LAS MASACRES. ORTODOXIA HISTORICA. HETERODOXIA LITERARIA. (Premio Bienal de Literatura “Miguel Ramón Utrera.” Mención Ensayo 1998) Julia Elena Rial 1 Cuando en 1956 llegó a mis manos la novela El Profeta del Sertao de Lucien Marchal no pensé que el tema masacres pasaría a ser un eje de investigación que más adelante culminaría con este ensayo. Pienso que no debe haber fisuras entre literatura, sociedad e ideologías, por tal razón este discurso está dirigido tanto al lego culto como al lector especializado, conservando un mínimo de la terminología que asume la crítica literaria y despejando el texto de referencias molestas con notas al pié de página, ya que no es nuestro propósito ir tras una praxis académica de asepsia literaria, que muchas veces seduce y traiciona. Los documentos utilizados en la investigación se citan en el texto. Sin duda encontrarán algunas coincidencias de ideas en capítulos diferentes, creo que la redundancia no empañará el interés del lector. Se trata, a veces, de presentar aspectos claves que clarifiquen el tema a tratar. Ideas que se arropan entre los pliegues del ensayo porque de esta manera no permanecerán estáticas sino susceptibles de transformación, como un corpus abierto a futuras investigaciones sobre las masacres. Aún cuando cada palabra contiene el desarrollo de mi punto de vista, el campo que se abarca es muy amplio. Tal vez el lector encuentre que algunos capítulos se alejan del eje principal, a pesar de ello espero que esos desvíos resulten interesantes para ampliar el espectro social del tema. El proyecto es simple, después de aspectos introductorios sobre las masacres en Latinoamérica y alguna aclaratoria de tipo semántico, la línea principal se nutre de elementos históricos y literarios, de interés intrínseco para reflexionar sobre tres novelas que relatan en tres períodos distintos la masacre de Canudos. 2 Comprender la concepción mecanicista de las mentes y de la sociedad de fin de siglo XIX es importante ante la lectura de Os Sertoes de Euclides Da Cunha. Escritor para quien desde la lluvia hasta la erupción volcánica y la psiquis humana podían ser medidas con la nueva tecnología. En la obra del brasileño los personajes sobreviven no tanto por su valor como por la puesta en escena del saber positivista. Otro aspecto importante de la ideología de Da Cunha es la obsesión topográfica, introducida a través de las expediciones científicas de Humbold y Darwin. Toda esta concepción filosófica lo lleva a expresar un pensamiento escindido entre la cultura occidental y la autóctona, dos mitades que dialogan entre sí, pero nunca se ponen de acuerdo. Con la caída del Imperio en Brasil las ideas positivistas se convierten en artífices de la inteligencia nacional. No es de extrañar que, siendo educación, política y religión los campos donde más se dejó sentir la acción positivista, acabar con Canudos, asiento campesino-religioso, fuera objeto primordial de la nueva República. A los ojos actuales, Canudos y el deseado progreso yacen bajo el signo apocalíptico de la post-utopía que rige la paradójica modernidad actual de Latinoamérica. Antes de pasar a otras reflexiones es necesario explicar que el ethos moderno significa realización futura, idea optimista del porvenir, progreso en el marco de la realización social. Su inserción en el tiempo no supone que se produzca en forma rápida y violenta, ni tampoco como una propuesta de cambio absoluto. Ubicar a Lucien Marchal en el existencialismo sartriano de la segunda guerra mundial implica involucrarse con creencias que se tambalean. Los escritores existencialistas asumen un sentimiento trágico de la vida, ante un “mundo roto” en el cual el hombre tiene 3 que ir haciéndose constantemente, tomando consciencia de su existir. Por eso Marchal considera que los protagonistas de Canudos estaban incapacitados para sobrevivir, la libertad que supieron encontrar en su marco histórico no fue liberación sino una libertad heroica. El escritor sustenta un manejo doctrinario de categorías raciales, consideradas en si mismas como parte del conflicto de Canudos. En última instancia se nos presenta La Guerra del fin del Mundo de Mario Vargas Llosa, arropada por el neoliberalismo de su autor, para quien la escenografía de Canudos es contexto propicio donde desarrollar un enfoque multidisciplinario sobre los resultados nefastos del fanatismo religioso. El hombre que participa en ritos colectivos pierde parte de su autonomía individual y se deja regir por el espíritu y comportamientos del grupo, aspectos irracionales sobre los cuales no se hace conciencia. El fanatismo se remonta a épocas muy lejanas, pero en nuestros días se ha hecho frecuente en las tan en boga aglomeraciones de rockeros y en comunidades de “comunión mítica y actitud ritual” como la de Charles Manson en Los Angeles, la secta del Templo del Pueblo en Guyana, la Tribu Ata en Mindanao, para sólo nombrar algunas de las tantas existentes. Menciono entre líneas algunos escritores, periodistas e historiadores que han luchado con integridad intelectual por sacar a Canudos del olvido. Aún cuando los enfoques y campos de interés de cada uno sean distintos, sus esfuerzos me han servido para complementar conocimientos y despejar dudas que las narraciones no siempre aclaran. Tal vez este ensayo sea tan arbitrario como la Historia Oficial. Sin embargo, asumir este trabajo, lejos de todo dogmatismo, nos ha planteado encontrarnos con el pathos de la violencia, de la culpa sin pena, de la soberbia sin caída, que el poder y su temporalidad 4 histórica imprimen a algunos grupos sociales para que se destruyan comunidades culturales, sobre cuyos suelos cae el hombre que siempre ha estado de pié. Muchos aspectos han quedado sin investigar por considerarlos distantes de nuestro proyecto. Nos hubiera gustado conocer el “Movimiento Histórico de Canudos”, que dirigía el Padre Enoque de Oliveira y profundizar sobre las tendencias de Eucledianos y Conselheristas en el Brasil actual. La propuesta queda pendiente para un futuro ensayo que, como este, será una tarea de amor, compromiso e introspección. Espero dejar esta huella en el lector. 5 Las masacres que hasta ayer azotaban a nuestro mundo latinoamericano, no sólo en el sentido de destrucción del hombre sino como delito social y transgresión de los derechos humanos, hoy son causa de preocupación universal. La ortodoxia sobre ellas supone una doctrina básica dominante (colonialismo, positivismo, liberalismo, neoliberalismo, neocolonialismo) en los momentos históricos durante los cuales se produjeron y donde, por lo general, prevalecían concepciones deterministas. Las masacres se realizan para no interrumpir el encadenamiento ascendente en el cual se considera que la etapa histórica presente debe antidialógico ser superior a la precedente, sin que nada la enturbie. El del término masacre, gana una nueva semántica carácter en algunos casos: el mesianismo de quien extermina. La heterodoxia implica, en nuestro ensayo, disconformidad con la doctrina dominante que detenta el poder y por ende, quiere asumir los controles sociales. Significa, además, rechazo a los exitistas que sólo aceptan las versiones oficiales. La literatura responde con heterodoxia de pensamiento y lenguaje. Construye y constituye un alerta para los que se niegan a transitar por caminos que pueden significar el riesgo de encontrar verdades diferentes a las ya consagradas. Muchas veces las narraciones develan lo que la historia esconde tras proyectos políticos inhumanos y extraños a nuestras sociedades. Las masacres forman parte del imaginario nacional, porque son un trágico y frecuente quehacer en la vida 6 latinoamericana. Conocidas unas, otras enterradas con sus protagonistas y encontradas, más tarde, en la memoria de pueblos cuyos testigos ayudan a construir las ficciones literarias. El Padre Juan de Rivero nos refiere en su Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y de los ríos Orinoco y Meta la brutalidad de Alonso Jiménez cuando, en 1606, responde a la afabilidad de los caciques Achaguas mandándolos a fusilar frente a la puerta de la iglesia que ellos mismos habían construído. El testimonio traspasa aquí el umbral de la trampa ideológica colonial para poder legitimar los hechos que la ortodoxia de algunos historiadores enturbia y encubre. Las historias de Toxcatl, Tupac Amaru, Canudos, Uncia, Cataví, los Ovejeros de la Patagonia, La Ciénaga son referidas por correspondientes textos literarios. José León Portilla en Visión de los Vencidos relata la matanza de los Nahuas, por orden de Pedro de Alvarado, mientras celebraban la fiesta anual de Toxcatl. Los testimonios conservados dan fe de la masacre, y han hecho posible que la ortodoxia oficial de la época no pudiera desvirtuar los dramáticos detalles. Este es uno de los pocos casos en el cual el legado precolonial llega intacto al discurso literario. Toxcatl tuvo su función predecesora en Cholula, fusilamientos que justifica Salvador de Madariaga en su historia sobre Hernán Cortés, cuando con lenguaje maleable manipula al lector con la credibilidad de una cita del historiador inglés Munro, a quien atribuye estas palabras: La matanza de Cholula fue una necesidad militar para un hombre que guerreaba como Cortés. El inglés le sirve a Madariaga para apoyar su tesis colonialista y para referirnos el porqué de una masacre con un bi-discurso que describe un 7 Cortés pedante y altanero, que se sentía con derecho para atacar cualquier aldea desarmada, pero también era “valiente y legalista”. La distorsión que muestra el lenguaje y la prepotencia histórica se entremezclan para desvirtuar los hechos. Es oportuno recordar aquí las palabras de José Carlos Mariátegui: Sin sensibilidad política y clarividencia histórica no puede haber profunda interpretación del espíritu literari. El discurso hegemónico minimizó la matanza de Toxcatl. En 1568 el conquistador e historiador Bernal Díaz del Castillo, en Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, convierte en epopeya los latrocinios y asesinatos cometidos por los españoles en México. Bernal Díaz altera el sistema de comunicación entre texto histórico y lector falseando la realidad, no respeta el procesamiento verdadero de los hechos ni la jerarquización de los mismos. La ortodoxia de la historia sirve para crear una hazaña donde Cortés es víctima de la conspiración de los Nahuas. Los cuarenta años transcurridos entre hechos y texto y la lejanía de México, ya que escribió la obra en Guatemala, le sirvió a Bernal Díaz para darnos una ficción oficial donde la matanza de Toxcatl pierde sentido crítico. Si para Bernal Díaz, Cortés fue un héroe, para Madariaga actuó de acuerdo a una concepción psico-social que consideraba a todos los hombres del mundo bajo los mismos patrones de conducta y de vida; de donde se desprende que si los procesos mentales y reacciones de los Nahuas no eran semejantes a los suyos, la culpa de la matanza la tuvieron los otros, que no eran “otros” sino los dueños de su territorio. Cuatro siglos más tarde diría Octavio Paz: Cuando la unidad se transforma en uniformidad la sociedad se petrifica 8 Las narraciones sobre la masacre de Toxcatl se fraguan en una alquimia de contradicciones. Para Madariaga la masacre fue una reacción de ruin a ruín”, Alvarado contra los Nahuas. Para Bernal Díaz una lucha que caracterizaba el valor a pesar de la maldad. Romero Vargas Iturbide en Moctezuma el Magnífico fundamenta el protagonismo de Alvarado, mano ejecutora de la masacre, en infundir temor a través de asesinatos colectivos. Los exabruptos ilegales de la época enturbian la comprensión de la historia. ¿Por qué si en 1512 se había promulgado la Ley de Burgos en defensa de los nativos, la justicia era letra muerta para los conquistadores? Hoy la ley nos parece un inoperante y breve texto histórico archivado en los anaqueles de la colonia. La heterodoxia narrativa ha llegado a producir discursos superficiales e irónicos sobre Toxcatl. En México, Historia de un viaje el escritor brasileño Erico Veríssimo considera a Cortés como Quien mandó asesinar estúpidamente a doscientos nobles indígenas. Sabemos que resulta una ardua tarea construir un verosímil literario sobre estas masacres, en virtud de los cambios de interpretación que la diacronía histórica produce. Lo ocurrido a los Nahuas, al igual que otros casos semejantes que citaremos, nos coloca frente a hechos terribles para los cuales debió ser difícil adecuar un sistema narrativo ético y estético. Etico en lo que concierne a valores, a jerarquías y a evaluaciones de una sociedad. Estético como estilo de vida de un pueblo y de una comunidad. Cada escritor tiene su propia visión sobre las masacres. Algunos acuden al realismo europeo tratando de dar una versión integradora y explicativa de los hechos, de manera que el discurso no obnubile la historia verdadera. Es la propuesta de José Bonilla Amado, para quien la vida humana aparece sometida a una lucha de pasiones y poderes en La 9 Revolución de Tupac Amaru. El escritor describe la terrible matanza de Tupac Amaru y su familia en el Perú de 1781. La crudeza del lenguaje nos coloca ante lo verídico Que excede en maldad a todo lo narrado, según palabras del autor. La lectura de la Historia Oficial y de sus correspondientes narraciones nos revela que cada masacre ocurre en períodos de alta complejidad social y política: Alvarado provoca la matanza de Toxcatl para fortalecer el poderío español en México e imponer las bases de la nueva cultura, socavando la ya existente. La rebelión de Tupac Amaru y el consecuente fusilamiento de su familia es coetánea con la expulsión de los jesuitas y con la pérdida de poder de la Inquisición en América. España impone su política terrorista con el gobierno del despotismo ilustrado de los Borbones. La masacre de Canudos, en el nordeste de Brasil en 1897, se produce a poco tiempo de establecido el gobierno positivista. Luego de la proclama de Benjamin Constant Botelho, Brasil instaura una sociocracia que fue bien llamada “dictadura republicana”. En el plano de las creencias resulta contradictorio que, mientras en Canudos se masacraba el catolicismo, en Río de Janeiro la Iglesia comtiana inauguraba el Templo de la Humanidad, que llegó a tener multitud de adeptos. Euclides Da Cunha en Os Sertoes revela las gradaciones de la infamias que el ejército cometió en Canudos. El exterminio de ese poblado del sertón brasileño representó una verdadera demostración de fuerza de la recién nacida República. Un cambio de rumbo absoluto hacia el “orden y progreso” y un querer enterrar violentamente los vestigios de catolicismo y atraso cultural de los sertanejos. Si bien es cierto que el gobierno debía enfrentar los nuevos problemas de la transformación del país hacia supuestas formas superiores de convivencia, es importante recordar que en 1890 Brasil tenía una población analfabeta de un 10 84%, a pesar de eso los republicanos no quisieron superar , poco a poco, las limitaciones de los pobladores del sertón bahiano, capaces de desarrollar principios de comunicación y participación comunitaria. De esta forma hubieran podido evolucionar, en la medida de su desenvolvimiento, hasta lograr prácticas de trabajo más avanzadas. Otro aspecto contribuyó a querer desalojar a los jagunzos de sus tierras: la concupiscencia que existía entre los representantes del gobierno republicano y los latifundistas monárquicos que aún gozaban de poder económico. Cuando en 1923, el gobierno boliviano manda a matar a los obreros de Uncia, en Bolivia se había constituído una gran Federación Obrera. La zona de las minas contaba con un periódico local: La Aurora Social, Oruro se había convertido en el centro ferroviariominero del país. Uncia formaba parte de ese conglomerado industrial que incluía fábricas de calzados, sastres, consejos de arte, de carpinteros, de matarifes y hasta una Sociedad Filarmónica. La influencia social de la región estaba volviéndose una carga fastidiosa para el gobierno. La diversidad de enfoques con que los narradores asumen las masacres nos introducen en lo cotidiano, lo laboral, lo religioso, el ejercicio del poder de los verdugos sobre el grupo destruido. Gumersindo Rivera López relata en La Masacre de Uncia, editada por la Universidad Técnica de Oruro en 1968, el fusilamiento de los mineros y sus familias por mandato del gobernante republicano Bautista Saavedra. Por un lado se conoce la versión ortodoxa de las “roscas” del gobierno (término recién acuñado por Saavedra para designar en lenguaje político los grupos de poder) por otro, la literaria, que contralee la historia oficial y nos ofrece una ficción de los hechos reales. El escritor destruye la versión 11 del gobierno republicano que hacía ver al carismático Saavedra como defensor de los desposeídos. Ya en 1923 Latinoamérica deja vislumbrar la liberalidad política con un gobernador corrupto, dueño de una conciencia fragmentada, que aprueba leyes a favor de los mineros al mismo tiempo que los persigue. Rivera López, metido entre archivos y documentos de la época, encontró la imagen de un liberalismo boliviano que entronizó la mentira erigida en sistema y la virtud puesta en ridículo, frente a un pueblo que tenía tres preceptos básicos de comportamiento: Ama sua, ama quella y ama llella (no seas ladrón, ni holgazán ni embustero). Veinte años después, en la misma región ocurre la matanza de Cataví. Cataví significó para el gobierno el precio hacia supuestos estadios superiores de orden y organización nacional. Bajo esta consigna, una vez desaprobada la huelga de mineros, cuyas peticiones constan en cartas enviadas por los abogados del pueblo al encargado de la empresa minera Patiño de Llaguallagua, el Coronel Luis Cuenca ordena el fusilamiento de los pobladores el 28 de diciembre de 1942, el informe oficial dice así: A la ocho y quince en momentos en que grupos de mujeres insistían en ingresar a Cataví con actitud agresiva... Las fracciones que resguardaban el cuartel bajo la vigilancia del mayor Bustamante, tenientes Carlos Sanchez y N. Avila, se vieron obligados a romper el fuego. Este informe es parte de uno más extenso que figura en El Redactor de la Cámara de Diputados de La Paz del año 1943. Nestor Taboada Terán en La Masacre de Cataví relata los hechos con las siguientes palabras: Cuando las mujeres de los obreros reclaman en la gerencia su deseo de trasladarse a la feria y al mercado de Llaguallagua, para aprovisionarse de víveres, 12 son ametralladas. El escritor enjuicia en su libro las características de una época que pretendió convertirse en paradigma de un proyecto en ejecución. Una vez más la Historia Oficial se desvanece ante el rostro acidulado de la ficción, realidad que pertenece a la memoria colectiva de cada pueblo. La narración alimenta a los protagonistas con actitudes que el espíritu dominante omite en la historia controlada. En El Presidente Colgado J. Alvarez enfoca la tragedia de Cataví desde el binomio mineral-hombre, dualidad que, según el escritor, forma parte del ser de cada boliviano. Concepción ontológica que no por eso deja de reconocer que los mineros son la mayor base de sustentación social del país. Nunca podrá saberse -dice Alvarez- cuántos mineros bolivianos y sus esposas y niños murieron en Cataví el 21 de diciembre de 1942.... Había alrededor de ocho mil personas en la multitud...Nunca se ha permitido a los trabajadores contar la historia cumplida y abiertamente de su parte. El autor establece un símil entre los mineros y el Indio Hualipa quien, estando en la búsqueda de un carnero perdido en pleno altiplano, se detuvo para encender una fogata que le ayudara a apaciguar el frío, quedó atónito al ver que del fuego brotaban chispazos de plata. En medio de la noche su voz y el eco gritaban: ¡ potojsí! La leyenda le sirve al escritor para reelaborar las prácticas sociales de los mineros estableciendo un paralelismo de costumbres, cultura y trabajo. Alvarez concluye con una denuncia: Todavía caminan a pié, sigilosamente, por el altiplano inhóspito, sintiendo el mismo frío intenso que el Indio Hualipa en 1545. La literatura no cumple en el caso de Cataví con su consigna fabuladora pero invierte la versión oficial, la historia intercambia roles y se hace ficción donde la novela relata realidades. ¿No es acaso la vida la que entreteje las estructuras y contenidos discursivos? El 13 poder articula los documentos sobre las masacres con maquiavélicas denuncias de testigos al servicio de sus políticas, como el Coronel Cuenca, o los miembros del ejército que fusilaron a los peones ovejeros de la Patagonia, estigmatizándolos como “bandoleros”. Osvaldo Bayer describe en Los Vengadores de la Patagonia los dramáticos y atroces asesinatos, y activa la realidad para desconstruir el referente oficializado, documento donde se notificaba como había quedado pacificado el sur argentino los primeros días de 1922, luego que las tropas al mando del Teniente Coronel Hector B. Varela habían perseguido y matado a los huelguistas. A pesar de que los acontecimientos fueron atenuados por la lejanía, Bayer pudo evaluar y reproducir, con actividad creadora, los crudos aspectos de la tragedia. La memoria necesita de la literatura para conocer vidas y comunidades que el olvido ensombrece. Es un intento por inscribir para el futuro relaciones institucionales, procesos sociales, formas de comportamiento, sistemas de normas y lugar de los acontecimientos. Aspectos que están presentes en Cien años de Soledad donde García Márquez refresca los sucesos de 1928, cuando los obreros de la bananera United Fruit de La Ciénaga protestaban contra las brutales condiciones de trabajo. Mientras esperaban una respuesta fueron masacrados pacíficamente y declarados “cuadrillas de malhechores” , por el decreto No 4 artículo I del 6 de setiembre de 1928. Relata el escritor: Cinco minutos dio el Capitán a la muchedumbre allí reunida. - Un minuto más y se hará fuego. - El General Cortés Vargas dio la orden y cuando José Arcadio Segundo gritó: -le regalamos el minuto-, catorce ruidos de ametralladoras respondieron en el acto. Los hechos reales adquieren, en la novela, una doble faz semántica: la del plano de la lucha laboral cotidiana de 14 los obreros, y una significación simbólica que cobra plenitud con el desenlace, cuando José Arcadio Segundo enfrenta al ejército en un lenguaje que los soldados no podían comprender. García Márquez lo llamó “La fascinación de la muerte”. La narración deviene en documento nacional, espacio textual donde no es necesario atravesar el lenguaje para atrapar su sentido. Los discursos oficiales remiten a ocultos contenidos ideológicos, “bandoleros” eran los peones ovejeros de la Patagonia, “cuadrillas de malhechores” los obreros de la bananera, palabras que implican un corpus social ya establecido y una tipología política previa a los sucesos. La vista de algunos documentos oficiales nos lleva a concebirlos, no como palabras emitidas y escritas por un grupo de personas sino como producto de un sistema que se expande, en una época histórica, de manera homogénea y a veces sincrónica. Frente a esta ortodoxia ideo-semántica la narrativa trata, sin reducir los textos a una sociología del discurso literario, de darle la connotación debida a los códigos culturales que privan en cada etapa histórica durante la cual sucedieron las masacres. Vargas Llosa en la novela sobre la masacre de Canudos arropa sus ideas en el modelo fundamentalista del adversario, patrones de conducta que rechaza pero que le sirven para convivir con los juegos del fanatismo durante quinientos ochenta y cinco páginas. El escritor simula, oculta, convive con un contexto que le repugna, estrategias discursivas que proponen un modelo postmoderno, opuesto al romántico-positivista de Da Cunha sobre el mismo tema. CANUDOS: POLISEMIA DE UNA PALABRA. 15 El pensamiento moderno, desde Niccolo Machiavelli se asienta en la eficacia política. Las acciones comienzan a verse ya no por lo correcto o incorrecto sino por la necesidad de llevar a cabo los proyectos propuestos. Machiavelli concibió, en 1469, el poder del Estado como un fin en sí mismo. Hizo triunfar el criterio del oportunismo sin escrúpulos y desligó la Ciencia Política de la Etica. La historia nos demuestra que lo propuesto por el pensador italiano en El Príncipe, combinación de fuerza, poder y armas, estuvo y está presente todavía en Latinoamérica. Criterio que prevaleció en 1889 en el Gobierno Republicano brasileño recién proclamado. No era posible que dotara su política social de un sentido diferente y asumiera compartir, en la cartografía nacional, el orden y progreso con un modo de vida comunitario y arcaico, organizado por los sertanejos en Canudos, alteridad que no tenía cabida dentro de la praxis positivista. Martín Hopenhayn refiere en Ni Apocalípticos ni Integrados que: En América Latina la relación conflictiva con el otro tiene un suelo histórico de larga data. Se remonta al fenómeno de la conquista y de la evangelización y se prolonga por nuestra historia encarnando en la negación de otras figuras: la mujer, el indio, el negro, el campesino pobre y el marginal urbano. Los canudenses se defendieron para seguir siendo ellos mismos y no aumentar la legión de seres negados descritos por Hopenhayn. La dimensión política del problema nos interesa en la medida en que lleva implícita la frustración del proyecto de los sertanejos y las esperanzas puestas en él. Las tres novelas que lo enfocan están surcadas por disímiles políticos, culturales, ideológicos y estéticos. Es inevitable que el criterio que nos formaremos a través de su lectura surgirá del diálogo que 16 se entable entre texto, lector y contexto, sin olvidar que cada uno responde a un sistema propio y particular elaborado en épocas marcadas por la relación entre lo tradicional y lo nuevo. El pueblo de Canudos , en el Estado de Ceará, al nordeste brasileño, fue exterminado por el ejército en 1897. Los campesinos allí reunidos se dedicaban a la labranza, a ganadería menor, construían casas e iglesias, donde practicaban la religión católica dirigidos por Antonio Conselheiro, líder carismático de la región. El Gobierno, desconociendo la realidad de esa comunidad, mandó exterminarlos por temor de que allí se produjera un brote anti republicano. Luego de tres intentos infructuosos, durante los cuales los veinticinco mil habitantes se defendieron con valentía y pocos recursos, un ejército de siete mil hombres decide una arremetida violenta con equipos sofisticados para la época, y acaba con los canudenses en una “epopeya gubernamental”, aplaudida por el pueblo brasileño quien, hasta ese momento, ignoraba la existencia del poblado. Por entonces, José Martí resumía su pensamiento sobre el proceso de democratización de los países latinoamericanos al decir: “Si la República no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la República”. ¿Es posible pensar que el gobierno del Brasil viera amenazada su tranquilidad por las federaciones obreras y campesinas, concretadas en Argentina en la década del noventa, cuyas proyecciones podían ser oídas por las comunidades del nordeste brasileño, a pesar de la distancia?. La masacre de Canudos se efectúa también al unísono de las pugnas ideológicas del marxismo-capitalismo en los países europeos, pero a pesar de estos cambios la estructura socio-económica del Brasil permanecía intacta. El sistema liberal-positivista 17 demostró en Canudos como la venganza del poderoso se encarniza con los vencidos. Con el tiempo la guerra de Canudos no fue fructífera para el país, sus ciudadanos hoy la consideran un patrimonio social inexpugnable. A diferencia de la historia, la literatura concilia intereses y caracteriza al pueblo del sertón, su situación social y las particularidades de los protagonistas, que en Os Sertoes son el pueblo mismo, en El Profeta del Sertao la lucha por existir y en La Guerra del Fin del Mundo el protagonismo está representado por el fanatismo religioso y político. Las palabras no tienen un sentido único sino empleos diferentes, “ pueblo” representa en este espacio el centro de la construcción semántica, abarca una carga de contenido humano y político, además de estar ligado a un territorio preciso: el sertón. No se trata de una articulación entre descripciones formales e interpretaciones históricas, el acento está puesto en el uso que supone la autodeterminación de un pueblo, la defensa de sus derechos humanos y la creación de un contexto social para ese mismo pueblo. La reflexión sobre las diferentes versiones de la masacre de Canudos se volvió en nosotros carga racional que nos fue llevando, poco a poco, a la tensión de un entendimiento sobre el desarraigo, producido por la desterritorialización y la lucha contra ella. Los sertanejos no querían perder el regazo materno de su sertón e hicieron lo posible por conservar los colores y sonidos familiares y la presencia de las sombras invocadas. Para entender ese pueblo nordestino hay que adentrarse en las casas de candomblé, donde los espíritus de posesión se sincretizan con las representaciones de San Jorge. Resulta difícil demarcar lo africano de lo cristiano. Las esferas psíquicas se proyectan unas sobre otras y dan como respuesta una síntesis plasmada en figuras donde el pueblo cristaliza y amalgama sus 18 esencias y aspiraciones de diversos orígenes. Todas ellas corresponden a un esfuerzo colectivo por integrarse a lo que, para el sertanejo, es un misterio al cual no sabe responder y que García Canclini denomina “Culturas híbridas”. Antonio Conselheiro, predicador del Sertao, fue un producto de ese contexto y el sertanejo, el jagunzo guerrero de Guimaraes Rosa, forma parte de la magia de irrealidad, de “hombre fantástico” que se entreteje con el hombre real. La literatura fue construyendo el porqué del mito agresivo y violento que se vive en el sertón. Culturas distintas y distantes dentro de un mismo país colindan en las páginas de cada novela. Os Sertoes, El Profeta del Sertao y La Guerra del fin del Mundo profundizan el suelo para alcanzar la fuente de la vida creada por los sertanejos en Canudos, nutrida por el humus del ser brasileño. Los escritores ponen en evidencia la ortodoxia oficial sedimentada en el poder, cuya base es la roca y la impermeabilidad de su lecho, oradada sólo por el ácido destructor de la violencia. Canudos narraciones engendró preñadas de historias relatos tergiversadas, discursos políticos no pronunciados, enmarcados en posiciones sociales, étnicas, antropológicas. Ficciones que han recorrido la cartografía latinoamericana y europea y que nos permiten leer discursos extemporáneos y objetivos sobre los acontecimientos. La posible realidad fluye en los textos más verídica que en la historia, donde se presenta desvastada por las relaciones comunitario, con la consiguiente de dominación y por la destrucción de un proyecto ruptura de la continuidad histórica de la región. Juego político que existe aún hoy, quizás con más disimulo y refinamiento, en toda Latinoamérica. Los gobiernos justifican, elaboran programas que vitrinizan para llamar 19 igualdad al privilegio. La literatura no logra acallar la protesta que la historia enmascara. Los sertanejos surgen desde cada letra y reclaman una utopía transformadora. Los escritores nos ofrecen un enfoque pluridisciplinario de la masacre. El Canudos de Da Cunha de 1902 no es parecido al de Lucien Marchal de 1956, y menos aún al de Vargas Llosa de 1981, cuando ya la vida cotidiana estaba impregnada por la interdependencia del mercado global, por los nuevos “apartheid” culturales de la "otredad" y las diferencias, en mundos que antes habían sido compartidos y respetados. La heterogeneidad narrativa, que encontramos sobre un mismo asunto, es el resultado de la diversidad de las épocas históricas y de la subjetividad de cada escritor. Cabe decir que nuestro título lo sugerimos como la desarticulación que existe entre la mentira oficializada y la memoria colectiva revalorizada por los tres escritores. 20 CANUDOS: CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS. ¿ Cómo pudo suceder la masacre de Canudos en el sertón, tierra del escritor José de Alencar, defensor de la diversidad de su gran país, preocupado por crear un lenguaje que la reflejase?. Región de grandes escritores como José Lins Do Rego, en quien la fuerza telúrica se convierte en lenguaje y el corazón en poesía. El análisis del proyecto República nos revelará que los diversos elementos que se utilizaron para justificar la masacre, fueron considerados desde un ángulo al crecimiento y eficacia del país moderno que de aportes aspiraban construir. Ni las ideas ni los ojos de los gobernantes estuvieron puestos en el desarrollo de una democracia donde tuvieran cabida todos los brasileños. Los políticos olvidaron que los sertanejos estaban adheridos a sus piedras y rocas desérticas, por eso en Canudos se sintieron como un nosotros agredidos en su ser ontológico. El historiador Carlos Eduardo Novaes nos relata al respecto: Sus ejércitos fueron formados por la sequía, por el hambre, y por el desempleo, en un nordeste en plena decadencia económica. Canudos desarrolló una vida comunitaria donde todos dividían todo: rebaños, pastos, comida. Pero también sustenta la tesis de que la guerra de Canudos fue un problema político entre republicanos y monárquicos cuando dice: Conselheiro luchaba por restaurar la monarquía y el fín del casamiento civil. Hay que tener en cuenta que, dada la singularidad del conflicto, el poder comunitario de los sertanejos constituía también un lugar de hegemonía religiosa donde, a 21 excepción de algunos pocos, la gran mayoría participaba de formas primitivas de comunicación oral. En el pensamiento literario los jagunzos estuvieron a merced de los militares que los agredieron, de los periodistas que los observaron, de los políticos camaleónicos que fraguaron la posesión de las tierras ya cultivadas de Canudos, exaltación del privilegio en una sociedad que aún conservaba los modelos políticos del pasado. La jerarquía de los personajes novelescos establece a priori, discursos que van desde el místico de Conselheiro hasta el arrogante del Barón de Cañabrava o el despótico de los jefes militares. Cuando Euclides Da Cunha publica en 1902 su obra, ya había escrito en La Revista Brasileña el artículo A guerra o sertao, donde relataba el asalto final al poblado y la muerte de Antonio Conselheiro. El escritor, presente en el lugar de los hechos, reconoce el derecho de los jagunzos a vivir con sus particularidades sociales y ambientales, pero ya Canudos había desaparecido. Irónicamente, el Gobierno para celebrar su triunfo en Canudos acuñó una frase de San Agustín tomada de la Epístola a San Bonifacio: El fin de la guerra es la paz”. El escritor Rui Barbosa escribió un discurso para ser pronunciado en el Senado luego de terminada la guerra, no se ha podido saber porqué ni lo concluyó ni lo pronunció. Algunos fragmentos extraídos de sus Obras Completas dicen: Aquellos por quienes no pude, vivos, requerir un Habeas Corpus, esto es , la justicia, me obligan, muertos, a suplicar a Dios por mi conciencia, al país por su gobierno, al mundo civilizado por nuestra tierra, porque nuestra tierra, nuestro gobierno y nuestra 22 conciencia están comprometidos; nuestra tierra será indigna de la civilización contemporánea... Hay dos afirmaciones de Rui Barbosa que apuntan al concepto del sertanejo que más adelante nos ofrecerá Da Cunha: Raza tallada para competir con las más fuertes de la tierra. El punto de vista dominante en Os Sertoes es el de un campesino de formación étnica benéfica para sobrevivir en la aridez de su medio natural y dueño de una intimidad que lo hace fuerte y defensor de su habitat. Susceptible de alcanzar poco a poco el progreso, sin las exigencias de adoptar una cultura prestada que pudiera oprimirlos o atraparlos. La ideología positivista del escritor no logra borrar su conciencia nacional. Positivismo y nacionalismo se unen en una dialéctica de aceptación-rechazo que obliga a Da Cunha a reconocer un Brasil diferente al de la retórica oficial: Un nordeste agobiado por una trama espinosa... hojas pinchantes. Un desolado aspecto, árboles de ramas retorcidas y secas...Un bracear tortuoso de flor que agoniza... Se vuelca sobre el sertón la tortura de la sequía, fustigado por los soles, torturado por los vientos. Ante tal escenografía el lector se pregunta: ¿Por qué le temía el Gobierno Republicano a los campesinos de Canudos? Los sertanejos estaban enfermos de beri-beri, desnutridos, Antonio padecía de disentería y los demás, más temprano que tarde, habrían poblado los cementerios del sertón, según comentario de Rodolfo Theofilo en la Historia da Seca do Ceará . El país de fín del siglo XIX nunca pensó que Canudos adquiriría internacional, ni que el nuevo posteridad. Tampoco imaginaron validez poder progresista sería severamente juzgado por la los republicanos que manifestaciones culturales 23 engrandecerían la figura de Antonio Conselheiro (Vicente Antonio Mendes Maciel). En 1997 el compositor Edeor de Paula le dedicó una samba considerada entre las diez mejores del evento, que fue cantada por la Escuela de Samba “Cima da Hora” del suburbio de Cavalcante en Río de Janeiro. Canudos también tuvo su homenaje en el poema O Galope del poeta Ivanildo Vilanova, cuyos versos dicen: ¡Oh Canudos! país de promisión/ Fue injusta y cruel tu guerra/ Tú que eras abrigo de los sin tierra/ Sin familia, justicia, lar o pueblo/ Donde jagunzo era apenas un hermano/ El fanático solamente un compañero/...La historia hará su homenaje/ A la figura de Antonio Conselheiro . Los brasileños no tienen duda sobre la significación social de Canudos, metáfora de la exclusión de un pueblo que sólo pudo ser parte de la historia después de la muerte. Da Cunha comprendió a sus compatriotas del sertón, no obstante compartir las ideas del gobierno. Realista y justo en la evaluación del contexto y de los hechos, es severo con Conselheiro cuando le traza un perfil de religiosidad incongruente, con poca significación política y con expresas tendencias asume mesiánicas. A momentos el escritor un pseudocientificismo propio de la época, aplica a los personajes las teorías de Maudsley, semejantes a las lombrosianas. Una vez realizada la autopsia al cráneo del profeta dirá: El cráneo de Conselheiro no presentó ninguna anomalía que denunciáse trazos de degeneraciones”. A pesar de este resultado Da Cunha sigue pensando que el fanático religioso era un caso patológico. La ciencia empírica lo lleva también a detallar especies vegetales y aspectos climáticos, metaseudociencia usada como recurso cultural con visos poéticos. Otras veces se convierte en estratega ante la incomprensión de una guerra sin 24 sentido. Sus conocimientos adquiridos en la Escuela Militar de Praia Vermehia le daban autoridad para este tipo de crítica. Al contrario de Euclides, Vargas Llosa ironiza la guerra de Canudos, los jagunzos se vuelven ridículos en medio de su ignorancia cuando el escritor dice: Conteniendo la respiración esforzaban de antemano la memoria para recordar el futuro. Eran las utopías que predicaba Conselheiro, quien para el autor Si hubiera habido lógica no hubiera debido vivir. Vargas Llosa basa pobladores de su novela en documentos y testimonios orales la región, historias de que, verdaderas o falsas, existen en la sencilla mentalidad de los habitantes del sertón. El error se entrelaza con la verdad en esta novela que fue inicialmente un proyecto fílmico de la empresa Paramount. El narrador dijo al respecto: El proyecto óptimo después sirvió de estímulo para continuar trabajando y acabar haciendo una historia muy diferente. A medida que nos adentramos en La Guerra del fin del Mundo sentimos que la superficie del lenguaje no extrae lo que existe en profundidad, prevalece el modelo literario y la ficción convierte a la guerra de Canudos en lo que Roland Barthes llama “ Raíces en el aire”. Quizás todo esté a punto de salir a flote cuando el escritor muerde las rocas filosas y secas del sertón, no ya para provocar una reacción de apoyo a los sertanejos sino para apoyar su cruzada antifanática. Encerrar el discurso en un sincretismo de lo verdadero - falso es una técnica que Vargas Losa reconoce desde La Historia de Mayta cuando le dice al Profesor Ubilley: Todas las historias son cuentos que están hechas de reflejo de la historia, de los cuentos orales verdades y mentiras. Es el y de algunos aspectos de Os Sertoes lo que encontramos en la novela. Tal vez es más acertado decir que La Guerra del fín del 25 Mundo es reflejo de reflejos, iluminados por las visiones del autor y ensombrecidos por la acción del tiempo, que todo lo transgrede. El fin de siglo actual lleva al escritor peruano a estructurar su novela dentro de una rutina sistemática , donde elabora casi un organigrama con el ánimo de realizar una narración coherente sobre hechos absurdos, con personajes que soportan un evidente fanatismo que los lleva a la muerte. La razón de este orden, división en partes, capítulos, subcapítulos, cada uno con su correspondiente esquema de tiempos verbales, es oponer la estructura narrativa a la visión intemporal con la que describe a los jagunzos: Todos los jagunzos eran conscientes de ser sólo fantoches de una guerra profunda, intemporal, eterna, la del bien y del mal, que se venía librando desde el principio del tiempo. Otra es la visión de Canudos que se lee en El Profeta del Sertao, sobre cuyo autor, Lucien Marchal, sociólogo belga del cual no hemos logrado conseguir información. Su novela fue publicada en 1956 en Santiago de Chile. Lamentablemente no tenemos más referencias, no figura en bibliotecas ni en bancos de datos. Llama la atención en el texto la insistencia sobre el mestizaje, como un problema en las familias del nordeste brasileño. Es indudable el eurocentrismo en las concepciones del escritor franco parlante. Deja filtrar en su libro algunas ideas de Kant, quien consideraba a los americanos carentes de afecto, infecundos, perezosos y difíciles de civilizar. La inmadurez para asumir los conflictos con el gobierno, que Marchal atribuye a los sertanejos, puede tener también su origen en Hegel quien describe a los latinoamericanos con “Cierta inmaturidad e impotentes tanto en lo físico como en lo espiritual”. La única concesión del filósofo alemán es para los negros, a quienes considera mucho más 26 sensibles a la cultura europea que a los indígenas. En la ficción realista creada por el escritor la modernidad literaria juega con conceptos universales de desarrollo, existencialismo y antifanatismo, circunscritos a un pueblo medieval del sertón brasileño. Marchal rompe con la vanguardia literaria agrediendo la atmósfera textual con un discurso directo, a veces desnudo de retórica y con el uso de palabras extrañas a su lengua para vivenciar el contexto brasileño: Cegueira, batuqué, feijoada, fazenda son términos engarzados al francés original, pudiera pensarse en búsqueda de exotismo, pero más bien resultan una exhibición de veracidad de las situaciones. Aún cuando es de utilidad leer el glosario que incluye Marchal al final del libro, esta práctica paratextual estaba ya eliminada del discurso literario cuando la novela fue escrita. Alejo Carpentier se refiere a este recurso cuando dice en Problemática de la actual Novela Latinoamericana: Termináronse los tiempos de las novelas con glosarios adicionales para explicar lo que son curiaras, polleras, arepas o cachazas... Nuestros árboles, vestidos o no de flores, se tienen que hacer universales por la operación de palabras cabales pertenecientes al vocabulario universal. El realismo resuena en la boca de los personajes de Marchal, monopoliza su discurso para imponerlo sobre el lenguaje del pero el narrador nativo que va a ser exterminado. También incluye coplas con un sentido encantatario: modinhas para animar los ánimos. Cuartetas ingenuas puestas en música sobre un ritmo simple y siempre idéntico. A esta sencillez se oponen las prácticas discursivas del poder, ligadas a la capacidad verbal de sus oradores. Conselheiro ordena, impone, se creía el amo del sertao . Su personalidad se acompaña en el plano retórico de una pluralidad vocal que transformaba 27 a los interlocutores. Tan pronto daba órdenes de trabajo como invitaba a la meditación y al rezo. Marchal tiene la capacidad de construir las inflexiones psicológicas de un vasto sector de Canudos y del ejército para poder justificar las palabras del prólogo donde dice , entre otras cosas,: Canudos es sin duda un fenómeno étnico sin igual... Un curioso ejemplo de los resultados decepcionantes que pueden producir los principios de civilización mal asimilados por una población muy ruda. Para el escritor en los hombres del trópico el acto precede al pensamiento, los reflejos no dejan sitio alguno al raciocinio, de esta manera el fanatismo hace presa de ellos. Algunos sociólogos explican la aparición del fanatismo religioso en las zonas desérticas y paupérrimas del sertón, como un recurso para apaciguar la realidad de un medio fatídico que han llamado “ círculo vicioso de la pobreza”. Canudos desmiente esta visión determinista. Tanto la historia como la literatura nos presenta un pueblo que, a pesar del hambre y la sequía, reacciona como soldado bien nutrido para defender lo que había construído con su propio esfuerzo, sobre las ruinas de una hacienda abandonada por sus propietarios. El cristianismo unió a los canudenses contra la miseria, tomó cuerpo en algunos personajes que, como Tranca-Pes, luchó con valentía para defender creencias y tierras. Son muchos los episodios que llevan a revisar fuentes históricas y estudios sociales sobre esa “ciudad” que llegó a ser la mayor población de Bahía, después de Salvador. Es interesante cotejar el paralelismo de El Profeta del Sertao con publicaciones de la época. El escritor no sólo acusa la lectura de Da Cunha, sino algunos artículos de periódicos como el que escribió Manoel Benicio en el Jornal do Comercio en 1899, importante 28 testimonio redactado en el lugar de los acontecimientos días después de la masacre. Aunque enardecidas por la pasión de lo que presenciaba, las palabras no dejan de ser veraces cuando relatan las atrocidades que se habían cometido de parte y parte. No sabemos si ese pueblo aguerrido podría haberse convertido en agitador contra la aún vigente explotación feudal. Lo que si nos demuestran las narraciones es que no practicaban el vicio de la servidumbre, lastre que arrastraban algunas comunidades como resabio de la esclavitud y manumisión. Tal vez el análisis de esa insólita situación social llevó a Marchal a interesarse por la masacre ocurrida en un rincón de Brasil. O quizás porque, aunque la violencia es patrimonio universal, quería conocer las causas que produjeron la tragedia acaecida en ese desconocido contexto cultural. También pudo ser porque la heroica resistencia de los sertanejos lleva a meditaciones psicológicas sobre las reacciones de seres humanos que crecen frente a hechos cruciales. El existencialismo autodeterminación. responsabilidad Los de Marchal confiere a los sertanejos de defenderse. eligen resistir, personajes la y la decisión capacidad conlleva de la No se puede dejar de pensar que el exotismo de la árida inmensidad del sertón pudo haber atraído a Marchal hacia Canudos, ya que su obra refleja conocimiento de la región, de sus rutas históricas y las etnias que la poblaban. De todas maneras como dijo Angel Rama, Canudos era: Representativo de una peculiar estructura socio-cultural a la cual no siempre sirven los patrones sociológicos extranjeros. 29 El cristianismo primitivo de Canudos, la miseria y las fuerzas naturales adversas no significaban, según Marchal, un conflicto para la República. Los pobladores carecían de la estructura social y de los conocimientos para asumir una posición de lucha política frente al gobierno. Por eso impacta la desproporción comunidad representaba entre el peligro virtual que esa y la gran masacre, que sabemos verdadera y que el escritor recrudece con un discurso casi naturalista. En el Brasil actual conmemoran el día final de la masacre como una tragedia social. Se piensa que Canudos, sumergido bajo las aguas de la represa de Cocorobó, fue el germen de la Ligas Campesinas que se transformaron de mutuales funerarias en Ligas para defender la tierra. Al respecto dijo Josué de Castro que ningún pueblo en el mundo se muestra más arraigado a su tierra, ni más profundamente ligado a su suelo natal que el pueblo del nordeste. El 3 de noviembre de 1997 se cumplieron cien años de la masacre de Canudos, el pueblo brasileño recordó a los sertanejos con diversos eventos. Las obras de Da Cunha y Vargas Losa inspiraron el recordatorio, no así la de Marchal. Diferentes manifestaciones culturales se hicieron presentes durante varios meses. La lectura dramatizada de textos de Graciliano Ramos y Guimaraes Rosa, por la compañía Truanesca, sirvió de estímulo para conocer mejor la realidad del sertón. La exposición en el Museo de Arte Moderno en Aterra do Flamengo: Sertón: la región de Canudos hoy actualizó el tema y ofreció la visión de un Canudos excluido por la miseria, de un lugar donde el ejercicio de la libertad fue sólo un breve sueño , lleva a imaginar cómo sería el poblado si no hubiera sido exterminado. El cine estrenó en todo Brasil una versión apegada a la novela de Da Cunha. Su Director, 30 Sergio Rezende, presenta el conflicto como un enigma que no se ha podido comprender. Planteamientos importantes se hacen en la virtualidad de la pantalla. Al igual que en las novelas, las polaridades se dan la mano en una combinación de violencia y pasividad, amor y odio; por encima de todo, vida y muerte, límites extremos de la existencia con los cuales los sertanejos enfrentaron el ejército republicano. El aspecto religioso inicia la película de Rezende, con el pueblo reunido en medio de una iglesia, escenario de artesanía popular que pone en evidencia la laboriosidad de los pobladores. El factor político aparece poco definido debido a la breve temporalidad de la realidad fílmica. Tampoco se debate sobre los problemas que Conselheiro había tenido con las autoridades eclesiásticas de la región. La historia confirma que la Iglesia combatía al predicador. Conservamos en el oído palabras que pertenecen a Euclides y que la película nos refresca: Canudos fue un crimen. Denunciémoslo. No debimos haber enviado al ejército, sí maestros y escuelas. El film no pretende hacer una reconstrucción histórica de Canudos pero, igual que las narraciones, induce a la reflexión. Si a diferencia del exterminio que mandaron a realizar los gobiernos de Floriano Peixoto y Prudente de Morais, los republicanos hubieran analizado, con criterio amplio y evolucionado, la verdadera vida que llevaba la comunidad de sertanejos, tal vez hoy sus descendientes habrían transformado la región. El carácter social del proyecto así lo exigía. 31 CANUDOS: TRIADA IDEOLOGICA. (Os Sertoes. El Profeta del Sertao. La guerra del fin del mundo) La lectura de las tres novelas revela un espectro cromático genérico singular, cuyo origen no se encuentra ni en el lenguaje ni en las formas, sino en las relaciones psico-sociales de cada escritor. Aspectos que están íntimamente ligados a la descentralización literaria de la masacre de Canudos, cuya manifestación es sí el ambiente verbal. Campesinos sin tierras en régimen de propiedad, unas veces generosos otras perversos, actores de tragedias humanas sobre un suelo inhóspito es la primera instancia de Os Sertoes. En un segundo lugar se presenta la agresión de un nuevo orden político, menipea que asume una magnitud inexplicable y que atribuye a la organización de Canudos un sentido ideológico contrario al gobierno. El escritor profundiza la dimensión del conflicto, sin que la visión positivista le cierre la posibilidad de otros enfoques. La obra se convierte en un justificativo del ser sertanejo, en una metáfora de identidad regional. La novela de Marchal está estructurada con una concepción dialéctica, donde la contingencia es una de las pautas sartrianas que permite que los hechos sucedan sin haberlos programado, el escritor contradice este concepto filosófico al escribir una novela cuyo referente conocía. Las oposiciones surgen a cada momento: la rectitud de los Mendes Maciel frente a la violencia de los Araujo. Amor-odio, bandeirante. Polarizaciones que se ponen de manifiesto, desde Marchal explica: Los vida-muerte, mestizoel comienzo, cuando Araujo descendientes de portugueses amaban la riqueza, el 32 poder y la fuerza, con repecto a los hombres de color, alimentaban un odio feroz que provenía del fondo de los siglos. En el mismo tono de las contradicciones, muestra el autor un Brasil donde se unen, en grupos de soldados o de campesinos, idealistas con luchadores honestos y con bandidos inescrupulosos. La Guerra del Fin del Mundo reúne en sus páginas una erudición carnavalesca de neoliberalismo. Exacerbación del fanatismo, en todos sus aspectos, para justificar como se llega a la muerte. La obsesión religiosa es presentada como causa del existir y del no existir de Canudos. Muchas son las interrogantes que nos salen al paso desde cada novela. Recreaciones que giran alrededor de Antonio Conselheiro, personaje carismático, conocedor de su ambiente, líder de una población rural desposeída. Nacido en el sertón de Ceará y convertido en predicador, luego de terribles penurias que acabaron con su familia y diezmaron la población. El talento de Da Cunha aporta su sensibilidad aún romántica al personaje robinsoniano, eje de una historia verídica, así como romántico es el aislamiento geográfico del sertón. No es posible pensar en un Conselheiro mítico, sino en un ser humano preciso y racional, ajustado al contexto agreste del sertón, presentado dentro de límites cronológicos y espaciales, en la descripción que hace Lucien Marchal. El Antonio de El Profeta del Sertao no es una víctima de la masacre, sino el asesino inocente que permite que todos luchen y mueran por él. Para Vargas Llosa, Antonio Mendes Maciel, el profeta, el predicador ambulante, el fanático, es fantasmagórico, novelesco, casi invisible. Aunque la intertextualidad hace 33 pensar en una estrecha relación entre Os Sertoes y La Guerra del Fin del Mundo , ya que el escritor peruano re-inscribe frases de Da Cunha, sin embargo, el Antonio de Vargas Llosa, impreciso, casi inédito por su flacura, contradice la versión original de un personaje con fuerza espiritual, capaz de arrastrar multitudes. Durante personajes siglos la atracción, la fuerza física y literarios, la virilidad, asignadas a los fueron sinónimos en el imaginario popular; convención que, aunque arbitraria, ejercía influencia en el inconsciente colectivo. La literatura es explícita en este aspecto, desde Robin Hodd hasta el Agente 007. El Antonio Conselheiro de Vargas Llosa invierte los códigos de esta milenaria tradición. En él se conjuga una nueva mitología física de modelo impúber, tan flaco que parecía siempre de perfil, opuesto al viril predominante en el siglo XIX. El Antonio Vargasllosiano es transparente, célibe, misógino. Estilo de personaje que nace con el romanticismo y que conlleva una carga de injusticias sobre sí mismo. Para algunos lectores Conselheiro será la imagen de un asceta religioso sometido a ayunos voluntarios, para otros un producto de la desnutrición que venía arrastrando por generaciones. No es errática la cobertura del predicador que realiza el escritor peruano, ni tampoco pretende sumergirnos en desvíos discursivos. Se trata de contraponer la debilidad física al misticismo religioso. Un hombre que combina la sensibilidad con el poder de persuasión, que convierte en historia una quimera y que pudo, como única recompensa, trascender la muerte a través de la literatura y de la cultura de su país. Héroe absurdo de una guerra absurda. 34 Igual que Marchal, Vargas Llosa construye sus personajes en función de contradicciones: el revolucionario Galileo Gall, propagador del socialismo utópico de PrudHon, frente al liberal Barón de Cañabrava, hombre con gran versatilidad política y aparente antifanatismo, pero dueño de una evidente obsesión por la riqueza. Moreira César, figura opuesta a Conselheiro como estereotipo del militar inescrupuloso y asesino. Seres humanos enmarcados en oposiciones irreversibles: moderno-arcaico, opulencia-miseria son izquierda-derecha, ciudad-campo, los aspectos que rodean los personajes de Vargas Llosa. Los tres Antonios completan una sola persona que elabora programas de ocupaciones diarias, dicta charlas religiosas, construye casas e iglesias, declama sermones bíblicos. Conselheiro es el héroe trágico de Lukacs: que vive bajo la mirada de Dios , su ser predestinado se impone a la acción real. El hombre de carne y hueso obedece a un carácter eterno imposible de desarraigar. El sertón fue el teatro cerrado del profeta, el santuario donde se dejó poseer por su existencia. Marchal lo describe aterrorizado por sus propias leyes diferentes a “la anarquía del claroscuro de la vida cotidiana”. Los escritores rescatan un ser humano atávico y lo hacen crecer hasta convertirlo en una figura histórica que, con la muerte, deja la contingencia cotidiana para pertenecer a la permanencia de la leyenda. Nuestro tiempo está demostrando que el carácter acumulativo de las diferentes manifestaciones culturales es tan importante como el progreso, y que ellas no son excluyentes sino complementarias. 35 La puesta en práctica de Conselheiro culmina con un modelo alternativo de sociedad rudimentaria, que llamó a la puerta de los tres escritores cuando ya era una utopía y mudó de palabras en tres lenguas distintas: portugués, francés y español. No es el Canudos literario un modelo social al estilo Tomás Moro, más se acerca a la teocrática Ciudad del Sol de Tommaso Campanella, creación política donde la experiencia se compartía con una idea psicológica, más que ontológica, de Dios. La óptica literaria ve a Canudos como un pueblo dueño de una psiquis dominada por la idea religiosa, fanatizado por un hombre que los escritores se encargaron de desacralizar. Marchal describe un Conselheiro impostor, que engaña a los campesinos con afán de obtener liderazgo y poder espiritual. No es un fanático sino un hacedor de su propia historia. Este manejo del personaje tendría su razón de ser si pensáramos que Canudos fue fundada a contrapelo de la realidad del sertón , con un mesianismo propio e individual que no respondía a un pasado común sino a una visión de supervivencia personal. Dentro de esa polifonía de interpretaciones, donde cada escritor expresa su subjetividad a través de algún personaje, se destaca el periodista que distorsiona con su miopía todo lo que no quiere ver, a quien Vargas Llosa hace sentir Extraño, hipnotizado, y le pasa por la cabeza la absurda idea de que no está viendo aquello que ve. Persona sin nombre propio, símbolo de un antifanatismo universal al que aspira el escritor, por lo cual en época reciente se solidarizó con el poeta iraní, Salman Rushie, autor de Versos Satánicos, a quien el Ayatollah Khomeini condenó a muerte a la vez que prohibía la edición de los poemas. 36 El Lenguaje pulcro de La Guerra del Fin del Mundo refracta las actitudes de algunos personajes, ni la contralectura logra comprender el supuesto antifanatismo de un ser tan ambicioso y terrófago como el Barón de Cañabrava. Sólo es explicable si consideramos que estos malos atributos, presentes en todas las épocas, son premiados a quienes los sustentan. Ni el Barón, ni los demás personajes son dueños de su propia voz, el escritor no les da libertad de palabra. Vargas Llosa subvierte los patrones tradicionales, contrario a lo que sucede con Da Cunha. En Euclides la correspondencia entre ficción y realidad responde a las expectativas del lector. El Antonio de Os Sertoes es condenatorio, inquisitorial, el de Vargas Llosa casi no aparece en el relato, pero su presencia se deja sentir en todas partes. Es acreditado como figura mítica para degradarlo, en última instancia, muriendo en una cama con disentería. Desenlace que corresponde al proyecto literario y que necesariamente tiene que representar el objetivo del mismo: la desfanatización. La estructura de La Guerra del Fin del Mundo tiene íntima relación con el oficio de escritor, a partir de la idea de que todas las acciones en el proyecto narrativo expresen la vocación de escribir un verdadero objeto literario. La novela de Vargas Llosa reúne , además de un valor de utilidad ideológica, múltiples interacciones discursivas que van desde la guerra hasta el nihilismo sexual. La violación de Sebastiana por parte del Barón, en presencia de su esposa Estela, altera los valores humanos de la comunidad. El Barón sobrepasa los límites sin reconocerse sabedor del daño que produce como consecuencia de la infamia ejecutada. Violencia que no tuvo cabida en Da Cunha ni en Marchal, a pesar del realismo sartriano que destila toda su novela. La sexualidad tal como se presenta en La 37 Guerra del Fín del Mundo es un agregado ahistórico que introduce el escritor. La tríada erótica de Rufino-Jurema-Galileo y la de Sebastiana - el Barón y su esposa Estela, al igual que la misoginia de Conselheiro, son sustitutos de la muerte, constituyen la negación del amor, aspectos inherentes a la estructura simbólica de la novela. Otra es la sal que pica en El Profeta del Sertao. El lector va creando con su imaginación imágenes sucesivas de naturaleza indómita, de personajes reprimidos, de soldados con deseos sanguinarios. La obra se corresponde con el período de post-guerra mundial que trajo aparejados cambios en el comportamiento humano, actitudes nihilistas, marginalidad económica y también nuevos tipos de discursos. La novela, envuelta con matices racistas, justifica la interferencia del ”civilizado gobierno” en la cultura del habitante autóctono para destruirlo. Es esta la violencia más significativa de la novela: la incomprensión por el orden social de Canudos. En la “otredad” cotidiana de Canudos, en el determinismo filosófico y telúrico, en el no derecho a la autonomía de los campesinos debido a su ignorancia y falta de recursos, en el fundamentalismo como una esperanza para justificar la existencia deambulan las tres narraciones. Pero sólo el escritor brasileño vive en carne propia el horror de la masacre que lo lleva a culminar su novela con una frase polémica: Es que aún no existe un Mausley para las locuras y los crímenes de las nacionalidades. Con dolor poético expresa lo mismo Guillermo Toriello Garrido en La Masacre de la aldea de Chitabray cuando dice: Ya no existe la aldea guatemalteca de Chitabray, la arrasaron sin piedad los militares genocidas”. No es de extrañar la presencia de exterminios de grupos que no tuvieron la oportunidad de capacitarse, cuando desde 38 principio de siglo el mundo estaba regido por la teoría taylorista, con la consigna de que sólo debían sobrevivir los trabajadores más aptos y su consecuente carga de darwinismo social. Es comprensible la creación de un escenario simbólico mediante el cual los canudenses reafirmaban su homogeneidad de grupo, ya que un viraje hacia el positivismo habría disuelto la comunidad. El intento por destruir la diversidad de nuestra América fue universalizado por los tres escritores. Da Cunha escogió el estilo testimonial. Marchal la crítica a la ignorancia y a la barbarie. Vargas Llosa, con mayor carga ficcional, esconde entre los ropajes de fanatismo de sus personajes el basamento ideológico de la novela. Tres respuestas literarias a un mismo referente histórico- cultural. Da Cunha recrea su contemporaneidad, Marchal y Vargas Llosa trabajan sobre la archi - huella de Canudos. Ambos escritores rastrearon los sermones de Conselheiro, debieron leer los escritos de Rui Barbosa y las declaraciones del médico César Zama quien dijo: “A guerra de Canudos foi o requinte de perversidade humana ninguem ignora que género de vida levavam os canudenses: Plantavam, edificavam e rezavam”. Olimpo de Sousa Andrade las cita en Historia e interpretacao de Os Sertoes. Aún coexisten en la geografía latinoamericana grupos humanos con culturas diversas y desniveles de desarrollo. Las tres novelas aunque escritas en diferentes épocas encierran estas grandes contradicciones de la sociedad, bajo cuyo epísteme de desarrollo y productividad conviven sociedades con arcaicos esquemas rurales. En la novela de Vargas Llosa dos dogmatismos de diferente tono manejan el conflicto, uno en torno a lo religioso y otro al exterminio necesario en defensa del progreso, en ninguno de los casos la narratividad pierde su predominio sobre la teoría 39 planteada. A pesar de ello no le fue posible al escritor escamotearles a los sertanejos la valentía que describen Da Cunha y Marchal. En este aspecto La Guerra del Fin del Mundo exige una contra lectura de valores para no caer en la trampa del escepticismo. Los canudenses no se sacrificaron voluntariamente para defender un fundamentalismo que no practicaban, fueron agredidos y lucharon hasta que los derrotó un gobierno que no trató de articular la alteridad de los jagunzos, y sus diferencias culturales, con las propuestas de la República, que tenía ocho años de instaurada. Da Cunha, espectador del final de una guerra que no fue literaria, se convirtió en la memoria de un pueblo que no necesitaba buscar identidad porque ella se mimetizaba en cada campesino, adquirida en el contacto con su entorno natural y en “la fusión perfecta de las tres razas...denunciando el elemento superior del mestizaje”. El escritor brasileño somatiza el problema del sertón. A medida que nos involucramos con los personajes reconocemos el medio natural como un espíritu que da origen a las obsesiones religiosas. La subjetividad de Da Cunha fluye de un discurso donde resulta difícil demarcar fronteras entre historia, crónica y ficción. Más aún, el escritor muestra incertidumbre cuando en presencia de la masacre no le queda más remedio que problematizar la historia. El poder estaba cerca de él, pero ¡ qué lejos del poder estaba Canudos! Muy poco pudieron lograr los sertanejos, a pesar de que los periódicos de Salvador y algunas revistas los vinculaban a otros grupos del sertón. Como fuerza integradora de un cultura sertaneja no hubo oídos que escucharan ese híbrido de mística y requisitoria social” según lo llama el crítico colombiano Moreno Durán. 40 Marchal y Vargas Llosa soslayan el conflicto de subsistencia, germen de la comunidad. La ortodoxia histórica se vuelve en ellos controversial heterodoxia moderna y post-moderna, donde no tenía cabida crear un pueblo con un jefe constructor de pueblos, conductor de comunidades como lo muestra el diario encontrado en una vieja caja de madera después de la muerte de Conselheiro. Según consta en archivos de Salvador de Bahía, en el Canudos de 1894 se curtían pieles, se realizaban tareas agrícolas, se criaban animales y propagaban sus logros a los pueblos colindantes, también rezaban. Pero los enfoques literarios parecen aceptar un destino fatal independiente de las acciones humanas. El mismo Da Cunha fetichiza la acción de la naturaleza sobre el ser humano, como si no fuera posible transformarla. Concepción deciochesca de irreversible estigma de impotencia telúrica, herencia clásica que, desde Aristóteles, divide las capacidades humanas de acuerdo al contexto natural, relacionando clima con caracteres. En El Profeta del Sertao se defiende la misma tesis a pesar de los cincuenta años que la separa de Os Sertoes. El escritor franco parlante enfatiza sobre un patrón social que lo lleva a considerar la cólera como estallido que sólo se ve en regiones tropicales, equívoco cultural y psíquico sobre una reacción que tiene nombre universal. La pasión no domina los discursos, todos están elaborados en torno a ideas y lenguajes preconcebidos, comprometidos crueldad las acciones y planificados. En cierta medida se llevan a límites de provocadas por la venganza: degüellos, descuartizamientos, fragmentación de miembros, producto de una guerra que se convirtió en masacre. ¿ Acaso la guerra es normal? 41 Cada novela nos deja el amargo sabor de la derrota, el dolor de un fracaso, sobre el cual Marchal expresa su juicio en boca del General Bettancourt: ¡Qué raza!, ¡Qué energía!, ¡Qué coraje!. Si se hubiera podido llevarlos por el buen camino. ¡Cuántos servicios hubieran hecho a la civilización!. La deformación moral de un pueblo inculto fue la causa de esa derrota social. Extraña observación para alguien que venía de un mundo plagado de deformaciones morales. En El Profeta del Sertao no se hibridiza el espíritu sertanejo con la historia que deseaban vivir y el mundo del nordeste brasileño. El escritor hubiera tenido que transformar sus códigos europeos y adaptarlos a esta otra realidad, pero no sin antes comprenderla. El exótico primitivismo que Marchal atribuye al brasileño del nordeste, junto a las limitaciones que implica el fanatismo enraizado en el contexto natural, son claves en El Profeta del Sertao. Violencia y fanatismo azotan La Guerra del Fin del Mundo . La corrupción política, el extremismo religioso, la distorsión sexual que se manifiesta dentro del marco ritual del fanatismo, forman parte de las contradicciones que el escritor quiere presentarnos, ideas tejidas en medio de una arisca naturaleza y de los estragos de la guerra en sí misma. El escritor desarrolla un peligroso concepto de fanatismo genético ya expresado en La Historia de Mayta que recrea, sin diversidad de juicio y con la misma referencia conceptual, en La Guerra del Fin del Mundo. Novela donde todo es ambiguo y controversial, menos el objetivo fundamental: ser un legado de antifanatismo donde cada uno de los personajes es víctima de su propia obsesión. Ningún escritor tiene compromiso con la verdad y la verdad es ¡tan relativa! Pero dentro de esa relatividad ¿por qué no ficcionar acerca del desamparo social de los 42 sertanejos? El Barón de Cañabrava nos da la respuesta: Multiplicado el sufrimiento se vuelve abstracto y no es fácil conmoverse por cosas abstractas . Hace dos siglos Voltaire expresó un pensamiento semejante cuando dijo en una conferencia dictada en su retiro de Ferney: Realmente Señores míos sois muy delicados: se matan docientos o trecientos mil hombres y todo el mundo encuentra que eso está bien; pero se come uno a un cosaco y todo el mundo pone el grito en el cielo . Por eso la Historia Oficial del Brasil no habla de Masacre de una pequeña comunidad sino de Guerra de Canudos. Nuestros escritores, porque ya son nuestros, dejan entrever la presencia histórica al hacer uso de fechas y nombres de periódicos de la época para evidenciar la repercusión que Canudos tuvo en el Brasil de fin de siglo, cuando la República había promulgado la Constitución de 1891, inspirada en la Carta Magna norteamericana. Entre otras novedades dividía los poderes, separaba la Iglesia del Estado y consagraba como único válido el matrimonio civil, además declaraba el derecho a elecciones directas sólo para alfabetos de sexo masculino. Tanta convulsión y nuevas leyes repercutieron en el comportamiento de los campesinos del sertón, a quienes se les exigía el pago de impuestos por una tierra que casi nada producía. Es entonces cuando el amplio medio del nordeste comienza su proceso de organización en Canudos donde los seguidores del profeta fueron capaces de cargar las armas con el rosario a cuestas. Al respecto es bueno recordar las palabras de Camus para quien: Siempre mueren los mejores. La ley del sacrificio hace siempre que al final sean los cobardes y los prudentes los que tienen la palabra, porque los demás la han perdido dando lo mejor que tenían . En Canudos la literatura quedó trunca en su elemento más importante, crear un futuro con nuevas significaciones. 43 No quedan cabos sueltos en ninguna de las novelas, no hay cruces de fluidos ni flexibilidad en los discursos. En Os Sertoes habla la voz del testigo presencial, de la experiencia vivida, no existen silencios ni dudas para el lector. Aunque la realidad de los hechos turbó a Da Cunha al punto de poner en crisis la imagen que venía desarrollando en la novela, lo que dio por resultado la ausencia de una posición clara ante los acontecimientos. Fue muy difícil para el escritor justificar como un disturbio periférico se convirtió en guerra nacional que Euclides resuelve cuando dice: O progresamos o desaparecemos. Las leyes no existen donde cambian los actores y las formas institucionales, pero las estructuras sociales prevalecen, son las consideraciones que propone Marchal. Los Araujo del sertón serían sustituidos por latifundistas republicanos que responderían al nuevo orden político. El amplio imaginario del nordeste brasileño conserva las formas religiosas y raciales mientras se pretende hacerlo progresar a expensas de sus vidas humanas. Algunos intelectuales de este fin de siglo hablan con desprecio de las ideologías, y el gran conflicto que tiene la literatura es querer vencer y superar el “mal ideológico” siguiendo el lacerado itinerario de Nietzche. Vargas Llosa propone un código nihilista donde los fervores del fanatismo se unen con las tristes ideas de la muerte, arraigada entre los sertanejos a quienes la vida no les pertenecía hasta que se congregaron en Canudos. Se da en el sertón una particular conducta frente a la muerte, la desesperación por poseer un ataúd propio, en contradicción con el conformismo y la resignación ante su desdicha. Para ellos sólo la muerte era futuro seguro, era su liberación ante la opresión. Por Rescataban a eso los hermanos muertos... cadáveres que, vestidos con los mejores 44 trajes y embutidos en cajones fabricados a toda prisa, eran llevados al velatorio en el Templo del Buen Jesús. “Las novelas mienten, no pueden hacer otra cosa” dice Vargas Llosa . Pero aunque todo el sistema narrativo esté fundado sobre el engaño, las relaciones de los sertanejos con la muerte son reales. Ella cobra su tributo en Joao Abbade, inteligente, creador y valiente, llevado a la inmortalidad en las palabras finales de la novela: Lo subieron al cielo unos arcángeles. Expresión de irrealidad temporal que coincide con la orientación teleológica de la gente de Canudos. El escritor necesita exaltar las distorsiones espirituales, físicas y sexuales de los pobladores del sertón. A momentos parecen expresión de su otro yo vital, La novela sería el espacio imaginario donde se reconcilian ficción y vida concreta. La subjetividad de La Guerra del Fin del Mundo es la de su autor, la de Da Cunha expresa una época. La axialidad ideológica de las tres novelas se ve sustentada por los acontecimientos reales, que si bien suceden en una apartada región de Brasil, se corresponden con lineamientos que parte de Latinoamérica asumió como una incipiente globalización. Cada narración es la representación verbal de una idea que mantuvo un constante movimiento pendular en la cultura occidental, y que vista con una mirada retrospectiva nos conduce en una misma dirección histórica, desde la ortodoxia liberalismo y neoliberalismo hasta la del positivismo, heterodoxia del regionalismo, existencialismo y postmodernidad. Sin obesidad discursiva los tres escritores convierten a Canudos en una metáfora de segregación dentro del proyecto social del mundo desarrollado y crean, a través de sus personajes, un sistema de valores convertido en texto literario. 45 Os Sertoes y El Profeta del Sertao pertenecen a eras con estrategias narrativas de modernidad, sin que ello quiera decir que estas propuestas se cumplan a cabalidad en ambos. Da Cunha creía en los poderes transformadores del arte y la literatura al servicio del progreso. Marchal presenta una acción dramática donde los sertanejos son autores y actores de la tragedia. Para Vargas Losa la masacre es motivo para desarrollar un discurso antifundamentalista. La destrucción de Canudos fue el gubernamental que consideraba la Biblia como resultado de libro dos mesianismos: el subversivo y el sertanejo expresión de la irracionalidad que la palabra encierra. El mismo escritor me ofrece sus palabras para calificar La Guerra del Fín del Mundo cuando al referirse a la obra de Bertold Bretch dice No es más que ilusión, ficción o más crudamente patraña ideológica . Si Da Cunha veía en Canudos un poblado anacrónico, irracional, a contramarcha de la historia y del progreso del país, que crecía sin órganos ni funciones especializadas, “ a la manera de un polípedo humano”, nos preguntamos si son diferentes las favelas, los paisajes caóticos de callejones estrechos y casuchas inhóspitas, signo de horror social que pueblan el Brasil actual. Con la diferencia de que Canudos con su sentido de cooperación representaba una esperanza. Pajeu, Joao Abade, Macarimba y el Beatito luchan por su tierra disfrazados por las letras negras de las narraciones. José Miguel Oviedo compara Os Sertoes con Facundo de Sarmiento y considera que ambas escenifican la civilización y la barbarie: ¿Quienes personifican la civilización y quienes la barbarie? . Aún hay más, Raymond De Souza participa de un doble discurso político cuando dice: A medida que iban afianzándose el nacionalismo, el positivismo y el compromiso con la modernidad, fue preciso decidir, algunas veces con dolor, cuáles 46 elementos sociales impedían el progreso y tenían que ser borrados. En algunos casos el proceso se tornó brutal. 47 CANUDOS: CRISIS DE UNA PARADOJA. Mientras en Canudos , Cataví y la Ciénaga sus pobladores eran sacrificados en función de una parodia positivista de “orden y progreso” en Río, Salvador de Bahía, Sucre, La Paz y Bogotá se producía un proceso de transformación donde sólo “los que ríen” tenían derecho a participar como parte de su historia. Mientras la cultura ancestral convertía el suelo en papa, maíz y frijol los gobernantes desarrollaban un terror organizado con perfiles de fetichismo inquisitorial que, portando las banderas de la modernidad, acababa con los bolsones culturales donde se alojaban quienes lucharían para no absorber la derrota. Estupenda conquista que hoy se investiga y profundiza con miras a que la aureola del triunfo del supuesto progreso no vuelva a maltratar los derechos humanos consagrados en las Constituciones . Las narraciones sobre las cuales hemos reflexionado estigmatizan la República en un ejercicio de anamnesis, que más parece recuerdo soñado que realidad social, un Canudos hiper-real, un locus literario. Ni el lenguaje realista ni el nihilista agónico nos integran al silencio total de un pueblo que dejó de existir. El fin de lo real significó el principio de la ficcionalidad. La variedad genérica en Os Sertoes obedece a una rigurosa funcionalidad interna. La estructura arquitextual antropología, sociología, y conceptual están psicología fuertemente jerarquizadas: aparecen como la lógica de naturaleza, una construcción literaria moderna, donde el primero y último capítulo constituyen una especie de marco 48 textual para arropar el fundamento ficcional que es la guerra. Dentro del discurso se pueden localizar rasgos ensayísticos que han contribuido para convertir Os Sertoes en un clásico de la Literatura latinoamericana. Da Cunha creó su novela sobre acontecimientos sin entidad imaginaria pero, llevado por la paradoja de presenciar su propia ficción y consciente como todo escritor de la necesidad de inventar, fragua sus contradicciones con un discurso poético, a veces romántico, para retratar la crisis social que se vivía en el nordeste de Brasil. En momentos en los que la modernidad llega a su climax de poder estatal el escritor asume un tema retromoderno que enlaza con los tecnicismos de la época para escribir la paradoja de defender lo indefendible. Las contradicciones forman parte, desde la Conquista, de todos los estamentos de poder en Latinoamérica. El antagonismo con que la religión católica y su persecución inquisitorial se involucraron con la religiosidad sincrética de Canudos significaba, en instancias gubernamentales, poder compartir los latifundios bahianos y demostrar como el dogmatismo religioso estaba embadurnado con altos intereses económicos. Estos nexos ideológico- políticos se mantienen en las narraciones en un plano marginal, entre la unión de Monarquía y República para conservar privilegios, y las condenas a las herejías para justificar las muertes de los pobladores y apropiarse de sus tierras. Por el contrario se prioriza la crisis de la conciencia moderna en una masacre que reafirma el concepto de la época de que todo lo que se termina tiene que volverse a crear de otra manera. Propuesta que se afianza en la violencia religiosa, moral, física y sexual, excesos muy bien representados semánticamente por Vargas Llosa, quien registra su historia con el gesto sincopado de la escritura del boom, pese a que ya en 1981, año durante el cual 49 se publica la novela, mostraba signos de agotamiento. No así la modernidad cuyas mutaciones actuales hacia el postmodernismo siguen siendo una tradición dentro de su compleja concepción, identificada a través de tantos años por su inagotable volubilidad y fluctuaciones en el mundo cultural. El escritor brasileño Osvald de Andrade dice al respecto: La palabra moderno pertenece a cualquier época... porque fueron modernos los iniciadores de todos los movimientos estéticos y filosóficos, de todos los movimientos científicos y políticos. Paradójicamente ruptura y premodernidad forman un tejido contextual compacto donde la rudeza de los jagunzos se vuelve subversiva en la textura discursiva de La Guerra del Fín del Mundo . Si hacemos un paralelo de las dos novelas escritas en la segunda mitad del siglo XX es posible asociar y deslindar puntos de vista entre Marchal y Vargas Llosa. En El Profeta de Sertao el escritor se apoya en las doctrinas del sustrato étnico y de la transformación universal por medio del conocimiento, propiciadas por Bergson y Proust, manifiestas en la novela en la impotencia del saber positivista brasileño para salvar y redimensionar la comunidad de Canudos. Marchal traslada a un conflicto del siglo XIX la no viabilidad del progreso por causas no sociales ni económicas sino de formación étnica. Conceptos que aún tienen sus defensores como el filósofo alemán Günter de Anders para quien la organización mental de los campesinos es inadecuada para adaptarse al mundo tecnificado. En la actualidad, desde el Morro de los Pelados, las aguas emanan los efluvios de Canudos y su gente, no fundamentalista, aboga por incorporarse al desarrollo sin perder sus valores tradicionales. La búsqueda de lo extraordinario llevó a Vargas Llosa hasta la guerra de Canudos, probablemente si la hubiera presenciado de verdad La Guerra del Fin del Mundo no 50 existiría, en su lugar estarían escritas unas pocas palabras: “Aquí no he visto nada “. Pero el ventrílocuo narrativo peruano cuajó en su extenso libro las debilidades estructurales de las organizaciones de la región y la no adecuación de esas fuerzas a la compleja coyuntura brasileña. El proceso de reestructuración eliminó a Canudos de lo que pretendía ser un Brasil social y políticamente homogéneo, produjo así la fragmentación cultural del nordeste. Receta eurocentrista magníficamente adecuada en el estereotipo de cada uno de los personajes de Vargas Llosa. Ideología liberal que se contamina en la novela con la religiosidad y los mitos ancestrales, elementos aparentemente irreconciliables pero necesarios en el absurdo desfanatizar fanatizando que priva en la narración. El uso de diferentes modelos narrativos para asumir un problema que si bien es universal, en Canudos presenta características regionales muy particulares, nos ha dado una pluralidad de visiones. Tuvimos la suerte de contar con una primera exégesis escrita por un narrador brasileño que ocupó, durante cierto tiempo, la preeminencia ante los interlocutores cultos americanos y europeos, lo que permite ante un mundo globalizado encontrar diferentes puntos de referencia crítica. En última instancia Canudos creó la tríada entre Historia Oficial, Historia Literaria e Historia secreta. Historia secreta contenida dentro del fragmento humano que cada escritor nos brinda de sus personajes. Una noción de misterio sobre esas existencias, creada voluntariamente o libre, tal vez, de la intencionalidad de sus creadores. Se manifiesta en gestos, frases, posturas 51 que no pueden establecer una lógica de comportamientos y sin embargo testimonian unas líneas de conducta más precisas que las conocidas a través de los documentos históricos de la época. Por eso si en algún momento pretendemos identificar algunos personajes con los protagonistas reales de la guerra de Canudos será sólo una paradoja imaginaria, sin menoscabo del carácter valorativo de cada novela. El misterio está por resolverse en una novela que libere las fuerzas de la naturaleza hostil y haga de la comunidad sertaneja un espacio para la participación libre, creadora de una cultura donde las personas y los grupos sociales vayan escribiendo día a día su propia historia. . 52