Señora Alcaldesa del Excelentísimo Ayuntamiento de Vegadeo

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Señora Alcaldesa del Excelentísimo Ayuntamiento de Vegadeo, Señor Presidente de la Comisión de Fiestas,
demás autoridades, vecinas y vecinos de Vegadeo y todos cuantos voluntaria o accidentalmente estáis aquí
congregados, ¡muy buenas tardes!
Es un honor para mí haber sido elegido para esta difícil misión de anunciar el comienzo de las fiestas. Estoy
aquí por mis logros deportivos, en un municipio en donde hay grandes deportistas de diferentes
disciplinas. Vaya desde aquí mi enhorabuena a Club Remeros del Eo, por el galardón recibido ayer.
En primer lugar decir que veo aquí reunidas muchas caras conocidas y eso me hace sentir en casa. Muchas
gracias a todos por asistir.
Hoy quiero remontarme a mi niñez. Hace casi 40 años, aquí comenzó la historia de mi vida. Aquí nací, crecí,
estudié, me eduqué, maduré, etc. Aquí, en el occidente asturiano, en Vegadeo, ese pueblo del que siempre
digo que provengo y que muchos foráneos no saben si ubicar en Asturias o Galicia, cosa que yo
rápidamente puntualizo, indicando que está en Asturias, al fondo de la Ría del Eo, insisto, Ría del Eo.
Aunque son muchos los que creen que soy de Seares, pueblo con el que me une una muy estrecha
relación, nací en Porzún, un pequeño pueblo situado a 3 km de Vegadeo. Unos lo conoceréis, a otros os
sonará y otros no lo habréis oído nunca. Para ubicaros mejor os puedo decir que está justo encima de
Piantón, a 1 km. ¿Quién de aquí no ha ido alguna vez a Piantón? Pueblo bonito, bonito. ¿Y a Casa Jano?
¡Lucas! Ahí hay un señor que dice que ¡¡no conoce Caja Jano!!
La verdad es que el nombre de Porzún suena un poco raro, incluso difícil de pronunciar. Me resulta extraño
cuando alguno de mis amigos de fuera de aquí son capaces de recordar tal nombre. Me hace sentir
orgulloso.
Como digo, nací en un pueblo y, pese a vivir en la urbe, concretamente en Oviedo, sigo considerándome de
pueblo, como se dice vulgarmente, como las amapolas. Me gustan los pueblos, la gente de los pueblos y, si
mi actividad profesional me lo permitiese, sin duda viviría en un pueblo. En este sentido envidio a mi amigo
Rafa, luego os hablaré de él.
Cuando yo nací, en Porzún apenas había 15 casas habitadas y no llegábamos al centenar de vecinos.
Seguro que de memoria soy capaz de decir el nombre de todas las casas. De los vecinos no lo voy a hacer
porque sería muy largo. Vamos allá (Cachán, Lavandal, Cotarelo, Bodigo, Queitano, El Xastre, Zapateiro, A
Chula, El Moro, Avareira, El Roxo, Canedo, A Mandia y Loutón).
A mis amigos de la ciudad siempre les cuento historias del pueblo. Muchas cosas les hacen gracia o les
resultan muy curiosas, como si fuésemos bichos raros. Les cuesta entender que en el pueblo había muchas
más vacas que vecinos, o que todas las casas tenían nombre (nombres rarísimos, por cierto) o que las vacas
tuviesen nombre ¡y que las distingamos a todas! Piensan que las vacas son como los chinos, que son todos
iguales ¡y que es imposible distinguirlos!
Por jactarme de mi pueblo, decir que es famoso por la capilla de San Román. Bueno, también tenemos otra
capilla, Santa Saleta. Somos pocos, pero ¡tenemos dos capillas!
Nací en el seno de una humilde familia de ganaderos, siendo el segundo de cuatro hermanos. Dos de ellos,
Rocío y Bruno, me acompañan hoy aquí. A este último le debo gran medida el que hoy esté aquí por mis
logros deportivos.
Mis padres, Antonio y Mª Luz, también aquí presentes, trabajaron de sol a sol para poder darnos una
educación y formarnos personal y profesionalmente. Gracias a ellos, todos los hermanos hemos podido
estudiar una carrera universitaria, misión que todos sabemos que no es sencilla partiendo de un pueblo.
Mis primeros recuerdos los tengo de ir al colegio, en preescolar, en el mismo sitio donde ahora está la
Escuela de Música. Me acuerdo de casi todos los compañeros, ¡y de la maestra!, Isabel Oliveros, con la que
aprendimos mucho y nos los pasábamos genial.
Por aquella época el autobús del colegio no pasaba aún por Porzún, teníamos que ir a cogerlo a Piantón.
Ese era el momento más divertido del día. Todos los niños del pueblo que cursaban EGB tenían una
carrilana de fabricación casera, hecha con unas tablas y con rodamientos, y bajaban en competición desde
Porzún a Piantón todas las mañanas. Yo, que era el más pequeño, bajaba en mi cochecito (prefabricado) de
pedales, unos metros más atrás. Por la tarde, obviamente, tocaba subir la cuesta tirando del carromato, de
cara a la disputa de una nueva competición al día siguiente.
De aquella no veíamos el peligro, ni nosotros ni nuestros padres. Si fuese ahora tendríamos que llevar
cinturón de seguridad, casco, limitador de velocidad, ABS e incluso ¡hacer un control de alcoholemia antes
de salir de casa!
Esta es otra de esas cosas que decía antes y que la gente de la urbe no se acaba de creer.
Al año siguiente ya pasaba el autobús del colegio por Porzún y las carreras de carrilanas, al menos en
horario escolar, se habían terminado. Comencé ocho años de EGB que cursé en el C. P. Jovellanos de
Vegadeo, del que guardo muy buenos recuerdos, entre ellos de muchos de mis maestros, como, por
ejemplo, mis tutores en los primeros años, Fina Muralla o José Angel, a día de hoy alcalde de Castropol.
De aquella teníamos un respeto tremendo a los maestros, como al temido Don Eugenio, ¿quién no se
acuerda de él?, con el que todos nos poníamos firmes cuando entraba en clase, no como ahora, que el que
se pone firme (más bien tieso como una vela) es el maestro antes de entrar en clase por la que se le viene
encima. Bueno, eso dicen los maestros ahora, seguro que de aquella también decían que nosotros éramos
unos vándalos.
En el C.P. Jovellanos comencé, en 6º de EGB, a participar en los juegos escolares, primero en cross, luego
en fútbol sala y finalmente en atletismo. Aunque los comienzos no fueron muy brillantes, recuerdo un año
que volvimos con 14 goles en contra de Tapia, esto me hizo aficionarme por el deporte y por la
competición.
Finalizada la EGB cursé estudios durante 4 años en el extinto Liceo de Vegadeo, antes de comenzar mi
andadura universitaria. Aquí conocí al que, hoy por hoy, es mi mejor amigo, Rafael Veiguela, de Seares.
Seguro que muchos le conoceréis.
Quiso el destino que años más tarde se juntasen en mi vida dos palabras que acabo de mencionar
recientemente, carrilanas y Seares, y que durante 10 años, hayan tenido un significado muy especial,
manteniéndome más unido al occidente de Asturias y aportándome experiencias inolvidables. De ahí mi
vinculación con este pueblo.
Mis primeros 18 años los viví en el pueblo, hasta que llegó la hora de irse a Oviedo, a cursar estudios de
ingeniería informática, donde ya me quedé a vivir para siempre. Durante los 5 años de estudios me pasé
los veranos en el pueblo, disfrutando de todas las fiestas del verano, en especial de las de Vegadeo, que
hoy comienzan y que eran una maravilla porque duraban ¡¡3 fines de semana!! Para mí el icono, la
referencia de las fiestas, lo diferente con el resto de fiestas de los alrededores, sin duda, era la Noite Celta.
Los preparativos, la indumentaria, la taza (¡fundamental!), los inventos, el fuego, el olor de las parrillas,
etc. te hacían sentir que aquello era una fiesta diferente, muy especial. Creo que todos los veigueños
sabemos lo que significa la Noite Celta.
Pero poco a poco, sería que me iba haciendo mayor, cada vez le iba cogiendo más gusto a la Gira, pasando
de ir con mis padres a merendar a organizar una enorme parrillada, nada menos que para 35 personas el
primer año que a Rafa y a mí, bendita la hora, en qué fregado nos metimos, se nos ocurrió ir a nuestro aire.
Otra de las cosas que mis amigos de la urbe no acaban de creer: fui a la fiesta al amanecer y, lo peor, volví
a casa a las dos de la madrugada, ¡con el tractor de mi padre!, cargado de mesas, bancos, parrillas, etc.
Aquello sí que eran fiestas divertidas, y no las de San Mateo.
Con tan buenos recuerdos, durante muchos años, volví y vuelvo a las fiestas “del quince” siempre que
puedo, pues es el momento del reencuentro con mucha de la gente con la que he compartido la mitad de
mi vida, a sabiendas de que muchos de ellos, como yo, vuelven y volverán siempre a Vegadeo en tan
señaladas fechas.
Como soy informático, quiero romper una lanza en favor de mi profesión, que tenemos muy mala fama
porque “la informática sólo da problemas”. He de decir que, a veces, tenemos alguna idea buena y, por
ejemplo, gracias al invento de las llamadas “redes sociales”, he conseguido recuperar el contacto con un
montón de gente de mi generación. Muchos de ellos, como yo, viven fuera de Vegadeo pero, de esta
forma, nos mantenemos en contacto. A través de estas redes he localizado, entre otros, a Tarsila en EEUU,
a Felipe en Sevilla, mantengo contacto con Miriam que tiene la suerte de seguir en Vegadeo o me entero
de las andanzas de nuestro insigne Luis Casteleiro.
También, a través de las redes sociales, y de los medios de comunicación, sigo de cerca el día a día de
Vegadeo. He de felicitar al “community manager” del Ayuntamiento por este motivo. Desde la distancia,
que no la lejanía, observo que Vegadeo se mueve y me siento muy orgulloso de ello. Aparte de la afamada
Feria de Muestras, que este año alcanzaba sus bodas de oro, observo que la actividad en Vegadeo no cesa,
con multitud de actividades en el recinto ferial, eventos deportivos y culturales de toda índole, actos
benéficos y hasta un foro, Comunicación y Escuela, impulsado por mi buen amigo Luis Felipe, que aporta
muchos y buenos motivos para ubicar a Vegadeo en el mapa.
Es de agradecer, y más en estos tiempos que corren, el encomiable esfuerzo que realizan tanto el
Ayuntamiento, como las entidades organizadoras, la asociación de comerciantes y todos los vecinos que
arriman el hombro para sacar adelante una agenda de actividades tan completa.
Hablando de actividades, sin extenderme más para dejar paso al resto, quiero decir que soy un enamorado
de Asturias en general, de Vegadeo en particular, y que siempre pregono las bondades y belleza de mi
tierra, como uno de esos anónimos Guardianes del Paraíso que pretende reclutar nuestra Sociedad
Regional de Turismo.
Vamos a olvidarnos por unos días de la crisis, los EREs, del desempleo y de muchos personajes de este país
cuyo nombre irrita nuestros tímpanos y vamos a disfrutar todo lo posible del ambicioso programa de las
fiestas patronales que nos ha preparado la Comisión de Fiestas de Vegadeo.
¡Que den comienzo las fiestas “del quince”!
Vegadenses, veigueños, gritad conmigo: “¡Viva la Comisión de Fiestas!” “¡Viva Vegadeo!”
Salud y felices fiestas.
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