CERTAMEN DE RELATOS CORTOS Y POESÍA DE LA SEMANA CULTURAL DEL AULA DE LA EXPERIENCIA CURSO ACADÉMICO 2015-2016 Los textos que aparecen a continuación fueron presentados al Certamen de Relatos Cortos y Poesía de la Semana Cultural del Aula de la Experiencia, celebrada del 1 al 5 de febrero de 2016. Sus autores han autorizado la publicación de los mismos en la página web del Aula de la Experiencia. Se prohíbe la copia o la difusión de parte o de la totalidad de estos trabajos sin citar explícitamente a su autor. Premio de Relatos Cortos EL CORREDOR DE SALIDA. Carmen Gómez Sousa Premio de Poesía REFLEXIÓN. Mercedes Valdivieso Muñoz Trabajos presentados al Certamen Relatos Cortos AVE DE PASO: María Antonia Fernández-Gil Aguilar CARTA AL MÁS ALLÁ. Mercedes Valdivieso Muñoz EL CORREDOR DE SALIDA. María del Carmen Gómez Sousa LA SEMILLA DEL PAVO REAL. Eleuteria Candeas Marín MADRES "IN MEMORY". Guadalupe Aguilera Ortega PASO DE CEBRA. María Antonia Fernández-Gil Aguilar Poesía LA LÁMPARA DE ALADINO Y YO. María Antonia Fernández-Gil Aguilar POR TIERRAS GADITANAS. María Antonia Fernández-Gil Aguilar REFLEXIÓN. Mercedes Valdivieso Muñoz SOLEDAD. Elena Gutiérrez Callejón El corredor de salida Relato ganador Autora: María del Carmen Gómez Sousa Ella descubrió que había pasado hambre cuando una noche, mientras cenaba, se atravesaron entre sus ojos y la mesa imágenes de aquellas cenas de su infancia. Confirmó el hallazgo, además, el recuerdo de la precoz temeridad infantil que le hacía desoír la voz tajante de su madre prohibiéndole visitar a su abuela. A una abuela empeñada en exhibir los restos de una exuberancia naufragada, el rubio artificial de su melena extemporánea y un rostro pintarrajeado hasta rozar lo grotesco. A una abuela que lo único que le ofrecía al final de cada encuentro era un ridículo vasito de leche, que, mientras se lo bebía con fruición, aprovechaba para renovar la promesa, nunca cumplida, de ponerla, algún día, ante una mesa de ricos manjares. Aun así, no dudaba en escaparse una y otra vez de su barrio, aunque pesase sobre ella, además de la amenaza materna, el ruego de los demás chiquillos, tan famélicos como ella, que la requerían para compartir juegos callejeros nacidos del ingenio, bajo los que se sepultaban tantas carencias. ¡Pero era tan intenso el magnetismo que ejercía sobre ella la despensa de la vieja estrafalaria! Era un recinto frío y oscuro que dejaba escapar por el respiradero de su puerta aromas de café recién molido, caramelos cremosos, manzanas en sazón, bizcochos recién horneados, licores espirituosos... Un atardecer, creyéndose a solas, se aventuró a traspasar la puerta de aquel lugar fascinante, y de acceso vetado como el resto de las dependencias de la casa a excepción de la cocina. Instantáneamente, tras abrir la puerta, unos inquietantes ojos verdes se fijaron en ella. Un fuerte zarpazo sobre su rostro le robó la visión por un momento. Era Marquesa, la gata silente, de inmóviles ojos, guardiana eterna de aquel territorio. El camino de salida de la casa lo hizo a través del largo pasillo flanqueado por habitaciones que, ante sus sollozos, iban siendo entreabiertas sus puertas por manos de mujeres semidesnudas, mientras apremiantes voces masculinas las conminaban a abandonar la curiosidad por una niña llorona. Cuando llegó a su casa, su madre le ordenó desvestirse y, tras examinar nerviosamente su ropa más íntima, se ocupó de cerrar amorosamente las heridas que le bañaban el rostro de sangre. En ese momento la niña se dio cuenta de que las finas cicatrices que siempre habían cruzado la cara de su madre tenían el mismo recorrido que sus recientes heridas. Reflexión Poesía ganadora Autora: Mercedes Valdivieso Muñoz Es la corona del necio la arrogancia y la incultura, y es también del intelecto la sensatez y mesura. Cuántas veces en la vida en muchos discernimientos entre necios e intelectos surgen las confrontaciones y difícil solución, logran un final certero que no dañe a terceros víctimas de sus acciones. Es por esto mi consejo, como poeta y tercero, que baje el necio del "cielo" y que arroje su corona, y que el intelecto logre con su sapiencia adquirida lograr consenso y medida para realizar acciones. Ave de paso Autora: María Antonia Fernández-Gil Aguilar Caía el Sol con tanto peso que exprimía a quien osara salir del amparo de su casa. La brisa de la mañana hacía horas que se había marchado y el sofocante calor campeaba a sus anchas por el silencioso pueblo. No se oían ni voces, ni pájaros, ni gatos, ni perros, a lo lejos una intrépida cigarra desafiaba el silencio de la siesta...a intervalos... y de pronto, algo rasgó el silencio haciéndolo añicos,... tambores, platillos, trompetas, panderetas, gritos, risas y una voz potente como salida de la boca de un gigante gritó: ¡Señoras y Señores! ¡Ha llegado el circo! Las puertas y ventanas comenzaron a abrirse apareciendo los rostros asombrados de niños, ancianos, jóvenes... todo habitante despierto más los que sesteaban y dejaron de hacerlo salieron a la calle con la boca semi-abierta, con los ojos de par en par, las cejas levantadas y con una risa nerviosa los más pequeños gritaban: iEl circooo! iHa llegado el circo! Ella acababa de cumplir los quince y el espectáculo llegó como un impresionante regalo de cumpleaños, lleno de colorido, música y alegría. Carromatos de colores, jaulas con increíbles animales que solo había visto antes dibujados en los libros del colegio, músicos y bailarinas,... era la primera vez que el circo llegaba a su pequeño pueblo, era como un sueño. Julia notó como su corazón comenzó a latir de una forma extraña, su respiración se agitó y no supo lo que le estaba pasando hasta muchos días después. Todo empezó cuando le vio tras las jaulas de los leones, montando un caballo cartujano claramente abrumado por los tambores que retumbaban cerca de su barriga y que asustado, a duras penas obedecía las órdenes que su jinete trataba de hacerle entender. El llevaba el torso desnudo y su brillante cinturón a juego con las botas, le sujetaba a la cintura una corta e irregular falda de piel de tigre. Nunca había visto un muchacho con aquel color de piel, parecía de caramelo, sus rasgos faciales varoniles de labios gruesos y ojos negros, su cuerpo fuerte y proporcionado en su musculatura y su pelo negro y brillante se arracimaba en mechones anillados convirtiéndolo en el hombre más "guapo y atractivo" que había visto jamás. Algo la obligó a bajar la mirada cuando él, además de mirarla, le dedicó una sonrisa. Gastó todos sus ahorros en ver las cinco funciones primeras del circo, o mejor dicho en verle a él actuando como domador de seis leones de terribles rugidos y colmillos de pavor. Tras la última función del tercer día a sabiendas de que ya no podría asistir a ninguna más, decidió dejarse llevar por sus pasos en dirección al rugido de las fieras, y allí estaba él...volvió a sentir el dulzor de su sonrisa al verla y ella sintió su corazón dando brincos dentro de un tórax que a todas luces se le había quedado pequeño. Él se acercó despacio, la miró con dulzura y le dijo: ¡Hola princesa!... le llegó como un susurro, el primero de los muchos que llegaron después... Diez días duró aquel intenso sueño repleto de emociones nuevas para ella, mucho más de lo que duran los sueños de muchos... porque los sueños no se miden con la medida del tiempo, se miden con la medida de la intensidad y así lo aprendió. A veces existen intensos sueños que se viven en un tiempo breve y logran dar sentido a toda una vida,...otras veces, se sueña toda una vida con lograr ese sueño que le proporcione un auténtico sentido a la misma... Aquella mañana estaba muy clara y el sol acababa de asomarse al horizonte, cuando hizo su aparición un silencio denso que a ella le pareció aterrador y que la sobresaltó en su despertar... "me ha despertado el silencio", pensó... Aquella ausencia de sonidos hacía que aquel día fuera diferente a cualquier otro, ni los gallos, ni la paloma zurita que cantaba en el alero de su balcón cada mañana, ni el pájaro cuco que lo hace para recibir y despedir al sol cada día y además... íOoooh Dios mío, ni rugen los leones, ni escucho el grito mañanero de las trompas de los elefantes llamando al orden a sus crías, ni los músicos en sus ensayos, silencio, silencio. De un salto se plantó en el balcón de su habitación, volvió el corazón a bombear su sangre con tal ímpetu que todos los órganos de su cuerpo realizaban sus funciones a una velocidad nunca antes conocida... hacía diez días que andaba su corazón descontrolado y solo sentía sosiego cuando estaba junto a él, solo el bálsamo de sus palabras lograban calmar sus latidos, solo se normalizaba su pulso cuando él le hablaba de ese mundo increíble que comenzaba donde terminaba su pueblo. El muchacho de color y sabor a caramelo estaba allí, al otro lado de la calle, mirando hacia su balcón, esperándola bajo el nogal donde aún colgaba el viejo columpio que puso el abuelo cuando ella era pequeña, ¡hacía ya tanto tiempo!... bajó los escalones de tres en tres, descalza y con el camisón que como un humo etéreo borraba las formas de su cuerpo... Tampoco los abrazos se miden con el tiempo, también los abrazos se miden por su intensidad, también aprendió esto en aquellos intensos largos-cortos diez días. ¡Llévame contigo!... ¡Llévame contigo! Si lo hiciera, perderíamos este sueño Princesa, y no quiero perderlo, no sería justo, quiero que le dé sentido a mi vida, a tu vida, a nuestras vidas, pocos logran vivir un sueño como este nuestro, ¡vivirá para siempre así de intenso y grandioso en nuestro recuerdo!... Si te llevara conmigo, antes o después acabaría siendo un sueño más dejaría de ser ¡grandioso! Y eso no Princesa, no podemos hacer eso con "nuestro sueño". Te lo dije el primer día, antes del primer beso, "soy ave de paso Princesa", pero nunca, nunca, levantar el vuelo me resultó tan difícil... ¡Miraré hacia atrás únicamente para recordarte Princesa! Carta al más allá Autora: Mercedes Valdivieso Muñoz Está lloviendo, llora el cielo lo mismo que mi corazón al recordaros. Es mucha la soledad y la necesidad que tengo de vuestra presencia. Ha llegado un momento de mi vida en que las horas se hacen eternas y son múltiples mis pensamientos. Hay tantas cosas que quisiera decir, contar… pero ¿a quién?, nadie lo entendería o simplemente sería aburrido. La gente ni quiere ni le agradan los problemas y las tristezas es mejor por tanto sonreír y tragarse las penas. Un trueno me sobresalta, no me gustan las tormentas, pero este ha sido una llamada de atención del cielo y es a él a quien dirijo mi inmaterial carta. Buenas tardes señor, perdona por interrumpir tu trabajo, pero tengo necesidad de hablar contigo y hacerte algunas preguntas. ¿Te has parado a pensar en qué estado dejas a los que nos quedamos aquí cuando decides llamar a los que deseas tener contigo? Yo creo que no y eso lo siento, pero me parece un poco injusto. ¿Has pensado que también nosotros los necesitamos y tú vas y te los llevas así, sin más, sin preguntarnos? ¿Has tenido en cuenta, que tú tienes la posibilidad de verles a ellos y a nosotros, pero no ocurre a la inversa? Cómo me gustaría que me contestaras a alguna de estas preguntas porque realmente no lo entiendo. Cierto que nos has prometido que nos volveremos a encontrar y que sabemos que están bien atendidos contigo pero... ¡cuánto cuesta su ausencia! Dales un gran abrazo de mi parte y diles que no les olvido. Esperando alguna respuesta te saluda cariñosamente esta que te escribe. La semilla del pavo real Autora: Eleuteria Candeas Marín En lo más profundo de la sierra, cuenta la gente del lugar, que veía por las marras, una serpiente con cara de mujer, y en lo alto de la cabeza llevaba un moño. Esta mujer fue encantada en forma de serpiente, por los espíritus del bosque, porque trataba mal a los animales y a los árboles. Los espíritus le dijeron que sería desencantada si le traían la semilla del pavo real. Fueron muchas personas y se atrevieron ir donde vivía. Cuando veía a la gente se convertía en una mujer bellísima pero cuando se acercaba a la persona se transformaba en serpiente y se tenía que enrollar en su cuerpo. Entonces la gente salía a correr de miedo. Le llevaron toda clase de semillas, pero nadie encontró nunca la semilla del pavo real. Cuentan que se ve a la serpiente por las marras con cara de mujer. Madres "In memory" Autora: Guadalupe Aguilera Ortega En Huelva, y en una de sus calles céntricas, San José, justo al lado del desaparecido pero no olvidado colegio público del mismo nombre, en su esquina derecha, se encuentra la calle Isaac Peral, en el número 32 tuve el gran privilegio de nacer un 13 de junio, día de San Antonio, santo de mi abuelo paterno y de mi hermano mayor, fecha familiar muy celebrada. Me contaron que en la calle hubo sentimientos de alegría, mi casa fue un ir y venir de vecinos a la voz de "Lola ha tenido una niña". No es de extrañar, en seis años nacieron solo varones, cuatro en mi misma casa. Pronto pude sentir el cariño de las madres de mi calle; me encantaba sentarme en el escalón de entrada de la casa, siempre limpio, ellas estaban pendientes de todo, enseñaban a sus hijos: "cuidad de ella como a una hermanita chica, no decid palabrotas", las decían en clave, cuando les preguntaban "¿eso qué es?", respondían "naa". Decidieron cuidarme y me encontré entre caballeros en busca de aventuras, utilizaban la espada que pasaba a ser un caballo; me tenían prisionera en un castillo, sentada en mi sitio preferido -controlada- a la espera de ser rescatada. Las madres ponían el grito en el cielo temerosas de que se pudiera escapar un espadazo; no se les podía increpar porque se liaba. Pasé con ellos mi infancia y adolescencia compartiendo vivencias propias de la edad, intentando entender la sociedad del momento. Madres: se sentían muy orgullosas de sus hijos (correctos-honestos): la gran mayoría consiguieron terminar una carrera universitaria. Madres: pasaron por afrontar un gran dolor, sufrir la triste pérdida de un hijo primogénito, siendo muy jóvenes, por enfermedad en investigación o accidente, en esos tan malos momentos de sentimientos encontrados me mostraron una gran generosidad al abrir su alma y ser ellas las que me consolaron. Hoy día nos han ido dejando; mi recuerdo referente es infinito por todo aquello que me transmitieron, principios que conservo como algo tan valioso que no quiero perder; por mucho que me azote la vida y mi memoria se debilite, ellas, - grandes madres - seguirán conmigo. Sus hijos, súper-hombres (no podía ser menos): algunos de ellos son abuelos contentos e ilusionados con sus nietecitos; cuando les veo no recuerdan mi nombre de pila, soy "Lolita", se acuerdan de mi madre y ese impacto de humanidad de toda una calle en la que, mi madre tan tolerante, se sentía arropada y querida por mayores y niños. Y para ellos, mi recuerdo de cariño, amistad y respeto que me mostraron a lo largo de mi vida, mis hermanos que siempre necesité. No quiero olvidaros, aunque os resulte pesada, os quiero. Paso de cebra Autora: María Antonia Fernández-Gil Aguilar Por no tener, no tenía ni sueño y por eso cuando todos dormían ella pensaba y soñaba despierta. Cada mañana al despuntar el día recorría con el tal-jal sobre su cabeza los seis kilómetros de sendero salvaje que le conducían al pozo de agua, más tarde acudirían a él todas las mujeres del poblado transportando en un hábil y controlado equilibrio el recipiente con el agua necesaria para la familia. Ella era diferente, quizás por eso la miraban benévolamente, algunas le sonreían, pero no le dirigían la palabra, la aceptaban pero no la compartían, la respetaban pero dentro de un "silencio aislado”...siempre fue así y lo tenía tan asumido que el "acompañado-aislamiento" no causaba en ella ningún conflicto personal ni sufrimiento alguno. Sus pies eran los únicos descalzos que pisaban el amarillento camino ribeteado de verde, las últimas sandalias de trenzas de palma que calzó fueron las que siendo aún niña, le hizo su padre amorosamente poco antes de morir, y la única prenda que cubría su cuerpo y escasamente alcanzaba a cubrir los vellos de su pubis, se la regaló su madre en su primera menstruación. Su andar era solemne y pausado, su figura la más esbelta de todas y su piel brillaba como el ébano barnizado...todas las curvas que daban forma a su cuerpo eran tan suaves que no se apreciaba cuando acababa una y comenzaba la siguiente... excepto sus senos que emergían con la turgencia y la fuerza de las montañas que marcaban el horizonte de la otra orilla del rio. Ella sabía que nada de cuanto hacían los jóvenes de la aldea para deslumbrar a las mujeres jóvenes y elegirlas como madre de su descendencia debía impresionarla, aquellas impresionantes y salvajes piezas cazadas nunca serían ofrecidas a ella, nunca depositadas a sus pies en señal de ofrecimiento y petición, ella sabía que en sus danzas ancestrales de ostentación de fuerza y valentía, sus lanzas bellamente decoradas nunca serían clavadas a sus pies solicitándola, siempre lo supo, nació siendo diferente, lo sabía y lo aceptaba... Aquel día, aún no habían aparecido sobre el horizonte los primeros tonos azulados, violáceos y rosados del amanecer, cuando ella dirigió sus pasos al pozo, ya clareaba cuando vio de pie junto al brocal aquella sugerente y varonil figura de músculos perfectamente torneados, los abalorios multicolores de su ropaje le anunciaban la alta jerarquía del personaje y el dibujo que el trenzado de sus rojizos cabellos marcaban su cabeza le mostraron que pertenecía a las ricas tribus que reinaban más allá de las montañas que eran en el horizonte como sus senos de ébano. Él, además de sonreírle, se le acercó con expresión de absoluta admiración, miró con asombro el color blanco de su pelo albino y clavó sus profundos ojos negros en los azules de ella, ¿cuál es tu nombre? le preguntó, ella tuvo que pensarlo un momento, fue su madre hacía ya muchos años, la última que lo puso en sus labios... Yorubail le dijo, significa "dos colores"... Su padre le explicó que se refería al blanco de su pelo y al negro de su piel, a su buen espíritu y a su maldición. Él puso a sus pies una suave piel de cebra y le dijo: "también ella es yorubail," acarició con ternura su aterciopelado pelo blanco y supo que era ella la destinada a compartir su vida y su reinado, ella, también supo entonces cuál era su destino y que aquella piel de cebra que tenía bajo sus pies en señal de petición de compromiso y vida, estaba salvando la suya y elevando su azulada mirada al todopoderoso Sol, se postró ante él, y entonces le suplicó que repartiera pieles de cebras por todo el mundo, para que salvara vidas, igual que aquella recién regalada salvaba la suya... y el Sol, dador de vida, en su poderosa humildad, fue ante ella en ese momento súbdito entregado... y obedeció. La lámpara de Aladino y yo Autora: María Antonia Fernández-Gil Aguilar Llena de barro sucia y cochambrosa rescatada de la tierra, semi hundida, al limpiarla, aquel metal recobró vida cual crisálida gris en mariposa. El brillo regresó y la hizo hermosa y aparecieron las perlas escondidas como aparecen los sueños en la vida cuando se alejan las experiencias dolorosas. ¡Aléjate triste soledad mugrosa! amor límpiame ya, este alma herida que no la ensucie la inquietud dudosa. ¡Que el genio que está en mí, me vuelva hermosa! liberándome de los barros de la vida y me torne en colorida mariposa. Por tierras gaditanas Autora: María Antonia Fernández-Gil Aguilar Él llegó y se deshizo mi claustro y mi rutina, salimos al encuentro de esa Cádiz milenaria y actual que nos guiñaba un ojo desde la otra orilla de la bahía... Bajo el arco asombrado de mi vista con el cielo incendiado en el poniente dejamos que nos abrazara suavemente una brisa de curvas, sin aristas El rumor de la bahía, sus colores el perfil de Cádiz iluminada las primeras estrellas de su cielo mientras los últimos reflejos se apagaban Buscamos en la noche bullanguera los villancicos de tangos y habaneras entre palmas, panderetas y zambombas agrupados alrededor de aquella hoguera, y el invierno, olía a primavera Ya coro cantamos: La Virgen lavaba, San José tendía, y el niño Jesús,... i ay curry, curry, curry! Agua le traía,... agua le traía,... Madroños al niño, no debemos dar Que con los madroños se "pue" emborrachar, que si, que no... María se llama la madre de Dios..." Por Puerta Tierra, oleadas de sabores sus besos, ... ¡son sus besos! y no hay palabras que describan el sabor de sus besos y sus amores Las gaviotas en el aire suspendidas como la Luna curiosa y atrevida no sé, si jugaban al "quedar quietas" o aquel beso las dejaba sorprendidas A lo lejos las olas, canción de arena al sentirse acariciada por su espuma sonidos de placer bajo la luna que con la fresca brisa del invierno juega. y como Alberti pensé: que ya estarán las esteros rezumando azul de mar ¡dejadnos ser marineros! granitos del salinar Tus recuerdos Cádiz, he grabado y en mi memoria reposan permanentes para vivirlos cuando ya no esté a tu lado y a mi amor, quizás lo tenga ausente. Soledad Autora: Elena Gutiérrez Callejón Sentimientos en mi interior, como volcán en erupción de palpitaciones extrañas. Agonía de lamentos que no conducen a nada. A ti mi llanto, soledad amarga, sueños de amor, encontrando nada. Solo lágrimas derramadas de dolor y esperanzas. A ti mi llanto, soledad amarga. Estúpida soledad, que se apodera de mí sin poder evitarla.