[ie 1247] (24 febrero 1947) - Gobierno

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Pamplina 21 de febrera ¿e 1947
Año LII
Núm. 1.240
Aval
ÓRGANO DE LA «BIBLIOTECA CATÓLICO PROPAGANDISTA»
ADMINISTRACIÓN: ESTAFETA. 31
La Novena de la Gracia
ARA comienzo en todas las Parroquias de nuestra querida Navarra, el martes próximo, 4 de marzo, !a Novena llamada de la Gracia, dedicada a nuestro glorioso
patrono San Francisco Javier.
Muy oportuno consideramos,
a este propósito, ccnczcan nuestros lectores lo que nuestro querido colaborador el virtuoso e
ilustrado jesuíta pamplonés Reverendo Padre Guillermo Ubilíos
dice en su preciosa «Vida de San Francisco Javier,
Apóstol de las Indias y del Japón»:
«La Novena de la Gracia e?, en la actualidad, la
festación más espléndida cJel culto de San Francisco Javier, La Novena consiste en unas brevísimas preces que
terminan con la oración del Santo, por la conversión de
las almas.
La Novena trae su origen del 4 de enero de 1Ó32; y su
primer depositario y vulgarizador fue el Padre Lorenzo
Francisco Mastrilli. La Novena se difundió de Ñapóles
a Italia, de Italia a Aragón, de Aragón a España, de España a Francia, de Francia a Bélgica, Holanda y Alemania, y de las urbes europeas, al campo universal délas
Misiones, conviniéndose en una devoción verdaderamente católica y mundial.
- Si os trasladáis a las orillas del Tigris y del Nilo, allí
encontraréis al africado, al negro, al etíope, arrodillados
a la sombra de los heléchos gigantescos, practicando su
devoción favorita: Id Novena Xaveriana de la Gracia. Si
os encamináis a las orillas del Ganges y el río azul, allí
hallaréis el indio y el mogol, a la sombra de las palmeras
tropicales, rezando de rodillas la Novena de su Patrono
San Francisco Javier; y en las pintorescas niponas costas,
y en los islotes innúmeros del Pacífico, y en los archipiélagos filipinos, y en el mismo continente australiano, el japonés y el visaya, el tagalo y el australiano, dejados sus
botes y sus piraguas, se postran de rodillas en los carolíferos arrecifes de sus mares, para rezar devotamente la
Novena del Apóstol del Oriente.
Hemos hecho caso omiso, en la precedente enumeración, del continente americano, porque su singular devoción a la Novena de la Grecia merece tratarse con especial atención. Oigamos a un testigo de vista, el Padre
Eusebio Salvador. Escribe desde el Colegio de Woods»
toele, de Baltimore, en 1923: «La devoción que los habitantes de esta ciudad profesan a San Francisco Javier y
a su Novena de la Gracia, es muy grande, al par que es
DIRECCIÓN: NAVAS DE "T.OLOSA. 21. 2.° izq
también conocida por todo la América del Norte, y con
razón consideran a esta iglesia de San Ignacio corro la
madre de la devoción de la Novena de la Gracia, generalmente extendida ya por todos los Estados Unidos... E l
número de sus funciones diarias, que en los comienzos
no pasaba de dos, este año 1937 llegó a veintinueve...
Por la premura del tiempo, agrega el informante, no asistí
más que a un ejercicio... me dijeron que era de los menos
concurridos; así sería, pero v¡ desde el coro que la iglesia
estaba, sin exageración ninguna, llena de bote en bote,
hasta el presbiterio, de tal manera, que el sacerdote que
tenía el sermón y al mismo tiempo que dirigir Is Novena,
había de permanecer pegado a! altar, pues se hallaban las
masas de la gente no más que a un paso de distancia. Para erppezar se cantó primero un canto... mientras el gentío iba entrando; salió luego el predicador... leyó la lista
de los numerosos favores... siguió luego el sermón, que
no duró más que unos ocho o nueve minutos; acto seguido se entonó otro canto, durante el cual siete señores pasaban la bandeja para la colecta... advertí que todos, absoluramente rodos, daban *¡u limosna... acto continuo se
rezó ia Novena; un ambiente de profunda devoción se
respiraba durante el rezo. Mientras se leía, cada uno materialmente tenía en las manos abierto un fibríto de la N o vena; terminado el rezo de la Novena, el sacerdote dio la
bendición a la muchedumbre con la reliquia... se volvió
luego a cantar otro canto, concluido el cual la gente iba
abandonando la iglesia, mientras otra ola inmensa de gente venía a ocupar el sirio de la primera. Durante la función era sobremanera profundo el silencio de la gente; a
cosa de los siete minutos volví al coro, y con sorpresa
hallé que la iglesia ya otra vez estaba repleta para el siguienie acto.
;.
>¡Cosa singular! En España no se creería: un buen número de protestantes y no católicos formaba parte de la
concurrencia; y parece que San Francisco Javier muestra
especial predilección per estos que se hallan fuera de la
verdadera Jglesia de Jesucristo, pues cada año hace sentir
su verdadera protección en favor de ellos; y así no es
maravilla el que se registren todos los años muchas conversiones de los protestantes al Catolicismo, y a propósito de la lista denlos favores que leyó el.predicador antes
del sermón, advertí que los más de los favores recibidos
eran espirituales: como vuelta a la frecuencia de Sacramentos, después de dos o más años sin frecuentarlos; conversiones a vida más edificante; arrepentimiento de un hijo qu«; vuelve al seno paternal tras largos años de ausencia, y así por el estilo— ', •
»La Novena de la Gracia viene celebrándose en Baltimore... desde 1857... De 1900 data para la Novena una
' nueva era de florecimiento bajo la apostólica influencia
del P. Brady... A su muerte, lejos de caer la Novena de
la Gracia, tomó nuevos vuelos... El año 1921, veintiuna
26
LA
AVALANCHA
iglesias de la ciudad celebraban la Novena dos veces y
más cada día; en ese mismo año, en la iglesia de San Ignacio, se celebraba once veces, con asistencia de diez
mil personas; doce mil eran el año 1923, siendo trece los
turnos; el siguiente año eran dieciséis, y la asistencia quince mil. Este ¡año de 1923, el número de ejercicios ílega a
veintinueve; y no sería ninguna exageración decir que ia
asistencia diaria pasa de veinticinco mil, celebrándose al
mismo tiempo la Novena en la Catedral y otras veintiuna
iglesias más de la ciudad.» <t>
Hemos expuesto una breve noticia e historia de la Novena de la Gracia; resta que refiramos lo que es más propio de este capítulo: sus milagros. Nos limitaremos solamente a dos: uno de los comienzos, y otro del término de
la Novena: el milagro del P. Marcelo Ma.strilíi y el milagro de Santa Teresiia del Niño Jesús.
EL MILAGRO DEL P. MARCELO MASTRILLI
El P. Marcelo Mastrilli, napolitano, devotísimo de Javier y sus Misiones, conversaba un día con un obrero que
trabajaba, al extremo de una alta escalera, ante un altar
de María inmaculada; y he aquí que se le cayó al oficial el martillo de peso de dos libras, e hiriendo a! Padreen la cabeza, le derribó en el suelo. Esto era al finalizar la primera quincena de diciembre de 1633. La herida, con sus más y sus menos, prosiguió agravándose hasta el día 3 de enero de 1634, en que los médicos la desahuciaron por completo. La fiebre era alta, la depresión
suma; estaba paralizado el brazo izquierdo del doliente, y
tan contraídos los maxilares que no admitía refrigerio.
Hubo que darle la Extrema-Unción, ya que era imposible administrarle el Santo Viático; esto le afligía mucho
al enfermo. Colocaron, a su instancia, en su cabecera, la
imagen y la reliquia del Apóstol de las Indias; el Santo
escuchó la plegaria de su devoro, y después de haberle
probado con una fcrma sin consagrar, le fue administrado
el Santo Viático. Estos fueron los comienzos de los favores. Continuaba el moribundo en la mayor postración
y esperaban todos la muerte inevitable, cuando he aquí
que se le apareció al moribundo San Francisco Javier; le
dictó la fórmula de los votos, añadiendo el cuarto voto
de la Misión de !as Indias, y terminada la fórmula le devolvió !a sanidad.
El enfermo estaba curado; se incorporó, pidió alimento; no quedaba ni la cicatriz en sus sienes. Esto era cerca de la media noche; a la siguiente mañana el P. Marcelo adminisiró la Comunión y celebró en público la Santa
Misa.
Toda Roma y el mundo entero se apercibieron del milagro; las gentes le veneraban al siervo de Dios como a
hombre devuelto de otro mundo y futuro Mártir del Señor. Así corrió en triunfo el P. Marcelo Italia, España,
Portugal, las Indias, las Filipinas; pero aquel milagro no
se había hecho tan solo para provecho suyo, sino también de toda la Iglesia universal. El Santo lo había anunciado: «Todos los fieles que, confesados y comulgados,
del 4 al 12 de marzo, imploren mi protección, conseguirán
cuanto pidieren con tal que sea para la gloria de! Señor».
El P. Marcelo había sido constituido depositario y primer Apóstol de la Novena de la Gracia,
Fiel al divino llamamiento, desembarcó el siervo de
Dios en el Japón; preso y encarcelado, después de sufrir
las más horribles torturas, fue condenado a muerte; descargó el verdugo sobre su cabeza e! primer golpe de su
catana... y nada; volvió a descargar el segundo golpe con
mayor fiereza, y... tampoco. El público se espantó; cayó
la catana de mano del verdugo; entonces el mártir, esforzado, animó llanamente al verdugo a cumplir su cometido, y al tercer golpe de la catana le cercenó la cabeza. <2>
EL MILAGRO DE SANTA TERESITA
DEL NIÑO JESÚS
La eficacia de la Novena de la Gracia la han experimentado a millares los buenos hijos de la Iglesia y devotos del Santo Apóstol de las Indias y el Japón; pero quizá nadie con tanta amplitud y con tan sorprendentes y
benéficos resultados, como la amable Santíta de Lixieux.
la gran Patrona de las Misiones Santa Teresita del Niño
Jesús.
Las siguientes notas, tomadas de la gran revista mensual «Ai nostri amici» <3>, editada por los Padres Jesuítas
italianos, nos lo demostrarán: «En una publicación de
Bogotá <4> que ha tomado de la nuestra el espíritu y e!
nombre, comienza la revista: leíamos hace unos meses
que Santa Teresita de Lixieux, poco antes de morir Ba*
Sia practicado fa Novena de fa Gracia, para oBtener
de San "Francisco Javier elpoder continuar después
de su muerte naciendo ef Bien soBre fa tierra. La noticia nos sorprendió. Van ya casi treinta años que se ha
considerado a Santa Teresita como a una hermana mayor
de la que se sabe todo y a la que se confía todo; y he
aquí una noticia que ignorábamos. ¿Sería verdadera? Santa Teresita tiene cuatro hermanas aún en vida: Paulina,
María, Celina, carmelitas de Lísíeux, y Leonia, visitandina en Caen. La verdadera madre de Santa Teresita puede decirse que fue su hermana Paulina, ahora Madre Inés
de Jesús. Esta era ya Priora del Carmelo de Lisieux cuando en él entró Teresita, y lo es todavía. Sintiéndonos CÜnio de fa familia, escribimos, sin más, a Paulina. A" vuelta
de correo recibimos el siguiente billete: La Madre Priora
del Carmelo de Lisieux confirma plenamente la noticia ya
publicada en los Anales de Santa Teresita de Lisieux. <y>
El hecho fue objeto de una declaración en el Proceso de
Beatificación de Santa Teresita del Niño Jesús. La Santíta había hecho la Novena de la Gracia a San Francisco
Javier, con el fin expreso de obtener la gracia más grande
de poder continuar haciendo e! bien sobre la tierra después de su muerte.
• Por tanto, la noticia era verdadera: a la lluvia de rosasde la Santa de Lisieux, contribuye, escondiéndose a veces, el gran Apóstol de las Indias,.. Pero, ¿quién había hecho en el Proceso Canónico la declaración? En Sicilia no
nos fue posible hallar una copia del Proceso. La busca*
mos en Roma y encontramos que la ta! declaración había
sido hecha por una de las hermanas de la Santa: María
Luisa, que en el Carmelo de Lisieux se llama Sor María
del Sagrado Corazón. Copiamos sus palabras textuales:
«La caridad la hacía desear hacer el bien después de la
muerte; este pensamiento la preocupaba. En 1896, deí 4
al 12 de marzo, hizo la Novena a San Francisco Javier.
Ella me dijo: He pedido la gracia de hacer el bien después de mi muerte, y ahora estoy segura de haberlo conseguido, porque por medio de esta Novena se obtiene todo lo que se desea.»
»Nuestras investigaciones han conseguido, pues, com*
probar una noticia que, como era desconocida psra nosotros, así resultará nueva para muchos de nuestros lectores. Noticia que, de rechazo, ilumina un hecho singularí*
LA
AVALANCHA
simo en la historia de la Iglesia: la proclamación pontificia
de Santa Teresa de Lisieux como Patrona principal de las
Misiones, juntamente con San Francisco Javier y con
iguales honores litúrgicos.
>Desde ahora en adelante, sea que invoquemos a San*
ta Teresa, sea que dirijamos nuestras plegarias a San
Francisco Javier, sepamos que la lluvia de rosas proviene
de dos corazones que ardieron en amor de Dios y del prójimo: el Apóstol de las Indias y la Santita de Lisieux.» (ó)
GUILLERMO UBILLOS. S. J.
(IJ «El Siglo de las Misiones». Diciembre 1926, pg. 360 et seq,
(2) Lasquíbar, «El devoto de San Francisco Javier». í45-160.—
Francisco García, «Vida», V, cap. 18. Vitteleschi, Marcello MastriUí, Mon. Xav. II, 992 et seq.— Berlanga, S. J,, «El Apóstol de las
Indias*.
(3) Octubre-1935.
.
.
. . .
|4)
Colombio.
i
•
.
(5) Marzo-1928, pg. 59,
(6) cEÍ Siglo de las Misiones», febrero-marzo, pgs. 41-42,
APOLOGÉTICAS
ha de añadirse para calmar la del alma; porque el hombre
no vive sólo de pan—como dice el Señor,—sino de toda
palabra que procede de la boca de Dios.
y la primera palabra que de la boca de Dios precede
es la Verdad, su Verbc, que nos dice de sí propio: Ego
sum Peritas, Y° soy la Verdad. Luego procede de la
boca de Dios sü Espítítu Santo, que es el Amor subsistente e infinito. Esros dos manjares son, pues, según el
"divino oráculo, los que el hombre necesita adtmás del
pan del.cuerpo, los manjares que pueden solamente quitarle el hambre y la sed,
Del primero dice el Señor: Yo soy el pan verdadero
que bajó del Cielo, y el que comiere de este pan tendrá
la vida eterna.
Del segundo dijo a la mujer samaritana: El que bebiere del agua que yo le daré, no volverá a tener sed, sino
que en su mismo vientre brotará una fuente de aguas vi«
vas que fluyen hasta la vida eterna.
. . .- .
La Religión y la vida moderna
Artículos de primera necesidad
o hace muchos años, en una de
las revueltas que llaman sociafes
y se deberían llamar antisocial
íes, se hubo de disponer por la
autoridad el cierre temporal de
todos los establecimientos, exceptuando sólo aquellos en que se
vendieran artículos de primera
necesidad.
Valiéndose de esta buena ocasión, cierto alcalde pasó un oficio al Párroco, intimándole que
cerrara la iglesia, comoquiera que
no ofrecía al público artículos de
primera necesidad.
Creo que el buen Párroco se rió del monteriila; pero la
afirmación de éste me ha dado a mí que pensar, propo»
niéndome la cuestión de'sia la Iglesia ofrece o no artículos
de primera necesidad. Y pesar de la opinión contraria
dei señor Alcalde, me veo en el caso de resolver que sí.
En efecto; de todas las necesidades del hombre, las
primeras, no ciertamente en el "orden del tiempo, sino
de la dignidad, son la necesidad de verdad que experimenta su entendimiento, y la necesidad de amor que
siente su corazón. Ahora bien, siendo la Verdad y el
Amor artículos de primera necesidad, la Iglesia y sólo
elía es quien ofrece semejantes artículos al pueblo; por lo
cual hizo perfectamente el Párroco en no cerrar su iglesia y seguir ofreciendo en ella a todo el mundo esros artículos de primera necesidad.
Bien veo que se me podría oponer io que dice San Pablo <I. Cor. XV. 46); que lo animal fue primero que lo
espiritual. Pero a esto se pueden acoger solamente los que
confiesan no haber salido de la animalidad; los que declaren no ser sino animales irracionales. Con los tales no hablamos, porque nos dice el mismo Apóstol que animaíis
fiomo non percipit ea gua> sunt spiritus Dei; que el
hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu
de Dios. Pero insistimos en que, para el hombre racional,
y más aún para el hombre espiritual, son de primera necesidad, no el pan y los garbanzos, sino la verdad y el
amor; y la Iglesia, como la gran expendedora de estos artículos, como la única que a manos llenas [os ofrece a
sabios e ignorantes, ha de permanecer siempre abierta,
para que puedan acudir a ella a mitigar su sed, a saciar
su hambre todos los que la sientan de aquello que al pan
. HAMBRE DE VERDAD
Verdad, en su más amplio sentido, es todo lo que puede ser objeto del conocimiento, y como el conocimiento
es triple en el hombre: sensitivo, imaginativo y racional,
así es de tres clases la verdad naturaí: verdad que aprendemos con los sentidos, que
imaginamos y que alcanzamos por el raciocinio. Y e ' hombre siente insaciable apetito por esas verdades.
El hombre en su niñez, o en el estado inferior de su
cultura intelectual, tiene insaciable apetito de percibir con
los sent/dos. La mayor
parte de sus codicias, la mayor
parte de sus deleite.1!, consisten en conocer de fse modo
inferior sensitivo,
¿En qué está el codiciado placer de Iqs espectáculos; en
qué los deleites de los sentidos, sino en la percepción grata de sus objetivos proporcionados?
¿Cuál es el aliciente de los viajes; el estímulo que hace
a tantas personas andar de ciudad en ciudad y de país en
país, visitando sus edificios, monumentos, museos y maravillas? No es otro sino el apetito de conocimiento; elape»
tiro de verdad en su inferior grado.
Los deleites de la imaginación consisten asímiítno en
su mayor parte, en conocer. ¿Qué es lo que sostiene y
aguija ¡a curiosidad en la lectura de historias y novelas,
sino el afán de conocer el desenlace, excitado más y más
por las perplejidades de la trama?
Y en el hombre llegado al desarrollo competente de la
razón, ningún otro deleite hay comparable al de hallar la
verdad. Ese deleite, incomparablemente superior al délos
sentidos, hace a los hombres estudiosos pasarse las no»
ches de claro en claro sobre sus libros, o en sus laboratorios, olvidándose hasta de cerner y perdiendo a veces
su salud y acortando su vida, por no renunciar al placer
del estudio y de la investigación. El cual llega a términos
de abstraerlos de todo lo demás y hacerles olvidar las
conveniencias sociales, hasta el punto de salir, como Arquímedes, desnudo por las calles de la ciudad, gritando
¡EureÑaí ¡He hallado la Verdad!
Sin levantarse a tales altura*, basta considerar el afán
con que actualmente se procura conocer las noticias de
todas las partes del globo, empleando pnra ello los correos, el telégrafo, el fe'éfono, (a aviación, sin perdonar
gastos ni sacrificios, y esto, no sólo para conecer prontamente las noticias de que pueden depender los negocios,
sino para saber los lances de un campeonato o de un certamen, o conocer los párrafos del discurso de un orador
celebrado.
,
;.• :
No ignoro que las necesidades materiales ponen en
gran tensión la actividad y el ingenio de muchísimos hombres. Pero, así y todo, si comparamos el afán cen que se
procura la satisfacción de ellas, con el ansiz de conocer
aun las cosas más fútiles que anima a todos los hombres,
por lo menos cuando se ven Ubres del apremio de sus necesidades no podremos dejar de confesar que la Verdad,
el conocimiento, es para la humana naturaleza un artículo de necesidad urgente, de primera necesidad.
; •'' ' [• ...T
RAMÓN RUIH AMADO, S. J.
28
LA
AVALANCHA
EL VALLE SALAZAK
ÁLLAse situado en el límite septentrional del territorio de Navarra,
confinando por el Norte con el
bosque del lrati y Sola <FrancÍa);
por Este, con el Valle Roncal;
a! Sur, con aimiradro de N^vas»
cues, y Oeste, con Vaüe de Aézcoa y Urraul Alto. Su extensión
de Sur a Norte es de unos 33 kilómetros, v de Este á Oeste de
uno? 16. Comprende su circuito
una cadena de elevados mentes,
coronados de pinos y hayedos,
en cuyas laderas se halian emplaVzadas las quince villas siguientes
que componen el Valle: Ochabavía, Ezcároz, furriera, Izalzu, Oronz, Esparza, S¿Tries,
Ibílcieta, Ripalda, Güesa, Igal, Iza!, Icíz, Güllués y Uscarrés, en las que moran unos mil vecinos saUcencos.
L Naturaleza destacó sobre su suelo con prodigalidad
la gracia del cíelo. Los pinos se desarrollan espontánea*
te, ellos solos se deshechan ei viejo ropaje para irlo sustituyendo con otro cada vez más oscuro. El paisaje mon»
tañes del valle, cen abundantes bosques de fuertes árboles
añosos, y verdes y jugosos prados, tiene el prestigio de
una belleza singular, muy suya; sus panoramas ganan el
ánimo y hacen pensar en la vida de sus pueblos como de
égloga virgiliana.
En las alboradas, muestra el cielo suave palidez de
turquesa, velado por la aérea bruma que flota perezosamente cifíendo a los enhiestos picos. Contrastan los paisajes melancólicos del valle en los días grises de esta montaña, con la pátina de las remotas iglesias de los pueblos
y de los viejos puentes románicos, todavía en pie sobre
los arroyuelos ancestrales. Las frondas perezosas de las
villas dormidas se despiertan temblando al recibir ías caricias del sol, y bajo la luz fulgurante del mediodía se inundan de color y de resplandores. A la proximidad de
la noche plácida, fas laderas verdeantes se tapizan lentamente con negruras de terciopelo. Por les caminos
vecinos retornan a la aldea los leñadores del monte, que
muy de mañana abandonaron su villa. Todo rebosa calma y poesía. El ambiente es de quietud y paz, de senda
limpia y escueta, como la sonada por fray Luis de León
PAMPLONA
V
Plaza de Santo Domingo, llamada también del Mercado, pero que hoy estaría mejor denominada «Bolsa de Abastos», en la que
los aldeanos y los demás vendedores juegan al alza de los precios sobre todos ios comestibles, entre la desesperación de nuestras sufridas amas de casa. —{Foto. Gregorio.)
.,
montañas y cerros, restos de milenarias convulsiones geológicas, rasgaduras hondas de la tierra y de la piedra, ante las que se detiene la imaginación acuciada por lo grandioso.
Los pinos sinuosos y ondulantes, como sí quisieran votar, trazan una interrogación en el aire y abren sus copas
sedientas de luz en lo alto, y algunos, al unir sus frondas,
son como un templete vivo que pintara un friso verde en
en sus églogas. El paisaje ofréndase como poeta eterno
en la égloga de su anochecer. En la noche blanca, el cielo tiene la tonalidad de azucena, y la luna, al enviar a la
tierra su beso de luz, arranca suaves reverberaciones de
piafa a la nieve de los montes.
En los crepúsculos, entre la luz rosada del amanecer
y en los tonos violeta, púrpura y cárdeno del ocaso, lo»
árboles de los bosques del valle, deshaciéndose en su
Vk AVALANCHA
sombra, son como un sortilegio y parecen narrar el secreto de una leyenda.
Dice la historia que los naturales del Valle de Salazar
fueron francos e hidalgos por privilegios de los 'Reyes de
Navarra, confirmados por Felipe II en Madrid en 20 de
mayo del 1566. El escudo de armas del Valle es: en campo de gules un lobo de sable, cebado en cordero de plata.
En tiempos de Teobaldo I tuvieron guerra con los de
ía Aézcoa, mandando el Rey que cesasen en sus querellas, y cuando tuviesen quejas unos de otros, acudiesen
ante el bayle y alcalde del Rey, quienes, con buenos hombres de la tierra, les hiciesen derecho, y que si no quedaban satisfechos reclamasen al Rey, pero sin tomarse la
justicia por su mano; y que si alguno contraviniera, lo
entregasen al mismo Rey bajo la pena de 500 bueyes que
los pagarían los infanzones y labradores de la tierra donde fuese el agresor. <Cartulario 3—folio 189). Esta guerra
tuvo su origen entre (as Abaurreas, pueblos de Aézcoa
y los de Salazar, por el disfrute del término llamado «Zaraoz>, y no habiéndose arreglado, a pesar de la intervención de Teobaldo, éste privó a las dos partes de dicho
término, fundando en él un puebfo llamado Castielnuevo
el año 1237. (Cartulario 3—folio 274.)
Ochagavía es la capital del Valle Salazar. Está situada a 85 kilómetros de Pamplona; tiene unos 1.200 habitantes y se halla emplazada al pie de la carretera de Muskilda, en cuyo cerro se alza la antigua ermita de este
nombre, en medio de un paisaje hermoso y cristalino, des*
de el que se percibe el azul en la fontonanza de los montes nevados. En ella se venera la imagen de tal nombre,
siendo lugar de frecuentes y pintorescas romerías.
En la proximidad,de Ochagavía se unen los ríos Anduña y Zatoya, para formar el Salazar, que en Lumbier
desemboca en el río Irati.
Según la tradición, los habitantes de este Valle tomaron parte en la batalla de Roncesvalles y ganaron allí su
escudo, en el que figura un !obo negro, llevando en la
boca una oveja blanca.
En el fondo del melancólico y silencioso valle, al pie
de las ondulaciones pirenaicas que levantan sus aereas
cumbres coronadas de nieve y de nubes, entre el follaje
oscuro de sus bosques se alzan caseríos de los pueblecitos salacencos. En el confín se ven cresterías borrosas,
tan lontanas, que parece imposible llegar a ellas... Mil y
mil accidentes pintorescos ofrece el territorio del Valle
Salazar, que a la vez que cautivan el ánimo, llaman la
vista como reclamando prioridad en la descripción. En
estas montañas, el alma sólo»stente a la Naturaleza, a
Dios, hacia'el que se alza en una aspiración suprema de
sosiego y de ventura,
..
.
MIGUEL ANCIL.
Navarra por el Sagrado Corazón de Jesús
:•
, : DONATIVOS PARA EL
; ' ; : MONUMENTO DE LERATE
Suma anterior.—5.301 pesetas.
Una suscriptora de LA AVALANCHA, de Pamplona, 50
pesetas; don Juan Artozqui, de Henando, 10; don Antonio Borda, de Sorauren, 2; don Florentino Borda, de Id.,
2; don Marcelino Borda, de Id., 2; don Atanasio Borda,
de Id., 2; doña Marcelina Uriz, de Id., 2; doña Catalina
Olave, de Pamplona, z't don Julio Arteta (mozo de labranza), de Sorauren, 2; don Atanasio Unzu, de Pamplona, 2.—Total: 5.376 pesetas.
Cuantas personas, devotas def Sagrado Corazón, deseen contribuir a la erección de este monumento, pueden
enviar sus donativos al señor Párroco de Lerate <Guesálaz>, a don Juan Lacadena, Pbro., Estafeta, io, 1.0, o en
ía misma casa <tienda> Pamplona.
8
8 PARA «LA AVALANCHA*
MEMORIflS DE UN GUHRDIfl dVIL !
a
a
Anecdotario de una vida ejemplar
|
POR ANDRÉS RUBIO
I
. •POLO
.
o
SEGUNDA
LOS
PARTE
MILICIANOS
.
Otra vez en mi tierra. ¡Bendita tierra charra!...
Después de cinco anos de ausencia besé de nuevo mis
lares nativos, y me pareció que el paisaje y las flores, las
gentes y las aves, me saludaban y sonreían, como amigos
del alma, y mis ojos se posaban en aquellos rincones predilectos por donde discurrieron mis años niños y mi primera mocedad, alegre y venturosa.
No había cambiado nada de las costumbres tradicionales de honradez, trabajo y religiosidad de mi pueblo, donde un austero sentido de la vida presidía las familias y las
actividades de hombres y mujeres, consagrados a sus deberes y quehaceres en cuerpo y alma.
Vivía mi madre, anciana cariñosa y adorable, que me
recibió amorosamente en sus brazos y no se cansaba de
mirarme enternecida y orgullosa de mi presencia y uniforme. Los años la habían envejecido con los cuidados de
la hacienda y la crianza de mis hermanos menores, que
ya eran unos hombres hechos y derechos, dedicados todos a las faenas del campo y de la ganadería, para conservar y aumentar el patrimonio familiar. Ellos también
me recibieron con sinceras manifestaciones de encendido
afecto, y durante los días de permiso que disfruté en el
pueblo y pasaron como un sueño, amigos y parientes no
me dejaron a sol y sombra, obsequiándome a porfía con
atenciones y convites hasta mi marcha a Alba de Tormes,
a donde llegué, con bagaje de burros, en la madrugada
fría y clara del t.° de noviembre de 1867,
í.
Justamente hacía cinco años de mi ingreso en el servicio militar.
La aristocrática villa ducal, enhiesta en fa cumBre
airosa sobre un acantilado del río Tormes, produce a
primera vista la impresión de una gran fortaleza natural y
castrense con su atalaya y su castillo en ruinas, que se
miran en el río, saltarín entre guijas, chopos y sauceras,
y conserva a través de su historia la prestancia de su
rancia nobleza religiosa y señorial, pregonera de la fe y
de la grandeza de España en el Siglo de Oro de sus fas=
tos imperiales.
Destacan sus iglesias y conventos venerables, particularmente el de la Encarnación, allí dicho «el de (as Madres»—sepulcro glorioso de Santa Teresa—que ya conocéis desde pequeños, donde flota con aroma de cielo el
recuerdo de la gran Reformadora en todos sus altares y
estancias y es objeto de. la devoción universal del mundo
católico, como relicario de amor divino y de santidad
ejemplar.
•
.
*•*
Nada más llegar al cuartel hice mi presentación ante el
Jefe de la Comandancia—el inolvidable capitán Mantí»
lia—cuya presencia arrogante y seria, acogedora y benévola, me produjo excelente impresión, y o no debí parecerle mal, puesto que a los pocos días, y después de
un examen minucioso de mi hoja dd servicios y aptitudes oficinescas, me nombró su secretario particular, distinguiéndome desde entonces con su confianza y afecto
casi paternal. ¡Qué hombre era aquel hombre!... Sereno,
animoso, entusiasta y transigente, dentro de la severa
disciplina del Cuerpo, no pasaba por movimiento mal he-
LA AVALANCHA
30;
cho, pero procuraba prevenir antes que amonestar y t\u
tar antes que corregir infracciones del Reglamento.
Estábamos en pleno sarampión revolucionario, y entre
las novedades que decoraban la villa ducal—en su mayor parte de ide=ts y hechos carlistas—descollaban el
Bata fían de milicianos nacionales, compuesto de unos
cincuenta pelagatos, reclutados y sobornados entre la
morralla proletaria por D. Nicanor,—un personaje.de
comedia bufa, liberal exaltado, que ejercía un cargo público con jurisdicción en el partido judicial,—los cuales,
ridiculamente vestidos y anárquicamente armados, constituían la guardia pretoriana de aquel ente, desmirriado
de cuerpo, pobre de espíritu, necio y presumido, y alardeaban de llegar a ser el orgullo y sostén de la república
en ciernes y de la «España con honra», libertada de la
esclavitud ominosa de la Inquisición y de ia reacción—
según decía el pintoresco jefe en su no menos pintorescas arengas a ia tropa de payasos que mandaba.
Pero lo bueno era verles hacer la instrucción. Todo el
mundo lo tomaba a guasa con harta indignación del aguerrido jefe. Reuníanse en la explanada del castillo, donde
la sombra del gran Duque de Alba parecía cernirse como águila caudal sobre aquella cursi parodia de milicia,
fulminándoles y amenazándoles con sus garras, y era como una función de títeres, que los vecinos, alegres y confiados, presenciaban y comentaban con regocijo mordaz
e hilarante rechifla. Es terrible en esto la ironía de la
musa charr3.
Entre los voluntarios contábase un tai Mellado, socarrón de nacimiento, y capaz de reírse solapadamente en
un entierro, al cual no fue posible enseñarle la instrucción militar, a pesar de todas las tretas de los instructores. Pero, D. Nicanor tuvo una idea genial: ocurriósele
atarle a una oreja un higo y a la otra una pasa, y, según
el movimiento de derecha o izquierda, gritábanle los ins^
tructores: «¡Al higo!» y él se iba a la pasa; «¡A la pasa!»
y giraba del lado del higo, hasta que hubieron de dejarle
por imposible y mandarle al pe'otón de los torpes, que
formaba el orfeón del batallón, a falta de banda de cor*
netas y tambores.
Sólo había un cornetín de órdenes, <;ue acompañaba
constantemente a D. Nicanor, a quien aquél ordenaba
los toques de atención y generala, haciéndese renHir honores de mariscal de campo, vestido
a toda hora de uniforme de gala, con entorchado1; y fajín.
Decían malas lenguas que se acostaba con él.
El himno del batallón era una pieza poéiíca y musical,
con aire de habanera, de lo más ramplón y estrafalario
que podéis imaginaros. La letra de este tenor:
ESTRIBILLO
• La España con Bonra
se presta a luchar,
y al grito de ¡guerra!
comienza a marchar.
¡Que tiemblen los carcas! , .
¡Que tiemble la tierra!,
y ¡vivan los héroes
de la libertad!
,
1 a HSTROFA
Eí día 13 de octubre
ia milicia se formó,
y por eso hemos nombrado
de jefe a D. Nicanor.
2. a ESTROFA
Por eso mismo nos sublevamos
y proclamamos la libertad,
porque vivimos expatnades
por un gobierno que no es leal.»
***
Los que temblaban a los pocos días, ante la acometividad de algunas mujeres, valientes y decididas, que se
enfrentaron con ellos, fueren los mismos milicianos y su
guerrido ]zít. Había éste convenido con el comité revo-
lucionario de aquí—a donde diariamente había venido
durante una semana de conferencias y cabildeos para recibir instrucciones—provocar en Alba un levantamiento
de la milicia y del pueblo, y ocurriósele que al revuelo
del desorden podía intentarse un golpe de efecto teatral,
asaltando algún convento y exclaustrando a las monjas
que en ellos vivían consagradas a la oración y la piedad.
La mayor parte eran naturales y parientes de las familias
mas distinguidas de la villa.
Prestóse a la maniobra una sección de carabineros, no
sé sí por inhibición o mandato del gobierno, y un día salieron de su alojamiento caiabineros y milicianos, seguidos de unos cuantos borrachos y desalmados, que nunca
faltan en todas partes, decididos a perpetrar el acto heroico de la Secularización de las órdenes religiosas.
¡Nunca lo hubieran heclic! .. Corrió la noticia como
reguero de pólvora por toda la villa, se tocó a rebato, y
al instante la plazoleta del convento de Santa Teresa
vióse invadida por la casi totalidad de las mujeres de
Alba, aun las de los barrios más pobres, que llaman de
Portugal y de los Perros, decididas a impedir el atropello.
Nada más llegar la tropa a la plaza, encrespóse el con*
curso como oleada de mar embravecida, y al grito de
«¡Que no salen! ¡Que no salen!... ¡Mueran los bandidos!»,
empujaron y arrollaron al batallón de milicianos, quienes
galantemente no se defendieron siquiera, disolviéndose
por las calles adyacentes, en plena derrota, perseguidos
algunos por sus respectivas costillas que los afrentaban
y apaleaban las ídem, llenándoles de improperios; - ¡Amos
tú, borracho, calzonazos, tocar ni a la puerta!... ¡Anda
pa casa!
A D Nicanor lo desnudaron del pomposo uniforme, y,
en calzoncillos, perseguido por una turba de muchachos,
huyó a ocultar su vergüenza, acogiéndose a la primera
casa de amigos que encontró en su desatentada fuga.
La sección de carabineros continuaba en la plaza,
aguantando el chaparrón de denuestos y amenazas, indeciso y encogido el alféreí ame la actitud agresiva del
elemento femenino, que parecía dispuesto a darle una lección de civismo y valentía, y le rodeaban increpándole
y aturdiéndole con el grito unánime: «¡Que no salen!...»
«¡Que no salen!. »
Por último, hubo una rm.'ji'r del pmbio, con arrestos
varoniles, que se enfrentó ccn él, y asiéndole de la per¡*!fa dióle sendos tirones que provocaren una reacción defensiva en algún individuo de la sección. Peto el maltrata*
do jefe se desasió como pudo de aquella furia, vaciló un
memento en su decisión, y af ver que detrás de las mujeres y ocupando estratégicamente todas ¡as bocacalles espiaba gran número de hombres el suceso en actitud amenazadora, rezongó:—«¡Que venga el Gobierno a sacarlas!> y mandando dar media vuelta a la derecha, a paso
ligero, abandonaron el campo de batalla ame la satisfacción y el pitorreo de !a alborotada multitud que, orgullosámente, celebraba su victoria, cerno triunfo de la fe y
de la hidalguía española.
Pero vosotros ditéis:—¿Qué hacía entre tanto la Guardia Civil?—Nosotros no teníames orden de intervenir ni
en pro n¡ en contra, y el capitán acuarteló la fuerza, preparada para evitar cualquier deserden o atropello a la
propiedad o a las personas. Seguramente, de haber tenido
que actuar, lo hubiéramos hecho al lado de las personas
decentes.
,
(Continuará.)
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