Doctorado Honoris Causa

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Doctorado Honoris Causa
13 de octubre de 2015
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Lunes 19 de octubre de 2015. Año 5 No. 86.
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Laudatio para Elena Poniatowska Amor
pronunciado por la doctora Gabriela Sánchez Medina,
consejera profesora de la Facultad de Letras
Agradezco al Honorable Consejo Universitario el haber aceptado la propuesta de otorgar
este doctorado honoris causa a Elena Poniatowska Amor, así como la responsabilidad que
han depositado en mí para realizar esta laudatio.
***
as palabras impresas en papel, agrupadas en páginas que se mezclan con las experiencias, con la vivencia del día a día dan forma a un constructo “personalibresco”1,
en el que ya no se sabe si las imágenes que uno tiene del Paseo de la Reforma salieron de una novela o de las caminatas cotidianas por el México de los contrastes.
Pienso entonces en el amor a los libros y entre los libros, el amor a las palabras y
a los silencios; evocaciones que inevitablemente acompañan a quien da lectura a la obra de
Elena.
Mujer escritora, mujer periodista. Me gusta decir que es periodista porque quien
ha pasado por la tinta de los periódicos entiende de contrastes, de contradicciones, de extremos en la locura y en la lucidez. Mujer que transita entre los límites de la literatura y el
periodismo, dos disciplinas que se nutren de una misma sustancia: la realidad recreada a
través de la palabra.
Y es que la palabra no sólo nombra al mundo, es una especie de caja mágica, todopoderosa, que nos construye como seres humanos, por eso afirmo que la naturaleza de
Elena Poniatowska es la palabra. Y no me refiero al significado que el Diccionario de la
Real Academia, en su última edición, pueda dar a este término; me remito a un sustento
teórico fundado en los postulados de Mijaíl Bajtín2: Elena es palabra polifónica, porque en
ella siempre hay resonancias sociales, ecos de voces ajenas que toma y recrea a partir de su
propia mirada. La palabra pertenece tanto a quien la enuncia como a quien está destinada,
por eso la palabra de Elena Poniatowska es ajena, pero al mismo tiempo es propia cada
vez que la usa en la escritura. La palabra en Elena debe ser entendida como la pluralidad
de voces con que se articulan las conciencias. Sus textos son entramados polifónicos que
correlacionan enunciados procedentes de sujetos y universos plurales3.
La escritura en Elena Poniatowska Amor lleva siempre implícito un acto ético en
términos de la relación constante e indisoluble entre el yo y el otro4. Acto ético dado en el
diálogo permanente entre subjetividades. Acto ético que resulta de la interacción concre-
L
ta, en el actuar para otro de manera ética, con responsabilidades
y riesgos en una comunicación abierta y constante; por eso, en
Elena caben posturas y decisiones comprometidas, arriesgadas y
claras. Ser en el mundo es un compromiso que no puede ser eludido, que no puede dejarse de lado y conlleva riesgos inherentes
a la interacción con los demás. Por eso, la hemos visto militar en
la política, en el feminismo, en la oposición, en la izquierda, por
eso la hemos visto Amanecer en el zócalo.
En sus textos caben múltiples mundos posibles en los
que los olores, los sonidos y los colores llevan a los lectores a
poner en juego todo su horizonte cultural, todo lo que son, todo
lo que somos como seres humanos. Y aquí me gana el corazón y
el asombro cada vez que la leo.
Elena Poniatowska Amor. En este nombre cabe la sorpresa adolescente y juguetona que descubre el mundo a través de
los ojos inquietos de Lilus Kikus. En este nombre cabe La noche
de Tlatelolco con la memoria de una generación de jóvenes golpeada al extremo por el autoritarismo y la irracionalidad. La
noche de Tlatelolco, dice Juan Villoro: “se ha leído por entero
en público al modo de La relación de Michoacán, creada para
recitar la historia del pueblo purépecha. Ahí se preservaron las
palabras amenazadas de la tribu”5.
Elena. En este nombre caben los recuerdos atrapados
entre el polvo y los escombros de los muertos y de los sobrevivientes de Nada, nadie. Las voces del temblor. En este nombre
cabe el amor de Quiela que acaricia, por medio de sus cartas, a
Diego. Cabe también la voz transgresora de Jesusa Palancares.
La pasión desmedida de Esmeralda. En este nombre caben las
historias de Tina Modotti, Gaby Brimmer y Leonora Carrington.
La naturaleza de Elena es la palabra, pero en ella también hay otras sustancias que
le recorren el cuerpo: Elena tiene La piel del cielo. Las estrellas caben en su universo, porque las escucha, ella sabe de eso. Escribe, pero primero escucha.
Todo cabe en Elena, Todo México está en sus palabras: poetas, escritores, pintores,
fotógrafos, subcomandantes, el padre Chinchachoma, las indias zapotecas... Todo...están
hasta los que no están...
Más de 40 libros integran hasta hoy su obra en la que se encuentran ensayos, cuentos, testimonios, poemas, novelas...
Sus textos, a veces difíciles de clasificar, conocen otras lenguas, se han traducido
a más de veinte idiomas.
Ha recibido doctorados honoris causa de la Universidad de Sinaloa, de la UNAM,
de la Universidad de Florida, la UAM, la BUAP, de la Universidad del Sur de California,
de la de Puerto Rico, de la Sorbona, de la Universidad de Sonora, de la Universidad de
Chiapas, de la de Guerrero, de la Complutense de Madrid, entre otras.
Los premios han sido muchos y variados; por su trabajo periodístico, literario y
también por su labor social; mencionaré sólo algunos: el Mazatlán de Literatura, el Alfaguara de Novela, el Rómulo Gallegos, el Biblioteca Breve, el Nacional de Periodismo (fue
la primera mujer que lo recibió en 1978), el Premio Nacional de Artes y Ciencias, la Legión
de Honor francesa y, por supuesto, el Premio Cervantes en 2013.
Pero también, alguna vez se ha rehusado a aceptar algún premio: cuando Luis
Echeverría ocupaba la presidencia de la República, le fue otorgado el premio literario Xavier Villaurrutia, en 1971, por La noche de Tlatelolco, y lo rechazó mediante una carta
abierta publicada en Excélsior, la pregunta que le lanzó al presidente fue: “¿quién va a
premiar a los muertos?”.
Cuanto silencio en nuestras letras si Elena se hubiera quedado en su natal París, por
eso hay que celebrar que es mexicana y hay que celebrar que la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo le otorga el grado de doctora honoris causa. Bienvenida por siempre Elena Poniatowska Amor a la comunidad académica de la Casa de Hidalgo.
1
Tomo el concepto del escritor francés Claude Roy, quien lo expone en su ensayo El amante
de las librerías, publicado por editorial Planeta, Barcelona, 2011.
2
Estas ideas las expone Mijaíl Bajtín en Estética de la creación verbal, editado por Siglo
XXI, Argentina, 2002 (1979).
3
José Manuel Cuesta Abad habla sobre este asunto en Teoría hermenéutica y literatura (El
sujeto del texto), editado por Visor, Madrid, 1991.
4
Al respecto se puede consultar a Mijaíl Bajtín en Hacia una filosofía del acto ético. De
los borradores y otros escritos, editado por Anthropos y Editorial de la Universidad de Puerto Rico,
Barcelona, 1997.
Doctorado Honoris Causa
5
Texto tomado del artículo “Elena Poniatowska, todas las vidas rotas”, de Juan Villoro,
publicado en El País, el 19 de noviembre de 2013. Disponible en: www.cultura.elpais.com/cultura/2013/11/19/actualidad/1384893369_054933.html
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
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Discurso pronunciado por Elena Poniatowska Amor,
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a propósito de la aceptación del doctorado honoris causa
D
e pronto entró a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México un
hombre al que estábamos acostumbrados a ver con su bata blanca. Sereno, empezó
a hablar por encima de la gritería. El día de la toma de posesión los ánimos estaban
muy caldeados: los estudiantes gritaban lo primero que se les ocurría, los espectadores
también. En medio del ruido insensato, el Rector empezó a hablar, voz grave entre las vociferaciones. A pesar de todo siguió diciendo lo que tenía que decir, su voz comenzó a oírse y
poco a poco a medida que hablaba, la atmósfera se hacía respirable, todo se iba calmando.
Fueron los propios estudiantes los que callaron a los últimos agitadores: “¡Cállense!”...
“Shhh!”... “¡Que le paren!”... “¡Shhhhh!”... ¡Esténse!” La voz resonó en medio del silencio: “Vengo solo, sin compromisos con nadie, responsable sólo ante mi conciencia, ante la
Universidad y ante el país. Llego con todas mis limitaciones como hombre, pero presto a
entregarlo todo, lo que soy y lo que he sido, lo que formó mi vida hasta hoy. Todo eso, que
es poco, pero que es todo para mí, es lo que pongo al servicio de la Universidad”.
Seguramente, han reconocido ustedes al doctor Ignacio Chávez Rivera, fundador
de la cardiología mexicana y rector de la UNAM de 1961 a 1966, como 40 años antes,
siendo casi un adolescente, lo había sido de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo de 1920 a 1922. Lo relevó su gran amigo, también médico, el doctor Manuel Martínez Báez que compartió con él su amor por Francia y por Víctor Hugo.
A Guillermo Haro, el astrofísico y señor padre de mis hijos y de todos los jóvenes
que él logró enviar a las grandes universidades de Estados Unidos y Europa a obtener su
doctorado como Manuel y Silvia Torres de Peimbert, Emmanuel Méndez Palma y Deborah
Dultzin, Luis Felipe Rodríguez quien vive y dirige un centro de investigación astrofísica
aquí entre ustedes en Morelia, a Guillermo Haro, repito, le fascinaba caminar entre sus
casas de cantera rosa. “Vamos a comprar morelianas” –me decía. Creía que en las morelianas se concentran Los Sentimientos de la Nación, la bondad de un José María atento a las
necesidades de los demás. El deseo de hacer el bien, al menos, a nuestro paladar, era todo
suyo así como también su entusiasmo por la obra de los tejedores, los orfebres, los peleteros, los alfareros. Compraba cajas de laca “para regalo de Navidad de los amigos” porque
le parecían mejor que un dibujo de José Luis Cuevas. Ligaba a Morelia al doctor Chávez y
hasta cuando comíamos corundas, uchepos y el caldo de chile rojo que responde al nombre
de churipo, lo hacíamos en su nombre pero lo que más nos emocionaba era la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la primera universidad de educación superior del
continente americano. “Aquí me dieron un doctorado honoris causa” nos decía a Mane,
Felipe y Paula.
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Para volver al doctor
Ignacio Chávez, aunque era un
líder nato y un constructor, creía
que se tienen que escuchar todas
las voces y discutir todas las razones. Le interesaban los jóvenes
que piensan, los que opinan, decía que si una voz no se levanta
en la unidad del coro, la libertad
no existe. Siempre levantó su
voz. Es imposible que los jóvenes se desentiendan de los problemas de su país pero como lo
aseguró en la Universidad de
Guadalajara el presidente Salvador Allende, la primera obligación moral de un o una estudiante es estudiar. Seguir la propia carrera también significa formarse cívicamente y por
desgracia solo los fósiles se dedican de tiempo completo a la política y para nuestra desgracia acaban mordiendo un hueso.
De pie, al lado del doctor Ignacio Chávez se mantuvo durante cinco años en la
Universidad Nacional Autónoma de México una escritora a quien le debería haber sido
otorgado antes de su muerte el reconocimiento que ahora ustedes hacen el honor de entregarme. Permítanme recibirlo en su nombre. Universitaria, novelista, cuentista, poeta, ensayista, Rosario Castellanos fue directora General de Información y Prensa de la UNAM en
los años de rectoría del gran cardiólogo y escribió, indignada, ante el trato de los estudiantes
encabezados por Espiridión Payán y Leopoldo Sánchez Duarte hijo del gobernador de Sinaloa, Sánchez Célis, el 29 de abril de 1966; era una afrenta a México entero. La lealtad y la
repugnancia hicieron que Rosario Castellanos se alzara desesperada ante la ignominia y esa
misma lealtad la hizo decidirse por “apartarse irrevocablemente del cargo en circunstancias
que ninguna persona consciente puede dejar de encontrar condenables y punibles”.
Tanto Guillermo Haro como Rosario Castellanos, tan próximos a Chávez, admiraron la decisión del Rector de sanear el ambiente universitario, elevar su nivel académico y
reformar su estructura. Rosario consideró servir a su lado uno de los privilegios más inmerecidos que le concedió la vida.
De México, la escritora más completa, la más destacada después de Sor Juana
Inés de la Cruz, fue desde luego Rosario Castellanos, cuyas circunstancias no resultan tan
distintas a las que hicieron que Sor Juana Inés de la Cruz escogiera el convento de las Jerónimas para dedicarse a la pasión de su vida: el conocimiento que se adquiere a través de
la reflexión, la lectura y la escritura. Nacida en Comitán, Chiapas, en 1925, Rosario Castellanos se indignó en contra de la explotación de los chamulas que caminan silenciosos
y furtivos. Blanca, casi transparente, con unos grandes ojos negros, Rosario Castellanos
fue siempre una flor de invernadero, sus manos y sus pies pequeñísimos, frágiles, hacían
exclamar al Premio Nobel Miguel Ángel Asturias:
“¡Pero qué manitas de maya!”.
Su tesis universitaria todavía sorprende y espanta: Rosario se considera inferior,
según ella, la mujer debe permanecer en los patios interiores, apagar las antorchas, terminar
la tarea del día y cuando es vieja, esperar a que le den la orden de que se retire. Según su
libro de Poesía no eres tú, el hombre es “lo que se mueve, el ansia que camina/la luz desenvolviéndose, la voz que se desata/. Yo, soy sólo la asfixia quieta de las raíces hundidas en
la tierra tenebrosa y compacta”.
Años más tarde, el 15 de febrero de 1971, Rosario daría un giro de 180 grados y en
un memorable discurso en el Museo Nacional de Antropología e Historia declararía airada
que no es equitativo – y contraria el espíritu de la ley-, que el hombre tenga toda la libertad
de movimientos mientras la mujer se confina a tareas que ni siquiera ameritan remuneración, que no es equitativo ni legítimo que uno pueda educarse y el otro no. A raíz de ese
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discurso que cimbró muchas
conciencias, Luis Echeverría
nombró a Rosario embajadora
de México en Israel. Rosario
habría de volar a México desde Tel Aviv 3 años más tarde
para volver a asentar lo dicho
en 1971 y presidir un encuentro de mujeres en el jardín
de Los Pinos el 8 de agosto,
pero para nuestra desgracia
murió un día antes, el 7 en
una ambulancia, sola, porque
nadie la vio, nadie la acompañó.
Me he preguntado con frecuencia qué es la mujer para los mexicanos. Todavía
recuerdo que el poeta Renato Leduc presentaba a su esposa como “la señora que me cuida”.
Me pregunto qué es la mujer para el doctor Narro, qué es también para el biólogo Antonio
Lazcano, que es para Cuauhtémoc Cárdenas, aunque conozco a Celeste. Alguna vez le oí
decir al doctor Narro al término de una cena, una frase que todavía resuena en mis oídos
femeninos: “Ya se me hizo tarde y ya me voy, porque si no mi mujer me regaña”. El doctor
Narro no imagina las cavilaciones que me produjo esta pequeñísima explicación. Los
hombres suelen decir “me esperan en mi casa”. Sí, la mujer es la casa, la raíz dentro de la
tierra, la de la vocación última, la madre. A Rosario Castellanos le costó un enorme trabajo
ser madre –porque perdió cuatro hijos a medio gestar- y en su infancia está la clave de su
vocación de escritora. Rosario tuvo un hermano menor, Benjamín y todos los mimos fueron
para él, por ser el hijo varón. Rosario deseó su muerte y cuando murió, la niña se sintió
culpable. Benjamín Castellanos -a quien ella llama Mario en su novela Balún Canán siguió
siendo el preferido, sus padres se encerraron con su dolor y la dejaron con su nana chamula.
Cuando murió Benjamín, Rosario oyó a su padre decir: “Ahora ya no tenemos por quién
luchar”.
Al conferirme ustedes, Honorable Consejo Universitario de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y usted, señor rector, doctor Medardo Serna González
este doctorado honoris causa en el ámbito de las artes y las letras contribuyen al reconocimiento no sólo de una mujer sino de las mujeres que me han precedido y de mis contemporáneas, las escritoras, las maestras, las críticas de arte, las periodistas, las biólogas, las
químicas, las médicas, las arquitectas, las antropólogas y sociólogas, las madres de familia
de Michoacán quienes también intentan formarse académicamente en una sociedad muy
estratificada, muy jerarquizada en la que los indios están siempre al servicio de los blancos
y las condiciones de vida de unos y otros son inequitativas.
“Me evadí de la soledad por el trabajo, esto me hizo sentirme solidaria con los
demás en algo abstracto que no me hería ni me trastornaba como más tarde iban a herirme
el amor y la convivencia” – escribió Rosario Castellanos.
Hoy, al entregarme este doctorado que me honra en lo más hondo pretendí recordar
a dos personajes que marcaron no sólo mi vida sino la de muchos mexicanos, un hombre,
el doctor Ignacio Chávez, otra mujer, Rosario Castellanos, ambos seres de excepción dentro
de nuestro inmenso país. A nombre de ellos y en su recuerdo, saludo respetuosamente a
la Universidad, a su Rector, a sus directores de Facultad, a sus docentes, a su maravilloso
edificio en cuyos pasillos coloniales de cantera y en cuyas aulas de techos altísimos y altos
ventanales dictaron cátedra los grandes republicanos María Zambrano y Adolfo Sánchez
Vázquez y a su alumnado entre quienes posiblemente se encuentran los futuros pensadores
del siglo XXI.
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Lunes 05 de octubre de 2015. Año 5 No. 85.
Laudatio para José Narro Robles
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pronunciado por el doctor Medardo Serna González,
rector de la Casa de Hidalgo
“El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está
obligado a realizar; el honor es la poesía del deber”
– Alfred de Vigny
E
s para mí una gran distinción pronunciar el laudatio en esta ceremonia en la que se
cumple la decisión del H. Consejo Universitario de la Casa de Hidalgo, para entregar
el doctorado honoris causa a José Narro Robles en reconocimiento a su destacada
trayectoria profesional, sus aportes en la medicina comunitaria y su actuación en la defensa
de la educación pública en México.
El doctor Narro nació en Saltillo, Coahuila, el 5 de diciembre de 1948. Estudió
su bachillerato en la preparatoria número 4, Vidal Castañeda y Nájera, de la Universidad
Nacional Autónoma de México, en la que sus compañeros de generación lo recuerdan como
un joven inquieto y con una notable sensibilidad social. Es médico cirujano por la Facultad
de Medicina de la UNAM, y obtuvo el título con mención honorífica en su examen profesional. Realizó estudios de posgrado en Medicina Comunitaria en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. Es profesor, titular “C”, definitivo, de tiempo completo de la Facultad
de Medicina de la UNAM, en la que ha dictado las cátedras de Medicina Preventiva, Medicina Familiar y Salud Pública, además de haber sido titular de distintos cursos de posgrado.
La Universidad Michoacana reconoce hoy a quien ha impulsado el proceso de
formación de recursos humanos, dirigido tesis y trabajos de investigación y contribuido
al establecimiento de programas académicos entre las instituciones del sector salud y la
Facultad de Medicina de la UNAM.
En salud pública desarrolló notables estudios de investigación que han contribuido
a clarificar la epidemiología del dengue, la cirrosis hepática por consumo de pulque, y ha
explorado los factores predictivos para el consumo de alcohol en adolescentes estudiantes
de bachillerato.
Ha realizado estudios importantes sobre conceptos filosóficos acerca del humanismo y de las implicaciones del ser humano, de su vínculo con la vida cotidiana, con la
educación y con la medicina. Ha evidenciado una relación directa entre el Humanismo y la
Bioética, en lo que respecta a los nuevos aires que imponen el auge de la medicina institucional y la creciente aplicación de innovaciones tecnológicas en el campo de la salud. Ha
criticado las situaciones que tienden a despersonalizar la práctica médica y a convertir al
paciente en un simple expediente clínico.
En sus investigaciones ha realizado profundas reflexiones sobre el conocimiento y
la manipulación del genoma humano, la reproducción asistida, el aborto, la supervivencia
de los niños prematuros, el trasplante de órganos, la innovación tecnológica, la eutanasia
y la distanasia. Ha estudiado de manera preponderante la relación entre las instituciones
de atención médica y el enfermo; entre el médico y la colectividad; y entre el médico y el
gobierno.
El doctor José Narro se ha desempeñado en su alma mater como director general de
Extensión Académica, director general de Planeación, secretario general, coordinador general de la Reforma Universitaria y director de la Facultad de Medicina. El 16 de noviembre
próximo culminará, en un segundo periodo, la encomienda como el Rector cuadragésimo
tercero al frente de su casa de estudios.
Su incursión en la administración pública federal lo llevó a desempeñar diversos
nombramientos, entre los que destacan el de director general de Salud Pública en la Ciudad
de México, director general de los Servicios Médicos del Departamento del Distrito Federal, secretario general del Instituto Mexicano del Seguro Social, subsecretario de Gobierno
en la Secretaría de Gobernación y subsecretario de Servicios de Salud en la Secretaría de
Salud.
Es autor y coautor de más de 220 artículos científicos y de divulgación publicados
en revistas mexicanas y extranjeras, así como capítulos en libros, principalmente sobre te-
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Lunes 19 de octubre de 2015. Año 5 No. 86.
mas de educación superior, salud pública, educación médica y administración de servicios
de salud. Ha participado como ponente en más de 690 foros del país y en 17 países de América, Europa y Asia, en los que ha vinculado los componentes académicos y administrativos
de su ámbito de interés.
Desde 1992 es miembro de la Academia Nacional de Medicina, desde 2004 pertenece a la Academia Mexicana de Ciencias y es miembro por invitación de la Academia
de Ciencias Médicas del Instituto Mexicano de Cultura. En octubre de 2007, ingresó a la
Real Academia Nacional de Medicina de España como académico correspondiente extranjero. Ha sido asesor de la Organización Mundial de la Salud, presidente de la Asociación
Mexicana de Medicina General-Familiar e integrante de numerosas juntas de gobierno de
los institutos nacionales de salud. En 2003, el Colegio Mexicano de Medicina Familiar
estableció un premio con su nombre.
Los nicolaitas apreciamos la gran obra que el doctor José Narro ha construido con
dedicación, talento, responsabilidad, capacidad y entereza en los diversos ámbitos en que
se ha desempeñado a lo largo de su vida. Compartimos plenamente su compromiso social y
humanismo, que ha manifestado de múltiples maneras. Como ejemplo, me es grato retomar
lo que expresó en el discurso que pronunció una vez que fue designado para continuar con
la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México por un segundo periodo comprendido entre 2011 a 2015.
“Para los universitarios, educar es construir ciudadanía. Es perseguir la utopía de
siempre. La utopía de la libertad y del combate a la desigualdad y la injusticia. La del respeto y el aprecio por los demás. La del servicio a los otros, en particular a los que menos tienen
y más requieren. La de la dignidad humana que cubra a todos. Sin embargo, para nosotros
una utopía no es ficción, quimera o suposición. Es, en cambio, ideal, anhelo y superación
posible de alcanzar.
Nuestras utopías no deben ser simples ilusiones, cuanto verdaderas realizaciones.
Nos anima estar seguros que las utopías de ayer, son las realidades del presente. Es por todo
esto, que seguiremos ensayando formas para educar por la paz, la libertad y la democracia,
de hacerlo en la ética y la tolerancia”.
No podía haber un espacio más idóneo para distinguir al doctor José Narro, que el
Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, alma y semilla de nuestra Casa de
Estudios, fundado por el insigne Vasco de Quiroga, quien hizo de la utopía una virtud en el
mundo real a través de la acción comprometida y transformadora en favor de la dignidad y
derechos de los marginados y desprotegidos. Este es el espacio histórico donde se formó el
Padre de la Patria y el Generalísimo José María Morelos, Siervo de la Nación; es el sitio que
resguarda el corazón de Melchor Ocampo, ideólogo de la Reforma en México. El Colegio
de San Nicolás también es la génesis de la primera Universidad autónoma de México y de
toda la América Latina. Es, pues, una utopía hecha realidad, que nos llena de orgullo a los
nicolaitas por lo que significa y ha aportado a Michoacán y al país; también nos compromete a seguir siendo dignos, a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones del legado
humanista y libertario de nuestros fundadores e ilustres antecesores.
Nos honra sobremanera que un mexicano como usted, comprometido con la defensa por la educación superior pública de calidad, haya aceptado recibir el grado de doctor
honoris causa de la Casa de Hidalgo, que es una institución pública icónica en la historia
de este país: nuestra universidad ha estado presente en todas las luchas sociales gracias a
las cuales se ha construido el México que tenemos. Nuestra casa recibe a 8 de cada 10 aspirantes a ingresar a su bachilleratos y licenciaturas, hace un esfuerzo mayúsculo para recibir
al mayor número de estudiantes, para brindarles oportunidad de cursar la educación media
superior y superior y posgrados a jóvenes con enormes carencias económicas; equilibra la
compleja ecuación de masificación y calidad en la educación, cuyo compromiso y responsabilidad social son sello del nicolaicismo.
Coincidimos, pues, plenamente en la acción y los postulados con el doctor José
Narro, quien ha dedicado una buena parte de su vida a construir instituciones educativas de
calidad y a defender en cualquier foro el papel central que tienen las universidades públicas
en la historia y el futuro de nuestro país.
En 2 días más, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo estará a
tan sólo dos años de cumplir un centenario de su autonomía. Hasta mediados del siglo XX,
cuando se fundó la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación
Superior (ANUIES), sólo existían once universidades públicas, incluyendo por supuesto a
la Casa de Hidalgo. El impulso para la educación superior pública, principalmente en universidades, es reciente, lo que explica parcialmente el retraso que todavía existe en México
en este rubro vital para el desarrollo de nuestro país.
Hoy día existen medio centenar de universidades públicas en el país. Las universidades públicas vertebran, sin duda, la educación superior. En nuestras facultades y escuelas se atiende a la mayor proporción de jóvenes en edad de cursar la educación superior.
Además, y nuestra institución es un ejemplo de ello, en los campus universitarios públicos,
se han desarrollado los posgrados de calidad y casi toda la investigación que se hace en
nuestro país.
En las universidades públicas la lógica y pertinencia de los programas académicos
no se somete a las demandas del mercado, nuestras instituciones siguen siendo espacios
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Inserto especial Doctorado Honoris Causa
libres donde florecen las humanidades y las artes de la mano con la ciencia y la tecnología,
gracias a su autonomía consagrada en el artículo 3º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La Casa de Hidalgo fue la primera universidad autónoma de América Latina. Con
la autonomía de las universidades públicas, se garantiza y permite con responsabilidad crear
procesos de organización interna, ágiles y con la flexibilidad para adaptarse a las necesidades y demandas locales. Los consejos universitarios cada día tienen mayor fortaleza y
son cuerpos colegiados plurales en los que se respeta la diferencia, en donde justamente lo
distinto, enriquece los acuerdos.
Hoy día, una demanda muy sensible de muchas universidades públicas estatales es
justamente la lucha por la obtención de presupuestos justos, de acuerdo a lo que representan, a la demanda que atienden, a su carácter regional, a la calidad de sus indicadores; afirmo convencido que solamente con presupuestos suficientes la autonomía puede ejercerse
con plena libertad.
Definitivamente la aportación de mayor calado de la universidad pública ha sido la
preparación de profesionistas, de expertos, de especialistas, de investigadores de alto nivel
en las diversas disciplinas. De la educación superior pública han egresado los cuadros de
profesionistas tanto para la administración pública, como para el sector productivo y el
de servicios. En las universidades públicas se han formado también una muy significativa
cantidad de líderes políticos y empresariales, científicos con calidad internacional, artistas,
intelectuales y humanistas de nuestro país.
El desarrollo de México en todos los ámbitos no podría entenderse sin la participación de los egresados de las universidades públicas. Los gobiernos federal, estatal y
municipal, deberían voltear a ver el potencial que los recursos humanos universitarios de
alto nivel tienen para analizar, diagnosticar y planificar las políticas públicas que nuestro
país requiere.
Sólo entonces, cuando universidad pública y gobierno se logren vincular directamente, nuestro México logrará el equilibrio que tanto requiere entre el desarrollo con el
respeto por los derechos humanos y por el medio ambiente.
La universidad pública, como bien lo ha expresado el doctor José Narro, “ha aportado sustancialmente también al sistema político mexicano, entendido no únicamente como
la clase política, sino de manera más amplia como la organización del Estado Nación, constituido en nuestro caso como república federal, representativa y democrática. Ha contribuido y debe seguir contribuyendo de manera significativa, en la construcción y consolidación
de un verdadero Estado de derecho, en la promoción y defensa de los derechos humanos y
civiles, así como en el reforzamiento de la identidad y la cohesión de la nación”.
Es indudable que la verdadera democracia se construye en las aulas universitarias,
por lo que la inversión del Estado mexicano debe ser generosa para que las universidades
públicas cumplan a cabalidad con sus funciones sustanciales. No hay mejor estrategia de
construir ciudadanía que apostándole a que nadie, a que ningún joven en edad de cursar la
educación superior se quede sin hacerlo. No reconocer que en nuestro país 7 de cada 10
jóvenes en edad de ingresar a la educación superior no pueden hacerlo es una insensibilidad imperdonable. No hacer nada para superar este hecho es traicionar a la patria por la
que hombres y mujeres como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Gertrudis Bocanegra,
los hermanos López Rayón, Mariano Matamoros, Hermenegildo Galeana, Ignacio Aldama,
Melchor Ocampo, dieron la vida.
Es en las universidades públicas donde pueden recrearse, revitalizarse y transmitirse los valores que caracterizan a las sociedades democráticas. Son espacios de tolerancia y
pluralidad por excelencia donde nadie es excluido por su identidad étnica, regional, lingüística, económica, cultural, religiosa o de clase.
En suma, digo con nuestro homenajeado doctor José Narro Robles: “La universidad pública es una institución esencial para la vida democrática de México”.
Doctor Narro, no me equivoco si le digo que todos los universitarios estamos de
acuerdo y orgullosos de que usted sea doctor honoris causa de nuestra universidad, la institución con mayor tradición histórica del país, nuestra casa, su casa, cuna de héroes y crisol
de pensadores. Estoy seguro que a este homenaje que le rinde merecidamente la Casa de
Hidalgo se suman los michoacanos y mexicanos.
Lo invito a que a partir de este día se sienta como yo, como todos los que nos formamos en estas aulas, orgulloso de ser nicolaita.
Como lo decía acertadamente el poeta y escritor francés Alfred de Vigny: “El honor consiste en hacer hermoso aquello que uno está obligado a realizar; el honor es la poesía
del deber”. Esta es la frase con la que empecé este laudatio, porque estoy convencido que a
varios siglos de su pronunciamiento no deja de ser verdadera ni vigente. Es precisamente el
honor lo que nos reúne el día de hoy.
Hago votos para que nos conduzcamos, hoy y siempre, con honor. Sólo así haremos patria, construiremos un mundo nuevo basado en instituciones sólidas y honestas al
servicio del bien común que tanta falta hacen en nuestra nación. Es lo que anhelamos y
merecemos los mexicanos.
Creo en ustedes, creo en mí, todos somos orgullosamente nicolaitas.
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Lunes 05 de octubre de 2015. Año 5 No. 85.
Discurso pronunciado por José Narro Robles,
7
a propósito de la aceptación del doctorado honoris causa
Q
uiero empezar rompiendo mi presentación y el propio protocolo, y lo hago acudiendo a una fórmula que en la práctica parlamentaria se utiliza: “alusiones personales”,
Elena Poniatowska me puso a sufrir porque pensé que diría alguna otra cosa; fue
muy generosa y en razón de eso le contesto.
Le contesto porque me puso muy fácil la pregunta. Podría decir que mi mujer es
la persona que me permite acompañarla, cuando está de buen humor. La que me manda el
fin de semana a hacer el supermercado, como le consta a algunos de mis amigos. Que es
la mujer con la que he tenido los únicos tres hijos y los cinco nietos que estos hijos nos
han dado. Podría decir también que es la mujer que mejor me ubica cuando llego flotando
y creyendo que pertenezco a otra estirpe y que con unas cuantas palabras me pone en mi
lugar. O podría decir también, y con eso termino y espero que no vaya a construir un cuento
Elena, pero podría decir que es la mujer con la que he pasado 51 años de mi vida y con la
que, sobre todo, quiero pasar los últimos años de mi vida, esa es mi mujer.
Muchas gracias al Honorable Consejo Universitario de la Universidad michoacana
de San Nicolás de Hidalgo por concederme el doctorado honoris causa; mi gratitud es para
toda la comunidad de esta gran institución, en especial, para los integrantes del Consejo
Universitario pero para todos. Todos sus académicos, estudiantes y trabajadores, y de manera muy particular, para su rector, para el doctor Medardo Serna González.
Para mí es un privilegio, un verdadero honor recibir esta distinción y además,
hacerlo cuando se les entrega a Elena Poniatowska, Cuauhtémoc Cárdenas y Antonio Lazcano.
El reconocimiento lo recibo en nombre de mi universidad y no como un reconocimiento personal, sino a la educación pública y a sus instituciones.
La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo es una de nuestras universidades públicas de mayor trascendencia, con una historia larga de trabajo en favor de México, de la libertad y de la justica; de la educación, la ciencia y la cultura. Baste recordar que
Miguel Hidalgo y José María Morelos, dos de nuestros grandes héroes nacionales, fueron
alumnos del Colegio de San Nicolás, antecedente directo de esta institución.
Se trata de una casa de estudios ejemplar por su calidad y su compromiso con la
sociedad y el país, por estar al servicio de la educación, del conocimiento, de la ciencia, la
cultura y sobre todo, por su compromiso con la juventud.
La UNAM y la Universidad Michoacana, han ido de la mano en su crecimiento
y desarrollo, desde aquellos tiempos en que unos jóvenes michoacanos, entre quienes estaban Ignacio Chávez, Gabino Fraga, Samuel Ramos y Eduardo Villaseñor, solicitaron al
entonces gobernador electo, que sus primeras gestiones fueran encaminadas a establecer la
Universidad Michoacana, anhelo alcanzado en octubre de 1917.
El joven médico Ignacio Chávez fue uno de sus primeros rectores, y lo sería también, posteriormente, de la Universidad Nacional Autónoma de México, como nos lo recordó Elenita. A esta historia se suma el hecho afortunado de que desde hace casi dos décadas
se establecieron en el estado, en esta ciudad capital, varias entidades académicas de la
UNAM, que ahora conforman el Campus Morelia.
Como parte de esto, recientemente se instaló en la ciudad un plantel de la Escuela
Nacional de Estudios Superiores, y aquí nos acompaña su señor director. Esto ha hecho que
la relación entre nuestras instituciones se haya vuelto cada vez más estrecha. Hoy se ofrecen
licenciaturas y programas de posgrado conjuntos o que se desarrollan en colaboración.
Pero también nos une, como lo dijo el señor Rector, el ideal de fortalecer valores.
Valores como la tolerancia, el respeto y la pluralidad que son parte de nuestro quehacer
cotidiano, al igual que la defensa de nuestros principios: la autonomía, la libertad de cátedra
e investigación y el compromiso con la sociedad.
Al estar en esta universidad no puedo dejar de recordar, como también lo invocó
Elenita, los Sentimientos de la Nación de Morelos, en especial, su enérgico llamado, en los
primeros años del siglo XIX, a atemperar los excesos registrados en nuestro país entre la
indigencia y la opulencia, reclamo, por cierto, que hoy tiene mayor intensidad y prioridad.
La desigualdad es un problema que arrastramos desde tiempos remotos y que no
parece disminuir a pesar de los recursos dedicados a combatir la pobreza. Soy de los que
considera que no se atenuará mientras no se dé todavía mayor prioridad a la educación y la
Doctorado Honoris Causa
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Lunes 19 de octubre de 2015. Año 5 No. 86.
cultura, mientras no se ponga en operación un programa integral para buscar erradicar a la
pobreza.
He sostenido insistentemente que la educación es uno de los grandes igualadores
sociales, por eso considero que sin mejores niveles de educación, sin contar con mayor
cobertura y calidad, será imposible superar los rezagos seculares.
La educación pública es una de las inversiones más redituables que cualquier país
puede hacer para lograr un desarrollo más equilibrado, más equitativo. De ahí que los universitarios tengamos la obligación de mostrar con el ejemplo el compromiso con la formación de nuevas generaciones de jóvenes que tengan destrezas profesionales, pero que
también contengan valores y principios laicos y, por supuesto, el compromiso social.
Es en las instituciones públicas donde se forma la mayor parte de nuestra juventud.
A ellos, a sus familias, a la sociedad, las universidades y los universitarios no podemos
fallarles.
Es en las instituciones públicas de educación superior donde los jóvenes con menores ingresos pueden mejorar su nivel de vida y el de sus familias, donde pueden contribuir
al desarrollo de su comunidad, de su región y de su país.
La educación superior, en especial la que está a cargo del Estado mexicano, requiere de cuidado y de impulso. Tenemos que ser más imaginativos para avanzar en este
sentido. Por supuesto que la tarea demanda de mayor inversión pública y por supuesto que
hay forma de encontrarla.
Recuerdo solamente un dato. El costo aproximado de ampliar en 350 mil alumnos
la cobertura de las universidades públicas del país equivale, anualmente, a menos de la décima parte de los recursos destinados recientemente a evitar el debilitamiento de la paridad
del peso frente al dólar, recursos tomados de las reservas internacionales que tiene México.
Necesitamos, como lo hicieron generaciones pasadas, pensar y actuar con grandeza
de miras. Esa debe ser la consigna, sobre todo entre los jóvenes.
También de manera reiterada he señalado lo conveniente que sería convocar a la
población y a las estructuras del Estado mexicano para plantear y organizar la realización
de verdaderas hazañas nacionales.
En el combate al analfabetismo y al rezago escolar, en la lucha contra la eliminación del embarazo entre las niñas de 14 años y menores, en la reducción sustancial de la
mortalidad infantil, se encuentran algunos de los grandes temas que se debieran programar.
Doctorado Honoris Causa
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
En nuestro querido México es tiempo de hacer cosas importantes, no hay porque
posponer las decisiones relevantes. Tenemos que atrevernos a imaginar y a soñar con un
mejor futuro, tenemos que sembrar las semillas necesarias, debemos seguir el ejemplo de
hombres y mujeres extraordinarios, de personas que con altura de metas, voluntad e imaginación, construyeron el gran país que hoy tenemos.
No debemos permitir que la pequeñez de miras y el desencanto se apoderen de
nuestro ánimo. Debemos reconocer que no hay destinos inalterables. La capacidad de cambiar es un extraordinario recurso para superar la fatalidad, la desesperanza y el pesimismo.
No se debe permitir que la vorágine de los problemas cotidianos nuble nuestra imaginación, que los hechos tan horrendos que nos afectan dificulten la posibilidad de heredar
a las próximas generaciones una sociedad más justa y equitativa, una sociedad que haga
factible una vida más digna, un país mejor.
Desde las universidades públicas se debe contribuir a alcanzar lo anterior. Nuestras
comunidades deben sembrar en la sociedad certeza y no sospecha, pero certeza crítica y
documentada, certeza que permita reconocer lo que funciona y los avances alcanzados, pero
también reclamar las fallas y proponer lo que debe transformarse. Desde nuestras instituciones debemos ayudar a la articulación de la sociedad y a evitar enfrentamientos y escisiones.
México necesita, hoy más que nunca, educación, educación de calidad, educación
que ofrezca a nuestros jóvenes un futuro más esperanzador.
Por ello es que, en nombre propio y de quienes piensan que la educación superior
pública debe fortalecerse y ampliarse en el país, recibo con emoción este reconocimiento.
Desde hoy me integro como un miembro más de la comunidad de esta Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de esta extraordinaria institución que ha sido, en
efecto, cuna de héroes, crisol de pensadores.
De esta casa de estudios heredera de las glorias del antiguo Colegio de San Nicolás,
de las derivadas del inveterado Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo,
que construye sus propios logros con trabajo y determinación.
A ustedes expreso mi orgullo de pertenencia, la seguridad de mi identidad y mi
agradecimiento más sincero.
Por mi raza hablará el espíritu.
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Lunes 05 de octubre de 2015. Año 5 No. 85.
Laudatio para Antonio Lazcano Araujo
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pronunciado por el maestro Carlos Tena Morelos,
director de la Facultad de Biología
La teoría evolutiva es lo que le da sentido al resto de la Biología
¿
Cuándo y cómo se originó la vida en el planeta Tierra? ¿Cómo evolucionó en sus etapas
tempranas? Son algunas de las preguntas que más han intrigado a los seres humanos y
han sido tema de largos y calurosos debates en diferentes arenas y entre diferentes “combatientes”. Antonio E. Lazcano Araujo se sintió fascinado por estas preguntas desde que
su padre, a los 11 años de edad, le regaló el libro Origen de la vida del gran científico ruso
Aleksandr I. Oparin, a quien por cierto tuvo oportunidad de conocer en 1975 cuando visitó
México para dictar una conferencia magistral en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Dedicado con gran pasión por más de 40 años a tratar de desentrañar estos “misterios”
científicos, a enseñar y difundir sus conocimientos sobre estas y otras fascinantes preguntas,
el doctor Lazcano cuenta con una trayectoria académica brillante y reconocida a nivel mundial. A continuación sólo haré mención muy resumida de algunos de sus muchos méritos
curriculares.
Es biólogo, (aunque el mismo confiesa que primero quiso ser astrónomo) y doctor
en Ciencias por la UNAM, es profesor de tiempo completo en la Facultad de Ciencias, en
donde con su grupo y en colaboración con científicos de otros países ha aportado significativamente a la comprensión del origen y la evolución temprana de la vida. En 1986 propuso
una teoría sobre el origen y naturaleza de los primeros organismos, la cual ha permitido
entender al DNA y varias proteínas como resultado no de procesos pre-biológicos sino estrictamente biológicos. Junto con sus colegas de la UNAM se ha embarcado en el estudio de
genes muy conservados, tratando de obtener información sobre épocas en donde el material
genético era el RNA y no el DNA, lo que le ha permitido abordar también, el problema del
origen y evolución temprana de las rutas metabólicas.
Ha sido profesor invitado en muchas universidades de América y Europa, así como
investigador visitante en varios Institutos de gran prestigio internacional. Es autor de varios
libros en español, de los cuales El origen de la vida está prácticamente agotado y se han
vendido más de 650,000 ejemplares. En 2007 la Universidad de San Francisco de Quito,
que tiene a su cargo el resguardo de las Islas Galápagos, le otorgó la Medalla de Fundador
de la Universidad. En enero de 2008 la Universita degli Studi di Milano le concedió el
doctorado honoris causa, y en julio de 2008 la Sociedad Italiana de Astrobiología le concedió la Primer Medalla Francesco Redi. De 2002 a 2004 presidió el Comité Evaluador
de la NASA Astrobiology Institute. Fue durante ocho años miembro del Comité Asesor de
la NASA para estudios del origen y la evolución de la vida, y dos veces presidente de la
International Society of the Study of the Origins of Life, siendo el primer científico latinoamericano en acceder a este puesto. Hace tres años fue designado director fundador del
Centro Lynn Margulis para el Estudio de la Evolución Biológica de las Islas Galápagos y
recientemente el 24 de julio de este año la Universidad de Valencia, España le otorgó el
doctorado honoris causa. Es investigador nacional nivel III y en octubre de 2014 ingresó a
El Colegio Nacional.
Cuando el H. Consejo Universitario me otorgó el honor de hacer este laudatio, no
me imaginé lo difícil que sería hacer una semblanza rápida y representativa de los méritos
académicos del doctor Lazcano que al mismo tiempo expresara el profundo afecto y admiración que ha sembrado, desde hace muchos años, entre la comunidad de nuestra querida
Facultad de Biología. Para algunos de ustedes el nivel III del SNI les dice mucho sobre su
prolífica producción científica: más de 100 artículos de investigación, 23 libros escritos
o compilados, publicados o en prensa; 58 capítulos de libros, 262 seminarios de investigación o conferencias nacionales y 375 internacionales, 9 comités editoriales de revistas
de investigación. Para otros de ustedes podría ser suficiente con saber que es miembro
de El Colegio Nacional, su más alta distinción como él mismo reconoce, entre las más de
40 que ha recibido. El doctor Lazcano no sólo es un excelente científico mexicano, es un
apasionado divulgador de la ciencia y la cultura: 103 ensayos o artículos de difusión, cinco películas, 27 guiones de televisión científica; muchísimas conferencias de divulgación,
43 en el extranjero y 438 en México, de las cuales, debo resaltar que 16 las ha impartido
Doctorado Honoris Causa
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en esta Universidad. Hay que ir agregando otra a su currículum, aprovecho el comercial
para invitarlos a la conferencia sobre el origen y evolución de los virus con un enfoque
darwinista, que impartirá mañana a las 11 am en el auditorio principal del CIAC, tema por
demás interesante y de gran relevancia para la investigación médica. Cómo olvidar sus
conferencias sobre El Origen de la vida, el 22 de marzo de 1979 dictó su primera y el 16 de
enero de 1981 nos visitó de nuevo, generando ya desde entonces una gran expectación. El
doctor Ricardo Pérez Munguía y su servidor, estudiantes ambos de la entonces Escuela de
Biología, recordamos la emoción que nos causó escucharlo, pero todavía más la sencillez
y humildad con que nos trató a los estudiantes, a pesar de que ya era famoso por su libro,
lectura indispensable en el primer semestre.
Pocos días después de su última conferencia en el Centro de Información, Arte y
Cultura (CIAC) el 28 de abril de este año, el maestro Arturo Carrillo, profesor jubilado de
nuestra Facultad, me propuso que hiciéramos la petición a este cuerpo colegiado del otorgamiento del doctorado honoris causa. Después de recibir su currículum vitae completo
no tuve ninguna duda de que el dictamen de la Comisión sería favorable. Por cierto señor
Rector, me parece (a reserva de equivocarme), que se rompió el record de asistencia para
este tipo de eventos académicos: 400 asistentes sentados, aproximadamente 200 en el piso
y otros tantos afuera del recinto. Los números pueden ser muy fríos y no siempre dan la
información más relevante, a pesar de haber sido un día muy caluroso, el auditorio estaba
lleno desde una hora antes de empezar la conferencia y sólo los que estuvimos presentes
pudimos sentir y ser testigos del enorme calor humano con el que fue recibido. Es difícil
describir el cariño y respeto que se ha ganado entre estudiantes y profesores; el doctor Omar
Chasin, catedrático de la Facultad, sorprendió a un reportero cuando le mencionó que el
doctor Lazcano era para los alumnos como una especie de rock star... yo más bien diría que
es un scientist star; jamás en mi vida profesional escuché que a un conferencista se le recibiera con tan estruendoso aplauso y exclamaciones de admiración… antes de presentarlo
y dictar su conferencia.
Doctorado Honoris Causa
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Hay aspectos que no se mencionan en los méritos curriculares de este notable científico, que no le cuentan para el SNI y la beca al desempeño académico, pero que dicen
mucho de la calidad humana y la enorme simpatía y empatía que genera con los alumnos
y profesores. Después de una interesante conferencia de prensa, se hizo una larga fila de
estudiantes deseosos de tener el autógrafo de “Toño Lazcano” como cariñosamente le dicen
sus amigos; los que no tenían a la mano su libro del Origen de la vida, le pidieron que les
firmara una libreta de campo, una libreta de apuntes y otros más desprendieron los carteles
de la conferencia para que se las firmara. Sinceramente es sorprendente lo que genera en
cada visita; después de la conferencia, el doctor Lazcano salió en automóvil para ir a comer
y mientras yo iba caminando me tocó presenciar algo que me conmovió profundamente, a
estudiantes que lo esperaron para despedirlo con cariñosos saludos, debo confesarles que en
esos momentos si parecía un “rock star”. Finalizo compartiéndoles algunas indiscreciones
cibernéticas que algunos de nuestros estudiantes comentaron en las populares redes sociales
después de que subieran algunas fotos de la visita: “pensé que iba a terminar mi carrera y
no lo iba a conocer”, “al fin se me hizo que me firmara un autógrafo”, “les gané a todos
conseguí un segundo autógrafo (como han de imaginar este chico subió la foto del libro del
Origen de la vida con las dos firmas como evidencia)”, “cómo es que alguien puede ser tan
sabio y ser tan sencillo”, etc. etc.
Doctor Antonio Eusebio Lazcano Araujo, a nombre de toda la comunidad de la
Facultad de Biología, le agradezco profundamente la generosidad, humildad y disposición
que siempre ha mostrado para compartir con nosotros lo que ha aprendido en este largo y
sinuoso camino que ha forjado en su luminosa trayectoria académica. A partir de hoy es
miembro distinguido de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, cuna de héroes, crisol de pensadores. Junto al goya de su querida UNAM, ahora tendrá que aprenderse
el pis pas de la Michoacana, y por siempre poder decir Creo en mí, soy orgullosamente
nicolaita.
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
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Discurso pronunciado por Antonio Lazcano Araujo,
a propósito de la aceptación del doctorado honoris causa
P
ermítanme comenzar agradeciendo la generosidad con la que la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo me honra haciéndome uno de los suyos. En medio de
un panorama ensombrecido por las incertidumbres políticas y la atmósfera de violencia que azotan al país, la universidad sigue siendo un componente esencial de una vida democrática. Quienes nos encontramos hoy frente a ustedes para recibir el doctorado honoris
causa, estamos convencidos no sólo que
la cultura y la educación son bienes comunes que se deben procurar, sino también
compartimos la certeza que la universidad
pública es una de las
instituciones más nobles que existen. Toda
vida se construye con
las aportaciones de
los demás, y la mía
no sería la misma sin
lo que les debo a mis
maestros, alumnos,
colegas y amigos de
la Universidad Nacional Autónoma de
México, que me ha
permitido dedicarme
al estudio del origen
y la evolución de la
vida.
A u n q u e
Darwin no visitó México, sus ideas comenzaron a discutirse
en nuestro país luego
de la Guerra de Reforma y la derrota de los
conservadores. Unas
décadas más tarde, y
al amparo de una visión secular, la labor excepcional de mexicanos como don Alfonso L. Herrera permitió
que la enseñanza de la Biología surgiera cobijada por la teoría de la evolución. Donde más
ha fructificado la herencia de Darwin y sus seguidores mexicanos es en las universidades
públicas que han desarrollado y enriquecido el estudio del origen y la evolución de la vida.
Esto es lo que ha permitido que desde hace muchas décadas nuestros estudiantes se familiaricen con las ideas de Darwin, lean los libros de Oparin, se sorprendan con el trabajo de
Lynn Margulis sobre el fenómeno de la endosimbiosis y aprendan a leer el pasado en las
secuencias de genes y proteínas como nos enseñaron Emile Zuckerkandl y Linus Pauling.
Salvo Herrera, nadie puede reclamar para sí la distinción de haber sido el principal promotor de la enseñanza, la difusión y la investigación en evolución biológica. Aunque falta
mucho por hacer, a más de doscientos años del nacimiento de Darwin, los mexicanos hemos
abrazado y desarrollado el estudio de la evolución con una avidez intelectual que sorprende
a propios y extraños.
El profundo arraigo de las ideas de Darwin en nuestro país y el número cada vez
más grande de estudiantes que se identifican con ellas, son la mejor garantía para su permanencia y desarrollo. A diferencia de lo que ocurre en otros países, la sociedad mexicana
asume, de manera natural, las premisas y las conclusiones de la teoría evolutiva. Sin embargo, al igual que ocurre con otras disciplinas científicas, las limitantes que enfrentamos
en México incluyen el número reducido de universidades en donde se enseña Biología, la
existencia de planes de estudio desiguales que no siempre reflejan los avances de la teoría
de la evolución, la escasa o nula coordinación académica entre los centros de educación
superior, y la poca o ninguna relación entre la enseñanza de la Biología Evolutiva y otras
disciplinas como la Medicina, la Veterinaria y la Agronomía.
Sin embargo, el riesgo mayor que enfrenta hoy en día la enseñanza de las ciencias
está en las arremetidas contra el Estado del bienestar, que han traído consigo presiones políticas y económicas que se ejercen contra los ideales que sustentan la educación y el bien
común, y que ha reclasificado a los individuos no como personas y ciudadanos sino como
consumidores y agentes del mercado. Alarma la desmesura de las políticas fiscales que se
han adoptado ante las tensiones económicas, que amenazan con recortes y limitaciones
presupuestales a las instituciones de educación superior y a los centros de investigación
científica. Esto no sólo es un despropósito, sino también un riesgo, lo que representa un
agravio para el desarrollo científico y cultural del país.
No hace mucho el escritor español Juan Goytisolo afirmó que: “el panorama a
nuestro alcance es
sombrío: crisis económica, crisis política,
crisis social. Las razones para indignarse
son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse
a sí mismo”. Permítanme hacer mías las
palabras de Goytisolo.
Ante las crisis económicas y políticas, la
universidad pública y
la educación no son
un problema, sino
parte de la solución.
Por ello, sorprende la
arrogancia mercantil
de quienes pretenden
que las universidades
demuestren su relevancia económica, olvidando que
eficiencia no es un
sinónimo de relevancia. Resulta
repulsiva la actitud
obsequiosa con la
que esas exigencias
son adoptadas por
administradores y
burócratas alejados
del mundo académico que exigen estados de cuentas como si la enseñanza, la creación y la difusión de las humanidades, las artes,
y las ciencias se pudieran reducir a las columnas y renglones de un libro de contabilidad.
La defensa de la labor de la universidad pública no puede basarse en su significado práctico
sino en su valor intrínseco, pero en los últimos años la visión eficientista se ha apropiado
del discurso de la evaluación de las universidades y la investigación, hablando de costos y
precios y no de valores.
Permítanme concluir insistiendo de nuevo en la diferencia entre precio y valor recordando, como lo hice hace unos meses en la Universidad de Valencia, la herencia misma
de Darwin. Aunque dijo una y otra vez que quería ser sepultado en el cementerio de Down,
su deseo no se cumplió. Cuando se conoció la noticia de su muerte, varios parlamentarios
se dirigieron al encargado de la Abadía de Westminster, el reverendo George Granville
Bradley, para solicitare el permiso de enterrarlo al lado de los grandes de Inglaterra. El
alejamiento que se había dado entre Darwin y la religión era bien conocido, pero el abad
era un hombre generoso que aceptó rápidamente la solicitud. Los funerales se llevaron a
cabo el 26 de abril de 1882. El ataúd de tablones de pino que había fabricado John Lewis,
el carpintero de Down, fue substituido por un pesado féretro victoriano y el cuerpo de
Darwin fue llevado en andas por nobles, científicos y políticos para que reposara en la nave
principal de Westminster, muy cerca de la ostentosa tumba de Newton. Darwin descansa
bajo una sencilla lápida de mármol blanco que se confunde con el piso y que dice “Charles
Robert Darwin, 1809 -1882”. Nada más, ni nada menos. Sin embargo, es tan extraordinario
el significado de su herencia intelectual, que no puedo dejar de mencionar el himno fúnebre
que se cantó en el sepelio. Compuesto especialmente para la ocasión, comienza con unas
palabras tomadas del Libro de los Proverbios: “Bienaventurado el hombre que encuentra
la sabiduría, y que obtiene la inteligencia”. He buscado en la Biblia el texto completo, y
aunque carezco de convicciones religiosas, no puedo menos que conmoverme: “porque su
mercadería es mejor que la mercadería de la plata, y sus frutos más que el oro fino”. Por lo
que a Darwin se refiere, el Antiguo Testamento tenía razón.
Muchas gracias.
Doctorado Honoris Causa
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Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Laudatio para Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
pronunciado por el maestro Aldo Ulises Olmedo Castillo,
regente del Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo
L
a Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, cuna ideológica de la independencia de México, depositaria de los valores humanistas, científicos, educativos y culturales producto de la actividad social y del conocimiento evolutivo de las
ciencias; tiene como una de sus bases del proceso educativo para el desarrollo material e
intelectual de la sociedad el trabajo, y que los procesos de la vida social están concatenados
y se influyen entre sí. Conforme a lo anterior:
En estricto apego a sus disposiciones normativas y una vez cubiertos los requisitos
formales realiza esta solemne sesión extraordinaria, para conferir el grado de doctor honoris causa al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, un mexicano excepcional por sus
méritos, acciones y trascendencia en el devenir de nuestro país y del Estado de Michoacán,
considerando sus contribuciones a la educación, la cultura y la democracia como formas de
convivencia y superación social.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano nació en la Ciudad de México, en el
año 1934, realizó sus estudios básicos en escuelas públicas, concluye la primaria y secundaria en el Distrito Federal, su preparatoria en este glorioso Primitivo y Nacional Colegio
de San Nicolás de Hidalgo, para continuar la carrera de ingeniero civil en la Universidad
Nacional Autónoma de México y estudios presenciales en Europa.
En sus actividades profesionales destaca como miembro del Comité de Estudios
de la Cuenca del Rio Balsas; ingeniero residente en la construcción de la presa José Ma.
Morelos en el rio Balsas; fundador y presidente de la Sociedad Mexicana de Planificación;
subsecretario Forestal y de la Fauna de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
En sus actividades político-institucionales obtuvo mediante votación mayoritaria
un escaño como senador de la República por el Estado de Michoacán; fue electo gobernador
Constitucional de nuestro estado; mediante mayoría de sufragios, ocupó el cargo de jefe del
Gobierno del Distrito Federal; fungió como vicepresidente de la Internacional Socialista;
Doctorado Honoris Causa
coordinador de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana; coordinador de Asuntos Internacionales del Gobierno del
Distrito Federal; y el 27 de octubre de 2011, recibió la Medalla Belisario Domínguez que le
otorgó el Senado de la República.
En el examen de acreditación de méritos, se consideró el contexto de actuación y
el currículo vitae del homenajeado.
En el pasado reciente, a partir de la década de los años setenta se colapsa el modelo
económico prevaleciente en nuestro país, se incrementa la desigualdad, decrece el bienestar
de la sociedad y para estabilizar la nación, se opta por las políticas económicas neoliberales,
cuyas medidas amplían las diferencias y generan una reacción social opositora al sistema
económico y político.
En una sociedad flagelada por un sistema que genera desigualdad económica, degradación política y conflictiva social, tienen mérito y reconocimiento las acciones emprendidas por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para impulsar la enseñanza,
difundir la cultura y alentar las prácticas democráticas como factores para promover mejores condiciones económicas y políticas para la sociedad, y por medio de éstas, lograr la
independencia cultural y tecnológica de la sociedad sin privilegiar estratos o grupos.
En su calidad de gobernador de Michoacán, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano en 1986 expide la Ley de Educación para el Estado de Michoacán en la cual
se mantiene la educación laica, se sustenta en el progreso científico, consolida el libro de
texto gratuito, instaura la programación de contenidos y los métodos pedagógicos; e incluye
sensibles proyectos para promover niños aventajados y huérfanos.
La visión integradora de la educación para el Estado de Michoacán, incluye los
servicios educativos de nivel básico, la formación de docentes en los sistemas de normales
urbanas y rurales; la fundación del Colegio de Bachilleres como excelente aporte para la ju-
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
ventud michoacana; el inicio de los programas de telesecundarias; el sistema de educación
técnica; la educación de los adultos; la educación purépecha; enfatizando en la educación
comunitaria basada en la promoción cultural y la capacitación para el trabajo.
En la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo nos es grato recordar su apoyo material, económico y normativo para el mejor cumplimiento de sus funciones sustantivas y adjetivas, en infraestructura se otorgó financiamiento para la construcción
de espacios físicos en Morelia y Uruapan; y atendió con atingencia y prontitud la asignación presupuestaria para dar continuidad a sus actividades.
Fue perceptivo de la demanda planteada por la comunidad universitaria para actualizar la Ley Orgánica de nuestra Máxima Casa de Estudios, que conforme a su atribución constitucional, respetó su naturaleza autonómica, preservó sus fines, adecuó su forma
de gobierno, consolidó derechos laborales de los trabajadores universitarios, reguló el ingreso, permanencia, obtención de grados y títulos académicos de los alumnos; entre otras
garantías para una educación armónica.
Los hechos documentados revelan que a través del Instituto Michoacano de Cultura y diversos convenios de cooperación y colaboración institucional con el Instituto Nacional de Bellas Artes, FONAPAS, ISSSTE, Universidad Nacional Autónoma de México y la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, los programas culturales se ampliaron
y se arraigaron en varias regiones de nuestro estado.
Innumerables actividades culturales, genéricamente dan cuenta que se robustece la
actividad teatral, se difunden las expresiones musicales; se estimula la danza contemporánea; se promueve la literatura con las muestras estatales de poesía joven y se trasciende a
nivel nacional mediante el premio de novela José Ruben Romero; a nivel mundial figura el
Festival Internacional de Poesía de Morelia y se robustece el prestigiado Festival Internacional de Órgano de Morelia.
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En cuanto a los valores autóctonos, nacionales e internacionales, se da un vigoroso
impulso al Festival de la Guitarra en Paracho; el Nacional de Cobre Martillado de Santa
Clara del Cobre; el Concurso Artístico de la Raza Purépecha de Zacán; la exitosa Fiesta
Michoacán, expresión cultural genuina de los pueblos originarios del Estado; el Salón Michoacano Internacional del Textil en Miniatura con la participación de Japón, Brasil, España y Polonia como países invitados; y extensiones del Festival Internacional Cervantino.
La difusión cultural igualmente se orientó a la divulgación de obras relacionadas
con la Historia General de Michoacán, monografías municipales, las obras completas de
Melchor Ocampo, José María Morelos y Pavón y Eduardo Ruiz; se atendió la ampliación y
restauración del Museo de Arte Contemporáneo, la Casa de la Cultura de Morelia, se instauró la red estatal de Casas de Cultura, se restauró el Museo del Estado y se fundó el Museo
de Historia Natural de la Universidad Michoacana.
Ante las desviaciones de las políticas nacionalistas por el grupo hegemónico del
Gobierno Federal, fundó la Corriente Democrática con la finalidad de decidir mayoritariamente mediante la vía electoral el rumbo del país; fue candidato a la Presidencia de México,
la primera vez por el Frente Democrático Nacional y la segunda por la Alianza Democrática Nacional. La aceptación mayoritaria de su propuesta de gobierno, las actividades organizativas y políticas que encabezó y los cambios que debieron realizarse por las demandas
sociales y partidarias que promovió, generaron los cambios y el ambiente propicio para dar
paso a la alternancia en el Poder Ejecutivo Federal, en las gubernaturas de los estados y en
los municipios.
Es una realidad en la historia del México moderno, que el nicolaita ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano tuteló la democracia que se instauró en las instituciones y
en la conciencia de todos los mexicanos.
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Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Discurso pronunciado
por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
a propósito de la aceptación del doctorado honoris causa
A
gradezco profundamente a los miembros del H. Consejo Universitario y al Sr. Dr.
Medardo Serna González, Rector de la Universidad y Presidente del Consejo, la alta
distinción de la que me hacen objeto, al concederme el doctorado honoris causa de
la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Agradezco esta distinción, además, por lo que representa recibirla al mismo tiempo que tres mexicanos sobresalientes en los campos de su actividad profesional: el Dr. José
Narro, Elena Poniatowska y el Dr. Antonio Lazcano.
En las aulas de este histórico recinto del Primitivo y Nacional Colegio de San
Nicolás de Hidalgo, recibí parte muy importante de mi formación. Y ser exalumno de esta
Universidad ha constituido para mí, desde los años en que aquí estudié, un orgullo, un privilegio y un compromiso, y con la distinción que hoy recibo, más obligado y agradecido
quedo por todo lo que me ha dado la Universidad Michoacana.
En este Colegio, además de la clase de Español que dictaba el distinguido maestro
Rafael Haro, la Física y la Trigonometría que enseñaba el ingeniero Héctor Aragón, del curso de Historia de México del licenciado Antonio Arriaga y los otros destacados maestros,
entendí y aprendí lo que son los valores del compañerismo y la solidaridad, y me nutrí del
espíritu abierto y progresista que ha caracterizado a la hoy Universidad Michoacana, de
hecho, desde su fundación en 1540.
Desde sus tiempos primeros, esta institución ha sido luz y vanguardia en el pensamiento humanista y liberador, y un enorme número de sus alumnos han sido actores
fundamentales en el progreso social, político, científico y artístico de México. La cuenta de
estos, por cierto, resulta casi infinita, pero no quiero dejar de citar al fundador del Colegio,
el ilustre Vasco de Quiroga, y a los padres de la patria, Miguel Hidalgo y José María Morelos, de quienes pensamiento y obra siguen siendo la guía de San Nicolás. Citaré también
a otros eminentes nicolaitas luchadores de la Independencia, conspiradores de Valladolid,
integrantes de la Junta de Zitácuaro, del Congreso de Chilpancingo, firmantes de la Constitución de Apatzingán, miembros de la Junta de Jaujilla, luchadores contra las invasiones
norteamericana y francesa, contra el imperio y por las Leyes de Reforma, constituyentes de
1857 y de 1917, participantes en la Revolución Mexicana, educadores y científicos, que a lo
largo de nuestra historia se han distinguido en las luchas sociales, en la ciencia y la cultura,
en el debate ideológico y la actividad política. Entre ellos, Mariano Michelena, Ignacio López Rayón, Melchor Ocampo, cuyo corazón se guarda en este Colegio, Santos Degollado,
Miguel Silva Macías, Eduardo Ruiz, Jacinto Pallares, Miguel Silva González, Cayetano
Andrade, Manuel Martínez Solórzano, Pascual Ortíz Rubio, Isaac Arriaga, Ignacio Chávez,
Doctorado Honoris Causa
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
Samuel Ramos, Manuel Martínez Báez, Enrique Arreguín, Porfirio García de León, Isidro
Castillo, Natalio Vázquez Pallares.
El legado de todos ellos y muchos más no citados, es el compromiso que la Universidad Michoacana ha venido recogiendo y configurando con los siglos, y el compromiso
legado a los nicolaitas de hoy: el de estar presentes en las luchas por la solidaridad humana,
las libertades, la igualdad, el progreso.
Ninguno de los nicolaitas que han dado y dan vida y concreción al espíritu emancipador y creativo de la Universidad Michoacana podría estar conforme y tranquilo con la
desigualdad social y la pobreza que hoy a todos ofenden o deberían ofender; ni con una
educación básica que enseña lo elemental pero no educa, ni capacita, ni ilustra; ni con la
precariedad de los apoyos a la investigación científica, a la cultura y al desarrollo tecnológico; con la subordinación política y la dependencia económica, cada vez más férreas, en
que los Poderes del Estado han venido colocando a la nación; con la entrega de los recursos naturales, los mercados internos y las capacidades productivas a intereses ajenos a los
nacionales; con una inseguridad y una violencia incontroladas, producto de la complicidad
criminal, la corrupción y la impunidad, en la ausencia de la vigencia de un cabal Estado de
derecho.
Los nicolaitas de hoy no pueden, no podemos aceptar que compromisos internacionales del país se negocien ocultándolos del conocimiento público, como ha estado
sucediendo con el Pacto Trans-Pacífico desde varios años atrás, que, por la escasa información que recientemente se ha filtrado, colocará a México en condiciones de mayor subordinación, de debilitamiento productivo, de costos mayores para la población en el mercado
interno y de competencia desfavorable para nuestra economía.
Cambiar esta condición, es posible. Puede lograrse. No dar pasos en este sentido,
tanto por parte del Estado como de la sociedad, sólo puede conducir a mayor irritación
social, que está llegando a los límites del aguante, y a la multiplicación de brotes de violencia, que dado el descrédito institucional del Estado, sólo podrían ser enfrentados por éste
mediante la fuerza pública.
A esta situación no debe llegarse. Es urgente el viraje radical de las políticas de
Estado: cumplimiento riguroso de la norma constitucional; más atención a los rezagos sociales; más atención al crecimiento de la economía, la creación de empleo formal y la extensión y calidad de la seguridad social; expansión de la democracia y mayor participación
popular; más atención a la seguridad familiar y colectiva; y combate eficaz a la corrupción y
la impunidad, así como a la delincuencia, en este caso, con cuerpos especiales, organizados
al efecto, distintos y ajenos a las Fuerzas Armadas.
La experiencia de estas últimas décadas, en las que el país ha ido cayendo en la
actual situación de deterioros múltiples, muestra que el ejercicio constitucional del derecho
de petición y la propuesta certera, inteligente y franca, no han servido para recibir la debida
atención del Estado y dar solución –o siquiera encaminar la solución- de los grandes problemas de la gente y la nación. Tampoco ha sido suficiente la creciente participación ciudadana
en los procesos electorales. No ha sido suficiente por la cada vez mayor cantidad de dinero
que ensucia las elecciones para inducir el voto, y por las cada vez más graves interferencias
ilegales de autoridades en esos procesos, para favorecer sus particulares intereses.
La lucha porque se acceda a lo que todo ciudadano y/o habitante del país tiene derecho debe seguir; por el respeto y ejercicio pleno de los derechos de la gente al trabajo, a la
salud, a la vivienda, a un salario mínimo suficiente para satisfacer las necesidades normales
de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación
Lunes 05 de octubre de 2015. Año 5 No. 85.
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obligatoria de los hijos, tal como la Constitución lo manda; a un trato de iguales frente a la
ley y a las oportunidades de progreso; por el rescate de la soberanía nacional y la equidad
internacional. Lejos se está ahora de poder hacer exigible ante el Estado el ejercicio de todos estos derechos y el que reviertan el entreguismo y la subordinación oficiales.
La lucha hoy no es, como en muchos momentos del pasado, con las armas. Sí con
la letra, la palabra y la imagen; mediante las ideas, la propuesta y el debate, la organización
y la movilización social y política; y con estos instrumentos es como hoy corresponde organizarse y conducirse en la lucha.
Todo instrumento o mecanismo legal debe emplearse para los cambios que el pueblo reclama y la nación requiere. Si los procesos electorales han resultado hasta ahora insuficientes, no deben por ello abandonarse, pero debe pensarse que los objetivos por alcanzar
exigen, además, de otras formas de trabajo y de lucha.
Es por eso que algunos hemos propuesto la formulación de una nueva carta constitucional, que corrija los retrocesos y contradicciones que han desvirtuado a la vigente de
lo que fueron los ideales de los constituyentes del 17 y de los reformadores progresistas,
y le incorpore contenidos que fortalezcan el ejercicio de la soberanía de la nación, hagan
exigibles los derechos en ella consagrados y racionalicen política y técnicamente su texto,
y que esa norma renovada se constituya en plataforma de lanzamiento y apoyo del proyecto
de nación progresista, democrática y justa a la que, estoy seguro, aspira la mayoría de los
mexicanos.
No hablo de un ejercicio académico. Hablo de la necesidad de construir una mayoría política, una mayoría ciudadana que democráticamente imponga los cambios necesarios
a las políticas del Estado y transforme así, en positivo, las condiciones de vida de la gente
y el desarrollo del país.
Hablo de discutir las problemáticas locales, regionales y nacionales para determinar los contenidos de una nueva constitución, por todo el país y entre los distintos estratos
de la sociedad. Y que esas reflexiones, debates y propuestas, sobre todo respecto a las vías
de solución, las compartamos ahora que la tecnología lo permite sin dificultades mayores,
además de hacerlo, en todo lo que sea posible, cara a cara. Los resultados de esa amplia
discusión serán los contenidos del nuevo proyecto constitucional.
Otro de los objetivos de este ejercicio, es desarrollar la capacidad para influir en
la opinión pública y en la toma de decisiones, así como capacidad de movilización, para
generar una ola social a lo largo y ancho de México, que sólo el ejercitar su derecho de
petición o los derechos de iniciativa popular, haga que los tomadores de decisiones actúen
en el sentido de las demandas patrióticas y populares de la mayoría.
Pensemos en los trascendentales objetivos que deben alcanzarse, tanto para un
mejor presente como para un mejor futuro de creciente bienestar general y progreso nacional. Como un gran colectivo centrado en la construcción de una real mayoría ciudadana,
no nos distraigamos con las cuestiones de coyuntura, como las electorales; ya habrá quien
se ocupe de ellas y se ocupe bien; en su momento, eso sí, cumplamos con nuestros deberes
constitucionales.
Para finalizar, termino diciendo que no podía haber tenido yo mejor oportunidad
para exponer mi apreciación sobre dónde nos encontramos y hacia dónde debemos dirigir
nuestro principal esfuerzo ciudadano, que la que hoy se me ha brindado, al recibir este doctorado, en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo.
Gracias nuevamente a la Universidad Michoacana por la alta distinción que me ha
dispensado.
Doctorado Honoris Causa
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Lunes 19 de octubre de 2015. Año 5 No. 86.
Inserto especial Doctorado Honoris Causa
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