la herencia envenenada del régimen

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LA HERENCIA
ENVENENADA
DEL RÉGIMEN
Fastuosas infraestructuras que
generan elevados costes incluso
cerradas o que se plantean
malvender para recuperar una
mínima parte de la inversión,
urbanizaciones que no
terminan de despegar,
proyectos megalómanos que se
retoman porque contemplan
indemnizaciones millonarias a
los promotores... Esta es la
herencia envenenada de un
régimen que, de la mano de
UPN, PSN y PPN, ha gastado a
manos llenas el dinero público
en beneficio de determinadas
élites, hipotecando el presente
y el futuro de Nafarroa.
Texto: Pello Guerra
Fotografía: Jagoba Manterola
6 zazpika
ía 28 de septiembre de 2009. En presencia de
varios deportistas navarros destacados, los
principales dirigentes de UPN y PSN participaban sonrientes en la colocación de la primera piedra del Pabellón Reyno de Navarra Arena. En
una jornada soleada, el presidente del Ejecutivo navarro, Miguel Sanz, y la alcaldesa de Iruñea, Yolanda
Barcina, tiraban de pala en ese acto simbólico ante la
atenta mirada, entre otros, del consejero de Economía,
Álvaro Miranda; el director del Instituto Navarro de
Deporte, el actualmente candidato de UPN a la presidencia de Nafarroa Javier Esparza; Roberto Jiménez,
secretario general del PSN, y Elena Torres, presidenta
del Parlamento y compañera de partido de Jiménez.
La presencia de estas destacadas figuras del PSN tenía
su lógica, ya que esa inversión había sido calificada
como «prioritaria» dentro del Plan Navarra 2012, resultado de un acuerdo entre esta formación y el Ejecutivo de UPN.
En sus intervenciones, Sanz y Barcina insistían en la
necesidad de levantar ese pabellón multiusos. En concreto, el presidente señalaba que esa dotación «es importante para la comunidad y para hacer frente a la
crisis económica, piensen lo que piensen algunos, para
hacer frente a nuestras necesidades, las que derivan de
una sociedad moderna y competitiva». En la misma línea, la alcaldesa de Iruñea defendía «esta obra tan debatida y demandada, acorde con el crecimiento de nuestra comunidad y un verdadero orgullo».
De esta manera se daba el pistoletazo de salida a
una dotación situada junto al estadio de Osasuna, club
que había cedido el terreno, y que tenía un coste de
60 millones de euros para levantar una infraestructura con una pista central multiusos para 10.000 espectadores, un frontón para 3.000 personas, varias
salas y un aparcamiento subterráneo para 355 vehículos. Entre las “joyas” de este proyecto estrella del
régimen, destaca una grada escondida en el suelo del
pabellón, que sale a la superficie en 30 minutos y que
es giratoria, lo que permite incrementar notablemente
el aforo si así se desea.
La justificación para tan magna obra era que equipos
navarros que entonces militaban en la élite de sus respectivos deportes, léase, por ejemplo, el San Antonio
D
Vista de Lezkairu en la que aparecen edificios en
construcción y al fondo, el todavía cerrado
pabellón Navarra Arena y el estadio de El Sadar.
zazpika 7
de balonmano, dispusieran de un pabellón en condiciones en el que jugar. Asimismo, se pretendía conseguir que Iruñea albergara alguna de las finales de los
campeonatos de pelota y que hasta la capital navarra
llegaran eventos culturales destacados, del estilo de
conciertos de grandes grupos o solistas, o ferias.
Sin embargo, casi seis años después, el Reyno de Navarra Arena no parece ser tan necesario ni tan demandado como aseguraban entonces los representantes de
UPN y PSN. De hecho, a pesar de que se encuentra prácticamente terminado desde hace dos años, a día de hoy
sigue cerrado y sin que exista una fecha para su posible
apertura, a pesar de que su mantenimiento ya supone
un gasto anual de 390.000 euros.
Precisamente por ese motivo, hasta la Cámara de
Comptos, el órgano fiscalizador del herrialde, recomendó al Ejecutivo de Barcina en un informe presentado el mes pasado que «independientemente de la
decisión sobre su apertura, se planifique el mantenimiento y conservación de las instalaciones, algo necesario por la inversión pública realizada y la complejidad
técnica de dichas instalaciones». En concreto, la inversión ha ascendido hasta el momento a 54,3 millones y
todavía están pendientes de adjudicar inversiones que
suman 6,2 millones, correspondientes al edificio de federaciones, museo del deporte y equipamientos.
Uno de los puntos de ese informe que más en evidencia ponía a los partidos del régimen era el que denunciaba que el Navarra Arena se había llevado a cabo
sin un estudio de viabilidad. Según se recogía en el
trabajo de Comptos, «en la documentación revisada
que acompaña al Plan Navarra 2012, no constan análisis o estudio de las necesidades a cubrir con esta infraestructura». Y siguiendo en esa línea de falta de
planificación, destacaba que el Gobierno de Nafarroa
«no ha concretado el modelo de explotación y de gestión del pabellón, aunque se están buscando fórmulas
de colaboración con el sector privado para tratar de
rentabilizar las instalaciones». En cualquier caso, a
Comptos no le convencía ninguna de las posibles opciones que estarían encima de la mesa (gestión pública, privada, mixta o incluso venta) por el coste que
entrañaría a las arcas públicas y por la dificultad de
encontrar una empresa que se haga cargo de la gestión
del pabellón o incluso que se pueda plantear comprarlo.
Tal vez en su apreciación de esta última opción puede
haber pesado lo sucedido con el también paradigmático
Circuito de Navarra en Los Arcos. La historia de esta infraestructura partió en 2007 de una iniciativa privada
a la que se sumó posteriormente el Gobierno de UPN,
que se hizo con el control del 95% de la empresa del
circuito. El coste final ascendió también a 60 millones
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de euros y fue inaugurado el 19 de junio de 2010 a pie
de pista por prácticamente los mismos protagonistas
de la primera piedra del Navarra Arena.
Aunque finalmente la obra había sido financiada con
dinero público, el circuito ha terminado en manos privadas, ya que ha sido arrendado por el Ejecutivo de Barcina por un periodo de cinco años a cambio de 1,3 millones de euros. El alquiler no deja de ser un parche
para que no se incremente la inversión de 60 millones,
que siguen pesando y mucho. Tanto que hasta el Go-
En Lezkairu todavía
quedan muchos
solares en los que
edificar las 6.000
viviendas previstas
para una zona que
UPN quería convertir
en un «barrio bien»
de Iruñea.
pendientes», ya que, según sus datos, de 2009 a 2024,
el Gobierno de Nafarroa debe pagar 2,6 millones al año
por la deuda contraída.
Estos dos casos son los más emblemáticos a la hora
de poner en evidencia la política del derroche practicada por el Gobierno del régimen, pero existen otros
terrenos en los que la especulación ha funcionado y sigue funcionando para alegría de determinados bolsillos
privados y desgracia de las arcas públicas, ya que su repercusión es incluso muy superior a la de las infraestructuras citadas.
bierno se está planteando venderlo, aunque por una
cantidad muy inferior, ya que está barajando como precio mínimo los 15 millones de euros. Pero aunque se
llegara a vender por esa cantidad, las servidumbres
para el Ejecutivo seguirían estando presentes, tal y
como ha puesto de relieve el parlamentario de Bildu
Koldo Amezketa, quien se cuestiona «por qué está dispuesto a vender el circuito por 15 millones y por qué
después de venderlo tendremos que seguir haciendo
frente a una deuda de 27 millones por los préstamos
Lezkairu, «un barrio bien». El urbanismo es, sin
duda, el ámbito en el que más ha hecho y está haciendo
el régimen por las élites económicas que lo sostienen,
como se puede comprobar haciendo un repaso a los
proyectos existentes en Iruñea y su comarca. Uno de
ellos es el del Soto de Lezkairu. En una zona de Iruñea
con un fuerte olor a santidad, ya que está presidida
desde su parte superior por las estatuas del papa Juan
Pablo II y el Sagrado Corazón de Jesús levantado en la
parte trasera del Seminario, se programó la construcción de más de 6.000 viviendas en un espacio ocupado
hasta entonces por huertas y campos.
Los representantes de UPN en el Gobierno de Nafarroa y el Ayuntamiento de Iruñea pisaron el acelerador
para que este proyecto estuviera definido antes de la
entrada en vigor de la actual Ley de Ordenación del Territorio y del Urbanismo, ya que de esa manera evitaban
que le afectara el incremento de porcentaje de VPO exigible a los promotores. Así se garantizaban que la urbanización tuviera la filosofía que les interesaba y que
el entonces concejal de Urbanismo de Iruñea, el actualmente vicepresidente del Gobierno de Barcina Juan
Luis Sánchez de Muniain, condensó en la idea de que
se buscaba «un barrio bien».
Pero de por medio estalló la crisis y «curiosamente
tuvieron que incorporar de tapadillo más VPO para
que les salieran las cuentas. Para ello, recurrieron a la
Ley de Medidas Urgentes en Materia de Vivienda y
Urbanismo de 2009, que permitía que en unos suelos
que ya están finalizados en su vertiente administrativa
se pueda incrementar el número de viviendas sin que
impacte en los ratios urbanísticos, es decir, sin incrementar las cesiones para dotaciones, zonas verdes...»,
señala Joxe Abaurrea, abogado urbanista y gran conocedor de la política llevada en este terreno por el
régimen.
Años después, una visita a la zona arroja el dato de
que se ha levantado entre el 10 y el 15% de las edificaciones previstas. El lugar está urbanizado desde principios de 2013 e incluso cuenta ya con parques infantiles, pequeñas plazas y hasta un espacio para que los
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mayores puedan hacer gimnasia con varios aparatos.
Incluso recientemente se inauguró un parque de 93.000
metros cuadrados que une peatonalmente Mendillorri,
el Ensanche y Lezkairu, pero la hierba sigue creciendo
de manera espontánea en la mayoría de los espacios
edificables delimitados por amplias aceras.
Las personas que más se ven pulular por la zona son
obreros que trabajan en algún edificio en construcción
y que se mueven entre carteles que anuncian viviendas
«premium» a precios «asequibles» y la entrega de nuevas viviendas en el plazo de uno o dos años. Los bajos
para locales no han sido ocupados y se suceden las pintadas en las que se anima a los posibles interesados a
plantear su oferta por ellos. Por ahora, no están teniendo
mucho éxito, ya que tan solo se anuncia la próxima
apertura de una “gastroteka”, lo que convertiría a ese
establecimiento en el único disponible para los vecinos
en toda la zona.
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Este no es el único espacio en construcción o con viviendas en cartera en Iruñea y aledaños. Erripagaina,
que administrativamente depende de varios municipios, también está completando su parque de 4.000
viviendas, a las que se sumarían las 9.000 previstas en
la zona de Etxabakoitz, lo que supone crear «un ensanche gigantesco en función de que supuestamente ese
sería el emplazamiento de la futura estación del Tren
de Alta Velocidad». En origen se iban a construir 7.000
viviendas en ese punto, pero se sumaron otras 2.000
al proyecto inicial «para cuadrar la operación. Se trata
de que salgan las cuentas con las indemnizaciones que
hay que pagar y por el traslado de Inquinasa, una industria química, con la complejidad que algo así entraña», desgrana el abogado urbanista. Otro proyecto
en la zona sería Donapea en Cordovilla, recientemente
recuperado por el Gobierno de UPN tras subsanar sus
problemas legales y que cuenta con una previsión de
4.300 viviendas. Incluso la Txantrea y el Segundo Ensanche de Iruñea, dos barrios consolidados, también
se ven afectados por la especulación. En el primer caso,
han comenzado los derribos para acometer la construcción de 600 viviendas nuevas. Y en el segundo, en
el último pleno del Ayuntamiento de Iruñea de esta legislatura, UPN y PSN unieron sus votos para sacar adelante el polémico proyecto de Maristas, que posibilita
la construcción de 314 viviendas en un solar que está
destinado a educación. Como denunció públicamente
EH Bildu, el plan para el antiguo colegio, que contempla
la construcción de una torre de veinte plantas (casi 70
metros de altura), va a suponer un beneficio para el
promotor de doce millones de euros, nueve de ellos del
solar recalificado, mientras que el Consistorio obtendría
500.000 euros y un local de 1.900 metros cuadrados
con un coste de rehabilitación de dos millones.
Como se puede comprobar, la lista es muy larga, de
tal manera que «con lo que ya está puesto en marcha,
todavía quedan años de construir viviendas», concluye
Abaurrea.
Viviendas para otras 300.000 personas. En realidad,
los planes urbanísticos son tan numerosos e importantes que «en la comarca de Iruñerria ya están programadas unas 80.000 viviendas. Es decir, si la comarca
de Iruñerria ya cuenta con unos 300.000 habitantes,
estamos hablando de que está prevista otra comarca
entera, otras 300.000 personas, en un herrialde que
tiene un total de 600.000 habitantes. Y aun así, el Gobierno de Nafarroa quiere hacer cosas como Gendulain».
Con esa denominación se conoce el macroproyecto
que pretende realizar el régimen en el paraje del mismo
nombre situado entre Galar y Zizur, a tres kilómetros
de Iruñea, y que contempla levantar más de 18.000 vi-
En Gendulain está
prevista la
construcción de
18.000 viviendas, lo
que convertiría a
este paraje en la
segunda población
de Nafarroa, con
50.000 habitantes.
Si el proyecto no se
lleva a cabo, el
Gobierno debería
indemnizar a los
promotores con 140
millones de euros.
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viendas. De hacerse realidad, ese lugar contaría con
50.000 habitantes, convirtiendo a Gendulain en la segunda ciudad del herrialde. El proyecto se completa con
un área de actividad económica con una superficie de
184.336 metros cuadrados para albergar empresas relacionadas con la eficiencia y la energía sostenible.
El Plan Sectorial de Incidencia Supramunicipal (PSIS)
de Gendulain fue aprobado por el Gobierno de UPN en
2010, pero fue declarado nulo por el Tribunal Superior
de Justicia de Nafarroa por dos defectos formales. Desde
entonces, quedó paralizado, hasta que el Ejecutivo de
Barcina cumplió con ese requerimiento judicial y el pasado diciembre, aprobó definitivamente el PSIS, lo que
en la práctica reactivaba el plan.
La oposición criticó con dureza de nuevo este «despropósito urbanístico y social», que el consejero de Fomento del Gobierno de Nafarroa, Luis Zarraluqui, justificó en el hecho de que no aprobar ese PSIS habría
supuesto que el Ejecutivo tuviera que pagar una indemnización de 140 millones de euros a los promotores. En
sede parlamentaria, Zarraluqui recordó que la operación
de Gendulain se plantea «a través de un concurso de
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suelo que se sustancia en un contrato. La otra parte (los
promotores) cumplió, puesto que aportó los suelos que
estaban previstos, que había constituido su oferta, y el
Gobierno está en la obligación de entregar a estos propietarios originales las parcelas que resultan de la ordenación del área y que serán las que acaben siendo
definidas por el proyecto de reparcelación».
Con estas palabras, el consejero estaba resumiendo
el modo de proceder del régimen en materia urbanística
y que está resultando muy lucrativo para determinados
lobbys. Como señala Joxe Abaurrea, «la vivienda para
UPN ha sido y es un objeto de mercadeo, y todo obedece
a la técnica de estrujarle el valor al suelo. Para ello, hace
planes de incidencia supramunicipal, con lo que sustrae
la capacidad de decisión de los municipios, y fija la posible construcción de viviendas. ¿Esas viviendas se construirán realmente? Ya se verá, pero así se garantiza la
obtención del derecho a construir, de tal manera que o
se construye o se indemniza por parte de la Administración. Y eso es gravísimo».
Como ha denunciado el parlamentario de Bildu Koldo
Amezketa, «se está garantizando que los promotores y
Vista de
Etxabakoitz, con la
industria química de
Inquinasa en primer
plano. En este lugar
está prevista la
construcción de
9.000 viviendas tan
solo porque
supuestamente se
levantaría en el
mismo la futura
estación del Tren de
Alta Velocidad.
los bancos, que soportan los créditos, pase lo que pase,
puedan recuperar su dinero; intereses particulares que
se van a solucionar con el dinero público».
Ante la posibilidad de que tras los comicios de la semana que viene UPN pueda quedar fuera del poder,
«el Gobierno de Nafarroa se ha lanzado a una carrera
loca e irresponsable de consolidar derechos edificatorios a una serie de promotores en lugares donde ni interesa, ni se va a construir en mucho tiempo. Pero el
daño general y el beneficio futuro de los promotores
ya está hecho», concluye Joxe Abaurrea.
Gendulain es el caso más brutal, pero «hay muchos
más por todo Nafarroa, como el campo de golf en Lekaroz, que va acompañado de 255 viviendas. Son desarrollos conflictivos y desastrosos desde una perspectiva
urbanística y contrarios a las técnicas más extendidas
de ciudad compacta. Son setas absolutamente descontextualizadas, grandes pelotazos urbanísticos», define
Abaurrea.
Este modo de proceder responde a una política que
«opta por la peor posibilidad y la explicación es siempre
la misma: derivar dinero público hacia una maquinaria
que vive, por ejemplo, de infraestructuras aunque sean
fantasmas. Es el caso del Navarra Arena, que se justifica
para contar con un aforo de 15.000 personas para determinados eventos, aunque resulta que ya se disponía
de un espacio con esa capacidad. Es la Plaza de Toros
de Iruñea, que tiene ese aforo, está infrautilizada y se
encuentra en el centro de la ciudad. Se podía haber cubierto y con una inversión mínima, conseguir lo que
supuestamente se buscaba. Pero no, se opta por construir una infraestructura nueva, lejos del centro, que
está vacía y no hay capacidad económica para sacarle
rendimiento. Es otra barbaridad, como el circuito de
Los Arcos, que ni siquiera era una programación pública, ya que la puso en marcha una iniciativa privada,
a la que a medio camino se le vino abajo, se la endosó a
la Administración y esta se la encargó construir a esa
misma iniciativa privada y sin que se convocara el correspondiente concurso».
Políticos subcontratados. Como se puede apreciar,
lejos de abandonar el modelo del ladrillo que nos llevó
a la crisis, como se ha repetido tantas veces estos últimos años, este vuelve con fuerza. ¿Cómo se entiende
algo así? ¿No se ha aprendido nada de los errores cometidos? La explicación a este empeño en sostenella y
no enmendalla es bien sencilla, aunque resulte demoledora. «UPN pertenece a la denominada clase política
subcontratada, ya que desde el poder va marcando unas
líneas de actuación que benefician a unas élites muy
concretas. Se ha nutrido de esas élites que le han mimado y le han impulsado, y por eso no sabe hacer otra
cosa. No ha querido o no ha podido crear otros modelos
económicos alternativos y es una de las razones por
las que está incapacitado para cambiar Nafarroa. Las
pulsiones que hay en la trastienda de UPN van por ahí,
porque siga el negocio y no deje de girar la ruleta, y no
por ordenar bien el territorio o asegurar el derecho de
acceso a la vivienda», desgrana el abogado urbanista.
La muestra más evidente de los verdaderos motivos
que impulsan la política del régimen en esta materia
es que se prevé la construcción de todas esas viviendas,
a pesar de que «las estimaciones estadísticas hablan
de entre 25.000 y 30.000 viviendas vacías en la comarca de Iruñerria, una cantidad que ya cubriría las
previsiones de vivienda en los próximos ocho o diez
años». Lo cierto es que no se puede ofrecer una cifra
exacta, porque «no existe un censo de vivienda desocupada, aunque se ha anunciado que se va a realizar.
Así que se prevé construir todas esas viviendas nuevas
sin contar ni siquiera con ese dato, sin tener un conocimiento exacto de cuál es el parque inmobiliario existente. Es impresionante».
Una escandalosa falta de previsión ya habitual, como
está quedando en evidencia, a la que se suma el hecho
de que, además, «el Gobierno de Nafarroa está vendiendo suelo industrial por debajo del mercado, porque
la oferta es mucho mayor que la demanda, de tal manera que se está perdiendo dinero público. Podía ser
una política programada para fomentar la industrialización, pero no es así, porque se ha construido una vez
más sin planificación y ahora tienen que conseguir dinero como sea para poder cuadrar los presupuestos.
Es otro problema menos visible que el de la vivienda,
pero también muy gordo», desvela Abaurrea.
Así que si finalmente el régimen se queda fuera del
Palacio de Diputación tras los comicios del próximo
domingo, el Ejecutivo del cambio se encontraría «con
una herencia muy endiablada. Como se suele decir, se
retira el enemigo, pero deja el terreno lleno de minas».
La mejor demostración del desastre que legan a los
posibles nuevos gestores y a la ciudadanía en general
es que hasta la mismísima Barcina parece renegar de
lo que ha hecho su Gobierno, su partido y el régimen
en general. Según aseguró recientemente sobre el Navarra Arena la todavía presidenta del Ejecutivo y de
UPN, el pabellón multiusos «es una obra de la legislatura anterior y yo, como alcaldesa, ¿qué podía hacer?
¿No ceder el solar?». De sus palabras se desprende que
ya no parece tan orgullosa de la emblemática y contestada instalación, aunque su pupilo y candidato de UPN
a sucederle al frente del Ejecutivo no parece tener tantos
escrúpulos. Esparza ha asegurado en repetidas ocasiones que está dispuesto a abrir ese pabellón, en cuya
construcción estuvo implicado directamente como director del Instituto Navarro de Deporte.
Se llegue a abrir o no el tristemente famoso pabellón
Navarra Arena, el daño a las arcas públicas ya está hecho, como ocurre con tantos otros megaproyectos que
se han convertido en los exponentes de los derroches
interesados del régimen.
zazpika 1 3
COMO EN EL SIGLO XIX
Texto: Taylor Kate Brown
1 4 zazpika
Fotografía: Jeff Travels
En el pueblo indonesio de Lamalera se siguen cazando
ballenas como lo hacían los occidentales en el siglo XIX.
En la imagen, momento en el que el líder arponero salta
al agua para clavar su arpón de bambú en el cetáceo.
esde sus casas encaramadas en las faldas de un volcán, sus
pobladores miran fijamente las aguas del océano Pacífico.
Se dispara un chorro de agua y los gritos de «Baleo» comienzan a hacer eco por la montaña: acaba de aparecer
una ballena. Esto es Lamalera, un pueblo indonesio de 2.000 habitantes y una de las últimas comunidades que cazan ballenas a la
manera tradicional, con arpones y cuerdas. Usan métodos similares
a los occidentales del siglo XIX, cuando los barcos viajaban enormes
distancias en busca de ballenas, mucho antes de que algunas de sus
especies se acercaran al borde de la extinción.
El peligro para los lamaleranos que cazan no es la pelea a muerte
que describe Herman Melville en su famosa novela “Moby Dick”.
«Pese a que tienen mucha experiencia (…), siempre permanece esa
sensación de que están en serio peligro», dice el escritor y explorador
Will Millard, que pasó un mes en Lamalera.
Como occidental con ideas conservacionistas, Millard califica la
visión de la caza de ballenas de «horrible». Pero a diferencia de la
realizada a escala industrial, siente que al menos esta se trata de
una «pelea justa». «En Lamalera sientes que el equilibrio de poder
está del lado de la ballena hasta muy cerca del final», afirma.
Después de que la primera ballena es avistada, comienza una carrera loca hacia el agua. El primer barco en arponear el animal se
lleva la mejor porción. En la proa de cada embarcación está el lama
fa, el líder arponero.
Un lama fa experimentado goza de enorme respeto, porque la
precisión de su puntería determina el éxito de la caza. Algunas familias son conocidas por producir buenos lama fa y otros tienen
que abrirse camino hasta conseguir ese puesto como achicador de
agua o vigía. «Verás jovencitos, de seis, siete u ocho años, tirando
pequeños aros al mar», explica Millar. Están practicando para convertirse en líderes arponeros.
El lama fa debe estar concentrado y sin distracciones, agrega el
escritor, quien cuenta que un habitante del lugar decidió una vez
no salir a cazar porque había discutido con su mujer la noche anterior. «Si tienes algún tipo de problema en casa, cualquier negatividad
o pensamientos negativos, no se te permite salir a la mar. Es superstición», señala.
Mientras los métodos de caza son similares a los de los occidentales en el siglo XIX, la relación de los lamaleranos con el mar es
muy diferente. Aunque usan el motor para zarpar y navegar, la tradición manda que cuando llegan hasta la ballena, deben impulsarse
D
por sus propios medios. Cuando llega el momento, apagan el motor
y la tripulación rema con furia para acercarse lo suficiente para
lanzar su ataque. En el momento exacto, el lama fa salta al agua
usando la fuerza y el peso de su propio cuerpo y la punta de hierro
del arpón de bambú para atravesar la dura piel de la ballena. Si lo
consigue, el bote queda conectado a la ballena por la cuerda que
sale del arpón.
La ballena puede buscar sumergirse para tratar de escapar, lo que
pondría al bote y su tripulación en peligro. Y el lama fa tiene que
arreglárselas para volver al barco. «Te remolca a una cierta velocidad,
estás fuera de control», apunta Millar. Los balleneros occidentales
lo llamaban el «arrastre de Nantucket».
Las ballenas pueden tardar horas en cansarse, incluso después de
haber sido alcanzadas por varios arpones. «La triste realidad es que
se trata básicamente de un juego de paciencia muy peligroso», dice
Millard. «La gente ha sido arrastrada mar adentro durante noches
enteras. Hay ejemplos de algunos que casi llegaron a Timor (a 120
km) y se comieron sus propias ropas para sobrevivir». Otras veces,
las ballenas han destruido los barcos: un grupo de Lamalera tuvo
que nadar durante 12 horas para llegar a tierra.
Una ballena puede producir alimento suficiente para toda la comunidad. Durante la temporada de caza, que dura varios meses,
pueden pasar semanas entre la captura de una y otra, o, como vio
Millard, en una salida se pueden capturar varias.
Considerados por la Comisión Ballenera Internacional como cazadores de subsistencia aborígenes, los lamaleranos están autorizados a cazar ballenas. Lo hacen para llenar sus despensas o comerciar con otros pueblos, y el cachalote –su principal presa– no está
tan en peligro como otras ballenas. Pero en el pueblo también capturan mantarrayas y otros grandes peces más allá de los niveles de
subsistencia y los venden a cambio de dinero.
El futuro de la caza no está claro. Muchos de los más talentosos
lama fa se están haciendo mayores y el exceso de pesca en el área
puede limitar la fuente de alimentos que lleva a las ballenas a pasar
por esa zona con tanta regularidad. Además, el mundo exterior está
llamando. El pueblo fue conectado por carretera hace una década.
«La gente se ha dado cuenta de que hay una vida más fácil en la
economía de mercado, con bienes, servicios y educación mejor de
los que pueden adquirir en Lamalera y eso es un incentivo mayor.
Y, obviamente, es una forma mucho más segura de ganarse la vida»,
concluye Millard.
zazpika 1 5
Bienvenidos a Blockadia. No es un
punto geográfico en el mapa, sino
más bien un concepto, pero sus
habitantes son reales y viven (o
más bien, pelean) como si fueran
«guerrilleros del carbono» en la
batalla medioambiental
declarada en todo el planeta.
Blockadia es «una zona
transnacional e itinerante de
conflicto que está aflorando con
frecuencia e intensidad crecientes
allí donde se instalan proyectos
extractivos con la intención de
excavar y perforar, ya sea para
abrir minas a cielo abierto, ya sea
para extraer gas por el método de
fracturación hidráulica, ya sea
para construir oleoductos que
transporten el petróleo obtenido
de las arenas bituminosas»,
explica la activista y periodista
canadiense Naomi Klein en su
“Esto lo cambia todo. El
capitalismo contra el clima”, un
ensayo convertido en best seller,
con el que da un sopapo bien
fuerte al sistema.
1 6 zazpika
Marilyn Baptiste, exjefa de la Primera
Nación Chilcotin,
bebe del Fish Lake,
un lago que
consiguieron
preservar con su
lucha contra las
minas de oro y cobre
en British Columbia
(Canadá).
Fotografía:
Goldman
Environmental Prize
BLOCKADIA
Texto: Amaia Ereñaga
zazpika 1 7
ijémonos por un momento en el mapa del
mundo. Salpicados por aquí y por allá veremos
que hay declarados conflictos y guerras, pero
si nos alejamos un poco más y ampliamos el
foco, visualizaremos una batalla global que va más
allá de cuestiones nacionales o religiosas, aunque
tenga mucho que ver con la Tierra y las creencias. Es
la batalla climatológica, en la que nos jugamos la continuidad del planeta y que enfrenta, dicho de forma
simple y crudamente real, de un lado a una minoritaria élite económica y política y, del otro lado de la barricada, a una gran masa con una avanzadilla liderada
por los movimientos indígenas y locales. La escena la
plantea la activista y periodista canadiense Naomi
Klein, quien cada década sacude conciencias con un
ensayo, convertido esta vez en un best-seller planetario. En los cinco años que duró la investigación de su
“Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima”,
Naomi Klein viajó por Canadá, Estados Unidos y Europa para documentarse sobre el movimiento climá-
F
1 8 zazpika
Berta Cáceres es una
de las líderes del
pueblo lenca de
Honduras. Su lucha
contra un proyecto
hidroeléctrico ha
sido premiado, como
el de Marilyn
Baptiste, con el
galardón
medioambiental
Goldman. Al lado,
imagen de la marcha
multitudinaria de
Nueva York de
setiembre pasado.
Fotografía:
Goldman
Environmental Prize
Andrew Burton
tico incipiente que se da en todo el mundo, lo que ella
ha definido como Blockadia, y llegó a una conclusión,
que es la que resume de alguna manera el proyecto
del que forma parte “Esto lo cambia todo”: «Olvida
todo lo que crees saber sobre el calentamiento global –preconiza la publicidad del libro–. La verdad incómoda es que no estamos hablando de carbono, sino
de capitalismo. La parte buena es que podemos aprovechar esta crisis existencial para transformar nuestro
fracasado sistema económico y construir algo radicalmente mejor». Por cierto, Klein confía más en el
ecologismo de los pobres que en las grandes organizaciones verdes, a las que da un buen repaso.
Una gran masa de perdedores. Periodista, columnista habitual de medios como “The New York Times”,
“Rolling Stone”, “The Nation” y “The Guardian”, Naomi Klein es, pese a su juventud, una investigadora
muy reconocida y con un peso importante en los
mass media norteamericanos. De hecho, la revista
“New Yorker” ha dicho ella que «es la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense. Es
actualmente lo que Howard Zinn y Noam Chomsky
treinta años atrás». El hecho es que cada libro que escribe, realizado a modo de gran reportaje de investigación, es un revulsivo al sistema. “Esto lo cambia todo” se puede considerar el cierre de una trilogía que
arrancó con “No Logo” (2000) –un estudio sobre la
publicidad y el consumo a nivel global–, al que siguió “La doctrina del shock” (2007), un libro traducido a más de 25 idiomas, llevado también al cine por
el cineasta Michael Winterbotton y nombrado en
2011 por la revista “Time” como uno de los mejores
libros de no ficción publicados desde 1923. La publicación en setiembre de 2014 de “Esto lo cambia todo”
fue un éxito instantáneo. Ha sido traducido a más de
veinte idiomas y ha aparecido en multitud de listas
de los libros más vendidos.
«‘La doctrina del shock’ analizaba de qué modo explota sistemáticamente el poder capitalista las crisis
zazpika 1 9
Naomi Klein, a quien comparan con Noam
Chomsky. Abajo, el pesquero ruso Oleg Naydenov,
causante del reciente vertido de fuel frente a las
Canarias. Se dedicaba a la pesca ilegal.
con el fin de imponer políticas que enriquecen a una
élite restringida desmantelando toda regulación, procediendo a recortes de los gastos sociales y privatizando a gran escala el sector público –declaraba recientemente al semanario parisino “L’Obs”–.
Escribiendo este libro, he descubierto que el calentamiento climático es la última crisis hasta la fecha que
se convierte en objeto de este género de explotación:
se me hizo evidente cuando estuve en Nueva Orleans
tras el paso del huracán Katrina y observé lo que describo como ‘apartheid social’. A juzgar por la evidencia,
se van a explotar los ‘shocks’ creados por los cambios
climáticos para crear una sociedad cada vez más desigual, apoderándose de una parte todavía más importante del sector público y arremetiendo contra los derechos de la mayoría de los ciudadanos. Habrá un
pequeño grupo de grandes ganadores y una gran masa
de perdedores».
Un Plan Marshall para la Tierra. En Ginebra, en abril
de 2009, la joven embajadora de Bolivia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), Angélica Navarro Llanos, explicaba a Naomi Klein su misión: dado que países como el suyo no habían contribuido a
que se disparasen los niveles de emisiones contaminantes en el mundo, debieran de ser considerados como «acreedores climáticos». No fructificó, pero.... «si
un número suficiente de todos nosotros dejamos de
mirar para otro lado y decidimos que el cambio climático es una crisis merecedora de niveles de respuesta equivalentes a los del Plan Marshall, entonces
no hay duda de que lo será y de que la clase política
tendrá que responder, tanto dedicando recursos a solucionarla como reinterpretando las reglas de libre
mercado que tan flexiblemente sabe aplicar cuando
son los intereses de las élites los que están en peligro», escribe Klein.
Y es que en su investigación del movimiento climático incipiente, la analista se dio cuenta de que el cambio climático puede servir de catalizador para una
transformación social democrática radical. Supondría
2 0 zazpika
una oportunidad histórica para los movimientos sociales para convertirse en un movimiento de masas
global. «La buena nueva es que este movimiento lleva
ya en marcha desde hace mucho tiempo: no partimos
de cero –declara–. Por todo el mundo, se ven crecer
poderosas organizaciones que luchan por el clima y
la justicia energética: logran victorias importantes
como la prohibición de la explotación del gas de esquisto o la espectacular transición energética en curso
en Alemania. Se ve igualmente en Gran Bretaña, en
donde el movimiento contra la austeridad está llegando a una confluencia con los ecologistas que luchan por una mayor ‘justicia climática’: juntos reclaman ‘un millón de empleos por el clima’. Por lo demás,
la verdadera apuesta no consiste tanto en poner en
pie un gigantesco movimiento totalmente nuevo sino
en lanzar pasarelas entre las organizaciones ya existentes. Cuando los habitantes de Río de Janeiro o de
Sao Paulo reclaman transportes colectivos gratuitos
y eficaces, poco importa que no se consideren militantes ecologistas. Lo son en los hechos, porque lo que
exigen contribuye a reducir la circulación automovilística. Se pueden multiplicar los ejemplos. Espero que
haya convergencia entre el movimiento obrero, el movimiento contra la austeridad y los movimientos ecologistas para una acción justa y concertada a favor del
abandono de las energías fósiles». De Bolivia, a Grecia pasando por Canadá. En su investigación, Naomi Klein y su equipo han estado en
bloqueos como el protagonizado por el pueblo de
Skouries (Grecia) contra la minería de oro a cielo
abierto de la empresa canadiense Eldorado Gold –Syriza prometió que lo pararía cuando llegase al poder–, el de los campesinos de Pungesti (Rumanía)
contra el proyecto de Chevron para un pozo de gas
de esquisto y en la lucha de los micmac canadienses
contra el proyecto de fracking en Nuevo Brunswick
(Canadá), donde fueron testigos de escenas que les
recordaban «más a situaciones de guerra civil que de
protesta política». La Policía y los Gobiernos, ya se
sabe de qué lado suelen estar. El viaje durante estos
cinco años ha tenido otras muchas paradas: en la
campiña británica diciendo no al fracking, en el Ártico con los activistas de Greenpeace, en la Mongolia
interior contra los planes de una mina de carbón a
cielo abierto, en la devastación de las arenas bituminosas de Alberta (Canadá), en la lucha de resistencia
contra los megaproyectos de oleoductos en Estados
Unidos –en la que se han unido «vaqueros e indios»–
y.... precisamente Naomi Klein «roba» el nombre de
Blockadia al grupo de acción directa Tar Sands Blockade. Fue este movimiento quien acuñó este térmizazpika 2 1
no en 2012 para definir el bloqueo de 86 días llevado
a cabo contra la tala de árboles, con el fin de obstaculizar la construcción del oleoducto Keystone en el este de Texas.
Un panorama desperdigado que le hace reflexionar
sobre cómo la prensa convencional se ha hecho eco
de estas acciones caracterizándolas como protestas
aisladas contra proyectos concretos, pero «todos esos
escenarios de resistencia se conciben cada vez más a
sí mismos como parte de un movimiento global». Por
tanto, son «parte de un relato transnacional de resistencia a una crisis ecológica común».
Los verdes y sus pecadillos. ¿Pero el movimiento
verde de toda la vida? Provocadora y directa, Naomi
Klein le da un buen varapalo; no a todo el movimiento
en sí, pero sí denuncia «la desastrosa fusión entre la
gran empresa y las grandes organizaciones ecologistas» y una cierta relajación de formas y objetivos. Pone
un ejemplo: la internacional Nature Conservancy, famosa por comprar extensiones de terreno para convertirlas en reservas, extinguió la población de pollos
de las praderas de Attwater que se suponía protegía...
al ¡abrir pozos de hidrocarburos en su reserva! Klein
sostiene, por tanto, una vuelta al ecologismo de los
60 y 70, a la época de luchas como la de Rachel Carson,
una forma de hacer que se diluyó con la llegada de la
época neoliberal de Ronald Reagan.
La autorregulación del mercado se convirtió entonces en dueña y señora, pero la crisis financiera y económica ha terminado por ponerlo todo en claro: en la
cumbre sobre el clima en Copenhague en 2009, que
tanta frustración generó, se estableció el límite del aumento de la temperatura a dos grados, pero el acuerdo
no era vinculante y todo quedó en agua de borrajas.
La caída de esta ilusión hizo que el movimiento verde
madurara y que se diera cuenta de que fue un error
desmovilizarse después de la elección de Obama: debían de haber permanecido en las calles, porque nunca
se debe de bajar la guardia. La cuestión es que los gobiernos del mundo han sido incapaces de solucionar
el problema debido a que no quieren verse amenazados por una «élite minoritaria» que domina la economía y la política, prácticamente, de todo el planeta.
El amor nos salvará. Se puede decir que hay dos procesos paralelos aquí: uno, vital –Naomi Klein también
intentaba quedarse embarazada mientras escribía el
libro; lo consiguió tras sufrir 18 abortos– y el otro, in2 2 zazpika
telectual, porque “This Chages Everything” es también
un proyecto de plataforma multidisciplinar, cuya
punta de lanza es el libro, pero que tiene más ramificaciones. Una es el documental dirigido por Avi Lewis
que está previsto que se estrene este otoño –hay un
adelanto colgado en youtube– y otra es Beautiful Solutions, un lugar donde se buscan nuevas soluciones
a los problemas económicos que tenemos delante. En
un país en el que empiezan a tomar fuerza movimientos como la desinversión en combustibles fósiles, Naomi Klein aparece como miembro de la junta directiva
de 350.org –la organización ecologista internacional
dirigida por Bill MacKibben, cuyo objetivo es crear un
movimiento de base global para reducir las emisiones
de dióxido de carbono– y ha mostrado hace poco su
apoyo a The Next System Project, una iniciativa copresidida por Gar Alperovitz, profesor de Política Económica de la Universidad de Maryland, y el veterano
ecologista Gus Speth, e impulsada por, entre otros, el
actor y activista Danny Glober. Esta iniciativa plantea
un debate nacional en EEUU, con la participación de
investigadores, teóricos y activistas para buscar nuevos
sistemas, convencidos de que «el sistema económico
político de hoy no está programado para asegurar el
bienestar de las personas, el lugar y el planeta»
La conexión vasca. La 21 conferencia de la Convención de las Nacionales Unidas sobre el cambio climático que tendrá lugar en París-Le Bourget en diciembre
es la gran cita del año... y la gran duda. «La idea es reforzar todas las batallas y proposiciones transformadoras que iniciativas como Blockadia y Alternatiba
puedan encarnar. Tras las manifestaciones masivas
del 21 de setiembre pasado en Nueva York, París 2015
podría ser algo así como un ‘Seattle de las falsas soluciones’ o una ‘Cochabamba de la transición ecológica
y social’», preconiza la plataforma de organizaciones
ecologistas francesas Attac.org. ¿Pero... Alternatiba? En
octubre de 2013, la asociación vasca Bizi! y una docena
de organizaciones sociales de ambos lados de la muga
crearon lo que se llamó Alternatiba, una especie de aldea en la que se dan a conocer alternativas concretas
como medios de trasporte alternativos, eco-construcción... Su objetivo: demostrar que hay soluciones locales y a pequeña escala. De ahí surgieron más, y hoy en
día en Europa se están organizando cuarenta Alternatibas, mientras que en los próximos meses se esperan
que surjan más en el Estado francés. También las hay
en Bélgica, Suiza, Austria, Rumanía, y en Tahití.
Protesta antifracking
en Berlín tras la
aprobación de
restricciones a las
prospecciones. Las
organizaciones
medioambientales
piden la protección
total.
Fotografía:
Tobias Schwarz
En lo que queda de año parece que vamos a vivir fechas intensas en temas de movilización internacional.
Por citar algunas: en EEUU, el décimo aniversario del
huracán Katrina, con actos a través del país; en Alemania, contra el G7... y del 13 al 19 de julio, en Subilla
(Araba), la acampada internacional contra el fracking.
El planeta está j*d*d*. En diciembre de 2012, la conferencia de Brad Werner, un geólogo de llamativo cabello de color rosa, era lo que más curiosidad suscitaba en la reunión de la Unión Geofísica Americana en
San Francisco. Se titulaba “¿Está la Tierra jodida?”.
Werner dio todo tipo de datos, teorías... y el resultado
quedaba bastante claro. Narra Naomi Klein: «Cuando
un periodista presionó a Werner para que diera una
respuesta clara a la pregunta de si está la Tierra verdaderamente «j*d*d*», él dejó el argot especializado a
un lado y contestó: ‘Más o menos’. Sin embargo, en
su modelo se incluía una dinámica que ofrecía cierto
resquicio a la esperanza. Werner la llamó ‘resistencia’». Esta incluiría la acción ecologista directa, la resistencia desde fuera de la cultura dominante, como
se produce en las protestas, bloqueos y sabotajes de
los pueblos indígenas, obreros, anarquistas y otros
grupos de activistas. Esa «fricción» es la que más posibilidades tiene, dijo, de frenar la máquina económica, que se precipita fuera de control.
O sea, que ya no será suficiente con cambiar las bombillas de nuestras casas. No nos salvarán ni los grandes
benefactores –el capítulo dedicado al presidente de la
Virgin es cáustico–, ni marcharnos a Marte. Ahora es
preciso cambiar el mundo antes de que el mundo haga
que tengamos que saltar en marcha. Y no hay donde
caer en blando, ya me entienden.
zazpika 2 3
LAS EMPRESAS SE
APUNTAN AL «GRAN HERMANO»
n la era digital, ya nos estamos acostumbrando
a que las redes sociales rastreen buena parte
de nuestras actividades, preferencias y maneras de ser. Y no es difícil imaginar que un potencial empleador trate de hacerse una idea de la personalidad de un posible futuro empleado con base en
la información que ya está disponible digitalmente
en la web. Pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos
a que nuestros jefes rastreen cada uno de nuestros
movimientos y actividades, incluso cuando estamos
en casa?
Esto comienza a ser realidad en muchas empresas,
que ya están utilizando wearables –tecnologías para
llevar puestas– a fin de rastrear los hábitos y actividades de los empleados. Empresas como BP, ebay, Bank
of America y, más recientemente, Coca-Cola incentivan
a los empleados a utilizar brazaletes digitales para monitorear sus actividades diarias, incluyendo sus rutinas
de ejercicios o sus horas de sueño, entre otros. En estos
casos, utilizan estos dispositivos como parte de programas dirigidos a «mejorar la salud y el bienestar de
sus trabajadores» y no necesariamente tienen acceso
a los datos individuales. Pero las cifras generales son
suficientes para hacer una correlación entre el bienestar de los empleados y la productividad.
Y la tecnología también está empezando a ser utilizada para rastrear el desempeño de los empleados en
el trabajo día a día. «La aplicación de esta tecnología
está creciendo virtualmente en todos los sectores de
la economía», comenta Chris Bauer, director de innovación de la Universidad Goldsmiths de Londres.
Un ejemplo del uso de wearables para monitorear
el desempeño en el trabajo está en la cadena de supermercados británica Tesco. En muchos de sus establecimientos, los empleados llevan brazaletes que rastrean sus movimientos, los productos que están
manejando, pronostican el tiempo en el que deberían
terminar una tarea y cuantifican al dedillo sus pasos
entre los pasillos del supermercado. El brazalete ofrece
retroalimentación instantánea a los empleados
cuando una tarea ha sido completada en el tiempo
Texto: María Esperanza Sánchez
E
2 4 zazpika
determinado o los impulsa a apresurarse si no la han
completado. Mientras, en Las Vegas (EEUU), los empleados de una tienda de sándwiches graban su rutina
con el uso de las lentes de Google y luego sus jefes
evalúan su desempeño con base en esa información.
Todos monitorizados. Pero ¿funciona? ¿Hasta qué
punto monitorear la actividad de los empleados puede
mejorar su rendimiento? Unos dicen que sí, que funciona, y otros se llevan las manos a la cabeza.
Los resultados preliminares de un estudio que encabezó el doctor Bauer sugieren que es positivo. En la
investigación, se les pidió a unos 220 empleados de
una agencia publicitaria británica que portaran tres
tipos de dispositivos wearables: un brazalete medidor
de la aceleración, un monitor de la actividad cerebral
y un dispositivo para rastrear movimiento y postura.
Además, los dispositivos rastreaban 24 horas al día
otras cosas, como temperatura, exposición a la luz y
patrones de sueño, entre otros aspectos. La información fue analizada para buscar tendencias y también
para comparar indicadores como el rendimiento de
los empleados. «Esto permitió obtener detalles muy
específicos, como, por ejemplo, si la productividad
mejoraba cuando los empleados salían fuera del edificio durante el almuerzo, en comparación con cuando
permanecían dentro», señala Bauer. «También si los
patrones de sueño tenían relación con el rendimiento
en el trabajo al día siguiente». Según el investigador,
como resultado de esto, la productividad aumentó en
un 8,5% y la satisfacción en el trabajo en un 3,5%, aunque advierte de que estos datos son muy preliminares
y no concluyentes.
Otros expertos, sin embargo, dudan del impacto positivo de estos dispositivos en la productividad. Ethan
Bernstein, de la Escuela de Negocios de la Universidad
de Harvard, señala que incluso pueden llegar a tener
el efecto contrario, debido a lo que califica como «la
paradoja de la transparencia». Bernstein señala que
mantener a los trabajadores bajo observación puede
reducir su efectividad en el trabajo. Plantea que, en
vez de concentrarse en hacer un buen trabajo, los trabajadores pueden obsesionarse con cumplir con metas establecidas en esos sensores en vez de responder
con creatividad y asumir riesgos.
Y más allá de la discusión sobre si ayudan o no a la
productividad, el uso de estos dispositivos puede
abrir la puerta a un futuro similar al que plantea George Orwell en su novela “1984”, en la que se cuenta
la historia de una persona que es observada 24 horas
por “el Gran Hermano”. «Debe haber reglas claras para
impedir que esta tecnología sea usada en detrimento
de los empleados», comenta a la revista “New Scientist” Arthur Caplan, bioeticista de la Universidad de
Nueva York.
Y es que si dispositivos como los utilizados en la
investigación de la Universidad Goldsmiths fueran
usados 24 horas, como en ese caso, permitirían crear
un perfil detallado de un empleado. No es difícil imaginar entonces a los jefes tomando decisiones sobre
a quién despedir o a quién promover en base a la in-
terpretación de esos datos. Y es difícil ver en este escenario «dónde termina la vida laboral del empleado
y su vida privada», dice Caplan.
Bauer, sin embargo, resalta que sería absurdo que
las empresas no empiecen a utilizar los datos generados por estos dispositivos para decidir quién está
en condiciones para pujar por «ese contrato millonario que la organización quiere ganar». Y pone como
ejemplo el mundo de los deportes, donde se monitorea 24 horas a los atletas, tanto dentro como fuera
del campo de juego, para aumentar su rendimiento.
«De forma similar, vamos a ver el uso de esta tecnología en una amplia variedad de negocios», señaló
Bauer, quien anticipa que esto va a ser parte integral
del contrato de trabajo.
Una propuesta que seguramente resulta muy atractiva para el mundo de los negocios, pero que pone
los pelos de punta a muchos y en alerta a las organizaciones de defensa de derechos civiles y de los trabajadores.
Las tecnologías para
llevar puestas,
conocidas como
«wearables», se
pueden estar
convirtiendo en una
forma de controlar a
los trabajadores,
tanto en su puesto
como fuera de él.
zazpika 2 5
LA SONRISA DEL ÉBOLA
El brote del ébola parece remitir. Las imágenes de los
sanitarios embutidos en trajes como de otro mundo ya
no ocupan las portadas de los medios de comunicación.
Pero en África Occidental la labor no ha terminado. La
artista norteamericana Mary Beth Hefferman,
conmocionada por las imágenes que llegaban de los
centros de tratamiento de ébola, se empeñó en «poner
rostro» a la tragedia. Viajó a Liberia, trabajó codo con
codo con el personal sanitario y una sonrisa se instaló
en el corazón de cada uno de llos.
Texto: Mariasun Monzon
2 6 zazpika
Fotografía: Marc Campos
zazpika 2 7
l pasado mes de marzo se cumplía un año
desde que la palabra “ébola” entrara a formar
parte de nuestro vocabulario cotidiano. El paciente cero de este brote epidémico en África
Occidental fue, según un informe publicado en el
“New England Journal of Medicine”, un niño de dos
años, que fallecería cuatro días después. Le seguirían
su madre, su hermana de tres años y su abuela. Era
diciembre de 2013. En Guinea. La enfermedad siguió
propagándose en este país, pero todavía no tenía nombre. No sería hasta finales de marzo de 2014 cuando
se identificaron las causas y conoceríamos la denominación del mortífero virus. Para entonces ya habían
aparecido los primeros brotes en Sierra Leona y seguiría extendiéndose por Liberia, Nigeria y Senegal.
La noticia saltó a las portada de todos los medios de
comunicación y desde Occidente se informaba como
se informa de algo lejano que difícilmente podría afectarnos. La información dio un giro de 180 grados
cuando el virus traspasó el continente africano y llegó
a Estados Unidos y Europa. Pero también esto pasó y
el ébola parece hoy algo del pasado.
Casi 24.000 personas infectadas y más de 9.700
muertes en África Occidental. Son datos del último
informe de Médicos Sin Fronteras (MSF), publicado el
pasado 23 de marzo. En él, la organización médicohumanitaria reconoce un acusado descenso de nuevos
casos de ébola, pero alerta de que el brote aún no ha
terminado. «Para declarar el final de la epidemia –señala–, debe identificarse a todas y cada una de las personas que hayan tenido contacto con alguien afectado.
No hay lugar para errores ni para la complacencia; el
número de casos semanales sigue siendo más alto que
en cualquier otro brote previo, y los casos no se han
reducido significativamente desde finales de enero».
Entre tanto, un nuevo reto se plantea en los países
azotados por la epidemia: reconstruir el sistema sanitario, paralizado durante casi un año por miedo a
nuevos contagios. Los centros de salud están reabriendo sus puertas, pero los profesionales sanitarios
necesitan contar con todas las garantías antes de volver a realizar su labor cotidiana y, por otro lado, la
población todavía tiene miedo de acudir a los centros
médicos. «El trauma del ébola ha creado descon-
E
fianza hacia las estructuras sanitarias, ha provocado
en los trabajadores de salud desmoralización y temor
a la hora de retomar los servicios, y ha dejado a las
comunidades desconsoladas, empobrecidas y recelosas», recoge el informa de MSF, quien advierte que
la interrupción de las campañas de vacunación rutinaria en los países de África Occidental afectados por
el ébola ha puesto en situación de riesgo a la población infantil.
Los rostros del ébola. Sin duda, para todos los que
hemos vivido esta epidemia a través de los medios de
comunicación, la imagen del ébola es la de unas personas ataviadas con trajes como de otro mundo. Personas sin rosto, embutidas en una combinación de
traje, mascarilla, gafas protectoras, botas, guantes quirúrgicos... Personas sin rosto con las que, temerosos,
se encontraban los pacientes cuando llegaban a los
centros sanitarios. Daniel Berehulak, galardonado con
el Pulitzer de fotografía por su cobertura del ébola en
África Occidental, escribía en el “New York Times”, en
octubre de 2014: «Los pacientes llegan y la primera
sensación es de temor ante unas personas embutidas
en trajes espaciales cuyas caras no pueden ver».
Una imagen, la de esos sanitarios sin rostro, que
conmocionó también a la artista norteamericana
Mary Beth Heffrman, autora de la intervención artística “PPE Portrait Project” (PPE –Programa para el
Equipo de Protección Personal– Proyecto de Retrato).
«En agosto y setiembre de 2014, cuando la epidemia
del ébola explotó sin control, no podía apartar mi pensamiento del problema», relata a 7K esta mujer cuya
práctica artística está basada en temas relacionados
con la corporeidadad y su representación. «Aquel nivel
de sufrimiento y su representación en la prensa se
apoderaron de mí», recuerda. «¿No serían menos aterradores si la persona que está dentro de ese aterrador
traje fuera representada sin él? ¿Por qué en la prensa
no ponen las fotos de estos sanitarios, por qué no sacan sus rostros? ¿Cómo sería ser paciente y solo tener
contacto con personas que parecen soldados de asalto,
no ver la cara de una persona durante días?». Preguntas y más preguntas, reflexiones y la determinación
de afrontar el problema desde su práctica artista lle-
Mary Beth
Hefferman
enseña a uno de
los sanitarios de
un centro del
tratamiento del
ébola en
Monrovia la
etiqueta-retrato
que colocará en su
traje protector.
Debajo, sesión de
fotos.
zazpika 2 9
Melissa Kemokai
entra en la «zona
roja» y (a la derecha)
Selina B. Davis, tras
finalizar uno de sus
turnos. La imagen de
los rostros
sonrientes con los
que miran a los
pacientes queda
recogida en la
fotografía que las
identifica.
3 0 zazpika
varon a Heffrman a aparcar todo lo que tenía entre
manos y volcarse en la idea de «poner rostro» a los
trabajadores de los centros de tratamiento de ébola.
La idea se materializó en el “PPE Portrait Project”.
Después de informarse y exponer su proyecto a algunos de los médicos claves en la respuesta del ébola
en Liberia, como el Dr. Soka J. Moses, director clínico
del MOD ETC, el mayor centro de tratamiento de ébola
en Monrovia, y el Dr. Massaquoi, de la presidencia liberiana de manejo de casos de ébola, el pasado 22 de
febrero partía rumbo a Liberia, acompañada del fotógrafo Marc Campos. En su equipaje, doce cajas con cámaras fotográficas, impresoras y etiquetas. Los profesionales habían recibido con entusiasmo la idea y la
habían invitado a viajar al país para poner en práctica
el proyecto. La idea no parece complicada: colocar las
fotografías de los trabajadores sanitarios en sus trajes
protectores, de forma que los pacientes pudieran ver
una imagen de sus caras. Pero a nadie se le había ocu-
rrido, y todos los expertos consultados subrayaron la
importancia de las dimensiones psicosociales que podría tener.
«Fotografié a los trabajadores, les decía que miraran
a la lente como si estuvieran mirando al paciente y
que intentasen poner la expresión que querían que
viera el paciente si no estuvieran bajo ese temible traje
protector. La mayoría sonreía», comenta Heffrman.
El siguiente paso era poner esa fotografía en el traje y,
como en todo el proceso, la artista preguntó al personal sanitario. ¿Dónde querían colocarla? «Intuitivamente se ponían la foto en la zona del corazón», «era
tal como lo había previsto», recuerda emocionada.
Emocionada por la reacción del personal sanitario
pero, sobre todo, porque los pacientes podrían sentirse
un poco menos aislados y porque ya no verían a sus
cuidadores como «ninjas». «La primera vez que los
pacientes veían las fotos sonreían. Incluso uno los reconocía del pueblo. Se daba cuenta y les decía: ‘Oh, yo
te conozco’. Otros decían que les encantaba ver las fotos, que no sabían si eran hombre o mujer, o si era joven o mayor. Y decían: ‘me gusta poder ver cómo eres’.
Todos expresaron su profundo agradecimiento».
Práctica social. El “PPE Portrait Project” se basa en lo
que el artista alemán Joseph Beuys llamó “escultura
social”, acciones artísticas que funcionan como catalizador del cambio social. También llamada “práctica
social”, es una concepción del arte como proceso interdisciplinario y de participación, en el cual el pensamiento, el discurso y la discusión son los materiales
que se utilizan para llevar a cabo la creación. «Para
mí, la cúspide de este proyecto está en la mejora de la
conexión entre el trabajador sanitario y el paciente
del ébola –comenta Heffrman–. La etiqueta-retrato
sirve como puente, una propuesta de las enfermeras,
doctores e higienistas a los pacientes, diciéndoles de
forma activa: ‘yo soy humano y estoy aquí por ti’. El
corolario tácito es que el paciente también es humano,
una convicción que es profundamente socavada por
los brutales efectos de la enfermedad. Las etiquetasfotografías les dicen visualmente que ellos son parte
de la humanidad, de la vida».
Mary Beth Heffrman regresó a Los Ángeles a mediados de marzo. En Monrovia dejó el equipo necesario para que el proyecto no se detuviera, y los trabajadores han continuado enviándole las imágenes que
todavía hoy siguen tomándose para hacer un poco
más personal el contacto con los pacientes del centro
de ébola. «Para mí eso fue el auténtico éxito», comenta. No descarta llevar su idea a otros países del
continente; de hecho, ya ha recibido peticiones de un
hospital y una unidad de tratamiento del ébola en
Sierra Leona, pero la artista espera la invitación oficial
del Ministerio de Salud o alguna ONG importante y
«ser así reconocida como parte del protocolo del
equipo de protección (PPE)». En ello está.
zazpika 3 1
LA PEREGRINACIÓN
MÁS GITANA
El próximo domingo, como cada 24
de mayo, miles de gitanos del
Estado francés y de toda Europa
peregrinan hasta Saintes Maries de
la Mer para adorar a Santa María
Jacobé, Santa María Salomé y, en
especial, a Santa Sara Kali, la
patrona de los gitanos. Las calles de
esta pequeña localidad de la
Camarga adquieren un ambiente
mágico donde reina la alegría.
Texto y fotografía: Lucas Vallecillos
zazpika 3 3
Los jinetes conocidos como «gardians» se introducen en las aguas
del Mediterráneo durante la procesión gitana. En pequeño,
peregrinos cantando durante el descenso de las reliquias de las
santas María Salomé, María Jacobé y Sara. En la doble página
anterior, momento en el que la efigie de las dos santas María es
introducida en el mar entre los cantos y los bailes de los gitanos.
a primera vez que oí hablar de la capital de la
Camarga y de su peregrinación gitana fue a un
amigo que durante una época formó parte de
los Gipsy Kings. «En una peregrinación a Saintes Maries de la Mer, que cada año reúne a miles de
gitanos para venerar a Santa Sara, fue donde nacieron
los Gipsy Kings. En una fiesta familiar al aire libre, y
en torno a una hoguera, es donde las familias de los
Reyes y los Baliardo descubrieron que combinaban a
las mil maravillas, y decidieron unirse para fundar el
grupo de rumba más famoso de la historia de la música», dice Miguel Molero, que pasó durante los
ochenta un verano haciendo galas por toda la Costa
Azul francesa, formando parte de los Gipsy Kings. Y
añade: «No pudieron escoger mejor lugar ni mejores
fechas para nacer. Durante la peregrinación, Saintes
Maries de la Mer se torna una gran fiesta donde la
pasión, el misticismo, la música y el baile son los protagonistas; de día, en las calles del pueblo y de noche,
en el campo alrededor de fogatas».
Al sur de Arles, el río Ródano, antes de morir en el
mar, crea una zona de marismas denominada Camarga, que se extiende en el oeste de la Provenza.
Fruto de la lucha territorial entre las aguas dulces del
Ródano y las saladas del mar Mediterráneo, esta inmensa marisma del sur del Estado francés dibuja un
paisaje móvil donde las mareas trazan el perfil de la
costa. Tierras insalubres en otro tiempo, hoy configuran una gran área de humedales protegidos considerados de gran interés ecológico, en los que retoza
el caballo blanco camargués, pastan los toros y se yerguen elegantes los flamencos rosados sobre una sola
pata. Un paisaje idílico, donde los humanos mantienen una relación ancestral con las salinas, los arrozales y las marismas.
Nada más poner un pie en Saintes Maries de la Mer,
sorprende la blancura de sus casas con un marcado
carácter mediterráneo. Tal y como lo dibujó Van Gogh,
el pueblo sigue arremolinado en torno a una maravi-
L
3 4 zazpika
llosa iglesia fortaleza medieval llamada Nôtre Dame
de la Mer. Su cripta es el hogar de Santa Sara Kali, la
patrona de los gitanos, también conocida como la Virgen Negra.
«¡Vive Sainte Sara!» La mañana del 24 de mayo, esta
sosegada población marinera se torna un hervidero
de gente, sobre todo de peregrinos gitanos que llegan
en coche, furgoneta o caravanas, y algún romántico
en carro tirado por caballo; procedentes en su mayoría
del Estado francés, Italia, Bélgica y Suiza. También del
este de Europa y del Estado español, en especial catalanes y del levante.
Saintes Maries de la Mer debe su nombre a una leyenda protagonizada por dos santas, María Salomé y
María Jacobé. Dentro de la iglesia, contemplo con curiosidad la ingenua escultura que representa a ambas
santas posadas sobre una embarcación. Ante mi interés por ellas, una gitana oronda de cara afable se
acerca y me dice: «Ellas trajeron a nuestra patrona
desde Tierra Santa. Venían huyendo de las persecuciones a los cristianos y traían a Sara como esclava.
En el mismo barco también llegaron María Magdalena
y Santa Mart». De repente, la mujer me mira fijamente
y en voz baja añade: «También se dice que era hija de
Jesucristo y María Magdalena». Hace una pausa de
cinco segundos y esbozando una sonrisa, añade:
«Pero yo me inclino por otra versión, la que cuenta
que Sara era una gitana de la Camarga que socorrió a
las santas cuando llegaron exhaustas a estas costas».
La gitana me da un fuerte abrazo y se despide susurrándome al oído: «Que la Negra te bendiga».
Sobre el altar, hay un gran sarcófago policromado
que momentos antes ha descendido del techo de la
iglesia durante una ceremonia que destilaba una pasión desbordante y en la que los gitanos, abrumados
por el momento, alzaban los brazos portando velas
con el deseo de ser los primeros en tocar las reliquias
que alberga: los cuerpos de las dos santas, María Salomé y María Jacobé, con el de Sara y tres cabezas que
trajeron en la barca, de las que dos pertenecen a Santos
Inocentes y una supuestamente a un apóstol. Y a los
pies del altar, ahora el personal se amontona sobre la
figura de Santa Sara, que no para de recibir besos y
abrazos de una exaltada multitud. Yo no lo puedo evitar, también la toco. Uno no cree, pero nunca se sabe.
En teoría, Santa Sara no podría estar dentro de la iglesia,
debido a que no está reconocida por Roma como santa.
Fuera del templo, miles de gitanos esperan la aparición de su patrona y rompen en gritos de júbilo
cuando la ven salir a media mañana. Va en procesión
portada por un remolino de manos, presidida por
una corte encabezada por dos gitanos ancianos que
van abriendo camino y flanqueada por dos filas de
caballos blancos montados por gardians (nombre que
reciben los ganaderos locales), que cubren su cabeza
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Varios peregrinos
bailan y cantan para
celebrar la romería
gitana que tiene
lugar cada 24 de
mayo en la localidad
de Saintes Maries de
la Mer, en la
Camarga.
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con un sombrero negro y portan lanza. La comitiva se
abre paso por las estrechas calles del pueblo en dirección a la playa, entre una muchedumbre emocionada
que no cede en su empeño por tocar el mantón de
Santa Sara. La virgen es vitoreada en todo momento y
la procesión camina al son de la rumba o de melodías
que emanan de un acordeón húngaro, entre gritos de
«¡Vive Sainte Sara!». Cuando llegan a la playa, se introducen en el mar, donde realizan una parada para
cantar a Sara y lanzar salves en conmemoración a las
santas que llegaron por el mar procedentes de Tierra
Santa. La multitud llevando a hombros a la santa, con
el agua hasta la cintura, junto con los gardians cabalgando sobre las olas del Mediterráneo en sus caballos
blancos es una de las estampas más plásticas de la peregrinación. La comitiva, mucho más calmada, vuelve
a la iglesia para guardar a Santa Sara en su cripta, entre
vítores de despedida.
Por la tarde, el pueblo de Saintes Maries de la Mer
adquiere su momento más extrovertido, después de
haber liberado todas las tensiones durante la procesión
de la Virgen Negra. Los gitanos toman sus calles inundándolas de música. En cada esquina, un grupo de fla-
menco, de rumba o de música cíngara de los Balcanes
hace que el personal cante y baile sin parar. Una gran
fiesta que al anochecer se traslada al exterior del pueblo, donde, de un modo más íntimo, familiares y amigos se reúnen en torno a una hoguera donde comen,
cantan y bailan hasta altas horas de la madrugada.
Al día siguiente, la procesión se repite, pero en esta
ocasión con Santa María Salomé y Santa María Jacobé.
El número de gitanos presente en la procesión disminuye considerablemente y no tiene la alegría y el colorido del día anterior. Por la tarde, todo es mucho más
tranquilo. En el tercer y último día de celebración tienen
lugar toda una serie de actos relacionados con la cultura
tradicional del lugar, como una corrida camarguesa o
demostraciones en el manejo de las reses por parte de
los gardians en honor al marqués de Baroncelli (18691943). Este es un personaje muy querido por la defensa
que hizo a ultranza de las tradiciones de la Camarga.
Fue la persona que logró convencer a la Iglesia católica
para que autorizara la procesión anual de Santa Sara, a
pesar de no estar reconocida por Roma, y se convirtió
en un gran defensor de los derechos del pueblo gitano
en esta parte del Estado francés.
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