Unidad 4: La visión del clasicismo en Roma 1. Precedentes. 2. La

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Unidad 4: La visión del clasicismo en Roma
1.
2.
3.
4.
Precedentes.
La arquitectura: Caracteres generales. La ciudad romana. Principales tipologías constructivas
La escultura. El retrato. El relieve histórico.
El arte en la Hispania romana.
Precedentes:
Orígenes del arte romano: El arte etrusco
El pueblo etrusco se desarrolla en la zona central de la península italiana entre los siglos VII al IV a.C.
conviviendo con las colonias griegas del sur de Italia. Es, junto al helenismo, el antecedente más
importante del pueblo romano. Su origen es incierto aunque probablemente se trate de un pueblo
originario de Asia Menor. Su cultura determinará de modo decisivo varias de las características del
pueblo romano.
En arquitectura, su principal aportación estriba en el conocimiento del arco y la bóveda, que se
trasmiten al arte romano. También van a crear un nuevo orden arquitectónico, el toscano, que consiste
en la utilización del dórico con basa y fuste liso.
Sus ciudades eran defensivas y militares, y estaban ordenadas en torno a dos vías principales. Las casas
se organizaban internamente alrededor de un patio central.
Crearon un tipo de templo religioso imitación del griego pero con características autóctonas, como la
pérdida de la bifrontalidad. Eran rectangulares y se levantaban sobre un basamento con acceso
solamente por la parte delantera, donde se situaba el pórtico in antis con columnas pseudoperípteras.
El culto a los muertos era muy importante. Las tumbas se construían como un túmulo cubierto con falsa
cúpula. En ellas se han encontrado numerosos objetos griegos (especialmente cerámica). La pintura
decoraba las cámaras funerarias con escenas de banquetes, danzantes, etc.
En la escultura también encontramos rasgos helenísticos pero con una mayor tendencia al realismo. La
mayor parte de estas esculturas se han conservado en tumbas. Son muy características las parejas
recostadas en el lecho funerario. El retrato posee rasgos individualizados con las huellas del arcaísmo
griego. Destaca el Apolo de Veyes y la Quimera de Arezzo, escultura formada por diversas partes de
animales inspirada en modelos orientales.
Los principales restos del arte etrusco están en Tarquinia, Veyes y Cerveteri.
Introducción y cronología al arte romano
A pesar de la importancia adquirida por el pueblo etrusco, éste no logró afianzar su poder ni extenderlo,
unificando Italia. Entre las ciudades sobresalía una, Roma, cuya fundación se remonta a periodos
legendarios, resultado de los asentamientos a orillas del río Tíber y cuyo origen se establece con la fábula
de Rómulo y Remo. La antigua Roma pudo nacer en el siglo VIII a.C. creciendo desde entonces
ininterrumpidamente, cobrando importancia con el paso del tiempo.
El periodo monárquico abarca desde el origen hasta el año 509 a.C. fecha en que se proclama la
República. Los últimos reyes de Roma pertenecen a una dinastía etrusca que realiza obras muy
importantes en la ciudad, sobre todo respecto a la desecación de los terrenos bajos y el saneamiento por
medio de la Cloaca Máxima. Durante este periodo Roma se va asentando sobre siete colinas (Esquilino,
Palatino, Aventino, Capitolino, Quirinal, Viminal y Celio) unidas por una muralla.
Tras el periodo monárquico comienza la República (desde el siglo V hasta el siglo I a.C.), fase en la que el
pueblo romano va poco a poco extendiendo sus fronteras.
En el siglo I a. C. la República da paso al Imperio (siglos I, II, III y IV d. C.) cuando Augusto es nombrado
emperador de toda la ciudad. Se suceden las conquistas, se amplían los territorios y se produce una
intensa centralización influida por las culturas exteriores. En los últimos años, Roma degenera como
centro de poder y se produce una pérdida del nivel artístico y de la técnica. Este periodo se conoce como
Tardorromano.
A finales del siglo IV (en el año 395) Teodosio divide el Imperio entre sus dos hijos, Honorio y Arcadio:
el imperio Occidental para el primero y el Oriental para el segundo.
Esta división supone el final del Imperio romano. El territorio occidental es invadido por los bárbaros
mientras que el espíritu romano continúa en la parte oriental, denominada Imperio Bizantino y con
capital en Constantinopla, que perdurará hasta el siglo XV.
La arquitectura: Características generales. La ciudad romana. Principales tipologías constructivas
Características generales
Podemos hablar de un arte romano de características propias, genuinas, producto del Imperio, cuya
romanización se extendió homogéneamente por todo el Mediterráneo.
Estas características pueden resumirse en:
Arte ecléctico: reúne aspectos culturales y tradiciones de todo el Imperio, con una influencia etrusca
y griega muy marcada.
Sentido práctico de la arquitectura: búsqueda de lo útil por encima de lo estético. La arquitectura
romana trata de convertir los espacios cerrados en algo práctico para el hombre, aunque haya que
renunciar a los refinamientos de la plástica griega.
Técnica muy depurada: las obras en general alcanzan un alto nivel técnico. Sin embargo, son obras de
taller, donde el artista es completamente anónimo.
Arquitectura imperialista y escala monumental: se utiliza la arquitectura como un instrumento
propagandístico del poder imperial. Hay una pérdida de la escala humana que imperaba en el arte
griego y se desarrolla una nueva escala monumental, de enorme tamaño, para inmortalizar la persona
del emperador.
Surgen nuevas tipologías de edificios (basílicas, termas, acueductos, anfiteatros...) debido a las
nuevas exigencias de la vida pública, cultural y administrativa.
La ciudad romana, urbanismo:
Las ciudades del Imperio desempeñaban un papel fundamental: eran los centros de poder a través de los
cuales se controlaban todos los aspectos económicos, sociales y políticos de la población. Por eso tenían
un enorme desarrollo urbanístico basado en grandes infraestructuras.
Existían tres tipos de ciudades:
Ciudades romanas que se desarrollan a partir del pueblo primitivo y en las que se produce la
yuxtaposición de las dos culturas: la del pueblo colonizado y la del pueblo colonizador. Ejemplo:
Cartago.
Como pueblo colonizador, el pueblo romano se ve obligado a fundar nuevas ciudades. Para ello
siguen el modelo de los campamentos militares, que tenían un carácter práctico y organizador.
Inicialmente son construidas como campamentos que luego se van desarrollando, adquiriendo
características de ciudades. Están basadas en dos calles principales: el cardium y el decumanun que
se cruzan en ángulo recto. En el cruce de las dos calles se distribuyen los servicios públicos y los
puestos de mando, como ocurría originalmente en los campamentos militares. El resto de las calles se
disponía reticularmente, con un trazado perfectamente regular, formando un conjunto de manzanas
homogéneas con servicios públicos como calzadas, alcantarillas, agua, etc. Ejemplos más importantes:
Timgad (Algeria), Cesar Augusta (Zaragoza).
Ciudades que surgen de forma instintiva sin un plan de urbanismo previo, como era el caso de Roma.
La ciudad va creciendo irregularmente, con una población desbordante que procedía de todo el
Imperio (Roma tenía más de un millón de habitantes). Existían problemas de sanidad, higiene, pestes
y epidemias. La ciudad de Alejandría también pertenece a esta tipología.
La arquitectura romana.
El pueblo romano domina todas las técnicas precedentes. Tienden a la realización de grandes espacios
abovedados. Son construcciones muy pesadas que soportan menos peso del que podrían, debido a su
fuerte estructura, de hecho, algunos siguen todavía en uso como es el caso del puente de Alcántara.
Hay que diferenciar entre la estructura del edificio que se realiza con materiales pobres pero fuertes, y
su decoración a partir de planchas de mármol recubriendo la estructura y con gran riqueza ornamental.
Intentan eludir el aspecto tenso y buscan la sensación de reposo y de espacio estático en el edificio. Se
evitan los elementos arquitectónicos "frágiles" tratando de destacar la idea de solidez y fortaleza. Por
otro lado, se reutiliza el legado griego pero adaptándolo a las nuevas necesidades imperiales.
El lenguaje clásico de la arquitectura romana supone un sistema de elementos compositivos
extraordinariamente articulado. Todos los elementos tienen una clara interdependencia en sí, los
soportes y las cubiertas forman un conjunto en el que todo está perfectamente estructurado.
Tipologías
El templo
Los templos romanos toman lo esencial de los griegos pero introducen algunas modificaciones,
fuertemente influidas por los templos etruscos:
Pérdida de la frontalidad
Cella dividida en tres partes, dedicadas a la tríada (Júpiter, Juno y Minerva).
Utilización de cinco órdenes: dórico, jónico, corintio, toscano y el compuesto (formado por la unión
del jónico con el corintio, es decir, con volutas y hojas de acanto). Estos órdenes podían aparecer
alternados en una misma construcción.
Ausencia de decoración escultórica
El contacto con otras culturas y otras divinidades influirá en la creación de nuevas estructuras de
templos, como el dedicado a Vesta, de forma circular, o el templo de Espeos, con una estructura
abierta formando graderías o el Panteón, realizado por Agripa y restaurado por Adriano, con frontón
clásico, fachada octástila y zona posterior circular con varios altares dedicados a las principales
divinidades.
Los templos más importantes que mantienen la estructura tradicional son el de la Fortuna Viril y el de
la Maison Carrée.
La casa romana
Existen tres tipos de viviendas:
Clásica o tipo Domus: Muy importante porque se convierte en un prototipo de vivienda válido hasta
nuestros días en el clima mediterráneo e integra perfectamente la función y la estética. De estructura
rectangular, podía tener una primera parte dedicada a zona pública (comercio) y una segunda zona
privada. Poseía un patio central llamado atrium, con peristilo, y un impluvium para recoger el agua de
la lluvia. En torno al patio se distribuían las habitaciones o cubiculi, el triclinum, el larario... Estaban
decoradas con pinturas y mosaicos. Exteriormente no tenían decoración y eran muy austeras.
Insulae: casas de cinco pisos, mal iluminadas, mal construidas, sin sistema sanitario, foco de
infecciones y epidemias. Típicas de las grandes ciudades.
Villas: viviendas campestres de los grandes emperadores y patricios importantes. Destaca la Domus
Augustana del emperador Tiberio, la Domus Aurea del emperador Nerón, la Villa Adriana, de
enormes dimensiones, contaba con estancias privadas, bibliotecas, teatro, estanques, todo siguiendo
un modelo ordenado de arquitectura recreativa, formando un verdadero palacio imperial. Gran
influencia griega. Destaca también la villa del emperador Domiciano en Split (Yugoslavia) que posee
una estructura diferente a la de Adriano, el Imperio ya no es tan fuerte y hay un aspecto militar, como
de fortaleza, y no tanto recreativo. Estaba dividido en parte pública, oficial y privada.
Los foros
El foro es uno de los componentes más interesantes de cualquier ciudad romana. Semejantes al ágora
griego, pero con una ordenación más estructurada, eran los centros de reunión de toda la ciudad y
concentraban los edificios más importantes. Destacan por su regularidad y su simetría axial dotada
siempre de un eje principal. El más importante es el que levanta Trajano en el siglo II d. C.: tenía
mercado, basílica, galería con columnata, curia. Solían colocarse también columnas rostrales, símbolo del
poder del emperador, y arcos triunfales a la entrada del foro.
Basílicas
Las basílicas eran los lugares donde se impartía justicia (la palabra basílica viene de "basileus" que
significaba juez) y donde tenían lugar las reuniones comerciales. Estaban constituidas por un recinto
rectangular dividido en tres naves (una central de mayor anchura y dos laterales) con un ábside con
gradas en uno de los extremos de la planta desde donde presidía el basileus.
La tipología de estos edificios fue utilizada por los cristianos después del año 313 para la construcción
de las iglesias (iglesias de planta basilical). Destaca la basílica del emperador Magencio y la basílica
Ulpia.
Teatros
El teatro romano se diferencia claramente de los modelos griegos por la reducción de la orchestra a un
semicírculo y porque se asientan sobre una estructura arquitectónica y no en las laderas de la montaña,
como ocurría con los teatros griegos. Por lo demás, la estructura es muy semejante:
Planta semicircular con graderío para los espectadores.
La orchestra se reduce porque el coro tiene menos importancia que en Grecia.
La escena se hace más independiente y de mayor tamaño.
Destaca el teatro Marcelo en Roma y el teatro de Mérida. Este último, del siglo I d. C., es uno de los más
hermosos y mejor conservados del mundo.
Anfiteatros
El anfiteatro es un edificio de creación romana dedicado a las luchas entre gladiadores, a las luchas con
fieras y a otros espectáculos análogos. Mientras que a los teatros asistían personas de clase refinada, los
anfiteatros eran frecuentados por el pueblo más rudo, ávido de espectáculos más salvajes. Durante los
periodos de protestas populares, se organizaban espectáculos brutales que trataban de apaciguar el
ánimo y distraer a la gente. Eran gratuitos y duraban entre 6 y 10 días.
La estructura del anfiteatro estaba formada por la unión de dos teatros juntos, formando una planta
elíptica. Esta planta está completamente rodeada por una gradería o cavea donde se sentaban los
espectadores. El espectáculo tiene lugar en la parte central o arena, bajo la cual se disponían numerosas
galerías y corredores para los animales, gladiadores y actores. En algunas ocasiones también se
celebraban naumaquias o carreras de barcos.
Destaca el Coliseo romano, el anfiteatro de Mérida y el de Segóbriga.
Circos y estadios
Utilizados para las carreras de carros. Tenían planta longitudinal, con una spina en el centro donde se
colocaban los trofeos. Importantes estadios fueron los de Domiciano (actual plaza Navona), Máximo y
Mérida.
Termas
Son un ejemplo perfecto de la ordenación espacial típica de la arquitectura romana.
Eran lugares públicos de ocio y de reunión social, donde los romanos tomaban baños o paseaban.
Hasta finales del siglo I d. C. eran para hombres y mujeres. A partir de este momento pasaron a ser sólo
para hombres. Sus plantas podían presentar variaciones en función de sus dimensiones, pero en general
constaban de las siguientes partes:
Apodyterium: sala situada antes y después de los baños destinada a desnudarse y vestirse.
Tepidarium: zona de transición más cálida antes de llegar al Caldarium, que era la zona más caliente.
El Frigidarium era la sala del agua fría.
Los cambios de temperatura que se daban en las distintas salas exigían un sistema de instalaciones de
calefacción perfecto. Este sistema se basa en agua y aire caliente que caldeaba el suelo y los muros de
las habitaciones mediante tuberías.
En las termas había también otras dependencias, como salas de reunión, biblioteca, un pequeño teatro
y amplias zonas al aire libre, que estaban decoradas con estanques y estatuas, donde tenían lugar los
ejercicios atléticos. Destacan las de Caracalla, Nerva, Diocleciano y Adriano.
Calzadas o vías romanas
El Imperio romano tenía una enorme extensión territorial que era necesario organizar; para ello se
contaba con una red amplia de calzadas que facilitaba la comunicación entre los distintos puntos.
Los materiales eran muy duros y de un coste mínimo. Las calzadas tenían una estructura muy concreta,
muy firme, mediante diferentes capas: las piedras irregulares grandes se situaban en el fondo, encima se
colocaban gravas cada vez más finas y luego se cerraba con grandes losas de piedras. Las más débiles se
colocaban en los extremos y las más fuertes en el centro, para sustentar mejor el peso de los carruajes.
La Vía Apia es la más larga y bella de las carreteras romanas. En España destaca la Vía de la Plata, que
unía Mérida con Astorga.
Puentes
Los puentes fueron el complemento necesario para el trazado de las calzadas romanas, pues se
construían para salvar los desniveles y los ríos del camino. Sus características principales fueron su
solidez y simplicidad, y la utilización del pilar y el arco perfectamente cimentados. Destaca el puente de
Alcántara, del siglo II d. C.
Acueductos
La necesidad de abastecer de agua a las grandes ciudades les obligó construir los acueductos. Se
utilizaban los pilares y las líneas de arquerías, que se iban adaptando a los desniveles del terreno. El más
importante es el de Segovia, del siglo I d. C.
Fortificaciones
Se conservan restos de murallas romanas. Son inmensas moles con centro de ripio y exterior de opus
quadratum.
Arquitectura conmemorativa
Los arcos de triunfo y las columnas servían para glorificar la memoria de algún personaje célebre y sus
victorias.
El arco de triunfo tiene la forma de una puerta de ciudad aislada del resto de la muralla. Su
emplazamiento es muy diverso, en ocasiones se encuentran en los centros de la vida urbana, sirven para
embellecer los foros, procurándoles entradas monumentales que de paso consagran la memoria de un
personaje ilustre. Se levantan también en las entradas de las puertas, en los cruces de las calzadas, sobre
las fronteras de las provincias, etc.
Se componen de dos pilares unidos por un arco de medio punto sobre el cual reposa el ático, que lleva
una inscripción o decoración escultórica en la que se evocan los motivos de la construcción. Unas
columnas unidas a las paredes exteriores completan el monumento.
Suelen tener variaciones en función del número de vanos o de la distinta distribución de las columnas.
Destacan los de Tito, Séptimo Severo, Trajano, el de Medinaceli en España y el arco de Constantino.
Éste último es del siglo IV d. C. Es un arco de tres vanos dedicado al emperador Constantino. El arco
central es el principal, con la luz y la flecha de mayor tamaño. Tiene mucha decoración escultórica que
narra la vida del emperador.
Otros monumentos del mismo carácter que los arcos de triunfo son las columnas conmemorativas.
La columna se extrae de su contexto; es decir, ya no funciona como soporte arquitectónico sino que
tiene solamente un sentido conmemorativo. La más famosa e importante es la construida en Roma por
el emperador Trajano. Es de orden dórico y se encuentra decorada hasta lo alto con relieves históricos.
En su parte inferior posee un zócalo en el que se guardaron las cenizas del emperador. Por dentro del
fuste hay una escalera de caracol que lleva a la parte superior, en la que se encontraba una estatua en
bronce del emperador.
Son obras al servicio de la propaganda imperial.
Arquitectura funeraria
En Roma estaba prohibido sepultar a nadie dentro de la ciudad; era obligatorio hacerlo extramuros. En
torno a la Vía Apia (que enlazaba Roma con el resto del Imperio) se levantaban los monumentos
sepulcrales que eran de forma circular, completados por un montículo de tierra. Estas estructuras son el
origen de los templos cristianos de veneración.
Dentro de estas grandiosas construcciones sepulcrales de la Roma Imperial, la tumba de Cecilia Metella
es la más antigua. Destaca también la de Cayo Cestio y el Mausoleo de Adriano.
La escultura. El retrato. El relieve histórico.
Características generales
La escultura romana se inspira directamente en el mundo griego. Las repercusiones helénicas se deben,
en parte, a la actuación en el Imperio de muchos artistas procedentes de Grecia, pero también a la copia
sistemática y a la adquisición de esculturas griegas. Sin embargo, y a medida que esta potencia consolida
posiciones, en los talleres romanos se infunde una personalidad especial a todas sus obras. Frente al
legado anterior, esta disciplina evoluciona de una forma más práctica, menos refinada, y, en definitiva,
menos preparada para la belleza.
Su inclinación por ensalzar su imagen y la de sus antepasados, e inmortalizar sus hazañas bélicas, como
hacían en el antiguo Oriente, se traduce en el desarrollo de dos géneros con la figura humana como
máximo protagonista: el retrato y relieve.
En el mundo romano, la escultura es un testimonio estético y social. A los romanos les interesa reflejar la
crónica social, según las tendencias del momento. En este sentido, cambia por completo la posición que
ocupaba el artista; mientras que en Grecia eran autores conocidos y admirados, en Roma son
completamente anónimos.
Otra de las características que define esta disciplina está directamente relacionada con la capacidad y
tolerancia del pueblo romano para asimilar las costumbres de las zonas que conquistaban. En este
sentido, la asimilación de otras culturas favoreció el flujo de ideas entre la metrópoli y las provincias.
En el arte de la escultura romana se distinguen dos corrientes: una realista y popular, influida por el
mundo etrusco, y otra idealista y aristocrática, influida por el mundo helénico.
Las creencias religiosas, las modas sociales y el poder político que ejercía la metrópoli sobre el resto de
las provincias son tres de los principales condicionantes en el desarrollo del retrato. El culto a los
antepasados y a las deidades propició la ejecución de bustos y esculturas de cuerpo entero. Por otro
lado, la posesión de un retrato indicaba el poder adquisitivo de sus dueños, por lo que se podía
considerar como una moda. Desde una perspectiva más práctica, los gobernantes mostraban su posición
de dominio mediante la colocación de sus bustos en los lugares públicos.
Tipos de retrato
El busto se impone como el modelo más común durante el desarrollo de este género, alcanzando su
máxima expresividad. Junto con este prototipo, también proliferan los retratos de cuerpo entero y de
pie. Aunque dentro de esta variedad resulta inusual la ejecución de figuras sedentes, se pueden dar
algunos casos cuando se trata de figuras femeninas.
La tipología del retrato varía en función de la posición social o política de los retratados:
Toracatos: protegido por una coraza y referido siempre a una acción militar, que en algunos casos
podía ser descrita.
Togatos: representa a los patricios, por lo que a la imagen se superpone una toga.
Cónsul: encarna al personaje que ejerce funciones diplomáticas, al que se le esculpe con un manto
consular y una mano levantada indicando poder.
Pretor: representa al que administra el poder y la justicia. Sujeta el rollo de la ley en la mano.
Pontifex: ejerce las funciones de sacerdote. Lleva la cabeza cubierta por una toga y una patena en la
mano.
Héroe: imagen semidesnuda con corona de laurel.
Divinizado: en este tipo de esculturas el personaje va totalmente desnudo y con los atributos de un
Dios. Sólo los emperadores podían representarse con estos rasgos de escultura divinizada.
Escultura ecuestre: representación exclusiva del emperador, sobre un caballo
Evolución
Etapa republicana
Durante la República nos encontramos con las esculturas más antiguas, que son las imágenes Maiorum,
representaciones funerarias que se obtenían con una mascarilla de cera extraída del rostro del difunto. El
resultado eran obras de rasgos rígidos y faltos de expresividad.
En la Roma republicana, el culto a los antepasados, que se denominaban lares, manes y penates, se
materializa en la ejecución de bustos destinados a ocupar el altar familiar.
Con el paso del tiempo la técnica de la mascarilla -vaciado en yeso- se aplica sobre personas vivas,
consiguiendo impresionantes efectos que revelan, como es de esperar, un perfecto cocimiento de la
anatomía de la cabeza. Algunos autores, sin embargo, no llegaron a utilizar este medio, esculpiendo
directamente a quienes para ellos posaban. Una vez terminada la obra, se policromaba, costumbre
directamente importada de Grecia.
El reducido tamaño de los bustos y la escasa profundidad de la talla son dos de las particularidades que
hacen inconfundibles los trabajos de esta época. La disposición y la forma del pelo es otra peculiaridad.
Frente al periodo posterior, las mujeres llevan peinados sencillos con la raya en el medio y los hombres
suelen aparecer con el pelo corto.
Como resultado se logra un fiel realismo en los retratos, directamente influido por el arte etrusco.
Periodo imperial
Bajo la época imperial, con la llegada al poder del emperador Augusto y el cambio de era, se inicia una
labor propagandística, cuyo fin es llegar a todos los confines del Imperio.
Por esta razón, no es de extrañar que prolifere el retrato, dado el deseo por parte de los gobernantes y
sus familias de retratarse de forma idealizada.
La idealización del retrato es, por tanto, el principal rasgo que identifica a esta corriente. A pesar de este
idealismo, de influencia helénica, se mantiene la fidelidad a las facciones personales de los modelos.
A diferencia del periodo anterior, según avanza el tiempo se elimina paulatinamente la pintura de las
estatuas. En su defecto se incrustan piedras o se incide en la talla de algunas zonas, como el pelo y los
ojos, para lograr el efecto de la policromía.
Uno de los motivos que más se repite es la imagen de Augusto César, al que se representa en sus
funciones militares y religiosas, empleando la tipología más variada. Entre las esculturas más
importantes cabe destacar la de Augusto Prima Porta, donde el emperador se retrata con todos los
atributos de un cónsul. Su porte y los restos de policromía revelan su influencia griega. El bajorrelieve de
su coraza evoca el momento en que los partos devuelven los estandartes robados a Craso.
Gran parte de los retratos que se ejecutaron en este tiempo plasman la imagen del resto de los
integrantes de la dinastía Julia -Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón- y de la familia real.
En tiempos de la dinastía Flavia, la escena se hace más romana, lo que se traduce en el abandono de las
reminiscencias griegas, al tiempo que la búsqueda de la perfección pasa a un segundo plano. Lejos de la
armonía y el equilibrio, se exalta el realismo hasta límites exagerados. No obstante, con esta vuelta al
realismo los artistas no tratan de ahondar en el perfil psicológico del retratado, tan sólo intentan
reflejarlo del modo más veraz. Los defectos físicos se reproducen sin tratar de ocultarlos y las figuras
adquieren mayor naturalismo, mediante ligeros escorzos. Esta evolución afecta también a los peinados
de las mujeres, mucho más complicados y elaborados, mediante la técnica del trépano, punzón atado a
una cuerda con el que va horadando y profundizando, para incrementar el contraste de luces y sombras.
En el caso de los hombres, se pone de moda el peinado a base de mechones aplastados sobre la frente.
En tiempo de Adriano (117-138), la influencia griega se manifiesta de nuevo. La técnica del trépano,
mucho más evolucionada, se aplica en barbas de hombres, se talla el iris y el párpado en el ojo. El busto
gana en tamaño al prolongarse con parte del torso. De esta época son comunes los retratos del esclavo
Antinoo, al que se representa en distintas formas y como divinidad, algo excepcional ya que el
Emperador era el único que podía gozar de este privilegio.
Bajo la dinastía de los Antoninos, el arte de la escultura gana en monumentalidad y las formas se
complican, resultando más exuberantes. Las representaciones femeninas ganan en elegancia y
aparecen con el pelo recogido en un moño bajo. Del gobierno de Marco Aurelio, destaca su estatua
ecuestre de la Plaza del Campidoglio en Roma. Esta obra de complicada ejecución serviría como modelo
en futuras representaciones ecuestres.
El hecho de que hoy se mantenga intacta y no haya sido destruida se debe a la confusión de los cristianos
al pensar que representaba a Constantino.
A partir de la segunda mitad del siglo III se produce la decadencia artística. Las formas están menos
trabajadas y son más rudas. En la evolución del retrato se aprecia una influencia directa de las
creaciones bizantinas e, incluso, egipcias. Se observa cierta tendencia por la representación de deidades
orientales.
En el siglo IV se ha perdido gran parte de capacidad y habilidad de la composición del arte romano; no se
sabe trabajar con la de calidad de antaño. Al mismo tiempo, esa decadencia se traslada a los talleres. Las
formas son cada vez más simples, con la consiguiente pérdida de volumen.
De esta época es digna de mención la colosal estatua en bronce del emperador Constantino, del siglo IV.
El relieve
Los relieves romanos no sólo hacían referencia a las victorias y acontecimientos políticos, sino que
también aparecían esculpidos en otros objetos pertenecientes a las familias adineradas o adornando
edificios. Desde el siglo II adquiere una dimensión religiosa, al aparecer sarcófagos funerarios ricamente
labrados. Por tanto, en función de su temática los relieves podían ser sacros o paganos.
Evolución
Época republicana
Al igual que ocurre con el retrato durante la Roma Republicana, los relieves adoptan mayor realismo,
logrando fieles narraciones de la realidad. De este tiempo, son excepcionales las descripciones que
contiene el sepulcro de Domicio Aenobardo. En esta obra se conmemora una victoria con el desfile de las
tropas y el sacrificio de animales para celebrar el acontecimiento. Este asunto se impone en muchas
otras representaciones, al repetirse con gran frecuencia.
Periodo imperial
En esta época la representación por excelencia es el Ara Pacis, descubierta en 1938.
Este altar, enmarcado en un cuadrado de mármol de grandes dimensiones, celebra el regreso de Augusto
de sus campañas militares en las provincias de Hispania y la Galia. Iniciado en el año 13 a. C., se consagró
cuatro años después. En esta obra se puede apreciar la ejecución del relieve en todas sus variedades.
Para la representación de escenas históricas y motivos vegetales, emplea el bajorrelieve. El cortejo de
familiares del emperador y políticos, en actitud ceremonial, está tallado en mediorrelieve; mientras que
el altorrelieve se emplea en las guirnaldas que rodean la escena. Este tipo de relieves muestra la
transición de la República al Imperio. Aunque, en este caso, se representa un momento concreto, la
influencia griega se aprecia en la serenidad propia del mundo helénico.
Durante el periodo que se corresponde con el Imperio las representaciones de animales también
adquieren un importante desarrollo.
Bajo el gobierno de los Flavios se realiza otra de las obras que pasarían a la historia, el Arco de Tito,
construido por orden de Domiciano. Los relieves que decoran este monumento representan la victoria
de la toma de Jerusalén. El saqueo del Templo y la entrada de Tito en Roma están esculpidos en
altorrelieve.
En el siglo II, con Trajano en el poder, el relieve histórico cobra importancia, por lo que abunda la
construcción de monumentos conmemorativos que contienen detalladas descripciones de las crónicas
bélicas. Dentro de esta vertiente, el más impresionante es la Columna de Trajano, en cuya base alberga
sus restos y los de su esposa. En forma espiral, a lo largo de sus 33 metros de altura, y como si se tratara
de un reportaje de guerra, describe la lucha y victoria en la Dacia. Lejos de la belleza y la armonía, la
máxima preocupación se centra en alcanzar una fiel narración de los hombres combatiendo.
En lo que se refiere a la temática religiosa, con Adriano en el Imperio se sustituye el rito de la
incineración por la inhumación. En consecuencia, la construcción de sarcófagos reinicia su actividad. En
el estudio de estas piezas se pueden observar distintos modelos:
En algunos casos las figuras aparecen dispuestas en un frontal y mezcladas.
Existe un segundo prototipo en que los temas se separan por columnas u otros elementos.
Sarcófagos de decoración sencilla, a partir de líneas en eje o en zig-zag.
Normalmente, en todos los modelos, sobre el centro se sitúa la estatua del difunto. Estos sepulcros van a
tener enormes repercusiones en el arte paleocristiano.
El arte en la Hispania romana.
Hispania fue una de las zonas más romanizadas del Imperio. Durante la segunda guerra púnica (s.III a.C.),
se fue desmantelando la retaguardia cartaginesa en la península Ibérica y conquistando el territorio que
había sido púnico. Luego la ocupación se amplió, impulsada por la necesidad de tierras de cultivo y
metales preciosos, así como el deseo de someter a los pueblos. La conquista se concluyó en el año 27
a.C. cuando el emperador Augusto hizo una expedición de castigo contra los rebeldes cántabros y
astures. La romanización fue muy irregular: el sur y el levante fueron los territorios más romanizados,
mientras que el centro y en especial el norte y oeste recibió una influencia más tardía y menos intensa.
En el arte, Hispania tendrá su modelo en Roma, repitiéndose los mismos tipos, tanto en la escultura y el
relieve como en la arquitectura, borrando casi por completo los vestigios de arte local. Roma exportó a
toda Europa y parte de Asia y África sus modelos artísticos, provocando una estandarización de la
estética en docenas de países que llega hasta hoy, en un legado amplísimo.
Arquitectura:
En Hispania se percibe una tendencia común a los ambientes provincianos a imprimir cierto gigantismo a
los monumentos, en razón de las cualidades ideológicas con que Roma los revestía.
En España se conservan restos de numerosos templos, aunque suelen ser muy parciales. Destaca el muy
bien conservado pero pequeño templo de Vic (Barcelona) y los restos de los templos de Diana y Marte
de Mérida (Badajoz), Córdoba y Talavera la Vieja (Alcántara).
Entre los monumentos funerarios, destaca la Torre de los Escipiones de Tarragona, el Dístilo de Zalamea
de la Serena (Badajoz), el Mausoleo de Los Atilios en Sádaba (Zaragoza). Mención especial merece el
Mausoleo de la villa de Centcelles (Tarragona) por ser el monumento paleocristiano más importante de
cuantos se conservan en España.
Las ciudades fueron los grandes centros de la convivencia y en general de la civilización romana. En
España destacaron las ciudades de Tarragona, Sagunto, Cartagena, Barcelona, Córdoba, Sevilla, Itálica,
Mérida, Zaragoza, Valencia, Toledo, Segóbriga, Lugo, Astorga, León, etc. Estas ciudades romanas
necesitaron amurallarse para defenderse de las agresiones. Algunas de ellas lo hicieron al comienzo de la
romanización, cuando las guerras con los pueblos celtíberos eran una amenaza real (Tarragona, Córdoba
y Carmona). Las demás lo hicieron sobre todo en el siglo III, con las primeras invasiones germánicas. En
estas ciudades se construían edificios públicos para diferentes servicios y actividades (económicas,
deportivas y de esparcimiento). Frecuentemente estos edificios se situaban en el foro, verdadero centro
neurálgico de la urbe romana.
De la Hispania romana, quedan importantes restos arqueológicos de teatros romanos, como el de
Mérida, de gran belleza e importancia. Se hizo tomando como modelo el de Pompeyo, hoy destruido,
durante el tercer consulado de Agripa, hacia el año 18 a.C. Su diámetro total es de 86 metros y tenía
capacidad para 5.500 espectadores. Sigue el modelo típico de teatro romano. Las columnas tienen
capiteles corintios y fustes monolíticos de mármol, material que también se emplearía para el pavimento
del graderío. En el teatro romano se representan obras exclusivamente literarias, muchas veces
comedias, y el coro ya no tiene sentido. Por eso la orquesta desaparece: es sólo un espacio entre el coro
y escena. Esta es ahora mucho más importante y se cierra para favorecer la ilusión del espectáculo y
proporcionarle un decorado monumental. También citamos los de Tarragona, Sagunto, Pollentia,
Clunia, Osma, Toledo, Itálica, Regina, Málaga, Medellín, etc.
En cuanto a anfiteatros, en aceptable estado quedan el de Itálica (el cuarto en tamaño de todos los
romanos), Mérida, Tarragona y Segóbriga.
Circos, se han localizado los de Tarragona, Calahorra, Mérida y Toledo, aunque dada su enorme
extensión -el de Merída llegó a tener 435 metros de longitud- no han sido demasiado respetados por el
tiempo y las obras acaecidas durante los muchos siglos posteriores. También, su material pétreo ha sido
utilizado como cantera popular para la construcción de otros edificios.
En el terreno de las construcciones conmemorativas, se levantaron grandes columnas, pero sobresalen,
por su belleza, los arcos de triunfo, edificios levantados con arco sencillo o triple, en los accesos a las
ciudades para celebrar algún éxito militar o realzar la figura de algún político. En España tenemos el arco
de Medinaceli, el de Bará y Cabanes. Lamentablemente, el de Caparra, de espectacular estructura
cuadrifonte, está peor conservado. El Arco de Bará (Tarragona), siglos II-I a.C, es un monumento
conmemorativo, que destaca por su belleza y austeridad. Señalaba el límite entre el territorio de los
cosetanos y los ilergetes. Como el de Tito en Roma, es de una sola arcada entre dos pilares, cuyos frentes
decoran con dos pares de pilastras corintias, sobre las que destaca un sencillo entablamento, con una
inscripción que dice haberse erigido por disposición testamentaria de Lucio Lucinio Sura, general de
Trajano.
Las ciudades romanas, bien creadas sobre asentamientos indígenas o de nueva creación, exigieron la
construcción de grandes obras públicas de ingeniería para salvar ríos, abastecer de agua potable la urbe
o facilitar viajes entre esas ciudades.
En España, probablemente, los mejores puentes romanos que se conservan son los de Alcántara y
Mérida, de perfil horizontal. La mayor parte de los puentes españoles anteriores al siglo XVII tuvieron
base romana, sobre la que se hicieron reformas en época bajomedieval.
El puente de Alcántara, sobre el Tajo, es una magnífica obra de pericia ingenieril. Los sillares se asientan
sobre la roca -sin cimentación- a soga y tizón. La longitud del puente es de 194 metros y la altura de la
parte central, de 47 metros.
Todos sus arcos son de medio punto. En su centro se levanta un arco triunfal y en su cabecera un
pequeño templo.
El larguísimo puente sobre el río Guadiana de Mérida es obra del siglo I a. C. Tiene una longitud de 792
ms. y 62 arcos y es una obra de máxima importancia para la configuración urbana de Mérida. Aunque ha
sufrido destrucciones parciales y restauraciones, todavía conserva tramos de gran autenticidad romana.
La arquitectura romana tuvo uno de sus más espectaculares exponentes en los acueductos que
transportaban agua a las ciudades desde manantiales o ríos. Su construcción era muy compleja y en
ocasiones se tenían que salvar grandes desniveles por lo que en esas zonas su estructura era de
arquerías superpuestas.
El mejor acueducto que queda de Hispania y una de las obras de arte e ingeniería más grandiosas del
mundo romano es el acueducto de Segovia, construido probablemente entre la segunda mitad del s. I y
principios del II, en tiempo de los emperadores Vespasiano y Trajano. Tiene una longitud de 728 metros
y 28,29 de altura en su punto más alto. Su construcción es a base de sillería sin argamasa de granito y
consta de 167 arcos. Los servicios de conducción de aguas y de saneamiento de las ciudades
hispanorromanas son muy importantes, no sólo por la belleza de trazado y técnica de las arquerías de los
acueductos, sino también por las mismas conducciones, el embalse y la canalización, a veces muy
distante del acueducto propiamente dicho.
El Acueducto de Los Milagros de Mérida medía 830 metros, con una altura de 25 y proporcionaba agua
a la ciudad procedente del embalse de Proserpina.
Todavía subsisten algunos pilares y arcos de granito y ladrillo, que al combinarse proporcionan una
agradable y curiosa impresión cromática.
Tampoco les va a la zaga el extraordinario Acueducto de Ferreres que transportaba agua hasta Tarraco
(Tarragona) construido en el siglo II, en la época de Trajano. Aunque tuvo una enorme longitud en su
origen, actualmente conserva tan solo 164 metros y tiene una altura máxima de 26.
En las artes figurativas destacan, más que los retratos, imágenes de dioses como el torso de Pomona de
Tarragona, la Venus de Zaragoza, las de Ceres y Proserpina en Mérida o la de Diana en Itálica (Sevilla).
Es en esta ciudad donde aparece una estatua del emperador Trajano divinizado, prueba de la
importancia del culto imperial. En Mérida se ha encontrado una imagen de Mitra, dios de origen oriental
cuyo culto estaba muy extendido entre los soldados veteranos que ocuparon esta ciudad.
Durante el Bajo Imperio (siglos III y IV) hubo en la península riquísimas villas; en ellas se han encontrado
mosaicos realizados con gran maestría y temas muchas veces eruditos, como los de la villa de la Olmeda,
lo que confirma una etapa de prosperidad durante una fase que se suele considerar de crisis. Destacan
también el Sacrificio de Ifigenia en Ampurias, las escenas de circo de los museos de Barcelona y Mérida,
el de Orfeo del museo de Zaragoza o los de los Museos Arqueológico Nacional de Madrid, Córdoba y
Navarra.
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