descontento, presentó un memorandum exigiendo la salida de ambos y otras medidas. Pérez Jiménez cumplió algunas, designó un gabinete, casi todo integrado por militares, pero se sintió fuerte y detuvo y expulsó a Fernández. Todos estos hechos, de los cuales la prensa apenas difundía lo que autorizaba la censura, contribuyeron 19 a impulsar las conspiraciones al interior de las Fuerzas Armadas, así como en la calle, en el movimiento civil. Cuando caía una de esas tardes, los caraqueños que transitaban por El Silencio quedaron sorprendidos cuando, inesperadamente, surgieron de la nada voces de protesta contra la dictadura y alguien, identificado más tarde como Alberto Lovera, años después preso, torturado y desaparecido por la Digepol, gritó un breve discurso, y entonces fueron más las voces de “¡abajo Pérez Jiménez!”. Nunca antes se había escuchado ese grito en pleno centro caraqueño, quizás en marzo de 1954, en la última protesta pública contra el gobierno, cuando se reunía en Caracas la Conferencia de la OEA, donde se selló la suerte del gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala. Por supuesto, tampoco tardó la acción policial, que se extendió a la avenida San Martín porque El Silencio fue apenas el epicentro de la protesta. Es en esos días, cuando se establecen los vínculos entre la Junta Patriótica y el Frente Universitario, representados por Fabricio Ojeda y Rodríguez Bauza, y el Comité cívico militar que animaban el farmacéutico Oscar Centeno y el teniente José Luis Fernández, de la Academia Militar. Fue entonces cuando empezó 20 a pensarse en la necesidad de una huelga que propiciara la acción militar. ¿Cómo planificarla casi sin recursos organizativos y con apenas los propagandísticos sustentados en el multígrafo? Hazañosa tarea la que se emprendía. El 15 de enero, en la farmacia Gran Avenida, se reunieron oficiales de varias fuerzas, entre quienes estuvo el teniente coronel Moncada Vidal y el capitán de fragata José Vicente Azopardo, quien en lo sucesivo devendrá en coordinador de la acción militar, pues faltaba todavía la vinculación con otros oficiales del Ejército y de la Guardia Nacional que ya se sabía que andaban en la misma dirección. Se agilizaron los contactos, era estimulante ver como esa lucha, cada día, sumaba más, se hacía más abierta y desafiante; se multiplicaron las acciones estudiantiles y de las juventudes comunista y de AD que, a cada rato, debían enfrentarse a la policía uniformada. Los acontecimientos subterráneos adquieren un ritmo violento, de inusitado dinamismo y multiplicados efectos. Se ha acordado convocar una huelga general el 21 de enero; esa noche insurgirían las unidades militares comprometidas y la palabra clave era “Camacaro”. Fue 21 febril la actividad en esas horas que vinieron, hasta el lunes 20, cuando debían paralizarse los periódicos. Una reunión el domingo anterior con los dirigentes de los periodistas y obreros gráficos tomó la decisión. A mí me correspondió informarlo inmediatamente a Teodoro Petkoff, cerca de la Iglesia San Pedro, quien la transmitió a la dirección clandestina del PCV. Todo marchó como se había acordado. En la mañana del día 21 no hubo prensa, pese a los esfuerzos que a última hora hizo la Seguridad Nacional. Cuando, a las siete de la noche, allanaron los periódicos, los encontraron vacíos. La falta de periódicos era una señal de anormalidad. Y por supuesto, ni noticieros de radio que fueran leídos. Al mediodía comenzó la huelga general, al menos en Caracas, y algunas acciones en Punto Fijo, Acarigua, Valencia, Maturín y Valle de la Pascua. En Caracas todo empezó al mediodía con un corneteo y toque de campanas en varias iglesias. Varios sacerdotes se la jugaron esos días. Grupos ubicados en la plaza Miranda y otros sitios del centro, empezaron a gritar contra la tiranía, la agitación tuvo efectos, la gente se incorporaba. Unos corrían, siempre es así. La policía, que estaba preparada, intervino rápidamente 22 con el auxilio de agentes de la SN. Hubo choques violentos, empezaron a quemar autobuses y la insurgencia popular tomó tales características que el gobierno debió dictar el toque de queda desde las seis de la tarde hasta las cinco de la mañana. Había sido una gran demostración de repudio a la dictadura, extendida a San Juan, San Agustín, Antímano, Catia y otras parroquias. En el balance había 70 muertos y centenares de heridos y detenidos. La noche fue de espera angustiosa. Decenas de militares comprometidos y los dirigentes de la Junta Patriótica, así como de los partidos clandestinos y otros enterados estuvieron toda la noche a la espera de un avión que debía sobrevolar Caracas a medianoche. Era la señal del inicio de la acción militar. El vicealmirante Wolfgang Larrazábal, recién incorporado al movimiento, y el capitán Azopardo, estuvieron en la Comandancia de la Marina esperando esa señal. Así estaban otros en la Academia Militar y al frente de sus unidades en el Ejército o en la Guardia Nacional. Amaneció en el cielo de Caracas, el avión nunca voló. Incertidumbre y desánimo el día 22 hasta que, gradualmente, llegaron noticias del alzamiento de la Ma23 rina. En Palacio, Pérez Jiménez había ordenado un recorrido por los principales cuarteles y terminaba la tarde cuando le trajeron noticias desalentadoras; es cuando el general Llovera Páez le dice que no hay nada que hacer, todo está perdido. El avión “La Vaca Sagrada” ya estaba listo en La Carlota. Ordenó que recogieran sus valores y a medianoche abandonó el palacio con algunos de sus colaboradores. Antes, habló con Azopardo en la Escuela Militar, donde funcionaba el comando insurrecccional, para pedirle que le permitiera salir, y así ocurrió. A las dos de la madrugada su avión surcó los cielos de Caracas con destino a la República Dominicana. En la Academia Militar se formó una Junta de Gobierno, otra en el Ministerio de la Defensa, en La Planicie, y esa madrugada coincidieron en Miraflores, deben conciliar para integrarse en otra. Una tercera que ha formado el comité cívico-militar llega tarde y queda excluida. La Junta Patriótica ni pensaba en Gobierno. Esa mañana en la calle, cerca del Palacio Blanco, están Fabricio, García Ponce y Amilcar Gómez gritando “¡civiles a la Junta!”, consigna que se convirtió en reclamo popular, 24 horas después estaban com24 placidos: entraron Eugenio Mendoza y Blas Lamberti. Si en el llamamiento a la huelga solo se exigía “amnistía total y nulidad del plebiscito”, se pueden imaginar si sus líderes estaban en capacidad de ir más allá en sus exigencias. Días más tarde, cuando en el Partido Comunista evaluaba ese hermoso y heroico proceso, alguien sostuvo que pretender avanzar más allá podía significar que una victoria táctica se convirtiera en una derrota estratégica. Y así quedaron las cosas. Caracas se había levantado más temprano que nunca ese 23 de enero, un día como hoy hace 44 años, desde la madrugada cogió la calle, alborozada, llena de alegría, como ríos bajó la gente de cerros y barriadas y llegaban a la plaza Bolívar, a El Silencio, a Miraflores, a la Ciudad Universitaria. Eran miles, miles de miles con pancartas, banderolas y consignas improvisadas. Después, algunos comunistas formaron grupos que presionaron para que libertaran a los presos de la cárcel del Obispo, y otros, entre quienes se distinguían Douglas Bravo y Luben Petkoff, rodeaban la Seguridad Nacional, en la plaza Morelos. Había algunos, mientras tanto, más preocupados por la toma del poder, que se ocupaban de formar Gobierno. 25 Después de una laboriosa investigación, de hablar con casi cien personas, escribí así el cierre del libro Días de enero: A la hora de la formación de Gobierno es de tal magnitud ese movimiento que, tanto su real dirección militar como la civil, fueron desbordadas, entre otras razones, porque ni una ni otra tenían real noción del poder ni era su objetivo conquistarlo. No tuvieron acceso a los altos niveles del Gobierno ni presionaron para alcanzarlo. Ninguno de los militares que conspiraron desde fines de 1957, ni de los integrantes de la Junta Patriótica, para simbolizar en ellos el movimiento civil, aspiraron a formar parte de la Junta ni del Consejo de Ministros. Fueron suplantadas por la alta jerarquía militar y por el poder económico, los cuales condujeron, con el impulso del movimiento popular, el proceso de rescate de la democracia y de las libertades Y así termina mi relación de los hechos ocurridos hace 44 años, donde se produjeron la unidad popular y la convergencia de un movimiento civil con uno militar que logró el derrocamiento de una dictadura que, hasta semanas antes, parecía inamovible. 26 Ahora es oportuno preguntarse ¿qué ocurrió con esa libertad que había sido la primera víctima de la dictadura y que, el 23 de enero, fue la primera en ser rescatada, como se reflejó esa mañana en las emisoras de radio de todo el país y en las ediciones extras de los diarios que aparecieron esa tarde? Ese año de 1958 fue de pleno ejercicio de las libertades de informar y de opinar, e instrumento para su defensa, como se evidenció en los intentos de regresión de julio y septiembre. Sin embargo, institucionalizada esa naciente democracia, luego de las elecciones de diciembre, el período que presidió Rómulo Betancourt fue negador de tales libertades. Voy a resumirlo, extraído de La prensa venezolana en el siglo XX: Presiones sobre el diario La Razón, expulsados sus propietarios; decomiso de ediciones, asalto a talleres, suspensión en varias ocasiones de los semanarios Izquierda y Tribuna Popular, hasta la clausura definitiva; suspendidos los diarios Clarín, La Hora; El Imparcial, de Maracay, El Tiempo, de Valera, y El Día, de Acarigua; clausura del diario El Venezolano. En junio de 1962 se estableció la censura, el decreto del Ministerio de Relaciones Interiores decía: 27 Se ordena que todas las publicaciones del país, sea cual fuere su naturaleza, se abstenga de dar informaciones relacionadas con el orden público (...) sin consultar previamente con los funcionarios designados al efecto por este Despacho, o por las respectivas gobernaciones de Estado (Julio 6, 1962) La Cámara de Diputados aprobó, en julio de 1963: Declarar que la libertad de prensa en Venezuela atraviesa en los actuales momentos por una de sus más graves y difíciles etapas, debido a la supresión sistemática de diversos órganos periodísticos y a la persecución de profesionales de la prensa, así como el régimen de censura vigente Les invito a rastrear las páginas de los diarios a ver si encuentran alguna declaración que refleje la protesta del Bloque de Prensa o de la Sociedad Interamericana de Prensa. Encontrarán una sorpresa, hubo prensa que no publicó esta declaración de la Cámara. La AVP, que entonces presidía la insigne luchadora Analuisa Llovera, emitió oportunamente su denuncia ante la misma Cámara de Diputados, y formó parte de ese expediente. 28 En esos mismos años hubo un boicot contra el diario El Nacional, al cual gradualmente le retiraron la publicidad como mecanismo de presión contra su línea informativa. Dos editoriales, del 8 y del 28 de junio de 1961, denunciaron “la persistencia de los manejos reaccionarios”, y su propietario y director, Miguel Otero Silva, escribió en agosto de ese año que “al rechazar la tesis reaccionaria, según la cual la orientación política y periodística de una publicación ha de ser determinada por los grandes anunciantes y no por el criterio de los directivos de esa publicación, El Nacional hace armas en salvaguarda de la integridad y de la decencia del periodismo venezolano”. ¿Cómo concluyó ese episodio? Para que regresaran los avisos, Miguel Otero Silva y otros miembros de la redacción de ese diario, debimos salir, junto a varios de sus colaboradores, de la página cuatro. También guardaron silencio el Bloque y la SIP. Un procedimiento similar utilizaron en Colombia contra La Nueva Prensa y otra vez calló la SIP. El gobierno del doctor Raúl Leoni tiene, igualmente, una historia con agresiones a los medios. Fue clausu29 rado el diario La Extra y suspendida temporalmente la revista Venezuela Gráfica. En abril de 1965, fueron allanados los locales de Últimas Noticias, La Esfera y El Mundo, y detenido el editor Miguel Ángel Capriles. El Bloque acordó investigar los hechos y la SIP se limitó a “lamentar la detención” de Capriles, pero no pidió su libertad ni protestó. Durante el gobierno del doctor Rafael Caldera, en octubre de 1971, fue decomisada una edición del diario El Mundo, allanados los talleres de Crítica, de Maracaibo y de La Religión, y confiscada la revista Punto Negro. Con Carlos Andrés Pérez se suspendió por dos días a Radio Caracas TV, fue decomisada una edición de la revista Al Margen, y otra de Resumen, y detenido su editor Jorge Olavarría. En su segundo período estableció abiertamente la censura y fueron atropellados varios periodistas. En época de Luis Herrera Campíns se levantaron expedientes a periodistas de izquierda y se abrió un juicio a María Eugenia Díaz. dejó huellas. Se utilizaron procedimientos como en ciertas torturas, cuidando de que no quedaran las marcas y obtenían los mismos efectos, el silencio. Esta vez, no se detuvo a un periodista ni se suspendió ningún medio, pero se controló a todos, con la excepción de El Nacional que insurgió contra ese sistema. Las presiones se ejercieron a través del chantaje en la entrega de dólares mediante el Régimen de Cambios Diferenciales (Recadi). En El Diario de Caracas, Marcel Granier escribió que era: (...) el instrumento de control de la sociedad más poderoso del que ha dispuesto ningún gobierno. Ni la dictadura de Juan Vicente Gómez llegó, en sus tiempos negros, a disponer de la décima parte del poder que representa el régimen de cambio diferencial El director de The Daily Journal, Tony Bianchi, escribió que: Sin embargo, el período más negro, de mayores restricciones a las libertades de opinar y de informar, no sin duda alguna, el peor período para la libertad de expresión en Venezuela en los últimos 10 años se dio durante el gobierno de Jaime Lusinchi. Utilizando el arma del otorgamiento de dólares a 30 31 una tasa preferencial para la adquisición de papel periódico en el exterior, el gobierno de Lusinchi pudo controlar, casi por completo, la información periodística en Venezuela Debo aclarar que el control incluía la radio y televisión, que igualmente necesitaban importar insumos, equipos, instalaciones, películas, para su operatividad. En su oportunidad declaré que desde la época de Pérez Jiménez, ésta de Lusinchi era la de mayores limitaciones a la libertad de informar. ¿Protestaron el Bloque de Prensa, las cámaras de radio y la de televisión? Nunca. La de radio no lo hizo ni siquiera cuando prohibieron su programa diario del mediodía. En los años más recientes, con el segundo gobierno de Caldera, y el provisional del doctor Ramón J. Velásquez, no se registran limitaciones a estas libertades, sin embargo, no puede olvidarse aquella campaña nacional y en América Latina, encabezadas por el Bloque de Prensa, las cámaras de los medios audiovisuales y de la SIP, ¡otra vez la inefable SIP!, y la Asociación Internacional de Radiodifusión, contra la propuesta del doctor Caldera de reclamar para la sociedad el derecho a recibir información veraz, reconocer lo que es un principio ético universal del periodismo. Fue despiadada esa campaña que hizo creer que se propiciaba el control de la información. Campaña que repitieron cuando aquí se discutió en la Asamblea Nacional Constituyente ese y otros principios, como el de réplica, que finalmente fueron incorporados a la nueva Carta Magna por abrumadora mayoría. Y vean ustedes como, pese a la desproporcionada campaña, que apenas dejaba espacio para la defensa de esos principios, en una encuesta se supo que el 70% de los venezolanos estaban de acuerdo con esas proposiciones. El 15 de noviembre de 1998 el Bloque de Prensa fijó posición contra un Presidente que no había sido electo, llevó a la SIP la propuesta de una declaración alertando sobre las amenazas y peligros a la libertad de prensa en el supuesto de que ganase ese candidato. Era la primera vez que esos organismos se adelantaban a acontecimientos que ellos creían ocurrirían. Desde entonces, hasta ahora, las relaciones de los medios con el Gobierno se han caracterizado por perío33 dos de tensión y, más escasos, de distensión. De duras críticas y ataques del Presidente contra determinados medios, contra algunos propietarios y, en sus primeros tiempos, contra varios periodistas, y del uso, a veces desmedido, de las cadenas audiovisuales. De parte de la mayoría de los medios, de la prensa, la radio y la televisión, ha habido una persistente campaña contra el Presidente y contra su gobierno. Desde 1936, hasta ahora, nunca el gobierno ni su respectivo jefe de Estado, habían sido objeto de los más persistentes ataques, bordeando los elementales límites de la decencia, como los que vemos ahora. Sin embargo, pese a esas circunstancias, nadie puede mostrar aquí o en el exterior, ejemplos de una sola noticia o de un solo artículo que no hayan sido difundidos como consecuencia de la acción gubernamental y no ha habido un periodista preso o perseguido, un medio suspendido o clausurado. Aunque se han percibido amenazas de lesionar el ejercicio del periodismo y de vulnerar la libertad de expresión, hasta ahora, ni las llamadas intimidaciones han ejercido alguna influencia en la línea opositora de la mayoría de los medios. 34 No obstante, en el exterior se tiene la creencia de que en Venezuela no existe libertad de prensa. Se entiende que sea así entre quienes sólo se guían por las informaciones que les llegan desde aquí, lejos. Pareciera existir una ley conforme a la cual la gente tiene tendencia a confiar más en las noticias en tanto el centro de los acontecimientos está más distante, porque le resulta más difícil verificarlas. Pero aquí, en Venezuela, nadie —repito— puede mostrar ejemplos de concretas limitaciones a la libertad de informar y de opinar. Sin embargo, se han producido tantas declaraciones, planteamientos y denuncias en el exterior, como nunca antes, en ninguna época; y podría ocurrir que repetida tantas veces esa mentira, pudiese ser creída por muchos como una verdad. Una vez escribió Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique y estudioso de la comunicación, que si la prensa, la radio y la televisión lo dicen, es verdad aún cuando sea mentira. No quiero concluir sin algunas referencias al papel que en estas especiales condiciones que vive Venezuela le corresponde a la Asamblea Nacional, donde hace pocas horas se desarrolló un amplio debate, el quinto, 35 creo, desde su instalación, sobre la libertad de prensa. Me satisfizo, como creo que a todo el país, y antes que nada, al gremio periodístico, cómo coincidieron en rechazar los atropellos que con demasiada frecuencia se cometen en la calle contra reporteros y fotoreporteros en pleno trabajo profesional. Pese a todos los esfuerzos para que distingan el ejercicio profesional de las políticas editoriales e informativas de los medios, es evidente que esos grupos fanatizados, partidarios del Gobierno, han continuado acosando o atacando a trabajadores de los medios. Esta unanimidad en el repudio debería reflejarse en los partidos que tienen o pudieran tener alguna capacidad de influir en esas conductas. No se les puede seguir tolerando. Al lado de esa, mi satisfacción, debo expresarles mi sorpresa porque en las ocasiones en que se ha planteado la conveniencia de exhortar a los medios a dictar mecanismos de autorregulación en la conducta ética, no mereciera igualmente los votos de todos. Varios de los más importantes diarios de América Latina tienen sus respectivos libros con las respectivas normas éticas, y entre los más recientes pronunciamientos sobre tan importante materia, están el de la III Cumbre de Jefes de Estado de las Américas, reunida hace poco en Québec, Canadá, donde se comprometieron “a fomentar la auto-regulación de los medios de comunicación, incluyendo normas de conducta ética”. Más recientemente aún, la Conferencia Episcopal de la Iglesia, en un documento dedicado a los medios, que tan poca difusión ha tenido, vuelve sobre ese asunto. La Asamblea Parlamentaria de la Unión Europea tiene en vigencia desde hace casi diez años el Código de Ética Periodística. La ética, como ha escrito Gabriel García Márquez, no es condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón. ¿Qué ha hecho que las iniciativas traídas al seno de la Asamblea no encontraran igualmente unánime apoyo? Acá, en Venezuela, los periodistas tenemos un Código de Ética que rige nuestra conducta profesional, corresponde a los medios y a sus organismos dotarse igualmente de esos instrumentos. La democracia, toda la sociedad, los lectores y demás usuarios de los medios, ganarán. Pienso que esta Asamblea Nacional, escenario de la confrontación y del diálogo político, ambos inherentes 37 a la democracia, nos envía señales equívocas cuando debe enfrentar algunas situaciones concretas. En la oportunidad de la reacción habida por la forma como fueron aprobadas las 49 leyes surgidas de la ley habilitante, creo que ésta sigue siendo la instancia institucional para escuchar las reservas, críticas y propuestas de reformas, examinarlas, discutirlas y, si es el caso, introducir en aquellas leyes que lo requieran los cambios necesarios. Aquí, en esta misma Asamblea Nacional, el presidente Chávez trajo su mensaje anual en un tono que todos celebramos, que entraña, inevitablemente, diálogo sin descartar confrontación cuando hay intereses opuestos irreconciliables. Entre las instancias para esa apertura y búsqueda de acuerdos donde sea posible, pocas con tantas condiciones para que sea epicentro de esa política. Quiero ofrecer apenas dos ejemplos. El de la leyes de Pesca y de Espacios Acuáticos, que llevó a que más de mil embarcaciones de la llamada flota de pargo-mero, de Margarita, tuvieran que paralizar sus actividades, no en el paro empresarial del 10 de diciembre, sino hace poco. Más de mil pescadores artesanales que consideran necesarios algunos reajus38 tes para que no terminen lesionados sus intereses. Y el del sector turismo, que junto a la nueva política impositiva, la ley correspondiente de la habilitante se suma a los factores que pueden golpear duramente esa actividad. ¿Es muy difícil conocer las propuestas y hacer, si es el caso, algunas concesiones? La Asamblea Nacional tiene otra deuda con el país, y me atrevería a decir, con la Constitución Bolivariana en tanto recibe el mandato de ejercer el control sobre el Gobierno y la Administración Pública. Pienso que no ha tenido la diligencia y celeridad para enfrentar ese monstruo de mil cabezas que es la corrupción. Ni investigó los casos más recientes de gobiernos anteriores, ni lo hace con los que se han presentado y denunciado en estos años, donde aparecen civiles y militares. Inconcebible que a estas alturas nadie haya sido sancionado por hechos de corrupción. Ese flagelo no ha hecho sino extenderse, sin que el Ministerio Público, la Contraloría General, los tribunales y esta Asamblea hayan sido suficientemente activos y diligentes para promover las investigaciones en profundidad y los juicios respectivos para castigar a los culpables ¿por qué siguen siendo impoten39 tes?, ¿qué impide enfrentarlo con decisión y coraje? y ¿por qué esta soberana Asamblea Nacional no ha asumido la vanguardia de ese combate? Desarrollo de la crisis Termino mis palabras, ciudadano Presidente, ciudadanos diputados. Lo hago complacido por la oportunidad que ustedes me dieron para decirles cuanto he dicho. Conscientes de que en la situación que vive el país, cancelado un ciclo histórico iniciado en octubre de 1945, en una incierta transición cuyo desenlace no está claro, y donde cada vez es más difícil asumir posiciones de equilibrio que propicien el diálogo. No sé si estas palabras mías las ven inscritas en esa búsqueda. l miércoles 23 se cumplen 50 años del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. A partir de hoy publicaremos breves comentarios del desarrollo de ese proceso, iniciado el 1º de enero con el levantamiento militar comandado por el teniente coronel Hugo Trejo, y que tengo contado en mi libro Días de enero, de Monte Ávila. Hoy se desarrollaron dos manifestaciones de signos opuestos, con un aparente común denominador, celebrar los 44 años del 23 de enero, cada una desde ópticas distintas, aunque heterogéneas, y que quisiera no sean irreconciliables. ¿Qué sucederá si además de distintas, mañana sean opuestas y terminen por enfrentarse?, ¿qué será del país si las posiciones extremas devienen dominantes?, ¿acaso no nos llevarán a violentos enfrentamientos de impronosticables desarrollos? He dicho. (Últimas Noticias, 28 de enero de 2008) E La insurgencia del 1° en Maracay y en Caracas, fue dominada en dos días por Pérez Jiménez, y decenas de oficiales fueron presos, pero a partir de allí se desarrollaron otras acciones conspirativas, movilizaciones de calle y el gobierno entró en crisis. Nada de esto trascendía a los medios. El día 10, por ejemplo, un numeroso grupo de intelectuales encabezados por Mariano Picón Salas, Francisco de Venanzi y Humberto Cuenca, suscribieron un documento contra la dictadura, que circuló clandestinamente tres días después; por la tarde hubo una manifestación de protesta en El Silencio, que fue 41 reprimida por la policía y la Guardia Nacional. Entre tanto, Pérez Jiménez envió al general Llovera Páez a La Guaira, apoyado por varios tanques, a contener un brote en el Destructor Zulia, varios de cuyos oficiales fueron detenidos. El alto gobierno vivía la crisis iniciada días antes con la presentación de un memorando presentado por el general Rómulo Fernández, que obligó a Pérez Jiménez a sacar a su ministro del Interior, Laureano Vallenilla Lanz, y al jefe de la tenebrosa Seguridad Nacional, Pedro Estrada, y nombró a varios militares en el gabinete. Un día como hoy, el mayor Gómez Pernía llegó a los sótanos de Miraflores y le informó al general Briceño Pacheco, presidente del Consejo de Guerra, que iba en busca del comandante Hugo Trejo, por órdenes de Pérez Jiménez. Debidamente custodiado, se lo llevaron. Todos, presos y oficiales de la guardia, creyeron que lo iban a fusilar. (Últimas Noticias, 11 de enero de 2008) 42 Conspiración militar (Recibí emails y llamadas indagando sobre el 1º de enero. Esa mañana de 1958, Caracas enratonada fue sorprendida con el sobrevuelo de aviones militares, que dejaron caer algunas bombas en El Conde, cerca de la Seguridad Nacional. El alzamiento se hizo un combinación con unidades del Ejército que comandaba Hugo Trejo, y que por la tarde salieron del cuartel Urdaneta hacia Maracay. Más detalles, en Días de enero). A l comandante Trejo lo llevaron a un calabozo del palacio Blanco donde estaban otros oficiales: Mendoza Méndez, Gilmond Báez, Luis Sucre, Pérez Méndez y otros 30, para anunciarles en una ceremonia muy solemne que habían sido retirados del Ejército. Ese domingo 12 circula el primer manifiesto del Frente Universitario, que estudiantes del PCV, AD, URD y Copei habían formado pocos días antes. La Junta Patriótica que presidía Fabricio Ojeda seguía incansable en sus contactos con sectores profesionales y empresariales. 43 En la Marina se murmuraba mucho sobre la forma como habían sido desarmados los destructores Zulia, Aragua y Nueva Esparta, y detenidos los jefes del Zulia. El coronel José Teófilo Velazco, designado Jefe de la Seguridad Nacional, anunció que había puesto en libertad a algunos sacerdotes detenidos. Pérez Jiménez le informa al coronel Romero Villarte, jefe de la aviación, que el general Rómulo Fernández, ministro de Defensa, está conspirando, que pretende sustituirlo. La situación militar sigue inquieta, con muchos rumores. Son 116 los oficiales que aparecen en la lista de investigados, entre ellos, los coroneles Castro León y Fuentes, jefe del Ejército. Pero insisto, ni como rumores trascienden a la calle estos hechos. Por la tarde de ese mismo día, Pérez Jiménez se reúne con unos 40 oficiales de la Escuela Militar para decirles que hay mucha murmuración, les habla de la estabilidad, y el coronel Pedro José Quevedo, director de la Escuela Militar, a nombre de todos, le dice que en el seno de la Escuela se trabajaba incansablemente. La verdad, era un centro de conspiración que movilizaba el teniente José Luis Fernández. (Últimas Noticias, 12 de enero de 2008) Pérez Jiménez luce más fuerte E se lunes 13 de enero de 1958 Pérez Jiménez llama muy temprano al general Rómulo Fernández, que está en La Planicie, sede del Ministerio de la Defensa, para que se presente a Miraflores. En el despacho está con Luis Felipe Llovera Páez y el general Oscar Mazzei. Cuando llega le ordena entregar su arma y le dice que no pueden existir dos presidentes, lo encierran en una salita anexa; poco después el coronel Roberto Casanova lo lleva a La Carlota y salen en un avión hacia República Dominicana, donde lo dejan solo. Entretanto, por órdenes de Pérez Jiménez, Llovera Páez toma La Planicie con varios tanques y detiene al coronel Pérez Morales y a otros oficiales. Pérez Jiménez reúne un gabinete de emergencia, les informa lo ocurrido y que ha asumido el Ministerio de la Defensa. A la 1:15 pm hace el anuncio en cadena nacional: “La paz pública será preservada a todo trance”. Deja la impresión de que ha dominado la situación y que está tan fuerte como antes. 45 Son apariencias. Nombra nuevos ministros: Fernández Morán a Educación, trae a Pérez Vivas de Táchira para Interior, de donde sorpresivamente saca a Llovera Páez para Comunicaciones. No se entienden estos cambios. El general Néstor Prato es jefe del Estado Mayor. Se sabe que Rafael Caldera salió expulsado hacia Nueva York. Pedro Estrada va a Santo Domingo y Laureano Vallenilla Lanz sigue asilado en la embajada de Brasil. En la calle comienzan a multiplicarse pequeñas manifestaciones, reparto de propaganda, pintas de paredes. Los estudiantes están muy activos en esas acciones. La salida de Estrada debilita los operativos de la Seguridad Nacional. En la Guardia Nacional también se conspira. El teniente coronel Nieto Bastos, director de la Efofac, se reúne con el mayor Nicolás Tesorero y otros oficiales. Más detenciones de oficiales E n Villa Zoila, en El Paraíso, el teniente coronel Víctor Garrido Sutil se reúne con varios oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación (GN) y les habla de la situación militar, de los rumores, de los cambios habidos, y en ese momento lo llama el general Pérez Jiménez para ofrecerle la comandancia de las FAC. Garrido, después de un silencio, le dice que no. “Aténgase a las consecuencias”, fue todo cuanto le dijo PJ. Seguidamente, Garrido Sutil se va a la Comandancia de la Marina, en el Centro Simón Bolívar, donde encuentra a Wolfgang Larrazábal con el capitán de navío José Vicente Azopardo, uno de los jefes de la conspiración en la Marina. Los diarios del día siguiente sólo tienen noticias de los nombramientos. Ninguno de los otros hechos es conocido, y los que son, no pueden ser publicados. La censura sigue férrea. Les planteó formar una junta de gobierno, propuesta que fue rechazada; no le tenían confianza. Poco después, Pérez Jiménez lo llama para preguntarle qué había hecho en la Marina, y Garrido Sutil le dijo que proponer una junta presidida por PJ; seguidamente ordenó su prisión y la de otros oficiales de las FAC. 46 47 (Últimas Noticias, 13 de enero de 2008) La situación militar seguía haciéndose crítica. El jefe del Ejército, Hugo Fuentes, preso; Raúl Croce Orozco, jefe de las FAC, preso; el coronel Saúl Guerrero, jefe de la Aviación, arresto domiciliario, y otros altos oficiales detenidos. El coronel Carlos Luis Araque, agregado militar en Lima, fue llamado para que asumiera la comandancia de las FAC. La inauguración de la Escuela Básica, que estaba programada para el 10, fue diferida para el 14; ese día se desarrolló entre mucho nerviosismo. Días antes había sido suspendida una operación relámpago para detener a Pérez Jiménez, tarea cuya dirección compartía el Br. Héctor Rodríguez Bauza, del FU. Azopardo se opuso por lo riesgoso. La Junta Patriótica, formada en junio con Fabricio Ojeda (URD), Guillermo García Ponce (PCV), Enrique Aristigueta Gramcko (Copei) y Silvestre Ortiz Bucarán (AD), envió emisarios al interior para organizar grupos antidictadura. (Últimas Noticias, 14 de enero de 2008) 48 Agitación en la calle E l día 15 el capitán de Navío, José Vicente Azopardo, se reúne en la Comandancia de la Marina con el teniente Fernández, y convocan una reunión para esa tarde en la Farmacia Gran Avenida, en Sabana Grande. Asisten Oscar Centeno, su dueño, Azopardo, Fernández, el teniente coronel Moncada Vidal, los marinos Andrés de la Rosa y Hernández, y hacen un balance de fuerzas; Pérez Jiménez cuenta con dos unidades poderosas: los batallones Bolívar y Blindado. La acción debe ser el 21. Han hecho contacto con Fabricio Ojeda y Rodríguez Bauza para organizar una huelga. La clave es “Camacaro”. Adriano González León es uno de los más activos en la distribución del manifiesto de los intelectuales, tarea entonces llena de riesgos. Circulan otros documentos de médicos, ingenieros, profesores y de las mujeres. “A las 8 pm habla en cadena el nuevo ministro de Educación, Humberto Fernández Morán. La agitación de los estudiantes no cesa un solo día”. 49 “Cada vez se incorporan más a las movilizaciones desde la mañana hasta por la noche, y se desplazan hacia las entradas de algunas fábricas, comedores obreros, en las Iglesias, repiten las exitosas acciones ´tres minutos´, al mediodía y al atardecer, y por la noche, a la salida de los cines. Cada día se hacen más frecuentes los inesperados gritos ´Abajo la dictadura´, ´Libertad´, ´Muera Pérez Jiménez´. La gente no se va, como antes, cada vez que veía cualquier señal de protesta contra el gobierno. La policía es impotente, mantiene rodeados varios liceos. El ministro llama a los padres a ´que colaboren con las autoridades para evitar que sus hijos sean víctimas de los agitadores profesionales, quienes saben crear situaciones de peligro, pero no dan el frente en el momento decisivo´ e informa que se están revisando expedientes para dejar en libertad a algunos estudiantes”. Clausurado el Liceo Andrés Bello. En Miraflores se sabe de los movimientos de Moncada Vidal y ordenan su confinamiento y el de Arenas Vegas, a Tucupita, y ordenan la prisión del teniente coronel Merchán López. (Últimas Noticias, 15 de enero de 2008) 50 Se quema un autobús E n los sótanos del batallón de la Guardia Presidencial, ubicado al lado del palacio Blanco, hay decenas de oficiales presos. Pérez Morales, Garrido Sutil, Rodríguez Landaeta, los mayores Arnal Nuñez, J.I. Gutiérrez, Albornoz Berti, Vivas Arellano y el “nuevo” Merchán López; luego están los marinos encabezados por Morales Luengo, y en otros calabozos, el comandante Hugo Trejo y decenas de sus compañeros. Otros fueron trasladados ese día 16 a la Cárcel Modelo, donde hay varios civiles, entre ellos Arturo Uslar Pietri. En los calabozos de la Seguridad Nacional tienen a Miguel Ángel Capriles, Godofredo González, y a numerosos estudiantes. Ese día detienen a Miguel Otero Silva y a Oscar Guaramato. Los calabozos de la Seguridad Nacional y de la Modelo están desbordados. En las luchas populares, ese día se inscribe porque debió ser la primera vez que se quema un autobús en acciones de protesta. Ocurrió cerca de la plaza La Concordia, un grupo de comunistas donde estaban Rafael 51 Elino Martínez, Alejandro Arratia, J.M. Blanco Ponce y Alejandro Mariño, toma uno de los buses que van hacia Los Teques, bajan a los pasajeros y le meten fuego. Los contactos entre militares que conspiraban no cesan, y se establecen los primeros enlaces entre el movimiento militar y el de los civiles, pese a las numerosas detenciones. “Esta vez la reunión es solo de marinos. En el apartamento 8 del edificio Atlántida, en la Avenida Principal de Los Caobos, donde se habían visto otras veces y vivía De La Rosa, estaban Azopardo, Hernández y el negro Rodríguez Olivares, fueron más precisos con los planes, y creyeron oportuno hablar con el contralmirante Wolfgang Larrazábal, nuevo Comandante de la Marina de Guerra. Rodríguez Olivares y Azopardo fueron comisionados para hablarle e invitarlo a una reunión”. La Junta Patriótica inicia sus contactos con dirigentes sindicales gráficos y de la Asociación Venezolana de Periodistas, y con dueños de medios, para organizar la huelga de la prensa. (Últimas Noticias, 16 de enero de 2008) 52 Organizar la huelga E s sábado 18. De Acarigua, Punto Fijo y Maturín llegan las primeras noticias de la organización de reuniones, contactos y acciones de la Junta Patriótica, que empiezan a organizar grupos en el interior. Todo se hace con gran lentitud. Los recursos son muy pocos y no sobra la gente decidida a cumplir estas tareas. Se trasladan algunos ejemplares de una declaración de la Junta Patriótica y otros documentos para que sean reproducidos en multígrafos. Hasta la cárcel del Obispo, en el Oeste de Caracas, y donde están Cayetano Ramírez, Rodolfo J. Cárdenas, Américo Martín y muchos otros, llegan algunos de esos papeles. “A las seis de la tarde del sábado 18, están reunidos en el apartamento 8, del edificio Atlántida, en la avenida La Salle, de Los Caobos. Entre los nuevos oficiales incorporados está el capitán de las FAC Italo Brett, quien se compromete a contactar al coronel Carlos Gómez Calcaño. Por su parte, el capitán Rodríguez Olivares dijo que había tenido una primera conversación con el contralmirante Wolfgang Larrazábal, en 53 quien tenía gran confianza, y le pidió que asistiera a una de sus reuniones. El doctor Centeno informó que había hablado con el doctor Pedro Emilio Herrera, posible miembro de la Junta de Gobierno. Desde hacía algunos días, ya los jefes de la conspiración hablaban del poder. Hasta ahora, no había sido tema de examen. El poder no parecía importarles mucho”. “Insistieron en que se organizara una huelga general. Sería el punto de partida para la acción militar, que se produciría esa misma noche. Los civiles estuvieron de acuerdo, pero mostraron las dificultades que había. A través de Juan Ortiz, Centeno pudo reunirse con Fabricio Ojeda y con Héctor Rodríguez Bauza. Convinieron en que la huelga sería el martes 21, al mediodía. Desde ese mismo momento empezó la actividad propagandística. Las bateas (multígrafos rústicos, de fabricación casera), no se daban abasto produciendo mariposas y volantes. Los teléfonos repicaron desde entonces con la convocatoria”. (Últimas Noticias, 18 de enero de 2008) 54 Se organiza la huelga E l domingo 18 fue decisivo. Se había convocado una reunión para discutir la organización y llamamiento a la huelga general que habían acordado los militares con la Junta Patriótica, y que debía estallar el 21. El periodista Gustavo Aguirre cuenta que por la mañana en el estadio nacional, Raúl Landaeta, Horacio Estévez, Rafael Ramero, Florentino Oropeza, John Muñoz y otros atletas que se preparaban para los Juegos Centroamericanos, comentaban la última declaración de la Junta Patriótica, En el local de la Federación de Trabajadores de la Industria Gráfica, en La Pastora, se celebró la reunión. Fabricio Ojeda la presidía, aunque nadie sabía que era de la Junta Patriótica. José Gil Gutiérrez, presidente de la Fetig, era el principal de los sindicalistas de la industria gráfica. Entre los periodistas destacaban Arístides Bastidas, Claudio Cedeño, Andrés Miranda, Rafael Hueck Condado, Gregorio Barreto, y estaban igualmente algunos dirigentes sindicales, como Américo Chacón, Dagoberto González, Vicente Piñate, Carlos Sulbarán, Gustavo 55 Lares Ruiz, Douglas Bravo, que representaba a Eloy Torres. Para la época, el movimiento sindical casi no existía, y resultaba difícil establecer contactos que garantizaran un paro ese día al mediodía. En el seno de los dirigentes gráficos había resistencia porque en otra ocasión, cuando fue derrocado Rómulo Gallegos, fracasó un paro y fueron ilegalizados varios sindicatos. La reunión fue larga. Al final, Ojeda se refirió al apoyo de los militares, que había unidades decididas a insurgir contra Pérez Jiménez, y que la huelga era el llamado. Finalmente, se aprobó por unanimidad, cuando eran las seis de la tarde. Esa misma noche, hubo reuniones con otros miembros de la Junta Patriótica, y de estos con los militares, y del comité de huelga hacía poco formado, y comenzó el reparto de propaganda llamando a la huelga el 21 de enero. Pero también circularon otras fijando el paro el 22, eran repartidas por agentes de la Seguridad Nacional. (Últimas Noticias, 19 de enero de 2008) 56 El paro en la prensa E l lunes 19 media Caracas amanece llena de “mariposas”. Miles de ellas, decenas de miles, habían sido distribuidas desde la noche anterior. La gente las recogía, las leí, volvía a tirarlas, miraba a uno y otro lado, se las metía en un bolsillo, seguía caminando. Así era el miedo, iba, venía, hasta que se fue perdiendo. Hay tensión en la calle, y agitación en algunos barrios. La SN vigila la Universidad Central y casi todos los liceos. En las urbanizaciones populares 2 de diciembre, Propatria, Casalta, se han ubicado tanques y carros de asalto. A las 10 am se reúne la Junta Patriótica en San Martín: Fabricio, Ortiz Bucarán, Aristigueta Gramko, García Ponce. Están en la fase final de los preparativos para que la huelga sea un éxito. 57 El padre Hernández Chapellín, el día 20, se ocupa personalmente de organizar el paro en el diario La Religión, escondió la lista de todos los empleados con sus direcciones, y ordenó retirar de la rotativa una pieza que la inmovilizaba, y a las cinco de la tarde se fue a La Pastora. Acababa de salir cuando se hizo presente una comisión de la Seguridad Nacional, con el propósito de abortar el paro. Se resuelve adelantarlo. Se corre la voz a los talleres, se destruyen bandejas de material de relleno, todos los originales del día. No queda nadie en los periódicos. En Maracaibo ha fallado la misión enviada. Castro, del Comité Cívico Militar. Ratifican que el alzamiento se producirá mañana, el 21, a medianoche y que la señal será un avión que sobrevuele Caracas y el Litoral. (Últimas Noticias, 20 de enero de 2008) Entre tanto, al apartamento del capitán de Navío Andrés de La Rosa, en Los Caobos, llegaron otros jefes de la conspiración para una reunión definitiva. Ocho de la noche. Por la Marina, que era la fuerza más comprometida, estaban Azopardo, De la Rosa, Miguel Hernández y Carbonell; por el Ejército, los capitanes Félix Párraga Núñez, Rodríguez Corro y Leal Morales, y los tenientes Fernández, Acosta Bello y Marín Granadillo, todos de la Escuela Militar; un mayor de la Guardia Nacional, que se incorporaba al movimiento (3), y los civiles Centeno y Raúl 58 59 Caracas protesta L a gente sorprendida porque no hay prensa. Los puestos cerrados. El gobierno trajo de Maracaibo unos miles de ejemplares de Panorama y Diario de Occidente y los repartió en El Silencio. Durante toda la mañana se activan los preparativos del paro. Los militares después de timar medidas sobre el plan de acción, “pasan a considerar la formación de la Junta de Gobierno, fácilmente se ponen de acuerdo en que esté integrada por un militar, Larrazábal, quien la presidirá y dos civiles: Manuel R. Egaña y Pedro Emilio Herrera, quienes son consultados, y aceptan. Todo estaba en silencio en La Planicie, cuando a las once repicó el 420304 de la mesa, de parte del Estado Mayor General, el cabo Ramírez levantó la bocina y repitió la respuesta aprendida, “Estado Mayor, a la orden”, escuchó y colgó sin decir nada, y a un compañero de guardia: “¡Esta coño si tiene bolas!, y que nos sumemos a una huelga”. 61 Al mediodía se desencadena la protesta en la plaza Miranda y otras áreas de la ciudad. Suenan las campanas de varias iglesias y el corneteo se generaliza. Los grupos colocados en sitios estratégicos empiezan a gritar contra la dictadura y lanzar panfletos. La policía estaba expectante, comienza a repelerlos, primero a rolazos después con bombas lacrimógenas y peinillas, y, por la tarde, cuando encuentran resistencia, con disparos. el Centro Simón Bolívar, donde está la comandancia de la Marina. A las 2 p.m. lo vence el sueño. Amanecerá y veremos. (Últimas Noticias, 21 de enero de 2008) Al caer la tarde, hay centenares de presos en la Seguridad Nacional y otras cárceles. Por radio, en cadena, se anuncia el decreto de toque de queda. Nadie puede transitar sin salvoconducto. En un comunicado oficial que se repite toda la noche, se informa de “saqueos en algunos comercios”, y que en Los Teques, Valencia, Pueblo Nuevo, Punto Fijo, Valera, Valle de la Pascua y Maturín, “ocurrieron disturbios de menor cuantía”. Mucha gente lo escuchaba y sabía que algo se ocultaba. Los conspiradores civiles y militares quedan a la espera del avión que sobrevolará. Larrazábal lo hace en 62 63 Pérez Jiménez se queda solo L a mañana del 22 estaba Caracas un tanto desolada. No había mayor actividad. Apenas algunos vehículos transitaban. Conspiradores y revolucionarios trasnochados esperando el vuelo clave. De Puerto Cabello llega el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, hace contacto con la Marina, y les dice que casi todos en la base naval estaban sublevados, y regresó con instrucciones precisas. Fabricio Ojeda se reúne en La Campiña con Amílcar Gómez, y poco después con García Ponce, para evaluar la situación. Había pocas fuerzas para reanudar la lucha del día anterior, que había dejado más de 50 muertos, centenares de heridos y de presos. Pérez Jiménez divisa la ciudad con binoculares, no puede percibir algunas acciones populares de protesta, y recibe informes de la situación militar. En la Guardia Nacional deciden reforzar con un batallón a la Escuela Militar. Se comenta que el coronel Medina Sánchez, jefe del batallón Bolívar, espera órdenes para atacarla. El general Prato, jefe del estado mayor, le dice que la 65 situación es difícil. Si lo sabrá él, que acaba de hablar con Larrazábal y le dijo que la Marina estaba alzada, y que el coronel Quevedo, director de la Escuela Militar, le dice lo mismo. con su familia y algunos colaboradores, y desde La Carlota despegó “La Vaca Sagrada” con destino a República Dominicana. (Últimas Noticias, 22 de enero de 2008) “En mi primera conversación con Pérez Jiménez en su residencia en La Moraleja (noviembre 1995), le pregunté cuándo se dio cuenta de que debía irse, y me respondió: ´Cuando veo que la Aviación había sido comprometida con el movimiento, y de continuar tenía que ser duro, los consejos de guerra hubiesen eliminado a muchos oficiales. Decidí irme y ordené preparar el avión. Si me quedo, hubiese tenido que fusilar a muchos´. Le dije que el Ejército, la fuerza fundamental de la cual era líder, estaba en su contra: —Y también estaba la Marina. En las Fuerzas Armadas había una situación de descomposición, porque yo, ocupado como estaba en la conducción del país, no podía dedicarme a las Fuerzas Armadas y las dejé en gente no muy hábil”. En la madrugada llamó a Azopardo para decirle que había decidido irse, y que dieran instrucciones para que no fuese interceptado, y así sucedió. Pudo salir 66 67 El día de gloria E n la madrugada, apenas salió el avión con Pérez Jiménez, Wolfang Larrazábal, el capitán de navío Miguel Rodríguez y otros oficiales llegan a Miraflores, donde los esperaba el teniente Raúl Hernández W. Van a formar gobierno. Desde el Ministerio de la Defensa sale a palacio otro grupo de oficiales, vinculados a Pérez Jiménez, con el mismo propósito. Así, entre todos, forman la junta de gobierno: Larrazábal, Pedro J. Quevedo, de la Escuela Militar; Carlos Luis Araque, de la Guardia Nacional; Roberto Casanova, del Ejército; y Romero Villarte, de la Aviación. Entre tanto, Fabricio Ojeda y Amílcar Gómez se van a Radio Caracas Radio, Fabricio habla como presidente de la Junta Patriótica, anuncia el derrocamiento de la dictadura y pide al pueblo que salga a la calle, lo que en efecto comienza a ocurrir. Después se reúne con García Ponce. 69 Ríos de gente bajan esa madrugada y esa mañana desde los barrios hasta El Silencio, a la Universidad, a Miraflores. doctor Edgar Sanabria, designado secretario, aporta varios. Julio De Armas es propuesto por los estudiantes. Virgilio Torrealba Silva, para MRI. A palacio entran numerosas personas. Se ordena la libertad de los militares presos en sus calabozos y en los del palacio Blanco. También salen los de las cárceles de El Obispo y de la Modelo, así como de la Seguridad Nacional. Centenares de presos liberados. Algunos espías de la SN que tratan de confundirse entre los presos, son descubiertos y linchados allí, cerca de la plaza Morelos. Castro León para Defensa. Entre tanto, los presos políticos de las cárceles del interior, como la de Ciudad Bolívar, van saliendo poco a poco, mientras se movilizan en el interior con manifestaciones de regocijo en todas partes. Pero el 23 de enero no ha terminado. (Últimas Noticias, 23 de enero de 2008) Cerca del mediodía circulan las primeras ediciones extras. La de Últimas Noticias con un gran titular: “Derrocada la Tiranía”; el de La Religión: “Gloria al bravo pueblo”. Entre tanto, en palacio se expresan las primeras divergencias. Los militares conspiradores, con Azopardo a la cabeza, así como algunos civiles entre quienes destaca el doctor Oscar Centeno, protestan contra la junta, y presentan sus candidatos. En la calle, comienza a correr la consigna pidiendo civiles en la Junta. Era lo más avanzado. Comienzan a sonar nombres para el gabinete. El 70 71 Civiles a la Junta E n la madrugada están reunidos numerosos oficiales en el auditorio de la Escuela Militar, y después del amanecer sale una comisión hacia Miraflores, van a protestar por la inclusión de Casanova y Romero Villarte en la Junta, coincidiendo con las tímidas consignas que con esa orientación estaban en la calle, pidiendo “civiles a la Junta”. La comisión es recibida en palacio, hay una discusión interna y, finalmente, acuerdan que esos dos oficiales salgan y en poco tiempo acuerdan reemplazarlos por los empresarios Eugenio Mendoza y Blas Lamberte, y así lo anuncian al país. Letreros “Los saqueadores son enemigos del pueblo”, en telas y pancartas, y se ven en varias partes de Caracas. Es una manera de frenar la acción popular, que en momentos como estos tiene esas expresiones. Mi libro Días de enero. Cómo fue derrocado Pérez Jiménez, editado por Monte Ávila, termina así: “Como se desprende de nuestra investigación, en enero pueden observarse varios movimientos militares, que existían sin conocimiento uno del otro, en las cuatro fuerzas y, 73 en algún momento, los dos más importantes que tenían sus centros de comando en la Marina y en la Escuela Militar, logran unirse y coordinar su acción. Pero el desmoronamiento del régimen marchaba a pasos acelerados, y cada día se sumaban más oficiales. Dos días antes de la caída del régimen, Larrazábal, que acaba de aceptar la dirección del movimiento, entra en contacto con los comandantes del Ejército y de la Aviación. La suerte de Pérez Jiménez está decidida”. “A la hora de la formación de gobierno es de tal magnitud ese movimiento que tanto su real dirección militar como la civil, fueron desbordadas, entre otras razones, porque ni uno ni otro tenían real noción del poder ni era su objetivo conquistarlo. No tuvieron acceso a los altos niveles del gobierno ni presionaron para alcanzarlo. Ninguno de los militares que conspiró desde fines de 1957, ni los integrantes de la Junta Patriótica, para simbolizar en ellos el movimiento civil, aspiraron a formar parte de la Junta ni del Consejo de Ministros. Fueron suplantados por la alta jerarquía militar y por el poder económico, que condujeron, con el impulso del movimiento popular, el rescate de la democracia y de las libertades”. (Últimas Noticias, 24 de enero de 2008) 74 51 años del 23 de enero H oy se cumplen 51 años del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Durante varios años, y en particular desde 1952, cuando desconoció las elecciones, Pérez Jiménez gobernó sin ningún tipo de libertades. En primer lugar, cercenó la libertad de expresión, estableció una oficina de censura, no era posible la más mínima discrepancia o insignificante crítica, no importaba la jerarquía del funcionario. Tan severa fue la censura que no se podía informar nada, absolutamente nada, contrario a la dictadura. Naturalmente, no había actividad de los partidos políticos. Todos los de la oposición estaban ilegalizados (AD y el PCV) o, sencillamente, no se les permitía ninguna actividad (URD y Copei). Algo parecido ocurría con el movimiento sindical; la mayoría de los sindicatos fueron puestos al margen de la ley, comenzando por los petroleros. Muchos dirigentes fueron presos o exiliados. 75 No existía actividad estudiantil en las universidades y liceos. Desaparecieron los centros de estudiantes. No se podía hacer ninguna propaganda en esos institutos. Esa situación se prolongó por años, hasta el grado de que el 21 de noviembre de 1957 hubo una protesta dentro de la Universidad Central de Venezuela (UCV) organizada por las juventudes clandestinas de AD y del PCV. Las otras no existían. Esa actividad fue disuelta, pero no salió ni una breve noticia en la prensa ni en otros medios. Por supuesto, ni pensar en manifestaciones de calle. La última fue en marzo de 1954, cuando se reunió en Caracas la OEA para dar luz verde a la invasión a Guatemala. Fue disuelta a tiros. Ahí en El Silencio cayó muerto el militante comunista Félix Castillo. El sector empresarial tuvo las mejores relaciones con la dictadura; anualmente organizaba la Cena de la Fraternidad, hasta que en 1957 se hizo difícil la situación económica y el Gobierno dejó de pagarles las deudas que tenía. Se acercaba la transición. La Constitución decía que había que elegir un Presidente. Ni pensar en 76 candidatos de oposición. El Gobierno decidió que se hiciera un plebiscito, acudió muy poca gente y anunciaron que la mayoría quería que la dictadura continuara. En el Ejército se conspiraba, y en la clandestinidad se fundó la Junta Patriótica, con Fabricio Ojeda como presidente y Guillermo García Ponce, Silvestre Ortiz Bucarán y Enrique Aristiguieta Gramcko representaban a URD, PCV, AD y Copei, respectivamente. En esas condiciones se organizó una huelga y las movilizaciones de protesta, iniciadas el 21 de enero, continuaron el 22 y Pérez Jiménez huyó a República Dominicana en la madrugada del 23 de enero de 1958. El movimiento popular y unitario se perdió porque los miembros de la Junta Patriótica no entraron al gobierno y, gradualmente, comenzó el Pacto de Puntofijo y la alternabilidad de adecos y copeyanos. (Últimas Noticias, 23 de enero de 2009) 77 Índice Nota de presentación 7 Discurso del 44 aniversario del 23 de Enero de 1958 9 Desarrollo de la crisis 41 Conspiración militar 43 Pérez Jiménez luce más fuerte 45 Más detenciones de oficiales 47 Agitación en la calle 49 Se quema un autobús 51 Organizar la huelga 53 Se organiza la huelga 55 El paro en la prensa 57 Caracas protesta 61 Pérez Jiménez se queda solo 65 El día de gloria 69 Civiles a la Junta 73 51 años del 23 de Enero 75 Impreso en marzo de 2009, en los talleres gráficos de la Imprenta Nacional y Gaceta Oficial. Caracas.