Estudio sobre consumo de sustancias psicoactivas en

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Estudiosobreconsumodesustanciaspsicoactivasen
alumnosdeescuelasecundaria
PrimerinformedeEscuelasdeclasemediaymedia-alta
delaProvinciadeBuenosAires.
Directortécnico:Mg.IgnacioO´Donnell.
Equipotécnico:Lic.VictoriaNoguera.
Lic.DamiánBarreiro.
Lic.AndrésMecha.
Lic.CarlosDíaz.
Octubrede2015
ÍNDICE
1. Introducción
1.1 Adolescencia y consumo de sustancias psicoactivas
1.2 La situación del consumo de sustancias en Argentina
2. Objetivos
3. Sujeto y Método
4. Resultados
4.1 Modalidades de consumo de sustancias de los estudiantes
4.2 Percepción de riesgo de alcohol, tabaco y marihuana
4.3 Salidas nocturnas y relación con el consumo
4.4 Consumo de sustancias y relación con la violencia
4.5 Percepción de la relación de los estudiantes con sus padres y actitud de
estos frente al consumo.
4.6 Percepción del rol de la Escuela en el consumo de sustancias
4.7 Percepción de las estrategias de Prevención
4.8 Percepción de las modalidades de Intervención
5. Conclusiones
6. Bibliografía
1. Introducción
1.1 Adolescencia y consumo de sustancias psicoactivas
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es la etapa de la
vida, comprendida entre los 10 y los 19 años, en la cual se adquieren nuevas
habilidades sociales, cognitivas y emocionales. Este proceso se caracteriza por
rápidos y múltiples cambios en los aspectos físicos, psicológicos, sociales y
espirituales.
A estos cambios se agregan otros factores como la inmadurez del lóbulo frontal, que
torna a los adolescentes más impulsivos. Estos factores hacen que estén más
predispuestos a llevar a cabo conductas de riesgo, y en ese contexto, iniciarse en el
consumo de sustancias. Por esta serie de motivos es que el consumo de alcohol y
otras drogas entre los adolescentes suscita preocupación social.
Las investigaciones muestran que cuanto más temprano se comienza a consumir
alcohol u otras drogas, mayor es la probabilidad de progresar al abuso. Por cada año
que se retrasa el inicio de consumo, se reduce en un 5% el riesgo de dependencia.
(Stinchfield & Owen; 1998).
1.2 La situación del consumo de sustancias psicoactivas en Argentina
En Argentina se estima que alrededor de 52 mil personas fallecen por año por causas
relacionadas directa o indirectamente al consumo de sustancias, representando el
16,3% de las muertes totales del país.
El alcohol es la sustancia más consumida por los adolescentes. 7 de cada 10
estudiantes de enseñanza media declararon haber consumido alcohol alguna vez en
su vida. Más del 60% de los estudiantes del país que consumieron alcohol en el último
mes declararon haber tomado más de cinco tragos en una misma salida, medida
considerada peligrosa y abusiva.
El consumo de drogas ilegales se encuentra en franco crecimiento entre los
estudiantes de nivel medio en la Argentina. Según los resultados de SEDRONAR, la
prevalencia de consumo de alguna droga ilícita en nuestros estudiantes es del 13,1%
(OAD- SEDRONAR; 2015). Si se consideran los últimos cinco años (2009-2014), se
observa un descenso sostenido del consumo de tabaco y, por otro lado, un incremento
alarmante en el consumo de marihuana. Esto se ve acompañado por un fuerte
decrecimiento en su percepción de riesgo, lo que nos habla de una peligrosa y
creciente tolerancia social en relación a esta sustancia.
Según un estudio realizado en el año 2014 por la Secretaría de Programación para la
Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) a
90.000 estudiantes de enseñanza media, el 11,8% declararon haber consumido
marihuana durante el último año. Es importante destacar la tendencia creciente del
consumo de esta sustancia a lo largo del tiempo: en el año 2001, el 3,5% de los
estudiantes manifestaron haber consumido marihuana durante el último año, mientras
que este número fue aumentando hasta más del triple en la actualidad. (SEDRONAR;
2015).
En relación a datos estadísticos sobre consumo de sustancias psicoactivas, estudios
recientes indican que Argentina es el segundo país latinoamericano con más consumo
de alcohol por persona. Por otro lado, se observa una disminución de la edad de inicio
y un aumento de la cantidad consumida. Es decir, se comienza a tomar antes y se
bebe más.
Cabe destacar que el último informe realizado por la SEDRONAR a estudiantes de
enseñanza media en el año 2014, arrojó un aumento significativo en el consumo de
alcohol y marihuana por parte de las mujeres. En el año 2009, el 7,8% de la población
femenina declaró haber consumido marihuana alguna vez en su vida, mientras que en
el 2014 este número ascendió hasta el 13,2%, lo cual implica un aumento del 70% en
cinco años. Asimismo, en relación al alcohol, en la actualidad es levemente mayor la
cantidad de mujeres que toman alcohol respecto a los hombres, tendencia que se
invirtió respecto a años anteriores.
2. Objetivos
El objetivo central de este estudio es evaluar la modalidad del consumo de sustancias
en estudiantes de escuelas secundarias de clase media y media-alta de la Provincia
de Buenos Aires.
3. Sujeto y Método
El estudio se encuentra basado en la metodología cualitativa de Estudio de Casos. La
herramienta seleccionada fue la administración de entrevistas semiestructuradas a
través de grupos focales.
4. Resultados
4.1 Modalidad de consumo de sustancias de los estudiantes.
Los jóvenes afirman que la edad de inicio para el consumo de tabaco se encuentra en
torno a los 13 años; para el alcohol a los 14 - 15 años, edad que coincide con el inicio
de las “previas” (cabe destacar que refieren haber probado alcohol a los 12 - 13 años,
pero que a los 14 - 15 comienza el consumo habitual). Por último, dicen experimentar
la marihuana por primera vez a los 14 - 15 años. Sin embargo, el consumo frecuente
aparece asociado al grupo de 17- 18 años.
Todos los grupos coinciden en que la sustancia más consumida es el alcohol.
Manifiestan que el objetivo del consumo es embriagarse y que para ello, toman lo que
sea necesario sin considerar si les gusta o no. Las razones de emborracharse en una
fiesta las relacionan mayoritariamente con la desinhibición que genera el alcohol, ya
que, a través del consumo, logran acercarse al sexo opuesto y se animan a hacer
cosas que, estando sobrios, les daría vergüenza.
Pocos alumnos de primero y segundo año dijeron haber probado el alcohol, y, si lo
hicieron, fue con el permiso de los padres. Aunque en su mayoría manifiestan que el
alcohol no les gustó, suponen que cuando sean grandes van a tomar porque “todos
los chicos lo hacen”.
Enfatizan que las mujeres “quiebran” más que los hombres. Interpretan, con una visión
machista generalizada, estos reiterados episodios de embriaguez de las mujeres como
intentos por “llamar la atención”. Sin embargo, otros afirman que este fenómeno se
podría explicar por el menor grado de tolerancia al alcohol que poseen las mujeres, lo
cual está científicamente comprobado.
Mencionan que dependiendo del grupo de amigos, algunos toleran que alguien decida
no tomar pero muchos otros se burlan o le insisten a aquel que no lo hace.
El tabaco es visto como algo normal y natural. A diferencia de la marihuana, no parece
llamarles la atención. La mayoría probó el cigarrillo entre los 13 y 15 años, sin
embargo, la gran mayoría no volvió a fumar. Todos coincidieron en que las mujeres
fuman más que los hombres.
Otra sustancia que emerge en su discurso es la marihuana. Mencionan que es común
verla en las fiestas, “siempre hay alguien fumando un porro, se siente el olor”. La
mayoría dijo tener al menos un amigo que fuma, aunque la mayoría dicen no
consumir, algunos admiten haber experimentado alguna vez y muy pocos han
manifestado ser asiduos fumadores de marihuana. No obstante, todos afirman que la
marihuana se encuentra al alcance de la mano. Relatan que les ofrecieron marihuana
por primera vez entre los 14 y los 15 años de edad aproximadamente.
4.2 Percepción de riesgo de alcohol, tabaco y marihuana de los alumnos.
Todos los jóvenes coincidieron en que fumar tabaco es negativo para la salud y está
relacionado con el desarrollo de muchas enfermedades graves, como por ejemplo, el
cáncer. Muchos relatan que padres o abuelos han sufrido graves problemas de salud
asociados al tabaco y que por ello no fumarían, sin embargo, en su gran mayoría,
admiten haberlo probado. El hecho de haber fumado, más allá de tener una visión
negativa del tabaco, habla de la influencia que ejercen los adolescentes entre ellos
mismos y de las pocas herramientas que tienen para enfrentar estas situaciones.
Respecto al alcohol, es preocupante lo asociado que está con la diversión. Afirman
que “tomar es la gracia de la salida”. Casi ningún joven considera riesgoso abusar
de esta sustancia. Se destaca la “ilusión de control” que poseen la mayoría de los
adolescentes sobre el alcohol, creyendo que a ellos nada les podrá pasar. Esto afecta
notablemente la percepción de riesgo de estos jóvenes, que subestiman las posibles
consecuencias negativas que produce la ingesta de alcohol y puede conducirlos
fácilmente a exponerse a múltiples riesgos. Varias veces se vinculó la adicción a los
sectores sociales bajos y consideran que a su clase social no le podría afectar esta
sustancia. Sin embargo, hubo muchos relatos de familiares o conocidos que
desarrollaron diversas adicciones.
Un dato grave que emergió en varias escuelas es que los alumnos de 17- 18 años
admiten conducir habiendo ingerido alcohol. Estos alumnos dicen tener consciencia
del riesgo que beber y conducir conlleva, sin embargo manifiestan que si van a
manejar, “no se rompen” o “beben cuidadosamente” (medidas que de todas maneras
superan ampliamente el límite legal para conducir). Por otro lado, los padres
manifiestan preferir otorgarles el vehículo por el miedo a hechos de inseguridad,
confiando en que sus hijos no beban cuando conducen.
Asimismo, un fenómeno particular que se observó, es que los alumnos más grandes
(17- 18 años) perciben como problemático y riesgoso, el consumo de los estudiantes
de menor edad. Les preocupa la disminución en la edad de inicio del alcohol y la
naturalización del abuso de sustancias en “los más chicos”.
Respecto a la marihuana, es realmente peligrosa la percepción positiva que se
encontró en algunos grupos. Muchos afirman que la marihuana es “medicinal”, o que
“no es tan tóxica como el cigarrillo”, y aducen que en algunos países es legal, por lo
tanto no puede ser dañina.
De todas maneras es necesario aclarar que esta visión positiva convive con una
percepción de que el consumo prolongado
de marihuana puede producir daño
neurológico o “llevarte a otras drogas”. Un alumno cuenta: “Una prima empezó con un
porrito y terminó internada. Hoy no puede tomar ni una copa”. “Cuando consumís te
metés en un círculo del que es difícil salir. Te corrés de tu grupo y te sumás a los que
consumen”, aporta otro compañero.
4.3 Salidas nocturnas y relación con el consumo.
Las salidas nocturnas comienzan con la matinée a los 11- 12 años. A esa edad
todavía se encuentran alejados de las sustancias y están supervisados por los adultos.
A los 14 años ya quedan afuera de la matinée, y ahí es donde consideran que hay
mayores problemas, ya que se encuentran en una “brecha” que no posee ofertas
nocturnas. Es aquí donde comienzan a organizar fiestas en casas. Empiezan a
consumir alcohol, en general, a escondidas de los adultos. Ante la desaprobación y la
prohibición del consumo de alcohol por gran parte de los padres, muchos alumnos del
grupo tienden a mentir con respecto a su “plan nocturno” y ocultan su consumo.
“Compramos el alcohol y nos juntamos en una casa donde la familia esté de viaje o no
le importe si tomamos”. “A tus viejos les decís que te juntás a comer algo y a ver
una peli”.
A los 16 años comienzan a ir a fiestas de egresados y a boliches. Los
jóvenes
mencionan que “es muy común ver gente tirada en el piso vomitando antes de
entrar a bailar”. Respecto a ello, los adultos manifiestan que el problema es que
beben cantidades enormes de alcohol en un tiempo breve y que no están debidamente
supervisados.
A partir de los 17-18 años es más habitual que los padres sepan y permitan el
consumo de alcohol cuando se realiza una “previa” en su hogar.
4.4 Percepción de la relación del consumo con la violencia.
Los alumnos de los primeros años hacen referencia a la violencia como forma
recurrente de resolver problemas entre ellos. El maltrato verbal y empujones o “juego
de manos” son frecuentes en la forma de relacionarse y hacerse “bromas”. Dicen que
“los chicos están violentos. Vienen y te quieren pegar, sin razones, porque les caíste
mal”. A partir de los 15-16 años particularizan las situaciones de violencia entre
jóvenes en el contexto de las fiestas. Lo relacionan con el alcohol: “algunos en pedo se
ponen agresivos”.
4.5 Percepción de la relación de los estudiantes con sus padres y actitud de
estos frente al consumo.
La mayoría de los jóvenes manifiestan que no han tenido un diálogo profundo con sus
padres respecto al consumo de sustancias, aunque todos enuncian que, los padres,
en ocasiones, les transmiten algún consejo y que el más recibido es “no tomes de
más” y “no tomes de lo que te convidan porque te pueden poner pastillas”.
Los jóvenes sienten que sus padres actúan movidos por el temor y la preocupación, y
les hacen preguntas sólo para controlarlos. Una parte importante de los alumnos pudo
expresar su necesidad de sentirse más escuchados por sus padres y tener
conversaciones “más profundas”.
Por otro lado, afirman que los límites que imponen los padres sirven, aunque en el
momento provoquen enojo, ya que los interpretan como medidas de cuidado. Critican
la sobreprotección, ya que consideran que prohibir todo provoca más “rebeldía”.
Es notable que en varios grupos los alumnos consideren que existe una falta de límites
de parte de sus padres. Creen que existe una excesiva confianza depositada en ellos,
y algunos hasta la interpretan como desinterés. Un joven refirió con cierta tristeza, “no
sé si es confianza o que ya me soltaron la mano”. Indican que la confianza que sus
padres depositan en ellos es una forma de negar lo que está pasando. “Te quieren
aconsejar y cuidar, y a la vez, no quieren saber lo que realmente hacés”.
Asimismo, muchos expresan que es mejor recurrir a un hermano mayor, o a otro
familiar. “Si te aconseja un hermano mayor es mucho mejor que un padre por la
sinceridad que tiene al hablarte. Además, lo vivió hace poco”, comentan.
Por su parte, los padres dicen no saber cómo manejar las salidas nocturnas y el
consumo de alcohol de sus hijos. Consideran importante establecer criterios comunes
respecto a lo que se permite y lo que no con otros padres. La gran mayoría consideran
que “no van a evitar que sus hijos tomen”, entonces apoyan la estrategia de
enseñarles a que lo hagan con responsabilidad, más allá de que sean menores de
edad. Esta postura refleja de manera acabada el nivel de confusión que existe entre
los adultos. Asimismo, los padres consideran que el grado de naturalización del
consumo de sustancias a nivel social, incentivado por la difusión que tiene el alcohol
en los medios de comunicación, hace que sea muy difícil abordar este tema con sus
hijos.
Expresan que es muy difícil establecer límites cuando “a todos los dejan”. Algunos
también dicen sentir temor porque “discriminen a su hijo” si les imponen reglas
distintas a otros. Por otro lado, la mayoría cree que es negativo prohibir una
determinada conducta, argumentando que esta, al ser denegada, puede convertirse en
atractiva.
Los docentes afirman que los padres “no quieren ver la realidad”. Refieren que la falta
de cooperación por parte de los adultos representa uno de los mayores obstáculos a la
hora de trabajar con el alumnado. Los padres, en la mayoría de los casos, “niegan”
que su hijo tenga problemas.
4.6 Percepción del rol de la Escuela en el consumo de sustancias.
Los docentes manifiestan que desde hace algunos años, como estrategia preventiva,
brindan información a los chicos de secundaria acerca de los daños que genera el
consumo de alcohol y tabaco, pero reconocen que no es suficiente y, hasta el
momento, no ha dado resultado. Dicen que no poseen herramientas específicas para
abordar el tema ni para intervenir correctamente, y que ellos mismos necesitan mayor
información sobre el consumo problemático de sustancias. Plantean la dificultad que
se les presenta al intentar acompañar a un alumno que consume drogas; poder
ayudarlo sin excluirlo y, a su vez, que éste no sea estigmatizado por sus compañeros
u otros padres.
Manifiestan que es problemático hablar con los padres, ya que estos no toman bien
que se les señale algún problema de su hijo. Los docentes consideran que sería de
gran importancia contar con un protocolo para actuar, un lugar donde se establezcan
criterios comunes sobre cómo intervenir. Los directivos de las escuelas mencionan
que el manual de intervención que reciben de parte de la Provincia de Buenos Aires no
tiene utilidad para ellos ya que no se adecua a su realidad.
Los alumnos, en líneas generales, manifiestan que el rol de la escuela se ha limitado a
“charlas” informativas y a intervenciones puntuales de alumnos con consumos
problemáticos. Las charlas, en general, fueron percibidas como poco útiles.
La mayoría de los alumnos reclaman un espacio en el cual se trabaje, de manera
sistemática, con la problemática del consumo del alcohol y otras drogas y no que se
trate de manera esporádica.
4.7 Percepción de las estrategias de prevención.
En relación a los métodos de prevención, la gran mayoría de los alumnos consideran
que el mensaje que puedan brindarles otros jóvenes, con los cuales se pueden sentir
identificados, como por ejemplo hermanos mayores, es muy valorado por ellos ya que
es transmitido desde la propia experiencia. Manifiestan que cuando se les aconseja
desde lo vivido, ese mensaje “llega mejor”. En relación a ello, también expresan que
les serviría que les hable un adicto en recuperación, “es distinto que te lo diga alguien
que pasó por eso y veas las consecuencias que tuvo”.
Rescatan el uso de la información sobre el consumo para reducir daños. Por ejemplo,
teniendo información sobre el alcohol, se puede “tomar mejor”. Por otro lado, señalan
que los recursos audiovisuales suelen ser muy eficaces.
Los adultos dicen que se debe abrir el diálogo con los jóvenes y ven necesario mejorar
la comunicación con los otros padres, para buscar criterios comunes y servirse de las
experiencias ajenas. Ponen de manifiesto que la información sola no alcanza y que es
necesario también fomentar actividades saludables como el deporte, el arte o
actividades religiosas.
4.8 Percepción de las Modalidades de Intervención
Es generalizada la visión de que “el adicto puede recuperarse cuando toca fondo”.
Muchos confesaron haber intentado hablar con amigos que estaban consumiendo de
manera problemática, pero “no les sirvió para nada”. Esto sugiere la necesidad de
trabajar con el prejuicio social de que los “adictos no se recuperan” y muestra, por otro
lado, la fuerte creencia de que la persona que consume lo hace por voluntad propia y
podría abandonar esa conducta cuando lo desee.
Existen versiones disimiles respecto a quién es la persona indicada para intervenir.
Algunos piensan que se debe “saber” para ayudar a la persona, y por ello es mejor
que esto quede en manos de un especialista. Otros, en cambio, manifiestan que la
mejor ayuda proviene de un amigo, o alguien que haya pasado por una experiencia
similar. Asimismo, todos coinciden en la importancia de que intervengan los padres de
la persona que tiene problemas de consumo.
5. Conclusiones
De lo observado se desprende que la situación de mayor gravedad está relacionada
con el consumo de alcohol de los estudiantes. El grado de accesibilidad y aceptación
que posee, debido a su baja percepción de riesgo y su alta tolerancia social, además
de la asociación directa entre alcohol y diversión, hace que prevenir el consumo de
esta sustancia sea una prioridad y una urgencia.
Es necesario trabajar socialmente para deconstruir la “cultura alcohólica” donde esta
sustancia, tanto en jóvenes como en adultos, es una herramienta para divertirse,
relajarse o afrontar situaciones que generan malestar. A su vez, es necesario modificar
la naturalización existente sobre el consumo de alcohol de los adolescentes. La alta
percepción de riesgo que posee actualmente y la disminución de su prevalencia
demuestran que se pueden emprender políticas públicas eficaces para reducir el
impacto de sustancias dañinas para la salud y producir cambios culturales respecto a
hábitos de consumo.
A su vez, se debe poner énfasis en el trabajo con los adolescentes acerca de las
modalidades de recreación nocturna, a fin de modificar el consumo ligado a la
diversión, a la vez que regular las ofertas disponibles. En este sentido, es necesario
controlar el cumplimiento de las legislaciones que regulan los locales bailables de la
Provincia de Buenos Aires.
Por otro lado, es alarmante la baja percepción de riesgo que posee el consumo de
marihuana y la naturalización que ha adquirido. Es prioridad abocarnos a la prevención
del consumo de dicha sustancia que conlleva riesgos y daños muy importantes. Las
ideas que circulan sobre la marihuana (que “es menos tóxica que el tabaco”, o que “es
medicinal”) vienen acompañadas de una naturalización social cada vez mayor,
provocada en gran parte por la divulgación de la “cultura cannábica” en los medios de
comunicación. A esto se le suma una mayor accesibilidad de dicha sustancia. Para los
jóvenes es común conocer a alguien que posea una planta de cannabis, o que pueda
acceder a ella, por ende, es necesario trabajar en principio con la percepción de riesgo
de esta sustancia, además de atacar la disponibilidad de la misma.
En cuanto a la prevención, la apreciación del universo estudiado coincide con múltiples
investigaciones en cuanto a sostener que la psicoeducación por sí sola no sirve. Se
debe también, trabajar con las causas del consumo de sustancias. Si se ha observado
que la presión social ejerce una influencia importante a la hora de decidir consumir, o
que la mayoría de los jóvenes se embriagan para afrontar situaciones que les generan
ansiedad, tales como conquistar a una persona que les atrae, se debe reforzar desde
el ámbito escolar, las habilidades que ayudarían a enfrentar estos fenómenos: el
fortalecimiento de habilidades sociales, el mejoramiento de la autoestima, el desarrollo
de pensamiento independiente y toma de decisiones, y demás herramientas para
enfrentar la presión para consumir sustancias.
Asimismo, siguiendo la opinión de los jóvenes, estos han manifestado recibir mejor los
mensajes de personas que hablan desde la propia experiencia y, por otro lado,
sentirse más entendidos y escuchar consejos de jóvenes, como por ejemplo hermanos
mayores o amigos. Esto ofrece una pauta para desarrollar estrategias de prevención
eficaces, donde se haga foco en campañas realizadas por jóvenes para jóvenes.
El rol de la institución educativa demuestra ser fundamental a la hora de prevenir y de
intervenir en el consumo de sustancias. Es preciso brindar herramientas de prevención
y detección temprana óptimas a docentes, como así también, mejorar los protocolos
de intervención para las escuelas.
6. Bibliografía
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