41.A.Jurat 19.10 Sentència n1 14 de 23.5.11 Sr

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TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA
DE CATALUÑA
Sala Civil y Penal
ROLLO DE APELACIÓN JURADO núm. 19/10
Procedimiento Jurado núm. 10/09
-Audiencia Provincial de Barcelona -(Oficina del
Jurado).
Causa Jurado núm. 1/07 -Juzgado de Instrucción núm. 4 de Badalona
SENTENCIA
N Ú M. 14
Excmo. Sr. Presidente:
Dª Mª Eugenia Alegret Burgues
Ilmos. Sres. Magistrados:
D. Enric Anglada Fors
Dª Nuria Bassols Muntada
En Barcelona, a 23 de mayo de 2011
Visto por la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña, integrada por los Magistrados al margen expresados, el recurso
de apelación interpuesto por D. SALVADOR C. P. contra la sentencia
dictada en fecha 9 de febrero de 2010 por el Tribunal del Jurado de la
Audiencia Provincial de Barcelona, recaída en el Procedimiento núm. 10/09
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del indicado Tribunal del Jurado, derivado de la Causa de Jurado núm.
1/07 del Juzgado de Instrucción nº 4 de Badalona. El referido apelante ha
sido defendido en el acto de la vista en este Tribunal por la letrada D. Mª
Carmen Palacio Giral
y ha sido representado por la procuradora Dª.
Magdalena Lucan en sustitución de Dª. Mª Teresa Vidal Farré. Han sido
partes apeladas el MINISTERIO FISCAL Y MANUEL C. M., YOLANDA
C. M. Y JORDI C. M., como acusación particular, los cuales han sido
representados por el procurador D. Luís Samarra Gallach.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El día 9 de febrero de 2010, en la causa antes referenciada,
recayó Sentencia cuyos
hechos probados son (sic):
" PRIMERO-. Se declaran como HECHOS PROBADOS conforme al
VEREDICTO DEL JURADO los siguientes:
-1º) Que el día 24 de Febrero del año 2.007, sobre las 13´30 horas, se
hallaba en el domicilio conyugal, sito en Avenida ******** num.**** de la
localidad de ********, el acusado SALVADOR C. P. (mayor de edad, carente de
antecedentes penales y casado desde 1.969 con Mercedes M. QU., de cuyo
matrimonio nacieron y viven 3 hijos, de nombres Manuel, Yolanda y Jordi,
respectivamente nacidos el 16 de septiembre de 1.970, el 16 de junio de 1.973 y
el 29 de enero de 1.977), y como la convivencia se hubiera hecho insostenible
entre los referidos esposos y tuviera la esposa la intención de abandonar el dicho
domicilio conyugal, en el que convivía con el acusado y con su mentado hijo de
nombre Jordi, comenzaron una discusión el acusado y su esposa en la que, éste,
con ánimo de acabar con la vida de la misma o, en todo caso, a sabiendas de la
altas probabilidades que tenía de ocasionarle la muerte con sus actos y
aceptándolo en todo caso, la agredió físicamente, golpeándola y haciéndola caer
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al suelo, poniéndose encima de ella para impedirle la huida y rociándola
seguidamente con un líquido altamente inflamable, tras lo cual le prendió fuego
con un encendedor, lo que provocó que se viera envuelta en llamas su esposa y
que sufriera ésta quemaduras térmicas en el 86% de su cuerpo, que, finalmente,
provocaron su muerte el día 26 de febrero de 2.007 en el Hospital del Vall
d’Hebrón de Barcelona, por distréss respiratorio y fallo multíorgánico secundario a
las quemaduras, sufriendo el acusado, por su parte, quemaduras leves en la
palma, dorso y dedos de su mano izquierda.
-2º) Que la narrada agresión física desplegada por el acusado hacia su
esposa el día 24 de Febrero de 2.007 fue súbita e inopinada, de forma y modo
que ella no lo pudo esperar, prever u ofrecer una defensa eficaz, tirándola al
suelo, colocándose encima de ella para seguir golpeándola y prenderle fuego, sin
que la víctima pudiera hacer nada para salvar su vida mas que pedir auxilio,
impidiéndole la huida del lugar el acusado e impidiendo a su hijo Jordi C. M. que
pudiera acudir en auxilio de su madre.
-3º) Que, cuando el acusado agredió y prendió fuero a su esposa el día 24
de febrero de 2.007, lo hizo con el propósito de causarle un sufrimiento añadido
inhumano, excesivo e innecesario para provocar su muerte.
-4º) Que, durante el matrimonio, MERCEDES M. fue objeto por parte del
acusado de continuas expresiones despectivas, tales como “puta” y “solo vales
para fregar”, así como de otras expresiones intimidatorias tales como “te voy a
matar”, habiéndola golpeado también reiteradas veces durante ese periodo y
habiéndola sometido a continuas vejaciones con la finalidad de causarle un
trastorno en su integridad moral, tales como sustituir el agua de una botella de
las que bebía por aguarrás, despertarla de forma innecesaria por las noches o
esconderle los objetos de valor que tenía.
-5º) Que la víctima, Dª MERCEDES M. QU., era la esposa del acusado.
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Del mismo modo y de conformidad con el veredicto del JURADO, NO ha
resultado probado que, pocas semanas antes del referido día 24 de Febrero de
2.007, el acusado actuara con la intención de provocar en su esposa un temor
grave por su integridad física y que le exhibiera un cuchillo de forma
intimidatòria, provocando en su esposa el efecto descrito, ni que, sobre esas
misma fechas, el acusado, movido por la idéntica intención de atemorizar a su
esposa, le hubiera manifestado, mientras ambos viajaban en el mismo vehículo
en unión de su nieto, que “gracias a que viene el niño, porque si no, estampaba
el coche en cualquier sitio”.
Finalmente y, también de conformidad con el veredicto del JURADO, no se
declara probado que en fecha 24 de febrero de 2.007, presentase un retraso
mental moderado ni que esa hipotética circunstancia, unida a su personalidad
deficientemente evolucionada, conllevase una insuficiente capacidad para valorar
situaciones y conductas y favorece la presencia de conductas de carácter
primitivo e irreflexivo, mermando en suma, de forma muy intensa, sus
capacidades de entender y de querer.”
La sentencia contiene la siguiente parte dispositiva:
“I).- Que, de acuerdo con el veredicto formulado por el JURADO, DEBO
CONDENAR Y CONDENO al acusado SALVADOR C. P. en concepto de autor
criminalmente responsable de un delito de ASESINATO precedentemente
definido, con la concurrencia de la circunstancia agravante de parentesco de art.
23 del C. Penal, a la pena de VEINTICINCO AÑOS DE PRISIÓN, con la
accesoria de INHABILITACIÓN ABSOLUTA durante el mismo periodo, así como
la de prohibición de residir o acudir a la localidad de ******, así como de
comunicarse o acercarse a menos de 1.000 metros de sus tres hijos, Jordi,
Manuel y Yolanda y de su nieto menor de edad por tiempo de DIEZ AÑOS,
procediendo al cumplimiento de la prohibición de forma sucesiva a la de pena de
prisión impuesta.
4
II).- Que, del mismo modo y de conformidad con el Veredicto del JURADO,
debo CONDENAR Y CONDENO al dicho acusado, como autor penalmente
responsable de un delito de malos tratos habituales en el ámbito familiar,
la pena de VEINTIÚN MESES y UN DÍA de PRISIÓN, con la accesoria de
inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena, privación del derecho a la tenencia y porte de armas por tiempo de
DOS AÑOS, SEIS MESES Y UN DÍA y, la prohibición de residir o acudir a la
localidad de Badalona en la que ocurrieron los hechos, así como de comunicarse o
acercarse a menos de 1.000 metros de sus tres hijos, Jordi, Manuel y Yolanda y
de su nieto menor de edad por tiempo de DOS AÑOS, SEIS MESES y UN DÍA,
procediendo al cumplimiento de la prohibición de forma sucesiva a la de pena de
prisión impuesta.
III). Igualmente condeno al dicho acusado a que indemnice a cada uno
de sus hijos de nombre MANUEL y YOLANDA C. M. en la suma de CIENTO
VEINTE MIL EUROS (120.000 euros) y en la de DOSCIENTOS CUARENTA MIL
EUROS (240.000 euros) al hijo de nombre JORDI C. M.; indemnizaciones todas
ellas que, a contar desde la fecha de ésta Resolución y hasta su completo, pago,
devengarán el interés legal prevenido en el art. 576 de la L.E.Civil; condenándole
asimismo a que indemnice por terceras e iguales partes a sus tres señalados hijos
en el importe que se fije en ejecución de sentencia por razón de los daños
materiales habidos en la vivienda familiar; indemnización ésta última que
generará el interés del mentado art. 576 de la L.E.Civil desde la fecha en que
sea judicialmente concretado ese perjuicio.
De la indemnización de DOSCIENTOS CUARENTA MIL EUROS fijada en
favor de JORDI C. M., satisfecha que sea, deberá detraerse y hacerse pago
directo al Estado de la suma de CUARENTA Y SIETE MIL NOVECIENTOS
VEINTITRÉS EUROS CON VEINTE CÉNTIMOS (son 47.923’20 euros).
IV).- Finalmente, le condeno al pago de la mitad de las costas procesales
causadas en ésta Instancia, incluidas las de las Acusaciones Particulares.
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V).- Al propio tiempo y de conformidad con el Veredicto de JURADO, debo
ABSOLVER Y ABSUELVO al mentado acusado por razón de los dos delitos de
amenazas en el Ámbito Familiar del art. 171.4 del C. Penal, por los que
también venía acusado, declarando de oficio la restante mitas de costas
procesales.
VI).- Sírvale de abono al acusado el tiempo de privación de libertad sufrido
con motivo de la presente causa y dése a los efectos intervenidos el destino
legal.”
SEGUNDO.- Contra la anterior resolución, la representación procesal de
D. SALVADOR C. P. interpuso en tiempo y forma el presente recurso de
apelación, que se ha sustanciado en este Tribunal de acuerdo con los
preceptos legales, habiéndose señalado para la vista de la alzada el día 14
de octubre a las 10:30 horas de su mañana, fecha en la que ha tenido
lugar con el resultado que es de ver en la diligencia extendida al efecto
unida a las presentes actuaciones.
Ha actuado como Ponente el Magistrado de esta Sala Ilmo. Sr. D. Enric
Anglada i Fors.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.-
Frente a la sentencia dictada por el Magistrado-
Presidente, el día 9 de febrero de 2010, en el procedimiento de jurado
núm. 10/09, procedente del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Badalona,
se alza la representación procesal del condenado Salvador C. P., a través
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del presente recurso de apelación, en el que, como motivos del mismo,
aduce, textualmente, los seis siguientes: “1º) Al amparo del artículo 846
bis c) ap. e) de la LECr, por vulneración del principio de presunción
de inocencia, ya que la condena por ASESINATO carece de toda base
razonable, por la ausencia de prueba de cargo suficiente acerca de que la
muerte se derivara de una acción dolosa o culposa desplegada por el
condenado; 2º) Al amparo del artículo 846 bis c) ap. e) de la LECr, por
vulneración del principio de presunción de inocencia, concretamente
en relación con la concurrencia de la circunstancia agravante primera del
artículo 139 CP (ALEVOSÍA); 3º) Al amparo del artículo 846 bis c) ap. e)
de la LECr, por vulneración del principio de presunción de
inocencia, concretamente en relación con la concurrencia de la
circunstancia agravante tercera del artículo 139 del Código Penal
(ENSAÑAMIENTO); 4º) Al amparo del artículo 846 bis c) ap. b) de la LECr,
por infracción de precepto legal en la calificación jurídica de los hechos
como asesinato, siendo que en el caso examinado son constitutivos de un
delito de omisión del deber de socorro, del artículo 195 del CP; 5º) Al
amparo del artículo 846 bis c) ap. e) de la LECr, por vulneración del
principio de presunción de inocencia, ya que la condena por el delito
de MALOS TRATOS HABITUALES carece de toda base razonable, por la
ausencia de prueba de cargo suficiente acerca de la realidad de los malos
tratos habituales; y 6º) Al amparo del artículo 846 bis c) ap. b) de la LECr,
por infracción de precepto legal en la calificación jurídica de los
hechos, en relación con la concurrencia de la circunstancia modificativa de
la responsabilidad criminal, como consecuencia de la demencia que le
afecta, con infracción de los artículos 21.1 en relación al 20.1, del Código
Penal”.
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SEGUNDO.- 1. Planteada así la presente apelación, es de señalar,
con carácter previo, como nos recuerda, entre otras, la S TS, Sala 2ª,
225/2000, de 21 de febrero, que: “el recurso de apelación ante los
Tribunales Superiores de Justicia tiene las características, no
obstante su denominación, de un verdadero recurso de casación,
cuyas normas le son aplicables…”.
2. Dicho esto, es de indicar, asimismo, que el enfoque que la
dirección letrada del recurrente da a los motivos formulados, así como a
sus pretensiones revisoras, chocan con la naturaleza del concreto recurso
que inhabilita a este Tribunal para efectuar comprobaciones fuera de lugar
y contrarias a la garantía de la inmediación impuesta por el art. 117-3 C.E.
y 741 LECrm. Ni la concreta Sala Penal del TSJ, como órgano de
apelación, ni el Tribunal Supremo, como órgano de casación, no pueden
proceder a revisar la valoración de la prueba, en la que la percepción
directa es atribución exclusiva y excluyente del órgano jurisdiccional de
instancia, en concreto las pruebas testificales, periciales, inspecciones
oculares y declaraciones de los acusados, debiendo limitarse la Sala, tal
como especifica la reciente sentencia del Tribunal Supremo, Sala 2ª,
813/2008, de 12 de diciembre, a:
“a) la comprobación de que en verdad se practicaron esas pruebas, que ha de
expresar la sentencia recurrida en su propio texto, con el contenido de cargo que,
para condenar, se les atribuyó, para lo cual han de examinarse las actuaciones
correspondientes (prueba existente).
b) la comprobación de que esta prueba de cargo fue obtenida y aportada al
proceso con observancia de las correspondientes normas constitucionales y
legales (prueba lícita).
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c) la comprobación de que tal prueba de cargo, existente y lícita, ha de
considerarse bastante como justificación de la condena que se recurre (prueba
suficiente).
d) la comprobación de que la convicción obtenida por el tribunal en base a las
pruebas existentes, lícitas y suficientes, fue consecuencia de una ponderación
acorde con las leyes de la lógica y las pautas de la experiencia (prueba
razonablemente valorada)”.
“Sobre esa base -sigue diciendo la citada sentencia del TS de 12-12-2008- el
control casacional (y el que debe realizar el Tribunal de apelación) sólo puede
abarcar a los hechos objetivos integrantes del injusto típico que se le atribuye a la
acusada y el acreditamiento de la autoría o participación en ese hecho, quedando
fuera de este control los aspectos subjetivos, relativos a los propósitos,
intenciones y demás contenidos de conciencia poco aptos para acreditarlos con
prueba objetiva. Estos aspectos quedan diferidos usualmente (salvo causa de
reconocimiento o confesión del autor) a su acreditamiento inferencial efectuado
en la fundamentación jurídica, aunque luego se trasladen las conclusiones
valorativas al factum”.
3. En el caso de autos, en que, como apunta la dirección letrada del
recurrente en varios motivos de su apelación, la prueba habida es de
naturaleza indirecta o circunstancial (prueba de indicios y testimonios de
referencia), es de reseñar que, a diferencia de lo aducido por aquélla, que
basa su pretensión revocatoria en la inexistencia de prueba de cargo y en
la infracción de la normativa aplicable al caso en función de los hechos
declarados acreditados por el Tribunal de Jurado, existe material
probatorio suficiente para desvirtuar el principio de presunción de
inocencia respecto del condenado, tanto respecto del delito de asesinato,
como del de malos tratos en el ámbito familiar, el cual ha sido valorado
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correctamente por los miembros del Jurado y recogido y plasmado con
sumo acierto por el Magistrado-Presidente en la resolución aquí apelada.
Al respecto, es de destacar la doctrina de la Sala 2ª del Tribunal
Supremo, que de forma insistente e invariablemente sostenida, en
sintonía con la del Tribunal Constitucional, asevera que el hecho delictivo
puede perfectamente acreditarse a través de la prueba de indicios. Así: "la
prueba indiciaria, circunstancial o indirecta es suficiente para justificar la
participación en el hecho punible, siempre que reúna unos determinados
requisitos, que esta Sala, recogiendo principios interpretativos del Tribunal
Constitucional, ha repetido hasta la saciedad. Tales exigencias se pueden
concretar en las siguientes:
1) De carácter formal: a) que en la sentencia se expresen cuáles son los
hechos base o indicios que se estimen plenamente acreditados y que van a servir
de fundamento a la deducción o inferencia; b) que la sentencia haya explicitado
el razonamiento a través del cual, partiendo de los indicios se ha llegado a la
convicción del acaecimiento del hecho punible y la participación en el mismo del
acusado, explicitación, que aún cuando pueda ser sucinta o escueta, se hace
imprescindible en el caso de prueba indiciaria, precisamente para posibilitar el
control casacional de la racionalidad de la inferencia.
2) Desde el punto de vista material es preciso cumplir unos requisitos que se
refieren tanto a los indicios en sí mismos, como a la deducción o inferencia.
Respecto a los indicios es necesario:
a) que estén plenamente acreditados.
b) de naturaleza inequívocamente acusatoria.
c) que sean plurales o siendo único que posea una singular potencia
acreditativa.
d) que sean concomitantes el hecho que se trate de probar.
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e) que estén interrelacionados, cuando sean varios, de modo que se refuercen
entre sí.
En cuanto a la deducción o inferencia es preciso:
a) que sea razonable, es decir, que no solamente no sea arbitraria, absurda e
infundada, sino que responda plenamente a las reglas de la lógica y la
experiencia.
b) que de los hechos base acreditados fluya, como conclusión natural, el dato
precisado de acreditar, existiendo entre ambos un "enlace preciso y directo según
las reglas del criterio humano". (SS. TS, Sala 2ª de 19 de junio y 12 de
diciembre de 2008, por destacar sólo algunas).
Asimismo y como resumen de la doctrina mantenida en tal particular
por esta Sala, es de remarcar las sentencias del TSJC 1/2007, de 4 de
enero, 15/2007, de 13 de julio, 27/2007, de 21 de diciembre, 32/2008, de
4 de diciembre y 7/2009, de 19 de marzo, en las que ya se declaró que
dicho análisis “… no puede implicar una nueva valoración de la prueba, sino un
control de la interpretación de los resultados probatorios, lo que a la postre se
resuelve: a) en la apreciación de la existencia o no de una verdadera actividad
probatoria, con observancia de las normas constitucionales y legales que regulan
la admisibilidad y licitud de cada uno de los medios de prueba y su práctica; b) en
la determinación de que los medios de prueba que se practicaron fueron
realmente de cargo para el acusado, y c) en la revisión de la estructura racional
del juicio sobre la prueba, es decir, en lo que respecta a la observación por parte
del Tribunal de las reglas de la lógica, de los principios de la experiencia y de los
conocimientos científicos…”, y cuando se trata de prueba indiciaria el control
de esta alzada sólo permite, cual antes se ha apuntado: a) cuestionar la
propia consideración como indicio del hecho que carezca de esta condición
pero no autoriza a revisar la declaración del Jurado que declare unos
hechos probados (SS. TS, Sala 2ª, de 23 de mayo de 2001 y de 23 de
11
abril de 2003); y b) la “racionalidad de la inferencia” conforme a las reglas
de la lógica y proscripción de la arbitrariedad, siendo descartable como
prueba indiciaria enervadora de la presunción de inocencia cuando tal
inferencia sea ilógica o quepa una pluralidad de conclusiones alternativas
que ninguna de ellas pueda darse por probada (SS. TC. 189/1998, de 28
de septiembre, 44/2000, de 14 de febrero y 155/2002, de 22 de julio, así
como la Sentencia del TSJC de 16 de junio de 2008). En este punto, sobre
la credibilidad o verosimilitud de los testigos ha de recordarse que queda
fuera del ámbito de esta apelación la verificación de su credibilidad, ya que
ésta no es revisable en segunda instancia (SS. TS, Sala 2ª, de 9 de junio
de 2005 y de 24 de marzo de 2006).
4. En definitiva, ha de concluirse que el juicio lógico sobre la
suficiencia de la prueba que concurre para enervar la presunción de
inocencia es plenamente adecuado y conforma un juicio recto y ecuánime,
dado que en el supuesto que ahora nos ocupa en absoluto se ha procedido
a una valoración arbitraria ni infundada de aquélla, lo que determina que
no sea posible enmendar el criterio del Jurado, puesto que en lo
concerniente a la valoración de la prueba, dado el carácter semi
extraordinario del presente recurso -como se ha dejado constancia al
principio de la presente-, no permite una nueva apreciación de la misma,
que forzosamente habría de referirse a la documentada por el Tribunal “a
quo” con merma del principio de inmediación, sino sólo el control de la
interpretación de los resultados probatorios, lo que a la postre se resuelve
en el examen de la licitud de la prueba, en el de su utilidad para acreditar
la participación del acusado (prueba de cargo) y, en fin, en la revisión de
la estructura racional del juicio de valoración de la prueba, al que ya se ha
hecho mención asimismo con anterioridad.
12
5. Por ello, deviniendo irrevisable en esta alzada la credibilidad del
contenido emergente de las pruebas practicadas ante el Tribunal de
Jurado, puesto que su apreciación es de la competencia exclusiva del
mismo, en virtud del trascendental principio de inmediación, sin que pueda
revisarse en apelación, “salvo casos excepcionales en los que se aporten datos
o elementos de hecho no tenidos en cuenta por aquél Tribunal que puedan poner
de relieve una valoración arbitraria” (SS. TSJC, de 4 octubre de 2001, 28 de
febrero, 30 de mayo y 22 de diciembre de 2005, 13 de noviembre de
2006, 7 de abril, 16 de junio y 7 de julio de 2008 y 19 de marzo de 2009,
y SS. TS. Sala 2ª, 1564/2002 de 7 de octubre, 1647/2002, de 14 de
octubre, 288/2003, de 28 de febrero, 894/2005, de 7 de julio y 813/2008,
de 12 de diciembre), lo que no ha acontecido en el presente caso, pues,
aunque el condenado ha mantenido desde el primer momento la misma
versión exculpatoria -que el líquido inflamable que se volcó encima de su
esposa y que le ocasionó el fallecimiento dos días después, se debió a un
accidente fortuito, al prenderse éste por la llama de uno de los fogones de
la
cocina-,
existe
prueba
de
cargo
suficiente
para
declarar
la
responsabilidad del ahora recurrente como autor de los ilícitos penales por
los que ha sido condenado, toda vez que, de una parte, los indicios
acogidos por el Jurado, como luego expondremos con detalle, resultan
plenamente
acreditados,
tienen
clara
naturaleza
acusatoria,
son
concomitantes, plurales e interrelacionados entre sí, y de los mismos se
infiere de forma razonable, partiendo de las reglas de la lógica, el sentido
común y la experiencia, la culpabilidad de Salvador C. P., tanto respecto
del ilícito penal de asesinato como del de maltrato habitual en el ámbito
doméstico, y, de otra, que nuestra Ley adjetiva admite como medio
probatorio -salvo que venga expresamente excluido (como acontece en el
13
supuesto contemplado en el artículo 813 LECr)-, el denominado testigo de
referencia, siempre que se exprese la razón de su decir y se identifique la
fuente concreta de donde deriva, indicando al respecto el artículo 710
LECr que “precisarán el origen de la noticia, designando con su nombre y
apellido, o con las señas con que fuere conocida, a la persona que se la
hubiere comunicado”.
La doctrina jurisprudencial integradora de dicho precepto, refiere
que: “Sólo se puede utilizar con virtualidad el testimonio de referencia cuando
no es posible la práctica de la prueba testifical directa, salvo en el caso de
prueba sumarial anticipada o de imposibilidad material de la comparecencia del
testigo presencial al juicio oral” (SS TS, Sala 2ª, 1559/98, de 2 de diciembre,
852/2000, de 19 de septiembre y 1035/2001, de 4 de junio, entre otras),
y añade nuestro Tribunal Constitucional, que: “El testigo de referencia ha de
quedar limitado a aquellas situaciones excepcionales, de imposibilidad real y
efectiva de obtener la declaración del testigo directo y principal, es decir,
en los que el testigo haya fallecido (como acontece en el supuesto de autos)
o se encuentre en ignorado paradero -imposible citar al testigo directoy cuando la citación del testigo resulta extraordinariamente dificultoso”
(S TC 263/2005, de 24 de octubre).
En este sentido se ha pronunciado también la Cour Européenne
des Droits de l’Homme (Tribunal Europeo de Derechos Humanos), al
integrar jurisprudencialmente los derechos contenidos en el artículo 6
del Convenio, siendo un fiel exponente la sentencia recaída en el affaire
ARTNER de 28 de agosto de 1992, que expresa que “cuando se hace
imposible la comparecencia de un testigo, el tribunal, sin perjuicio de los
derechos de la defensa, puede tonar en consideración las declaraciones
vertidas ante la policía y el Juez instructor de la causa, más aún si le parece
que han sido corroborados por otros elementos en su poder”. En idéntico
sentido se pronuncian las sentencias del TEDH ISGRÓ C/. ITALIA, de
14
19 de febrero de 1991 y affaire SAÏDI de 20 de septiembre de 1993,
como también el affaire OSUNA c/. ESPAGNE, en el que recayó
sentencia del TEDH de 28 de junio de 1995, en la que tras examinar la
demanda del ciudadano español, Jerónimo Osuna Sánchez contra el
Reino de España, la Comisión concluye indicando “que las declaraciones
de las señoras R.E.S y A.R.M. vertidas en la fase sumarial no eran sino un
testimonio entre otros y no el único elemento probatorio de que disponía el
tribunal” (al igual que acontece en los affaires ARTNER y SAÏDI). “En
efecto, para los tribunales penales españoles que conocieron de la causa los
testimonios en cuestión fueron corroborados por otros medios de prueba”. “En
estas circunstancias, la Comisión no percibe, habida cuenta del conjunto del
procedimiento, ninguna apariencia de violación del apartado 1 en relación con
el apartado 3 d) del artículo 6 del Convenio”. “Por tanto, la demanda ha de
desestimarse por carecer manifiestamente de fundamento, conforme al
artículo 27.2 del Convenio”.
El TEDH también ha subrayado y remarcado, en sus resoluciones,
las garantías específicas del proceso penal, contempladas en el artículo 6
del Convenio de constante alusión, y en concreto, por lo que aquí interesa,
al derecho a interrogar a los testigos (Art. 6.3. d. CEDH), y en tal
sentido el referido Tribunal europeo ha avalado la posibilidad de que
existan testimonios anónimos, e incluso ha admitido que éstos sustenten
por sí solos una condena, siempre y cuando concurran razones justificadas
y excepcionales (Sentencias TEDH, affaire DOORSON c/. PAÍSES
BAJOS, de 26 de marzo de 1996, y affaire VISSER c/. PAÍSES BAJOS,
de 14 de febrero de 2002).
En definitiva, los testigos de referencia son perfectamente
admisibles y su testimonio debe agregarse a lo visto por el resto de los
testigos en cuanto a alguno de los elementos o circunstancias fácticas
propias del caso. Y si bien es cierto que el procedimiento con Tribunal de
15
Jurado, instaura unas especialidades probatorias en el artículo 46 LOTJ,
no puede obviarse, ni ignorarse, que la doctrina jurisprudencial ha
realizado una interpretación laxa del precepto cuando se trata de
supuestos excepcionales. En tal sentido se pronuncia la Sala 2ª del
Tribunal Supremo (ad exemplum, Sentencia 132/2004, de 4 de febrero)
Pues bien, sentado lo anterior, hay que constatar que los testigos de
referencia cobran, en supuestos excepcionales, una especial importancia.
Pero es más, tal como se desprende de la jurisprudencia de la Sala 2ª del
Tribunal Supremo, se trata, propiamente, de testigos mixtos o de doble
naturaleza, ya que tienen la consideración de indirectos cuando se refieren
a hechos que no presenciaron personalmente, y gozan el calificativo de
directos respecto de otros hechos en los que han tenido alguna
intervención personal.
En tal particular es de reseñar, por su detallado y pormenorizado
estudio del tema, la S TS, Sala 2ª, 1825/2001, de 16 de octubre, en la
que, tras expresar la realidad de una primeras vacilaciones interpretativas
por parte de la jurisprudencia por lo que se refiere al contenido del artículo
46.5, párrafo final, de la LOTJ, precisa que en los últimos tiempos le ha
seguido una interpretación teleológica y sistemática, ciñendo el alcance
del precepto a sus justos límites. Y añade dicha resolución:
“Es probable que la razón de esta anómala previsión legal tenga su causa, en
la incumplida disposición final cuarta de la Ley Orgánica 5/1995 del Tribunal del
Jurado que establecía: «En el plazo de un año, desde la aprobación de la presente
Ley, el Gobierno enviará a las Cortes Generales, un proyecto de ley de
modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, generalizando los criterios
procesales instaurados en esta Ley y en el que se establezca un procedimiento
fundado en los principios acusatorios y de contradicción entre las partes...». Tal
«desiderátum» no se ha cumplido, lo que nos obliga, partiendo de una
16
interpretación
objetiva
del
texto
legal
(«voluntas
legis»)
a
integrarlo
armónicamente en nuestro sistema procesal.
No podemos interpretar la expresión antes mencionada de tal suerte que nos
conduzca al absurdo”.
Esta misma sentencia de la Sala 2ª del TS, de 16 de octubre de
2001, sigue indicando, al tratar sobre la validez de la declaración de los
dos policías que intervinieron en el atestado y tomaron declaración a…,
que:
“El impugnante sostiene persistentemente que nos hallamos ante testigos de
referencia a los que alude el art. 710 de la LECr.
Demuestra conocer la doctrina jurisprudencial, que refiere sobre los supuestos
en que procede y es oportuna la comparecencia a juicio de un testigo de
referencia y por tal cauce trata de sus declaraciones.
Nadie pone en duda que, el valor y significado de la prueba testifical de
referencia como prueba complementaria que es, se halla subordinada a la
posibilidad de prueba directa, quedando reservada su utilización a los supuestos
excepcionales de imposibilidad efectiva y real de disponer de la declaración
directa del testigo principal.
Esta Sala ha considerado como situaciones justificativas de la intervención de
testigos de referencia:
a) Fallecimiento del testigo directo.
b) Hallarse en paradero desconocido, después de gestiones policiales de
localización infructuosas, fallida su citación en forma legal.
c) Testigo extranjero, después de su citación, sin éxito, por vía del auxilio
procesal internacional.
Ninguna de estas situaciones se da ni otras semejantes, lo que nos está
indicando que los Policías no actuaron, ni son testigos de referencia, sino
directos de otros aspectos fácticos que la acusación trataba de probar.
17
Hallándose presente el testigo directo, los hechos integrantes del delito
presenciados por él, no pueden ser rememorados o reproducidos en juicio, por
quien no los presenció.
Los policías fueron testigos directos de lo declarado por… De ello dieron
cumplida cuenta.
Sus declaraciones han tenido un alcance semejante al que pueden tener las
probanzas que el Tribunal tiene la posibilidad de introducir en el plenario,
enderezadas al acreditamiento de circunstancias que puedan influir en el valor
probatorio de la declaración de un testigo (art. 729-3 LECr).
Con ese limitado alcance sus declaraciones pueden producir y producen los
efectos probatorios procedentes. De todas formas el propio testigo Iván, en el
plenario reconoció haber realizado ante los policías la declaración incriminatoria,
que señalaba al inculpado como autor del crimen (folios 61 y 62 del Tomo II de la
Audiencia Provincial). En el folio 93, vuelto, confirma que ninguna presión fue
ejercida sobre él para que depusiera en los términos en que lo hizo.
La censura formulada tampoco puede prosperar”.
6. Sentado lo precedente y haciendo aplicación del contexto
normativo-jurisprudencial expuesto al caso aquí enjuiciado, es de reseñar
que los componentes del Jurado atendieron como elementos de convicción
para considerar probado que Salvador C. P. causó la muerte de su esposa
Mercedes M. QU., rociándola con un líquido inflamable y prendiéndole
seguidamente fuego, a las declaraciones efectuadas por la vecina de la
víctima, Sandra Prieto Posada, quien manifestó haber visto salir al marido
de la Sra. M. , diciéndole “Ya lo he hecho”, percibiendo inmediatamente
después a la víctima que estaba quemada entera y que pedía ayuda; a la
declaración realizada por el yerno de otra vecina del mismo inmueble,
18
José S.C., quien al oír ruidos y gritos salió a la escalera para auxiliar a la
víctima, en cuyo momento le comentó “que su marido le había quemado y
que llamase a su hija”; a las declaraciones coincidentes de dos agentes de
los Mossos d’Esquadra, los núms. **** y *****, quienes explicaron que
al llegar al lugar de los hechos, vieron a la víctima en un rincón totalmente
quemada, pero consciente, refiriéndoles ésta, que “su marido le había
rociado un líquido y la había quemado, que la había tirado al suelo, no le había
dejado salir del piso y que a empujones le metía en la cocina”. A ello, los
miembros del Tribunal de Jurado añaden para llegar a dicha conclusión de
culpabilidad por unanimidad, que otros dos agentes de los Mossos
d’Esquadra, cuando encontraron escondido al acusado y procedieron a
detenerle, éste les preguntó “si la había matado”, y que los médicos
forenses Dres. Araceli Tarín y Josep Castellà, en la pericial de autopsia
practicada y en las declaraciones en el plenario, revelaron que “las lesiones
sufridas por la víctima no son compatibles con un accidente doméstico”, “la
hipótesis más compatible con las lesiones verificadas es la de haberse vertido
algún líquido por la espalda y se prendió fuego; la extensión por todo el cuerpo
en un accidente, es prácticamente imposible”.
El Magistrado-Presidente, complementando en su sentencia la
motivación del Jurado, acorde con lo estatuido en el artículo 70.2 LOTJ,
concreta la existencia de prueba de cargo suficiente contra el acusado
Salvador C. P. como autor de la muerte de su esposa, y así tras analizar
detenidamente las testificales de los referidos vecinos del inmueble, como
la de los Mossos d’Esquadra intervinientes y sus específicas declaraciones
en el plenario, explicitando de forma más detallada dichos medios de
probanza, al recoger algunos datos no tenidos en cuenta por el Jurado,
tales como que la víctima, cuando ya tenía todo el cuerpo quemado,
además de decirle al testigo José S.C. que “mi marido me ha quemado”, “le
dio el número de teléfono de su hija para que la llamase”, lo que evidencia su
19
estado de consciencia y lucidez aún en aquél momento, como también que
los médicos forenses concluyeron que “la víctima estaba quemada en un 86%
de su cuerpo … añadiendo que tuvo que haber un líquido acelerante y el contacto
con una llama”, para seguir explicando a continuación “que ese tipo y
extensión corporal de las quemaduras no era compatible con un accidente
doméstico y que la hipótesis más razonable es que a esa persona se le rociara de
líquido inflamable y se le prendiera fuego”. Pero es que además de los
recogidos por los componentes del Jurado, existen otros importantes
indicios que también coadyuvan a reputar probado este hecho -primero-,
como pone de relieve y destaca el Magistrado-Presidente en la sentencia
impugnada, como son:
-
“La declaración del testigo JORDI C. M. -hijo del acusado y de la víctimapues ilustra el mismo convincentemente sobre el inicio y desarrollo del
hecho, afirmando que estaba en la casa y que ese día sus padres
empezaron a discutir cuando hablaron de que se iban a separar (extremo
éste reconocido por el propio acusado), oyendo gritos de su madre, que se
acercó y vio a su padre agrediendo a ésta en el suelo, golpeándole la
cabeza con el armario y precisando que él estaba encima de ella. Añadió el
testigo que su madre le pidió que llamara s u hermana y que así lo hizo y
que, aunque no vio cómo se prendía fuego, al salir al rellano, vio a su
madre ardiendo y como su padre le daba patadas en el estómago, sin que
el mismo hiciera nada para apagar el fuego e impidiendo que el testigo
ayudara a su madre, diciéndole “déjala”, al tiempo que su padre impedía
que su madre se pudiera mover”.
-
“La declaración testifical de YOLANDA C. M. -hija del acusado y de la
víctima-,…, si bien no presenció el hecho probado…, si corrobora
indirectamente el mismo, al afirmar que estuvo con su novio en la casa esa
mañana, antes de los hechos, para retirar enseres de su madre, ya que se
iban a separar, y que habló con su padre, insistiéndole éste en que se
llevasen sus herramientas, añadiendo la testigo que esto le extraño mucho
20
porque para su padre sus herramientas eran algo muy importante (no
puede olvidarse que era precisamente el padre quien quedaba morando en
la vivienda familiar); añadiendo la testigo que en el curso de la
conversación el acusado le dio 50 euros a su nieto -hijo de la testigo- y le
dijo que “era la última vez que vería a su abuelo”; expresión
indiciariamente sugeridora del propósito que anidaba en el acusado de
acabar con la vida de su esposa”.
-
“La también declaración testifical de ENRIQUE CARLOS R. R. -que en
aquella época era el novio de la mentada YOLANDA- y que, aunque
tampoco presenció los hechos, si declaró en términos coincidentes con ésta
última, relatando ese episodio de ofrecimiento de los 50 euros al nieto y el
ofrecimiento de que se llevaran las herramientas, añadiendo que detectó en
el acusado una actitud chulesca, pasota y agresiva, hasta el punto de que
relata el testigo de que, al salir de la vivienda, le dijo el mismo a Yolanda
que creía que su padre iba a agredir a su madre”.
-
“ El calendario obrante en la causa y correspondiente a ese mes de febrero,
en cuyo día 24 figura la mención manuscrita de la palabra “FIN”, que el
acusado reconoce haber puesto y que es igualmente indicador de que el
mismo tenía el designio de acabar con la vida de su esposa ese día, como
en efecto lo hizo. En este punto se ha de resaltar que la explicación ofrecida
por el acusado para explicar ese extremo no se sostiene. En efecto,
sostiene el mismo que lo escribió porque por fin iba a cobrar la pensión de
jubilación, más ello no es razonable porque la pensión le había sido con
fecha de efectos de prestación del día 2 de ese mes, como consta
documentalmente al folio 238 de la causa…”.
En definitiva, existen una serie de datos objetivos, que han sido
perfectamente corroborados por distintos medios probatorios, aunque sea
a través de prueba indirecta o circunstancial, ya que, en efecto, concurren
varios indicios, éstos resultan concomitantes con los hechos y además se
21
hallan perfectamente interrelacionados; sin que tampoco pueda obviarse
al respecto, la clara e inequívoca declaración de los testigos de referencia
que depusieron en el juicio oral, pues se trata de varias personas a
quienes la propia víctima, cuando aún estaba totalmente consciente y
lúcida, les explicó lo que había sucedido en el interior de la vivienda -que
su marido le había rociado con un líquido y la había quemado-, tal como
antes se ha indicado.
7. En consecuencia, todos los elementos examinados permiten
afirmar que el inculpado Salvador C. P., tal como se recoge en la
proposición 1ª del objeto del veredicto, declarada probada por
unanimidad, “… con ánimo de acabar la vida de su esposa… la agredió
físicamente, golpeándola y haciéndola caer al suelo, poniéndose encima de ella…
y rociándola seguidamente con un líquido altamente inflamable, tras lo cual le
prendió fuego con un encendedor, lo que provocó que se viera envuelta en llamas
su esposa y que sufriera ésta quemaduras térmicas en el 86% de su cuerpo, que,
finalmente provocaron su muerte el día 26 de febrero de 2007 en el Hospital del
Vall d’Hebrón de Barcelona, por distréss respiratorio y fallo multiorgánico
secundario a las quemaduras, sufriendo el acusado, por su parte, quemaduras
leves en la palma, dorso y dedos de su mano izquierda”.
La versión del acusado de que mientras discutían él y su esposa en
la cocina se derramó accidentalmente un bote con un líquido inflamable
que él había traído allí con la finalidad de desengrasar el extractor, cuando
había un cazo calentándose en los fogones, lo que hizo que prendiera en
la bata acrílica que llevaba puesta su mujer y que él, al ver las llamas,
intentó con sus manos arrancarle la bata, quemándose la palma y dorso
de la mano izquierda y los dedos de la mano derecha, resulta realmente
inverosímil y sorprendente, cuando, como ya antes se ha dicho, los
22
médicos forenses descartan la viabilidad de un accidente doméstico, dado
que, según afirman, la extensión por todo el cuerpo en un accidente es
prácticamente imposible, de suerte que las lesiones sufridas son
compatibles con la hipótesis de que la víctima fuera rociada o se le hubiere
vertido un líquido acelerante por la espalda y se le hubiese prendido
fuego. Por otra parte, el hecho de que el bote que contenía el disolvente
de pintura, estuviere vacío y ahumado por dentro, no avala la tesis
mantenida por el acusado, máxime cuando el mismo fue hallado en la
propia cocina, y no es un líquido apropiado que se utilice como elemento
de limpieza, sin poder obviar, a mayor abundamiento, que su profesión es
la de mecánico y que, según declaraciones de los hijos, nunca hacía en
casa tareas de limpieza. Y en cuanto a las quemaduras superficiales de 2º
grado que presentaba éste en las manos, a tenor de la declaración de las
Dras. del Departament de Justícia María Machare Alberni y Elena Millán
Aguilar, resultan compatibles con los empujones que propinaba a su
esposa para impedirle que saliera de la vivienda mientras ésta se hallaba
prendida en llamas, y en absoluto para auxiliarla, dado que, en tal caso,
las lesiones o quemaduras padecidas por él hubieran sido, a lo más
seguro, más extensas y esencialmente distintas.
Corolario de lo expuesto, es indudable que el Jurado y el MagistradoPresidente contaron para desvirtuar el derecho a la presunción de
inocencia con suficiente material probatorio de naturaleza incriminatoria
contra la persona del acusado Salvador C. P. para declararle autor de la
muerte de su esposa Mercedes M. QU. derivada de una acción dolosa por
él desplegada, lo que comporta, porVISTOS, los preceptos legales citados
y demás de aplicación.
23
TERCERO.- 1. Igual suerte desestimatoria debe correr el segundo y
el tercer motivo de la apelación interpuesta, sustentados asimismo en la
vulneración del principio de presunción de inocencia, con fundamento en la
inexistencia o no concurrencia de las dos circunstancias agravantes
apreciadas -alevosía y ensañamiento-, que transmutan el homicidio en
asesinato, pues, cual ya se ha apuntado con anterioridad, por mucho que
el recurrente quiera incidir en la existencia de algunas contradicciones en
las declaraciones de los testigos, respecto de las que no puede más que
remarcarse, que, aparte de ser realmente nimias e intrascendentes, no
privan de verosimilitud y de credibilidad a todo el material probatorio
practicado en el juicio oral y analizado con absoluta coherencia y detalle,
tanto por los miembros del Jurado, como por el Magistrado-Presidente en
su sentencia.
2. Dicho lo anterior y entrando de lleno en la cuestionada
concurrencia de la circunstancia agravante de alevosía -Art. 139,1. CP-,
sobre la base de que el acusado estaba legitimado para permanecer en la
vivienda, de que marido y mujer estuvieron discutiendo durante un buen
rato en la cocina y de que la víctima no se encontraba en un estado de
indefensión, ya que no se encontraba sola en casa, dado que en la misma
estaba también el hijo de ambos Jordi, es de remarcar que tales
argumentos no eliminan la posibilidad del actuar alevoso por parte del
acusado, quien, aunque ciertamente éste estaba junto a su esposa en la
vivienda común y discutiendo, al parecer, por el hecho de hallarse en
trámites de separación conyugal, lo cierto es que en un momento dado y
en el curso de la discusión verbal, de forma totalmente repentina e
24
inesperada, el esposo empezó a agredir a su mujer, a la vez que le
rociaba por la espalda con un líquido altamente inflamable y le prendía
fuego.
Así lo declararon probado por unanimidad los componentes del
Tribunal de Jurado, al contestar a la pregunta 7ª del objeto del veredicto,
la cual reza textualmente: “Que la agresión física desplegada por el acusado
hacia su esposa el día 24 de Febrero de 2007 fue súbita e inopinada, de forma y
modo que ella no lo pudo esperar, prever u ofrecer una defensa eficaz, tirándola
al suelo, colocándose encima de ella para seguir golpeándola y prenderle fuego,
sin que la víctima pudiera hacer nada para salvar su vida más que pedir auxilio,
impidiéndole la huida del lugar el acusado e impidiendo a su hijo Jordi C. M. que
pudiera acudir en auxilio de su madre”, expresando el Jurado en este punto,
como elementos de convicción, los siguientes:
•
“El Sr. JORDI C. M. afirma que su madre chilló y al asomarse vio a
su padre golpeándola en el suelo y al acercarse vio como daba
golpes en la cabeza contra el suelo y el armario, él estaba encima
de ella. Su madre ardía mientras su padre le daba patadas en el
estómago, en el rellano”.
•
“El AGENTE DEL CUERPO MM.SS Nº ***** declara que la mujer,
consciente, les relató que su marido le había tirado un líquido y le
había prendido fuego”.
•
“Los DRS. ARACELI TARÍN Y JOSEP CASTELLÀ confirman que la
víctima mostraba dos contusiones en zona parietal y frontal de la
cabeza. Que las lesiones no son compatibles con un accidente
doméstico y que sí son compatibles con la hipótesis de que fuera
rociada con un acelerante y se le hubiese prendido fuego”.
Como afirma certeramente el Magistrado-Presidente en la sentencia
recurrida, las declaraciones del plenario ponen de relieve que hay prueba
25
más que suficiente para considerar que el hecho se cometió con alevosía,
esto es que la narrada agresión física desplegada aquél día por el acusado
a su esposa, fue súbita e inopinada, de forma y modo que ella no lo pudo
esperar, prever u ofrecer una defensa eficaz.
No es óbice a dicha conclusión, a diferencia de lo sustentado por la
defensa del recurrente, la existencia de una discusión verbal previa entre
ambos consortes a la agresión que resultó letal, pues cualquier discusión,
por sí sola, no justifica una muerte, ni aquélla tiene que hacer prever ni
presentir el “animus necandi” del agresor, pues, según la doctrina
jurisprudencial, la existencia de una previa discusión entre atacante y
víctima que no permita prever lo desproporcionado de la agresión
posterior no sirve para excluir la alevosía (SS. TS., Sala 2ª, 1214/2003 de
24 de septiembre, 1507/2003 de 10 de noviembre, 505/2004 de 21 de
abril, 411/2005 de 30 de marzo, 104/2006 de 3 de febrero, 474/2007 de
6 de junio, 848/2007 de 31 de octubre, 999/2007 de 26 de noviembre y
93/2009 de 29 de enero, así como STSC, por todas, 13/2009 de 4 de
junio). Pero es más, también se da la alevosía imprevista o sorpresiva,
cuando tras un enfrentamiento o durante él, se produce un cambio
cualitativo en la situación (S. TS., Sala 2ª, 178/2001 de 13 de febrero), de
modo que esta última fase de la agresión, con sus propias características,
no podía ser esperada por la víctima en modo alguno en función de las
concretas circunstancias del hecho (S. TS. Sala 2ª, 505/2004 de 21 de
abril -FJ2-).
Tal como antes se ha puntualizado, la narración fáctica declarada
probada permite aceptar sin más la concurrencia de una alevosía súbita,
inopinada o sorpresiva, en la que la víctima, aunque tenía a la vista al
agresor, no descubre sus verdaderas intenciones –voluntad de rociarla con
líquido inflamable y prenderle fuego-, suprimiendo con ello la posibilidad
26
de defensa, de forma que quien no espera el ataque difícilmente puede
prepararse contra él y reaccionar en consecuencia, al menos en la medida
de lo posible (SS. TS., Sala 2ª, 357/2005 de 20 de abril -FJ13-, 879/2005
de 4 de julio -FJ1- , 896/2006 de 14 de septiembre -FJ18- y 999/2007 de
26 de noviembre -FJ2-).
Dicho ello, es de constatar, que en el caso que nos ocupa incluso se
podría plantear la existencia también de una eventual concurrencia de la
llamada alevosía de desvalimiento, en la que el sujeto agente aprovecha
una situación de desprotección de la víctima (por todas, S. TS., Sala 2ª,
357/2005 de 20 de abril -FJ13-). Téngase en cuenta a este respecto que
el TS (SS., Sala 2ª, 178/2001 de 13 de febrero, 1214/2003 de 24 de
septiembre -FJ3-, 86/2004 de 28 de enero, 363/2004 de 17 de marzo,
505/2004 de 21 de abril -FJ2-, 223/2005 de 24 de febrero y 375/2005 de
20 de abril -FJ13-) viene considerando que “la esencia de la alevosía se
encuentra en la eliminación de la defensa… o bien en el aprovechamiento
de una situación de indefensión, cuyos orígenes son indiferentes”, en el
bien entendido que dicha circunstancia “no requiere que la eliminación (de
la defensa) sea efectiva, bastando la idoneidad objetiva de los medios,
modos o formas utilizados y la tendencia a conseguir tal eliminación” (S.
TS., Sala 2ª, 505/2004 de 21 abril -FJ2-), de forma que una autorizada
jurisprudencia la viene apreciando “siempre que en la situación concreta el
sujeto pasivo no haya podido oponer una resistencia eficaz al ataque”,
pues “la simple posibilidad abstracta de huida de la víctima no aumenta su
capacidad de defensa” (S. TS., Sala 2ª, 17/2007 de 25 de enero -FJ6-),
cosa que ni siquiera acontecía en el supuesto de autos, al conseguir
inmovilizar el agresor a la víctima, impidiéndole salir de la vivienda y
zafarse así del fuego que le había prendido en su cuerpo.
27
Finalmente es de añadir, frente a la tesis mantenida asimismo por la
dirección letrada del condenado y hoy recurrente relativa a que la esposa
no se hallaba indefensa por el hecho de que en la misma vivienda se
encontrara el hijo de ambos Jordi C. M., que éste no pudo en absoluto
prestar ayuda física a su madre, toda vez que y ello es realmente
trascendente y no se puede ignorar, ni obviar, nos encontramos ante una
persona que sufre un retraso mental y que, amén de tener escasa o
mínima corpulencia, se hallaba, debido a la discapacidad que padece,
sometido psicológicamente a su padre, por lo que, pese a haber acudido
para ayudar a su madre cuando oyó gritos de ésta pidiendo socorro, no
pudo llegar a auxiliarla ante la actitud vehemente e impetuosa de su
padre, quien, mientras seguía agrediendo a su madre a la vez que
imposibilitaba la huida de ésta, le impedía acercarse y ayudarla,
empujándole y diciéndole de forma firme y categórica, mientras su madre
estaba en llamas, “déjala”, lo cual se vio compelido a realizar, aunque, a
solicitud de aquélla, fue a llamar por teléfono a su hermana Yolanda para
explicarle lo que estaba sucediendo en la casa.
Todo lo anterior evidencia que Mercedes M. QU. no tuvo posibilidad
alguna de defenderse de manera eficaz y además existieron los elementos
de sorpresa e insidia en la acción agresora llevada a cabo por su esposo,
por lo que y sin necesidad de ninguna otra consideración, debido a la
claridad de la conducta alevosa en el quehacer del condenado, debe
concluirse en la desestimación de este motivo del recurso.
3. Tampoco puede prosperar la pretensión del apelante de que no
concurre en el caso enjuiciado la agravante de ensañamiento, prevista en
el artículo 139.3 del Código Penal, con fundamento en que éste, con su
28
forma de proceder, no buscó deliberadamente aumentar el dolor de la
víctima, pues, según sostiene, del informe de autopsia se demuestra que
falleció por las quemaduras, sin que se detectaran otros sufrimientos
adicionales a éste.
Frente a la tesis mantenida por la dirección letrada del recurrente,
debe afirmarse que tal circunstancia se da efectivamente en el caso objeto
de examen, dado que concurren todos los presupuestos exigidos a tal
efecto por la doctrina jurisprudencial, siendo de destacar, por todas, la
reciente sentencia de este TSJC de 5 de julio de 2010, que proclama: "La
jurisprudencia requiere para la estimación de la agravante de enseñamiento dos
componentes, uno objetivo, consistente en la causación de males objetivamente
innecesarios para alcanzar el resultado del tipo, que aumenten el sufrimiento de
la víctima con padecimientos "sobrantes", y otro subjetivo, constituido por el
deliberado propósito al respecto, lo que, a su vez, implica atender tanto a un
criterio concreto, el plan del autor, como al criterio abstracto, y ha de tenerse en
cuenta el "modus operandi" en el resultado lesivo (SS TS 17 Febrero 1993, 4
febrero 2005, 12 abril 2005, 14 septiembre 2006, 9 noviembre 2006 y 19 febrero
2007 , entre otras). Así, advierten las SS TS 24 septiembre 1997, 5 marzo 1999,
21 noviembre 2002 y 4 febrero 2005 que en el modo de actuar del acusado no
solo bastará la reiteración de las acciones lesivas, sino también un propósito
subyacente de potenciar el sufrimiento; es precisamente en esto, es decir, en la
complacencia del dolor tanto físico como moral donde radica la esencia del
ensañamiento... (SSTS. 7 de mayo 2002 y 4 febrero 2005). Por tanto, es posible
no solamente la apreciación de un ensañamiento producido por padecimientos
físicos innecesarios con finalidad de aumentar el dolor sino también psíquicos y
morales que se producen al percatarse el acusado de la situación en la que se
encuentra la víctima y la gravedad de la agresión con el objeto de aumentar
deliberadamente el daño físico o moral."
29
Pues bien, haciendo aplicación práctica del anterior contexto
jurisprudencial al supuesto de autos, es de señalar que la agravante de
ensañamiento fue explícitamente contemplada en el hecho 8º del objeto
del veredicto, en el que se estableció, de forma expresa lo siguiente: “Que
cuando el acusado agredió y prendió fuego a su esposa el día 24 de febrero de
2007, lo hizo con el propósito de causarle un sufrimiento añadido inhumano,
excesivo e innecesario para provocar su muerte”, y cuyo hecho fue declarado
asimismo probado por unanimidad por los componentes del Tribunal del
Jurado, quienes se basaron para alcanzar su convicción en:
•
“El Sr. JORDI C. M. intentó apagar el fuego pero su padre no le dejó
empujándolo; y mientras su madre estaba en llamas, su padre le dijo
“déjala”; su padre miraba el fuego sin apagarlo; impedía que su madre se
pudiese mover”.
•
“Los AGENTES DEL CUERPO MM.SS Nº **** Y **** afirman que la Sra.
(M. -que falleció en el Hospital del Valle Hebrón al cabo de dos días-) les
manifestó que el acusado dio empujones a la víctima, la roció y le prendió
fuego sin dejarla salir del piso”.
•
“Los Drs. ARACELI TARÍN I JOSEP CASTELLÀ, según autopsia médica
realizada, declaran que las lesiones que la víctima sufrió causan gran dolor
y que no cesa hasta la administración de calmantes”.
Dicho esto y frente a los argumentos revocatorios vertidos por la
dirección letrada del condenado, es de constatar, que el MagistradoPresidente ha fundamentado su sentencia en los mismos elementos
indicados y recogidos por los miembros del Tribunal de Jurado, si bien
desarrollándolos
de
forma
pormenorizada
y
con
mayor
detalle,
especificando y haciendo hincapié que el acusado, tanto por el medio
30
utilizado para dar muerte a su mujer -quemarla viva-, que según los
peritos médicos, las quemaduras sufridas en el 86% de su cuerpo,
producen y causan un gran dolor, como por su forma de proceder, una
vez ya le había rociado con el líquido inflamable y se hallaba incendiada,
pues “hizo todo lo necesario para que la misma no dejara de quemarse,
impidiéndole deliberadamente que pudiera huir del foco del fuego”, era
plenamente consciente de que causaba un sufrimiento prolongado e
indecible a la víctima.
Pero es más, aunque sea negado por la defensa del acusado, de la
pericial médica referida se colige la realidad y existencia de golpes por
parte del agresor a la víctima, tal como relata haberlo visto el hijo de
ambos, Jordi, pues, aparte de que el cadáver mostraba dos contusiones en
zona parietal y frontal de la cabeza, que ambas no encajan propiamente
con que fueran provocadas por la caída, dado que para ello debía de haber
existido en el lugar una superficie saliente, cosa que no sólo no se ha
acreditado, sino que además los peritos, a preguntas de la propia defensa,
no descartan otras posibilidades; añadiendo seguidamente que puede
existir golpes que no hayan generado hematomas ni heridas; si bien, a
preguntas del Fiscal, a través de S.Sª., expresan que “podría haber más
golpes no detectables por el estado del cadáver” y a instancia del Jurado,
los médicos puntualizan que, si bien no pueden determinar si las
contusiones son anteriores o posteriores a las quemaduras, la persona
estaba viva, y que las contusiones podrían ser compatibles con una caída,
pero también con una agresión.
Todo lo indicado pone claramente de relieve la presencia en el caso
de autos de la agravante de ensañamiento y no sólo por los golpes en sí
en la zona del cráneo, sino también y especialmente por el medio comisivo
desplegado para causar la muerte a la víctima, tal como antes se ha
31
explicitado, toda vez que la elección deliberada del modo de matar a su
mujer era concomitante con el hecho de producirle un dolor inmenso e
intenso, amén de ser éste realmente cruel e innecesario para provocarle la
muerte, sabiendo que con su actuar, impidiéndole salir del domicilio para
que nadie pudiese apagarle el fuego que estaba quemando y consumiendo
su organismo, le provocaba también un mayor sufrimiento, aumentando
así su dolor a propósito y de forma totalmente gratuita.
En consecuencia, la apreciación unánime por parte de los miembros
del Jurado de los hechos determinantes de la concurrencia de la agravante
de ensañamiento, cuya conclusión en tal sentido derivada del juicio de
inferencia, es plenamente coherente, lógica y racional con los hechos que
fueron declarados probados, y cuya motivación -no responde a
arbitrariedad alguna-, ha de reputarse, cual antes se ha apuntado, más
que suficiente para considerar que concurren en el condenado los
mentados elementos subjetivo y objetivo propios y característicos de esta
circunstancia de agravación de la responsabilidad criminal, lo que
determina y comporta, sin necesidad de ninguna otra argumentación, la
desestimación del tercer motivo de apelación.
CUARTO.- Todo lo manifestado en los Fundamentos de Derecho
precedentes conlleva a la improsperidad asimismo del cuarto motivo del
recurso interpuesto, puesto que en absoluto ha existido infracción de
precepto legal en la calificación jurídica de los hechos declarados
probados, los cuales configuran, cual antes se ha puntualizado, un delito
de asesinato, previsto y penado en los artículos 139, 1ª y 3ª, y 140 del
Código Penal, de suerte que la tesis de la muerte accidental de la esposa
mantenida por la dirección letrada del condenado ha quedado plenamente
32
desvirtuada por la racional valoración del material probatorio realizada por
los componentes del Tribunal de Jurado y por los razonamientos jurídicos
vertidos por el Magistrado-Presidente en la sentencia impugnada, quien,
en función de lo dispuesto en el artículo 70.2 de la LOTJ, ha expresado
correctamente el contenido incriminatorio de los elementos de convicción
señalados por el Jurado, el cual ha sido debidamente analizado con
anterioridad, por lo que no cabe hacer mayor mención que la de ratificar y
corroborar que el factum de autos constituye un ilícito penal de asesinato,
del que es responsable en concepto de autor el condenado Salvador C. P.,
y no de un delito de omisión del deber de socorro, con resultado de
muerte, tipificado en el artículo 195 del Código Penal, como lo califica, en
trámite de apelación, la defensa del susodicho condenado, máxime cuando
tal ilícito penal resulta antagónico con la voluntad y conducta mantenida
en todo momento por él, demostrativa, como antes se ha explicitado con
detalle, de un claro y palmario “animus necandi”.
QUINTO.- Entrando seguidamente a examinar el quinto motivo de
la apelación formulada, o sea, el relativo a la condena por el delito de
malos tratos habituales en el ámbito familiar, en base a la invocada
ausencia de prueba de cargo suficiente sobre la realidad de los malos
tratos habituales, y, además, en caso contrario, por considerar que éstos
se hallan prescritos, es de reseñar que tal motivo del recurso también ha
de decaer, toda vez que no puede obviarse, como se ha dicho con
anterioridad, que el Jurado, que goza del principio de inmediación, ha
declarado probado, en la proposición 3ª del objeto del veredicto: “Que
durante el matrimonio, MERCEDES M.
fue objeto por parte del acusado de
continuas expresiones despectivas, tales como “puta” y “sólo vales para fregar”,
así como de otras expresiones intimidatorias tales como “te voy a matar”,
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habiéndola golpeado también reiteradas veces durante eses período y habiéndola
sometido a continuas vejaciones con la finalidad de causarle un trastorno en su
integridad moral, tales como sustituir una botella de las que bebía por aguarrás,
despertarla de forma innecesaria por las noches o esconderle los objetos de valor
que tenía”, indicando como elementos de convicción para tal conclusión los
siguientes “En base a los testimonios que declararon en la celebración del juicio:
Doña YOLANDA C. M., hija de la víctima, que hasta el año 2002 convivía con los
padres declara que: presenció insultos de su padre a su madre, la llamaba puta,
zorra, que era una mala mujer, que solo valía para limpiar y todo tipo de insultos
frecuentes; muchas veces la amenazaba, que en cualquier momento la mataría.
Presenció el maltrato físico y psicológico. Le dejaba botellas de Vichy catalán
rellenas de aguarrás; le escondía regalos que le hacían sus hijos; no la dejaba
dormir. Don MANUEL C. M., hijo de la víctima, dejó el domicilio familiar en el año
1998, declara que, las relaciones entre sus padres eran malas, su padre agredía
físicamente y verbalmente a su madre que presenció el testigo. La insultaba y su
madre le refirió que tenía miedo a su padre”.
A ello hay que añadir, que, amén de que no se puede cuestionar en
la alzada, cual antes se ha expresado, la credibilidad de los testigos, que
en el caso enjuiciado existe una continuidad y una permanencia de los
malos tratos sufridos por la Sra. Mercedes M. QU. por parte de su marido,
que culminaron en el asesinato de aquélla por parte de éste, como recoge
el Magistrado-Presidente en su sentencia, en base a la perseverante
conducta de violencia física y psíquica del condenado hacia su esposa,
referida en el acto del juicio oral por la hija común Yolanda, quien aseveró
que los malos tratos tuvieron lugar durante toda la vida en común de sus
padres, y, por tanto, también con posterioridad a que la testigo dejase de
convivir con ellos, allá por el año 2002, insistiendo que lo sabía porque
después de esa fecha siguió visitando con mucha frecuencia la casa de su
madre para hablar con ella.
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No es óbice a tal conclusión, ni que el Jurado declarara no probado
dos recientes episodios amenazantes del marido contra la mujer, ni la
declaración realizada por el hijo Jordi, que convivía con ellos, en el sentido
de que no sabe si sus padres discutían, ni tampoco el hecho de que la
esposa no hubiere presentado denuncia alguna por malos tratos, pues,
respecto a las dos amenazas concretas, el marido, en base a no ser
consideradas probadas por los componentes del Jurado, ha sido
precisamente absuelto del delito tipificado en el artículo 171, 4. CP del que
venía también acusado; en cuanto a la declaración del hijo Jordi, ha de
tenerse en cuenta la situación de discapacidad padecida por el mismo a la
que antes se ha hecho referencia, amén de encontrarse también inmerso
en este permanente clima de miedo generado por su progenitor; y en lo
concerniente a la falta de denuncias por parte de la víctima, ello, per se,
no demuestra la inexistencia de malos tratos en el ámbito doméstico, dado
que la experiencia y la realidad evidencian que una inmensa mayoría de
mujeres que los sufren no acuden a denunciarlos, siendo que en el
supuesto de autos, nos encontramos ante un claro caso de esposa
maltratada de forma constante y habitual, debido a su sumisión física y
psicológica, explicada con todo lujo de detalles por ambos hijos mayores
cuando convivían en el hogar familiar, y tal actitud violenta del marido,
que ha acabado con el asesinato de la esposa, por lo ya referido, ha
perdurado hasta la actualidad, lo que determina, por ende, que nos
encontremos ante un delito permanente, cuyo plazo de prescripción sólo
puede empezar a computarse desde el momento del efectivo cese de la
actividad delictiva. Pero, como quiera que en el supuesto de autos, tal
como consta probado por el Jurado y recogido en la sentencia apelada,
este cese nunca ha acontecido, dado que el mal trato fue continuo y
reiterado -habitual- hasta el momento de la agresión letal, el término
prescriptivo ni siquiera se ha podido iniciar, por lo que ha de concluirse
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afirmando que el delito de malos tratos en el ámbito doméstico por el que
también ha sido condenado el apelante en modo alguno puede declararse
prescrito.
Corolario de todo lo expuesto es la desestimación de este motivo del
recurso.
SEXTO.- 1. Finalmente por lo que respecta al último motivo de la
apelación referente a la no apreciación de la circunstancia modificativa de
la responsabilidad criminal, atenuante de trastorno mental transitorio o
alteración psíquica, prevista en el artículo 21.1, en relación con el artículo
20.1 del Código Penal, tampoco puede prosperar, pues partiendo nuestro
Código Penal de la plena imputabilidad de todo sujeto activo de un ilícito
penal, lo cierto es que la defensa de Salvador C. P. en absoluto ha
acreditado que éste en el momento de los hechos de autos tuviera
disminuidas ni sus facultades intelectivas, ni especialmente las volitivas,
toda vez que ninguna virtualidad jurídica puede tener a los efectos
pretendidos, el hecho de que hubiera estado ingresado durante unos días
del año 2009, en el Psiquiátrico Penitenciario de la Prisión de Brians-2, por
padecer un trastorno depresivo mayor, dado que tal situación aparece
transcurridos más de dos años de la comisión del asesinato y no puede
afirmarse -como hace “decididamente” la dirección letrado del condenadoque tal estado de depresión y ansiedad ya debía existir en el momento de
acaecer los hechos objeto de juicio -a principios del año 2007-, máxime
cuando la pericial psiquiátrica llevada a cabo tras dicho ingreso, pone
claramente de manifiesto, tanto que el trastorno depresivo sufrido por
Salvador Carrión tiene un componente reactivo a su propia estancia en
prisión, como que el mismo no obedece a patología psíquica alguna,
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añadiendo los peritos que, pese a ser una persona apática, introvertida y
con escasa iniciativa, ningún dato o elemento existe de que hubiese
sufrido enfermedad mental de clase alguna, como tampoco que tuviera o
tenga un trastorno de la personalidad significativo.
2. Los componentes del Tribunal de Jurado, a la vista del material
probatorio practicado en el acto del juicio oral, declararon no probado,
por unanimidad, el hecho 9º del objeto del veredicto, que reza así: “Que en
la fecha de los hechos, 24 de febrero de 2007, aunque el acusado no presentaba
síntomas de enfermedad psíquica enajenante, si presentaba un limitado
desarrollo de la inteligencia, por debajo del nivel medio poblacional, del que se
deriva un retraso mental moderado, lo que, unido a su personalidad
deficientemente evolucionada, conlleva una insuficiente capacidad para valorar
situaciones y conductas y favorece la presencia de conductas de carácter
primitivo e irreflexivo, mermando en suma, de forma muy intensa, sus
capacidades de entender y de querer”, señalando como elementos de
convicción la categórica pericial psiquiátrica realizada al acusado,
refiriendo de la misma, lo siguiente: “Las Dras. ITZIAR IDIÁQUEZ, MARTA
MACHARÉ y ELENA MILLÁN, en base a la pericial psiquiátrica, se deduce que
Salvador Carrión no mostraba enfermedades mentales; se trata de una persona
introvertida, apática, con poca iniciativa; esta personalidad no es incompatible
con maltratar a su pareja, son cuestiones independientes. No presentaba
problemas para entender un hecho ilícito y controlarse para no
cometerlo. Respecto de la muerte de su mujer creen que le preocupa su
situación personal, no desea entablar relación con sus hijos, y respecto a su
esposa muestra un bloqueo emocional. Por su manera de ser es más bien
introvertido, no se da a los demás, más bien egoísta, prevalece la preocupación
por sus intereses personales. Distingue el bien y el mal, tiene capacidad de
sentir culpabilidad”.
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3. Así las cosas, siendo la conclusión alcanzada por el Jurado
totalmente lógica y coherente con el resultado de la prueba practicada a
tal fin, no cabe otra solución que la de declarar la inexistencia en la
persona del condenado, en el momento de los hechos de autos, ni de un
trastorno mental transitorio, ni de una alteración psíquica, que pudiera
disminuir siquiera sus facultades intelectivas para discernir entre el bien y
el mal, y volitivas de autocontrol de sus actos, máxime cuando tampoco
existe prueba alguna que acredite una invocada toma significativa de
alcohol antes de su comisión, pues no puede desconocerse que el
consumo de alcohol per se no tiene relevancia penal, si no se demuestra
que los efectos de su ingesta comportan que el inculpado no pueda
comprender la ilicitud del hecho o que actúe motivado por esa falta de
comprensión, ya sea de manera plena (inimputabilidad), ya sea
incompleta (semiinimputabilidad), sin poder obviar, asimismo y a mayor
abundamiento, la aplicación al caso de la doctrina de la “actio liberae in
causa” (SS. TSJC., de 12 de abril de 2007 y 8 de enero de 2010).
Por ello, debe decaer, sin más, este sexto y último motivo del recurso
interpuesto.
SÉPTIMO.- Consecuentemente con todo lo hasta aquí explicitado,
procede desestimar íntegramente la pretensión revocatoria formulada por
la dirección letrada del condenado, lo que determina, en definitiva, la
plena y total confirmación de la sentencia impugnada.
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OCTAVO.- Pese a la desestimación íntegra del presente recurso,
como quiera que la Ley de Enjuiciamiento Criminal no dispone que las
costas procesales deban imponerse necesariamente al recurrente que vea
desestimado en todo o en parte su recurso de apelación, a diferencia de lo
que sucede con el de casación (Art. 901.2 de la LECr.), sino sólo y a lo
sumo en el caso de que, tratándose del querellante o del actor civil, se
apreciare temeridad o mala fe en su actuación (Art. 240.3º de la LECr.),
cosa que no sucede en el caso enjuiciado, es por lo que procede declarar
de oficio las costas causadas en esta alzada.
VISTOS, los preceptos legales citados y demás de aplicación.
PARTE DISPOSITIVA
LA SALA DE LO PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE
JUSTICIA DE CATALUÑA, HA DECIDIDO :
DESESTIMAR el recurso de apelación interpuesto por la representación
procesal de SALVADOR C. P., contra la sentencia dictada el día 9 de
febrero de 2010, en el Procedimiento de Jurado núm. 10/09, dimanante
de la Causa de Jurado núm. 1/07 del Juzgado de Instrucción núm. 4 de
Badalona, y, en consecuencia, CONFIRMAR íntegramente dicha
sentencia, declarando de oficio las costas causadas en esta alzada.
Notifíquese la presente resolución a las partes personadas, al
Ministerio Fiscal y al acusado haciéndoles saber que contra la misma cabe
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recurso de casación ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo en los
términos que previene el art. 847 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
Así por esta sentencia, lo pronuncian, mandan y firman la
Presidenta y los Magistrados expresados al margen.
PUBLICACIÓN. La anterior Sentencia fue leída firmada y publicada en
el mismo día de su fecha. Doy fe.
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