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Revista semanal ilustrada.
AÑO XIII.
MADRID, 17 DE JUNIO DE 1894.
LA T O C A D O R A
(Acnarela de Andrade.)
NÜM.
D. FEDERICO DE MADiiAZO
Mucho habría que escribir para dar idea exacta de la representación que en la sociedad española correspondió & Madrazo.
«Don Federico,» así te llamaban familiarmente sus íntimos, tenía amigos en todas las clases sociales, y de todos era querido. Porqa©
remita condiciones muy difíciles de juntar en una sola persona y aptitudes variadísimas.
El hombre de mivndo era un caballeresco tipo, elegante, dulce en su trato, símbolo, en fin, de aquella época romántica que heredó en
el trato social las costumbres mismas legendarias que inspiraron la escuela novelesca Madrazo, en cuestiones de dignidad y de galantería,
parecía un personaje de la Edad Media. Y era algo muy interesante.verle,,las,pocas veces que concurría á sociedad, entretener al auditorio
con charadas, acertijos, citas, versos y otros recuerdos que hacían las delicias de aquella generación, qne«no volverá», como las golondrinas de Becquer, su poea favorito.
,
El Madrazo íntimo valía tesoros. Amigo de sus amigos, como ninguno conservó todas-sus relaciones y afectos de la juventud, hasta la tiora
ile su muerte. Si tuvo enemigos en las luehas.de la vida, los perdonó" noblemente. Poco deseoso de ostentaciones y honores, vivía como
escondido ei¡ su estudio, rodeado de sus íntimos: nuuca iba & los centros políticos ó literarios; siendo Senador no pisó el Senado, y eso que
valía por muchos Senadores de esos que, según Cánovas, hablan «latamente».
El artista era el verdadero Madrazo. Hombre de exquisito gusto, sintió la poesía del parecido en sus retratos. Nanea vio en las almas
de los hombres la perfidia, ni en sus rostros la fealdad. Ni era cortesano como aquellos pintores mitológicos de la corte de Luis XV. Sentía
la delicadeza por educación, por temperamento, y obligado por el medio social que le rodeó en su juventud. Nunca sufrió más que cuando
tuvo que retratar á ana persona lea.
Las nuevas escuelas le dejaron un poco atrás, pero quizas en esto se funde su gloria- Ei valor y la perseverancia son de admirar en todas
la^ tendencias sociales. En su juventud1 (Masirazo nació en Rfima el * o 1815) dedicóse al arte que por entonces dominaba en Francia, y sus
cuadros (todofWiUi -Ir finit'IUn y H i i,-»,> V.nirbhi <>•» iU-,• i ü <*!</, pintan bien las ideas literarias de la época. En París alcanzó el períod
exaltación romántica, hw?*. luchaba contra Dolaermx; lo nuevo y lo viejo entablaban temible combate. Madrazo era admirador de Ingres, y
Ir hizo e! retrato. De <••••<.><. j,relujo muchos después. Desde la Reina Isabel Ií á Salmerón, y desde la Emperatriz Eugenia a Castflar.
cuanto vale en España. ¡ia>ó por el estudio de Madrazo. Artista, tuvo el valor de la lucha, pues de joven trajo a España lo que entonces
parecía nuevo y hoy es viejo. Como maestro, en fin, dio el ser ¿ Rosales, á Pradilla, & Bomiat, & Casado, a Paimaroli y muchos más,
honra v gloria de nuestra pintura.
Madrazo era un «hombre siglo*; pues que en su persona se habían juntado los rasgos característicos de una époea. No es extraño,
pues, que en su entierro se vieran reunidos los antiguos nobles de España, Los pintores eminentes, los políticos, los literatos, los amigos
íntimos y los jóvenes artistas a quienes lega un pasado honrosísimo y digno de ejemplo. — R. S.
T O L L O {Acuarela de Ferry.)
EL SPORT VELOCIPÉDICO ¥ LAS CARRERAS EN MADRID
afición al velocipedismo en* Madrid, no es nueva como cree la opinión; comenzó
hace muchos años, si bien es verdad que en estos últimos tiempos es cuando ha
llegado al apogeo.
Los primoros velocípedos, que eran de madera con Mantas de hierro, los emplearon
loa socios del Veloz Club, sociedad que se fundó exclusivamente para aprender y practicar
el uso del velocipedismo. Lo imperfecto é incómodo de esta cíase de ciclos, motivó que fueran relegados al olvido, y que la Sociedad desde aquel momento perdiera el carácter que
do velocipédica tenia.
Transcurrieron algunos años, y aparecieron en Madrid los primeros bíeielos; máquina
formada por dos ruedas, una dé grandes dimensiones, que es la que movida por los pedales
determina la marcha del aparato, y otra pequeña que establece la estabilidad. El bienio
marco mía nueva era para el ciclismo.
A pesar de que esta máquina ofrecía para su uso algunos peligros, los aficionados la
emplearon en aquella época, para marchar sobre carreteras, llegando á hacerse en España
excursiones de más de .'loo kilómetros.
El biciclo es sustituido por la bicicleta, máquina de dos ruedas iguales de dimensiones
pequeñas, que permiten al que inout&ir tan próximo al suelo, que el peligro en las caidas
desaparece por completo.
El uso de la bicicleta .se extiende con rapidez; los clubs ven aumentar el número de, sus
socios; se. organizan carreras y excursiones, y el velocípedo empieza a ser mirado, no ya
como un pasatiempo, sino como un medio práctico de locomoción.
Sin embargo, la bicicleta tenia todavía algunos defectos, especialmente, las gomas macizas
que cubrían Ja«i llantas de las ruedas, ocasionando una trepidación bastante dura, y que se
acentuaba más en las carreteras de España por su mal estado de conservación.
A las ¿jornal macizas* sustituyen las neumáticas (tubos efe aire comprimido); y entonces
el velocípedo, tanto en pistas como por buenas y matas carreteras, se convierte en un
vehículo de. r'.icil arrastre y de suaves movimientos, con el que cualquier aficionado puede
hacer en un día .sin sentir ninguna fatiga, una excursión de 100 kilómetros.
En los últiinfis afios, la afición á las carreras de velocípedos ha aumentado de tal manera,
que es rara ¡a población en que no figura este espectáculo en el programa de las fiestas. En
Madrid m\ lian eviebrado carreras los dias 34 y 27 deMayp y 10 de Junio, cuyos resultados
han sido !ys Mg-iiieutes:
PRIMHII PÍ \.— Sr inauguraba en Madrid el nuevo velódromo, propiedad de íos Sres. Santos, que es una pista de portland, de 250 metros de longitud y que e&tá construida con
arreglo á los últimos adelantos del sport.
Tuvo lugar e.síi tarde una apuesta particular entre los corredores Lahüg'y Smits, que se
corrió en tres partes: primera un kilómetro, segunda ciuco kilómetros f y tercera diez kilómetros; en las tres pruebas t'ní el vencedor Lahüg.
Se corrió otro match de 'ÁK> uitirus, entre los velocipedistas madrileños, Lae&saySchütei,
en el que venció fácilmente Lacasa.
Entre estas do.s apuestas se efectuó por Luis del Campo el record de un Kilómetro, entrenado por Lahü.^, Smits y Guicheney. El kilómetro fu ó recorrido en 1 m. 23 s. 5/sSKCL-XU;) OÍA. —-Las carreras del día TÍ fueron organizadas por la «Sociedad de Velocipedistas de Madrid».
Primera carrera. Preparatoria. Par» los corredores que nunca habían ganado premio.
Llegaron: primero Vifer, segundo Alvarez Ossorio y tercero Lozano.
¿Segunda carrera. (Primera serie de la militar.) Llegó: primero Aníbal Pérez y segundo
Julián Nieto.
Tercera carrera Juniors. 3.500 metros. — Un soberbio arranque de Vifer le colocó el
149
considerados invencibles por los españoles. Era España
la que triunfaba.
Octava carrera. Consolación handicap. Para los que no
hablan
ganado premio en las anteriores. Primero Kodrig-uer/, secundo Lacana.
TEKI'KI; DÍA.—Seis carreras formaron el programa este
último dia. La primera, de 2.500 metros, la ganó Besó; la
segunda, de íi.OUO metros, Emilio Marti; en la tercera,
de 5 kilómetros: llega fácilmente primero Ricardo PeriI,KTO Valdivieso, segundo Harci* y tercero Pérez.
oljieitií-nílo una vuelta de ventaja (250 metros) so^ < k ( I carrera. Internacional- :> OOU metros. - Eia quet,
la carn-ra más importante de la tarde, por tratarse de bro, los deiu;i.s corredores.
Las otras tres carreras fueron handicaps, en la« que se
una lucha entre corredores españoles y extranjeros. Djsdc la tercer vuelta se queda solo Luis del Campo con ¡o* niveló la fuerza de los corredores dándoles ventajas procorredores iVaiicescB; éstos tratan de distanciarle aumen- porcionales.
La primera la ganó Besó, que había salido con 80 metando la velocidad, pero sus esfuerzos resultan inuti w; el
español no se despega de sus adversarios más de dO cen- tros de ventaja.
En la segunda fue vencedor Periquet, que habla dado
tímetros. Lie*» el momento definitivo; suena a caí upa a.
Campo, en la última vuelta, «iffiíe todavía el ultnnn : , o ventaja a todos los corredores, y en la tercera Besó, que
cuando sólo quedaban <0 n.Hros, en un maguido n , • hizo una llegada muy disputado con Martí.
Este dia fue también memorable para el ciclismo, por
que «6 coloca á la cabexa, llr^aiuía primee Uns de t ,u> po, se-nndo Guichoney y tem-rü Diluid Iicmpo. i mi- haber hecho su entrada en Madrid Mr. Damour, que ha
venido desde Pari.s en cinco días y medio, empleando dos
que los excursionistas Farman y Perroiiü, enando
m
S
La otÍcÍ6n que el público tributó ft Luto del Campo, menos
hace
un
año próximamente hicieron este mismo viaje.
r a y H n delirio. No somataba del triunfo
to™™^£
se trataba de la denota de. dos velocipedistas franceses
primero-, llegando segundo Ucasa, y tercero Marti.
Cuarto can-era. (Secunda serie de la militar., Primero Francisco García y segundo Estanislao Valdivieso.t
Quinta carrera. Nacional. 5.000 motros. - büa virada hacia la «quierthi de Minué, atrepellando & Penque t, obliga a del Campo á desplatarse. Llegando primero Perinuet, segundo Sciiutü.
Nea*a mVrerá. Militar deíi.ut.va. Í.o00 metros.—Pn-
MANUEL DEL CAMPO.
SEMANA TAURINA
CAMINO BECTO T SEGURO
5S
es ó n e « V
se discutan los Presupuestos del
E^-tJ1" , mte eideres que la
^f^ZtJ^flr/
el t¡fv; literaria ó parlamentario... Pues el mismo»«PJ^to Piesentaba la Plaza de Toros en la undécima corrida de abono,
ÍSmííadores Cardias del Orden, musía» y ¿Mirantes, y los
i £ n ^ % . e ^ " a i t e c a s o no eran «1 * * » , ^ ^ d e n t r o
dinero, pero ()uc caían de lleno, vfcMnus de la ahetón, dentro
ile la nomilar fase: trm de cornuda, ti¡Memo,
No Sívaio i ¿Empresa obrar co» nobleza en la p r e s e n t e j *
« o n ' q ü i l í i d i i r , traer «(emento* de aoble P ' ^ d e ^ . J
SOB las ^ses de la ganadería de Veragua; pues la gente
que si los toros eran de alta alcurnia, los í ? « ™ ¡ * ; « "• j £ *
^Ríofü v «f miedo ea casa ó donde le pareció mejor, veraaae-
S ¿
n o TvtZte
P
nueSa
aprieto organizar ahora «na corrida
P i « a , dado é estada de cosas provocado por
Í T 5 £ ¿ X Í £ . : ««erto uno de los espadas £ « £ * » :
ausente otro; lesionado el tercer* en una ^
^
lleva trwa<í de oroloneíirse mucho más que la del
m « ; W de ^ r t r í u - t r e D. Puedes; y
dio píra fertilizar este ca.npo, uum
uar^J
da u tan pronto correa cnstahn» » » • *•
extracto á continuación.
exterioridad del ganado
l
T)nva-
hubiera podido sacarse de ellas con otra lidia.
« « . « i «ue annqne los colare» eran buenos y diversos, ios
¿J^eS; S
, e, decir, los lidiadores; y vean u,^des
l
hicieron con sus respectivos toros. Lagartya, tras ana
S l í
de e«r¿> seflaló on buea pmcbaZo al pn-
mero, que se fue tragando el sable y bastó; y al cuarto, con
toda la cuadrilla en danza, un pinchazo atravesado, una estocada perpendicular y de lejos, j un descabello. Lagartijülo, ún
nada de particular, aunque fresco con el trapo, largó un metisaca y uu volapié tendido y trasero al segundo, y otro volapié
hasta" el puño, tendido y atravesado al quinto, después de hacerse un iío en la brega. Y Fuentes, que volvió á. ajustarse el
corsé, si bien desahogado con la muleta, estuvo deplorable con
el acero en el tercero, y anién de alguna arrancada, dejó una
corta entrando de costado, otra atravesada y contraria, cinco
intentos de descabello y unr rnetisaca, y tomó nn aviso; y se
deshizo dei último de dos atravesadas y un pinchazo bien señalado... y res m 's, en ninguno de los tres,
Llegó porfinuna tarde en que los picadores, si no completamente bien, estuvieron aceptables, excepción hecha de Cantares, que sin duda por haber ingresado en la cuadrilla de Fuentes, se reservó modestamente. En cambio José Hernández (Farrao), picó por todos juntos; y el público, miope en muchas ocasiones, vio al cabo lo que habíamos indicado más de una vez: un
picador valiente y voluntarioso, y aplaudió con justicia al veterano, que fue el héroe de la corrida.
También los banderilleros arroparan algo a los matadores;
pareando, aceptablemente Valencia, eí del mote (que pasa con
Bombita), y el del apellido, Pulga, Currinche, Cuco, Blanquito
y Je romo.
Nos aburrimos, sin embargo, y repito que ese es el camino
recto y seguro para el desmoronamiento taurómaco.
Hace algnnas semanas rectificamos con gusto el fallecimiento
del conocido ganadero I>. Félix Gómez Llórente, de Colmenar.
Poco tiempo ha transcurrido sin que tengamos que confirmar,
con harto pesar nuestro, la muerte del mismo, ocurrida en Madrid el domingo anterior, a los ochenta y un años de edad.
Descanse en paz, y reciba su afligida lamilla la expresión de
nuestro sincero sentimiento.
Y hago alto en este camino, invitando á ustedes en nombre
de los pobres enfermos á la fiesta benéfica, bajo cuya inmediata
influencia nos encontramos; que en tanto grado aespierta los
sentimientos caritativos del pueblo madrileño, que tantos recuerdos aporta á la crónica del espectáculo, y que tan... superiores castalias ha proporcionado á la afición.
Dos CANDIDO.
QUÉ
ES
LA
VIDA
Pecar, hae«r penitencia,
y luego vuelta á empezar.
Pirueta más ó menos; una Jaiiza
La vida no es más <jue la India de un
hombre contra u« por(#monpdas.
No trato á López Silva, jamás he cruzado una
palabra con él; no le lie
visto en ninguna parte,
y, sin embargo, somos
amigos. ;!'<>
no lo fuésemos!
He aquí las «faeutes de conocimiento»
de la amistad que me
S i a idea, de Stand»
e¡
K^eípaZ
J tari, divinos c o » * , el Olor del p.eb.o ha U d.
, ¡ ™ p t . para mi el
^ « S l ° J
P
S
vez más
t a
¿ado la llwtoy ha vuc.to i
dMinfectaota J
2 S S s r,¿¿rajs^£
de ZoU ,
°™
d e illimillj¡cia, m e
parece á
ia b i a m¿stra de ias obras mae8trasdel
inaraviHoso novelista francés.
y ahora que me digan:
°
cualquier muía de varas, EMgenio,
pero no un hombre dozto!,
como
dice al Efrigenío, m los trayeres m d Centenario, m cempieuo de la dozta
* Oiffan ustedes 4, Casfcelar,
contestando á Echegaray, en la
KS cuestión ue feuav»^- Uigan . u s ^ "
.
'
recepción áe éste en U Academia Española.
al carro de qne tiran las horas, y en torno de cuyas i-ueáas
« y luego
dicn'do poco después de los cálculos y los números alineados
áurea cítara, compuesta con cuerdas de Iucual mi dios Apolo descendido del Parnaso, las más dulces y concerta' , el unas metamorfosis, como annca Ovidio las soñara...»
Habrá muchos que se extasíen oyendo este ahmán de vocalbacíonea literarias
il»f í mí me asfixian hasta tal punto, que, para
/W ¿í»jfM, y bañarme en esto:
, necesito abrir
152
« — Su señoría
es un morral vendido A los burgueses,
que sio quedra tomarse, fie seguro,
cuatro golpes conmigo a la intemperie.
— ¡Y cuarenta y dos mil!
— ¡Mentira!
— [A verlo t
— ¡Granuja!
¡Sin vergüenza!
— ¡Sa castrense T»
Cuestión de gastos* 20 le otyjden ustedes.
Con estos antecedentes comprenderá cualquiera que López
Silva se apoderase de mi en cuanto leí una poesía del autor de
Mífftij'W y ¿os barrios bajos.
feí primero de dichos libros se publicó en 1890; et segundo se
da puesto á la venta hace un mes. El autor ha tenido la felicísima idea de reunir en ambos tomos tas composiciones poéticas
que andaban diseminadas por esos periódicos de Dios, por io
cual eí lector puede ahora saborearlas dulcemente y tenerlas á
mano para destruir los miasmas que arrojan la prosa Meneses
y el verso Ciiristofle.
Asimilarse la naturaleza del pueblo bajo y presentarlo sin ridículos afeites, atractiva y elocuente en su rudeza brutal, es
obra para la cual se necesita un poeta de cuerpo entero, escrita 1 gallardo, corriente y fácil, y finísimo observador.
López Silva pertenece á ese número de elegidos de la Masa,
y posee tal potencia de asimilación, ha sabido penetrar tan
uirtgistrahneüte en esc rincón de la naturaleza popular, que resulta scncilhuncfite el creador de im gínero.
Nadie, ar.ii-s i¡ne el autor de Mn/rtjns y Las barrios bajos
había Cundido, <jue yo sepa, en el molde de la poesía, que es,
ante todo, distinción y elegancia, cuanto de mas soez se llalla
en el temperamento d"e la gente ñUn-h'pe\ y nadie, sobre todo,
había logrado dar tan soberano relieve á las escorias del idioma, idealizándolas con rnm forma poética que conserva intacta
la brutalidad del fondo, y lo despoja de toda grosería, como un
nimbo puritícador.
López Silva hace pensar en voz alta & sus personajes. Ellos
describen la escena; ellos pintan los accesorios; ellos exhiben
sus pasiones; y en la inmovilidad á que les condena el poeta
hay tal animación, el alma de bronce se exhala con naturalidad
tan seductora, que el lector asiste á una escena íntima, y puede
examinar aquellos cuadros de género verdaderos, típicos, saboreando sus más nimios detalles.
Hombres y mujeres, ratas, ladrones, mendigos, obreros, gandules de profesión, Celestinas, MesaÜnas de vuelo bajo, toda la
Corte de los Milagros de Madrid' desfila ante la máquina deLópez Silva, que los clava allí, como los entomólogos clavan
los insectos, y hace luego su autopsia con una verdad y un gracejo incomparables.
A veces, y para dar mayor solemnidad al azto, elige el roniance- heroico, el verso endecasílabo; y aquella hinchazón de la
frase, aquella caricatura de la oratoria que sale de los labios
de cualquier destroza» como nna oleada de lirismo, adquiere
grandeza cómica irresistible, ¿itrae las carcajadas, y encierra
casi siempre una lección.
Consciente ó inconscientemente, López Silva tiene á mano la
enseñanza moralizadora, y 110 hay sino fijarse con detención en
gran parte de sus poesías, para advertir que eí artista viene á
demostrar que el pueblo esta sujeto á caer en los mismos extravíos de tos burgueses, á quienes ataca sin cesar.
Otras reces pinta con admirable energía el fondo de sumisión
bestial que caracteriza á la mujer del pueblo, tanto más enamorada cuarto el amante la desprecia más.
Una madre que está por lo positivo, increpa á su hija porque
ésta mantiene á un gandul que Je hace mil perradas. Los consejos de la madre se dirigen A que la muchacha entregue sus
hechizos a quien pueda mantenerla. La chica se niega terminantemente., y la madre, fuera de sí, increpa á su vastago en
términos durísimos. El diálogo termina del siguiente modo:
— La culpa
la tiene qnien se interesa
por animales, sin pizca
de educación ni vergüenza.
¡Así te reviente!
— Bueno.
¿Y á usté qué, si ra& revienta?
Este último verso es <fe? mármol; tiene la concisión, la rudeza
y la verdad del temperamento popular, y encierra en sus siete
palabras toda la rebeldía del alraa. y el arraigo que tienen en <-l
corazón de la gente del bronce las pasiones amorosas.
Citar ejemplos, tratándose de López Silva, es asunto muy
difícil, porque sobre que. sus composiciones forman sendos cuadros que hay que abarcar en conjunto, son todas tan ricas de color, tan sugestivas, que no se sabe en eual de-ellas hade fijarse
la atención.
Pero como muestra admirable de la soltura de mano del poeta, tío resisto al deseo de copiar aquí el principio de un boceto
que es una obra maestra de naturalidad..
— ¡Melitóu!
- ¿Qne?
— Vamos, hombre,
sácate el ganso y engancha
si es que quieres. Y tú, Lucio,
á ver si ¡irreglas la baca
y metes en un momento
toos los envoltorios que haiga.
- ¡Pues no sus cuesta poco
trabajo mover las patas!
Veis que hay en el parador
la mar de gente que aguarda
que salga el coche, y vosotros
como si no vieseis nada.
— Bueao, calie usté.
— En diciendo
que no sus da !a real gana
de trabajar, ni Dios padre
sus despabila... ¡Sí, canta,
piazo de burro, y verás
como te pongo la cara
de mamporros... ¡Eli, señora!
Pero, hombre, ¡qué poca lacha!
Ya podía usté haber hecho
esa operación en casa.
¿O es que á usté se le figura
que es el patio alguna cuadra? (1)
¡Qué belleza! ¿efc? Así escribe Versos López Silva, poeta y
observador, como he dicho antes, poseyendo el pfolpc de vista,
para coger el lado interesante de la situación; y una pluma que
se desliza fácil y corriente; limpia» provocativa y audaz como
una chulapa, sin desquietarse
histérica, sin buscar color A diestro y siniestro, ni haces1 sufrir á la sintaxis eso» ataques epilépticos que están pidiendo & voces ia ducha ele agua iría ó la paliza soberana.
Migaja* y Los-barrios bajos, están llenos de primores así, son
dos pequeños museos donde están expuestos los cuadros pintados por López Silva, y constituyen verdadera y regocijada etnología del pueblo bajo dé Madrid.
Refugíense en esos Museos quienes no gusten del insoportable
hedor que despiden las COMÍ tes fumes de la literatura y de la
poesía, y allí aspirarán oxígeno puro y sentirán dilatarse los
pulmones.
Yo lo he hecho tantas veces y me ha sentado tan bien, qneeste insignificante boceto de López Silva, es para mí el cumplimiento de una sagrada deuda de admiración y de gratitud.
ANTONIO PEÑA r
(3) Migajas.—Boceto.
G0Ñ1.
Í É T A B Í A fallecido, m 1873, Sidi Moha1& med. un Sultán feísimo, tartamudo,
J% si bien dulce en su trato y amigo de
los españoles, y las miradas todas dirigiéronse á Muley-el-Abbas, su hermano.
Fue el moro caballeresco de la guerra
de África: un personaje de nuestro romancero morisco. En un dibujo de triarte,
vérnosle envuelto en amplio burnús, llegar
hasta la tienda del general O'üonnell el
día en que se firmó la paz de Wad-Ras. M
Abbas, digno y grave, firmó la ruina de
su Imperio. Y cuando montado en su árabe jaea, nuevo Boabdil se retiró al campamento moro para llorar sus penas, los soldados españoles le aclamaron.
Aquel Príncipe legendario dio una mayor prueba de su grandeza de alma, cuando al serle ofrecido el trono de Marruecos»
á ejemplo de Wamba, lo renunció. La debilidad es á veces la más grande de las
fuerzas, pues vence guerras y luchas con
sólo el prestigio de la inocencia. Un runo
pudo más que todos los hombres. Era Muley-Hassaii, muchacho raro, de carácter
taciturno, criado en un rincón del Imperio
por su nodriza, stis santones y su htkir.
Muley, apocado y débil, semejaba alumno
de Teología ó educando de jesuítas. Habían atrofiado sus juveniles ímpetus cotí
las barbaras enseñanzas de extrañas ciencias, sofocado sus ardores con la rutina
ilel Koran, ye] temple de su alma con el
terror de imaginarios fantasmas, magias y
quimeras...
Pero Mnley, apenas se vio sobre su caballo de guerra, y al frente de los suyos,
transformóse.Fue entonces enérgico,cruel.
FñZ es el Rouenó el Toledo de Marruecos. En la ciudad santa resida ia monarquía, viva ó no viva en ella el Monarca;
como en Roma gobierna el Papa, aun
cuando mande el Rey Humberto. Quien
no entra en Fez, no puede titularse Monarca, ó es un Monarca á la fuerza.
El joven Sultán presentóse- mi mu ante
los muros de Fez: los habitantes M-. le resistieron, y cien cabezas segadas en pocas
horas, adornaron las almenas de la santa
cindad. El cañón pudo luego más que palabras vanas, y na bombardeo tenaz abrió las puerttj. Entró
Muley, llególe hasta el Kairouu, tocó en el sepulcro del «uto
E-Irií vio miles de fantásticos jinetes correr la pólvora como
í , a t.HApestad deshecha .1, nieve*, y miles de judíos postrados
a .us pies rindiéronlo acatami-nt.»: y por vocerío inmenso del
,„„.!.!,! m-ó,, llamar hijo <l«l Profeta V Emperador. _
(••IH !'<••/ilueño del campo, retiróse a sus residencias de Hai-rak^l! K-.il.at ó Mequinez. Mas su existencia, como la de todos
los Sultán.*, transcurrió en agitación continua.
Miiley-Ilassan no llegó A umv confianza más que en su
nodriza. La gnerra le ocupó casi todo su tiempo; muchas primaveras sala a U jarea, expedición militar muy semejante á
nuestras mesnadas de la lvl;ni M^lta.
Abandonaba entonces sus imn-tos y sus secretos camarines y
al frente de un desharrapado ejército, cuyos soMados, ridiculamente vestidos de carmesí parecían monos de Circo recorría el
Imperio. Sí en las/ww* eran frecuentes los asesinatos y robos,
no quería aparecer responsable el Sultán, que pasaba el tiempo
gozando de sus mujeres en su magnífica tienda «e campaña, no
menor que una casa... En l a c r e a lia muerto Muley-Hassan
romo muere el torero en la Plaza ó el domador en la jauia.
Cuando estaba en la ciudad, su vida era sencilla. Levantábase temprano, oraba, tomaba frugal desayuno, despachaba con
sus Ministros luego, enterábase de todo, expediente por expe-
diente con la minucia de un Felipe II, y apenas si le quedaba
tiempo para pasear un día con sus mujeres en el harem ó en los
jardines plantados de pálidos olivares y fúnebres cipreses...
Esta vida de solitario, mezcla de actividad é indolencia, interrumpíase sólo para hablar con los europeos. ¡Europa! Era su
pesadilla, su natural odio. Los europeos le sacaban dineros; ios
europeos le obligaban a presentarse de cuando en cuando en la
plaza de Palacio vestido de blanco, sobre su caballo aparejado
de violácea seda, precedido de una berlina verde, regalo de la
Reina de Inglaterra, de caballos adornados de jaeces y bordaduras. Allí, en la plaza de Meowar, le esperaban los enemigos
odiados, ridiculamente vestidos con fracs ó uniformes, calvos 6
con gafas muchos de ellos, apuntando sus máquinas fotográficas
é sus gemelos á la faz augusta del Soberano. Y éste, sintiéndose
pequeño y débil enmedio de su grandeza, envuslto en su bíblico
traje, había de sonreír y de exhibirse como un oso de la selva.
Quizás la única flor entre las muchas espinas de su reinado, fue
Habasia, la bella circasiana madre del actual Sultán Abdel Azis.
Muchos días de dolor tuvo el triste Muley-Hasgaa. Y en su agonía, sin médicos que le auxilien, perece como el más misero de
sus pastores; y una vez muerto, su cuerpo de heroico guerrero
es, por sarcasmo, llevado á Eabat como un recién nacido, bajo
las ropas de sus favoritas...
SORIANO.
CONSEJOS
PATERNALES
?L Alcalde de Yallehondo había comprado a su lii> G;isí>¿ parito mía hermosa cometa en la feria de la cuidad inmediata, y le concedió permiso para salir al campo á remontarla, cesa muy natural, porque las cometas no son juguetes que
paedan utilizarse á domicilio. Pero el bueno del Alcalde no renunciaba nanea á la autoridad paternal, como no renunciaba al
uso de la vara, símbolo de su dignidad eii et Municipio, y no dejó marchar á su muchacho sin hacerle previamente un diluvio
de recomendaciones: — Sé bueno... Si te reuues con otros chicos, no engañes a ninguno... Respeta á tus mayores-... y, sobre
todo, no corras,
— ;Bíen, papá, bien!
— ¡Que no dejes de seguir mis consejos!
— Bien, papá.
Y Gaspaiito se alejó lleno de alegría y cargado coa sa cometa, mientras el padre se quedaba marraurando:
— ¡Qué sería de las criaturas sia nuestros sabios y prudentes
consejos!
La cometa de Gasparito era una maravilla, uua verdadera
obra de arte; de fondo azul con ribetes calados, y en el centro
un sol de papel dorado, que daba gloria verlo. Una cola de
cadeneta de diferentes colores, completaba los atractivos del juNada tiene, pues, de extraño, que varios de los chicos de!
pueblo siguieran al del Alcalde, unos llevando el ovillo de bramante, otros disputándose el honor de cargar con el rabo.
— ¿Dónde la odiaremos? — preguntó Gas— Paes aquí en la era.
— Aquí no corre viento... Sigamos más
Y, buscando sitio á propósito, anduvieron y
anduvieron, hasta que se perdieron de vista
las casas del pueblo.
— ¡Aquí! ¡Aqni!...
— ¡Sostenía trtí
— Larga hilo...
—• No, que cabecea. Coree ahora...
Gasparito dio uua carrera; pero la cometa
cabeceó en el espacio, y fue á golpear contra
la tierra.
— ¡Trae! — l e tÜj© Gilíto, el hijo de la
tía Giía: —trae- ^u* yo te enseñaré A llevarla.
— ¡ Déjasela, hombre! — dijo otro.
— ¡ Déjasela! — repitió el coro general.
Gaspar se la entregó á Güito, sin grandes deseos de
hacerlo, y éste, que efectivamente se daba muy baena
mafia, emprendió tan rápida carrera, que muy pronto
se perdió de vista. Los otros muebachos le hablan seguido, y también lo hizo el hijo del Alcalde, aunque á muy
respetable distancia, por lo cual llegó á encontrarse solo en un
paraje para él desconocido, y sintió tantas ganas de llorar,
que no p;udo contenerla*.
Entonces pensó en volverse & Vallehondo, y advirtió que
estaba per4i<Jo. Vio á cierta distancia á un labriego, y, dirig iéndose a él, le preguntó:
— Buen hombre: ¿ha visto usted pasar á mjos chicos echando
una cometa?
— Hace ya rato.
— ¿Y les podré alcanzar pronto?
— Si... échales un galgo.
— Me tas lian de pagar, que por algo es mí padre Alcalde.
El labriego se le quedó mirando maliciosamente, y le preguntó:
— ¿Tu padre es el Alcalde de VaHehondo?
— El mismo... ¿Por qué lo pregunta?
— Porque somos muy amigos... Per una broma me sop'ó en
la cárcel, donde me lia tenido tres meses... Y j o le quiero
mucho.
— Pnes, dígame: sí no puedo alcanzar a los diicos, ¿por
dónde volveré al pueblo?
El labriego se rascó la cabeza mirando á Gasparifco; vaciló BU
momento, y después le dijo:
— Signe esa veredita de la izquierda, y cuando encuentres
nnos setos, pásalos y signe adelante, que así llegarás cortando
mucho al pueblo.
Gaspar dio las gracias á aquel hombre; siguió la vereda,
155
cruzó los setos y se encontró, Heno de terror, eu una dehesa
donde pastaba una torada. El niño, por su mala sombra, habia
estrenado aquel día una blusa colorada, y un novillo que le
distinguió desde lejos, arraneó hacia él. Gaaparíto se creyó ya
alcanzado , volteado
de pitón á pitón y hecho niazos; volvió á
cruzar ni seto, perseguido por bramidos
nada tranquilizado•
res, y corrió, corrió
sin rumbo fijo, corrió
como si el terror hubiese puesto alas á
sus pies, hasta que
jadeante, sudoroso y
echando lumbre su
«ara, se vio detenido
por lo que menos pottia «aperar, por los
propios brazos de la
autoridad municipal y
autor de sns días.
— Qué es eso, muchacho; ¿qué te ocurre?
Pero como la criatura no podía hablar,
el padre le lazo sentarse, le limpió el copioso sudor que le empapaba y aguardó á que se tranquilizase
algo.
— Padre —íe dijo al eabo; —por seguir sus consejos, rae
veo como me veo.
— Pues ¿qué te ha sucedido?
— Me dijo usted que fuera bueno, y lo he siSo; pero se le
olvidó añadir que no fuera tonto, y por serlo, seguí á unos
chicos hasta pasadas todas las eras del término. Me dijo usted
que no engañase &
nadie; pero no me
..Cy
advirtió que no me
dejara e»g»H8r, y el
Güito de la tía Gíla.
rae ha quitado la cometa y huido esa
ella.
También me dijo
usted que respetase
y obedeciese á los
mayores, y un tío
muymayor, para vengarse de que usted le
ha tenido metido en
la cárcel, en vez de
indicarme e! camino
del pueblo, me indicó
otro hasta hacerme
entrar en la dehesa.
— Pero díme , ¿y
esa carrera?... ¿No
te mandé que no corrieras?
Entonces e! niño, con una ingenuidad irrespetuosa, Maque natu ralísima, exclamó:
— ¡Quisiera yo verle á usted delante de nu toro arrancando,
y que se estuviera usted quieto!
M. OSSOKIO v BERNAR».
No llores siendo inocente
CANTARES
I-erque culpable terrean;
mas Hora si eres culpable
.;;¡ique el mundo no lo sepa.
TOÍ' un puñado tle oro
manchan muchos su conciencia,
sin mirar que todo acaba
Eres, ausencia, el crisol
en un puñado de tierra.
Mmrie se prueban las simas.
que para las almas grandes
La, envidia, pisinu mezquina,
no hay en el mundo distancias.
por no verse más pequeña,
no deja Botar las flores
que pueden subir máa que ella.
En la justicia del mundo
hace tiempo que no creo,
Voy andando, voy andando,
viendo a tantos sin castigo
y atrás los ojos volviendo,
que no He de volver á hallarme
lo que en el caminó dejo.
y viendo 4 muchos sin premie.
ltimo figurita ;'»/», rnrone»!
*e ponen la» chicas loa j>'-ititrtlon*a.
HE VELILLA.
Colección diamante.-—Obras escogidas dí' distinguidos escritores nacionales y extranjeros, panucadas
por tomos
de ¿Ot) páginas, en fS.u menor, con
elegante cubierta al cromo. López,
editor, Rambla del Centro, áO, Barcelona.
— La Inqmfjtud, es hija del Be/Ui — decía uno.
— Hija natural, s¡tpon?o.
— No: adulterina, porque en
semejante parentesco, para nada
entra l
h i t
Quien tnvíesc nariz muy larga, tendrá más que sonar y buen apoderado.
El de narices meñiques y romas, que
hay algunos que las tienen t;ui pequeñas que apenas se les puede ha-llar en
la cara el raal olor, son hombr«s, aunque parecen otra cosa, y pn vida empiezan a hacer diligencias para calaveras. No son coléricos, porque por
milagro ae les sobe el humo á las narices, como no se las halla.
EIÍ una epidemia. !a autoridad manda á sus delegados que recojan á todos
los muertos de una casa.
— Sefior— dice «no de los agentes: —
el mis viejo de la familia uo ha muerto. Él mismo me lo ha dicho.
— No hagas caso: si se fuese á dar
crédito i't lo que dicen, todos quedarían
sin enterrar.
Como te amaba tanto,
el curso se torció de mi destino,
pues iba para santo
y después que te vi. perdí el camino.
Pensamiento de un pesimista:
Be cada diez matrimonios, nueve maridos no tienen confianza en sus mujeres... y lo aGÍertaa.
Es obscura la laz del soi para que
por ella se pueda conocer ia claridad y
hermosura de las cosas de la gloria.
El piano más inclinado es el camino
del vicio.
Cuanto mas se discute, más sofismas
se emplean, mis se neutralizan para
los poco cultos las razones, y más ofusd queda la ver.111,
SASTA TERESA DE
LOS.DOS BESOS
LIBROS RECIBIDOS
Hay un beso que quema y no calienta,
El beso del amante;
Hay otro que calienta y qnc. n*
El beso de la madre.
JAIME MARTÍ-MIO,I?EI..
^Maravilloso descubrimiento!!
HlCUIHOSA BEYELICIÜIIt!
Único remedio inofensivo y muy eficaz, de bases vegetales fjne cera la ¿mP'/ifiuy-/
¡ i /•'• • •'•••
'•
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-'. d e -
rupJre i': .'"'/' • , .
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tn.iax Inx ¡•v,¡xu,:'ts. -.'V ,1,1.1) ,,' nli'ü SeCÜOf
ihhil¡tni]:ix ji-i-r /•/, '••/'/ i ¡'i ¡os erees'}.*,
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de porte Se hace el envío a cambio de
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señas de E. Paul» en Saint Ouen.
Seine BÍ Oise. Francia.
JEi Arte en la Edad Media. — Va volumen eo 4." de HS páginas, con 27
grabados, reproducción de monumentos, estatua-:, pinturas, etc.; 1
peseta en rústica y Kiü e» tola.
«La España Editorial», Cruzada, A.
Con este volumen, que es el secundo
<le la colección, continua «La España
E-titonal» la publicación de su BIBLIOTECA POÜÜLAH DE AETE. que tan
bien recibida ha sido por los aficionados
y artistas, y por e! público eu general.
Eite tomo abraza, desde ios orígenes
del arte Cristiano, basta los eoiüienzos
de! Renacimiento, y estudia con la sobriedad propia de un libro de vulgarización y de con liciones tan fabulosamente; económica:» rom" son éstos, todas las mauifestacioiH-i-i de! arte en la
Edad Hedía: el arte bizantino, el arte
árabe, el arte romántico, el ai te gótico y el arte itaHaue, en los siglos s m
y xiv.
"
.
Hemos recibido los tres primeros volúmenes de esta nueva colección, de
enyo mérito intrínseco no hay par qué
hablar, sabiendo qne contiene las Doloras, de Campoamor, 1.a y 2." serie, y
las Htiirtortuím ff cantare», del mismo
autor, á los que seguirán o*ros nueve
tomos ile it(ual firma y sucesivamente
de las nías reputadas de la literatura
española y extranjera.
Cuanto á las condiciones materiales
de la publicación, su editor, el Sr. López, hace mi verdadero sacrificio y una
obra beneficiosa presentando cou exquiüico gusto tipográfico, y por u» precio sumamente económico (50 céutiraos
de peseta cada volumen), producciones
sancionabas ya por la critica, y estimadas por todo f-i IHUIKIO ilustrado, que
en esta nueva forma podrán e^Ear al
alcaucí; de todas las clames sociales.
Felicitamos al Sr. López por s» excelente pensamiento, y le auguramos el
feliz ésico que merecen sus esfuerzos.
Eutre Tiv«s y muertos, por Antonio
Sánchez Pérez. Madrid,
4
En un grueso volumen de cerca de
500 páginas, contiénese esta uoveia de
nuestro fiuerido colaborador; y al anunciarla aparición de ia misma, podemos
pronosticar sin riesgo á equivocación,
Que sti éxito ha (íe corresponder á sus
merecimientos, cou ser éstos muchos y
muy notorios. Que Sánchez Pérez es
im narrador ameuo como pocos, m> hay
que dudarlo siquiera; que su brillante
estilo da encantos á cuanto produce,
tampoco es uti secreto para nadie: qne
en su última novela ha logrado mantener desde la primera hasta (a última
p&gina vivísimo y creciente interés,
cosa esíjiu' fl Ici'foi- liahrá iU* a v e r i g u a r
[tor sí misino, ima vez q¡H* ai¡ijiiii-ra e l
libro p a r a le>TSf¡o <\t> m¡« --•Maili, sin
solución alguna d e couíim-: Ni i. fjN*ada,
pues, s e ptiedtí objetar a! ítbro fcntre
vivos y muertos í Sí, ciertamente; el
Sr. Sánchez Pérez no ha sabido sustraerse a! pensarlo a sus tendencias
políticas, sociológicas y religiosas, y de
aquí que su novela, teniendo duplicado
atractivo para muclios lectores, tío consiga «gradar ác\ todo a otros muchos;
de aqtií que sea demasiado tamienciosa.
Seguramente que esto no es un demérito para la obra de arte, sino todo lo
contrario; y si lo haremos notar, es
solamente por el grandísimo cariño que
tenemos ¡1 Sánchez Pérez, y por el
deseo que tendríamos de que no se le
cerrase una sola puerta en las no muy
numerosas faniíiias españolas que saben
leer, que quieran hacerlo y que tengan
tres pesetas para la compra del libro
Entre viro y iiiuert s.
Jmp* y Lii. do J. i>ulu.vdos. Arenal ;¿\.
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