111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1393 Actas del Sexto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Valencia, 21-24 octubre 2009, eds. S. Huerta, R. Marín, R. Soler, A. Zaragozá. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2009 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc Isabel Tarrío Alonso En el siglo XIX, particularmente en su segunda mitad, proliferaron en toda Europa los estudios sobre la arquitectura gótica en los que se enfatizaba el concepto «funcional» de su estructura. En el origen de este enfoque se encuentra E. E. Viollet-le-Duc, quien en el decenio de 1840 empezó a publicar en los Annales Archéologiques una serie excepcional de estudios sobre la construcción gótica. Sus dos artículos iniciales acerca del origen y la geometría del estilo gótico y de la técnica de la construcción de bóvedas de fábrica, dieron paso a otras dos publicaciones sobre la estática y el funcionalismo, que recogen las primeras reflexiones sobre el comportamiento estructural de los edificios del citado estilo. Por primera vez, los aspectos técnicos ocupan un lugar central en el análisis e interpretación de la arquitectura gótica. Viollet plantea la idea de que las formas de dicha arquitectura responden a razonamientos lógicos y a cuestiones funcionales. Bajo este punto de vista racional y utilitario, surgido del contacto directo con la restauración, se enmarcan sus explicaciones sobre el comportamiento de los edificios y, particularmente, de los elementos que los constituyen. Sus postulados sobre la estructura gótica se basan su interpretación de la mecánica de las bóvedas, distinguiendo entre miembros activos o sustentantes y pasivos o sustentados. A este respecto sostiene que los nervios de las bóvedas actúan como cimbras permanentes soportando el peso de la plementería y trasladándolo hacia los apoyos; que el peso de los pináculos aporta a los contrafuertes la estabilidad nece- Figura 1 Portada del tomo IV del Dictionnaire raisonné de l’Architecture Française du XI au XVI siécle de Viollet-le-Duc 111_09 aju 129-214 Tarrío 1394 16/10/09 10:52 Página 1394 I. Tarrío saria para resistir los empujes procedentes de los arbotantes... En definitiva, defiende el utilitarismo y el funcionalismo de las construcciones góticas; teoría a la que será fiel hasta su muerte. El principal compendio de sus planteamientos se encuentra en su Dictionnaire raisonné de l’Architecture Française du XI au XVI siécle (Viollet-le-Duc 1854–1868), donde repite y desarrolla algunas de las ideas anteriores recogidas en los Annales Archéologiques (figura 1). Esta obra tuvo una influencia enorme en su época y, de hecho, su influjo se deja sentir todavía hoy. Auguste Choisy (1899, 1899) en su Histoire de l’architecture profundizó y amplió las ideas de Viollet sobre la estructura gótica (véase la explicación racional de la construcción de bóvedas y del funcionamiento de los nervios y la plementería, que ofrece en su obra). La enorme popularidad del libro de Choisy contribuyó, aún más, a afianzar las teorías del gótico de Viollet. pondiendo únicamente su presencia a factores económicos (resultaba más rentable ejecutar las bóvedas con las nervaduras que sin ellas); varios años más tarde, en 1928, el ingeniero Victor Sabouret, defiende que el papel de los nervios de las bóvedas es exclusivamente decorativo. En lo referente al funcionamiento de los elementos de contrarresto, destacamos las aportaciones de Bond, Enlart, Gaudet, Hamlin, Jackson, Moore..., quienes coincidieron en afirmar que los arbotantes sólo transmiten los empujes de las bóvedas cuando actúan como puntales. En 1920, Roger Gilman llevó a cabo un exhaustivo estudio de los efectos que los bombardeos de la Primera Guerra Mundial causaron en las catedrales de Reims y Soissons (figura 2). Aunque su teoría de la arquitectura, basada en cinco principios generales PRIMERAS CRÍTICAS A LAS TEORÍAS RACIONALISTAS Las críticas a la teoría «racional» de Viollet no se hicieron esperar. En el año siguiente a su muerte, 1880, Anthyme de Saint Paul publica una extensa memoria crítica, Viollet le Duc et son système archéologique, cuyo contenido sería aceptado por otros arqueólogos franceses como Brutails o Vaillant. A estas discusiones iniciales, con las cuales se pretendía demostrar que las construcciones góticas carecían de la lógica y la racionalidad supuesta por Viollet, se sumaron, posteriormente, numerosos autores de la época. Comenzó entonces, un vivo debate en Francia sobre la estructura gótica, que se desarrolló en el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX (hasta aproximadamente la Segunda Guerra Mundial), entre los que, al igual que Viollet, apoyaban la teoría de la lógica constructiva y racional de los edificios góticos, y los que, por el contrario, consideraban que existía una primacía de las cualidades estéticas en estas construcciones. Las objeciones dirigidas al comportamiento estructural de los edificios se lanzaron, esencialmente, contra los razonamientos de Viollet sobre la función de los nervios en las bóvedas de crucería o la de los arbotantes y los pináculos en el sistema de contrarresto de las bóvedas. Así, en 1911 Porter sugiere que la función de los nervios se había exagerado, res- Figura 2 Estado de la catedral de Soissons tras los bombardeos de la Primera Guerra Mundial (Gilman 1920) 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1395 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc (lógica constructiva, índole dinámica, armazón estructural, manifestación de la estructura y ligereza), contrasta claramente con la de Viollet, coincide en algunos aspectos claves como el de la función de los nervios en las bóvedas. POL ABRAHAM: VIOLLET-LE-DUC Y EL RACIONALISMO MEDIEVAL El ataque, aparentemente definitivo, contra las teorías de Viollet es obra del ilustre arquitecto Pol Abraham. Su polémica tesis doctoral, Viollet-le-Duc et le rationalisme médiéval, defendida en 1933 en la Escuela de Bellas Artes de París y publicada después como libro en 1934 (figura 3), constituye una crítica feroz a la aproximación racional a la arquitectura gótica. En ella se contempla que las formas de la arquitectura (nervios, arbotantes, pináculos...) carecen de Figura 3 Portada de la tesis doctoral de Pol Abraham publicada en 1934 1395 función estructural alguna y, por lo tanto, no son necesarias. El celo en su investigación y su enfoque extremadamente académico han permitido que sus argumentos, no siempre correctos, hayan convencido a generaciones posteriores (Rave 1939–1940) de la falsedad de las teorías de Viollet y Choisy. El objeto de su tesis no era otro sino el de difundir una interpretación del equilibrio estructural de los edificios de fábrica que pusiera de manifiesto lo erróneo de las concepciones de Viollet-le-Duc; y lo hace con tal virulencia que «precoces y apriorísticas», «no evolucionadas», «anacrónicas», «falsas invenciones», «postulados gratuitos», «desarrollos contradictorios», «romanticismo reprimido y vergonzoso»,... son algunos de los calificativos y expresiones que utiliza para referirse a la doctrina del maestro racionalista. Como punto de partida, Abraham sostiene que la base del funcionamiento de las estructuras de fábrica radica en la incapacidad de los morteros medievales de soportar tracciones y en la consecuente necesidad de que la fábrica trabaje exclusivamente a compresión simple. De este modo, un arco o una bóveda son estables cuando todos sus elementos están comprimidos (figura 4); y las fisuras, tan comunes en edificios no restaurados, no son más que evidentes manifestaciones de la aparición de tensiones de tracción en la estructura. Su análisis exhaustivo de las teorías de Viollet abarca tanto planteamientos generales y cuestiones básicas, como elementos concretos y específicos de las construcciones medievales (bóvedas, pilares, arbotantes...). A nivel conceptual destacamos su interés por la noción de elasticidad, entendida por Pol Abraham como la propiedad que poseen los cuerpos para recuperar su forma primitiva después de la deformación, y por Viollet y sus seguidores (Choisy, Enlart,...) como la capacidad de deformación permanente sin rotura de un elemento. Esto último es lo que Pol Abraham denominaría plasticidad. En el presente escrito nos centraremos fundamentalmente en las críticas de las teorías sobre el comportamiento de bóvedas y de arcos, elementos en torno a los cuales se vertebró el grueso del debate sobre la arquitectura gótica suscitado entre los siglos XIX y XX. Quedarán, por ende, en un segundo plano las discusiones relativas al funcionamiento de los contrafuertes, los pináculos, los soportes... 111_09 aju 129-214 Tarrío 1396 16/10/09 10:52 Página 1396 I. Tarrío Figura 5 Comparación entre los empujes desarrollados por dos bóvedas de las mismas dimensiones, una de hormigón de 1000 kg/m3 (A) y la otra de granito de 3000 kg/m3 (B) (Abraham 1934) Toda bóveda empuja, en mayor o menor medida, pero empuja». Con esta lacónica afirmación comienza el discurso argumental de Pol Abraham (1934) sobre el comportamiento de las bóvedas de fábrica. Su punto de vista no sólo diverge de las ideas de Viollet-le-Duc, sino que es radicalmente opuesto al de numerosos arqueólogos coetáneos (Choisy, Brutails, Enlart...), partidarios de que los arcos o las bóvedas sólo empujan cuando están constituidos por dovelas capaces de abrirse por las juntas. En general, existía una tendencia generalizada a considerar que las construcciones monolíticas abovedadas (tanto de hormigón como de fábrica) no empujaban. Figura 4 Comparación entre las cargas máximas resistidas por vigas de madera (A) y de hormigón (B y B’) trabajando a flexión y un arco de hormigón (C) funcionando a compresión (Abraham 1934) Sin embargo, las discrepancias sobre los empujes de las bóvedas no se limitan a la existencia o inexistencia de los mismos. Uno de los primeros razonamientos expuesto en la tesis de Pol Abraham preten- 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1397 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc 1397 Figura 6 Relación entre el espesor de la plementería, la forma del intradós del arco y empuje que produce la bóveda (Abraham 1934). de dar respuesta a cuáles son aquellos factores que pueden hacer variar la magnitud de dichos empujes en una bóveda. Mediante varios ejemplos gráficos y numéricos Abraham muestra cómo la densidad del material empleado, el espesor de la plementería y la forma del intradós de la bóveda (compara los perfiles de medio punto con los apuntados), son los tres aspectos más determinantes en el valor del empuje. La densidad y el espesor, en definitiva, el peso de la bóveda, son prácticamente proporcionales al empuje de la misma, de modo que, si se combinan los valores usuales en la construcción, en rango de empujes podría oscilar entre 1 y 12 (figura 5). Por su parte, el apuntamiento de los arcos o de las bóvedas permite reducir notablemente los empujes, hasta el punto que para desarrollar el mismo empuje, el arco apuntado necesita el doble de espesor que el de medio punto (figura 6). Este modo de entender las construcciones abovedadas es completamente diferente al planteado por Viollet-le-Duc, quien afirmaba que la magnitud y la existencia de empujes dependen de la naturaleza del material, de la calidad de los morteros empleados y sobre todo del aparejo y del empleo de piezas en forma de dovelas. Los cañones sobre arcos fajones Una de las grandes discrepancias con la escuela racionalista es la función que desempeñan los arcos fajones en las bóvedas de cañón (figura 7). Pol Abraham apunta que su utilidad está muy limitada y basa sus explicaciones en el comportamiento de una bóveda de cañón dividida hipotéticamente en arcos independientes. En cada uno de estos arcos, 111_09 aju 129-214 Tarrío 1398 16/10/09 10:52 Página 1398 I. Tarrío Figura 7 Elementos que constituyen una bóveda de cañón según Viollet-le-Duc (1854–1868). los esfuerzos se trasmiten por el camino más corto, siguiendo la línea de máxima pendiente (figura 8). De este modo, el cañón solo trabaja en sentido transversal, y los apoyos longitudinales reciben todos los esfuerzos (peso y empuje), mientras que los muros perpendiculares a los anteriores, situados bajo las bóvedas, no tienen función portante alguna y se podrían eliminar. Con este simple razonamiento Abraham pretende demostrar que si los tramos de bóveda comprendidos entre dos fajones se sostienen por sí mismos, los fajones no son necesarios. La ideología romántica de Pol Abraham le conduce a defender que los fajones tienen fines puramente estéticos y que, en ningún caso, son elementos portantes. Si bien es cierto que los fajones trabajan de manera solidaria con las bóvedas, como así lo confirman las fisuras que atraviesan conjuntamente los fajones y los plementos, no podemos perder de vista (y este es, según Abraham, el error de la escuela de Viollet) que las fábricas no pueden trabajar a tracción. Así, cuando una bóveda no está muy cargada el cañón resiste perfectamente sin la necesidad de la Figura 8 Descomposición de una bóveda de cañón en arcos virtuales elementales y trayectoria que describen los esfuerzos (Abraham 1934). existencia de los fajones y cuando, por el contrario, ésta tiene mucha carga, las tracciones que se desarrollan en el intradós de la clave obligan al arco fajón a fisurarse, perdiendo cualquier posible función estructural. Al margen de su capacidad portante, Pol Abraham niega rotundamente el papel de refuerzo estructural que Viollet-le-Duc atribuye a los fajones, atreviéndose incluso a afirmar que su presencia en las bóvedas, lejos de constituir una ventaja constructiva o estructural, contribuye a reducir la estabilidad del conjunto. Desde su punto de vista, los fajones no sólo son poco útiles sino que además aumentan el empuje de la bóveda favoreciendo la inclinación de los pilares y como consecuencia el colapso de la bóveda. Esta idea de que los fajones aumentan el empuje de las bóvedas es precisamente el fundamento de la crítica a la idea de cimbra permanente planteada por Viollet. Si las cimbras se construyen con la finalidad de suprimir los empujes en las bóveda, ¿qué sentido tiene considerar que los fajones puedan funcionar como cimbras permanentes? La idea de que estos elementos refuerzan o alivian el peso de la bóveda es, según dice, fruto del «antropomorfismo de la estructura» inventado por Viollet-le-Duc. 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1399 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc 1399 La bóveda de crucería El origen de las discusiones sobre el comportamiento de las bóvedas de crucería parte de la propia concepción de los elementos que las conforman y de los vínculos que entre ellos se establecen. Viollet-leDuc afirma que las bóvedas están constituidas por dos elementos claramente diferenciados: un «esqueleto de nervios» (entre los que se incluyen los fajones, los formeros, los diagonales...) que descomponen los empujes y los dirigen hacia los puntos de apoyo, y una membrana flexible y deformable (la plementería) que descansa sobre los nervios (figura 9). Esta particular visión de la bóveda de crucería conduce a concebir la estructura como una cimbra permanente (los arcos) que sostiene a los plementos cuya única misión es la de cubrir un cierto espacio. Existe, por tanto, completa independencia entre los nervios y la plementería, y entre tramos contiguos de bóvedas. La concepción de Pol Abraham de este tipo de bóvedas es completamente distinta a la descrita por su compatriota, no sólo en cuanto a la descomposición en elementos, sino también en lo relativo al funcionamiento estructural (figura 10). Para Abraham, las bóvedas están constituidas por los enjarjes, los arcos laterales y por la bóveda propiamente dicha (no diferencia entre plementería y nervaduras). Los enjarjes forman parte simultáneamente de los pilares y de la bóveda, pudiendo construirse sin cimbras al no desarrollar empuje alguno. Los arcos laterales, es decir, los arcos fajones y los formeros, se apoyan sobre los enjarjes, transmitiéndoles los empujes que ejercen. Es fundamental resaltar que el modo de trabajo de estos arcos vuelve a ser el explicado anteriormente para el caso de los fajones de las bóvedas de cañón: siguiendo la dirección de la curvatura más grande, o lo que es lo mismo, de pilar a pilar. De este modo, los empujes de los arcos formeros se contrarrestan tramo a tramo, mientras que los de los fajones no, debiendo ser soportados por elementos adicionales tales como los contrafuertes o los arbotantes. El último elemento al que Pol Abraham hace mención es la bóveda. La describe como la pieza central de cobertura delimitada por los arcos laterales, sin diferenciar entre las piedras que dan forma a los nervios y las que pertenecen a los plementos. A su manera de entender, carece de sentido hablar de autonomía entre la plementería y las nervaduras. Figura 9 Esqueleto de nervios y dos posibles disposiciones de la plementería en las bóvedas de crucería (Viollet-le-Duc 1854–1868) 111_09 aju 129-214 Tarrío 1400 16/10/09 10:52 Página 1400 I. Tarrío Figura 10 Elementos que constituyen una bóveda de crucería (A, B y C), esquema de funcionamiento y de transmisión de empujes (D y E) y secciones de los arcos diagonales (G y H) (Abraham 1934). Pol Abraham acude al análisis de las fisuras presentes en las bóvedas para demostrar la independencia entre lo que él considera bóveda y los arcos fajones y formeros. En su opinión, las plementerías constituyen bóvedas en sí, capaces incluso de sustentarse a sí mismas, y las discontinuidades que provocan las denominadas fisuras de Sabouret, en el encuentro de las bóvedas con los arcos laterales, así lo confirman (figura 11). Continuando con su estudio de las fisuras, asegura que si éstas afectan a todo tipo de bóvedas, tanto si cuentan con nervios en las aristas como si no los tienen, entonces, el papel de estos nervios en las bóvedas de crucería es completamente accesorio. En definitiva, entiende que las bóvedas están compuestas por plementerías independientes y autoportantes donde los nervios cumplen una función estrictamente decorativa. La analogía entre las bóvedas de cañón con sus fajones y las de crucería con los nervios es clara. El mismo Pol Abraham compara, en su tesis doctoral, estos dos tipos de abovedamientos, estableciendo que la función que desempeñan los arcos fajones en las bóvedas de cañón es semejante a la de los nervios diagonales en las bóvedas de crucería. No obstante, a 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1401 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc Figura 11 Fisuras habituales de las bóvedas góticas: en la línea de claves, de Sabouret y de separación de la bóveda con el muro (Abraham 1934) las explicaciones utilizadas anteriormente para las bóvedas de cañón, que se pueden resumir en que los nervios no tienen utilidad, que no cumplen función estructural y que perjudican la estabilidad de la estructura al aumentar los empujes, Pol Abraham añade nuevos argumentos específicos para las bóvedas de crucería con los que pretende desautorizar, más aún si cabe, las teorías de Viollet-le-Duc. Comienza argumentando, mediante un sencillo ejemplo numérico que las secciones empleadas en los nervios de las bóvedas que él denomina «de grandes dimensiones» son insuficientes para soportar todo el peso de las mismas; de modo que, si realmente las nervaduras tuvieran la misión de transmitir todos los esfuerzos de la estructura, deberían contar 1401 con secciones mucho mayores que las existentes. En segundo lugar, destaca la falta de proporcionalidad entre los esfuerzos a los que, según Viollet-le-Duc, estarían sometidos los nervios, y las dimensiones de los perfiles empleados. La utilización de los mismos tamaños, en nervios situados en diferentes posiciones de las bóvedas o, como sucede frecuentemente, en bóvedas con tamaños muy dispares, manifiesta que el constructor medieval nunca concibió estos elementos como partes fundamentales de la estructura del edificio. Sobretodo si observamos cómo, con independencia del tamaño o del peso de la bóveda a la que pertenece, la evolución del nervio gótico, a lo largo de la historia, ha sido siempre hacia un nervio cada vez más tallado, con secciones que casi podemos considerar despreciables (existen incluso ejemplos de bóvedas muy cargadas sin nervios) y, por lo tanto, sin función estructural alguna. Lejos de las influencias de las doctrinas de Viollet, Pol Abraham niega el papel constructivo o utilitario de las ojivas o diagonales como cimbras durante la construcción, como puntales que refuerzan el esqueleto de la estructura, como cubrejuntas... Igualmente rechaza un origen del empleo de los nervios vinculado a la dificultad de la talla de las piezas que conforman las aristas, alegando que la mayor parte de las construcciones en piedra se revestían con pinturas que ocultaban el aparejo real y con las que se lograban disimular las imperfecciones en la ejecución de las dovelas. Tampoco encuentra ningún argumento válido que le permita relacionar la delgadez de los plementos con la necesidad de nervios: sus dudas sobre si los arcos diagonales virtuales serían capaces de resistir los empujes cuando el espesor de la bóveda es muy pequeño, quedaron rápidamente resueltas al suponer que cuanto más delgados sean los plementos, menos pesará la bóveda y, por tanto, menos carga tendrán que soportar las aristas. Para estudiar el comportamiento de las bóvedas de arista, Pol Abraham recurre a los mismos métodos utilizados en la bóveda de cañón. Se imagina la bóveda dividida en arcos elementales que transmiten la carga a los diagonales, donde se crea un arco virtual diagonal embebido en el espesor de la plementería. Estos arcos virtuales, que pueden o no materializarse en nervios, son quienes soportan realmente todo el peso de la bóveda, trasladando los empujes hacia los apoyos. A tenor de las explicaciones dadas, las bóve- 111_09 aju 129-214 Tarrío 1402 16/10/09 10:52 Página 1402 I. Tarrío INFLUENCIA DE LAS TEORÍAS DE POL ABRAHAM EN EL CONTEXTO DE LAS TEORÍAS ESTRUCTURALES GÓTICAS Figura 12 Dirección y el sentido de los esfuerzos en las bóvedas de arista según Viollet-le-Duc (A) y Pol Abraham (B) (Abraham 1934) das trabajarían en la dirección de mayor curvatura (la descrita por una bola rodante por el extradós), es decir, en sentido perpendicular al planteado por Viollet-le-Duc (figura 12). Según Pol Abraham, el error fundamental de la escuela racionalista radica en suponer que los plementos se apoyan o descansan sobre los nervios, sin que, en ningún caso, ambas partes se unan para funcionar conjuntamente. A su juicio, esta teoría no es matemáticamente demostrable ya que conduce a resultados cuyos órdenes de magnitud no son admisibles en las fábricas. Un ejemplo de esta incompatibilidad la encontramos en la teoría de los rigidizadores de Choisy (1899): si los nervios pudieran funcionar como rigidizadores que toman la mayor parte de la carga de la bóveda, las tensiones en la bóveda sufrirían un cambio brusco entre dos puntos muy próximos (el paso del nervio a la plementería). Este supuesto violaría una de las hipótesis de la resistencia de materiales: la de la «conservación de las secciones planas». En definitiva, para Pol Abraham los nervios no tienen más que un papel estructural ocasional y muy limitado, y una utilidad constructiva despreciable. En este marco tan restringido, las bóvedas de crucería únicamente pueden atender a razones de índole estética. Las tesis de Pol Abraham marcan un punto de inflexión en la evolución de las teorías sobre el comportamiento estructural de los edificios góticos. Hasta su publicación, y con salvedad de algunas tímidas aportaciones por parte de un reducido número de autores (Sabouret, Porter,...), las ideas del maestro defensor de la escuela racionalista, Viollet-le-Duc, eran aceptadas como dogmas por los estudiosos de las construcciones medievales. Su libro, aunque contiene numerosos errores e inexactitudes, se presenta como la «avanzadilla» a las nuevas hipótesis sobre el funcionamiento de las estructuras de fábrica, desarrolladas en los años centrales del siglo XX, y que por vez primera cuestionan seriamente la veracidad y la validez de las teorías tradicionales. En el decenio de los años 1930 se sucedieron abundantes publicaciones, que recogen las opiniones de grandes arqueólogos expertos en la materia, referentes a la construcción de la estructura medieval. El extenso ensayo de Marcel Aubert (1934), acerca de las primeras bóvedas nervadas, pone de manifiesto las discrepancias de su autor tanto con las ideas de Viollet como con las de Abraham. Las conclusiones de sus reflexiones sobre la función de los nervios en las bóvedas, muestran cómo ambas teorías pueden ser en determinados aspectos correctas y parcialmente compatibles. En esta misma línea encontramos los escritos del ingeniero Masson en 1935 o de Henri Focillon en 1939. La Segunda Guerra Mundial marca el fin de este debate, el cual no se reanudará después con la misma viveza, si bien algunos historiadores siguen explorando el problema. A este respecto cabe destacar a Kubler (1944), a Gilman (1959) con su estudio de las ruinas ocasionadas por los bombardeos de la citada guerra y, centrándonos en España, a Torres Balbás, que publica toda una serie de artículos sobre la bóveda gótica. Los análisis de las ruinas ya habían sido planteados anteriormente por Pol Abraham (figura 13). En su tesis recoge la sorpresa de muchos de los seguidores de las teorías de Viollet al observar las lesiones en los edificios dañados durante la Primera Guerra Mundial y describe cómo las plementerías son capaces de sostenerse a sí mismas sin la necesidad de la presencia de los nervios. 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1403 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc Figura 13 Aspecto del transepto de la catedral de Reims tras los bombardeos de la Primera Guerra Mundial (Abraham 1934) Los enormes avances que se habían alcanzado a mediados del siglo XX en el campo de las matemáticas y de las estructuras modernas, no impidieron que la mayor parte de los edificios dañados por la Guerra se reconstruyeran utilizando las mismas técnicas y materiales que habían empleado los artífices de los templos medievales, es decir, sin análisis ni cálculo alguno. Era obvio que, si los edificios se habían mantenido en pie durante siglos, la seguridad que ofrecía este tipo de construcción era muy elevada. Únicamente cuando el estado del edificio era muy crítico se procedía a realizar análisis estructurales de equilibrio conforme a la teoría de la elasticidad, unánimemente aceptada por los estudiosos de la época —hoy en día sabemos que las teorías elásticas son perfectamente aplicables a los arcos de los puentes ejecutados con materiales modernos, pero que no son en absoluto válidas para las complejas estructuras históricas de fábrica—. Como ejemplo, podemos ci- 1403 tar a Klaus Pieper (1950) y sus aplicaciones de los análisis gráficos de equilibrio a la geometría real del edificio. A partir de los años 1950 el interés por la historia de la construcción medieval languidece hasta casi desaparecer, con excepciones notables como el estudio de Paul Frankl The Gothic: Literary Sources and Interprettions throuhg Eight Centuries (1960) o el de Fitchen The construction of Gothic Cathedrals: A Study of Medieval Vault Erection, libro que, aunque publicado en 1961, responde a ese interés y sigue el debate de los autores franceses de la década de 1930. La siguiente aportación fundamental a este campo de conocimiento no procede de la arqueología ni de la historia de la arquitectura, sino de la teoría de estructuras, anteriormente denominada «mecánica aplicada a las construcciones». Dicha aportación es debida a Jacques Heyman, uno de los teóricos más importantes en el campo de la mecánica de sólidos y teoría de las estructuras, el cual, en 1966, publica un artículo, The stone skeleton, en el que de forma rigurosa propone aplicar las ideas y teorías del moderno Análisis Límite —llamado también cálculo plástico— al análisis de las construcciones de fábrica. En el citado artículo, y en sus trabajos subsiguientes, Heyman suministra el marco teórico para establecer una discusión sobre el funcionamiento de cualquier estructura histórica, y utiliza como paradigma, precisamente, la estructura gótica. De esta manera, se sientan las bases de un debate científico sobre el funcionamiento de los distintos elementos de la estructura gótica. ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS IDEAS Y ARGUMENTOS DE POL ABRAHAM DENTRO DEL MARCO DE LA TEORÍA MODERNA DE ESTRUCTURAS DE FÁBRICA En efecto, una buena parte de los argumentos empleados en la crítica de las teorías estructurales y constructivas del gótico se basaban, necesariamente, en la consideración de las teorías sobre arcos y bóvedas vigentes en el momento. Aunque los modernos conocimientos estáticos comenzaron a difundirse a partir de 1866 con la publicación de la estática gráfica de Karl Culmann, Viollet no realiza análisis estructurales y basa sus observaciones en su rica experiencia como restaurador de edificios y arquitecto. Más tarde, Choisy sigue la misma línea y no aplica de forma 111_09 aju 129-214 Tarrío 1404 16/10/09 10:52 Página 1404 I. Tarrío explícita el análisis gráfico de equilibrio, que ya se empleaba desde 1880 para estudiar las bóvedas de fábrica. Por otra parte, Abraham y Masson aplican a la estructura gótica consideraciones propias de la teoría elástica de estructuras que, desde fines del siglo XIX y hasta la formulación del análisis límite, fue considerada como la teoría más correcta para analizar cualquier construcción. Toda esta mezcla de teorías y argumentaciones importadas de otros contextos, ha creado una confusión considerable a la hora de realizar una historia de las ideas estructurales del gótico en la segunda mitad del XIX. La teoría plástica, enunciada por Baker en 1940, permite determinar con gran precisión la carga de colapso de una estructura (al contrario de lo que sucedía en el cálculo elástico tradicional, con el análisis límite los resultados obtenidos son poco sensibles a pequeñas variaciones en las condiciones de contorno), y así evaluar la seguridad de la misma. El enorme potencial de este nuevo método de cálculo radica en el teorema plástico de la seguridad, según el cual, si hallamos un estado de equilibrio que satisfaga las condiciones de resistencia impuestas, la estructura será segura. Su aplicación a las estructuras de fábrica exige que el material cumpla las tres condiciones siguientes: resistencia a compresión infinita, nula resistencia a tracción e imposibilidad de fallo por deslizamiento (supuestos que ya habían sido planteados previamente por Sabouret). La contribución más relevante de Heyman en este campo fue la enunciación del corolario al teorema fundamental de la seguridad, según el cual, el conjunto de fuerzas internas en equilibrio no tiene por qué ser el actual, basta con que sea viable el equilibrio para que la estructura sea segura. Es decir, que no es posible conocer el estado «actual» de las estructuras, por dónde se transmiten los esfuerzos, en qué proporción, cuál es su valor exacto... Desde el marco teórico apropiado, ahora sí, se podrán valorar las distintas teorías, aportaciones y opiniones surgidas a lo largo de los cien años en que se desarrolló el debate. No obstante, en la presente investigación nos limitaremos a la obra escrita por el arquitecto Pol Abraham, de quien es preciso adelantar, que sus argumentos no son siempre correctos si los interpretamos en el ámbito de la moderna teoría de estructuras. De entre todos sus razonamientos destacamos dos: su explicación sobre el modo en que trabajan las bóvedas y las justificaciones de por qué los nervios o los arcos fajones son elementos exclusiva- mente decorativos. Ambos conceptos chocan frontalmente con la teoría actual de estructuras de fábrica. En las constantes alusiones al comportamiento de las bóvedas, tanto de cañón como de crucería, Pol Abraham defiende que todos los esfuerzos se han de transmitir siguiendo la dirección de la máxima pendiente o curvatura, esto es, transversalmente (desde la clave hacia los apoyos) en las bóvedas de cañón, de pilar a pilar en los arcos laterales y hacia las diagonales en las bóvedas de arista o de crucería. La idea sugerida no es, en esencia, incorrecta. Todo lo contrario, el planteamiento al que hace mención resulta bastante lógico y es probable que en algún momento de la vida de la estructura, ésta se comporte tal y como él indica. El error surge al pretender que el modo de trabajo descrito anteriormente sea la única posibilidad de funcionamiento de la bóveda y que, además, éste coincida con el estado real, actual y verdadero de la bóveda. Según el teorema plástico de la seguridad, lo único que podemos llegar a saber a ciencia cierta es que si la estructura es estable, es debido a que ella misma ha sido capaz de encontrar un estado de equilibrio posible, que no tiene por qué coincidir con el que nosotros imaginamos que existe o, en este caso, con el supuesto por Pol Abraham. En general, las estructuras se mueven, se deforman e incluso se agrietan, en busca de una situación de equilibrio válida; y sólo aquellas en las no existe ninguna posibilidad de equilibrio colapsarán. Estas mismas explicaciones son aplicables a las teorías de Pol Abraham sobre el funcionamiento de los nervios y de los arcos laterales en las bóvedas de crucería, y de los fajones en las de cañón. De este modo, partiendo de que no es posible determinar cuál es el estado actual de una estructura y que no tiene por qué existir una única solución, las afirmaciones categóricas acerca de que los nervios son decorativos, que son prescindibles o que no tienen función estructural, o de la necesaria independencia entre los arcos laterales y la bóveda, carecen de fundamento alguno. Para alcanzar la condición de estabilidad es preciso que los esfuerzos se transmitan por el espesor de la fábrica, entendido este último como el constituido por las secciones de los nervios y/o de la plementería. Únicamente en situaciones límite, como por ejemplo, cuando aparecen grietas o cuando las dimensiones son insuficientes (plementos excesivamente delgados o nervios de sección despreciable), podremos intuir cuáles son las partes de la estructura 111_09 aju 129-214 Tarrío 16/10/09 10:52 Página 1405 Pol Abraham y la crítica al racionalismo de Viollet-Le-Duc que verdaderamente están funcionando. En definitiva, cualquier solución comprendida entre que los nervios trabajan, que los empujes se transmiten por la plementería o, simplemente, una combinación de ambas, será válida (y con esto no queremos decir real o actual) siempre y cuando sea factible encontrar una solución de equilibrio en el espesor de la fábrica. Como se puede observar, a tenor de las explicaciones previas, las hipótesis de Viollet sobre el funcionamiento de las bóvedas y el papel de los nervios tampoco eran completamente correctas. Otra de las críticas que se puede realizar a la obra de Pol Abraham es la de las imprecisiones u omisiones en sus razonamientos. Tales son los casos de sus explicaciones sobre la función de los nervios, fundamentadas en las ruinas de los edificios devastados por la Primera Guerra Mundial, en las que omite cualquier ejemplo que muestre nervios sin plementería; o de los argumentos empleados para justificar que la presencia de nervios o de fajones en las bóvedas reducen la estabilidad del conjunto. En relación a este último aspecto, conviene señalar que, si bien es cierto que un incremento del peso de la bóveda conllevaría un aumento de los empujes, la proporción entre el peso del nervio y el peso total de la bóveda convierte en insignificante el valor de dicho empuje y en despreciable la citada disminución de la estabilidad. Es más, el aumento de la sección o del espesor de la bóveda debido al nervio, aumenta la seguridad geométrica de la misma. En general, la mayor parte de las teorías de Pol Abraham contienen pequeños matices que hacen que no las podamos considerar totalmente correctas. Una muestra de ello son sus razonamientos a la hora de introducir el concepto de tercio central o su aparente desconocimiento de la existencia de un espesor mínimo o límite dentro de las estructuras de fábrica. En definitiva, en muchos aspectos se podría entender que las hipótesis recogidas en su tesis son un caso particular de la teoría moderna de estructuras de fábrica, de igual modo que las teorías elásticas, en las que se basa, lo son del análisis plástico. 1405 nalista, encabezada por Viollet-le-Duc y sus detractores, entre quienes destaca la figura del arquitecto Pol Abraham. Su crítica, a menudo irracional, quedó recogida en su tesis doctoral Viollet-le-Duc et le rationalisme médiéval, donde estudia, principalmente, el comportamiento los edificios de fábrica (en el presente escrito nos hemos limitado a los elementos abovedados) en lo referente a cómo se transmiten los esfuerzos, cuáles son los elementos portantes, qué función se atribuye a cada una de las partes que constituyen la estructura... Sin embargo, la mayoría de las discusiones citadas en este estudio, partieron de falsas premisas (la existencia de un único estado interno de equilibrio) que no hicieron sino desviar el curso del debate de su objetivo fundamental: el comportamiento de las construcciones góticas. El desarrollo del moderno análisis de estructuras ofrece un nuevo punto de vista sobre las discrepancias en el funcionamiento de los edificios, planteadas por los estudiosos de finales del siglo XIX y la primera mitad del pasado siglo XX. La gran contribución de esta nueva teoría fue la afirmación de que no es posible conocer el estado «actual» de las estructuras. A esta aserción habría que añadir las fundamentales aportaciones del profesor J. Heyman, de cuya excelente obra se desprende que es posible comprender y analizar el funcionamiento de las estructuras en su conjunto y de cada una de las partes que las constituyen, aún cuando no es viable determinar el estado actual del edificio. La reflexión crítica que se ha pretendido llevar a cabo en el presente trabajo, surge como una investigación ajena e independiente del momento en que se desarrolló el debate. Este distanciamiento temporal ofrece una oportunidad magnífica para desarrollar un estudio autónomo no contaminado por los pensamientos, ni influenciado por las creencias, ni sujeto a los prejuicios de la época. En este nuevo contexto, las tesis de Pol Abraham vienen marcadas por razonamientos incompletos, visiones parciales, matices incorrectos, inexactitudes y omisiones manifiestas, fruto de la aplicación de las teorías elásticas y de su afán crítico y destructivo de la obra de Viollet-le-Duc. CONCLUSIONES Durante más de cien años, Francia se convirtió en el escenario de una interesante controversia sobre las estructuras góticas, mantenida entre la escuela racio- LISTA DE REFERENCIAS Abraham, Pol. 1934. Viollet-le-Duc et le rationalisme médiéval. Paris: Vincént, Fréal et Cie. 111_09 aju 129-214 Tarrío 1406 16/10/09 10:52 Página 1406 I. Tarrío Abraham, Pol. 1934. Viollet-le-Duc et le rationalisme médiéval. Bulletin Monumental 93:69–88. Abraham, Pol. 1939. Les données plastiques et fonctionelles du problème de l’ogive. Recherche 1:29–51. Aubert, Marcel. 1934. Les plus anciennes croisées d’ogives. Leur rôle dans la construction. Paris: Auguste Picard. Choisy, Auguste. 1899. 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