Conexión entre morfosintaxis y escritura

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Originales
S. Defior Citoler1
J. Alegria Iscoa2
Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología
2005, Vol. 25, No. 2, 51-61
Copyright 2005 AELFA y
Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.
ISSN: 0214-4603
Conexión entre morfosintaxis
y escritura: cuando la fonología
es (casi) suficiente para escribir
1
Departamento de Psicología Evolutiva
y de la Educación
Facutad de Psicología
Universidad de Granada
En este trabajo se analiza la posible influencia del
conocimiento morfosintáctico en la escritura de un
sistema ortográfico transparente como es el castellano. Se utiliza una clasificación que considera tres
situaciones en las que el conocimiento gramatical
puede influir en la escritura en sistemas opacos: a)
decidir, utilizando la morfología, entre dos o más formas escritas compatibles con la fonología; b) representar morfemas mudos y c) escribir morfemas que
trasgreden las reglas de correspondencia fonemagrafema.
Se observa que dos de las tres situaciones son aplicables en este sistema ortográfico, debido principalmente a la existencia de grafonemas inconsist ent es y a las part icularidades f onológicas del
castellano hablado en diversas regiones. Se const at a que la demost ración de la conexión ent re
conocimiento gramatical y escritura está mayoritariamente por hacer y se propone un cuadro teórico en el cual podrían ser concebidos este tipo de
estudios.
El análisis de esta relación se inserta en un debate
más general sobre la importancia del conocimiento
léxico frenta al conocimiento de reglas y sobre la
existencia de mecanismos generales de escritura
frente a mecanismos contingentes, dependientes de
la propia estructura del sistema ortográfico.
Palabras clave: Escritura, morfemas, procesamiento morfosintáctico, sistema
ortográfico castellano
2
Laboratoire de Psychologie
Expérimentale
Université Libre de Bruxelles (Bélgica)
Morphosyntax and spelling connection:
When phonology is (almost) enough to spell
This study analyses the possible influence of morphosyntactic knowledge on the spelling of a transparent orthographic system such as Spanish. A
three situation classification where the grammatical knowledge could influence the spelling of
opaque orthographic systems is used: a) deciding
between two or more acceptable spelling sequences; b) spelling silent morphemes; c) conventional
spellings for morphemes which flout letter-sound
correspondence rules.
It is observed that two out of three situations could
be applied to Spanish, mainly due to the singularities of some Spanish region speakers and to the
existence of inconsistent graphonemes. It is ascertained that there is almost not evidence about the
connection between morphosyntactic knowledge
and spelling. A theoretical frame for this kind of
studies is provided.
The analysis of this relationship concerns the lexical knowledge versus rule knowledge debate, and
that of the general spelling mechanisms as opposed
to contingent mechanisms that are dependent on
the orthographic system structure itself.
Key words: Spelling, morpheme, morphosyntactic processes, Spanish orthographic system
Introducción
Corrrespondencia:
Sylvia Defior Citoler
Departamento de Psicología Evolutiva
y de la Educación
Universidad de Granada
Campus de Cartuja, s/n
18071 Granada
Correo electrónico: [email protected]
13
Este trabajo ha sido financiado parcialmente por el MCYT, proyecto BSO200210276, concedido a Sylvia Defior.
La escritura de palabras en un sistema alfabético
hace intervenir procesos basados en la representación
fonológica de éstas, si bien los conocimientos fonológicos son generalmente insuficientes. Así, una proporción importante de palabras escritas, proporción
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DEFIOR CITOLER Y ALEGRIA ISCOA
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CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
que depende de la lengua, contienen más información lingüística que la simple secuencia de segmentos
fonológicos que forman la palabra en su versión oral.
Estos conocimientos son principalmente de naturaleza léxica y gramatical.
Muchas cuestiones se han planteado en torno a
la producción escrita de las palabras: ¿cómo se forman las representaciones ortográficas?, ¿qué tipo de
conocimientos utilizan los escritores expertos para
escribir?, ¿cómo adquieren los niños estos instrumentos?, ¿qué procedimientos utilizan?, ¿cómo explicar
las dificultades de algunos niños para lograr el dominio de esta habilidad? La investigación sobre la escritura es relativamente reciente y todavía se están buscando las respuestas a muchas de estas preguntas.
En este trabajo nos interesamos principalmente por
la segunda, relativa a los conocimientos que se utilizan
en la escritura de palabras, que es el nivel más específico de la habilidad escritora, en el sistema ortográfico
del castellano. Hasta hace unos años, los modelos cognitivos sobre la escritura1 señalaban que para escribir
son necesarios dos tipos de conocimientos: fonológico
(relativo a la estructura sonora de las palabras orales y a
la conexión entre las unidades sonoras y su representación gráfica) y ortográfico o léxico (relativo al recuerdo
de la forma ortográfica o conocimiento específico de la
secuencia de letras que constituyen las palabras, que
estaría almacenado en un léxico ortográfico).
La investigación en el ámbito del lenguaje escrito ha
demostrado la influencia considerable del primer factor,
que engloba tanto la habilidad progresiva para segmentar las palabras orales en sus elementos constitutivos (los fonemas) como el conocimiento de las reglas de
correspondencia entre estos elementos y los grafemas
(RCFG). Así, actualmente está bien establecido que la
adquisición de un sistema de escritura alfabético tiene
como requisito sine qua non el conocimiento fonológico (Share, 1995). Este conocimiento sería en principio suficiente para escribir todas las palabras en aquellos sistemas ortográficos donde existe una perfecta
correspondencia entre fonemas y grafemas. La única
excepción serían las palabras en las que fuera necesario utilizar conocimientos no fonológicos como, por
ejemplo, la regla «los nombres propios se escriben con
mayúscula», para cuya aplicación se requiere conocer la
distinción gramatical entre nombre apelativo y propio.
1 Utilizaremos de aquí en adelante este término para referirnos a
la escritura de palabras, que es el objeto de este trabajo.
Ahora bien, la pronunciación de ciertos fonemas por
parte de los hablantes hace desaparecer contrastes
fonológicos que se mantienen presentes en la ortografía (p. ej., pollo/poyo); en otros casos omiten algunos
fonemas (p. ej., la oclusiva /d/ en los participios en
–ado). Este alejamiento de la fonología oral respecto a
la ortografía crea situaciones en las que la morfología
puede o tiene que intervenir en la producción escrita,
como luego veremos.
Por otra parte, los sistemas de escritura alfabéticos
(v. Perfetti, 1997, la distinción entre sistema de escritura y sistema ortográfico) no respetan sino parcialmente el principio alfabético. Ningún sistema realiza
una perfecta correspondencia, de carácter biunívoco,
entre los fonemas y los grafemas. Esto da lugar a que
los sistemas ortográficos particulares de cada lengua
sean más o menos consistentes o transparentes en
función del grado de sistematicidad de las relaciones
entre las unidades fonológicas y las ortográficas. En
los sistemas transparentes, como el finlandés o el castellano entre otros, las relaciones grafema-fonema
son consistentes y, por lo tanto, altamente productivas. Por el contrario, los sistemas opacos se caracterizan por la inconsistencia de las relaciones, lo que
da lugar a numerosas palabras que no pueden ser
escritas basándose exclusivamente en la fonología. La
inconsistencia es generalmente más importante en la
dirección fonema-grafema (escritura, FG) que en la
dirección grafema-fonema (lectura, GF).
En ese sentido, los escritores se enfrentan a situaciones en las que el procesamiento fonológico no es
suficiente para escribir o leer correctamente una
palabra, puesto que un mismo fonema se puede
transcribir de diferentes formas o, inversamente, diferentes fonemas se pueden transcribir con el mismo
grafema. De ahí la necesidad del segundo tipo de
conocimiento, que se basa en las representaciones
ortográficas que se almacenan en el léxico mental.
Entre los factores que contribuyen al desarrollo del
léxico ortográfico el más determinante (aunque no el
único) es la repetición. La probabilidad de que la representación ortográfica de una palabra sea almacenada
en el léxico ortográfico depende del número de
encuentros con ella (v. la noción de autoaprendizaje
desarrollada por Share, 1995). Este factor es responsable del efecto de frecuencia. En efecto, la ortografía de
las palabras que presentan inconsistencias (p. ej., los
grafemas «h» y «b» en la palabra habitación) depende
directamente de su frecuencia. En una serie de trabajos
destinados a comparar la rapidez con la que se desarro14
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CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
lla el léxico ortográfico en castellano y en francés, se
estudió el efecto de frecuencia en palabras que contienen grafonemas inconsistentes no dominantes (p. ej.,
veleta, legión en castellano; cigale, légion en francés) y
que, por consiguiente, requieren la intervención del
léxico ortográfico (Alegria, Marín, Carrillo y Mousty,
2003; Marín, Alegria y Carrillo, en preparación). Los
resultados muestran que la aparición del efecto de frecuencia es considerablemente más precoz en castellano
que en francés. Alegria y cols. (2003) muestran un
efecto de frecuencia en castellano con palabras que
contienen el grafema mudo «h»y el grafonema inconsistente /b/ escrito «v»al cabo de 3 meses de escolaridad
(noviembre-diciembre de primero de primaria). Es necesario esperar más de un año para obtener efectos equivalentes en los niños francófonos (a mediados del
segundo curso de educación primaria). Es importante
señalar que la utilidad del léxico ortográfico es considerablemente más importante en francés que en castellano. El hecho de que se desarrolle más rápidamente en
castellano muestra claramente que la «utilidad»no es el
factor determinante en el almacenamiento de las
representaciones ortográficas de las palabras.
Además de estos dos conocimientos básicos, recientemente se ha demostrado la importancia de un tercer
tipo de conocimiento lingüístico en la escritura de los
sistemas opacos, como es el conocimiento morfosintáctico (Alegria y Mousty, 1994; Bryant, Nunes y Aidinis,
1999a; Bryant, Nunes y Bidman, 1999b y 2000; Toterau,
Thevenin y Fayol, 1997; Treiman, 2000).
Desde una perspectiva general, puede decirse que la
adquisición de la escritura implica ir desarrollando y
utilizando múltiples conocimientos sobre las palabras,
que son de tipo semántico, fonológico, ortográfico y
morfosintáctico. Es decir, tanto el conocimiento del significado, de la pronunciación o de la forma escrita de
las palabras, como de las características morfológicas y
sintácticas, pueden contribuir a su escritura adecuada.
Actualmente, existe un consenso generalizado en que el
completo dominio de la escritura requiere que la lengua
y los diversos conocimientos lingüísticos se hagan explícitos, a niveles cada vez más integrados. A modo de
ilustración, imaginemos una persona que tiene que
escribir la palabra /baka/ en castellano. Además del
conocimiento fonológico, para resolver la incertidumbre entre las dos formas de escribir el fonema /b/,
«baca» y «vaca», ambas correctas en este caso, estará
obligada a hacer un uso conjunto del conocimiento
ortográfico y semántico. En otros casos, como por
ejemplo, para decidir como escribir el fonema /x/ en
15
«gente»y «jefe», tendrá que hacer uso del conocimiento
ortográfico. Por último, la representación correcta de
la palabra /as/ en sus diferentes formas ortográficas,
«as», «has» y «haz» (esta última en los hablantes con
seseo), requerirá un conocimiento morfosintáctico,
relativo a la distinción entre la función nominal y verbal
de esta forma fonológica y dentro de la verbal, entre el
verbo haber y hacer.
La investigación del lenguaje escrito ha dedicado
una considerable atención al estudio de la influencia
del conocimiento fonológico y ortográfico en la
escritura, aunque algo menor en este último caso.
Sólo muy recientemente se ha dedicado atención al
estudio de la influencia del conocimiento morfosintáctico. Independientemente de su papel en los
modelos teóricos (todavía no se sabe con claridad si
este conocimiento es distinto al ortográfico, al que
complementaría, o si forma parte de él) es un conocimiento que debe tenerse en cuenta para explicar la
habilidad escritora así como los posibles orígenes de
las dificultades en su adquisición (Alegria y Mousty,
1994; Carlisle, 1988; Seymour, 1997).
En lo que sigue, nos centraremos en las relaciones
entre conocimiento morfosintáctico y escritura. Una
primera cuestión es determinar que se entiende por
este tipo de conocimiento.
El conocimiento morfosintáctico
Morfología y sintaxis son dos partes diferenciadas
de la gramática. El conocimiento morfológico se
refiere a la estructura morfémica2 de las palabras, que
distingue los morfemas radical, derivativo y flexivo (p.
ej., comer, comestible, comía, respectivamente). Los
morfemas se pueden combinar para formar palabras
nuevas (p. ej., helicóptero, televisión). El conocimiento
sintáctico concierne a las relaciones entre las palabras
(funciones) dentro de la frase, así como entre las oraciones.
Ahora bien, como en las palabras se superponen
frecuentemente la forma (morfología) y la función
(sintaxis), ya que una implica la otra, se habla de
conocimiento morfosintáctico de forma general y en
ese sentido lo utilizaremos a lo largo de este trabajo.
2 Un morfema es la más pequeña sucesión de fonemas dotada de
significación (Real Academia Española).
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DEFIOR CITOLER Y ALEGRIA ISCOA
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DEFIOR CITOLER Y ALEGRIA ISCOA
CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
Así, los morfemas cumplen una función semántica
y/o sintáctica. Por ejemplo, la palabra «cantado» está
constituida por dos morfemas, el radical «cant-» que
transmite el significado y el morfema flexivo «-ado»
que cumple la función sintáctica de señalar el participio de los verbos de la primera conjugación. Los morfemas derivativos se unen al radical para generar
palabras nuevas, que pertenecen a una categoría sintáctica determinada; por ejemplo, «-mente» es un
morfema derivativo que genera adverbios (lenta, lentamente), «-ero» genera sustantivos que indican un
oficio (carta/cartero), etc. Por tanto, no se puede
separar la morfología de la sintaxis y tampoco del
significado, ya que como señalan Bryant y cols.
(1999a) la morfología implica tanto la sintaxis como
el significado, expresados de una forma particular.
El conocimiento morfosintáctico necesario para la
comunicación oral se va elaborando de forma pasiva.
Se desarrolla de forma rápida y regular, sin que exista
una enseñanza formal. Hacia los 6 años, los niños ya
han adquirido los mecanismos esenciales. Una vez
instalado este sistema, con un número reducido de
unidades morfémicas se pueden comprender y generar un número infinito de significados.
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El conocimiento morfosintáctico y la escritura
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La existencia de una conexión entre conocimiento
morfosintáctico y escritura era previsible dada la constancia de los distintos morfemas, cuya forma se repite
en múltiples palabras. Esta asociación ha sido puesta
de relieve en un conjunto de trabajos en inglés (Bryant
y cols., 1999b y 2000; Nunes, Bryant y Bindman, 1997),
francés (Alegria y Mousty, 1994; Fayol, Largy y Lemaire,
1994; Fayol, Thevenin, Jarousse y Totereau,1999; Toterau y cols., 1997) y griego (Bryant y cols., 1999a).
Como señalamos anteriormente, el francés y el
inglés son sistemas opacos. Aunque son alfabéticos, no
sólo representan la fonología de las palabras sino que
tienen también un fuerte carácter morfémico (por ello
se les llama también sistemas ortográficos «profundos»).
Ello provoca conflictos con la fonología, si bien la tendencia general es favorecer la morfología. Este predominio de la morfología sobre la fonología lleva en múltiples ocasiones a una trasgresión de esta última a fin
de respetar la primera. Por ejemplo, la forma escrita
final del participio de los verbos regulares ingleses
(Bryant y cols., 1999b) es siempre «-ed» (kissed, hired,
hated) aunque ese morfema se pronuncie de forma distinta (/-t/, /-d/, /-id/ respectivamente).
En otras ocasiones, las marcas morfosintácticas no
aparecen en la forma fonológica de las palabras pero sí
en la ortográfica y, de nuevo, este conocimiento puede
ayudar a escribirlas correctamente. Un caso ejemplar lo
constituyen los morfemas de plural en francés, que no
se pronuncian pero sí se escriben de manera sistemática. Por ejemplo, la expresión fonológica /il prezid/ es
la misma tanto si el sujeto de presidir es singular, il préside (él preside), como si es plural, ilsprésident (ellos
presiden). Es decir, el que se escriba de forma adecuada
depende de un conocimiento morfosintáctico relativo
a la concordancia de número y persona; si el escritor en
francés confía solamente en el conocimiento fonológico producirá una escritura incorrecta (Alegria y
Mousty, 1994; Fayol y cols., 1994).
Por el contrario, en un sistema ortográfico transparente como el del castellano predomina el criterio
fonológico sobre el morfológico. Las marcas morfémicas tienden a desaparecer cuando entran en conflicto con la fonología. Por ejemplo, en «vaquería» y
«escojo» los grafemas «c» y «g» del morfema radical
(vaca y escoger) desaparecen para respetar las RCFG.
Sin embargo, las palabras que tienen la misma fonología (homófonas) pero que difieren en el plano morfológico se suelen escribir de forma distinta respetando así la morfología. El recurso a la morfología
permite escribir con «h» «he comido» y «haz el bien»
por referencia a los radicales «haber» y «hacer».
La motivación que subyace a este trabajo es precisamente la cuestión de si la conexión entre conocimiento
gramatical y escritura también se produce en el castellano, tema que apenas ha sido estudiado hasta el
momento. Es evidente que la utilidad del recurso al
conocimiento morfosintáctico es menor en las lenguas
transparentes que en las opacas. Sin embargo, es posible que también desempeñe un papel importante en las
primeras. Es útil recordar en este contexto que los
conocimientos relativos al léxico ortográfico son
mucho más importantes en inglés o en francés que en
castellano pero que se desarrollan considerablemente
más rápido en castellano que en francés. Como hemos
mencionado, el argumento funcional, es decir, la «utilidad»no es suficiente para determinar los recursos que
intervienen en la escritura. Así, los conocimientos lingüísticos implícitos del lector/escritor pueden intervenir
en el acto de leer/escribir sin necesidad de enseñanza
explícita ni conciencia por parte del sujeto. A la pregunta de si el conocimiento morfosintáctico interviene
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CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
en la escritura del castellano solo se le puede dar una
respuesta empírica.
Un primer paso en esta dirección es considerar
situaciones en las que este conocimiento podría ser
útil y verificar empíricamente su influencia eventual.
Desde un punto de vista educativo, también es importante estudiar si se produce una secuencia evolutiva en
la utilización de este conocimiento por parte de los
niños y si existen diferencias individuales importantes
que puedan afectar a la adquisición del lenguaje
escrito. En lo que sigue, analizaremos diferentes situaciones que se presentan en la escritura del castellano a
fin de determinar qué conocimientos morfosintácticos
son potencialmente aplicables en cada una de ellas.
Utilizaremos a este efecto la clasificación propuesta por
Bryant y cols. (1999a) que consideran tres situaciones
en las que el conocimiento gramatical puede influir en
la escritura: a) decidir, utilizando la morfología, entre
dos o más formas escritas compatibles con la fonología
(p. ej., «as»-«has» y también, en función de la pronunciación dialectal de algunas zonas, «haz»); b) representar morfemas mudos (p. ej., las «s»del plural en hispanoparlantes que no las pronuncian); c) escribir
morfemas que trasgreden las RCFG.
Decidir entre dos o más formas
escritas aceptables fonológicamente
Esta situación se presenta cuando existen dos o
más formas de escribir un mismo sonido (tabla 1). Nos
interesan aquí las situaciones en las que fonológicamente son aceptables dos formas de escribir una
misma palabra y el criterio de elección de una u otra
forma ortográfica tiene esencialmente una base mor-
Tabla 1
Sonidos representables de formas distintas (grafonemas inconsistentes)
Fonema
17
Representación
gráfica3
Ejemplos
/x/ (seguido de e, i)
j, g
/b/ (+ vocal)
vocálico (comienzo de
sílaba)
/i/
/´/(+ vocal)4
b, v, w
sin -h, h
gineta/jinete,
gema/jefe
vaso, bata, water
ola, hola
i, y
ll, y
rey, fui
llama, yate
fosintáctica. Es decir, la decisión del que escribe
depende no sólo del conocimiento fonológico, ortográfico o semántico sino del morfosintáctico.
Como puede observarse en la tabla 1, en el sistema
ortográfico castellano son pocos los sonidos que pueden representarse con dos o más grafemas. Constituyen el origen de la mayoría de los casos en los que la
fonología no proporciona suficiente información para
decidir la correcta escritura de las palabras sin acudir
a otro tipo de conocimientos. En muchas ocasiones,
basta con el uso del conocimiento léxico para resolver
la incertidumbre (p. ej., el fonema /b/ en ventana y
balcón). Aquí nos interesan sólo los casos en los que
el conocimiento morfosintáctico puede ser de ayuda.
Por lo tanto, intentaremos determinar cuando con la
misma fonología la diferencia en escritura se puede
basar en el conocimiento gramatical.
Desde nuestro punto de vista, se pueden distinguir
dos casos, según qué grafonema inconsistente se
encuentre en el morfema radical o bien en las marcas morfosintácticas que acompañan a un radical.
Ortografía del morfema radical
Fundamentalmente son dos los recursos morfosintácticos que pueden contribuir a la elección del grafonema adecuado al escribir una palabra derivada:
conocimiento del radical de base (campestre-campo)
y la toma en cuenta de la categoría gramatical («a»preposición).
En los sistemas ortográficos transparentes como
el del castellano es difícil saber si la morfología
interviene o no en la escritura porque ésta casi siempre puede ser derivada de la fonología. Si, por ejemplo, el escritor ortografía correctamente «piedrita»
no se puede saber si el radical «piedra»intervino o no
en la operación. La única forma de saberlo consiste
en utilizar palabras potencialmente derivables de la
morfología que contengan grafemas que no se pueden derivar de la fonología. Por ejemplo, escribir
«caballuno», «caballeriza», «caballería», «caballero»,
etc. con «b» y «ll» puede constituir un argumento a
favor de la hipótesis de la utilización del radical
«caballo». Un argumento empírico fuerte a favor de
4 En primer
lugar el dominante, a continuación el no dominante.
5 En zonas yeistas, en la actualidad prácticamente toda España y
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DEFIOR CITOLER Y ALEGRIA ISCOA
Sudamérica.
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CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
esta hipótesis sería que existe una alta probabilidad
de escribir correctamente palabras de baja frecuencia como «caballuno», gracias a su asociación con el
radical «caballo» que es de alta frecuencia. Por alta
probabilidad se entiende más alta que la probabilidad de escribir correctamente palabras equivalentes
pero de baja frecuencia, cuyo radical de origen sería
también de baja frecuencia y, por consiguiente, no
podría contribuir a la ortografía correcta de la palabra derivada.
El conocimiento de la categoría gramatical también puede intervenir en la producción ortográfica.
En este caso, como en el precedente, es difícil establecer con seguridad su participación (el hecho de
que un escritor ortografíe correctamente «tomando»
en una frase no da ninguna información, ni a favor ni
en contra, de que el conocimiento del verbo «tomar»
haya participado en este acto). Una vía empírica para
establecerlo sería examinar palabras que tienen la
misma fonología pero que se escriben de forma distinta (homófonas heterógrafas) y que, además, desempeñan papeles gramaticales diferentes. En este
caso, el escritor tiene que acceder a la información
gramatical para escribirlas correctamente. La decisión
para adoptar una u otra forma se basa en la información semántico-ortográfica, como en el caso de
«baca»-«vaca», y también en su categoría morfosintáctica y ortográfica, como en las parejas sustantivoverbo: «cabo-«cavo», «as»-«has», etc.
Rev Logop fon Audiol 2005, Vol. 25, No. 2, 51-61
Ortografía de las marcas morfológicas
que acompañan al radical
56
En este caso, como en el precedente, se trata de
establecer si el escritor utiliza las reglas (o las regularidades) de derivación de las palabras mediante el uso
de morfemas flexivos y derivativos.
Los morfemas derivativos pueden estar en posición inicial (p. ej., sub- en submarino) o final (p. ej.,
-aje en carruaje). En algunos casos, existe una regla
que estipula el grafonema a utilizar. Por ejemplo, los
sustantivos derivados que terminan en /axe/ (coraje),
/exe/ (hereje) se escriben con «j»; los que terminan en
/xia/ (magia) y /loxia/ (psicología) se escriben con «g»;
los adjetivos que acaban en /abo, ebo, eba, ebe, ibo,
iba/ (cóncavo, octava, longevo, nueva, activa) se
escriben con «v». Del mismo modo, las palabras formadas con el prefijo sub- se escriben con «b»(subversión, subalterno).
Como en los casos anteriores, la producción escrita
de los morfemas gramaticales correctos no permite
afirmar que el escritor utilice la morfología pero tampoco permite excluir esta hipótesis. La respuesta a esta
pregunta no puede ser sino empírica y recurrir a los
grafonemas inconsistentes puede ser útil para ello. Así,
por ejemplo, la terminación /aba/ se escribe con «b»en
las formas verbales del pretérito imperfecto de los
verbos de la primera conjugación (hablaba). La utilización de este recurso morfológico tendría como consecuencia que la probabilidad de obtener respuestas
correctas es superior en el caso de los verbos que en
el de sustantivos que terminan también en /aba/,
incluso con ítems de muy baja frecuencia puesto que
el morfema verbal, si es utilizado como tal, no
depende de la frecuencia del radical (p. ej., un seudoverbo como «blumabasmucho en el agua»comparado
con «los blumabastienen colores vivos»).
En resumen, podemos concluir que la primera
situación, decidir entre dos formas ortográficas,
ambas fonológicamente aceptables, con un criterio
morfosintáctico, se produce efectivamente en la
escritura del castellano. No obstante, dada la transparencia del sistema, esta situación se plantea con
menos frecuencia que en los sistemas ortográficos
opacos como el del inglés o del francés. Esto no permite afirmar que el escritor hispanoparlante moviliza menos sus conocimientos morfosintácticos
cuando escribe. Datos empíricos pertinentes en esta
materia faltan por el momento. Más arriba hemos
sugerido situaciones experimentales que exploran
los casos en que la traducción fonema grafema es
inconsistente y que permitirían demostrar la participación de los conocimientos morfológicos en la escritura del castellano.
Representación de los morfemas «mudos»
Se denominan morfemas «mudos» aquellas marcas morfosintácticas que no aparecen en la fonología de las palabras. Esto da lugar a la homofonía
de palabras con funciones morfosintácticas diferentes. En unos casos, estas distinciones no se pronuncian y t ampoco aparecen en la escrit ura. Por
ejemplo, en la palabra «juego» ni la forma fonológica ni la ortográfica cambia para señalar cuando
cumple la función verbal («yo juego») o la nominal
(«el juego»); es el contexto el que permite establecer la diferencia.
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CONEXIÓN ENTRE MORFOSINTAXIS Y ESCRITURA: CUANDO LA FONOLOGÍA ES (CASI) SUFICIENTE PARA ESCRIBIR
Nos interesan los casos en los que la marca morfosintáctica aparece en la escritura de las palabras
pero no en su fonología. El francés es una de las lenguas donde esta situación es más espectacular, ya
que un elemento lingüístico de un uso tan frecuente
como la marca de plural no aparece en la pronunciación. Anteriormente, hemos mencionado el caso de
los verbos; ocurre lo mismo en el caso de los sustantivos y los adjetivos. Por ejemplo, las expresiones
chat noir y chats noirs (gato negro y gatos negros
respectivamente) se pronuncian de la misma manera
tanto si se trata del singular como del plural. Por
tanto, para escribir correctamente las expresiones
en plural es necesario conocer las reglas de concordancia de número y los morfemas correspondientes,
que no son audibles. En otro sistema ortográfico de
carácter morfémico, el inglés, también son frecuentes este tipo de situaciones; así las expresiones the
boy’s sail (marca de posesivo, «la vela del chico») y
the boys sail (marca de plural, «los chicos navegan»)
se pronuncian de la misma forma aunque la forma
ortográfica y el significado sean distintos.
En castellano esta situación está menos presente.
Por ejemplo, la palabra /el/ se escribe «él» cuando se
trata del pronombre personal y «el» cuando es un
determinante, es decir, la diferencia de escritura se
basa en una diferencia gramatical; el signo diacrítico
(tilde) indica esa diferencia de función. Como en la
situación descrita en el apartado Decidir entre dos o
más formas escritas aceptadas fonológicamente, se
pueden distinguir dos casos, según que el morfema
mudo aparezca en el morfema radical o en una marca
morfológica asociada.
Ortografía del morfema radical
Dos tipos de conocimiento, ambos sobre la categoría gramatical, pueden contribuir a la escritura
correcta de las palabras que contienen un morfema
mudo:
— La distinción entre nombre apelativo y nombre
propio. Una marca morfosintáctica inaudible es la
letra mayúscula inicial en los nombres propios. Así,
la escritura correcta de la palabra /granada/
depende de la capacidad para establecer dicha
distinción, por ejemplo, en las expresiones «el jugo
de granada me gusta mucho» y «voy a Granada a
visitar la Alambra». Cuando este conocimiento
19
está bien establecido es tan potente como para
poder observarlo incluso en la escritura de seudopalabras. Por ejemplo, «el jugo de tiripa me gusta
mucho»/«la ciudad de Tiripa está junto al mar»;
«en Italia juegan a la mefarela»/«Mefarela se casa
en mayo».
— El acento diacrítico. Como se ha mencionado,
consiste en una marca ortográfica (la tilde en la
vocal) que señala la diferencia de función gramatical y distingue entre palabras homófonas. Por
ejemplo, la forma fonológica /este/ se escribe
«éste»o «este»según tenga la función de pronombre o de adjetivo. Por tanto, para escribirla de
forma adecuada es necesario tener en cuenta un
conocimiento morfosintáctico. Lo mismo ocurre
en otras pocas palabras, como tu/tú; aún/aun;
sólo/solo; si/sí, etc.
Ortografía de morfemas derivativos y flexivos
Teóricamente, cabría la posibilidad de que, como
ocurre en otras lenguas, existiesen morfemas inaudibles, ya sean flexivos (marcas morfológicas de
número, persona, tiempo) o derivativos (prefijos y
sufijos). Sin embargo, en el castellano estándar estas
marcas aparecen siempre, tanto en la forma fonológica de las palabras como en la ortográfica. Ahora
bien, como ya se ha referido, en algunas zonas, la
pronunciación evoluciona y se aleja de la forma
escrita, lo que origina que en esos casos el conocimiento morfosintáctico sea indispensable para escribir. Se pueden distinguir dos tipos de conocimiento:
— Conocimiento de los morfemas flexivos: marcas
morfológicas de número, persona, tiempo. En
algunas zonas de España y de Latinoamérica, el
fonema /s/ final de las palabras tiende a desaparecer y, por lo tanto, la marca del plural en determinantes, sustantivos y adjetivos se hace mudo (p.
ej., «los gatos negros»). Lo mismo ocurre con el
sonido final /s/ de la 2.ª persona del singular y 1.ª y
2.ª del plural en los verbos (p. ej., comes, comemos,
coméis). De modo semejante, la pronunciación del
sonido /d/ del morfema de participio verbal
(«-ado», «-ido») se tiende a omitir y en lugar de
pronunciar /abandonado/, /komido/ o /subido/ se
pronuncia /abandonao/, /komío/, /subío/. La
explotación del conocimiento morfosintáctico
puede influir en la ortografía correcta de estas
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formas; una prueba de esa posible influencia son
las sobregeneralizaciones que aparecen a veces
en palabras que acaban en -ao, que no son participios (p. ej., «bakalado», «Bilbado», «sobado»).
— Conocimiento de los morfemas derivativos. En circunstancias como las anteriores, en las que la
fonología se separa de la ortografía, es un conocimiento indispensable para la utilización de las
marcas morfológicas ausentes en la pronunciación.
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Un caso similar se presenta ligado a la tendencia
a omitir la pronunciación del sonido /s/ en final de
sílaba dentro de una palabra («s» intraléxica). Unas
veces los escritores necesitarán un conocimiento
léxico específico (castillo, disco) para escribir esa «s»
no audible, mientras que si se trata de palabras derivadas, formadas a partir de prefijos que contienen
una «s»final («des-cubrir», «dis-par»), el conocimiento
de estos morfemas derivativos puede contribuir a su
correcta escritura.
Igualmente ocurre con la tendencia a no pronunciar los fonemas oclusivos en final de sílaba, en particular los fonemas /d/ y /g/. De manera análoga al
caso anterior, unas veces los escritores van a representar el fonema no audible porque tienen un conocimiento léxico de la palabra («ciudad», «magdalena»)
mientras que en otros el conocimiento de que el morfema «-dad» se utiliza para derivar sustantivos abstractos puede contribuir a su escritura («maldad»,
«bondad»).
En un experimento piloto, realizado con niños de
nivel primario escolarizados en la región de Salamanca (Alegria y Benavides, 2000), se utilizó un dictado con palabras que contenían fonemas ausentes o
muy alterados en la pronunciación, algunos de ellos
derivables vía la morfología y otros no. Ciertas palabras terminadas en «d», por ejemplo ciudad, pared,
etc., podían ser derivadas gracias a las variantes morfológicas que comparten el radical y en las que el
fonema /d/ aparece sin alteración en la pronunciación (ciudades, ciudadano, ciudadela, paredes, paredón, etc.). Se exploró también el morfema «-ad», en
construcciones tales como maldad, enfermedad, etc.
Un hecho que merece mencionarse es que la /d/ final
estaba a menudo ausente de la producción escrita de
los niños más jóvenes. Los aciertos alcanzaban el
39 % en el primer curso, el 72 % en tercero y el 94 %
en quinto. El fonema /d/ pronunciado de manera
estándar en inicio de sílaba (p. ej., soldado, ciudad,
etc.) producía el 100 % de respuestas correctas desde
el comienzo del aprendizaje. Esto muestra claramente que el fonema /d/ final está ausente de las
representaciones fonológicas de las palabras de los
niños hispanoparlantes salmantinos sin ningún problema conocido. No se trata, por consiguiente, de
un fenómeno marginal y puede ser utilizado para
averiguar si la morfología contribuye a la escritura
de esos sonidos. Una pregunta evidente es por qué
los aciertos aumentan con la edad. Por supuesto, la
ortografía léxica es un determinante importante de
esta evolución. Para saber si la morfología determina
también estos progresos, se compararon las «d» derivables morfológicamente con otras oclusivas en final
de sílaba, que están igualmente ausentes o alteradas
en la pronunciación oral, pero que no pueden ser
derivadas. Los resultados sugieren la existencia de
una tendencia en favor de las palabras derivables
comparadas con las no derivables. Ciertos factores
no fueron controlados adecuadamente en este experimento piloto, como la frecuencia de las palabras en
particular, y el trabajo tendría que ser repetido antes
de poder concluir acerca de la participación de
los recursos morfológicos en la escritura de estos
morfemas.
En resumen, la respuesta a la cuestión de si existen
morfemas mudos en castellano es francamente afirmativa. Queda por establecer si el escritor hispanoparlante utiliza la morfología cuando escribe. Las particularidades de algunos dialectos, tales como la tendencia
a hacer desaparecer las «s»y las oclusivas finales, permiten abordar la cuestión de la utilización de recursos
morfológicos en castellano. En este sentido, los recientes trabajos de Titos, Defior, Alegria y Martos (2003) y
Defior, Alegria, Titos y Martos (2004) muestran que los
niños utilizan los recursos morfológicos para escribir las
«s» finales de los verbos en 2.ª persona del singular así
como en los sustantivos plural. Se diseñó una tarea de
dictado de palabras incluidas en sus respectivas frases.
Las palabras objetivo eran sustantivos en plural (p. ej.,
camas) y verbos en 2.ª persona del singular (p. ej., cantas). Los participantes fueron niños de 1.º a 3.º de primaria de origen andaluz que presentaban la tendencia
a no pronunciar las «s»finales. Los resultados muestran
que estas marcas morfológicas son frecuentemente
omitidas y que esta tendencia disminuye con la escolaridad. Se observó que la escritura de las marcas de plural pasa del 35 % al 55 % de 1.º a 3.º, mientras que las
marcas verbales pasan del 50 % al 70 % en el mismo
lapso de tiempo.
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Escribir morfemas que trasgreden las RCFG
Esta situación se presenta frecuentemente en los
sistemas opacos en los que, como ya hemos mencionado, la tendencia predominante es preservar la componente morfológica de las palabras aunque ello vaya
en detrimento del respeto a las RCFG. Es la situación
inversa a las anteriores, ya que se trata de morfemas
que se pronuncian de diferente forma (distinta fonología) y se escriben igual (misma ortografía). En
numerosas ocasiones la razón es de tipo gramatical.
Efectivamente, cuando se forman nuevas palabras
por el procedimiento de derivación, la tendencia de
los sistemas opacos es a conservar la integridad ortográfica del morfema radical aunque en la palabra
derivada se pronuncie de forma distinta, como por
ejemplo en magic/magician, electric/electrician (el
mismo grafema «c» para los fonemas /k/ y /s/). Lo
mismo ocurre con heal y health (el mismo grafema
«ea» para los fonemas /i/ y /e/). En todos estos pares
de palabras inglesas se conserva inalterado el morfema radical aunque la pronunciación de la consonante «c» y de la vocal «ea» sea distinta en cada caso.
De la misma manera, como se mencionó previamente,
el inglés conserva la escritura del participio de los
verbos regulares acabados en «-ed»; aunque ese morfema se pronuncie de forma distinta según los casos
(/-t/, /-d/, /-id/). Este fenómeno, aunque menos frecuente, se observa también en francés. Así, el morfema «–ent», como se explicó anteriormente, no se
pronuncia cuando se trata del plural de verbos (ils
mangent, /il mäg/; ellos comen) pero se pronuncia
cuando se trata de un adverbio (lentement, /lentement/; lentamente). Este hecho, contribuye en parte
a la falta de productividad de las RCGF de las lenguas opacas, ya que un mismo grafema representa
sonidos diferentes y viceversa; la conexión entre
conocimiento morfosintáctico y escritura va a permitir escribir y en algunos casos leer correctamente
(Burani, Marcolini y Stella, 2002).
Por el contrario, como ya hemos mencionado, en
los sistemas transparentes predomina el respeto a la
fonología, de forma que se modifica la ortografía del
morfema radical si el respeto de las RCFG lo exige. Por
ejemplo, «vaca»/«vaquero», «caza»/«cacería». Por
tanto, en castellano no existen palabras que conserven la escritura y que cambien de pronunciación.
El respeto al principio alfabético en los sistemas
transparentes, como el castellano, impide que la
dimensión morfosintáctica de la lengua se manifieste
21
en la escritura en oposición a la dimensión fonológica. Esto tiene como consecuencia que casos como
los expuestos en este epígrafe no se presenten en castellano.
Conclusión
La ortografía del castellano forma parte de los sistemas calificados como transparentes porque representan en primer lugar la fonología de la lengua en
detrimento de la morfología. Los sistemas opacos, por
el contrario, intentan preservar la morfología y esto
hace que sean menos respetuosos con la fonología.
En estos sistemas, el uso de la morfología es esencial
para escribir; no ocurre así en los sistemas transparentes, en los que la fonología permite hacer «casi
todo el trabajo de escritura». Esto no quiere decir que
la morfología no intervenga en estos sistemas. Como
hemos reiterado anteriormente, la respuesta a esta
pregunta sólo puede ser empírica. El hecho de que
un recurso lingüístico no sea indispensable no implica
que no intervenga. Se puede ilustrar este principio
en el dominio de la escritura considerando el hecho
de que la ortografía léxica sea mucho menos útil en
castellano que en francés y, sin embargo, se desarrolla con mayor rapidez y precocidad en el primer caso.
El desarrollo del léxico ortográfico es un fenómeno
pasivo, depende de la lectura y, por consiguiente, su
eficiencia en el plano funcional no es un parámetro
importante en su evolución. Lo mismo podría ocurrir
con la morfosintaxis que sin ser indispensable, ya que
la fonología permite escribir correctamente casi todo
lo que se puede decir, podría intervenir en la escritura
(y en la lectura) sin que consideraciones de carácter
estrictamente funcional permitan decidir si esto ocurre. En este artículo hemos intentado examinar las
condiciones en las cuales esta participación podría ser
observada.
Así, hemos visto que dos de las tres situaciones
generales que se señalan en las ortografías opacas
como casos en los que la conexión entre conocimiento gramatical y escritura se manifiesta, son interesantes en castellano. A pesar de que la aplicabilidad
de los conocimientos morfosintácticos sea limitada,
existen situaciones, originadas principalmente por la
existencia de grafonemas inconsistentes, que pueden
revelar la aplicación de este tipo de conocimientos en
la producción escrita. Igualmente, la situación creada
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por las particularidades fonológicas del castellano
hablado en diversas regiones (y por millones de hispanoparlantes) abre una ventana a través de la cual el
papel general de la morfosintaxis puede ser observado. Este artículo constata que la mayoría de estos
trabajos están por hacerse y propone un cuadro teórico en el cual podrían ser concebidos.
Es evidente que el fuerte predominio fonológico en
el sistema ortográfico castellano hace que las situaciones en las que una escritura con base gramatical
se pueda manifestar sean escasas. Eso no quiere decir
que la conexión entre conocimiento gramatical y
escritura no exista pero la demostración de esta conexión será difícil ya que en muchas ocasiones va a estar
enmascarada por la potencia de la propia fonología.
Los modelos de lectura recogen las características
generales de la adquisición del lenguaje escrito en
los sistemas alfabéticos. No obstante, de la misma
manera que los estudios translingüísticos han demostrado que las características del sistema ortográfico
particular de cada lengua establecen diferencias en la
adquisición y dominio del código alfabético (Cossu,
Shankweiler, Liberman, Katz y Tola, 1988; Defior,
2004; Defior, Cary y Martos, 2000), es posible que la
influencia del conocimiento morfosintáctico también
esté modulada por las características morfémicas de
cada sistema. La primera impresión, después de esta
revisión de posibles situaciones, es que, en castellano,
la conexión gramatical va a tener escasa influencia
desde un punto de vista cuantitativo, pero no así en
el plano de la teoría psicolingüística. En efecto, será
de gran interés demostrar que los diferentes recursos
lingüísticos —fonología, morfosintaxis, léxico, etc.—
intervienen en la actividad de lectura y escritura,
independientemente de las propiedades del sistema
ortográfico. Queda por realizar la demostración
empírica, que viene a insertarse en el debate más
general sobre la importancia del conocimiento léxico
frente al conocimiento de reglas y sobre la existencia
de mecanismos generales de escritura frente a mecanismos contingentes, dependientes de la propia
estructura del sistema ortográfico de una lengua. Si
se logra demostrar que a pesar del predominio de la
fonología, otras fuentes de información intervienen
en la escritura de los sistemas transparentes, en particular el conocimiento morfosintáctico, tal como
ocurre en francés y en inglés, será una indicación de
la existencia de procedimientos universales en el
modo en que los niños escriben en los sistemas alfabéticos, que persisten a pesar de las diferencias en
los códigos que cada uno de ellos adopta. En caso
contrario, significaría que los procedimientos son
contingentes y que dependen de las características
del sistema ortográfico que los niños tienen que
aprender.
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