Apuntes de Historia de España

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Apuntes de Historia de
España
Antonio López Oliva
IES Cristóbal Colón
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PRESENTACIÓN
Los apuntes que siguen pretenden cubrir adecuadamente los objetivos y contenidos
marcados para el segundo curso del Bachillerato en la materia de Historia. Bien es
cierto que están especialmente orientados a las pruebas de acceso a la Universidad, y
por ello se dedica una atención preferente a los contenidos en los que la Ponencia
interuniversitaria andaluza ha puesto mayor énfasis de entre los que se recogen en el
anexo correspondiente del Decreto 208/2002 de 23 de julio, por el que se establece,
entre otras cosas, el currículo de la materia de Historia. Es decir, me centro en los
contenidos de la Historia Contemporánea de España, en un periodo que abarca
cronológicamente desde 1808 hasta nuestros días, siguiendo fielmente los epígrafes
de dicho currículo.
Y no obstante ello, he considerado necesario iniciar estos apuntes, y con ellos el
curso, con una necesariamente breve síntesis de la Historia de nuestro país desde los
orígenes hasta los albores de la contemporaneidad, haciendo especial hincapié en
aquellos aspectos de nuestro pasado que se proyectan en nuestra realidad histórica
más cercana y sin los cuales no sería posible su comprensión.
Las modificaciones introducidas respecto de anteriores versiones de estos apuntes se
dirigen pues a adaptarse a dichos apartados del nuevo currículo, que en algunos
casos son novedosos, si bien es cierto que en su mayor parte son equivalentes a los
que hasta ahora se estaban manejando. Pero por otro lado, he procurado modificar
algunos apartados que no resultaban suficientemente claros o profundos en la vieja
versión de estos apuntes, y además, he considerado conveniente insertar en el cuerpo
del texto de los temas todo el material complementario (textos, mapas, gráficos) que
hasta ahora se ofrecían en dossieres aparte, con la esperanza de que sirvan aun más
como apoyo al estudio y comprensión de la materia.
A continuación os presento la parte del currículo que entra en selectividad, que
servirá de esquema general de estos apuntes, aunque hay que tener en cuenta que
frecuentemente el título de los epígrafes de los temas variará con la intención de
hacerlo más comprensivo y explícito. La materia, pues, se organizará, además de un
tema introductorio, en tres bloques (“Del Antiguo Régimen al Estado liberal”, “España
en el mundo de entreguerras” y “Del Franquismo a la democracia”) y en siete temas
dispuestos en orden cronológico, abarcando con ello el periodo antedicho de 1808 a
nuestros días.
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ORIENTACIONES SOBRE CONTENIDOS DE LAS PRUEBAS DE
SELECTIVIDAD
La Ponencia […]consideró oportuno hacer algunas precisiones relativas a los contenidos
sobre los que versará la prueba, especialmente en cuanto a su secuenciación u
ordenación. En dicho sentido, dentro del más escrupuloso respeto a los diseños
curriculares establecidos para la asignatura (Decreto de la Junta de Andalucía
208/2002 de 23 de Julio B.O.J.A. de 20 de Agosto de 2002), así como a la autonomía
pedagógica de los Departamentos Didácticos de los Centros y de los Profesores que
imparten la materia, la Ponencia estima conveniente que, como orientación a los solos
efectos de las pruebas, se haga hincapié en los siguientes aspectos de los respectivos
bloques del currículum de la asignatura:
3) DEL ANTIGUO RÉGIMEN AL ESTADO LIBERAL
b) Guerra y Revolución:
- La Guerra de la Independencia.
- Inicios del Liberalismo en España: las Cortes de Cádiz y la Constitución de
1812.
- Restauración del absolutismo e intentos liberales durante el reinado de
Fernando VII.
- la independencia de la América española.
c) La construcción del estado liberal: Las transformaciones sociales y económicas en
la España del siglo XIX:
1.- Los orígenes y el desarrollo de la industrialización. Su incidencia en
Andalucía.
2.- Análisis y valoración de las medidas desamortizadoras. El liberalismo
durante el reinado de Isabel II. El intento de revolución democrática: El
sexenio revolucionario (1868-1874). El movimiento obrero: Anarquismo y
socialismo.
d) La España de la Restauración:
- El régimen de la Restauración y el sistema canovista. Oligarquía y caciquismo
en Andalucía.
- El republicanismo y el movimiento obrero.
- Regionalismo y nacionalismo.
- La caída del imperio colonial y la crisis del 98.
4) ESPAÑA EN EL MUNDO DE ENTREGUERRAS.
a) Crisis y descomposición del sistema de la Restauración:
- España en el primer tercio del siglo XX: sociedad y economía. La crisis de
1917.
- La Dictadura de Primo de Rivera (1923 -193 0).
- La II República y la Constitución de 1931:
1.- La instauración de la II República y la Constitución de 1931.
2.- Evolución política y social de la II República.
- Andalucía y el movimiento político-cultural regionalista: Blas Infante.
b) La Guerra Civil Española (1936-1939):
- El desarrollo de la Guerra.
- Organización política e intervención internacional en las dos zonas.
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5) DEL FRANQUISMO A LA DEMOCRACIA
a) El Régimen de Franco:
- Fundamentos ideológicos bases sociales e instituciones.
- Evolución política, económica y social. La situación en Andalucía.
- La oposición al Régimen.
b) La España democrática:
- La transición española y la Constitución de 1978.
- La monarquía de Juan Carlos I a través de sus gobiernos.
- El estado de las autonomías: El Estatuto de Autonomía de Andalucía.
- La integración de España en la Unión Europea.
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HISTORIA DE ESPAÑA
Introducción:
Breve síntesis de la
historia de España
desde los orígenes hasta
el siglo XIX
El de España es un concepto histórico, en el sentido de que
España ha surgido a lo largo de la historia, esto es, que no ha
existido desde siempre, no es un concepto eterno, y por lo tanto,
podría desaparecer en un futuro, desintegrada en múltiples
unidades menores o bien integrada en una unidad mayor. A lo
largo de este y los sucesivos temas vamos a desarrollar la idea de
cómo ha surgido la comunidad histórica a la que llamamos
España, diferenciada del resto de las naciones y pueblos del
mundo, cómo ha ido conformando su personalidad y como se ha
ido, también, y lentamente, homologando, haciéndose cada vez
más semejante, a las naciones de nuestro entorno cultural y
político, es decir, a lo que llamamos Occidente. En efecto, la
historia más reciente de España muestra en sus grandes líneas
fuertes similitudes con naciones que nos sirven de referencia en el
plano político (como Francia), económico (antes Inglaterra,
después, otros modelos como el norteamericano o el alemán) o
sociocultural (siguiendo en los últimos tiempos un modelo
universal que procede en muchos aspectos de Estados Unidos).
Pero siendo mucho lo que nos une con nuestro entorno, también
son muchas las diferencias. Y esas diferencias son fruto, en gran
medida, de la peculiar experiencia histórica de nuestro país, de la
sucesión, única e irrepetible, de etapas históricas por las que
hemos pasado a lo largo de casi tres mil años de historia.
Si bien partimos de una prehistoria con rasgos más o menos
comunes en amplias zonas del planeta, y de una protohistoria (en
torno al primer milenio antes del nacimiento de Cristo) que, en lo
esencial, se diferencia poco de lo que ocurrió en otras zonas de la
cuenca del Mediterráneo, en ningún país de nuestro entorno se
sumó, a la más o menos homogeneizadora presencia de los
romanos (en los siglos inmediatamente anteriores y posteriores al
nacimiento de Cristo), la experiencia de una prolongadísima
presencia en nuestro territorio del Islam (iniciada en los primeros
años del siglo VIII después de Cristo y finalizada a finales del
siglo XV: casi ochocientos años entre una fecha y otra), lo que
llevó a una fuerte influencia mutua con los reinos cristianos que
se fueron creando inmediatamente en diversas zonas del norte
peninsular, influencia que se dejó sentir en nuestro idioma y
nuestras costumbres. En gran medida, la fragmentación política
de este periodo está en la base de falta de vertebración actual de
nuestro país.
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INTRODUCCIÓN
Inmediatamente después de que se acabara con el último bastión
musulmán en la península ibérica, un país al que ya se podía
llamar España emprendía una nueva singladura histórica, la de
la formación de un imperio por partida doble. Por un lado, España
se lanza a la aventura del descubrimiento, conquista y
colonización de buena parte de América, desde el sur de los
actuales Estados Unidos hasta su límite sur, en Tierra del Fuego.
Esta experiencia ha marcado de forma definitiva la historia de
España. Casi al mismo tiempo, España se convertía en la
cabecera de un imperio europeo, con posesiones en Italia,
Países Bajos y Alemania, y que hizo en un momento determinado
a nuestro país la potencia hegemónica del mundo occidental. A lo
largo de los siglos XVI y XVII se produce el declive de España
como potencia de primera fila, cediendo el puesto a Inglaterra y a
Francia. De este modo, España entra en el siglo XVIII con un cierto
complejo de inferioridad y a lo largo de ese siglo comienza a
hacerse cada vez más evidente nuestro retraso económico,
cultural y social con respecto a las grandes potencias europeas.
Así, España entra en la edad contemporánea (que comprende
los siglos XIX y XX) con un imperio, el americano, que apenas
controla y que pierde a los pocos años (con lo que se pierde de
camino nuestra referencia histórica) pero intentando por todos los
medios adoptar los cambios políticos necesarios para que una
clase social emergente, la burguesía, sobre la base de la
ideología liberal, tome las riendas de poder para seguir
haciendo lo que siempre hicieron quienes tuvieron las riendas del
poder: explotar a la gran masa obediente. Durante dos siglos,
nuestra país ha experimentado un penoso y lento proceso
democratizador, que ha abierto la política a las clases medias y
ha permitido mayores cotas de libertad. Pero en el siglo XX,
durante cuarenta años, la dictadura del General Franco (19391975) supuso un enorme retroceso en ese camino hacia la
democracia y la libertad, si bien es innegable que fue en esta
época cuando se produjo el gran salto adelante de nuestra
economía, lo que permitió que España se convirtiera en un país
desarrollado, con niveles y modos de vida aproximadamente
equiparables a los de otros países europeos.
Cuando en 1975 muere Franco, España se convierte en un país
democrático, se moderniza su economía, se produce la puesta al
día de nuestros usos y costumbres (la sociedad se seculariza, la
mujer se incorpora definitivamente a la educación y al trabajo...) y
por fin alcanza el sueño, largamente acariciado, de volver a contar
en el contexto internacional, con su incorporación en la OTAN y la
Unión Europea..
Pero no todo está hecho: en las décadas futuras España debe
resolver como país grandes retos. En materia política, debe, de
una vez por todas, resolver la cuestión de su propia vertebración
como nación, es decir, debemos enfrentarnos a la tarea de
integrar definitivamente a los nacionalismos periféricos,
especialmente el vasco y el catalán, en lo que el Estado español
se juega su configuración para el futuro. En materia económica,
debemos ser capaces de modernizar definitivamente nuestra
economía y acabar por fin con los fantasmas del paro y la
inflación. En el terreno social y cultural, se debe superar la etapa
de vulgarización de la cultura y convertirnos en un país que
7
HISTORIA DE ESPAÑA
dedique un mayor esfuerzo en la investigación; debemos de una
vez por todas conseguir la igualdad real de la mujer con el
hombre e inventar fórmulas imaginativas que permitan la
convivencia con los inmigrantes, que van a protagonizar un
imparable fenómeno de mestizaje cultural que debe ser fructífero
y enriquecedor.
8
INTRODUCCIÓN
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HISTORIA DE ESPAÑA
1. DESDE LA PREHISTORIA
HASTA EL FIN DE LA
DOMINACIÓN ROMANA
1.1. LA PREHISTORIA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
No se va a entrar en detalle respecto de la prehistoria en la
península ibérica. Tan sólo hay que indicar que los primeros
seres humanos primitivos debieron acceder a la península a
través del estrecho de Gibraltar en épocas que la arqueología y la
paleoantropología sitúan cada vez en fecha más remota,
aproximadamente en torno a un millón de años antes de nuestra
época. La prehistoria peninsular se diferencia en lo esencial poco
de lo que fue ocurriendo en zonas próximas.
En un primer gran periodo, el paleolítico, que abarca desde la
llegada de los primeros homínidos hasta el 5000 antes de Cristo,
los habitantes de la península vivieron en pequeños grupos
nómadas que practicaban la economía depredadora, lo que los
hacía plenamente dependientes del medio en el que se
desenvolvían, sin división del trabajo no social, dada la
imposibilidad de la acumulación de riquezas. Ya en el paleolítico
más reciente (paleolítico superior) se manifiestan claramente las
primeras formas de vida espiritual (culto a los muertos, creencia
en la vida de ultratumba, ritos de magia propiciatoria de la
caza), contexto en el cual hay que situar la manifestación más
original de nuestra prehistoria, las pinturas rupestres de la zona
cantábrica, en las que destacan las pinturas de la cueva de
Altamira (Cantabria).
Desde el 5000 a. C. llega, procedente del foco del Cercano
Oriente, la economía productora (agricultura y ganadería), con la
que se inicia el neolítico, caracterizado por el inicio de la
sedentarización y la creación de asentamientos humanos
permanentes y de mayor tamaño. Más tarde, hacia el 3000 a. C.
llegan, procedentes también del Cercano Oriente y tras un
lentísimo periodo de expansión que dura siglos, las técnicas de
la metalurgia, con lo que se inicia la edad de los metales.
Primero será el cobre (Edad del Cobre o Calcolítico) periodo en el
que se
delimitan varias culturas, como la megalítica
(construcciones simples con enormes piedras sin tallar) o la del
vaso campaniforme (piezas cerámicas con forma de campana) o
la de los Millares (Almería). Después será el momento de bronce,
más evolucionado, y en el que se destaca la cultura del Argar,
también en Almería. Hacia el 1200 a.C. se produce por vez
primera la llegada de un pueblo en su conjunto a la península
ibérica. Es la que se ha venido a llamar, de forma no muy
acertada, las “invasiones” de los pueblos celtas o indoeuropeos,
que son los que traen la hasta ese momento desconocida en
nuestro territorio técnica de la metalurgia del hierro. Comienza
con ello la edad del hierro, que de forma más específica se
conoce como protohistoria.
10
INTRODUCCIÓN
La protohistoria española abarca el primer milenio antes del
nacimiento de Cristo, hasta el siglo III, momento en que los
romanos ponen pie en la península. Durante este periodo
debemos destacar la llegada de los celtas, antes citados,
procedentes de Centroeuropa y de otros pueblos colonizadores
procedentes del Mediterráneo oriental. En cuanto a los celtas, se
van a extender por el noroeste y ello es el origen de la afinidad
cultural de estas zonas de la península con países como Bretaña
(en Francia) Irlanda o Gales. Los pueblos colonizadores del
Mediterráneo occidental son los fenicios y los griegos. Ambos se
asientan sólo en zonas costeras de la costa mediterránea y
vienen a comerciar, trayendo productos procedentes de Oriente y
llevándose materias primas y productos agrarios. Cuando las
ciudades fenicias caen en manos dei imperio asirio, sus barcos
son sustituidos por los de una de sus colonias en el norte de
Africa: Cartago. Pero al mismo tiempo que comerciaban, estos
pueblos dejaron un poso cultural que hace cambiar a los
pueblos autóctonos.
En efecto, aparte de los pueblos llegados de fuera de la
península, existía en ella una serie de pueblos autóctonos que
crearon su propia cultura en el primer milenio antes de Cristo.
En la primera mitad del mismo destaca, indudablemente, la
cultura que conocemos como Tartessos, situada en una amplia
zona que abarca al menos el valle del Guadalquivir y
caracterizada por una economía basada especialmente, en la
explotación de las minas de Sierra morena y en la venta de esos
metales a los fenicios.
Finalmente destaquemos que en el primer milenio antes de
Cristo especialmente en la zona del litoral mediterráneo, pero
también en zonas del interior, aparece una serie de pueblos
conocidos como íberos y que constituyen el sustrato étnico que
se encuentran los romanos al llegar a la península. La mayor
parte de estos pueblos también llamados prerromanos serían
posteriormente asimilados a la cultura romana y dominados
políticamente por sus legiones. Sin embargo, en algún caso,
como el de los vascones, nunca desaparecieron ciertos rasgos
culturales que les eran propios (el idioma, algunas tradiciones,
los gentilicios) y ello ha servido, mucho más tarde, como base
para el desarrollo del nacionalismo en el País Vasco.
Salvo esta reminiscencia y los restos arqueológicos, nada queda
en nuestra realidad que tenga su origen en lo que ocurrió en la
península ibérica antes de la llegada de los romanos.
1.2. LA HISPANIA ROMANA (DEL SIGLO III A. C.
AL SIGLO V D. C.) Y EL EPIGONISMO VISIGODO
(SIGLOS V AL VIII)
Todo lo contrario cabe decir de la época de la dominación
romana, dado que son múltiples las aspectos esenciales de
nuestra personalidad como pueblo que proceden de la misma. El
carácter de país latino procede, naturalmente, de esta época, y
se deriva de la sustitución de la multiplicidad de idiomas
prerromanos por un único idioma, el latín, que es la base de
todos los idiomas españoles (el castellano, el gallego y el catalán)
11
HISTORIA DE ESPAÑA
salvo el euskera, que es un idioma prerromano, como queda
dicho.
Los romanos, al incorporarnos a su imperio, fueron los primeros
en dotar a la península ibérica de entidad como unidad
administrativa, a la que denominaron Hispania (si bien es cierto
que desde el inicio de la dominación, la península ibérica fue
dividida en distintas provincias). De alguna forma, se daba carta
de naturaleza a algo que el propio carácter peninsular de
nuestro territorio parecía demandar: si la península ibérica era
una unidad física claramente diferenciada, también debía ser
una unidad política, cultural... La inclusión de Hispania en el
imperio romano supuso por otro lado la introducción de formas
políticas (la propia existencia de un Estado organizado que
supera la primitiva organización política de los pueblos
prerromanos, la organización de las ciudades como municipios)
y jurídicas (el derecho romano) que son esencialmente las
mismas que hay en la actualidad.
Pero con el paso de los siglos, nuestra pertenencia al imperio
romano también supuso la llegada de una nueva religión desde
la zona oriental del imperio, el cristianismo, que estaba llamado
a ser elemento esencial en nuestra historia.
A. LA ROMANIZACIÓN
La romanización es un proceso de aculturación por el que los
pueblos prerromanos se integran en el mundo romano. Lo cierto
es que esta romanización no fue homogénea en todo el territorio
peninsular, siendo mucho más intensa en las zonas más
civilizadas del sur y del Levante y menor en la cornisa
cantábrica. Los agentes que trajeron la lengua, las costumbres y
los modos de vida romanos fueron principalmente los
legionarios romanos, no sólo durante su vida militar, a lo largo
de las campañas, sino sobre todo porque al retirarse muchos de
ellos recibieron tierras para asentarse en la península para vivir
como campesinos con sus familias. La mayor parte se agrupó en
ciudades preexistentes o bien fundo ciudades nuevas, llamadas
colonias, cuya organización administrativa y política a imagen y
semejanza de la propia ciudad de Roma fue un modelo que
siguieron los indígenas.
Un poderoso factor de romanización fue la concesión de la
ciudadanía romana o latina a determinados indígenas. La
ciudadanía romana era en principio una condición política y civil
que se reservaba a los habitantes más importantes de la propia
Roma, los patricios, y que con el tiempo se extendió a otros
colectivos, tanto de la capital —los plebeyos— como de los
territorios que se iban conquistando. Consistía en la plenitud de
derechos tanto civiles (en el terreno de las relaciones jurídicas
privadas: propiedad, matrimonio, relaciones paterno-filiales)
como políticas (capacidad para ostentar cualquier tipo de cargo).
La ciudadanía latina, reservada en principio a los italianos no
romanos, era una situación similar aunque ligeramente
atenuada. Otorgar la ciudadanía romana o latina a
determinados elementos indígenas, especialmente los caudillos o
jefes de los pueblos prerromanos, suponía casi de inmediato su
12
INTRODUCCIÓN
incorporación a la elite dominante y el abandono de cualquier
veleidad revolucionaria antirromana. Este proceso se hizo
especialmente intenso al final del periodo republicano e
inmediatamente antes de iniciarse la etapa imperial propiamente
dicho, en tiempos de Julio César (siglo I a.C.). La concesión a
todos los habitantes del imperio de la ciudadanía romana en el
212 d.C. por el Decreto del emperador Caracalla supuso la
culminación de este proceso integrador.
Otro de los factores que hace que la romanización sea una
realidad es la organización municipal impuesta por Roma, es
decir, la forma de conformar a las ciudades como colectivos
autoorganizados política y administrativamente. Hay que pensar
que no toda ciudad se tiene que organizar como municipio y que
esta es una forma política típicamente romana, puesto que no
hay que olvidar que el núcleo originario del estado romano fue
precisamente una única ciudad, Roma. Los romanos fundaron
en Hispania numerosas ciudades, entre las que cabe destacar
Emerita Augusta (Mérida), Hispalis (Sevilla), Cesaraugusta
(Zaragoza), Corduba (Córdoba) o Barcino (Barcelona). El
municipio romano constaba de una curia o consejo y de unos
magistrados o autoridades ejecutivas. Destacaban entre estos
últimos los duoviri (“dos hombres”) y los ediles, todos ellos
elegidos por un año. Estos cargos no tenían retribución, por lo
que únicamente podían ser ejercidos por la elite social local.
Hay que destacar también la construcción de calzadas que
fueron un vehículo de comunicación y de introducción de
productos, modos de vida y formas de pensamiento romanos.
Por otro lado hay que hacer mención de la importancia que tuvo
la extensión del latín no ya como manifestación de la
romanización, sino como vehículo través del cual se facilitó la
llegada de otros rasgos de la civilización romana.
B. LA CIUDAD, ELEMENTO DEFINIDOR DE LA CIVILIZACIÓN
ROMANA
Como se desprende de cuanto hemos dicho hasta ahora, el
centro de la vida en todo el mundo romano fueron las ciudades,
haciendo honor al origen urbano de esta civilización, e Hispania
no fue una excepción en ello. Desde el punto de vista
organizativo ya hemos hecho mención más arriba a la
administración municipal como gran aportación romana en la
península ibérica. En cuanto a su morfología, la ciudad romana
y también la hispanorromana tiene una configuración muy
diáfana, con un plano cuadrangular, calles rectilíneas que se
cruzan en ángulo recto de las que destacan dos, el cardo y el
decumano, que se cortan en el centro de la ciudad, en un
espacio llamado foro. Las calles romanos solían tener un sistema
de alcantarillado, estar asfaltadas, tenían soportales que
permitían al paseante deambular cómodamente por las tiendas,
tenían también termas, teatros, anfiteatros, templos y edificios
oficiales. Entre estos últimos hay que destacar las basílicas,
origen por su estructura de la tipología de los primeros templos
cristianos. El problema que siempre significa el abastecimiento
del agua fue resuelto por los romanos mediante la construcción
de acueductos como los de Segovia o el de Los Milagros de
Mérida, y de grandes cisternas y aljibes. El foro era el lugar de
13
HISTORIA DE ESPAÑA
reunión de los ciudadanos, donde se paseaba, se discutían
asuntos políticos, se vendía en las tiendas o tabernae que
existían a su alrededor o se hacía justicia en la basílica que se
encontraba en uno de sus lados.
La estructura de las casas de los más adinerados también
estaba claramente definida. En torno a un patio o atrium se
distribuían el resto de las dependencias, entre las que llama la
atención el triclinium, el comedor con divanes de mármol
cubiertos de cojines donde se comía recostado. Los más
humildes vivían en casas más simples e incluso ya aparecieron
en esa época los primeros edificios de apartamentos similares a
los actuales
C. LA LLEGADA DEL CRISTIANISMO
La incorporación de Hispania al mundo romano supuso también
la llegada de nuevas formas religiosas que se superponen a las
religiones autóctonas. Pero en el terreno religioso, lo más
importante es, sin duda, la llegada del cristianismo. La gran
novedad que aporta el cristianismo frente a otras religiones
orientales con las que inicialmente se confundió fue su profundo
mensaje humanista y de salvación espiritual dirigido a todos los
hombres, que superaba el mero ritualismo en el que se habían
convertido todas las religiones del imperio romano. Los primeros
pasos de la predicación cristiana en la península son mal
conocidos, sin que tenga ninguna base la leyenda de la
predicación del apóstol Santiago, tan vinculado después a la
historia de España. Muy dudosa por su parte, aunque más
verosímil, es la historia de la posible predicación de san Pablo.
Tal vez la llegada del cristianismo a la península ibérica se deba
a una de las legiones asentadas en nuestro territorio. La Legio
VII Gemina, que antes de establecerse en aquí estuvo en el
norte de África, donde el cristianismo estaba ya bien asentado
desde el siglo I. Pero hay que tener presente que en los primeros
tiempos, desde la llegada de la nueva religión en el siglo II hasta
la libertad de cultos del emperador Constantino, a principios del
siglo IV, ésta fue perseguida, lo que dificultó enormemente su
expansión y provocó que sus fieles tuvieran que ocultarse y ser
enterrados en galerías subterráneas llamadas catacumbas. No
obstante ello, ya en el año 180 hay menciones en ciertos textos
de las “iglesias de Hispania” y san Cipriano de Cartago hace
mención en alguno de sus escritos de mediados del siglo III de
los obispos de Astorga, León, Mérida y Zaragoza,
desprendiéndose de ellos la existencia de una alto grado de
organización, con parroquias en el nivel de base y diócesis en un
nivel superior. Ello explica que, cuando Constantino decretó la
liberta de cultos en su célebre edicto de Milán del 313, nada
menos que 37 obispos se reunieran en la ciudad de Iliberis
(Elvira, actual Granada). En el 380, en el edicto de Tesalónica,
el emperador Teodosio decretó que la cristiana fuera desde ese
momento la religión oficial del imperio romano, prohibiendo
todas las demás. Lejos quedaban ya los días del sincretismo
religioso romano, de los cultos orientales o del culto al
emperador. Sin embargo, en nuestra tierra subsistió durante
siglo la vieja religiosidad pagana, especialmente en las zonas
rurales.
14
INTRODUCCIÓN
Sea como fuere, el caso es que desde esta época, el cristianismo
como religión (más tarde, en concreto, el catolicismo) y la Iglesia
como organización sobre la que se sustenta, han tenido una
enorme importancia en nuestra experiencia histórica.
D. LA CRISIS FINAL DE IMPERIO ROMANO: EL FIN DE LA
HISPANIA ROMANA.
Desde el siglo III d.C. el imperio romano entra en una grave
crisis cuyo origen está en el hecho que, al cesar las campañas
militares de conquista, ceso el flujo de esclavos, elemento
esencial de una economía como la romana a la que se suele
designar, precisamente, con el nombre de economía esclavista. A
continuación vino una serie de consecuencias en cadena: crisis
económica, crisis financiera del Estado, que éste intenta paliar
con un aumento de los impuestos, huida masiva desde las
ciudades a los campos, dónde era más fácil eludir el pago de los
impuestos, agravamiento de la crisis financiera del Estado,
pérdida de autoridad de los emperadores... A todo ello se une la
presión que están ejerciendo sobre la frontera norte del imperio
los llamados pueblos germánicos, deseosos de acceder a un
imperio que ellos creían el colmo del refinamiento y la opulencia.
Al principio fueron elementos aislados, pero desde el siglo V ya
eran pueblos enteros los que penetraban en el imperio sin que
nadie pudiese evitarlo, unas veces de modo pacífico, las más de
las veces arrasando con todo lo que encontraban a su paso. A
Hispania llegaron, como no podía ser menos, estos pueblos
“bárbaros. El año 409 llegaron los suevos, estableciéndose en el
noroeste peninsular como un estado dentro del estado romano,
que ya se mostraba incapaz de mantener su autoridad en
amplias regiones de lo que todavía era oficialmente su imperio.
También llegaron los alanos —uno de los pocos pueblos
invasores que no era germánico, sino iranio, procedente del
centro de Asia—, que se dispersaron por toda la península y los
vándalos, los más violentos de los tres, que tras una
devastadora campaña de norte a sur pasaron al norte de África
para terminar asentándose en el actual Túnez. Poco más tarde,
el año 415, llega a la península otro pueblo germánico, los
visigodos en virtud de un foedus o pacto de alianza con el
emperador para luchar contra los tres pueblos antes
mencionados. Cuando en el año 476 sea depuesto el último
emperador romano, a quien ya nadie, ni siquiera en Roma,
obedecía, el enorme despojo en el que se había convertido el
imperio romano pasa a mejor vida y surgen ya plenamente los
reinos germánicos. Estamos en la antesala de una nueva época,
la Edad Media.
E. EL EPIGONISMO VISIGODO
Después de la caída definitiva del imperio romano, los visigodos
establecieron su propio reino a caballo entre el sur de la Galia
15
HISTORIA DE ESPAÑA
(actual Francia) y el centro y norte de Hispania, pero a principios
del siglo VI se produce la expulsión de los visigodos del sur de
las Galias —su capital hasta ese momento había sido Tolosa, la
actual Toulousse, en Francia— por los francos —otro pueblo
germánico— y su definitiva basculación hacia la península
ibérica, donde establecerían su nueva capital, Toledo.
Entre mediados del siglo VI y finales del siglo VII los visigodos
desarrollaron una importante tarea de homogeneización del
territorio hispánico y de sus habitantes. Inicialmente había
notables diferencias entre la mayoría de la población
hispanorromana y la minoría dominante visigoda. Los primeros
eran cristianos católicos, mientras que los visigodos eran
arrianos1. Pero el rey Recaredo decidió renunciar al arrianismo y
abrazar el catolicismo, y con el todo su pueblo. Esto se llevó a
cabo en el III Concilio de Toledo (589), con lo que se produjo la
unificación religiosa.
La unificación política y territorial de Hispania se hizo en
varias etapas. Leovigildo, rey visigodo de la segunda mitad del
siglo VI, acabó con el reino suevo. En las primeras décadas del
siglo VII el rey Suintila acabó con la presencia bizantina en la
península ibérica. Mas fue imposible la dominación de los
vascones, que hubieron de ser controlados a distancia desde la
ciudad de Vitoriacum (actual Vitoria).
El último paso unificador lo supuso la unificación jurídica. En
principio las leyes aplicables a visigodos e hispanorromanos eran
diferentes. En la segunda mitad del siglo VII, Recesvinto
promulgó el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, único código de leyes
para todos los habitantes del reino. La unificación en todos sus
frentes había culminado.
El gran mérito de los visigodos fue, precisamente, el de crear,
por vez primera, un Estado cuyo territorio coincidía, más o
menos, con los límites naturales que marcaba la península
ibérica.
1
El arrianismo era una versión herética del cristianismo, a la que el pueblo
visigodo se había adherido en masa.
16
INTRODUCCIÓN
17
HISTORIA DE ESPAÑA
2. LA ESPAÑA MEDIEVAL: LA
DOMINACIÓN MUSULMANA Y
LA FORMACIÓN DE LOS
REINOS CRISTIANOS
En buena medida se puede afirmar que lo que es España hoy se
debe a lo que ocurrió en nuestro territorio en la Edad Media.
Haciendo un esfuerzo de síntesis, podemos decir que la España
medieval fue la pugna entre dos grandes bloques bien
delimitados, el del Islam, al sur, y el de los reinos cristianos al
norte, una pugna en la que no faltaron periodos de pacíficas
relaciones y hasta de mutua influencia política y cultural. Si
bien fue el bloque cristiano el que terminó venciendo y
expulsando a los musulmanes de la península ibérica, la
presencia de éstos durante ocho siglos dejó una importante
huella en nuestro idioma (después del latín, es el árabe el idioma
que más palabras aporta a nuestro diccionario), en nuestras
costumbres y folklore, en la morfología de nuestras ciudades y,
como no, en nuestro patrimonio artístico.
2.1. LA ESPAÑA MUSULMANA (O EL ISLAM
ESPAÑOL): AL-ANDALUS (SIGLOS VIII AL XV)
El origen del Islam (una de las tres grandes religiones
monoteístas del mundo, junto con el judaísmo y el cristianismo)
se remonta al primer cuarto del siglo VII, en Arabia, momento en
cual Mahoma funda esta nueva religión (año 622, la Hégira) y al
mismo tiempo un imperio teocrático al que se denomina califato.
A lo largo de las siguientes décadas, el Islam va a conocer una
extraordinaria expansión hacia Oriente (llegando hasta la India)
y hacia Occidente, a través del norte de África. A principios del
siglo VIII ya se encontraban en la orilla africana del Estrecho de
Gibraltar. Aprovechando que el reino visigodo estaba pasando
por una profunda crisis política estas circunstancias, en el 711
los árabes/musulmanes cruzan el estrecho, invaden dicho
reino visigodo e incorporan, en poco más de cinco años, casi
toda la península ibérica su imperio. Se inician así casi ocho de
presencia musulmana en nuestro territorio, o lo que es lo
mismo, de pertenencia de la península ibérica al mundo
cultural, religioso y político árabemusulmán. A esa realidad
histórica se la conoce con el nombre de Al-Andalus.
Desde ese momento, podemos dividir la historia de Al-Andalus
en dos grandes periodos, que tienen como punto de inflexión el
momento del final de califato de Córdoba. Veámoslo muy
sucintamente:
1ª ETAPA: DE PREDOMINIO SOBRE LOS REINOS CRISTIANOS
DEL NORTE DE LA PENÍNSULA (SIGLOS VIII AL XI).
En estos siglos, los musulmanes dominan claramente la
situación en la península. El momento de máximo esplendor
18
INTRODUCCIÓN
político, militar y cultural lo constituye el llamado Califato de
Córdoba (929-1931). Pese a todo, los árabemusulmanes no
pueden evitar que en las montañas del norte se creen y
consoliden pequeños núcleos de resistencia, los llamados reinos
cristianos medievales (Asturias, que dio más tarde origen al
reino de León, Navarra, Aragón, condados catalanes...). Esta
etapa se caracterizó por la notable tolerancia religiosa, que hizo
que, junto a los musulmanes, convivieran en Al-Andalus grupos
de cristianos y de judíos.
2ª ETAPA: DE DECADENCIA Y REPLIEGUE FRENTE AL
EMPUJE DE LOS REINOS CRISTIANOS DEL NORTE.
Desde la caída del Califato de Córdoba por descomposición
interna (en el decisivo año de 1031), la balanza se invierte y
desde entonces Al-Andalus entra en una larga agonía de varios
siglos, caracterizados por su debilidad frente a los reinos
cristianos del norte. Es la época, sucesivamente, de los llamados
reinos de taifas, imperio almorávide, segundas taifas e imperio
almohade. La consecuencia más visible de ello es la casi
permanente pérdida de territorios frente a los mismos, que
continúan el proceso llamado de Reconquista. A mediados del
siglo XIII los cristianos han conquistado casi toda la península, a
excepción de la mitad oriental de la actual Andalucía. Es lo que
se llamó el reino nazarí de Granada, que fue liquidado por los
Reyes Católicos en el emblemático años de 1492.
La llegada de los musulmanes trastocó por completo el esquema
social que con tanta dificultad habían ido creando los visigodos
en la península ibérica. La población indígena se dividió pronto
en un grupo acomodaticio que decidió abrazar, tal vez por
conveniencia, la fe islámica, a los que se llamó muladíes y un
grupo conformado por los que decidieron continuar siendo
cristianos, los mozárabes. Algunas de las familias de nobles
hispanovisigodos convertidos al Islam pasaron a ocupar
posiciones de relevancia en al-Andalus. Por su parte, los
conquistadores pertenecían a etnias distintas, desde los árabes
de origen —que poseían latifundios o grandes negocios
comerciales y ocupaban los altos cargos de la administración y
el ejército— hasta los bereberes o norteafricano, que
significaban el grueso del contingente colonizador, pasando por
un importante grupo de sirios, venidos para sofocar las
revueltas de los bereberes, e incluso un significativo grupo de
eslavos centroeuropeos que llegaron como esclavos y que más
tarde fueron manumitidos.
Tal vez uno de los aspectos en que más huella han dejado los
musulmanes en la España posterior fue el de las ciudades.
Efectivamente, mientras el mundo cristiano occidental había
conocido una profunda crisis del fenómeno urbano desde la
época del Bajo Imperio Romano, crisis de la que sólo empezará a
recuperarse a partir del año 1000, en al-Andalus como en todo
el mundo islámico, la ciudad fue un centro socioeconómico de
primer orden. Algunas ciudades, como Córdoba, parece que
superaban los 100.000 habitantes a finales del siglo XI y Sevilla
se acercaba a esa cifra (unos 85.000) a principios del siglo XII.
19
HISTORIA DE ESPAÑA
En cuanto a la morfología de la ciudad musulmana, había un
núcleo principal amurallado, donde se hallaban los elementos
fundamentales de la aglomeración urbana: el religioso, es decir,
la Gran Mezquita, que frecuentemente se completaba con centro
educativos llamados madrasas si bien estas no llegaron a la
península hasta el siglo XV, en los momentos finales del reino
nazarí; el comercial con la presencia de unos mercados
periódicos, los zocos, o más estables, las alcaicerías o patios
porticados —con una galería alrededor—. Las calles eran
estrechas y de trazado muy irregular, abundando los llamados
adarves o callejones sin salida que penetraban en las irregulares
manzanas. Fuera de ese núcleo amurallado se hallaban los
arrabales que formaban una unidad urbana independiente,
puesto que poseían mezquitas y mercados propios. Muchas son
las ciudades españolas en cuyos trazados aún hoy día es posible
descubrir la huella del urbanismo musulmán. El ejemplo más
característico es la ciudad de Toledo.
Para finalizar, debemos recordar que algunos de los
monumentos más importantes del arte español son,
precisamente, de la época de la dominación musulmana: la
Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla (salvo su remate, que
es de época cristiana) y la Alhambra de Granada son los
ejemplos más conocidos.
2.2. LOS REINOS CRISTIANOS DEL NORTE: LA
RECONQUISTA DE LA PENÍNSULA IBERICA
(SIGLOS VIII AL XV)
Al mismo tiempo que en la parte sur de la península ibérica se
estaba iniciando la historia de Al-Andalus (siglo VIII), en el norte
se fueron organizando núcleos de resistencia cristiana allá
donde el predominio musulmán no se había hecho efectivo, esto
es, en ciertas zonas de la Cordillera cantábrica y de los Pirineos.
Con el tiempo, estos núcleos de resistencia, originalmente
apenas unas bandas dispersas de rebeldes a la dominación
cordobesa, se irán estructurando como reinos. Tales reinos son
el origen de la España actual.
Dos son las etapas que hay que distinguir en toda la Edad Media
desde la perspectiva cristiana, coincidentes, como es natural,
con las anteriormente descritas para Al-Andalus:
1ª ETAPA, DE DEPENDENCIA Y SUMISIÓN RESPECTO DE ALANDALUS (SIGLOS VIII AL XI)
El primero de estos reinos fue el de Asturias. Parece que en el
711, en los primeros momentos de la conquista musulmana,
algunos jefes visigodos se refugiaron en las montañas del norte,
en la zona de los Picos de Europa, logrando imponerse y liderar
a la población autóctona, esto es, a los astures —uno de
aquellos pueblos prerromanos que aún subsistían en la época—.
Sin embargo, en los primeros compases de la historia de este
reino apenas pudo resistir las expediciones de castigo lanzadas
por Córdoba o en todo caso ir extendiéndose por zonas
20
INTRODUCCIÓN
adyacentes en las que el dominio musulmán era muy leve o
inexistente. Así, los reyes de Asturias se incorporan Galicia y
toda la zona al norte del río Duero, en la submeseta norte.
Alfonso III establece en este río su frontera en el 911,
convirtiéndose el reino de Asturias en reino de León. Una de las
zonas que fueron incorporadas a León fue la zona fronteriza con
los territorios musulmanes en el valle del Ebro, región a la que
se denominó Castilla. Pues bien, muy pronto los condes de
Castilla van a actuar con toda independencia de los reyes
leoneses, si bien permaneciendo teóricamente dentro del reino
de León.
Otro de los núcleos de resistencia va a estar en el Pirineo
occidental y central, donde surgen los gérmenes de los que luego
serán el reino de Navarra, uno de cuyos reyes, Sancho III el
Mayor (965-1035) será el monarca hispanocristiano más
influyente de su época, al conseguir englobar los territorios de
Navarra, León, Castilla y Aragón bajo su dominio.
En el Pirineo oriental se estableció en la alta Edad Media un
tercer núcleo de resistencia frente a Córdoba, origen de los
condados catalanes. Inicialmente vinculados con el imperio de
Carlomagno (que denominó a estos territorios fronterizos entre
sus dominios y los de los musulmanes de la península “Marca
Hispánica”), esa influencia se irá debilitando con el tiempo,
hasta que, a partir del 987 los distintos condes catalanes se
agrupen en torno al de Barcelona, que ejercerá desde ese
momento su hegemonía sobre lo que se vino en llamar el
principado de Cataluña.
Por otro lado, hay que citar la existencia de pequeños condados
aragoneses situados en diversos valles del Pirineo y que, con el
tiempo, se convertirán en el reino de Aragón.
2ª ETAPA, DE ESPLENDOR Y PROGRESIVO AVANCE HACIA EL
SUR (RECONQUISTA) (SIGLOS XI AL XV).
Los años que van del 1031 al 1035 son decisivos en la historia
de nuestro país. En la primera fecha se produce la caída y
desaparición del califato de Córdoba, en la segunda, la muerte
de Sancho III “el Mayor” de Navarra. Como vimos, en su
testamento repartió sus territorios entre sus hijos, con lo que
aparecen los reinos de Castilla y de Aragón, además de volver a
aparecer como reinos independientes los de León y Navarra.
Poco tiempo después Castilla y León vuelven a unirse.
Precisamente es un rey de Castilla y León, Alfonso VI, quien
conquista la ciudad de Toledo en 1085, permitiendo un primer
avance por la submeseta sur que queda pronto frenado por los
almorávides. A principios del siglo XIII Alfonso VIII de Castilla
(de la que de nuevo León se había separado) conseguirá derrotar
a los almohades en Las Navas de Tolosa, protagonizando un
segundo gran avance y abriendo así todo el valle del
Guadalquivir a la conquista cristiana, que se producirá en época
de Fernando III “el Santo” (monarca del reino de nuevo y ya
definitivamente unificado de Castilla y León). Este tercer avance
se da entre 1232 y 1248, con las conquistas de Córdoba (1236),
21
HISTORIA DE ESPAÑA
Jaén (1246) y Sevilla (1248). Su hijo, Alfonso X “el Sabio” se
anexiona Murcia y Cádiz. Desde ese momento la Reconquista
castellana se detendrá, excepción hecha de pequeños enclaves,
eso sí, de singular importancia estratégica, como Tarifa,
Algeciras y Antequera) hasta que a finales del siglo XV se inicie
el asalto al último reducto de los musulmanes en la península,
el reino nazarí de Granada.
Por su parte, el reino de Aragón continuará su proceso
reconquistador con la toma de Zaragoza en 1118 por Alfonso I
“el Batallador”. Al morir este, su hija Petronila casará con el
conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, conformándose
entonces la dinastía catalano-aragonesa y un Estado al que la
historia conoce como la Corona de Aragón o catalanoaragonesa2. Ramón Berenguer conquistará Lérida y Tortosa.
Jaime I “el Conquistador” será quien incorpore a la Corona los
territorios de Valencia y Mallorca a mediados del siglo XIII.
Dado que la reconquista aragonesa estaba bloqueada al sur por
los territorios castellanos, sus esfuerzos se dirigirán desde ese
momento a la creación de un imperio mediterráneo,
conquistando Sicilia, Cerdeña y hasta parte de Grecia, con el
objetivo de apoyar su desarrollo comercial.
Es necesario destacar el hecho de que, en buena medida, las
diferencias culturales, sociales y políticas que se pueden
detectar en España actualmente tienen su origen en esta larga
etapa de fragmentación política que provocó un cierto
aislamiento entre las distintas unidades que conformaban la
“España” cristiana. Es el momento de la formación, por ejemplo,
de los distintos idiomas romances españoles (el castellano, el
catalán y el gallego, además de otros desaparecidos, como el
aragonés), el de la creación de instituciones políticas peculiares,
como la Generalitat de Cataluña, el de la formación de los
folklores propios de cada zona, el de la creación de la toponimia
(nombres de los lugares) y gentilicios (apellidos) propios. Todo
ello sirve hoy día de base para quienes afirman la debilidad de la
unidad de España e incluso su artificialidad.
Un aspecto de singular importancia en el proceso de ampliación
de territorios de los reinos cristianos a costa de Al-Andalus fue el
de la repoblación. En efecto, a medida que los cristianos iban
conquistando nuevos territorios, la población musulmana se iba
retirando, dejando un vacío poblacional que era necesario cubrir
para consolidar las conquistas. Eso implica que los pobladores
de las zonas reconquistadas procedían, necesariamente, de otras
zonas del norte de la península (Aragón, León, Castilla la Vieja),
por los que el componente étnico de toda la península
reconquistada es muy homogéneo, sin que hayan quedado
restos de la anterior población musulmana.
2 La Corona de Aragón estará compuesta inicialmente por el reino de Aragón y el
principado —nunca fue un reino, pese a ser el motor de la Corona— de
Cataluña. Más tarde se unirán el reino de Valencia, el de Mallorca…
22
INTRODUCCIÓN
23
HISTORIA DE ESPAÑA
3. LA ALTA EDAD MODERNA.
LA UNIDAD DE ESPAÑA Y LA
FORMACIÓN DEL DOBLE
IMPERIO: DEL ESPLENDOR A
LA DECADENCIA (SIGLOS XV
AL XVII)
3.1. EL DECISIVO REINADO DE LOS REYES
CATÓLICOS (1474-1516)
Se llegó así a finales del siglo XV, al inicio de la Edad Moderna,
cuando, debido al matrimonio entre la reina de Castilla y León,
Isabel y el rey de la Corona de Aragón, Fernando (los célebres
Reyes Católicos), se produjo la unificación de ambas coronas.
Muchos sitúan en este matrimonio el origen del Estado español,
sobre todo teniendo en cuenta que durante tal reinado (14791516) se produjo además la incorporación de Granada (1492) y
de Navarra (1512) al reino de Castilla, por lo que su territorio
coincidía ya, grosso modo, con el actual territorio español. Pero
es necesario dejar muy claro que en realidad se trataba de una
unificación dinástica: los mismos reyes para distintos reinos
que seguían existiendo de forma separada e independiente. Pero
no es menos cierto que desde ese momento, y cara al exterior, el
hecho de que tales reinos contaran con un mismo monarca hizo
que a todo el conjunto se le conociera sencillamente como
España. Lentamente vemos como la idea de España empieza a
cuajar, pero de ahí a considerar, como hizo la historiografía
española más tradicional y nacionalista, que es en este momento
cuando se produce la unidad de España, la aparición de España
como Estado único y como nación, va un importante trecho.
El reinado de los Reyes Católicos supone desde el punto de vista
político la implantación en España de la monarquía autoritaria,
que durante el Renacimiento está surgiendo por toda Europa. Se
trata de un proceso de consolidación del poder real frente al
poder político que, durante la Edad Media, había tenido la
nobleza. Este proceso, que viene acompañado por la creación de
un ejército permanente al servicio de los reyes (en la Edad
Media éstos se servían de las huestes señoriales que se
formaban en caso necesario), por la creación de una Hacienda
Real permanente, para hacer frente a los inmensos gastos de la
Corona, y por la aparición de una Administración muy
compleja y profesionalizada, con cuerpos de funcionarios al
servicio de los reyes, se enmarca en un fenómeno más amplio: el
de la aparición (reaparición, podíamos decir, puesto que en
Roma ya había existido) del concepto de Estado, el llamado
Estado moderno, que se estaba implantando también por
entonces en las grandes monarquías europeas (Francia e
Inglaterra).
24
INTRODUCCIÓN
Desde el punto de vista religioso, los Reyes Católicos persiguen a
lo largo de su reinado el objetivo de la unidad en torno al
cristianismo. Se romperá así una larga tradición de coexistencia
más o menos pacífica de cristianos, musulmanes y judíos. El
primer paso para conseguir dicha unidad religiosa es el
establecimiento, en 1480, del tribunal de la Inquisición, que se
dedica en principio a la persecución de los llamados falsos
conversos, que eran antiguos judíos o descendientes de judíos
que se habían convertido forzadamente al cristianismo3. El
segundo paso será la adopción del decreto de expulsión de los
judíos que no se convirtieran al cristianismo, lo que sucede en
1492, al poco de conquistada Granada4 . Una medida similar se
tomó en 1502 con los mudéjares5. Sólo quedaron aquellos que
por conveniencia adoptaron la religión cristiana para seguir
practicando el Islam en secreto; a este grupo se le conocerá
como moriscos. Tras todo ello, oficialmente en España sólo
quedaban cristianos.
Desde el punto de vista de las relaciones exteriores, estas se
desarrollaron en cuatro direcciones. Todas ellas van a tener
continuidad en fases posteriores de nuestra historia, con mayor
o menor importancia:
a. La expansión africana. Una vez terminada la
Reconquista peninsular, la España de fines del siglo
XV se siente con fuerzas como para tomar posesión
de zonas del norte de África, con el fin de asegurar el
sur peninsular de posibles ataques musulmanes. La
toma de Melilla en 1497 se inscribe en esta política
norteafricana.
b. La expansión atlántica. Comenzó con la conquista
de Canarias en competencia con Portugal y continuó
con la aventura que llevaría a Colón a llegar a tierras
americanas, completamente desconocidas por los
europeos, a partir de 1492.
c. La política portuguesa. Durante el reinado de Isabel
y Fernando se intentó poner las bases de una futura
unión peninsular mediante matrimonio de infantes,
política que se vio frustrada por las sucesivas
muertes de los contrayentes o sus hijos.
d. La política “europea”, especialmente la rivalidad con
Francia por el control sobre la Italia del momento,
muy poderosa culturalmente pero fragmentada y
débil desde el punto de vista político.
3
Es necesaria una serie de aclaraciones. Estos conversos habían abrazado
aparentemente la religión cristiana forzados por las persecuciones de las que
venían siendo objeto por parte de las masas populares desde finales del siglo
anterior. Pero en secreto seguían practicando su religión, razón por la que se
decía que “judaizaban”. El odio popular para con los judíos no convertidos y los
judíos conversos se expresa bien en el hecho de que fueran conocidos con el
nombre de “marranos”. Pero repara en que los judíos conversos eran oficialmente
cristianos, y la Inquisición sólo se encarga de fiscalizar la actitud religiosa de los
cristianos. Es decir, los judíos propiamente dichos podían tener otros problemas,
pero no eran molestados por la Inquisición.
4 Esto judíos constituyen la diáspora sefardita, palabra derivada de Sefarad,
nombre que los judíos daban a España. Todavía hoy estos judíos constituyen un
grupo identificable dentro del conjunto de los judíos y conservan una curiosa
modalidad de castellano arcaico llamada ladino.
5 Que eran los musulmanes que se mantuvieron en la España cristiana tras la
Reconquista.
25
HISTORIA DE ESPAÑA
3.2. EL ESPLENDOR DE LA MONARQUÍA
HISPÁNICA. LOS AUSTRIAS MAYORES: CARLOS I
Y FELIPE II (1516-1598).
Tras la muerte, sucesivamente, de Isabel y Fernando, y debido
a la enfermedad mental que afectaba a su hija y heredera, Juana
La Loca, se hace cargo de sus reinos el hijo de ésta y de Felipe de
Habsburgo, heredero de la Casa de Austria, Carlos I (15161556), dando comienzo así a una nueva dinastía. Esta dinastía
es conocida indistintamente con los nombre de Casa de Austria
o Dinastía Habsburgo, y con sus dos primeros reyes, el propio
Carlos I y su hijo Felipe II, España iba a alcanzar el apogeo de su
poderío. Es, entre otras cosas, la época de la formación del doble
imperio, americano y europeo, del que hemos hablado más
arriba.
Carlos I, tras ser nombrado rey de España (de los distintos
reinos que la componían, más exactamente) tuvo que superar las
graves reticencias que los españoles oponían a un rey que se
había criado en Flandes, apenas sabía hablar español y se rodeó
de sus consejeros extranjeros (sublevaciones de Castilla —las
“Comunidades”— y Valencia —las “Germanías”—). Desde 1519,
además fue elegido, como Carlos V, emperador del llamado
Sacro Imperio Romano Germánico (o más sencillamente, del
imperio alemán), en función de que era sucesor de la dinastía
Habsburgo, en la que había recaído dicha dignidad desde 1438.
Desde el momento de su proclamación como emperador, todo el
reinado de Carlos V estuvo orientado a la defensa de su
posición como emperador y de los intereses de la Casa de
Austria por un lado y por otro por la defensa a ultranza del
catolicismo frente al protestantismo que acababa de surgir en
Alemania con la figura de Martín Lutero y que era seguido por
muchos príncipes alemanes6. Fue este el más importante
problema con el que se enfrentó el emperador, que deseaba
mantener a toda costa la unidad de la Cristiandad, bajo la
dirección espiritual del papa y la dirección política de sí mismo
como emperador (idea de la Universitas Christiana). Tras una
victoria inicial —batalla de Mülhberg, 1547— finalmente hubo
de ceder frente a los príncipes luteranos —Paz de Augsburgo,
1555—. La política europea de Carlos V se ocupó también de las
luchas con los franceses por el dominio de Italia, que se
encontraba en aquel momento dividida políticamente, conflicto
éste que hubo de ser zanjado, provisionalmente, ya en tiempos
de Felipe II, con la Paz de Cateau-Cambresis, 1559. El tercer
conflicto internacional que ocupó a Carlos V fue el que mantuvo
contra los turcos del imperio otomano en el Mediterráneo,
en época del sultán Soleimán el Magnífico. Habría que esperar al
reinado de Felipe II para conseguir salir del impasse en el que el
enfrentamiento había entrado.
6
El Imperio alemán estaba constituido por una enorme cantidad de Estados de
tamaño y poderío muy variables y que actuaban sólo teóricamente bajo la
dependencia del emperador, cuando en la práctica actuaban de forma
independiente.
26
INTRODUCCIÓN
Al mismo tiempo, en el reinado de Carlos I se produjo un
espectacular avance en las conquistas de tierras americanas,
del que tendremos ocasión de hablar más adelante.
En 1556, Carlos I de España y V de Alemania decide abdicar,
dividiendo sus dominios: la dignidad imperial y los territorios
austriacos propiamente dichos a su hermano Fernando, y
España, los dominios americanos e italianos y Flandes o los
Países Bajos (actuales Bélgica y Holanda) a su hijo Felipe II
(1556-1598). Fueron estos últimos territorios los que más
problemas dieron a este rey. En efecto, en Flandes se
entrecruzaron una cuestión religiosa (los holandeses eran
mayoritariamente protestantes, en concreto, calvinistas) y una
cuestión nacionalista (deseo de los holandeses de obtener su
independencia). Pese a la feroz represión española, Felipe no
pudo evitar la secesión del norte de Flandes (las denominadas
Provincias Unidas, o más simplemente, Holanda), mientras que
el sur de Flandes (actual Bélgica), de mayoría católica, siguió
sometida a la Monarquía Hispánica durante todo el siglo XVII.
Otros aspectos de la política internacional de Felipe II tienen que
ver con la defensa del catolicismo, del que se convierte en el
principal defensor. Así, interviene en las Guerras de Religión en
Francia entre católicos y protestantes; igualmente, interviene en
las islas británicas, apoyando a los católicos irlandeses frente a
la monarquía anglicana —protestante— inglesa; también ayudó
a la católica reina de Escocia María Estuardo frente a la inglesa
Isabel I —anglicana y profundamente anticatólica—; finalmente,
diseñó contra Inglaterra un plan de invasión mediante el envío
de una gran flota, la Gran Armada o Armada Invencible, que
terminó naufragando frente a las costas del Canal de la Mancha
(1588). Para acabar, hay que hacer mención del enfrentamiento
con los turcos otomanos en el Mediterráneo, que se inclinó a
favor de Felipe tras su victoria en la batalla naval de Lepanto, en
1572. Finalmente hay que decir que desde 1580 Felipe II, como
hijo que era de una princesa portuguesa, Isabel y en ausencia de
otro heredero más cercano, se convirtió en rey de Portugal, lo
que quiere decir en la práctica que este reino fue absorbido o
incorporado a la Monarquía Hispánica
El año 1598 moría el rey Felipe cuando la monarquía hispánica
empezaba a mostrar signos de agotamiento tras un siglo
esplendoroso pero que había supuesto un enorme esfuerzo
económico y en vidas humanas.
3.3. LA DECADENCIA DE LA MONARQUÍA
HISPÁNICA EN EL SIGLO XVII Y EL FIN DE LA
HEGEMONÍA: LOS AUSTRIAS MENORES.
Los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) se
caracterizaron en lo personal por su carácter débil y abúlico.
Estos defectos propician la aparición de la figura de los validos,
personajes que se convierten en principio en apoyos personales
de los reyes y que terminan por acaparar todo el poder para
usarlo en su propio beneficio y en el de sus protegidos. Pero no
hay que creer que fue la indolencia y la incapacidad de los
27
HISTORIA DE ESPAÑA
Austrias menores el origen de la decadencia de la monarquía
hispánica, decadencia que ya se venía forjando desde el siglo
anterior y que hubiera resultado de todos modos imparable,
incluso con monarcas más hábiles y capaces. Las causas de la
decadencia son muy variadas, pero tal vez sea el descenso
demográfico la más importante de todas ellas. En efecto,
Castilla, que tenía en torno a ocho millones de habitantes a
principios del siglo XVI, vio reducida su población a unos siete
millones a mediados del siglo XVII. Los motivos de este descenso
son, a su vez, bastantes variados: la constante migración hacia
América, los miles y miles de muertos como consecuencia de las
continuas guerras del siglo XVI, la expulsión de los moriscos —
de la que hablo más abajo— o la enorme cantidad de mujeres
que ingresaban como religiosas en los conventos pueden ser
algunas de esas causas.
Desde el punto de vista administrativo y político hay que
destacar que esta decadencia fue potenciada por la corrupción,
el despilfarro y la inoperancia de la Administración de Hacienda,
que llegó en ocasiones a gastar en la propia recaudación más
que el dinero recaudado. A ello hay que unir la venta de los
territorios de realengo a la nobleza7 para obtener ingresos
extraordinarios pero con el efecto de reducir los ingresos
ordinarios procedentes de esas tierras. Si a ello unimos que otra
de las soluciones para obtener recursos era la venta de cargos en
los municipios y en las Cortes, con la consecuencia de que esos
cargos eran ejercidos con una mentalidad depredadora por sus
propietarios, se completa el cuadro de inoperancia y bloqueo de
toda la Administración del Estado.
En el terreno militar hay que hacer mención a los primeros
reveses serios que sufrieron los en otro tiempo temibles “tercios”
españoles por Europa, cosa que sucede en el marco del gran
conflicto bélico de la época, la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648), que terminaron en las paces de Westfalia (1648) y
los Pirineos (1659) y que significaron definitivamente el final de
la hegemonía española en Europa.
En cuanto al reinado de Felipe III (1598-1621), el carácter
marcadamente débil de este monarca, hijo de Felipe II, puso el
gobierno del reino en manos de su valido, el duque de Lerma. El
acontecimiento que marcó el reinado fue la expulsión de los
moriscos, que tuvieron que salir del reino de Valencia en 1609 y
de Castilla y Aragón en 1610. Especialmente grave fue en el
primer caso, dado que una parte importante de la población
rural valenciana era morisca. Cierto es que la política de
asimilación de estos falsos cristianos había fracasado
rotundamente a lo largo de siglo XVI, desde el momento que se
decretó la expulsión de los mudéjares de España, pero no es
menos cierto que la decisión es difícil de explicar dada la
oposición lógica de la nobleza valenciana que veía como el
grueso de la población campesina había de emigrar sin
solución8.
7
Las tierras de realengo eran aquellas que estaban bajo la jurisdicción directa
del monarca, por lo que obtenía importantes ingresos —impuestos y censos,
producto de la explotación agraria, etcétera—. Los señoríos, por su parte, eran
propiedad y estaban bajo la jurisdicción de las casas nobiliarias.
8 Observa que mientras que la expulsión de los judíos en 1492 y la de los
mudéjares en 1502 pudo burlarse mediante la fórmula de la conversión más o
28
INTRODUCCIÓN
El reinado de Felipe IV (1621-1665), hijo del anterior, está
marcado por la figura de su valido, don Gaspar de Guzmán,
Conde-Duque de Olivares. Éste deseaba la recuperación del
papel internacional de España, muy menguado en el anterior
reinado, por lo que dispuso nuestra participación en la antes
mencionada Guerra de los Treinta Años. Olivares diseñó un plan
completo de recuperación política, social y económica, explicado
en su Memorial de 1624, en el que partía de la convicción de la
necesidad de una serie de reformas inaplazables. El principal
empeño de Olivares fue el de reformar la estructura de base
del Estado,
mediante una política de centralización y
uniformización de todos los reinos peninsulares que se
encontraban bajo la dependencia de Felipe IV9, en torno a las
leyes vigentes en Castilla, que era por aquel entonces ya el
centro de la Monarquía y también el reino que más esfuerzo
hacía en el plano fiscal para mantener el papel internacional de
España. Quiso de ese modo establecer una contribución más
justa y equitativa de todos los reinos a los gastos de la
Monarquía y pretendió constituir una reserva armada —un
ejército en la reserva— formado por 140.000 hombres de todos
los reinos. Este proyecto, llamado “Unión de Armas” provocó la
sublevación de Cataluña (el “Corpus de Sangre) en 1640. Fue la
primera en una serie de sublevaciones separatistas en otros
tantos territorios periféricos de la Monarquía: Portugal, Aragón,
Sicilia, Nápoles y hasta Andalucía, donde el duque de Medina
Sidonia —la capital de cuyos territorios se encontraba
precisamente en Sanlúcar— intentó convertirse en rey. Tales
sublevaciones fueron controladas con prontitud salvo en los
casos de Portugal y Cataluña. A final de sendas guerras,
Cataluña volvió a la obediencia a la Corona en 165210, pero
Portugal se separaría definitivamente de España en 1668, a
comienzos del siguiente reinado.
A la muerte de Felipe IV le sucedió su hijo, Carlos II (16651700), hombre apocado y en el límite de la normalidad mental,
pero al mismo tiempo honrado y voluntarioso. Tras las paces de
Westfalia y los Pirineos, España era una Monarquía decadente
y acosada por la política expansionista de la nueva potencia
hegemónica, la Francia de XIV. El rey puso su empeño en la
recuperación económica de España, que sólo comenzaría a
despuntar al final de su reinado, cuando la situación ya tocó
fondo. Sin hijos que heredaran sus menguados territorios —
Francia le había arrebatado cuantas plazas fronterizas con el
aún territorio español de Flandes había deseado—, los últimos
años de su reinado estuvieron marcados por los intentos de los
diferentes Estados europeos por convertirse en los destinatarios
de los restos de la Monarquía española, llegándose a hablar
menos sincera al cristianismo, en este caso estamos hablando de la expulsión de
un grupo étnico concreto constituido ya por cristianos —al menos oficialmente—
y que en consecuencia no tenían escapatoria posible.
9Desde el reinado de Felipe II, Portugal se había incorporado a la Monarquía
hispánica, alcanzándose así, en cierto sentido, la unidad peninsular. Pero hay
que volver a recordar que seguimos hablando de una unión dinástica: varios
reinos con el mismo rey que sólo por eso actúan de alguna forma como una
unidad. Olivares intenta poner la primera piedra de la auténtica unidaduniformidad.
10 Este hecho es frecuentemente invocado por el nacionalismo catalán de hoy día
como uno de los hitos de la historia de la nación catalana en su lucha por el
imperialismo castellano.
29
HISTORIA DE ESPAÑA
incluso de un simple reparto de los mismos y en consecuencia,
de la desaparición de España como reino. Ante tal idea, Carlos II
tuvo un rasgo de decisión y designó al francés Felipe, duque de
Anjou11, como heredero de todas sus posesiones, tanto en
Europa (España, Flandes, Italia) como en América.
Al morir Carlos II en 1700, su testamento no sería aceptado por
algunas potencias europeas, con lo que se inició la Guerra de
Sucesión Española. Con la muerte de Carlos II se extinguía la
dinastía Habsburgo en su rama española.
3.4. LA AMÉRICA ESPAÑOLA DESDE LOS REYES
CATÓLICOS HASTA EL FIN DE LOS AUSTRIAS
A. EL DESCUBRIMIENTO Y LA PRIMERA COLONIZACIÓN
El llamado descubrimiento de América con su ulterior
colonización y explotación supuso uno de los procesos históricos
más importantes de toda la historia de la Humanidad y, sin
lugar a dudas, constituyó un hecho absolutamente decisivo en la
de España, que se vio marcada indefectiblemente por su relación
con el contiente americano.
A lo largo del siglo XV, una serie de factores y condicionamientos
de todo tipo impulsaron e hicieron posible que Portugal, por un
lado, y más tarde el reino de Castilla por otro, se lanzaran a
través del Atlántico en busca de nuevas rutas. El objetivo final
era enlazar por vía marítima con el sudeste asiático, con las
Indias, dado que la ruta terrestre tradicional a través de Asia
había quedado interrumpida por el Imperio turco. Se buscaban
las especias de la zona y también metales preciosos necesarios
para la acuñación de moneda. Una serie de mejoras técnicas en
las embarcaciones y la navegación permitieron que las naves
portuguesas y castellanas se adentraran en un mar, el oceáno
Atlántico, prácticamente desconocido hasta entonces.
Los portugueses pusieron todo su empeño en buscar una ruta
que rodeara África (cuyo contorno y mitad sur eran
completamente desconocidos e Europa), cosa que consiguieron
en 1498 (Vasco de Gama), después de décadas de sucesivas
expediciones que lenta y progresivamente fueron avanzando en
el conocimiento de la costa atlántica africana.. Mientras tanto,
Castilla, en época de los Reyes Católicos, decidió apoyar, sin
gran convencimiento, el proyecto de Cristóbal Colón de llegar
hasta China y la India atravesando un océano Atlántico
igualmente desconocido en dirección oeste. El resto de esta
historia es sobradamente conocido: Colón alcanzó en 1492
ciertos archipiélagos de la zona exterior del mar Caribe y del
Golfo de Méjico, creyendo haber alcanzado la antesala de la
China del Gran Jan: había descubierto accidentalmente lo que
más tarde se supo que era un inmenso continente desconocido
en el Viejo Mundo. La Bula papal Inter Caetera primero y el
11 Miembro, como nieto que era del rey francés Luis XIV, de la dinastía reinante
en su país, los Borbones e iniciador de dicha dinastía, aún reinante en nuestro
país.
30
INTRODUCCIÓN
Tratado de Tordesillas con Portugal después, por los que se
asignaba a Castilla las tierras más allá de cierto meridiano
atlántico, supusieron el reconocimiento internacional para los
planes de conquista y colonización de las tierra recién
descubiertas.
Las décadas siguientes, aún durante el reinado de los Reyes
Católicos, son de nuevas expediciones en busca de la Tierra
Firme (con las que se llegó al convencimiento de que se trataba
efectivamente de unas tierras desconocidas, especialmente desde
el descubrimiento del Mar del Sur, esto es, de océano Pacífico,
en Panamá), de asentamiento en las Antillas y del inicio de la
explotación en beneficio de Castilla.
B. LAS GRANDES CONQUISTAS DEL SIGLO XVI
Ya en el reinado de Carlos I se producen, por un lado, la primera
expedición de circunnavegación de la Tierra, inicialmente al
mando del portugués Fernando de Magallanes y tras la muerte
de éste, del vizcaíno Juan Sebastián Elcano (1519-1522). Por
otro, las grandes conquistas, las de los dos grandes imperios que
existían en el Nuevo Mundo. Hernán Cortés toma posesión de
Méjico (1522) conquistando el Imperio azteca. Junto con este
territorio, los españoles también conquistan el Perú, es decir, el
imperio andino de los incas, hecho protagonizado por Francisco
Pizarro (1531).
Ambos territorios se organizaron política y administrativamente
como sendos virreinatos12, el de Nueva España (desde 1535,
con capital en Méjico), que abarcó toda América central hasta el
territorio del actual Panamá, y el Virreinato del Perú (desde
1542, con capital en Lima), donde se pusieron en explotación
minas de oro y plata que servirían para financiar las campañas
militares europeas.
Además, en este momento se va a intentar justificar
teóricamente el “derecho de conquista”, promulgando las Leyes
Nuevas de Indias (1542) en las que, al menos sobre el papel, se
concedía a los indios americanos la condición de súbditos de la
Corona, con los mismos derechos que los españoles de origen.
La realidad fue muy distinta, ya que, dejando aparte ciertas
corrientes historiográficas que hablan de un auténtico genocidio
entre los indios —lo que supondría un intento deliberado para
acabar con los indios, que no se dio— lo cierto es que los
españoles se dedicaron a explotar el territorio americano con
ayuda de mano de obra indígena explotada en un régimen a
veces cercano a la esclavitud.
Hacia 1540 se puede dar por concluida la conquista de la
columna dorsal de nuestro imperio americano, la que abarcaba
desde el sur de los actuales EE.UU. hasta la cordillera de los
Andes. Más tarde llegaría el control de las llanuras argentinas,
12
Un virreinato era una circunscripción administrativa de grandes dimensiones,
que, por la lejanía respecto del centro de la Monarquía, se dotaba de una
administración política propia a imagen y semejanza de la de Castilla y que
estaba encabezada por un virrey, delegado del monarca que actuaba en la
práctica como un alter ego del mismo.
31
HISTORIA DE ESPAÑA
en dirección al océano Atlántico, mientras que las densas e
inhóspitas selvas de la cuenca del Amazonas no llegaron a
ocuparse y finalmente pasarían a manos portuguesas.
C. LA ORGANIZACIÓN DE LAS CONQUISTAS
La explotación económica en beneficio de Castilla fue siempre el
objetivo fundamental de la colonización de América, aunque
quisiera revestirse de un interés por la evangelización de
aquellos pueblos. En consecuencia, no se escatimaron medios
para asegurar los beneficios. Por lo pronto, a la población
indígena se la sometió a duras condiciones de trabajo. En la
zona del Caribe parece que ello fue una de las causas
fundamentales de la extinción total de dicha población indígena.
Para sustituirla —o complementar a los indígenas cuando no
desaparecieron del todo—, los españoles no dudaron en recurrir
a la compra de esclavos procedentes del Golfo de Guinea (África
ecuatorial), origen de la población negra en América.
Dos son las modalidades de explotación de la población que
debemos destacar:
a) La encomienda.— Los encomenderos (españoles)
recibían, junto con los lotes de tierra, grupos de
indios de los que tenía encomendada la protección y
evangelización a cambio de su trabajo —que huelga
decir que era el fin principal de esta institución. Los
indios estaban, pues, adscritos a la tierra (no podían
abandonarla, como los siervos semilibres de la
Europa feudal).
b) La mita.— Se dio en la zona del antiguo imperio inca
y sirvió para poner en explotación las minas de plata
de la zona. Consistía en el trabajo forzado, aunque
remunerado,
de
cierta
cantidad
de
indios.
Supuestamente regulado, en realidad los abusos eran
frecuentes y la dureza del trabajo, extrema.
Los vínculos comerciales entre España y América se basaron
en el típico esquema de explotación colonial, aunque con
matices:
materias
primas
a
cambio
de
productos
manufacturados de mayor valor añadido. Desde España se
enviaban las manufacturas que reclamaban tanto los
conquistadores como los indígenas. Las flotas volvían cargadas
de materias primas, pero dado que su valor era menor, la
diferencia se cubría con remesas de metales preciosos,
especialmente plata, que durante el siglo XVI llegó en ingentes
cantidades a España, en especial desde el descubrimiento de las
minas de Potosí (Perú) y Zacatecas (Méjico).
Este tráfico comercial se organizó en forma de monopolio
castellano13, de modo que sólo en barcos castellanos se podían
enviar manufacturas también castellanas. La incapacidad del
sector secundario castellano para hacer frente a la ingente
13
En una Monarquía compuesta por territorios yuxtapuestos como la española,
esto implicaba que también quedaban fuera del monopolio el resto de territorios
españoles, además, como es lógico, de los países extranjeros.
32
INTRODUCCIÓN
demanda americana y lo apetitoso de tal mercado incitaron a
otras potencias marítimas (especialmente Inglaterra) a intentan
conculcar dicho monopolio mediante la introducción de
mercancías de contrabando. Más apetitosas aun resultaban las
flotas cargadas de metales preciosos, que fueron objeto de
continuos asaltos por parte de piratas ingleses.
Con el objeto de regular este ingente tráfico mercantil se fundó
en 1503 la Casa de la Contratación, con sede en Sevilla. Sólo a
través de esta institución era posible fletar barcos, y cerrar los
contratos de compraventa de productos, por lo que nos
encontramos con un monopolio (el sevillano) dentro de otro
monopolio (el castellano).
D. LA SOCIEDAD Y LA CULTURA DE INDIAS
El impacto de la llegada de los españoles a la Indias
Occidentales fue brutal y en determinados aspectos y lugares,
catastrófico. Desde el punto de vista demográfico, millones de
indios —todos en el área del Caribe— murieron por exceso de
trabajo o por la llegada de nuevas enfermedades. Culturalmente,
las grandes civilizaciones precolombinas desaparecieron para ser
sustituidas por una nueva cultura, y con ella, prácticamente
desaparecieron los idiomas autóctonos.
Sin embargo, la sociedad se caracterizó por un profundo
mestizaje, esto es, por la mezcla de sangres europea, americana
y africana, sin que existiera el tabú de la separación que se dio,
sin ir más lejos, en la América británica. No obstante, es
evidente que el predominio correspondió a los españoles14.
La religión desempeñó un papel importante en todo este proceso.
Por un lado ya hemos apuntado que una de las justificaciones
que se dieron para legitimar la conquista era, precisamente, la
necesidad de evangelizar a todos aquellos pueblos que
desconocía la palabra del Señor. Esta evangelización forzosa
estuvo a cargo de las órdenes religiosas, que, sin embargo,
también se destacaron por su defensa de la cultura india
(estudio y respeto de sus idiomas) y de los propios indios frente a
los abusos de los conquistadores-colonizadores15.
14
Hay que señalar que éstos, más adelante, se separarían a su vez en dos
grupos, los españoles de origen, nacidos en la metrópoli, que no se encontraban
arraigados en las Indias y que se consideraban en cierto modo de paso, y los
criollos, españoles descendientes de otros españoles ya nacidos en América (cada
vez por más generaciones) y que con el paso del tiempo se consideraron a sí
mismos más americanos que españoles
15
Los casos más conocidos son los del padre Bartolomé de las Casas, auténtico
pionero de los derechos humanos, en el siglo XVI y el de las reducciones
jesuíticas del Paraguay, especie de comunas independientes en las que se daba
un total respeto por los indios.
33
HISTORIA DE ESPAÑA
4. LA BAJA EDAD MODERNA:
EL SIGLO XVIII.
LA ENTRONIZACIÓN DE LA
DINASTÍA DE LOS BORBONES
4.1. LA GUERRA DE SUCESIÓN
En 1700 murió sin descendencia el que sería el último de
nuestros monarcas de la Casa de Austria, Carlos II. Como ya
sabemos, decidió entregar los territorios de la Monarquía
Hispánica a un nieto del rey francés Luis XVI de Borbón, en
concreto a Felipe de Anjou. Pero esta sucesión fue considerada
por las otras potencias europeas como una provocación, dado
que significaba una clara ruptura del statu quo europeo, al
entregar un enorme poder a Francia. El resultado fue la creación
de una gran alianza antifrancesa encabezada por Inglaterra,
Holanda y Austria, que apoya una candidatura alternativa, la del
austríaco archiduque Carlos. Esta situación desencadenó la
Guerra de Sucesión Española (1701-1714).
Esta guerra, en realidad, tiene dos aspectos complementarios. Por un lado fue
un conflicto internacional en el que se ventilaba la hegemonía sobre Europa,
para lo cual España, de una importancia ya relativa, no era más que una excusa.
Pero por otro lado fue una verdadera guerra civil, que enfrentó a dos partes de
nuestro país con una concepción totalmente irreconciliable. De un lado estaba
Castilla, que seguía intentado la creación de un Estado racionalizado,
homogéneo y castellanizado, valga la expresión. De otro, los territorios
periféricos, que desean mantener las particularidades políticas que procedían de
la Edad Media.
Inicialmente la guerra fue favorable al bando del archiduque, que encontró en
España el apoyo de los catalanes, los aragoneses, los valencianos y los baleares,
es decir, del conjunto de los territorios de la Corona de Aragón. La razón es bien
sencilla. Frente al proyecto centralista de Felipe de Anjou, Carlos prometía el
respeto a los privilegios que habían tenido estos territorios y que se recogían en
sus fueros. Pero lentamente las operaciones fueron favoreciendo a Felipe, que
consiguió vencer en la batalla de Almansa (1707), gracias a la que pudo controlar
gran parte de Aragón y Valencia y posteriormente en las de Brihuega y
Villaviciosa (1710).
Pero lo que terminó por trastocar los planteamientos de algunos
de los participantes fue el hecho de que en 1711, al morir el
emperador alemán José I de Habsburgo, el archiduque Carlos
accedió al trono imperial. Si los ingleses y los holandeses no
deseaban ver a la dinastía de los Borbones reinando a ambos
lados de los Pirineos, mucho menos deseaban ver a un mismo
monarca Habsburgo gobernando en Viena y en Madrid. En
consecuencia, los contendientes decidieron emprender el camino
de la paz, reconociendo finalmente el testamento de Carlos
II.
La paz se alcanzó en los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt
(1714).
En la paz de Utrecht se reconocía a Felipe de Anjou como rey de
España y de las Indias, con el nombre de Felipe V, renunciando
a cambio a sus posibles derechos a la corona francesa. Pero las
34
INTRODUCCIÓN
pérdidas territoriales fueron enormes para España: compensaba
al archiduque Carlos, ahora emperador Carlos VI, con los
territorios de Nápoles, Cerdeña, Toscana (cuya capital es
Florencia), el Milanesado y Flandes (la actual Bélgica). Además,
se entregaba Sicilia a la Casa de Saboya16. Inglaterra se quedaba
con Gibraltar, ocupado desde a lo largo de la guerra, obteniendo
además Menorca y determinados privilegios que rompían en
anteriormente citado monopolio comercial con América; en
concreto se le concede lo que se llamó el “asiento de negros”
(esto es, el monopolio de la venta de esclavos en la Indias), así
como el “navío de permiso” (la posibilidad de comerciar con una
nave anual).
En definitiva, estos tratados suponen ni más ni menos que la pérdida
de todos los territorios del “imperio europeo” que se había forjado
desde la Edad Media (expansión catalana por el Mediterráneo), más
tarde con los Reyes Católicos, y sobre todo, con la herencia recibida por
Carlos V en el siglo XVI. España, definitivamente, perdía su posición
privilegiada en Europa, quedaba relegada a un segundo plano en el
concierto internacional y, sin contar con América, quedaba nuevamente
constreñida a sus límites naturales: los de la península Ibérica.
Concluía así una de las etapa más brillantes y al mismo tiempo más
conflictivas de nuestra historia.
4.2.
LOS
REINADOS
DE
LOS
PRIMEROS
BORBONES ESPAÑOLES: FELIPE V, FERNANDO VI
Y CARLOS III
A. FELIPE V (1713-1746): NUEVA POLÍTICA EXTERIOR Y
REFORMAS INTERIORES
Del reinado de Felipe V hemos de destacar cuatro aspectos
importantes:
1. — En política exterior, se caracterizó por un lado por los
repetidos intentos por recuperar los territorios italianos que
España había perdido en el Tratado de Utrecht, con el apoyo de
los territorios de la Corona de Aragón y de los propios italianos,
que se sentían más vinculados a España que a sus nuevos
señores, los austriacos. Finalmente se conseguiría recuperar los
territorios de Nápoles y Sicilia, el llamado Reino de las Dos
Sicilias, que se mantuvo como reino independiente pero dentro
de la órbita de España y donde se entronizó a un hijo de Felipe,
Carlos (futuro Carlos III de España).
Por otro lado, se va a asentar la línea maestra de la política
exterior española a lo largo del siglo XVIII: nuestra vinculación y
alianza permanente con Francia (recuerda que estaba gobernada
también por los Borbones), mediante el establecimiento de los
llamados “Pactos de Familia”. El primero Pacto de Familia se
estableció en 1733 y el segundo en 1743. Por ellos, se nos
vinculaba a la política antibritánica de los franceses. Estos
política exterior tendrá gran relación con lo que ocurra en
España en los momentos de la invasión francesa y el inicio de la
revolución liberal en España.
16
Con el tiempo, esta Casa intercambiará con Austria Sicilia por Cerdeña
(1718), pasándose a denominarse reino de Piamonte-Cerdeña.
35
HISTORIA DE ESPAÑA
2.— En política interior, lo más destacado es la promulgación
de los llamados Decretos de Nueva Planta, mediante los cuales
el régimen político peculiar de que habían disfrutado los que yo
vengo llamando territorios periféricos —y que coinciden en este
momento, tras la pérdida de las posesiones europeas, con los
territorios de la Corona de Aragón—, desaparece.
En sucesivos decretos, entre 1707 y 1716, Valencia, Mallorca y
Cataluña ven como se implanta en sus territorios las misma
leyes y la misma organización administrativa de Castilla. En
el caso de Cataluña se puede afirmar que el Decreto era una
represalia por el apoyo que en la Guerra de Sucesión prestó al
pretendiente Carlos. Es indudable que el resultado de estas
medidas es la creación de un Estado racionalizado, homogéneo,
centralizado y castellanizado, que ignoraba las peculiaridades
históricas de los distintos territorios periféricos pero que se hizo
también más gobernable. En cambio, las provincias vascas y
Navarra, que no había apoyado a Carlos, mantuvieron sus
fueros e incluso en Cataluña se mantuvo su particular derecho
civil.
De cara a la comprensión de la posterior Historia de España no puedo
dejar de llamarte vivamente la atención respecto de la importancia que
estos Decretos tienen en cuanto a la concepción de España como
Estado y como nación. Desde el punto de vista jurídico-político, la
Monarquía Hispánica —que en además en ese momento histórico se ve
despojada, para bien y para mal, de sus posesiones europeas, como
acaba de verse—, deja por otro lado de ser una amalgama de reinos
con la más diversa configuración política para pasar a ser un conjunto
de reinos (en la práctica, realmente ya un solo reino) con unas
instituciones armónicas y homogéneas. Se trata pues de un hito
fundamental en un proceso, todavía hoy no cerrado, de creación del
Estado español.
Por cierto que la pervivencia de los fueros vascongados y navarro dará
posteriormente mucho que hablar, dado que está en la base de las
Guerras Carlistas y, de algún modo, del nacionalismo vasco, tan de
candente actualidad en nuestro tiempo.
3.— Las reformas administrativas. En el terreno de la
administración de Justicia, se extendió el modelo castellano,
basado en las Audiencias y las Chancillerías.
También se produjeron reformas en lo referente a las normas
sobre la sucesión a la Corona. Desde la Edad Media, las Siete
Partidas de Alfonso X el Sabio habían establecido que los
derechos sucesorios podían recaer y transmitirse tanto por
hombre como por mujeres, en otros términos, que las mujeres
podían reinar igual que los hombres. Sin embargo, con la
publicación de la llamada Pragmática Sanción en época de
Felipe V se prohibió tanto una cosa como la otra a las mujeres, a
imagen de lo que ya en el XVII se había hecho en Francia: es la
llamada Ley Sálica.
La política internacional de alianza con Francia obligó a España
a reforzar su ejército, que de 32.000 miembros a principios de
siglo llegó a alcanzar los 100.000 desde mediados de siglos. Pero
ya no fue suficiente con los voluntarios, como hasta entonces.
Es entonces cuando se pone en marcha el sistema de las
quintas, es decir, el reclutamiento obligatorio de uno de cada
36
INTRODUCCIÓN
cinco mozos. En cuanto a la Marina, se produjo un importante
esfuerzo por modernizarla y reforzarla, y a finales de siglo estaba
al nivel de las más importantes y poderosas de Europa: la
francesa y la británica.
Los Consejos, el sistema polisinodial17, entró en decadencia con
los Borbones, salvo el Consejo de Castilla, que se convirtió en el
máximo órgano consultivo del rey, y fueron sustituidos por los
secretarios de Despacho, luego llamados Secretarios de Estado,
que serán el antecedente más directo de los actuales ministros18.
En 1714 se establecieron cinco secretarías: Estado (lo que hoy
sería Asuntos Exteriores), Justicia, Guerra, Marina e Indias y
Hacienda. La función principal de los secretarios, en un contexto
en el que todo el poder lo concentraba el monarca, era el de
hacer propuesta de disposiciones legales al rey. En 1787 se creó
la Junta Suprema, precedente del actual Consejo de Ministros
(es decir, del Gobierno), pero en realidad el rey despachaba
individualmente con cada secretario, por lo que no existía
trabajo en equipo ni la corresponsabilidad que actualmente
caracteriza a los gobiernos democráticos. Todo ello surgirá ya en
el siglo XIX.
4.— En el terreno religioso, los monarcas españoles del siglo
XVIII, siguiendo la tendencia de la monarquía absoluta europea
del momento y del Despotismo Ilustrado, intentaron controlar
cada vez más a la Iglesia nacional, especialmente por el
procedimiento del nombramiento de obispos, en perjuicio de la
potestad que en ese terreno tenía el Papa. Una corriente obispos,
los jansenistas, se decantaron hacia la Monarquía. De alguna
manera, estos obispos era el equivalente eclesiástico de los
ilustrados, dado su deseo de reformar la Iglesia pero desde
arriba, sin contar con las bases religiosas. A esta tendencia a
controlar la Iglesia se le conoció con el nombre de regalismo.
B. EL REINADO PACIFISTA DE FERNANDO VI (1746-1759)
A la muerte de Felipe V le sucedió su segundo hijo, Fernando
VI, que va a mantener durante su breve reinado una política
exterior de neutralidad, basada en el fomento del comercio con
las colonias y en el respeto a la política del equilibrio europeo
entre las dos grandes potencias: Francia e Inglaterra.
En el plano de la política interior, el reinado estuvo marcado por
la figura del Marqués de la Ensenada, cuyo programa estaba
orientado a la consolidación del Estado absoluto, al crecimiento
económico y a la salvaguarda del imperio colonial. El más
importante de sus proyectos fue el de la reforma fiscal, con el
intento de superar el complicado y obsoleto sistema impositivo
17 La España de los Austrias se caracterizó, en cuanto al primer nivel de la
Administración central, el más cercano al rey, por la existencia de distintos
Consejos, que eran órganos colegiados especializados en la gestión de ciertas
cuestiones (Hacienda, Ordenes Militares, Inquisición...) o zonas (Consejo de
Castilla, de Aragón, de Indias...). Las decisiones, no obstante, las tomaba en
cualquier caso el rey, como correspondía a un sistema político autoritario. Es lo
que se conoce como sistema polisinodial (muchos “Sínodos” o Consejos).
18 Los secretarios de Despacho o Estado son órganos unipersonales, es decir, los
desempeña una sola persona, y ya en ese sentido muestran una clara similitud
con la figura actual del ministro.
37
HISTORIA DE ESPAÑA
procedente del Estado de los Austrias. Estableció un único
impuesto, sobre las propiedades y las rentas, al que se conoce
como el Catastro de Ensenada, pero la, protestas y presiones
hicieron que fracasara y terminó por ser retirado.
C. EL REINADO ILUSTRADO19 DE CARLOS III (1759-1788)
A Fernando VI le sucede su hermano Carlos III, que ya era por
aquel entonces rey de Nápoles, trono al que renuncia tras una
excelente labor para acceder al de España. Llegó con su séquito
de ministros napolitanos y protagonizó en los siguientes treinta
años un intenso periodo de reformas dentro del espíritu de la
Ilustración que dominaba el panorama intelectual europeo en
aquel tiempo.
1.— En cuanto a la política interior hay que destacar la otra
gran cuestión que en el plano religioso surge en el siglo XVIII —
junto a la del regalismo antes citado. Fue el enfrentamiento
con los jesuitas. La Compañía de Jesús, surgida en el siglo XVI
e instrumento fundamental de la Contrarreforma, había
adquirido un enorme poder en toda Europa, razón por la que el
enfrentamiento entre la Corona y la Orden se repitió en diversos
países y a lo largo de diferentes momentos. En el caso de
España, parece que fue decisivo el control que había establecido
sobre los Colegios Mayores (residencias de universitarios
procedentes de los grupos sociales más elevados), por lo que su
influencia en la vida política era manifiesta, dado que los
principales cargos se nutrían de antiguos alumnos de estos
citados Colegios. Además, se acusó a los jesuitas de estas detrás
del llamado Motín de Esquilache (1766)
El Marqués de Esquilache fue uno de los ministros que Carlos III se
trajo de Nápoles y que tomó una medida impopular, la de prohibir por
razones de seguridad y orden público la capa larga y el sombrero
redondo, vestimenta tradicional española, imponiendo la capa corta y el
sombrero de tres picos, bajo los cuales los maleantes no podían
ocultarse. Ante esta medida, considerada como un atentado contra la
tradición española, comenzó el llamado Motín de Esquilache (que
debería llamarse más bien el Motín contra Esquilache). Como se
comprenderá, el asunto del sombrero no era más que una excusa para
iniciar un motín derivado en realidad de una crisis de subsistencia, tan
característico del Antiguo Régimen, y que tuvo su causa en la escasez
de granos y la subida de su precio coincidiendo con la liberalización de
su comercio y que provocó el hambre entre la población. Era también
una protesta contra el centralismo y el intervencionismo estatales. En
todo caso no parece que sea cierto que los jesuitas fueran los
promotores de dicho motín, por más que pudieran estar de acuerdo
con algunas de sus reivindicaciones últimas.
Por otro lado, los jesuitas eran defensores del papado frente al
regalismo borbónico. Sea como fuere, el caso es que los jesuitas
fueron expulsados de España en 1767.
2. — En el terreno de la política exterior firmó el Tercer Pacto
de Familia (1761) con Francia y contra Inglaterra, cada vez más
19
En uno de los próximos epígrafes se habla de la Ilustración, a la que se refiere
el adjetivo ilustrado que aquí aparece.
38
INTRODUCCIÓN
intervencionista en nuestras colonias. En el transcurso de la
Guerra de los Siete Años que enfrentaba a Francia e Inglaterra
España se vio obligada a intervenir del lado de Francia, con la
intención de obtener la devolución de Menorca y Gibraltar. La
victoria inglesa en esta guerra obligó a España a entregar Florida
a Inglaterra, a cambio de lo cual Francia entregaba la Luisiana
(el valle del Misisipi) a España. Todo ello se establecía en la Paz
de París de 1763, que no fue sino el punto de partida de un
sentimiento revanchista de Francia y España contra Inglaterra.
La ocasión para vengarse vendría como consecuencia de la
Sublevación de las Trece Colonias (es decir, la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos), que contaron con el
apoyo tanto de Francia y España. En el transcurso de dicha
guerra se intentó recuperar, infructuosamente, Gibraltar, pero
se consiguió recuperar Menorca. En la Paz de Versalles de 1783,
que puso fin a esta guerra, España además recuperó Florida.
Pese a la derrota inglesa frente a sus colonos, la experiencia no
fue del todo positiva, dado que significó un mal ejemplo a las
propias colonias españolas, que pronto pedirán —y
conseguirán— su independencia.
3.— En el plano económico las reformas fueron incesantes, si
bien hay que poner en duda la verdadera importancia de la
mayor parte de las mismas. En el terreno de la agricultura se
dan los primeros pasos hacia el fin de las manos muertas, con
una tímida desamortización20 o la distribución de tierras de
propios21 a labradores, proyecto este que terminó en fracaso por
la escasa preparación de los campesinos beneficiarios del
mismo. Así mismo, se restringieron los privilegios de la
Mesta22, vieja reivindicación de los agricultores españoles desde
la Edad Media.
También en el terreno de la agricultura, pero principalmente en
el de la política poblacional y de explotación y ocupación del
territorio hay que inscribir el ambicioso plan de colonización
de Sierra Morena. Los ilustrados habían puesto de manifiesto la
escasa densidad de población del interior del país, problema
que era dramático en algunas zonas, como Sierra Morena.
Además, esta zona, infestada de bandido, era de paso obligado
en las comunicaciones entre la Meseta —y por tanto la capital,
20 Sobre el sentido y la importancia de este concepto tendremos ocasión de
referirnos con mayor profundidad más adelante. Me remito a lo que en otros
apartados se dice al respecto. Simplemente aquí llamo la atención respecto de
que estamos ante el primer tímido intento de desamortización de nuestra
historia.
21 Tierras de propios eran aquellas de las que el municipio era propietario en el
más amplio sentido del término y podía por ello explotarlas directamente o
entregarlas en arrendamiento. Por su lado, las tierras comunales eran las que
pertenecían a la comunidad de vecinos y eran de uso común para obtención de
pastos, leña, miel otros usos similares, pero que no podían ser ni vendidas a
particulares ni ser puestas en cultivo. Eran tierras baldías, por lo tanto.
22
El Honrado Concejo de la Mesta era una agrupación de ganaderos creada en la
Edad Media para defender sus derechos, derechos que se habían convertido
rápidamente en privilegios frente a los intereses de los agricultores. Quizá el más
sobresaliente es el del establecimiento de las llamadas Cañadas Reales, veredas
por las que el ganado trashumante tenía derecho a transitar de un lugar a otro
del país y que impedían el cercamiento de las explotaciones agrícolas. Estas
cañadas fueron ensanchándose a lo largo de los siglos a costa de terrenos aptos
para el cultivo, contando para ello con la constante protección y anuencia de los
reyes, que creían amparar así a la ganadería española, tradicionalmente más
importante que nuestra agricultura, al menos relativamente.
39
HISTORIA DE ESPAÑA
Madrid— y Andalucía. Ante la dificultad de conseguir
repobladores de otras zonas de España, se promovió la idea de
traer extranjeros, irlandeses, suizos y alemanes principalmente,
con la condición de que fueran católicos. Carlos III hizo suya la
propuesta del Marqués de la Ensenada y encargó a Pablo
Olavide la realización práctica del proyecto de repoblación. El
resultado fue la fundación de poblaciones como La Carolina, La
Carlota, La Luisiana, etcétera.
En el terreno comercial la idea clave es la de la liberalización
del tráfico mercantil, especialmente entre España y América.
Tras el traslado de la Casa de Contratación desde Sevilla a Cádiz
en 1717, en 1778 se establece el fin del monopolio gaditano y
castellano —aunque no al monopolio de España en el comercio
con las Indias23— y la apertura del comercio americano de gran
número de puertos españoles. De ello se benefició especialmente
Cataluña, que con la creación de Compañías comerciales
canalizó hacia América buena parte de los productos
industriales que se estaban fabricando
en
las fábricas
catalanas.
Precisamente la industria también va a ser objeto de atención de
los Borbones del XVIII. Si bien es cierto que de forma
independiente al impulso oficial ya comienza a despuntar una
industria moderna tanto en el País Vasco como en Cataluña —
como ya sabemos—, destacando una incipiente industria textil
de telas de algodón, los reyes se dedicaron, con más voluntad
que acierto, a impulsar la industria con el establecimiento de las
Reales Fábricas.
Por otro lado, Carlos III, el monarca ilustrado por excelencia,
emprendió un plan de reformas urbanas de la capital, Madrid,
en el que se inscriben la Puerta de Alcalá, las fuentes de
Neptuno y la Cibeles, el Jardín Botánico, el Observatorio
Astronómico y el Museo de Ciencias Naturales —más tarde
reconvertido en pinacoteca con el nombre de Museo del Prado—.
Todo ello valió para el rey Carlos III la frase, no exenta de ironía,
de que fue “el mejor alcalde de Madrid”.
D.
CONCLUSIÓN:
EL
BORBÓNICO DEL XVIII
FRACASO
DEL
REFORMISMO
Todo lo dicho anteriormente respecto de la política de los
primeros Borbones españoles justifica plenamente el hablar,
como se hace desde cualquier corriente historiográfica, de un
auténtico Reformismo Borbónico. Y sin embargo, el reinado del
futuro rey Carlos IV (1788-1808), la guerra de Independencia
(1808-1814) y el reinado de Fernando VII (1814-1833)
arruinaron las herencias más apreciadas de las Ilustración
dieciochesca. Se puede hablar de una importante regresión
científica y cultural respecto de los logros de Carlos III; la
23
Recapitulando, el monopolio con América paso por tres grandes etapas, hasta
su definitiva extinción con la independencia americana: 1ª, de 1503 a 1717,
monopolio castellano centralizado en la Casa de la Contratación de Sevilla; 2ª, de
1717 a 1778, monopolio castellano centralizado en la Casa de la Contratación de
Cádiz; y 3ª, desde 1778 hasta la Independencia, apertura del monopolio
castellano, gradualmente, al resto de puertos españoles.
40
INTRODUCCIÓN
Inquisición, vieja institución religiosa al servicio de la
Monarquía, adquirió nuevos bríos, pese a ser suprimida en
época de la dominación francesa; por rechazo al invasor se
terminó por relegar todo aquello que pudiera sonar a francés. Y
como los franceses, pese a todo, traían progreso político, social y
cultural, lo español se identifico con lo antiguo, con lo decadente
y lo reaccionario. Así, como si la Ilustración jamás hubiese
existido en nuestro país, comenzó tristemente España el
siglo XIX.
41
HISTORIA DE ESPAÑA
5. EL PUNTO DE PARTIDA DE
LA EDAD CONTEMPORÁNEA
Con la denominación de Edad Contemporánea los historiadores han
venido designando un periodo de tiempo, el último, el más reciente, el
actual, que convencionalmente se iniciaba con las revoluciones
Francesa (en el plano político) e Industrial (en el económico), para cuya
datación era posible utilizar una fecha muy precisa en el primer caso (la
de 1789) y un periodo más amplio en el segundo (aproximadamente la
segunda mitad del siglo XVIII). En el caso de España, tradicionalmente
se ha venido manejando la fecha de 1808 —año en que se produce el
levantamiento de los españoles frente a la invasión napoleónica y el
comienzo de la llamada Guerra de la Independencia y de la primera
revolución burguesa en nuestro país, como ya veremos— como el del
inicio de dicho periodo histórico.
Para el indicar el final de la Edad Contemporánea se ha venido usando
una fórmula de estilo, cambiante por su propia esencia: “hasta nuestros
días”, de manera que para el historiador de 1820 la contemporaneidad,
la historia actual, abarcaba desde 1789 hasta esa fecha, unos 30 años
—lo que podía resultar bastante razonable—, mientras que se supone
que para el ciudadano de 2003 la historia actual, la historia de nuestros
días abarca ya ni más ni menos que 214 años llenos de guerras,
cambios y vaivenes políticos, económicos y sociales de todo orden. Si
bien es discutible que ello sea verdad, es decir, que exista una auténtica
continuidad histórica entre 1840, por ejemplo, y 2003, y que no nos
hallemos desde hace tiempo en otra fase histórica distinta (tal vez, por
diversas razones, desde 1945 o desde 1989 o desde el 11 de septiembre
de 2001; eso sólo el tiempo, la perspectiva histórica, permitirá decirlo),
lo cierto es que es ése y no otro el periodo histórico que nos toca
analizar con más profundidad y a esos límites cronológicos me ceñiré a
lo largo de estos apuntes.
Y sin embargo, hay que ponerse en guardia frente a esas
compartimentaciones de la Historia, porque tienden a hacer incurrir al
que la estudia con cierta profundidad por primera vez en dos errores;
primero, que los cambios se producen de forma brusca, prácticamente
como si alguna mano invisible los dirigiera atendiendo a un plan
preconcebido en el que se incluyera el día D y la hora H a partir de los
cuales todo ya sería distinto; segundo, que los cambios son radicales, es
decir, de raíz, sin que nada de lo anterior condicione y sin que nada de
lo anterior perviva.
En cuanto a esto último, nada más lejos de la verdad. La Historia no es
más que un proceso continuo, un flujo complejísimo en el que
circunstancias de hoy condicionan lo que ocurrirá mañana, en la que
casi nada desaparece del todo, sino que todos los fenómenos profundos
dejan su huella en las siguientes fases históricas, aunque sólo sea por
el interés que las nuevas generaciones tienen por borrar y superar el
pasado.
Algo de esto pasa al inicio de la Edad Contemporánea, un momento
histórico en el que, como pocos, se dio un vivo interés por cerrar una
época y alumbrar una nueva. Pocas veces en la Historia se ha
producido un cambio histórico tan deseado, tan planificado y al mismo
tiempo, de tanto calado, y es por ello que en este caso resulta de vital
importancia conocer, por un lado, qué había inmediatamente antes de
la Edad Contemporánea, es decir, contra qué se luchaba, eso que sus
detractores llamaron el Antiguo Régimen porque lo consideraban
desfasado, obsoleto; por otro, es necesario saber sobre qué pensamiento
se construyó la crítica a lo viejo y el edificio de la nueva sociedad
42
INTRODUCCIÓN
contemporánea, la sociedad liberal-burguesa;
acontecimientos previos al momento del cambio.
y
finalmente,
los
Se hace pues inevitable, antes de entrar en los sucesos de 1808 —lo
que se hará en el tema 1— y en definitiva antes de comenzar a estudiar
la Edad Contemporánea de España, analizar el Antiguo Régimen, en
sus aspectos sociales y económicos, por un lado; por otro, el
pensamiento ilustrado y la ideología liberal, esto es, qué se criticaba del
Antiguo Régimen y a dónde se quería llegar; y en tercer lugar, los
acontecimientos inmediatamente anteriores a 1808, lo que abarca tanto
el reinado de Carlos IV en España como lo ocurrido en Francia desde
1789 hasta la citada fecha —Revolución francesa e Imperio
napoleónico— por sus repercusiones en nuestro país.
43
HISTORIA DE ESPAÑA
6. EL ANTIGUO RÉGIMEN.
CONCEPTO Y RASGOS
SOCIALES Y ECONÓMICOS
Conocemos por Antiguo Régimen al modo de organización
política, social y económica propia de la Europa de la Edad
Moderna, y más concretamente, al del siglo XVIII. Desde su
misma denominación, con su sentido negativo, observamos que
quienes la acuñaron, los pensadores ilustrados, lo consideraron
un sistema arcaico y obsoleto que era preciso superar y sustituir
por otro diferente, un “nuevo régimen”. Precisamente desde la
Revolución Francesa se empieza a implantar un nuevo sistema,
el liberal-burgués en lo político y el capitalista24 en lo económico,
que da paso a la edad contemporánea
Lo que a continuación se expone es una visión general del
Antiguo Régimen, y aunque lo fundamental puede ser
extrapolable a otros países del entorno, y especialmente a
Francia —indudablemente el país de referencia en aquel
momento—, me he centrado en las características propias del
mismo en España.
Sus características básicas son un régimen demográfico
primitivo (alta natalidad, alta mortalidad, bajo crecimiento),
una economía de base agraria pero con una significativa
presencia de comercio internacional basado en la explotación de
las colonias —las americanas en el caso español— y un sector
secundario representado por una modesta artesanía de tipo
local, una estructura social estamental, unas formas políticas
basadas en la monarquía absoluta y una cultura impregnada de
elementos religiosos.
El Antiguo Régimen coincide plenamente en nuestro país con los
periodos de los Austrias y con la nueva dinastía de los Borbones,
por lo que se puede afirmar que era el régimen implantado en
España a principios del siglo XIX.
6. 1. LA ORGANIZACIÓN SOCIAL EN EL ANTIGUO
RÉGIMEN
La del Antiguo Régimen era una sociedad estamental. Los
estamentos eran grupos sociales cerrados a los que se pertenecía
por nacimiento y entre los cuales, por principio, no había
comunicación, no se podía pasar de uno a otro. Cada uno de los
estamentos poseía un estatuto jurídico diferenciado, por lo que
la sociedad se basaba en el principio de la desigualdad ante la
ley, distinto al que rige actualmente en todas las sociedades
modernas (el de la igualdad ante la ley).
24
Estos dos conceptos —liberal-burgués y capitalista— son, con todas las
matizaciones que en este reducido espacio no podrían hacerse, los que mejor
definen las sociedades contemporáneas, las de los siglos XIX y XX. Serán por
tanto objeto de especial desarrollo a lo largo de los siguientes temas.
44
INTRODUCCIÓN
El origen de este tipo de sociedad hay que situarlo en la Edad
Media y se basa en idea de la misma como un todo orgánico, con
diversos miembros que deben cumplir distintas misiones. Así,
uno de los miembros será el encargado de la defensa del
conjunto; es la nobleza. Otro grupo se dedicará a la guía
espiritual; son los clérigos. Ambos grupos, muy minoritarios
dentro del conjunto, poseen importantes privilegios, entre los
que destacan el de reservarse determinados cargos y
dignidades25. El resto de la población, desde los campesinos más
humildes hasta los ricos hombres de negocios —los burgueses—
pasando por pequeños propietarios agrarios, esclavos, viudas y
huérfanos, pobres de solemnidad, tenderos y artesanos,
pertenecen a la minoría de no privilegiados, el estado llano o
pueblo26.
A. EL PRIMER ESTAMENTO PRIVILEGIADO: LA NOBLEZA
Este grupo estaba fuertemente jerarquizado, dado que junto a
la alta nobleza, los grandes nobles que encabezaban por
derecho de herencia las principales casas nobiliarias, había un
sinnumero de segundones que encontraban acomodo en la
Administración, el Ejército o la Iglesia. En España hay que
destacar especialmente la enorme importancia numérica que
tenía la baja nobleza, los hidalgos, de ínfima condición
económica pero que ostentaban con orgullo rayano en lo ridículo
su condición de nobles.
Entre los privilegios que se incluyen en su estatus jurídico
propio hay que señalar en primer término, porque fue el gran
caballo de batalla con la burguesía, el de la exención fiscal, es
decir, el hecho de estar exentos de pagar obligatoriamente los
impuestos. Ello no excluía que extraordinariamente pudieran
aportar de forma pactada cantidades de dinero a la Hacienda
Pública, pero siempre quedando a salvo el principio de no
obligatoriedad y el de que esas aportaciones se hacían a cambio
de concesiones reales, especialmente políticas y administrativas.
Con este privilegio se daba la paradoja de que la Hacienda Real27
no era sustentada por una parte de la población con una mejor
situación económica, sino por el Estado Llano y dentro de éste,
especialmente, por la burguesía, sobre la que luego trataremos.
Por otro lado estaban los privilegios procesales en caso de
tener que comparecer en juicio. De ese modo, eran juzgados por
tribunales especiales (tenían jurisdicción propia), no podían ser
torturados ni ser ajusticiados en la horca y sus personas eran
objeto de especial protección (penas más duras por atentar
contra ellos que contra miembros del estado llano).
25
Esta idea no debe parecerte incompatible con la vista con anterioridad de que
desde los Reyes Católicos se había producido un refuerzo del poder real frente al
de la nobleza. Ésta, en realidad, siempre tuvo un importante papel en el gobierno
del reino, sea por influencia sobre el rey, sea por presiones ejercidas sobre el
mismo, sea finalmente por que seguían teniendo un enorme poder económico.
26 Estas son expresiones más apropiada para el caso español. Tal vez recuerdes
que en Francia es preferible usar, para la misma realidad, la expresión Tercer
Estado.
27
Recuerda que en el contexto en que estamos moviéndonos, hablar de
Hacienda Real es lo mismo que hacerlo de la Hacienda del Estado. “El Estado soy
yo”, decía el rey absolutista francés Luis XIV.
45
HISTORIA DE ESPAÑA
Otro de los privilegios es el del mayorazgo que consiste en la
transmisión obligatoria de la herencia al primogénito, lo que
aseguraba la pervivencia del patrimonio familiar a lo largo de las
generaciones y, en consecuencia, del poderío de tal familia. Ello
consistía en un tipo de amortización de la tierra, como luego
veremos.
B. EL SEGUNDO ESTAMENTO PRIVILEGIADO: EL CLERO
También gozaban de exención fiscal y jurisdicción propia. Al
igual que la nobleza, presenta una clara jerarquización. Por un
lado estaría el alto clero, formado por la jerarquía de la Iglesia y
que disfrutaba de importantísimas rentas que procedían de las
tierras de los cabildos y de las generosas donaciones que
frecuentemente otros poderosos hacían a los mismos. Sus
miembros procedían de la alta nobleza. Ni que decir tiene que en
una sociedad impregnada de religiosidad, la influencia social y
política y el poder económico de este grupo eran
inconmensurables.
Por el otro, el bajo clero —curas, monjas, frailes—, que procede
del Estado Llano —era la única forma de escapar de la miseria y
el hambre— y que apenas sabe leer ni escribir, no digamos ya
algo de doctrina o teología. Sus escasos ingresos proceden de lo
que obtenían de las misas, las limosnas y las ofrendas y, en el
caso de los más afortunados, de alguna modesta renta asociada
al cargo que desempeñaban y que procedía de la explotación de
las tierras que pertenecía a la iglesia o a la parroquia. El tamaño
que llegó a adquirir este estamento en España fue de tales
proporciones (en torno a un 30% de la población total) que las
Cortes llegaron a proponer que se limitara.
C. EL GRUPO DE LOS NO PRIVILEGIADOS: EL ESTADO LLANO
Dentro del mismo hay que establecer una división entre la
población urbana y la población rural. En las ciudades es donde
encontramos a los miembros más poderosos desde el punto de
vista económico de todo el estamento. Me refiero a la burguesía,
conformada por los altos funcionarios, los maestros de los
talleres artesanales —o sea, los propietarios de los mismos—, los
armadores o propietarios de barcos y los mercaderes o
propietarios de los negocios dedicados al comercio a media o
gran escala. A estas alturas de la Historia había ya que
distinguir entre una alta burguesía y una pequeña burguesía,
separadas fundamentalmente por su capacidad económica, pero
también por su formación intelectual, sus modos de vida o sus
relaciones más o menos fluidas con la nobleza y el poder.
Este grupo social —sólo nominalmente incluido en el Estado Llano,
aunque en realidad ya estas alturas presentaba unos rasgos distintivos
propios— va a ser el gran protagonista de los cambios que en las
siguientes décadas se producirán, las revoluciones liberal-burguesas.
Las clases urbanas populares serían los grupos menos
poderosos, y estaban constituidos por los artesanos o
46
INTRODUCCIÓN
menestrales, los mozos de tienda o dependientes, los
transportistas —muleros, carreteros— entre los que tenían un
medio de vida, y los vagabundos, pícaros y mendigos, viudas,
huérfanos o expósitos28. Habría que añadir los esclavos que
todavía quedaban como criados de las casas de los poderosos.
Por su parte, en el mundo agrario la diversidad también era la
nota. Había un reducido grupo de propietarios de pequeñas
explotaciones agrarias, si bien que lo normal es que los
labradores explotaran en régimen de arrendamiento,
frecuentemente a largo plazo o incluso perpetuo, tierras que no
eran suyas, sino de los grandes propietarios29. La gran masa de
población agraria la constituían los millones de campesinos
jornaleros que trabajaban a sueldo sólo en aquellas épocas en
las que las necesidades de las explotaciones agrarias lo exigían,
quedando totalmente desamparados el resto del año.
Como se puede comprobar, el Estado Llano era un grupo social
completamente artificial en el sentido de que su enorme
heterogeneidad no le dotaba da la más mínima cohesión
interna. En definitiva, su mejor definición sería la de que era el
grupo que englobaba a todos aquellos que no eran privilegiados.
Como grupos ajenos al Estado Llano habría que citar a las
minorías sociales. Por un lado, había minorías de comerciantes
y banqueros extranjeros (genoveses, alemanes, flamencos y
franceses) que, dada su posición económica, gozaban del respeto
y la consideración de los españoles. Al margen de estos habría
que citar las minorías religiosas. Ya sabemos que los moriscos
fueron expulsados de España en época de Felipe III, a principios
del siglo XVII. Quedaron, por tanto, los judíos conversos, que,
paulatinamente a lo largo de los siglos XVII y XVIII se fueron
integrando en la comunidad católica. Pero paralelamente surgió
otro problema: el de la limpieza de sangre, por el que se comenzó
a marginar a todos aquellos que, aun siendo cristianos
convencidos, tuvieran entre sus antecedentes algún judío
(cristianos nuevos, frente a los cristianos viejos).
6.2. ECONOMÍA Y DEMOGRAFÍA EN EL ANTIGUO
RÉGIMEN
En términos generales cabe decir que la economía del Antiguo
Régimen en toda Europa era de base principalmente agraria, y
en esto España no era una excepción. Por otro lado hay que
destacar el hecho de que a lo largo del siglo XVIII se fue
produciendo un notable desarrollo de la actividad artesanal —
sin llegar a poder hablarse de auténtica industria como en el
caso inglés— y que el comercio también conoció una importante
expansión, pese la ya mencionado ruptura del monopolio
comercial con América.
28 Los niños expósitos eran los niños abandonados —expuestos, expósitos— en
los tornos que a tal efecto había en los conventos. En una época en la que no era
fácil asegurarse un plato de comida todos los días, los niños eran abandonados
por miles. La mayor parte de ellos tenía un triste final: morir de hambre en las
inclusas u orfanatos a las pocas semanas.
29 Sobre estos propietarios tendremos ocasión de hablar un poco más abajo.
47
HISTORIA DE ESPAÑA
A. LA AGRICULTURA
La herencia del pasado imponía el tipo de cultivo conocido como
de rotación trienal o en tercios. Las tierras se dividían en tres
partes, de las que una se labraba, otra se dejaba para pastos y
otra en barbecho (se labraba pero no se cultivaba, para su
regeneración). Ello suponía que al menos un tercio de las tierras
cultivadas estaba permanentemente improductivo.
Es necesario indicar en este punto cuál era la situación de la
propiedad de la tierra en el Antiguo Régimen, que estaba en
manos de la Iglesia (es especial de las órdenes religiosos), de la
nobleza, del Estado y de los municipios (tierra de propios y
tierras comunales30). Habitualmente se denunciaba su
explotación poco racional que impedía obtener buenos
rendimientos de la misma, ya que en general los propietarios de
las tierras no las explotaban directamente sino que se hacía a
través de arrendatarios y enfiteutas, que a su vez no disponían
ni de los recursos ni del interés para introducir mejoras en las
infraestructuras agrarias. A estos propietarios absentistas se les
llamaba “manos muertas” y sus tierras se decía que estaban
amortizadas, puesto que no se podían enajenar. Ello quiere
decir que una vez que una tierra entraba —por la vía que fuera—
en el patrimonio de una casa nobiliaria, de una abadía, de un
municipio…, su propietario no disponía de la facultad de
venderla o donarla, sino que sólo se podía, en su caso, entregar
en herencia. Este era el caso de los patrimonios de la nobleza,
que, como sabemos, estaban sometidos al derecho-deber del
mayorazgo31.
Esto limitaba radicalmente el acceso a la propiedad de la tierra a
grupos sociales que, disponiendo del dinero para ello, podían
además estar en disposición de dedicar más atención a la
explotación agraria, esto es, de convertirse en auténticos
empresarios agrícolas: me estoy refiriendo a la burguesía. Dicho
de otro forma, tras un largo proceso de amortización de las
tierras agrícolas de España, a la altura del siglo XVIII casi todas
ellas estaban ya “en manos muertas” y por tanto,
ineficientemente explotadas. Más adelante veremos cómo la
desamortización se convertirá en uno de los grandes símbolos
de la revolución liberal-burguesa del siglo XIX.
En todo caso no cabe duda de que, ya fuera por la introducción
de aquellas mejoras técnicas, ya por la del aumento de las
colonización interior (como la de Sierra Morena, de la que se
habló páginas atrás), ya por la mejora de las comunicaciones o
la liberalización del comercio que se dio en el siglo XVIII, se
produjo un importante incremento de la producción agrícola
española, en línea con la mejora del tono general de nuestra
economía que se venía notando desde el reinado de Carlos II. Y
sin embargo, este hecho no debe llamarnos a engaño: en
30
Ver nota 21.
En el resto de los casos, no existía la transmisión hereditaria, sino la
pervivencia de un mismo bloque patrimonial del municipio, el obispado, la
parroquia, al frente de los cuales se iban situando distintas personas a lo largo
del tiempo. En el fondo, lo mismo se puede aplicar al patrimonio de una casa
nobiliaria.
31
48
INTRODUCCIÓN
comparación con lo que ocurrió en el mismo periodo en
Inglaterra, la agricultura española no vivió ninguna revolución
que permitiera enormes excedentes de mano de obra y de
capitales que a su vez pudieran ser destinados a la industria.
Avance sí, pero a menor ritmo que en otros países.
B. LA ARTESANÍA
En España el sector manufacturero o secundario, salvo
excepción, no merecía ni mereció a lo largo de todo el Antiguo
Régimen, incluido el siglo XVIII, el calificativo de industria, sino
de artesanía32.
En España existía una gran tradición en el sector textil lanero,
que experimentó un notable crecimiento en el XVIII. En buena
medida, tal desarrollo fue consecuencia de la desaparición de
las trabas heredadas del pasado. Debes saber que desde la
Edad Media la artesanía estaba dominada en cada ciudad por
los distintos gremios propios de cada profesión, actividad o
sector artesano. Los gremios se ocupaban de reglamentar hasta
el mínimo detalle la producción y, en definitiva, servían para
poner trabas a la incorporación de nuevos talleres artesanales
con la intención de proteger a los artesanos locales y, en
consecuencia, impedían la competencia, la mejora de las
técnicas productivas, el aumento de la producción y el
abaratamiento de los productos que hubiera supuesto el acceso
a una mayor cantidad de ellos para los consumidores.
Como excepción a lo anteriormente dicho habría que indicar que
en Cataluña sí apareció ya en el siglo XVIII una auténtica
industria, la del algodón, siguiendo el modelo de la revolución
inglesa (mecanización, concentración de los operarios —ya no
artesanos— en las fábricas, incremento importante de la
productividad). Allí se inició la fabricación de tejidos de algodón
estampados, las “indianas”, que tenían la ventaja de no estar
sometidos a la reglamentación gremial por ser de nueva
implantación. Con capitales procedentes del mundo agrícola y
del comercio de vinos y aguardientes, esta industria se fue
asentando en Cataluña, donde la producción de algodón se
incrementó por veinte a lo largo del siglo.
32 Por resumir brevemente las diferencias entre ambas, una se caracteriza por el
trabajo manual o con herramientas o máquinas-herramienta simples y la otra,
por el trabajo con maquinaria compleja movida por motores autónomos que
exigen el uso de nuevas fuentes de energía; en la artesanía el artesano es
responsable de la fabricación entera de cada unidad de producto, lo que exige
una gran cualificación técnica y una escasa sustituibilidad, en la industria el
operario sólo lo es de una fase de la producción, por lo que la capacitación
requerida es mínima y de ese modo es fácilmente sustituible; en la artesanía lo
normal es la existencia de talleres con unos pocos artesanos que se distribuyen
por todas las comarcas, mientras que la industria suele concentrar a decenas, a
veces hasta cientos o miles de operarios en factorías o fábricas que
habitualmente se sitúan en las ciudades; tal vez el producto artesanal sea de
mayor calidad, pero a costa de una baja productividad y un mayor precio final,
mientras que el producto industrial, al beneficiarse de una mayor productividad,
es de menor precio y por ello permite el acceso de mayor cantidad de productos a
los consumidores. En definitiva, la artesanía fue la modalidad del sector
manufacturero que existió hasta la Revolución Industrial (ss. XVIII y XIX) y la
industria se ha impuesto desde entonces, quedando hoy la artesanía como un
mero reducto pseudofolclórico, de ínfimo valor económico.
49
HISTORIA DE ESPAÑA
También, y por iniciativa directa de la Monarquía, se fundó una
serie de establecimientos, las Reales Fábricas, que pese a su
nombre, tenían más de gigantescos talleres artesanales que de
auténticos establecimientos industriales al estilo de lo que
ocurría en Inglaterra por los mismos años. Se pretendía con ellas
reunir en un solo lugar todo el proceso de producción de ciertos
productos artesanales, especialmente los de lujo. De ese modo se
fundaron las Reales Fábricas de tejidos de Brihuega
(Guadalajara), que llegó a tener 4.000 trabajadores, y Ávila; la de
cristal en la Granja de San Ildefonso (Segovia); la de tabacos en
Sevilla y la de porcelanas en Madrid.. Sin embargo, las Reales
Fábricas supusieron una carga pesada para la Hacienda Pública
que las patrocinaba.
C. EL COMERCIO
El comercio experimentó avances muy importantes, en parte por
la desaparición de los impedimentos existentes al decretarse el
libre comercio del grano, la desaparición de las aduanas
interiores propia de la España de los Austrias (en línea con la
implantación del conocido proyecto unificador que supuso la
política de los Borbones y que se ejemplifica en los ya
mencionado Decretos de Nueva Planta) y la abolición del
monopolio con América que hasta el siglo XVIII había
ostentado la Casa de Contratación (que en 1717 pasó de Sevilla
a Cádiz). Recordemos que, durante los siglos anteriores, este
monopolio se había mantenido a duras penas frente a los
ataques de los contrabandistas ingleses y holandeses y que, en
realidad, para mantenerlo hubo que recurrir frecuentemente a
manufacturas extranjeras, dada la escasa capacidad productiva
de España, que se veía desbordada a la hora de abastecer el
inmenso mercado americano. También sabemos que en el
Tratado de Utrecht se abrió una importante brecha en ese
monopolio, al conceder a los ingleses el asiento de negros y el
navío de permiso.
Desde 1778 se abolió el monopolio castellano, que se fue
abriendo a otras zonas peninsulares (Galicia, Cantabria,
Cataluña), permitiéndose además el comercio intracolonial. Esto
provocó un incremento espectacular del comercio con América,
viéndose Barcelona muy favorecido por el mismo a lo largo del
XVIII.
También hay que destacar el papel beneficioso que ejerció la
Monarquía al mejorar las obras públicas, es decir, las
infraestructuras de los transportes.
50
INTRODUCCIÓN
51
HISTORIA DE ESPAÑA
7. LAS IDEAS IMPULSORAS
DEL CAMBIO: ILUSTRACIÓN Y
LIBERALISMO
Hasta aquí, una breve descripción de la realidad socioeconómica
de Europa y por ende de España en el siglo XVIII, realidad a la
que la historia conoce como Antiguo Régimen. A continuación
vamos a describir sucintamente las ideologías que a lo largo de
la transición entre los siglos XVIII y XIX animaron al cambio e
impulsaron, de un modo más o menos directo, el ciclo
revolucionario liberal-burgués, que como ya sabemos, abre la
era contemporánea. Tales son la Ilustración y el liberalismo. La
primera sirvió de crítica general al sistema; el segundo supuso
un programa sistemático de renovación del mismo, las bases de
la nueva sociedad que había de implantarse a continuación.
7.1. EL MOVIMIENTO ILUSTRADO: PRINCIPALES
CARACTERÍSTICAS. LAS IDEAS POLÍTICAS
A. CARACTERES PRINCIPALES DE LA ILUSTRACIÓN EUROPEA
La Ilustración fue el movimiento intelectual más destacado del
siglo XVIII. Originario de Francia, se basaba en la exaltación de
la Razón humana como principio rector de la acción del
individuo y del Estado, la búsqueda continua del progreso y de
la felicidad de los individuos, la valoración especial que se hace
de la educación adecuada de los seres humanos, considerados
buenos por naturaleza y sólo maleados por una deficiente y
malintencionada
educación
aferrada
a
los
principios
tradicionales (religión, fe ciega, principio de autoridad...). Muy
especialmente la Ilustración en general y también la española, se
preocupa por el progreso y el desarrollo encaminados a
proporcionar una vida mejor a todos, pensando naturalmente
en mejorar las condiciones de vida del pueblo. De ahí que se
valoren mucho las ciencias experimentales o que puedan tener
una aplicación práctica (hablo de las matemáticas, la
agronomía, la náutica, la geografía, la geología, la astronomía,
etcétera),
despreciando
en
consecuencia
las
ciencias
especulativas que se habían desarrollado a lo largo de los siglos
precedentes y sobre todo despreciando materias de escasa
aplicación práctica, como la teología o las lenguas clásicas.
La exaltación de la Razón, a veces deificada como la Diosa
Razón, les lleva a rechazar, algo sin precedentes en la historia
europea, a la propia religión, hasta el punto de que muchos
ilustrados se muestran al borde del ateísmo o son ateos
declaradamente. La consecuencia inmediata de esta actitud será
un profundo anticlericalismo. Tampoco se escapa de la crítica
ilustrada el conjunto caracteres de su época. Es de destacar la
crítica a la que algunos ilustrados franceses sometieron al
sistema político imperante en la época, el Absolutismo. Hay
que destacar en este terreno, por un lado, el principio de la
52
INTRODUCCIÓN
separación de poderes, y por otro el de la soberanía nacional.
Ambos serán retomados más adelante por el liberalismo como
elementos clave del nuevo Estado.
B: LAS IDEAS POLÍTICAS ILUSTRADAS: SEPARACIÓN DE
PODERES Y SOBERANÍA NACIONAL
1. El francés Montesquieu, en su obra El Espíritu de las Leyes
de 1748, es el creador del principio de la separación de los
poderes del Estado.
Es fundamental comprender y retener este concepto, dado el
hecho de que, como queda dicho, el pensamiento político liberal
lo asumió posteriormente y lo introdujo en la configuración de
los Estados que fueron surgiendo con posterioridad a la
Revolución Francesa (1789-1799). Se trata de asegurar que cada
uno de los poderes del Estado estén desempeñados por
personas u órganos distintos, que se contrapesen y controlen,
de modo que sea imposible un poder absoluto, como el que
existe en época de Montesquieu: en la Monarquía absoluta todos
estos poderes, de una u otra forma, los ostenta el rey.
¿Y cuáles son estos poderes del Estado? Hay que partir de la idea de
que en todo grupo humano, por pequeño que sea y por simple que sea
su organización, han de existir tres capacidades de naturaleza diferente.
Por un lado, la capacidad o poder de crear las normas que regulan la
convivencia, en especial las que son de carácter coercitivo u obligatorio;
en segundo término, la capacidad para dirigir el grupo o la sociedad
sobre la base de tales normas: lo que en sociedades primitivas sería la
jefatura o liderazgo y en sociedades más organizadas se conoce como el
gobierno; finalmente está la capacidad para imponer el cumplimiento
de las normas y, llegado el caso, castigar a quienes las incumplan.
Los Estados, cuyo origen se sitúa, como vimos, en el inicio de la
Edad Moderna (en España, en la época de los Reyes Católicos),
se pueden considerar como la fase superior de la organización
político-social de grandes grupos humanos, y como tales,
también exigen de la existencia de esos poderes, que se conocen
como poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial. En el
Absolutismo, la voluntad del rey es, por definición, la ley, y tal
voluntad no está sometida a nada ni nadie, ya que el rey es
soberano; por otro lado, como resulta evidente, el poder político,
el gobierno, lo ejerce el rey, aunque para ello sea necesaria la
colaboración de otras personas; finalmente, el rey es la clave de
bóveda del sistema judicial, dado que, aunque por motivos
obvios no pueda juzgar todos los casos que a la Justicia se le
puedan plantear, siempre conserva la potestad de resolver en
última y definitiva instancia, sin ninguna limitación (incluso, si
es preciso, contradiciendo decisiones previas o las leyes
emanadas de su voluntad). El sistema, como se puede apreciar
es totalmente arbitrario y depende en exclusiva —al menos en
teoría— de la voluntad del monarca soberano.
Sin embargo, Montesquieu (y el liberalismo del siglo XIX, que
toma de este pensador francés esta idea fundamental)
propondrán la siguiente asignación de poderes, con la
intención de configurar un sistema libre de arbitrariedad:
53
HISTORIA DE ESPAÑA
-
-
Al rey —no se contemplaba normalmente la posibilidad de
instaurar sistemas republicanos— le corresponderá sólo el
poder ejecutivo33.
A un parlamento representativo de la nación (lo que implica
que debe emanar de unas elecciones) le corresponde el poder
legislativo, si bien es cierto que en los primeros sistemas de
monarquía parlamentaria se reservan ciertas funciones
legislativas al rey. Esta institución, por razones de tradición
histórica, tomará en España el nombre de Cortes
Y, finalmente, a un cuerpo de jueces independientes les
corresponde la función judicial.
2. En el mismo terreno de las ideas políticas de la Ilustración,
por otro hay que señalar muy especialmente la obra del
ginebrino Jean Jacques Rousseau, el teórico de la soberanía
nacional en su obra El Contrato Social.
No menos importante que el anterior es este concepto, porque lo
volveremos a mencionar repetidas veces a lo largo de este y los
siguientes temas, por ser, como es, uno de los conceptos clave
de la ideología liberal-burguesa.
Soberanía quiere decir “poder político supremo”, de ahí que en
sentido estricto soberano sea aquel “individuo o conjunto de
individuos que ostentan un poder político supremo” en su
respectivo país, sin dependencia alguna a cualquier otro poder
político interno o externo, no sometido a ningún poder superior y
sólo equiparable a cuantos otros poderes soberanos coexistan en
el mundo. De ahí que durante la época de la Monarquía absoluta
al rey se le llamara rey soberano o simplemente el soberano34.
Por su parte, nación es un conjunto de personas que viven en
comunidad en un territorio determinado, que están
políticamente organizadas (o que al menos aspiran a estarlo) y
que comparten, o tienen el sentimiento de compartir, una
historia, una cultura, una religión, una lengua... comunes. Se
habla así de la nación española, la nación francesa, la nación
italiana... o la nación catalana35.
Combinando los dos conceptos hallamos muy fácilmente qué
quiere decir Rousseau cuando habla de soberanía nacional,
que no es más que entender que el auténtico soberano de un
Estado, la máxima y suprema autoridad de ese Estado, es o
debe ser el conjunto de personas al que llamamos nación y
en modo alguno el rey o cualquier otro tipo de órgano político.
De ese modo, el poder y la autoridad del rey o sus ministros y la
validez de las leyes deben emanar, deben proceder, de la
33 Más adelante, en los siglos XIX y XX, se producirá un traspaso de poderes
del rey a los Gobiernos: tal es el modelo de organización que está implantado en
los Estados democráticos actuales, y en por supuesto en la España democrática
salida de la Constitución de 1978.
34
Lo cual era estrictamente correcto sólo en la Monarquía absoluta; por
tradición, o por error, se les ha seguido llamando así a los reyes, pero en sentido
estricto nuestro rey o cualquier otro de un país democrático no es, en modo
alguno un rey soberano.
35
Es un término equiparable al de pueblo, y que no debes confundir ni con país,
término de significado geográfico o territorial, ni con Estado, organización
política con un ámbito territorial determinado, un conjunto de ciudadanos, un
ordenamiento jurídico y unas autoridades propias.
54
INTRODUCCIÓN
soberanía popular, de la voluntad36 de la nación. Y por lo tanto,
en definitiva, están sometidos a ella y a su servicio. Ello, huelga
decirlo, rompía radicalmente con la concepción política del
Absolutismo, que se basaba en al soberanía personal del rey y
con la del Estado absolutista como un patrimonio al servicio de
los intereses del soberano regio.
7.2.
EL
LIBERALISMO
BURGUÉS
IDEOLOGÍA DE LAS REVOLUCIONES
COMO
El liberalismo fue la ideología que fue conformado la burguesía a
lo largo del siglo XVIII y con la que se enfrentó al Antiguo
Régimen. Como se decía más arriba, supuso una auténtica
propuesta programática, en la que se esbozaban de manera
sistemática los rasgos de Estado liberal que habría de sustituir
al absolutista. Pocas veces en la Historia se acometió un cambio
tan revolucionario y al mismo tiempo tan premeditado y
diseñado como el que supusieron las revoluciones liberalburguesas37. Además hay que señalar que el liberalismo
político vino acompañado por un liberalismo económico, que
suponen el anverso y el reverso de la misma moneda. De la
importancia de ambas ideologías dan muestra no sólo el hecho
de que hayan configurado, para bien o para mal, el mundo
contemporáneo hasta la actualidad (al menos en los países
desarrollados), sino el que ambos pensamientos (que, insisto, en
el fondo son uno solo) existan todavía hoy y sigan siendo
enarbolados por sus defensores con ese mismo nombre:
liberalismo.
Acabamos de mencionar dos de los rasgos más destacados de la
ideología política de la Ilustración y ambos se configuraron como
la base del liberalismo político: la separación de poderes y la
soberanía nacional. Además de ellos, como complemento
imprescindible, el liberalismo defendía las siguientes ideas:
36
En este sentido, Rousseau parte de una ficción que todavía hoy subsiste como
base de los sistemas democráticos, esto es, que la nación, en su conjunto, tiene
una y sólo una voluntad y que, para cada caso concreto, toma una y sólo una
determinación, sin que cuenten las opiniones ni las voluntades contrarias, que
se respetarán pero en modo alguno minorarán la validez universal y la
obligatoriedad de la decisión de la voluntad de la nación, expresada
habitualmente a través de sus representantes en el Parlamento. Dicho de otro
modo, que la voluntad de la mayoría es (se considera) la voluntad del conjunto
de la nación. Procura darte cuenta de la importancia que tiene esta presunción,
dado que la convivencia no sería posible si la minoría no se sintiera vinculada
por las decisiones de la mayoría amparándose en conceptos tales como la
libertad o el derecho de expresión; las consecuencias para la vida en sociedad
serían funestas.
37
El concepto de revolución que se debe manejar en historia no es, frente a lo
que se suele creer en primera instancia, equivalente a revuelta, levantamiento,
motín popular... Cierto es que en las “revoluciones” (por ejemplo la Francesa —de
1789 a 1799—, las de 1848 en Francia y otros países, la de 1868 en España, la
rusa de 1917, etcétera) hay episodios violentos en los que el pueblo interviene de
manera decisiva, al mando de —manejado por, manipulado por— cierta elite
política, intelectual, religiosa o militar. Pero no podemos confundir la parte con el
todo, porque también es cierto que junto a esos episodios de violencia colectiva
hay momentos de pacífica institucionalización de los cambios, que se llevan a
cabo en los despachos de los órganos del Estado. Esa y no otra es la esencia de
las revoluciones, el cambio radical y relativamente rápido de las estructuras
profundas a partir de una determinada situación política, económica...
55
HISTORIA DE ESPAÑA
— Establecimiento en todo el ordenamiento jurídico del
principio de igualdad ante la ley. La consecuencia
automática de ello es el fin de los privilegios y de los
estamentos —dado que se basaban en el principio de
aceptación de las desigualdades ante la ley38—, de los
estatutos jurídicos privativos de cada grupo social. Esta
era una de las grandes aspiraciones de la burguesía, pero
hay que destacar que este principio no se basaba en una
aspiración de igualdad socioeconómica o de igualación de
los niveles de vida; una vez conseguido el propósito de
obtener una igualdad de oportunidades legales, poco
importaba a la burguesía la situación real de las capas
populares de la sociedad39. La manifestación más
importante de la igualdad es la universalización de la
obligación de contribuir a las cargas del Estado mediante
el pago de impuestos.
— Mantenimiento de la monarquía40, pero con carácter
parlamentario, es decir, limitada por el hecho de que se
le arrebatara el poder legislativo, que pasaría a un
Parlamento.
— Existencia de un Parlamento, que además debía ser
esencialmente representativo de la nación. Ello
significaba que se instauraba la ficción de que el
Parlamento
“re-presentaba”,
“hacía
presente
por
delegación” al conjunto de la nación y expresaba su
voluntad. Por ello se hacía necesario que dicho órgano del
Estado fuera elegido a través de unas elecciones41.
— Reconocimiento42 de libertades y derechos individuales
de carácter político. El primero de ellos en una ordenación
lógica sería el derecho a la libertad de conciencia y de
pensamiento, incluyendo la libertad religiosa; la
manifestación externa más elemental de dichos derechos
38
Ver al respecto lo dicho en la página 45.
Esta aspiración a la igualdad socioeconómica o, en expresión más cargada de
intencionalidad, a la justicia social, se dará en una fase histórica posterior,
correspondiente al despertar de movimiento obrero en la segunda mitad del siglo
XIX. De ello tendremos ocasión de hablar más adelante.
40
Inicialmente, el liberalismo no defendió posturas republicanas, y de hecho, el
republicanismo no se instituyó de forma estable en Francia —país de referencia
en todo el ciclo revolucionario, no lo olvidemos— hasta 1870. Las postura
republicanas fueron surgiendo en España a partir de los años 40 del siglo XIX y
hubo que esperar a 1873 para que se implantara la I República española, que
fracasó en pocos meses.
41
Éstas son un concepto político que aparece con las revoluciones burguesas.
En el Antiguo Régimen, las instituciones que vagamente representaban a la
nación (Cortes en España, Estados Generales en Francia...) se conformaban de
los modos más variados (pertenencia directa de grandes nobles o cargos
eclesiásticos, designación de representantes por parte de ciertas ciudades, en
ocasiones por sorteo, etcétera). La novedad principal es que ahora aparece un
cuerpo único de votantes que eligen entre una serie de candidatos libremente
presentado para representar a una determinada circunscripción. Sin embargo,
todavía estamos lejos de la aparición de los partidos políticos, fenómeno que
surge a mediados del siglo XIX y sólo se consolida en el XX.
42
Esta expresión, reconocimiento, y no otra, es la correcta: no se trata de que el
Estado otorgue gratuitamente una serie de libertades y derechos, sino que
simplemente reconoce que los ciudadanos, por su mera condición de tales o, más
aun, de seres humanos, tiene por naturaleza unos derechos y libertades que no
puede dejar de respetar. Ello es muestra de la sacralización que afecta a dichos
derechos y libertades, que se convierten en intangibles.
39
56
INTRODUCCIÓN
implicaría otro: el de la libertad de expresión, que a su vez
lleva aparejados los derechos de asociación, reunión con
fines pacíficos, manifestación con iguales fines y, por
último, el derecho a la libertad de imprenta o de prensa (a
publicar por cualquier medio las propias opiniones). En el
terreno procesal, se consagra el derecho a la presunción
de inocencia de los acusados de algún crimen, con lo que
la “carga de la prueba” —la obligación de probar
racionalmente algo— se desplazaba del acusado al
acusador, ya fuera particular o el propio Estado43.
— Respeto a la propiedad privada. Ello implicaba varias
cosas: en primer término, que quien fuera propietario de
un bien lo debía ser de forma absoluta, con todas las
facultades, incluida la de enajenar, por lo que no tenía
sentido mantener bienes amortizados; en segundo lugar,
el Estado adquiría un compromiso fundamental de
defensa de la propiedad privada frente a posibles
agresiones (robos, destrucción, ocupación de fincas) y de
autolimitación respecto de las propiedades particulares,
que sólo en casos justificados podrían ser expropiadas. Es
evidente que esta principio interesaba sólo a quienes
poseían bienes en cantidades apreciables o aspiraban a la
obtención de bienes desamortizados, esto es, a la
burguesía liberal.
— Tal vez la clave para entender los ordenamientos jurídicopolíticos de los nuevos Estados liberales sea el
entendimiento de que las leyes son la expresión palmaria
de la voluntad de la nación a través de sus representantes
en el Parlamento. Dado que partimos del principio de
soberanía de la nación, la consecuencia de ello es el
sometimiento de todos, pero muy especialmente de los
poderes públicos, a la ley. Ninguna persona puede actuar
lícitamente en contra de una ley; ninguna norma puede
ser contraria a la ley, salvo que sea una nueva ley
divergente establecida con todos los requisitos necesarios.
Queda superada, pues, la arbitrariedad propia del Antiguo
Régimen, en el que la ley era la voluntad del rey en cada
momento.
— En este mismo orden de cosas, los regímenes liberales
convierten en algo esencial del nuevo Estado y en símbolo
de la revolución el establecimiento de una Constitución
entendida como la ley suprema, la Ley Fundamental, la
Ley de Leyes44. Una Constitución es, desde el punto de
vista formal, una ley, pero la más importante de las leyes
43
A lo largo del siglo XIX el catálogo de derechos individuales se fue ampliando
(inviolabilidad del domicilio o la correspondencia, libertad de circulación o
residencia, etcétera). En el siglo XX, como veremos para el caso español,
aparecen los derechos colectivos (protección del trabajo, de la cultura propia, de
las minorías…). Hoy día, la panoplia de derechos de todo tipo reconocidos a los
ciudadanos de un Estado democrático es amplísima: tal es la esencia de dicho
Estado.
44
Descontando el peculiar sistema político británico —que era ya liberal avant la
lettre desde el siglo XVII pero que carecía y carece aún hoy de una Constitución
escrita, sustituida por un difuso conjunto de normas escritas y no escritas de
más variado origen—, la primera Constitución como tal fue la norteamericana de
1783, surgida como consecuencia de la Guerra de Independencia, para muchos
en realidad la primera revolución liberal-burguesa de la Historia.
57
HISTORIA DE ESPAÑA
de un Estado, tanto es así que se dice que con ella nace,
se constituye, un nuevo Estado sobre el territorio y con los
ciudadanos del anterior, que se liquida. Se dice de ella
que es la Ley de Leyes porque, efectivamente, el resto de
las leyes deben su eficacia a la Constitución y están
sometidas a la misma, de modo que no pueden entrar en
contradicción con ella. Debe ser, por tanto, la norma
básica y suprema del Estado. Desde el punto de vista
material, de su contenido o materia, una Constitución al
menos debe contener los principios básicos de la
organización del Estado y los derechos y deberes básicos
de los ciudadanos —parte dogmática— y los rasgos
esenciales de las instituciones u órganos políticos del
Estado —parte orgánica—, esto es, de qué órganos van a
tener qué poderes, cómo se van a relacionar entre sí, etc.
Y desde el punto de vista procedimental, del
procedimiento que necesariamente se ha se seguir para
que una Constitución reciba ese nombre, no es
idealmente producto del poder legislativo, sino que debe
derivar de un poder supremo que sería el poder
constituyente. ¿Y quién ostenta el poder constituyente? En
un sistema que reconoce la soberanía nacional, el poder
constituyente lo ostenta el conjunto de la nación. Por lo
tanto el Parlamento que redacta la Constitución lo hace,
más que en ningún otro caso, como representante del
pueblo soberano, que es el auténtico depositario de la
capacidad de darse a sí mismo una Constitución. Es ese
el motivo de que, habitualmente aunque no sea
imprescindible, las Constituciones deban pasar por el
trámite de ser aprobadas en referéndum por el pueblo45.
Una vez enumerados los rasgos esenciales del pensamiento
liberal (y de los Estados liberales que sobre él se fueron
construyendo a lo largo del siglo XIX) es preciso hacer dos
reflexiones de cara a la comprensión de la materia que a lo
largo del curso vamos a analizar:
1. En primer lugar hay que hacer notar que estas
características corresponden al liberalismo puro, a un
liberalismo ideal que se fue modulando y adaptando
conforme iba siendo aplicado en la práctica. Así, irás dándote
cuenta de que muchos de los principios aquí enunciados
serán traicionados u olvidados en las primeras formas del
Estado liberal español: a menudo se conculca la libertad
religiosa, o se restringe la libertad de prensa hasta hacerla
desaparecer; se persigue a los enemigos políticos o se reserva
el derecho al voto a los más ricos, postergando a las capas
más humildes a un papel de meras comparsas y
manteniendo sólo formalmente el principio de igualdad ante
la ley; otras veces se traicionarán los principios de
separación de poderes o se mantiene de forma encubierta la
soberanía real, dejando en papel mojado la soberanía de la
nación…
45
El hecho es que algunos reyes absolutos a lo largo del siglo XIX, para dar
cierta apariencia de cambio, decidieron dotar a sus países de Leyes
Fundamentales que no pueden recibir con propiedad el nombre de
Constituciones, sino otro, como el de Estatuto Real o Carta Otorgada, porque no
emanaban del poder soberano del pueblo, sino del poder soberano del monarca,
quién, para entendernos, porque le venía en gana, haciendo uso de su poder
absoluto, se limitaba a sí mismo el poder.
58
INTRODUCCIÓN
2. En segundo lugar llamo tu atención respecto del hecho
indudable de que las características antes mencionadas lo
son también de los actuales Estados democráticos. De hecho
no se puede negar que existe una continuidad evolutiva
entre los Estados liberales del siglo XIX y las democracias del
XX hasta el punto de que se puede afirmar que la distinción
es más didáctica que real y que, puestos a hallar alguna
diferencia, ésta sería más cuantitativa que cualitativa: el
Estado democrático del siglo XX consagra una mayor
libertad, en él los derechos o la separación de poderes están
más garantizados. En los países —pocos: EE.UU., Francia y
Reino Unido— en los que el proceso histórico no se vio
gravemente alterado en ningún momento, no es posible
delimitar con precisión cuándo el Estado, más que liberal, se
convirtió ya en democrático46.
7.3. EL LIBERALISMO ECONÓMICO
No se puede entender en toda su plenitud el liberalismo político
ni el afán de la burguesía por instaurar un Estado sobre bases
completamente diferentes sin hacer una brevísima referencia al
liberalismo económico. No hay que perder de vista el hecho de
que los burgueses eran en esencia hombres de negocios y que,
en definitiva, lo que pretendían con las revoluciones era crear un
marco jurídico y económico que les permitiese prosperar en los
mismos.
También es preciso tener en cuenta cómo era el sistema
económico del Antiguo Régimen: se trataba de un sistema
excesivamente reglamentado y rígido, en el que, como ya
sabemos, los gremios impedían la competencia en el sector
manufacturero, el comercio estaba sometido a importantes
trabas (recuerda lo dicho respecto del monopolio castellano con
América) y en el que la compraventa de tierras estaba
prácticamente bloqueada como consecuencia de la amortización
de las mismas. Además, era un sistema muy paternalista con los
artesanos asalariados y con los campesinos arrendatarios, que
pese a que sus condiciones de vida eran muy precarias, tenían al
menos su sustento y su trabajo asegurado por múltiples
medidas legales, usos y costumbres.
Frente a este sistema, los economistas liberales47 proponen un
sistema desprovisto de tales encorsetamientos, en la que los
46
Por supuesto hay que destacar también el que muchos de los caracteres
propios de la democracia actual han sido consecuencia de las reivindicaciones
tradicionales del movimiento obrero y en general de la izquierda no liberal en su
afán por conseguir mayores derechos y cotas de libertad, participación real en el
sistema político y, en definitiva, un mayor bienestar.
47
Se puede afirmar que el nacimiento de la economía como ciencia —la
“economía política”— se debió a los creadores del pensamiento económico liberal
—Adam Smith, Thomas Robert Malthus, David Ricardo— entre fines del siglo
XVIII y la primera mitad del siglo XIX, ya que hasta aquel momento lo que había
habido era teorías bastante poco rigurosas, muy a menudo simplemente
especulativas, sobre el funcionamiento de la economía. Sobre las teorías de este
liberalismo económico, conocido como Escuela Clásica, se construyó el
capitalismo del siglo XIX, el que asociamos con la Revolución Industrial y aún
hoy son defendidas por la corriente neoclásica, conocida más por la expresión de
sus detractores: neoliberalismo, asociada al fenómeno de la globalización.
59
HISTORIA DE ESPAÑA
factores productivos fluyeran libremente sin trabas ni normas
excesivamente rígidas. De ahí que, como ya veremos, algunas de
las primeras medidas que se tomen en las Cortes de Cádiz —la
primera revolución liberal-burguesa de la historia de España—
sean las de suprimir los gremios o tender a la desamortización
de bienes en “manos muertas”.
Por sintetizar, las ideas y propuestas del liberalismo económico o
Escuela Clásica son:
60
-
La riqueza de las naciones, el crecimiento económico, se debe
a la suma de los esfuerzo en todos los sectores —
agricultura, industria, comercio—, sin que se pueda destacar
en especial ninguno (como había hecho siglos antes la
corriente de los mercantilistas, que consideraban que la
riqueza
procedería
exclusivamente
del
comercio
internacional, es decir, de obtener un saldo favorable entre
importaciones y exportaciones y de acumular, en
consecuencia, metales preciosos fruto de ese saldo; o los
economistas fisiócratas, que creían que la riqueza sólo se
generaba con las actividades agrarias).
-
Cada individuo debe buscar su propio beneficio individual;
ello es lo natural, y no debe haber trabas que lo impidan, de
modo que si todos obtienen beneficios de modo individual, de
manera indirecta será el conjunto de la sociedad la que
obtenga ventajas.
-
La consecuencia de ello es que la economía se debe basar en
los principios de la libre empresa, la libertad económica, es
decir, que no se deben poner ni limitaciones ni obligaciones
respecto de la ocupación que cada uno quiera tener más que
las que se deriven de su capacidad física, intelectual o
financiera. Cada cual deberá poder dedicarse a trabajar en el
trabajo que desee, siempre que encuentre quién lo emplee, o
bien podrá establecer el negocio que mejor le parezca,
siempre que cuente con los recursos financieros necesarios.
-
Otro de los principios que se deben mantener es el del libre
mercado y la libre competencia. Todos los productores
deben competir entre sí en precio y calidad, de modo que, en
una especie de darwinismo económico avant la lettre, sólo
deberían subsistir las empresas más eficientes, las que mejor
sean capaces de enfrentarse al mercado. Ello hará que la
economía general prospere.
-
El mercado sólo debe regirse por unos principios que actúan
automáticamente en cuanto se retiran las trabas legales que
lo impiden: son la ley de la oferta y la de la demanda, por
las cuales el precio y la cantidad de un determinado
producto se regulan en el mercado de forma espontánea. Las
empresas que no puedan ofrecer un determinado producto al
precio establecido por el mercado, deben desaparecer por
ineficientes (ya que otras sí son capaces de hacerlo); los
consumidores que no puedan o no estén dispuestos a
adquirir un determinado producto deberán quedarse sin él,
ya que hay otros muchos que lo harán.
INTRODUCCIÓN
-
La libertad debe llegar también a los intercambios de
mercancías, por lo que la tendencia debe ser la de la
eliminación de monopolios establecidos legalmente, la de las
concesiones comerciales en exclusiva a determinadas
Compañías y la de los aranceles. A esta tendencia se le llama
librecambismo48.
-
También la libertad debe llegar al mundo de las relaciones
laborales, dando por supuesta la ficción de que patronos y
obreros firmaban contratos libremente y en un plano de
igualdad —cuando realmente había una clara superioridad
del opulento empresario frente al necesitado obrero—; la
consecuencia de ello fue la explotación de la mano de obra
en la primera fase de la Revolución Industrial y las penosas
condiciones de vida de un nuevo grupo social, el de los
obreros industriales o proletariado.
-
También los salarios se deberían someter a la ley de la
oferta y la de demanda, considerando en este caso oferta a
la cantidad de trabajadores dispuestos a trabajar, demanda
las necesidades de trabajadores que tienen las empresas y
precio el salario con el que re remunera al trabajador. La
consecuencia de ello, en un sistema económico caracterizado
la abundancia de máquinas, la llegada masiva de
trabajadores del ámbito rural y la escasa cualificación que
habían de tener (por tanto, facilidad para ser sustituidos),
eran las precarias condiciones laborales, la nula seguridad
en el puesto de trabajo y, en definitiva, los salarios de
miseria49.
-
Esa libertad económica (“liberalismo”) implicaba pues que el
Estado debía limitar al máximo su actuación económica,
simplemente garantizando la seguridad interior y exterior, el
pacífico disfrute de la propiedad y el cumplimiento de los
contratos, deudas y obligaciones de todo tipo mediante unas
leyes eficientes y unos tribunales dignos de confianza,
absteniéndose de intervenir en la economía en la medida de
los posible, especialmente a través de normas que limitaran
la libertad de los agentes económicos. A lo sumo, debía
intervenir en la creación de infraestructuras cuyo coste
excediera de las posibilidades de las empresas privadas. Ello
se resumía en la célebre frase laissez faire, laissez passer
48
El librecambismo es un tipo de política económica encaminada a favorecer los
intercambios comerciales entre distintos países, mediante la reducción de los
aranceles aduaneros. Estos aranceles son a modo de tasas que han de pagar los
productos importados en el país de destino. Los aranceles se repercuten en el
precio del producto, por lo que hace menos competitivo respecto de productos
nacionales. Como te puedes imaginar, los productores del país suelen pedir la
política contraria, el proteccionismo, que permite proteger la producción nacional
a través, entre otras medidas, del establecimiento de elevados aranceles. Pero
esto tiene una consecuencia perversa, que no es otra que el hecho de que si se
establecen elevados aranceles en un país, los demás países también los
establecerán para los productos del país proteccionista. El resultado es un
decaimiento de las relaciones económicas internacionales y una pérdida de
mercada para todos.
49
Malthus llegó a afirmar que indefectiblemente los salarios de los trabajadores
habrían de estar en un nivel de simple subsistencia, ya que si se aumentaba, la
consecuencia sería el aumento de los hijos, que enjugaría la ventaja adquirida
por dicho aumento. En el fondo, no defendía esta situación, sino que creía de
forma pesimista que era lo natural, que no había más opción que esta en una
economía de mercado.
61
HISTORIA DE ESPAÑA
(dejar hacer, dejar pasar), que se convirtió en el lema del
liberalismo económico.
Cuando estas ideas, de una forma más o menos fiel, se fueron
aplicando al hilo de las revoluciones burguesas, los grandes
beneficiados fueron los mencionados hombres de negocios, los
burgueses, que a partir de entonces pudieron producir lo que les
pareciera más conveniente para obtener ganancias, adquirir
materias primas y fuentes de energía donde mejor les pareciera,
pudieron introducir mejores técnicas y competir entre sí en
busca del mayor beneficio y pudieron vender sus productos a
quien quisiera comprárselos y contratar a los trabajadores
prácticamente por un salario sólo suficiente para mantenerlos
con vida. Es innegable que el liberalismo económico favoreció el
proceso industrializador y en definitiva, el crecimiento
económico, pero supuso un enorme distanciamiento entre la
actividad económica y la ética y se despreocupó de los problemas
sociales50 51 .
50
Podrás apreciar que buena parte de las características antedichas son
aplicables a la economía actual de los países desarrollados, entre ellos España,
no en vano la propia Constitución define la economía española como de mercado
o libre empresa. Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, y debido
especialmente a la presión de los trabajadores organizados en el movimiento
obrero, la economía de mercado fue adquiriendo un mayor contenido social,
hasta llegar a lo que, desde la segunda mitad del siglo XX se conoce como el
Estado del Bienestar organización política y económica en la que las
instituciones políticas intervienen moderando los excesos del libre mercado
51
El adjetivo social tiene en nuestra disciplina un valor entendido y con él nos
referimos en Historia específicamente a todas aquellas cuestiones relativas a las
capas más desfavorecidas de la sociedad —es decir, en este contexto, a los
campesinos y obreros industriales—, y no a ésta en su conjunto. Así, se habla de
problemas sociales, sublevación de tipo social o medidas sociales. Recuerda, en
este sentido, la actual existencia del Ministerio de Asuntos Sociales.
62
INTRODUCCIÓN
63
HISTORIA DE ESPAÑA
8. LOS ANTECEDENTES DE
LA PRIMERA REVOLUCIÓN
LIBERAL EN ESPAÑA:
CONTEXTO INTERNACIONAL
Y REINADO DE CARLOS IV
Como queda ya dicho en diversos lugares, tradicionalmente la
historiografía española ha situado en los sucesos de 1808 el
inicio de nuestra Edad Contemporánea. Sin embargo, lo que
sucedió en aquel año fue producto de su época, de unos
antecedentes en los que tenemos que detenernos. En primer
lugar, hablaremos de lo ocurrido en Francia entre 1789 y el
citado año, por su influencia múltiple en la historia de España.
En segundo lugar, haremos una breve referencia al reinado de
Carlos IV de España, especialmente en lo que se refiere a su
política exterior de sometimiento a las directrices francesas que
llevó al desastre de la Guerra de la Independencia.
8.1
EL
CONTEXTO
INTERNACIONAL
DEL
REINADO
DE
CARLOS
IV:
REVOLUCIÓN
FRANCESA E IMPERIO NAPOLEÓNICO
A. LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1799)
A la altura de 1789, Francia estaba constituida como una
monarquía absoluta en la persona de Luis XVI. Al agotamiento
de las formas políticas del Antiguo Régimen y también de sus
caracteres sociales —la sociedad estamental—, que habían sido
dura y largamente criticadas por los intelectuales ilustrados,
como Montesquieu y Rousseau, hay que añadir una gravísima
crisis financiera, provocada en gran medida por el esfuerzo que
supuso para Francia su participación en la Guerra de las Trece
Colonias o de la Independencia de los EE.UU. (1777-1783), que
puso al Estado francés al borde de la quiebra y una crisis de
subsistencia, consecuencia de una coyuntura de malas
cosechas que generaron un alza de los precios del trigo. Al
malestar de las elites intelectuales burguesas, que piden
reformas en profundidad del sistema político y social, se une por
lo tanto el de las clases populares, azotadas por el hambre y la
carestía de la vida.
En este contexto, los ministros de Hacienda de Luis XVI no ven
más solución que la de que los grupos privilegiados, nobleza y
clero, contribuyan al sostenimiento del Estado pagando
impuestos. Ante semejante proyecto, que atacaba a la raíz de
sus privilegios, lo nobles consiguen que el rey convoque los
Estados Generales52. Pero la jugada les sale mal, porque los
52 Los Estado Generales son el equivalente más cercano a las Cortes españolas,
es decir, son una reunión de representantes de los distintos estamentos que
64
INTRODUCCIÓN
representantes del Tercer Estado, —es decir, la burguesía,
auténtico grupo protagonista de esta Revolución y de todas las
que se darán en Europa hasta la segunda mitad del siglo XIX—
terminan por abandonar la reunión oficial y se constituyen en
una autodenominada Asamblea Nacional53, representante de
todo la nación sin distinción de estamentos y que el rey
terminará, por la fuerza de los hechos, por reconocer como
legítima Cámara de representación de la nación. A partir de
entonces los acontecimientos se suceden de forma vertiginosa:
se produce una serie de sublevaciones o motines populares, se
suprimen los derechos feudales que un subsistían en Francia54 y
se elaboran una Declaración de Derechos del Hombre y del
Ciudadano y una Constitución —la de 1891, primera del
continente europeo— que recogen los principios básicos del
liberalismo político. Se trataba una serie de cambios radicales
que acababan de un plumazo con el Antiguo Régimen.
A partir de ahí, los acontecimientos se van precipitando por una
pendiente de progresiva radicalización 55 que tiene su
culminación en la destitución de Luis XVI y su posterior
ejecución bajo la guillotina, durante la etapa del Terror jacobino.
En este periodo, que se conoce como la Convención (17931795), las restantes potencias europeas, preocupadas por un
posible contagio de las ideas revolucionarias, declaran la guerra
a Francia —la llamada Guerra de la Convención—, iniciándose
así una etapa de sucesiva coaliciones antrifrancesas que se irán
renovando hasta la caída de Napoleón, en 1815. España no
estará ajena a este movimiento, como veremos enseguida.
B. EL PERIODO NAPOLEÓNICO (1799-1815)
Desde 1795, la Revolución, sin abandonar la forma republicana,
comienza una fase de moderación, convirtiéndose Francia en
una República burguesa moderada (el Directorio), que dará
pasó, desde 1799, a una dictadura personal de Napoleón (fase
conocida como el Consulado). A este personaje se le suele
calificar, en sentido figurado, como de “hijo de la Revolución”,
en el sentido de que no renuncia a los principios fundamentales
de la misma56; es más, aspira a imponerlos por toda Europa.
componían la nación. Dado que la votación se hacía tradicionalmente por
“brazos” o “estamentos” (había reuniones por separado de los representantes de
cada estamento y cada uno de ellos tenía un solo voto, de un total, por
consiguiente, de tres votos), los dos estamentos privilegiados, nobleza y clero,
tenían el convencimiento de que las propuestas reformistas serían formalmente
rechazadas.
53
Observa cómo ya desde esta denominación se encuentra el afán por que
aparezca el concepto de nación en su sentido rousseauniano y el de que se
manifieste la unicidad de la misma frente a la sociedad estamental tripartita.
54 Es estos derechos feudales nos referiremos más adelante cuando hablemos de
su equivalente en España, los señoríos jurisdiccionales. Dejo para entonces la
explicación de este concepto.
55 Sin ánimo de profundizar en el tema, las etapas en las que se divide la
Revolución Francesa son las siguientes: Asamblea Nacional (1789); Asamblea
Constituyente (1789-1791); Asamblea Legislativa (1791-1793); Convención
(republicana), que incluye la etapa del Terror jacobino (1793-1795); y Directorio
(1795-1799).
56
Dado su origen plebeyo, hay un principio que le será siempre especialmente
querido, el de la igualdad ante la ley; por el contrario, se puede decir que en su
labor de gobierno prescindió de la separación de poderes y de las libertades
políticas.
65
HISTORIA DE ESPAÑA
Pero su trayectoria es profundamente contradictoria, por cuanto
desde 1803 se va a proclamar emperador, con el consentimiento
del pueblo francés, y porque su más que admirable aspiración
de difundir los principios liberales que habían informado la
Revolución por toda Europa la une a su ambición personal de
someter todo el continente a Francia, cosa que conseguirá,
por la fuerza de las armas, excepción hecha de Inglaterra.
Precisamente esta ambición le hará enfrentarse con las grandes
potencias del momento —Prusia, Austria, Rusia e Inglaterra—
que obviamente se resisten ferozmente a ello y en el marco de
esas campañas por el dominio de Europa, Napoleón invadirá
España: La reacción del pueblo español desencadenará la
Guerra de la Independencia, que terminará por significar el
principio del fin del poderío militar napoleónico sobre Europa.
8.2. EL REINADO DE CARLOS IV ENTRE 1788 Y
1807: LA FIGURA DE GODOY.
El reinado Carlos IV, hijo del monarca ilustrado por excelencia,
Carlos III, va a suponer para España una de los periodos más
negros de su historia por lo que se refiere a la actitud y a la
conducta del jefe del Estado. Estaba casado con María Luisa de
Parma, que era quién realmente mandaba en la Corte, y pronto
dio claras muestra de ser un hombre de escaso talento y
voluntad, una persona en absoluto capacitada para afrontar la
difícil época en la que le tocó reinar.
Comenzó su reinado con la intención de abolir la Ley Sálica,
implantada mediante la Pragmática Sanción por Felipe V57, pero
esta voluntad nunca llegó a plasmarse claramente. La Ley fue
aprobada pero nunca llegó a publicarse en el reinado de Carlos
IV, por lo que se introdujo un claro motivo de duda: si bien la
voluntad del rey, (única fuente de la que emanan las leyes en la
monarquía absoluta), estaba clara, al no cumplirse con el
tramite esencial de su publicación no se sabía si se debía
considerar en vigor o no. Ello generará los graves problemas que
veremos en su momento cuando se produzca la muerte de su
heredero, Fernando VII.
A. ESPAÑA FRENTE A LA REVOLUCIÓN FRANCESA.
FLORIDABLANCA, ARANDA Y GODOY (1789-1795)
Ante el estallido de la Revolución Francesa, España va a
reaccionar de inmediato con una política de alejamiento de
Francia, país que había sido nuestro aliado y protector a lo largo
del siglo58 y de aislamiento o “cierre de fronteras” para evitar
la entrada de las que se consideraban peligrosas ideas liberales
revolucionarias y que ponían en peligro a la monarquía absoluta
española. Esta reacción antifrancesa y antirrevolucionaria está
57 La Ley Sálica, de origen francés, consistía como sabemos en la prohibición de
que las mujeres accedieran al trono, prefiriéndose a cualquier varón que tuviera
algún nexo familiar con el rey fallecido antes que, por ejemplo, a una hija del
mismo, en ausencia de hijos varones. Ver página 36 de este tema.
58 Recuerda lo que vimos más arriba sobre los llamados Pactos de Familia.
66
INTRODUCCIÓN
dirigida inicialmente por el Secretario de Estado, el pese a todo
ilustrado Floridablanca, que impone una férrea censura sobre
todo cuanto se escribe o se lee en España. En cuestión de meses
se borra del mapa cualquier rastro de idea que tuviera que ver
con la Ilustración o el liberalismo.
Su enemigo tradicional, el conde de Aranda, consigue que
Floridablanca sea relevado de su puesto en febrero de 1792,
para sustituirle él mismo. Pero Aranda tampoco se perpetúa en
el cargo, siendo sustituido en agosto por Manuel de Godoy, un
personaje que, procediendo de la baja nobleza —era de familia
hidalga—, había conseguido entrar en la Corte y obtener el favor
de la reina María Luisa59, que lo fue ascendiendo
vertiginosamente desde simple “Guardia de Corps” —guardia
personal de los reyes— hasta convertirlo en Secretario de
Estado, es decir, primer ministro, sustituyendo a un efímero
Aranda.
En 1797 Godoy consiguió rodearse de un auténtico equipo de
colaboradores ilustrados, que habían desempeñado ya
importantes cargos con Carlos III, que —insisto de nuevo en la
misma idea— es el monarca ilustrado por excelencia en España.
Pero este equipo, en el que se encontraba Jovellanos, no pudo
desarrollar todo su proyecto, dadas las dificultades impuestas
por las circunstancias internacionales.
Godoy fue quien involucró a España en la llamada Guerra de la
Convención, declarada en 1793 contra Francia por las
potencias europeas, en las circunstancias antes referidas de la
proclamación de la República francesa y la ejecución de Luis
XVI.
Durante los años precedentes, desde el estallido de la
Revolución, España había navegado entre dos aguas respecto de
la Francia revolucionaria, por mantener la seguridad personal de
Luis XVI, por continuidad con la tradicional política de
entendimiento con los franceses y porque la potencia que estaba
movilizando a Europa contra los revolucionarios era,
precisamente, el enemigo tradicional de España por la cuestión
del dominio de los mares y de su actuación en nuestras colonias:
Inglaterra.
Ello explica que España se mostrara tan reacia a dar el paso y
participar en la guerra. Pero una vez dado dicho paso, el
resultado no pudo ser más desastroso, porque las tropas
francesas, en su contraataque, penetraron en territorio catalán
por un lado y hasta las inmediaciones de Burgos por el otro. A la
vista de esos acontecimientos, Godoy no tuvo más remedio que
pedir la paz a Francia. Por ello recibió del rey el título, con el que
se le suele designar, de Príncipe de la Paz. El acuerdo al que
España llega con Francia se conoce como Paz de Basilea
(1795), y en él los franceses aceptan abandonar el territorio
español ocupado a cambio de parte de la isla de Santo Domingo.
59
Parece que durante un tiempo fueron amantes.
67
HISTORIA DE ESPAÑA
B. LA NUEVA ALIANZA CON FRANCIA Y LA ENEMISTAD CON
INGLATERRA (1796-1807)
La siguiente jugada maestra de la diplomacia francesa será la de
atraerse a España de nuevo a una alianza que rememoraría de
algún modo los antiguos Pactos de Familia y que volvería a tener
a Inglaterra como enemigo común. En la mente de Godoy pesaba
una clara convicción: que España no podrá luchar por conservar
las colonias americanas en su poder si no contaba con la
colaboración de la flota francesa.
Tras arduas negociaciones, se llega la llamado Primer Tratado
de San Ildefonso en 1796, cuando Francia ha entrado ya en la
fase moderada de la Revolución, esto es, en el Directorio. Más
allá del carácter defensivo de los Pactos de Familia entro los
Borbones, el Tratado de San Ildefonso es también un tratado
ofensivo y de alianza comercial. La consecuencia inmediata de la
firma de este tratado fue la guerra con Inglaterra, con el mar
como escenario principal. En 1797, los ingleses, dirigidos por el
almirante Nelson, derrotan a la flota española en el Cabo de San
Vicente. Aquí comienza una serie de derrotas humillantes para
nuestra hasta ese momento orgullosa y poderosa marina de
guerra. La interrupción del tráfico comercial entre España y sus
colonias americanas y el ataque a algunas ciudades costeras
españolas —Cádiz entre ellas— serán algunas de las
consecuencias de esta derrota.
En estas circunstancias el desprestigio de Godoy fue en aumento
y terminó por ser apartado del poder en 1798. En ese periodo,
España firma el Segundo Tratado de San Ildefonso (1800), que
refuerza la alianza con Francia.
Pero en marzo de 1801 Godoy vuelve al gobierno, ahora más
como dictador que como ilustrado. Mientras tanto, el
enfrentamiento entre la Francia de Napoleón
e Inglaterra
continuaba, salpicando con sus consecuencias a España. En
1801, Francia fuerza a España a invadir Portugal, tradicional
aliado de Inglaterra a lo largo del siglo XVIII. Es la breve Guerra
de las Naranjas. En 1802, Francia e Inglaterra firman la paz
(Paz de Amiens) sin que los representantes españoles pinten
nada en todo aquello. Pero la paz era frágil y los británicos no
terminan de creerse la nueva condición de país neutral que
había adquirido España respecto de las tensiones entre Francia
e Inglaterra. Así, en 1804 comienza de nuevo la guerra entre las
dos grandes potencias con la inevitable alianza de España del
lado francés. El proyecto de Napoleón consiste ahora en un
desembarco en Inglaterra para imponer luego la superioridad de
su ejército terrestre. En el marco de los preparativos de esa
empresa se produce el enfrentamiento naval de Trafalgar (1805),
que supuso una de las peores derrotas de nuestra marina de
guerra a lo largo de toda la historia.
En vista de la incontestable superioridad inglesa en los mares,
Napoleón concibe a partir de entonces un proyecto diferente al
de la invasión, el del llamado Bloqueo Continental, mediante el
que se pretendía ahogar económicamente a Inglaterra
impidiéndole comerciar con todos los países europeos. Pero para
ello era necesario dominar Portugal, país tradicionalmente aliado
68
INTRODUCCIÓN
de Inglaterra que no aceptaba dicho bloqueo. A tal efecto se
firmó con España un nuevo tratado, el de Fontainebleau, en
1807, con el proyecto de dividir el territorio portugués en tres
partes, una de las cuales correspondería a Godoy, y con el
compromiso por parte de España de permitir el paso de las
tropas napoleónicas.
De esta manera, a la altura de los inicios de 1808, España se
encontraba ocupada en la práctica por tropas francesas cuyas
intenciones pronto se iban a poner de manifiesto. Ese será el
punto de partida del próximo tema.
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HISTORIA DE ESPAÑA
70
PRIMER BLOQUE
DEL ANTIGUO RÉGIMEN
AL ESTADO LIBERAL
71
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