ABRAZO EN FAMILIA 2013 Tema Nº 1

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ABRAZO EN FAMILIA 2013
Tema Nº 1: La Familia escuela de comunión para anunciar la Fe
Hecho de vida.
Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz
misteriosa que allá adentro le decía: -”Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Pero recuerda
algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de
lo principal…” La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño
en el piso y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente. “Tienes solo ocho minutos…”
Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se
cerró…..Recordó, entonces, que el niño quedó adentro y la puerta estaba cerrada para siempre. La riqueza duró poco y la
desesperación… ¡para el resto de su vida! Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros. Tenemos unos 80 años para vivir en
este mundo y una voz siempre nos advierte: “Y No te olvides de lo principal!”
Y lo principal son los valores espirituales, la oración, la vigilancia, la familia, los amigos, la vida. Pero la ganancia, la riqueza,
los placeres materiales nos fascinan tanto que lo principal siempre se queda a un lado…. Así agotamos nuestro tiempo
aquí, y dejamos a un lado lo esencial. “Los tesoros del alma!”. Que jamás nos olvidemos que la vida en este mundo, pasa
rápido y que la muerte llega inesperadamente. Y que cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada
valdrán las lamentaciones. Ahora….piensa por un momento que es lo principal en tu vida…… ¿Qué es lo que realmente
vale la pena en tu hogar, en tus relaciones, en general en tu vida de familia?
Iluminación bíblica. Romanos 8, 9 -17
“Mas ustedes no viven según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene
el Espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado,
el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que
habita en ustedes. En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han
recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, han recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos
hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de
Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser
también con él glorificados”
Iluminación doctrinal o profundización del mensaje.
Si relacionamos la narración inicial en donde se nos pide buscar lo esencial, lo más importante para nuestra familia y el
texto bíblico, encontramos que lo primordial que no debemos olvidar en nuestra familia es la presencia del espíritu del
Señor que hace posible la unidad, la integración y la vivencia de los valores fundamentales de una auténtica familia según
el plan de Dios.
Este espíritu que marca nuestra existencia hace que desde la familia, primera comunidad, los creyentes aprendemos a
reconocer a los demás como hermanos, a aceptarlos y vivir y compartir con ellos la misma fe. La Iglesia y toda la
humanidad están llamadas a ser la gran familia de Dios, desde la experiencia del amor de Dios, “quien nos ha amado
primero”, para que todos nos amemos unos a otros. En la familia, tenemos la primera experiencia del amor de Dios, allí
aprendemos a reconocer al único y verdadero Dios y a los demás como hermanos. La pequeña Iglesia es la escuela para
vivir la dimensión comunitaria que identifica a toda la Iglesia, expresada en la comunidad parroquial y diocesana.
El Magisterio de la Iglesia presenta la vivencia del amor en el ámbito de la familia en cuatro rostros, que corresponden a
los roles propios de los diferentes miembros que la integran:
El rostro de la esponsalidad, que hace referencia al amor y la unión entre los esposos, un rostro que debe estar
caracterizado por la donación, la fidelidad y la indisolubilidad.
El rostro de la maternidad-paternidad que corresponde al fruto del amor esponsal, la proyección gozosa de un
amor que se prolonga en el tiempo y el espacio y enriquece la sociedad y la Iglesia con nuevos miembros.
El rostro de la filiación, primera y fundamental experiencia de todo ser humano, ser y sentirse hijo.
-
El rostro de la fraternidad, acoger a los otros, ser con los demás, aprender a reconocer a todo hombre como mi
hermano, mi hermana. Será una verdadera escuela de comunión para anunciar la fe en la medida en que se
busca la integración y la vivencia de estos rostros del amor que dan dinamismo positivo a la comunidad familiar.
Cuando se permite que, el matrimonio y la familia pierdan su carácter institucional, para convertirse en algo incierto y sin
identidad propia, estamos condenando la sociedad a un conjunto de individuos que no poseen ningún sentido de
pertenencia, sin compromiso para la construcción de la humanidad como tal, podríamos decir, que aceleramos un proceso
que solo el ser humano puede protagonizar, su deshumanización. De otra parte, la familia, conservando su integridad, ha
de asumir con toda responsabilidad el papel que le corresponde en la construcción del mundo. Esto es posible, cuando ella
conserva y exige que se le respete su identidad y su integridad.
“La comunión espiritual de las familias cristianas, enraizadas en la fe y esperanza común y vivificadas por la caridad,
constituye una energía interior que origina, difunde y desarrolla justicia, reconciliación, fraternidad y paz entre los
hombres. La familia cristiana, como «pequeña iglesia», está llamada a semejanza de la «gran Iglesia», a ser signo de
unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de la paz de Cristo, hacia
el cual el mundo entero está en camino” (FC 48).
Para reflexionar.
1. ¿Qué propuestas podemos hacer para que en nuestras familias continuemos trabajando intensamente por la
integración y la verdadera comunión?
2. ¿Qué aspectos debemos asumir para fomentar más la espiritualidad matrimonial y familiar?
3. ¿Qué actividades, como familia, debemos realizar con cierta frecuencia para impulsar la unión y la integración entre los
miembros del hogar?
4. ¿De qué manera práctica la familia puede hoy transmitir la fe a las nuevas generaciones de una forma atractiva y
convincente?
Acto celebrativo.
Muchos de los comportamientos de las personas causan conflictos, desintegración y resentimientos en la vida del hogar.
Cada uno de los participantes debe escribir en una hoja las ofensas más grandes que ha hecho a la familia y en signo de
reconocimiento y súplica de perdón, quemarlas en una pequeña hoguera. Deben hacerlo así en la reunión o en la familia
misma. Concluir con unas súplicas de perdón.
Compromisos.
¿Que compromiso asumimos para anunciar la fe en nuestra propia familia?
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