l`o sse rvator e romano

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L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
Unicuique suum
Año XLVIII, número 3 (2.449)
Costumbre
fija
GIOVANNI MARIA VIAN
Costumbre fija, en hebreo chazaqá,
llega a ser cada acto repetido tres
veces. Así, después de haber acogido con una bienvenida cordial al
Papa Francisco en el templo mayor de Roma, el gran rabino de
Roma Riccardo Di Segni supo
captar el sentido del tercer encuentro de un Pontífice con la
más antigua comunidad de la
diáspora judía, la de la ciudad de
la que es Obispo. Tres encuentros
en treinta años, que podrían parecer pocos, pero que en realidad
marcan la progresión global de un
acercamiento en verdad histórico,
irreversible y, sin embargo, no
exento de obstáculos.
En este proceso, una etapa fundamental tuvo lugar hace medio
siglo, en las últimas semanas del
Vaticano II, cuando se aprobó con
amplísima mayoría, sobre todo
gracias a la acción paciente y tenaz de Pablo VI y de sus colaboradores más estrechos, la declaración
Nostra aetate. El texto, tan breve
como importante, ha alimentado
efectivamente las nuevas relaciones
de la Iglesia católica con las religiones no cristianas y, en particular, con la raíz santa del judaísmo,
ya descrita por Pablo en la Carta a
los romanos.
Desde entonces, el conocimiento y la amistad se han profundizado cada vez más. Gracias a figuras
como el gran rabino Elio Toaff y
Juan Pablo II, protagonistas de la
primera visita de un Papa a la sinagoga más grande de la ciudad
recordados juntos por la presidenta de la comunidad romana Ruth
Dureghello, que después quiso enviar un saludo a Benedicto XVI,
quien contribuyó muchísimo a este acercamiento. Con ellos, numerosísimas han sido y son las personas sin las cuales estas nuevas relaciones no serían posibles.
Pero no hay que detenerse. Lo
requieren muchas situaciones donde el nombre de Dios es profanado por quien asesina tomando como pretexto su nombre y blasfemando contra él. Pero lo exige,
sobre todo, la historia casi bimilenaria de judíos y cristianos porque, como destacó el presidente
de la Unión de las comunidades
judías italianas, Renzo Gattegna,
es necesario que el conocimiento
de los múltiples progresos en esta
nueva relación no permanezca circunscrito «a los vértices religiosos
y culturales», sino que se difunda
más ampliamente.
Y precisamente el testimonio de
una amistad auténtica y la voluntad de cuidar estas relaciones fueron reafirmados por el Papa: «Ya
en Buenos Aires solía ir a las sinaSIGUE EN LA PÁGINA 6
EN LENGUA ESPAÑOLA
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Ciudad del Vaticano
22 de enero de 2016
Semana de oración por la unidad de los cristianos
Dejando atrás lo que divide
«Destinados a proclamar las grandezas del Señor »
El Papa durante la audiencia general del miércoles 20
de enero se centró en la Semana de oración por la unidad de los cristianos que se celebra del 18 al 25 de enero
y que lleva por tema «Destinados a proclamar las grandezas del Señor». Francisco señaló que católicos, protes-
tantes y ortodoxos comparten el Bautismo y esto significa «que todos somos pecadores y tenemos necesidad de
ser salvados, redimidos, liberados del mal».
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Mensaje del Papa al Fórum económico mundial
El dominio
de la cuarta Revolución industrial
El papa Francisco urgió a los participantes en el Foro Económico
Mundial que se celebra en la ciudad
de Davos en Suiza a crear empresas
que utilicen las tecnologías avanzadas para «crear trabajo digno para
todos».
En un mensaje enviado a los participantes y distribuido por la sala
stampa, el pontífice dijo que la «tecnologización» de las economías globales y nacionales ha tenido como
consecuencia «menos oportunidades
para un empleo satisfactorio y digno». «Conjugado con la reducción
de la seguridad social, está causando
un inquietante aumento de desigualdad y pobreza en diferentes países»,
agregó el Papa. «Hay una clara necesidad de crear nuevas formas de
actividad empresarial que, al tiempo
que fomentan el desarrollo de tecno-
logías avanzadas, sean también capaces de utilizarlas para crear trabajo digno para todos, sostener y consolidar los derechos sociales y proteger el medioambiente», sostuvo
Francisco.
«Es el hombre quien debe guiar
el desarrollo tecnológico, sin dejarse
dominar por él», agregó el pontífice, quien dijo a los participantes del
foro en Davos: «¡No se olviden de
los pobres! Este es el principal desafío que tienen ustedes, como líderes
en el mundo de los negocios».
«Llorar por la miseria de los demás
no significa solo compartir sus sufrimientos, sino también y sobre todo,
tomar conciencia de que nuestras
propias acciones son una de las causas de la injusticia y la desigualdad», subrayó el pontífice.
El papa sostuvo que «los líderes
mundiales se enfrentan al reto de
garantizar que la futura “cuarta revolución industrial”, resultado de la
robótica y de las innovaciones científicas y tecnológicas, no conduzca a
la destrucción de la persona humana». Asimismo, Francisco consideró
que «el momento actual proporciona una valiosa oportunidad para
guiar y gobernar el proceso ahora
en curso y construir sociedades inclusivas basadas en el respeto por la
dignidad humana, la tolerancia, la
compasión y la misericordia». «Les
insto, pues, a afrontar de nuevo el
diálogo sobre cómo construir el futuro del planeta, “nuestra casa común” y les exhorto a hacer un esfuerzo de unidad para lograr un desarrollo sostenible e integral» manifestó el papa en su mensaje.
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viernes 22 de enero de 2016, número 3
Jornada mundial del emigrante y del refugiado
Una historia una cultura
Oración por las víctimas de los atentados en Indonesia y Burkina Faso
Cada inmigrante «lleva consigo una
historia, una cultura, valores preciosos;
y a menudo lamentablemente también
experiencias de miseria, de opresión y
de miedo». Se lo señaló Francisco a los
fieles reunidos en la plaza de San
Pedro para el Ángelus del domingo 17
de enero —Jornada mundial del
emigrante y del refugiado— después de
haber comentado el pasaje litúrgico del
Evangelio de san Juan dedicado a las
bodas de Caná.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
El Evangelio de este domingo
presenta el evento prodigioso sucedido en Caná, un pueblo de Galilea,
durante la fiesta de una boda en la
que también participaron María y
Jesús, con sus primeros discípulos
(cf. Jn 2, 1-11). La Madre dice al
Hijo que falta vino y Jesús, después
de responder que todavía no ha llegado su hora, sin embargo acoge su
petición y da a los novios el mejor
vino de toda la fiesta. El evangelista
subraya que «este fue el primero de
los signos que Jesús realizó; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (v. 11).
Los milagros, por tanto, son signos extraordinarios que acompañan
la predicación de la Buena Noticia y
tienen la finalidad de suscitar o reforzar la fe en Jesús. En el milagro
realizado en Caná, podemos ver un
acto de benevolencia por parte de
manifiesta como Salvador de la humanidad, como hermano, como
nuestro hermano mayor, Hijo del
Padre: se presenta como Aquel que
responde a las esperanzas y a las
promesas de alegría que habitan en
el corazón de cada uno de nosotros.
Entonces podemos preguntarnos:
¿verdaderamente conozco de este
modo al Señor? ¿Lo siento cercano
a mí, a mi vida? ¿Le
estoy respondiendo en
la amplitud de ese
La fe atraviesa tiempos de alegría
amor esponsal que Él
me manifiesta cada
y de dolor, de luz y de oscuridad,
a todos, a cada ser
como en toda auténtica experiencia de amor día
humano? Se trata de
darse cuenta que Jesús
nos busca y nos invita
Jesús hacia los novios, un signo de a hacerle espacio en lo íntimo de
la bendición de Dios sobre el matri- nuestro corazón. Y en este camino
monio. El amor entre el hombre y la de fe con Él no estamos solos: hemujer es por tanto una buen manera mos recibido el don de la Sangre de
para vivir el Evangelio, es decir, para Cristo. Las grandes ánforas de piedirigirse con alegría por el camino dra que Jesús hace rellena de agua
para convertirlas en vino (v. 7) son
de la santidad.
Pero el milagro de Caná no tiene signo del paso de la antigua a la
que ver sólo con los esposos. Cada nueva alianza: en vez del agua usada
persona humana está llamada a en- para la purificación ritual, hemos recontrar al Señor en su vida. La fe cibido la Sangre de Jesús, derramacristiana es un don que recibimos da de forma sacramental en la Eucacon el Bautismo y que nos permite ristía y de modo cruento en la Paencontrar a Dios. La fe atraviesa sión y en la Cruz. Los Sacramentos,
tiempos de alegría y de dolor, de luz que derivan del Misterio pascual, iny de oscuridad, como en toda autén- funden en nosotros la fuerza sobretica experiencia de amor. El relato natural y nos permiten saborear la
de las bodas de Caná nos invita a misericordia infinita de Dios.
Que la Virgen María, modelo de
redescubrir que Jesús no se presenta
a nosotros como un juez preparado meditación de las palabras y de los
para condenar nuestras culpas, ni gestos del Señor, nos ayude a redescomo un comandante que nos impo- cubrir con fe la belleza y la riqueza
ne seguir ciegamente sus órdenes; se de la Eucaristía y de los otros Sacra-
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GIOVANNI MARIA VIAN
director
Al término de la oración mariana, tras
las palabras dirigidas a los refugiados
e inmigrantes, el Pontífice pidió que se
rezase por las víctimas de los recientes
atentados en Indonesia y Burkina
Faso.
Queridos hermanos y hermanas:
os ayudan. Que el paso de la Puerta
Santa y la misa que dentro de poco
viviréis, os llenen el corazón de paz.
En esta misa, yo quisiera dar las gracias —también vosotros, dad las gracias conmigo— a los detenidos de la
cárcel de Opera, por el regalo de las
hostias realizadas por ellos mismos y
que se utilizarán en esta celebración.
Les saludamos con un aplauso desde
aquí, todos juntos...
Saludo con afecto a todos vosotros, peregrinos venidos de Italia y
de otros países: en particular a la
asociación cultural Napredak, de Sarajevo; los estudiantes españoles de
Badajoz y Palma de Mallorca; y los
jóvenes de Osteria Grande (Bolonia).
Ahora os invito a todos a dirigir a
Dios una oración por las víctimas de
Hoy se celebra la Jornada mundial del emigrante y del refugiado
que, en el contexto del Año santo de
la Misericordia, se celebra también
como Jubileo de los
inmigrantes. Me complace, por lo tanto, saLos Sacramentos, que derivan
ludar con gran afecto
del Misterio pascual, infunden en nosotros
a las comunidades étnicas aquí presentes, a
la fuerza sobrenatural y nos permiten
todos vosotros, procesaborear la misericordia infinita de Dios
dentes de varias regiones de Italia, especialmente del Lazio. Queridos inmigrantes y refugiados, cada los atentados ocurridos en los días
uno de vosotros lleva consigo una pasados en Indonesia y Burkina Fahistoria, una cultura, valores precio- so. Que el Señor los acoja en su casos; y a menudo lamentablemente sa, y sostenga el compromiso de la
también experiencias de miseria, de comunidad internacional para consopresión y de miedo. Vuestra pre- truir la paz. Rezamos a la Virgen:
sencia aquí en esta plaza es signo de
Dios te Salve María,...
esperanza en Dios. No dejéis que os
Os deseo a todos un feliz dominroben la esperanza y la alegría de vivir, que surgen de la experiencia de go. Y, por favor, no os olvidéis de
la divina misericordia, también gra- rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hascias a las personas que os acogen y ta pronto!
TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE
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don Sergio Pellini S.D.B.
Giuseppe Fiorentino
subdirector
Ciudad del Vaticano
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mentos, que hacen presente el amor
fiel de Dios por nosotros. Así podremos enamorarnos cada vez más del
Señor Jesús, nuestro Esposo, e ir a
su encuentro con las lámparas encendidas de nuestra fe alegre, convirtiéndonos así en sus testigos en el
mundo.
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número 3, viernes 22 de enero de 2016
L’OSSERVATORE ROMANO
página 3
Entrevista al cardenal Vegliò en la vigilia de la Jornada mundial del emigrante y del refugiado
Del miedo a la comprensión recíproca
NICOLA GORI
«En el contexto de una situación
mundial en donde la inmigración está adquiriendo grandes proporciones, y ante tantas dolorosas tragedias
que suceden en el mundo, se debe
reconocer que este fenómeno, en sus
varias formas, interpela a todos para
dar una respuesta concreta e inmediata». De la toma de conciencia de
esta urgencia nace la línea de reflexiones de la Jornada mundial del
emigrante y del refugiado que se celebró el domingo 17 de enero con el
tema «Emigrantes y refugiados nos
interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia». Lo destaca
en esta entrevista a nuestro periódico el cardenal Antonio Maria Vegliò,
presidente del Consejo pontificio para los emigrantes e itinerantes.
nueva situación. Por una parte, el
migrante no puede sólamente buscar
satisfacer las exigencias de la propia
existencia, como encontrar trabajo y
un alojamiento, para integrarse mejor en el nuevo país. Su inserción en
la sociedad requiere también un esfuerzo personal que comporta algunos cambios de su misma identidad
para adaptarse al nuevo contexto social y cultural. Pensemos, por ejemplo, en la necesidad fundamental de
aprender la lengua local, aunque
también de respetar la cultura, la
historia y la herencia del pueblo que
le acoge. Por otra parte, la llegada
del inmigrante interpela a la sociedad que lo acoge. Esta debe asegu-
¿El sistema de acogida de Europa está
en grado de recibir el flujo de refugiados sin poner en riesgo los principios
fundamentales de solidaridad y de humanidad?
Desafortunadamente Europa no
ha concordado aún un sistema de
acogida humanitario capaz de responder de modo sistemático a la
protección de los solicitantes de asilo
y de tantos refugiados que huyen de
países envueltos en la guerra. En
efecto, cada país actúa los propios
estándares y, por cuestiones de política interna, algunos reaccionan como si se tratase de una cuestión de
orden público y no humanitario. De
este modo, los principios de solidari-
¿El mensaje de esta Jornada tiene que
ver sólo con la Iglesia o puede llegar a
ser fuente de inspiración para la sociedad civil y los organismos internacionales?
La Jornada mundial del emigrante
y del refugiado llama particularmente la atención sobre los dramas del
fenómeno migratorio, tan importante en la sociedad moderna. Es una
ocasión para toda la Iglesia para toda la Iglesia para reflexionar, debatir, orar y para renovar su compromiso en favor de las personas envueltas en la movilidad humana.
Ciertamente, se trata de un sólo día
en todo el año, pero ayuda a verificar lo que ya se ha realizado, y al
mismo tiempo, representa un impulso hacia lo que aún no se ha podido
hacer. Concretamente, la Iglesia,
puede ser un punto de referencia para toda la sociedad, pero lo puede
hacer sólo si ella misma testimonia
de modo concreto lo que anuncia.
Siendo discípula de Jesús, siempre
ha sido llamada a «anunciar la liberación a cuantos son prisioneros de
las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna» como se lee en la bula Misericordiae vultus, aún más en
referencia al año jubilar de la misericordia. La Iglesia —a través de su acción— anima a no perder los valores
y principios de la humanidad, de
respeto por la dignidad de toda persona, de subsidiariedad y de solidaridad recíproca. Así, puede convertirse en un punto de referencia para
la sociedad civil y para los organismos internacionales, independientemente de su inspiración religiosa.
¿Cómo se puede transformar el fenómeno migratorio de emergencia a oportunidad de crecimiento humano y social?
Para responder a esta pregunta
quiero hacer mención del mensaje
que el Papa Francisco escribió con
ocasión de esta Jornada. Ahí el Pontífice destaca algunas cuestiones particulares en las que la migración nos
interpela como individuos y como
comunidad. Una de estas está ligada
a la identidad. Escribe, en efecto:
«Quien emigra, de hecho, es obligado a modificar algunos aspectos que
definen a la propia persona e, incluso en contra de su voluntad, obliga
al cambio también a quien lo acoge». La llegada del migrante en un
nuevo contexto social requiere un
proceso de mutua adaptación a una
Niño en un campo de refugiados en el norte de Francia
rar que el proceso de inserción e integración respete la dignidad del inmigrante y, al mismo tiempo, les
permita contribuir en el crecimiento
de la colectividad.
Dirigiéndose el lunes pasado al Cuerpo
diplomático el Papa invitó a superar el
miedo que acompaña la inmigración.
¿Cómo se puede hacer?
No existen recetas para responder
en modo exhaustivo a esta pregunta.
Lo que el Papa quería destacar es
que el miedo es peligroso porque
genera sentimientos de cerrazón e
inseguridad, y corre el riesgo de generar prejuicios que no ayuden a
afrontar serenamente la cuestión. La
acogida, en cambio, puede ser una
ocasión para afrontar este miedo
transformándolo en mutua comprensión y finalizando los esfuerzos para
alcanzar objetivos comunes. Subrayo
fuertemente la importancia de la palabra «mutua», como lo he dicho
antes.
¿Qué papel tienen respecto a los medios
de comunicación?
En esta lucha contra el miedo los
medios de comunicación desempeñan un papel de gran responsabilidad. La opinión pública debe estar
informada correctamente, también
para prevenir especulaciones sobre la
piel de los inmigrantes y evitar miedos injustificados. Es importante
que los medios de comunicación
ayuden a erradicar falsos prejuicios,
mostrando el fenómeno migratorio
del modo más auténtico posible.
dad y de humanidad no siempre son
respetados. Existen aún muros y rechazos; todavía son actuales las imágenes de tantas personas solicitantes
de protección internacional humilladas y recluidas detrás de las rejas
con tratos que no se adecúan a sus
condiciones. Entre ellos hay menores
de edad. La odisea vivida a través de
viajes desesperados en los Balcanes y
en el mar Mediterráneo permanece
aún, en el imaginario de quien parte,
la única alternativa para salvarse.
Hay imágenes que tocan los sentimientos de la opinión pública y otras que
asustan aún más...
Sería del todo equivocado demonizar a estas personas e infundir en
la opinión pública el miedo de los
números. En proporción con la población europea, que suma más de
500 millones de habitantes, la actual
presencia de refugiados en Europa,
no debe asustar. Con casi un millón
de personas que han llegado en
2015, la proporción es de 1 sobre
500. Debemos considerar el caso de
otros países, como por ejemplo, el
Líbano, que en los últimos cuatro
años acogió a cerca de un millón de
refugiados sirios y cuenta sólo con
cuatro millones de habitantes. La relación es de 1 sobre 4 y los esfuerzos
incesantes de acogida son verdaderamente considerables. Europa puede
convertirse en un modelo a seguir
para los otros países del mundo sólo
si será capaz de adoptar una programación unitaria y eficaz de acogida,
basada en los principios de protección internacional, de humanidad y
de solidaridad que se caracterice por
sus buenas prácticas.
¿Cuál es el justo equilibrio entre seguridad de los ciudadanos y acogida de los
inmigrantes?
Antes que nada quisiera recordar
aquí un fragmento del mensaje de
fin de año del presidente de la República italiana Sergio Mattarella.
Creo que es oportuno porque Italia,
entre tantos países envueltos en el
fenómeno migratorio, no es sólo uno
de aquellos mayormente interesados
en el número de gente que llega, sino que es además un país que ha
demostrado un esfuerzo decisivo en
la salvaguardia y en la acogida de
los inmigrantes en su territorio.
También el Papa, en el encuentro
del pasado 11 de enero con el Cuerpo diplomático acreditado ante la
Santa Sede, expresó su reconocimiento a Italia por el esfuerzo decisivo que ha permitido salvar muchas
vidas en el Mediterráneo y que hasta
ahora se hace cargo de un gran número de refugiados. En su discurso,
el presidente Mattarella dijo: «Sirve
la acogida, sirve también el rigor.
Quien está en Italia debe respetar
las leyes y la cultura de nuestro país.
Se le debe ayudar a aprender nuestro idioma, que es un vehículo decisivo de integración. La mayoría de
los inmigrantes respeta nuestras leyes, trabaja honestamente y con esfuerzo, contribuye a nuestro bienestar y también a nuestro sistema de
previsión aportando a las arcas del
Estado más de lo que ganan. Esos
inmigrantes que, en cambio, cometen reatos deben ser detenidos y juzgados, como, por lo demás, sucede
con los italianos que dilinquen».
Creo que estas palabras pueden contribuir de algún modo con la reflexión sobre el equilibrio entre seguridad y acogida.
¿Cómo se hace para conciliar estas dos
exigencias?
No se debe olvidar que el primer
sujeto responsable de acoger, y máximo garante de la protección de los
inmigrantes, es el Estado, junto con
las instituciones internacionales. La
Iglesia, por lo tanto, no sustituye al
Estado, sino que desea ser una ayuda para este en la acogida y acompañamiento de los inmigrantes a través
de una acción realizada en diálogo
con las administraciones locales, en
el respeto de las leyes y de las normas vigentes así como de la propia
naturaleza eclesial. Creo que establecer una interacción permanente con
las autoridades civiles en diversos niveles sea necesario para asegurar un
intercambio continuo de informaciones y asistencia y daría la oportunidad de promover acciones coordinadas y eficaces en el tiempo. Debemos ser conscientes de que recibir
personas que huyen de conflictos y
violencias, que a menudo llegan después de viajes inenarrables, requieren una serie de atenciones que la
pura generosidad, sin una seria preparación y asistencia del Estado, no
está en grado de garantizar. Por esto, es fundamental ofrecer una respuesta organizada, coordinada y que
comparta, que pueda satisfacer las
peticiones de seguridad, evitando el
riesgo de una acogida desordenada y
desprevenida.
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viernes 22 de enero de 2016, número 3
Mensaje del Papa para el Jubileo de los jóvenes
Llamados por nombre
«Construir todos los días, incluso en
las pequeñas cosas, un mundo de
paz»: es la tarea que el Papa ha
confiado a los jóvenes que participarán
en el Jubileo el próximo mes de abril.
A ellos Francisco les dirige un mensaje
donde escribe: «quisiera llamaros por
vuestro nombre, como hace Jesús».
Queridos jóvenes:
La Iglesia está viviendo el Año Santo de la Misericordia, un tiempo de
gracia, de paz, de conversión y de
alegría que concierne a todos: grandes y pequeños, cercanos y lejanos.
No hay fronteras ni distancias que
puedan impedir a la misericordia del
Padre llegar a nosotros y hacerse
presente entre nosotros. Ahora, la
Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Este tiempo precioso también os
atañe a vosotros, queridos jóvenes, y
yo me dirijo a vosotros para invitaros a participar en él, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos
de Dios (cf. 1 Jn 3, 1). Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros
por vuestro nombre, como hace Jesús todos los días, porque sabéis
bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10, 20), están
grabados en el corazón del Padre,
que es el Corazón Misericordioso
del que nace toda reconciliación y
toda dulzura.
El Jubileo es todo un año en el
que cada momento es llamado santo,
para que toda nuestra existencia sea
santa. Es una ocasión para descubrir
que vivir como hermanos es una
gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar, la celebración sin fin
que Jesús nos ha enseñado a cantar
a través de su Espíritu. El Jubileo es
la fiesta a la que Jesús invita a todos, sin distinciones ni excepciones.
Por eso he querido vivir también
con vosotros algunas jornadas de
oración y de fiesta. Por tanto, os espero el próximo mes de abril.
«Crecer misericordiosos como el
Padre» es el título de vuestro Jubileo, pero es también la oración que
hacemos por todos vosotros, acogiéndoos en el nombre de Jesús.
Crecer
misericordioso
significa
aprender a ser valiente en el amor
concreto y desinteresado, comporta
hacerse mayores tanto física como
interiormente. Os estáis preparando
para ser cristianos capaces de tomar
decisiones y gestos valientes, capaces
de construir todos los días, incluso
en las pequeñas cosas, un mundo de
paz.
Vuestra edad es una etapa de
cambios increíbles, en la que todo
parece posible e imposible al mismo
tiempo. Os reitero con insistencia:
«Permaneced estables en el camino
de la fe con una firme esperanza en
el Señor. Aquí está el secreto de
nuestro camino. Él nos da el valor
para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra
corriente. Esto hace bien al corazón,
pero hay que ser valientes para ir
contra corriente y él nos da esta
fuerza [...] Con él podemos hacer
cosas grandes y sentiremos el gozo
de ser sus discípulos, sus testigos.
Apostad por los grandes ideales, por
las cosas grandes. Los cristianos no
hemos sido elegidos por el Señor
para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes.
Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía en
la Misa de Confirmación, 28 abril
2013).
No me olvido de vosotros, chicos
y chicas que vivís en situaciones de
guerra, de pobreza extrema, de penurias cotidianas, de abandono. No
perdáis la esperanza, el Señor tiene
un gran sueño que quiere hacer realidad con vosotros. Vuestros amigos
y compañeros que viven en condiciones menos dramáticas se acuerdan
de vosotros y se comprometen a que
la paz y la justicia lleguen a todos.
No creáis a las palabras de odio y
terror que se repiten a menudo; por
el contrario, construid nuevas amistades. Ofreced vuestro tiempo, preocupaos siempre de quienes os piden
ayuda. Sed valientes e id contracorriente, sed amigos de Jesús, que es
el Príncipe de la Paz (cf. Is 9, 6):
«En Él todo habla de misericordia.
Nada en Él es falto de compasión»
(Misericordiae vultus, 8).
Ya sé que no todos podréis venir
a Roma, pero el Jubileo es verdaderamente para todos y se celebrará
también en vuestras iglesias locales.
Todos estáis invitados a este momento de alegría. No preparéis sólo
mochilas y pancartas, preparad especialmente vuestro corazón y vuestra
mente. Meditad bien los deseos que
presentaréis a Jesús en el sacramento
de la Reconciliación y de la Eucaristía que celebraremos juntos. Cuando
atraveséis la Puerta Santa, recordad
que os comprometéis a hacer santa
vuestra vida, a alimentaros del Evangelio y la Eucaristía, que son la Palabra y el Pan de la vida, para poder
construir un mundo más justo y fraterno. Que el Señor bendiga cada
uno de vuestros pasos hacia la Puerta Santa. Rezo por vosotros al Espíritu Santo para que os guíe e ilumine. Que la Virgen María, que es
Madre de todos, sea para vosotros,
para vuestras familias y para cuantos
os ayudan a crecer en la bondad y la
gracia, una verdadera puerta de la
Misericordia.
Vaticano, 6 de enero de 2016,
Solemnidad de la Epifanía
FRANCISCO
número 3, viernes 22 de enero de 2016
L’OSSERVATORE ROMANO
página 5
Con el Movimiento cristiano de trabajadores Francisco denuncia la ilegalidad que lleva a la corrupción
Por un nuevo humanismo del trabajo
«Debemos formar, educar a un nuevo
humanismo del trabajo, donde el
hombre, no la ganancia, esté al centro;
donde la economía sirva al hombre y
no se sirva del hombre»: se lo dijo el
Papa Francisco a los dirigentes y
miembros del Movimiento cristiano de
trabajadores recibidos en audiencia el
sábado 16 de enero por la mañana en
el Aula Pablo VI.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
Os acojo con gusto y agradezco al
presidente las palabras que me ha
dirigido. Dirijo un fraternal saludo
de bienvenida a los Pastores que han
querido estar presentes con vosotros,
y algunos de ellos, además, han venido de lejos. Os saludo a todos vosotros y agradezco a los dos representantes, María y Juan, por los testimonios que han escrito.
En su testimonio, María hace
mención a vuestra vocación, porque
nace de una llamada que Dios dirige
desde el principio al hombre, para
que «guardara y cultivara» la casa
común (cf. Gen 2, 15). Así, a pesar
del mal, que ha corrompido el mundo y también la actividad humana,
«en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su
vida» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 192). ¿Cómo podemos responder bien a esta vocación, que nos
llama a imitar activamente la incansable obra del Padre y de Jesús que,
vicio de la dignidad de la persona
humana, sino que es el trabajo esclavo. Debemos formar, educar a un
nuevo humanismo del trabajo, donde el hombre, no la ganancia, esté al
centro; donde la economía sirva al
hombre y no se sirva
del hombre.
Otro aspecto es imDebemos formar, educar a un nuevo
portante: educar ayuhumanismo del trabajo, donde
da a no ceder ante los
engaños
de
quien
el hombre, no la ganancia, esté al centro
quiere hacer creer que
el trabajo, el esfuerzo
cotidiano, el don de sí
como dice el Evangelio, «actúan mismos y el estudio no tienen valor.
siempre» (cf. Jn 5, 17)?
Añadiría que hoy, en el mundo del
Quisiera sugeriros tres palabras, trabajo —aunque también en cada
que os pueden ayudar. La primera es ambiente— es urgente educar a recoeducación. Educar significa «extraer». rrer el camino, luminoso y laborioso,
Es la capacidad de sacar lo mejor de la honestidad, huyendo de los
del propio corazón. No es sólo ense- atajos de los favoritismos y de las reñar alguna técnica o aprender nocio- comendaciones. Por debajo está la
nes, sino hacernos más humanos a corrupción. Existen siempre estas
nosotros mismos y la realidad que tentaciones, pequeñas o grandes, penos circunda. Y esto vale de modo ro se trata siempre de «compravenparticular para el trabajo: es necesa- tas morales», indignas del hombre:
rio formar un nuevo «humanismo se deben rechazar, habituando el codel trabajo». Porque vivimos en un razón a permanecer libre. De lo contiempo de explotación de los traba- trario, generan una mentalidad falsa
jadores; en un momento en donde el y nociva, que se debe combatir: la
trabajo, no está precisamente al ser- de la ilegalidad, que comporta la co-
responsabilidad la presencia de los
demás. Juan habló, en su testimonio
escrito, de una forma de compartir
que se concreta en vuestro Movimiento: «proyectos de Servicio Civil», que os permiten acercaros a
personas y contextos nuevos, haciendo vuestros los problemas y las esperanzas. Es importante que los demás
no sean sólo los destinatarios de algun tipo de atención, sino auténticos proyectos. Todos hacen proyectos para sí mismos, pero proyectar
para los demás permite dar un paso
adelante: pone la inteligencia al servicio del amor, haciendo a la persona más integra y la vida más feliz,
porque es capaz de donar.
La última palabra que quiero
compartiros es testimonio. El apóstol
Pablo animaba a testimoniar la fe
también mediante la actividad, venciendo la pereza y la indolencia; y
dio una regla muy fuerte y clara: «si
alguno no quiere trabajar, que no
coma» (2 Ts 3, 10). También en
aquel tiempo estaban quienes hacían
trabajar a los demás, para comer.
Hoy, en cambio, están quienes quisieran trabajar, pero no pueden, y
tienen dificultad incluso para comer.
Vosotros encontráis muchos jóvenes
que no trabajan: en verdad, como
habéis dicho, son «los nuevos excluidos de nuestro tiempo». Pensad
que en algunos países de Europa, de
esta nuestra Europa, tan culta, la juventud llega al 40% de desocupación, 47% en algunos países, 50% en
otros. Pero ¿qué hace un joven que
no trabaja? ¿Dónde acaba? En las
dependencias, en las enfermedades
psicológicas, en los suicidios. Y no
siempre se publican las estadísticas
rrupción de la persona y de la sociedad. La ilegalidad es como un pulpo
que no se ve: está escondido, sumergido, pero con sus tentáculos sujeta
y envenena, contaminando y haciendo mucho mal. Educar es una gran
vocación: como san José adiestró a
Jesús en el arte del carpintero, también vosotros estáis llamados a ayudar a las jóvenes generaciones a descubrir la belleza del
trabajo verdaderamente humano.
La justicia humana
La segunda palabra
que quiero deciros es
exige el acceso al trabajo para todos
compartir. El trabajo
no es solamente una
vocación de cada persona, sino que es la oportunidad de de los suicidios juveniles. Esto es un
entrar en relación con los otros: drama: es el drama de los nuevos
«Cualquier forma de trabajo tiene excluidos de nuestro tiempo. Y se
detrás una idea sobre la relación que les priva de su dignidad. La justicia
el ser humano puede o debe estable- humana exige el acceso al trabajo
cer con lo otro de sí» (Carta enc. para todos. También la misericordia
Laudato si’, 125). El trabajo debería divina nos interpela: ante las personas con dificultad y en situaciones
unir a las personas, no alejarlas, hapenosas —pienso en los jóvenes para
ciéndolas cerradas y distantes. Ocuquienes casarse o tener hijos es un
pando tantas horas del día, nos ofre- problema, porque no tienen un emce también la ocasión para compartir pleo suficientemente estable o la calo cotidiano, para interesarnos por sa— no sirve hacer prédicas; en camquien está cerca de nosotros, para bio transmitir la esperanza, confortar
recibir como un don y como una con la presencia, sostener con la
ayuda concreta.
Os animo a dar testimonio comenzando por vuestro estilo de vida
personal y asociativo: testimonio de
gratuidad, de solidaridad, de espíritu
de servicio. El discípulo de Cristo,
cuando es transparente en el corazón
y sensible en la vida, lleva la luz del
Señor a los lugares donde vive y trabaja. Esto os deseo, mientras os pido disculpas por el retraso: tenéis
paciencia, vosotros. Pero las audiencias (de la mañana) se han alargado.
Y bendigo a todos vosotros, vuestras
familias y vuestro esfuerzo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí.
Gracias.
L’OSSERVATO
número 3, viernes 22 de enero de 2016
Con la comunidad judía en la sinagoga de
«De enemigos y extraños hemos pasado a
ser amigos y hermanos». Son las palabras
que el Papa Francisco dirigió a la
comunidad judía con la que se reunió el
domingo 17 de enero por la tarde en el
Templo mayor de Roma. A continuación
el discurso pronunciado por el Pontífice
durante el encuentro en la sinagoga.
Hemos pasado a ser amig
La violencia del hombre contra el hombre está en contr
Queridos hermanos y hermanas:
Me siento feliz de estar hoy aquí con
vosotros en este Templo Mayor. Doy
las gracias por sus amables palabras al
sr. Di Segni, a la sra. Dureghello y al
abogado Gattegna; y os agradezco a
todos vuestra cálida bienvenida, ¡gracias! ¡Tada Todà rabbà, gracias!
Durante mi primera visita a esta sinagoga como Obispo de Roma, deseo
expresaros, extendiéndolo a todas las
comunidades judías, el saludo fraterno
de paz de esta Iglesia y de toda la Iglesia católica.
Nuestras relaciones ocupan un lugar
muy especial en mi corazón. Ya en
Buenos Aires solía acudir a las sinagogas para encontrar a las comunidades
que se reunían allí, seguir de cerca las
fiestas y las conmemoraciones judías y
dar gracias al Señor que nos da la vida
y nos acompaña a lo largo de la historia.
Con el tiempo se creó un vínculo espiritual, lo que favoreció el nacimiento
de auténticas relaciones de amistad e
incluso inspiró un compromiso compartido. En el diálogo interreligioso es
fundamental que nos reunamos como
hermanos y hermanas ante nuestro
Creador y lo alabemos, que nos respetemos y valoremos los unos a otros y
tratemos de colaborar. Y en el diálogo
judeo-cristiano hay un vínculo único y
especial, en virtud de las raíces judías
del cristianismo: judíos y cristianos, por
lo tanto, deben sentirse hermanos, unidos por el mismo Dios y un rico patrimonio espiritual común (cf. Decl. Nostra Aetate, 4), sobre el cual basarse y seguir construyendo el futuro.
Con mi visita sigo los pasos de mis
predecesores. El Papa Juan Pablo II vi-
Acabamos de conmemorar el 50º aniversario de la declaración Nostra Aetate
del Concilio Vaticano II, que ha hecho
posible el diálogo sistemático entre la
Iglesia católica y el judaísmo. El pasado 28 de octubre, en la Plaza de San
Pedro, tuve la oportunidad de saludar
a un gran número de representantes judíos, a quienes me dirigí de este modo:
«Merece una especial gratitud a Dios
la auténtica transformación que ha tenido en los últimos cincuenta años la relación entre los cristianos y los judíos.
La indiferencia y la oposición dieron
paso a colaboración y benevolencia. De
enemigos y extraños hemos pasado a
ser amigos y hermanos. El Concilio,
con la declaración Nostra
Aetate trazó el camino: “sí”
al redescubrimiento de las
Los cristianos, para comprenderse
raíces judías del cristianismo; “no” a cualquier forma
a sí mismos, no pueden dejar de hacer
de antisemitismo, y en conreferencia a las raíces judías
secuencia la condenación de
toda injuria, discriminación
y persecución». Nostra Aetano aquí hace treinta años, el 13 de abril te definió teológicamente por primera
de 1986; y el Papa Benedicto XVI estuvo vez, de forma explícita, las relaciones
entre vosotros hace ya seis años. Juan de la Iglesia Católica con el judaísmo.
Pablo II, en aquella ocasión, acuñó la Naturalmente ésta no resolvió todas las
hermosa expresión «hermanos mayo- cuestiones teológicas que nos afectan,
res», y de hecho sois nuestros herma- pero hizo referencia de modo alentanos y hermanas mayores en la fe. To- dor, proporcionando un importante esdos ellos pertenecen a una sola familia, tímulo para las necesarias reflexiones
la familia de Dios, quien nos acompaña posteriores. En este sentido, el 10 de diy nos protege como pueblo suyo. Jun- ciembre de 2015, la Comisión para las
tos, como judíos y como católicos, esta- relaciones religiosas con el judaísmo
mos llamados a asumir nuestra respon- publicó un nuevo documento que
sabilidad con esta ciudad, contribuyen- afronta las cuestiones teológicas que
do, sobre todo en lo espiritual, y favo- han surgido en las últimas décadas
reciendo la resolución de los diversos transcurridas desde la promulgación de
problemas actuales. Espero que crezcan Nostra Aetate. De hecho, la dimensión
cada vez más la cercanía, la compren- teológica del diálogo judeo-católico
sión recíproca y el respeto entre nues- merece ser cada vez más profundizada,
tras dos comunidades de fe. Por esto es y deseo animar a todos los que particiimportante que yo haya venido entre pan en este diálogo a continuar en esta
vosotros precisamente hoy, 17 de enero, dirección, con discernimiento y persecuando la Conferencia episcopal italia- verancia. Precisamente desde un punto
na celebra la «Jornada del diálogo en- de vista teológico, es evidente el víncutre católicos y judíos».
lo inseparable entre los cristianos y los
judíos. Los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden dejar de
hacer referencia a las raíces judías, y la
Iglesia, mientras que profesa la salvación por la fe en Cristo, reconoce la
irrevocabilidad de la Antigua Alianza y
el amor constante y fiel de Dios por
Israel. Junto con las cuestiones teológicas, no debemos perder de vista los
grandes desafíos que afronta el mundo
de hoy. El de una ecología integral es
ahora una prioridad, y cómo los cristianos y los judíos podemos y debemos
ofrecer a la humanidad el mensaje de la
Biblia sobre el cuidado de la creación.
Conflictos, guerras, la violencia y las
injusticias abren profundas heridas en
L
Camino
KURT KO CH*
«Por mi parte, deseo asegurar, siguiendo la línea de mis predecesores,
la firme voluntad de proseguir el camino del diálogo ecuménico». Con
estas palabras pronunciadas ya durante su primer encuentro con los representantes de las Iglesias y las comunidades eclesiales, y de las diversas religiones, el día después del inicio de su
pontificado, el Papa Francisco anunciaba su compromiso ecuménico. Al
respecto, llama la atención ante todo
la conciencia del Papa de encontrarse
en una continuidad fundamental con
sus predecesores. Al mismo tiempo,
su visión ecuménica muestra los rasgos específicos que el Santo Padre
ilustró de manera más explícita en el
discurso pronunciado durante la divina liturgia en la iglesia patriarcal de
San Gregorio en Constantinopla:
«Encontrarnos, mirar el rostro el uno
del otro, intercambiar el abrazo de
paz, orar unos por otros, son dimensiones esenciales de ese camino hacia
el restablecimiento de la plena comunión a la que tendemos. Todo esto
precede y acompaña constantemente
esa otra dimensión esencial de dicho
camino, que es el diálogo teológico».
En estas palabras programáticas se reconocen las cuatro dimensiones fundamentales de la visión ecuménica del
Papa Francisco.
En primer lugar, está el ecumenismo de la caridad, de la fraternidad y
de la amistad. El Papa Francisco, él
mismo hombre del encuentro directo,
que no se cansa nunca de promover
ORE ROMANO
páginas 6/7
Roma
gos y hermanos
radicción con toda religión
la humanidad y nos llaman a fortalecer
el compromiso con la paz y la justicia.
La violencia del hombre contra el hombre está en contradicción con toda religión digna de este nombre, y en particular con las tres grandes religiones
monoteístas. La vida es sagrada, como
don de Dios. El quinto mandamiento
del Decálogo es: «No matarás» (Éx 20,
13). Dios es el Dios de la vida y quiere
siempre promoverla y defenderla; y nosotros, creados a su imagen y semejanza, estamos llamados a hacer lo mismo.
ropa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en cada parte del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del perdón y de la vida
El pueblo judío, en su historia, ha
querido experimentar la violencia y la
persecución, hasta el exterminio de los
judíos europeos durante el Holocausto.
Seis millones de personas, sólo por el
hecho de pertenecer al pueblo judío,
fueron víctimas de la más inhumana
barbarie perpetrada en nombre de una
ideología
que
quería
reemplazar a Dios por el
hombre. El 16 de octubre
Dios da su mano misericordiosa a todos,
de 1943, más de mil hombres, mujeres y niños de
independientemente de su fe y de su origen
la comunidad judía de
Roma fueron deportados
a Auschwitz. Hoy deseo
Todo ser humano en cuanto criatura de recordarlos de todo corazón: especialDios, es nuestro hermano, indepen- mente sus sufrimientos, sus angustias.
dientemente de su origen y de su perte- Sus lágrimas nunca se deben olvidar. Y
nencia religiosa. Cada persona debe ser el pasado nos debe servir de lección
vista con benevolencia, como hace para el presente y para el futuro. El
Dios, que da su mano misericordiosa a Holocausto nos enseña que es necesaria
todos, independientemente de su fe y siempre la máxima vigilancia para pode su origen, y que se ocupa de las der intervenir tempestivamente en depersonas que más lo necesitan: los po- fensa de la dignidad humana y de la
bres, los enfermos, los marginados y los paz. Quisiera expresar mi cercanía a caindefensos. Allí donde la vida está en da testigo de la Shoah que aún vive; y
peligro estamos llamados todavía más a dirijo mi saludo a todos los aquí preprotegerla. Ni la violencia ni la muerte sentes.
tendrán jamás la última palabra frente
Queridos hermanos mayores, tenea Dios, que es el Dios del amor y de la mos que estar verdaderamente agradevida.
cidos por todo lo que ha sido posible
Tenemos que pedirle con insistencia realizar en los últimos 50 años, porque
para que nos ayude a practicar en Eu- entre nosotros han crecido y se han
profundizado la comprensión recíproca,
la mutua confianza y la amistad. Recemos juntos al Señor, para que conduzca nuestro camino hacia un futuro bueno, mejor. Dios tiene para nosotros
proyectos de salvación, como dice el
profeta Jeremías: «Pues sé muy bien lo
que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un
porvenir y una esperanza» (Jer 29, 11).
Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Haga resplandecer su rostro sobre
nosotros y nos dé su gracia. Dirija sobre nosotros su rostro y nos conceda la
paz (cf. Nm 6, 24-26). ¡Shalom alechem!
Costumbre
fija
La visión ecuménica del Papa Francisco
o de cuatro dimensiones
una cultura creíble del encuentro,
apuesta todo al encuentro directo entre
los cristianos y entre las varias Iglesias
y comunidades eclesiales, y lo hace con
la convicción de que, en tal encuentro,
no solo se halla la unidad, sino que
también se encuentra la verdad. En
efecto, «la verdad es un encuentro entre personas. La verdad no se hace en
un laboratorio, se hace en la vida, buscando a Jesús para encontrarlo». Este
encuentro con Jesucristo conduce inevitablemente al encuentro entre los hermanos y las hermanas cristianos.
Estas palabras el Papa Francisco las
pronunció en Caserta durante su visita
privada al pastor pentecostal Giovanni
Traettino, en julio de 2014, y esto revela
otra faceta, tan sorprendente como positiva, de su hacer ecuménico. El Papa
Francisco se dirigió con gran cordialidad a las comunidades eclesiales evangélicas y pentecostales. Recordando las
persecuciones contra los pentecostales
realizadas durante el fascismo en Italia
—persecuciones en las que también católicos tomaron parte y durante las cuales los miembros de las iglesias pentecostales fueron estigmatizados como
«fanáticos» y «locos»—, el Papa Francisco sintió el deber de pedir perdón
con las siguientes palabras: «Yo soy
pastor de los católicos y les pido perdón por aquellos hermanos y hermanas
católicos que no comprendieron y fueron tentados por el diablo, e hicieron la
misma cosa que los hermanos de José.
Pido al Señor que nos dé la gracia de
reconocer y perdonar».
Otro gran paso de reconciliación lo
dio el Papa Francisco en junio de 2015,
cuando el Pontífice fue a Turín para
encontrarse —el primero entre los Papas— con la comunidad valdense en el
templo valdense local. También en
aquella ocasión sintió la obligación de
pedir perdón. Y se expresó de modo
conmovedor: «Reflexionando en la hisSIGUE EN LA PÁGINA 8
VIENE DE LA PÁGINA 1
gogas y encontrarme con las comunidades reunidas allí, seguir de cerca
las fiestas y las conmemoraciones judías y dar gracias al Señor, que nos
dona la vida y nos acompaña en el
camino de la historia», dijo Bergoglio. Ampliando inmediatamente
después la célebre definición usada
por Juan Pablo II: «Vosotros sois
nuestros hermanos y nuestras hermanas mayores en la fe. Todos pertenecemos a una única familia, la familia
de Dios, que nos acompaña y nos
protege como su pueblo». Por eso el
documento por los cincuenta años
de la Nostra aetate reafirmó «el vínculo indisoluble que une a cristianos
y judíos», mientras «la Iglesia, aun
profesando la salvación a través de
la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el
amor constante y fiel de Dios por
Israel», dijo el Papa. Que concluyó
pidiendo una oración común para
que el Señor «guíe nuestro camino
hacia un futuro bueno».
L’OSSERVATORE ROMANO
página 8
viernes 22 de enero de 2016, número 3
Camino de cuatro dimensiones
toria de nuestras relaciones, no podemos dejar de entristecernos ante
las controversias y las violencias cometidas en nombre de la propia fe, y
pido al Señor que nos dé la gracia
de reconocernos todos pecadores y
saber perdonarnos unos a otros. Por
parte de la Iglesia católica, os pido
perdón. Os pido perdón por las actitudes y los comportamientos no
cristianos, incluso no humanos que,
en la historia, tuvimos contra vosotros».
Con estas dos peticiones de perdón por los pecados cometidos en el
pasado, el Papa Francisco mostró
que, a menudo, los actos fuertes son
más elocuentes que muchas palabras. Tales gestos son parte integrante del vocabulario ecuménico del
Santo Padre y hacen visible lo que
lo preocupa más profundamente. El
gesto realizado por el Papa Francisco durante su visita a la Iglesia pa-
búsqueda de la unidad, por ejemplo,
cuando afirmó de manera inequívoca
que la unidad de los cristianos “no
será el resultado de refinadas discusiones teóricas, en las que cada uno
tratará de convencer al otro del fundamento de las propias opiniones.
Vendrá el Hijo del hombre y todavía
nos encontrará discutiendo” (Homilía durante las vísperas en la solemnidad de la conversión de san Pablo
apóstol, 25 de enero de 2015).
Pero, por otra parte, en el Papa
Francisco también se encuentran claras y continuas referencias al papel
necesario, en las relaciones ecuménicas, del diálogo teológico, que el Papa sostiene y considera una importante contribución a la promoción
de la unidad de los cristianos. Para
él es fundamental el hecho de que
solamente una mirada teológica alimentada por la fe, la esperanza y el
amor logra generar una reflexión
teológica auténtica, que es «en realidad verdadera scientia Dei, participa-
“de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor”, como el
Santo Padre argumenta ampliamente
en su exhortación apostólica Evangelii gaudium. Se trata más bien «de
recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también
para nosotros».
Con referencia al intercambio de
dones, en el que podemos aprender
muchos de los demás, el Santo Padre menciona un ejemplo elocuente
y útil: «En el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos
la posibilidad de aprender algo más
sobre el sentido de la colegialidad
episcopal y sobre su experiencia de
la sinodalidad» (Evangelii gaudium,
246). Esta oportunidad de aprender
algo más sobre la sinodalidad, que
para el Papa Francisco también se
relaciona con una saludable «descentralización» y con una «conversión del papado», tiene naturalmente consecuencias también para el
ecumenismo, como el Santo Padre
triarcal de El Fanar en Constantinopla, cuando se inclinó en presencia
del patriarca ecuménico Bartolomé
pidiéndole la bendición para él y para la Iglesia de Roma, quedará seguramente impreso en la memoria. Estos gestos, que se inscriben en la tradición de los Pontífices anteriores,
traducen en la vida concreta una de
las convicciones fundamentales del
decreto conciliar Unitatis redintegratio, según el cual “el verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior”, conversión que no
es principalmente la de los otros, sino la propia, comportando la disponibilidad a reconocer de manera autocrítica las propias debilidades y a
admitir con humildad los propios
pecados. De este ecumenismo de la
conversión el Papa Francisco demuestra ser un protagonista creíble.
Según la convicción del Papa
Francisco, las dimensiones del esfuerzo ecuménico antes citadas deben preceder y, al mismo tiempo,
acompañar constantemente la otra
dimensión esencial del camino ecuménico, definida ecumenismo de la
verdad. Por tanto, el diálogo teológico está solamente en segundo lugar en el compromiso ecuménico. El
Papa Francisco lo repitió muchas veces, relativizando la importancia que
reviste el diálogo teológico en la
ción en la mirada que Dios tiene de
sí mismo y de nosotros», y requiere
una teología «hecha de rodillas»
(Discurso a la delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, 28
de junio de 2014).
Con este mismo espíritu, el Papa
Francisco y el patriarca ecuménico
Bartolomé, en su declaración conjunta, reafirmaron, en mayo de 2014
en Jerusalén, que «el diálogo teológico no pretende un mínimo común
denominador para alcanzar un
acuerdo», sino más bien «profundizar en la visión que cada uno tiene
de la verdad completa que Cristo ha
dado a su Iglesia, una verdad que se
comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu
Santo».
Para definir aún mejor la dimensión teológica del diálogo ecuménico, el Papa Francisco recurre de
buen grado a la expresión, utilizada
a menudo por el Papa Juan Pablo II,
de «intercambio de dones», que no
es «un mero ejercicio teórico», sino
«conocer a fondo las recíprocas tradiciones para comprenderlas y, algunas veces, también para aprender de
ellas» (Discurso a la delegación del
Patriarcado ecuménico de Constantinopla, 28 de junio de 2013). En efecto,
según el Papa Francisco, en los diálogos ecuménicos no se trata solo
recordó con ocasión de la conmemoración del quincuagésimo aniversario
de la institución del Sínodo de los
obispos.
El diálogo teológico de la verdad
es solamente una de las contribuciones aportadas al camino hacia la
unidad visible de los cristianos.
Igualmente importante a los ojos del
Papa Francisco es la forma de ecumenismo definida ecumenismo práctico, en el que se trata de hacer todo
lo que se puede hacer juntos: «Rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar la creación, muchas cosas que
tenemos en común. Y como hermanos debemos seguir adelante» (Audiencia general, 28 de mayo de 2014).
La colaboración ecuménica entre las
varias Iglesias y comunidades eclesiales es urgente, sobre todo a la luz
de los grandes desafíos de nuestro
tiempo, como el compromiso en favor de los pobres y de la salvaguardia de la creación, la promoción de
la paz y de la justicia social, la defensa de la libertad religiosa y el cuidado de las instituciones sociales del
matrimonio y de la familia. También, y sobre todo, la creciente globalización debe ser para los cristianos un ulterior motivo para consolidar e intensificar la colaboración
ecuménica al servicio del bien co-
VIENE DE LA PÁGINA 7
mún de la humanidad, como el Papa
Francisco escribió en el Mensaje dirigido a la X Asamblea general del
Consejo ecuménico de Iglesias celebrada en noviembre de 2013 en Busan, Corea del Sur: «El mundo globalizado en el que vivimos exige de
nosotros un testimonio común de la
dignidad donada por Dios a cada
ser humano y la promoción eficaz de
las condiciones culturales, sociales y
legales que permiten a las personas
y a las comunidades crecer en libertad».
A la luz de estos desafíos, el escándalo de las divisiones que aún
perduran en el seno de la cristiandad es absolutamente evidente.
Puesto que las divisiones dañan la
credibilidad del anuncio del Evangelio de Jesucristo, son «un escándalo,
un obstáculo para el anuncio del
evangelio de la salvación al mundo»
(Discurso a Justin Welby, arzobispo
de Canterbury, 16 de junio de 2014).
En particular, en su exhortación
apostólica Evangelii gaudium, el Papa Francisco insiste en el hecho de
que la credibilidad del anuncio cristiano sería mucho más grande «si
los cristianos superaran sus divisiones», que minan la credibilidad del
Evangelio: «Dada la gravedad del
antitestimonio de la división entre
cristianos, particularmente en Asia y
en África, la búsqueda de caminos
de unidad se vuelve urgente. Los
misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas,
quejas y burlas que reciben debido
al escándalo de los cristianos divididos». Por tanto, a los ojos del Santo
Padre, «el empeño por una unidad
que facilite la acogida de Jesucristo
deja de ser mera diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse
en un camino ineludible de la evangelización».
Aceptada la importancia del compromiso ecuménico para la unidad
de los cristianos y del camino común de todos los cristianos y de todas las Iglesias, es evidente, para el
Papa Francisco, que nosotros los
hombres no podemos lograr la unidad con nuestras solas fuerzas, sino
que más bien podemos recibirla como don del Espíritu Santo, que es la
fuente divina y el motor que impulsa
la unidad. El Papa Francisco expresó muchas veces esta convicción,
cuando afirmó que «la unidad no es
primariamente fruto de nuestro esfuerzo, sino de la acción del Espíritu
Santo a quien es necesario abrir
nuestro corazón con confianza para
que nos conduzca por las vías de la
reconciliación y la comunión» (Discurso a una delegación de la Federación luterana mundial, 21 de octubre
de 2013).
El modo mejor de prepararse para
acoger la unidad como don del Espíritu Santo es, para el Papa Francisco, la oración por la unidad. Precisamente porque los cristianos, gracias a su fe, saben que la unidad «es
primariamente un don de Dios por
el que debemos orar incesantemente», también son conscientes de la
responsabilidad que les corresponde
«de preparar las condiciones, cultivar el terreno del corazón, para que
esta gracia extraordinaria sea acogiSIGUE EN LA PÁGINA 10
número 3, viernes 22 de enero de 2016
L’OSSERVATORE ROMANO
página 9
La Misa diaria en Santa Marta
D errota
y victoria
La homilía del Papa Francisco durante la misa celebrada el jueves 14
de enero en Santa Marta se centró
en la fuerza de la oración del hombre de fe. El Pontífice comparó la
primera lectura y el Evangelio del
día, destacando cómo en estos textos
se habla «de una victoria y de una
derrota». En el pasaje tomado del
primer libro de Samuel (4, 1-11) se
lee, en efecto, acerca del pueblo de
Dios que «fue derrotado en batalla,
en guerra contra los Filisteos» mientras que en el Evangelio de Marcos
(1, 40-45) se narra, en cambio, la victoria sobre la enfermedad del leproso que se pone en las manos de Jesús. Dos resultados opuestos debidos a los distintos tipos de fe de los
protagonistas.
Francisco comenzó deteniéndose
sobre los eventos que llevaron al desastre para Israel, que «fue derrotada y cada uno huyó a su tienda. Fue
una gran derrota: cayeron 30.000 infantes. ¡Treinta mil! El Arca de Dios
también fue apresada y murieron
Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.
El pueblo, de este modo, había perdido todo. También la dignidad...».
Pero, ¿por qué, sucedió eso? se preguntó el Papa. El Señor siempre ha
estado con su pueblo: «¿Qué ha llevado a esta derrota?». El hecho es,
explicó, que el pueblo «paso tras paso, lentamente se había alejado del
Señor; vivían mundanamente», incluso se había hecho ídolos. Es verdad que los israelita iban al santuario de Siló pero lo hacían «un poco
como... si fuera una costumbre cultural: habían perdido la relación filial con Dios». He aquí, por tanto,
el punto central: «no adoraban más
a Dios». Por ello el Señor los dejó
solos». Se alejan y Dios los dejó actuar.
Pero no es todo. El Pontífice en
efecto, continuó su análisis del comportamiento de los israelitas. Cuando perdieron la primera batalla, «los
ancianos se preguntaron: “Pero, ¿por
qué nos ha derrotado hoy el Señor,
ante los filisteos? Vamos a recuperar
el arca de la Alianza”». En ese momento de dificultad, en efecto, «se
acordaron del Señor», pero una vez
más sin auténtica fe. De hecho, destacó el Papa, «se fueron a recuperar
el arca de la alianza como si fuera
algo —perdonad la palabra— un tanto “mágica”». Decían: «Recuperemos el arca, nos salvará». Pero en el
arca —subrayó Francisco— «estaba la
ley», esa ley «que ellos no observaban y de la cual se habían alejado».
Todo esto significa que «no existía
ya una relación personal con el Señor: se habían olvidado de Dios que
los había salvado».
Sucedió así que los israelitas llevaron el arca y que los filisteos al inicio se asustaron, pero después dijeron: «¡Pero no, comportémonos como hombres, sigamos adelante!». Y
vencieron. La masacre —comentó el
Papa— «fue total: 30.000 infantes. Y
además el arca de Dios fue tomada
por los filisteos; los dos hijos de Elí,
aquellos sacerdotes delincuentes que
se aprovechaban de la gente en el
santuario de Siló, Jofní y Pinjás mu-
rieron». Un balance desastroso: «el
pueblo sin infantes, sin jóvenes, sin
Dios y sin sacerdotes. Una derrota
total».
En el salmo responsorial (tomando del salmo 43) hallamos la reacción del pueblo cuando se da cuenta
de aquello que ha sucedido: «El Señor, nos ha rechazado y cubierto de
vergüenza». El salmista reza: «Levántate Señor, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro y
olvidas nuestra desgracia y opresión?». Esta, concluyó el Pontífice,
«es la derrota: un pueblo que se aleja de Dios acaba así». Y es una lección que vale para todos. También
hoy. También nosotros, aparentemente, somos devotos, «tenemos un
santuario, tenemos tantas cosas...».
Pero, preguntó el Papa, «¿tu corazón está con Dios? ¿Tú sabes adorar
a Dios?». Y si crees en Dios, pero
«un Dios un poco neblinoso, lejano,
que no entra en tu corazón y tú no
obedeces sus mandamientos», entonces significa que estás ante una «derrota».
Por otra parte, el evangelio habla
de una victoria. También en este caso Francisco ha querido recordar la
Escritura, en la que se narra que «vino a Jesús un leproso que le suplicaba de rodillas —precisamente con un
gesto de adoración— y le decía: “Si
quieres, puedes limpiarme”».
El leproso, explicó el Papa, en un
cierto sentido «reta al Señor diciendo: yo soy un derrotado en la vida».
En efecto, «era un derrotado, porque no podía hacer vida común; era
siempre un «descartado», dejado de
lado». Y continúa: «Tú puedes
transformar esta derrota en victoria».
Y «ante esto, Jesús tuvo compasión,
extendió la mano, y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”». Por lo
tanto, otra batalla: esta, sin embargo, «se acabó en dos minutos con la
victoria», mientras que la de los
israelitas duró «todo el día» y acabó
con la derrota. La diferencia está en
el hecho de que «aquel hombre tenía algo que lo impulsaba a ir hacia
Jesús» y a lanzarle ese reto. Esto es,
«tenía fe».
Para profundizar la reflexión, el
Pontífice citó un pasaje del quinto
capítulo de la primera carta de Juan,
donde se lee: «lo que ha conseguido
la victoria sobre el mundo es nuestra
fe». Y es precisamente lo que le sucedió al leproso: «Si quieres, puedes
hacerlo». Los derrotados descritos
en la primera carta, en cambio, «rezaban a Dios, llevaban el arca, pero
no tenían la fe, la habían olvidado».
A este punto el Papa llegó al núcleo de su reflexión, subrayando que
«cuando se pide con fe, Jesús mismo
ha dicho que se mueven las montañas». Y recordó las palabras del
Evangelio: «Lo que pidáis en mi
nombre, yo lo haré. Pedid y se os
dará, buscad y encontraréis, llamad
y se os abrirá». Todo es posible, pero sólo «con la fe. Y esta es nuestra
victoria».
Por ello, dijo Francisco concluyendo la homilía, «pidamos al Señor
que nuestra oración siempre tenga
esa raíz de fe»: pidamos «la gracia
de la fe». La fe, en efecto, es un don
y «no se aprende en los libros». Un
don del Señor que se debe pedir.
«“Dame la fe”. “Creo, Señor” ha dicho ese hombre que pedía a Jesús
que curase a su hijo: “Creo, Señor,
ayuda mi poca fe”». Por ello, debemos pedir «al Señor la gracia de rezar con fe, de estar seguros que cada
cosa que pedimos a Él nos será dada, con esa seguridad que nos da la
fe. Y esta es nuestra victoria: nuestra
fe».
Un paso
más allá
La fe es «un don» que no puede ser
comprado o adquirido por méritos
propios. Basándose en la liturgia del
día, el Papa Francisco, en la misa celebrada el viernes 15 de enero en
Santa Marta, continuó hablando sobre las características de la fe.
Recordando cómo el día anterior
el evangelio había presentado el episodio del leproso que le dice a Jesús:
«Si quieres, puedes limpiarme», el
Pontífice se centró en las figuras de
otros hombres que impulsados por
la fe se muestran «decididos» y «valientes». Retomando el pasaje de san
Marco (2, 1-12), Francisco relató el
episodio del paralítico llevado por
sus amigos frente a Jesús. Él, «como
siempre, está en medio de la gente,
mucha gente». Para acercar el enfermo a Él los amigos se atrevieron a
todo, «pero no pensaron en los ries-
gos» que conlleva «descolgar la camilla por el techo» o también el peligro de que «el propietario de la casa llamase a la policía y los enviase a
la cárcel». Ellos, de hecho, «pensaban sólo en acercarse a Jesús. Tenían
fe».
Se trata, dijo el Papa, de la «misma fe de la señora que también, en
medio de la multitud, cuando Jesús
fue a la casa de Jairo, se las arregló
para tocar los vestidos de Jesús, su
manto, para ser sanada». La misma
fe del «centurión que dijo: “No, no,
maestro, no te molestes: sólo una
palabra tuya, y mi criado quedará
sano”». Una fe «fuerte, valiente, que
va hacia adelante», con el «corazón
abierto».
Sin embargo, en este punto, señaló Francisco, «Jesús va un paso más
allá». Para explicarlo, el Papa recordó otro episodio del Evangelio, en el
que Jesús «en Nazaret, al comienzo
de su ministerio, se fue a la sinagoga
y dijo que había sido enviado para
liberar a los oprimidos, los presos,
dar vista a los ciegos... inaugurar un
año de gracia, es decir, un año —se
puede entender— de perdón, de
acercarse al Señor». Es decir, indicaba un nuevo camino, «un camino
hacia Dios». Lo mismo sucede con
el paralítico, al que no se limita a
decir: «Quedas sanado», sino: «Tus
pecados te son perdonados».
Con esta novedad, señaló el Papa,
Jesús provocó las reacciones de «los
que tenían sus corazones cerrados.
Quienes «ya aceptaban —hasta cierto
punto— que Jesús era un sanador»;
pero que también perdonase los pecados era «demasiado» para ellos.
Pensaban: «No tiene el derecho de
decir esto, porque sólo Dios puede
perdonar los pecados».
Entonces, Jesús replicó: «¿Por qué
pensáis estas cosas? Para que comprendáis que el Hijo del hombre tiene autoridad —he aquí, explicó Francisco, «el paso más allá»— para perdonar los pecados. Levántate, coge
la camilla y echa a andar». Jesús comienza a expresarse con aquel lenguaje «que en algún momento va a
desalentar a la gente», un lenguaje
duro, con el que «habla de comer su
cuerpo como un camino de salvación». Comienza, es decir, a «revelarse como Dios», algo que después
dejó claro ante el sumo sacerdote diciendo: «Yo soy el Hijo de Dios».
Un paso que se propone también
a la fe de los cristianos. Cada uno
de nosotros, de hecho, puede tener
fe en «Cristo, Hijo de Dios, enviado
por el Padre para salvarnos: sí, salvarnos de la enfermedad, el Señor
ha hecho y nos ayuda a hacer muchas cosas buenas»; pero sobre todo
hay que tener fe en que Él ha venido para «salvarnos de nuestros pecados, salvarnos y llevarnos al Padre».
Esto, dijo el Papa Francisco, es «el
punto más difícil de entender». Y
no sólo los escribas eran quienes decían: “¡Esto es blasfemia! Sólo Dios
puede perdonar los pecados”». Algunos discípulos, de hecho, «dudaron y se marcharon» cuando Jesús
se presentó «con una misión más
grande que la de un hombre, para
dar el perdón, para dar la vida, para
SIGUE EN LA PÁGINA 11
L’OSSERVATORE ROMANO
página 10
Un «prometedor camino hacia una
interpretación compartida, a nivel
sacramental, de Iglesia, Eucaristía y
ministerio»: de esta manera el
Pontífice definió el diálogo entre
luteranos y católicos, durante el
encuentro del lunes 18 de enero por la
mañana, con la delegación ecuménica
de la Iglesia luterana de Finlandia,
recibida en el Vaticano como parte de
la tradicional peregrinación por la
fiesta de san Enrique. Acompañados
por el cardenal Kurt Koch, presidente
del Consejo pontificio para la
promoción de la unidad de los
cristianos, y monseñor Matthias Türk,
asistente de la sección occidental del
dicasterio, estuvieron presentes: de la
Iglesia católica, el obispo de Helsinki
monseñor Teemu Sippo, el párroco don
Marco Pasinato, el secretario de la
curia Auli Nukarinen, dos religiosas, la
hermana Marja Liisa Makiranta y la
hermana Irene Dang, y dos
seminaristas, Tuomas Nyssola y Oskari
Juurikkale; de la Iglesia ortodoxa de
Finlandia, el metropolita de Helsinki,
Ambrosius, con un asistente; y de la
Iglesia evangélica luterana de
Finlandia, el obispo de Helsinki, Irja
Askola, con el director ejecutivo Kimmo
Kääriäinen y un colaborador.
Queridos hermanos
Eminencia:
y
hermanas,
Os dirijo mi cordial bienvenida a
vosotros, que también este año habéis querido visitar al obispo de Roma con ocasión de la tradicional peregrinación por la fiesta de san Enri-
Con la delegación ecuménica de la Iglesia luterana de Finlandia
Camino prometedor
que. Agradezco al obispo luterano
de Helsinki, Irja Askola, por sus
corteses palabras.
Vuestra peregrinación ecuménica
es un signo elocuente del hecho que,
como luteranos, ortodoxos y católicos, habéis descubierto lo que os
une y, juntos, deseáis dar testimonio
de Jesucristo, que es el fundamento
de la unidad.
Especialmente, estamos agradecidos al Señor por los resultados que
se han conseguido en el diálogo entre luteranos y católicos. Recuerdo el
documento común «Justification in
the Life of the Church». Sobre esta
base, este diálogo prosigue en su
prometedor camino hacia una interpretación compartida, a nivel sacramental, de Iglesia, Eucaristía y ministerio. Los importantes pasos adelante que hemos realizado juntos están construyendo un sólido fundamento de comunión de vida en la fe
y en la espiritualidad, y las relaciones se impregnan cada vez más de
un espíritu de serena confrontación
y de fraterno compartir.
La común vocación de todos los
cristianos está bien evidenciada por
el texto bíblico de referencia de la
Semana de oración para la unidad
viernes 22 de enero de 2016, número 3
de los cristianos, que inicia hoy:
«Vosotros, en cambio, sois un linaje
elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por
Dios para que anunciéis las proezas
del que os llamó de las tinieblas a su
luz maravillosa» (1 Pt 2,9).
En nuestro diálogo, todavía algunas diferencias permanecen en la
doctrina y en la práctica. Pero esto
no nos debe desanimar sino que, al
contrario, nos debe alentar a proseguir juntos el camino hacia una
siempre mayor unidad, también superando viejas concepciones y reticencias. En un mundo a menudo
golpeado por los conflictos y marcado por el secularismo y la indiferencia, todos unidos estamos llamados a
comprometernos en confesar a Jesucristo haciéndonos, cada vez más,
testigos creíbles de unidad y artífices
de paz y de reconciliación.
Queridos hermanos y hermanas,
me alegro de vuestro común compromiso con el cuidado de la creación, y os agradezco de corazón por
el gesto simbólico de hospitalidad
que habéis querido ofrecerme en
nombre del pueblo finlandés.
Con la esperanza que vuestra visita contribuya a reforzar posteriormente la colaboración entre vuestras
respectivas comunidades, pido para
todos vosotros abundantes gracias
de Dios y os acompaño de corazón
con mi fraterna bendición.
Os invito a que recemos juntos el
Padre Nuestro.
Camino de cuatro dimensiones
VIENE DE LA PÁGINA 8
da» (Discurso a la delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla,
28 de junio de 2013). Sin oración,
pues, no puede haber unidad, como
observó el Santo Padre el 24 de enero de 2015, durante su encuentro
ecuménico con las comunidades cristianas de vida consagrada: «El compromiso ecuménico responde, en
primer lugar, a la oración del Señor
Jesús mismo y se basa esencialmente
en la oración».
El Papa Francisco atribuye, por
un lado, una gran importancia a la
oración común, en la que podemos
vivir desde ahora la unidad. Por eso
las visitas de los jefes de otras Iglesias al Vaticano son siempre una
ocasión favorable para rezar en comunión con el Papa. Por otro lado,
el Santo Padre recuerda constante-
mente que los cristianos y las comunidades eclesiales deben rezar unos
por otros: «Que el Espíritu Santo
nos ilumine y nos guíe hacia el día
tan deseado en el que podamos
compartir la mesa eucarística» (Discurso a Karekin II, patriarca supremo
y catholicós de todos los armenios, 8 de
mayo de 2014). Poniendo en evidencia la oración por la unidad, el Papa
Francisco reconoce una importancia
especial al ecumenismo espiritual,
definido por el decreto sobre el ecumenismo del concilio Vaticano II
«alma de todo el movimiento ecuménico» (Unitatis redintegratio, 8).
Una forma particular de ecumenismo espiritual es la llamada por el
Papa «ecumenismo de la sangre».
Con tal definición, se refiere a la trágica realidad que nos presenta el
mundo actual, en el que muchísimos
cristianos son víctimas de intensas
persecuciones y las comunidades
cristianas se han convertido en Iglesias de mártires, hasta tal punto que
hoy tienen lugar más persecuciones
contra los cristianos que en los primeros siglos, y no hay Iglesia o Comunidad eclesial cristiana que no
tenga sus mártires. Hoy los cristianos son perseguidos no porque son
católicos u ortodoxos, protestantes o
pentecostales, sino porque son cristianos. El martirio es ecuménico. Se
puede hablar de un verdadero ecumenismo de los mártires o de un
ecumenismo de la sangre, que representa actualmente un gran desafío,
resumido por el Papa Francisco con
las siguientes y significativas palabras: «Si el enemigo nos une en la
muerte, ¿quiénes somos nosotros para dividirnos en la vida?» (Discurso
al Movimiento de la Renovación en el
Espíritu Santo, 3 de julio de 2015).
En el ecumenismo de la sangre, el
Papa Francisco vede el eje de todos
los esfuerzos ecuménicos tendentes
al restablecimiento de la unidad de
la Iglesia. Puesto que el sufrimiento
de tantos cristianos en el mundo
constituye una experiencia común
más fuerte que las diferencias que
aún dividen a las Iglesias cristinas,
el martirio común de los cristianos
es hoy «el signo más evidente» del
ecumenismo (Mensaje al Global
Christian Forum, 1 de noviembre de
2015). Como la Iglesia primitiva estaba convencida de que la sangre de
los mártires era la semilla de nuevos
cristianos, así también hoy debemos
estar animados por la esperanza de
que la sangre de tantos mártires de
nuestro tiempo se revele un día como semilla de plena unidad ecuménica del Cuerpo de Cristo. E incluso
debemos creer que en la sangre de
los mártires ya somos uno.
Si echamos una mirada a las varias dimensiones de la visión ecuménica del Papa Francisco, visión centrada sobre todo en la realidad del
«ecumenismo en camino», constatamos que, efectivamente, el compromiso ecuménico forma parte de las
prioridades del Santo Padre, como
había anunciado y prometido al inicio de su pontificado. Si, además de
esto, repasamos sus diversas iniciativas y sus numerosos encuentros ecuménicos, llegamos a la conclusión de
que el Papa Francisco, en continuidad con sus predecesores en el ministerio petrino, ejerce desde ahora
un primado ecuménico, y lo hace
con la convicción de que la dimensión del diálogo ecuménico es un aspecto esencial del ministerio del
Obispo de Roma, «hasta el punto
de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir
en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo» (Homilía durante las vísperas en la solemnidad de la Conversión de san Pablo
apóstol, 25 de enero de 2014). Debemos estar profundamente agradecidos por este primado ecuménico que
promueve la unidad de los cristianos.
*Cardenal prefecto del Consejo
pontificio para la promoción de la
unidad de los cristianos
número 3, viernes 22 de enero de 2016
L’OSSERVATORE ROMANO
página 11
Misa del Papa en Santa Marta
VIENE DE LA PÁGINA 9
recrear la humanidad». Tanto que el
mismo Jesús «tuvo que preguntar a
su círculo más cercano: “¿También
vosotros queréis marcharos?”».
La pregunta de Jesús sirvió al Papa para invitar a todos a preguntarse: «¿Cómo es mi fe en Jesucristo?
¿Creo que Jesucristo es Dios, el Hijo
de Dios? ¿Esta fe me cambia la vida? ¿Hace que mi corazón se renueve en este año de gracia, este año de
perdón, este año de acercamiento al
Señor?».
Se trata de una invitación a descubrir la calidad de la fe, conscientes
de que esta «es un don. Nadie “merece” la fe. Nadie la puede comprar». Francisco exhortó a hacerse la
pregunta: «¿Mi fe en Jesucristo me
lleva a la humillación? No digo a la
humildad: a la humillación, al arrepentimiento, a la oración que pide:
“Perdóname, Señor”», y que es capaz de dar testimonio: «Tú eres
Dios. Tú “puedes” perdonar mis pecados”».
De aquí la oración final: «Que el
Señor nos haga crecer en la fe» para
que nos hagamos como quienes habiendo oído a Jesús y visto sus obras
«se maravillaban y alababan a
Dios». De hecho, es «la alabanza la
prueba de que yo creo que Jesucristo
es Dios en mi vida, que fue enviado
a mí para “perdonarme”». Y la alabanza, agregó el Pontífice, «es gratuita. Es un sentimiento que da el
Espíritu Santo y que te lleva a decir:
“Tú eres el único Dios”».
O dres
nuevos
El cristiano que se esconde detrás
del «siempre se ha hecho así...» comete pecado, convirtiéndose en idólatra y rebelde y viviendo una «vida
parcheada, a medias», porque cierra
su corazón a las «novedades del Espíritu Santo». El Papa Francisco, en
la misa celebrada el lunes 18 de enero por la mañana en la capilla de la
Casa Santa Marta, invitó a dejar espacio a las «sorpresas de Dios» y a
liberarse de las «costumbres».
En la primera lectura, tomada del
primer libro de Samuel (15, 16-23),
«hemos escuchado —señaló el Papa—
como el rey Saúl es rechazado por
Dios por no obedecerle: el Señor le
dijo que iba a vencer la batalla, en la
guerra y que debía exterminarlo todo». Pero Saúl «no obedeció».
«Cuando el profeta reprochó a
Saúl esto y después lo rechazó en
nombre de Dios como rey de Israel,
él —continua el pasaje— ofrece una
explicación: “El pueblo ha dejado
con vida lo más selecto de las ovejas
y las vacas, para ofrecerlo en sacrificio al Señor”».
«Es una cosa buena hacer un sacrificio —explicó Francisco— pero el
Señor había ordenado, había dado
el mandato de hacer otra cosa». Y
entonces Samuel dice a Saúl: «¿Le
complacen al Señor los sacrificios y
holocaustos tanto como obedecer su
voz?». Por lo tanto, afirmó el Papa
«la obediencia va más allá» y supera
también las palabras de justificación
de Saúl: «He escuchado al pueblo y
el pueblo me ha dicho: ¡siempre se
ha hecho así! Las cosas de más valor
se ofrecerán al Señor, tanto en el
templo como para los sacrificios.
¡Siempre se ha hecho así!».
De esta forma «el rey que quería
cambiar este “siempre se ha hecho
así...”, dijo a Samuel: “Tuve miedo
del pueblo”». Saúl «tuvo miedo» y
por esto «dejó que la vida continuase contra la voluntad del Señor». El
mismo comportamiento —prosiguió
el Papa refiriéndose al pasaje litúrgico de san Marcos (2, 18-22)— nos lo
enseña Jesús en el Evangelio, cuando los doctores de la ley le reprochan que lo discípulos no ayunasen:
“Siempre se ha hecho así, ¿por qué
los tuyos no ayunan?”. Y Jesús respondió con este principio de vida:
“Nadie echa un remiendo de paño
sin remojar a un manto pasado; porque la pieza del manto —lo nuevo de
los viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres
viejos; porque el vino revienta los
odres, y se pierden el vino y los
odres; a vino nuevo, odres nuevos».
En esencia, afirmó Francisco,
«¿qué significa esto: que cambia la
ley? ¡No!». Significa, más bien, que
«la ley está al servicio del hombre,
que está al servicio de Dios, y para
esto el hombre tiene que tener el corazón abierto». La actitud de los
que dicen: «Siempre se ha hecho así
...» en realidad nace de «un corazón
cerrado». En cambio, «Jesús nos
dijo: “Voy a enviar al Espíritu Santo
y él os conducirá a la verdad plena”». Por lo tanto, «si tú tienes el
corazón cerrado a la novedad del
Espíritu, nunca llegarás a la verdad
plena». Y «tu vida cristiana será una
vida a medias, parcheada, remendada de cosas nuevas, pero sobre una
estructura que no está abierta a la
voz del Señor: un corazón cerrado,
porque no eres capaz de cambiar los
odres».
Precisamente «esto —explicó el
Pontífice— fue el pecado del rey
Saúl, por el cual fue rechazado». Y
también es «el pecado de muchos
cristianos que se aferran a lo que
siempre se ha hecho y
no dejan cambiar los
odres».
Terminando
así por vivir «una vida
a medias, parcheada,
remendada, sin sentido».
Pero «¿por qué sucede
esto? ¿por qué es tan
grave? ¿por qué el Señor
rechaza a Saúl y luego
elije a otro rey?». La respuesta la da Samuel
cuando «explica lo que
es un corazón cerrado,
un corazón que no
escucha la voz del
Señor, que no está
abierto a la
novedad del
Señor, al Espíritu
que
siempre nos
sorprende».
Quien tiene
un corazón
así, dice Samuel, «es un pecador».
Se lee en el pasaje bíblico: «Sí, el
pecado de adivinación es la rebeldía,
es culpa y terafim —es decir idolatría— la obstinación». De aquí que,
afirmó Francisco, «los cristianos obstinados en el “siempre se ha hecho
así, este es el camino, este es la vía”,
pecan: pecan de adivinación»: es
«como si fuesen al quiromante». Así
que al final resulta «más importante
aquello que se dijo y que no cambia;
lo que siento —dentro de mí y de mi
corazón cerrado— que la palabra del
Señor». Y esto «es también pecado
de idolatría: la obstinación. El cristiano que se obstina, peca, peca de
idolatría». Frente a esta verdad, la
pregunta que debemos hacernos es:
«¿Cuál es el camino?». Francisco sugirió «abrir el corazón al Espíritu
Santo, discernir cuál es la voluntad
de Dios». Es verdad que «siempre,
después de las batallas, el pueblo tomaba todo para los sacrificios al Señor, también para su propia beneficio, incluso las joyas para el templo». Y «era costumbre en la época
de Jesús, que los buenos israelitas
ayunaran». Pero, explicó, «hay otra
realidad: está el Espíritu Santo que
nos conduce a la verdad plena». Pero «para esto necesita de corazones
abiertos, corazones que no se obstinan en el pecado de la idolatría de
sí mismos», que consideran que «es
más importante lo que pienso» que
«la sorpresa del Espíritu Santo».
Y «esto —comentó el Papa— es el
mensaje que hoy nos da la Iglesia; y
que Jesús dice con tanta fuerza:
“¡Vino nuevo en odres nuevos!”».
Porque, repitió, «ante las novedades
del Espíritu, ante las sorpresas de
Dios, también las costumbres deben
renovarse». Antes de continuar la
celebración, Francisco dijo que espera «que el Señor nos dé la gracia de
un corazón abierto, un corazón
abierto a la voz del Espíritu, que sepa discernir lo que nunca debe cambiar, porque es fundamento, de
aquello que tiene que cambiar para
poder recibir la novedad del Espíritu
Santo».
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 22 de enero de 2016, número 3
En la audiencia general el Pontífice habla del octavario por la unidad de los cristianos
La misericordia es más fuerte que las divisiones
Y es un testimonio concreto de unidad entre los cristianos
Letonia, católicos, luteranos y ortodoxos. Este origen es nuestro Bautismo común. El Concilio Vaticano II
afirma que «el Bautismo, por tanto,
constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre todos los
que con él se han regenerado» (Unitatis redintegratio, 22). La primera
Carta de Pedro está dirigida a la primera generación de cristianos para
hacerlos conscientes del don recibido con el Bautismo y de las exigencias que este comporta. También noQueridos hermanos y hermanas, sotros, en esta Semana de oración,
¡buenos días!
estamos invitados a redescubrir todo
Hemos escuchado el texto bíblico esto, y a hacerlo juntos, yendo más
que este año guía la reflexión en la allá de nuestras divisiones.
En primer lugar, compartir el
Semana de oración para la unidad
de los cristianos, que se celebra del Bautismo significa que todos somos
18 al 25 de enero: esta semana. Tal pecadores y tenemos necesidad de
pasaje de la Primera Carta de san ser salvados, redimidos, liberados
Pedro ha sido elegido por un grupo del mal. Este es el aspecto negativo,
ecuménico de Letonia, encargado que la primera Carta de Pedro llama
por el Consejo ecuménico de las «tinieblas» cuando dice: «[Dios] los
ha llamado fuera de
las tinieblas para conducirlos a su luz maCompartir el Bautismo significa
ravillosa». Esta es la
experiencia
de
la
que todos somos pecadores
muerte, que Cristo ha
y tenemos necesidad de ser salvados
hecho propia, y que es
simbolizada
en
el
Bautismo al ser suIglesias y por el Consejo pontificio mergidos en el agua, y a la cual sipara la promoción de la unidad de gue el resurgir, símbolo de la resurrección a la nueva vida en Cristo.
los cristianos.
Cuando nosotros cristianos decimos
En el centro de la catedral luteraque compartimos un solo Bautismo,
na de Riga hay una pila bautismal afirmamos que todos nosotros —cadel siglo XII, el tiempo en que Leto- tólicos, protestantes y ortodoxos—
nia fue evangelizada por san Mei- compartimos la experiencia de estar
nardo. Esa fuente es un signo elo- llamados de las despiadadas y aliecuente de un sólo origen de la fe re- nantes tinieblas al encuentro con el
conocida por todos los cristianos de Dios vivo, lleno de misericordia. To«La misericordia de Dios, que actúa
en el Bautismo, es más fuerte que
nuestras divisiones». Lo recordó el
Papa Francisco en la audiencia general
del miércoles 20 de enero, hablando a
los fieles presentes en el Aula Pablo VI
de la semana de oración por la unidad
de los cristianos que se celebra este año
sobre el tema «Destinados a proclamar
las grandezas del Señor» basado en un
pasaje de la primera Carta de Pedro
(2, 9).
dos, de hecho, desgraciadamente, sericordia de Dios, que actúa en el
experimentamos el egoísmo, que ge- Bautismo, es más fuerte que nuestras
nera división, cerrazón, desprecio. divisiones. En la medida en que acoVolver a partir del Bautismo quiere gemos la gracia de la misericordia,
decir reencontrar la fuente de la mi- nos volvemos cada vez más plenasericordia, fuente de esperanza para mente pueblo de Dios, y también
todos, porque ninguno está excluido de la
misericordia de Dios.
Somos realmente pueblo santo de Dios,
Compartir esta graaun si, a causa de nuestros pecados, no
cia crea un vínculo indisoluble entre nososomos todavía un pueblo plenamente unido
tros los cristianos, así
que, en virtud del
Bautismo,
podemos
considerarnos todos realmente her- llegamos a ser capaces de anunciar a
manos. Somos realmente pueblo todos sus obras maravillosas, precisanto de Dios, aun si, a causa de samente a partir de un sencillo y franuestros pecados, no somos todavía terno testimonio de unidad. Nosoun pueblo plenamente unido. La mi- tros cristianos podemos anunciar a
todos la fuerza del Evangelio comprometiéndonos a compartir las
obras de misericordia corporales y
espirituales. Este es un testimonio
concreto de unidad entre nosotros
cristianos: protestantes, ortodoxos y
católicos.
Al término de la audiencia el Pontífice
saludó a los peregrinos de lengua
española.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En esta Semana de Oración pidamos que todos los discípulos de Cristo encontremos el modo de colaborar juntos
para llevar la misericordia del Padre
a cada rincón de la tierra. Que Dios
los bendiga.
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