ENSAYOS Y NOTAS TECNOLOGIA Y DESARROLLO RURAL

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ENSAYOS Y NOTAS
TECNOLOGIA Y DESARROLLO RURAL:
ALGUNAS REFLEXIONES*
L. U r q u i d i
El Colegio de Méodco
V íc t o r
Al abordar un asunto tan amplio es inevitable que
tenga uno que decir algunas generalidades para situar el
(tema y me van a perdonar si algunas de las que diga sue­
nan obvias, pero ya sabemos que lo obvio se olvida muy
fácilmente.
Iba a pronunciar la frase 'cambio en la técnica”, que
incluso es lo que está ocurriendo en este momento. La
historia de la humanidad, según como se vea, según los in­
tereses, los conocimientos de cada persona, se podría ver
como una historia del cambio técnico. El cambio en la
técnica, es decir, el modo de hacer las cosas, puede ser un
cambio aislado, pero una vez que se conecta con factores
culturales, con el conjunto sociocultural e institucional y
con sistemas de cambio con base científica, se convierte en
tecnología. Lo que estamos viendo en los últimos doscien­
tos años, aproximadamente, es todavía parte de la gran
Revolución Tecnológica que se inició en el siglo XVIII en
Europa Occidental y que también afectó la agricultura;
entendiendo por tecnología no nada más las cosas pura­
mente mecánicas y la forma de producir ciertos bienes, si­
no también la organización social.
# Conferencia pronunciada el 21-XI-1980 en El Colegio de, Michoa*
cán, Zamora
Los cambios en la técnica y el inicio de un sistema
tecnológico permitieron organizar la producción de otra
manera. En lugar de en tallercitos aislados o en algo que vi
hoy en Zamora, “fabriquita de hielo”, en conjuntos en don­
de pudieran instalarse máquinas y donde pudiera traba­
jar la gente de acuerdo con algún sistema. Y no debe ol­
vidarse el famoso ejemplo de Adam Smith de la fábrica
de alfileres, en donde se demostraba la ventaja de la especialización de las tareas para lograr mayor producción
y productividad.
La tecnología industrial, que no se inició directamen­
te como resultado de la ciencia, pero en donde sí hubo
insumos científicos y que coincidió con una etapa de de­
sarrollo científico, fue acompañada de algo muy impor­
tante que olvidamos y que hoy día nos afecta mucho por­
que ha hecho cambiar todo el ritmo de la vida económica,
que es la revolución en las comunicaciones y en los trans­
portes. Hubo también otros elementos que hoy día se
aprecian mucho más que antes: el inicio del cambio téc­
nico, de la tecnología modificada, aplicado a la educación,
a la salud y en general a elementos de la sociedad que
hacían posible mejorar el bienestar, sobre todo urbano,
por la creciente necesidad de concentrar población en:
áreas urbanas.
Pensando en la época moderna, que es una época de
constante avance tecnológico, se pregunta uno, sin embar­
go, cuál es el objetivo del cambio técnico. Sabemos que
hay zonas y áreas del mundo donde ha llegado muy poco,
donde el cambio técnico no ha sido solicitado. Leí esta
mañana un artículo de un sociólogo que se titula “Alguien
me quiere desarrollar”, y ese desarrollo es la introducción
de cambios técnicos no solicitados que a veces pueden pro­
ducir efectos contrarios a los que convendrían desde un
punto de vista mas general.
¿Cuáles son los objetivos del cambio técnico y del de­
sarrollo tecnológico? El primero y el más obvio es produ­
cir más, es decir, simplemente generar bienes con los cua­
les satisfacer el consumo que se supone que es el fin
último de la actividad económica.
En el proceso se generan ingresos, pues aumentando
producción y productividad se elevan los ingresos. Luego
se verá quién se apropia esos ingresos, pero la idea es
aumentar ingresos, aumentar capacidad de compra y en
consecuencia capacidad de consumo. Y supongo que en
una interpretación histórica habría que pensar, aun desde
la Edad Media, que el objetivo de aumentar la producción
y la productividad es crear poder económico, en conse­
cuencia, poder social y político. Todo esto sigue funcio­
nando en el mundo de hoy, en distintas formas, bajo dis­
tintos tipos de organización social, junto con otros objeti­
vos. Por supuesto que en la sociedad moderna y para
cierto tipo de sociedades, viene a ser de gran importancia.
En segundo lugar, el objetivo sería —de eso estamos
más conscientes que hace 100 ó 200 años o aun 50— me­
jorar la condición social y humana. Toda esta actividad,
con ayuda de la técnica y del cambio tecnológico, está des­
tinada no solamente a satisfacer el consumo y generar in­
gresos productivos, sino a mejorar la condición social hasta
donde pueda haber conciencia de esa necesidad. Lo he­
mos visto históricamente en distintas etapas y en distin­
tos tipos de organización.
En tercer lugar, es un objetivo, cada vez más impor­
tante, en el contexto de las grandes crisis del desarrollo tec­
nológico moderno, el problema de la transferencia interna­
cional de tecnología. En las resoluciones de las Naciones
Unidas el objetivo es mejorar la condición de la huma­
nidad —y eso significa eliminar pobreza y desigualdades
y crear condiciones de calidad de la vida, tanto en las so­
ciedades desarrolladas como en las sociedades en desarrollo,
en zonas urbanas y rurales. Esta justificación entra cada
día más en las consideraciones respecto a una política de
desarrollo científico y tecnológico.
Desde hace unos diez años se viene dando también
mucha importancia al control y al mejoramiento del am­
biente. El control es evitar catástrofes, reducir su impacto;
mejorar el ambiente es eliminar o detener a tiempo ciertos
deterioros que son resultado de la propia actividad económi­
ca, sobre todo de carácter industrial y del propio impacto
del desarrollo industrial en el desarrollo rural, por ejemplo,
el efecto de los insecticidas, fertilizantes y demás. Este
es también un objetivo que hay que tener en cuenta en
la formulación de una política científica y tecnológica.
Un elemento importante en las sociedades desarro
liadas y sobre todo en las de mayor poder económico
y político mundial, es la defensa y la seguádad. Por des­
gracia, más del 40% de toda la actividad científica y tec­
nológica del mundo se lleva a cabo con fines militares.
Una proporción similar de los científicos y de los técnicos
de alto nivel del mundo —ingenieros y quizá hasta eco­
nomistas— están ocupados en problemas de defensa y se­
guridad. Esto tiene que ver con otros factores, pero, sea
cual fuere la justificación específica que tenga todo este
gasto, o sea la necesidad de las superpotencias de mantener­
se siempre en una condición de supuesta primacía sobre la
otra, el caso es que un esfuerzo gigantesco de la humanidad
se dedica a gastos de defensa y seguridad sin ningún bene­
ficio inmediato directo para la población del mundo y para
los grandes sectores que están faltos de alcanzar su mínimo
nivel de vida.
X
No creo que se pueda simplificar mucho en esta ma­
teria en el sentido de decir que, si no hubiera gastos de
defensa, si no hubiera investigación científica y tecnoló­
gica para la defensa, estaríamos tal vez en jauja, pues todo
ese esfuerzo intelectual y material se habría destinado a
mejorar las condiciones de la humanidad. No creo que
sean esas las alternativas. Históricamente, nunca han si­
do, pero hay quien puede inclusive llegar a decir que parte
de la investigación científica y tecnológica para fines mili­
tares, independiente de la finalidad de seguridad, ha
contribuido al dominio de la técnica para mejorar la
condición humana. Creo que, como en todas estas ge­
neralizaciones, es bien difícil encontrar el punto me­
dio. Evidentemente, hay ciertos aspectos, tal vez mu­
chísimos, de la investigación científica militar que uno
preferiría que no existieran, o que no existieran para
los fines específicos que tienen. Mejor sería que esos
recursos se pudieran destinar al arca civil. De esto se
habla poco. En la Conferencia de las Naciones Uni­
das sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, ce­
lebrada en agosto de 1979 en Viena, casi no hubo nin­
guna mención de cuál podría ser el impacto de reducir
gastos militares y desviar esos recursos hacia fines de me­
joramiento de la humanidad, y mucho menos se habló
de cómo podría hacerse. Si hubiera tal decisión de desar­
me y de cambiar la asignación de recursos, ¿cómo es que
un científico o un tecnólogo dedicado a producir bombas
de neutrones, o algo por el estilo, pudiera dejar de hacerlo
y dedicarse a una labor pacífica?
En los últimos años se ha agregado dimensión global
a la ciencia y la tecnología. Ya no es posible —y esto está
bien demostrado en una serie de informes, estudios y ac­
tividades de las Naciones Unidas— que ningún país de
los que tienen liderazgo científico y tecnológico dejen de
considerar las consecuencias globales de sus acciones,
no solamente el estallido de las bombas atómicas y su
irradiación y su consecuencia en la atmósfera, sino además,
por ejemplo, la concentración industrial y el cambio en
las temperaturas, la degradación del medio ambiente con
carácter internacional, el impacto de los desperdicios de
petróleo en los mares, todo lo que tiene que ver con ele­
mentos del medio ambiente que trascienden las fronteras
y que exigen en alguna forma una acción internacional,
pues se están creando problemas globales. Se babla de
los límites externos que no se pueden transgredir. Hay
ciertas cosas controlables y hay otras en donde la actividad
humana puede ir hacia deterioros irrecuperables.
Hay que reconocer que una de las finalidades de toda
esta actividad de cambio técnico, de desarrollo científico y
tecnológico, es lograr por sí mismo el adelanto científico.
La tecnología hace posible desarrollos científicos que antes
no eran imaginables, por ejemplo, mejorar la ciencia mé­
dica, y ésta es una finalidad constante de toda actividad
científica, pero políticamente es un resultado de la actvidad
tecnológica. O bien podría ser un objetivo importante
hablando del mundo en general, aunque no es tan claro
en nuestros propios países.
Por último, no podemos dejar de mencionar que hay
una ciencia y una tecnología de carácter perverso que
existe en todas partes, o sea el trabajo científico y el de­
sarrollo tecnológico que no tienen por objetivo precisa­
mente mejorar la condición humana sino algún fin mez­
quino, perverso, de destrucción y ni siquiera de prepara­
ción para la defensa y la seguridad. Todo esto es posible
en la ciencia, lo que lleva al campo de la ética científica,
que no es ciento por ciento pura en ninguna parte del
mundo.
Ahora bien, para que haya desarrollo tecnológico y
teniendo en cuenta estos objetivos que me he permitido
citar, uno tiene que pensar en cuáles son las condiciones
básicas necesarias. En esto nos enseña mucho la evolu­
ción histórica de Europa Occidental, de Norteamérica y de
algunas otras áreas tales como los países socialistas y al­
gunos países en desarrollo en etapa de industrialización,
como la India, México, Argentina, Brasil, Paquistán y
algunos otros. Estos últimos, entre los países en de­
sarrollo, están en una etapa diferenciada por su base edu­
cativa y su progreso general, respecto de otros países de
los que solemos olvidamos, que son los países de reciente
independencia en Africa y en el Sureste de Asia, que
han salido de etapas coloniales, de dominación o simple­
mente de desarrollo primitivo, a este mundo de cambio
técnico sin elementos para formular su propia política de
desarrollo tecnológico en función de sus propios objetivos.
Uno de los problemas que surgieron al convocarse en
1979 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cien­
cia y Tecnología para el Desarrollo fue que cada país de­
bía presentar un documento nacional que explicara sus
objetivos de ciencia y tecnología, los medios para lograrlo
y sus políticas generales, inclusive la de formación de
recursos humanos. Entre los menos desarrollados, países
como México, Brasil y la India no tenían ninguna difi­
cultad para presentar ese documento. Simplemente era
cuestión de discutirlo y redactarlo y explicar lo que se
estaba haciendo y hacia dónde se pensaba ir. Pero puede
imaginarse la situación en algunas de las nuevas repúbli­
cas africanas: ¿cómo preparar ese documento1? Literalmen­
te no tenían gente con los conocimientos de este fenómeno,
de la política científica y tecnológica adecuada, o no ha­
bían formulado ninguna idea para redactar el documen­
to. Naciones Unidas tuvo que facilitarles expertos a
más de 40 países para que ayudaran a redactar el docu­
mento nacional. Es un documento que no necesariamente
refleja las aspiraciones nacionales, porque en él irían mu­
chas de las ideas del experto internacional. En fin, estas
diferencias y la experiencia de los últimos 20 a 30 años
de los países no industrializados o en proceso de industria­
lización, nos dan enseñanzas importantes para la formula­
ción de políticas científicas y tecnológicas. No es útil so­
lamente la experiencia histórica de los países altamente
industrializados bajo los distintos sistemas.
Hoy día se puede partir, teniendo en cuenta todos
estos hechos, del supuesto de que no puede haber en nin­
guna parte, en rigor, en este mundo de la comunicación,
autosuficiencia tecnológica. Ningún país puede bastarse a
sí mismo en materia tecnológica. Pero se puede llegar
—y esto es lo que han logrado unos 20 ó 30 países— a un
alto grado de autodeterminación tecnológica, en el sen­
tido de tener capacidad básica de desarrollo científico y
tecnológico, una base educativa, un sistema educativo de
respaldo y acceso a información. Ello supone tener bien
desarrollados algunos conceptos que determinan el desa­
rrollo tecnológico en función de necesidades y aspiraciones
del país, y no como simple reflejo de lo que pasa en el
resto del mundo. A esto se le llama autodeterminación
tecnológica, tener capacidad para decidir el rumbo tec­
nológico de un país o la utilización de los recursos hu­
manos y materiales para lograr encauzar la tecnología has­
ta ciertos objetivos.
Cuando digo que ningún país es autosuficiente tec­
nológicamente, recordemos el desarrollo del Japón, que a
pesar de generar mucha tecnología sigue importando tec­
nología del resto del mundo. Recordemos también que la
Unión Soviética, desde su formación inicial, importó tec­
nología y la sigue importando. China, hoy día, está im­
portando tecnología además de estar generándola. O sea
que hay un intercambio, un movimiento de tecnología
que tiene que ver con la ciencia, y con ciertos aspectos no
controlados por capital privado —tecnología que se apro­
vecha y adapta, y que conduce a desarrollos nacionales.
Creo que la afirmación es difícil de contrariar, por­
que no existe, obviamente, una planeación tecnológica
total y perfecta en ninguna parte del mundo, y hay desa­
rrollos en una parte o en otra que inmediatamente son de
interés para otro país. Las tecnologías se consiguen por
todos los medios, inclusive robándolas.
Cuando se habla de autodeterminación tecnológica,
en los países en desarrollo pensamos casi siempre en el
nivel nacional. Por ejemplo, decimos que es necesario que
México 'alcance autodeterminación tecnológica”. El Plan
Global de Desarrollo emplea esa Frase, por cierto que no
en el capítulo sobre ciencia y tecnología sino en el capí­
tulo sobre desarrollo industrial que debió haber sido redac­
tado por otra persona. Pero pocas veces pensamos en auto­
determinación a nivel regional, más bien “suprarregional”,
por ejemplo, a nivel latinoamericano, de Africa o de Asia.
Se han hecho esfuerzos en Naciones Unidas para ir con­
formando bases de desarrollo científico y tecnológico para
estas regiones. En América Latina no se ha logrado mu­
cho, si bien Naciones Unidas, la CEPAL y otros organis­
mos se ocupan del tema. En todo caso, el pensamiento
suprarregional sobre autodeterminación tecnológica se
vuelve un poco abstracto, y es difícil pensar que algún día
se pongan de acuerdo Argentina, Brasil, México y Vene­
zuela, por ejemplo, sobre un desarrollo tecnológico que
fuera de beneficio para todos y no nada más para el país
en sí, en el supuesto de que el país en sí, Venezuela, Bra­
sil, Argentina o México, tenga a su vez una política na­
cional de desarrollo científico y tecnológico que conduzca
a cierto grado de autodeterminación. Aun así, la idea no
debiera dejarse abandonada.
Tampoco se habla mucho en estas discusiones sobre
la autodeterminación a nivel regional local, es decir, de
región dentro de un país, o aun de una microregión, en
relación con el desarrollo rural. Sin embargo, algo de lo
que viene discutiéndose en los últimos años va orientado
al tema general de ver qué se puede hacer para elevar
los niveles tecnológicos y de autodeterminación tecnoló­
gica de los países más atrasados o de las zonas más atrasadas
o menos desarrolladas de los países en desarrollo.
En toda esta concepción de la autodeterminación tec­
nológica está imp.ícita la transferencia de tecnología. El
98% de la investigación científica y tecnológica del mun­
do se lleva a cabo en los países altamente desarrollados,
para los fines diversos que ellos establecen o que han evo­
lucionado históricamente, entre ellos los fines militares.
Así, el esfuerzo de investigación científica y tecnológica
en el mundo en desarrollo es mínimo. Si tomamos Amé­
rica Latina en su conjunto, es mínimo, y si hablamos de
México es mínimo; si hablamos de Brasil, es un poquito
arriba del mínimo. Entonces, mientras no exista el es­
fuerzo básico nacional de investigación científica y tec­
nológica, el desarrollo industrial, el comercial y el de las
comunicaciones dependerá principalmente de la transfe­
rencia de tecnología del exterior. Mas grave aún, del 98%
de investigación científica y tecnológica en el mundo que
se lleva a cabo en los países desarrollados, sólo un 5 0 6%
tiene que ver con problemas de interés para los países en
desarrollo, y ello es natural: el esfuerzo educativo, científi­
co y tecnológico de esos países es para ellos, para sus pro­
pios fines y no, en forma altruista, para resolver los proble­
mas de Tanzania.
De allí que, como quiera que sea, la transferencia es
el mecanismo fundamental para ayudar a corregir el de­
sequilibrio tan importante en la perspectiva de desarrollo
del mundo. La transferencia de la tecnología abarca mu­
chas formas. Sabemos que en materia de ciencia básica
no hay fronteras. Sin embargo, hay obstáculos de carácter
estructural, falta de información, falta de acceso a la in­
formación. Existen desarrollos científicos sumamente re­
finados que no son fácilmente captables por personas
del mundo en desarrollo, quienes no tienen la misma pre­
paración científica para hacerlo. Además, hay falta de in­
fraestructura científica en los países en desarrollo, o sea
falta de laboratorios y de equipo. Para no ir más lejos, en
México cuesta un esfuerzo enorme sacar de la aduana
equipos científicos que se pueden importar libres de impues­
tos, porque la burocracia hace que los trámites se demoren
meses. Se retrasan los trabajos de investigación aun dentro
de ese mínimo esfuerzo de investigación que hacemos.
Otra forma de transferencia de ciencia básica es a
través de los múltiples convenios internacionales, regiona-
tes, bilaterales, arreglos entre universidades, etc., lo cual
también tiene sus limitaciones. La tecnología, en su ma-r
yor parte, la desarrollan empresas privadas transnacionales
de los países desarrollados del mundo capitalista, o la desa­
rrollan entidades del Estado y comités científicos de los
países socialistas. La transferencia asume distintas formas.
La empresa transnacional transfiere su tecnología en lo
que se llama “paquetes tecnológicos”, que son inversiones
con tecnología, procesos —algunos patentados, otros no—
con el control sobre el uso de la tecnología, con restric­
ciones sobre la aplicación a otros fines distintos a los de la
empresa misma y con una serie de factores, que no sería el
caso de detallar, que determinan que el uso de los pro­
cesos dé un poder monopólico a esas empresas transna­
cionales, o bien a las empresas nacionales afiliadas o sub­
sidiarias o en alguna forma conectadas o que por contrato
obtienen la tecnología. Es evidentemente una transferencia
tecnológica, pero que tiene finalidades de uso privado de
los recursos económicos, y en el caso de las empresas trans­
nacionales no necesariamente va orientada a las necesida­
des básicas de un país, sino que es parte de una estrate­
gia internacional de esas empresas. A nivel de la empresa
misma es parte de la supervivencia que en el sistema ca­
pitalista tiene que buscar una empresa transnacional en
materia de tecnología, porque si no hace innovación tec­
nológica desaparece ante la empresa competidora. Si la in­
dustria automovilística norteamericana no reacciona ante el
impacto de las ventas de automóviles japoneses en Estados
Unidos, acabarán por desaparecer la General Motors y
otras empresas ante la Toyota.
En el caso de los países socialistas, la transferencia,
curiosamente, se produce también en paquete. La política
soviética, polaca y otras consiste en ofrecer a los países en
desarrollo industrias completas, lo que en el mundo ca­
pitalista se llama plantas “con la llave en la mano”. Se
instala todo y un día el país en desarrollo enciende un
conmutador y la fábrica empieza a trabajar. Hay por su­
puesto elementos de adiestramiento, pero la transferencia
es en paquetes tecnológicos en los campos en los que les
países socialistas tienen alguna ventaja o en que por con­
venios bilaterales y una serie de factores ellos desarrollan
ese tipo de transferencia.
Empieza a haber otro tipo de transferencia, entre
países en desarrollo, en muy pequeña escala. Es parte de
un proceso de “autodeterminación tecnológica colectiva”,
por lo menos en lo que hace a la cooperación posible entre
países en desarrollo, o sea en el interior de América La­
tina, entre la India y Africa y demás, para introducir
ciertos cambios en tecnologías industriales y agrícolas.
Se supone que no intervienen los intereses reducidos o
de otro orden de las empresas transnacionales ni los in­
tereses necesariamente políticos que llevan las transferen­
cias de tecnología entre los países socialistas y los países
en desarrollo. Pero es un esfuerzo todavía limitado, muy
difícil de organizar pese a las modernas comunicaciones.
Sin embargo, se está desarrollando y hay un programa de
Naciones Unidas enfocado a ese desarrollo.
Además de todos estos elementos, la pregunta que
surgía hace unos 10 ó 15 años era la siguiente: ¿podría
haber un desarrollo tecnológico que no dependa de lo que
se hace afuera, ni de estas transferencias con todas suíi
características? Y si pudiera haber ese desarrollo, ¿cuáles
son los requisitos para hacerlo? A esto se le viene llaman­
do desarrollo tecnológico endógeno, por oposición al exógeno, venido de afuera. Claro que las condiciones generales
no son distintas a las que se han percibido en el desarrollo
científico tecnológico en toda la historia. Es necesaria una
base educativa, debe haber un mínimo de ciencia (como
se la quiera llamar), investigación y conocimiento cien­
tífico, personal de alto nivel con conocimiento científico
y un ambiente cultural favorable a este tipo de evolución.
No por fuerza hay que empezar todo en cero, es decir,
desarrollo endógeno no quiere decir autosuficiencia. El
desarrollo endógeno se puede hacer con expertos extranjeros,
científicos que puedan enseñar ciertas cosas y sobre todo ex­
periencias de otros países o de otras zonas donde ha habido
intentos de desarrollo endógeno. Puede haber en el desarro­
llo endógeno cierta transferencia de tecnología. Yo no sé
qué haríamos sin micrófonos, no vamos a inventarlos de
nuevo, etc., y así se pueden tomar muchos ejemplos. Pero
lo que quiere decir desarrollo endógeno —y quizá lo mejor
que pueda yo hacer es citar unas frases de un informe re­
ciente de la U NESCO — es un desarrollo "que responda a
las necesidades a través de cambios,bastantes radicales, a ba­
se de iniciativas tomadas en el país de que se trate”. Creo
que podemos fácilmente damos cuenta de las implicaciones
de todo esto.
No puede dejar de reconocerse un problema de acti­
tud, un problema psicológico, el pensar que lo propio
puede funcionar y que es capaz de desarrollarse. Hay ade­
más un problema de identificación de necesidades: ¿desarrollo endógeno para qué? ¿Para producir licuadoras de 10
velocidades? No, ya existen. ¿Desarrollo endógeno para
mejorar condiciones de vida en forma que no se lograrían
con la tecnología exógena? Si así es, el desarrollo endógeno
tiene que cumplir muchos fines, algunos puramente técni­
cos, de producir mejor y más, pero otros sociales muy
específicos, de mejorar la condición de vida en forma per­
manente y no pasajera. Se precisa responder a necesida­
des nacionales, y cumplir objetivos de empleo y de ahorro
de energía en la producción y en todas formas de uso
de la energía. Se precisa responder a un deseo de desa­
rrollo cualitativo del ser humano, y no nada más convertirlo
en un instrumento de aplicación de técnicas para produ­
cir aunque sea cosas muy sencillas en gran cantidad y
resolver problemas materiales. Tiene que haber también
desarrollo humano, algo que se vuelva acumulativo y que
conduzca a reforzar el desarrollo endógeno.
Una de las preguntas que se están haciendo es sí ese
desarrollo endógeno es una primera etapa de un desarro­
llo tecnológico ulterior o es algo permanente. Puedo ase­
gurarles que los que escriben y piensan sobre esto todavía
no han logrado aclarar suficientemente sus ideas al res­
pecto. Sin embargo, si nos referimos al área rural nos po­
demos dar cuenta, más que en ninguna otra, de Ja im­
portancia que tiene pensar cómo la tecnología existente
—porque no hay que despreciarla—, debidamente aplica­
da, es decir, el conocimiento científico y la capacidad de
investigación, pueden llevar a una comunidad o a un
país a mejorar las condiciones de vida de una comunidad,
de una zona o de una gran parte de la población. (Daré
más adelante algunos ejemplos de lo que se está haciendo
en México, que, aunque no lleva todavía la etiqueta de de­
sarrollo endógeno, corresponde un poco a este concepto;
el concepto de desarrollo endógeno es muy amplio y se
puede hablar de desarrollo endógeno en cualquier socie­
dad, y no nada más en una sociedad subdesarrollada, pe­
ro cada caso y cada problema vienen a ser específicos).
Dentro del concepto general de desarrollo endógeno
está también el de la tecnología adecuada, que en lo ge­
neral quiere decir la aplicación de técnicas a la produc­
ción con menor uso de capital y con posiblemente mayor
empleo de fuerza de trabajo, como medio de ayudar a re­
solver problemas de los países en desarrollo identificados
como problemas de empleo y subempleo y escasez de ca­
pital. Los países desarrollados, que son los que elaboran
casi toda la tecnología moderna, son países que, por lo me­
nos en esta última etapa, tienen abundancia de capital
físico y tecnología para la producción y, además, capital
humano de alto nivel, mientras que padecen escasez de
mano de obra o experimentan muy altos costos de mano
de obra. Los países en desarrollo tienen la situación con­
traria, de gran abundancia o crecimiento muy rápido de la
población en edad de trabajar y de la fuerza de trabajo de
baja calificación, pocos recursos humanos altamente ca­
lificados en número relativo y absoluto —científicos, in­
genieros, etc. —y escasez de capital. Esta última se de­
be a que ahorran poco, o a que no pueden obtener su­
ficiente financiamiento internacional como complemen­
to para su propio desarrollo. Sin embargo, los países en
desarrollo están adoptando las tecnologías que economi­
zan mano de obra, que requieren alta densidad de capital
y alta tecnología. Hay casos ya estudiados que demuestran
que el desarrollo industrial, entre ellos el de México, no
ha creado todo el empleo que pudiera esperarse o que
hubiera sido conveniente en vista del crecimiento de la
fuerza de trabajo.
El concepto de tecnología adecuada tiene natural­
mente muchos matices. Es muy amplio; va desde la con­
cepción un poco idealista del desarrollo endógeno, en el
sentido de que las comunidades pequeñas deben valerse
por sí mismas y no aceptar nada de afuera y hacer todo
en pequeña escala, hasta la de que en las industrias metalmecánicas es posible desmecanizar ciertas tareas, con
objeto de invertir menos en maquinaria que no se utilizad
más que quizá dos horas diarias, y en cambio llevar a ca­
bo ciertas operaciones por medios semimecánicos.
En el caso de México, en ese marco de ideas que he
explicado no muy sistemáticamente, no voy a entrar en
las aficiones históricas que ustedes tienen de si México
tuvo desarrollo científico en el siglo XVII o durante el XIX,
o de si hubo un genio que descubrió una nueva forma de
beneficiar la plata, o descubrió el vanadio o cosas así, ni en
los adelantos de principios del siglo XX. Creo que son
cosas muy pequeñas, interesantes intelectual y cultural­
mente, pero en verdad poco importantes. La pregunta ob­
via que unos se harían es la de por qué esos inicios de cien­
cia y de tecnología en un país como México no conduje­
ron a nada, no llevaron a que México se convirtiera en una
potencia industrial. Y no hablemos de los inventos “genia-
Ies” de mucha gente que dice que inventó algo 20 ó 30
años antes de Edison, de suerte que les "robaron” la idea.
Pensemos nada más en el período de industrialización de
los años 1940 para acá. Muy esquemáticamente, ésta ha si­
do una industrialización rápida. Quien lo va a dudar
—ahí están las cifras—; una industrialización que supuso
un cambio estructural en la industria mexicana, por ejem­
plo el desarrollo de la industria pesada. Pero todavía nos
ufanamos de que en 1940 teníamos en México la primera
planta siderúrgica de América Latina, la Fundidora de
Fierro y Acero de Monterrey. No obstante, sólo producía
180.000 toneladas al año. De modo que la industria pe­
sada no existía y se desarrolló a partir de entonces en pe­
queña escala y aún hoy día no es de las más grandes.
Pero en fin, ha habido cambio estructural, moderni­
zación industrial y tecnológica, y ha habido una entrada
masiva de tecnología moderna a través de los medios de
transferencia tecnológica que he citado, principalmente
a través de las empresas transnacionales, directamente a
través de subsidiarias o por medio de empresas afiliadas
o por contratos con empresas mexicanas.
El desarrollo tecnológico propio ha sido escaso. Si
se examina la situación institucional y las cifras de lo que
se ha gastado en investigación científica y tecnológica
en México, se descubre que con esos pequeños montos
no era posible lograr gran cosa a menos de que surgiera
un verdadero milagro, por ejemplo, que alguien inventa­
ra o lograra desarrollar algo muy especial. Y hubo una
que otra cosa por ejemplo, el fierro esponja, proceso desa­
rrollado por una empresa privada, adelanto tecnológico de
origen mexicano, por lo menos en su parte experimental
y de realización, y que hoy día ha sido objeto de exporta­
ción a otros países para la reducción directa del hierro con
gas natural.
El desarrollo tecnológico ha sido importado. La in­
fraestructura ha sido débil. Se ha hecho relativamente
muy poco. En la agricultura —porque no hay que dejar­
la como campo aparte— lo que tenemos en nuestro haber
es lo que ahora, peyorativamente, se llama la Revolución
Verde, que se inició en México con investigaciones sobre
semillas para mejorar la resistencia a las plagas y después
para aumentar rendimiento, en un convenio de coopera­
ción entre la fundación Rockefelleí y la Secretaría de
Agricultura que después condujo al establecimiento del
Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas. La Re­
volución Verde se ha difundido y desarrollado, y se pasó
del trigo y el maíz a otros cultivos con trabajos de genéti­
ca, etc. Ha habido en la agricultura un cambio que más
que científico es tecnológico, pero que hoy se critica por­
que el beneficio de su aplicación se logró mayormente en
las zonas de riego y en la agricultura de grandes recursos
y no para la gran masa de minifundios y de pequeños agri­
cultores del país.
En materia de energéticos, pese a lo que pudiera
pensarse, la investigación tecnológica nacional ha sido
muy pequeña. Apenas se ha iniciado en los últimos diez
años en el Instituto Mexicano del Petróleo y en el Insti­
tuto de Investigacioses Eléctricas, y tiene varios aspectos,
pero aún hoy día la proporción de recursos que emplean
estos institutos en investigación tecnológica, lo que es­
trictamente se llama investigación, es reducida. La mayor
parte de la tecnología que está interviniendo en el desa­
rrollo petrolero de México y en petroquímica es tecnología
importada, contratada por diversos arreglos y contratos.
El conjunto del esfuerzo científico y tecnológico en
México, si se quiere medir en alguna forma sintética, se
puede decir que representa algo así como el 0.2% del
producto interno bruto. La aspiración internacional esta­
blecida en discusiones a nivel de UNESCO y Naciones
Unidas es que un país debiera llegar al 1% del producto
bruto en investigación científica y tecnológica para tener
una base de autodeterminación y despegue en esa materia.
Y quiero mencionar muy brevemente, sin entrar en todas
las críticas que se puedan hacer a la política científica y
tecnológica en México, que las cifras que da CONACYT
sobre investigación científica y tecnológica y servicios
afines (informática, etc.) son engañosas porque se han
incluido las ciencias sociales y las humanas. No voy a ne­
gar que la investigación en ciencias sociales sea valiosa,
pero en las comparaciones internacionales esas cifras no
entran, pues la definición más estricta es de ciencias exac­
tas y naturales. Además, en ciencia social y humana,
mucho de lo que se dice que es investigación no es estric­
tamente investigación, y en México mucho de lo que se
define como investigación científica y tecnológica en las
ciencias exactas y naturales, tampoco es investigación sino
simplemente repetición de procesos, trabajo práctico que
no representa avances en el conocimiento. En consecuen­
cia hay que ver con mucha prudencia las cifras globales
que se dan, y sobre todo en función de la meta del 1%
del producto interno bruto a que se quiere llegar en 1982,
que obviamente no se va a cumplir.
México ha entrado también en lo que podríamos lla­
mar la nueva onda de la tecnología, la nueva revolución
tecnológica industrial que impone la microelectrónica
—el uso de microprocesadores, los famosos chips—, y lo
que entraña en aumentos de productividad por medio de
la automatización. La microelectrónica, aunque puede au­
mentar la productividad, pudiera empeorar el problema de
empleo del país, y sus consecuencias sociales y económi­
cas no se han estudiado todavía, ni siquiera a nivel inter­
nacional. Esto lleva a una consideración adicional: la de
que en los próximos 20 a 30 años, va a haber grandes
avances tecnológicos de los cuales México está ausente,
en el sentido de no tener capacidad para participar en su
desarrollo, pero que sí va a usar. Van a llegar aquí los
avances, no sólo de la microelectrónica, sino de la genéti­
ca y la química, y de todos los grandes renglones de des­
cubrimiento científico y tecnológico.
El desarrollo de la tecnología en México, por lo que
vengo diciendo, tiene que ver desde luego con la estructu­
ra económica que ha venido conformando el país, con la
concentración de ciertas actividades y con el hecho de que
el desarrollo industrial ha pretendido satisfacer necesida­
des del mercado urbano de consumo de nivel intermedio
y alto, o bien las necesidades de la propia industria a me­
dida que se ha ido integrando a base de sustitución de im­
portaciones, pasando de bienes de consumo, textiles y
demás (antes se importaba ropa a México), a los bienes
de consumo duradero (refrigeradores, etc.), y de ahí a
los vehículos y a los bienes intermedios y algunos bienes
de capital. Ya que el desarrollo industrial ha seguido esa
pauta, ha determinado en parte el desarrollo tecnológico,
. o la falta del mismo en el país. A la insuficiente investi­
gación tecnológica nacional se añade que los servicios de
información tecnológica son de muy reciente creación en
México. Los primeros servicios se crearon con CONACYT, en los años setenta. El Infotec es un servicio auto­
matizado de información para la industria que tiene mu­
cha difusión, pero que tal vez no todos aprovechan. Por
otro lado, hasta hace cinco años sólo había tres firmas de
ingeniería, una de ellas muy importante con ramificaciones
internacionales, y dos más pequeñas. Todo el resto de la
ingeniería, o sea el diseño de plantas, fábricas, adaptacio­
nes, se hace en el extranjero o con servicios de ingeniería
extranjeros.
En el área de recursos humanos —educación básica,
técnica y superior, y capacitación— para decirlo muy bre­
vemente hemos hecho mucho y a la vez muy poco en los
últimos cuarenta años. Nadie va a negar el aumento de
las cifras de inscripción en el sistema educativo, a cerca
de 20 millones de personas a todos los niveles. Ha habido
ampliación y, por ejemplo, en los últimos diez años el
crecimiento de la inscripción en la educación técnica ha
sido vertiginoso, de 18% al año, y en la educación supe­
rior sigue siendo del orden del 11-12% al año. Pero en
proporción a la población en edad de educarse, los índices
mexicanos son sumamente bajos, y el gasto total en edu­
cación en proporción al producto interno bruto es de me­
nos del 4%, o sea inferior a la meta establecida en una
reunión de la UNESCO en 1962. El desperdicio, el des­
gaste, la deserción escolar, son gigantescos en México
a todos los niveles, y no me refiero nada más a los niños
que no pasan del segundo grado de primaria, sino tam­
bién a los que salen de primaria pero nunca entran a se­
cundaria ni a ^ningún sistema de superación posterior.
Así en todos los niveles; por ejemplo, en las universidades
la deserción es grande también. De manera que el aspec­
to cuantitativo-cualitativo de la formación de recursos
humanos en México deja mucho que desear, y si habla­
mos del puramente cualitativo, todos tenemos experiencia
de lo que es el sistema educativo mexicano en todos los
niveles. De manera que este esfuerzo débil en materia
educativa, por más que sea una de las grandes conquistas
revolucionarias, por más que haya crecido mucho la edu­
cación en México, es uno de los determinantes de la falta
de desarrollo tecnológico del país.
Para rematar este conjunto de factores, no ha habido
hasta hace muy poco una concepción global de lo que
puede significar una política científica y tecnológica. Lo
primero que habría que apuntar es: ¿por qué una polítitica científica y tecnológica, y por qué un plan de ciencia
y tecnología? Algunas de las razones están implícitas en
lo que he venido describiendo. Muy aparte de si sea
conveniente o no que las empresas trasnacionales deter­
minen gran parte del cambio tecnológico de un país —lo
cual tiene aspectos políticos, culturales, etc.— está la pre­
gunta de si esa transferencia es la que necesitamos para
resolver nuestros problemas básicos de todo orden, por
ejemplo de desarrollo rural, construcción de vivienda, edu­
cación, salud, energéticos, etc. Puede no serla y creo que
hay que cuestionarlo y ver si hay otra manera de llegar a
estos objetivos. Por eso se necesita una política científica
y tecnológica y porque es un sistema completo: el desarro­
llo industrial requiere insumos tecnológicos y necesita re­
cursos humanos, la ciencia misma y la investigación en tec­
nología demandan recursos humanos, y éstos no se pueden
mejorar si no es con ciencia y tecnología. Es un sistema
de interacciones internas y con el exterior que implican
también decisiones de política.
En cuanto a por qué un plan, dicho en pocas pala­
bras, porque en primer lugar los períodos de maduración
de la inversión en ciencia y tecnología son muy largos;
en segundo lugar, porque si se formula un plan de desarro­
llo, un plan económico global, junto con varios planes
sectoriales, se necesita implícitamente un fuerte insumo
científico y tecnológico. Por ejemplo, el programa na­
cional energético que se anunció hace dos días menciona
específicamente —es el primero que lo hace— la necesidad
de conformar la formación científica y tecnológica a las
necesidades sectoriales, es decir, para el cumplimiento
de las metas del plan propiamente energético. Si esto es
cierto para un sector, es cierto para todos los sectores con
más razón porque todo está interrelacionado y porque hay
que asignar recursos, hay que financiar, hay que tomar una
serie de disposiciones y cambios en las políticas para lle­
gar a cumplir los objetivos, y esto no se produce espontá­
neamente.
Hay antecedentes en la formulación de la política
científica y tecnológica. En los años sesenta, la Academia
de la Investigación Científica hizo una primera encuesta
para conocer el número de investigadores en ciencia y
en tecnología en México, el gasto, las instituciones que
hacían investigación, etc. Ese material se aprovechó para
algunos estudios más amplios que relacionaron esos datos
con el sistema, educativo. En los años 1968 v 1969 hubo
reuniones en que intervinieron la UNAM , la Academia,
el Politécnico, El Colegio de México y otras, para consi-
derar las bases de creación de una política científica y
tecnológica y de un posible plan a futuro. No había coor­
dinación en ese momento. Había solamente un organismo
de membrete, un instituto nacional de investigación cien­
tífica, que ni era instituto, ni era nacional, ni hacía investi­
gación, ni hacía nada científico, pero que daba unas
cuantas becas —esfuerzo apreciable pero no muy grande.
Se creó el CONACYT en 1970 con una ley que
abarca todos esos aspectos y comprende la base institucio­
nal y legal para el desarrollo científico y tecnológico nacio­
nal. El CONACYT ha desarrollado programas de recur­
sos humanos, apoya muchos programas de investigación
prioritaria, por ejemplo en nutrición, en salud, y en varias
ramas de la ciencia, últimamente un programa sobre in­
vestigaciones eléctricas y electrónicas. Ha creado además
varios servicios como el que cité antes, Infotec, y apoya
directamente otras cosas. Pero no ha logrado el CONACYT
hasta ahora enfrentarse plenamente en todos sus alcan­
ces a lo que es el desarrollo de una política nacional de
ciencia y tecnología, y entre otras razones por las que
no lo ha logrado está el que la organización gubernamen­
tal en México significa realmente una fragmentación, con
pocas bases de coordinación; o sea CONACYT no quiere
pisar los terrenos de otras dependencias importantes, y
las dependencias que se supone que llevan a cabo coordi­
nación no logran hacerlo en forma adecuada. Entonces
CONACYT hace los esfuerzos que puede, con las limi­
taciones que tiene, y tal vez con algunas fallas concep­
tuales y de base, también de apoyo financiero. El caso es
que en el momento actual, el esfuerzo que ya mencioné
de investigación científica y tecnológica en México es muy
débil. El Plan Global de Desarrollo contiene algunas pá­
ginas muy bonitas,( muy bien escritas, sobre lo que debe­
ría ser la ciencia y la tecnología en México, pero no dice
nada muy concreto. Más bien respalda el programa de
ciencia y tecnología del CONACYT y agrega algunas
consideraciones sobre la transferencia de tecnología y el
control de los contratos de licencias de uso de tecnología
extranjera y demás. Pero el programa de CONACYT,
que está publicado en algo que yo llamo el “libro negro
de CONACYT”, no es más que un listado de proyectos
muy diversos de investigación, de distintas dependencias
del gobierno, de organismos, institutos, etc., que ni si­
quiera abarca todo lo que se está haciendo y que no tie­
ne ningún criterio de prioridad, ni de importancia, y no
hay forma de saber si eso se está realizando. De tal suerte
que estamos en una situación muy floja en cuanto a de*
sarrollo de la política científica y tecnológica, aún dentro
del marco de los documentos de planeación a los que se
viene comprometiendo el gobierno. Hay grandes lagunas
en áreas importantes de investigación, o hay esfuerzos de­
masiado débiles, y hay una total ausencia de lo que viene
llamándose evaluación tecnológica, es decir, cuál es la
consecuencia social, económica y de todo orden de una
tecnología determinada, de que se produzcan por ejemplo
los fertilizantes a base de gas y no a base de materia or­
gánica, y eso lleva a preguntar por qué no hay investiga­
ción en el uso de fertilizantes orgánicos y por qué todo
se vuelca en la utilización del gas para los fertilizantes
caros que el agricultor no puede pagar (aunque sí tienen
efectos innegables en el rendimiento agrícola).
Podría uno enumerar muchos cambios en el desa­
rrollo tecnológico donde nadie tiene la menor noción de
qué pueda pasar con el uso de esa tecnología dentro de
diez o quince años, o si la inversión en ella es costeable a la larga o socialmente económica o no. Sin embar­
go, hoy día hay conciencia de la necesidad de algo que
se llame política científica y tecnológica, aunque muy mal
formulada y hay posibilidades obvias a futuro de volver a
desarrollar las ideas plenamente y conformar una política
más completa. Una de las bases es que la perspectiva de
desarrollo que ofrecen los energéticos, directamente del
sector petrolero e indirectamente por la utilización del
excedente petrolero en otras actividades, lleve a la con­
clusión lógica de que deberá haber un desarrollo tec­
nológico acorde con lo que se va a hacer con ese uso de
los energéticos. No obstante, para mí no está planteada
cuál es la relación que debería tener el desarrollo tecno­
lógico en México con problemas fundamentales que todos
estamos identificando perfectamente desde hace veinte o
treinta años, que son, por ejemplo, en la agricultura, la
baja productividad de la agricultura de temporal y sobre
todo de las áreas de manifundio donde está la mayor par­
te de la población rural; cómo resolver los problemas de
salud en México, lo que tal vez no sea un problema cien­
tífico, sino uno de aplicación de conocimientos en el or­
den institucional; cómo mejorar la vivienda tanto rural
como urbana en donde hay desarrollos tecnológicos en
muchas partes, con experiencias muy interesantes. Otra
área sería qué hacer con la energía: ¿vamos a vivir del
petróleo o vamos a desarrollar alternativas? ¿Es cierto que
la energía geotérmica nos va a resolver parte significativa
de las demandas energéticas del país? ¿Debemos ir o no
al desarrollo de la energía nuclear? Ahora se anuncia que
habrá una segunda planta nuclear, pero hubo alguien que
dijo que había que construir quince de aquí a fines de
siglo, lo cual es materialmente imposible, pues el perío­
do de gestación y maduración de esas inversiones es muy
largo. Además, no tenemos los recursos humanos para
hacerlo. ¿Pueden desarrollarse fuentes de energía a ni­
vel local, solar, eólica, de biogás, de biomasa, etc., para
usos locales restringidos y para mejorar las condiciones en
el área rural?
En general, ¿cómo orientar el futuro desarrollo cien­
tífico y tecnológico a partir de donde estamos —pues no se
pueden hacer las transformaciones radicales que querría k
UNESCO — para satisfacer necesidades básicas ya perci­
bidas en el país y las previsibles? En esto creo que puede
desempeñar un papel importante el desarrollo tecnológico
aplicado a áreas rurales. Lo importante en esto —y es la
lección de China— es que tiene que haber dualidad tecno­
lógica. No es posible desarrollar técnicamente el área ru­
ral sin utilizar algunos elementos de la ciencia moderna
y de la alta tecnología. No se. puede hacer todo a base de
tecnología tradicional, algo que fue muy interesante hace
tres o cuatro siglos pero que no tiene verdadera aplicabilidad, y sobre todo aplicabilidad económica hoy día.
Lo segundo es que para mí es necesario siempre un
Factor exógeno, aunque parezca paradójico cuando se ha­
bla de desarrollo endógeno. Esta zona de Zamora es
un ejemplo. Con todo lo criticable que pueda ser esta
economía de la Fresa, es un ingreso, un Factor exógeno que
si bien no resuelve necesariamente problemas tecnológi­
cos de la región, daría una base —según dónde vayan a dar
los recursos derivados de la Fresa— para Fortalecer tecno­
logía en la región en función de las necesidades básicas
percibidas de mejoramiento rural, habitacional, etc. Si
una zona rural de Oaxaca se pensara sacarla de su atraso y
resolver problemas básicos con desarrollo endógeno, nece­
sitaríamos que por lo menos cultivaran alcachofas para
exportar a la Merced en la ciudad de México, para con
ese ingreso, debidamente utilizado, generar el resto del de­
sarrollo que necesita el lugar. En estas discusiones sobre de­
sarrollo endógeno uno encuentra' mucho esas concepciones
utópicas sobre la pequeña sociedad rural aislada que con
sus propias uñas va a resolver todos sus problemas; o se dan
recetas inaplicables como la de que hay que cambiar los mé­
todos de cocer la comida, por ejemplo en la India, utilizan­
do la energía solar, pero se olvida de que en la India no es
costumbre o está prohibido por algún factor cultural-religioso cocinar fuera de la sombra, es decir, cocinar al sol.
Entonces hay una serie de problemas que se salen del cam­
po de la tecnología, del campo del economista, que in­
teresan al antropólogo y que tienen que ver con la com­
binación de factores técnicos de todo orden que permi­
tan mejorar una comida rural. Es un hecho, para seguir
con el ejemplo de la cocina rural, que en primer lugar
la cocina a base de leña está acabando en muchas par­
tes del mundo con los bosques; en segundo lugar, que
la eficiencia térmica de cocinar con leña es la más baja
de cualquier método de cocina que jamás se haya inven­
tado en el mundo, o sea que es un desperdicio terrible de
un recurso que se está acabando. Entonces hay que buscar
una solución técnica que fortalezca esa capacidad endógena,,
local, autóctona para el desarrollo y el mejoramiento.
No niego que pueda haber un factor tecnológico en­
dógeno que a su vez se desarrolle por sí mismo, o que por
una serie de circunstancias, sobre todo comunicación entre
países subdesarrollados, permíta salir de una receta tec­
nológica convencional. Cuando se habla de arar la tierra
se piensa siempre en tractores, y cuanto más grande el
tractor, mejor, porque en los ejemplos de la gran agricul­
tura moderna mundial son los Estados Unidos, Canadá,
la Unión Soviética, Australia, los que emplean grandes
tractores, y ¿por qué no hacerlo en un país en desarrollo?
Pero el costo de un tractor para un país en desarrollo, en
recursos reales, es muchísimo mayor y hay otras inseguri­
dades que hacen difícil esa inversión. Se necesitan combus­
tibles; hoy día muchos países no productores de petróleo
están con gran déficit y gran problema por sus impor­
taciones de combustible. En Suazilandia hay un técnico
escocés que se planteó ese problema, y pensó por qué no
fabricar un tractor económico, eficiente, al alcance del
agricultor pequeño de este país africano, y tuvo que in­
geniarse para descubrir que en la India estaban producien­
do un motor pequeño que no producía ninguna empresa
transnacional para usos locales y que era adaptable con un
diseño que él hizo con unas pocas gentes en un taller para
fabricar este tractor que se llama Tinkabi, que costaba
hace cinco años nada más tres mil dólares, y que tenía
usos múltiples, y que fue probado a través de varios años
de su uso en varios países africanos. Ahora, ¿por qué esto,
que es la respuesta a un problema local, a un problema
estructural, no se puede extender y hacer en gran escala
o duplicar en varias partes? Es un ejemplo de cómo un
elemento autóctono, endógeno, aunque fue escocés el
inventor, puede transformar toda una tecnología o una
parte de la tecnología agrícola en un país en desarrollo.
En México hay ya experimentación bastante exten­
dida en materia de lo que llamamos tecnologías apropiadas
o adecuadas, es decir, combinaciones de tecnología mo­
derna pero aplicada a pequeña escala y a un nivel local. En
El Colegio de México acabamos de hacer una revisión de
casi todo lo que se ha hecho en la materia, incluso una
explicación de ejemplos de reciclaje de desperdicios, apro­
vechamiento de agua pluvial, etc. Cuando se piensa en
México en agua potable lo primero que se le ocurre a un
ingeniero es perforar un pozo, o traer agua de un río
cercano, o de una planta de purificación, con un sistema
de distribución y demás. Pero no se le ocurre que en
muchos países hay experiencia y no hay que ir muy lejos;
en Belice, por ejemplo, se usa agua pluvial, perfectamente
buena para los usos domésticos, quizá no para el manejo
de una fábrica, aunque también se puede pensar en gran­
des depósitos y ya hay experiencias en México en eso. El
agua en general se puede reciclar para otros usos. El biogás se puede obtener a base de desperdicios de los anima­
les que hay en cualquier explotación agrícola; en esto
hay muchas experiencias en Asia, en varias partes de Afri­
ca también, y empieza a haberla en México. Igualmente,
sistemas de construcción de vivienda rural mejores, más re­
sistentes al deterioro ambiental, sistemas de construcción
urbana también más económicos, generación de energía
eólíca, aunque todavía está en etapa experimental, y
energía solar para fines limitados. En esto último, para
calentar agua no hay ningún problema en hacerlo, aunque
para generar electricidad es otro asunto.
Ahora bien, ¿por qué no se hace más? No se hace más
porque no hay conciencia todavía de que estas tecnologías
pequeñas, limitadas o combinadas, o de aplicación muy
específica, pueden extenderse en escala regional, nacional,
y no nada más mantenerlas como experimentos curiosos
de unos cuantos investigadores. En algunos casos se les
da apoyo, pero no hay conciencia y desde luego no figuran
estas experiencias para nada en los programas y planes de
desarrollo científico y tecnológico del país. O sea que es­
te problema no ha llegado a la conciencia política nacional,
para convertirse en uno de los grandes caminos de desa­
rrollo tecnológico en el país para mejorar las condiciones
rurales, no solamente físicas, humanas, de salud, de obten­
ción de agua potable más barata, sino también para aumen­
tar ingresos y productividad y crear un sistema acumula­
tivo de reinversión. Podría haber un factor exógeno, que
no siempre existe, que permitiera con participación local
seguir mejorando la tecnología y dirigirla y orientarla en
beneficio de esas comunidades.
Y
cuando digo participación de la comunidad local,
claro que estoy diciendo algo gigantesco porque en Mé­
xico tenemos históricamente un sistema paternalista y de
dirección centralizada, un sistema de dádivas del Gobierno
Federal al Gobierno del Estado, al Municipio, etc., y no te­
nemos lo contrario, lo que va de abajo para arriba, de
participación en todas estas decisiones comunitarias tan im­
portantes, como por ejemplo la de poner aljibes o depósitos
para aprovechar la precipitación pluvial. Prevalecen facto­
res de resistencia cultural, estructurales, que no permiten
desarrollar este tipo de tecnología endógena, o este tipo de
objetivo de programa para objetivos tecnológicos endóge­
nos, y que tienen que ver mucho con nuestra historia, con
el crecimiento urbano tan Fuerte del país que hace que la
atención se centre más en los problemas urbanos que en los
rurales, que tiene que ver con el incremento demográfico
que constantemente exige una atención también desme­
dida a los problemas urbanos, y que hace que todos los
problemas locales y regionales queden rebasados muy pron­
to por el incremento demográfico. Tiene asimismo que ver
con el sistema educativo, que no educa, que no enseña,
que no crea conciencia científica y técnica en los niños,
en los escolares, que tampoco crean los maestros, y que
apenas logran crearla algunos cuantos científicos e inge­
nieros que pasan por algunas de las universidades del país.
Se relaciona también con una serie de factores psicológicos
que conducen a que no nos enfrentemos realmente a los
problemas fundamenales del país. No basta afirmar que
va a haber un cambio radical y que mañana todo se va a
transformar, sino que hay que partir de lo que ya existe,
porque no creo que pudiera haber en México transforma­
ciones tan radicales que resolverían esencialmente los pro­
blemas fundamentales si no surge una actitud distinta
hacia los problemas.
Hay también conflictos entre los objetivos macrosociales y macroeconómicos, por una parte, y los objetivos a
nivel intermedio y a nivel micro. ¿Por qué se introduce
en México la alta tecnología en algunas industrias para
exportar, y por qué para exportar? Porque el país necesita
divisas con las cuales pagar el equipo industrial que debe
importar para generar otros productos, equipo que es de
alta densidad de capital y alta tecnología. Se entra en un
círculo vicioso, pero éste es el mecanismo con el cual
se opera. ¿Por qué se desarrollan ciertas industrias y no
otras? Se supone que en función de objetivos de empleo,
que no necesariamente se cumplen. El país tiene un pro­
blema de empleo en que entran en juego las contradiccio­
nes entre el deseo de hacer eficiente la industria y tener
capacidad de exportación futura, para no depender úni-
camente del petróleo, y la necesidad de resolver el proble­
ma interno, de empleo, que en parte deriva de la estructu­
ra tecnológica.
Y
luego la contradicción de la sociedad mexicana de
ufanarse de los centros médicos de más alta capacidad
técnica que se puedan imaginar en América Latina y sin
embargo no poder distribuir medicina preventiva y curati­
va a grandes sectores de la población, sobre todo en las
áreas rurales.
Son problemas, a fin de cuentas, de prioridades na­
cionales —económicas, sociales y políticas— y son proble­
mas que para México, dado el petróleo, pueden comenzar
a ser de prioridad en el orden internacional. ¿Qué va a
ser México? ¿Un país que entre de lleno en la industriali­
zación y en la corriente internacional del comercio de ma­
nufacturas, dedicando sus recursos a esa capacidad de ex­
portación de manufacturas con todo lo bueno y malo que
pueda tener? ¿O será un país que va a decir de una vez
por todas: “con los recursos que tenemos, vamos a atacar
a fondo los problemas básicos, como quiera que se definan,
pues sabemos perfectamente que existen aquí y en todos
lados”?
En tomo a eso creo que hay que definir la política
científica y tecnológica y, como elemento muy importante
de ella, sumamente descuidado en todas las formulaciones,,
el problema de la tecnología y el desarrollo endógenos,
aplicable en donde fuera posible aplicarlos, al margen de
utopías y de romanticismos, de vueltas a la vida rural
tranquila de hace cien años. No hay punto en México
donde no haya un radio de transistores, y donde hay una ra­
dio de transistores hay comunicación que crea distorsiones,
que crea aspiraciones de consumo y otras y que va dejando
atrás la solución de los problemas básicos. No hay posibi­
lidad de aislamiento, por lo que hay que saber crear po­
líticas que tengan en cuenta esos factores distorsionan tes,
pero que a su vez enderecen las actividades hacia solu­
ciones básicas.
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