LA HERENCIA ENVENENADA DEL RÉGIMEN Fastuosas infraestructuras que generan elevados costes incluso cerradas o que se plantean malvender para recuperar una mínima parte de la inversión, urbanizaciones que no terminan de despegar, proyectos megalómanos que se retoman porque contemplan indemnizaciones millonarias a los promotores... Esta es la herencia envenenada de un régimen que, de la mano de UPN, PSN y PPN, ha gastado a manos llenas el dinero público en beneficio de determinadas élites, hipotecando el presente y el futuro de Nafarroa. Texto: Pello Guerra Fotografía: Jagoba Manterola 6 zazpika ía 28 de septiembre de 2009. En presencia de varios deportistas navarros destacados, los principales dirigentes de UPN y PSN participaban sonrientes en la colocación de la primera piedra del Pabellón Reyno de Navarra Arena. En una jornada soleada, el presidente del Ejecutivo navarro, Miguel Sanz, y la alcaldesa de Iruñea, Yolanda Barcina, tiraban de pala en ese acto simbólico ante la atenta mirada, entre otros, del consejero de Economía, Álvaro Miranda; el director del Instituto Navarro de Deporte, el actualmente candidato de UPN a la presidencia de Nafarroa Javier Esparza; Roberto Jiménez, secretario general del PSN, y Elena Torres, presidenta del Parlamento y compañera de partido de Jiménez. La presencia de estas destacadas figuras del PSN tenía su lógica, ya que esa inversión había sido calificada como «prioritaria» dentro del Plan Navarra 2012, resultado de un acuerdo entre esta formación y el Ejecutivo de UPN. En sus intervenciones, Sanz y Barcina insistían en la necesidad de levantar ese pabellón multiusos. En concreto, el presidente señalaba que esa dotación «es importante para la comunidad y para hacer frente a la crisis económica, piensen lo que piensen algunos, para hacer frente a nuestras necesidades, las que derivan de una sociedad moderna y competitiva». En la misma línea, la alcaldesa de Iruñea defendía «esta obra tan debatida y demandada, acorde con el crecimiento de nuestra comunidad y un verdadero orgullo». De esta manera se daba el pistoletazo de salida a una dotación situada junto al estadio de Osasuna, club que había cedido el terreno, y que tenía un coste de 60 millones de euros para levantar una infraestructura con una pista central multiusos para 10.000 espectadores, un frontón para 3.000 personas, varias salas y un aparcamiento subterráneo para 355 vehículos. Entre las “joyas” de este proyecto estrella del régimen, destaca una grada escondida en el suelo del pabellón, que sale a la superficie en 30 minutos y que es giratoria, lo que permite incrementar notablemente el aforo si así se desea. La justificación para tan magna obra era que equipos navarros que entonces militaban en la élite de sus respectivos deportes, léase, por ejemplo, el San Antonio D Vista de Lezkairu en la que aparecen edificios en construcción y al fondo, el todavía cerrado pabellón Navarra Arena y el estadio de El Sadar. zazpika 7 de balonmano, dispusieran de un pabellón en condiciones en el que jugar. Asimismo, se pretendía conseguir que Iruñea albergara alguna de las finales de los campeonatos de pelota y que hasta la capital navarra llegaran eventos culturales destacados, del estilo de conciertos de grandes grupos o solistas, o ferias. Sin embargo, casi seis años después, el Reyno de Navarra Arena no parece ser tan necesario ni tan demandado como aseguraban entonces los representantes de UPN y PSN. De hecho, a pesar de que se encuentra prácticamente terminado desde hace dos años, a día de hoy sigue cerrado y sin que exista una fecha para su posible apertura, a pesar de que su mantenimiento ya supone un gasto anual de 390.000 euros. Precisamente por ese motivo, hasta la Cámara de Comptos, el órgano fiscalizador del herrialde, recomendó al Ejecutivo de Barcina en un informe presentado el mes pasado que «independientemente de la decisión sobre su apertura, se planifique el mantenimiento y conservación de las instalaciones, algo necesario por la inversión pública realizada y la complejidad técnica de dichas instalaciones». En concreto, la inversión ha ascendido hasta el momento a 54,3 millones y todavía están pendientes de adjudicar inversiones que suman 6,2 millones, correspondientes al edificio de federaciones, museo del deporte y equipamientos. Uno de los puntos de ese informe que más en evidencia ponía a los partidos del régimen era el que denunciaba que el Navarra Arena se había llevado a cabo sin un estudio de viabilidad. Según se recogía en el trabajo de Comptos, «en la documentación revisada que acompaña al Plan Navarra 2012, no constan análisis o estudio de las necesidades a cubrir con esta infraestructura». Y siguiendo en esa línea de falta de planificación, destacaba que el Gobierno de Nafarroa «no ha concretado el modelo de explotación y de gestión del pabellón, aunque se están buscando fórmulas de colaboración con el sector privado para tratar de rentabilizar las instalaciones». En cualquier caso, a Comptos no le convencía ninguna de las posibles opciones que estarían encima de la mesa (gestión pública, privada, mixta o incluso venta) por el coste que entrañaría a las arcas públicas y por la dificultad de encontrar una empresa que se haga cargo de la gestión del pabellón o incluso que se pueda plantear comprarlo. Tal vez en su apreciación de esta última opción puede haber pesado lo sucedido con el también paradigmático Circuito de Navarra en Los Arcos. La historia de esta infraestructura partió en 2007 de una iniciativa privada a la que se sumó posteriormente el Gobierno de UPN, que se hizo con el control del 95% de la empresa del circuito. El coste final ascendió también a 60 millones 8 zazpika de euros y fue inaugurado el 19 de junio de 2010 a pie de pista por prácticamente los mismos protagonistas de la primera piedra del Navarra Arena. Aunque finalmente la obra había sido financiada con dinero público, el circuito ha terminado en manos privadas, ya que ha sido arrendado por el Ejecutivo de Barcina por un periodo de cinco años a cambio de 1,3 millones de euros. El alquiler no deja de ser un parche para que no se incremente la inversión de 60 millones, que siguen pesando y mucho. Tanto que hasta el Go- En Lezkairu todavía quedan muchos solares en los que edificar las 6.000 viviendas previstas para una zona que UPN quería convertir en un «barrio bien» de Iruñea. pendientes», ya que, según sus datos, de 2009 a 2024, el Gobierno de Nafarroa debe pagar 2,6 millones al año por la deuda contraída. Estos dos casos son los más emblemáticos a la hora de poner en evidencia la política del derroche practicada por el Gobierno del régimen, pero existen otros terrenos en los que la especulación ha funcionado y sigue funcionando para alegría de determinados bolsillos privados y desgracia de las arcas públicas, ya que su repercusión es incluso muy superior a la de las infraestructuras citadas. bierno se está planteando venderlo, aunque por una cantidad muy inferior, ya que está barajando como precio mínimo los 15 millones de euros. Pero aunque se llegara a vender por esa cantidad, las servidumbres para el Ejecutivo seguirían estando presentes, tal y como ha puesto de relieve el parlamentario de Bildu Koldo Amezketa, quien se cuestiona «por qué está dispuesto a vender el circuito por 15 millones y por qué después de venderlo tendremos que seguir haciendo frente a una deuda de 27 millones por los préstamos Lezkairu, «un barrio bien». El urbanismo es, sin duda, el ámbito en el que más ha hecho y está haciendo el régimen por las élites económicas que lo sostienen, como se puede comprobar haciendo un repaso a los proyectos existentes en Iruñea y su comarca. Uno de ellos es el del Soto de Lezkairu. En una zona de Iruñea con un fuerte olor a santidad, ya que está presidida desde su parte superior por las estatuas del papa Juan Pablo II y el Sagrado Corazón de Jesús levantado en la parte trasera del Seminario, se programó la construcción de más de 6.000 viviendas en un espacio ocupado hasta entonces por huertas y campos. Los representantes de UPN en el Gobierno de Nafarroa y el Ayuntamiento de Iruñea pisaron el acelerador para que este proyecto estuviera definido antes de la entrada en vigor de la actual Ley de Ordenación del Territorio y del Urbanismo, ya que de esa manera evitaban que le afectara el incremento de porcentaje de VPO exigible a los promotores. Así se garantizaban que la urbanización tuviera la filosofía que les interesaba y que el entonces concejal de Urbanismo de Iruñea, el actualmente vicepresidente del Gobierno de Barcina Juan Luis Sánchez de Muniain, condensó en la idea de que se buscaba «un barrio bien». Pero de por medio estalló la crisis y «curiosamente tuvieron que incorporar de tapadillo más VPO para que les salieran las cuentas. Para ello, recurrieron a la Ley de Medidas Urgentes en Materia de Vivienda y Urbanismo de 2009, que permitía que en unos suelos que ya están finalizados en su vertiente administrativa se pueda incrementar el número de viviendas sin que impacte en los ratios urbanísticos, es decir, sin incrementar las cesiones para dotaciones, zonas verdes...», señala Joxe Abaurrea, abogado urbanista y gran conocedor de la política llevada en este terreno por el régimen. Años después, una visita a la zona arroja el dato de que se ha levantado entre el 10 y el 15% de las edificaciones previstas. El lugar está urbanizado desde principios de 2013 e incluso cuenta ya con parques infantiles, pequeñas plazas y hasta un espacio para que los zazpika 9 mayores puedan hacer gimnasia con varios aparatos. Incluso recientemente se inauguró un parque de 93.000 metros cuadrados que une peatonalmente Mendillorri, el Ensanche y Lezkairu, pero la hierba sigue creciendo de manera espontánea en la mayoría de los espacios edificables delimitados por amplias aceras. Las personas que más se ven pulular por la zona son obreros que trabajan en algún edificio en construcción y que se mueven entre carteles que anuncian viviendas «premium» a precios «asequibles» y la entrega de nuevas viviendas en el plazo de uno o dos años. Los bajos para locales no han sido ocupados y se suceden las pintadas en las que se anima a los posibles interesados a plantear su oferta por ellos. Por ahora, no están teniendo mucho éxito, ya que tan solo se anuncia la próxima apertura de una “gastroteka”, lo que convertiría a ese establecimiento en el único disponible para los vecinos en toda la zona. 1 0 zazpika Este no es el único espacio en construcción o con viviendas en cartera en Iruñea y aledaños. Erripagaina, que administrativamente depende de varios municipios, también está completando su parque de 4.000 viviendas, a las que se sumarían las 9.000 previstas en la zona de Etxabakoitz, lo que supone crear «un ensanche gigantesco en función de que supuestamente ese sería el emplazamiento de la futura estación del Tren de Alta Velocidad». En origen se iban a construir 7.000 viviendas en ese punto, pero se sumaron otras 2.000 al proyecto inicial «para cuadrar la operación. Se trata de que salgan las cuentas con las indemnizaciones que hay que pagar y por el traslado de Inquinasa, una industria química, con la complejidad que algo así entraña», desgrana el abogado urbanista. Otro proyecto en la zona sería Donapea en Cordovilla, recientemente recuperado por el Gobierno de UPN tras subsanar sus problemas legales y que cuenta con una previsión de 4.300 viviendas. Incluso la Txantrea y el Segundo Ensanche de Iruñea, dos barrios consolidados, también se ven afectados por la especulación. En el primer caso, han comenzado los derribos para acometer la construcción de 600 viviendas nuevas. Y en el segundo, en el último pleno del Ayuntamiento de Iruñea de esta legislatura, UPN y PSN unieron sus votos para sacar adelante el polémico proyecto de Maristas, que posibilita la construcción de 314 viviendas en un solar que está destinado a educación. Como denunció públicamente EH Bildu, el plan para el antiguo colegio, que contempla la construcción de una torre de veinte plantas (casi 70 metros de altura), va a suponer un beneficio para el promotor de doce millones de euros, nueve de ellos del solar recalificado, mientras que el Consistorio obtendría 500.000 euros y un local de 1.900 metros cuadrados con un coste de rehabilitación de dos millones. Como se puede comprobar, la lista es muy larga, de tal manera que «con lo que ya está puesto en marcha, todavía quedan años de construir viviendas», concluye Abaurrea. Viviendas para otras 300.000 personas. En realidad, los planes urbanísticos son tan numerosos e importantes que «en la comarca de Iruñerria ya están programadas unas 80.000 viviendas. Es decir, si la comarca de Iruñerria ya cuenta con unos 300.000 habitantes, estamos hablando de que está prevista otra comarca entera, otras 300.000 personas, en un herrialde que tiene un total de 600.000 habitantes. Y aun así, el Gobierno de Nafarroa quiere hacer cosas como Gendulain». Con esa denominación se conoce el macroproyecto que pretende realizar el régimen en el paraje del mismo nombre situado entre Galar y Zizur, a tres kilómetros de Iruñea, y que contempla levantar más de 18.000 vi- En Gendulain está prevista la construcción de 18.000 viviendas, lo que convertiría a este paraje en la segunda población de Nafarroa, con 50.000 habitantes. Si el proyecto no se lleva a cabo, el Gobierno debería indemnizar a los promotores con 140 millones de euros. zazpika 1 1 viendas. De hacerse realidad, ese lugar contaría con 50.000 habitantes, convirtiendo a Gendulain en la segunda ciudad del herrialde. El proyecto se completa con un área de actividad económica con una superficie de 184.336 metros cuadrados para albergar empresas relacionadas con la eficiencia y la energía sostenible. El Plan Sectorial de Incidencia Supramunicipal (PSIS) de Gendulain fue aprobado por el Gobierno de UPN en 2010, pero fue declarado nulo por el Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa por dos defectos formales. Desde entonces, quedó paralizado, hasta que el Ejecutivo de Barcina cumplió con ese requerimiento judicial y el pasado diciembre, aprobó definitivamente el PSIS, lo que en la práctica reactivaba el plan. La oposición criticó con dureza de nuevo este «despropósito urbanístico y social», que el consejero de Fomento del Gobierno de Nafarroa, Luis Zarraluqui, justificó en el hecho de que no aprobar ese PSIS habría supuesto que el Ejecutivo tuviera que pagar una indemnización de 140 millones de euros a los promotores. En sede parlamentaria, Zarraluqui recordó que la operación de Gendulain se plantea «a través de un concurso de 1 2 zazpika suelo que se sustancia en un contrato. La otra parte (los promotores) cumplió, puesto que aportó los suelos que estaban previstos, que había constituido su oferta, y el Gobierno está en la obligación de entregar a estos propietarios originales las parcelas que resultan de la ordenación del área y que serán las que acaben siendo definidas por el proyecto de reparcelación». Con estas palabras, el consejero estaba resumiendo el modo de proceder del régimen en materia urbanística y que está resultando muy lucrativo para determinados lobbys. Como señala Joxe Abaurrea, «la vivienda para UPN ha sido y es un objeto de mercadeo, y todo obedece a la técnica de estrujarle el valor al suelo. Para ello, hace planes de incidencia supramunicipal, con lo que sustrae la capacidad de decisión de los municipios, y fija la posible construcción de viviendas. ¿Esas viviendas se construirán realmente? Ya se verá, pero así se garantiza la obtención del derecho a construir, de tal manera que o se construye o se indemniza por parte de la Administración. Y eso es gravísimo». Como ha denunciado el parlamentario de Bildu Koldo Amezketa, «se está garantizando que los promotores y Vista de Etxabakoitz, con la industria química de Inquinasa en primer plano. En este lugar está prevista la construcción de 9.000 viviendas tan solo porque supuestamente se levantaría en el mismo la futura estación del Tren de Alta Velocidad. los bancos, que soportan los créditos, pase lo que pase, puedan recuperar su dinero; intereses particulares que se van a solucionar con el dinero público». Ante la posibilidad de que tras los comicios de la semana que viene UPN pueda quedar fuera del poder, «el Gobierno de Nafarroa se ha lanzado a una carrera loca e irresponsable de consolidar derechos edificatorios a una serie de promotores en lugares donde ni interesa, ni se va a construir en mucho tiempo. Pero el daño general y el beneficio futuro de los promotores ya está hecho», concluye Joxe Abaurrea. Gendulain es el caso más brutal, pero «hay muchos más por todo Nafarroa, como el campo de golf en Lekaroz, que va acompañado de 255 viviendas. Son desarrollos conflictivos y desastrosos desde una perspectiva urbanística y contrarios a las técnicas más extendidas de ciudad compacta. Son setas absolutamente descontextualizadas, grandes pelotazos urbanísticos», define Abaurrea. Este modo de proceder responde a una política que «opta por la peor posibilidad y la explicación es siempre la misma: derivar dinero público hacia una maquinaria que vive, por ejemplo, de infraestructuras aunque sean fantasmas. Es el caso del Navarra Arena, que se justifica para contar con un aforo de 15.000 personas para determinados eventos, aunque resulta que ya se disponía de un espacio con esa capacidad. Es la Plaza de Toros de Iruñea, que tiene ese aforo, está infrautilizada y se encuentra en el centro de la ciudad. Se podía haber cubierto y con una inversión mínima, conseguir lo que supuestamente se buscaba. Pero no, se opta por construir una infraestructura nueva, lejos del centro, que está vacía y no hay capacidad económica para sacarle rendimiento. Es otra barbaridad, como el circuito de Los Arcos, que ni siquiera era una programación pública, ya que la puso en marcha una iniciativa privada, a la que a medio camino se le vino abajo, se la endosó a la Administración y esta se la encargó construir a esa misma iniciativa privada y sin que se convocara el correspondiente concurso». Políticos subcontratados. Como se puede apreciar, lejos de abandonar el modelo del ladrillo que nos llevó a la crisis, como se ha repetido tantas veces estos últimos años, este vuelve con fuerza. ¿Cómo se entiende algo así? ¿No se ha aprendido nada de los errores cometidos? La explicación a este empeño en sostenella y no enmendalla es bien sencilla, aunque resulte demoledora. «UPN pertenece a la denominada clase política subcontratada, ya que desde el poder va marcando unas líneas de actuación que benefician a unas élites muy concretas. Se ha nutrido de esas élites que le han mimado y le han impulsado, y por eso no sabe hacer otra cosa. No ha querido o no ha podido crear otros modelos económicos alternativos y es una de las razones por las que está incapacitado para cambiar Nafarroa. Las pulsiones que hay en la trastienda de UPN van por ahí, porque siga el negocio y no deje de girar la ruleta, y no por ordenar bien el territorio o asegurar el derecho de acceso a la vivienda», desgrana el abogado urbanista. La muestra más evidente de los verdaderos motivos que impulsan la política del régimen en esta materia es que se prevé la construcción de todas esas viviendas, a pesar de que «las estimaciones estadísticas hablan de entre 25.000 y 30.000 viviendas vacías en la comarca de Iruñerria, una cantidad que ya cubriría las previsiones de vivienda en los próximos ocho o diez años». Lo cierto es que no se puede ofrecer una cifra exacta, porque «no existe un censo de vivienda desocupada, aunque se ha anunciado que se va a realizar. Así que se prevé construir todas esas viviendas nuevas sin contar ni siquiera con ese dato, sin tener un conocimiento exacto de cuál es el parque inmobiliario existente. Es impresionante». Una escandalosa falta de previsión ya habitual, como está quedando en evidencia, a la que se suma el hecho de que, además, «el Gobierno de Nafarroa está vendiendo suelo industrial por debajo del mercado, porque la oferta es mucho mayor que la demanda, de tal manera que se está perdiendo dinero público. Podía ser una política programada para fomentar la industrialización, pero no es así, porque se ha construido una vez más sin planificación y ahora tienen que conseguir dinero como sea para poder cuadrar los presupuestos. Es otro problema menos visible que el de la vivienda, pero también muy gordo», desvela Abaurrea. Así que si finalmente el régimen se queda fuera del Palacio de Diputación tras los comicios del próximo domingo, el Ejecutivo del cambio se encontraría «con una herencia muy endiablada. Como se suele decir, se retira el enemigo, pero deja el terreno lleno de minas». La mejor demostración del desastre que legan a los posibles nuevos gestores y a la ciudadanía en general es que hasta la mismísima Barcina parece renegar de lo que ha hecho su Gobierno, su partido y el régimen en general. Según aseguró recientemente sobre el Navarra Arena la todavía presidenta del Ejecutivo y de UPN, el pabellón multiusos «es una obra de la legislatura anterior y yo, como alcaldesa, ¿qué podía hacer? ¿No ceder el solar?». De sus palabras se desprende que ya no parece tan orgullosa de la emblemática y contestada instalación, aunque su pupilo y candidato de UPN a sucederle al frente del Ejecutivo no parece tener tantos escrúpulos. Esparza ha asegurado en repetidas ocasiones que está dispuesto a abrir ese pabellón, en cuya construcción estuvo implicado directamente como director del Instituto Navarro de Deporte. Se llegue a abrir o no el tristemente famoso pabellón Navarra Arena, el daño a las arcas públicas ya está hecho, como ocurre con tantos otros megaproyectos que se han convertido en los exponentes de los derroches interesados del régimen. zazpika 1 3 COMO EN EL SIGLO XIX Texto: Taylor Kate Brown 1 4 zazpika Fotografía: Jeff Travels En el pueblo indonesio de Lamalera se siguen cazando ballenas como lo hacían los occidentales en el siglo XIX. En la imagen, momento en el que el líder arponero salta al agua para clavar su arpón de bambú en el cetáceo. esde sus casas encaramadas en las faldas de un volcán, sus pobladores miran fijamente las aguas del océano Pacífico. Se dispara un chorro de agua y los gritos de «Baleo» comienzan a hacer eco por la montaña: acaba de aparecer una ballena. Esto es Lamalera, un pueblo indonesio de 2.000 habitantes y una de las últimas comunidades que cazan ballenas a la manera tradicional, con arpones y cuerdas. Usan métodos similares a los occidentales del siglo XIX, cuando los barcos viajaban enormes distancias en busca de ballenas, mucho antes de que algunas de sus especies se acercaran al borde de la extinción. El peligro para los lamaleranos que cazan no es la pelea a muerte que describe Herman Melville en su famosa novela “Moby Dick”. «Pese a que tienen mucha experiencia (…), siempre permanece esa sensación de que están en serio peligro», dice el escritor y explorador Will Millard, que pasó un mes en Lamalera. Como occidental con ideas conservacionistas, Millard califica la visión de la caza de ballenas de «horrible». Pero a diferencia de la realizada a escala industrial, siente que al menos esta se trata de una «pelea justa». «En Lamalera sientes que el equilibrio de poder está del lado de la ballena hasta muy cerca del final», afirma. Después de que la primera ballena es avistada, comienza una carrera loca hacia el agua. El primer barco en arponear el animal se lleva la mejor porción. En la proa de cada embarcación está el lama fa, el líder arponero. Un lama fa experimentado goza de enorme respeto, porque la precisión de su puntería determina el éxito de la caza. Algunas familias son conocidas por producir buenos lama fa y otros tienen que abrirse camino hasta conseguir ese puesto como achicador de agua o vigía. «Verás jovencitos, de seis, siete u ocho años, tirando pequeños aros al mar», explica Millar. Están practicando para convertirse en líderes arponeros. El lama fa debe estar concentrado y sin distracciones, agrega el escritor, quien cuenta que un habitante del lugar decidió una vez no salir a cazar porque había discutido con su mujer la noche anterior. «Si tienes algún tipo de problema en casa, cualquier negatividad o pensamientos negativos, no se te permite salir a la mar. Es superstición», señala. Mientras los métodos de caza son similares a los de los occidentales en el siglo XIX, la relación de los lamaleranos con el mar es muy diferente. Aunque usan el motor para zarpar y navegar, la tradición manda que cuando llegan hasta la ballena, deben impulsarse D por sus propios medios. Cuando llega el momento, apagan el motor y la tripulación rema con furia para acercarse lo suficiente para lanzar su ataque. En el momento exacto, el lama fa salta al agua usando la fuerza y el peso de su propio cuerpo y la punta de hierro del arpón de bambú para atravesar la dura piel de la ballena. Si lo consigue, el bote queda conectado a la ballena por la cuerda que sale del arpón. La ballena puede buscar sumergirse para tratar de escapar, lo que pondría al bote y su tripulación en peligro. Y el lama fa tiene que arreglárselas para volver al barco. «Te remolca a una cierta velocidad, estás fuera de control», apunta Millar. Los balleneros occidentales lo llamaban el «arrastre de Nantucket». Las ballenas pueden tardar horas en cansarse, incluso después de haber sido alcanzadas por varios arpones. «La triste realidad es que se trata básicamente de un juego de paciencia muy peligroso», dice Millard. «La gente ha sido arrastrada mar adentro durante noches enteras. Hay ejemplos de algunos que casi llegaron a Timor (a 120 km) y se comieron sus propias ropas para sobrevivir». Otras veces, las ballenas han destruido los barcos: un grupo de Lamalera tuvo que nadar durante 12 horas para llegar a tierra. Una ballena puede producir alimento suficiente para toda la comunidad. Durante la temporada de caza, que dura varios meses, pueden pasar semanas entre la captura de una y otra, o, como vio Millard, en una salida se pueden capturar varias. Considerados por la Comisión Ballenera Internacional como cazadores de subsistencia aborígenes, los lamaleranos están autorizados a cazar ballenas. Lo hacen para llenar sus despensas o comerciar con otros pueblos, y el cachalote –su principal presa– no está tan en peligro como otras ballenas. Pero en el pueblo también capturan mantarrayas y otros grandes peces más allá de los niveles de subsistencia y los venden a cambio de dinero. El futuro de la caza no está claro. Muchos de los más talentosos lama fa se están haciendo mayores y el exceso de pesca en el área puede limitar la fuente de alimentos que lleva a las ballenas a pasar por esa zona con tanta regularidad. Además, el mundo exterior está llamando. El pueblo fue conectado por carretera hace una década. «La gente se ha dado cuenta de que hay una vida más fácil en la economía de mercado, con bienes, servicios y educación mejor de los que pueden adquirir en Lamalera y eso es un incentivo mayor. Y, obviamente, es una forma mucho más segura de ganarse la vida», concluye Millard. zazpika 1 5 Bienvenidos a Blockadia. No es un punto geográfico en el mapa, sino más bien un concepto, pero sus habitantes son reales y viven (o más bien, pelean) como si fueran «guerrilleros del carbono» en la batalla medioambiental declarada en todo el planeta. Blockadia es «una zona transnacional e itinerante de conflicto que está aflorando con frecuencia e intensidad crecientes allí donde se instalan proyectos extractivos con la intención de excavar y perforar, ya sea para abrir minas a cielo abierto, ya sea para extraer gas por el método de fracturación hidráulica, ya sea para construir oleoductos que transporten el petróleo obtenido de las arenas bituminosas», explica la activista y periodista canadiense Naomi Klein en su “Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima”, un ensayo convertido en best seller, con el que da un sopapo bien fuerte al sistema. 1 6 zazpika Marilyn Baptiste, exjefa de la Primera Nación Chilcotin, bebe del Fish Lake, un lago que consiguieron preservar con su lucha contra las minas de oro y cobre en British Columbia (Canadá). Fotografía: Goldman Environmental Prize BLOCKADIA Texto: Amaia Ereñaga zazpika 1 7 ijémonos por un momento en el mapa del mundo. Salpicados por aquí y por allá veremos que hay declarados conflictos y guerras, pero si nos alejamos un poco más y ampliamos el foco, visualizaremos una batalla global que va más allá de cuestiones nacionales o religiosas, aunque tenga mucho que ver con la Tierra y las creencias. Es la batalla climatológica, en la que nos jugamos la continuidad del planeta y que enfrenta, dicho de forma simple y crudamente real, de un lado a una minoritaria élite económica y política y, del otro lado de la barricada, a una gran masa con una avanzadilla liderada por los movimientos indígenas y locales. La escena la plantea la activista y periodista canadiense Naomi Klein, quien cada década sacude conciencias con un ensayo, convertido esta vez en un best-seller planetario. En los cinco años que duró la investigación de su “Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima”, Naomi Klein viajó por Canadá, Estados Unidos y Europa para documentarse sobre el movimiento climá- F 1 8 zazpika Berta Cáceres es una de las líderes del pueblo lenca de Honduras. Su lucha contra un proyecto hidroeléctrico ha sido premiado, como el de Marilyn Baptiste, con el galardón medioambiental Goldman. Al lado, imagen de la marcha multitudinaria de Nueva York de setiembre pasado. Fotografía: Goldman Environmental Prize Andrew Burton tico incipiente que se da en todo el mundo, lo que ella ha definido como Blockadia, y llegó a una conclusión, que es la que resume de alguna manera el proyecto del que forma parte “Esto lo cambia todo”: «Olvida todo lo que crees saber sobre el calentamiento global –preconiza la publicidad del libro–. La verdad incómoda es que no estamos hablando de carbono, sino de capitalismo. La parte buena es que podemos aprovechar esta crisis existencial para transformar nuestro fracasado sistema económico y construir algo radicalmente mejor». Por cierto, Klein confía más en el ecologismo de los pobres que en las grandes organizaciones verdes, a las que da un buen repaso. Una gran masa de perdedores. Periodista, columnista habitual de medios como “The New York Times”, “Rolling Stone”, “The Nation” y “The Guardian”, Naomi Klein es, pese a su juventud, una investigadora muy reconocida y con un peso importante en los mass media norteamericanos. De hecho, la revista “New Yorker” ha dicho ella que «es la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense. Es actualmente lo que Howard Zinn y Noam Chomsky treinta años atrás». El hecho es que cada libro que escribe, realizado a modo de gran reportaje de investigación, es un revulsivo al sistema. “Esto lo cambia todo” se puede considerar el cierre de una trilogía que arrancó con “No Logo” (2000) –un estudio sobre la publicidad y el consumo a nivel global–, al que siguió “La doctrina del shock” (2007), un libro traducido a más de 25 idiomas, llevado también al cine por el cineasta Michael Winterbotton y nombrado en 2011 por la revista “Time” como uno de los mejores libros de no ficción publicados desde 1923. La publicación en setiembre de 2014 de “Esto lo cambia todo” fue un éxito instantáneo. Ha sido traducido a más de veinte idiomas y ha aparecido en multitud de listas de los libros más vendidos. «‘La doctrina del shock’ analizaba de qué modo explota sistemáticamente el poder capitalista las crisis zazpika 1 9 Naomi Klein, a quien comparan con Noam Chomsky. Abajo, el pesquero ruso Oleg Naydenov, causante del reciente vertido de fuel frente a las Canarias. Se dedicaba a la pesca ilegal. con el fin de imponer políticas que enriquecen a una élite restringida desmantelando toda regulación, procediendo a recortes de los gastos sociales y privatizando a gran escala el sector público –declaraba recientemente al semanario parisino “L’Obs”–. Escribiendo este libro, he descubierto que el calentamiento climático es la última crisis hasta la fecha que se convierte en objeto de este género de explotación: se me hizo evidente cuando estuve en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina y observé lo que describo como ‘apartheid social’. A juzgar por la evidencia, se van a explotar los ‘shocks’ creados por los cambios climáticos para crear una sociedad cada vez más desigual, apoderándose de una parte todavía más importante del sector público y arremetiendo contra los derechos de la mayoría de los ciudadanos. Habrá un pequeño grupo de grandes ganadores y una gran masa de perdedores». Un Plan Marshall para la Tierra. En Ginebra, en abril de 2009, la joven embajadora de Bolivia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), Angélica Navarro Llanos, explicaba a Naomi Klein su misión: dado que países como el suyo no habían contribuido a que se disparasen los niveles de emisiones contaminantes en el mundo, debieran de ser considerados como «acreedores climáticos». No fructificó, pero.... «si un número suficiente de todos nosotros dejamos de mirar para otro lado y decidimos que el cambio climático es una crisis merecedora de niveles de respuesta equivalentes a los del Plan Marshall, entonces no hay duda de que lo será y de que la clase política tendrá que responder, tanto dedicando recursos a solucionarla como reinterpretando las reglas de libre mercado que tan flexiblemente sabe aplicar cuando son los intereses de las élites los que están en peligro», escribe Klein. Y es que en su investigación del movimiento climático incipiente, la analista se dio cuenta de que el cambio climático puede servir de catalizador para una transformación social democrática radical. Supondría 2 0 zazpika una oportunidad histórica para los movimientos sociales para convertirse en un movimiento de masas global. «La buena nueva es que este movimiento lleva ya en marcha desde hace mucho tiempo: no partimos de cero –declara–. Por todo el mundo, se ven crecer poderosas organizaciones que luchan por el clima y la justicia energética: logran victorias importantes como la prohibición de la explotación del gas de esquisto o la espectacular transición energética en curso en Alemania. Se ve igualmente en Gran Bretaña, en donde el movimiento contra la austeridad está llegando a una confluencia con los ecologistas que luchan por una mayor ‘justicia climática’: juntos reclaman ‘un millón de empleos por el clima’. Por lo demás, la verdadera apuesta no consiste tanto en poner en pie un gigantesco movimiento totalmente nuevo sino en lanzar pasarelas entre las organizaciones ya existentes. Cuando los habitantes de Río de Janeiro o de Sao Paulo reclaman transportes colectivos gratuitos y eficaces, poco importa que no se consideren militantes ecologistas. Lo son en los hechos, porque lo que exigen contribuye a reducir la circulación automovilística. Se pueden multiplicar los ejemplos. Espero que haya convergencia entre el movimiento obrero, el movimiento contra la austeridad y los movimientos ecologistas para una acción justa y concertada a favor del abandono de las energías fósiles». De Bolivia, a Grecia pasando por Canadá. En su investigación, Naomi Klein y su equipo han estado en bloqueos como el protagonizado por el pueblo de Skouries (Grecia) contra la minería de oro a cielo abierto de la empresa canadiense Eldorado Gold –Syriza prometió que lo pararía cuando llegase al poder–, el de los campesinos de Pungesti (Rumanía) contra el proyecto de Chevron para un pozo de gas de esquisto y en la lucha de los micmac canadienses contra el proyecto de fracking en Nuevo Brunswick (Canadá), donde fueron testigos de escenas que les recordaban «más a situaciones de guerra civil que de protesta política». La Policía y los Gobiernos, ya se sabe de qué lado suelen estar. El viaje durante estos cinco años ha tenido otras muchas paradas: en la campiña británica diciendo no al fracking, en el Ártico con los activistas de Greenpeace, en la Mongolia interior contra los planes de una mina de carbón a cielo abierto, en la devastación de las arenas bituminosas de Alberta (Canadá), en la lucha de resistencia contra los megaproyectos de oleoductos en Estados Unidos –en la que se han unido «vaqueros e indios»– y.... precisamente Naomi Klein «roba» el nombre de Blockadia al grupo de acción directa Tar Sands Blockade. Fue este movimiento quien acuñó este térmizazpika 2 1 no en 2012 para definir el bloqueo de 86 días llevado a cabo contra la tala de árboles, con el fin de obstaculizar la construcción del oleoducto Keystone en el este de Texas. Un panorama desperdigado que le hace reflexionar sobre cómo la prensa convencional se ha hecho eco de estas acciones caracterizándolas como protestas aisladas contra proyectos concretos, pero «todos esos escenarios de resistencia se conciben cada vez más a sí mismos como parte de un movimiento global». Por tanto, son «parte de un relato transnacional de resistencia a una crisis ecológica común». Los verdes y sus pecadillos. ¿Pero el movimiento verde de toda la vida? Provocadora y directa, Naomi Klein le da un buen varapalo; no a todo el movimiento en sí, pero sí denuncia «la desastrosa fusión entre la gran empresa y las grandes organizaciones ecologistas» y una cierta relajación de formas y objetivos. Pone un ejemplo: la internacional Nature Conservancy, famosa por comprar extensiones de terreno para convertirlas en reservas, extinguió la población de pollos de las praderas de Attwater que se suponía protegía... al ¡abrir pozos de hidrocarburos en su reserva! Klein sostiene, por tanto, una vuelta al ecologismo de los 60 y 70, a la época de luchas como la de Rachel Carson, una forma de hacer que se diluyó con la llegada de la época neoliberal de Ronald Reagan. La autorregulación del mercado se convirtió entonces en dueña y señora, pero la crisis financiera y económica ha terminado por ponerlo todo en claro: en la cumbre sobre el clima en Copenhague en 2009, que tanta frustración generó, se estableció el límite del aumento de la temperatura a dos grados, pero el acuerdo no era vinculante y todo quedó en agua de borrajas. La caída de esta ilusión hizo que el movimiento verde madurara y que se diera cuenta de que fue un error desmovilizarse después de la elección de Obama: debían de haber permanecido en las calles, porque nunca se debe de bajar la guardia. La cuestión es que los gobiernos del mundo han sido incapaces de solucionar el problema debido a que no quieren verse amenazados por una «élite minoritaria» que domina la economía y la política, prácticamente, de todo el planeta. El amor nos salvará. Se puede decir que hay dos procesos paralelos aquí: uno, vital –Naomi Klein también intentaba quedarse embarazada mientras escribía el libro; lo consiguió tras sufrir 18 abortos– y el otro, in2 2 zazpika telectual, porque “This Chages Everything” es también un proyecto de plataforma multidisciplinar, cuya punta de lanza es el libro, pero que tiene más ramificaciones. Una es el documental dirigido por Avi Lewis que está previsto que se estrene este otoño –hay un adelanto colgado en youtube– y otra es Beautiful Solutions, un lugar donde se buscan nuevas soluciones a los problemas económicos que tenemos delante. En un país en el que empiezan a tomar fuerza movimientos como la desinversión en combustibles fósiles, Naomi Klein aparece como miembro de la junta directiva de 350.org –la organización ecologista internacional dirigida por Bill MacKibben, cuyo objetivo es crear un movimiento de base global para reducir las emisiones de dióxido de carbono– y ha mostrado hace poco su apoyo a The Next System Project, una iniciativa copresidida por Gar Alperovitz, profesor de Política Económica de la Universidad de Maryland, y el veterano ecologista Gus Speth, e impulsada por, entre otros, el actor y activista Danny Glober. Esta iniciativa plantea un debate nacional en EEUU, con la participación de investigadores, teóricos y activistas para buscar nuevos sistemas, convencidos de que «el sistema económico político de hoy no está programado para asegurar el bienestar de las personas, el lugar y el planeta» La conexión vasca. La 21 conferencia de la Convención de las Nacionales Unidas sobre el cambio climático que tendrá lugar en París-Le Bourget en diciembre es la gran cita del año... y la gran duda. «La idea es reforzar todas las batallas y proposiciones transformadoras que iniciativas como Blockadia y Alternatiba puedan encarnar. Tras las manifestaciones masivas del 21 de setiembre pasado en Nueva York, París 2015 podría ser algo así como un ‘Seattle de las falsas soluciones’ o una ‘Cochabamba de la transición ecológica y social’», preconiza la plataforma de organizaciones ecologistas francesas Attac.org. ¿Pero... Alternatiba? En octubre de 2013, la asociación vasca Bizi! y una docena de organizaciones sociales de ambos lados de la muga crearon lo que se llamó Alternatiba, una especie de aldea en la que se dan a conocer alternativas concretas como medios de trasporte alternativos, eco-construcción... Su objetivo: demostrar que hay soluciones locales y a pequeña escala. De ahí surgieron más, y hoy en día en Europa se están organizando cuarenta Alternatibas, mientras que en los próximos meses se esperan que surjan más en el Estado francés. También las hay en Bélgica, Suiza, Austria, Rumanía, y en Tahití. Protesta antifracking en Berlín tras la aprobación de restricciones a las prospecciones. Las organizaciones medioambientales piden la protección total. Fotografía: Tobias Schwarz En lo que queda de año parece que vamos a vivir fechas intensas en temas de movilización internacional. Por citar algunas: en EEUU, el décimo aniversario del huracán Katrina, con actos a través del país; en Alemania, contra el G7... y del 13 al 19 de julio, en Subilla (Araba), la acampada internacional contra el fracking. El planeta está j*d*d*. En diciembre de 2012, la conferencia de Brad Werner, un geólogo de llamativo cabello de color rosa, era lo que más curiosidad suscitaba en la reunión de la Unión Geofísica Americana en San Francisco. Se titulaba “¿Está la Tierra jodida?”. Werner dio todo tipo de datos, teorías... y el resultado quedaba bastante claro. Narra Naomi Klein: «Cuando un periodista presionó a Werner para que diera una respuesta clara a la pregunta de si está la Tierra verdaderamente «j*d*d*», él dejó el argot especializado a un lado y contestó: ‘Más o menos’. Sin embargo, en su modelo se incluía una dinámica que ofrecía cierto resquicio a la esperanza. Werner la llamó ‘resistencia’». Esta incluiría la acción ecologista directa, la resistencia desde fuera de la cultura dominante, como se produce en las protestas, bloqueos y sabotajes de los pueblos indígenas, obreros, anarquistas y otros grupos de activistas. Esa «fricción» es la que más posibilidades tiene, dijo, de frenar la máquina económica, que se precipita fuera de control. O sea, que ya no será suficiente con cambiar las bombillas de nuestras casas. No nos salvarán ni los grandes benefactores –el capítulo dedicado al presidente de la Virgin es cáustico–, ni marcharnos a Marte. Ahora es preciso cambiar el mundo antes de que el mundo haga que tengamos que saltar en marcha. Y no hay donde caer en blando, ya me entienden. zazpika 2 3 LAS EMPRESAS SE APUNTAN AL «GRAN HERMANO» n la era digital, ya nos estamos acostumbrando a que las redes sociales rastreen buena parte de nuestras actividades, preferencias y maneras de ser. Y no es difícil imaginar que un potencial empleador trate de hacerse una idea de la personalidad de un posible futuro empleado con base en la información que ya está disponible digitalmente en la web. Pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a que nuestros jefes rastreen cada uno de nuestros movimientos y actividades, incluso cuando estamos en casa? Esto comienza a ser realidad en muchas empresas, que ya están utilizando wearables –tecnologías para llevar puestas– a fin de rastrear los hábitos y actividades de los empleados. Empresas como BP, ebay, Bank of America y, más recientemente, Coca-Cola incentivan a los empleados a utilizar brazaletes digitales para monitorear sus actividades diarias, incluyendo sus rutinas de ejercicios o sus horas de sueño, entre otros. En estos casos, utilizan estos dispositivos como parte de programas dirigidos a «mejorar la salud y el bienestar de sus trabajadores» y no necesariamente tienen acceso a los datos individuales. Pero las cifras generales son suficientes para hacer una correlación entre el bienestar de los empleados y la productividad. Y la tecnología también está empezando a ser utilizada para rastrear el desempeño de los empleados en el trabajo día a día. «La aplicación de esta tecnología está creciendo virtualmente en todos los sectores de la economía», comenta Chris Bauer, director de innovación de la Universidad Goldsmiths de Londres. Un ejemplo del uso de wearables para monitorear el desempeño en el trabajo está en la cadena de supermercados británica Tesco. En muchos de sus establecimientos, los empleados llevan brazaletes que rastrean sus movimientos, los productos que están manejando, pronostican el tiempo en el que deberían terminar una tarea y cuantifican al dedillo sus pasos entre los pasillos del supermercado. El brazalete ofrece retroalimentación instantánea a los empleados cuando una tarea ha sido completada en el tiempo Texto: María Esperanza Sánchez E 2 4 zazpika determinado o los impulsa a apresurarse si no la han completado. Mientras, en Las Vegas (EEUU), los empleados de una tienda de sándwiches graban su rutina con el uso de las lentes de Google y luego sus jefes evalúan su desempeño con base en esa información. Todos monitorizados. Pero ¿funciona? ¿Hasta qué punto monitorear la actividad de los empleados puede mejorar su rendimiento? Unos dicen que sí, que funciona, y otros se llevan las manos a la cabeza. Los resultados preliminares de un estudio que encabezó el doctor Bauer sugieren que es positivo. En la investigación, se les pidió a unos 220 empleados de una agencia publicitaria británica que portaran tres tipos de dispositivos wearables: un brazalete medidor de la aceleración, un monitor de la actividad cerebral y un dispositivo para rastrear movimiento y postura. Además, los dispositivos rastreaban 24 horas al día otras cosas, como temperatura, exposición a la luz y patrones de sueño, entre otros aspectos. La información fue analizada para buscar tendencias y también para comparar indicadores como el rendimiento de los empleados. «Esto permitió obtener detalles muy específicos, como, por ejemplo, si la productividad mejoraba cuando los empleados salían fuera del edificio durante el almuerzo, en comparación con cuando permanecían dentro», señala Bauer. «También si los patrones de sueño tenían relación con el rendimiento en el trabajo al día siguiente». Según el investigador, como resultado de esto, la productividad aumentó en un 8,5% y la satisfacción en el trabajo en un 3,5%, aunque advierte de que estos datos son muy preliminares y no concluyentes. Otros expertos, sin embargo, dudan del impacto positivo de estos dispositivos en la productividad. Ethan Bernstein, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, señala que incluso pueden llegar a tener el efecto contrario, debido a lo que califica como «la paradoja de la transparencia». Bernstein señala que mantener a los trabajadores bajo observación puede reducir su efectividad en el trabajo. Plantea que, en vez de concentrarse en hacer un buen trabajo, los trabajadores pueden obsesionarse con cumplir con metas establecidas en esos sensores en vez de responder con creatividad y asumir riesgos. Y más allá de la discusión sobre si ayudan o no a la productividad, el uso de estos dispositivos puede abrir la puerta a un futuro similar al que plantea George Orwell en su novela “1984”, en la que se cuenta la historia de una persona que es observada 24 horas por “el Gran Hermano”. «Debe haber reglas claras para impedir que esta tecnología sea usada en detrimento de los empleados», comenta a la revista “New Scientist” Arthur Caplan, bioeticista de la Universidad de Nueva York. Y es que si dispositivos como los utilizados en la investigación de la Universidad Goldsmiths fueran usados 24 horas, como en ese caso, permitirían crear un perfil detallado de un empleado. No es difícil imaginar entonces a los jefes tomando decisiones sobre a quién despedir o a quién promover en base a la in- terpretación de esos datos. Y es difícil ver en este escenario «dónde termina la vida laboral del empleado y su vida privada», dice Caplan. Bauer, sin embargo, resalta que sería absurdo que las empresas no empiecen a utilizar los datos generados por estos dispositivos para decidir quién está en condiciones para pujar por «ese contrato millonario que la organización quiere ganar». Y pone como ejemplo el mundo de los deportes, donde se monitorea 24 horas a los atletas, tanto dentro como fuera del campo de juego, para aumentar su rendimiento. «De forma similar, vamos a ver el uso de esta tecnología en una amplia variedad de negocios», señaló Bauer, quien anticipa que esto va a ser parte integral del contrato de trabajo. Una propuesta que seguramente resulta muy atractiva para el mundo de los negocios, pero que pone los pelos de punta a muchos y en alerta a las organizaciones de defensa de derechos civiles y de los trabajadores. Las tecnologías para llevar puestas, conocidas como «wearables», se pueden estar convirtiendo en una forma de controlar a los trabajadores, tanto en su puesto como fuera de él. zazpika 2 5 LA SONRISA DEL ÉBOLA El brote del ébola parece remitir. Las imágenes de los sanitarios embutidos en trajes como de otro mundo ya no ocupan las portadas de los medios de comunicación. Pero en África Occidental la labor no ha terminado. La artista norteamericana Mary Beth Hefferman, conmocionada por las imágenes que llegaban de los centros de tratamiento de ébola, se empeñó en «poner rostro» a la tragedia. Viajó a Liberia, trabajó codo con codo con el personal sanitario y una sonrisa se instaló en el corazón de cada uno de llos. Texto: Mariasun Monzon 2 6 zazpika Fotografía: Marc Campos zazpika 2 7 l pasado mes de marzo se cumplía un año desde que la palabra “ébola” entrara a formar parte de nuestro vocabulario cotidiano. El paciente cero de este brote epidémico en África Occidental fue, según un informe publicado en el “New England Journal of Medicine”, un niño de dos años, que fallecería cuatro días después. Le seguirían su madre, su hermana de tres años y su abuela. Era diciembre de 2013. En Guinea. La enfermedad siguió propagándose en este país, pero todavía no tenía nombre. No sería hasta finales de marzo de 2014 cuando se identificaron las causas y conoceríamos la denominación del mortífero virus. Para entonces ya habían aparecido los primeros brotes en Sierra Leona y seguiría extendiéndose por Liberia, Nigeria y Senegal. La noticia saltó a las portada de todos los medios de comunicación y desde Occidente se informaba como se informa de algo lejano que difícilmente podría afectarnos. La información dio un giro de 180 grados cuando el virus traspasó el continente africano y llegó a Estados Unidos y Europa. Pero también esto pasó y el ébola parece hoy algo del pasado. Casi 24.000 personas infectadas y más de 9.700 muertes en África Occidental. Son datos del último informe de Médicos Sin Fronteras (MSF), publicado el pasado 23 de marzo. En él, la organización médicohumanitaria reconoce un acusado descenso de nuevos casos de ébola, pero alerta de que el brote aún no ha terminado. «Para declarar el final de la epidemia –señala–, debe identificarse a todas y cada una de las personas que hayan tenido contacto con alguien afectado. No hay lugar para errores ni para la complacencia; el número de casos semanales sigue siendo más alto que en cualquier otro brote previo, y los casos no se han reducido significativamente desde finales de enero». Entre tanto, un nuevo reto se plantea en los países azotados por la epidemia: reconstruir el sistema sanitario, paralizado durante casi un año por miedo a nuevos contagios. Los centros de salud están reabriendo sus puertas, pero los profesionales sanitarios necesitan contar con todas las garantías antes de volver a realizar su labor cotidiana y, por otro lado, la población todavía tiene miedo de acudir a los centros médicos. «El trauma del ébola ha creado descon- E fianza hacia las estructuras sanitarias, ha provocado en los trabajadores de salud desmoralización y temor a la hora de retomar los servicios, y ha dejado a las comunidades desconsoladas, empobrecidas y recelosas», recoge el informa de MSF, quien advierte que la interrupción de las campañas de vacunación rutinaria en los países de África Occidental afectados por el ébola ha puesto en situación de riesgo a la población infantil. Los rostros del ébola. Sin duda, para todos los que hemos vivido esta epidemia a través de los medios de comunicación, la imagen del ébola es la de unas personas ataviadas con trajes como de otro mundo. Personas sin rosto, embutidas en una combinación de traje, mascarilla, gafas protectoras, botas, guantes quirúrgicos... Personas sin rosto con las que, temerosos, se encontraban los pacientes cuando llegaban a los centros sanitarios. Daniel Berehulak, galardonado con el Pulitzer de fotografía por su cobertura del ébola en África Occidental, escribía en el “New York Times”, en octubre de 2014: «Los pacientes llegan y la primera sensación es de temor ante unas personas embutidas en trajes espaciales cuyas caras no pueden ver». Una imagen, la de esos sanitarios sin rostro, que conmocionó también a la artista norteamericana Mary Beth Heffrman, autora de la intervención artística “PPE Portrait Project” (PPE –Programa para el Equipo de Protección Personal– Proyecto de Retrato). «En agosto y setiembre de 2014, cuando la epidemia del ébola explotó sin control, no podía apartar mi pensamiento del problema», relata a 7K esta mujer cuya práctica artística está basada en temas relacionados con la corporeidadad y su representación. «Aquel nivel de sufrimiento y su representación en la prensa se apoderaron de mí», recuerda. «¿No serían menos aterradores si la persona que está dentro de ese aterrador traje fuera representada sin él? ¿Por qué en la prensa no ponen las fotos de estos sanitarios, por qué no sacan sus rostros? ¿Cómo sería ser paciente y solo tener contacto con personas que parecen soldados de asalto, no ver la cara de una persona durante días?». Preguntas y más preguntas, reflexiones y la determinación de afrontar el problema desde su práctica artista lle- Mary Beth Hefferman enseña a uno de los sanitarios de un centro del tratamiento del ébola en Monrovia la etiqueta-retrato que colocará en su traje protector. Debajo, sesión de fotos. zazpika 2 9 Melissa Kemokai entra en la «zona roja» y (a la derecha) Selina B. Davis, tras finalizar uno de sus turnos. La imagen de los rostros sonrientes con los que miran a los pacientes queda recogida en la fotografía que las identifica. 3 0 zazpika varon a Heffrman a aparcar todo lo que tenía entre manos y volcarse en la idea de «poner rostro» a los trabajadores de los centros de tratamiento de ébola. La idea se materializó en el “PPE Portrait Project”. Después de informarse y exponer su proyecto a algunos de los médicos claves en la respuesta del ébola en Liberia, como el Dr. Soka J. Moses, director clínico del MOD ETC, el mayor centro de tratamiento de ébola en Monrovia, y el Dr. Massaquoi, de la presidencia liberiana de manejo de casos de ébola, el pasado 22 de febrero partía rumbo a Liberia, acompañada del fotógrafo Marc Campos. En su equipaje, doce cajas con cámaras fotográficas, impresoras y etiquetas. Los profesionales habían recibido con entusiasmo la idea y la habían invitado a viajar al país para poner en práctica el proyecto. La idea no parece complicada: colocar las fotografías de los trabajadores sanitarios en sus trajes protectores, de forma que los pacientes pudieran ver una imagen de sus caras. Pero a nadie se le había ocu- rrido, y todos los expertos consultados subrayaron la importancia de las dimensiones psicosociales que podría tener. «Fotografié a los trabajadores, les decía que miraran a la lente como si estuvieran mirando al paciente y que intentasen poner la expresión que querían que viera el paciente si no estuvieran bajo ese temible traje protector. La mayoría sonreía», comenta Heffrman. El siguiente paso era poner esa fotografía en el traje y, como en todo el proceso, la artista preguntó al personal sanitario. ¿Dónde querían colocarla? «Intuitivamente se ponían la foto en la zona del corazón», «era tal como lo había previsto», recuerda emocionada. Emocionada por la reacción del personal sanitario pero, sobre todo, porque los pacientes podrían sentirse un poco menos aislados y porque ya no verían a sus cuidadores como «ninjas». «La primera vez que los pacientes veían las fotos sonreían. Incluso uno los reconocía del pueblo. Se daba cuenta y les decía: ‘Oh, yo te conozco’. Otros decían que les encantaba ver las fotos, que no sabían si eran hombre o mujer, o si era joven o mayor. Y decían: ‘me gusta poder ver cómo eres’. Todos expresaron su profundo agradecimiento». Práctica social. El “PPE Portrait Project” se basa en lo que el artista alemán Joseph Beuys llamó “escultura social”, acciones artísticas que funcionan como catalizador del cambio social. También llamada “práctica social”, es una concepción del arte como proceso interdisciplinario y de participación, en el cual el pensamiento, el discurso y la discusión son los materiales que se utilizan para llevar a cabo la creación. «Para mí, la cúspide de este proyecto está en la mejora de la conexión entre el trabajador sanitario y el paciente del ébola –comenta Heffrman–. La etiqueta-retrato sirve como puente, una propuesta de las enfermeras, doctores e higienistas a los pacientes, diciéndoles de forma activa: ‘yo soy humano y estoy aquí por ti’. El corolario tácito es que el paciente también es humano, una convicción que es profundamente socavada por los brutales efectos de la enfermedad. Las etiquetasfotografías les dicen visualmente que ellos son parte de la humanidad, de la vida». Mary Beth Heffrman regresó a Los Ángeles a mediados de marzo. En Monrovia dejó el equipo necesario para que el proyecto no se detuviera, y los trabajadores han continuado enviándole las imágenes que todavía hoy siguen tomándose para hacer un poco más personal el contacto con los pacientes del centro de ébola. «Para mí eso fue el auténtico éxito», comenta. No descarta llevar su idea a otros países del continente; de hecho, ya ha recibido peticiones de un hospital y una unidad de tratamiento del ébola en Sierra Leona, pero la artista espera la invitación oficial del Ministerio de Salud o alguna ONG importante y «ser así reconocida como parte del protocolo del equipo de protección (PPE)». En ello está. zazpika 3 1 LA PEREGRINACIÓN MÁS GITANA El próximo domingo, como cada 24 de mayo, miles de gitanos del Estado francés y de toda Europa peregrinan hasta Saintes Maries de la Mer para adorar a Santa María Jacobé, Santa María Salomé y, en especial, a Santa Sara Kali, la patrona de los gitanos. Las calles de esta pequeña localidad de la Camarga adquieren un ambiente mágico donde reina la alegría. Texto y fotografía: Lucas Vallecillos zazpika 3 3 Los jinetes conocidos como «gardians» se introducen en las aguas del Mediterráneo durante la procesión gitana. En pequeño, peregrinos cantando durante el descenso de las reliquias de las santas María Salomé, María Jacobé y Sara. En la doble página anterior, momento en el que la efigie de las dos santas María es introducida en el mar entre los cantos y los bailes de los gitanos. a primera vez que oí hablar de la capital de la Camarga y de su peregrinación gitana fue a un amigo que durante una época formó parte de los Gipsy Kings. «En una peregrinación a Saintes Maries de la Mer, que cada año reúne a miles de gitanos para venerar a Santa Sara, fue donde nacieron los Gipsy Kings. En una fiesta familiar al aire libre, y en torno a una hoguera, es donde las familias de los Reyes y los Baliardo descubrieron que combinaban a las mil maravillas, y decidieron unirse para fundar el grupo de rumba más famoso de la historia de la música», dice Miguel Molero, que pasó durante los ochenta un verano haciendo galas por toda la Costa Azul francesa, formando parte de los Gipsy Kings. Y añade: «No pudieron escoger mejor lugar ni mejores fechas para nacer. Durante la peregrinación, Saintes Maries de la Mer se torna una gran fiesta donde la pasión, el misticismo, la música y el baile son los protagonistas; de día, en las calles del pueblo y de noche, en el campo alrededor de fogatas». Al sur de Arles, el río Ródano, antes de morir en el mar, crea una zona de marismas denominada Camarga, que se extiende en el oeste de la Provenza. Fruto de la lucha territorial entre las aguas dulces del Ródano y las saladas del mar Mediterráneo, esta inmensa marisma del sur del Estado francés dibuja un paisaje móvil donde las mareas trazan el perfil de la costa. Tierras insalubres en otro tiempo, hoy configuran una gran área de humedales protegidos considerados de gran interés ecológico, en los que retoza el caballo blanco camargués, pastan los toros y se yerguen elegantes los flamencos rosados sobre una sola pata. Un paisaje idílico, donde los humanos mantienen una relación ancestral con las salinas, los arrozales y las marismas. Nada más poner un pie en Saintes Maries de la Mer, sorprende la blancura de sus casas con un marcado carácter mediterráneo. Tal y como lo dibujó Van Gogh, el pueblo sigue arremolinado en torno a una maravi- L 3 4 zazpika llosa iglesia fortaleza medieval llamada Nôtre Dame de la Mer. Su cripta es el hogar de Santa Sara Kali, la patrona de los gitanos, también conocida como la Virgen Negra. «¡Vive Sainte Sara!» La mañana del 24 de mayo, esta sosegada población marinera se torna un hervidero de gente, sobre todo de peregrinos gitanos que llegan en coche, furgoneta o caravanas, y algún romántico en carro tirado por caballo; procedentes en su mayoría del Estado francés, Italia, Bélgica y Suiza. También del este de Europa y del Estado español, en especial catalanes y del levante. Saintes Maries de la Mer debe su nombre a una leyenda protagonizada por dos santas, María Salomé y María Jacobé. Dentro de la iglesia, contemplo con curiosidad la ingenua escultura que representa a ambas santas posadas sobre una embarcación. Ante mi interés por ellas, una gitana oronda de cara afable se acerca y me dice: «Ellas trajeron a nuestra patrona desde Tierra Santa. Venían huyendo de las persecuciones a los cristianos y traían a Sara como esclava. En el mismo barco también llegaron María Magdalena y Santa Mart». De repente, la mujer me mira fijamente y en voz baja añade: «También se dice que era hija de Jesucristo y María Magdalena». Hace una pausa de cinco segundos y esbozando una sonrisa, añade: «Pero yo me inclino por otra versión, la que cuenta que Sara era una gitana de la Camarga que socorrió a las santas cuando llegaron exhaustas a estas costas». La gitana me da un fuerte abrazo y se despide susurrándome al oído: «Que la Negra te bendiga». Sobre el altar, hay un gran sarcófago policromado que momentos antes ha descendido del techo de la iglesia durante una ceremonia que destilaba una pasión desbordante y en la que los gitanos, abrumados por el momento, alzaban los brazos portando velas con el deseo de ser los primeros en tocar las reliquias que alberga: los cuerpos de las dos santas, María Salomé y María Jacobé, con el de Sara y tres cabezas que trajeron en la barca, de las que dos pertenecen a Santos Inocentes y una supuestamente a un apóstol. Y a los pies del altar, ahora el personal se amontona sobre la figura de Santa Sara, que no para de recibir besos y abrazos de una exaltada multitud. Yo no lo puedo evitar, también la toco. Uno no cree, pero nunca se sabe. En teoría, Santa Sara no podría estar dentro de la iglesia, debido a que no está reconocida por Roma como santa. Fuera del templo, miles de gitanos esperan la aparición de su patrona y rompen en gritos de júbilo cuando la ven salir a media mañana. Va en procesión portada por un remolino de manos, presidida por una corte encabezada por dos gitanos ancianos que van abriendo camino y flanqueada por dos filas de caballos blancos montados por gardians (nombre que reciben los ganaderos locales), que cubren su cabeza zazpika 3 5 Varios peregrinos bailan y cantan para celebrar la romería gitana que tiene lugar cada 24 de mayo en la localidad de Saintes Maries de la Mer, en la Camarga. 3 6 zazpika con un sombrero negro y portan lanza. La comitiva se abre paso por las estrechas calles del pueblo en dirección a la playa, entre una muchedumbre emocionada que no cede en su empeño por tocar el mantón de Santa Sara. La virgen es vitoreada en todo momento y la procesión camina al son de la rumba o de melodías que emanan de un acordeón húngaro, entre gritos de «¡Vive Sainte Sara!». Cuando llegan a la playa, se introducen en el mar, donde realizan una parada para cantar a Sara y lanzar salves en conmemoración a las santas que llegaron por el mar procedentes de Tierra Santa. La multitud llevando a hombros a la santa, con el agua hasta la cintura, junto con los gardians cabalgando sobre las olas del Mediterráneo en sus caballos blancos es una de las estampas más plásticas de la peregrinación. La comitiva, mucho más calmada, vuelve a la iglesia para guardar a Santa Sara en su cripta, entre vítores de despedida. Por la tarde, el pueblo de Saintes Maries de la Mer adquiere su momento más extrovertido, después de haber liberado todas las tensiones durante la procesión de la Virgen Negra. Los gitanos toman sus calles inundándolas de música. En cada esquina, un grupo de fla- menco, de rumba o de música cíngara de los Balcanes hace que el personal cante y baile sin parar. Una gran fiesta que al anochecer se traslada al exterior del pueblo, donde, de un modo más íntimo, familiares y amigos se reúnen en torno a una hoguera donde comen, cantan y bailan hasta altas horas de la madrugada. Al día siguiente, la procesión se repite, pero en esta ocasión con Santa María Salomé y Santa María Jacobé. El número de gitanos presente en la procesión disminuye considerablemente y no tiene la alegría y el colorido del día anterior. Por la tarde, todo es mucho más tranquilo. En el tercer y último día de celebración tienen lugar toda una serie de actos relacionados con la cultura tradicional del lugar, como una corrida camarguesa o demostraciones en el manejo de las reses por parte de los gardians en honor al marqués de Baroncelli (18691943). Este es un personaje muy querido por la defensa que hizo a ultranza de las tradiciones de la Camarga. Fue la persona que logró convencer a la Iglesia católica para que autorizara la procesión anual de Santa Sara, a pesar de no estar reconocida por Roma, y se convirtió en un gran defensor de los derechos del pueblo gitano en esta parte del Estado francés.