Ondina Vélez Fraga SALA 8 - Congreso Mundial de Familias

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Ondina Vélez Fraga
SALA 8: Control de la natalidad, los métodos naturales de planificación familiar frente a la
contracepción
Ondina Vélez Fraga
Directora del Centro Universitario de Información y Salud Sexual
Instituto CEU de estudios de la familia
En al año 2010 se promulgo en España la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud
sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, conocida como ley del aborto;
en octubre de ese mismo año se aprobó la Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva,
por parte del Ministerio de Sanidad. Trinidad Jiménez, entonces ministra de Sanidad tras la
aprobación de dicha estrategia, afirmaba lo siguiente: “Por primera vez en España, se
diferencia los contenidos de la salud reproductiva de la sexual para reconocer el derecho de la
sexualidad sin reproducción. Esta iniciativa nace con la vocación de garantizar los derechos
sexuales y reproductivos de los ciudadanos… reconocidos en los distintos organismos
internacionales”.
Esta ley y esta estrategia en España no son una acción aislada de un gobierno concreto,
son más bien la consecuencia de una estrategia Internacional perfectamente orquestada que
busca esta desvinculación de la sexualidad y la procreación.
Tras la promulgación de esta ley en España ha quedado reconocido el aborto como un
derecho de la mujer financiado por el Sistema Nacional de Salud, y por otro lado se ha dado
paso a la financiación de los anticonceptivos como si de un fármaco totalmente indispensable
se tratase. Tras esta ley, como se jactaba la ministra, la sexualidad y procreación serán dos
realidades totalmente desvinculadas, y que sólo se relacionan por decisión del individuo que
actúa, como si la autonomía de los individuos fuese suficiente para poder decidir sobre la
naturaleza del propio cuerpo recibido; como si por Ley se pudiese negar la realidad del cuerpo
recibido.
Actualmente padecemos de un modo generalizado una mentalidad anticonceptiva.
Esto es, que la vinculación de la sexualidad y la procreación se viven como una amenaza; el
aparente dominio de la fecundidad por cualquier método, cruento o incruento,
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considerado uno de los principales avances del último siglo y además necesario para el
desarrollo de la mujer y de los pueblos.
A lo largo del siglo XX han tenido lugar una serie de acontecimientos científicos,
sociales, ideológicos y culturales que han cristalizando en una nueva visión del hombre que se
hace dueño de su propio cuerpo, como si de un apéndice o una prótesis se tratara, al servicio
de su propio placer y una aparente libertad sin límites. Hagamos un breve recorrido por los
acontecimientos más importantes:
1. Entre las corrientes ideológicas destacan los movimientos feministas con sus
distintas vertientes, y representantes; ocupan lugar destacado Simone de
Beauvoir, que considera la maternidad como una servidumbre de la mujer que
queda sometida por el varón;
Margaret Sanger, feminista y activista
norteamericana, fundadora de IPPF, gran promotora de la anticoncepción como
herramienta básica para el desarrollo de la mujer y de los pueblos.
2. Las tres revoluciones sexuales:
La revolución sexual de mayo del 68:
La sexualidad propuesta en mayo del 68 pudo darse tras el descubrimiento de los
antibióticos en la primera mitad del siglo XX (la sífilis y otras terribles infecciones
de transmisión sexual parecían solo amenazas del pasado) y el descubrimiento de
los anticonceptivos.
En el año 2010, el laboratorio Bayer celebraba
la
comercialización de la primera píldora anticonceptiva con el lema “la píldora que
liberó a las mujeres”, como si la maternidad de una servidumbre se tratase.
La revolución sexual del 68, tras su aparente ingenuidad, ocultaba muchos
problemas que vendrían en las décadas posteriores. La famosa frase “Haz el amor
y no la guerra” y la sexualidad adolescente sin aparentes consecuencias,
desembocaría en la siguientes revoluciones sexuales.
La revolución sexual de los 70-80:
En los años 70 para culminar en los años 80, se da una segunda revolución sexual,
en la que se promueve la sexualidad desvinculada del amor, sólo al servicio del
placer. Una encuesta reciente del CIS recoge que más del 50% de los jóvenes
españoles considera que no hace falta estar enamorado para tener relaciones
sexuales.
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La revolución sexual de los 90:
En los años 90 se da la tercera revolución sexual que desemboca en una sexualidad
desvinculada del cuerpo. Se produce el aparente triunfo de la ideología de género
y del lobby homosexual donde parece que el cuerpo no tiene nada que decir. La
autonomía del hombre parece ser el valor absoluto sin que haya ningún referente
externo. El caso del primer hombre en Australia al que se le reconoce el género
neutro, o de la mujer transexual que se queda embarazada con apariencia de
varón, son el claro ejemplo de esta aparente superación del cuerpo.
3. Las Conferencias Internacionales de Población y Desarrollo y de la Mujer han ido
tratando la cuestión de la demografía y el desarrollo de los pueblos, pero es en los
años 90, en las Conferencias Internacionales del Cairo en el año 1994, y la
Conferencia de la Mujer en Pekín en el año 1995 cuando se plantea el concepto de
Salud Reproductiva y el empoderamiento de la Mujer. Estos nuevos conceptos
hacen referencia a una forma determinada de vivir la sexualidad desvinculada de la
procreación, y a la necesidad del control de la natalidad para que se pueda dar un
verdadero desarrollo de la mujer.
En la Conferencia del Cairo se marca una agenda muy concreta a cumplir en 20
años para extender esta nueva forma de ver al hombre, la mujer y la sexualidad
por todo el mundo, a través de cambios culturales y legislativos. Juan Pablo II
alertaba de ello en una carta dirigida a los dirigentes de las naciones con motivo de
la Conferencia del Cairo.
El control de la procreación como si de una amenaza se tratara, trae como
consecuencias una sexualidad desvinculada de la fecundidad, del amor y del cuerpo, y en
definitiva de Dios, creador y dador de la vida.
Sin embargo el conocimiento de la fecundidad humana, base de los métodos
naturales, que permiten conocer y reconocer el cuerpo, interpretando los signos que permiten
conocer las etapas fecundas e infecundas del cuerpo de la mujer y del varón, nos abre al
misterio de la Creación y procreación.
Vivir la posibilidad de ser padres, y la fertilidad conjunta, nos hace más responsables
de nuestras acciones. La fertilidad deja de ser una amenaza, y se vuelve una oportunidad para
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hacer crecer al amor entre los esposos, que están llamados a la comunión y a aceptar en sus
vidas el plan que Dios tiene para ellos.
Mi experiencia en la consulta de médico es que cuando las pacientes consultan para
iniciar algún tratamiento anticonceptivo, lo hacen creyendo que la posibilidad de ser madres
es casi una enfermedad a evitar. Suelen venir solas, como si de un problema que sólo
dependiese de ellas. Mientras que cuando se les presenta su posible fecundidad como una
oportunidad y que la posibilidad de un hijo nunca es una amenaza muchas poco a poco van
cambiando la percepción que tienen de sí mismas y de su marido. Tras presentar los métodos
naturales a pacientes no creyentes me he dado cuenta que es una forma de acercar a los
matrimonios a una vivencia totalmente distinta de la sexualidad, reconociendo el cuerpo y la
vida como un don recibido y no como un objeto sobre el cual decidir. Es una puerta a vivir la
paternidad responsable con todo su profundo significado.
La paternidad responsable no sólo significa el uso de los métodos naturales si no que
es un estilo de vida que vivimos los esposos abiertos al plan que Dios tiene para nosotros en
cada acto conyugal, reconociendo la paternidad y la maternidad como algo que nos supera,
como un don y una tarea recibidos, pero siempre bajo la ayuda de Dios providente.
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