Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra.

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DE BUENA SEMILLA, BUENA COSECHA
AL VIVO TODO LE FALTA
Y AL MUERTO TODO LE SOBRA.
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Los Aztecas
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El 1 y 2 de noviembre, México celebra los
días dedicados a los muertos. Por esta razón, quisiera abordar este tema desde diversos puntos de vista, para que sepamos
un poco de la razón por la que los mexicanos celebramos estos días, y así recordemos
esta tradición milenaria de profundo significado en nuestro país.
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Comencemos con los aztecas. Tanto en ésta,
como en el resto de las culturas prehispánicas, la muerte era abrazada con respeto
y sin temor. Estaba presente en su cosmogonía, en su filosofía, en sus mitos y en sus
festividades. Todo giraba alrededor de la
dualidad vida-muerte, todo tenía su contraparte, como un principio fundamental entre
los aztecas.
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Y los aztecas entendieron que para que existiera esta
dualidad que indiscutiblemente generaba vida, ellos
tenían la responsabilidad de mantener un equilibro
entre los hombres con el universo y por ello, se explica que realizaran sacrificios humanos, ya que de la
muerte, surge la vida.
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Nezahualcóyotl
Al parecer, esta dualidad partió del hecho de los períodos de lluvias y sequías. En el primero todo florecía, mientras que en el segundo todo se secaba. Sin
embargo, los ciclos naturales les enseñaron que tras el
período de sequías, nuevamente regresaba un período de florecimiento y este movimiento continuo explicaba a su vez la existencia de las noches y los días, y
de la vida y la muerte.
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Aunque sea jade: también se quiebra,
aunque sea oro, también se hiende,
y aun el plumaje de quetzal se desgarra:
¡No por siempre en la tierra:
sólo breve tiempo aquí!
Como una pintura
nos iremos borrando,
como una flor
hemos de secarnos
sobre la tierra,
cual ropaje de plumas
del quetzal, del zacuán,
del azulejo, iremos pereciendo.
* Francisco Rodrìguez Cruz, colaborador de la Revista
Claridades Agropecuarias de Apoyos y Servicios a la
Comercializaciòn Agropecuaria (ASERCA/SAGARPA).
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que guarda el camino y el lugar del viento frío de
navajas.
Los hombres y mujeres tenían destinados un lugar
específico al momento de su fallecimiento. Por ejemplo, se tenía la creencia que los guerreros muertos en
combate o en sacrificio eran elegidos para acompañar al sol desde su nacimiento por el oriente, hasta
el mediodía, y las mujeres muertas en parto -quienes
eran consideradas como guerreras por la lucha que
tuvieron que sostener al dar a luz- eran elegidas para
acompañar al Sol desde el mediodía hasta el atardecer. Pero sólo los hombres, al cabo de cuatro años
de acompañar al astro rey en sus viajes diarios, se
convertían en aves de rico plumaje para regresar así
a la vida terrena.
“Y luego fue Quetzalocoatl al Mictlan, se acercó a
Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl y en seguida les dijo:
-“vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos” y le dijo Mictlantecuhtli:
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El tlalocan, era otro lugar donde iban los muertos, pero
aquí iban los que partieron de esta vida por diversas
enfermedades como la gota, la sarna, la lepra, por
ahogamiento o por un rayo. Se tenía la creencia de
que este era el lugar de las delicias, de veraneo, de
verdor absoluto, en donde no hacía falta nada. En él
residía el Dios del agua y sus ayudantes, los tlaloques.
Los aztecas creían que todos los muertos iban al
Mictlán, lugar neutral que se encontraba muy al norte. Era conocido también como el lugar de las flores blancas, siempre estaba oscuro y en ellos vivían
los dioses de la muerte, en especial Mictlantecuhtli
y su esposa Mictlantecihuatl, que literalmente significa ‘señor y señora del mictlan’. Se tardaba cuatro
años en llegar al mictlan y debían superar difíciles
pruebas, como pasar una sierra donde las montañas
chocaban entre sí, un campo donde el viento tiene
cuchillas que rasgan la piel, un río de sangre con
fieros jaguares.
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¿A dónde van los muertos?
-“Los dioses se preocupan porque alguien viva en la
tierra”.
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Y el tercer lugar a donde se dirigían los muertos era
el Mictlán, al que iban todas las personas que morían
de muerte natural o de enfermedades no relacionadas con el agua. Se creía que para llegar a este sitio, se tenía que atravesar un largo camino lleno de
peligros entre los que estaban: el lugar de la culebra
-“Qué harás con ellos, Quetzalcoatl?” y una vez más
dijo (Quetzalcoatl)
Y respondió Mictlantecuhtli:
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-“Está bien, haz sonar mi caracol y da vuelta cuatro
veces alrededor de mi círculo precioso”.
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La muerte, una fiesta
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Con todo lo anterior, nos damos cuenta de la importancia que la muerte tenía entre los aztecas quienes
también la celebraban de diversas formas. Por ejemplo: se sabe que el noveno mes del año de su calendario, era dedicado a la fiesta de los niños muertos.
Para ellos, se realizaban ritos y festividades con los
que se les recordaban y a la vez se prevenía su muerte mediante hechizos que realizaban los ancianos.
También en el décimo mes del año, hacían grandes
ceremonias sacrificando hombres, colocándoles ofrendas a su alrededor mientras un grupo de jóvenes bailaban en torno suyo adornados con plumas y joyas, lo
cual era una forma de celebrar la muerte y darle la
bienvenida a la vida.
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Hoy en día los mexicanos seguimos celebrando la
muerte y lo hacemos porque es una tradición que nos
acerca con nuestro pasado, reafirma nuestra cultura
y nos permite relacionarnos con ella para conocerla
más de cerca, así como lo hacían nuestros antiguos
mexicanos.
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que en el más allá se le permite a los difuntos visitar
a sus parientes, que se han quedado en la tierra, es un
huésped conocido, a quien se ha de festejar y agasajar de la mejor forma.
Dentro de las costumbres aztecas, al fallecer una
persona, le doblaban las piernas de tal forma que
quedaba sentada, afirmaban brazos y piernas
atándolos con firmeza, en un lienzo acabado de tejer colocaban el cuerpo al cual le ponían en la boca
una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino
a Mictlán -la residencia de los muertos- enseguida
cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate.
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Pero cuando Quetzalcoatl recogió los huesos y se alejó, tropezó cayendo al suelo, donde se esparcieron
los huesos. Cuando finalmente logró salir, los bañó con
su sangre, a la vez que los dioses hicieron penitencia,
logrando así el nacimiento del género humano. Con
este relato, nos damos cuenta nuevamente cómo se
repite el concepto dual de los aztecas, ya que de los
huesos de los muertos, nació la vida.
Es extraña y muy característica, la idea, todavía
arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de
En una gran plaza alejada a propósito, preparaban
una fogata funeraria y situaban encima el cadáver
rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, entre otras cosas.
La viuda, la hermana o la madre preparaban tortillas, frijoles y bebidas.
Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade.
Los aztecas creían ser inmortales y la muerte no era
más que una forma nueva de vida.
La cultura Azteca se componía de 13 cielos y 9 infiernos, cada uno con sus propios Dioses. Si se suman estos
con los dioses de los días, los meses y los períodos de
la Cuenta Larga, suman más de doscientas deidades.
A cada una de ellas le dedicaban un día de celebraciones en su honor, lo cual mantenía a la población
bastante ocupada.
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La gente común (campesinos y esclavos) estaba condenada a ir al reino subterráneo de Yum Kimil, el señor de la muerte.
en imágenes de esta nueva religión cómo: santos, Cristo, cruces y algunas frutas que no existían en América.
Ahora el altar es una combinación de la cultura mexicana con la española.
Actualmente, los tres niveles del altar representan la
santísima trinidad (Padre, Hijo, y Espíritu Santo). La
fotografía o nombre que preside el altar es del difunto venerado, las velas significan los siete pecados
capitales y las veladoras son para guiar al difunto a
su destino.
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Morir sacrificado era un honor para ellos, ya que de
esa forma su espíritu podía ir al paraíso de Yax Ché
(el primer árbol del mundo bajo cuya sombra se encontraba en descanso eterno), al igual que el de los
guerreros muertos en batalla, sacerdotes y mujeres
que perecían durante el parto.
El altar de muertos
En la época precolombina, se conocía el altar de
muertos con el nombre de TZOMPAMTLI celebraban
este día a la diosa COATLICUE (la madre de los dioses) la diosa que todo lo hace y lo deshace.
Las naranjas o las frutas con banderas significan la
libertad que la muerte da.
En el último nivel es colocado un aguamanil con agua,
un pedazo de jabón y toalla, los cuales servirán para
que el difunto se lave las manos antes de comer así
como un espejo para que se refleje.
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Los aztecas colocaban un altar en forma de pirámide
el cual era cubierto con papel teñido de diferentes
colores, en la primera parte de este, colocaban una
imagen de ella y en el segundo nivel; comida, flores y
velas acompañadas con un incensario (copal).
La flor de cempasúchil es la tradicional flor de muertos, su color es amarillo, denota la fuerza de la luz
del sol.
También se reflejan platillos y objetos personales que
fueron los favoritos del difunto, los cuales, se cree que
se llevará en su viaje de regreso, todo esto es dedicado a él, por último se coloca una cruz de ceniza en
el último nivel.
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En el tercer nivel; velas y flores en el piso, sé hacia un
camino de follaje, el cual se adornaba con flores y
velas en las orillas.
El color morado se usa en señal de duelo; el camino
de flores es para que el alma del difunto pase por
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Con la llegada de los españoles, llega el cristianismo,
esta doctrina señala al individuo como un ser integrado de cuerpo y alma, por lo que los altares u ofrendas sufren una alteración tanto en sus alimentos como
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lucecitas, masas de sombras caminantes y el lento e
interminable doblar de las campanas.
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ahí; las velas para que iluminen el lugar; y el copal
para alejar a los malos espíritus.
Janitzio, Michoacán
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El primero de noviembre se identifica como el (día de
todos los santos) regresan a las casas donde vivieron
las almas de los niños muertos y al día siguiente regresan las almas de los adultos, el tres de noviembre,
los familiares se comen toda la comida y cantan alabanzas. Se quita el altar.
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En la ceremonia de la ofrenda a los difuntos, en el cementerio de la isla de Janitzio en el lago de Pátzcuaro, del estado de Michoacán, México, la tradición del
“Día de Muertos” se ha conservado en todo su vigor.
A las 6 de la tarde del día 1° de noviembre, de cada
año, comienza a oírse el toque de muertos, y con intervalos de medio minuto la campana sigue doblando
hasta la madrugada.
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Poco antes de la media noche las familias de la isla
salen de sus casas rumbo al cementerio de la cercana
ciudad de Pátzcuaro, las personas se dirigen a la isla
en sus canoas que semejan mariposas y que a la luz
de miles de velas se antoja como un cuento. Los hombres embozados en sus sarapes, las mujeres ataviadas con sus mejores ropas y joyas más vistosas.
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Para iluminar el camino cada grupo prende velas, la
isla adquiere un aspecto fantástico, como millares de
Los grupos se dirigen a las tumbas de sus familiares,
las adornan con guirnaldas de flores, colocan ahí las
bateas (charolas de madera) y los platones cargados
de comida y frutas y prenden todas las velas que les
sean posibles.
A la media noche las mujeres se arrodillan ante las
tumbas, los hombre entonan fúnebres alabanzas a
los muertos, de vez en vez las mujeres desfloran el
cempasúchil llevados especialmente para ese objeto,
regando los pétalos sobre las tumbas. Así transcurren
las horas hasta el amanecer.
Junto al cementerio, en el atrio de la parroquia se
celebra una ceremonia, en ese lugar se reúnen las familias que no tienen muertos o cuyos deudos tienen
más de tres años de enterrados.
No llevan ramos ni flores, solamente velas y sus bateas con ofrendas, así permanecen mudos a lo largo
de toda la noche.
Esta costumbre tiene su concepción desde la época
prehispánica según la cual el muerto tenía que hacer
un largo viaje que duraría tres años para llegar a
Mictlán, lugar donde se establecería para siempre,
por ese motivo consideran que al llegar el difunto al
final de su viaje, ya no necesita que lo velen en el
camposanto y solamente rezan por ellos en la iglesia.
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Uno de los más grandes hallazgos arqueológicos realizados en Mixquic es el dios Mauxtli, que se encuentra
en la iglesia del poblado, esta deidad era representada con cráneos humanos y simbolizaba la muerte.
A las 4 de la tarde del día 2 de noviembre tañen las
campanas y los lugareños se dirigen al camposanto
llevando ofrendas nuevamente y los rezos se repiten
como en un murmullo seguido de cantos.
Varios días antes de la fiesta de muertos, los lugareños comienzan a preparar la ofrenda familiar que
consiste en fruta, pan de muerto y diversos platillos
como el mole, que son colocados en una mesa decorada con flores de cempasúchil.
Reflexión
Nos damos cuenta que aun cuando nuestra sociedad se ve cada vez más influenciada tanto por la
cultura americana como por otras. Los valores, las
costumbres, las tradiciones y el folklore, no se han
perdido del todo y aunque la juventud mexicana se
ve cada vez más desinteresada, hasta la fecha no
hay hogar, escuela, oficina o lugar público donde no
se ponga un altar para nuestros muertos, sin importar que el Halloween y los disfraces tomen cada día
más fuerza. Es por eso que debemos continuar con
la tradición de la celebración del Día de Muertos, es
muy hermoso tener una tradición tan única y original.
Muy pocos países en el mundo tienen tradiciones tan
antiguas como las nuestras.
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El día 1 de noviembre cuando llegan a Mixaquic, los
muertos de visita, se encienden miles de cirios y veladoras.
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La fiesta de Difuntos de San Andrés Mixquic tiene sabor a calavera de azúcar perfumada con flores de
cempasúchil y alumbrada con miles de velas que iluminan las tumbas del campo santo.
A la mañana siguiente hombre, mujeres y niños llegan
al atrio de la iglesia de San Andrés con cubetas y
atados de flores, barren y riegan las tumbas de sus
familiares y al terminar esperan la llegada del párroco para que imparta la bendición a los presentes
y las tumbas.
En Mixquic
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Cuentan que las ánimas llegan al pueblo, formados
en fila y conforme pasa por las casas, se separan del
grupo para entrar a saludar a sus deudos, por eso
todas las puertas de las moradas se abren desde el
mediodía hasta bien entrada la noche.
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En esa ocasión los visitantes pueden entrar y salir de
las casas en donde se exhiben hermosas ofrendas.
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