El libro de Edgardo Galeano muestra la otra cara de lo que a

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El libro de Edgardo Galeano muestra la otra cara de lo que a nosotros nos enseñaron en
la escuela: Allí Cristóbal Colón y sus sucesores fueron los héroes que nos inculcaron la
civilización y si no hubiese sido por ellos, hoy estaríamos viviendo en las chozas de algún
pueblo muy cerca de lo que los españoles llamarían barbarie.
Desde que los europeos pisaron nuestras tierras, solo había una intención: enriquecerse
ellos a cuesta de todo, incluso de los indios, llamados así desde un primer momento, por
la confusión de Don Cristóbal de creer que había llegado a alguna de las islas de Asia
Oriental.
América fue víctima de la colonización y de la conquista europea. Las armas fueron la
llave para dominar el territorio americano, y una sola cosa marcó la diferencia entre unos
y otros: la pólvora, desconocida por los nativos americanos.
Los nuevos exploradores avanzaron sobre lo que encontraban en busca de plata y oro. Y
eso fue lo que encontraron en Potosí, en la actual Bolivia, y en Zacatecas y Guanajuato,
hoy territorio mexicano. La ciudad de Potosí fue la cabecera de toda Sudamérica por largo
tiempo y llegó a tener más cantidad de habitantes que Sevilla, Madrid, París y la misma
cantidad que Londres. Simplemente exterminaron estas minas. Y fue tanto el afán por la
plata que a los colonizadores no les preocupaba tener que comer ratas, gatos y perros,
porque no había quien cultivase las tierras, ya que la mayoría de los esclavos trabajaban
en las minas hasta más allá del cansancio.
Se llevaban la plata rumbo a España, pero no se quedaba allí. Esta riqueza pasajera
hacía una parada en la Corona española, que estaba hipotecada. Los ingresos que ella
obtenía, se convertían en capitales alemanes, franceses, genoveses e ingleses. El reino
español estaba en deudas con los bancos alemanes y las mismas fueron canceladas con
las riquezas que venían en barco desde América Latina. Mientras en la península Ibérica
había más ricos, también se multiplicaban los pobres. Los mendigos eran una postal
cotidiana en los recovecos de las calles españolas. La tan mala administración política en
esos años llevó a reducir ampliamente los horizontes industriales, de tal manera que de
los 16 mil telares que había en Sevilla en 1558, a la muerte de Carlos V, quedaban tan
solo cuatrocientos cuando murió Felipe II. Y si hablamos de la ganadería en Andalucía,
las ovejas se redujeron a 2 millones cuando había 7 millones. Todo se compraba, todo. La
inflación subía. Lo que bajaba, y de manera rotunda, era su población: en poco más de
200 años, la cantidad de habitantes se vio reducida a la mitad, e igualaba a Inglaterra, que
en el mismo lapso de tiempo, se había duplicado. La pregunta era, si España no podía
abastecerse ella misma, ¿cómo lograría abastecer a sus colonias del otro lado del
charco?
Pero volvamos a América: los españoles no buscaban solamente metales preciosos en
ese gran territorio descubierto por ellos en 1492. Las especias escaseaban en el viejo
continente y la caña de azúcar comenzó a adueñarse de las islas caribeñas. Y no
solamente las colonias españolas comenzaron a producir: las holandesas, las inglesas, y
francesas no se quedaron atrás a la hora de la cosecha de la dulce plantación. Las
Antillas eran conocidas como las islas del azúcar. Y a ese nombre quedaron sometidas:
todavía hoy son condenadas al monocultivo y siguen padeciendo la desocupación y
pobreza.
Y si hablamos del Brasil, la colonia portuguesa, no tenía solamente todos sus intereses
puestos en la caña de azúcar: el caucho asomaba allá por el sur de la Selva Amazónica y
parecía tener un gran auge en todo el mundo. Sin embargo, muchas plantaciones de
azúcar, mucho caucho por extraer, no se podían producir si no había quien las trabajase.
Los indígenas servían como mano de obra barata y abundante. Y de a poco, fueron
apareciendo, de contrabando, africanos esclavos que serían también los propulsores del
desarrollo europeo.
Y así fue que, ese progreso tuvo un lugar: Inglaterra, convirtiéndose en una gran potencia,
donde se produjo la primera Revolución Industrial: mucha materia prima, proveniente del
nuevo continente, hacía que la isla produjese a cantidades mayores, pero con una
falencia: crecía su producción, pero los compradores seguían siendo los mismos. Y a
alguna cabecita británica se le ocurrió una gran idea: asalariar a los esclavos, con el
objetivo de que estos tengan su propia plata y puedan comprar los productos “Made in
England”. De esta manera, la primera ley brasileña se promueve gracias a los ingleses, y
consistía en pasar a los esclavos a obreros pagos. Los mismos que incentivaron el
contrabando de esclavos, un siglo después lo criticaban.
Habíamos dicho que América Latina fue víctima de la colonización y conquista española,
pero cabe destacar que, como venimos mencionando, no fue solo víctima, sino culpable.
Porque resulta irónico decir que el subdesarrollo latinoamericano se debe a sus suelos
ricos en materia prima. ¿Qué hubiera ocurrido si nuestro territorio no contase con tantas
ventajas? (si se puede decir así) ¿cuál hubiese sido el destino de América Latina sino se
encontraba las minas de plata? ¿Y el de Europa? Estas preguntas son difíciles de
responder, ya que el gran progreso europeo no se hubiera podido llevar a cabo sin la
sobreexplotación de un suelo que no les pertenecía, más allá de que el Tratado de
Tordesillas decía lo contrario.
América hoy todavía paga todas estas agresiones y resulta un tanto complicado pensar
un continente libre política, social y económicamente. Luego de las respectivas
independencias, los gobiernos de turno pensaron solamente en sus bolsillos y no han
contribuido con el sueño de todo latinoamericano, y los que podían haber hecho algo,
fueron derrocados por juntas militares y estas incrementaron las deudas externas
haciendo de las economías nacionales muy vulnerables y dejando como resultado una
democracia débil y un Estado dependiente de todo tipo de potencias, ayer europeas, hoy
estadounidenses.
En fin, se resume en pocas palabras: Cinco siglos igual
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