Diversidad cultural

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Diversidad cultural
En la tierra mexicana se comparten diversos territorios, lenguas y culturas,
historias particulares, cuyos protagonistas no siempre son reconocidos pues
han sido y son indígenas, campesinos, líderes, intelectuales, gestores que han
tratado de negociar como iguales con los otros y los otros no los reconocen
como iguales .
Aún hace falta trabajar para reconocer y aceptar las muchas identidades que
hay en mi país. Implica que todos los ciudadanos reconozcamos la diversidad, y
que esta aceptación se convierta en nuevas acciones y políticas públicas que
nada tienen que ver con las viejas políticas integracionistas o asimilacioncitas,
sino con el respeto a todos los derechos de los pueblos indígenas y sus
integrantes. La acción pública de las instituciones federales, estatales y
municipales debe tomar en cuenta a las autoridades e instituciones indígenas.
Sí asumimos que México tiene más de 60 rostros indígenas aceptaremos el
carácter multicultural de nuestra Nación.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce a México
como una Nación pluricultural. La pluralidad de la Nación la dan los pueblos
indígenas, la diversidad también. Ellos nunca han dejado este país. Sus
patrimonios naturales, sus propiedades, sus conocimientos y sabidurías, sus
esfuerzos en el trabajo, el dinero que ganan, está a disposición de sus familias,
de
sus
comunidades,
de
México.
Reconocer que hoy tenemos más de 15 millones de personas que son indígenas
quienes poseen alrededor de la quinta parte del territorio nacional, que sus
recursos naturales son uno de los orgullos de México. Nos habla de su decisión
de ser mexicanos y de permanecer con sus propias identidades y culturas. Pero
son mexicanos iguales, son mexicanos kikapús, mayas, tzeltales, tzotziles,
mixtecos; viven en pequeñas localidades y en las ciudades. Están en casi toda la
República, pero muchos no los ven. Sin duda, cada una de las muchas culturas
aportará distintas soluciones a los diversos problemas de la Nación. Con esto
quizá estemos en posibilidades de ser más democráticos o de dar pasos
adelante en la construcción de una democracia que reconozca la diversidad
cultural.
Los pueblos indígenas han participado, de muy diferentes formas, en
comunidades políticas más amplias o en sectores de población que los han
amparado como parte de un cuerpo social mayor. Estas distintas maneras de
participación han afectado, modificado y adaptado sus propias concepciones
culturales, sus usos y costumbres, sus formas de gobierno y el tipo de
relaciones que han establecido con la sociedad nacional.
LA DIVERSIDAD CULTURAL DE MÉXICO
La principal consecuencia de la Conquista de México consumada por los españoles en 1521
fue el mestizaje. Esta mezcla se dio en muy diversos aspectos: desde el más evidente del
mestizaje racial, hasta muchas variantes del que podríamos llamar mestizaje cultural, de
manera particular el que se refiere a las cocinas. En esta materia alimenticia no hubo
conquista sino unión, matrimonio, suma y multiplicación.
Para comprender los alcances del mestizaje gastronómico hay que tener presente que cada
uno de los dos elementos fundamentales —el indígena y el español— en realidad era un
cúmulo de conocimiento más allá de lo azteca y lo ibero. La cocina española trajo a México
buena parte de las tradiciones culinarias europeas, con una importante dosis de hábitos
provenientes del norte de África; hay que recordar que apenas 30 años antes de la conquista
de México, España a su vez había concluido ocho siglos de permanencia árabe o mora en
su ámbito peninsular.
Por su parte, el territorio que hoy conocemos como México cobijaba a muy diversos grupos
indígenas perfectamente diferenciados entre sí, no sólo por sus variados elementos
culturales, como son el atuendo tradicional, la vivienda, las costumbres religiosas o la
cocina, sino por algo más tajante y evidente: el idioma.
Cabe recordar que, a finales del siglo xx, nuestro país sigue siendo uno de los principales
del planeta por lo que se refiere a su diversidad cultural indígena. Cuando una cultura se
empieza a perder o diluir, lo primero que comienza a desaparecer es la lengua propia; por
ello, la permanencia del idioma autóctono es el mejor indicador de la sobrevivencia cultural
de un pueblo, con sus rasgos originales. Pues bien: a dos años del cambio del milenio, la
India es el principal país del mundo por cuanto al número de sus idiomas indígenas vivos,
con la cifra de 72 (sin considerar las variantes dielectales). México está en segundo lugar en
el orbe con 62 idiomas, en pleno 1998. Para sopesar la importancia de esa posición nuestra,
conviene anotar que China tiene el tercer lugar con 48 lenguas y la que fue la Unión
Soviética tenía el cuarto lugar con 35. Todas estas cifras no son meras disertaciones
lingüísticas; reflejan algo más trascendente, como es la supervivencia pasmosa de cultura
ancestrales; en el caso mexicano, la mayoría de las culturas indígenas son de muchos siglos
de antigüedad, algunas hasta de milenios.
Lo anterior quiere decir que México es una potencia mundial en materia de culturas
populares y una de las manifestaciones más importantes de la cultura es la cocina de los
pueblos.
Nuestra diversidad cultural, pluriétnica, no podría ser un fenómeno repentino: es el
desenlace actual de nuestra historia antigua. Aunque no es posible precisar alguna cifra de
manera corroborada, se puede afirmar que en aquellos años de la conquista de Tenochtitlan
, de seguro había en México más de cien grupos étnicos diferenciados; naciones indias, les
llamban entonces. Cada etnia tenía sus propias costumbres gastronómicas, si bien con
algunos patrones o troncos comunes que eran —y siguen siendo— el maíz , frijol y el chile.
El mestizaje gastronómico se inicia en 1521 con la caída de la ciudad de México a manos
de los españoles y va desarrollándose después a lo largo de tres siglos, a la par que avanzan
las fuerzas militares y religiosas de los conquistadores hacia el sur, el occidente y el norte
de esta metrópoli. Hay que recordar que, ya entrado el siglo XVIII, apenas se lograba la
conquista, allá por lo rumbos de Sonora y las Californias.
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