Conduciendo ConCiencias Viales Módulo 1: La problemática del tránsito desde una perspectiva cultural Los Hechos viales son hechos sociales: Bienvenidos al primer módulo virtual del programa Conduciendo ConCiencias Viales. En este primer encuentro atenderemos un aspecto primordial en el marco de la problemática vial, refiriéndonos a la perspectiva cultural. De esta forma daremos paso a la importancia que tiene la educación vial no como mero abordaje de normas regulatorias, sino desde la necesidad de reflexionar sobre nuestros comportamientos teniendo una visión reflexiva sobre de contexto cultural el cual construimos y somos parte. Comenzamos a explorar una de las primeras problemáticas que desarrolla el antropólogo Pablo Wright y que denomina “el juego de la calle”, es decir, la confluencia que se gesta entre los individuos que día a día transitan por las calles con sus propias interpretaciones sobre la cultura vial con aquellas otras cosas que hacen de “contexto”, es decir, la infraestructura material como así también las normas regulatorias. Antes de proseguir con este marco conceptual deberíamos detener un poco nuestra lectura y hacernos algunas preguntas acerca de nuestra propia formación vial, es decir, no aquello que aprendimos estudiando los manuales para poder obtener nuestras licencias de conducir, sino aquellos aprendizajes que se fueron naturalizando en nuestros cuerpos desde la cotidianeidad, ya sea, como viva experiencia, ya sea por influencia de los medios de comunicación y otros agentes transmisores de información. Desde esa posición podemos hacernos algunas preguntas tales como ¿Cuáles son mis principales infracciones de tránsito? ¿Las practico como mero acto repetitivo por ver que otras personas hacen lo mismo? ¿Considero que aquellas infracciones que a simple viste se consideran “leves” son incapaces de poner en peligro mi vida o la de otros? Para poder discutir algunas de estas preguntas podemos apoyarnos en un concepto que fue utilizado por el célebre sociólogo francés Pierre Bourdieu, nos referimos al concepto de “habitus”. Con esto queremos decir que nuestros comportamientos sociales están estructurados y definidos por un cuerpo de causas que fueron gestadas históricamente, en la propia formación cultural. El habitus vendría a ser la acumulación de experiencias pasadas que en el presente nos definen culturalmente. Las problemáticas que nuestra sociedad posee a nivel de la cultura vial no son espontáneas, sino que son parte de un proceso cultural, de una historia común, que hoy la manifestamos en las calles, en las rutas y en todos los lugares públicos donde el “juego de la calle” se pone en acción. Esto que acabamos de decir nos permite explicar el título que lleva este apartado, es decir, “los hechos viales, son hechos (construcciones) sociales”. Siguiendo a Wright, “las prácticas viales, aunque tienen un grado de especificidad y espacio de legitimación propios, deben comprenderse dentro del universo total de las prácticas sociales”. Y son estas prácticas sociales las que ponemos en funcionamiento día tras día y van gestando un “sentido común vial”, o sea, en un habitus que por un lado continúa en permanente transformación, pero que por el otro se solidifica, se incrusta en las prácticas cotidianas y termina definiendo un “modus operandi” con llegada a gran parte de la sociedad que reproduce, que repite esas mismas conductas y que termina por darles crédito, por tornarlas “oficiales”, más allá de todo lo que se está transgrediendo. Cruzar la calle por cualquier sector de la misma, no respetar las velocidades máximas, los semáforos, las barreras, no usar el cinturón de seguridad o ir en bicicleta por contramano son sólo algunas de las prácticas operadas por una gran parte de los actores sociales que juega al juego de la calle 1 referenciándose en esa construcción cultural de la cual hablamos, que se hace habitus y que impregna de manera definitiva el modo en el cual nos movemos por la vía pública. ¿Dónde está el Estado? El Estado como construcción política y como centro de poder es quien se presenta ante la sociedad como el garante de las normas. El Estado las presenta e imparte, y la sociedad debe ejercer por debajo de ellas una obediencia. ¿Pero qué pasa cuando es el mismo Estado a través de sus representantes quien no cumple con las normas que regulan la vida social? Acá nos encontramos ante una situación que bien podríamos denominar “crisis de legalidad”, ya que se fractura el acuerdo implícito que existe entre el Estado y la sociedad. Ante este panorama las sociedades se tornan “anómicas”, es decir, sujetas a una interpretación atomizada de las leyes, donde cada individuo actúa según su parecer y no guiándose bajo las estructuras normativas que establecen el comportamiento general. Los especialistas determinan que las leyes estipuladas para el ordenamiento social se transforman en “fósiles legales”, atiborradas por el tiempo, la desidia histórica del Estado y la interpretación personal que hacen de ellas los individuos, sujetos a sus circunstancias personales. Para ser más claro, acá se manifiesta un sentimiento marcado por la desilusión que los miembros de una sociedad exhiben ante el Estado al ver que es el primero en incumplir con las normativas regulatorias. Al mismo tiempo son los individuos que, ante el marco de las leyes -por ejemplo, las leyes viales-, tampoco las cumplen, y no sólo eso, sino que son reinterpretadas de maneras diversas, según las circunstancias que delimitan cada acción desarrollada, nunca pensando en el bienestar general, sino en poder sacar un provecho personal, egoísta. Detengámonos un segundo ante esta situación y hagamos un pequeño ejercicio de autoobservación para pensar sobre estos comportamientos y cuanto influyen en nuestras conductas habituales ¿qué tan anómico puede ser nuestro transitar diario por rutas y calles? Si bien es el Estado quien estipula las leyes, en este caso las leyes viales, estas deberían funcionar como “signos”, es decir, interpretadas universalmente por quienes son partícipes del juego de la calle, pero son las circunstancias históricas que detallamos más arriba y el propio proceso de construcción cultural que hacen que los signos se transformen en “símbolos”, cambiando su sentido primario de solidez interpretativa por un sentido ambiguo y cuasi personal, caprichoso a las circunstancias, al lugar y al momento de tener que reflexionar sobre cómo actuar ante un marco legal pre establecido. Un signo vial se transforma en un símbolo cuando un cartel en la ruta nos dice que la velocidad en la curva debe ser de 60 k/h, pero nosotros, haciendo el juego simbólico de libre interpretación, podemos continuar a 100 k/h dada la confianza que tenemos de nuestro manejar o de nuestro coche, pero nunca pensando más allá de eso, de lo que pueda suceder por fuera de nuestra frontera delimitada por el auto que nos traslada. Este pequeño ejemplo puede ser llevado a muchos otros, en cualquier situación de manejo, ya sea en autos, motos o bicicletas. La conversión de los signos en símbolos funciona como factor determinante en el transitar diario de las personas y se convierte en la meta-regulación a la que queda sometido el marco regulatorio de las normas viales. Cuando observen el video “Rebeldes Viales” de la serie Cuerpos Metálicos podrán comprobar, por un lado, como este “rito” de conversión de signos viales a símbolos determina nuestra cultura en el tránsito de todos los días, y por el otro, como bien afirma el título del documental, nuestro proceder cotidiano se manifiesta en la máquina que está bajo nuestro control, el auto. Mas auto-matizados que nunca, nuestro cuerpo pasa a ser “metálico” y no solo eso, sino nuestras interpretaciones simbólicas de las normas, nuestros “humores” circunstanciales, nuestra necesidad de llegar más rápido, nuestras impericias, todo 2 pasa a ser metálico, cuerpos -y mentes- metálicos. Es acá, en el cubículo de nuestro automóvil donde confluye de manera determinante el factor cultural -habitus- que se manifestará según la interpretación simbólica circunstancial del manejo y chocará de frente con las reinterpretaciones que otros conductores -amparados en el habitus- harán de los signos que intentan- en vanoregular nuestro manejo. La cultura vial como herramienta pedagógica El objetivo de este primer módulo es poder construir situaciones de enseñanza- aprendizaje que pongan en juego esos hábitos incorporados y aprendidos socialmente para re-significarlos, enmarcados en criterios que prioricen el bien común y no los valores individualistas que predominan en nuestra sociedad. Es por eso que se proponen actividades que apelen a la auto-observación, a la reflexión sobre nuestro habitus, para poder desnaturalizar los comportamientos aprendidos. Así como propuestas que promuevan una postura crítica frente a problemáticas sociales, incluso pudiendo posicionarse en diversos roles e intereses que se disputan en este espacio común. Así, además del cuadernillo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial “La primera Licencia de conducir”, el cual presenta una introducción que pone en cuestión estos conceptos para enriquecerlos, también encontramos el cuadernillo que se denomina “Convivir en el Espacio Público”, un material muy interesante para definir conceptos necesarios para el análisis social de la problemática vial. Partiendo de estos conceptos es recomendable orientar a los alumnos a interpretar la complejidad de los espacios sociales locales, que los rodean, incorporar variables más complejas al tránsito como los circuitos productivos que generan desplazamientos, la infraestructura y las costumbres populares que diariamente nos atraviesan en nuestros espacios de circulación y socialización. A continuación dejamos algunas preguntas para comenzar a pensar las problemáticas viales desde la perspectiva cultural. Son para la auto-reflexión, como así también para compartir con los estudiantes. Preguntas viales… ¿Cómo afecta el habitus en nuestro transitar cotidiano? ¿Cómo me posiciono críticamente para interpretar a los hechos viales como hechos sociales? ¿Qué valores sociales se ponen en juego a la hora de salir a la calle a conducir nuestros vehículos? ¿Cómo logramos una educación vial que estimule a los estudiantes a desnaturalizar la problemática de nuestra cultura vial? 3 Segunda Parte Introducción a la Educación Vial Nos encontramos nuevamente para continuar nuestro recorrido virtual en el programa “Conduciendo conciencias Viales”. En este segundo encuentro nos proponemos hacer un análisis de la importancia que tiene la Educación Vial en los ámbitos educativos en pos de generar una nueva cultura vial que desnaturalice “el sentido común vial” tan arraigado en nuestras sociedades por el peso de nuestra historia y de nuestras conductas, como ya lo analizamos en el primer encuentro. Como decíamos, la escuela es históricamente el lugar donde los conocimientos son apropiados por aquellos que desarrollan su formación educativa. Para los Estados Nación, las escuelas cumplen la tarea de homogeneizar conocimientos, saberes y conductas para que posteriormente estas sean aplicadas en la vida en sociedad. El sistema educativo debe atender a las problemáticas del tiempo imperante. Como en otras épocas los programas escolares debieron profundizar y abrir canales en la formación de una sociedad con sus complejidades cronológicas, nuestro tiempo nos marca que la atención ante el problema cultural en nuestras calles debe ser prioritaria. Si con el sólo hecho de saber que la cantidad de muertos en nuestro país relacionados a las problemáticas del tránsito bordea la decena de mil cada año, estamos ante una situación que bien podríamos denominar como alarmante, un crimen social silencioso, que despierta nuestra atención cuando vemos este tipo de estadísticas, pero que pasa casi desapercibido en el andar cotidiano de nuestras vidas. Pero lo que sí es importante afirmar es que los conocimientos que un Estado nación necesita consolidar en una etapa histórica determinada, haciéndose ecos de las transformaciones culturales, son canalizados, consolidados y transmitidos por medio de las instituciones educativas. En lo que a nosotros nos toca, la formación y consolidación de la Educación Vial como un saber prioritario de nuestra época, viene de la mano de las transformaciones profundas que se desarrollaron en las últimas décadas, como así también de la situación de alerta en la que vivimos debido a la enorme cantidad de siniestros viales que ocurren diariamente en las rutas, ciudades y pueblos de nuestro territorio. Si bien la “cuestión vial” tiene una historia que se remonta a la época de consolidación del Estado Nación, a fines del siglo XIX, y un transitar a la largo del mismo (historia de los ferrocarriles, de las rutas, de las automotrices, etc) son los últimos 30 años de nuestra historia los que cambiaron el panorama vial en Argentina, con las realidades que hoy observamos. Es así que la Educación Vial en las escuelas se torna prioritaria, ya que al observar nuestro momento histórico y comprobar que es necesario un cambio cultural en relación a las actitudes y valores representados en las calles, es la escuela, apoyada en las necesidades del Estado, la que debe propulsar un cambio cultural en las nuevas generaciones. Es por eso que el Estado, y por ende, el sistema educativo deben promover e impulsar una nueva cultura vial, que apunte a una mejor calidad de vida de todos los ciudadanos. Como dijimos anteriormente los cambios solo pueden darse cuando se toma real dimensión sobre la problemática. Y no basta con las buenas acciones, o el sostenimiento ético de una parte minoritaria de la población, sino que debemos apuntar a la construcción de una ciudadanía responsable, que sea capaz de interpretar las vicisitudes de un espacio público en permanente transformación. Por eso es necesario trabajar desde las escuelas para reconfigurar el espacio de 4 circulación que compartimos, para desnaturalizar las prácticas de tránsito, hacer visible el papel fundamental de la intervención humana en ese contexto y recuperar el sentido social del ciudadano de sí mismo, y del otro, en la vía pública. El reclamo persistente de que las escuelas fomenten hábitos de circulación desde los primeros grados puede considerarse como una demanda social al sistema educativo, entre otras también muy significativas. La “respuesta tradicional” de la escuela a esta problemática ha sido la llamada "Educación vial", entendida básicamente como enseñanza de la “normativa legal” y los carteles indicadores, con la finalidad de que los alumnos tomen conciencia de lo que tienen que hacer. Actualmente, podemos revisar esta respuesta como parcial e inconsistente para dar cuenta de la problemática real del tránsito y la circulación. La educación vial tradicional desconoce a sus interlocutores, por lo que selecciona contenidos y utiliza estrategias de otros ámbitos: recurre a mensajes escuetos, lineales y crudos, diseñados para la atención del conductor de automóviles, que pueden ser adecuados para medios masivos, pero de ninguna manera corresponden al contexto de la escuela. Además de inscribirse en una tradición normalizante, asumiendo que aprender las normas de tránsito son el objetivo primordial de la educación vial. Tomando a Isabelino Siede 1 , en los cuadernillos del Ministerio de Educación de la Nación, presentes en el apartado de los manuales en línea, podemos pensar otra lógica en relación a la educación vial, o la educación “del transeúnte”, al decir del mismo. Mientras la reflexión didáctica de las últimas décadas ha renovado el interés por el objeto de enseñanza y la particular relación de los sujetos de aprendizaje con ese objeto, generando una red de didácticas específicas, la educación vial parece haberse mantenido al margen. Es necesario, entonces, revisar sus propósitos y sus métodos. Desde las nuevas tendencias en la enseñanza acerca de la realidad social y de la formación ética y ciudadana, se pueden postular nuevos criterios que permitan fundamentar una educación del transeúnte, entendida como propuesta superadora del camino recorrido por la educación vial en nuestras escuelas. Para garantizar una respuesta institucional contextuada, toda propuesta de enseñanza parte de analizar las características de circulación de los estudiantes actuales. La formación de un sujeto crítico debe basarse en pensar a cada transeúnte en un contexto y una historia particular que lo determina y condiciona, atravesado por los conceptos y construcciones culturales que tiene esa sociedad particular y que son herramientas para desenvolverse en el espacio público. Por esto el abordaje de la educación vial es pensado desde la “transversalidad”. Es bien sabido que las épocas históricas están atravesadas por conflictos y particularidades propios de un tiempo que determina formas de socialización, pautas culturales y construcciones de un sentido común dominante, como ya lo observamos en el primer módulo. Para el tiempo que nos toca, la Educación Vial es una de las demandas sociales que deben ser atendidas por el Estado y su sistema educativo, como también lo es la Educación Sexual integral, o la Educación Ambiental, en pos del cuidado de nuestros recursos naturales y de una mejor calidad de vida. Como se podrá establecer, muchas de las problemáticas que el tiempo histórico nos marca y que el Estado debe atender, son generadas por ese mismo Estado, que al mismo tiempo está sumido 1 Tránsito y Circulación. Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología 5 y entrelazado a las transformaciones de orden mundial. Con esto no queremos hacer una demonización del Estado, pero es necesario saber que son, en muchos oportunidades, las políticas estatales las que promueven los cambios, y muchas veces esos cambios favorecen más a grupos reducidos en el mundo de la economía que al amplio espectro de la sociedad. En el campo de la Educación vial, si bien tiene un peso específico las cuestiones históricas, sociológicas y filosóficas en relación a nuestra cultura, su enseñanza debe tornarse transversal, articulando la tarea de las distintas áreas (de las ciencias sociales a las naturales, pasando por las ciencias exactas y la educación tecnológica). Ya que las áreas son el insumo para repensar esta problemática tomando al tránsito y nuestra convivencia en el espacio público como objeto de estudio. Además, las leyes de tránsito están basadas en conocimientos científicos y no, como en otros aspectos legales, en las costumbres o tradiciones, las leyes que regulan el tránsito son las leyes de la física, los conocimientos médicos, ingeniería, etc. Como bien dicen los manuales de Fortalecimiento de Educación vial debemos tener en cuenta que: “el desafío es que por ser “transversal”, es decir “responsabilidad de toda las disciplinas” no termine quedando en las manos de nadie, no termine siendo un tema olvidado o dejado de lado. La transversalidad, para hacerse efectiva, necesita de la voluntad política de las autoridades de las escuelas y de la convicción de los docentes. Al mismo tiempo no es suficiente o no nos conforma que solo se conozcan las normas que regulan el tránsito como requisito para obtener la Primer Licencia de Conducir, ni que cumplan las normas por mera obediencia a la autoridad, o por miedo a ser sancionados. Pretendemos que, además de conocer y respetar las normas, sean responsables en el manejo porque están realmente convencidos de que esas normas existen, son necesarias para regular la convivencia social en el espacio público, tienen un fundamento y un sentido, y son resultado de un determinado consenso, logrado en un tiempo y para un espacio determinado. De esta forma cerramos el módulo 1. Si bien tratamos de hacer un paneo general de la problemática, es necesario que se profundice, se investigue y se trabaje con los estudiantes estas temáticas que nos marcan el ritmo de nuestra historia y el presente en el cual debemos ser parte de la transformación. Las instituciones educativas tienen la importante tarea de promover en los niños y en los jóvenes una mirada atenta sobre la complejidad del espacio público, la reflexión sobre el modo en que cada sociedad va configurando un modo de transitar, y la voluntad de ser partícipes en la construcción de formas más seguras de vincularnos en el espacio vial. Los criterios sobre los que debe basarse la educación vial son: Comprender que los hechos sociales son hechos viales. Reflexionar sobre nuestro pasado y nuestra construcción cultural como agentes partícipes del espacio público. Favorecer a la revisión crítica sobre el modo de circulación de los ciudadanos y sobre sus actitudes en la vía pública en los diversos roles. Promover la apropiación de las normas que regulan el tránsito (naturalizar una conducta de 6 respeto hacia la vida de cada uno y la de los demás). Implicar en la formación de los estudiantes a toda la comunidad (familias, amigos, funcionarios, empresas de transporte, etc ) en tanto la circulación segura es resultado de las conductas y actitudes individuales como de las políticas, y acciones que se desarrollen de manera institucional. Equipo Educación Vial Bibliografía: Pablo Wright (CONICET, UBA/FFyL, Culturalia), María Verónica Moreira (CONICET, UBA/Sociales, Culturalia), Darío Soich (CONICET, UBA/FFyL, Culturalia): “Antropología vial: símbolos, metáforas y prácticas en el “juego de la calle de conductores y peatones de Buenos Aires”Educación Vial: “La Primera Licencia de Conducir”. Capítulo 1 (Pag 10 a 25) Educación Vial: Tomo “Convivir en el Espacio Público”. Pag. 7 a 21 Educación Vial: Tomo “Territorios, Comunidades y Desplazamientos” Pag 21 a 61 (Pueden integrar algunas de las actividades que figuran en estos capítulos) 7