TEEOEEA PAKTE

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CHINA, JAPÓN Y LAS POTENCIAS OCCIDENTALES
CHINA, JAPÓN Y LAS
POTENCIAS
OCCIDENTALES
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Al estallar en China la revolución que derrocó al Gobierno Imperial en el año de 1911 la opinión pública japonesa se hallaba dividida: unos creían que el carácter republicano de aquel magno acontecimiento político que derribó
al t r o n o secular, y al parecer inconmovible, de los manchúes t e n d r í a inevitable repercusión en el "Imperio del
Sol Naciente", lo cual h a r í a peligrar a las instituciones
atávicamente monárquicas japonesas, y por esa razón pedían la intervención a r m a d a que debelase a la rebelión,
mientras que otros, los m á s osados, como por ejemplo, éi
Barón Chidejera, a la sazón Ministro de Relaciones E x t e riores, sostenían en la t r i b u n a p a r l a m e n t a r i a y en la prensa que aún si China adoptase el régimen comunista como
forma de gobierno, ello sólo incumbía al pueblo chino y
no al J a p ó n . Mas no obstante, la influencia de los p a r t i darios de la neutralidad a t o d a costa fue poco a poco disminuyendo ante el empuje de la política imperialista proclamada e i m p l a n t a d a por el m á s eminente de los estadist a s nipones, el P r í n c i p e Y a m a g a t a , quien convirtió a sus
..deas a g r a n número de sus compatriotas, especiaime?kí<¿
a los militares.
Puede, pues, decirse que m i e n t r a s la aristocracia, el
ejército y la burguesía e r a n hostiles a la revolución china,
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E L PROBLEMA ORIENTAL
los intelectuales, la clase media y los obreros la favorecían, guiados más bien de amistad hacia al Doctor Sun
Y a t Sen, jefe de ese movimiento revolucionario, que da
convicción en sus doctrinas, porque t a n renombrado pala,
din de la libertad de su pueblo vivió largos, años en el Japón en medio de las ya citadas clases sociales, lisos lazos
de amistad contribuyeron poderosamente a la ayuda moral y material que el célebre caudillo chino siempre encont r ó en el Japón, país en el cual se refugió cuantas veces
las visicitudes políticas o la s u e r t e adversa de las a r m a s
lo obligaron a a u s e n t a r s e de China.
Sentado lo anterior, séanos permitido analizar en
qué forma concreta se manifestó en China la política intervencionista preconizada por el P r í n c i p e Y a m a g a t a y
cuáles fueron las causas determinantes de los actos políticos ulteriores realizados por el Gobierno Imperial j a p o n é s : E n p r i m e r lugar, la nación nipona al darse cuenta
del caos r e i n a n t e en China apenas desapareció el Gobierno del Presidente de la República Y u a n Chi Kai, temió
sinceramente el desmembramiento eventual de su g r a n vecina por las potencias occidentales, lo que h a r í a peligrar
no solamente la seguridad política del J a p ó n sino que acar r e a r í a t r a s t o r n o s económicos enormes ya que, como es
sabido, más del setenta por ciento del comercio japonés se
desarrolla en China. P o r esas dos razones poderosísimas el Gobierno de Toldo resolvió a y u d a r a los partidarios del ex-Presidente Y u a n Chi Kai, es decir, al noí-ce ele
China, de tendencia monárquica y tradicionalis+a, contra
Sun Y a t Sen y los otros jefes del sur, de principios republicanos, y cuya base principal de operaciones era Cantón,
•la ciudad radical por excelencia; y es innegable que en
esa época Sun Y a t Sen y sus copartidarios entendían defender las instituciones liberales amenazadas g r a v e m e n t e
.por Y u a n Chi Kai, el que concibió la idea de fundar nuev a dinastía a cuya cabeza debía él, fuerte del apoyo mo-
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ral y h a s t a cierto punto material del J a p ó n y de Inglater r a , colocarse bajo el título de E m p e r a d o r constitucional
E s e plan fue f r u s t r a d o por la m u e r t e p r e m a t u r a del P r e sidente Yuan Chi Kai.
n
El fallecimiento de Yuan Chi Kai, P r e s i d e n t e t r a i d o r
a la causa republicana, en vez de calmar los ánimos y
contribuir a la restitución de la paz no hizo sino desenfrenar las ambiciones personales de sus lugartenientes y
aún las de los radicales cantoneses, de modo que los dos
ejécitos contendores se convirtieron en soldados mercenarios que seguían y siguen sirviendo a quien mejor IcS
pague, sin importarles u n comino los ideales políticos perseguidos al comienzo de la revolución. Hoy puede asever a r s e que las t r o p a s chinas, y a sean del norte o del sur,
se baten únicamente por espíritu de lucro, por amor al
saqueo; que t r a i c i o n a n sin el menor escrúpulo a sus jefes
los cuales carecen de autoridad moral siendo, como son,
sátrapaá, p i r a t a s y salteadores que, bajo el uniforme mil i t a r cometen crímenes horrendos, desmanes i n e n a r r a bles y viven del robo organizado, lo que constituye en la
Actualidad la industria nacional china por excelencia.
Pero volvamos a ocuparnos de la política nipona desde los albores de la revolución china, es decir, desde 1 9 1 1 :
Cuando T a n Chui Yui, copartidario de Y u a n Chi Kai,
quiso someter a sus adversarios y unificar al país por la
fuerza de las a r m a s , el Gobierno japonés, persuadido de
que esa era la única solución práctica del trascendental
problema, autorizó u n empréstito de doscientos millones
de yenes, o sean cien millones de dólares, e m p r é s t i t o . este
•que fue cubierto- r á p i d a m e n t e por los banqueros y el público
japoneses y entregado al Gobierno de Pekín con el fin de
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
que comprase a r m a s , pertrechos de g u e r r a y equipase
ejércitos capaces de restablecer el orden en C h i n a ; p<&ro
(al acto sólo contribuyó a exasperar a los p a r t i d a r i o s de
Sun Y a t Sen, quienes acusaron al J a p ó n a n t e la conciencia nacional china de intervenir en los asuntos domésticos
del país. Sin embargo dicha política del Japón fue adopt a d a únicamente, lo repetimos, por el temor de que China
se desmembrase y fuese víctima de la codicia de las potencias occidentales y porque el partido oposicionista nipón
no podía p r e s e n t a r ninguna o t r a alternativa.
Mientras eso sucedía estalló la g u e r r a mundial da
1914 y China tuvo, por virtud de ese acontecimiento sin
paralelo en la historia de la humanidad, la oportunidad
única de consolidar la República y efectuar la unidad nacional sin ser molestada por las i n t r i g a s políticas del
mundo occidental y del Japón, pero no supo aprovecharla
porque había perdido el espíritu de regeneración; y dado
ese hecho, y a n t e la inseguridad constante de vidas y haciendas, además de la amenaza que envolvía p a r a el Imperio Japonés el bolchevismo implantado en Rusia, nación
fronteriza de China y cuyos intereses en este último país
e r a n y son enormes, el J a p ó n decidió, en m a l a h o r a p a r a
su prestigio, p r e s e n t a r al pueblo chino un t r a t a d o de protectorado compuesto de v e i n t i u n a cláusulas de cuya enumeración nos abstenemos por no c a n s a r a nuestros lectores. P e r o bástenos decir que por medio de ese pacto, el
cual fue vergonzosamente aprobado por los m a d a t a r i o s de
Pekín, quienes sólo pensaban en las ventajas pecuniarias
personales que él les ocasionara, China pareció p e r d e r
p a r a siempre los atributos m á s preciados de la soberanía,
tales como la facultad de emisión libre de la moneda nacional, organización del ejército, derecho de negociar y firm a r t r a t a d o s públicos y conducir asuntos diplomáticos
sin la venia o anuencia de consejeros p e r m a n e n t e s j a poneses que debían ser instalados en Pekín.
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II
Como era de esperarse, las demandas del J a p ó n fueron severamente criticadas por las cancillerías europeas
y estigmatizadas de "doctrina de Monroe en el Asia", y
aunque esa política adoptada por el J a p ó n fuese vituperable, desde el punto de vista del Derecho de Gentes, es
sin embargo excusable en cierto grado si se t o m a en consideración el hecho de que h a b r í a podido salvar a China de
la invasión de las potencias occidentales y proteger por
ende su integridad a la p a r que la del Imperio del Sol Naciente. Mas no obstante, si estudiamos objetivamente dicha tendencia política, no cabe duda de que sería considerada, y efectivamente así lo fue, como p r u e b a inequívoca de la ambición japonesa por controlar a China política,
económica y m i l i t a r m e n t e y, debido a esa interpretación
j u s t a a la luz del Derecho Internacional Público, el Japón no solamente se granjeó la animadversión del mundo
occidental sino que también fue víctima del odio de los
chinos, quienes, apesar de que las veintiuna cláusulas fueron reformadas unas y desechadas o t r a s en la Conferencia de Washington, de hace siete años, a ú n enarbolan
anualmente a media a s t a la b a n d e r a nacional el día en
que dicho pacto fue firmado y le dan el nombre de "día
funesto de la humillación".
Ahora, b i e n : ante el clamor universal el P r i m e r Ministro del Imperio Japonés, General Terauchi, aleccionado por el fracaso, optó por modificar su política; descubrió
que China posee fuerzas latentes inagotables generalmente ignoradas o menospreciadas por otros países, inclusive el Japón, y consecuentemente t r a t ó de velar o encubrir
la intervención de su país en los asuntos chinos, por lo
que se limitó a apoyar moral y m a t e r i a l m e n t e a cierta
facción dirigida por el Mariscal de Campo T a n Chui Yui,
a la sazón P r i m e r Ministro en P e k í n ; m a s el resultado
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
fue negativo porque la intuición del pueblo chino y la denuncia del K u o m i n t a n g , o partido nacionlaista, desenmascararon su plan t a n cuidadosamente elaborado.
Pero se p r e g u n t a r á el lector, ¿por qué proseguía el
J a p ó n en las huellas de u n a política que a r r u i n a b a su
comercio, ya que los chinos boycoteaban sus productos y
h a s t a los quemaban públicamente en signo de protesta, a
ciencia y paciencia de las sedicentes autoridades chinas
incapaces de c o n t r a r r e s t a r el sentimiento popular hostil?
E n n u e s t r a opinión la razón primordial e r a la siguiente:
>?; jefe del Gobierno japonés General Terauchi era discípulo convencido de su predecesor el P r í n c i p e Y a m a g a t a ,
el cual aborrecía a la República por considerarla extraña
a la verdadera idiosincracia del Continente Asiático, o
quizás fuera también el hecho de que el Japón, con historia diplomática mundial de cincuenta años apenas, estu
viera ensayando, haciendo experimentos, según las circunstancias del momento, sin poder fijar derrotero definitivo a su actuación; pero sea cual fuere el motivo ver
dadero del error cometido por los estadistas japoneses lo
cierto es que el J a p ó n acabó por reconocer la vitalidad
maravillosa del pueblo chino, su capacidad e x t r a o r d i n a r i a
de resistencia, su unión s a g r a d a cuando se le hiere el nacionalismo y su inquebrantable voluntad de no dejar violar impunemente en el futuro su soberanía, de modo que,
desechando los métodos infructuosamente empleados hast a entonces, la nación nipona creyó en la posibilidad de
un renacimiento chino sin imposiciones de los e x t r a n jeros.
IV
Consta, pues, que la política de Terauchi fracasó, quo
su país perdió la ingente suma de doscientos millones de
yenes además de las incontables que engulló el boycoteo
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sistemático de las mercancías japonesas., pero de esos
mismos desastres nació el principio fundamental que en
términos generales guía en la actualidad a la política de
Tokio en China, o sea el l e m a : .^Neutralidad,
lema este
que, con pequeñas violaciones casi sin importancia, h a seguido desde entonces la Cancillería del I m p e r i o ; y puede
añadirse que, apesar de los e r r o r e s cometidos por los gobernantes japoneses desde 1915 h a s t a 1920, su actitud ha
contribuido históricamente al progreso de las m á x i m a s
del Derecho de Gentes en el Lejano Oriente, porque el
pueblo japonés se h a dado cuenta de que su h e r m a n o el
pueblo chino, aunque acostumbrado en tiempos pretéritos a sufrir vejámenes de países de o t r a s r a z a s y civilizaciones, ha demostrado, en medio de su hostilidad a la política e r r a d a de Tokio, que es solidario del Japón, que su
tenacidad es digna de c o m p a r a r s e a la tenacidad nipona
y que el país en donde vive, lleno de riquezas imponderables, inmenso en t e r r i t o r i o y población, pues cuenta hoy
con cuatrocientos ochenta millones de h a b i t a n t e s , y de civilización de un mismo origen, constituye el verdadero
baluarte contra las tácticas invasoras de E u r o p a y de los
Estados Unidos de N o r t e A m é r i c a ; de que la seguridad
efectiva del Imperio Japonés no puede ser e n t e r a m e n t e
afianzada sin la b u e n a voluntad y la cooperación de
China.
E n lo que concierne a los británicos y a los norteamericanos en China y en sus propios países, quienes censur a r o n enérgicamente la política japonesa, podría hacérseles presente que sus respectivos gobiernos, en épocas remotas y recientes, cometieron idéntico sacrilegio internacional y que sólo cuando u n país de r a z a distinta a la suya
t r a t ó de i m p l a n t a r el mismo régimen en China fue cuando despertó súbitamente en ellos el idealismo o el quijotismo p a r a velar por los fueros de la justicia u l t r a j a d a ;
pero que esa explosión extemporánea de v i r t u d y de puri-
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
tanismo únicamente se reveló, de acuerdo con la psicología anglo-sajona, al ver r e t r a t a d o s en la pantalla cinematográfica china los delitos que ellos mismos h a b í a n cometido y enseñado a p e r p e t r a r . Queda, apesar de todo, la
satisfacción de que el descalabro sufrido por el J a p ó n enseñó al mundo que la e r a de las invasiones había t e r m i nado p a r a siempre.
Mas examinemos ahora las ventajas y los inconvenientes de la política de neutralidad preconizada y confirm a d a en la Conferencia de Washington por las nueve Potencias s i g n a t a r i a s de la m i s m a : E s evidente que ese pacto obligó a dichas, potencias a r e s p e t a r la integridad y la
soberanía de China, pero quedaba otra g r a n potencia fuer a del convenio que, n a t u r a l m e n t e , conservaba libertad de
acción. E s a potencia formidable era Rusia, cuyas relaciones con China eran m a s antiguas e íntimas que las de
los países autores del convenio washingtoniano apesar de
io cual no se le consultó respecto del mismo, de modo que
Rusia intervenía abiertamente en los asuntos internos de
la China, proveía de a r m a s , municiones y cuantiosas sum a s de dinero a sus secuaces chinos y acaudillaba, por
decirlo así, a la Revolución.
E l éxito de la actitud asumida por Rusia sorprendió
hondamente a las cancillerías, especialmente a la de Tokio d u r a n t e el tiempo en que el B a r ó n Chidejara e r a Ministro de Relaciones Exteriores. E s e caballero solía exp r e s a r s e en el sentido de que n i n g ú n país podría implant a r eficazmente doctrinas e instituciones e x t r a ñ a s en la
China, de modo que estaba convencido de la imposibilidad
de fricciones ruso-japonesas a causa de esa tendencia espiritual y política, en su opinión efímera, y que, por consiguiente, no existía ni podía existir por ese hecho conflicto alguno entre Rusia y el Japón, ya fuera de orden
económico político o militar. E n síntesis, el B a r ó n Chid e j a r a declaraba sin ambajes que la revolución china, pa-
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trocinada por el Gobierno de los Soviets, j a m á s constituiría casus belli entre Rusia y el J a p ó n ; porque a t r i b u í a
mayor importancia a la influencia del Kuomintang, o sea
el nacionalismo chino, que la que le habían otorgado sus
predecesores. Las aspiraciones j u s t a s y razonables de
la nación china le hacían creer en la expontaneidad de la
revolución, la cual, en su criterio, no era inspirada, o
mejor dicho, instigada por Moscú. Mas hay muchísimos
extranjeros reñidos con la teoría de Chidejara quienes
pretenden que el caos de China obedece a la influencia de
Rusia y que el p r i m e r o de esos países llegará últimamente
a ser una especie de atalaya de la Confederación Soviética. Dichos observadores hacen r e s a l t a r que el comunismo
chino, dirigido como está por el comunismo moscovita,
t r a t a de provocar conflictos internacionales con el fin de
a t r a e r a su seno de m a n e r a definitiva a las m a s a s de la
inmensa población china y establecer así dictadura semej a n t e a la ejercida por los actuales inquilinos del Kremlin.
E n su opinión las Potencias deberían unirse y lanzar reto a las maquinaciones del Soviet, pues incidentes dolorosísimos como el de 'Nankín, acaecido en los primeros
meses del año 1927, por ejemplo, en que la soldadesca nacionalista-comunista del Generalísimo Chian Kai Sek
atropello impunemente el honor de mujeres europeas y
norteamericanas, violó, saqueó, incendió los Consulados de
les Estados Unidos de la América del Norte, de la Gran
Bretaña, del Japón y las residencias p r i v a d a s de e x t r a n jeros pacíficos e inofensivos merecen sanción conjunta
de las naciones cuyos intereses están g r a v e m e n t e amenazados.
E s e desgraciado y r e p u g n a n t e suceso, ocurrido pocos
días después de la invasión militar de la Concesión Británica de Hankow, motivó la redacción de notas idénticas
firmadas por cinco potencias, a s a b e r : la G r a n B r e t a ñ a .
F r a n c i a , Italia, el J a p ó n y los E s t a d o s Unidos de N o r t e
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
América las que fueron presentadas simultáneamente al
inquieto y turbulento Ministro de Relaciones Exteriores
del Gobierno Nacionalista chino establecido en Hankow,
señor Eugenio Chen, oriundo de La Trinidad, Antillas.
E n ese documento se pedían excusas, reparaciones, indemnización p a r a las víctimas, castigo ejemplar p a r a loa
autores de los crímenes perpetrados y g a r a n t í a s de que
t a n bochornoso suceso no se r e p e t i r í a ; pero Eugenio Chen,
dirigido, azuzado y envalentonado por su consejero, el cam a r a d a Borodín, representante del Gobierno de los Soviets, de lo que existen pruebas irrefutables a p e s a r de las
denegaciones interesadas de Moscú, respondió a las Potencias ya mencionadas en forma no solamente descortés
sino insolente y rehusó t o m a r en consideración sus peticiones.
V
Entonces el Generalísimo de los ejércitos nacionalistas, Chiang Kai Sek, temeroso de u n a intervención a r m a da, a la cual parecían e s t a r decididas, en p r i m e r término,
la G r a n B r e t a ñ a , Italia y F r a n c i a , proclamó nuevo gobierno en N a n k í n y declaró tránsfugas de la causa nacionalista a Eugenio Chen y a sus acólitos de Hankow, de
todo lo cual resultó lucha aparentemente intensa entre las
dos facciones del Kuomintang. Chiang Kai Sek pretende
r e p r e s e n t a r las teorías p u r a s del malogrado fundador y
jefe del nacionalismo, Doctor Sun Y a t Sen, y e s t a r en
pugna con la doctrina bolchevista; mas en realidad dicho
caudillo, por su c a r r e r a política p r e t é r i t a y sus nexos
constantes con los elementos rusos, no se valió en esa
ocasión del e s t r a t a g e m a anotado sino p a r a evitar la intervención, pues, ¿de qué modo podría haber continuado
la campaña contra los Mariscales de Campo Chan Tso
Lin, Sun Chuan F a n , U-Pei-Fu y los demás jefes de las
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huestes n o r t e ñ a s si no fuese con la a y u d a de dinero, a r mas y minuciones que le proporcionara el Gobierno de
Moscú, el cual, además, lo h a n rodeado de un E s t a d o Mayor
militar n e t a m e n t e ruso a cuya cabeza se encuentra el
aguerrido General Gallen, táctico eminente y a u t o r verdadero de las victorias del ejército K u o m i n g t a n ? A n t e la
evidencia debemos, pues, a d m i t i r que la creación del nuevo Gobierno establecido en la ciudad de Nankín, capital
de la Provincia de Kiansú, en donde se halla ubicada la
próspera ciudad de Shanghai, centro principal de la influencia e x t r a n j e r a en toda la China, no obedeció sino a
circunstancias momentáneas tendientes a evitar la invasión militar e x t r a ñ a y que t a n b u r d a farsa, destinada a
engañar al público, produjo el resultado apetecido porque
los Estados Unidos de N o r t e América, apesar de h a b e r hecho causa común con las demás Potencias s i g n a t a r i a s de
las notas ya citadas y empeñado así en cierto modo su
palabra no tuvieron, sin embargo, empacho en valerse de
esa coyuntura que les proporcionaba Chiang Kai Sek par a desligarse del pacto moral concertado y declarar su
libertad de acción.
Eisa acción es actualmente, nula, de c a r á c t e r negativo y ridicula, pues los norteamericanos, especialmente los
misioneros de esa nacionalidad, siguen siendo impunemente asesinados y despojados de sus haciendas en la China,
vilipendiados por los asiáticos y aún por los europeos r e
sidentes en aquel país quienes, con razón a p a r e n t e , hacen
c o n t r a s t a r el rigor excesivo del Gobierno norteamericano
en esta n u e s t r a América L a t i n a y la m a n s e d u m b r e inverosímil, r a y a n a en estupidez y pusilanimidad, de ese mismo Gobierno en Asia. El cable se encargó de confirmar
nuestro a s e r t o : Chiang Kai Sek, después de h a b e r evitado la intervención e x t r a n j e r a de carácter militar, se retir ó a la vida p r i v a d a p a r a dejar las manos libres al elemento radical o bolchevista del I í u o m i n t a n g y p e r m i t i r l e
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
que celebrara alianza con el General rojo F e n
cuyo cuartel general se hallaba en Kalgán, en
Mongolia, después de haber sido desalojado de
las fuerzas manchúes del Mariscal Chan Tso
vez que la t o r m e n t a amainó volvió Chiang Kai
mir el mando supremo del ejército nacionalista
conducido desde Cantón.
Yu Siang,
la r u t a de
Pekín por
Lin. U n a
Sek a asuque había
No es de e x t r a ñ a r el procedimiento a que recurrió el
astuto Chiang Kai Sek: la historia china está p r e ñ a d a de
ardides de esa naturaleza que en la mente de las naciones
occidentales y cristianas son severamente calificados de
indignos, pero que las civilizaciones asiáticas elevan a la
categoría de g r a n d e s virtudes que tienden a realzar el
prestigio de los estadistas. El ejemplo de Turquía, en la
época aciaga del feroz Sultán Abdul ESamid, cuando Europa entera se veía constantemente embaucada por las
dilaciones y las intrigas de la "Sublime P u e r t a " , h a encontrado en China prosélitos admirables que h a n perfeccionado, en medio de tribulacinoes sin cuento provocadas
por la g u e r r a civil, los métodos que dieron t r i s t e celebridad al autócrata monorca de los osmanlíes. No pareciera
sino que a medida que el Oriente se dilata asimismo la
duplicidad y la mala fe se acrecientan h a s t a e n c o n t r r a su
plena aplicación en la vida nacional y privada de los países que integran el E x t r e m o Oriente, o sean los límites remotos del misterioso Continente Asiático.
VI
La intervención r u s a en China es objeto de acaloradas discusiones entre los publicistas europeos y americanos, pero quizá lo sea m á s entre los japoneses.. L a a y u d a
rusa se manifiesta de dos m a n e r a s : la p r i m e r a es la resultante de la relación estrecha que existe entre los nacionalistas chinos y el Gobierno bolchevista ruso, y la se-
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gunda consiste en la intimidad de los comunistas chinos y
de la T e r c e r a Internacional cuyo cuartel general está,
como es sabido, en Moscú. E s a s dos fuerzas compiten
en China p a r a llevar a cabo la Revolución y el resultado
práctico, tangible, de esa competencia que tiende a un
mismo fin es la manipulación cada vez más acentuada de
China por Rusia, pues el mismo General Chiang Kai Sek,
sedicente anticomunista, quien, entre paréntesis, educa a
su hijo en la Universidad bolchevista denominada de Sun
Yat Sen y radicada en Moscú, ha proclamado v a r i a s veces, sobre todo cuando fue invadida la Concesión B r i t á nica de Hankow por sus t r o p a s , que el movimiento revolucionario chino no debe ser considerado aisladamente sino más bien como p a r t e i n t e g r a n t e de la g r a n revolución
universal con que sueña continuamente la camarilla usurpadora del Gobierno de Rusia.
Así, pues, las relaciones singularmente estrechas que
existen entre el Gobierno de los Soviets y el K u o m i n t a n g
y entre los comunistas chinos y la T e r c e r a Internacional
presuponen lógicamente cooperación ruso-china en el
marcado movimiento a n t i e x t r a n j e r o de que es t e a t r o la
China actualmente, desde el momento en que t a n t o los rusos como los chinos declaran que sus esfuerzos tienden al
triunfo de la llamada revolución mundial y, en esas circunstancias, no sería extraño, dada la influencia preponderante del ala izquierda del nacionalismo chino, que el
bolchevismo integral logre controlar definitivamente al
Gobierno del K u o m i n t a n g . E s innegable que la idea persistente de r e c u p e r a r derechos perdidos por la nación china ha tomado grandísimo incremento desde que los bolchevistas rusos h a n preconizado h i p ó c r i t a m e n t e la libertad de las naciones oprimidas y que m i e n t r a s m á s se
opongan las Potencias mundiales al t r i u n f o de esa idea
generosa la a n t i p a t í a china hacia lo e x t r a n j e r o será mayor, de lo que se beneficiará indudablemente el comunis-
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EL
PBOBLEMA
ORIENTAL
rao. Y teniendo en cuenta lo que acabamos de decir es
seguro que todas las protestas contra la intervención de
Rusia en China serán inútiles.
Ante ese dilema la única política que, al parecer, deberían adoptar las Potencias sería la de a y u d a r a los chinos
en su obra de emancipación política, económica y social,
dirigiendo fraternalmente sus pasos y encauzando a la
Revolución por el sendero del orden y de la justicia, p a r a
evitar así la conversión completa de China al bolchevismo.
Mas esa solución del problema chino, aunque es j u s t a en
principio, y cuadra con las tendencias democráticas de
este siglo, tropieza, sin embargo, con dificultades casi insuperables en estos momentos porque China es demasiado
débil e incoherente p a r a poder gozar plenamente de los
derechos y privilegios y p a r a observar lealmente los deberes que la soberanía absoluta confiere e i m p o n e ; y por
esa desgraciada circunstancia es posible que, ante las vacilaciones razonables de las Cancillerías de las Potencias,
la tirantez de relaciones entre estas y la china se acentúe
cada día más, sobre todo cuando la Rusia bolchevista no
cesa de alimentar la hoguera que separa a China de los
pueblos de civilización occidental.
E s a grave situación ha impelido recientemente al
Japón a j u g a r el papel de mediador p a r a a r m o n i z a r las
relaciones e n t r e China y las Potencias occidentales y ent r e estas últimas y Rusia y, al efecto, pensó en convocar
nueva conferencia internacional en que tuviese participación Rusia p a r a t r a t a r f r a n c a m e n t e del problema chino
y subsanar el e r r o r inicial cometido en Washington, pero
!a apatía que ha inspirado ese laudable proyecto a los revolucionarios moscovitas, quienes dicen que no desean
compromisos con gobiernos burgueses, y la falta de entusiasmo demostrada por los E s t a d o s Unidos de la América del Norte, quienes no quieren confesar públicamente
el ruidoso fracaso de la Conferencia de Washington, pa-
CHINA, JAPÓN Y LAS POTENCIAS OCCIDENTALES
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nacea que, según ellos, debe indefectiblemente e x t i r p a r el
virus de la anarquía china, h a n entorpecido h a s t a a h o r a
los buenos oficios del Japón.
E n n u e s t r a opinión es preciso que las Potencias estudien detenidamente todas y cada u n a de las causas que
sustentan a la agitación china y que establezcan política
positivista que pueda coexistir con el principio de neutralidad, o en otros t é r m i n o s : la revisión de los t r a t a d o s actuales se impone como medio de pacificación de u n a nación llamada por su grandeza física y moral, su historia,
su vieja y h a s t a cierto punto admirable civilización, a ser
factor apreciabilísimo en los destinos del mundo.
VII
E s a política debió, en nuestro concepto, ser adoptada antes de que Rusia hubiese entrado en la lid separadamente, como ya hemos explicado, pero, en fin, m á s vale
t a r d e que n u n c a : L a Gran B r e t a ñ a ha cambiado de actitud y h a sido la p r i m e r a y única Potencia que h a y a restituido a China p a r t e de su t e r r i t o r i o cercenado, o sea la
Concesión B r i t á n i c a de Hankow, la cual fue devuelta en
el curso del año 1927 por medio de t r a t a d o público celebrado entre el señor O'Malley, E n c a r g a d o de Negocios del
Imperio Británico y el señor Eugenio Chen, Ministro de
Relaciones E x t e r i o r e s del Gobierno Nacionalista establecido en Hankow.
E n lo que r e s p e c t a . a los E s t a d o s Unidos de la América del Norte, demostraron b u e n a fe hacia China al convenir en la cancelación del privilegio que, al igual de
otros países que t a m b i é n lo cancelaron, t e n í a n de explot a r agencias postales propias en t e r r i t o r i o c h i n o ; m a s se
han detenido a b r u p t a m e n t e en el camino de la generosidad y no h a n renunciado al principio de exterritorialidad
o de capitulaciones por v i r t u d del cual sus ciudadanos no
50
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
están sometidos a la jurisdicción de los tribunales chinos,
por lo menos en asuntos criminales, sino a la justicia de
su p a í s ; todo esto con g r a n sorpresa del pueblo chino, el
cual, en cierto momento de entusiasmo, creyó encont r a r en esa g r a n nación al paladín de la libertad absoluta
y de la justicia internacional; de modo que la influencia
ejercida por el Gobierno de Washington ha mermado considerablemente m i e n t r a s que la de Rusia, país que ha renunciado a todos sus privilegios y concesiones territoriales en China, en derecho por lo menos, es hoy preponder a n t e en el terreno ideológico.
La situación del Japón se complica además, como m á s
adelante demostraremos detalladamente, por la inmensidad de intereses que posee en Manchuria, región riquísim a que constituye válvula de escape a la congestionada
población del Archipiélago Japonés y es el granero del
mismo . Allí el Japón, aliado casi descarado del Mariscal
chino Chan Tso Lin, dueño y señor de esa enorme comarca, ejerce protectorado de facto y mantiene guarniciones
militares a lo largo de las vías férreas y en Mukden, lacapital regional.
E n resumen diremos que apesar de
los vejámenes sufridos por los subditos del Mikado, los
que motivaron el 17 de Mayo de 1927 la caída del partido
Wakatsuki en el Japón, al cual se acusó de debilidad después de los inenarrables atropellos en Nanl^ín, y la subsiguiente formación de nuevo Gabinete de Gobierno por
el General Barón Tánaka, jefe del partido Seiyukai, la
tendencia m a r c a d a de la Cancillería de Tokio es el mantenimiento de la neutralidad japonesa y occidental en China,
sin que eso signifique, por supuesto, el abandono completo de la protección a que son acreedores los japoneses de
p a r t e de su Gobierno, el cual es proverbialmente celoso de
la dignidad nacional.
No hay tampoco que olvidar que los sufrimientos de
los extranjeros en China son de dos c a t e g o r í a s : sufren
CHINA, JAPÓN Y LAS POTENCIAS OCCIDENTALES
57
como el pueblo chino mismo por causa de la c r u e n t a y
despiadada g u e r r a civil y son víctimas del odio que, con la
cooperación del Gobierno Soviético, ha sido encendido por
todos los ámbitos de la sedicente República china. Mas
esa situación desesperante no ha de t e r m i n a r m i e n t r a s sigan existiendo rivalidades mezquinas e n t r e las Potencias
cristianas y el J a p ó n ; es preciso acuerdo mutuo y, sobre
todo, p a u t a política común exenta de prejuicios, liberal y
benévola h a s t a donde sea compatible con los principios
fundamentales del Derecho Internacional admitido, acatados y ratificados por la m i s m a China. E s necesario
convencer a esa g r a n nación de que la cooperación occidental es absolutamente indispensable a su propio bienest a r ; es u r g e n t e que reconozca que si su admirable filosofía inculcada por Confucio y otros sabios eminentes es
digna de respeto, el progreso a que tiene derecho indiscutible, siendo, como es, inteligente, laboriosa y la nación
más g r a n d e de la T i e r r a , no puede, sin embargo, efectuarse sin la ayuda de instituciones modernas prácticas que
sólo el mundo occidental puede aportarle. Puede decirse
que el conocido a f o r i s m o : ' , E a s t is E a s t , W e s t is West,
and the tíwain shall never naeet" debe ser modificado par a bien común de la h u m a n i d a d y, por consiguiente, reemplazado por este precepto cristiano que debe ser inqueb r a n t a b l e : colaboración sincera, respeto mutuo a la soberanía, caridad sin distinción de razas ni de castas y
buena voluntad internacional.
CUARTA PARTE
CONFLICTO CHINO-JAPONES
EL CONFLICTO CHINO-JAPONES
i
El cable, con su laconismo habitual, nos comunica que
existe estado de g u e r r a de facto, si no de j u r e , entre Chin a y el J a p ó n ; que la s a n g r e de ambos pueblos ha corrido
ya en abundancia y encharcado el suelo de la provincia
de S h a n t u n g , en las inmediaciones de Tsinán.
P a r a la generalidad del público panameño el conflicto chino-japonés constituye g r a n sorpresa debido a que,
como muy bien observa el editorialista de " L a E s t r e l l a , "
del 9 de Mayo de este año, la carencia de datos y de antecedentes relacionados con los problemas del E x t r e m o
Oriente hacen que la imaginación se pierda en fantasías
que no concuerdan con la trascendencia que ese desgraciado acontecimiento podría tener p a r a la H u m a n i d a d .
Ya se ha dicho, con sobrada razón, que el eje de la
política mundial ha pasado del Atlántico al Pacífico y que
si acaso los destinos del orbe h u b i e r a n de resolverse nuevamente por medio de las a r m a s , p a r a m e n g u a y baldón
de la cultura universal, el t e a t r o preferido de t a n horrenda lucha h a b r í a de ser el t e r r i t o r i o de los países bañados
por el G r a n Océano, cuyas a g u a s se verían t i n t a s en sangre. P e r o es t a n inmenso el Pacífico, sus olas acarician
las costas de t a n t o s t e r r i t o r i o s situados en distintos continentes, que la frase resulta incompleta e inadecuada,
pues p a r a t r a d u c i r exactamente la idea que se propone exp r e s a r debería referirse de man e r g , inequívoca a los paí-
62
EL
PBOBLEMA
ORIENTAL
ses del Lejano Oriente y a ese Archipiélago de Sandwich
o Hawai, oasis de reposo y de aliento, colocado por Dios
en la mitad de la l a r g a y peligrosa j o r n a d a entre América y Asia.
Los asuntos asiáticos, vistos desde América, afectan
primordialmente a los Estados Unidos del Norte porque
esa nación tiene allá en el hemisferio oriental intereses de
carácter político y comercial considerables cuya defensa
es imperativa, lo que no acontece a los demás países americanos, a los cuales sólo afectaría la dislocación social del
Asia de m a n e r a económica indirecta, poco notable, m a s
sí les concerniría desde el punto de vista del equilibrio
mundial. Pero es Europa, dueña y señora de los mercados orientales en general y factor político poderosísimo en
la existencia de las naciones asiáticas, la que sufriría mayores daños de la alteración del statu quo, pues una vez
que el incendio comenzara en Asia sería muy difícil localizarlo p a r a que no se propagase hacia la E u r o p a y consumiese, despiadadamente, millones de vidas y ocasionase
t r a s t o r n o s sociales incalculables en los centros industriales europeos, cuya venta de productos manufacturados
disminuiría de modo inusitado y a que, como es sabido, la
inmensa población asiática, empobrecida por los estragos
de la g u e r r a y ensimismada en su nacionalismo hostil, dej a r í a de s u r t i r s e en E u r o p a .
La China y el Japón representan tendencias opuest a s : China es esencialmente exclusivista, h u r a ñ a , nacionalista a ultranza, imbuida de ideas filosóficas que la hacen creer en su excelsitud entre los demás pueblos de la
t i e r r a a los que considera b á r b a r o s ; y si la famosa m u r a lla de piedra que por tiempo inmemorial la aisló del resto
del mundo h a sido derruida en p a r t e debido a la incuria
proverbial del chino y al avance paulatino de elementos
exóticos, la b a r r e r a moral, el abismo intelectual que el
pueblo chino opone i m p e r t é r r i t o al extranjero y a sus
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
63
ideas subsiste y no es menos eficaz que en p a s a d a s épocas,
cuando los representantes diplomáticos de la soberbia E u ropa y de la altiva Anlérica, al ser recibidos en audiencia
por el E m p e r a d o r , sedicente hijo del Cielo, arrodillados
besaban su sandalia. E n resumen, el pueblo chino es ferozmente individualista, r e t r ó g r a d o , indisciplinado, anárquico y v e n a l ; es nacionalista, pero no p a t r i o t a , como lo
demuestra el espíritu regionalista t a n a r r a i g a d o en la
idiosincracia de sus m a s a s indolentes y lo expone palpablemente en sus incontables dialectos: es altanero, no altivo, infantil en sus conceptos y en sus actos, i g n o r a n t e
y vano, pero ejemplar en su amor filial, en la veneración
al culto de sus antepasados, industrioso, paciente, sufrido
y adorador fervoroso del t r a b a j o y de la economía.
El Japón, al contrario de su actual contendor, se desvela por modernizarse y es v e r d a d e r a m e n t e sorprendente
el progreso realizado en poco m á s de medio siglo por ese
pueblo unido, laborioso, serio, p a t r i o t a y consciente de sus
deberes; a m a n t e del orden, de la disciplina, de sus instituciones, altivo sin pedantería, sociable, de u r b a n i d a d exquisita, pulcro, abnegado, emprendedor y hospitalario,
industrioso, instruido, sobrio, respetuoso, p e n e t r a d o de
espíritu investigador, ansioso de aprender, de i l u s t r a r s e
en todos los r a m o s del saber humano, orgulloso sin jactancia ni altanería, valeroso, sagaz y poseído de su importancia como factor apreciable del bienestar y de la paz
m u n d i a l e s ; pero pobre, estrecho en sus f r o n t e r a s , fanático de su individualidad, desconfiado de las doctrinas
subversivas que p u g n a n con su ideología n e t a m e n t e monárquica y conquistadora, militarista y persuadido de
que su misión es p r e d o m i n a r en el continente asiático.
II
La a f r e n t a i r r o g a d a por el J a p ó n a China se h a gra-
64
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
bado en el corazón de sus h i j o s : consideran desdeñosam e n t e como actos n a t u r a l e s de pueblos bárbaros las amenazas y sanciones a que suelen r e c u r r i r contra los "pulidos" asiáticos los "incultos" europeos y americanos, cuya
civilización incompleta d a t a de ayer si se la compara con
la de sus antagonistas, pero no pueden tolerar que un pueblo como el japonés, cuya base cultural y racial proviene
de China, ose imponer su tutela a la vieja Cathay. E s a
presunción es inadmisible p a r a la mentalidad china porque ella e n t r a ñ a irrespeto a los manes de los proceres de
ambas naciones, es decir, a los espíritus de los antepasados, ofensa imperdonable según la conciencia nacional.
Kemos descrito la política que intenta i m p l a n t a r la
hegemonía japonesa en el Lejano Oriente, pero ella no explica por que se encuentran ahora en t e r r i t o r i o chino
fuerzas a r m a d a s niponas dispuestas a enfrentarse a los
soldados de Chiang Kai Sek y a sus aliados eventuales; y
por eso t r a t a r e m o s de explicar en esta crónica los motivos que obligan al Gobierno de Tokio a m a n t e n e r guarniciones militares en China, especialmente en S h a n t u n g .
Al estallar la G u e r r a Mundial el Japón, cumpliendo
estrictamente con el pacto de alianza que desde hacía
tiempo lo ligaba a I n g l a t e r r a , invirtió cuantiosas sumas
de dinero y sacrificio millares de vidas p a r a desalojar al
ejército del K a i s a r de Tsingtao, uno de los puertos principales de la provincia de Shantung, arrendado a Alemania. J a p ó n se creyó compelido en esa época a m a n t e n e r
la paz en el E x t r e m o Oriente amenazada por la base naval y militar alemana de donde salió la flota germánica
que, después de combatir con éxito a la m a r i n a británica
cerca de Coronel, Chile, fue posteriormente víctima de su
potente artillería en la batalla de las Islas Falkland, frente a la A r g e n t i n a .
Resultó, por consiguiente, que después de sitiar y
asaltar las formidables defensas, el Japón ocupó militar-
E L CONFLICTO CHINO-JAPONES
65
mente a la ciudad de Tsingatao y sus inmediaciones mient r a s duró el terrible conflicto mundial y aún pocos años
después de f i r m a r s e la paz de V¡ersalles; pero cuando se
restableció la normalidad China reclamó la devolución de
ese t e r r i t o r i o , la que se llevó a cabo mediante protocolo
suscrito en la Conferencia de Washington.
A h o r a b i e n : si el J a p ó n renunció a la jurisdicción política en Tsingtao no por eso dejó de pedir compensaciones
por haber libertado del yugo teutón a esa comarca y, al
efecto, en vez de obtener indemnización pecuniaria, que
China no podía o no quería pagar, aceptó en cambio la
concesión de v a r i a s minas de carbón y otros minerales,
cuya escasez se hace sentir en el Archipiélago Japonés, y
el control de algunas vías f é r r e a s de valor económico y
estratégico, inclusive la de Tsingtao a Tsinán, que le
p e r m i t i e r a n t r a n s p o r t a r fácilmente los productos adquiridos por los emprendedores subditos del 'Mikado de
acuerdo con el arreglo washingtoniano.
Como e r a de esperarse, la seguridad de la protección
japonesa hizo que incontables familias niponas, siempre
ávidas de e m i g r a r en busca de mejores condiciones económicas que las b r i n d a d a s por su p a t r i a , se t r a s l a d a r a n
presurosas a S h a n t u n g y establecieran así comunidades
agrícolas comerciales y fabriles a lo largo de las ferrovías,
de modo que hoy la población japonesa en esa fértil región
es numerosísima.
Y dadas las circunstancias anotadas, unidas a la inversión de fuertes capitales atraídos allí precisamente por
la g a r a n t í a de las a r m a s japonesas, es comprensible que
el orden en esos t e r r i t o r i o s quiera ser mantenido a todo
t r a n c e por el Imperio del Sol Naciente, porque la responsabilidad del J a p ó n es obvia: no solamente debe protección
a sus hijos sino también
los demás extranjeros radicados en S h a n t u n g , cuyos gobiernos respectivos confían en
la eficacia de ese país p a r a g a r a n t i z a r vidas y haciendas,
a
66
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
t a n t o más cuanto que las sedicentes autoridades chinas
son incapaces de hacerlo, pues es público y notorio que
hubo u n Gobernador chino de Shantung que, a fin de lib r a r a Tsingtao de las depredaciones de feroces bandidos,
conocidos allá por el nombre de piratas, se vio forzado a
garantizarles p a r t e del dinero procedente de las r e n t a s
provinciales.
(He ahí por que el Japón mantiene t r o p a s en esa sección de China, mas este artículo sería imcompleto si no
diéramos algunos datos históricos y geográficos de Shantung, porque de lo contrario resultaría difícil p a r a el público el darse cuenta cabal de las desaveniencias que en
la actualidad confrontan China y el J a p ó n : Shantung, lo
que traducido al castellano significa al este de las mont a ñ a s , limita al norte con el Golfo de Petchili y la Provincia de Chili, en la cual se encuentra P e k í n ; al sur con la
Provincia de Kiangsú cuya capital es Nanktfn, sede actual del gobierno nacionalista chino y en cuyo t e r r i t o r i o
se hallan las grandes urbes comerciales de .Hankoiw y
Shanghai, centros principales de la influencia extranjer a ; al este, con el M a r Amarillo, y al oeste con Chili. Su
área es de sesenta y cinco mil, ciento cuatro millas cuad r a d a s y su población estimada en t r e i n t a y cinco millones
de habitantes. E n su seno se encuentra la famosa mont a ñ a s a g r a d a Tai Shan, a la cual se dirigen miles de peregrinos desde hace más de cuatro mil años. Sus productos
principales son: hierro, oro, plomo, cobre y c a r b ó n ; trigo,
maíz, raicilla, seda, comunmente llamada entre nosotros,
" c r u d a " y f r u t a s jugosísimas. Sus principales puertos
son Chefoo, Wei-Hai-Wei y Tsingtao y es, además, la provincia en donde nacieron Confucio y Mencio, lo cual le ha
valido preeminencia y veneración especiales en la literat u r a china.
Tsinán o Tsinanfú, capital de la provincia de Shant u n g es muy conocida en la historia por haber constituí-
EL CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
67
do el foco de las s a n g r i e n t a s g u e r r a s que devastaron a
China d u r a n t e los seis siglos anteriores a la e r a cristiana.
Doscientos seis años antes de Cristo e r a conocida con el
n o m b r e actual, pero d u r a n t e los doscientos años inmediat a m e n t e posteriores fue llamada sucesivamente P i n g
Yuen, Tsienshing y P o h a i ; m á s t a r d e , en el siglo cuarto,
fue bautizada Tse o Lintsé, h a s t a qtie en el siglo catorce
adoptó nuevamente el nomibre primitivo. L a ciudad está
situada en las inmediaciones del Río Amarillo o Hbang
Ho y se halla defendida por triple b a r r e r a de fortaliezas:
la p r i m e r a consiste en un sólido m u r o de piedra, la segunda en uno de granito, y la t e r c e r a en un talud de majestuosa a n c h u r a sembrado de árboles. E|s m u y visitada
por nacionales y extranjeros a causa de las aguas medicinales que b r o t a n en sus ejidos y su población asciende
a ciento cincuenta mil almas.
III
Aunque sucesos políticos i m p o r t a n t e s están desarrollándose en la Manchuria, declarada n e u t r a l por el J a p ó n
en la g u e r r a civil china, entorpeceríamos, sin duda, esta
narración si variásemos su curso normal. Cuando hayamos t e r m i n a d o la exposición de hechos acaecidos en
S h a n t u n g nos dedicaremos al comentario de acontecimientos que están a h o r a desarrollándose en Mukden y
Pekín. Permítasenos, pues, apesar de no ser militares,
m a s sí aficionados a la milicia, quizá por herencia paterna, p r e s e n t a r un esquema de la organización de los ejércitos que recientemente se batieron en S h a n t u n g , de sus
cualidades morales y físicas y de las condiciones estratégicas en que se empeñó la lucha.
*Es del dominio público que d u r a n t e el régimen imperial las provincias chinas e r a n casi autónomas política y
m i l i t a r m e n t e : la escasez de comunicaciones y la falta de
68
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
una constitución nacional hacían que cada región se gobernase de acuerdo con sus propias costumbres y tradiciones, y que cada Virrey fuese soberano de facto en el
territorio bajo su mando, sin embargo, todas las secciones
del país reconocían como jefe supremo al E m p e r a d o r , "hijo del Cielo, padre de todos los habitantes del Imperio e intermediario nato entre ellos y la Divinidad".
De ese sistema resultaba la disparidad del ejército
chino: había soldados de infantería, con t r a j e s heterogéneos, armados de fusiles de diversos tipos y calibres; j i netes en mulos, caballos, asnos, camellos, etc., provistos,
unos de ianzas, corazas y yelmos, y otros, de escopetas de
caza, carabinas, machetes y sables; la artillería usaba cañones de c a r g a r por la boca o piezas m á s modernas de
c a r g a r por la culata, pero generalmente desechadas como
anticuadas por ejércitos extranjeros, además de un g r a n
número de cañones de madera que, aunque e r a n inútiles
p a r a disparar, tenían la virtud de a m e d r e n t a r con su apariencia al enemigo; pero si en algo se notaba uniformidad
era en el uso del p a r a g u a s y del abanico a que todavía
tiene derecho todo soldado chino que se respeta.
A n t e ese desorden, y aleccionado por la g u e r r a chino-japonesa de hace 34 años, g u e r r a que costó a China,
e n t r e otras cosas m'enores, la pérdida de la rica y bella isla Formosa, surgió un hombre providencial dotado de
cualidades m a s bien excepcionales en el Celeste Imperio,
como eran el patriotismo, la energía y la fe en los destinos del pueblo; ese hombre se llamó Yuan Chi Kai y a él
se debe, en p r i m e r término, la reorganización de las fuerzas militares y navales chinas. Su abolengo y su ilustración lo elevaron a la dignidad de P r i m e r Ministro y Consejero de la Corona y, valido del poder casi omnímodo que
se le había otorgado, acometió con denuedo la empresa
más difícil, dada la idiosincracia de los chinos, o sea la
de organizar, ordenar, idealizar y encauzar la potenciali-
EL CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
69
dad torpemente bregadora de las masas populares hacia
t a r e a eficaz y provechosa.
Consecuente con esa idea Yuan Chi Kai planeó en
1902 la reforma militar y, al efecto, creó t r o p a s nacionales, sujetas a las ordenes directas del Gobierno Central,
las cuales integraban t r e i n t a y siete divisiones de diversas a r m a s cuyo total sumaba cuatrocientos t r e i n t a mil soldados y veintiocho mil oficiales; pero cometió el error de
no crear reservas que en tiempo de g u e r r a reforzasen al
ejército p e r m a n e n t e y llenasen sus bajas. Sin embargo,
esa reorganización, complementada por edicto imperial
promulgado en 1905, por virtud del cual se c o n t r a t a b a
una misión militar japonesa p a r a que i m p a r t i e r a instrución a los reclutas y estableciese arsenale s en Shanghai,
Nankín, H a n Yang, F u Chou, Cantón y Chengtú, echó las
bases de la potencia militar china. Otro t a n t o ocurrió
con la flota, pues en 1909 fue nombrado un Ministro de
Marina que, asistido de expertos europeos y japoneses,
adquirió diez cruceros, igual número de guarda-costas y
quince torpederos, a cuya dotación se proveyó con bastante t i n o ; mas ambas instituciones sufrieron g r a v e quebranto cuando la tea revolucionaria que redujo a cenizas al
trono de la dinastía manchú fue aplicada por esos mismos
soldados y marinos encargados de defenderlo, seducidos,
como fueron por el famoso caudillo Sun Y a t Sen, fundador de la República. Y desde entonces el espíritu de
indisciplina se adueñó de las fuerzas a r m a d a s , colaboradoras decisivas al triunfo de la revolución.
E s notorio que la " p o p u l a r " revuelta china se consumó, como la mayoría de los movimientos subversivos
mundiales, por un puñado de intelectuales, apoyado por
p a r t e considerable del ejército y de la m a r i n a , y que, al
t e r m i n a r la lucha a r m a d a , jefes prominentes, que habían
sido imperialistas irreductibles, o simplemente neutrales,
fueron suplantados por otros cuyos méritos se computa-
70
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
ron únicamente por el grado de pasión radical que los
a n i m a r a . Eso no obstante, como China es el país ilógico
por excelencia, Sun Y a t Sen cedió la Presidencia de la
República al enemigo m á s encarnizado que tenía la democracia, a Y u a n Chi K a i , al hombre que, como P r i m e r Ministro del Imperio, había luchado con gallardía política,
diplomática, y militar por el triunfo del T r o n o ; m a s si está
fuera de duda que las instituciones republicanas fueron
luego amenazadas por él, cuando quiso proclamarse Emperador constitucional, es innegable también que el orden,
la paz y el honor militar fueron restaurados por el nuevo
Jefe del Estado a cuya m u e r t e las fibras morales y las
fuerzas materiales de China desaparecieron a n t e el caos
que hoy reina en ese desventurado país.
IV
La inesperada m u e r t e de Yuan Chi Kai, cuando ya
habían sido distribuidos títulos de nobleza a los personajes que debían constituir la nueva corte imperial y estaba
siendo acuñada moneda que ostentaba la efigie del fut u r o E m p e r a d o r , causó g r a v e t r a s t o r n o en el Gobierno y
precipitó el desastre de la organizazción militar china.
La guarnición de Pekín, privada súbitamente de su jefe,
se rindió a t r o p a s republicanas m a n d a d a s por adictos a Sun
Y a t Sen, quien, a n t e el derrumbe que amenazaba al andamio democrático t a n pacientemente erigido, izó en Cantón el e s t a n d a r t e de la revuelta y se dio potf t a r e a el cast i g a r a los militares traidores a la Revolución.
A fin de llevar una expedición punitiva contra ejércitos disidentes que asediaban a Pekín y tenían en j a q u e
a las pocas fuerzas republicanas acantonadas allí Sun
Y a t Sen estableció en el sur de China un gobierno presidido por él: declaró nula la autoridad del P a r l a m e n t o nacional que había coadyuvado al proyectado golpe de esta-
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
71
do, es decir a la f r u s t r a d a implantación del régimen imp e r i a l ; y secundado por Senadores y Diputados leales a
la República, quienes lograron huir de la capital, instaló
al Cuerpo Legislativo en Cantón y asumió, bajó el título
de Presidente Constitucional de la República, el mando
de las fuerzas a r m a d a s cuya misión primordial era apod e r a r s e de Pekín.
Después de varios meses, d u r a n t e los cuales el nuevo
Presidente acopió g r a n cantidad de m a t e r i a l bélico y aceptó como aliados a miles de bandidos o p i r a t a s que desde
la desaparición del Imperio pululan en toda la China, los
ejércitos del sur m a r c h a r o n hacia al norte, confiados en
el t r i u n f o ; pero la falta de organización de las t r o p a s , la
ayuda comprometedora de los salteadores de camino,
quienes actuaban de m a n e r a independiente y cometían terribles depredaciones en los territorios que atravesaban,
ademiás de las penalidades inherentes a una expedición de
esa índole, conducida por senderos asaz i n t r a n s i t a b l e s y
cumbres casi inaccesibles, a c a r r e a r o n espantosa d e r r o t a
de los soldados del sur por sus enemigos del norte, y Sun
Y a t Sen se vio entonces obligado a refugiarse en Cantón
en espera de mejor oportunidad p a r a acometer nuevamente su m a g n a empresa.
Los caudillos militares norteños no supieron o no
pudieron aprovechar el t r i u n f o : aleccionados, quizá, por
la catástrofe de sus adversarios, temieron que los ejércitos bajo su mando se d i s g r e g a r a n si emprendía por t i e r r a
u n a j o r n a d a excesivamente penosa a la vez que peligrosa
desde el punto de vista político, porque la p r o p a g a n d a republicana en las regiones meridionales era demasiado int e n s a p a r a que no afectase a la lealtad de sus soldados y,
al efecto, permanecieron inmóviles en sus campamentos.
La invasión del sur por la vía m a r í t i m a era t a m b i é n
irrealizable porque, además del peligro que ella entrañaba, militarmente hablando, ya que la flota se vería forza-
72
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
da a desembarcar t r o p a s bajo el fuego de las fortalezas
que defendían las e n t r a d a s de Cantón y de las principales
ciudades de las provincias de K u a n t u n g y de Kuansí, las
fuerzas navales chinas se habían dividido: p a r t e de la
escuadra obedecía al gobierno del n o r t e m i e n t r a s que varios otros barcos habían desertado y hallábanse anclados
en el delta del Río de las Perlas, protegidos por los fuertes de Wamipoa, cerca de Cantón.
La inactividad a que las circunstancias condenaron a
ios dos ejércitos fue fatal a su disciplina: ya hemos dicho
que el soldado chino es mercenario, que se bate únicamente por espíritu de lucro y afición al saqueo; su sueldo es
irrisorio (diez dólares mensuales) y problemático. De
esos diez dólares no recibe, generalmente, sino la mitad,
cuando las arcas del tesoro no están vacías, lo que ocurre
con desesperante frecuencia. Confucio enseña que la car r e r a de las a r m a s es la más vil y despreciable que pueda
imaginarse; y tal es la eficacia de esa doctrina que el chino considera deshonor el p o r t a r las a r m a s y, siguiendo
esa máxima, el ejército lo integran individuos de la m á s
baja ralea, aventureros sin escrúpulos de conciencia, dispuestos a exponer la vida, lo menos posible, ante la perspectiva de valioso botín. Ese modo de apreciar las cosas
da por resultado la vergüenza siguiente: nadie se presenta voluntariamente a i n g r e s a r en las filas del ejército a
no ser un pordiosero o un bandido r e d o m a d o ; por eso siemp r e h a sido imposible instituir en China el servicio milit a r - o b l i g a t o r i o . E n cuanto un muchacho p o r t a la indum/entaria g u e r r e r a sus padres lo repudian y sus amigos lo
abandonan; que puede, pues, esperarse de u n a c a r r e r a t a n
aborrecida? L a respuesta es obvia: desmoralización e
indisciplina. Ej soldado chino carece por completo del
esprit de eo*rps y se mofa del honor del uniforme que
v i s t e : su ambición consiste en que los azares de la guer r a le proporcionen los medios de incendiar, violar y ro-
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
73
b a r p a r a luego desertar sin rubor y vivir tranquilo del
producto de sus desmanes y fechorías; y esa mentalidad
es común a jefes, oficiales y simples soldados, su matiz
consiste exclusivamente en la cuantía del peculio obtenido por malas m a ñ a s . Duele decirlo, pero la verdad así
lo exige y el veredicto de la Historia debe ser absolutamente imparcial.
Veamos ahora por que el soldado cuyo sueldo nominal
es de diez dólares sólo recibe la mitad de esa s u m a : Existen agentes reclutadores a quienes no a r r e d r a la prácitca
de la i n f a m i a : esos vampiro;; chupan la s a n g r e de l a nación con impasibilidad y deleite v e r d a d e r a m e n t e orientales y viven rollizos del valioso líquido suministrado pollas venas de sus c o m p a t r i o t a s ; al apercibir un ciudadano
en h a r a p o s se acercan risueños a él y le ponderan las ventajas del oficio militar, haciéndole entrever un paraíso
t e r r e s t r e ; el "querido h e r m a n o " , término corriente del
vocabulario cuando dos chinos se saludan, está acosado
de la miseria a falta de u n a "alma c a r i t a t i v a " que lo vist a , lo conforte, lo n u t r a y le abra,, por medio del robo impune, las p u e r t a s de la felicidad. E s a bella misión la
ejerce, por "filantropía", el r e c l u t a d o r ; por qué, pues, no
r e n d i r s e a sus " a l t r u i s t a s " propósitos y consentir en ing r e s a r al ejército del m a g n á n i m o General Chang, Lee,
F u n g o Peli? E s t a n fácil si se cuenta con ayuda de persona influyente, y esa persona le encarna el flamante reclutador! "Animo, hermano, vamos al c u a r t e l ! " Y h e
ahí como el "querido h e r m a n o " se deja g u i a r por su "benefactor". Pero la b a r r a c a inmunda, en donde el opio
tiene macilentos a los defensores armados de la p a t r i a ,
produce náuseas al nuevo recluta y, lleno de espanto, int e n t a fugarse. Imposible! Los centinelas lo detienen y
el oficial de g u a r d i a ordena al cabo de v a r a s que propine
al inconforme magistral paliza a fin de injertarle "patriotismo", a menos que el "querido h e r m a n o " sea razonable
74
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
y no t r a t e de desairar a sus "buenos compañeros
armas".
de
El chino es fatalista, incapaz de reaccionar contra el
Destino; si acaso asoma en su ánimo un conato de rebeldía pronto desaparece ante la más abyecta resignación y,
validos de esa aberración del alma nacional, el oficial y
el reclutador incorporan al novicio y le hacen aceptar las
condiciones deprimentes del enganche. Del sueldo mensual de diez dólares s e r á n descontadas las siguientes sumas de modo p e r m a n e n t e : un dólar p a r a atender a los
gastos que ocasione la comjpra del uniforme, u n dólar
p a r a la adquisición de opio y cigarrillos y p a r a proveer al
lavado de la ropa, otro adicional p a r a el suministro de
alimentos, y dos m á s en concepto de comisión p a r a el
agente reclutador que lo distinguió con su "solicitud" y
su "afecto" y p a r a el oficial que le hizo el "favor" de sumarlo a sus bravos guerreros. Mas, que i m p o r t a ! A la
h o r a del combate cuando el enemigo vuelve las espaldas en d e r r o t a ignominiosa el vencedor no se t o m a r á el
t r a b a j o de perseguirlo. P e r d e r í a tiempo precioso si no
continuase el saqueo comenzado antes de huir por los vencidos, lo que es inadmisible según los cánones del militarismo chino. Sesenta y cinco por ciento del producto del
robo será reservado al invicto General y a sus dignos
oficiales, y el resto pertenecerá a los indómitos soldados.
¿Qué motivo tienen, pues, p a r a quejarse estos últimos?
I n t e n t a r l o sería i n g r a t i t u d imperdonable!
V
Tal es, en síntesis, la organización militar china. L a
Revolución derribó los cimientos echados por Y u a n Chi
K a i : el ejército nacional se ha convertido en diversos
ejércitos cuyos soldados sirven únicamente al General
que los recluta. D u r a n t e casi todo el tiempo que subsis-
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
75
tió el régimen imperial las tropas, e r a n siquiera provinciales; hoy son e n t e r a m e n t e personales.
Analicemos: Existían, h a s t a recientemente, los ejércitos de Chan Tso Lin, Sun Chuan F a n g , Chiang Kai Sek,
U T e i F u , F e n g Yu Siang, Young H i Man, F a n Sek San,
Li Pook Lam, etc.; algunos de ellos han desaparecido o
lian sido incorporados a los t r e s p r i m e r o s : las fuerzas
principales ele cada uno de esos caudillos operan, por r e gla general, de m a n e r a independiente; y cuando llegan a
cooperar en alguna campaña es por virtud de alianza momentánea ds sus jefes.
E s a s alianzas se verifican de modo bochornoso:
U T e i F,u, por ejemplo, decide defender, en los albores de
1927, la plaza fuerte de Bjankow contra las huestes nacionalistas procedentes de Cantón bajo el m a n d o de Chiang
Kai Sek, y, con ese fin, p r e p a r a minuciosamente la resistencia; pero, oh dolor! en medio del fragor de la batalla
uno de sus subalternos, comprado con oro nacionalista,
pasa descaradamente al campo opuesto a la cabeza de sesenta mil soldados. L a desmoralización cunde e n t r e los
defensores y el desastre no se hace e s p e r a r : la ciudad,
teóricamente inexpugnable, cae en poder del enemigo.
ü ' P e i F u huye despavorido de los m u r o s a cuyo a m p a r o
se creyó invencible y, a d u r a s penas, logra contener a sus
adeptos a unas cuantas millas de la ciudad perdida, en la
ferrovía que conduce a Pekín. Ejntonces, persuadido de
que su causa es la m i s m a del General Sun Chuan F a n g ,
dictador supremo de cinco provincias lim¡'ítrofes o cercanas a la en que él se encuentra, se dirige angustiado a t a n
alto personaje p a r a pedirle ayuda c o n t r a el enemigo común, o sea en la circunstancia, los regimientos del Kuom i n t a n g . Mas se ve d e f r a u d a d o : Sun Chuan F a n g le manifiesta su profundo pesar por la d e r r o t a y le r e m i t e unos
cuantos miles de pesos p a r a atender a gastos inevitables, pero no le p r e s t a ni u n soldado, ni u n rifle ni u n ca-
76
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
ñon y, al mismo tiempo, hace saber a Chiang Kai Sek que
él permanecerá neutral siempre que las t r o p a s nacionalistas, en el curso de su expedición al norte contra el Mariscal Chan Tso Lin, a la sazón dueño de Pekín, no penet r e n en los territorios de su jurisdicción.
El resultado de esa táctica es el siguiente: U'Pei F u
no logra r e c u p e r a r Hankow, Sun Chuang F a n g permanece indiferente en Nankín, capital de su feudo, y Chiang
Kai Sek se inmoviliza en Hankow porque tiene que saquear la ciudad, principalmente la "concesión británica",
zona u r b a n a cedida por t r a t a d o a Inglaterra, a la que uno
de sus lugartenientes, el General Chien Chen, de i n g r a t a
memoria, ocupa por sorpresa y g u a r d a contra la flota de
Su Majestad Jorge V manteniendo en rehenes, principalmente en el vasto edificio de la "Asiatic Petroleum Company", a la población civil extranjera, compuesta en su
mayoría de mujeres y de n i ñ o s ; y amenazando con degollarla sin misericordia al estallar el p r i m e r cañonazo inglés disparado contra su horda feroz.
Vencido, U'Pei F u se r e t i r a a un monasterio budista
a meditar en la soledad de los claustros, no sin llevar
consigo varios vagones repletos de plata acuñada mient r a s que Sun Chuan F a n g se apresta solo a rechazar al
invasor que, apesar de sus demostraciones de amistad, no
puede lógicamente proseguir a Pekín sin antes apoderarse de ¡Nankín, destruir el poder militar radicado en esa
urbe y el cual podría amenazar eventualmente a la retaguardia del ejército nacionalista en m a r c h a hacia la capital. Motivos de orden económico y la perspectiva de
cuantioso botín también inducen a los nacionalistas a
destrozar las fuerzas a r m a d a s de Sun Chuan F a n g :
Shanghai, el emporio comercial y cultural cosmopolita de
China se encuentra situado en Kiansú, provincia sometida a la jurisdicción del General mencionado. E s preciso,
pues, apoderarse de ese i m p o r t a n t e puerto, recaudar el
EL CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
77
producto de sus aduanas, levantar contribuciones de guer r a entre los comerciantes adinerados, hacer efectiva bajo la dirección de rusos bolchevistas que indefectiblement e m a r c h a n e n t r e las filas del Kuomintang, la huelga
general en las concesiones territoriales
extranjeras,
las que se hallan fuera del control de las autoridades chinas, y t r a t a r de asaltar las mismas a fin de saciar la sed
de oro de militares mercenarios y de la plebe h a r a p i e n t a .
P e r o o t r a s naciones v e l a n : I n g l a t e r r a , Japón, F r a n cia, E s t a d o s Unidos de América, Italia, E s p a ñ a , Holanda
y Portugal j u r a n que las terribles escenas de Hankow y
de Njankín no h a n de repetirse y, al efecto, concentran en
las "concesiones" de Shanghai c u a r e n t a y cinco mil soldados y una poderosa escuadra internacional. Los obreros huleguistas, en connivencia con las t r o p a s nacionalist a s que descienden el río Yangtsé en dirección de Shanghai, se apoderan fácilmente del arsenal, incendian la parte china de la ciudad e intentan p e n e t r a r armados en el
á r e a gobernada por extranjeros. Shanghai sucumbe, es
decir, la ciudad china propiamente dicha, pues la internacional permanece inviolada; ocho mil soldados chinos
caen prisioneros de las fuerzas militares británicas y el
egoísta Sun Chuang F a n g , quien no quiso p r e s t a r ayuda
a su colega U'Pei F u en ¡Hankow, se embarca precipitadamente p a r a Tsingtao dejando a su ejército desbandado
y acéfalo y enviando al Japón, p a r a salvarlos, varios millones de pesos, producto de sus r a p i ñ a s .
E s e es, a g r a n d e s rasgos, el militarismo chino, escuela
de vicio y de venalidad.
VI
De la reseña anterior se desprende que los ejércitos
chinos no cuentan, en principio, con oficialidad científica
sino creada por los azares de la cruenta g u e r r a civil que
78
EL
PEOBLEMA
ORIENTAL
azota a China desde hace largos años, y que los ascensos
son obra de favoritismo. H a y que admitir, sin embargo,
que de todas las fuerzas actuales las que poseen mayor
instrucción militar son, en p r i m e r término, las del Mariscal Chan Tso Lin, instruidas por oficiales europeos y
japoneses; las del Mariscal F e n Yu Siang y p a r t e de las
del Mariscal Chiang Kai Sek, adiestradas por oficiales
bolchevistas rusos.
Los soldados del primero de esos jefes son, en su mayoría, oriundos de la Manchuria, es decir, de la región
que m á s se ha distinguido en la c a r r e r a de las a r m a s , en
donde no existe sentimiento de aversión y desprecio por
el oficio militar, al contrario de lo que comunmente ocur r e en la propia China. L a tradición combativa de los
manchúes facilita la implantación de férrea disciplina;
constituyen también las t r o p a s mejor uniformadas y disponen p a r a su equipo bélico del famoso arsenal de Mukden,
creado por su jefe supremo a un costo de ciento cincuenta
millones de dólares, y regentado por el General británico
Sutton. Son, además, los soldados chinos que m á s protegen a los extranjeros.
Los regimientos de F e n Yu Siang, apodado "el Mariscal cristiano", e n t r a n a las ciudades que c a p t u r a n cantando himnos religiosos semejantes a los que entona el
"Salvation A r m y " ; no cometen tropelías, imbuidos unos
del sentimiento h u m a n i t a r i o que enseña el cristianismo, y
otros, los que no h a n sido aun catequizados ni h a n recibido el bautismo por miedo a castigos ejemplares; pero
aunque las conversiones y los bautizos están a la orden
del día en las filas de ese ejército, pues miles de hombres
son bautizados a un mismo tiempo en medio de imponentes ceremonias, no por eso deja su presencia de molestar
al elemento civil de la población: si es verdad que los t a lleres de t r a b a j o operados por esos militares modelos
abastecen a sus propias necesidades, también es cierto
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
79
que las excesivas contribuciones que F e n Yu Siang impone a las regiones en que ejerce su poderío le h a n g r a n jeado antipatías, especialmente en Pekín, en donde permaneció casi dos años, e n t r e 1925 y 1928.
No podemos decir lo mismo de las t r o p a s nacionalist a s en general poorque hemos sido testigos oculares de los
horrendos crímenes perpetrados por ellas en Cantón y
en Shanghai. D u r a n t e los primeros días de J u n i o de 1925
esas fuerzas que hoy comanda Chiang Kai Sok se apoder a r o n de Cantón después de haber prometido solemnemente a los soldados yunaneses (nativos de la provincia
de Y u n á n ) mandados por el General Young Hi Man, que
t e n d r í a n derecho a la vida si se rendían incondicionalment e ; pero al deponer las a r m a s estos últimos comenzó la
m a t a n z a de los mismos y de todo chino acusado de hostilidad a los vencedores. Crucifixiones, castraciones, horcas y, en fin, escenas que la pluma se resiste a describir
p a r a no p u g n a r con la decencia y la moral se desarrollaron d u r a n t e varios d í a s : bastaba proclamarse miembro
del K u o m i n t a n g y ostentar una corbata r o j a p a r a robar,
violar, asesinar e incendiar impunemente, o mejor dicho,
ayudado eficazmente por los soldados nacionalistas y por
ia policía cantonesa. Pocos días después, el 23 de Junio,
esas hordas desenfrenadas pretendieron adueñarse de las
concesiones inglesa y francesa ubicadas en Cantón y conocidas con el nombre de S h a m e e n ; y entonces tocó en suerte al autor de estas crónicas el e m p u ñ a r las a r m a s y cont r i b u i r como voluntario, entre fuerzas de m a r i n a francesas, a la defensa de su propia vida y al prestigio de la r a za blanca amenazado por esa misma t u r b a china que, en
nombre del nacionalismo, había ultimado a centenares de
sus compatriotas y anhelaba, en su odio desmedido al ext r a n j e r o , violar sus hogares y sus mujeres, como más tarde lo hizo en Nankín, y destrozar todo vestigio de civilización occidental. Los principales instrumentos de esos
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ÉL
PROBLEMA
ORIENTAL
actos de vandalismo son los obreros huelguistas que invariablemente forman p a r t e de las expediciones militares de
Chiang Kai Sek y parecen ser irremplazables en la prop a g a n d a bolchevista que dejan a su paso, m a r c a d a con
sangrient ahuella, los caudillos del Kuomintang.
A esa categoría pertenecen las t r o p a s que, como sabemos, asaltaron a la ciudad de Tsinán en el mes de Mayo último. ¿ E s , pues, acaso, vituperable que el Japón
haya impedido por medio de la fuerza que escenas t a n
horripilantes se repitieran en un t e r r i t o r i o en que, como
ya hemos observado, su responsabilidad es manifiesta?
¡,'No, de ninguna m a n e r a ! Por eso, ante las ansias de saquear los barrios extranjeros de Tsinán, ante la invasión
de la ciudad por esos facinerosos, tres mil soldados japoneses resistieron el empuje de cuarenta mil nacionalistas
chinos. Pero la rabia de la impotencia se apoderó entonces de los asaltantes y, al efecto, se hicieron reforzar por
sesenta mil hombres, sumando así cien mil soldados que
tenían plena fe en aplastar a los bizarros nipones. Estos,
a su vez, fueron reforzados por quince mil compañeros y
por unidades de la aviación imperial. El resultado fue
r á p i d o : las t r o p a s chinas que habían lograado' p e n e t r a r en
Tsinán se rindieron a las niponas cuando aeroplanos pertenecientes a estas últimas les infundieron respeto, y he
ahí como dieciocho mil hombres vencieron a cien mil.
E s e triunfo se debió, sin duda, a la disciplina y a la
estrategia japonesas, pero no hay que dudar de que la proverbial cobardía de los soldados chinos también contribuyó al éxito: en su mentalidad, u n puñado de militares extranjeros no resistiría al formidable choque de cien mil
chinos y juzgaban así porque se les hacía imposible comprender que unos cuantos valientes resolvieran m o r i r antes que p a s a r por la ignominia de rendirse; que el honor
del ejército japonés requería, si fuese necesario, el sacrificio de esos héroes.
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
81
Hablemos ahora, aunque someramente, del ejército
del J a p ó n : herederos fieles de las bellas tradiciones guer r e r a s de los "daimíos" y " s a m u r a y o s " , de legendaria
memoria, los soldados del Mikado poseen en grado excelso la virtud del p a t r i o t i s m o ; fervientes discípulos del militarismo alemán, aceptan voluntariamente severa discip l i n a ; frugales, sobrios, animados de intenso amor a su
país y de adoración al E m p e r a d o r , ofrendan risueños la
existencia en a r a s del sagrado ideal que los alienta. Su
heroísmo los inmortalizó en P u e r t o A r t u r o y en Mukden
al luchar denodadamente contra los bravos soldados moscovitas a quienes, apesar de su tenacidad, hicieron morder el polvo de la derrota a principios de este siglo. El
servicio militar obligatorio a que están sometidos todos
los n a t u r a l e s del Imperio y la instrucción que reciben de
oficiales graduados en escuelas militares nacionales, a las
que muchos forasteros acuden en busca de ciencia, añadidos al sentimiento del honor que los distingue, los convierten en unos de los soldados mejores del m u n d o : prefieren suicidarse antes que rendirse y llevan siempre grabada en la m e n t e la frase clásica que, cual mujeres espart a n a s , les m u r m u r a n constantemente al oído sus madres,
esposas o n o v i a s : "Id a pelear por la p a t r i a ; venced o
morid, pero no volváis a nuestro tierno regazo bajo el
oprobio de la derrota, pues no os recibiremos". Además,
fanáticos h a s t a lo increíble, viven convencidos de que al
m o r i r por el E m p e r a d o r , descendiente indiscutido de los
dioses tutelares y símbolo viviente de la p a t r i a , el Cielo
los acoge en su seno con particular beneplácito. Se les
h a acusado, a veces, de crueldad, pero sinceros testimonios de prisioneros rusos de P u e r t o A r t u r o y alemanes de
Tsingtao destruyen t a n desdorosa imputación.
E n cuanto a la m a r i n a imperial, la batalla de Tsusima, en que se cubrió de gloria, habla m u y alto de su efic a c i a : el nombre venerado del invicto Almirante Togo,
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EL
PROBLEMA
ORIENTAL
Comandante en Jefe de las escuadras d u r a n t e la g u e r r a
ruso-japonesa, es citado como ejemplo de hidalguía y valor en las escuelas navales del mundo entero. El J a p ó n es
hoy la t e r c e r a potencia m a r í t i m a del orbe' y t a n t o su mar i n a militar como la mercante son modelos de lealtad, honor y disciplina. Merced a ellas el pabellón del sol naciente ondea gallardo y respetado en todos los m a r e s .
VII
Las noticias sensacionales que t r a n s m i t e el cable res"
pecto de la caída de Pekín en poder de los nacionalistas y
de la d r a m á t i c a r e t i r a d a a Mukden del Mariscal Chan Tso
Lin nos impelen a modificar ligeramente el orden de
n u e s t r a narración y nos obligan a aplazar el relato de los
sucesos que tienen por t e a t r o actual a la Manchuria; pues
mal podríamos dedicarnos con éxito a la cronología de hechos que derivan de la cruenta g u e r r a civil en el territorio chino propiamente dicho sin previo análisis de las
causas principales que los han engendrado. Y teniendo
en mientes la facilidad que debemos b r i n d a r a nuestros
lectores a fin de que puedan compenetrarse del génesis
del complicado problema oriental nos desviamos provisor i a m e n t e del método que habíamos seguido antes de acontecer la última t r a g e d i a de Pekín.
Todo es misterioso en C h i n a : las agencias noticieras
mundiales anunciaron, a raíz del incidente de Tsinán,
ocurrido como hemos visto entre fuerzas japonesas y nacionalistas chinas, que Chan Tso Lin había decidido
suspender hostilidades contra Chian Kai Sek y m a r c h a r
unido a él contra los nipones. Luego fuimos informados
de que esa reconciliación era un m i t o : los ejércitos del
K u o m i n t a n g optaban por a t a c a r al ejército de F e n g Tieng
o M a n c h u r i a ; también se nos comunicó qué los jefes manchúes habían resuelto defender a todo t r a n c e la capital y,
E L CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
83
¡por último, se nos dice que Chan Tso Lin y sus secuaces
se r e t i r a n con sus soldados, cruzan la Gran Muralla y se
dirigen ordenadamente a Manchuria, haciendo cubrir s u
r e t a g u a r d i a por algunos regimientos al mando del General
.Chan Chun Chang, ex'-tirano de S h a n t u n g . ¿A qué obe
decen, pues, todos esos movimientos, a p a r e n t e m e n t e contradictorios, y cuáles son sus probables consecuencias ? E n
lo que .trataremos de a c l a r a r en este capítulo.
Siempre dudamos de la factibilidad de una alianza
e n t r e Chiang Kai Sek y Chan Tso Lin porque razones poderosas se oponen a ella: Chiang Kai Sek, apesar de lo
que sus partidarios pretenden, no representa autorizadam e n t e al Kuomintang, sino sólo es jefe de la facción de
ese partido instalada en Nankín. Cantón y H a n k q w no
acatan sus mandatos y en el norte F e n Yu Siang, Comandante del Kuominchún (ejército del pueblo) y aliado nominal de las t r o p a s del K u o m i n t a n g (partido popular) es,
en realidad, rival de Chiang Kai Sek que, desde la ciudad
de Kalgán, en la r u t a de Mongolia y de la frontera rusa,
mantiene intimidad con las autoridades moscovistas y no
puede a c e p t a r de buen grado el t r a t o infligido últimament e por el generalísimo nacionalista a ciertos personajes
bolchevistas admitidos no hace mucho tiempo como preciosos consejeros y
quienes ahora, p a r a sosegar los ánimos de la burguesía china y g r a n j e a r s e simpatías de las
potencias occidentales y del Japón, h a expulsado de su
séquito o ha relegado a segunda categoría e n t r e sus men.tores..
a
Noticias de Londres nos dicen que F e n Yu Siang,
quien y a ocupó a n t e r i o r m e n t e a Pekín, se propone establecer un gobierno civil compuesto de estadistas desterrados o víctimas de ostracismo en la actualidad, lo que significa inequívocamente que ese eaudillo m i l i t a r i n t e n t a
ejercer hegemonía en la nueva administración, sin preocuparle e n lo más mínimo la opinión de Chiang Kai Sek
84
EL
PROBLEMA
ORIENTAL
al respecto. S e a s circunstancia y el peligro que e n t r a ñ a
p a r a los "países b u r g u e s e s " la influencia desmedida que
ejerce el bolchevismo en la conducta de F e n Yu Siang, influencia previamente aprovechada por el celebre Embaj a d o r de los Soviets, el c a m a r a d a K a r a h a n , a r r o j a d o de
China por Chan Tso Lin pero íntimo amigo y consultor
del primero de esos dos jefes, hacen desconfiar de la estabilidad del nuevo gobierno que logre i n a u g u r a r s e .
La dimisión de Chiang Kai Sek, recientemente anunciada en la prensa, obedece, en nuestro concepto, a uno
de estos dos motivos: o bien Chiang Kai Sek depone el
mando del ejército que ha entrado victorioso a la capital
con el fin preconcebido de que sus subalternos le rueguen
que retire su renuncia, consolidando así su j e f a t u r a , o
bien, persuadido de su impopularidad y temeroso del ascendiente de F e n Yu Siang en el norte se r e t i r a antes de
que este lo deponga; pero, a ciencia cierta, su gesto no
es fruto de modestia o desprendimiento. Débese a n o t a r a
este respecto que el avance de F e n Yu Siang con r u m b o
a Tientsín, puerto n a t u r a l de Pekín, y el dominio que
quiere ejercer sobre el ferrocarril Honkow-Pekín, parecen
tener por objeto el poseer la llave de la región peMnesa
p a r a controlar su abastecimiento en elementos de g u e r r a
procedente del s u r de China y de Rusia por la vía de
Vladivostock. E s a hipótesis es tanto m a s verosímil
cuanto que el "Mariscal Cristiano" ha traicionado muchas veces sus alianzas oportunistas.
P o r o t r a p a r t e , un rompimiento e n t r e Chan Tso Lin
y Tokio es problemático; Chan es protegido del Japón, nación con cuyo concurso h a podido mantener la paz en
Manchuria, desarrollar sus recursos n a t u r a l e s e implant a r dictadura en esa extensa y rica comarca. B a s t a recordar que hace t r e s años solamente U'Pei F u , después
de d e r r o t a r a Chan Tso Lin en las cercanías de Shanghai,
quiso perseguirlo h a s t a su cuartel general de Mukden, pe-
EL CONFLICTO CHINO-JAPONÉS
85
ro que se vio c e r r a r el paso por veinticinco mil soldados
nipones que, pretextando g u a r d a r la neutralidad de las
ferrovías manchúes, i n t i m a r o n a los vencedores que no
tolerarían combates en radio de diez millas de la líneas
férreas.
E s e ultimátum salvó de la invasión a Manchuria y
dio a Chan Tso Lin tiempo y medios p a r a reorganizar
sus t r o p a s detrás del biombo japonés y apoderarse m á s
t a r d e de Pekín. Ahora el caudillo manchú, siguiendo
táctica inveterada, se refugia otra vez en sus inabordables lares, lo cual se llama en el lenguaje de la estrategia
francesa, Reculer Pour Mieux Sauter.
E l porvenir conf i r m a r á nuestro pronóstico y, desgraciadamente, la unificación de China, anhelada por quienes deseamos a ese
g r a n país tranquilidad que le p e r m i t a desarollar sin t r a bas la acción económica y política que sus inagotables
fuentes de riqueza y su venerable civilización le d e p a r a n
será nuevamente postergada en a r a s de inauditas ambiciones personales de sus hijos.
VIII
Eesurgen ya las dificultades entre China y las potencias mundiales apenas h a n entrado a Pekín las fuerzas
nacionalistas: en un gesto de soberbia que el t r i u n f o excusa pero la razón rechaza el Consejo de Gobierno de
N a n k í n exige el retiro inmediato de los soldados extranjeros estacionados en t e r r i t o r i o chino. La puerilidad de
ese ultimátum salta a la v i s t a : China es demasiado débil
p a r a hacerlo efectivo aún cuando todas sus huestes milit a r e s se unieran con ese fin, lo cual esta m u y lejos de suceder porque las ambiciones personales p r i m a n todavía
sobre la salud de la p a t r i a ; y, además, si acaso, en un
rasgo de desprendimiento,, E u r o p a , J a p ó n y los E s t a d o s
Unidos de América consintieran en confiar sus enormes
86
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intereses y las vidas de sus hijos a la buena fe del Kuojtnintang, ello no se llevaría a efecto sino mediante sustitución de los t r a t a d o s existentes con otros que, aunque
menos lesivos p a r a la independencia china, g a r a n t i z a r a n
de m a n e r a formal la tranquilidad de la inmensa población
.extranjera residente en aquel país. Pero de eso a pedir
la abrogación completa de los pactos internacionales me.dia un abismo insondable, pues el Derecho Internacional,
.tan invocado por los nacionalistas, al reconocer inmunidades y proclamar la igualdad de los Estados también les
impone obligaciones ineludibles; y es inadmisible al espír i t u jurídico que convenciones suscritas por dos o m á s
p a r t e s sean invalidadas por simple voluntad de u n a de
ellas.
Sería erróneo creer que el Japón y las demás potencias están en China por derecho de conquista: la verdad
es, en general, m u y d i s t i n t a ; las "concesiones extranjer a s " , como se les llama comunmente, son áreas alquiladas o cedidas por China a ciertos países cuyos ciudadanos
m o r a n en esas regiones y contribuyen con su labor, a veces ímproba, al desarrollo del comercio y de la industria
universales. L a idea primordial del ex-Celeste Imperio al
a p a r t a r esos territorios p a r a residencia de los extranjeros
fue segregarlos de la población autóctona a fin de que no
la c o n t a m i n a r a n física y moralmente. La vanidad del
pueblo chino, "elegido del Cielo", no podía admitir en su
s e n o "seres b á r b a r o s o infieles". Su desdén por "individuos incultos" que osaban p r o f a n a r con su presencia
el suelo sacrosanto de Cathay, apesar de haber pret e n d i d o aislarlo del resto del mundo por medio de la
Gran Muralla, no tiene paralelo en la h i s t o r i a ; y h a s t a la
administración de justicia en las comunidades extranjer a s fue confiada por el E m p e r a d o r a sus respectivos Cónsules porque mal podía un juez chino dirimir asuntos que
a t a ñ í a n a, "personas despreciables", a los " F a n K u a i " o
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diablos extranjeros,, sin menoscabo de- su dignidad y sin.
desdoro de sus t i m b r e s y blasones.
Los lugares escogidos por el gobierno chino p a r a alojamiento de las familias e x t r a n j e r a s fueron casi siempre
focos de infección, sitios insalubres, pantanosos y de difícil acceso. E s a escogencia sistemática tenía por fin el
que las enfermedades diezmaran
sus moradores y que,
desalentados, a b a n d o n a r a n los territorios concedidos p a r a
no volver a pisarlos; pero, juzgando a los demás pueblos
de acuerdo con su propia apatía, no concibieron los chinos que esos exilados, a fuerza de fe, de patriotismo y de
tenacidad, lograrían canalizar los ríos que conducen a sus
dominios, atestarlos de innumerables barcos p a r a conducir no solamente sus mercancías sino tairibién las de los
indígenas, erigir kilómetros de muelles, instalar bancos,
fábricas y almacenes en donde muchos nativos g a n a n hoy
el sustento, y sanear de tal m a n e r a las ciudades que allí
han fundado que su higiene y su belleza no les v a n en
zaga a las de m u c h a s ciudades europeas y americanas.
Shanghai, Tientsing Hankow, H a r b í n y Mukden son ejern^
píos fehacientes a nuestro aserto.
a
Los asiáticos son los primeros en disfrutar de las
ventajas y comodidades que b r i n d a n la civilización occidental y la caridad c r i s t i a n a : Universidades, escuelas,
hospitales, orfelinatos, leprosorios, sociedades filantrópicas y deportivas, científicas y artísticas, se multiplican
al a m p a r o de h o n r a d a administración pública; el orden y
la paz constituyen incentivo poderoso a la inversión de
capitales y al establecimiento de negocios y de residencias
por p a r t e de los chinos, quienes prefieren vivir en las
concesiones a residir en territorios sometidos a la j u r i s dicción nacional. Y si todo eso no fuera suficiente p a r a
justificar la administración e x t r a n j e r a diremos que a la&
aborrecidas concesiones acuden en tropel, en busca de:
a m p a r o , los naturales del país cuando se ven acosados por
:
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los horrores de la g u e r r a ; que los extranjeros han abierto f r a t e r n a l m e n t e a los nativos los territorios que en principio les fueron reservados y que p a r a asegurar la imparcialidad de la justicia crearon cortes mixtas, presididas
por magistrados aborígenes asesorados por jueces extranjeros aptos p a r a j u z g a r casos suscitados e n t r e chinos, ent r e chinos y extranjeros y entre extranjeros cuyos gobiernos no han firmado t r a t a d o s de exterritorialidad con China. Todas las sentencias de esas cortes son dictadas de
acuerdo con los códigos chinos y en algunos lugares, como
en Shanghai, los jueces asesores h a n sido suprimidos y
sólo h a n quedado impartiendo justicia los jueces nativos.
La responsabilidad colectiva del Japón y de las potencias occidentales p a r a m a n t e n e r el orden en las concesiones es inalienable, jurídicamente hablando, y sólo un
golpe de fuerza, que la debilidad de China descarta, o un
acto de magnanimidad de los gobiernos extranjeros podrían entregarlas a los nacionalistas; pero es tal el desorden que estos últimos h a n creado en la ex-concesión
británica de Hankow, cedida por I n g l a t e r r a a título de
prueba, que p a s a r á n años antes de que todas las naciones
interesadas en China confíen a ésta el gobierno de las
concesiones, refugio único de la legalidad.
El manifiesto lanzado en estos días al mundo por el
K u o m i n t a n g p a r a escarnecer la actitud asumida por los
japoneses en Tsinán no h a r á eco en las cancillerías en
donde ya son h a r t o conocidas las t r e t a s de ese partido
aleccionado por los soviets. El mismo R a m s a y Macdonald, cuando e r a jefe del gobierno laborista inglés, no hizo caso de mensajes que le enviara Sun Y a t Sen p a r a
p r o t e s t a r contra la conducta del Cónsul Británico en
Cantón quien, por humanidad, le comunicó a ese venerado caudillo que si la flota china bombardeaba la ciudad,
p a r a satisfacer pasiones b a s t a r d a s , las unidades navales
inglesas ancladas en el puerto h a r í a n fuego sobre dicha
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flota. Y si Macdonald no se prestó a ser j u g u e t e del Kuom i n t a n g en 1924, ¿es acaso probable que sí se presten a
serlo Baldwin, Tanaka, Poincaré, Kellogg, Mussolini y
P r i m o de Rivera? E l mundo entero sabe demasiado bien
la fe que debe darse a la amistad de los gobiernos chinos,
especialmente a la de aquellos integrados por nacionalistas. Lo único que China debe hacer es demostrar su capacidad p a r a gobernarse m o d e r n a m e n t e a fin de que las
demás naciones accedan a renunciar sus privilegios como los renunciaron a n t e r i o r m e n t e en el Japón, pues p a r a
esas naciones sería más ventajoso confiar el bienestar de
sus hijos al gobierno local, abolir así el régimen llamado
de capitulaciones, que r e p r e s e n t a r eternamente el papel
de gendarmes e invertir ingentes sumas de dinero en la
movilización constante de futfzas militares cuyo costo
no paga China, debido al juegc mismo de ese régimen, el
que veda considerar el envío de fuerzas a r m a d a s al t e r r i torio chino como acto de intervención, sin renunciar
ipso-facto a la exterritorialidad. Las t r o p a s e x t r a n j e r a s
acantonadas en las concesiones y los marinos de g u e r r a
que surcan sus aguas no se consideran hoy, por v i r t u d de
ese principio, como si hubiesen salido de sus propias
patrias.
E x t r a ñ a al Consejo de Gobierno de N a n k í n la presencia de fuerzas militares e x t r a n j e r a s en las ciudades
que ocupan los nacionalistas y dice que ellas crean "mut u a s sospechas". Lo que v e r d a d e r a m e n t e crean esos pundonorosos soldados es orden e impiden desmanes contra
ios habitantes pacíficos extranjeros y chinos.
También
sirven p a r a c u r a r a los heridos militares y civiles que los
ejércitos chinos abandonan muchas veces sin piedad,
pues en sus gallardas filas m a r c h a n abnegadas enfermer a s cristianas, religiosas o laicas, quienes son consuelo y
alivio p a r a la humanidad adolorida.
Mientras China no sea pacificada y no modernice su
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vida pública las concesiones territoriales e x t r a n j e r a s seg u i r á n siendo como faros de esperanza, atalayas de cult u r a y fraternidad en medio del h u r a c á n desencadenado
por la g u e r r a .
IX
¡ Chan Tso Lin ha m u e r t o ! ¡ Viva C h a n ! El insigne
dictador de la Manchuria, después de reunir un consejo
de familia al rededor de su lecho de muerte, entrega el
mando a su hijo Chan Sue Liang, General educado en el
J a p ó n y amigo sincero de ese país. El pueblo manchú no
ha sido consultado: la autoridad fue t r a s m i t i d a de p a d r e
a hijo del mismo modo que lo h a r í a un m o n a r c a ; y si el
nuevo gobierno se proclama sin la anuencia de los manchúes mucho menos se establece con la venia de China, sob e r a n a nominal en esa región.
¿ O s a r á el Kuomintang avanzar hacia M a n c h u r r i a con
el fin de someterla? E s posible. Pero lo m á s probable es que
fracase en la empresa, pues no se invade fácilmente una
comarca que cuenta cincuenta o sesenta millones de habit a n t e s y cuyo ejército asciende a seiscientos mil soldados,
además de que su población es hostil a todos los gobiernos
de Pekín. La dictadura es calamidad, la g u e r r a es catást r o f e ; y así lo aseveran los manchúes, quienes h a n podido
dedicarse h a s t a a h o r a a sus faenas pacíficas, m i e n t r a s
China ardía, defendidos por la espada prestigiosa del famoso dictador. M a n c h u r r i a g r i t a : Chan Tso Lin h a muerto, viva Chan, como d i r í a : el Rey ha muerto, viva el R e y !
Y es que la familia Chan forma una dinastía sin t r o n o y
sin corona, pero apoyada por la inmensa m a y o r í a de sus
coterráneos y por el ejército manchú.
L a naturaleza misma es aliada de los C h a n : la topografía se opondría ventajosamente a incursiones militares en sus dominios; altas m o n t a ñ a s que al norte y al
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oeste recorren a las regiones manchúes, los precipicios
que en ellas se encuentran, el clima intensamente frío, la
nieve que d u r a n t e varios meses del año extiende profunda capa sobre las planicies y las convierte en inmenso sepulcro m a r m ó r e o son factores poderosos que debe t o m a r
en cuenta cualquier estratega, antes de a v e n t u r a r una
expedición en ese país. La geografía combatiría, pues,
en favor de M a n c h u r r i a : situada como está entre la G r a n
Muralla de China, Mongolia, Corea y Rusia y cubriendo,
como cubre, u n a extensión de trescientos noventa mil millas cuadradas de t e r r i t o r i o propicio a guerrillas, la conquista de M a n c h u r r i a sería labor titánica, pero el obstáculo principal sería, sin embargo, de carácter político: la
declaración de neutralidad de toda esa comarca anunciada
por el Japón.
Veamos a qué obedece esa resolución: M a n c h u r r i a se
halla dividida en t r e s secciones, a s a b e r : Tsitsihar o región del norte, Kirín o región del centro y Leao Tung o
región meridional. Valles fértiles, en el verano, las cruzan en todas direcciones, especialmente al sur de Mukden
h a s t a al golfo de Leao Tung, y vienen a ser como el granero del J a p ó n y las proveedoras, además, de valiosos metales que alimentan a la floreciente i n d u s t r i a nipona.
Todos esos productos, explotados con capitales japoneses
y t r a n s p o r t a d o s casi en su totalidad en ferrocarriles también japoneses, salen del exterior por Dalny o Dairén y
P u e r t o A r t u r o , posesiones estas del J a p ó n desde la terminación de la histórica g u e r r a ruso-japonesa por medio
del t r a t a d o de P o r t s m o u t h firmado el 5 de Septiembre
de 1905.
P o r o t r a p a r t e la vecindad del antiguo reino de Corea, antes t r i b u t a r i o o vasallo de China y a h o r a colonia
japonesa en donde ya se h a n registrado graves movimientos subversivos, nacionalistas unos y comunistas otros,
hacen que el J a p ó n desconfíe ele la proximidad del Kuo-
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m i n t a n g cuyo p r o g r a m a político comprende la restauración de todos los antiguos dominios del fenecido Celeste
Imperio. E s a aspiración sería tanto más peligrosa en la
M a n c h u r r i a cuanto que, por la f r o n t e r a rusa, las autoridades de Moscú estarían en condiciones de a y u d a r moral
y materialmente a los p a t r i o t a s chinos en detrimento manifiesto de la influencia de Tokio. U n a China fuerte y
unida instalada firmemente en las costas de Manchurria y
en las fronteras coreanas constituiría, con la complicidad
interesada de Rusia, amenaza constante p a r a el Japón,
situado frente a esa i m p o r t a n t e región. Y si tal cosa sucediera no cabe duda de que todos los pactos ruso-japoneses serían hechos trizas y nueva lucha a r m a d a gigantesca
se iniciaría en no lejano tiempo.
E s n a t u r a l y lógico que, dadas las circunstancias especiales anotadas, el Japón haga todo cuanto esté a su
alcance p a r a mantener en M a n c h u r r i a un régimen autónomo, divorciado de Pekín pero también sordo a los consejos moscovitas; y ese régimen sólo puede p e r d u r a r bajo la dictadura militar implantada por Chan Tso Lin,
continuada por su hijo Chan Sue Liang y apoyada resuelt a m e n t e por el Japón.
El problema manchú es, pues, de g r a n trascendencia
p a r a el m u n d o : ojalá el buen juicio guíe a los jefes del
Kuomintang p a r a conciliar los grandes intereses chino
-ruso-japoneses y evitar así un nuevo cataclismo universal.
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
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