disCurso del dr. d. Adolfo erAso romero

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Discurso del
Dr. D. Adolfo Eraso romero
Ochenta años de exploración e investigación
en el laboratorio de la Naturaleza
Adolfo Eraso Romero
Señor Rector Magnífico, Julio Lafuente López,
Miembros de la comunidad universitaria,
Distinguidas autoridades,
Queridos familiares, amigas y amigos,
Señoras y señores,
Comienzo mis palabras con emoción tras escuchar la laudatio de mi colega y amigo,
Francisco Javier Elorza, catedrático de Hidrogeología de la ETS de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid. Quiero expresar mi enorme agradecimiento a la Universidad Pública de Navarra por el gran honor que, para mí, representa
la investidura como doctor Honoris Causa. Proviniendo además de esta joven, dinámica y prestigiosa universidad arraigada en mi tierra me llena de orgullo, me ennoblece.
Debiéndose este distinguido nombramiento a mi trayectoria personal, profesional,
de exploración y científica, les voy a tratar de resumir las situaciones más significativas que han forjado las diferentes etapas de dicho recorrido, a través de mis impresiones personales.
El diapiro de Estella
Tuve suerte de nacer en Estella. El diapiro que hay allí fue la fuente que generó
mis ilusiones que comenzaron desde pequeño. En mis incursiones pronto empecé a encontrar diversos minerales, como cuarzos bipiramidales rojos o Jacintos de
Compostela, teruelitas, aragonitos, piritas, y numerosas rocas como ofitas, carniolas
y mucho yeso. Se me desarrolló una atracción especial por aquel lugar y pronto mis
correrías terminaban allí buscando minerales. Empecé muy pronto a crear mi propia
colección.
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En la zona fui descubriendo además pequeñas cavernas que alentaban mi curiosidad
y quedé ensimismado con la surgencia hipotermal del Agua Salada (Cueva de los
Longinos). El agua siempre se mantenía a 18 ºC (según el termómetro del baño de
mi casa), fuera verano o invierno, emitiendo además gas radón –según me enteré más
tarde–.
En la biblioteca de mi casa localicé un atlas de minerales, ilustrado. Estaba en portugués y allí empecé a encontrar algunos de mis minerales. Junto al nombre había un
código mixto compuesto de letras y subíndices con números, que al parecer definían a
cada uno de ellos. Por más que pregunté no conseguí que nadie me explicara aquello.
Mi interés no desvaneció, persistió años hasta que encontré un manual de pirotecnia,
que me introdujo a la formulación química, con mis 11 añitos recién cumplidos.
La buhardilla, mi primer laboratorio
Con el manual de pirotecnia en mis manos, surgió en mí el interés de fabricar cohetes que explotasen dando color rojo. Por todas las farmacias y droguerías de Estella,
busqué nitrato de estroncio (SrNO3). No lo conseguí encontrar, pero lo que logré con
esa insaciable búsqueda fue que alertaran a mi padre de que algo estaba tramando.
Al empezar a ver que todos los compuestos aparecían mezclados en una cierta proporción, utilicé la balanza de mi padre que usaba para pesar el tabaco de los puros
que preparaba. Con ella creé mi propio juego de pesas a base de cables de cobre de
diferentes grosores, asumiendo que el peso era proporcional a su longitud.
Mi laboratorio era la buhardilla de mi casa, que en su parte central apenas llegaba a
1,50 metros de altura. Allí trabajaba tranquilo y no me molestaba nadie. Ayudado del
manual de pirotecnia y con mi juego de pesas preparado, comencé a tratar de elaborar
pólvora blanca con clorato potásico y azufre (KClO3, S) y pólvora negra con nitrato
potásico, azufre y carbón (KNO3, S, C).
Trabajando en ello una mañana, y según estaba mezclando los componentes, explotó
delante de mis narices. Voló parte del techo de la buhardilla, cayendo varias tejas a la
calle y alcanzando algunas de ellas el balcón del comedor. Por lo visto les dio la pista
de por donde andaba, pues al parecer me habían llamado para que bajara a comer.
Yo no sentí en absoluto el ruido, me quedé completamente aturdido. La explosión se
produjo a unos centímetros de mi cara y manos. De repente entró mi padre y con sorpresa comprobó que me encontraba entero, salvo el color amarillo de mis párpados, la
frente y algunos de mis dedos.
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Me prohibieron terminantemente jugar con pólvora, pero a las pocas semanas me
regalaron una gran caja de CHEMINOVA –con varios frascos de compuestos de química– para que me pasara a experimentar con la «vía húmeda».
Mis inicios en la espeleología
Dado mi interés por la química terminé yendo a Madrid para estudiar en la Facultad
de Ciencias, Sección de Químicas, en la Universidad Complutense. Pero al curso
siguiente de haber empezado la carrera, repentinamente muere mi padre de un infarto. Como no había dinero en casa, tuve que volver a Estella. Allí conseguí seguir
estudiando gracias a los apuntes que puntualmente me enviaban mis compañeros de
promoción.
Volví entonces frecuentemente a mi diapiro que tan bien conocía. Pero pronto aquellas correrías me supieron a poco y amplié las distancias de mis visitas hasta que di
con las sierras de Urbasa y Andía, donde iba y regresaba a pie desde Estella. Allí
encontré numerosas simas.
Comencé a cartearme con el entonces catedrático de Geología de la Universidad de
Oviedo, Noel Llopis Lladó –cuya correspondencia duró hasta su muerte– a quien
considero como mi primer mentor. Comencé a plantearle dudas y curiosidades y terminó mandándome un montón de material, como separatas, revistas, mapas...
En la sección de deporte del Sindicato Español Universitario (SEU) me dejaron una
cuerda de 60 metros con la que comencé a explorar las simas de Urbasa, bajándolas a
rápel y subiéndolas a pulso.
En estas exploraciones en solitario, acompañado únicamente de mi cuerda en un inicio y posteriormente de algún amigo de Estella, me encontré con el equipo de espeleólogos de la Diputación de Pamplona, en cuyo grupo pronto me integré. Con ellos
pasé a explorar también las simas de San Miguel de Aralar, donde por la distancia, yo
me unía a ellos en bicicleta. Y de ahí pasé a la región de Larra, que más tarde fue mi
verdadera escuela con sus grandes pozos y ríos subterráneos.
En deportes del SEU me pidieron un informe de las simas que había bajado en Urbasa y Aralar y en 1954 me dieron el Premio Nacional del SEU del Deporte Universitario, publicándolo en la prensa de Madrid. Este hecho disgustó a algunos de mis
compañeros espeleólogos de Pamplona. Para solucionarlo, intenté devolver al SEU la
enorme copa que me habían entregado y lo único que conseguí fue que también ellos
se enfadaran conmigo. Pasé del tema.
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Amenaza de expediente en la Universidad
Gracias a los apuntes que me habían hecho llegar mis compañeros de promoción a
Estella, logré examinarme de 2º. Posteriormente para cursar 3º pude regresar a Madrid, donde me mantuve gracias, por un lado, a una parte del sueldo que mi hermana
me enviaba y, por el otro, a la picaresca de la tuna.
Asistía también por mi cuenta a clases en la Sección de Físicas de la Facultad de
Ciencias, pues me di cuenta que me gustaba tanto como la Química. Solía ser uno
de los alumnos que algunos profesores elegían para sacar a la pizarra y resolver así los
problemas que nos planteaban.
De hecho, era el preferido del catedrático de Electricidad, hasta que un día me preguntó el nombre. En la siguiente clase que tuve con él, me echó una tremenda bronca pues había comprobado que no estaba matriculado. Me expulsó de clase, indicándome al mismo tiempo que iba a proceder a expedientarme para que me expulsaran
de la Universidad, donde mi matrícula era en la Sección de Químicas.
Afortunadamente alguien del SEU consiguió parar el expediente, pero yo no volví a
aparecer por Físicas.
Mi primera etapa profesional
Tras mi graduación en Ciencias Químicas conseguí una beca de 3 meses en Alemania. Estudié alemán con un manual, que, aunque estaba escrito todo en esa lengua,
era muy didáctico. Antes de salir a Alemania me fui a Estella para despedirme de
mi familia. Llegué muy temprano, de mañana, cuando estaban abriendo los bares, y
entré a desayunar en uno de ellos, cerca de la estación de ferrocarril.
Había un solo señor en la barra, que estaba pidiendo chocolate con avalanchas y por
más esfuerzos que hacía no lograba que el barman le entendiese. En estos intentos
para que le comprendiera, se le escapó una interjección en alemán que yo entendí al
momento. Aproveché la ocasión que se me brindaba de poner mi incipiente alemán
en práctica y le ayudé.
Congeniamos muy bien. Resultó ser un geofísico que había venido a Estella para
investigar y definir el emplazamiento del próximo sondeo de búsqueda de petróleo
en los flancos del diapiro.
Le acompañé a Zubielqui, Igúzquiza y Zufía, marcándole los bordes del diapiro, que
tan bien conocía. Me preguntó si yo era geólogo, le dije que no, que me acababa de
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graduar en químicas pero que mi interés por la geología era muy grande. Me contrató. Eran otros tiempos y así empezó mi primera etapa profesional de prospección de
petróleo en 1956.
La región de Larra, mi escuela de espeleología
La región de Larra cubre parte de Navarra y Francia y cuenta con numerosas simas.
Está compuesta de un estrato aflorante de calizas del cretácico superior de al menos
400 metros de espesor, emplazado sobre un estrato impermeable de esquistos de 30
a 50 metros de potencia. Sobre dichos esquistos circulan ríos subterráneos que desaguan en Francia, alimentando el acuífero subyacente que existe en profundidad y
que se atribuye –pues no hay afloramientos superficiales– a calizas paleozoicas.
Para poder alcanzar estos ríos subterráneos hay que descender pozos –en los que los
tapones de hielo son abundantes– alcanzándose profundidades de 380 a 425 metros.
Estos ríos circulan formando perfiles en V, entrecortados por abundantes hundimientos de bóveda que los enmascaran.
En las décadas de los 50 y los 60, realicé una infinidad de exploraciones en Larra,
algunas de ellas duraban más de una semana en el interior de las cavernas, sin salir
a superficie. No me quedaba sólo con los retos deportivos que aquello significaba,
comenzaba ya con mis observaciones y pronto encontré que la temperatura de esos
ríos subterráneos iba ascendiendo en su recorrido a pesar de no recibir los rayos del
sol. Las medidas realizadas arrojan valores de 1,8 ºC al pie de los pozos y según baja
la cota, dicha temperatura aumenta. Al llegar a la falla norpirenaica donde se pierden,
su temperatura alcanza los valores de 5,0 ºC a 5,1 ºC. Es entonces cuando pasa a alimentar el acuífero confinado que drena en Francia, cerca de Sainte Engrâce, abasteciendo la presa construida por EDF (Electricité de France).
¿Qué mecanismo es el responsable de ese gradual calentamiento del agua en la circulación en el interior de los ríos subterráneos? Cotejando las medidas realizadas en
las diversas expediciones entre 1954 y 1966, observé que la causa es el Efecto Joule
o Equivalente Mecánico del Calor, que lo genera debido a la fricción por su flujo
turbulento.
Etapa de petrolero. Tesis doctoral
En mi etapa profesional estuve diez años de petrolero trabajando en diferentes
consorcios empresariales, Deillmann Bergbau-CIEPSA, CIEPSA-Gulf Oil Company,
CIEPSA-Petrofina, siempre en el departamento de perforación. Aprendí a estabilizar
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terrenos mediante el uso de lodos de perforación, incluyendo el mantenimiento de
grandes presiones surgentes incluso mientras se perfora.
En Vitoria me encargué de los lodos como responsable principal, pasando a ser jefe de
misión en los sondeos de Riudaura (Olot). En estas perforaciones ocurrieron cuatro
reventones de pozos con erupciones violentas de gas metano que tuve que resolver.
Afortunadamente ninguno de ellos se incendió. Ello hubiera acarreado la pérdida
total del sondeo.
El primero ocurrió en el sondeo de Castillo 1, muy cerca de Vitoria. Me costó más
de una semana ininterrumpida de trabajo, las veinticuatro horas de cada día. En los
otros tres, tras aplicar los datos experimentales recogidos en Castillo 1, logré dominar
el reventón (blow out) en un solo día. La técnica que implementé requiere modificar
el lodo en dos grandes etapas:
1ª) Ajustar la densidad del lodo para compensar la presión del pozo al llenado del lodo.
2ª) Ajustar las características reológicas del lodo para evitar que retenga las burbujas
de metano en su seno y baje su densidad.
Estos ajustes se realizan con los siguientes parámetros: viscosidad plástica, yield point
y tixotropía. Todo ello formó parte de mi tesis doctoral y constituye mi capítulo preferido, debido al esfuerzo que me costó conseguirlo.
En esta etapa de petrolero, mi frecuente diálogo con los geólogos de pozo –especialmente quiero citar al ingeniero de minas, Ángel Rodríguez Paradinas, excelente persona a quien tomé como ejemplo– me sirvió para seguir incrementando mi interés por la
geología, descubriendo que el laboratorio que realmente me interesaba era el de la naturaleza. Comencé a matricularme en alguna de las asignaturas de Geología, cursándolas unas veces en Oviedo y otras en Barcelona, según la proximidad a las perforaciones
en las que me encontraba en cada momento. Progresaba lentamente ya que me veía
obligado a perder bastantes convocatorias, pues el trabajo de petrolero funciona 24 horas al día. Al mismo tiempo iba adquiriendo responsabilidades crecientes en la empresa
y apenas contaba para mis estudios de geología con breves periodos de tiempo libre.
Ingeniería civil en AGROMAN
En 1966, AGROMAN buscaba un experto en mantener estables, sondeos ejecutados
sin revestir. Había endemismo en Madrid por la abundante gastroenteritis. El plan
a desarrollar consistía en la ejecución de sondeos de gran diámetro (2 metros) para
realimentar el Manzanares, bombeando al río un mínimo de 2 m3/s, captando los
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acuíferos entre 100 y 200 metros de profundidad. Mi ganancia de conocimientos fue
descubrir la circulación inversa por insuflado de aire a presión.
Estuve 20 años en AGROMAN donde creé y dirigí el Departamento de Geología Aplicada, Reología y Geotecnia de la empresa, en la Subdirección de Investigación y
Métodos.
Fue mi etapa profesional más feliz y fructífera en mi conocimiento de la mecánica de
suelos y la mecánica de rocas. Participé en la construcción de 21 presas, resolviendo
problemas de fugas por la existencia de karst; en la construcción de túneles con sus
problemas de estabilidad de bóvedas y entradas de agua; en la realización de grandes
cimentaciones, tanto pilotajes como pantallas continuas usando lodos.
He realizado informes en la mayoría de países de América Latina y del Caribe, así
como en África y por supuesto en España. Apliqué por primera vez el método de Protodyakonov en la línea 9 (su tramo norte) del metro de Madrid. Ahora ya es rutinaria
su aplicación.
La empresa me trataba muy bien, pues mis cargos científicos en la Unión Internacional de Espeleología que requerían estancias en el extranjero de 10 o 12 días, no sólo
me los permitían sino que se hacían cargo de los billetes de avión. Mis compañeros
me consideraban un privilegiado, pero a mí me gustaba mucho mi trabajo. Años más
tarde descubrí que mis informes sirvieron para que la empresa consiguiera reformados en varias ocasiones que les beneficiaron.
Estando en AGROMAN, presenté en la Facultad de Geología mi tesis doctoral, dentro
del Departamento de Mineralogía. Entre las tesis presentadas tres fueron candidatas al Premio Extraordinario de Doctorado, que finalmente fue otorgado a la que yo
había realizado. Dicha distinción está registrada en la Facultad de Geología, en el
folio 1, número 1, pues se había creado recientemente segregándose de la antigua
Facultad de Ciencias. Fue entonces cuando una estructura elitista, cuyo nombre prefiero no mencionar, trató de captarme. Evidentemente, no acepté.
En esta época conocí al catedrático de Geología de la ETS de Ingenieros de Caminos
de la Universidad Politécnica de Madrid, Clemente Sáenz García. Hicimos juntos
varias salidas de campo, en las que me enseñó a leer la geología y a cartografiarla. Se
volcó en mi persona tanto como el profesor Llopis.
Mi trayectoria en la Unión Internacional de Espeleología (UIS)
Conocí la UIS en 1961, durante el 3er congreso Internacional de Espeleología en Austria. Me interesó muchísimo, destacando de entre otros los objetivos científicos que
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desarrollaban, que realmente me atraían. Me incorporé inmediatamente a dicho organismo.
De la exploración de los grandes abismos verticales –que tanto me gustaba–, mi principal objetivo cambió. Desde entonces me he centrado en desentrañar los procesos
naturales que genera el karst.
Enuncié el Principio de la Convergencia de Formas que la UIS tradujo a los 6 idiomas
oficiales: alemán, español, francés, inglés, italiano y ruso. A partir de ese momento
empecé a ser bastante conocido. Dicho principio afirma «la existencia de diversas
formas, tanto superficiales como subterráneas, idénticas pero generadas en diferentes
litologías, que atribuimos a un modelo natural del que sólo vemos sus resultados».
En 1969 se creó la Comisión Internacional de Físico-Química del Karst, a cuya presidencia me promocionó el investigador francés Jean Corbel (otro de mis mentores).
En 1973 la Comisión Internacional de Físico-Química se amplió al incluir la Hidrogeología en la misma. Aparecieron entre otros, dos personas que han sido también
muy importantes en mi vida: Alain Mangin del Laboratorio Subterráneo de Moulis
(Francia) y Marian Pulina, de Polonia, pro-rector de la Universidad de Silesia y
catedrático de Geomorfología en la misma. Éramos muy críticos con los antiguos
criterios que la UIS mantenía sobre el karst, pues nosotros los considerábamos obsoletos.
En 1977 la UIS me encomendó dirigir el Departamento Científico de la misma, donde estaban incluidas todas las diferentes comisiones científicas. En esta época realicé
numerosas expediciones para estudiar los diferentes karst en rocas no calizas. Destaco el karst en cuarcitas de Sudamérica y la búsqueda de estalactitas de ópalo en el
Sur de Venezuela (la región de los Tepuyes) y en Brasil, donde por fin las encontré.
En 1981, en el Congreso Internacional de la UIS en Western Kentaky University, fui
elegido presidente de dicho organismo internacional, que dirigí hasta 1986.
Al año siguiente, en 1982, me invitaron a la antigua URSS. En Leningrado (hoy San
Petersburgo) me entrevisté con el presidente general de los diversos Institutos de
Geografía del país, se trataba del académico Treshnikov. Congeniamos. Fue el primero que me habló de la existencia de karst en hielo, en la Antártida y en Svalbard
(Ártico), que más adelante investigué. A pesar de que solamente nos vimos un solo
día –aunque hablamos muchas horas–, lo considero también uno de mis mentores,
pues me abrió la puerta a las expediciones que más adelante realicé en Siberia con
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geólogos rusos, cuyos resultados seguramente algo tuvieron que ver con mi nominación como académico de la Academia Rusa de Ciencias Naturales de Rusia en el año
2002.
Pero no quiero adelantarme. Finalmente dirigí en la UIS, ya como expresidente, la
Comisión Internacional de Karst en Hielo desde 1989, creada en Budapest –donde
el proyecto GLACKMA está incardinado–, compuesta inicialmente por catorce países.
Federación Espeleológica de América Latina y del Caribe (FEALC)
Invitado por Antonio Núñez Jiménez, de la Sociedad Espeleológica de Cuba, visité
el país en 1982. Antonio era geógrafo, conocedor de muchas de las grandes cavernas
del país. Participó en la Revolución Cubana de Fidel Castro como uno de los capitanes del Che Guevara. Cada vez que los cubanos del antiguo régimen machacaban
a los revolucionarios, Antonio escondía a estos últimos en sus cavernas hasta que se
recuperaban. Esta situación se repitió en numerosas ocasiones, llegando incluso a ser
leyenda y de esta manera empezaron a recibir ayuda del pueblo, triunfando finalmente.
Como en esta época ocupaba yo el cargo de presidente de la UIS, este popular personaje cubano me sugirió crear una federación latinoamericana de espeleología que
englobara a países de habla castellana y portuguesa. El secretario general de la UIS
no era partidario de ello, argumentando que eso no estaba recogido en los estatutos
de la UIS. Yo le rebatí, indicándole que tampoco quedaba prohibido en los referidos
estatutos. Convoqué una reunión del Consejo Directivo y finalmente se aprobó.
De esta manera la FEALC empezó su andadura en 1982. Todavía bajo mi mandato en
la UIS, el Consejo aprobó, en 1984, la creación de la Federación Indonesia de Espeleología.
Profesor titular de la ETSI Minas de la UPM
Ingresé en 1987 en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, perteneciente a la Universidad Politécnica de Madrid, como profesor titular interino de Hidrogeología, donde he ejercido hasta mi jubilación en 2004 con 69 años. Ahora, a
mis 80 años, sigo dando clases en forma de conferencias, desarrollando el tema de
«Hidrogeología kárstica y de medios anisótropos».
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La relación con mis alumnos ha sido muy grata. Siempre me han calificado muy bien
en las encuestas de evaluación docente. Me he llevado muchas satisfacciones con
ellos al ver su evolución, no sólo en las aulas, sino en las salidas de campo, y al terminar sus estudios. Muchos han venido a verme a posteriori, para consultarme sobre
algún problema profesional que tenían que resolver, ya en su vida laboral. Bastantes
de mis alumnos son ahora mis amigos personales.
En esta etapa mi relación con los jóvenes no se quedaba sólo con los alumnos matriculados. Generé diversos grupos de trabajo, entre ellos el de Ciencias de la Tierra, en
el que participaba todo el que lo deseaba. Salíamos los fines de semana y les enseñaba, sobre todo, a leer en campo.
Es en esa época de trabajo en la UPM cuando desarrollo el Método de Predicción
de las Principales Direcciones de Drenaje en el Karst y otros Medios Anisotrópicos.
Dicho método ha sido aplicado por todo el mundo en más de 200 lugares, tanto en
trabajos de investigación como profesionales, llevándose la palma el equipo francés
del laboratorio subterráneo de Moulis.
Es también en esta época –y a propuesta de Marian Pulina– cuando ambos escribimos el libro Cuevas en hielo y ríos bajo los glaciares. Su parte la escribió en Madrid
y yo la mía en Silesia (Polonia). Hay tres ediciones del mismo, las dos primeras por
McGraw-Hill, y la última por GLACKMA.
Cuando Marian Pulina leyó el Principio de Convergencia de Formas que había desarrollado, me invitó a mi primera expedición al Ártico (Svalbard) en 1985, en la
Base Ártica Polaca de Hornsund, con la intención de estudiar la cantidad de formas
desarrolladas en hielo glaciar que verificaban el Principio de Convergencia. Todo ello
queda consignado en el citado libro.
GLACKMA: Glaciares, Criokarst y Medio Ambiente.
De proyecto a asociación
Con el registro glaciar elaborado tras la extracción de testigos continuos de hielo en
las perforaciones efectuadas en los grandes casquetes helados del planeta, se observa
que la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre durante el último millón de
años hasta el periodo cálido actual ha oscilado desde 180 ppm (partes por millón en
volumen), en los momentos más fríos (glaciaciones), hasta 290 ppm en los momentos
más cálidos (interglaciares). Esta variación en el contenido en CO2 de la atmósfera
responde a causas naturales.
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A partir de la segunda mitad del siglo XIX el consumo de carbón y otros combustibles
fósiles como el petróleo generan nuevas fuentes de producción de CO2 y la concentración del mismo en el aire ha venido aumentando gradualmente y creciendo de
manera acelerada. En el momento actual tenemos 397 ppm en la tendencia, con picos
máximos de 408 ppm. Este nuevo aporte de CO2 es antrópico, es decir, generado por
el hombre.
El calentamiento global que sufre el planeta generado por el efecto invernadero se
traduce en un aumento gradual de su temperatura ambiente. Como consecuencia de
este aumento de la temperatura, la masa de hielo de los grandes casquetes glaciares
disminuye por fusión y el nivel del mar aumenta.
El efecto último del calentamiento global –aumento del nivel del mar– ya se está
midiendo. La causa primera del calentamiento global –el aumento de gases de efecto invernadero– ya se está midiendo. Para medir la evolución del calentamiento se
podrían utilizar cualquiera de las dos variables intermedias del proceso: temperatura
ambiente y descarga líquida glaciar.
La evolución de la temperatura ambiente, que puede tener una respuesta rápida ante
el calentamiento global a escala local, está regulada por la temperatura de las aguas
del mar, proceso que tiene una gran inercia térmica ya que el ciclo de circulación
de las corrientes marinas dura varios siglos. Este hecho complica su interpretación
a corto plazo. Además es un parámetro que se está midiendo actualmente en la red
sinóptica de la Organización Meteorológica Mundial.
Sin embargo, la descarga líquida glaciar es una variable mucho más estable en este
sentido. GLACKMA la ha seleccionado para medir la evolución del calentamiento global, generando series temporales horarias de la misma.
Para ello, desde el 2001 junto con Mª del Carmen Domínguez Álvarez, profesora
titular de Matemática Aplicada de la Universidad de Salamanca, pusimos en marcha
el proyecto GLACKMA. La complementariedad académica de ambos permite completar y combinar adecuadamente diferentes técnicas y planteamientos científicos
(deductivo y abstracto por una parte e inductivo y empírico por la otra) de variados
campos para avanzar correctamente en las investigaciones que desde 1997 desarrollamos juntos. En dicho proyecto comenzamos a implementar Cuencas Piloto
Experimentales –trabajando a tiempo continuo– en glaciares de ambos hemisferios
y a diferentes latitudes, creando una red de observación de glaciares que permiten
un control comparativo de la descarga glaciar específica según la evolución del calentamiento global.
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Actualmente la red de estaciones de GLACKMA está formada por 8 estaciones con
registro continuo –intervalos horarios– de descarga glaciar:
En el hemisferio sur:
– CPE-KG-62ºS, en la Antártida insular
– CPE-ZS-51ºS, en Patagonia chilena
– CPE-VER-65ºS, península antártica
– CPE-HUE-49ºS, en Patagonia argentina
En el hemisferio norte:
– CPE-ALB-79ºN, en Svalbard
– CPE-KVIA-64ºN, en Islandia
– CPE-TAR-68ºN, Ártico sueco
– CPE-OBRU-68ºN, Norte de los Urales
Disponemos así de una red de observación de glaciares en ambos hemisferios, que
permite un control comparativo de la descarga glaciar según la evolución del clima.
Sobre las numerosísimas estaciones meteorológicas que tan útiles son hoy en día
para las predicciones del tiempo, les puedo decir que la más antigua se encuentra en
Tarfala, en el Ártico continental sueco. Por cierto, junto a ella tenemos nosotros la estación de descarga CPE-TAR-68ºN. Pues bien, dicha estación meteorológica todavía
no alcanza un siglo de antigüedad.
En estos momentos afectados por la situación económica actual en nuestro país, nos
encontramos sin financiación para poder continuar con el proyecto, aumentando el
número de estaciones de control. Es nuestro deseo que en el futuro, diferentes organismos y/o proyectos continúen con esta idea de monitorizar la descarga líquida en
los glaciares, cuantificando el descenso de la masa glaciar en la criosfera. Confiemos
que en unos años, pueda haber una red mundial similar a las estaciones meteorológicas. El inicio ya lo hemos sembrado...
El 23 de diciembre del 2010 creamos la asociación GLACKMA. Joven asociación fundamentada en varias décadas a lo largo de las cuales queda moldeada esta trayectoria:
desde la espeleología, a los ríos y cuevas en el interior de los glaciares, a la fusión
glaciar, al calentamiento global, a las estaciones de medida, a la creación del proyecto
GLACKMA, a la divulgación, a la sensibilización... A principios de este año hemos conseguido que la Asociación sea declarada de «utilidad pública». Están todos invitados
a formar parte de ella: [www.glackma.es].
GLACKMA integra ciencia, investigación, divulgación, aventura y atracción por lo des-
conocido.
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Primicia sobre la circulación del agua en el interior de los glaciares
Los fundamentos de la investigación desarrollada en GLACKMA están basados en la
descarga glaciar. Analicemos por tanto, un poco, cómo se genera ésta en el interior de
los glaciares.
La circulación de agua en un glaciar se inicia formando en su superficie pequeños ríos
–debido a la ablación generada por la radiación solar– que circulan cuesta abajo hasta
desaparecer en un moulin (nombre glaciológico de sumidero o ponor). La glaciología
supone que dicha agua «englacialy» alcanza rápidamente el fondo del glaciar, pasando
a circular sobre la roca del fondo, hasta salir por el frente del glaciar. Es decir, para la
glaciología clásica, existen sólo dos tipos de circulación hídrica: la superficial o supraglaciar, y la englaciar cuando desaparece en un moulin.
Nuestro punto de vista hidrogeológico, aplicado a la exploración espeleológica del
interior de los glaciares, nos muestra otro panorama más complejo. Hay tres tipos de
circulación hídrica en el drenaje glaciar:
– el supraglaciar, que coincide con el descrito;
– el endoglaciar, donde circula siempre en contacto con el hielo (en el lecho, paredes
y a veces el techo), creando conductos de sección circular en su etapa inicial, cuya
longitud puede alcanzar varios kilómetros;
– el subglaciar, cuando el agua ha atravesado ya todo el espesor del hielo glaciar y
circula por el lecho de roca hasta surgir por el frente del glaciar.
Recientemente, siempre bajo nuestro punto de vista hidrogeológico, hemos descubierto una novedad, un hecho que es una primicia que queremos presentaros:
«La temperatura del agua en la circulación endoglaciar permanece constante,
a cero grados centígrados, durante largos recorridos y descensos de cota notables».
Parece que no cumpliese el Efecto Joule..., pero sí que lo cumple. En este caso, el
equivalente mecánico del calor no se invierte en calor sensible (que aumentaría la
temperatura del agua) sino que se invierte en calor latente de transformación de fase,
que causa el aumento de la cantidad de hielo fundido.
De esta manera, «aumenta el caudal de agua drenante sin recibir aportaciones
de otros afluentes». Os la ofrezco como primicia antes de publicarla, es mi pequeño
regalo agradeciendo nuevamente a esta Universidad la distinción tan honorable que
me ha otorgado.
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