ORACIÓN Y BLASFEMIA EN LA POESÍA DE LEÓN FELIPE Martín Panero ¡Oh, lisie absurdo y monstruoso zurrón donde hay piedras enemigas y encontradas, donde viven ¡untas y revueltas .., la rata y la pttloniü, la blasfemia y Iti oración." En septiembre de este año, falleció en México el poeta León Felipe, tal vez la voz lírica más robusta y potente de la poesía española de nuestro siglo. Sin embargo, su nombre y su obra son desconocidos para muchas gentes. Cuando, a raíz de su fallecimiento, he leído y comentado en distintos círculos poemas de León Felipe, he notado siempre una impresión de asombro. Asombro ante la arrebatadora fuerza poética de este inmenso español del éxodo y del llanto —como se llamó a sí mismo— y asombro, a veces, ante la ignorancia de la existencia de su obra. No obstante, su voz resuena en la poesía española desde hace cincuenta años. Y editoriales de tanta solvencia cultural como Losada, Grijalbo y el Fondo de cultura Económica han incluido en sus catálogos la obra de León Felipe. En la lujosa colección "Cumbre" de la Editorial Losada, figura al lado de Neruda. de Miguel Hernández, de Rafael Alberti y de Antonio Machado. El título de este artículo —oración y blasfemia . . . — puede parecer extraño. Sin embargo, no es más que la expresión de lo que en verdad es la obra de León Felipe: una inmensa melodía en la 1 León Felipa: ¡Oh, esle viejo y rolo violín! Económica. Míxieo. 1966. p. 206. 614 Fondo de Cullura que suenan alternativamente la oración y la blasfemia, la plegaria a media voz y la imprecación vociferante. Pero veamos, antes de entrar en el tema, lo que fue su aventura poética y existencial. Ambas son inseparables. "Puedo explicar mi vida con mis versos. Puedo sacar mi biografía de mis poemas" 2— escribió León Felipe en las páginas exegéticas que preceden a Los lagartos. Efectivamente, en él la obra fluye de la vida y, a su vez, la vida modula su cabal explicación en la obra. Nacido en Castilla, la región española de cielos profundos y horizontes ilimitados, León Felipe fue un poeta trotamundos. Numerosas ciudades españolas fueron escenario de sus actividades de farmacéutico o de sus entusiasmos como actor de teatro. Después . . . la Guinea Española, México, Estados Unidos, Panamá . . . España en la convulsión de la guerra civil, todos los países hispanoamericanos y, nuevamente, México, donde terminó por anclar su vida de peregrino, fueron testigos, alguna vez, del apasionado quehacer poético y vital de León Felipe. Su vida de peregrino había sido ya prefigurada por él mismo en 1920: Ahora de pueblo en pueblo errando por la vida, luego de mundo en mundo errando por el cielo lo mismo que esa estrella fugitiva . .. ¿Después? . . . Después . . . ya lo dirá la estrella mismu, esa estrella romera ! Obras Complelus. Editorial Losada. Bucnus Aires. 1963. p. 239. que es la mía. estrella que corre por el cielo sin albergue tamo yo por la vida.' la voz de León Felipe adquiere nueva entonación y brota en su obra un poema realmente extraño: Drop a star, obra en la que el poeta paga tributo a la moda y adopta un lenguaje muy próximo al surrealismo entonces reinante. Drop a star —arrojad una estrella— es un mundo muy distinto de cuanto León Felipe había escrito hasta entonces. La fórmula prometeica de la poesía —de Prometeo, que les robó e! fuego a los dioses—. tan querida por León Felipe, arde en este poema en busca de luz y justicia para el hombre. No tengo espacio para su análisis, peto creo útil copiar algunos versos representativos del nuevo lenguaje del poela: Llegó León Felipe a la poesía en 1920. con un libro titulado Versos y oraciones de caminante, completado con una segunda pane en 1929. Representan esos poemas la primera etapa poética de León Felipe, la de la poesía recatada y pudibunda, musitada a media voz, en un tono que de ningún modo preludiaba la fuerza de lírico vendaval que iba a tener después. En ese primer libro, en el que la voluntad de sencillez se transparenta en cada verso, queda el eco nostálgico de las iniciales congojas del poeta ante la vida. En sus poemas, late un pulso emocional leve, en el que se alternan el cansancio ante la monotonía de la existencia, las vicisitudes de la búsqueda poética y una sensación de difusa angustia ante el universo, todo expresado con palabras sencillas, y frecuentemente con versos cortas, tan cortos que, a veces, parecen un fugaz suspiro. Pero juntos forman la melodía ínlima en que plañe la congoja de León Felipe, que desde la monotonía de su propia vida intuye la total monotonía de la existencia humana. La tristeza por la aplastante uniformidad de su vida surge como melancólico ritornello en numerosos poemas: ¡Oh, estas jornadas siniestras. Señor . . . estas jomadas siniestras en que mis ojos empiezan a verlo todo en la (ierra igual, y al fin no hallan diferencia entre la luz de una venta y el resplandor de una estrella! ¡Olí estas jornadas siniestras, S e ñ o r . . . estas jornadas siniestras en que nada me consuela, ni me alienta, ni me eleva! .. . Nada, Señor: nada, nada . . . ni Tú . . . ni la Belleza . . . Si en estas horas siniestras me da igual ser o no ser poeta . . . y ya no hallo diferencia entre un verso y una blasfemia.' Versos y oraciones de caminante son un paradigma de la fidelidad del poeta a su propia voz. Radicalmente fiel a sí mismo y a la fluencia de su mundo interior, León Felipe no acata en esos poemas otra norma artística que el ritmo de su espíritu y el latido de su corazón. Ni los artificios melódicos y temáticos del fenecido modernismo ni las extravagancias uitraístas del Madrid de 1920 hallan eco en los versos de León Felipe. Sin embargo, en 1950, ' O.C., p. 54. O.C., p. 56. Detrás de mi frente —estuchad esto bien—, detrás de mi frente hay un viejo dragón! el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo y está aquí, agazapadu en mis sesos, sin dejarme ver el amor y la justicia. Sin embargo, León Felipe insiste en desgarrar su voz contra la injusticia del mundo. Y lo hace sintiéndose la voz misma del hombre vencida desde el comienzo de los siglos. Por eso, la impotencia de su grito choca patéticamente contra el turbio universo de injusticia descrito en el poema: Encenderé la estopa sorda de mi grito. reventaré mi voz, esta voz (la mía, la tuya). Esta voz ronca que golpea vencida en el vientre negro del mundo. en el cóncavo barro de este cántaro obscuro. en la curva cenicienta de todos los horizontes apagados.' Pero más interesante que el cambio de lenguaje es el cambio de temática. En Drop a star, León Felipe abandona la expresión recatada de su solitaria congoja interior y orienta su musa al canto de la causa del hombre. Este poema anticipa lo que pronto va a ser la poesía de León Felipe, no en su expresión externa, sino en su intención humana y social. A ello han contribuido múltiples factores, el más importante de los cuales ha sido su encuentro con la poesía de Walt Whilnian. Muy pronto la guerra española, en la que León Felipe se sentirá comprometido, le permitirá dar a su voz poética la misma fuerza huracanada del gran poeta norteamericano. La guerra española convulsionó hondamente el alma de León Felipe. Y desde entonces su poesía fue, a veces, un vendaval de aullidos e imprecaciones, en el que se adivinan ecos de Job, de Nietzsche y de Walt Whitman . . . De la tímida expresión de ! O.C, p. 103. 615 sus congojas personales, pasó al grito destemplado y a la blasfemia estridente, como protesta por el drama de su patria y del mundo. Sus poemas de la guerra alcanzaron una tuerza de torbellino, sobre todo La insignia, alocución poemática en la que la inspiración guerrera de León Felipe llegó a su cima más alta. Después fueron el destierro y la nostalgia de España los motores de su poesía. Y también el caos y desconcierto del mundo brotaron frecuentemente en sus poemas, como puede verse en Los lagartos, donde alcanza patética expresión la situación angustiosa del hombre actual, que lleva en las entrañas de sí mismo una dolorida conciencia de náufrago. * de la miseria del hombre" *. Este tema del llanto como fórmula de salvación humana ocupa numerosas páginas en los poemas de León Felipe, y lo reitera en las formas y tonos más diversos: Que sino Que que que no me tejan pañuelos velas. no me consuele nadie, no me enjuguen el llanto, no me sequen el río. Soy el navegante y el camino, el barco y el agua .. . y el último puerto de la ruta. Y en La espada llega a afirmar que Dios entregó al hombre el llanto para que mate la sombra y conquiste la luz. Una orgullosa conciencia de la eficacia de su llanto bulle en todos los versos de este poema, el cual contiene asertos tan categóricos como el de que "el mundo nunca se ha movido — ni se mueve ahora mismo sin mi llanto", un llanto que Dios tiene contado desde el comienzo de los tiempos: Dios contó mis lágrimas desde la víspera del Génesis. Y allí van corriendo, corriendo, gritando y aullando desde e! día primero de la vida, a la zapa del sol, Luz . . . cuando mis lágrimas Le alcancen. la función de mis ojos ya no será llorar sino ver. * Y porque cree en el poder de su llanto, se atreve a desafiar a la muerte: Del llanto a la blasfemia Todos los libros de León Felipe posteriores a la guerra española. —El hacha, Español del éxodo y del llanto, El gran responsable, Ganarás la luz. Llamadme publicano, El ciervo y. finalmente, ¡Oh, este viejo y roto violin!, escrito a los 81 años, llevan la huella de su situación de desterrado, y en todos se alternan el llanto, la blasfemia y la oración. El llanto es el nuevo gran tema de León Felipe. Al principio, el llanto del poeta es por España, que él considera muerta tras la guerra civil. Pero pronto su llanto transciende más allá y se eleva a categoría poética para salvar al hombre, pues es el hombre el que interesa a León Felipe. "En un poema no hay bandos. No hay posiciones rojas ni blancas. No hay más que una causa: la del hombre. Y por ahora, la Ver mi ensayo Pasión y creación de León Felipe. Centro de Investigaciones Estéticas. Facultad de Filosofía y CC de la Educación de- lu Universidad Csiólico. Santiago. 1968. 616 Y ahora pregunto aquí: ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios para que me tapen la boca cuando muera, con una paletada de tierra? No. He venido y estoy aquí, me iré y volveré mil veces en el Viento para crear mi gloria con mi llanto. * Su llanto adquiere un claro sentido religioso, incluso cristiano. Lo proclaman insistentemente la mayoría de los poemas del libro II de Ganarás la luz, tal vez su obra más densa y tormentosa. El Cristo del Calvario y el sufrimiento es presencia viva en numerosos pasajes: Con con con con O.C,. O.C., O.C, O.C, Cristo, pero en los Olivos y en la Cruz: la fiebre y la hiél. la sed y la esponja, la sombra y el llanto, p. p. p. p. 121. 212. 215. 219. en la humedad cerrada de la angustia. un el reino de la semilla y de la noche. esperando . .. esperando a que broten de nuevo la espiga, la aurora y la conciencia.'" Y el poema Regad la sombra reitera bellamente la misma temática del llanto redentor de Cristo, con el que el poeta aspira a llegar a Dios: Por estas viejas aguas navegaré en mi barca hasta llegar a Dios." Entre la oración y la blasfemia Sería demasiado prolijo el analizar ahora los múltiples pasajes de Ganarás la luz en los que el poeta transforma su llanto en oración, en el sentido religioso de la palabra. Sin embargo, León Felipe, rebelde y desesperado, escoge también la blasfemia como camino para llegar a Dios. Con ello no quiero insinuar que todas sus blasfemias lleven precisamente una intención de plegaria. Pero sí que hay en muchas de ellas una desesperada vehemencia por hacerse oir de Dios. Así lo proclama abiertamente, en arrogante desafío a quienes no piensen como él: El salmo y la canción no son ya caminos. Buscaré a Dios por otros derrotero*. Y me he puesto a gritar y a blasfemar porque pienso, como |ob. que éste es un buen señuelo para cazar a lehová. Aún no le he encontrado; ni le he visto siquiera. "¡Oh, quién me diese el saber dónde poder hallarlo!" Pero ya han empezado a llegar y a amonestarme los sabios impasibles. Ya han hablado el preceptista, el fariseo y el filósofo. Hablarán los que faltan... Yo seguiré blasfemando. Y al final, cuando hable Dios desde el torbellino, veremos a quién le da la razón." Es sorprendente la pertinacia con que León Felipe proclama su voluntad de blasfemia, por considerar que el salmo y la canción ya han perdido vigencia. Sólo por dificultades con los editores no publicó un libro con el título de Versos y blasfemias de caminante. Aun así. tituló Yo soy el gran blasfemo un poema del libro VIII de Ganarás la luz. Y ahí sí que el poeta se queda en la blasfemia misma, expresada en forma grosera e infraartística. Espero que el lector no considere irreverente el que copie unos versos en comprobación de lo que afirmo: Creo que el trigo se hace harina v carne la harina .. . '» O.C. p. 210. •i O . C , p. 211. » O . C , p. 200. carne de Dios y carne de mi cuerpo. Creo que un hombre honrado cuando nos da su pan tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos. Y creo que en el cáliz y en la hostia huy no hay más que babas del Gran Conserje Pedro. ' Esto nos remite a otro flanco de la rebeldía de León Felipe en materia religiosa: la rebeldía contra la Iglesia, a la que acusa de haberle arrebatado la fe. En el fondo de sus imprecaciones, subyace un irreprimible espíritu de independencia. Quiere entenderse con Dios, como Unamuno, pero sin intermediarios. La inevitable presencia histórica de la Iglesia, con sus luces y sombras, provoca la cólera del poeta, que grita en todos los tonos su rencor y desencanto. Todo adquiere en él un acento más patético cuando lo proyecta sobre la revolución española. Su pasión de desterrado se exacerba y proclama la muerte definitiva de la Iglesia. Un imperativo de honradez me obliga a declarar que, sin renunciar a una visión crítica y desapasionada de aquellos ya lejanos sucesos, mi posición frente a ellos no es la misma de León Felipe. No estoy escribiendo historia, sino exégesis poética. Por eso me abstengo de cualquier ademán de objeción histórica y dialéctica frente a esa guerra en la que los españoles nos lanzamos unos contra otros, y de la que brotó gran parte de la vehemencia pasional que empuja a la musa de León Felipe. He aquí un pasaje transido de patetismo y muy expresivo de la situación espiritual del poeta: ¡Ah! Si yo no creyese que la campana de la Iglesia [está rota para siempre tomo la basquina de una virgen violada . . . que la onda ecuménica de bronce es un pájaro muerto! ¡Ah! ¡Si yo pudiese orar, si pudiese subir como el incienso todavía y caer humildemente de rodillas como la cera hirviente [de los cirios! ¡Ah! ¡Si los que asesinaron al Cordero y viven de la sangrú del Cordero no me hubiesen arrebatado la fe! ¡Ah! Si yo tuviese le. si yo tuviese fe y creyese que el Gran Conserje Pedro [había encontrado las llaves y la gorra que se le per[dieron en Guernica y que tenia poderes todavía para abrir puertas y postigos, para enfilar la barca de los muertos y firmar los pasaportes de la gloria, del purgatorio y del infierno! .. . ¡Ah! ¡Si yo no tuviese estas heridas inmantadas en [los sesos, O O.C. p, 283. 617 estas heridas ocultas y reumáticas que se me enconan [con los cambios atmosféricas! . . . ' Pertenecen estos versos a su libro Llamadme pubücano, escrito en 1950. El título mismo es ya un desafío. Este carácter de "pubücano" reaparece como arrogante estribillo en numerosos pasajes de su obra. El poeta insiste en proclamar su independencia espiritual y en fustigar a cualquier poder eclesiástico que intente dirigirle. Hay un personaje que, por esas fechas, ha reemplazado al arzobispo, que tan frecuentemente asomaba, como blanco de su cólera, en los anteriores poemas de León Felipe: el Arcipreste: Llamadme pubücano vosotros también. W me llama el Arcipreste, Y los líricos flecheros farisaicos que guardan e! secreto de cómo se disparan el verso y la oración." Llamadme publicano es uno de sus libros más bellos. En él su rebeldía alcanza gran calidad poética. Digamos que no sólo hay rebeldía, sino también una honda preocupación religiosa, plasmada a veces en poemas de extraordinaria jerarquía artística. La caza, por ejemplo, es uno de ellos. La imagen de Dios sentado en la roca más alta del planeta y contemplando la angustiosa búsqueda del hombre por la vida —simbolizada en la inquietud alerta del perro cazador— es un indudable acierto poético. Dios en la obra de León Felipe Indudablemente, a pesar de sus blasfemias e imprecaciones, León Felipe es un poeta religioso. Su primer poema de 1920, escrito en la soledad manchega de un pueblecito de la Alcarria, era ya una proclamación del sentido religioso de su poesj'a: Nadie fue íiycr. ni va hoy, ni irá mañana hada Dios por esle mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol y un camino virgen Dios. Hay en su poesía una búsqueda constante de Dios, aunque los caminos por donde lo busca sean i* O.C.. p. 32b. « O.C, p. 35. 618 a veces tortuosos y oscuros. Sería del mayor interés el seguir la trayectoria religiosa de León Felipe, desde Versos y oraciones de caminante a su reciente ¡Oh, este viejo y roto violín! En ella podría verse cómo León Felipe afirma a Dios, incluso en los momentos de más apasionada rebeldía. Tal vez no siempre sea fácil defender la ortodoxia teológica de su religiosidad. Pero nadie podrá discutirle la apasionada vehemencia con que su poesía apunta hacia Dios. Como ya hemos visto, plegaria, llanto, blasfemia y grito resuenan alternativamente en sus poemas En Versos y oraciones de caminante había ya una aspiración religiosa hacia Dios hecha de plegaria sincera y humilde. Sin embargo, en una glosa al famoso soneto "no me mueve, mi Dios, para quererte" asoma cierta forma de resignado escepticismo frente a la otra vida, que se diría preludio de las futuras tormentas religiosas del poeta. Ya ha quedado bosquejado el tono de llanto y blasfemia de sus libros posteriores. ¿Es eso todo? De ningún modo. La lira de León Felipe daba bruscamente las notas más inesperadas en el orden religioso. Tal vez podría establecerse una línea divisoria entre los cantos de su congoja personal y las canciones lanzadas desde su preocupación social y política. La mayoría de sus gritos blasfemos y de sus irreverencias brotaron siempre al compás de su pasión política, reforzada por su condición de desterrado. Claro ejemplo de ello son los poemas titulados ¿Dónde está Dios?, en los que el rencor político se articula en unos versos de escasa calidad poética, pero de increíble energía de expresión. He aquí el comienzo: Dios ha existido siempre, hijos míos, Anles de que falanges y legiones lo estampasen en sus camisas y pendones. Antes de que bautizasen con su nombre ejércitos y trimotores. Anles de que clavasen su efigie en la puerta de los cuarteles y de las prisiones. Antes de que lo llevasen colgado del cuello en ricos medallones los arzobispos, las grandes prostitutas. los generales iscariotes. Antes de que en la Bolsa Fuese negocio pronunciar su nombre. Dios ha existido siempre para todos, para el rico y el pobre. como existió la tierra antes de que se la repartiesen los ladrones. Y Dios era del hombre como el agua y el viento. Ahora, como el oro, sólo es de unos cuantos señores. Y no bendice al juslo. Bendice la rapiña. la traición, la trilita de los aviones... Y hay un señor en Roma que pone el visto bueno a estas bendiciones." Muy distinto es su acento cuando León Felipe olvida su pasión ante los sucesos de su patria y del mundo y habla desde las honduras de sí mismo. En 1958 publicó en PAPELES DE SON ARMADANS, la revista que dirige Camilo losé Cela, "Cuatro poemas, con epígrafe y colofón". En uno de ellos —La Cruz— declara: "Y he vuelto a rezar. En la forma sencilla de las almas humildes: con el Padrenuestro". Es un poema que chorrea sinceridad religiosa por lodos los versos. En él León Felipe se vuelve angustiado a Dios, pero no en un tono de blasfemia ni de imprecación, sino de confiada plegaria filial. Y tras recordar que "nada se ha inventado sobre la tierra más grande que la Cruz", intercala, levemente cambiado, uno de sus antiguos poemas: Hazme una cruz sencilla, carpintero. . Sin añadidos ni ornamentos .. . que se vean desnudos los maderos. desnudos y decididamente rectos: los brazos en abrazo hacia la tierra. el astil disparándose a los cielos . . . que no haya un solo adornu que distraiga este gesto, este equilibrio humano de los dos mandamientos. Sencilla, sencilla . . . Hazme una cruz sencilla, carpintero. " El segundo poema —Credo— es todavía mas expresivo. A mi juicio es el más dolorido miserere que jamás resonara en BU obra. Es el poeta dentro de sí mismo, dejando manar su congoja ante la estela de su vida malograda. Y de ella no fluye desesperación, sino arrepentimiento y confianza en Dios. Parece que León Felipe compuso el poema cuando su vida había llegado a una cima de esencial angustia y cuando el dolor le había llevado a las profundidades abisales de su alma. De cualquier modo, hay en ese poema una explosión de dolorida sinceridad. " O.C.. p. Ib7. La posición del poela frente ¡i la Iglesia Católica fue expresada por él mismo en julio de l%7. en declaraciones u María Embcita, corresponsal de IB revista madrileña ÍNSULA. Al ver ci crucifijo que Ltun Klipc Lcnia en su habitación, \e preguntó la periodista: ¿F.s Uited religioso? La respuesta fue lujante: "Soy cristiano, hombre. ¿Tú qué creías que iba a ser yo? ¿Mahometano? Católico no me interesa. Todavía uno podía pensar en el catolicismo si los Papas hubieran sido como Juan X X I I I . Lo mataron al pobre, que era una esperanza y un milagro. Todo el mundo estaba pendiente de el . . . ¿O a ti le gustaba más Pío XII? A ése le llevé yo a los Infiernos. Y allí le dejé". (ÍNSULA, Nv 254, Kncru 1968. Madrid). " O.C.. p. VÍ4. completamente ajena al acento de rebeldía y sarcasmo resonante en algunos poemas suyos. Veamos un fragmento: Aquí estoy . .. En este mundo todavía .. . Viejo y cansado . .. Espejando a que me llamen . .. Muchas voces he querido escaparme por lu puerta [maldita y condenada y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hom[bro y me ha dicho severo: No, no es la hora todavía .. . hay que esperar .. . Y aquí estoy esperando . . . con el mismo traje viejo de ayer, haciendo recuentos y memoria, haciendo examen de conciencia, escudriñando agudamente mi vida . . . ¡Qué desastre!... ¡Ni un talento!... Todo lo perdí. Sólo mis ojos saben aún llorar. F.sto es lo que me [queda . .. Y mi esperanza se levanta para decir acongojada: Otra vez lo haré mejor. Señor. porque . . . ¿no es cierto que volvemos a nacer? ¿No es cierto que de alguna manera volvemos a nacer? Creo que Dios nos da siempre otra vida, otras vidas nuevas. otros cuerpos con otras herramientas, con otros instrumentos . .. Otras cajas sonoras donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor paru ir corrigiendo lentamente, muy lentamente, al través de los siglos, nuestros viejos pecados, nuestros tercos pecados . . . " La sinceridad del poeta Tal vez la virtud dominante en la obra de León Felipe sea siempre la sinceridad. Porque era sincero hay tanta contradicción en su obra. Lo miraba todo con sinceridad apasionada, y ello implicaba el riesgo de equivocarse y de tener que variar de posición. Por lo demás, hubo siempre en su vida un ademán de autenticidad y de fidelidad consigo mismo que lo impulsaba a alzarse contra la mentira. Claro que lo problemático es a veces el discernir lo que realmente es la verdad y no confundirlo con el cuento o la fábula. ¿Hasta dónde extendió León Felipe su visión de la mentira y falacia del mundo? Un poema suyo, de 1944, hace sospechar que, por esas fechas, el panorama total de la vida se le presentaba como pura fábula, como simple cuento: Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con [cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre . . . >' Q . C . , p . 395. 619 ha inventado todos los cuentos. Yo sé muy pocas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos . . . y sé todos los cuentos. " E] mismo tono de sinceridad domina en su último libro —¡Oh, este viejo y roto violín!— El mismo lo definió como "un libro escrito por un viejo payaso a los 81 años para hacer reír a la gente". Sin embargo, no es un libro que hace reír, ni el tampoco se lo propuso. Es un libro en el que, entre bromas y veras, León Felipe, ya al borde del sepulcro, va diciendo el dolor de su alma gritando angustiosamente las perplejidades de su espíritu. En numerosas páginas, brota su religiosidad y también su antiguo ritmo de combate. No puedo ya extenderme en el análisis de esos poemas. Pero sí quiero destacar el último de ellos, el que constituye como el testamento espiritual de León Felipe. Lo titula Perdón y de él dice que es la piedra que más quiere de cuantas ha metido en su poético zurrón de pastor trashumante. Aquí van algunos pasajes: Yo no he sido bueno . . . quisiera haber sido mejor. Estoy hecho de un barra que no está bien cocido todavía. Ya no recuerdo bien . .. Vuy olvidando . .. olvidando . . . olvidando .. . pero quiero que la última palabra, la última palabra, pegadiza y terca, que recuerde al morir sea ésta: PERDÓN. Casi todas estus piedras llegaron en días de angustia, di; terror, de desespero y desamparo. Algunas en días de "Gracia". Ahora las veo serenamente desde la fría altura de mis años, desde mi vejez apaciguada. Todos son juguetes: las heridas, las lágrimas, el venuno del áspid, la baba del tirano. el hacha del verdugo . . . Una pelota es esa cabeza cercenada. Jugamos al nacimiento y a la muerte, al soplo y a lu llama, al que me ves y no me ves . . . al enciende y apaga la lámpara. n León Felipe frente a su propia obra A lo largo de estas páginas, he hecho hablar mucho a León Felipe. Era necesario, pues el tono de su voz es irreemplazable. Aunque centrado especialmente en torno de su problemática religiosa, la figura del poeta creo que ha ido surgiendo al com" O.C.. p. 334. -1' ¡Oh, este viejo y rolo violín!, p. 20910. 620 pás de sus odios y sus amores, de sus plegarias y sus blasfemias. Obra de pasión y combate, necesariamente tiene que ser desigual. Creo que una parte de ella no se salvará para la ortodoxia estética. Pero sí para la eterna canción del hombre, más allá de los cánones artísticos. Sobre ella, se han pronunciado favorablemente —entusiastamente— críticos tan solventes como Guillermo de Torre. Ahora bien, ¿cómo vio el poeta su propia obra desde la cima de sus postreros años? En 1959, escribió una carta a Camilo José Cela, que le había solicitado unas líneas sobre su poesía. Es un documento de primer orden, no sólo para valorar la conciencia estética de León Felipe, sino también para calibrar su conciencia religiosa. Por eso la copio íntegra, pues vale par el mejor de los poemas: Amigo Camila losé Cela: {. .,) ya no sirvo para nada. Estoy muy viejo. Casi tan viejo como el rey Lear y esta cabeza mía funciona ya muy mal. Lo voy perdiendo todo lentamente: las energías, la memoria y las ganas de vivir . . . Me sostengo a fuerza de drogas que al final me debilitan más y me dejan hecho un guiñapo. Ya no escribo, apenas leo y no puedo opinar de nada. Diría tonterías. Es mejor no hablar cuando se es viejo; dehen quedar de uno las palabras dichas cuando aún se sabe reír y esperar. Yo ya no espero nada y la risa se me va olvidando también. Casi no sé reír. Digo casi porque siento mu> cerca la catástrofe final. Casi me estoy muriendo. Sería la hora de hacer mi testamento mejor que hablar de poesía. ¿Y de mi poesía? . . . Como no sea para ordenar mis últimas disposiciones testamentarias . . . Me gustaría decirle a alguien, a usted, por ejemplo, con la solemne sinceridad de un moribundo, que mi poesía, salvo los momentos religiosos que tienen un alíenlo de plegaria, la rompería, la quemaría toda. He roto y quemado cuanto andaba rodando por cajones y carpetas —poemas, papeks. comedias— pero, ¡ay!. no puedo romper ni quemar lo publicado. Mago lo posible por no reeditarlo y escondo mis libros. Estoy avergonzado de haber escrito la mayoría de mis versos. Casi todos no son más que actualidad. Al final creo que no he sido más que un reportero con un énfo>ii de energúmeno. He tenido una voz irritable, irritante y salvaje sin freno y sin medida, y sólo en algunos momentos, muy pocos,'he tábido rezar. La poesía no es más que oración. Ahora, como cuando escribí mi primer libro, creo que no es más que oración. Oración fervorosa. O piadosa y reposada. Aquel mi primet I i bro se llamaba Versos y oraciones de caminante. Tres o cuatro poemas de ese libro y estos últimos que me ha publicado usted en sus Papeles son lo único que yo salvaría. Quedará menos. ... una gotita de rocío diluida, perdida, anónima en el gran río de la> canciones eternas . . . Y ya es mucho . . . No espero más. Me gustaría ser joven para ofrecerle a usted una amistad verdadera. Así como ando ahora no soy más que un puñado de huesos viejos y sin destino.... pero todavía sé querer a las gentes buenas y le abrazo con todo lo que aún da mi corazón.:i México, 29 de abril de 195*}. -' O.C.. p. 1054.