«NUEVOS TIEMPOS DE ACTIVIDAD Y EMPLEO»

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RECENSIONES
noventa hacia un incremento del gasto activo
en detrimento del gasto pasivo. Dicho incremento se concentra principalmente en la formación continua y en las bonificaciones a la
contratación indefinida. A pesar de ello, el
nivel de gasto activo es aún inferior a la
media europea.
En opinión del autor, la mayor importancia otorgada a las políticas activas en los últimos años se puede interpretar en base a la
conjunción de tres factores: la reforma del sistema de prestaciones por desempleo introducida a partir de 1992, la coyuntura económica
favorable en el período 1995-2000 y los compromisos europeos adquiridos por España en
E
Concluye el autor con una serie de recomendaciones entre las que destacamos las
siguientes: el gasto activo en España debe
concentrarse en las medidas de orientación y
asesoramiento a los parados, el Servicio
Público de Empleo ha de caminar hacia una
integración total de su funciones con el traspaso de la gestión a las Comunidades Autónomas y, por último, debe garantizarse una
amplia coordinación entre los servicios de
empleo autonómicos que permita circular
toda la información, facilitando así el ajuste
entre la oferta y la demanda de trabajo a
nivel nacional.
GUILLERMO RODRÍGUEZ FOLGAR
«NUEVOS TIEMPOS
DE ACTIVIDAD Y EMPLEO»
RAFAEL MUÑOZ DE BUSTILLO
LLORENTE (Director)
MTAS, Colección Informes y Estudios
Madrid, 2003, 361 páginas.
Este trabajo tiene como objetivo analizar
cuáles son las pautas de uso del tiempo entre
actividades productivas de mercado y el resto
de las actividades humanas, ya sean productivas extramercado, o de ocio y reposo, investigar si se ha producido algún cambio significativo en las últimas décadas y analizar el
impacto que tales transformaciones, o las que
puedan realizarse en un futuro próximo, puedan tener sobre el empleo y la calidad de vida
de los trabajadores y sus familias.
Comienzan los autores señalando que la
reducción del tiempo de trabajo experimentada durante el siglo XX no va acompañada de
una reducción del tiempo de producción, dando lugar, por lo tanto, a una desvinculación o
separación de la duración de la jornada laboral individual y los tiempos de producción o
de operación del capital instalado. Esa desvinculación es posible por la existencia de
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toda una serie de modos de contratación y
gestión del tiempo de trabajo que permiten
adaptar el input trabajo a las necesidades
horarias de producción.
Ello da lugar a una difuminación de la distribución de los tiempos de trabajo. En dicha
difuminación influyen factores de oferta y
factores de demanda. Un primer factor de
demanda lo encontramos en la conjunción del
crecimiento del peso del sector servicios en la
economía, fruto del crecimiento económico, y
las características propias de este sector en lo
que se refiere a la no secuencialidad de la producción y la venta, de forma que el esquema
temporal de producción de dicho sector se tiene que coordinar con los consumidores. Esta
coordinación se puede realizar de dos maneras, bien mediante adaptación del consumidor a los horarios del productor o bien
mediante adaptación de los horarios de producción a aquellos más adecuados para los
consumidores. En una economía caracterizada por la plena incorporación de la mujer al
mercado de trabajo, la doble participación de
hombre y mujer en el mismo genera incompatibilidades a la hora de acceder al consumo de
servicios. En este caso, la única forma factible
de permitir la realización de la demanda de
servicios será ofreciendo unas horas de apertura distintas a las dominantes en otros
ámbitos de la economía. Este problema no
existe en el sector industrial, en donde es
posible desvincular la producción de la venta.
Por otro lado, los cambios en los patrones
de urbanización, con el consiguiente aumento
de la distancia media existente entre las
zonas residenciales y las áreas comerciales,
podrían también afectar a las pautas de compra, reduciendo su frecuencia y aumentando,
por lo tanto, el valor que los consumidores
otorgan a los horarios comerciales amplios
que facilitan la realización de una compra «en
familia» una vez terminada la jornada laboral.
A la hora de estudiar los factores de oferta
que contribuyen a explicar ese proceso de
difuminación horaria hay que recurrir, de
nuevo, a la distinción entre sector industrial
y sector servicios. En el sector industrial, el
alargamiento de las jornadas de producción y
el consiguiente recurso a horarios otrora atípicos y a nuevas figuras de gestión del tiempo
de trabajo se explicaría por el aumento de la
presión competitiva asociada a la apertura al
exterior. El aumento de la jornada de producción permite aumentar la utilización de la
capacidad productiva instalada y, por lo tanto, reduce los costes de capital, generando
ganancias en la posición competitiva de las
empresas. Por otra parte, desde la óptica del
empresario, el aumento del desempleo, la
desregulación laboral y la consiguiente
reducción de la capacidad de los trabajadores
para negociar compensaciones haría más
fácil y barato la contratación de trabajadores
en franjas horarias poco atractivas para los
mismos.
En el sector servicios, el problema es cualitativamente distinto ya que con el alargamiento del horario sólo se aumenta «potencialmente» la utilización de la capacidad productiva; para que aumente realmente dicha
utilización hace falta que acudan los clientes.
Esta cuestión se complica todavía más en la
medida en que los horarios comerciales están
sujetos a normativa pública, recayendo por lo
tanto en el sector público la responsabilidad
de adoptar una decisión, el mantenimiento o
reforma de la limitación horaria, que afecta a
establecimientos comerciales, consumidores
y trabajadores.
Como se desprende del análisis teórico, la
liberalización comercial tiene efectos distintos según el tamaño de los establecimientos
comerciales. Normalmente, los establecimientos grandes cuentan con una estructura
de costes más adecuada para hacer frente a
una ampliación horaria, por lo que es habitual que este tipo de establecimientos comerciales apoye la liberalización horaria frente a
los establecimientos pequeños, que se
encuentran cómodos con la legislación existente, más adecuada a sus intereses. Por su
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parte, los consumidores también pueden
tener intereses contrapuestos en la medida
en que el alargamiento de la jornada de apertura no tiene por qué repercutir en un
aumento de la accesibilidad para todos, si se
produce una caída en el número de establecimientos como resultado de la incapacidad de
aquellos establecimientos más pequeños y
peor localizados de resistir la competencia de
los grandes establecimientos con el nuevo
horario de apertura. Además, en la medida
en que la liberalización horaria repercuta en
un aumento de precios, aquellos consumidores que no hagan uso de la misma se verán
obligados a pagar precios más elevados sin
que, bajo el nuevo esquema de tiempos de
apertura, haya mejorado su accesibilidad.
Sin embargo, aquellas unidades domésticas
con ambos cónyuges plenamente integrados
en el mercado de trabajo sí se beneficiarán de
una ampliación horaria que facilitará la realización de sus compras domésticas.
Por último, la liberalización horaria también afectará negativamente a aquellos trabajadores autónomos y empleados de pequeños establecimientos, que puedan ver peligrar sus puestos de trabajo, y a los trabajadores del sector en general, que probablemente
tengan ahora que aceptar horarios de trabajo
más incómodos sin que se produzcan compensaciones en un contexto caracterizado por
una alta tasa de desempleo y baja afiliación
sindical. Frente a ellos, cabe pensar que la
liberalización horaria beneficiará a otros trabajadores, normalmente más jóvenes y mujeres, que podrían encontrar trabajo en el sector para cubrir las nuevas necesidades de
empleo.
En este trabajo, el estudio de las implicaciones de apertura de los horarios comerciales se aborda desde una triple perspectiva. En
primer lugar, se ofrece un análisis teórico de
las implicaciones económicas sobre producción, empleo y eficiencia asignativa derivadas
de la existencia de limitaciones horarias y su
eliminación. En este sentido, existen razones
en términos de eficiencia social que respal-
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dan la existencia de algún tipo de restricciones a la libertad de horarios comerciales, ya
sea por motivos de mantenimiento del capital
social –permitir la sincronización de los tiempos de ocio–, o para evitar un exceso de oferta
de horas de apertura como resultado de esa
carrera de los establecimientos por conseguir
al último consumidor. Por otro lado, la liberalización comercial tiene en todos los casos un
efecto positivo sobre la producción del sector,
que será tanto mayor cuanto mayor sea el
exceso de demanda de accesibilidad existente
en presencia de restricciones horarias.
El efecto sobre el empleo es, sin embargo,
ambiguo, al depender de múltiples factores
además del output. Así, si el aumento de la
jornada provoca una caída en el número de
establecimientos, al expulsar el mercado a
aquellos establecimientos marginales que no
pueden hacer frente a la renovada competencia de los establecimientos que amplían el
horario, el efecto final sobre el empleo dependerá de la intensidad de aumento del empleo
en los establecimientos supervivientes y la
intensidad de destrucción de empleo asociada
a la desaparición de establecimientos. Un saldo que a su vez dependerá de la intensidad de
utilización del empleo en uno y otro tipo de
establecimiento y de la forma concreta en la
que los establecimientos supervivientes
cubran sus nuevas necesidades de mano de
obra.
Por otra parte, si los establecimientos
beneficiados por el alargamiento de la jornada de apertura cubren sus necesidades de
trabajo mediante el recurso al trabajo a tiempo parcial, el efecto estadístico sobre el
empleo podría ser elevado, aunque en términos de horas de trabajo el impacto sea sensiblemente menor. Por el contrario, si estas
necesidades se cubren mediante reorganización del trabajo, mediante horas extraordinarias, o mediante el alargamiento de la jornada laboral en el caso de trabajadores autónomos, el impacto sobre el empleo se verá muy
matizado.
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En segundo lugar, del análisis comparativo de la legislación en materia de limitaciones horarias se desprende que no existe un
modelo único de apertura comercial en Europa, aunque las motivaciones que han fundamentado los cambios y los conflictos de intereses que han suscitado han sido similares en
todos ellos.
En tercer lugar, la principal conclusión
que se extrae del estudio del impacto de la
desregulación comercial en países de nuestro
entorno es la existencia de efectos contradictorios. Así, en Alemania, el aumento real del
horario de apertura una vez transcurrido
cierto tiempo fue sólo marginal. En otros
casos, como en los de Suecia, Finlandia y la
mayoría de las provincias canadienses existe
una escasa evidencia de los efectos positivos
sobre las ventas de la apertura en domingo.
Por último, en los Países Bajos se produce
simultáneamente un aumento del empleo,
fundamentalmente a tiempo parcial, aunque
menor que el esperado, y una fuerte reducción de las empresas del sector.
Por último, de la aplicación de los resultados obtenidos hasta el momento a la cuestión
de la liberalización comercial en España los
autores obtienen las siguientes conclusiones:
1) España tiene una regulación en materia de
horarios comerciales homologable con la de
los países de su entorno. 2) España es, junto
con Italia y Portugal, el país con un mayor
número de establecimientos comerciales por
habitante y un menor tamaño relativo de
éstos. En la medida en que la liberalización
comercial perjudique a los establecimientos
más pequeños, España se encontraría en una
posición poco propicia para aprovechar el
impacto sobre el empleo de este tipo de medidas. 3) De igual modo, el empleo del sector
comercial está muy por encima de la media.
Sobre esta base es difícil plantear que la existencia de restricciones horarias esté impidiendo el cabal desarrollo del sector y el
aumento del empleo en el mismo. 4) Del análisis de indicadores indirectos, como el perfil
de integración de la mujer en el mercado de
trabajo, y de indicadores directos de pautas
de compra no se deduce que la demanda insatisfecha por insuficiente accesibilidad en
España sea muy elevada, con lo que el efecto
esperable de una ampliación de los horarios
de compra sobre la producción, y a través de
ésta, sobre el empleo, tampoco debería ser,
por lo tanto, elevado. 5) La plena liberalización comercial generaría una profundización
de la dualización del sector, con el aumento
de peso de los grandes comercios y la reducción del número de comercios pequeños. Al
final, la liberalización podría actuar más
como catalizadora de la reestructuración del
sector que como una herramienta de creación
de empleo.
Una vez analizado el tema de los horarios
comerciales, pasan los autores a centrarse en
la importancia de la desvinculación entre la
jornada laboral individual y la jornada productiva, estudiando los mecanismos de gestión del tiempo de trabajo que tienen disponibles las empresas para cubrir sus necesidades laborales así como su importancia relativa. En primer lugar, estudian el nivel de
regulación del tiempo de trabajo en los países
de nuestro entorno, destacando la existencia
de dos modelos distintos: el modelo anglosajón, en donde no existen restricciones a la distribución del tiempo de trabajo, y el modelo
europeo, en donde las empresas se enfrentan
a restricciones tanto en el número máximo de
horas semanales, como el máximo diario,
además de un mínimo de vacaciones al año.
De entre todos los mecanismos de gestión
del tiempo de trabajo de los que las empresas
pueden disponer para adaptar la distribución
temporal de los trabajadores a sus necesidades en cada momento del tiempo: –horas
extraordinarias, alargamiento de jornada,
turnos, turnos comprimidos, «cuentas de
horas», horario flexible, etc., en el ámbito de
la OCDE, aunque no en nuestro país–, destaca la utilización del trabajo a tiempo parcial y
ello no sólo porque el trabajo a tiempo parcial
permite completar de forma flexible las necesidades de trabajo de las empresas en ese
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mundo de horarios difuminados, sino porque
su impacto cuantitativo sobre el empleo lo
convierte en una opción muy atractiva de
política económica.
En lo que respecta al impacto que las distintas formas de gestión del tiempo de trabajo tiene sobre la calidad del empleo, señalan
los autores que toda medida orientada a
incrementar la flexibilidad del tiempo de trabajo debe tener en cuenta la diferente capacidad de los distintos colectivos de trabajadores
para hacer frente a los posibles efectos negativos que pueda acarrear esa flexibilidad.
una mayor implantación en nuestro país de
ese tipo de contratos y, en segundo lugar, a
imagen de los Países Bajos, la potenciación de
la permeabilidad entre tiempo completo y
tiempo parcial.
GUILLERMO RODRÍGUEZ FOLGAR
Concluyen los autores sugiriendo algunas
medidas en materia de política laboral. En
primer lugar consideran que los costes sociales y económicos asociados a la actuación
sobre los tiempos de trabajo son inferiores a
los derivados del ajuste de plantillas. Consideran que la legislación laboral española
ofrece vías suficientes para explotar este
mecanismo de estabilización de la fuerza de
trabajo, pronunciándose a favor de contratos
indefinidos de tiempo flexible que, según
ellos, tiene perfecta cabida en nuestro ordenamiento jurídico.
Al mismo tiempo, proponen fomentar la
utilización de la variable tiempo de trabajo y
su flexibilidad como variable activa en la
negociación colectiva en lugar de la flexibilidad numérica. Paralelamente, proponen
continuar con la política de desincentivación
de la contratación temporal, una vía que
todavía no se ha desarrollado en su totalidad, considerando que probablemente una
de las razones que han impedido un mayor
activismo legislativo en esta línea ha sido el
temor a que con ello se redujera el crecimiento del empleo. Los contratos indefinidos de
tiempo flexible permitirían afrontar esta
cuestión sin temor a su efecto negativo sobre
el mismo.
En segundo lugar, y a la vista del éxito que
la contratación a tiempo parcial ha tenido en
la UE, los autores proponen, en primer lugar,
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