Las Maravillas de la F1 No es casualidad que los mejores circuitos

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Las Maravillas de la F1
No es casualidad que los mejores circuitos de todos los tiempos sean reconocidos por algunas curvas o sectores
famosos, cuya historia se forjó a través de grandes maniobras o accidentes impresionantes. Esas pistas que atraen a
los pilotos y maravillan al público, más allá de la infraestructura que el autódromo ofrezca, se destacan por tener una
o más curvas de esas que quitan el aliento al encararlas. La gran mayoría de los circuitos modernos, diseñados por el
arquitecto alemán Herman Tilke, están lejos de poseer esos sectores atrapantes, que ingresan a la categoría de mitos
en la rica historia de la Fórmula 1. Para encontrar los sectores más tradicionales y peligrosos hay que buscar en
aquellos autódromos que están en el calendario desde la primera hora, cuando en 1950 se creó el campeonato mundial,
con un par de excepciones que se sumaron a través de los años. Así, uno debe recurrir a Spa Francorchamps, el circuito
preferido por los pilotos, en el que se destacan varios sectores que producen adrenalina en los que conducen y entre
los que miran.
La muy nombrada Eau Rouge, el curvón Pouhon y la temible Blanchimont, son curvas que quitan el aliento y hacen
de Spa una de las mejores pistas que la categoría haya transitado. Spa cumple con la regla que dice que para ser un
circuito destacado a través de los años, debe tener por lo menos un sector mítico, y la pista belga tiene por lo menos
tres. A pocos kilómetros de ella, en el otro extremo de las Ardenas, ya en territorio alemán, sobreviven todavía los más
de 22 kilómetros del antiguo Nürburgring, el trazado que rodea al castillo del Nürburg, en los montes Eiffel, y en el que
todavía resuenan las grandes hazañas de Juan Manuel Fangio. Es el “Grüne Hölle” o Infierno Verde, según lo bautizó
uno de sus Maestros, el escocés Jackie Stewart, quien produjo allí actuaciones memorables.
Es el circuito del Flugplatz, en el kilómetro 2, un salto que convertía a aquellos autos sin alas en verdaderas naves
voladoras, y el del Karussell, en el kilómetro 12, una de las curvas más recordadas de la F1. Siempre me cuenta Don
Pepe Froilán Gonzalez que cuando él y Fangio llegaban a ese sector, se guiaban por un árbol al que le apuntaban
para hacer ese retome de la manera más rápida. Esos sectores están en el denominado Nordschleife, la pista más
grande, de 22.8 kms, que poseía identidad propia, muy a la inversa del actual trazado que pasó a ser uno más de los
tantos que transita la categoría más importante.
Un poco más al sur, en Italia, vecino a la populosa Milán, el autódromo del Parque Nacional de Monza resiste al paso
del tiempo y entrega cada año las imágenes de una de las pocas pistas super veloces que transita la F1. Claro que la
Parabólica actual poco tiene que ver con aquellas peraltadas de mediados de los años 50, que sufrieron el boicot de
los equipos ingleses en 1955, cuando se reestrenaron, en carrera ganada por Fangio, y que se utilizaron una vez más,
en 1956, para que Stirling Moss se anote en Monza uno de sus mejores triunfos. Las dos parabólicas construídas con
el circuito, en 1922, se dejaron de usar a mediados de los años 30 y se recuperaron para el GP de Italia de 1955,
conformando una traza de 10 kms. por vuelta. Por el accidente de Le Mans, ocurrido ese año, las escuderías británicas
no concurrieron al GP italiano. En la parte superior de esas famosas curvas, el ángulo de inclinación llegaba a 72
grados, hecho que no permitía que un hombre caminara sobre la pista. La idea era que aquellos autos pudieran
arrimarse a los 300 km/h ayudados por el peralte ante la falta de alas, aunque rápidamente quedaron fuera de uso por
cuestiones de seguridad.
Para terminar con los grandes circuitos que forman parte del calendario desde los inicios no se puede ignorar a Silverstone,
pista que ha mantenido sectores que provocan, todavía, grandes desafíos. Para muchos de los actuales pilotos de F1
la primera curva luego de boxes, Copse, está al nivel de las mejores. No todos la pueden tomar a fondo, es ciega a la
salida y posee un desnivel que, a muchos, les hace contener la respiración por algunos segundos, tal como recientemente
contó David Coulthard. Saliendo de Copse los autos van por una corta recta que los deja en otro sector único en
cuanto a desafío, es el complejo de curvas zigzagueantes llamado Magotts y Becketts.
El mismo Coulthard, y muchos de sus colegas, contienen el aire durante unos seis segundos, el tiempo que les lleva
transitarlas.
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Acercándonos más acá en el tiempo, aparece en los años 70 el circuito de Suzuka, ubicado entre las ciudades de
Osaka y Nagoya, en Japón. Muy pronto se transformó en otro de los admirados por los pilotos y el público al presentar
una serie de desafíos como las eses diseñadas luego de la primera curva, un puente que permite que la pista cruce
sobre sí misma, algún curvón rápido como Spoon, pero por sobre todo ésto, la increíble curva de alta velocidad
llamada 130R, en honor al radio de la misma. Los autos viajan a más de 290 km/h cuando los pilotos deben girar a la
izquierda, sin levantar el pie del acelerador, cosa a la que no todos se atreven. La 130R es la curva en la que Fernando
Alonso, aún con todo el peligro que conllevó la maniobra, superó por el lado externo a Michael Schumacher en 2005,
quedando como uno de los adelantamientos más recordados de la historia de la categoría. Jefes de equipo, mecánicos,
periodistas y hasta el director de la carrera confesaron que detuvieron por un instante la respiración en aquel
momento, tal vez esperando un final catastrófico para ese intento del piloto de Asturias.
Suzuka y su famosa 130R han sido testigos de grandes definiciones de campeonatos, consagrándose allí, entre otros,
Ayrton Senna, Alain Prost, Nelson Piquet, Mika Hakkinen y Michael Schumacher.
Por último, una mención especial de bienvenida para el único circuito de la era contemporánea que el arquitecto
alemán Herman Tilke diseñó al estilo de las grandes viejas pistas, el Estambul Park, construido en el sector asiático
de la ex Constantinopla, como un homenaje a la historia de la humanidad, inaugurado en 2005. Un circuito que de tan
nuevo todavía no tiene nombre en sus curvas, especialmente la conocida como “Curva 8”, en la que se gira a la izquierda,
atravesada por cuatro ejes, única en el mundial de F1.
El Estambul Park asombró a los pilotos de la categoría con ese desafío, al cual se llega debiendo salir de la curva 7
con el auto bien acomodado, con toda la tracción sobre el asfalto, para encarar la 8 a lo largo de seis interminables
segundos que bien valen el valor de la entrada a los espectadores.
Más allá de los circuitos nombrados en este repaso por los mejores del mundial de F1, aparecen otras pistas con estilo
e identidad propia, que aún sin poseer una curva mágica, deben ser recordados como grandes autódromos. Es el
caso de Interlagos, tanto el circuito viejo de casi 8 kms. como el nuevo de 4.3 kms. de extensión, que conserva una
versión reducida de la Curva del Sol, la Herradura y Mergulho, como áreas más destacadas, el viejo Kyalami, en
Sudáfrica, a poca distancia de Johannesburgo, mientras que en territorio europeo no deberían ser descartadas
algunas joyas fuera de uso, como Brands Hatch y Dijon, y el siempre vigente Montecarlo, con todo lo que significa para
la categoría.
La magia de Don Pepe Froilán Gonzalez triunfando en Silverstone, de Juan Manuel Fangio cerrando su ciclo de victorias
y campeonatos en el viejo Nurburgring, de Jim Clark y Jackie Stewart, los escoceses voladores, del inolvidable Ayrton
Senna y sus duelos con Alain Prost y, finalmente la de Michael Schumacher, estará siempre bien resguardada en cada
curva del calendario que marque diferencias entre los muy buenos y los elegidos, éstos han sido apenas un puñado
de hombres que siempre aceptaron los peores desafíos, en los cuales se forjaron las más grandes leyendas de ese
mundo apasionante llamado Fórmula 1.
Fernando Tornello
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