EL MILAGRO DE LAS CASTAÑAS El día de Difuntos llevó Don

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Texto extraído de “Don Bosco, una biografía nueva” de Teresio Bosco
EL MILAGRO DE LAS CASTAÑAS
El día de Difuntos llevó Don Bosco a todos los Muchachos del Oratorio a visitar el cementerio y
rezar. Les había prometido, para la vuelta, castañas cocidas. Y había hecho comprar tres
grandes sacos.
Pero Mama Margarita no había entendido bien sus deseos y no
hizo cocer más que tres o cuatro kilos. José Buzzetti, el
jovencísmo “ecónomo”, llegó antes que los demás a casa, vio
lo sucedido y dijo:
- Don Bosco va a quedar mal. Hay que decírselo enseguida.
Pero con el alboroto de la vuelta de la hambrienta tropa,
Buzzetti no supo explicarse. Tomó en sus manos Don Bosco la
pequeña cesta y empezó a repartir castañas con un gran
cucharón. En medio de la barahúnda le gritaba Buzzetti:
- ¡Así no! ¡No hay para todos!
- Hay tres sacos en la cocina
- ¡No! ¡Sólo esas! ¡Sólo esas!. Intentaba decirle Buzzetti. Don
Bosco no quería creerle.
- Yo les he prometido a todos. Sigamos mientras haya.
Siguió entregando un cazo a cada uno. Buzzetti miraba nervioso los pocos puñados que
quedaban en el fondo del cesto, y la fila de los que se acercaban, que parecía cada vez más
larga. Alguno empezó a mirar con él.
De pronto casi se hizo silencio. Centenares de ojos desencajados miraban a aquel cesto que no
se vaciaba nunca; Hubo para todos. Quizás por primera vez, con las manos llenas de castañas,
gritaron los muchachos aquella tarde: “¡Don Bosco es un santo!”.
Desde entonces cada salesiano, cada salesiana, en las familias, los oratorios y centros juveniles
se recuerda el milagro: como signo de lo que Don Bosco es capaz de hacer por sus jóvenes,
como recordatorio de lo que cada uno podemos hacer por nuestros chicos y chicas.
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