Reseñas de lecturas sobre geopolítica y economía

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Reseñas
de lecturas sobre
geopolítica y
economía global
ESADEgeo, bajo supervisión del Profesor Javier Solana
y del Profesor Javier Santiso.
Extreme Money: The Masters of the
Universe and the Cult of Risk
Das, Satyajit (2011), Reino Unido: FT Prentice Hall
“La deuda, una vez fuente de vergüenza, se convirtió en una
parte esencial del estilo de vida moderno.”
“Para ganar mil millones de dólares ya no es necesario hacer
nada.”
“Después de los ataques del 11-S, el president George W. Bush
instó a los estadounidenses a ir de compras como la mejor
manera de ayudar a la recuperación de ellos mismos y del país.”
“En un mundo con flujos de dinero globales, lo que sucedía en
Estados Unidos ya no se quedaba en Estados Unidos.”
Idea básica y opinión
En el mundo del Dinero Extremo, se supone que todo el mundo se enriquece, pero
solo una minoría se hace rica realmente, aquella que dirige el juego, formada por una
poderosa coalición de intereses financieros y empresariales, reguladores y políticos.
Satyajit Das asegura estar explicando la historia del mundo moderno, en la que el
dinero se ha convertido en la principal forma de hacer dinero. Argumenta que nuestra
sociedad depende de una economía global construida sobre la deuda y la especulación
constante. Ello ha creado una mentalidad de “culto al riesgo” que ha socavado la
seguridad del sistema financiero y que, en última instancia, ha conducido a una
profunda recesión. Das es muy crítico en su análisis de la situación económica actual y
señala que no existe una solución sencilla o indolora a la crisis financiera, pero una
cosa es cierta: los países no pueden depender de la deuda y de la especulación para su
prosperidad. A partir de ahora, el mundo debe vivir simplemente dentro de sus
posibilidades. Al fin y al cabo, es una cuestión de sentido común.
Aunque el libro es asequible, está bien documentado y cubre una amplia gama de
temas, no está muy bien estructurado. Ciertos capítulos se dividen en 15 secciones,
algunas de las cuales son solo de una o dos páginas, y no siempre están organizadas en
orden cronológico. Esto da la impresión de fragmentación global y de falta de un hilo
narrativo principal. Sin embargo, el voluminoso material contenido en este libro
contrasta con el humor negro y los puntos de vista únicos del autor. Está repleto de
hechos, estadísticas y citas de personas tan diversas como Shakespeare, Tyra Banks,
George Orwell o F. Scott Fitzgerald. Aunque partes del libro podrían ser difíciles de
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entender por quienes carezcan de conocimientos previos en finanzas, como las
relacionadas con los productos financieros complejos, tanto el estilo sofisticado del
autor como sus intereses intelectuales, literarios y artísticos, así como su profundo
conocimiento del sector financiero, hacen de este libro una valiosa guía para
comprender la evolución del complejo sistema financiero moderno y lo intrincado de
la situación actual de la economía global.
El autor
Satyajit Das ha trabajado en el área de los derivados financieros y la gestión de riesgos
durante más de 30 años para bancos como Citicorp Investment y Merrill Lynch, y como
consultor asesorando a inversores, bancos, empresas y bancos centrales de todo el
planeta. Presenta seminarios sobre derivados en todo el mundo y es autor de muchas
obras de referencia claves sobre derivados y gestión de riesgos: Swaps and Financial
Derivatives (2005); Credit Derivatives, CDOs and Structured Credit Products (2005); así
como Traders, Guns & Money: Knowns and Unknowns in the Dazzling World of
Derivatives (2006), que fue un best seller internacional. Por último, también es coautor
de In the search of the Pangolin: The Accidental Eco-Tourist (2006). Das apareció
recientemente en el documental ganador de un Óscar Inside Job, realizado por Charles
Ferguson en 2010.
El valor del dinero y el concepto de confianza
El dinero es aceptado con carácter universal como pago, medio de intercambio,
medida del valor en el mercado de bienes y servicios, unidad estándar de valor y
reserva de riqueza, pero solo existe en nuestras mentes. Es una cuestión de confianza
y de fe. Das subraya que en la actualidad el dinero existe como pura información y que
carece de valor intrínseco.
El autor ilustra esencialmente tres tipos de dinero: el primero de ellos es el dineromercancía, que es al mismo tiempo dinero y una mercancía comercializable. Las
mercancías sí tienen valor intrínseco, y las restricciones sobre su disponibilidad pueden
limitar de forma artificial la cantidad de dinero, lo que también limita el volumen de
actividad y del comercio. En situaciones de caos económico, guerra o quiebra, este tipo
de dinero reaparece. La vinculación con el oro, una de las materias primas más
valoradas de todos los tiempos, se sigue manteniendo en el siglo XXI. Entre 2007 y
2008, individuos particulares adquirieron 150 toneladas de oro en forma de monedas,
lo que hizo aumentar de una forma espectacular el precio del oro.
El papel moneda es el segundo tipo de dinero. Es una mera promesa, de modo que
depende de un sistema basado en la fe y la confianza. Es la moneda dominante en
nuestros días y un medio de intercambio. Si bien no existen límites a la cantidad de
dinero que se puede crear, se puede dañar o destruir con facilidad.
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Por último, está el dinero crédito, una futura reclamación contra alguien que puede
ser intercambiada hoy por bienes y servicios reales, pero que introduce nuevos
riesgos. La persona contra la que se ejecuta la reclamación puede ser insolvente. El
sistema funciona en tanto en cuanto todo el mundo cree que la deuda se puede
restituir y el valor de mercado de los activos comprados con esa deuda siga creciendo.
Según Das, la economía gravita hacia el consumismo alimentado por la deuda, la
inflación y una deuda creciente, todo lo cual conduce a un ciclo de auge del crédito y
puede acabar en una situación de niveles de deuda insostenibles, tal como sucedió
2008. A cada paso de la transición desde mercancía a papel y, por último, a crédito, el
dinero se convirtió en más irreal y desligado de los bienes y servicios reales por los que
se podía cambiar.
Para Satyajit Das, el dinero no es nada y lo es todo. Afirma que la metáfora última del
dinero moderno es retratada en una construcción realizada por el artista Lucas
Samaras en 1966 llamada Mirrored Room (“Sala de los Espejos”). Para Das, cuando se
la mira, se percibe una sensación de infinito y abstracción. Según su interpretación de
esta particular obra de arte, el dinero es interminable, capaz de multiplicarse hasta el
infinito y completamente irreal. El mundo participa en la creación, manipulación y
captura de los reflejos de cosas reales, y las finanzas son la interrelación entre lo real y
sus reflejos interminables. Al final, el dinero cambiaría el mundo real a través de la
financiarización, un concepto que define la conversión de todo en forma monetaria.
Para la mayoría de la gente, el dinero era el vínculo entre el trabajo y la autosuficiencia
(en última instancia el suministro de alimentos); proporcionaba independencia
financiera y protección contra la incertidumbre. Para algunas personas, simbolizaba la
aceptación social, el poder y la influencia.
Con el tiempo, las finanzas han sustituido de forma progresiva a la industria, con el
trading y la especulación convertidos en actividades de gran importancia. En
particular, en el siglo XXI, las personas del mundo de los negocios buscan hacer dinero
de formas no necesariamente vinculadas directamente con la fabricación de cosas. Los
especuladores, por ejemplo, ganan dinero negociando con petróleo incluso sin
producirlo, refinarlo o consumirlo realmente. Esto fue el principio de la denominada
economía especulativa. Casi la cuarta parte de las personas ricas existentes en 2006
debían sus fortunas al sector financiero, lo que contrasta con las cifras de 1982,
cuando este porcentaje era inferior al 10%.
Las mejoras en las empresas son lentas y arriesgadas, mientras que los cambios
financieros son fáciles, más predecibles y más rápidos. Así es como la ingeniería
financiera sustituyó a la ingeniería real. En lugar de fabricar cosas, se incorporaron a
los bancos ingenieros formados para facilitar potentes estructuras de financiación a las
empresas. Das también pone ejemplos de algunas empresas que no siempre tuvieron
éxito al especular, como el fabricante japonés de automóviles Honda, que anunció
pérdidas por valor de 180 millones de dólares en su contratación de productos
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relacionados el mercado de los camarones y el marisco; o Procter & Gamble, que
perdió 157 millones de dólares con futuros sobre tipos de interés. La financiarización
afectó profundamente a empresas y corporaciones, que se reestructuraron de manera
constante. Las empresas del sector de la automoción, por ejemplo, ofrecían a los
compradores financiación, seguros u otros servicios financieros que eran incluso más
rentables que los propios automóviles. Algunas empresas se convirtieron en
conglomerados, como GE, cuyo tamaño y estructura compleja hacían difícil de
entender y analizar, y aumentó la falta de transparencia.
Sin embargo, la financiarización no solo ha cambiado las empresas y la forma en que
operan. Las entidades bancarias también han ampliado y diversificado sus actividades
a lo largo del tiempo. En el pasado, los reguladores fijaban los tipos de interés que los
bancos podían pagar a sus depositantes, así como las tarifas que podían cobrar a sus
prestatarios y el importe específico que podían prestarles. Tras el crack bursátil de
1929, la Ley Glass-Steagall de 1933 buscó separar la banca comercial y la banca de
inversión para impedir conflictos de intereses en los que la misma entidad estuviera
simultáneamente prestando (concediendo crédito) e invirtiendo (usando crédito). No
obstante, en la década de los 80, los controles sobre los bancos se fueron relajando de
un modo gradual. Por un lado, quienes apoyaban la desregulación argumentaban que
las distinciones entre préstamos, depósitos y valores eran cada vez más difíciles en la
práctica. Por otro lado, los bancos afirmaban que la capacidad de expandirse hacia una
oferta más amplia de servicios financieros diversificaría sus actividades, por lo que se
reduciría el riesgo. Hoy en día, la banca se ha convertido en una actividad comercial
orientada al beneficio para los accionistas.
Das explica dos modelos de banca: en el modelo de banca tradicional, los bancos
simplemente recibían depósitos a corto plazo y realizaban préstamos a largo plazo. Su
capacidad para crecer dependía del capital de sus accionistas y su capacidad para
captar depósitos. Los accionistas recibían beneficios modestos y predecibles, y el
mayor riesgo que tenían los bancos era que el prestatario no devolviese el préstamo.
En el nuevo modelo “originar para distribuir”, los bancos concedían préstamos –que
conservaban durante un corto período de tiempo–, los empaquetaban en valores y
luego los vendían a ávidos inversores en un proceso conocido como titulización, lo
que creaba una máquina de hacer dinero. Como los bancos de inversión, los agentes
hipotecarios y los proveedores de tarjetas de crédito independientes también podían
conceder préstamos y venderlos, la competencia aumentó, lo que llevó a márgenes de
beneficio más bajos. Todos ellos buscaban desesperadamente nuevos prestatarios, lo
que provocó un crecimiento excepcional de los préstamos. Además, los bancos
argumentaban que, como no tenían previsto conservar los préstamos que realizaban,
estos no suponían un riesgo, incluso si se concedían a prestatarios de baja calidad. Por
desgracia, los bancos mejoraron su rentabilidad a corto plazo arriesgándose al mismo
tiempo a sufrir daños a largo plazo.
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El autor llega a la conclusión de que el dinero ha evolucionado desde sus orígenes
modestos hasta el dinero extremo, que en la actualidad configura el mundo. La
relación entre el mundo real y sus interminables reflejos monetarios impulsa ahora las
economías y las ciudades, pero se trata de una construcción frágil.
La nueva máquina financiera global
Das detalla cinco tipos de dinero extremo: capital privado, fondos de cobertura,
titulización, financiación estructurada y derivados. Afirma que los gestores de fondos
de cobertura y capital privado son oligarcas financieros, que han subido al poder en los
pasados treinta años y han concentrado poder económico, riqueza y riesgo, operando
fuera de la esfera normativa y el proceso democrático. Han dado forma a los llamados
Masters del Universo, quienes, según Das, no son de fiar porque nos han hecho creer
erróneamente que podíamos adelantar el futuro y vivir de él en la actualidad. Crítica
de forma específica las acciones de Milton Friedman y de los responsables de la
reserva federal Alan Greenspan y Ben Bernanke, entre muchos otros, que han
predicado lo que el denomina fundamentalismo financiero, un concepto que describe
la liturgia de la economía y de las finanzas, desarrollado en primera instancia por
académicos de la Universidad de Chicago. Según el autor, se ha demostrado con el
tiempo que crear productos financieros complejos no puede crear dinero, porque los
mercados no pueden devolverlo a tipos de interés altos de forma indefinida.
Otro concepto importante para entender la idea de Das es la alquimia financiera. En la
Edad Media, los alquimistas desarrollaron técnicas para crear oro (dinero). Hoy en día,
en la era del capital, los financieros han desarrollado técnicas basadas en teorías
monetarias fundamentalistas, que explotaban la fe de la sociedad en el dinero. El
capital privado, la titulización, los derivados y los fondos de cobertura prometían una
enorme riqueza. Sin embargo, en realidad eran “paquetes de riesgo opacos” que
finalmente engañarían tanto a los clientes como a los financieros.
La alquimia financiera adoptó la forma de cada vez más endeudamiento, inicialmente
de capital privado y bonos basura. El capital privado, llamado originariamente
leveraged buyouts (LBOs, compra apalancada con financiación ajena), consistía en
altos niveles de apalancamiento-deuda. El juego consistía en comprar a bajo precio y
vender a precio alto, con el dinero de terceros, pero las LBO no mejoraban las
empresas. Los gestores usaban medidas a corto plazo para impulsar la rentabilidad,
recortando drásticamente los costes y reduciendo la inversión. Después de ello, la
empresa se vendía o sus acciones se ofrecían a inversores públicos, lo que permitía a la
firma de capital privado desprenderse del negocio al mejor precio y obtener efectivo
disponible. Se ponía el acento en los números, en alcanzar los objetivos financieros
para pagar la deuda. El éxito de las compras apalancadas dependía de los incentivos de
la dirección y del acceso privilegiado a información sobre las actividades de una
empresa para bajar el precio. Los bancos fomentaron condiciones de préstamo más
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flexibles, ya no se aferraban a los préstamos, los reempaquetaban usando la
titulización y los derivados para venderlos a los inversores.
La alquimia financiera, en su forma de titulización, permitía el reempaquetamiento de
préstamos de adquisición apalancada de baja calidad en bonos de alta calidad
calificados como aptos para la inversión, incluso en bonos con calificación AAA, lo que
aumentaba el número de compradores potenciales. En una espiral virtuosa, la
disponiblidad creciente de deuda barata impulsaba transacciones de mayor entidad, lo
que a su vez incrementaba el flujo de dinero hacia compras apalancadas que
originaban nuevas transacciones. En 2007, para la compra de empresas, las entidades
de capital privado pagaban de media entre nueve y diez veces el flujo de caja anual de
la compañía, lo que representaba un aumento del 62% desde 2001, cuando
desembolsaban en torno a seis veces el flujo de efectivo. El importe de la deuda se
incrementó alrededor de un 50%, mientras que las empresas pedían prestado en torno
a seis veces el flujo de caja anual, en comparación con las cuatro veces ese volumen en
2001.
La titulización también se convertiría en una forma de alquimia poderosa y
destructiva. El autor afirma que es una receta para «cortar y fragmentar la deuda en
más deuda», préstamos hipotecarios, préstamos de tarjetas de crédito, préstamos
para la compra de automóviles, préstamos a personas, a empresas, etc. Los préstamos
de baja calidad ya no son una barrera para un producto final titulizado aceptable. La
clave de la titulización es el reparto de los riesgos entre diferentes inversores. A las
autoridades de control les encantaba la idea teórica de descomponer el riesgo en
partículas minúsculas, distribuyéndolo ampliamente. En la práctica, el riesgo se estaba
extendiendo como un virus a través del sistema financiero, acabando en lugares
desconocidos en las manos de inversores que no comprendían los riesgos complejos
que asumían. La titulización era la alquimia, creaba y multiplicaba préstamos para un
mundo adicto a la deuda. Diseñada para permitir la transferencia y la disminución del
riesgo, terminó quemando todo y a todo aquel que la tocaba.
Das compara concretamente a los banqueros con Henry Ford, argumentando su gran
competencia para la producción masiva y para adoptar y desarrollar con rapidez un
producto de éxito. La capacidad de volver a empaquetar todo tipo de deuda en valores
de alta calificación permitió que los niveles de deuda alcanzasen enormes
proporciones. En los Estados Unidos, la orientación inicial fue hacia los MBS (mortgage
backed securities, títulos con garantía hipotecaria), en los que se reempaquetaban y
vendían hipotecas garantizadas por entidades patrocinadas por el gobierno. A medida
que la titulización se fue aceptando, los banqueros adaptaron la técnica a los pools de
hipotecas privadas, los automóviles (CARS – certificate for automobile receivables) y a
las deudas de tarjetas de crédito. A finales de los 80, Milken creó las CBO
(collateralised bond obligations, obligaciones con garantía multilateral) y las CLO
(collateralised loan obligations, préstamos colateralizados), que volvían a empaquetar
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deuda corporativa. Pronto se empezaron a titulizar también préstamos corporativos,
préstamos de capital privado, préstamos garantizados por bienes raíces de empresas y
bonos basura de los mercados emergentes. En la década de los 90, la titulización fue
reformulada y se le cambió el nombre por el más genérico de CDO (collateralised debt
obligations, obligaciones de deuda colateralizadas), un término que abarcaba varios
tipos de préstamos subyacentes y formatos de titulización.
Renombrada como financiación estructurada o crédito estructurado, cada vez más la
titulización comportaba nuevas capas de apalancamiento complejo que usaban de
forma reiterada la misma deuda como colateral. Ahora, la deuda compraba más
deuda, pues el mismo préstamo subyacente era apalancado y reapalancado en una
aparentemente interminable espiral de endeudamiento. En cada etapa, los bancos
cobraban comisiones y obtenían márgenes sobre el dinero que prestaban. La demanda
de los inversores para deuda titulizada disminuyó el coste de los préstamos para el
prestatario, reduciendo a su vez los beneficios para el inversor. Los banqueros se
vieron constantemente obligados a crear bonos de alta calificación con rentabilidades
atractivas, reempaquetando basura invendible en complejas cadenas de deuda.
Das afirma que los bancos no entendieron los productos que estaban creando y
vendiendo. El riesgo se dividió en fragmentos difíciles de entender y valorar. Señala
que existe una fuerte correlación entre la complejidad de un instrumento, su grado de
alejamiento con respecto a la economía real y su probabilidad de extender el contagio.
El problema no era el hecho de conceder préstamos a personas pobres, sino el de
concederlos mal.
Acto seguido, los bancos empezaron a empaquetar riesgo en paquetes discretos y
negociables a los que se llamó derivados. Carecen de valor intrínseco, pues su valor
procede esencialmente de un activo financiero subyacente, una acción, una obligación,
una materia prima o una divisa. Permiten dar cobertura al riesgo de variaciones en el
precio de los activos. Con el tiempo, los operadores empezaron a negociar con
derivados arriesgando su propio dinero. Si la Mirrored Room de Lucas Samaras es el
símbolo último del dinero extremo, los derivados son el instrumento financiero final y
universal para manipular ese mundo, pues crean y persiguen reflejos interminables de
cosas reales. En una contradicción minuciosamente postmoderna, lejos de reducir el
riesgo, los derivados lo aumentan, a menudo con consecuencias catastróficas.
Los fondos de cobertura (hedge funds), la última forma de alquimia financiera,
básicamente se endeudan para adquirir activos, una estrategia que solo funciona si se
emplea con moderación. Un mayor endeudamiento para comprar activos dispara de
un modo artificial el valor de los activos, lo que genera beneficios que permiten un
nuevo apalancamiento hasta que cesa el suministro de dinero. Cuando la burbuja del
precio de los activos estalla, la presión para liquidar los activos origina pérdidas.
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Si el capital privado, la titulización y los derivados eran alquimia, entonces los gestores
de los fondos de cobertura tenían que ser los alquimistas de la era del capital. Poco a
poco fueron surgiendo problemas, porque los fondos de cobertura no proporcionaron
de forma constante la rentabilidad esperada. De hecho, la rentabilidad media cayó del
18,3% anual en la década de los 90 al 7,5% en los 2000, pero los inversores todavía
perseguían los beneficios de ayer.
Los 30 años de historia de la alquimia financiera representan el ascenso del capital
privado, la titulización, los derivados y, finalmente, de los Masters del Universo. El
crecimiento de estos instrumentos lo debía todo al fundamentalismo financiero.
La codiciosa élite financiera
La nueva oligarquía financiera ejercía un poder político importante y configuraba las
agendas económica y social. Según Das, la élite financiera era limitada, demasiado
inteligente y esencialmente insaciable. Sin embargo, desde finales del siglo XIX, se ha
idolatrado a especuladores y financieros. JP Morgan, por ejemplo, ha sido calificado de
“Titán financiero”, “el Napoleón de las finanzas” o “Zeus”. Las acciones del banco han
sido consideradas heroicas en un mundo en el que se permite a los financieros operar
al límite de la moralidad y la legalidad.
Todos los problemas de la “economía del Dinero Extremo” terminaron por causar la
crisis financiera global que se inició en 2006/7. La enorme deuda y especulación tanto
de individuos como de corporaciones fue la base del crecimiento y la prosperidad; los
ahorros fueron insuficientes para garantizar el futuro; trucos financieros habían
exagerado los beneficios de las empresas y países enteros habían financiarizado de
manera artificial su camino hacia un nivel de vida más elevado. El autor sostiene que,
en realidad, los modelos económico y financiero fracasaron y que las herramientas y el
conocimiento disponibles no bastaron para gestionar la crisis y reconstruir la
economía.
Según Das, uno de los problemas más importantes residió en el hecho de centrarse en
el crecimiento y la inflación como medios indoloros para ajustar la profundamente
endeudada economía global. De hecho, la acción coordinada de los gobiernos de todo
el mundo impidió que la crisis se convirtiese en una depresión, pero la inyección de
capital encubrió problemas de la economía no resueltos que era necesario abordar. La
crisis de la deuda europea desplazó el problema de los mercados financieros a los
gobiernos, que se vieron obligados a adoptar los nuevos programas de austeridad para
estabilizar sus economías, subiendo impuestos y recortando el gasto. No obstante, las
dificultades a las que se enfrentaba Europa tapaban un problema aún mayor, la deuda
del gobierno de los Estados Unidos, que estaba creciendo a un ritmo de un billón de
dólares al año. Los problemas de deuda de los gobiernos eran casi universales y la
preocupación con respecto a los bancos volvió a surgir, pues éstos habían prestado
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más de 2,2 billones de dólares a los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), de los que
más de 1 billón procedía de bancos franceses y alemanes. Das comenta el caso de
España, donde el gobierno se vio obligado a rescatar a las cajas de ahorros regionales.
Cuando los ingresos y el flujo de efectivo generados son insuficientes, la única opción
que les queda a los gobiernos es la de emitir dinero, lo que destruye inevitablemente
el valor de sus divisas. En tales situaciones, las materias primas tienden a apreciarse.
En Alemania, hace poco se lanzó el concepto de comprar oro en máquinas
expendedoras de aeropuertos y estaciones de ferrocarril (gold-to-go).
Das afirma que los gobiernos siguieron endeudándose y especulando como una forma
rápida de lograr crecimiento económico y riqueza, y critica el hecho de que
permitieran una degradación insostenible del medio ambiente y un uso antieconómico
de recursos naturales no renovables, como el petróleo. Además, el autor señala que
los gobiernos y los bancos centrales pueden no ser capaces de corregir problemas
profundamente arraigados en el orden económico actual, pues en los últimos 30 años
han intervenido de forma reiterada en la economía para aumentar los precios de los
activos financieros. La emisión de moneda (u otra alquimia financiera) podría no ser
capaz de crear riqueza en absoluto. En cualquier caso, Das duda de que la apuesta de
los gobiernos por el crecimiento y la inflación tenga éxito, porque el endeudamiento
público no puede sustituir la demanda privada durante un período de tiempo
indefinido. Finalmente, se verán forzados a reducir la deuda. Como consecuencia de
sus acciones, el nivel de vida en algunos países o partes de la sociedad tendrá que
bajar. Crecerá la desigualdad, habrá inseguridad en el empleo y los ingresos se
estancarán. El mundo será frágil desde el punto de vista económico y las empresas
lucharán por sobrevivir y mantener la rentabilidad.
En 2010, las personas fueron a la huelga y protestaron contra los recortes en puestos
de trabajo, salarios, prestaciones, pensiones y condiciones laborales, pues los
gobiernos abrazaron la austeridad para restaurar las finanzas públicas. Los ciudadanos
se quejaron por tener que pagar los costes de la crisis, pero Das añade que es difícil
pasar por alto su responsabilidad. Los propietarios de viviendas no se quejaron cuando
sus propiedades subieron de valor, los inversores hicieron caso omiso de los generosos
paquetes de remuneración para los banqueros, y otros simplemente hicieron la vista
gorda en exceso.
El autor no sugiere una solución simple a la crisis: debe reducirse la deuda global, así
como la parte financiera de la economía, y las estructuras de incentivos financieros
deben cambiar. Los individuos tienen que gastar menos y ahorrar más y las empresas
deben aprender a equilibrar mejor sus libros. Los bancos tienen que volver a financiar
cosas reales y servir como un mecanismo que haga coincidir ahorradores y
prestatarios. Y lo que es más importante, los países no pueden depender de la deuda
y de la especulación como medios para lograr prosperidad. Das lo expresa con
claridad: el mundo debe vivir dentro de sus posibilidades. En esta “economía del
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Dinero Extremo”, tendremos que afrontar los dolorosos costes a corto plazo de la
reforma de la economía global y las economías locales y un crecimiento más lento a
más largo plazo, así como el descenso del nivel de vida. Das afirma que hasta que todo
el mundo sea consciente de los problemas fundamentales, no será posible ningún
progreso real.
Al final, el autor no es tan optimista como uno podía esperar. En apariencia, existe
todavía poco reconocimiento de la necesidad de recortar la deuda o de los problemas
del crecimiento económico basado en la deuda. En la edición 2011 del World Economic
Forum, celebrada en Davos, se pronosticó que el endeudamiento global se doblaría
entre 2009 y 2020, hasta alcanzar la cifra de 213 billones de dólares, lo que significa
una tasa de crecimiento del 6,3% anual. Además, el poder que, como grupos de
presión, ejercen las entidades financieras, es una barrera para el cambio real. Por
último, Das critica que la remuneración en el sector financiero haya vuelto a niveles
anteriores a la crisis, incluso a pesar de que los pagos de mayor cuantía no siempre
reflejan rentabilidades extraordinarias. Por ejemplo, en 2010, el gestor de fondos de
cobertura John Paulson ganó 5 mil millones de dólares, una cifra superior a los 4 mil
millones de dólares que percibió por sus exitosas apuestas contra las hipotecas subprime.
Este libro trata esencialmente de los peligrosos juegos monetarios que crearon
crecimiento, prosperidad y riqueza artificiales en un mundo financiarizado donde el
“fundamentalismo financiero” y los “oligarcas financieros” cambiaron la economía
global, diseñada por “alquimia financiera”. Una guía magnífica para comprender cómo
ha evolucionado el sector financiero a lo largo de los últimos treinta o cuarenta años.
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