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EL
ESPÍRITU SANTO
Su persona, ministerio,
dones, frutos y Su obra
en la vida del cristiano
Dr. BRIAN J. BAILEY
“El Espíritu Santo:
Su persona, ministerio, dones, frutos y Su obra en la vida
del cristiano”
Registrado © por Brian J. Bailey
Agosto 2001
Libro de Texto de Zion Christian University
Usado con permiso
Todos los derechos reservados
Traducción: equipo de traducción de Honduras
Segunda Edición: equipo de trabajo IBJ - Guatemala
Segunda edición, enero 2009.
Todas las citas bíblicas encontradas en este libro
han sido tomadas de la versión Reina Valera 1960 © Sociedades Bíblicas Unidas
a menos que se indique lo contrario
Para mayor información o ejemplares adicionales,
diríjase a:
Zion Christian Publishers
P.O. Box 70
Waverly, New York 14892
Teléfono: 607-565-2801
Fax: 607-565-3329
www.zionfellowship.org
ISBN # 1-890381-15-2
DEDICATORIA
Este libro está dedicado con reverencia a la Santa Trinidad,
confiando de que en alguna manera describa fielmente la vida,
obra y ministerio del bendito Espíritu Santo.
Al hacer esto, es mi oración que el Padre, el Hijo, nuestro Señor
y Salvador Jesucristo, y el Espíritu Santo, nuestro Consolador,
reciban la gloria.
AGRADECIMIENTOS
Al equipo de traducción de Honduras, que realizó la
traducción, corrección de pruebas y detalles tipográficos de la
primera edición de esta obra.
Al equipo equipo de trabajo IBJ - Guatemala por su exelente
trabajo en la revisión de la segunda edición.
ÍNDICE
Prefacio
I
Parte
La persona del Espíritu Santo
9
II
Parte
El ministerio del Espíritu Santo
43
III
Parte
Los siete Espíritus del Señor
69
IV
Parte
El bautismo del Espíritu Santo
103
V
Parte
Los dones del Espíritu
137
VI
Parte
Los frutos del Espíritu
235
VII
Parte
La vida llena del Espíritu
y guiada por el Espíritu
327
Epílogo
357
7
El Espíritu Santo
PREFACIO
Cuando el Señor Jesús realizó Su último recorrido sobre la
tierra, desde el Aposento Alto hasta el Getsemaní, Él dijo a Sus
discípulos: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo
me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría
a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Jn. 16:7).
Este amado Consolador siempre está con nosotros para
animarnos y fortalecernos en nuestro viaje por la vida desde la
tierra hasta el cielo. Él nos guiará a toda verdad y nos mostrará
lo que ha de suceder en nuestra vida, así como también lo que
ha de ocurrir en las naciones y la Iglesia.
Este libro es presentado con la esperanza de que usted
experimente y conozca al Espíritu Santo como Aquel que le
hace nacer de nuevo; Aquel que lo inviste con poder de lo alto
al bautizarlo con Su Espíritu y el que lo unge para servirle.
Brian J. Bailey
9
El Espíritu Santo
I Parte
LA PERSONA DEL
ESPÍRITU SANTO
La Trinidad
A.
B.
C.
D.
Siete aspectos de la persona del Espíritu Santo.
El Espíritu como miembro de la Deidad.
Los símbolos del Espíritu Santo.
Los nombres del Espíritu Santo.
LA TRINIDAD
El Dios de todo el universo, el único y verdadero Dios a
quien servimos, está constituido por tres personas distintas
e inconfundibles. Estas tres personas son Dios Padre, Dios
Hijo (el Señor Jesucristo) y Dios Espíritu Santo. Aunque
son tres personas, debemos comprender que ellos son un
solo Dios, y no tres dioses en una persona. La Deidad nos
es revelada en forma plural en Génesis 1:26, donde el Señor
dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Desde el
principio de la Palabra de Dios, comenzando con el primer
capítulo de la Biblia, el Señor aclara que hay tres personas
en la Deidad.
10
El Espíritu Santo
Dios Padre es llamado el Anciano de días (Dn. 7:9,13) y la
Majestad en las alturas (He. 1:3). En las Escrituras, Él
generalmente es visto sentado en el trono (Dn. 7:9; Ap. 5:67). Él es la fuente y origen de todo. De Él salieron las otras
dos personas de la Deidad que siempre habían existido en
él. El Padre tiene la forma y figura del Hijo, sin embargo, él
es un espíritu (vea Jn. 5:37; 4:24). Dios Hijo, el Señor
Jesucristo, es el Jehová del Antiguo Testamento. Fue Jesús
y no el Padre quien se les apareció a Abraham, Moisés y a
otros profetas. Él se ve como el Padre, sólo que más joven.
El Señor Jesús le dijo a Felipe en Juan 14:9: “El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre”. El Padre y el Hijo son
idénticos. El Hijo es la “imagen misma de su sustancia”
(He. 1:3), pero el Padre se ve mayor. El Hijo tiene un cuerpo
humano tangible, pues Él es la expresión física de la Deidad.
Él gobierna y administra el reino de Su Padre.
El Espíritu Santo también es una persona. Él es la tercera
persona de la Trinidad. Es un ser que provino de Dios, siendo
sin embargo, igual a Dios (vea Jn. 15:26). Él es un espíritu,
pero también se asemeja al Padre y al Hijo.
Las Escrituras siempre se refieren al Espíritu Santo como “Él”
y no como “eso”. Él no solamente es una influencia, es una
persona. Él lleva a cabo las órdenes del Padre y del Hijo, y Su
principal objetivo es exaltar al Hijo.
El Espíritu Santo
11
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales. Ellos tienen un
mismo carácter y están unidos en una misma visión, pensamiento
y objetivo. Describiendo a Jesús, Filipenses 2:6 dice: “…el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a
Dios”. En Juan 5:17 Jesús dice: “Mi Padre hasta ahora
trabaja, y yo trabajo”.
El resultado de esta afirmación se encuentra en el versículo 18:
“Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque
no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también
decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a
Dios”. Por lo tanto, el Padre y el Hijo son claramente iguales.
Justo antes de que el Señor Jesús fuera a la cruz, prometió que
enviaría a otro Consolador en Su lugar, el cual sabemos, es el
bendito Espíritu Santo (Jn. 14:16; 16:7). (La palabra griega
traducida otro significa “otro del mismo tipo”). Sólo uno de
iguales cualidades puede ser enviado en lugar de alguien. Por
tanto, basados en las Escrituras, podemos decir claramente que
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales.
Sin embargo, existen diferentes grados de autoridad en la
Deidad. El Padre es supremo. Él es el mayor en posición y
autoridad. El Hijo dejó esto muy claro en Juan 14:28, donde
dijo: “porque el Padre mayor es [en autoridad y posición]
que yo”. El Hijo y el Espíritu Santo son sumisos a la voluntad
del Padre. Jesús le dijo a Su Padre: “Hágase tu voluntad,
12
El Espíritu Santo
no la mía”. El Hijo es el heredero de todos los dominios de
Su Padre y el Padre le ha entregado todas las cosas en Sus
manos (vea He. 1:2; Jn. 3:35; 13:3). Su deseo es hacernos
coherederos con Él.
El Señor Jesús va a heredar todos los reinos de este mundo
(Ap. 11:15). Él gobierna sobre el reino de Su Padre con la
ayuda del Espíritu Santo. En el Milenio, el Hijo reinará en
persona sobre la tierra. Sin embargo, Él aún estará en
sumisión a Su Padre. 1 Corintios 15:28 aclara esta verdad:
“Pero luego que todas las cosas le estén sujetas,
entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le
sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en
todos”. Asimismo, el Espíritu Santo solamente hace lo que
el Padre le dice que haga (Jn. 16:13). La Trinidad obra en
perfecta unidad y armonía al gobernar el universo.
La Trinidad revelada en la Escritura
La Trinidad puede ser vista en muchos pasajes de la
Escritura. Veamos ahora algunos de ellos. En la Creación,
Dios Padre dio la orden de que la tierra fuese creada y
tomara su forma. Él hizo todo esto a través del Hijo, quien
proclamó las palabras de Su Padre (He. 1:2; Ef. 3:9; Col.
1:16). Sin embargo, fue el Espíritu Santo quien se movió
sobre la faz de la tierra e hizo que todo existiera en el orden
determinado (Gn. 1:2-3).
El Espíritu Santo
13
Estos tres miembros de la Deidad también pueden ser vistos
en la encarnación de Cristo. Por medio del Espíritu Santo,
el Padre preparó un cuerpo humano en el vientre de María
para Su hijo Jesús (vea He. 10:5). Lucas 1:32-35 dice: “Este
será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor
Dios le dará el trono de David su padre... Respondiendo
el ángel [a María], le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por
lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado
Hijo de Dios”.
En este pasaje el Padre es llamado el Altísimo y el Señor Dios.
Jesús es llamado Hijo del Altísimo y el Espíritu de Dios es
llamado Espíritu Santo. Por lo tanto, podemos ver claramente
la evidencia irrefutable de los tres miembros de la Deidad en
las santas Escrituras.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son vistos de nuevo en
el bautismo de Jesús, en el río Jordán: “Y Jesús, después
que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los
cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que
descendía como paloma, y venía sobre Él. Y hubo una
voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia” (Mt. 3:16-17). Mientras el
Hijo estaba siendo bautizado en el río, el Espíritu Santo vino
sobre Él como paloma, y el Padre habló desde los cielos
diciendo que estaba complacido con Su Hijo.
14
El Espíritu Santo
La Trinidad también fue descrita en la fórmula del bautismo en
agua dada por el Señor Jesús en Mateo 28:19: “Por tanto, id
y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Pablo
dejó esto muy claro cuando retóricamente les preguntó a los
corintios si él había bautizado a alguno de ellos en su propio
nombre (Vea 1 Co. 1:12-15). ¡Por supuesto, Pablo no bautizó
a ninguno en su propio nombre! Todos ellos fueron bautizados
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Asimismo, la Trinidad es revelada a través de la crucifixión. Pablo
dijo en Hebreos 9:14: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el
cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin
mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras
muertas para que sirváis al Dios vivo?” El Hijo de Dios fue a
la cruz por medio del poder capacitador del Espíritu Santo que
estaba con Él, ofreciéndose a Sí mismo sin mancha a Su Padre.
El Padre levantó a Cristo de entre los muertos por medio de
la acción del Espíritu Santo. Romanos 8:11 nos da evidencia
bíblica de este hecho: “Y si el Espíritu de aquel que levantó
de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó
de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”.
Pablo repite esta verdad en Romanos 6:4: “Porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo,
a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
El Espíritu Santo
15
gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida
nueva”. Es este mismo Espíritu el que levantará a los santos
en el día de la resurrección.
Un precioso retrato de la Trinidad es visto en el martirio de
Esteban. Hechos 7:55-56 dice acerca de Esteban: “Pero
Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el
cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la
diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos,
y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”. Los
ojos de Esteban, quien estaba lleno del Espíritu Santo, fueron
abiertos para ver al Hijo de pie a la diestra del Padre. Jesús
lo estaba esperando para darle la bienvenida al cielo.
Normalmente, Cristo está sentado a la diestra de Dios, pero
en esta ocasión Él está de pie para darle la bienvenida a uno
de Sus santos escogidos.
Los tres miembros de la Deidad también son vistos en el cielo:
“Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres
vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un
Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete
ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por
toda la tierra. Y vino, y tomó el libro de la mano derecha
del que estaba sentado en el trono” (Ap. 5:6-7).
Cuando Juan, el discípulo amado, vio un libro en el cielo que
estaba sellado, lloró, porque ningún hombre había sido hallado
16
El Espíritu Santo
digno de abrir el libro. Sin embargo, el Cordero de Dios, el
Señor Jesús, prevaleció para abrir el libro y lo tomó de la mano
derecha de Dios el Padre, que estaba sentado en Su trono.
Este pasaje dice que el Cordero tiene siete ojos, que son los
siete Espíritus de Dios. Este es el Espíritu Santo que reposaba
sobre Cristo. De esta manera, la Trinidad es revelada claramente
en las Escrituras.
La Trinidad revelada en la Escritura
1.
En la Creación.
2.
En la encarnación de Cristo.
3.
En el bautismo de Jesús.
4.
En la fórmula bautismal.
5.
En la crucifixión.
6.
En la resurrección de Jesús y todo creyente.
7.
En el martirio de Esteban.
8.
En el cielo.
En 2 Corintios 13:14, encontramos una bendición apostólica
dada por el Apóstol Pablo que nos ayuda a visualizar la Trinidad:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la
comunión [o compañerismo] del Espíritu Santo sean con
todos vosotros. Amén”.
El Espíritu Santo
17
Pablo habla de la gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo. ¿Cómo
podemos tener comunión o compañerismo con una
influencia? Obviamente, no podemos. Por ende, el Espíritu
Santo es una persona que anhela tener comunión con
aquellos con quienes pueda compartir Sus más íntimos
sentimientos y deseos.
Como ya dijimos anteriormente, el Hijo es idéntico al Padre.
La única diferencia es que la apariencia del Padre es de
mayor edad. De la misma manera, el Espíritu Santo también
tiene una forma. Sin embargo, sería poco común que una
persona tuviera una visión del Espíritu Santo o lo viera con
sus propios ojos. No obstante, podemos tener comunión
con Él, pues nosotros fuimos hechos a Su imagen y Él es
Dios. El Salmo 103:13 dice que el Padre se compadece de
nosotros (acariciándonos y mimándonos), como un padre
lo hace con sus hijos.
Hace muchos años, tuve una visión en la que vi la espalda
de Dios Padre. En esa visión, Él acariciaba tiernamente a
los niños en el cielo. Algunas veces, podemos incluso sentir
la mano del Señor Jesucristo sobre nosotros. Yo he sentido
la mano del Señor sobre mí en varias ocasiones. De la misma
manera, también podemos sentir al Espíritu Santo
cubriéndonos y ungiéndonos. El tener comunión con Él es
un gran privilegio y honor que no debemos tomar a la ligera.
18
El Espíritu Santo
Debemos orar al Espíritu Santo así como oramos al Padre y al
Señor Jesús. ¿Por qué? Porque Él es la tercera persona de la
Deidad. El Espíritu Santo debe convertirse en una realidad para
nosotros. Necesitamos depender de Él y estar conscientes de
Su presencia en todo momento. Todo creyente nacido de nuevo y
lleno del Espíritu, debe sentir la necesidad de acercarse al Espíritu
Santo. Despertar ese deseo en usted es el propósito de este libro.
A. SIETE ASPECTOS DE LA PERSONA
DEL ESPIRITU SANTO
El Espíritu Santo no es simplemente una fuerza o influencia,
sino más bien un individuo que tiene todos los atributos y
cualidades asociadas con un personaje en particular. Si
hemos de comprender la importancia del tercer miembro de
la Deidad, debemos examinar estos atributos. Vamos ahora
a considerar siete aspectos de la persona del Espíritu Santo.
1. Posee una mente
El apóstol Pablo dijo en Romanos 8:27 que el que
“escudriña los corazones sabe cuál es la intención
[mente] del Espíritu, porque conforme a la voluntad
de Dios intercede por los santos”. A la luz de esta
escritura entendemos que el Espíritu Santo tiene una mente,
y por supuesto, una influencia no posee una mente. La mente
es uno de los atributos claves de una persona.
19
El Espíritu Santo
Los apóstoles declararon en Hechos 15:28: “Porque ha
parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros
ninguna carga más que estas cosas necesarias”. En esta
situación en Hechos 15, el Espíritu Santo les reveló a los
apóstoles sus pensamientos con relación a las ordenanzas que
los gentiles debían obedecer. Este es un muy buen ejemplo de
la mente del Espíritu.
2. Tiene una voluntad
Al referirse a la repartición de los nueve dones del Espíritu Santo
en 1 Corintios 12:11, el apóstol Pablo dice: “Pero todas estas
cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada
uno en particular como él quiere”. Por lo tanto, el Espíritu
Santo también tiene una voluntad. Es el Espíritu Santo quien
decide qué dones debemos tener y el que reparte varios dones
a cada creyente, como Él desea.
3. Tiene sentimientos
El Espíritu Santo también tiene emociones y sentimientos. Pablo
escribió a los creyentes de Éfeso: “Y no contristéis al Espíritu
Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención” (Ef. 4:30). En Isaías 63:10 se habla de los israelitas
rebeldes que enojaron al Espíritu Santo. Si nosotros
desobedecemos al Señor y hacemos cosas que no le agradan,
entonces contristamos al Espíritu Santo.
20
El Espíritu Santo
Algunas veces podemos sentir la tristeza que Le hemos causado,
pues el Espíritu Santo tiene la habilidad de comunicar Sus
sentimientos a nuestro corazón. También, el Espíritu Santo tiene
mucha compasión, pues Él desea producir amor y todos Sus
otros frutos en nuestra vida (vea Gá. 5:22-23).
4. Se le puede mentir
Como a una persona, también se le puede mentir al Espíritu Santo.
En Hechos 5:3, Pedro dijo a Ananías: “¿por qué llenó Satanás
tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses
del precio de la heredad?” No podemos mentirle a una influencia;
sólo podemos mentirle a una persona. En Juan 16:7-15, cuando
se habla del Espíritu Santo se dice “Él” o “Lo” varias veces. En las
Escrituras originales, nunca se habla de Él como “ese” o “eso”.
5. Puede ser blasfemado
El Señor Jesús declara en Mateo 12:31-32: “Todo pecado y
blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia
contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que
dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será
perdonado: pero al que hable contra el Espíritu Santo, no
le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”.
En este pasaje, Cristo colocó al Espíritu Santo al mismo nivel
que Él. Él dijo que aquellos que blasfemaran al Espíritu Santo
21
El Espíritu Santo
no serían perdonados. Vemos, que el Espíritu Santo, como
persona, puede ser blasfemado de la misma manera que el
Hijo de Dios también puede ser blasfemado. La blasfemia al
Espíritu Santo ocurre cuando atribuimos las obras del Espíritu
Santo al diablo, sabiendo en el corazón de uno que estas obras
son, en verdad, del Espíritu Santo.
6. Puede hablar
El Espíritu Santo tiene la habilidad de hablar; una fuerza o
influencia no la tiene. Como está registrado en Hechos capítulo
10, Pedro recibió una visión que le revelaba claramente que los
gentiles eran aceptados por Dios. Mientras meditaba sobre esta
visión, escuchó que alguien le hablaba: “le dijo el Espíritu:
He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y
desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he
enviado” (Hch. 10:19-20). Hablar es la acción de una persona.
El Espíritu Santo no es “eso” sino “Él”.
Esta verdad respecto a la habilidad de hablar del Espíritu
Santo también es revelada en el libro de Apocalipsis. Juan
concluye su mensaje a las siete iglesias de Asia con esta
frase: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias” (ver Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Podemos
oír al Espíritu Santo hablándonos, si tenemos oídos que oyen
y si tenemos oídos atentos a Él. Por esto, necesitamos que
nuestros oídos espirituales sean abiertos más y más.
22
El Espíritu Santo
7. Puede ser insultado y apagado
El Espíritu Santo puede ser insultado, como también el Señor Jesús
puede ser insultado. En Hebreos 10:29 leemos: “¿Cuánto mayor
castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios,
y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue
santificado, e hiciere afrenta [insulto] al Espíritu de gracia?”
El Espíritu Santo puede ser insultado por nuestras acciones y
palabras. Si nosotros nos volvemos a nuestra antigua forma de
vida, después de haber conocido al Señor como nuestro
Salvador, insultamos al Espíritu Santo. Aun más, Pablo nos dice
en 1 Tesalonicenses 5:19: “No apaguéis al Espíritu”. Estos
siete puntos acerca de la persona del Espíritu Santo ofrecen
evidencias y pruebas abrumadoras de que el Espíritu Santo es
en verdad una persona y no simplemente una influencia.
Siete Aspectos de la Persona del Espíritu Santo
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Posee una mente.
Tiene una voluntad.
Tiene sentimientos.
A Él se le puede mentir.
Puede ser blasfemado.
Puede hablar.
Puede ser insultado y apagado.
23
El Espíritu Santo
B. EL ESPÍRITU SANTO ES UN MIEMBRO
DE LA DEIDAD
Como dijimos anteriormente, el Espíritu Santo es un miembro
de la Deidad. Como tal, tiene todas las cualidades y
características de los otros dos miembros de la Trinidad: el
Padre y el Hijo. Existen muchas pruebas en la Santa Escritura
acerca de que el Espíritu Santo es un miembro de la Deidad,
pero sólo vamos a ver seis de ellas.
1. Es Eterno
Una de las características de la Deidad es que Ellos son eternos
(vea Sal. 90:2; 2 Ti. 1:17). Ellos no tuvieron principio y no
tienen fin. Jesús era, y es, y ha de venir (Ap. 1:4). En Hebreos
9:14, el apóstol Pablo escribe: “¿cuánto más la sangre de
Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias
de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” De esta
manera, la Escritura establece claramente que el Espíritu Santo
es eterno. También es claro que tiene las mismas características
que los otros dos miembros de la Deidad.
2. Es Omnipresente
Otro atributo de la Deidad es que son omnipresentes. Ellos
pueden estar en todo lugar al mismo tiempo. En Jeremías 23:24,
24
El Espíritu Santo
el Señor pregunta: “¿Se ocultará alguno, dice Jehová en
escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el
cielo y la tierra?” Dios llena el cielo y la tierra. Jesús será visto
por toda criatura alrededor del mundo en Su Segunda Venida
(Ap. 1:7; Mt. 24:30). El Espíritu Santo también es omnipresente.
Él tiene la habilidad de estar en todo lugar al mismo tiempo.
En el Salmo 139:7, el rey David hace esta pregunta: “¿adónde
me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”
Luego, continúa: “Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en
el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare
las alas del alba y habitare en el extremo del mar, Aun allí
me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Sal. 139:8-10).
Dios dirige los asuntos del infierno, al igual que los asuntos del
cielo. Las personas que han tenido visiones del infierno confirman
esto. El rey David estaba consciente que no importaba a dónde
él fuera, pues sabía que el Espíritu Santo está en todas partes.
Podía sentir la presencia del Espíritu Santo con él en todo
momento. De esta manera, si nosotros caminamos en la luz,
podemos estar seguros que el Espíritu Santo siempre va a estar
con nosotros sin importar a dónde vayamos.
3. Es Omnipotente
Al igual que los otros dos miembros de la Deidad, el Espíritu Santo
es omnipotente o todopoderoso. En Lucas 1:35, el ángel del Señor
El Espíritu Santo
25
le dijo a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el
Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. El Espíritu
Santo es llamado “poder del Altísimo”, pues posee todo el poder.
En Mateo 28:18, el Señor Jesús declaró, justo antes de
ascender al cielo: “Toda potestad me es dada en el cielo y
en la tierra”. De estas escrituras vemos que durante los tres
años y medio de Su ministerio en la tierra, Cristo tuvo la unción,
el poder y la energía del Espíritu Santo. Todo el poder le fue
dado por el Padre, a través de la operación del Espíritu Santo.
Debido a que el Espíritu Santo es omnipotente como Cristo,
es claramente un miembro de la Deidad. En Zacarías 4:6-7,
el Señor habló a Zorobabel diciéndole que no sería por medio
de la fuerza, o del poder del hombre que el templo sería
terminado y que prevalecería sobre el imperio Persa, el cual
le impedía poder terminar esa obra. En lugar de esto, el trabajo
de construir el templo sería completado por medio del
tremendo poder del Espíritu Santo. ¡El Espíritu Santo es
omnipotente! Él es capaz de vencer los estorbos y obstáculos
de todas las naciones de la tierra.
Muchas veces en la Escritura, el Señor amonesta a Su pueblo
por no buscarlo a Él para ser librados de ejércitos enemigos
que venían en contra de ellos. Él reprende a Ezequías por
enviar a Egipto un embajador para pedir ayuda en contra del
ejército asirio que estaba avanzando en contra de Jerusalén
26
El Espíritu Santo
(vea Is. 31:1-5; 36:6). ¡Es en el poder del Espíritu Santo,
omnipotente, en el que se debe confiar en todo momento!
4. Es Omnisciente
Otro de los atributos divinos del Espíritu Santo es que Él
es omnisciente, en otras palabras, el Espíritu Santo posee
todo conocimiento y sabiduría. El apóstol Pablo dice en 1
Corintios 2:9-11: “Antes bien, como está escrito: Cosas
que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón
de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que
le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el
Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo
profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe
las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que
está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios,
sino el Espíritu de Dios”.
El hombre es un espíritu. Es un espíritu viviendo en un cuerpo
físico. Nosotros podemos conocer verdaderamente a una
persona, cuando realmente conocemos su espíritu. Por
gracia, nosotros somos capaces de comprender el espíritu
de otros, porque nosotros también somos un espíritu. De la
misma manera, el Espíritu Santo entiende al Padre porque
también es divino. El Espíritu Santo comprende todas las
cosas que se relacionan con Dios y con el hombre. Por esto,
siempre que necesitemos saber algo, debemos pedirle al
El Espíritu Santo
27
Espíritu Santo que nos lo revele. Uno de Sus ministerios es
el de revelarnos las cosas del Padre y del Hijo.
5. El Espíritu Santo es llamado Dios y Señor
A través de las Escrituras podemos ver que el Espíritu Santo
es llamado Dios. Cuando Ananías miente al Espíritu Santo,
Pedro dice en Hechos 5:3-4: “¿por qué llenó Satanás tu
corazón para que mintieses al Espíritu Santo… No has
mentido a los hombres, sino a Dios”. En este pasaje vemos
que el Espíritu Santo es claramente llamado Dios.
El Espíritu Santo también es llamado Señor en 2 Corintios
3:16-18: “Pero cuando [Israel] se conviertan al Señor,
el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y
donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados
de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor”. Señor es el título que se le da a
Jesucristo. Por esto, el Espíritu Santo es claramente un
miembro de la Deidad, porque es llamado con el mismo
título, al igual que el Hijo.
28
El Espíritu Santo
6. Es mencionado por Cristo como un miembro
de la Deidad
En Juan 15:26, el Señor Jesucristo claramente menciona al
Espíritu Santo como un miembro de la Deidad: “Pero
cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del
Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre,
Él dará testimonio acerca de mí”. Cristo dijo que Él
enviaría a alguien más para tomar Su lugar después de Su
partida. Ese reemplazo fue el Espíritu Santo, la tercera
Persona de la Trinidad (Jn. 16:7). El Espíritu Santo procede
del Padre al igual que el Hijo.
Seis aspectos del Espíritu Santo
como un miembro de la Deidad
1.
Es Eterno.
2.
Es Omnipresente.
3.
Es Omnipotente.
4.
Es Omnisciente.
5.
Es Llamado Dios y Señor.
6.
Es mencionado por Cristo como un miembro de
la Deidad.
29
El Espíritu Santo
C. LOS SÍMBOLOS DEL ESPIRITU SANTO
El Espíritu Santo está representado en la Escritura por
diversas formas y símbolos. Él es revelado en la Palabra de
Dios de diferentes maneras y quisiera que consideráramos
algunas de estas.
1. La paloma
El símbolo más común y familiar del Espíritu Santo es la paloma.
En todo el mundo, la paloma es considerada un símbolo de paz
y del Espíritu Santo. Cuando Jesús fue bautizado, subió del
agua y “los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu
de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”
(Mt. 3:16). Juan el Bautista testificó: “Vi al Espíritu que
descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él”
(Jn. 1:32). La paloma revela muchas de las características del
Espíritu Santo. Por ejemplo, una paloma no tiene vesícula biliar.
La bilis, que habla de amargura, no reside dentro de una paloma.
De la misma manera, no existe amargura en el Espíritu Santo.
2. El aceite
El aceite es otro símbolo del Espíritu Santo. El Señor Jesús fue
ungido por el Espíritu Santo y como la unción en el Nuevo
Testamento es por aceite, el símbolo del Espíritu Santo también es
el aceite. En el sermón a la casa de Cornelio, Pedro declaró que:
30
El Espíritu Santo
“como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús
de Nazaret” (Hch. 10:38). Cristo fue ungido por el Espíritu Santo.
El apóstol Santiago exhorta a los ancianos de las iglesias a orar
por cualquiera que este enfermo, “ungiéndolo con aceite en el
nombre del Señor” (Stg. 5:14). El aceite de unción fue usado
por primera vez por Jacob cuando él derramó aceite en el altar
que había edificado para el Señor en Betel (Gn. 28:18-19). Como
vemos en Éxodo 30:23-31, el aceite de la unción fue derramado
sobre el mobiliario del tabernáculo y también sobre los sacerdotes
para consagrarlos para el servicio del tabernáculo. El Espíritu
Santo es quien nos unge al recibir nuestra salvación.
3. El fuego
Otro símbolo familiar del Espíritu Santo es el fuego. Hebreos
12:29 dice: “porque nuestro Dios es fuego consumidor”.
Como vemos en Hechos 2:3, el primer derramamiento registrado
del Espíritu, en el día de Pentecostés, resultó en lenguas de
fuego repartidas sobre los ciento veinte que estaban reunidos
en el aposento alto. “Y se les aparecieron lenguas repartidas,
como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”.
Los discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo y con
fuego. Esto es exactamente lo que Juan profetizó que el Señor
haría: “Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo
El Espíritu Santo
31
no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt. 3:11). El bautismo
del Espíritu Santo está asociado no solamente con la llenura del
Espíritu Santo, sino también con fuego.
Recuerdo mi encuentro con Dios, cuando fui bautizado en el
Espíritu Santo, en las montañas de Inglaterra. Yo había estado
pidiéndole desde hacia algún tiempo al Señor que me bautizara
en el Espíritu Santo, pero aún no lo había recibido. Pero luego,
para unas vacaciones, yo me fui a un lugar a orillas del mar, en
Inglaterra, para encontrarme con el Señor. Después de haber
estado allí por unos días, el Señor me dijo que tomara un autobús
para ir a Dartmoor. Así que tomé mi pequeña Biblia de bolsillo
y viajé por autobús hasta las bellas montañas de Dartmoor.
Cuando el autobús llegó, yo esperé en la estación de autobuses
para ver hacia donde se dirigían todos los demás. Luego caminé
en dirección opuesta para poder estar a solas con el Señor.
Cuando encontré un lugar agradable, alejado y silencioso,
comencé otra vez a rogarle al Señor que me bautizara en el
Espíritu Santo. Mientras oraba, oí claramente una voz que me
decía: “Juan, Juan”.
No sabía que hacer, así que busqué en mi Biblia el evangelio de
Juan. Mi dedo se detuvo en Juan 20:22, donde dice que el
Señor Jesús sopló sobre Sus discípulos y dijo: “Recibid el
Espíritu Santo”. En ese momento, algo comenzó a moverse
32
El Espíritu Santo
dentro de mí y comencé a hablar en otras lenguas. Luego de
algunos días de haber sido bautizado en el Espíritu Santo, no
podía tocar mi cuerpo, pues, éste estaba extremadamente
caliente. Sentía como que si literalmente estuviera en llamas. El
bautismo en el Espíritu Santo incluye fuego espiritual, el cual es
un símbolo del Espíritu Santo.
4. El viento
El Espíritu Santo también está representado en la Escritura por el
viento. En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo llenó el lugar
donde los apóstoles estaban reunidos en forma de un viento recio.
Hechos 2:2 registra esta tremenda manifestación del Espíritu
Santo: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un
viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde
estaban sentados”. En Ezequiel capítulo 37, al profeta le fue
ordenado profetizar al viento, un viento que soplaría sobre la
multitud de muertos. Mientras él profetizaba, los vientos del
Espíritu vinieron sobre ellos y todo el ejército resucitó.
5. El agua
El agua también es asociada con el Espíritu Santo. Durante la
primera Fiesta de los Tabernáculos, en Juan 7:37-38, Cristo se
paró en medio del templo y declaró: “Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva”.
33
El Espíritu Santo
Muchos años después de esta admirable prédica de Cristo,
Juan, el Amado, escribió las palabras de Jesús en su evangelio
bajo la unción del Espíritu Santo, y las interpretó acertadamente:
“Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen
en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque
Jesús no había sido aún glorificado” (Jn. 7:39).
El agua es un símbolo del Espíritu Santo, en el sentido que, ríos
de vida deben fluir de nosotros después de ser bautizados en el
Espíritu Santo. A través de todo el canon de la Escritura, la
lluvia es un tipo continuo del derramamiento del Espíritu Santo.
6. La luz
Otro símbolo del Espíritu Santo es la luz. En el lugar santo del
Tabernáculo de Moisés, había un candelabro que tenía siete
velas. Esto representaba los siete Espíritus del Señor. Era el
candelabro que daba luz al lugar santo. Por esta razón, la luz,
también, es un tipo del Espíritu Santo. Cuando nacemos de
nuevo, luz entra a nuestro hombre interior, debido a la entrada
del Espíritu Santo (2 Co. 4:6). Esta luz debe incrementar a
medida que continuamos caminando con Cristo. Sin embargo,
algunas veces la luz es extinguida cuando el hombre se aleja de
Dios (Ro. 1:21; Mt. 6:22-23).
34
El Espíritu Santo
7. Pronombres masculinos
A través de la Escritura, tanto en el Antiguo, como en el Nuevo
Testamento, al Espíritu Santo se le refiere como una persona.
Isaías 40:13 dice: “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o
le aconsejó enseñándole?” En este versículo el Espíritu Divino
es claramente llamado con el pronombre “le”. El Nuevo
Testamento fue escrito en griego, porque en el Imperio Romano,
en esa época, el griego era el lenguaje universal. Era el lenguaje
oficial y el lenguaje de la gente común. La Escritura, del griego
original nos ayuda a comprender la persona del Espíritu Santo.
Cuando el Señor Jesucristo habló del Espíritu Santo en Juan
16:7-8, 13-14, Él usó la palabra griega “ekeinos” que es un
pronombre masculino que significa “él”. De esta manera, el
Espíritu Santo es como el Padre y el Señor Jesucristo: todos
poseen atributos masculinos.
En el Antiguo Testamento, encontramos una bella representación
de la Trinidad a través de Abraham, su hijo Isaac y su sirviente
Eliezer. Abraham (un tipo del Padre) tuvo un hijo de la promesa,
Isaac (un tipo de Cristo), quien era el heredero de todas sus
posesiones. En busca de una esposa para su hijo Isaac,
Abraham envió a Eliezer (un tipo del Espíritu Santo), a la tierra
de Mesopotamia para que le escogiera esposa a Isaac de entre
su parentela. De la misma manera, el Padre está seleccionando
a la esposa de su Hijo, el Señor Jesucristo. La novia de Cristo
es, por supuesto, el cuerpo de creyentes fieles.
El Espíritu Santo
35
Existen ciertos requisitos para ser parte de la novia de Cristo.
Al igual que Eliezer no podía escoger a cualquiera para ser
la esposa de Isaac, así también el Espíritu Santo sólo elige a
aquellos que han desarrollado las cualidades necesarias para
convertirse en la esposa del Señor Jesús. Eliezer eligió a
Rebeca porque ella era trabajadora y tenía un corazón de
sierva. Ella no sólo estuvo dispuesta a sacar agua del pozo
para Eliezer, sino también para sus camellos, lo cual tomó
mucho tiempo. De la misma manera, el Espíritu Santo está
buscando hoy a aquellos que serán la esposa de Cristo. A
través de este excelente ejemplo de la Escritura, podemos
ver que estos tres hombres piadosos (Abraham, Isaac y
Eliezer), revelan claramente que la Trinidad es masculina.
Los símbolos del Espíritu Santo
1.
La paloma.
2.
El aceite.
3.
El fuego.
4.
El viento.
5.
El agua.
6.
La luz.
7.
Pronombres masculinos.
36
El Espíritu Santo
D. LOS NOMBRES DEL ESPÍRITU SANTO
Una de las principales características de una persona es que
tiene un nombre. Esto es algo que todas las personas en el
mundo tenemos en común. El Espíritu Santo tiene muchos
nombres. Estos nombres revelan Su carácter, naturaleza y
ministerio. En esta sección vamos a considerar algunos de Sus
principales nombres que son revelados en la Escritura.
1. El Espíritu de Dios
Uno de los nombres del Espíritu Santo usado más
frecuentemente en la Escritura es el de, Espíritu de Dios. En el
segundo versículo de la Biblia, Génesis 1:2, el Espíritu Santo es
llamado así: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las
tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de
Dios se movía sobre la faz de las aguas”. También en el
Nuevo Testamento se le llama de esta manera, Pablo dijo a los
creyentes de Corinto: “¿No sabéis que sois templo de Dios,
y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co. 3:16).
2. El Espíritu de Juicio
Otro nombre del Espíritu Santo es, Espíritu de Juicio. El profeta
Isaías declaró: “cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas
de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con
espíritu de juicio y con espíritu de devastación” (Is. 4:4).
37
El Espíritu Santo
Como el Espíritu de Juicio, el Espíritu Santo determina el juicio
que cada uno recibe como castigo por sus pecados. El Espíritu
de Juicio trae convicción de pecado y convence a los hombres
de su necesidad, pero también abre una puerta de esperanza.
3. El Espíritu Abrasador
En Isaías 4:4, el Espíritu Santo también es llamado el Espíritu
de Devastación: “Cuando el Señor haya lavado la
inmundicia de las hijas de Sion y haya limpiado la sangre
derramada de en medio de Jerusalén con el espíritu del
juicio y el espíritu abrasador” (LBLA) El Espíritu Abrasador
es el fuego espiritual que purifica al pueblo del Señor. Si
aceptamos Sus tratos en nuestra vida, Él quemará toda la paja
que hay dentro de nuestro corazón (Mt. 3:11-12).
4. El Espíritu de Verdad
El Espíritu de Verdad es otro de los títulos del Espíritu Santo.
Este es Su título en Juan 14:17: “el Espíritu de verdad, al
cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce;
pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y
estará con vosotros”. El Señor habló otra vez del ministerio
del Espíritu de Verdad en Juan 16:13, donde Él dijo: “Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la
verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que
38
El Espíritu Santo
habrán de venir”. De nuevo es llamado con este título en
Juan 15:26. La verdadera naturaleza y el carácter del
Espíritu Santo están contenidos en esta verdad. Jesús dijo:
“Yo soy... la verdad”. La verdad es un atributo clave de
toda la Deidad.
5. El Espíritu de Vida
El Espíritu Santo también es llamado, el Espíritu de Vida. En
los últimos días, cuando vengan los dos testigos, ellos van a
ser asesinados después de tres años y medio de ministerio.
Después de que sus cadáveres permanezcan tirados en las
calles de Jerusalén por tres días y medio, el Espíritu de Vida
volverá a entrar a ellos. Es el Espíritu Santo quien los va a
revivir y a levantar (Ap. 11:11).
Leemos las palabras del apóstol Pablo en Romanos 8:2:
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me
ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. El Espíritu
Santo es el único que nos da vida y quien nos imparte la
libertad del pecado y la muerte. La Vida es también uno de
los títulos del Señor Jesucristo (Jn. 14:6). En Deuteronomio
30:20, podemos leer las siguientes palabras de exhortación:
“y siguiéndole a él”, porque Él es nuestra vida. De esta
manera vemos que es el Espíritu Santo quien nos da vida
verdadera. ¡Separados de Él, no podemos tener vida!
El Espíritu Santo
39
6. El Espíritu de Adopción
El Espíritu de Adopción es otro nombre del Espíritu Santo.
Pablo establece en Romanos 8:15: “Pues no habéis recibido
el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre!” (También vea Gá. 4:6). El Espíritu
de esclavitud es de Satanás y habla de un hábito o pecado del
cual no podemos librarnos. Sin embargo, cuando somos
adoptados a la familia de Dios, a través del Espíritu Santo,
somos liberados del poder del reino de las tinieblas. El Espíritu
Santo es el Espíritu de Adopción.
La ceremonia de adopción practicada en el Imperio Romano,
era por costumbre sellada en la presencia de siete testigos. Estos
siete testigos representan los siete Espíritus de Dios, (el Espíritu
Santo) que dan juntamente con nuestro espíritu, testimonio de
que hemos sido adoptados por Dios. Pablo confirma esto en
Romanos 8:16 cuando dijo: “El Espíritu mismo da testimonio
a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
7. El Espíritu Santo de la Promesa
En Efesios 1:13, el Espíritu Santo es llamado el Espíritu Santo
de la Promesa: “En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo
40
El Espíritu Santo
de la promesa”. Dios prometió que Él nos enviaría al
Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien aviva las promesas
al pueblo de Dios.
8. El Espíritu de Gracia
En Hebreos 10:29 el Espíritu Santo es llamado el Espíritu
de Gracia: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá
el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda
la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere
afrenta al Espíritu de gracia?” El Espíritu Santo es el
único que nos imparte la gracia de Dios cuando necesitamos
fortaleza (vea He. 4:16). Por esto, cuando un creyente
contrista al Espíritu, corta el fluir de gracia en su vida.
9. El Espíritu de Gloria
Otro nombre del Espíritu Santo es el de, Espíritu de Gloria.
En 1 Pedro 4:14, Pedro nos anima: “Si sois vituperados
por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu
de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente,
por ellos El es blasfemado, pero por vosotros es
glorificado”. Esta “gloria” que envuelve a los santos de
Dios, también es una defensa en contra de sus adversarios
(ver Is. 4:5).
41
El Espíritu Santo
10. El Espíritu Santo
Por último, el nombre más comúnmente usado para llamar a
la tercera Persona de la Trinidad es el de Espíritu Santo. Cristo
establece en Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se
lo pidan?” En el Salmo 51:11, el rey David oró: “Y no quites
de mí tu santo Espíritu”. El Espíritu de Dios es santo, al
igual que el Padre y el Hijo son santos; Él desea hacernos
santos, también.
Los nombres del Espíritu Santo
1.
El Espíritu de Dios.
2.
El Espíritu de Juicio.
3.
El Espíritu Abrasador.
4.
El Espíritu de Verdad.
5.
El Espíritu de Vida.
6.
El Espíritu de Adopción.
7.
El Espíritu de Promesa.
8.
El Espíritu de Gracia.
9.
El Espíritu de Gloria.
10. El Espíritu Santo.
42
El Espíritu Santo
Como conclusión a la primera parte, me gustaría decir, una vez
más, que el Espíritu Santo es claramente una persona. Él tiene
todos los atributos de una persona. ¡Por esto, ya que amamos
a Dios Padre y a Dios Hijo, también conozcamos y amemos
profundamente a la tercera Persona de la Trinidad, el bendito
Espíritu Santo!
43
El Espíritu Santo
II Parte
EL MINISTERIO DEL
ESPÍRITU SANTO
En esta segunda parte vamos a considerar los diferentes
ministerios del Espíritu Santo. Cuando el hombre estudia
teología, tan sólo puede hacerlo de una manera fragmentada,
pues el hombre no puede comprender totalmente a un Dios
infinito. Esto se aplica también cuando intentamos analizar al
tercer miembro de la Deidad, el Espíritu Santo.
Cuando nos referimos a los ministerios del Espíritu Santo,
nosotros no podemos cubrir todos los aspectos de Su
ministerio y obra. No obstante, la Escritura nos muestra
varios títulos que claramente describen al Espíritu Santo,
revelando su ministerio en la tierra entre los santos.
A. ÉL ES EL CONSOLADOR
Cristo reveló uno de los ministerios del Espíritu Santo cuando
lo llamó el Consolador. En Juan 14:16-17, el Señor les dijo a
Sus discípulos: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador [de la misma clase], para que esté con vosotros
para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no
44
El Espíritu Santo
puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”.
Uno de los principales ministerios del Espíritu Santo es ser el
Consolador de los santos. En realidad existen tres Consoladores:
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Consolador significa
“alguien que conforta y anima”. Al traducir la palabra griega
parakletos, su significado es “consolador”. Esta palabra tiene
una preciosa connotación que proviene del lenguaje original.
En el tiempo del Nuevo Testamento, se refería a una posición
militar en el ejército romano.
El Imperio Romano era conocido por su grandeza militar, así
como por la habilidad y el buen entrenamiento de sus soldados.
No obstante, sin importar qué tan hábiles eran los soldados,
siempre habían momentos en los que necesitaban ser animados,
especialmente cuando habían marchado durante horas, por
terrenos difíciles, sabiendo que al final de la marcha se
encontrarían con el enemigo. Además, sabían que seguramente
perderían en la batalla a muchos de sus compañeros.
Por esta razón, en el Imperio Romano, para animar a los
soldados, el ejército era ministrado por parakletos. Estos
eran hombres que caminaban junto a las compañías que
marchaban. Ellos gritaban palabras de ánimo a los soldados
y les cantaban canciones de victoria, mientras marchaban.
Levantaban los brazos caídos y fortalecían las rodillas débiles
El Espíritu Santo
45
(He. 12:12). Los parakletos (o exhortadores) les
recordaban las pasadas victorias y la debilidad del
enemigo. A medida que hablaban al soldado de la fortaleza
de Roma, les levantaban el espíritu.
Jesucristo le dio al Espíritu Santo el título de Parakletos o
el Consolador. Él camina junto a nosotros a través de todas
las experiencias adversas de nuestra vida. ¿Acaso no es
maravilloso saber esto? Verdaderamente, no tenemos nada
que temer, ya que el Espíritu Santo siempre está allí para
fortalecernos cuando sentimos que ya no podemos continuar.
Él está siempre allí para hacernos recordar las victorias del
pasado: cuando creíamos que perderíamos la batalla y la
ganamos, simplemente porque Él estaba allí junto a nosotros.
El Señor Jesús prometió que jamás nos dejaría solos. A
medida que caminamos por el sendero que Él ha ordenado
para nuestra vida, Él hará que el Espíritu Santo camine junto
a nosotros y nos anime.
Nuestro Consolador nos recuerda que el Capitán de
nuestra salvación ya ganó la batalla y que ya venció al
mundo por nosotros. Nos anima diciéndonos que somos
llamados para ser victoriosos y que somos más que
vencedores a través de Cristo. El Espíritu Santo es quien
camina junto a nosotros y levanta nuestro espíritu. Debemos
ser animados por esto: el bendito Espíritu Santo está
siempre presente para consolarnos.
46
El Espíritu Santo
B. ÉL ES EL MAESTRO
El Espíritu Santo también es el Maestro de la Iglesia. Cristo
dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn. 14:26). El apóstol
Pablo reveló dos aspectos del ministerio del Espíritu Santo como
maestro, cuando dijo en 1 Corintios 2:9-10: “Cosas que ojo
no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el
Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”.
El primer aspecto importante de cualquier buen maestro es que
debe ser alguien que constantemente estudie y busque verdades
frescas, así como el Espíritu Santo está constantemente
buscando profundizar en las cosas de Dios. El Señor es eterno
y es tan vasto que no existen límites para Su conocimiento.
Pablo dijo en Efesios 2:7: “para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús”.
Le tomaría a Dios toda la eternidad poder expresarnos las
riquezas de Su gracia para con nosotros. Una de las cosas más
extraordinarias acerca del cielo que muchos han visto en visiones
es que los santos de Dios reciben enseñanzas en el cielo por
toda la eternidad. Ellos han tenido visiones de algunos de los
El Espíritu Santo
47
grandes hombres de Dios, que vivieron en el pasado, enseñando
la eterna Palabra de Dios a congregaciones en el cielo. Por lo
tanto, vemos que la verdad de Dios es tan inmensa y grande,
que nos tomará toda la eternidad poder comprender al Señor y
Sus maravillosas obras. Por esta razón, el Espíritu Santo está
constantemente escudriñando las arcas de Dios, buscando las
verdades escondidas y profundas de Dios y de Su Palabra,
para poder así revelárnoslas.
Sin embargo, la revelación no es el objetivo final del ministerio
de un maestro. Después de enseñar a sus alumnos varias
verdades, él debe lograr que entiendan esas verdades. No es
suficiente que un maestro solamente exponga su conocimiento.
Él debe inculcar ese conocimiento en ellos, de manera que
realmente lo comprendan, hasta que la verdad sea parte de
ellos. De igual forma, como muchos de los hábiles maestros del
pasado, el Espíritu Santo primero estudia y escudriña las
profundidades de Dios, luego nos las revela. Finalmente, una a
una imprime esas verdades en el corazón de sus alumnos: los
santos de Dios.
Tres aspectos de un maestro
1.
2.
3.
Escudriña.
Revela y enseña.
Reitera e inculca.
48
El Espíritu Santo
Como Maestro de la Iglesia, el Espíritu Santo tiene otra misión.
Cristo dijo: “el Espíritu Santo… os recordará todo lo que yo
os he dicho” (Jn. 14:26). El Espíritu nos recuerda las cosas
que hemos olvidado de la Palabra y lo que el Señor nos ha
dicho a través de los años. Cuando yo tenía nueve años, un
ángel se me apareció en el jardín de la casa de mi padre, en
Inglaterra. El ángel me habló y me dijo muchas cosas que Dios
quería hacer en mi vida, causando una gran impresión en mí.
Sin embargo, no le conté a nadie acerca de esa visitación
angelical y con el paso de los años, me olvidé por completo de
ella. Años después, luego de haberle entregado mi vida al Señor,
el Espíritu Santo me recordó de manera muy real todo lo que el
ángel me había dicho, y fue una fuente de mucho aliento.
El Señor Jesús dijo en Lucas 12: 11-12: “Cuando os
trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis
de responder; o qué habréis de decir; porque el Espíritu
Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis de
decir”. Cuando estemos en situaciones de mucha presión y
no sepamos que decir, el Espíritu Santo nos dará las palabras
que debemos hablar y nos hará recordar lo que necesitemos
recordar en ese preciso momento.
Muchas veces estudiamos la Palabra de Dios y luego olvidamos
lo que hemos aprendido. A menudo podemos llegar a
desanimarnos por esto y pensar que no estamos reteniendo
El Espíritu Santo
49
ningún conocimiento. Sin embargo, la verdad del asunto, es
que las palabras del Señor son espíritu y son vida. Cuando
leemos la Biblia o el Señor nos habla, mientras oramos, estas
cosas llegan a lo profundo de nuestro espíritu. Podemos
olvidarlas en nuestra mente, pero aún están en nuestro espíritu.
En el momento oportuno, el Espíritu Santo las traerá a nuestra
memoria. Por esta razón, debemos estudiar la Palabra de Dios
y saber que a medida que lo hacemos, semillas de vida están
siendo sembradas en nuestro corazón, que aunque por un
tiempo estarán ocultas, a su tiempo florecerán.
C. ÉL ES EL ESPÍRITU DE VERDAD
El Espíritu Santo también es llamado el Espíritu de Verdad.
Cristo prometió: “Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere,
y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn.
16:13). Otro aspecto del ministerio del Espíritu Santo es el
de guiarnos a toda verdad. La verdad no es sólo información
y conocimiento, o algo meramente obtenido mediante el
estudio. Es algo que entra hasta lo más íntimo de nuestro
ser, de tal manera que nos convirtamos en la personificación
de esas enseñanzas. En el Salmo 51:6, el rey David dijo al
Señor: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo
secreto me has hecho comprender sabiduría”. El Espíritu
Santo desea guiarnos a toda verdad.
50
El Espíritu Santo
El rey Salomón poseía extraordinaria sabiduría. Reyes y
gobernantes venían de países alrededor del mundo para
escucharlo. Sin embargo, Salomón no caminaba en las verdades
que él exponía a otros. El Espíritu Santo no quiere que sus
alumnos sean así. El quiere asegurarse de que caminamos en
todo lo que nos revela, desea que la verdad esté en nuestra
mente, en lo más íntimo de nosotros y que caminemos en la
verdad (vea Sal. 86:11).
La segunda parte de Juan 16:13 dice que el Espíritu Santo “no
hablará por su propia cuenta”. Cuan buen maestro, el Espíritu
Santo no habla de sí mismo, sino de Aquel a quien Él desea
exaltar: el Señor Jesucristo.
“Porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere”. El Espíritu Santo nos dice las
cosas que Él oye al Padre y al Hijo decir. Este es el secreto
de todo gran ministerio de enseñanza. Un verdadero maestro
es aquel que oye de Dios y luego comparte esas verdades
con otros (vea Mt. 10:27). Este es el tipo de enseñanza que
el Señor Jesús compartía, como vemos en Isaías 50:4:
“Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar
palabras al cansado; despertará mañana tras mañana,
despertará mi oído para que oiga como los sabios”. Jesús
fue y es el mejor maestro en la historia, debido a que Dios
abrió su oído para oír cada mañana. Ni siquiera un día pasó
que no encontrase a Jesús reuniéndose con Su Padre para
El Espíritu Santo
51
pasar tiempo esperando en Él y escuchar Su voz. Debido a
esta relación con Su Padre y porque tenía un oído que oía,
Jesús pudo hablar y predicar con gran autoridad (vea Mt. 7:29).
Otro ingrediente esencial para un maestro es, no sólo enseñar,
sino responder a las palabras de Dios y ser obediente y fiel a
la verdad (Mt. 5:19). Isaías 50:5 continúa las palabras de
Jesús: “Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui
rebelde, ni me volví atrás”. Cristo oyó de Dios y luego
respondió a lo que Dios le dijo que hiciera. Esto también es
cierto del Espíritu Santo. Sin este tipo de respuesta, nadie
tendrá éxito como maestro.
Cuando nos referimos al Espíritu Santo, la última parte de Juan
16:13 dice: “y os hará saber las cosas que habrán de venir”.
A través de toda la historia de la Iglesia, todos han gravitado
alrededor de enseñanzas que se interesan en la Segunda Venida
de Cristo. El regreso del Señor es ciertamente muy importante,
pues en la Escritura hay más escrito acerca de la Segunda Venida
de Cristo, que de la primera. Sin embargo, es más importante
para nosotros comprender lo que Dios va a hacer en Su Iglesia
en los últimos días, que saber todo acerca de los eventos
políticos que van a ocurrir antes de Su regreso. Efesios 5:27
nos dice que el Señor viene por una Iglesia sin mancha ni arruga.
Por lo tanto, nuestro objetivo primordial debe ser el de
prepararnos para Su regreso para poder participar en el
avivamiento final.
52
El Espíritu Santo
El Espíritu de Verdad no sólo nos va a enseñar acerca de la
Segunda Venida, sino también nos mostrará lo que va a
suceder en nuestra propia vida. Este aspecto del ministerio
del Espíritu Santo es vital para nuestra caminata espiritual;
pues somos fortalecidos y animados cuando el Espíritu Santo
nos imparte entendimiento y nos da promesas. Quiere
revelarnos lo que Dios tiene planeado para nuestra vida.
Pues cuando creemos y nos regocijamos en lo que Él dice,
podemos atravesar los valles de la vida y ver el cumplimiento
de las promesas de Dios.
El propósito del Espíritu Santo es también el de glorificar a
Cristo. Esto se ve claramente en las palabras de Jesús, en
Juan 16:14: “El me glorificará; porque tomará de lo mío,
y os lo hará saber”. El Espíritu Santo magnifica a Cristo y
nos lo revela. Incluso, en algunos momentos, puede hasta
darnos visiones del Señor. Algunas de estas visiones de
Cristo revelan Su vida y ministerio en la tierra y nos ayudan
a conocerle.
Luego Cristo dijo, en Juan 16:15: “Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo
hará saber”. Ya que Cristo es el Hijo unigénito de Dios, el
Padre ha confiado todo a Su poder. Por lo tanto, cuando el
Espíritu Santo toma de las cosas de Jesús y nos las revela,
en realidad está tomando de las cosas que el Padre le ha
dado al Hijo.
53
El Espíritu Santo
D. ÉL ES LA UNCIÓN
El Espíritu Santo también es unción. El apóstol Juan declaró en
1 Juan 2:20: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y
conocéis todas las cosas”. El Espíritu Santo es la unción que
permanece, como se ve en 1 Juan 2:27: “Pero la unción que
vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma
os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira,
según ella os ha enseñado, permaneced en él”.
Es el Espíritu Santo quien nos unge para que comprendamos la
Palabra de Dios y quien nos capacita para discernir entre lo
verdadero y lo falso, entre lo santo y lo profano. El Espíritu
Santo es la unción que permanece en nosotros y nos enseña la
verdad. En ciertas ocasiones he sentido que el Espíritu Santo
me ha impulsado a estudiar acerca de ciertos temas, pero en
ese entonces yo no estaba muy seguro de Su participación en
estos impulsos. Sin embargo, he descubierto que cuando sigo
Su guía, la Palabra de Dios se abre para mí de una manera muy
hermosa, y obtengo una revelación fresca.
En mi vida personal, siempre trato de permitir que el Espíritu
Santo controle los temas y el orden en que los estudio. Haciendo
esto, la Escritura se hace vida, y se vuelve clara y simple. Yo
recomiendo este tipo de relación con el Espíritu Santo, en su
ministerio y en su estudio diario de la Palabra.
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El Espíritu Santo
Recuerdo un año en particular, cuando tenía que enseñar en el
Instituto Ministerial Sion, en Nueva York, un curso titulado “La
Vida de Cristo”. Al intentar estudiar para la enseñanza enfrenté
gran dificultad. Faltando sólo una semana para que comenzaran
las clases, no lograba discernir qué era lo que andaba mal.
Luego, comencé a orar y descubrí el porqué de mi dificultad
mientras los días pasaban. Días antes de empezar el curso, me
pidieron que substituyera al profesor que iba a enseñar la clase
acerca del “Espíritu Santo”, quien había cancelado su
participación inesperadamente. El Espíritu de Dios sabía, desde
el principio, que yo daría el curso del “Espíritu Santo”, antes de
enseñar acerca de la vida de Cristo, y precisamente por esto,
fue que yo no podía fluir en la preparación de ese curso. Cuando
comencé a estudiar para el curso del “Espíritu Santo”, todo se
aclaró y comencé a recibir una abundancia de pensamientos
frescos. Si fluimos con el Espíritu Santo, encontraremos que Él
nos motivará a estudiar lo que nos va a preparar para cualquier
situación que enfrentemos.
E. ÉL ES EL AUTOR DE LAS ESCRITURAS
Otro aspecto del Espíritu Santo es que El es el autor de la
sagrada Escritura. Cada capítulo y versículo en la Palabra
de Dios fueron dados a través de la inspiración del Espíritu
Santo. Pablo dijo que “Toda la Escritura es inspirada por
Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
El Espíritu Santo
55
para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16). El apóstol Pedro
también confirmó esta verdad cuando declaró: “porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino
que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:21).
Verdaderamente, el Espíritu Santo debe ser considerado el
autor de ambos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo.
Todos los sesenta y seis libros de la Biblia fueron escritos por
hombres de Dios, cuando el Espíritu Santo los inspiró a escribir
el mensaje de Dios. Por lo tanto, cuando buscamos interpretar
correctamente la Palabra de Dios, debemos pedirle al Espíritu
que nos revele lo que Él quiso decir, cuando inspiró a los
escritores de la Biblia a escribir lo que escribieron. Si nosotros
negamos esta clave vital, vamos a errar en nuestra interpretación
de la Escritura.
F. ÉL ES QUIEN REPRUEBA
El Espíritu Santo también tiene el ministerio de reprobar. Las
últimas palabras de Cristo en la tierra, revelan mucho acerca
del ministerio del Espíritu Santo. Una de las cualidades más
admirables del Señor es el hecho de que muchas de Sus
enseñanzas más hermosas las dio cuando iba en camino hacia
la cruz. Esto habla mucho acerca de Su carácter. ¡Qué control
de espíritu poseía en Su camino a la muerte en el Calvario!
Recuerde, Cristo no dio estos mensajes en una clase cómoda y
56
El Espíritu Santo
hermosa. Estas enseñanzas las dio al caminar desde el aposento
alto al Jardín de Getsemaní.
En Juan 16:8-11, Jesús habló acerca de la venida del Espíritu
Santo: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en
mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis
más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado”.
El Espíritu Santo es quien reprueba. Él es quien convence a las
personas de pecado. Cuando hacemos algo que le desagrada
al Señor, sentimos una terrible convicción y angustia en nuestro
corazón. Este es el Espíritu Santo obrando en nuestra vida.
Fue el Espíritu Santo quien convenció a Pablo de que su estilo
de vida era contrario a los caminos de Dios (vea Hch. 9:5).
Este es el ministerio del Espíritu Santo. Él no solamente
convence a los santos, sino también convence a los pecadores
de pecado, justicia y juicio.
El Espíritu Santo convence a los hombres del pecado de la
incredulidad. Las personas han sido endurecidas por la vida y
ya no creen en el Señor. La incredulidad en el Señor es la raíz
del pecado de la humanidad. En los últimos días, el Señor va a
derramar el espíritu de gracia y de súplica sobre la nación de
Israel cuando Él regrese. Cuando acepten a su Mesías, ellos
van a preguntarle por qué tiene cicatrices en Sus manos. Él les
El Espíritu Santo
57
dirá que las obtuvo en la casa de Sus amigos. Entonces todo
Israel se lamentará y arrepentirá por no haber creído en el Señor
Jesucristo cuando vino a la tierra la primera vez. Este será un
arrepentimiento nacional motivado por la convicción de pecado
provocada por el Espíritu Santo en Israel (Zac. 12:10-12).
Es la prerrogativa del Espíritu Santo convencernos de pecado.
Nosotros no podemos convencer a la gente del pecado. Nuestra
responsabilidad es descrita por el apóstol Pablo en 2 Timoteo
2:24-26: “Porque el siervo del Señor no debe ser
contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar,
sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen,
por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para
conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que
están cautivos a voluntad de él”.
Nosotros no podemos hacer que las personas se arrepientan
de sus pecados y crean en el Señor. Sólo el Señor puede dar
arrepentimiento y sólo el Espíritu Santo puede convencer a las
personas. Nuestra responsabilidad es testificar y presentar la
verdad a la gente de manera amable, no tratando de forzarlos a
que crean. A menudo, alejamos a la gente del evangelio, por
tratar de hacer la obra del Espíritu Santo, de convencerlos.
Debemos declarar la verdad con un espíritu de amor y
comprensión, sin condenar a nadie. Luego debemos dejar el
resto al Espíritu Santo y permitirle que convenza de pecado a
aquellos quienes nos escuchan.
58
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo también convence a los hombres de justicia
y cuán lejos están de alcanzarla. Dios solamente ha aceptado el
sacrificio justo de Su Hijo. Cristo es el único medio de perdón
y la única esperanza que usted tiene de llegar a ser justo. No
existe otro medio. Es el Espíritu Santo quien convence a las
personas de justicia. Es el Espíritu Santo quien nos hace
conscientes de nuestra necesidad de ser vestidos con la justicia
del Señor y no con la nuestra (vea Fil. 3:9).
El Espíritu Santo convence del juicio venidero, pues el poder
de Satanás fue juzgado en la cruz y su destino fue sellado allí.
No sólo Satanás sufrirá la venganza del fuego eterno, también
todos aquellos que lo siguen. Otro aspecto de la misión del
Espíritu Santo es el de convencer a las personas del juicio final.
Usted encontrará, a medida que estudie la Palabra de Dios,
que Él habló más acerca del juicio y del dolor del tormento
eterno en el infierno, que acerca de las bendiciones de la vida
eterna en el cielo. Ezequiel capítulo 31 describe el fin de los
orgullosos asirios. Ellos fueron una vez un imperio poderoso,
pero su fin será en el abismo del infierno. El Espíritu Santo
intenta advertir a todos acerca del juicio eterno y busca
convencerlos para así lograr librarlos de ese terrible destino.
Cuando predicamos, debemos pedirle al Espíritu Santo que
nos unja para que nuestros oyentes sientan convicción,
abandonen sus caminos pecaminosos y recurran al Señor con
todo su corazón. Necesitamos que el que reprueba esté presente
El Espíritu Santo
59
cuando predicamos. De otra manera, nuestras palabras no
tendrán ningún impacto en la audiencia. No importa cuan
elocuentes o inteligentes seamos; a menos que hablemos bajo
la unción del Espíritu Santo, las personas no serán afectadas
por nuestras palabras.
G. ÉL ES EL INTERCESOR
El Espíritu Santo también es el Intercesor. No solamente nos
enseña y guía a toda verdad, sino que también nos muestra
cómo orar. En realidad, Él ora a través de nosotros. El apóstol
Pablo deja esto claro en Romanos 8:26-27: “Y de igual
manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es
la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de
Dios intercede por los santos”.
Muchas personas oran sinceramente por lo que ellos creen
(o esperan) es la voluntad de Dios, pero oran erróneamente
debido a su mente natural y sus propios deseos.
Lamentablemente, muchos jóvenes eligen a su pareja con su
mente natural. Por esto, es tan importante permitirle al Espíritu
Santo que ore a través de nosotros. Él conoce la mente de
Dios y sabe a quién escogió Dios desde antes de la fundación
del mundo, para ser nuestra pareja. Debemos permitirle al
60
El Espíritu Santo
Espíritu Santo que ore a través de nosotros para todo; pues
muy frecuentemente oramos pidiendo cosas que no son la
voluntad de Dios. Consecuentemente, cuando las recibimos,
en lugar de ser bendiciones, se convierten en cargas y
pruebas para nosotros. Esta es la razón por la que debemos
orar mucho en lenguas, y permitirle al Espíritu Santo que
ore a través de nosotros, recordando que Él sabe cómo
orar correctamente por nuestras necesidades.
H. ÉL REVELA Y NOS ESTABLECE EN
NUESTRO LLAMADO
Aunque el creador de nuestro llamado es el Señor Jesús
(vea Ef. 4:11), es el Espíritu Santo el responsable de iniciar
nuestro llamado y de colocar a las personas en puestos
ministeriales en la iglesia (vea Hch. 20:28). Esto se ve
claramente en Hechos 13:1-2: “Había entonces en la
iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros:
Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene,
Manaén el que se había criado junto con Herodes
tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando,
dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo
para la obra a que los he llamado”.
El Espíritu Santo indicó que había dado un llamado y ministerio
a Bernabé y a Saulo. También indicó el tiempo apropiado para
que ellos saliesen de su iglesia y fuesen enviados a su destino.
El Espíritu Santo
61
Reconociendo que fue el Espíritu Santo quien estaba hablando,
la comunidad oró e impuso manos, enviándolos por el Espíritu
Santo (Hch. 13:4).
Este es otro aspecto del ministerio del Espíritu Santo. Él
revela el llamado de Dios sobre nuestra vida; luego indica
cuándo es el tiempo de Dios para enviarnos. Durante
tiempos como estos, los hermanos oran por nosotros y
somos enviados por el poder del Espíritu Santo. Es
importante que nos demos cuenta de que el Espíritu Santo
es quien controla nuestro destino. Fue el Espíritu Santo quien
llamó y envió a Pablo como misionero.
I. ÉL ES EL CO-CREADOR
Ahora me gustaría considerar el papel que el Espíritu Santo
tomó en la creación del hombre y del universo. A menudo
pensamos en el Padre y el Hijo como siendo los creadores
de la humanidad y de esta tierra, pero raramente
consideramos cómo ayudó el Espíritu Santo en la creación.
La Escritura es muy clara al indicar que es el Co-Creador,
junto con el Padre y el Hijo. Se nos dice en Génesis 1:2: “Y
la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas
estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas”. Entonces vemos, que el
Espíritu Santo estaba muy activo en la creación.
62
El Espíritu Santo
Consideremos por un momento la relación entre el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo. En cierto sentido, el Padre es el de
mayor autoridad. Él es quien origina todos los planes y objetivos
de la Deidad. El Hijo es el administrador de la Deidad. Él
administra y gobierna los reinos de Su Padre. El Espíritu Santo
es el tercer miembro de la Deidad, quien lleva a cabo los planes
y objetivos de Dios y equipa a los santos para hacer la voluntad
del Padre y del Hijo. Estas diferentes funciones de la Trinidad
son vistas claramente en 1 Corintios 12:4-6: “Ahora bien, hay
diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay
diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las
cosas en todos, es el mismo”. En el versículo cuatro, leemos
que el equipamiento (con los dones) es llevado a cabo por el
Espíritu Santo. El versículo cinco nos habla acerca del trabajo
administrativo del Señor Jesucristo. Y el versículo seis habla de
las operaciones de Dios el Padre, quien origina todo. En
consecuencia, está claro que el Padre organizó la creación de
este mundo. El Hijo administró la creación y la creó al hablar; y
el Espíritu Santo llevó a cabo esas órdenes.
En el Salmo 104:30 de la Nueva Versión Internacional leemos:
“Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la
faz de la tierra”. En el momento de la creación, el Espíritu de
Dios fue enviado para asistir en la obra de la creación y para
renovar la faz de la tierra que había sido traída a juicio debido
a la caída de Satanás.
El Espíritu Santo
63
El Espíritu Santo también es el Co-Creador del hombre, lo
cual podemos ver en las palabras del patriarca Job: “El Espíritu
de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida”
(Job 33:4). Por lo tanto, vemos que el Espíritu Santo estuvo
involucrado en la formación del hombre.
J. ÉL ESTÁ INVOLUCRADO EN LA SALVACIÓN
DE TODO CREYENTE
Cuando pensamos acerca del nuevo nacimiento y de la salvación
de un creyente, podemos ver desde la Palabra de Dios que el
Espíritu Santo juega un papel muy importante. El Señor Jesucristo
enseñó a Nicodemo, en Juan 3:5-8: “De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es. No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni
sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que
es nacido del Espíritu”. El Señor Jesús es nuestro Salvador,
pero nosotros nacemos de nuevo por un acto del Espíritu de
Dios. Cuando damos nuestro corazón al Señor, el Espíritu Santo
viene a nuestro corazón y habita dentro de nosotros.
El apóstol Pablo confirma esto en Romanos 8:16: “El Espíritu
mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios”. Es el Espíritu Santo quien testifica a nuestro espíritu
64
El Espíritu Santo
de que somos nacidos de nuevo y adoptados en la familia de
Dios. El Espíritu Santo es quien nos convence cuando aún somos
pecadores y comienza a aguijonear nuestro corazón. Él comienza
a atraernos hacia la Fuente de Aguas Vivas, el Señor Jesucristo.
Por esto, vemos cómo el Espíritu juega un papel muy activo en
la salvación de todo creyente.
K. ÉL ES NUESTRO SANTIFICADOR
El Espíritu Santo también es quien nos santifica. Pablo dijo en
Romanos 8:13: “porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la
carne, viviréis”. Es a través del poder capacitador del Espíritu
Santo que nosotros hacemos morir las obras de nuestra carne
y somos completamente santificados, obteniendo así vida eterna
(Col. 3:5). Por otra parte, si nosotros le permitimos a nuestra
carne dirigirnos y gobernarnos, moriremos espiritualmente e
iremos al infierno.
Hace muchos años, el día antes de que entregara mi corazón al
Señor, tuve una experiencia extraordinaria. Esa noche tuve dos
visiones distintas. En la primera, vi al mundo. Vi personas
naciendo, creciendo y convirtiéndose en adultos. Los vi vivir su
vida y luego morir. Tristemente, parecía como que no había
ningún propósito en sus vidas. Luego tuve otra visión, en la cual
yo vi lo que le pasa a la humanidad no redimida después de
morir. Vi literalmente, personas cayendo al infierno. ¡El infierno
El Espíritu Santo
65
es un lugar muy real! Todas estas personas habían nacido,
habían llegado a ser adultos, habían vivido su vida y
finalmente habían muerto. Al final de su vida ellos fueron
al infierno. Luego vi al Señor con sus brazos extendidos,
rogando por la humanidad.
Al siguiente día fui al laboratorio de investigación científica en
Londres, Inglaterra, donde yo trabajaba. Yo quería hacer algo
para cambiar este mundo desesperadamente. Con mucho
entusiasmo, esa mañana intenté involucrar a un compañero de
trabajo en mi partido político. Pacientemente, él me escuchó
hablar, y luego dijo: “Yo no sé mucho acerca de política, pero
una cosa sí sé, que Dios tiene un plan para tu vida que comenzará
cuando recibas a Jesucristo como tu Salvador”. A esto respondí:
“¡Yo creo!” En ese momento, el Señor apareció delante de mí
y nací de nuevo por el Espíritu de Dios. Sabía que había nacido
de nuevo, pues, cuando caminaba por las calles era como si
caminase en las nubes. ¡Estaba tan gozoso! ¡Algo me había
pasado y mi vida cambió en un instante!
No es necesario ir a un laboratorio en Inglaterra para ser salvo,
ni tampoco se necesita tener visiones tan dramáticas como las
que tuve yo. Sin embargo, para poder nacer de nuevo, debemos
ser convencidos por el Espíritu Santo de que iremos al infierno,
a menos que aceptemos el perdón que Jesucristo ha provisto.
Recordemos, sin embargo, que el Espíritu Santo no está
interesado solamente en que seamos salvos. ¡Él quiere que
66
El Espíritu Santo
tengamos completa victoria sobre nuestra naturaleza
pecaminosa! El propósito de Dios al darnos la salvación es que
podamos ser completamente libres de nuestro viejo hombre a
través del tremendo poder del Espíritu Santo.
L. ÉL ESTÁ INVOLUCRADO EN LA
RESURECCIÓN
El Espíritu Santo no está involucrado únicamente en nuestra
creación, salvación y completa santificación, sino también en
nuestra resurrección. El apóstol Pablo declara en Romanos 8:11:
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús
mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en vosotros”. Jesús fue levantado de los
muertos por el Espíritu Santo. Él también es quien vivificará
nuestros cuerpos mortales en el día de la resurrección. ¡De
esta forma, el Espíritu Santo está con nosotros y gobierna cada
aspecto de nuestra vida!
M. ÉL DIRIGE LA ALABANZA
Y LA ADORACION
En Juan, capítulo 4, el Señor Jesús revela el corazón del Padre.
En este pasaje, Él está hablando con la mujer en el pozo, quien
había contraído matrimonio cinco veces y ahora vivía con otro
hombre. Ella buscaba satisfacción en el amor humano. El Señor,
El Espíritu Santo
67
en Su bondad, escogió a esta mujer para dar una de las
revelaciones más extraordinarias de toda la Palabra de Dios.
Con compasión, Él se dio cuenta de la razón por la cual ella se
había casado varias veces. En lo profundo de su corazón había
un anhelo de satisfacción y realización.
Entonces, el Señor le hizo saber que la fuente de toda
satisfacción se encuentra sólo en Él. ¡Nuestra satisfacción solo
se encuentra en Cristo! Cuando ella le preguntó dónde debía
adorar, en Samaria o en Jerusalén, el Señor le presentó un nuevo
concepto. Él quería que ella supiera que la verdadera adoración
depende más de la condición de nuestro corazón que de nuestra
localización geográfica.
Cristo le dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que
le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y
en verdad es necesario que le adoren” (Jn. 4:23-24). Es el
Espíritu Santo quien nos capacita para adorar a Dios en espíritu
y en verdad. El es el Espíritu de Verdad y él dirige nuestra alabanza
y adoración hacia Jesús. Es por esto, que es crucial orar para
que la unción del Espíritu Santo esté presente en los servicios de
la iglesia y en los tiempos de adoración personal.
Acerquémonos al Espíritu Santo y experimentémoslo de una
nueva manera; pues Él es el director de la adoración en el cielo
68
El Espíritu Santo
y en la tierra. Por lo tanto, durante el tiempo de adoración en
todos los servicios de la iglesia, los músicos y directores de
alabanza deben estar bajo el control del Espíritu Santo. Cuando
esto suceda, vamos a ver a Dios moverse poderosamente en
nuestros servicios.
El ministerio del Espíritu Santo
1. Él es el Consolador.
2. Él es el Maestro.
3. Él es el Espíritu de Verdad.
4. Él es la Unción.
5. Él es el autor de las Escrituras.
6. Él es quien reprueba.
7. Él es el Intercesor.
8. Él nos revela nuestros llamados y nos establece en éstos.
9. Él es el Co-Creador.
10. Él está involucrado en la salvación de cada creyente.
11. Él es nuestro Santificador.
12. Él está involucrado en la resurrección.
13. Él dirige la alabanza y la adoración.
69
El Espíritu Santo
III Parte
LOS SIETE ESPÍRITUS
DEL SEÑOR
En la tercera parte vamos a considerar los siete Espíritus
del Señor. Estos siete Espíritus son una extensión del Espíritu
Santo. Para ilustrar esta verdad espiritual podemos usar una
analogía del cuerpo humano. Al igual que nuestras manos y
dedos son una extensión de nosotros, así también los siete
Espíritus del Señor son una extensión de la persona del
Espíritu Santo.
Los siete Espíritus del Señor son descritos simbólicamente como
lámparas en el libro de Apocalipsis. Apocalipsis 4:5 dice: “Y
del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante
del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los
siete espíritus de Dios”.
En Apocalipsis 5:6, el apóstol Juan tuvo una revelación y vio el
cielo abierto: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los
cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba
en pie un Cordero como inmolado, que tenia siete cuernos,
y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados
por toda la tierra”. En este versículo, los siete Espíritus del
70
El Espíritu Santo
Señor son representados por cuernos y ojos. Los cuernos nos
hablan de poder y fuerza y los ojos son usados para registrar lo
que ellos han visto.
En 2 de Crónicas 16:9 leemos: “Porque los ojos de Jehová
contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor
de los que tienen corazón perfecto para con él”. Estos “ojos”
son los siete Espíritus de Dios.
En Apocalipsis 1:4, Juan escribió cartas a las siete iglesias en
Asia, de las cuales él era responsable. En su saludo a las iglesias,
el apóstol dice: “Gracia y paz a vosotros, del que es, del que
era y del que ha de venir, y de los siete espíritus que están
delante de su trono”.
Este versículo es muy interesante. Juan estaba hablando de parte
del Espíritu Santo. Él dijo: “Gracia y paz a vosotros… de los
siete Espíritus que están delante de su trono”. Debido a que
Juan podía hablar por ellos, nosotros sabemos que los siete
Espíritus son una extensión del Espíritu Santo. Una persona no
puede hablar de parte de una influencia.
En Apocalipsis 3:1, los siete Espíritus también son incluidos
en el mensaje a la iglesia de Sardis: “El que tiene los siete
espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo
conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y
estás muerto”. A través de estas escrituras podemos ver
El Espíritu Santo
71
que Juan tenía mucha intimidad con el Espíritu Santo. Juan
no solamente conocía al Padre y al Hijo, sino también al
Espíritu Santo y debido a su relación con Él, Juan revela
mucho acerca de su naturaleza y atributos en sus epístolas.
Estos siete Espíritus son enumerados en Isaías 11:2: “Y
reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría
y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de
conocimiento y de temor de Jehová”. En el Tabernáculo de
Moisés había un candelabro con tres pares de brazos que se
extendían de una lámpara central. La lámpara central (caña
central) representa al Espíritu del Señor. Las otras están unidas
por parejas: sabiduría y entendimiento, consejo y poder,
conocimiento y el temor de Jehová.
Los siete espíritus del Señor
A. El Espíritu del Señor.
B. El Espíritu de sabiduría.
C. El Espíritu de entendimiento.
D. El Espíritu de consejo.
E.
El Espíritu de poder.
F.
El Espíritu de conocimiento.
G.
El Espíritu de temor de Jehová.
72
El Espíritu Santo
A. EL ESPÍRITU DEL SEÑOR
La función del primero de los siete Espíritus, el Espíritu del
Señor, es vista en Isaías 61:1: “El Espíritu de Jehová el
Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a
vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad
a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”. Como
podemos ver en Isaías 61:1, el Espíritu del Señor es la unción
para predicar.
Isaías 61:1 se refiere a Cristo, quien fue ungido por Su
Padre. En realidad, Cristo significa “El Ungido”. Su
nombre es el Señor Cristo Jesús (Señor significa Dios,
Cristo significa El Ungido y Jesús significa Salvador).
¿Cómo fue Él ungido? Pedro nos dice en Hechos 10:38:
“Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús
de Nazaret”. Más específicamente, se nos dice en Isaías
61:1 que fue el Espíritu de Dios quien ungió a Cristo para
predicar (vea también Lc. 4:18).
Cuando predicamos la Palabra de Dios, necesitamos que el
Espíritu Santo nos dé fortaleza. Agradezco a Dios por el Espíritu
Santo, pues sin Él ciertamente no sería capaz de predicar. Es
maravilloso cuando se siente la preciosa unción del Espíritu del
Señor activando nuestras mentes y trayendo a memoria cosas
que hemos escuchado antes.
El Espíritu Santo
73
Aunque yo recomiendo que todo aquel que predica debe
estudiar diligentemente para sus mensajes y usar apuntes
al predicar, también es cierto que debemos apoyarnos en
el Espíritu de Dios para que nos unja al predicar. Una de
las experiencias más maravillosas en la vida sucede cuando
la unción de Dios desciende sobre nosotros y toma el
control de nuestra mente y palabras. Cuando esto sucede
al predicar, nos damos cuenta de que no somos nosotros
los que estamos hablando, sino que es el Espíritu Santo
quien ha tomado el control.
Debemos hablar por medio de la habilidad que nos ha sido
dada por el Espíritu Santo. La unción hace que cada mensaje
tenga vida. Pablo dijo: “porque la letra mata, mas el
espíritu vivifica” (2 Co. 3:6). Nosotros no debemos
predicar mensajes “muertos”. Todo lo contrario, queremos
que nuestros mensajes sean ungidos, frescos y llenos de vida.
Cuando esto sucede, podemos sentir cómo la unción cubre
nuestra mente y a veces nos guía a predicar algo diferente a
lo que está en nuestros apuntes. Al final de nuestro mensaje
nos damos cuenta de que en realidad predicamos un mejor
sermón que el que habíamos preparado.
Cuando prediquemos bajo la unción del Espíritu Santo, diremos
cosas que después nos preguntaremos por qué las dijimos. Pero
al final del servicio, la gente nos dirá que lo que dijimos era
para ellos y que realmente les ministró. Debemos ser libres,
74
El Espíritu Santo
pues donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad, incluyendo
una maravillosa libertad para predicar el evangelio de Cristo
(vea 2 Co. 3:17). Al predicar bajo la unción del Espíritu Santo,
hombres y mujeres serán trasformados por las palabras que
fluyen de nuestros labios. Por esta razón, yo le recomiendo que
no busque al Señor solamente para que le dé el material de su
mensaje, sino también para recibir de Su mano la unción del
Espíritu Santo, la cual le capacitará para declarar el mensaje
con poder y autoridad.
B. EL ESPÍRITU DE SABIDURÍA
El segundo de los siete Espíritus del Señor es el Espíritu de
sabiduría. En nuestro estudio acerca del Espíritu de sabiduría,
primero debemos definir la sabiduría. Esto en realidad es una
tarea muy difícil, pues “sabiduría” es una palabra de gran
amplitud. La palabra hebrea traducida sabiduría es “chokma”.
Esta palabra significa “actuar sabiamente”. La sabiduría es la
capacidad de tomar las decisiones correctas y, por ende, vivir
la vida diestramente. Se nos dice que “el temor de Jehová es
el principio de la sabiduría,” y “el apartarse del mal, la
inteligencia” (vea Pr. 9:10; Job 28:28).
La sabiduría es un don de Dios. Eclesiastés 2:26 declara:
“Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría,
ciencia y gozo”. Si nosotros complacemos al Señor, Él nos
dará sabiduría, ciencia y gozo. La sabiduría no les es dada a
El Espíritu Santo
75
todos. De hecho, Proverbios 17:16 dice: “¿De qué sirve el
precio en la mano del necio para comprar sabiduría?”
Obviamente, la sabiduría no se puede comparar con dinero.
Dios le da sabiduría a aquellos que le complacen.
Ahora quiero discutir los siete aspectos de la sabiduría que
están contenidos en el libro de Proverbios. Estas son siete
cosas que el libro de Proverbios nos dice que debemos hacer
para vivir una vida con sentido. Proverbios 1:8-9 nos instruye
a obedecer a nuestros padres. Obedecer a nuestros padres
no sólo involucra la obediencia a nuestros padres naturales,
sino también a aquellos que tienen la cobertura espiritual
sobre nosotros. Luego en Proverbios 1:10-19, se nos
advierte acerca de evitar las malas compañías.
Para poder encontrar sabiduría, debemos buscarla y amarla
con todo nuestro corazón. Después, en Proverbios 1:202:22, somos exhortados a procurar sabiduría. Una clave vital
para obtener sabiduría es la bondad. Proverbios 3:27-35
trata el tema de la bondad. Dios desea que seamos
bondadosos los unos con los otros (vea Mt. 7:12). Otro
requisito para vivir la vida diestramente, es preservar y
guardar nuestro corazón (Pr. 4:23-27). Hay una advertencia
en Proverbios 5:1-14 de no cometer adulterio y una
reprensión en Proverbios 5:15-23 acerca de ser fieles y leales
a nuestro cónyuge.
76
El Espíritu Santo
Se obtiene sabiduría por medio de:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
La obediencia a nuestros padres (Pr. 1:8-9).
Evitar las malas compañías (Pr. 1:10-19).
Procurar sabiduría (Pr. 1:20 – 2:2).
Ser bondadosos (Pr. 3:27-35).
Guardar nuestro corazón (Pr. 4:23-27).
No cometer adulterio (Pr. 5:1-14).
Ser leal a nuestro cónyuge (Pr. 5:15-23).
Proverbios 14:1 es una advertencia muy solemne y severa para
a las esposas: “La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia
con sus manos la derriba”. En mis cuarenta años de ministerio,
a menudo he aconsejado a parejas con relaciones rotas. Ha
sido muy duro para mi corazón. Asombrosamente, nunca he
encontrado un caso en el cual una de las partes sea
completamente inocente. Las peleas en el matrimonio
usualmente requieren dos personas.
Siendo co-pastor en una iglesia en Francia, la esposa del pastor
me dijo que la escritura que más significado tenía para ella era
Proverbios 14:1. Yo le dije: “Pues Dios debe habérsela dado a
usted por alguna razón”. En ese momento en particular, la razón
no era muy clara. Un tiempo después, me mudé a Suiza por
varios años, y luego regresé a los Estados Unidos. Mientras mi
esposa y yo enseñábamos en cierta escuela bíblica, el Señor
me habló durante un tiempo de receso en el instituto, diciendo:
El Espíritu Santo
77
“Te enviaré a Europa por un tiempo muy breve, y lo que veas
allí lo declararás alrededor del mundo. Tu corazón será
quebrantado mientras estés en Europa”.
El Señor nos enseñó muchas cosas durante ese viaje a Europa.
Entre otras cosas, comprendí por qué la esposa del pastor había
recibido esa escritura de parte del Señor muchos años atrás.
Desgraciadamente, esa palabra nunca echó raíces profundas
en su corazón. Como resultado, su esposo, quien era, en ese
tiempo, uno de los pastores líderes en Francia, cometió
adulterio. Su pecado fue descubierto, y lo triste del caso es que
él no estaba solo al momento de confesar su pecado a su iglesia.
Su esposa tuvo que ponerse de pie a su lado y admitir que ella
también era culpable. Ella confesó que debido a que no había
cuidado y amado a su esposo como debía haberlo hecho, él
buscó el amor en otra mujer. ¡Esta dama no edificó su casa con
sabiduría y por eso su casa fue derribada!
La madre de mi esposa edificó su casa con sabiduría. Gente de
todas partes del mundo que se hospedaban en su casa le decían:
“Hay tanta paz en este hogar”. Ella fue una mujer muy bondadosa
y sabia. Su casa fue edificada a través de la sabiduría.
Los siete pilares de la sabiduría
La sabiduría tiene muchas facetas. En Proverbios 9:1, vemos
siete pilares particulares de la sabiduría: “La sabiduría edificó
78
El Espíritu Santo
su casa, labró sus siete columnas”. Estos siete pilares de
la sabiduría son enumerados para nosotros en Santiago 3:17:
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente
pura, después pacífica, amable, benigna, llena de
misericordia y de buenos frutos[u obras], sin
incertidumbre ni hipocresía”.
Los siete pilares de la sabiduría
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Pura: tener un corazón con intenciones limpias y puras.
Pacífica: vivir en paz con otros en lo posible.
Amable: ser dulce con todos.
Benigna: ser cortés cuando las personas piden ayuda
inoportunamente.
Llena de misericordia y de buenos frutos: la
misericordia siempre está acompañada de buenas obras y
actos de bondad.
Sin parcialidad: sin mostrar favoritismo.
Sin hipocresía: ser real y verdadero en todas las áreas
de nuestra vida.
El Espíritu de sabiduría fue manifestado en la vida del rey
Salomón. Esta es una unción continua que descansaba sobre
él. Debido a la sabiduría que esta unción le dio, él ha sido
conocido como un rey extremadamente sabio. Existe una razón
por la cual Salomón fue tan sabio. Como Dios no hace acepción
de personas, existe una razón definida por la cual algunas
El Espíritu Santo
79
personas tienen sabiduría y otras no. La razón es que Salomón
tenía un corazón que deseaba y amaba la sabiduría. Sus padres,
David y Betsabé, le habían enseñado el valor incalculable de la
sabiduría. De hecho, los primeros nueve capítulos del Libro de
Proverbios son las enseñanzas que sus padres le dieron durante
sus años formativos.
En Proverbios 4:5-7, leemos las palabras de David a Salomón:
“Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni
te apartes de las razones de mi boca; No la dejes, y ella te
guardará; ámala, y te conservará. Sabiduría ante todo;
adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere
inteligencia”. Fue por esta instrucción piadosa por parte de
su padre que Salomón pidió sabiduría cuando el Señor lo visitó
en Gabaón y le dijo que le daría cualquier cosa que él pidiera
(ver 2 Cr. 1:7-12; 1 R. 3:5-12).
Vemos el resultado de la oración de Salomón en 1 Reyes 4:2931: “Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy
grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la
orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la
de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los
egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres, más
que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de
Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de
alrededor”. La misma sabiduría que Salomón amaba le dio
muchas riquezas y tesoros.
80
El Espíritu Santo
El Espíritu de sabiduría en la vida de Salomón se manifestó en
el juicio que él emitió para las dos mujeres que vinieron ante él,
reclamando al mismo niño (1 R. 3:16-27). El juicio de Salomón,
de cortar al niño por la mitad, sabiendo que esto revelaría quien
era la verdadera madre, fue extraordinario. Como resultado de
esto “todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y
temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de
Dios para juzgar” (1 R. 3:28). El juicio del rey hizo que toda
la gente de la tierra se maravillara con temor reverente.
Esta sabiduría que Dios depositó en la vida de Salomón también
puede ser vista a través de los numerosos cantos y proverbios
que escribió (1 R. 4:32). El rey Salomón escribió 3,000
proverbios. Alrededor de 800 de estos proverbios se encuentran
en el libro de Proverbios. También escribió 1,005 cantos, cinco
de los cuales están en el Cantar de los Cantares. Príncipes y
nobles de todo el mundo llegaban para oír la incomparable
sabiduría de Salomón. Él revelaba el carácter y sabiduría de
Dios vista a través de Su creación. Él habló acerca de los árboles
y los animales y acerca de las verdades de la Deidad que la
naturaleza ilustra (1 R. 4:33).
Cada cosa que Dios creó expresa una verdad espiritual. Por
ejemplo, la oruga tiene trece segmentos. Esto habla de un
hombre que nació en pecado y rebelión. Las orugas tienen doce
ojos, que hablan de gobierno. El principal propósito de Dios es
que el hombre tenga dominio sobre toda la tierra y que gobierne
El Espíritu Santo
81
y reine con Él. A través de las crisálidas de la oruga, podemos
ver cómo Dios nos transforma y nos hace reflejar la bella imagen
de Su Hijo. La oruga se teje a sí misma en un capullo, y es en
ese lugar de encierro y oscuridad que su naturaleza es
transformada. Luego, en el tiempo establecido, la pequeña
mariposa libera un poco de ácido fórmico que hace un orificio
en el capullo. Luego sale de esas crisálidas un objeto de gran
belleza: la mariposa, que al volar alcanza lugares celestiales. De
esta misma manera, el Señor obra en nuestra vida. Es durante
nuestras experiencias de “prisión” (o capullo) que Dios cambia
nuestra naturaleza, nos da un nuevo corazón y nos viste con la
belleza de Jesús.
No tenemos que estar en una prisión o en una cárcel literal para
que el Señor nos confine, nos acorrale y nos haga sentir que
estamos en una prisión. Muchos de los grandes hombres de
Dios en la Biblia, como José, Jeremías y Pablo, pasaron tiempo
en prisiones literales. ¿Ven las maravillosas verdades que pueden
ser ilustradas a través del ciclo de vida de una oruga? ¡Toda la
naturaleza proclama la gloria de Dios!
El Espíritu de sabiduría no es el sinónimo del bautismo del
Espíritu Santo. Esto se puede ver en Efesios 1:17, donde el
apóstol Pablo exhorta a los creyentes de Éfeso, quienes ya
habían sido bautizados en el Espíritu Santo, a que oren pidiendo
el Espíritu de sabiduría: “para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y
82
El Espíritu Santo
de revelación en el conocimiento de él”. Necesitamos clamar
por el Espíritu de sabiduría. En Efesios 3:10, vemos que uno de
los principales propósitos de la Iglesia es el de manifestar la
sabiduría de Dios. Como cristianos, debemos orar: “Señor,
úngeme con el Espíritu de sabiduría para que sea una persona
sabia y pueda vivir la vida sabiamente”.
La sabiduría es el requisito más importante para el liderazgo.
Cuando Moisés iba a delegar el liderazgo de los hijos de Israel
a Josué, le impuso manos impartiéndole el Espíritu de sabiduría
(vea Dt. 34:9). Por esta razón, cuando estemos en una posición
de liderazgo, debemos pedirle al Señor el Espíritu de sabiduría,
de manera que podamos guiar y dirigir a nuestra congregación
hacia pastos frescos y traerlos a los lugares que Dios ha
preparado para ellos.
La sabiduría puede ser recibida a través de la imposición de
manos, como sucedió con Josué. Por años yo clamé al Señor:
“Dame sabiduría y úngeme con el Espíritu de sabiduría”.
Últimamente, esta oración que fue engendrada en mí por el
Espíritu, ha incrementado en fuerza y frecuencia. Hace muchos
años, mi esposa y yo fuimos a visitar a Kathryn Kuhlman en la
recámara del hotel donde se hospedaba en Los Angeles,
mientras se preparaba para hablar en el Auditorio Shrine. A
petición de Kathryn, íbamos acompañados por el Obispo
Anglicano de Singapur, un hombre lleno del Espíritu y además
un buen amigo nuestro. Pasamos un tiempo muy agradable con
El Espíritu Santo
83
ella y antes de despedirnos, ella le dijo a nuestro amigo:
“Permítame orar por usted”.
Cuando ella le impuso las manos, él cayó y descansó en el
Espíritu. Luego ella se dirigió a mí, puso su mano sobre mi
frente y dijo una sola palabra: “sabiduría”. Yo también caí.
Cuando me levanté, ella volvió a orar por mí para que
recibiera sabiduría. Luego ella me pidió que presentara al
Obispo de Singapur esa misma noche en el culto de sanidad
frente a siete mil personas.
Aquellos que conocieron a Kathryn Kuhlman saben que ella
era muy bromista. Esa noche, ya en la plataforma, mientras me
preparaba para presentar a mi buen amigo de Singapur, ella me
dijo delante de todo el auditorio: “Antes de que presentes al
obispo, ¿podrías contarles a todos cómo te imaginabas que
era yo antes de conocerme?” Me dio mucha vergüenza. Mis
raíces inglesas no fueron de gran ayuda tampoco. Yo le había
dicho a Kathryn, en el cuarto del hotel, que años antes, cuando
había asistido a una de sus reuniones en Pittsburg, había visto al
Señor sobre el auditorio donde ella ministraba y la palabra
“Sanador” debajo de sus pies. Esta experiencia me ayudó a
saber que ella era auténtica, pues me causó gran impresión entrar
y verla con sus atuendos largos y flojos, además de sus otras
cualidades excéntricas. Siendo inglés, esperaba ver a una
pequeña mujer muy callada, recatada y decorosa.
84
El Espíritu Santo
Sin embargo, ahora sabía que el Señor estaba obrando a
través de ella y que Él estaba complacido con su vida.
Cuando compartí cómo me la había imaginado, todo el
público estalló en risas. Después de ruborizarme, presenté
al obispo; luego el servicio continuó y el poder de Dios se
manifestó de una manera tremenda.
Lo que quiero mostrarles es que Dios nos da los deseos de
nuestro corazón. Por años yo había orado pidiendo sabiduría y
cuando Kathryn Kuhlman (quien normalmente oraba por
sanidad) puso sus manos sobre mí, ella oró para que el Señor
me diera el Espíritu de sabiduría. El Señor sí nos da los deseos
de nuestro corazón. Si nosotros buscamos al Señor pidiéndole
el Espíritu de sabiduría y si lo deseamos con todo nuestro
corazón, Él nos dará esa preciosa unción. Meditemos en la
sabiduría. Es lo más importante en la vida. Aquellos que no
poseen sabiduría arruinan su vida y tienen muchas desilusiones.
¡Que Dios nos conceda ser personas sabias, que disciernen y
poseen el Espíritu de sabiduría!
C. EL ESPÍRITU DE INTELIGENCIA
(ENTENDIMIENTO)
Ahora llegamos al tercero de los siete Espíritus del Señor- el
Espíritu de inteligencia, mejor traducido, el Espíritu de
entendimiento. El entendimiento significa captar el significado
de un tema o evento, comprendiendo por qué Dios está
El Espíritu Santo
85
haciendo lo que está haciendo en determinada circunstancia. El
entendimiento también comprende por qué ciertas cosas les
suceden a ciertas personas.
El Espíritu de entendimiento también se refiere a la habilidad
de interpretar sueños y visiones, como en el caso de Daniel.
En cuanto a los cuatro jóvenes hebreos cautivos en
Babilonia, la Palabra de Dios dice: “A estos cuatro
muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en
todas las letras y ciencia; y Daniel tuvo entendimiento
en toda visión y sueño” (Dn. 1:17).
Cuando una persona tiene una visión de Dios, en realidad, sólo
Dios puede interpretar esa visión. El autor es el único que sabe
lo que quiere decir. Las profecías y manifestaciones de Dios,
incluyendo la Escritura, solamente pueden ser interpretadas por
el Señor, pues Él es su autor (2 P. 1:20-21). Los sueños, las
visiones, y las palabras proféticas requieren la inspiración del
Espíritu de entendimiento para interpretarlas correctamente. Yo
he conocido muchas personas que han arruinado su vida por
completo, porque no interpretaron correctamente los sueños y
visiones que habían recibido del Señor.
Con respecto a la interpretación de visiones y sueños, podemos
usar como ejemplo el sueño de Nabucodonosor. Él vio una
imagen con cabeza de oro, pecho de plata, lomos de bronce,
piernas de hierro y pies y dedos de hierro y barro. Fue un
86
El Espíritu Santo
sueño muy sencillo, sin embargo el intérprete necesitaba al
Espíritu de entendimiento que Dios le había dado a Daniel
para interpretarlo. ¿Quién más, sino Dios, pudo haber
interpretado esa visión? La interpretación correcta de ese
sueño era que la cabeza de oro representaba al Imperio
Babilónico, el pecho de plata era el Imperio Persa, los lomos
de bronce simbolizaban al Imperio Griego y las piernas de
hierro al Imperio Romano. Obviamente, sólo Dios quien
conoce el futuro podía haber dado la interpretación correcta
a este sueño. Por ende, si usted tiene una visión o sueño,
asegúrese de interpretarlo correctamente. Hable con su
pastor, o con alguien que posea el Espíritu de entendimiento
y le pueda dar la interpretación correcta.
Otro aspecto del entendimiento es la habilidad para juzgar y
discernir en asuntos relacionados con administración y
gobierno. En 1 Reyes 3:9, el rey Salomón le pidió al Señor
que le diera un corazón entendido para poder juzgar
correctamente al pueblo de Dios. Que Dios nos motive a
ser como la antigua tribu de Isacar, que eran “entendidos en
los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer” (1 Cr.
12:32). Necesitamos pedir entendimiento; pues es una muy
importante manifestación del Espíritu Santo. Al igual que los
hijos de Isacar, nosotros queremos ser aquellos que saben
lo que la Iglesia debe hacer en estos últimos días y que son
capaces de señalar claramente el camino.
El Espíritu Santo
87
D. EL ESPÍRITU DE CONSEJO
El Espíritu de consejo es el cuarto de los siete Espíritus del
Señor. Hay personas en la Iglesia que han recibido el don del
ministerio de consejería. Uno de los títulos del Señor Jesús es
Consejero (Is. 9:6). Un consejero es alguien que resuelve
problemas, guía y determina lo que se debe hacer. El Espíritu
de consejo es divino. Cuando una persona tiene problemas, no
debe ser aconsejada con sabiduría humana, ni siquiera la que
está basada en principios de la Escritura (pues la Escritura nunca
debe ser contradicha) Debemos saber cuál es el deseo y consejo
de Dios para cada persona y situación específica. Debemos
obtener una palabra viva del Señor para cada individuo.
Hace muchos años, fui miembro de la facultad de cierto instituto
bíblico. Varios de los estudiantes en ese instituto eran exdrogadictos que habían sido librados gloriosamente de su vida
de pecado. Se volvieron famosos de la noche a la mañana y
fueron invitados a muchas iglesias para dar su testimonio. Algunos
se convirtieron en estrellas de cine. Sin embargo, el problema
era que sus testimonios glorificaban sus vidas de pecado. El
Señor me habló y dijo: “Diles que dejen de glorificar a Satanás
por medio de sus testimonios y que comiencen a glorificarme a
mí. De otra manera, caerán en pecado de nuevo”. Me
prometieron que harían lo que el Señor había dicho, pero
desafortunadamente, sucumbieron de nuevo a la presión de
glorificar a sus pecados.
88
El Espíritu Santo
Durante las vacaciones de verano todos estos jóvenes cayeron
otra vez en pecado, tal como el Señor había dicho que sucedería
si no obedecían la advertencia. Cuando el Instituto empezó sus
actividades en el otoño, algunos de los estudiantes me contaron
que uno de los líderes del grupo de ex-drogadictos iba a
renunciar “sin rodeos” a las drogas. Fui corriendo a su cuarto,
determinado a decirle lo que pensaba, pues yo ya le había
advertido acerca de esto. Sin embargo, cuando crucé la puerta
de su cuarto, el Espíritu de profecía cayó sobre mí. Para mi
asombro, en lugar de reprenderlo, lo cual era mi intención, le
dijo que Dios todavía lo iba a usar poderosamente y que le iba
a dar una gran iglesia.
Esta profecía se ha cumplido. Hoy, él pastorea una iglesia de
varios miles de personas y frecuentemente predica en la
televisión. Este joven necesitaba mi exhortación, no mi
reprensión. Si yo hubiese seguido mi propio razonamiento, lo
habría reprendido y probablemente él, avergonzado, hubiera
dejado de asistir al instituto y nunca hubiera entrado al ministerio.
¿Se da cuenta de lo importante que es hablar solamente bajo la
unción? Siempre debemos dar el consejo de Dios y no lo que
nosotros pensamos que la gente necesita oír!
El Espíritu de consejo puede revelarnos tanto el futuro, como
el pasado. En ciertas instancias, Dios nos puede revelar por
qué ciertas cosas han sucedido. Cuando ministramos a las
personas en relación con cierta atadura en su vida, el Señor
El Espíritu Santo
89
nos puede revelar, a través del Espíritu de consejo, una atadura
en particular, que ha sido transmitida a ellos por sus padres o
abuelos. Esta información revela la clave de su problema y ayuda
a traer liberación.
Por ejemplo, nosotros conocemos a un hombre que, al
parecer, nunca iba a tener éxito financiero. Él no podía
entender el porqué de sus fracasos. En una sesión de
consejería, el Señor reveló que la razón de sus dificultades
era que sus padres habían hecho un voto de pobreza y que
esta maldición aún le afectaba a él. Oramos hasta que fue
liberado de esa maldición de pobreza. Fue entonces cuando
comenzó a prosperar en los negocios que había emprendido.
El Espíritu de consejo es gentil y bondadoso. Después de
todo, es una parte del Espíritu Santo. Por esto, debemos
ser muy cuidadosos cuando aconsejamos. Los amigos de
Job lo aconsejaron equivocadamente. Ellos fueron muy
duros al juzgarlo, lo cual es completamente contrario a la
naturaleza del Espíritu de consejo. Ellos le dijeron a Job:
“Ahora, nosotros sabemos que si un hombre es justo,
Dios lo prospera, y si un hombre peca, el juicio de Dios
viene sobre él. Job, el juicio de Dios a caído sobre ti.
Has perdido a tus hijos y todas tus riquezas, y has sido
reducido a nada. ¡Por lo tanto, tú debes ser un
hipócrita!” Esta era su lógica humana, pero ¿cómo veía
Dios la situación?
90
El Espíritu Santo
Desde el punto de vista de Dios, Job era uno de los tres hombres
más justos sobre la tierra. Dios simplemente permitió que él
pasara por una prueba que lo exaltaría aún más y le daría un
eterno nombre de honor. La historia de Job no podía haber
terminado sin que sus amigos comprendieran el porqué de su
prueba porque ellos hubieran continuado aplicando
equivocadamente los principios de la Escritura.
Afortunadamente, Dios puso a otro hombre en medio de ellos
que tenía la unción del Espíritu de consejo. Él declaró la
verdadera razón de la prueba de Job. Este hombre era Eliú. Él
no habló con razonamiento humano. Eliú habló el consejo del
Señor; y debido a que lo hizo, Dios confirmó sus palabras. Al
final de su prueba, a Job le fue dada una doble porción, lo que
era totalmente diferente a lo que los tres amigos de Job habían
predicho que sucedería.
Por esta razón, debemos ser cuidadosos antes de aconsejar a
alguien. Las cosas no siempre son lo que aparentan, como en
el caso de Job. Es por esto, que debemos oír del Señor y no
apoyarnos simplemente en principios. Antes de aconsejar a
alguien, asegúrese de que Dios le ha dado el ministerio de
consejería; pues sólo los que han sido llamados por Dios a
determinado ministerio van a recibir su unción. Si tenemos ese
llamado, pidámosle al Señor el Espíritu de consejo para que
digamos exactamente lo que él quiere que digamos. Cuando
Dios unge con su Espíritu de consejo, usted se convierte en el
vocero de Dios.
El Espíritu Santo
91
¡Necesitamos ser hombres y mujeres que provean las respuestas
a las necesidades y preguntas de los demás! La gente no debería
recurrir al mundo o a la psicología para responder a sus
preguntas acerca de la vida. Es la Iglesia la que debería tener
las respuestas que se obtienen a través del Espíritu de consejo.
E. EL ESPIRITU DE PODER
El Espíritu de poder es el quinto Espíritu del Señor. Este Espíritu
siempre se asocia con Sansón, cuyo nombre se ha convertido
en un sinónimo de fuerza. Por lo tanto, para tener una idea
clara de cómo opera el Espíritu de poder, consideremos ahora
algunas de las hazañas extraordinarias de Sansón.
En Jueces 14:5-9, Sansón despedazó a un león y comió la miel
del enjambre de abejas que encontró dentro del cadáver del
león. De este incidente se originó el proverbio: “Y del fuerte
salió dulzura”. Debemos desear ser dulces y mostrar la dulzura,
gentileza y bondad de Cristo. Es una realidad que sólo los
fuertes son capaces de ser dulces.
Hace muchos años, mi esposa y yo íbamos conduciendo por una
carretera en el estado de Nueva York. Nos detuvimos a comer en
un pequeño restaurante a la orilla del camino y nunca olvidaré lo
que vi en ese lugar. Había allí dos perros. Uno, de gran tamaño,
estaba echado ociosamente en el piso. Al vernos entrar al
restaurante, él solamente abrió sus ojos, nos vio y los volvió a
92
El Espíritu Santo
cerrar. Sin embargo, había otro perro pequeño que ladraba sin
cesar mientras atravesábamos el área del comedor. El no dejó de
ladrar hasta que finalmente su dueño le obligó a guardar silencio.
Esta anécdota es una buena ilustración del proverbio antes
mencionado. El perro pequeño ladraba pues era temeroso e
inseguro. Al contrario, el perro grande era dulce y de buena
disposición. Él nunca nos ladró, y además vimos con admiración
cómo permitía que un niño gateara sobre él y le abriera la boca
para ver sus colmillos. Del fuerte sale dulzura. Es por esa razón
que debemos anhelar tener la fortaleza del Señor.
En otra de sus hazañas, registrada en Jueces 15:3-5, Sansón
capturó trescientas zorras y les amarró las colas por parejas.
Luego amarró una antorcha a cada par de colas. Después
encendió las antorchas y soltó a las zorras en los sembrados de
maíz de los filisteos. Como resultado, todos los campos de
siembras fueron quemados y destruidos.
Sansón debió haber tenido una tremenda unción sobre él, que
lo capacitó para poder hacer esto. ¡Piense en esto! Debió correr
extremadamente rápido para cazar todas esas zorras y luego,
tuvo que haberlas sostenido fuertemente mientras encendía la
antorcha entre sus colas. ¿Se puede imaginar qué labor tan
difícil debió ser amarrar todas esas colas? ¡Debió haber sido
todo un espectáculo! Ciertamente, el Espíritu de poder estaba
operando en la vida de Sansón, quien le dio fuerza sobrenatural.
El Espíritu Santo
93
Con una quijada de asno, Sansón mató a mil hombres
(Jue. 15:14-17). Luego tomó las puertas de la ciudad de
Gaza y corrió hasta Hebrón, una ciudad que está
aproximadamente a veinte o treinta millas de Gaza (Jue.
16:1-3). Al morir, Sansón mató a tres mil hombres al
derribar dos columnas de apoyo, causando que la casa se
derrumbara sobre ellos (Jue. 16:26-30). En realidad, él
causó más daño al enemigo con su muerte, que durante
toda su vida.
El Espíritu de poder también se manifestó en la vida del
profeta Elías. Luego que Elías anunció que la lluvia estaba
por caer, Acab quiso regresar a Jezreel lo más pronto posible
(1 R. 18:46). Como cualquier rey, Acab siempre iba
precedido por un heraldo que anunciaba su llegada al lugar
de su destino. Por esa razón, y con toda humildad y fortaleza,
Elías corrió delante de los carros de Acab. Estos carros
eran tirados por los caballos más finos y veloces de todo
Israel, sin embargo, desde el Monte Carmelo hasta Jezreel,
el profeta corrió más rápido que ellos. Esta no fue una hazaña
de fuerza o de habilidad humana, sino del Espíritu de poder
que estaba sobre Elías. También podemos ver el Espíritu de
poder manifestarse en la vida del Señor Jesucristo cuando
él limpió el templo al inicio y al final de Su ministerio terrenal
(vea Jn. 2:13-17; Mt. 21:12-13). La unción de poder vino
sobre Jesús cuando entró en el templo, volcó las mesas de
los cambistas y los echó fuera del templo.
94
El Espíritu Santo
Joel 2:7, habla proféticamente acerca de la Iglesia postrera,
de esta manera: “Como valientes correrán, como hombres
de guerra subirán el muro; cada cual marchará por su
camino, y no torcerá su rumbo”. La Iglesia de Jesucristo
va a marchar triunfantemente en los últimos días y verá huir
al diablo con sus propios ojos, ¡pues tendrá la unción del
Espíritu de poder!
F. EL ESPIRITU DE CONOCIMIENTO
Ahora quisiera describir al sexto Espíritu del Señor, el Espíritu
de conocimiento. Ésta es la habilidad dada por el Espíritu Santo
de saber los eventos del pasado, presente y futuro. Esta unción
fue manifestada en la vida del Señor Jesucristo cuando, por el
Espíritu, vio a Natanael debajo de la higuera (Jn. 1:47-50).
Cuando Natanael se acercaba a Él, Jesús le dijo: “He aquí un
verdadero israelita, en quien no hay engaño”. A esto,
Natanael respondió: “¿De dónde me conoces?” Jesús le
contestó diciendo: “Antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera, te vi”.
El Señor vio a Natanael debajo de la higuera en una visión.
Muy a menudo, el Espíritu de conocimiento opera a través de
visiones, que nos permiten ver eventos pasados o futuros. Bajo
la unción del Espíritu Santo, nosotros vemos los eventos como
el Señor los ve.
El Espíritu Santo
95
Por ejemplo, el apóstol Pablo, quien nunca había estado en
la ciudad de Colosas, escribió a los creyentes de la iglesia
de Colosas: “Porque aunque estoy ausente en cuerpo,
no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y
mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe
en Cristo” (Col. 2:5). Pablo estaba observando a los
colosenses y veía todo lo que hacían como si hubiera estado
allí en persona. En realidad, Pablo estaba escribiendo esta
carta desde la celda de la prisión Romana, a cientos de millas,
pero el Espíritu de conocimiento le permitió ver lo que
pasaba en la iglesia de los colosenses.
Una noche, hace muchos años, yo estaba en Sudáfrica. Por el
Espíritu, caminé dentro de una iglesia, que estaba a cientos de
millas de distancia, en Nueva Zelanda. Sorprendentemente, vi
todo lo que estaba sucediendo y aún podía oír físicamente lo
que se decía en la reunión de la junta directiva. ¡Debo agregar
que, ciertamente, fue una reunión muy reveladora!
Cuando usted ve visiones celestiales es como si estuviera en el
cielo, pues son muy claras para usted. Muchos años antes que
mi esposa se fuera con el Señor, yo la vi en el cielo, viniendo a
recibirme, en el tiempo señalado para mi llegada al cielo.
El Espíritu de conocimiento operó en las vidas de los profetas
del Antiguo Testamento. El Espíritu Santo es el autor del
Antiguo Testamento, al igual que del Nuevo Testamento (vea
96
El Espíritu Santo
2 Ti. 3:16; 2 P. 1:20-21). ¿Cómo comunicó El Su mensaje
a los autores de la Biblia? En algunos casos, él permitió
que ellos vieran, literalmente, los eventos acerca de los
cuales escribieron. Tenemos una ilustración perfecta para
esto, en Isaías 13:1: “CARGA de Babilonia, que vio Isaías,
hijo de Amoz” (RV 1909). Ante sus ojos, Isaías vio eventos
que iban a suceder en Babilonia, incluyendo la caída de
Babilonia, muchos años antes de que ésta se convirtiera en
una potencia mundial.
El Espíritu de conocimiento puede hacer que las cosas sean
tan reales que usted hasta puede oír físicamente lo que está
sucediendo. El Espíritu de conocimiento operó de esta
manera en la vida de Jeremías, pues dijo en el capítulo 4:1921: “¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras
de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no
callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma
mía, pregón de guerra. Quebrantamiento, sobre
quebrantamiento es anunciado; porque toda la tierra es
destruida; de repente son destruidas mis tiendas, en un
momento mis cortinas. ¿Hasta cuándo he de ver bandera,
he de oír sonido de trompeta?” Por el Espíritu de
conocimiento, el profeta Jeremías físicamente oyó y
experimentó las cosas que habrían de suceder muchos años
después. Jeremías vio la tierra de Israel destruida y escuchó
los clamores de guerra. Todo esto estaba sucediendo ante
sus ojos y él podía oír todo lo que estaba aconteciendo.
El Espíritu Santo
97
En 1973, mi esposa y yo visitamos Israel y nos hospedamos
en un hotel en el monte de los Olivos. Durante la noche, el
Señor me mostró la caída de Jerusalén en los últimos días.
Vi a los ejércitos árabes rodeando las montañas de Israel,
entrando luego a Jerusalén. En esta visión, Jerusalén estaba
casi completamente destruida cuando el Señor volvió. Esto
lo vi, por el Espíritu de conocimiento.
Considere por un momento cómo escribió Juan el Libro de
Apocalipsis. A medida que veía los eventos que iban a suceder,
incluyendo la venida del Señor, él escribió su relato por el Espíritu
de conocimiento. Recuerdo cuando el Señor me mostró un
aspecto de Su Segunda Venida. Los cielos se desvanecieron y
el rostro de Jesús apareció en el cielo. Lo interesante de esta
experiencia fue que no vi el rostro del Cristo compasivo. Era
un rostro lleno de ira santa. Vi a muchos que veían Su rostro y
clamaban angustiosamente que los montes y peñas les cubriesen,
para así ocultarse del rostro del Señor (ver Ap. 6:14-17).
El Espíritu de conocimiento también nos revela eventos del
pasado, incluyendo cosas que sucedieron en la Escritura. En
algunos momentos, el Señor nos puede dar visiones de la vida
y ministerio de Cristo en la tierra. Podemos ver cosas del
presente, así como el Señor vio a Natanael debajo de la higuera.
También podemos ver cosas futuras. ¡Necesitamos clamar al
Señor por el Espíritu de conocimiento, para que podamos saber
lo que está en Su corazón y mente!
98
El Espíritu Santo
G. EL ESPIRITU DE TEMOR DE JEHOVÁ
Finalmente, llegamos al séptimo Espíritu del Señor que es el
Espíritu del temor de Jehová. Esta es la unción que es derramada
sobre una nación, comunidad o un individuo; está marcada por
una gran convicción de pecado y un temor de desagradar al Señor.
Este es el Espíritu que viene sobre las personas durante el
avivamiento y las hace temerosas de pecar. El temor de Jehová
permite que el hombre sepa si está o no en los caminos de Dios.
Un ejemplo del Espíritu de temor de Jehová siendo derramado
sobre ciudades completas, lo vemos cuando Jacob y toda su
casa viajaron de Sucot a Betel (vea Gn. 35). Simeón y Leví
habían dado muerte a todos los hombres en Siquem, por haber
deshonrado a su hermana INA. Movido por el temor de
venganza de los habitantes del área, Jacob levantó el
campamento y se dirigió hacia Betel. El Señor protegió a Jacob
y su familia mientras pasaban por todas las ciudades de esa
área, pues Dios había derramado del Espíritu de temor del Señor
sobre todos los habitantes de la tierra y ellos tenían temor de
lastimar o dañar a cualquiera de la casa de Jacob.
Este mismo espíritu también permitió que Israel, bajo las órdenes
de Josué, conquistara la tierra de Canaán. Rahab, una moradora
de esa tierra, dijo a los dos espías que fueron enviados a ver la
tierra: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el
temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los
El Espíritu Santo
99
moradores del país ya han desmayado por causa de
vosotros” (Jos. 2:9). El temor de Jehová causó que los
habitantes de la tierra de Canaán temblaran y cayeran ante los
ejércitos de Israel.
Hubo un derramamiento extraordinario del Espíritu de temor
de Jehová sobre la Iglesia del Nuevo Testamento. Dios nos da
un vistazo del avivamiento en la Iglesia primitiva: “Y vino gran
temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron
estas cosas. Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas
señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes
en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía
a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa
grandemente” (Hch. 5:11-13). Debido al temor de Jehová
que descendió después de ver el castigo que Dios les dio a
Ananías y Safira, hubo gran convicción de pecado sobre todos.
Sólo los sinceros de corazón venían a la iglesia.
He sabido de situaciones similares a ésta. Hubo una iglesia muy
piadosa en el norte de Inglaterra, donde nadie iba a la iglesia
sin antes asegurarse de que todo aspecto de su vida estuviera
en orden delante del Señor. El temor de Jehová estaba sobre
esa iglesia. Había una tremenda convicción de pecado. Si alguno
de los presentes había hecho algo incorrecto, las prédicas o las
profecías lo traían a luz. ¿Puede ver la transformación que se
da en la vida de las personas cuándo el Espíritu de temor de
Jehová es derramado sobre ellas?
100
El Espíritu Santo
A principios del siglo veinte, cuando se dio un avivamiento
nacional en Gales, el temor de Jehová fue manifestado de una
manera soberana. Cincuenta años después de ese avivamiento,
tuve el privilegio de pasar algún tiempo con un pastor que había
estado en ese mover de Dios. Él había sido el responsable del
avivamiento que vino a su pueblo natal. Mientras caminábamos
por las calles de su pueblo, él me contó muchas cosas que
habían sucedido durante ese avivamiento. Me señaló una taberna
tras otra que había sido cerrada debido al mover de Dios, que
limpió toda la nación de Gales. Tan tremenda convicción de
pecado y temor de Jehová vino sobre la gente, que los dueños
de las tabernas se quedaron sin clientela y se vieron obligados
a cerrar sus negocios. El cine del pueblo también quebró debido
a la falta de interés en las películas. Inclusive, el dueño del teatro
donó las instalaciones para el uso de la iglesia.
Este es un pequeño ejemplo de lo que sucedió en algunos
pueblos de esa nación. En todo el país, las tabernas cerraron
sus puertas. El temor de Dios era tan grande sobre las ciudades
de Gales, que aquellos que estaban en las tabernas ni siquiera
podían acercar sus bebidas a sus labios sin ser quebrantados.
De hecho, este amigo pastor me contó que no era extraño ver
a hombres llorando y literalmente gateando para ir a la iglesia y
recibir oración.
El temor de Dios puede caer sobre una nación completa y
cubrirla. Hace muchos años, cuando estaba en Suecia, escuché
El Espíritu Santo
101
el testimonio de uno de los principales líderes pentecostales
de la nación en ese tiempo. Él dijo que durante el
avivamiento en Suecia fue como si toda la nación hubiera
estado cubierta con un manto del Espíritu de temor de
Jehová. Hombres y mujeres eran convencidos de sus
pecados a media noche. Ellos se levantaban de la cama y
caminaban hasta encontrar una iglesia aún abierta, para
recibir oración y liberación del peso de sus pecados.
Yo creo que Dios va a repetir esto en nación tras nación en
estos últimos días. Necesitamos comenzar a clamar para que el
Espíritu de temor de Jehová opere en nuestras vidas, nuestras
ciudades y las naciones de este mundo. Esta es la única manera
en que la Iglesia de los últimos días puede ser perfeccionada.
¡Esperemos con expectativa y preparemos nuestro corazón para
el mover de Dios en los últimos días!
Resumen de los siete espíritus del Señor
A. El Espíritu del Señor es la unción de Dios que nos permite
predicar y enseñar.
B. El Espíritu de sabiduría nos capacita para tomar las
decisiones correctas en cada área de nuestra vida.
C. El Espíritu de inteligencia (entendimiento) nos permite
comprender el porqué de ciertas acciones y circunstancias.
102
El Espíritu Santo
D. El Espíritu de consejo nos indica qué dirección tomar en
cualquier momento; especialmente, en las pruebas de la vida.
E. El Espíritu de poder desata el poder de Dios en el ámbito
de lo milagroso.
F. El Espíritu de conocimiento nos revela eventos pasados,
presentes y futuros, tal como Dios los ve.
G. El Espíritu del temor de Jehová produce convicción
de pecado y promueve en el creyente una vida reverente y
santa. Esta unción puede causar que tanto los pecadores como
los santos, sepan si están dentro o fuera del plan de Dios para
sus vidas.
103
El Espíritu Santo
IV Parte
EL BAUTISMO DEL
ESPÍRITU SANTO
En la cuarta parte vamos a considerar el bautismo del
Espíritu Santo. Esta bendita experiencia es la clave y el
secreto para conocer al Espíritu Santo y tomar parte de
todas Sus maravillosas bendiciones. Sin esta experiencia
vital, nunca conoceremos todas las riquezas y
profundidades del Espíritu Santo.
Es el bautismo en el Espíritu lo que realmente despierta
nuestros sentidos espirituales y nos permite convertirnos en
personas espirituales. Es a través de esta experiencia que el
Espíritu Santo viene a morar en nosotros, dándonos el poder
para caminar en el Espíritu.
Sin embargo, debemos recordar que el bautismo no es un
sinónimo de santificación o santidad, pues una persona puede
ser carnal y a la vez tener el bautismo del Espíritu Santo. No
obstante, el bautismo es una de las herramientas que más
nos ayudará en nuestra búsqueda por la verdadera santidad.
Ahora estudiaremos este emocionante tema en detalle, por
medio de los siguientes tópicos:
104
A.
B.
C.
D.
E.
F.
G.
El Espíritu Santo
La promesa del bautismo en el Antiguo Testamento.
El cumplimiento de la promesa en el Nuevo Testamento.
Hablar en otras lenguas.
Cómo recibir el bautismo del Espíritu Santo.
Condiciones para recibir el bautismo del Espíritu Santo.
¿Para quién es el bautismo del Espíritu Santo?
La experiencia progresiva del bautismo del Espíritu Santo.
A. LA PROMESA DEL BAUTISMO EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO
El primer punto que quiero presentar es que el bautismo del
Espíritu Santo fue prometido en el Antiguo Testamento. Para
que cualquier doctrina sea verdadera, ésta debe poder ser
probada por el Antiguo Testamento, así como por el Nuevo
Testamento. Una prueba amplia de que el bautismo del Espíritu
Santo es un regalo del Señor, puede verse en Isaías 28:1112, donde el profeta dice: “porque en lengua de tartamudos,
y en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él
dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y este es el
refrigerio; mas no quisieron oír”. A través del profeta Isaías,
el Señor promete claramente el bautismo del Espíritu Santo,
con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas. El apóstol
Pablo cita este versículo 1 Corintios 14:21, para confirmar la
autenticidad de hablar en lenguas. Sin embargo, el profeta
Isaías nos advirtió también que muchos no escucharían el
mensaje, sino que lo rechazarían.
El Espíritu Santo
105
El bautismo en el Espíritu Santo es un “refrigerio”. También puede
hacer que el que está agotado encuentre reposo para su alma.
Permite que los creyentes expresen en otras lenguas los conflictos
que hay en sus corazones y mentes, y encuentren soluciones. Sin
embargo, a muchos creyentes se les ha enseñado a rechazar el
mismo remedio que Dios ha provisto para sus almas.
En Hechos 1:4, justo antes de Su ascensión al cielo, el Señor
Jesucristo instruyó a Sus discípulos a que esperasen en Jerusalén
“la promesa del Padre”. ¿Cuál era esta promesa del Padre? En
Isaías 44:3, Dios el Padre le hizo esta promesa a su Hijo Jesús:
“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre
la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación,
y mi bendición sobre tus renuevos”. El Padre le prometió a
Su Hijo que derramaría Su Espíritu sobre Su generación. Su
generación son todos aquellos que creen y se llaman a sí mismos
por Su nombre. El apóstol Pedro también se refiere a esta
“promesa” del Espíritu Santo, hecha por el Padre, en su sermón
en el día de Pentecostés: “Así que, exaltado por la diestra de
Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu
Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hch. 2:33).
Pedro continua en Hechos 2:39 diciendo: “Porque para
vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos
los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios
llamare”. Ésta también es una maravillosa bendición para
los padres, pues ellos tienen el privilegio de heredar esta
106
El Espíritu Santo
experiencia a sus hijos. La promesa es para nuestros hijos, así
como también para nosotros. ¡Alabado sea el Señor por esta
promesa tan especial!
Hay un tercer pasaje en el Antiguo Testamento, en Joel 2:28, que
también habla de la experiencia del bautismo del Espíritu Santo:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos
soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”. Pedro citó
este versículo en Hechos 2:16-17 en el día de Pentecostés, diciendo
que el bautismo del Espíritu Santo y las señales que lo acompañan,
son el cumplimiento de la profecía de Joel.
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros
días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros
jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños”. De esta manera, tenemos confirmación adecuada de
que el bautismo del Espíritu fue prometido en el Antiguo
Testamento, y que esta promesa fue primeramente realizada en
el día de Pentecostés, en Hechos capítulo dos.
B. EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Dios, a través de Juan el Bautista, dio una promesa que describía
a Jesús como Aquel que nos bautiza en el Espíritu Santo. Juan
El Espíritu Santo
107
dijo en Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo
no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; El os
bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Juan claramente
establece que Cristo nos bautizaría con el Espíritu Santo.
El Señor declaró después de Su resurrección, que hay ciertas
experiencias que deben seguir a una persona después de su
conversión: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi
nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas” (Mc. 16:17). Después de que nacemos de nuevo,
debemos ser llenos del Espíritu Santo y luego continuar hablando
regularmente en nuevas lenguas. Esto es algo que el Señor ha
provisto para cada creyente. ¡Por esto, rechazarlo es “quedarnos
cortos” de todo lo que Dios ha ordenado y propuesto para
nuestras vidas!
¿Cuándo sucedió por primera vez el bautismo en el Espíritu
Santo? La realización de la promesa vino durante la Fiesta de
Pentecostés, mientras los discípulos estaban reunidos en el
aposento alto. Hechos 2:1-4 registra este derramamiento del
Espíritu Santo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un
estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó
toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron
lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada
uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
108
El Espíritu Santo
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen”.
Debido a que los discípulos fueron llenos con el Espíritu Santo
en el día de Pentecostés, el hablar en lenguas ha sido llamado
“la experiencia de Pentecostés”. Desde el inicio del siglo veinte,
ha habido una renovación de hablar en otras lenguas, llamado
el “Movimiento Pentecostés”.
C. HABLAR EN OTRAS LENGUAS
Hablar en otras lenguas es una tremenda señal. Es el fluir del
Espíritu de Dios a través del creyente. Todas las manifestaciones
del Espíritu (como profecía, sanidad y milagros) fueron
demostradas en el Antiguo Testamento, de una u otra manera,
excepto el hablar en lenguas. El Señor reservó este fenómeno
del derramamiento del Espíritu de Dios para el día de
Pentecostés, para que sirviera como señal inconfundible que
confirme que una persona ha recibido el bautismo en el Espíritu
Santo. Lo que sucedió en el día de Pentecostés jamás había
sucedido antes; Dios estaba haciendo algo nuevo.
Existen tres aspectos básicos de la manifestación de las
lenguas: hablar en otras lenguas es la evidencia inicial del
bautismo en el Espíritu Santo; hablar en lenguas en nuestra
vida de oración y alabanza; el don de lenguas es para la
edificación de la Iglesia.
El Espíritu Santo
109
Cuando hablamos en lenguas, estamos: hablándole a Dios y
hablando los misterios de Dios (1 Co. 14:2); declarando las
obras maravillosas de Dios (Hch. 2:11); magnificando al Señor
(Hch. 10:46); y edificando a nuestro espíritu y fortaleciendo a
nuestro hombre interior (1 Co. 14: 4; Ro. 8:26-27).
Consideremos ahora varios aspectos de esta maravillosa
bendición de Dios.
1. La evidencia inicial del bautismo del Espíritu Santo
¿Cómo podemos estar seguros de que hemos sido bautizados
en el Espíritu Santo? Debemos revisar nuestro libro de texto, el
cual es la Palabra de Dios, para ver si nuestra experiencia
coincide con la experiencia bíblica. Primero que todo, debemos
preguntarnos: ¿Qué les sucedió a los personajes de la Biblia
que fueron llenos con el Espíritu y cuál fue la señal externa de
que habían sido llenos? La respuesta es que ellos comenzaron
a hablar en otras lenguas. Así es cómo sabemos cuando hemos
sido llenos del Espíritu.
Permítame ilustrar lo que quiero decir. Cuando somos
bautizados en agua, algo sucede, nos empapamos de agua. Algo
similar sucede con el bautismo en el Espíritu Santo. La evidencia,
o prueba, de que alguien ha sido bautizado con el Espíritu es
que él o ella comienza a hablar en otras lenguas. Hasta que esto
no pase, sabemos que la persona no ha sido aún bautizada en
110
El Espíritu Santo
el Espíritu Santo. El derramamiento del Espíritu Santo en el día
de Pentecostés fue identificado por las lenguas que hablaban
los que fueron bautizados. La evidencia inicial de que ellos
habían sido bautizados en el Espíritu Santo fue que comenzaron
a hablar en otras lenguas.
Al hablar acerca del derramamiento del Espíritu de Dios en el
día de Pentecostés y del bautismo del Espíritu Santo, Pedro
dijo en Hechos 2:33: “Así que, exaltado por la diestra de
Dios, y [el Señor] habiendo recibido del Padre la promesa
del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y
oís”. El bautismo en el Espíritu Santo era acompañado
claramente por señales audibles y visibles. Los judíos podían
oír y ver a los discípulos hablando en otras lenguas. Hablar en
lenguas es una señal inconfundible para que el creyente sepa
que ha recibido aquello que ha estado buscando. Los hechos
de la Escritura acerca de personas bautizadas en el Espíritu
Santo, constantemente declaran que ellos comenzaron a hablar
en otras lenguas. Examinemos estos hechos con un corazón
abierto y dispuesto a aprender. Hechos 2:4 dice: “Y fueron
todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
También podemos leer en Hechos 10:44-46, acerca del Espíritu
de Dios que fue derramado sobre la casa de Cornelio y los
gentiles: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu
Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de
El Espíritu Santo
111
la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron
atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don
del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas,
y que magnificaban a Dios”. La razón por la que Pedro y sus
compañeros supieron que Cornelio y su casa habían sido
bautizados en el Espíritu Santo, fue porque les oyeron hablar
en otras lenguas.
En el capítulo ocho del Libro de los Hechos, Felipe, el
evangelista, fue a la ciudad de Samaria y predicó acerca de
Cristo. Felipe realizó muchas señales, maravillas y sanidades.
Entre los muchos convertidos había un hombre llamado Simón,
que había hechizado a la gente de Samaria con brujerías.
Convencido por la prédica de Felipe, este hombre le entregó
su vida al Señor y fue bautizado en agua. Él siguió a Felipe y se
maravillaba al ver los milagros que fluían a través de su ministerio.
Viendo el gran avivamiento que estaba aconteciendo en Samaria,
los apóstoles en Jerusalén enviaron a Pedro y a Juan para que
le brindaran ayuda a Felipe con esta gran cosecha. Cuando
Pedro y Juan llegaron y oraron por los nuevos cristianos, ellos
recibieron el bautismo en el Espíritu Santo. Antes de esto, esos
creyentes lavados por la sangre solamente habían sido
bautizados en agua. El argumento que algunos han usado en
contra del hablar en lenguas como señal inicial del bautismo del
Espíritu Santo, es que aquí no se menciona que los nuevos
conversos hablaran en otras lenguas cuando recibieron el Espíritu
112
El Espíritu Santo
Santo. Sin embargo, si el lector observa cuidadosamente lo
que sucedió después de que estos discípulos recibieron el
bautismo, en realidad este suceso confirma que hablar en lenguas
es sin duda la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo.
En Hechos 8:18-19 leemos: “Cuando vio Simón que por la
imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu
Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí
este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las
manos reciba el Espíritu Santo”.
Simón, quien estaba acostumbrado a ver señales y maravillas,
vio suceder algo tan milagroso cuando los discípulos recibieron
el Espíritu Santo, que estuvo dispuesto a pagar dinero por tener
ese poder. Notemos aquí que Simón no ofreció dinero por el
poder de convicción que Felipe tenía en sus prédicas o en las
sanidades que había realizado. Él ofreció dinero por el obvio
poder que tenían Pedro y Juan al orar por las personas para
que recibieran el bautismo en el Espíritu Santo. Simón, quien se
había movido en el ámbito de lo sobrenatural por muchos años,
debió haber visto poderosas señales manifestadas cuando
recibían el bautismo del Espíritu Santo. Por esto, este pasaje
también prueba que algo debió pasar cuando las personas
recibieron el Espíritu Santo. Sin embargo, podemos decir con
seguridad, que Simón oyó a las personas hablar en otras lenguas
cuando recibían el bautismo del Espíritu Santo. Hay una
manifestación externa del Espíritu Santo que es manifiesta a
otros cuando alguien es lleno con el Espíritu.
El Espíritu Santo
113
En Hechos 19:1-6 leemos el relato del viaje misionero de Pablo
a Éfeso. Pablo le preguntó a los creyentes de Éfeso, en Hechos
19:2: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” Este
pasaje también ofrece evidencia concluyente de que el bautismo
del Espíritu Santo es una experiencia claramente diferente a la
salvación. Estas experiencias son totalmente diferentes. Estos
creyentes fueron salvos y bautizados en agua, pero aún no habían
sido llenados con el Espíritu Santo (Hch. 19:2-4). Luego en
Hechos 19:6, después de que Pablo impuso manos sobre ellos,
“vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas,
y profetizaban”. En este caso, aquellos que fueron llenos con
el Espíritu profetizaron y hablaron en lenguas. Como dijimos
antes, hablar en lenguas no es necesariamente la única señal de
la llenura del Espíritu, pero es la evidencia inicial. En los sucesos
registrados en la Escritura, las lenguas fueron la señal que
siempre acompañó a las personas cuando eran llenas con el
Espíritu, mientras que la profecía no siempre lo fue.
El apóstol Pablo nació de nuevo cuando el Señor Jesús se le
apareció en el camino a Damasco (vea Hch. 9:4-6). Pablo
preguntó: “¿Quién eres, Señor?” El Señor respondió: “Yo
soy Jesús, a quien tú persigues”. La respuesta de Pablo fue:
“Señor, ¿qué quieres que yo haga?” El Señor respondió:
“Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes
hacer”. Esta fue la experiencia de salvación de Pablo. Tres
días después, Ananías dijo a Pablo, en Hechos 9:17: “me ha
enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu
114
El Espíritu Santo
Santo”. Fue aquí, que recibió el bautismo en el Espíritu
Santo. Luego fue bautizado en agua. Por esto, la salvación
y el bautismo del Espíritu Santo son diferentes. Son dos
experiencias separadas.
Hablar en otras lenguas es la evidencia inicial del bautismo del
Espíritu Santo. Usted puede ser ungido por el Espíritu Santo,
pero esto no significa necesariamente que usted tenga el
bautismo del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo y
de los siete Espíritus del Señor son dos cosas distintas. Como
dijimos en los capítulos anteriores, el primer Espíritu del Señor
es la unción para predicar. Una persona puede ser ungida para
predicar el evangelio sin estar bautizada en el Espíritu Santo.
Muchos evangelistas muy conocidos, hablan bajo la unción.
Usted puede sentir la unción cuando predican, pero ellos dicen
públicamente que no están bautizados en el Espíritu Santo.
Podemos decir entonces, que se puede estar ungido por los
siete Espíritus del Señor y no estar lleno con el Espíritu Santo.
Juan el bautista fue ungido por el Espíritu Santo y el Espíritu
Santo vino sobre él, cuando aún estaba en el vientre de su madre.
Sin embargo, él no tenía el bautismo del Espíritu Santo, ni
tampoco hablaba en otras lenguas, pues el Espíritu Santo no
fue dado sino hasta el día de Pentecostés.
El Espíritu Santo juega un papel decisivo en nuestra salvación.
En Juan 3:5, Cristo claramente establece: “De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu no
El Espíritu Santo
115
puede entrar en el reino de Dios”. Es por medio del Espíritu
Santo que nosotros nacemos de nuevo, pero no es lo mismo
que ser bautizados en el Espíritu Santo. Después de Su
resurrección, el Señor sopló sobre los discípulos y les dijo
en Juan 20:22: “Recibid el Espíritu Santo”. En ese
momento ellos experimentaron el nuevo nacimiento. Sin
embargo, no habían recibido la llenura del Espíritu Santo.
Cuarenta días después, justo antes de Su ascensión al cielo,
Jesús les dijo a Sus discípulos: “mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días” (Hch. 1:5). Cristo se estaba refiriendo al día de
Pentecostés, cuando los discípulos serían bautizados con el
Espíritu Santo. Ellos ya habían experimentado el nuevo
nacimiento cuando Él sopló sobre ellos.
En la era del Antiguo Testamento, antes de la cruz, los creyentes
devotos no experimentaban el nuevo nacimiento que conocemos
hoy. Ellos caminaban rectamente y obedecían los mandamientos
y esto les era contado por justicia. Pero después de la cruz,
nosotros somos salvos por la fe en el derramamiento de la sangre
del Señor Jesús. Somos nuevas criaturas en Cristo. Esto es lo
que los discípulos experimentaron en Juan 20:22. Pero no fue
sino hasta el día de Pentecostés que fueron bautizados con el
Espíritu Santo. Por todo esto, la salvación y el bautismo del
Espíritu Santo son claramente dos experiencias diferentes.
Debemos ser salvos antes de poder recibir el bautismo en el
Espíritu Santo.
116
El Espíritu Santo
El día de Pentecostés inició una nueva era. Antes de esto,
el Espíritu Santo descendía sobre los hombres y los ungía
para que hicieran ciertas cosas. Él estaba con ellos. Pero
ahora, al bautizarnos, el Espíritu Santo entra en nuestro
corazón y mora dentro de nosotros. Acerca de la venida
del Espíritu Santo, Jesús dijo: “porque mora con vosotros,
y estará en vosotros” (Jn. 14:17). Antes del día de
Pentecostés, el Espíritu de Dios venía sobre la gente y
caminaba con ellos. Pero desde ese derramamiento del
Espíritu, Él viene a morar en nosotros cuando somos
bautizados en el Espíritu Santo.
No podemos usar una sola experiencia para formar una
doctrina. Algunas personas dicen que ellos conocen a
creyentes que no hablan en otras lenguas, que son más rectos
y honestos que creyentes pentecostales que sí hablan en
lenguas. Ellos concluyen que aquellos que son más rectos,
aunque no hablan en otras lenguas, deben estar bautizados
en el Espíritu Santo. No cometa el error de discutir las cosas
de Dios basándose en su experiencia personal o en las
experiencias de otros. Lo único que debemos usar al explicar
las cosas de Dios es su Palabra fiel. De otra manera, usted
va a errar en su doctrina. Las experiencias sólo deben ser
usadas para confirmar lo que la Escritura enseña.
El Espíritu Santo
117
2. Un lenguaje celestial o uno conocido
El don de lenguas puede ser un lenguaje conocido o un lenguaje
celestial, como podemos ver en las palabras de Pablo en 1
Corintios 13:1: “Si yo hablase lenguas humanas y
angelicales”. En Hechos 2:5-11, personas de diferentes países
oyeron a los discípulos hablar sus propias lenguas. El registro
de esto está en Hechos 2:11: “cretenses y árabes, les oímos
hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”. Por
esto, cuando hablamos en lenguas estamos declarando las obras
maravillosas de Dios en un lenguaje de la tierra diferente al
nuestro o en un lenguaje celestial.
Claramente recuerdo cierta reunión de oración a la que asistí,
en la iglesia donde era pastor adjunto en Francia, hace muchos
años. Realmente necesitaba respuestas del Señor para ciertas
cosas, así que oré libremente en Inglés, pues sabía que nadie
allí podía entenderme. Entonces el pastor general, que no sabía
una sola palabra en inglés, habló en lenguas. Pero, para mi
sorpresa, él habló un inglés perfecto y contestó todas mis
preguntas y peticiones detalladamente.
Recuerdo otra ocasión en la que mi esposa y yo estábamos en
Yugoslavia. El pastor de la iglesia donde ministrábamos acababa
de ser liberado de la cárcel unos días antes de nuestra llegada.
Él había estado en la cárcel porque un miembro de su iglesia lo
había traicionado y entregado a las autoridades comunistas.
118
El Espíritu Santo
Desgraciadamente, se le acusó al pastor asistente de haber sido
el traidor. Durante un servicio, yo escuché al pastor asistente
orar en alemán. Esto no me pareció extraño pues, en ese tiempo
en Yugoslavia, había mucha gente que hablaba alemán.
Sin embargo, me quedé perplejo cuando después del servicio
le hablé en alemán y no me pudo responder. Los que estaban
conmigo me dijeron que él no hablaba ni una sola palabra en
alemán. Yo exclamé rápidamente: “¿Cómo que no habla
Alemán? Yo lo oí hablar en Alemán con mis propios oídos”.
Ellos respondieron: “Ese es el idioma que habla cuando ora en
lenguas”. Pude comprender por sus oraciones que él no era el
traidor porque decía: “Jesús, él es mi Señor; Jesús, él es mi
Señor”. Ningún hombre puede decir que Jesús es su Señor, a
menos que sea por el Espíritu Santo. A través de un intérprete
le dije: “Usted es inocente ¿verdad?” Cuando le dije esto, él
comenzó a llorar. Mi punto es que cuando él habló en otras
lenguas, hablaba en alemán, un lenguaje familiar para otros,
pero no para él.
En otra ocasión, durante una convención en Norte América, un
uruguayo hablaba en Francés mientras oraban por él.
Silenciosamente le susurré al pastor que le estaba imponiendo
manos: “Este hombre está hablando en francés”. Él rápidamente
me respondió: “Él no está hablando en francés. Es imposible
porque no sabe ese idioma. Está hablando en español”.
Respondí, “Bueno, escúchelo y trate de comprender lo que
El Espíritu Santo
119
dice”. Él escuchó atentamente y me dijo: “Usted tiene razón.
No está hablando en español”. Entonces confiadamente
contesté: “Yo lo sé porque yo sí hablo Francés”. Fue hermoso
oír al Espíritu Santo orar a través de este hombre, pues él recitaba
los salmos en lenguas y magnificaba al Señor.
Hace muchos años, durante un servicio, mi cuñada habló en
voz alta en lenguas. Al final del servicio, un misionero se le acercó
y le dijo que lo que ella había hablado en lenguas, lo había
hablado en el lenguaje hindi.
Recuerdo a un pastor canadiense que me un día me dijo que
conocía una forma segura de juzgar las profecías. Me relató lo
que sucedía frecuentemente en su iglesia. Había una persona
que de vez en cuando daba un mensaje en otras lenguas, y lo
hacía en Hindú.
A la iglesia también asistía una misionera retirada que había
ministrado por muchos años en el norte de la India, donde se
hablaba ese idioma. Como conocía el idioma, ella podía entender
lo que este hombre decía cuando daba un mensaje en lenguas. Sin
embargo, nunca daba la interpretación; ella esperaba que alguien
más lo interpretara al inglés. Obviamente, sabía si la interpretación
dada era la correcta o no y se lo compartía al pastor.
Durante una convención en Suiza, sentí una unción muy fuerte y
hablé en lenguas durante el tiempo de alabanza del servicio.
120
El Espíritu Santo
Pensé que seguramente alguien interpretaría mis lenguas, pero
para mi horror, nadie lo hizo. Estaba muy avergonzado, pues
había estado enseñando a mis alumnos en la Escuela Bíblica,
que cuando ellos dieran un mensaje en lenguas, este debía ser
interpretado. Sin embargo, el Señor nos prueba. Después del
servicio, mientras trataba de escabullirme, para evitar ver a las
personas, una misionera americana se me acercó y me dijo:
“Yo soy descendiente de suecos. Cuando usted habló en otras
lenguas durante el servicio, lo hizo en perfecto sueco. Pude
entender cada palabra que dijo y el Señor me estaba hablando
personalmente a mí”. ¡Les aseguro que me sentí aliviado cuando
ella me lo compartió!
Necesitamos hablar fluida y frecuentemente en lenguas.
Nuestras lenguas son en realidad un lenguaje, como se indica
en Hechos capítulo dos. Por lo tanto, como al aprender
cualquier otro idioma, así también debemos desarrollar
nuestro vocabulario en nuestras lenguas espirituales. Sin
embargo, algunas personas nunca maduran en sus lenguas.
Ellos siguen repitiendo las mismas frases y palabras una y
otra vez. Eso está bien para alguien que acaba de recibir el
Espíritu Santo, pero si nuestro lenguaje no ha aumentado
después de diez años, estamos en un triste estado espiritual.
Cuando un niño comienza a hablar, sus padres rebozan de
alegría. Sin embargo, si continuara repitiendo las mismas tres o
cuatro palabras a los veinte años, sus padres estarían muy
El Espíritu Santo
121
desilusionados. Necesitamos practicar nuestras lenguas todos
los días para que podamos hablar fluidamente. Queremos que
las lenguas fluyan fácilmente de nuestro interior. A medida que
continuemos hablando en lenguas, Dios nos dará un nuevo
lenguaje de oración en otras lenguas.1 Corintios 12:10 nos dice
que hay distintos géneros de lenguas. En lo natural, si una
persona es diligente y estudia mucho, pude aprender varios
idiomas. Lo mismo sucede en la vida espiritual. Si somos
diligentes en buscar al Señor y en usar las lenguas que Dios ya
nos ha dado, Él nos dará nuevos lenguajes.
3. La clave para recibir el poder,
la revelación y la unción
El hablar en otras lenguas es la clave para recibir el poder, la
revelación y la unción. Cristo declaró a Sus discípulos en Hechos
1:8: “pero recibiréis el poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El bautismo del Espíritu Santo es el poder para testificar y
predicar de Jesús. Este bautismo nos capacita para vencer al
espíritu de temor. Transforma a alguien tímido en un osado y
ardiente testigo del Señor. Hechos 4:31 ilustra esto: “Cuando
hubieron orado, el lugar en que estaban congregados
tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban
con denuedo la palabra de Dios”. Jesús dijo en Lucas 24:49:
“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros;
122
El Espíritu Santo
pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto”. La principal característica
del bautismo en el Espíritu Santo es el poder. Hablar en otras lenguas
desarrolla el poder del Espíritu Santo en nuestra vida. Cuando
hablamos en lenguas, nos estamos edificando a nosotros mismos y
fortaleciendo nuestro hombre interior (1 Co. 14:4).
Hablar en otras lenguas también es la clave para tener la unción
de Dios. Aquellos que pasan tiempo, todos los días, en la
presencia de Dios orando en otras lenguas, van a ser personas
cuya vida destilará la unción y presencia de Dios. Ellos son
notoriamente diferentes de otros que carecen de esta relación
y comunión diaria con el Señor. Le bella fragancia del Señor
está sobre su vida y esto es obvio para otros. Cada vez que
usted tiene contacto con personas así, siente que está en la
presencia de Dios mismo.
Siendo co-pastor en Francia, ministrábamos en las iglesias
pentecostales del país. El mensaje, básicamente, trataba acerca
de la salvación, el bautismo en agua, el bautismo del Espíritu
Santo y tal vez acerca de los fundamentos de la doctrina de
Cristo (vea He. 6:1-3). Pero había cierto pastor que tenía una
comprensión extraordinaria de la Palabra de Dios, así como
una revelación tremenda. Él se aventuró a ir donde otros
pastores temían hacerlo, hablando bajo una tremenda unción
acerca de porciones aisladas y obscuras de la Palabra de Dios
que ninguno predicaba, y escasamente leía.
El Espíritu Santo
123
Siendo jóvenes en ese tiempo, algunos de mis colegas y yo
le dijimos a ese pastor: “Pastor, ¿podría decirnos qué libros
usa para estudiar, para que podamos adquirir el conocimiento
que usted tiene?” El amado pastor respondió: “Sólo tengo
algunos libros de referencia. Lo que realmente hago, es pasar
alrededor de dos horas cada mañana, de las ocho a las diez,
orando en lenguas en el Espíritu. Mientras oro comienzo a
recibir revelación y el mensaje fluye”.
En otras palabras, cuando el pastor hablaba y adoraba
al Señor en otras lenguas, él hablaba misterios al Señor
y el Señor le abría su mente a las maravillas de la Palabra
de Dios (vea 1 Co. 14:2). Nunca he olvidado el ejemplo
tan vívido de este pastor. Yo recomiendo que cada uno
ore y adore en lenguas todos los días, especialmente
antes de estudiar la Palabra de Dios, para que la
Escritura le sea revelada, así como le fue revelada a este
gran hombre de Dios.
Antes de predicar, o estudiar para un mensaje, debemos hablar
en lenguas. Esto hace que nuestro espíritu y mente sean
vivificados y entonces el mensaje que Dios tiene para nosotros,
fluye. Esta ha sido mi costumbre siempre. Cada vez que estudio
una porción de la Palabra de Dios que es complicada y la
interpretación correcta no es discernible, descanso de mi estudio
para orar y adorar al Señor en lenguas, hasta que estoy seguro
que he recibido la interpretación correcta del pasaje que estoy
124
El Espíritu Santo
estudiando. De esta forma vemos que, uno de los propósitos
de hablar en lenguas, es para obtener revelación.
Hace muchos años, cuando mi esposa y yo estábamos en el
oeste de los Estados Unidos ministrando en varias iglesias
denominacionales, yo predicaba sobre diferentes aspectos
del poder de Dios y la unción. Las reuniones empezaron a
ser muy concurridas y las personas se emocionaban mucho
acerca de lo que decía. La última noche de estas reuniones,
el Señor me dijo: “Ahora diles de dónde viene este poder:
del bautismo del Espíritu Santo”. Yo le dije al Señor: “Pero
Señor, tú sabes que si les digo de dónde viene el poder,
ellos rechazarán el mensaje”. La respuesta del Señor fue:
“Ellos no están a prueba, tú lo estás. Sé lo que ellos van a
hacer; Yo quiero saber si tú me obedecerás a mí o no”.
Esa noche prediqué sobre el bautismo del Espíritu Santo; y
como era de esperarse, se produjo un alboroto. La mayor
parte de las personas rechazaron el mensaje. Como
resultado, la ciudad se dividió tanto que los cristianos
denominacionales no caminaban siquiera en el mismo lado
de la calle junto a los creyentes pentecostales. Hay mucho
más acerca de esta historia, pero el punto que trato de hacer
ver, es que el Señor claramente me habló y dijo que la clave
para el poder del cristiano es el bautismo del Espíritu Santo
y el hablar en lenguas.
El Espíritu Santo
125
D. CÓMO RECIBIR EL BAUTISMO DEL
ESPÍRITU SANTO
Ahora consideremos cómo se recibe el bautismo del Espíritu
Santo. En su sermón en el día de Pentecostés, el apóstol Pedro
nos dice tres cosas que debemos hacer para recibir el bautismo
del Espíritu Santo. El dijo en Hechos 2:38: “Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo”. Para que las personas reciban el bautismo del Espíritu
Santo, deben arrepentirse primero y experimentar el nuevo
nacimiento, por medio del cual ellos saben que han sido
redimidos por la sangre del Cordero de Dios quien murió por
ellos en la cruz. El arrepentimiento significa literalmente, “tener
un cambio de mente; dar vuelta y caminar en la dirección
opuesta”. Por esto, las personas deben abandonar su antigua
manera de vivir y comenzar a caminar en los caminos de Dios.
El siguiente requisito es que deben estar bautizados en agua, o
en algunos casos, estar dispuestos a bautizarse en agua. Por
ejemplo, toda la familia de Cornelio se arrepintió con la
predicación de Pedro. Ellos le dieron su vida al Señor y fueron
llenos del Espíritu Santo mientras Pedro aún predicaba.
Después, fueron bautizados en agua. El mismo apóstol Pablo
fue lleno del Espíritu antes de ser bautizado en agua. Yo también
fui bautizado primero en el Espíritu Santo antes de ser bautizado
en agua, pero estaba dispuesto a ser bautizado en agua e incluso
126
El Espíritu Santo
había escrito mi nombre en una lista para ser bautizado en agua.
Pedro nos dice que si nos arrepentimos, nacemos de nuevo y
somos bautizados en agua, entonces somos candidatos para
recibir el don del Espíritu Santo.
Quien bautiza es el mismo Señor Jesús. Es Él quien nos
bautiza con el Espíritu Santo. Juan el Bautista dejó este punto
muy claro en Mateo 3:11. Un hombre no puede bautizarse a
sí mismo, o bautizar a ninguna otra persona, con el Espíritu
Santo. Hombres y mujeres ciertamente pueden ser
instrumentos usados para imponer manos sobre las personas
y orar por ellos para recibir el bautismo del Espíritu Santo.
Sin embargo, ellos no recibirán el Espíritu Santo sino hasta
que el Señor los bautice soberanamente. Tampoco se recibe
el bautismo del Espíritu Santo al repetir ciertas palabras o
frases dichas por otra persona, o al seguir una fórmula. Es
sólo el Señor quien puede bautizar con el Espíritu Santo. El
Señor debe estar presente para que alguien reciba el Espíritu
Santo. Por lo tanto, es necesario estar en una atmósfera de
oración y adoración para que la presencia del Señor venga
y las personas sean bautizadas con el Espíritu Santo.
Una de las cosas preciosas acerca el bautismo del Espíritu Santo,
es que la experiencia de cada persona es única y diferente. No
existe un patrón para recibir el bautismo. Muchas personas en
la Escritura recibieron el Espíritu Santo cuando alguien oró por
ellos y les impuso manos (vea Hch. 8:17; 9:17; 19:6). Sin
El Espíritu Santo
127
embargo, en el día del derramamiento original del Espíritu de
Dios, los discípulos fueron llenos con el Espíritu mientras estaban
sentados esperando que el Señor se moviera en medio de ellos
(Hch. 2:24). La familia de Cornelio recibió el Espíritu Santo
mientras Pedro predicaba (Hch. 10:44). También podemos
recibir el Espíritu Santo a solas. No necesariamente tenemos
que estar en el edificio de la iglesia o en un servicio. Yo recibí al
Espíritu Santo mientras estaba solo en las montañas de Inglaterra.
Sin embargo, es una buena idea que alguien que ha sido
bautizado con el Espíritu Santo ore por usted y le guíe a través
de esta experiencia. Esto ayuda mucho, porque la mayoría de
las personas no saben qué hacer y tienen dudas y preguntas.
Por esto, si hay alguien que pueda explicarle cómo recibirlo, es
mucho más sencillo para usted.
Hablar en lenguas es un don del Espíritu Santo, pero también
hay un elemento humano involucrado. Tenemos que hablar con
nuestras cuerdas vocales. Esta es nuestra parte. Sin embargo,
las palabras son dadas por el Espíritu. Hechos 2:4 dice: “y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen”.
El Espíritu Santo quiere entrar en nosotros y fluir a través de
nosotros. Es una buena idea comenzar a alabar al Señor y a
adorarlo en nuestro idioma natal. Luego, por fe, rindamos
nuestras cuerdas vocales al Señor y empecemos a hablar en un
128
El Espíritu Santo
nuevo lenguaje. No necesitamos pensar acerca de lo que
vamos a decir, o formular palabras en nuestra mente, pues
es un lenguaje que no podemos comprender. El Espíritu Santo
ignora nuestra mente e intelecto y habla a través de nosotros.
No debemos tratar de hacer palabras o de copiar las lenguas
de alguien más. Es cuando hablamos por fe que el Espíritu
Santo nos da las palabras.
E. CONDICIONES PARA RECIBIR EL
BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO
La Escritura nos dice claramente que hay ciertas condiciones
para recibir el bautismo del Espíritu Santo. Hay una razón
por la cual algunos son llenados con el Espíritu y otros no.
Ya que el Señor no hace acepción de personas, esto depende
de nuestro corazón.
1. Obediencia
Pedro dijo en Hechos 5:32: “Y nosotros somos testigos suyos
de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado
Dios a los que le obedecen”. Muy a menudo, el Señor no da
el Espíritu a Su pueblo hasta que ellos hayan resuelto ciertas
cosas en su vida y hayan hecho lo que Él les dice que hagan.
Por ejemplo, después de que fui guiado al Señor por un creyente
pentecostal en Inglaterra, me uní a cierta iglesia y comencé a
asistir regularmente a los servicios. Un día el pastor de la iglesia
129
El Espíritu Santo
anunció que habría servicio de bautismos en agua para aquellos
que estuvieran interesados. Él hizo un llamado para que todos
los que no habían sido bautizados en agua se anotaran en una
lista. Yo realmente no estaba interesado en bautizarme, pues
sentía que estaba buscando algo mejor. Quería el bautismo del
Espíritu Santo. Sin embargo, el Señor me dijo que tenía que ser
bautizado en agua antes de que Él me llenara con el Espíritu
Santo. Así que puse mi nombre en la lista. Días después me fui
de vacaciones al sur de Inglaterra, donde finalmente el Señor
me bautizó con el Espíritu Santo. Cuando el Señor vio que yo
le obedecí, al apuntarme para ser bautizado en agua, Él me
llenó con el Espíritu.
Algunas veces el Señor nos pide que hagamos ciertos actos de
obediencia antes de bautizarnos con el Espíritu Santo. Muchas
veces son cosas muy pequeñas. Un pastor en Inglaterra, a quien
conocí hace muchos años, había estado orando fervientemente
para recibir el Espíritu Santo. Pero no importaba cuánto se
esforzaba, o cuánto oraba, él no podía recibirlo. Entonces un
día el Señor le dijo que liberara al pájaro que él había capturado
y puesto en una jaula. Tan pronto como dejó salir al ave de la
jaula, fue instantáneamente lleno del Espíritu.
2. Creer
Para recibir el bautismo del Espíritu Santo debemos creer. Juan
7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los
130
El Espíritu Santo
que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu
Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.
Debemos creerle al Señor y creer que el bautismo del Espíritu
Santo es un don de Dios, para así ser llenos con el Espíritu. Si
hay incredulidad en nuestra vida, no lo recibiremos.
3. Deseo
También debemos tener el deseo en nuestro corazón de ser
bautizados con el Espíritu Santo. El Señor nos llena a todos
conforme a nuestro deseo. Él nos concede los deseos de
nuestro corazón (vea Sal. 37:4). El Señor Jesús dijo en Juan
7:37: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Por esta
razón, el tener ríos de agua viva fluyendo en nuestro interior
y el recibir el bautismo del Espíritu Santo, son experiencias
arraigadas en nuestro deseo (vea Jn. 7:37-39). Sólo aquellos
que están sedientos y desean recibir el Espíritu serán llenos.
Debemos estar sedientos. Pablo nos dice en 1 Corintios
12:31: “procurad, pues, los dones mejores”. Los dones
del Espíritu Santo no son dados a las personas que no tienen
interés en las cosas de Dios. El apóstol Pablo también dice
en 1 Corintios 14:1: “Seguid el amor; y procurad los dones
espirituales”.
La razón por la cual algunas personas nunca reciben el Espíritu
Santo es que ellos simplemente no lo desean. Están conformes
con el nivel espiritual en el que se han quedado. ¡Este es un
131
El Espíritu Santo
estado terrible! Tengamos hambre y sed de la llenura del Espíritu
Santo, pues si deseamos esto, seguramente lo recibiremos.
4. Persistencia
Otra condición para recibir el bautismo del Espíritu Santo es
que debemos pedirle persistentemente al Señor que nos bautice
y perseverar en oración hasta ser bautizados. En Lucas 11:1, el
discípulo pidió al Señor que le enseñara a orar. En respuesta a
esto, Cristo dio una parábola acerca del tema de la persistencia:
“¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a
medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque
un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué
ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le
dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños
están conmigo en cama; no puedo levantarme y dártelos?
Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su
amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le
dará todo lo que necesite” (Lc. 11:5-8).
De acuerdo al griego original, el Señor dijo en Lucas 11:9-10:
“Pedid [y seguid pidiendo], y se os dará; buscad [seguid
buscando], y hallaréis; llamad [y seguid llamando], y se os
abrirá. Porque todo aquél que pide, recibe; y el que busca,
halla; y el que llama, se le abrirá”. Los verbos en este pasaje
están en el tiempo presente progresivo. En otras palabras,
debemos pedir y continuar pidiendo, para así recibir. Jesús
132
El Espíritu Santo
continuó diciendo en Lucas 11:13: “Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los
que se lo pidan [y sigan pidiendo]?” Si nosotros pedimos y
seguimos pidiendo, no seremos rechazados. El Señor oirá
nuestro clamor desesperado y nos llenará con Su Espíritu.
Debemos asirnos del Señor como Jacob lo hizo cuando luchó
con Él, y le dijo: “No te dejaré, si no me bendices”.
Debemos tener la actitud: “No pararé de orar hasta que me
llenes con Tu Espíritu Santo”. Pero si nuestra actitud
concerniente al bautismo del Espíritu Santo es que podemos
tomarlo o dejarlo, jamás lo vamos a recibir. Debemos ser
insistentes si queremos recibir el bautismo del Espíritu Santo,
porque no es algo que Dios le da a los pasivos.
Algunas personas dicen: “Si el Señor quiere llenarme con el
Espíritu Santo, Él sabe dónde vivo y puede venir y llenarme
cuando quiera”. Aquellos que tienen esta mentalidad nunca
son llenados con el Espíritu Santo. Ellos viven, toda su vida,
sin oponerse abiertamente al bautismo del Espíritu Santo,
pero jamás lo experimentan debido a su falta de
perseverancia para obtenerlo. Aquellos que sólo piden el
bautismo una vez y dejan de pedirlo, no van a recibirlo. Esto
separa a los sinceros de los que no lo son. Dios hace esto
para que sólo aquellos que realmente lo desean recibir, sean
llenos con el Espíritu.
El Espíritu Santo
133
F. ¿PARA QUIEN ES EL BAUTISMO DEL
ESPÍRITU SANTO?
El bautismo del Espíritu Santo es para todo creyente en cada
generación. Es para la Iglesia de Cristo de hoy. No podemos
hacer concesiones con respecto a esto. Nadie puede decir,
usando las Escrituras, que hablar en lenguas no es para estos
días en los que vivimos. Pedro dijo en Hechos 2:38-39:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros
es la promesa [refiriéndose al bautismo del Espíritu
Santo], y para vuestros hijos, y para todos los que estén
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
Pedro claramente estableció que hablar en otras lenguas era
para su generación y para sus hijos, y también para todos
aquellos “que están lejos”. Luego Él establece que el bautismo
en el Espíritu Santo es para “cuantos el Señor ha llamado”.
Esto quiere decir, que el bautismo del Espíritu Santo es para
todo creyente en cada generación. Cristo declaró en Marcos
16:17: “Y estas señales seguirán a los que creen: en mi
nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas”. Por lo tanto, ¡tiene que creer firmemente que esta
experiencia es también para usted!
134
El Espíritu Santo
G. LA EXPERIENCIA PROGRESIVA
DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO
La palabra bautismo se deriva de la palabra griega “baptizo”.
Los traductores de la Biblia versión King James pertenecían
a muchas diferentes denominaciones, y no se ponían de
acuerdo en la doctrina del bautismo en agua. Algunos decían
que significaba inmersión completa, otros creían en aspersión
y aún otros practicaban salpicar con agua o derramar agua
en la cabeza. Por esto, ellos simplemente transcribieron la
palabra griega “baptizo”. Sin embargo, en la transcripción,
el verdadero significado y la fuerza detrás de esta palabra,
se perdieron. Esta palabra griega en realidad significa
inmersión total. Era la palabra usada cuando un barco se
había hundido y estaba completamente sumergido en agua.
También se usaba para una prenda que había sido teñida.
Los líquidos para teñido saturaban completamente esa
prenda y, por ende, afectaban cada fibra del material.
Al comprender este significado más profundo, podemos ver
que el deseo del Señor no es simplemente bautizarnos en el
Espíritu Santo una vez y darnos el don de lenguas. Más
bien, Su deseo es que nos sumerjamos totalmente en el
Espíritu Santo, para que cada área de nuestra vida esté
cubierta con la presencia y unción del Espíritu Santo. Esta
es la visión y la experiencia progresiva del bautismo del
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo
135
El apóstol Pablo dijo, en Efesios 5:18: “No os embriaguéis
con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos
del Espíritu”. Este versículo en el griego original se lee así:
“Sed y seguid siendo llenados con el Espíritu”. Esto muestra
que hay una llenura progresiva del Espíritu Santo. Permítame
demostrar que esta es una verdad Bíblica relatándole una
instancia en la Biblia en las que los creyentes fueron llenos del
Espíritu Santo más de una vez.
Los mismos discípulos que fueron bautizados en el Espíritu Santo
en el día de Pentecostés, en Hechos 2, fueron llenados de nuevo
en Hechos 4:31: “Cuando hubieron orado, el lugar en que
estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu
Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Hay una
llenura inicial del Espíritu Santo, por la cual comenzamos a hablar
en nuevas lenguas, en un lenguaje que nunca antes habíamos
hablado. Sin embargo, también hay una llenura progresiva del
Espíritu Santo. Esto es para los que queremos buscar al Señor.
Debemos desear ser llenos con toda la plenitud del Espíritu.
En Inglaterra, el proceso de echar más aceite al motor cuando
el nivel está bajo es llamado “llenura completa” del nivel de
aceite. Esto es lo que debemos buscar cuando se trata de volver
a ser llenados con el Espíritu. No queremos escasear de la
unción del Espíritu Santo, pero sí queremos tener una continua
y siempre creciente llenura de Su Espíritu, para que nuestra
vida sobreabunde de Su presencia y unción.
137
El Espíritu Santo
V Parte
LOS DONES DEL ESPÍRITU
La quinta parte de este libro se concentra en los nueve dones
del Espíritu Santo enumerados en 1 Corintios capítulo doce.
Estos nueve dones espirituales son bendiciones que nos son
dadas gratuitamente por el Señor. No pueden ganarse. Estos
dones son dados por Dios con un solo objetivo en mente: edificar
a la Iglesia (1 Co.12:7; 14:12).
Los cinco dones ministeriales de Cristo en Efesios 4:11, de
los que consiste el ministerio quíntuple, son diferentes a los
nueve dones del Espíritu. Los dones ministeriales no pueden
ser obtenidos a través de la oración; éstos solamente son dados
a aquellos a quien Dios soberanamente ha llamado al ministerio.
Ningún hombre puede tomar este honor para sí mismo (He.
5:4). Los nueve dones espirituales, por otro lado, son para
todo creyente lleno del Espíritu. Nosotros somos exhortados
a buscar al Señor para obtenerlos. Los nueve dones del
Espíritu son un medio por el cual todo cristiano puede ser
fructífero y de bendición para la Iglesia, aún si no es llamado
para el ministerio quíntuple.
Pablo dijo en 1 Corintios 12:1: “No quiero, hermanos, que
ignoréis acerca de los dones espirituales”. El Señor quiere
138
El Espíritu Santo
que comprendamos las obras del Espíritu Santo en el ámbito y
la experiencia del bautismo del Espíritu Santo. La intención de
Dios es que todo creyente debe experimentar la plenitud del
Espíritu Santo y tener un fluir de los dones en su vida.
En los versículos ocho al diez de 1 Corintios capítulo doce,
Pablo enumera los nueve dones del Espíritu Santo: “Porque a
éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por
el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo
Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro,
discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de
lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”. En realidad,
estos nueve dones pueden ser agrupados en tres categorías:
los dones de guía, los dones de poder y los dones de expresión.
Los dones de guía incluyen la palabra de sabiduría, la palabra
de ciencia y el discernimiento de espíritus. Los dones de poder
incorporan el don de fe, los dones de sanidad y el don de hacer
milagros. Los dones de expresión son los dones de profecía,
lenguas e interpretación de lenguas.
LOS NUEVE DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Guianza
1. Palabra de sabiduría.
2. Palabra de ciencia (conocimiento).
3. Discernimiento de espíritus.
El Espíritu Santo
139
Poder
4. Fe.
5. Dones de sanidad.
6. Hacer milagros.
Expresión
7. Profecía.
8. Lenguas.
9. Interpretación de lenguas.
Pablo mencionó un punto muy importante concerniente a
los dones espirituales, cuando dijo en 1 Corintios 12:29-30:
“¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos
maestros? ¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones
de sanidad? ¿Hablan todas lenguas? ¿Interpretan
todos?” Dios da diferentes dones a cada persona. No es
muy común que una persona tenga, al mismo tiempo, los
nueve dones en operación, a menos que sea alguien del
calibre del apóstol Pablo.
Nosotros no recibimos instantáneamente todos los dones del
Espíritu cuando somos bautizados en el Espíritu Santo. Esto es
muy claro, pues el apóstol Pablo dijo a los creyentes de Corinto,
que estaban llenos del Espíritu, que anhelaran y oraran pidiendo
los dones. Pablo no les habría dicho que procuraran los dones
si estos ya estuvieran establecidos en ellos. Por esto, nos
convertimos en candidatos para fluir en los dones espirituales,
140
El Espíritu Santo
después de que somos bautizados en el Espíritu Santo. Sin
embargo, sólo los recibimos en la medida en que se los pidamos
insistentemente al Señor.
En el versículo once, Pablo continúa diciendo: “Pero todas
estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a
cada uno en particular como él quiere”. Es el Espíritu Santo
quien determina qué dones recibimos y cuándo los recibimos.
Para aquellos que han recibido el bautismo del Espíritu Santo,
los dones espirituales son impartidos como Él lo desea.
Pablo dijo en el versículo siete: “Pero a cada uno le es dada
la manifestación del Espíritu para provecho”. Estos dones
también son para nuestro provecho. Somos bendecidos cuando
ejercitamos estos dones y también son una bendición para el
cuerpo de Cristo. Todos nos beneficiamos con todos ellos.
Debemos recordar que a pesar de que los nueve dones del
Espíritu Santo son cien por ciento divinos y perfectos, son
usados por vasos que son humanos y naturales. Por esto, la
operación de los dones no es infalible, pues los canales no
son infalibles. Esto se puede ver en la naturaleza. Puede haber
un río de agua absolutamente puro y limpio. Sin embargo,
aunque la fuente es pura, si el agua va a ser canalizada hacia
las personas, debe ser llevada a través de tubería que quizás
esté oxidada o sucia. Como resultado, el agua va a salir
contaminada del canal. Es lo mismo con los dones espirituales.
El Espíritu Santo
141
La fuente (el Espíritu Santo) es divina, pero debido a que los
vasos usados son humanos, pueden ocurrir errores.
Muchas veces los errores se cometen debido a la falta de
enseñanza acerca de los dones, o debido a la falta de práctica
de los mismos. Algunas personas pueden adornar el mensaje
que Dios les ha dado. Generalmente, esto no hace mucho daño.
Sin embargo, hay otros que usan los dones en la carne y con
malas intenciones, deseando dar a otros la impresión de que
son muy espirituales. Convirtiéndose éste en un asunto de orgullo
para ellos. Esto es muy serio. Sin embargo, no debemos juzgar
los dones por quien los recibe y los usa, sino por Aquel que los
da: el Espíritu Santo. Si recuerda esta verdad, usted se ahorrará
mucha frustración y confusión.
Los dones del Espíritu Santo son regalos personales para Sus
hijos. Ellos producen un carácter piadoso en aquellos que los
usan con los motivos correctos. Aunque seamos imperfectos
en muchas áreas de nuestra vida, aún podemos recibir los dones
del Espíritu Santo, y a medida que los usamos nuestro carácter
va siendo transformado de gloria en gloria.
La Palabra de Dios dice: “Y el que saciare, él también
será saciado” (Pr. 11:25). A medida que comenzamos a
movernos en los dones del Espíritu y damos a otros, vamos
a recibir más de Su Espíritu. ¡Recibimos bendición cuando
damos bendición a otros!
142
El Espíritu Santo
Por ejemplo, cuando oramos por los enfermos y ellos son
sanados, esto nos hace sentir aun mejor, aunque estemos
perfectamente sanos. Cuando profetizamos, obtenemos una
mayor comprensión de los caminos de Dios. Nos sentimos
bien en nuestro corazón después de haber dado una profecía.
Aunque la profecía hubiese sido para la iglesia y no haya
tenido una aplicación real para nuestra vida, aun así, nos
sentimos muy refrescados en nuestro espíritu. Por el mismo
motivo, aquellos que operan en la palabra de sabiduría
realmente se convierten en recipientes de la sabiduría de
Dios, volviéndose personas sabias.
Todos los que van a ser usados efectivamente en el área de
los dones espirituales deben comprender que la sabiduría
es el factor implícito en todas las manifestaciones del Espíritu
Santo. ¡La sabiduría debe gobernar el poder y la operación
de los dones espirituales! El Salmo 104:24 dice: “tus
obras… hiciste todas ellas con sabiduría”. Por esto, el
poder debe estar sujeto a la sabiduría y operar solamente
bajo la dirección de la sabiduría.
Por ejemplo, es verdad que la creación de los cielos y la
tierra fue una manifestación del maravilloso poder de Dios.
Sin embargo, este poder fue originado en la sabiduría (vea
Jer. 51:15). Fue la sabiduría la que puso todo en orden.
¿Puede ver cómo el poder debe ser usado solamente en
unión con la sabiduría?
El Espíritu Santo
143
Considere por un momento el tremendo poder de la dinamita.
Una sola candela de dinamita es muy poderosa. Sin embargo,
a menos que sea usada sabiamente, puede causar gran
destrucción y daño. De la misma manera, si el poder de Dios y
los dones del Espíritu Santo no son usados con sabiduría, ellos
pueden destruir en lugar de edificar y construir.
El poder que tiene Dios para sanar es gobernado por la
sabiduría. Existe un momento específico para que las personas
sean sanadas. Todo lo que Dios se propuso lograr en la vida de
alguien, a través de la tribulación, debe ser completado primero.
En el caso de Lázaro, el propósito de Cristo era que él muriera,
para que a través de su muerte y resurrección, él pudiera traer
aún mayor gloria a Dios. Si Jesús no hubiera estado de acuerdo
con el Espíritu y con su Padre, Él pudo haber alterado el plan
de Dios para Lázaro.
Los dones del Espíritu Santo deben estar acompañados por
la sabiduría y la sensibilidad al Espíritu Santo y a Su voluntad.
Solamente debemos usar los dones en el tiempo del Señor,
y no cuando nosotros queremos usarlos. Hay un tiempo para
hablar en lenguas, un tiempo para interpretarlas, un tiempo
para profetizar y un tiempo para sanar. También hay
momentos cuando no debemos usar los dones. Algo más
que debemos recordar, es que los dones nos han sido dados
para cumplir los propósitos de Dios y no los nuestros, y
para traerle a Él la gloria. La sabiduría nos capacita para
144
El Espíritu Santo
canalizar el poder en la dirección correcta y sólo usarlo para
los propósitos de Dios.
La necesidad de humildad es uno de los aspectos más
importantes que se debe enseñar acerca de los dones. Aun así,
el énfasis en la humildad es frecuentemente descuidado. Sin la
humildad de corazón y mente, un cristiano nunca va a
experimentar la plenitud del Espíritu Santo y nunca será usado
efectivamente, en mayor grado, en el ámbito de los dones
espirituales. Debemos ser lo suficientemente humildes para
aceptar los dones que el Señor escogió darnos y esperar los
demás dones con expectativa. También, se requiere de gran
humildad para usar esos dones sólo cuando el Señor nos dice
que lo hagamos y sólo para Su gloria.
Siempre debemos tener la humildad de corazón para preguntarle
al Señor, en cada situación, cuál es Su voluntad, porque la forma
en que Dios opera varía de una situación a otra. Tenga cuidado
de no limitar a Dios a una sola manera de operar. El profeta
Isaías tuvo la humildad de corazón de usar un racimo de higos
para sanar al rey Ezequías. Puesto que Isaías había sido usado
para hacer que el sol retrocediera diez grados, él pudo haber
razonado que no necesitaba higos para sanar al rey. Sin
embargo, él fue humilde y sabía de donde provenía su poder.
Debemos aceptar cualquier medio que Dios escoja para
sanarnos o para hablarnos. Este fue el problema en el corazón
de Naamán. Él quería que el profeta Eliseo lo sanara
El Espíritu Santo
145
milagrosamente. Por eso, se ofendió cuando Eliseo simplemente
le dijo que se fuera a lavar siete veces en el río Jordán para ser
limpiado de su lepra (vea 2 R. 5:8-14).
Si vamos a conocer la voluntad de Dios, debemos tener una
relación más íntima con el Señor y ser sensibles al Espíritu.
La clave para la vida del Señor Jesús se nos es dada en
Isaías 50:4: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios,
para saber hablar palabras al cansado; despertará
mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga
como los sabios”. Los dones espirituales progresan y
maduran en nuestra vida a medida que nos acercamos al
Señor, pues es en el lugar secreto del Altísimo donde nuestros
oídos son abiertos para oír la carga que el Espíritu tiene por
la Iglesia y el mensaje que tiene para ella.
Necesitamos pasar tiempo esperando silenciosamente en la
presencia del Señor. Necesitamos convertirnos en buenos
oyentes. A menudo no podemos escuchar cuando el Señor
nos habla, pues nosotros somos los que hablamos sin parar.
Esperar en el Señor significa esperar en absoluto silencio ante
un monarca.
Recuerdo que siendo un niño fui con mi padre a ver al rey
Jorge VI de Inglaterra. Mi padre tenía una audiencia privada
con el rey y antes de que nos llevaran a verlo, se nos dijo que
no habláramos cuando él entrara al salón, sino que esperáramos
146
El Espíritu Santo
hasta que él nos hablara a nosotros. Este es un aspecto vital de
la vida diaria de oración de todo cristiano. Debemos pasar
tiempo en la presencia del Rey de reyes esperando
silenciosamente, con oído atento, para oír cuando Él nos habla.
En realidad, es la unción la que desarrolla los dones espirituales.
Por esta razón, éstos operan a través de la vida de alguien que
ha sido ungido, como resultado de la virtud de pasar tiempo
con el Ungido: el Señor Jesucristo. Si estamos callados y en
reposo en nuestro espíritu y buscamos al Señor diariamente,
vamos a tener el cielo abierto y los dones van a operar
libremente en nuestra vida. Vamos a estar en sintonía con el
Espíritu y seremos capaces de manifestar los dones, los cuales
traerán edificación al cuerpo de Cristo y nos darán una palabra
en el tiempo justo para aquellos que están cansados.
Otro factor importante con respecto a los dones del Espíritu Santo
es que el creyente tenga el deseo de recibirlos. Pablo nos exhorta
en 1 Corintios 12:31, 14:1: “procurad, pues, los dones
mejores” y a “procurad los dones espirituales”. Para recibir
los dones espirituales, debe haber un inmenso deseo en nuestro
corazón por ellos y debemos estar orando activamente para
recibirlos. Dios no da los dones espirituales al creyente pasivo
que está satisfecho y que no busca algo nuevo de parte del Señor.
Todos los dones operan por fe. Debido a esto, frecuentemente
tememos probar algo nuevo para ejercitar los dones. Tenemos
El Espíritu Santo
147
temor de cometer un error y nos preocupamos acerca de lo
que la gente va a pensar y decir de nosotros. El temor del hombre
es una trampa. Nuestro único deseo debe ser tener la
aprobación de Dios en nuestra vida y de funcionar en los dones
que Él ha escogido para nosotros.
¡No puede existir fe, donde hay temor! El temor y la timidez
que atormentaban a Timoteo, el amado hijo espiritual de Pablo,
también pueden estorbar el fluir de los dones en nuestras vidas.
Es esencial que le pidamos al Señor que nos libre de las ataduras
del temor para que la fe active los dones y permita que ellos
operen en nuestra vida.
Un principio inmutable de la Palabra de Dios es éste: “Porque
al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene,
aun lo que tiene le será quitado” (Mt. 25:29). Estas son las
palabras que Jesús usó en la parábola de los talentos. En la
parábola hubo siervos que usaron bien lo que su señor les había
dado y por esto fueron recompensados con más. Sin embargo,
también hubo un siervo que no usó lo que el señor le había
dado porque tuvo miedo. El enterró su talento, y como resultado,
el Señor se lo quitó.
A medida que usamos los dones espirituales que el Señor nos
ha dado, él nos dará más. Por otra parte, si no usamos los
dones y permitimos que se adormezcan, Dios nos los quitará.
¡Así de serio es esto! A Timoteo le fue dicho: “te aconsejo
148
El Espíritu Santo
que avives el fuego del don de Dios”, el cual le había sido
dado a través de la imposición de manos (2 Ti. 1:6).
Uno de los principales objetivos de este libro es el de
estimularnos para que comencemos a fluir de nuevo en los dones
espirituales. No es mi intención dar solamente un estudio
académico de los dones del Espíritu Santo. Mi deseo es que
cada uno de nosotros comencemos, nuevamente, a buscar al
Señor para recibir los dones espirituales. Debemos ser honestos
con nosotros mismos y hacernos esta pregunta de importancia
eterna: ¿Por qué no estoy ejerciendo los dones espirituales y
por qué no fluyo en el uso de estos dones?
Nosotros somos responsables ante el Señor por no ejercer los
dones del Espíritu, igual que el hombre en el capítulo 25 de
Mateo fue responsable por no usar su talento. ¿Qué vamos a
hacer con lo que Dios nos ha dado? ¡Que el Señor permita que
todos tengamos libertad en el uso de los dones, para así traer
mucho fruto para Su gloria y honor!
Los dones operan en una atmósfera de adoración. Muy a
menudo, hay ausencia de dones espirituales en las iglesias
pentecostales que no adoran en el Espíritu y en lenguas. Ellos
cantan lindos cantos que tienen buenas palabras y bonitas
melodías, pero nunca entran en adoración. No dedican tiempo
para adorar al Señor en el Espíritu. Esto limita el mover del
Espíritu en sus congregaciones. La verdadera adoración prepara
El Espíritu Santo
149
el camino para que los dones del Espíritu operen. Esto mismo
es verdad para nuestra vida personal. A medida que adoramos
al Señor y esperamos en Él durante el día, los dones van a
operar más a menudo a través de nosotros. Debemos hablar
en lenguas todos los días. De otra manera, vamos a experimentar
una sequía espiritual.
Además de esto, la música ungida desata el mover de los dones
espirituales. En 1 Samuel 10:5b-6, el profeta Samuel dijo a
Saúl: “y cuando entres allá en la ciudad encontrarás una
compañía de profetas que descienden del lugar alto, y
delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos
profetizando. Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre
ti con poder, y profetizarás con ellos…”
Esta compañía de profetas llevaba instrumentos musicales
con ellos y mientras tocaban delante del Señor, el Espíritu
de Dios se movía y el espíritu de profecía fluía. En 2 Reyes
3:15-16, mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino
sobre Eliseo y él comenzó a profetizar. 1 Crónicas 25:1-7
habla de varios hombres de Dios que fueron apartados para
que “profetizasen con arpas, salterios y címbalos”. La música
ungida y la adoración desatan los dones espirituales y traen
libertad en el Espíritu.
En conclusión, repasemos algunos de los puntos principales
con respecto a la operación de los dones espirituales.
150
El Espíritu Santo
Ocho cosas de las que dependen los dones
espirituales
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
La sabiduría.
La humildad.
La sensibilidad al Espíritu.
La comunión con el Señor.
El deseo.
La fe.
La práctica.
Una atmósfera y vida de adoración.
El apóstol Pablo concluye su enseñanza sobre los dones
espirituales en 1 Corintios 14:40, diciendo: “Pero hágase todo
decentemente y con orden”. Este principio gobierna el uso de
todos los dones. Lamentablemente, uno de los principales
inconvenientes del movimiento pentecostal ha sido que muchos
creyentes carismáticos no hacen las cosas decentemente y en
orden. Esto ha provocado que muchos creyentes evangélicos
se desanimen de entrar en la experiencia pentecostal.
Por ejemplo, bajo circunstancias normales, estaría fuera de
orden que una persona se levante y comience a profetizar a
toda voz, mientras el pastor predica. Esto interrumpiría
totalmente el fluir del Espíritu. En un servicio, debemos funcionar
en los dones cuando haya un tiempo específicamente destinado
para ello. Siempre debemos esperar por el tiempo apropiado
El Espíritu Santo
151
para compartir lo que Dios nos ha hablado. Pablo claramente
establece que todo debe hacerse decentemente y en orden.
A. LA PALABRA DE SABIDURÍA
El primer don del Espíritu Santo es la palabra de sabiduría. Así
como la sabiduría es el asunto principal (Pr. 4:7), así también la
palabra de sabiduría es una de las mayores manifestaciones del
Espíritu Santo.
Debido a que en la tercera parte ya hemos estudiado
detalladamente la sabiduría, bajo el título de Espíritu de Sabiduría,
en esta sección no nos demoraremos más en este tema. Sólo
me gustaría decir que la sabiduría puede ser definida como “la
aplicación correcta del conocimiento”. El conocimiento por sí
solo no es suficiente. Usted puede conocer cierto hecho, pero
no saber qué solución darle o qué hacer acerca de ello. La
palabra de conocimiento revela el hecho, pero otra cosa es
saber qué hacer con ese conocimiento. Por esto, la sabiduría
es la habilidad de saber qué hacer en cualquier situación que se
presente. La palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento,
a menudo operan juntas.
En su primera epístola a los Corintios, Pablo nos exhorta a que
no nos conformemos con tener un solo don del Espíritu. Muy a
menudo, varios dones espirituales deben fluir unidos para poder
resolver un problema. Por ejemplo, una persona que tiene el
152
El Espíritu Santo
don de discernimiento de espíritus, discierne la presencia de un
espíritu maligno en cierta persona. La palabra de conocimiento
puede revelar la razón por la cual ese espíritu gobierna o posee
a ese individuo. Sin embargo, aun con estos dos dones en
operación, todavía necesitamos algo más. Necesitamos la
palabra de sabiduría para saber cómo tratar la situación y para
encontrar la clave para romper y liberar. ¡Este es el valor
incalculable de la palabra de sabiduría! Nos da las claves para
las situaciones, decisiones, y las vidas de las personas.
Debe comprenderse claramente que la palabra de sabiduría
difiere del Espíritu de sabiduría. La palabra de sabiduría es dada
para circunstancias o situaciones específicas. En contraste, el
Espíritu de sabiduría es una unción continua y permanente. El
Espíritu de sabiduría no opera únicamente cuando hay necesidad,
como lo hace la palabra de sabiduría. La palabra de sabiduría
normalmente es para el beneficio de la iglesia o de un individuo,
mientras que el Espíritu de sabiduría es el factor que gobierna
la vida de una persona.
La forma en que viene la palabra de sabiduría puede variar
drásticamente de persona a persona y de situación a
situación. Podemos recibir una palabra de sabiduría a través
de una profecía, del mover del Espíritu Santo, una visión o
un sueño. También, puede venir por medio de la visitación
de un ángel, como sucedió con Pablo en cierta ocasión
(vea Hch. 27:23-24). Por tanto, seamos sensibles y abiertos
El Espíritu Santo
153
a escuchar del Señor en la forma que Él elija, pues la palabra
de sabiduría puede ser manifestada de distintas maneras.
La vida de Pablo fue una cadena de manifestaciones de los
dones del Espíritu. Una excelente ilustración de esto ocurrió
cuando Pablo iba camino a Roma para ser juzgado por Nerón.
Estando a bordo del barco vino una terrible tormenta y Pablo
recibió palabra de sabiduría. Él les dijo al centurión y a los
soldados en Hechos 27:31: “Si éstos [la tripulación y los
marineros] no permanecen en la nave, vosotros no podéis
salvaros”. Ellos estaban en un verdadero apuro y consideraban
sus opciones. La tripulación trataba de abandonar la nave, pero
Pablo les dio una palabra de sabiduría del Señor y les dijo lo
que debían hacer para ser preservados. Les advirtió que a menos
que la tripulación del barco permaneciera a bordo, el resto de
los pasajeros no sobrevivirían. Así, esta palabra de sabiduría
ayudó a todos los pasajeros.
Pablo ciertamente sabía lo que significaba vivir una vida llena
del Espíritu. Un lector minucioso notaría que Pablo recibió,
en diferentes oportunidades durante su viaje a Roma,
palabras de sabiduría y de conocimiento. Por ejemplo, Pablo
profetizó acerca del desastre venidero en Hechos 27:10:
“Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio
y mucha pérdida, no sólo de cargamento y de la nave,
sino también de nuestras personas”. Pablo sólo pudo
saber esto por una palabra de sabiduría.
154
El Espíritu Santo
El propósito y función primordial de la palabra de sabiduría es
dar guía y dirección a un grupo de creyentes o a un individuo.
Es dada para que la Iglesia pueda saber qué hacer en cada
situación a la que se enfrente. Hace muchos años, mi esposa y
yo éramos directores de una escuela bíblica en Suiza. En cierto
momento, tuvimos que tomar una decisión muy importante, que
determinaría el futuro de la escuela bíblica y simplemente no
sabíamos qué hacer. Desesperados, convocamos un día de
oración y ayuno. Los estudiantes y el cuerpo docente se unieron
con nosotros para orar pidiendo la respuesta para esta decisión,
pero no les dimos todos los detalles de la situación.
Entonces, el Señor reveló, a través de una de las estudiantes, la
dirección que debíamos tomar, hasta en el más mínimo detalle.
Sabíamos que era el Señor quien estaba hablando, pues sólo
Él podía haberle revelado a ella todos los detalles de nuestro
dilema. La estudiante recibió una visión del Señor, que nos
mostró exactamente lo que debíamos hacer. Ésta era la palabra
de sabiduría operando, dándonos el sentido de dirección. Antes
de la reunión de oración, conocíamos todos los hechos, pero
no sabíamos qué hacer. Sin embargo, la palabra de sabiduría
nos capacitó para ordenar los hechos en la forma correcta e ir
en la dirección que el Señor deseaba. La palabra de sabiduría
permite que sepamos qué hacer en determinada situación.
Debemos vivir por medio de la palabra de sabiduría y
escuchando al Señor en todas las encrucijadas de nuestra vida.
El Espíritu Santo
155
Aquellos que solamente viven por principios,
inevitablemente perderán al Señor en algún punto de su vida.
La razón de esto, es que a menudo Dios requiere que
vayamos en contra de la sabiduría y la lógica humana. David
no se confió en principios o en reglas. Él siempre buscó al
Señor antes de salir a batallar contra los Filisteos y el plan
de batalla del Señor fue diferente cada vez.
Cristo no sanó a todo enfermo de la misma manera y debemos
comprender que no hay una sola forma de sanar a las personas.
Esto se aplica virtualmente a toda área de la vida cristiana.
Muchos cristianos se vuelven legalistas y esclavos de rutinas y
principios. Al hacerlo, no permiten que el Espíritu Santo opere
en sus vidas de una manera nueva y fresca. Debemos estar
dispuestos a escuchar cuál es la voluntad de Dios y cuál es la
dirección que Él quiere que tomemos. Así, vemos la importancia
de la palabra de sabiduría para nuestra vida personal, como
también para la Iglesia.
B. LA PALABRA DE CIENCIA
(CONOCIMIENTO)
La palabra de conocimiento nos puede revelar el pasado,
presente o futuro: un evento que sucedió en el pasado, un evento
que está sucediendo ahora o algo que pasará en el futuro. Este
don es indispensable en el cuerpo de Cristo de hoy; pues cuando
está en operación, disipa toda confusión e indecisión, lo hace
156
El Espíritu Santo
todo muy claro. La palabra de conocimiento señala el problema
o la necesidad con exactitud.
Me gustaría ilustrar este don contándoles una anécdota de
cuando yo era joven. El Espíritu de Dios se estaba moviendo
en una forma muy especial en cierta iglesia pentecostal a la que
yo asistía, cerca de Londres. Recuerdo un domingo en particular
cuando el Señor me permitió dar una profecía durante la
alabanza. Más tarde ese mismo día, mientras volvía en mi bicicleta
al servicio vespertino de la iglesia, tuve una visión de una de las
damas de la iglesia preparando la cena.
Mientras ella ponía los cuchillos y tenedores sobre la mesa del
comedor, ella le decía al Señor: “Si la profecía dada por el
joven esta mañana era para mí, por favor haz que me lo
confirme”. Así supe que el mensaje que debía darle a ella esa
noche era: “Sí hermana, la profecía de esta mañana era para
usted”. Sin embargo, debido a lo que sucedió, no tuve que
decirle ni una sola palabra. Esa noche, durante el tiempo de
alabanza, mientras todos estábamos adorando al Señor, me
sentí guiado a abrir mis ojos. Cuando lo hice, noté que esa
señora en particular me estaba mirando fijamente. Entonces,
volví mi vista en su dirección, e incliné mi cabeza en forma
afirmativa. Ese gesto fue lo único que ella necesitó para saber
que la profecía era para ella. Entonces se sonrió conmigo y
volvió su rostro. Dios me dio una palabra de conocimiento en
forma de una visión.
El Espíritu Santo
157
La palabra de conocimiento puede operar en diferentes
situaciones. He visto que también opera en el área de juicio.
Cierto anciano de una iglesia se oponía constantemente al
pastor, y Dios estaba muy molesto con él. Tuve una visión y en
ella vi que este anciano moriría. Él y su esposa se mudarían a
otra casa, pero durante el proceso de la mudanza, él enfermaría
y sería llevado al hospital. Vi que su esposa se mudaba a la
nueva casa, pero que él moría en el hospital. El Señor, incluso,
me mostró la hora aproximada de su muerte. Para desdicha de
este anciano, todo sucedió exactamente como lo vi en la visión,
y él murió. Esto, por supuesto, fue una palabra de conocimiento
relacionada con un suceso futuro.
En ciertas circunstancias, la palabra de conocimiento es usada
para dar dirección. Recuerdo una situación que ilustra esta
verdad con exactitud. Cierta dama, que estaba de visita en cierta
iglesia por primera vez, recibió una visión durante el servicio.
Lo que ella compartió fue una palabra de conocimiento
impresionante. Ella vio un piano en la sala de una casa, y la
impresión que recibió del Señor fue que ese piano debía ser
donado a la iglesia.
Este era el único servicio al que había asistido y no conocía
ninguna de las circunstancias por las que atravesaba la iglesia.
Sin embargo, a través de la palabra de conocimiento le confirmó
a cierto miembro de la iglesia que debía donar el piano. En
realidad, el hombre ya había hablado con el pastor acerca de
158
El Espíritu Santo
dar el piano, pero él no estaba seguro si debía hacerlo o no.
Esta palabra de conocimiento fue la confirmación de la
voluntad de Dios y le dio la guía que resultó en una bendición
para la iglesia.
La palabra de conocimiento revela una pequeña parte del infinito
conocimiento de Dios. No incluye todo. También, existe una
diferencia entre la palabra de conocimiento y el Espíritu de
conocimiento. El Espíritu de conocimiento es una unción que
desata un continuo e incesante fluir del conocimiento de Dios,
como en el caso de Salomón, quien a través del Espíritu de
conocimiento y sabiduría, fue capaz de contestar todas las
preguntas de la reina de Sabá (1 R. 10:3). La palabra de
conocimiento no funciona así, funciona esporádicamente. Esta
va a revelarle cierto dato y luego dejará de operar hasta que
Dios quiera revelarle algo más. Requiere de una manifestación
definitiva del Espíritu de Dios cada vez. Algunas veces usted
recibirá una revelación y algunas veces no.
En Hechos capítulo 21, podemos ver una aplicación personal
de la palabra de conocimiento. Al viajar hacia Jerusalén, Pablo
se detuvo por varios días en Cesarea. Mientras estaba allí, cierto
profeta llamado Agabo vino de Judea. Tomó el cinto de Pablo
y atándose sus propias manos y pies, dijo: “Esto dice el
Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón
de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los
gentiles” (Hch. 21:11). Esta fue una palabra de advertencia
El Espíritu Santo
159
para Pablo; si él iba a Jerusalén, sería apresado por los
judíos. En realidad fue una palabra de conocimiento dada
en forma de profecía.
La palabra de conocimiento puede tener una aplicación personal
o nacional. En Hechos 11:27-30, Agabo, el profeta, dio a
entender por el Espíritu que vendría una gran hambre sobre
toda la tierra. De esta manera, la palabra de conocimiento puede
revelar los destinos de los individuos y de las naciones. Aún
más importante, la palabra de conocimiento también puede
revelar las cosas que han de suceder en la Iglesia.
Algo que debemos recordar siempre con respecto a la palabra
de conocimiento, es que usted necesitará saber de parte de
Dios si debe o no compartirla con otros. Sólo porque usted
recibe una palabra del Señor no significa necesariamente que
Él desee que la declare. Hay momentos en los que la palabra
de conocimiento debe ser declarada y hay ocasiones cuando
no debe ser compartida con los demás. Permítame explicarle
mi punto de vista.
Hace muchos años, cuando mi esposa y yo vivíamos en Suiza,
tuve una visión acerca de cierta persona en ese país. Sin
embargo, no compartí con él lo que había visto. Ocho años
después, estando sentado en la plataforma de una iglesia en
Los Angeles meditando en el Señor y orando, tuve exactamente
la misma visión que había visto ocho años atrás en Suiza.
160
El Espíritu Santo
Cuando subí al púlpito a predicar, pregunté si esa persona estaba
en el auditorio. Como era de esperarse, él estaba presente.
Esa vez, tampoco compartí la visión con él ni con otros. Había
una razón por la cual no lo hice. El Señor me reveló en esta
visión lo que esta persona iba a hacer. Hay momentos en los
que es dañino decir a las personas cosas acerca de su futuro y
yo sabía por el Espíritu, que ese era uno de esos momentos.
La palabra de conocimiento es potencialmente muy peligrosa,
por eso debemos ser muy cuidadosos cuando este don opera
en nosotros. Si el Señor nos revela el pasado de alguien con
algún propósito, jamás debemos revelarlo, excepto bajo
circunstancias muy especiales. Talvez el Señor nos muestra cierto
pecado que una vez esclavizó a esa persona. Si él o ella se ha
arrepentido, entonces no debemos volver a tocar el tema.
También, Dios nos puede mostrar heridas y malos recuerdos
de su niñez que causan que hagan las cosas que hacen. Sin
embargo, a menos que Dios realmente nos diga que debemos
compartirlo, debemos guardar silencio. El comprender el pasado
de una persona puede ser extremadamente útil al aconsejarle y
orar por sus necesidades, sin embargo, debemos ser sensibles
al Espíritu en esos casos.
Algunas veces la palabra de conocimiento nos revela que cierta
persona intentará hacernos algo. Conocer sus motivos e
intenciones nos va a preservar de indecible tristeza y peligro.
En cierta iglesia, hace muchos años, hubo un hombre que siempre
El Espíritu Santo
161
fue muy bueno conmigo. Debido a su amabilidad, comencé a
confiar plenamente en él. Pues bien, una noche el Señor me dio
una visión acerca de este hombre. En esa visión, el Señor me
habló y me dijo que este hombre estaba siendo amigable
conmigo pues tramaba mi destrucción en un asunto en particular.
Yo le dije al Señor: “No me gusta pensar mal de otros. Quiero
creer que todos son rectos. Si este hombre realmente está
planeando mi caída, por favor pruébamelo”. Entonces el Señor
me mostró un teléfono.
Al poco tiempo, este hombre me llamó y mientras hablábamos,
volví a tener la misma visión. Por el sendero en que él deseaba
que yo caminara, vi una inmensa trampa para animales.
Bondadosamente, el Espíritu me mostró que podía caminar por
un costado de la trampa y continuar mi camino sin ser dañado.
Pero yo también entendí por el Espíritu de Dios que si yo
caminaba por esa trampa, dañaría permanentemente mi caminata
con el Señor. Dios habló a mi corazón: “Dile que ‘no’. Tú no
puedes caminar por ese sendero”. En este caso, también evité
declarar lo que había visto, pues sabía que él había preparado
una trampa para mí.
Al mostrarme los motivos y planes de este hombre, la palabra
de conocimiento me libró de tomar una decisión errónea.
Obviamente, no podía declarar esta visión pues todas las
personas alrededor de él pensaban que era un santo, como yo
mismo pensaba antes que el Señor me mostrara lo contrario.
162
El Espíritu Santo
¿Se dan cuenta cuán extremadamente cuidadosos debemos ser
de no compartir ciertas cosas con otros? Jesús siempre supo
quien era Judas, pero Él no se le dijo a nadie. Hasta sus
apóstoles, quienes estaban más cerca de Él, no pudieron detectar
ningún mal trato por parte de Jesús hacia Judas, lo que hubiera
ocasionado que sospecharan que él era el traidor. Jesús lo trató
igual como trataba a los otros once. Incluso, le dio la posición
de tesorero. Por esto, siempre ore, antes de compartir con
otros lo que el Señor le ha revelado a usted.
En algunas ocasiones Dios nos muestra algo acerca de una
persona que no queremos creer que sea verdad, así como yo
no quería pensar mal del hombre que mencioné antes. Por esta
razón, Dios crea circunstancias que nos muestran algo en lo
natural para confirmar lo que Él nos a dicho acerca de esa
persona. El Señor, incluso, aviva versículos de la Biblia que nos
hacen ver que ellos no son rectos. La razón por la cual Dios
hace todo esto, es porque Él desea que estemos seguros en
nuestro corazón cuando nos habla acerca de algo. Asimismo,
cuando el Señor dice algo muy bueno acerca de alguien, lo
confirmará de la misma manera.
Otra verdad concerniente a la palabra de conocimiento es el
hecho de que una revelación puede ser cien por ciento correcta,
y aun así no suceder. Puede haber condiciones para que se
cumpla la palabra de conocimiento. En ocasiones, la palabra
de conocimiento puede revelar que cierta cosa va a suceder y
El Espíritu Santo
163
sucede. En otras ocasiones, puede haber una condición que
esté entretejida en la palabra de conocimiento, que debe ser
cumplida para que ésta se lleve a cabo.
Por ejemplo, una palabra de conocimiento podría revelar que
si una persona continúa caminando en el sendero por el que va,
se enfrentará con ciertas consecuencias. Sin embargo, si esa
persona se arrepiente de lo que está haciendo, la palabra de
conocimiento obviamente no va a cumplirse. Esto no quiere
decir que la palabra de conocimiento fuera incorrecta o falsa.
Simplemente significa que la persona ha cambiado su curso y
por esto ha evitado la catástrofe. Esto también se aplica a una
palabra de conocimiento de bendición. Si una persona se aleja
del camino de Dios no va a recibir la bendición.
Debido a la seriedad de la palabra de conocimiento, la actitud
de la persona que usa este don es muy importante. Jeremías
dijo: “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes
de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la
hija de mi pueblo!” (Jer.9:1). Cuando recibimos una verdadera
palabra de conocimiento del Señor, podemos sentir cómo se
siente Dios en esa situación. Frecuentemente nos invade el llanto
y la tristeza de corazón cuando Dios nos revela el pecado en la
vida de individuos o naciones.
No debemos condenar o criticar a otros en nuestro corazón
cuando el Señor nos da una palabra de conocimiento. El Señor
164
El Espíritu Santo
no nos revela cosas para que digamos: “Siempre supe que esta
persona iba a fallar y que no era nada buena”. La palabra de
conocimiento opera en la vida de los creyentes compasivos
que no tienen aquella actitud de “te lo dije”.
Pablo dijo en Filipenses 3:18-19: “Porque por ahí andan
muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo
digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin
de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya
gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”.
Pablo fue honesto acerca de los problemas que había en la
vida de estas personas, pero él lloraba por ellos. Cuando el
Señor nos da una palabra de conocimiento y nosotros tenemos
que declararla, debemos estar libres de toda crítica en nuestro
corazón. Debemos hablar la verdad en amor.
Yo creo con todo mi corazón, que Dios desea que tengamos
dones espirituales, particularmente la palabra de conocimiento.
La palabra de conocimiento es muy importante. Sin embargo,
la razón por la que Dios no permite que ésta opere libremente
en muchas personas es por las actitudes de crítica y dureza.
Amós 3:7 revela el corazón de Dios: “Porque no hará nada
Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los
profetas”. Dios quiere compartir Sus secretos con nosotros y
permitirnos saber lo que hará antes de que suceda. Sin embargo,
el problema reside en que hay muy pocos hombres y mujeres a
165
El Espíritu Santo
quienes Él puede confiar Sus secretos y Su conocimiento.
Dios no da la palabra de conocimiento a aquellos que critican
a otros, pues Él no es un Dios de crítica. El Señor no revela
cosas a aquellos que no pueden guardar Sus secretos. Si Dios
nos dice algo que debemos mantener en secreto y lo
compartimos con otros, puede ser que no llegue a cumplirse.
El secreto de una iglesia fuerte es fluir de la palabra de
conocimiento en la vida de los líderes, especialmente en la del
pastor. El Señor usa este don para revelarle al pastor lo que
está sucediendo en su congregación. Dios, en Su gracia, nos
ha mostrado a mi esposa y a mí muchas cosas que las personas
hacían en las diferentes iglesias que hemos pastoreado a través
de los años y este conocimiento nos ha librado de tomar
decisiones equivocadas. Sin embargo, Dios no le mostrará
cosas a un pastor que habla mal de las personas, pues su
lengua destruiría a la iglesia y dispersaría a las ovejas. En
resumen, hay dos cosas básicas que debemos hacer para tener
un libre fluir de la palabra de conocimiento. Debemos limpiar
nuestro corazón de toda crítica y condenación, y debemos
ser capaces de guardar los secretos de Dios.
C. EL DON DE FE
El don de fe es diferente del fruto de la fe. El fruto de fe es
necesario para la salvación y para el desarrollo del carácter. El
don de fe es la acción de impartir la fe de Dios para cumplir
Sus propósitos en una situación o circunstancia específica.
166
El Espíritu Santo
Debemos darnos cuenta de que el don de fe no lo abarca todo.
No podemos usar este don divino cuando nos plazca. Por
ejemplo, por la operación del don de fe en respuesta a la palabra
del Señor, podemos ordenar a los cielos que no lluevan y no
llovería. Sin embargo, inmediatamente después podríamos
ordenarle a nuestro carro que arrancara y no lo haría. El don
de fe es dado para una demostración específica del poder de
Dios. Para cada manifestación de este don, es necesario recibir
una nueva impartición de la fe de Dios y este don sólo funciona
de acuerdo a la voluntad de Dios.
El don de fe también opera junto con otros fenómenos y dones
del Espíritu Santo, especialmente los dones de sanidad y el de
hacer milagros. Sin embargo, el don de fe es mucho más
poderoso que los milagros. Tiene un alcance más amplio y un
poder mayor en comparación con los milagros, pues la fe es el
fundamento de los milagros. Se manifiesta de muchas maneras.
Este don funciona básicamente en el área de lo sobrenatural y
lo milagroso. Nos da el poder para hacer cosas que no
podríamos hacer con nuestra fuerza humana. Nos es impartido
para hacer lo imposible en momentos de gran crisis y cuando
hay obstáculos infranqueables. El don de fe puede ser llamado
la “fe en acción”. Con fe, ¡todas las cosas son posibles! No
hay límite para lo que la fe puede hacer.
El don de fe opera en cualquier aspecto de los diferentes
nombres del Señor. Por ejemplo, uno de los nombres del Señor
El Espíritu Santo
167
es Jehová Jireh, que significa “el Señor es tu proveedor”.
Por esto, el don de fe funciona en el área de la provisión.
Para ilustrar esto, les contaré un pequeño incidente que nos
pasó a mi esposa y a mí hace muchos años. No teníamos
víveres o combustible para la calefacción y estábamos en
pleno invierno. El Señor le dijo a mi esposa: “Voy a proveer
alimento para ustedes”. Ella le creyó al Señor y en fe lo
declaró. Esa fe en su corazón produjo la comida. Tres días
después, una señora llegó a nuestra casa y llevó abundantes
manjares que jamás hubiéramos comprado para nosotros.
Además nos dio suficiente dinero para comprar combustible
para la calefacción.
El don de fe también es manifestado a través de otro nombre
del Señor. Jehová-Rafa, que significa “el Señor es tu sanador”.
Como dijimos antes, el don de fe puede operar en unión con
otros dones del Señor, tales como el don de sanidad. En Hechos
capítulo tres, mientras Pedro y Juan iban al templo, ellos fueron
confrontados por un hombre que desesperadamente necesitaba
ser sanado. Él era cojo de nacimiento. Ungido por el poder del
Espíritu Santo, Pedro lo tomó de la mano, diciéndole que se
levantara y caminara. Fue sanado instantáneamente y entró al
templo caminando, saltando y alabando al Señor. En Hechos
3:16, Pedro da la razón por la cual este cojo fue sanado: “Y
por la fe en su nombre [en Cristo], a éste, que vosotros
veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es
por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia
168
El Espíritu Santo
de todos vosotros”. Vemos así, que fue a través del ejercicio
del don de fe que este hombre fue sanado.
Este tipo de fe está relacionado íntimamente con el mover de
montañas naturales y espirituales. Estas montañas representan
algo que se nos está oponiendo y estorbando para poder cumplir
con la voluntad de Dios. Cristo declaró en Mateo 17:20: “que
si tuvieres fe como un grano de mostaza, diréis a este monte:
Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.
Cuando hay circunstancias o personas que se nos oponen para
hacer la voluntad de Dios, el don de fe puede hacer que ellos
sean removidos y silenciados.
Zorobabel vivió durante la época de la Restauración. Muchos
que se oponían a la reconstrucción del templo, cuya
reedificación Dios había delegado a Zorobabel y a Josué.
Por esto, el Señor habló a Zorobabel, en Zacarías 4:6-7:
“No con ejércitos, ni con fuerza, sino con mi Espíritu,
ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran
monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura;
él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia,
gracia a ella”. Los poderes demoníacos y los oficiales
gubernamentales que estaban estorbándole para poder
completar el templo, iban a ser removidos y esta enorme
montaña de oposición iba a ser reducida a llanura delante
de él, por el poder de Dios, a través de la fe.
El Espíritu Santo
169
Firmemente creo que no hay gobierno sobre la faz de la tierra
que pueda resistir el poder de la fe. Uno de los actos de la fe,
mencionados en Hebreos capítulo once, es que los héroes de
fe “conquistaron reinos” por fe (He. 11:33). La fe es tan
grande que puede forzar a que los gobiernos y países se rindan
a la voluntad de Dios. La fe incluso puede provocar la ascensión
o caída de gobiernos.
¡La verdadera fe trasciende las leyes naturales! No está sujeta
a los elementos de la naturaleza. La fe capacitó al Señor
Jesús para poder caminar sobre las aguas y desafiar las leyes
de gravedad. La fe es creativa. Donde no hay ojo, la fe crea
un nuevo ojo. A través de los años, mi esposa y yo vimos
milagros extraordinarios en distintas partes del mundo. Vimos
a personas, sin piernas, ser sanados instantáneamente por
el poder creador de la fe, incluso restaurando las partes
faltantes del cuerpo. La fe también puede ordenar que las
bocas de los leones se cierren, como hizo Daniel (He.11:33).
¡No hay fronteras o límites para la fe!
Durante el servicio de una iglesia, este don podría operar con
varios de los otros dones, de la manera siguiente. Una palabra
de conocimiento podría revelar que Dios desea sanar a todos
aquellos con cáncer, el don de fe desataría el don de sanidad
para sanar a todos los que tengan cáncer. La fe no puede ser
clasificada fácilmente, pues es muy diversa.
170
El Espíritu Santo
El reino de Dios consiste en poder (1 Co. 4:20). ¡Oh, cuán
desesperadamente necesitamos ver el poder de Dios
restaurado en la Iglesia de hoy! Jesús prometió que haríamos
mayores milagros que los que Él hizo durante su ministerio
terrenal. ¿Pero dónde están esos milagros prometidos?
Después de todo, no sólo queremos hablar del poder de
Dios y del mover del Espíritu Santo, queremos experimentar
ese poder. El don de fe es la clave para ver el cumplimiento
de estas promesas y el poder de Dios manifestado en la
tierra una vez más. Es la fe de Dios la que hará que el cojo
camine y el ciego vea. ¡La fe de Dios puede lograr en un
segundo, más de lo que todos los esfuerzos y buenas
intenciones humanas pueden hacer en toda una vida!
D. LOS DONES DE SANIDAD
Este don en particular es la unción de Dios para sanar todo
tipo de mal, dolencia y enfermedad que existe. En realidad,
este es un don plural: dones de sanidad. Es repartido y
dividido de acuerdo a las diferentes necesidades y
enfermedades del cuerpo humano. Por ejemplo, a muchos
ministros les ha sido dado el don de sanidad para sanar
cáncer; sin embargo, este don no sanaría problemas del
corazón. Otra manifestación distinta de los dones de sanidad
es sanar dolencias del corazón. Ciertos ministros tienen la
unción para sanar algunas enfermedades en particular, pero
no pueden sanar otras.
El Espíritu Santo
171
Debemos comprender que el Señor es muy específico cuando
dice que Él quiere sanarnos. En los Evangelios, hubo ocasiones
en las que el Señor Jesucristo sanó a todos los que estaban
presentes y otras en las cuales sólo sanó a algunos. Si queremos
oír a Dios hablar, la clave es tener una relación cercana con Él.
Por medio de la intimidad con Dios, sabremos qué enfermedades
desea Él sanar en cada situación que se nos presente.
Mi esposa y yo hemos experimentado esto personalmente en
diferentes países alrededor del mundo. Durante nuestra estadía
en Nueva Zelanda, teníamos un servicio cada noche de la
semana, porque el Espíritu de Dios se estaba moviendo de gran
manera en ese país. En esas reuniones, el Señor ponía en nuestro
corazón qué enfermedades específicas o qué parte del cuerpo
quería Él sanar cada noche.
Por ejemplo, una noche el Señor decía: “Quiero sanar a
todos los cojos que están aquí”. Entonces desde el púlpito
nosotros simplemente declarábamos esto: “Por favor, todos
los que son cojos, levanten la mano. Dios los va a sanar esta
noche”. Y como era de esperar, todos ellos eran sanados.
Otra noche, el Señor nos dijo que quería sanar otras
enfermedades. Lo importante de entender aquí, es que
debemos actuar de acuerdo a la voluntad de Dios. Nosotros
sólo podemos declarar que Dios va a sanar las enfermedades
que previamente Él nos ha dicho que sanará. Los dones de
sanidad son muy específicos.
172
El Espíritu Santo
Yo creo que las sanidades pueden ocurrir en una reunión aun
sin que los ministros impongan manos sobre las personas. Esto
también lo experimentamos en Nueva Zelanda. En las reuniones,
que usualmente excedían varios miles de personas, les decíamos:
“Por favor llame a la secretaria de la iglesia y déjenos saber si
ha sido sanado”. Bien, ¿me creerían que todas las semanas
recibíamos quejas de la secretaria? “No he podido hacer nada
esta semana porque todo lo que he hecho, es oír a una persona
tras otra dar su testimonio de sanidad”.
Debemos ser sensibles al Espíritu Santo y tener esa misma
relación diaria que Jesús tenía con el Padre. Cristo sabía
cuándo era la voluntad de Su Padre que todos fueran sanos
y cuándo Él quería sanar sólo a ciertas personas de entre la
multitud. Debemos conocer cuál es la voluntad del Señor en
un servicio y saber qué enfermedad desea sanar en una
reunión en particular.
¿Cómo podemos saber qué enfermedad desea Dios sanar?
Dios usa muchas señales para indicar a quién desea sanar.
Algunas veces usted verá el nombre de la enfermedad en una
imagen mental. Por ejemplo, usted puede ver la palabra “sordo”.
Después de que ha recibido su señal, usted declararía que Dios
quiere sanar a los sordos y a aquellos con problemas auditivos.
Otra posible señal es que sienta en su propio cuerpo la aflicción
que Dios desea sanar. En otras ocasiones, usted puede sentir
que el Señor desea sanar a todos los que están presentes.
El Espíritu Santo
173
La fe del que está orando y de quien está recibiendo oración es
esencial. La Escritura registra que hubo veces cuando el Señor
sanó a personas porque Él vio que tenían fe (Mt. 9:2). Otras
veces, Él no pudo obrar poderosamente por causa de su
incredulidad (Mc. 6:5-6).
Podemos ver muchos ejemplos de los dones de sanidad en
operación en los Hechos de los apóstoles. En Hechos 5:15-16
leemos: “tanto que sacaban a los enfermos a las calles, y
los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo
menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las
ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo
enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos
eran sanados”. La unción de los dones de sanidad en Pedro
era tan grande que él ni siquiera tocaba a las personas y éstas
eran sanadas. Muchos fueron sanados mientras Pedro caminaba
al lado de ellos.
Vemos en Hechos 8:7 que cuando Felipe dirigió un avivamiento
en la ciudad de Samaria, sanidades increíbles ocurrieron allí:
“Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían
éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos
eran sanados”.
Un factor importante de recordar, concerniente a los dones de
sanidad, es que hay un precio a pagar para obtener el poder
sanador de Dios y para retenerlo. A menudo, tendremos batallas
174
El Espíritu Santo
en nuestra propia vida. La razón de estas batallas es que
Dios quiere darnos el poder sobre ciertos espíritus y
enfermedades. Aun así, hasta que no poseamos el poder
sobre estos en nuestra propia vida, no podremos tener poder
sobre ellos en la vida de otros (vea Éx. 4:6-7). Usted puede
notar que aquellos que han tenido grandes ministerios de
sanidad frecuentemente han estado enfermos. Ellos han
pagado un precio por ese poder sobre la enfermedad.
Por ejemplo, Smith Wigglesworth tenía el poder de Dios como
muy pocos lo han tenido. Virtualmente, no había ninguna
enfermedad que no fuera sanada a través de su ministerio,
además de haber resucitado a muertos en numerosas ocasiones.
Sin embargo, por seis años, mientras veía una sanidad milagrosa
tras otra, él sufría en su propio cuerpo físico. Por varios años,
él tuvo terribles cálculos en sus riñones. No obstante, este
sufrimiento lo capacitó para poseer el poder que tenía. Si
experimentamos nuestro mensaje, tendremos la autoridad sobre
los espíritus de enfermedad. Creo con todo mi corazón en la
sanidad divina, pero a través de los años, mi esposa y yo
tuvimos que pasar por algunas pruebas muy dolorosas.
Cuando sufrimos, la compasión hacia otros es desarrollada en
nuestro corazón. La Escritura repetidamente nos dice que lo
que motivó al Señor Jesús a sanar a los necesitados fue la
compasión. Mateo 9:36 dice: “Y al ver [Jesús] las multitudes,
tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
El Espíritu Santo
175
dispersas como ovejas que no tienen pastor” (vea también
Mt. 14:14; 15:32; 20:34; Mc. 1:41). El don de sanidad florece
en la vida de aquellos que son compasivos.
La sanidad es una parte integral del mensaje del Evangelio. La
sanidad está en la redención y es para todo creyente. Isaías
53:5 y 1 Pedro 2:24 nos dice que por sus heridas fuimos sanados.
Cada hijo de Dios tiene el derecho de pedirle sanidad a su
Padre Celestial. Cuando estamos enfermos, debemos sumergir
nuestra mente en escrituras acerca de las sanidad divina.
Hay tres medios que el Espíritu Santo utiliza para sanar: la
Palabra de Dios, la oración de fe y los dones de sanidad. Sin
embargo, no debemos confundir estos tres medios el uno con
el otro. Todo creyente nacido de nuevo puede creerle a Dios
por la sanidad en el ámbito de la Palabra de Dios y por medio
de la oración de fe. Pero los dones de sanidad sólo operan en
la vida de un creyente que es bautizado en el Espíritu Santo.
Debemos darnos cuenta de que hay una diferencia entre estos
tres medios de sanidad. La Palabra de Dios ciertamente es una
vía de sanidad. El Salmo 107:20 establece: “Envió su palabra,
y los sanó”. La lectura y la predicación de la Palabra de Dios
pueden traer sanidad. Recuerdo cierta reunión en Alemania,
hace muchos años, en la cual un ministro preguntó: “¿Cuántos
fueron sanados esta noche durante la predicación de la Palabra?”
Varios levantaron su mano, a pesar de que la sanidad ni siquiera
176
El Espíritu Santo
fue mencionada durante el servicio. La Palabra por sí misma es
creadora y tiene el poder de sanar.
La oración de fe y la imposición de manos sobre una persona
también puede traer sanidad. Santiago 5:14-15 dice: “¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la
iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre
del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor
lo levantará”.
Cualquier cristiano puede orar por los enfermos y creer que el
Señor los va a sanar, aunque él no tenga los dones de sanidad.
Esto viene por la virtud del sacrificio de Cristo en la cruz.
También, toda iglesia local debe orar por los enfermos.
Los dones de sanidad, sin embargo, son diferentes a estos otros
dos medios de sanidad. Los dones de sanidad involucran la
unción y el poder del Espíritu Santo, los cuales pueden sanar
todo tipo de enfermedad. Pero este poderoso don sólo puede
operar a través de un creyente lleno del Espíritu. Yo lo he visto
operar muchas veces a lo largo de los últimos cuarenta años en
que he estado en el ministerio.
Siendo pastor adjunto en una iglesia en Marsella, Francia, mi
esposa y yo fuimos testigos continuamente de sanidades
sensacionales. En esa época, esta ciudad era uno de los
principales centros médicos de todo el país. En realidad, era la
El Espíritu Santo
177
última esperanza para cualquiera que tuviera una enfermedad
incurable o mortal. Los hospitales de todas partes enviaban a
sus pacientes allí cuando ya no podían hacer nada por ellos.
Recuerdo a una niña de cuatro años que no podía caminar.
Médicamente era inexplicable y no se podía hacer nada por
ella. Era un caso sin esperanza. Ella fue enviada a Marsella y
allí los mejores doctores les dijeron a sus padres que ellos
tampoco podían hacer nada por ella. Todos los doctores
acordaron que ella jamás sería capaz de caminar.
Pues bien, nuestra iglesia tenía la reputación en toda la ciudad
de ser un lugar de sanidades, así que les dijeron a sus padres
que fueran a nuestra iglesia como último recurso. Ellos vinieron
a nuestro servicio dominical y después de la prédica del
evangelista invitado, oramos por los enfermos. Mientras ayudaba
al evangelista a orar por esta pequeña, él les indicó a los padres
que dejaran que los pies de la niña tocaran el suelo. A pesar de
que ellos no creían, siguieron sus instrucciones. Con la confianza
puesta en el Espíritu Santo, el evangelista firmemente le dijo:
“¡En el nombre de Jesús, camina!” Milagrosamente, ella
comenzó a dar unos pasos con la ayuda de sus padres
sosteniéndola por los brazos.
Luego el evangelista les dijo que la soltaran y le dijo a la niña
que caminara por la iglesia. Ella comenzó a caminar sin ayuda
de nadie y continuó caminado por toda la iglesia. Esa noche
178
El Espíritu Santo
todos estaban admirados del poder de Dios. Aun cuando no
haya esperanza médica de sanidad para alguien y los doctores
han hecho todo lo que pueden por la persona, el don de sanidad
puede sanarla. No hay enfermedad que no pueda ser curada
por el poder de Dios, ¡sólo crean, amados!
También hubo en la iglesia una mujer que había sido
diagnosticada con cáncer. Ella me habló un día y me dijo:
“Pastor, los doctores me han dicho que tengo cáncer, pero
creo que Dios quiere sanarme. ¿Oraría por mí?” Le aseguré
que estaría complacido en hacerlo. En el siguiente servicio,
cuando se hizo la invitación para orar, ella llegó al lugar donde
yo estaba parado. Sonriendo, ella declaró en fe: “Creo que
voy a ser sanada esta noche”. Mientras oraba, sentí una
maravillosa unción sobre ella. Semanas después, ella
gozosamente me informó que cuando volvió al doctor para
su chequeo, él no pudo encontrar señales del cáncer. ¡Había
desaparecido por completo!
En otra oportunidad, estando en la India en un servicio, vimos
suceder sanidades tremendas. Los organizadores de la reunión
habían anunciado un servicio de sanidad. Antes de que llegara
al púlpito para predicar, el evangelista que me había invitado
pidió que si había allí algún niño sordo, pasara al frente. Tres
niños sordos se acercaron y fueron sanados instantáneamente
y este milagro de sanidad captó la atención del público. Entonces
prediqué sobre Bartimeo, el ciego.
El Espíritu Santo
179
Después de mi sermón, hicimos un llamado al altar, y les
enfaticé a las personas que lo más importante en la vida es
lograr llegar al cielo. Cuatrocientas personas entregaron su
vida a Cristo esa noche. Entonces les dije: “Jesús dijo
mientras estuvo en la tierra, ¿qué quieres que te haga? El
ciego Bartimeo sabía exactamente lo que necesitaba; él
necesitaba recobrar la vista. Jesús está aquí esta noche
para sanar a todo el que está enfermo”. Todos los
ministros se dividieron en grupos de oración. Mi esposa
y yo oramos por muchas personas y todas fueron sanadas
por el poder de Dios.
Únicamente les contaré acerca de la sanidad de un hombre
en particular. Él estaba en un estado miserable. Era cojo,
con su pierna derecha doblada hacia arriba. Cuando oramos
para que fuese sanado en el nombre de Jesús, su pierna fue
completamente restaurada y él danzó gozosamente.
¡Experiencias como ésta, en verdad, aumentan nuestra fe!
Comencemos a buscar al Señor de forma nueva para que
este don fluya en nuestra vida y en nuestras iglesias, y así
muchas personas puedan ser sanadas para la gloria de
Dios. Queremos que “el poder del Señor esté con nosotros
para sanar” a dondequiera que vayamos (Lc. 5:17).
¡Veamos al Señor como el Sol de justicia que amanece
con sanidad en sus alas!
180
El Espíritu Santo
E. HACER MILAGROS
El quinto don es el de hacer milagros. En primer lugar, debemos
considerar lo que es un milagro. La palabra “milagro” no es la
palabra usada en el griego original. La palabra griega original
para milagro es “dunamos” que literalmente significa “poder”.
Los milagros son en realidad una demostración del poder de
Dios. Por esto, la definición de milagro es un acto de poder:
algo que sólo puede hacerse a través de poder sobrenatural.
Esto nos ayuda a entender la diferencia entre milagros y
sanidades. Los milagros no están limitados solamente al área
de las sanidades. Estos se aplican a todos los aspectos de
nuestra vida en los cuales necesitamos la manifestación del poder
sobrenatural de Dios.
En ocasiones, vamos a experimentar milagros de provisión. Me
gustaría contarles una historia para ilustrarles esto. Hace algunos
años, cuando pastoreamos una iglesia de aproximadamente tres
mil personas en Nueva Zelanda, el Señor nos habló acerca de
cierto terreno, cuyo valor era 1.2 millones de dólares. Como ustedes
saben, eso es mucho dinero. Le preguntamos al Señor: “¿Cómo
vamos a recaudar tanto dinero?” El Señor respondió: “El dinero
vendrá por fe. El domingo por la mañana enseñarás acerca de la fe
y dirás a toda la congregación que crean en mí, para recibir milagros
de provisión”. En obediencia a Su palabra, ese domingo por la
mañana, declaré desde el púlpito la dirección que el Señor quería
El Espíritu Santo
181
que la iglesia tomara. Reté a las personas mayores de doce años a
buscar al Señor y a creerle a Él para un milagro de provisión, para
que así pudiéramos comprar ese terreno.
¡Es asombroso lo que sucedió! Casi todos en la iglesia
comenzaron a experimentar milagros. Inclusive niños de doce
y trece años experimentaron milagros de provisión. La gente
inesperadamente les daba dinero, sin razón aparente, o ganaban
premios monetarios en concursos de arte y los daban a la iglesia.
Todos en la congregación estaban ansiosos porque llegara el
siguiente día de culto para donar dinero para el proyecto de
construcción. Recibimos muchas llamadas de padres de familia
diciendo: “Pastor, ¿podría bajar la edad para este proyecto de
recaudación? Mi hija de ocho años quiere participar también”.
Estábamos emocionados por estos testimonios, así que les
dijimos que cualquiera podía participar.
Un domingo recogimos dinero en efectivo. Un cofre fue
colocado al frente de la iglesia y todo aquel que quiso dar esa
mañana, puso su dinero en él. Ciento cincuenta mil dólares en
efectivo entraron esa mañana. También, muchas personas
sintieron que el Señor les dijo que prometieran cierta cantidad
sin saber de dónde vendría. Entre efectivo y promesas, el total
recaudado fue más de un millón y medio de dólares.
Los milagros se convirtieron en algo común para todos en esa
iglesia y cumplimos la voluntad del Señor a través de estos
182
El Espíritu Santo
milagros. ¡Por eso, debemos estar fortalecidos en el Señor!
Dios puede hacer milagros para usted en cualquier situación en
la que esté.
Los milagros están ligados con las señales y maravillas. Muchas
veces en la Escritura, vemos estas tres palabras mencionadas
juntas (Hch. 2:22; 6:8; 15:12; 2 Co.12:12; He. 2:4). Los
milagros pueden ser usados como una señal para ilustrar una
verdad espiritual. La palabra milagros es usada frecuentemente
en el evangelio de Juan, pero realmente se refiera a una señal.
El Señor siempre utilizó milagros para enseñar verdades. Por
ejemplo, Él usó el milagro de alimentar a cinco mil personas
para ilustrar que Él es el Pan de Vida.
Es necesario enseñar la Palabra de Dios pura y la doctrina correcta
para tener un crecimiento espiritual apropiado. Sin embargo, sólo
esto no convencerá a las personas de la verdad ni las hará caminar
en los caminos de Dios. Los milagros son absolutamente
necesarios para fundamentar y establecer nuestra fe. Pablo dijo
en 1 Corintios 4:20: “Porque el reino de Dios no consiste en
palabras, sino en poder”. También dijo en esta misma carta a
los Corintios: “y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder” (1 Co. 2:4).
El Señor Jesucristo enseñó a las personas, pero Él también
manifestó el poder de Dios. Pedro declaró a la nación judía:
El Espíritu Santo
183
“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno,
varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas,
prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio
de él, como vosotros mismos sabéis…” (Hch. 2:22). Jesús
ejerció el poder de Dios para hacer milagros.
La Iglesia primitiva vio milagros extraordinarios continuamente.
Fue una época de milagros. Cosas tremendas pasaron en los
ministerios de los apóstoles. Hechos 2:43 registra: “Y sobrevino
temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran
hechas por los apóstoles”. En Hechos 6:8 leemos: “Y
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios
y señales entre el pueblo”. Grandes milagros también fueron
vistos en el ministerio de Felipe. Aun Simón el mago, que estaba
acostumbrado al ámbito sobrenatural, se maravilló de los
milagros hechos por Felipe (Hch. 8:13).
En Hechos 8:39-40, Felipe fue transportado milagrosamente
de una ciudad a otra. Creo que esto es algo que Dios hará, una
y otra vez, en los últimos días. Por Su Espíritu, el Señor
transportará a Sus ministros a los países que están cerrados al
evangelio. Muchas personas han visto esto suceder en visiones.
Ser transportado de un lugar a otro era algo aparentemente
común en la vida de Elías (vea 1 R. 18:12; 2 R. 2:16).
La resurrección de los muertos es otra manifestación de este
don. Estando Pablo en Troas y hablando una noche por largo
184
El Espíritu Santo
tiempo, un hombre joven llamado Eutico se durmió. Él estaba
sentado en la ventana de un tercer piso y cayó al suelo, muriendo
a causa del impacto de la caída. Inmediatamente, Pablo dejó
de predicar y oró por él; y por el poder de Dios el joven volvió
a la vida (Hch. 20:7-12). Como resultado de este milagro, todos
los hermanos de Troas fueron grandemente consolados (Hch.
20:12). Los milagros son fuente de gran consuelo para los
creyentes y fortalecen nuestra fe y confianza en el Señor.
Los milagros pueden ser tanto negativos como positivos. En
Hechos 13:8-12, Elimas el mago fue herido con ceguera por
las palabras de Pablo. En este caso, un milagro fue usado para
juzgar a un hombre que era malo ante los ojos del Señor.
¡Muchas cosas extraordinarias pasaron en la Iglesia primitiva!
Los milagros abren el corazón de las personas a la predicación
de la Palabra de Dios. En Hechos capítulo 8, la Iglesia comenzó
a cumplir su llamado al evangelismo mundial y trabajo misionero.
Justo antes de que el Señor ascendiera al cielo, Él comisionó a
Sus discípulos a predicar primero en Jerusalén y Judea, luego
en Samaria y finalmente en todas las naciones de la tierra (Hch.
1:8). Hasta este punto, ellos habían ministrado exclusivamente
en Jerusalén y Judea. En Hechos capítulo 8 ellos comenzaron a
cumplir su llamado a alcanzar a todo el mundo. Fue a través del
milagro de Felipe, que Dios preparó a la gente para recibir la
palabra de Dios. Muchos fueron sanados y otros liberados de
opresión demoníaca. Hechos 8:6 dice: “Y la gente, unánime,
185
El Espíritu Santo
escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo
y viendo las señales que hacía”. Los milagros son la clave
para abrir nuevas áreas para el evangelio.
Milagros relevantes
La Iglesia primitiva no fue establecida y extendida sólo a través
de los milagros, sino también a través de milagros relevantes.
Fueron milagros muy reconocidos los que atrajeron a la gente
a la Iglesia y propagaron el mensaje del evangelio de Jesucristo.
Sin estos milagros, la visión de misiones mundiales nunca se
hubiera realizado. La Iglesia nunca se hubiera extendido y la
verdad de Jesucristo hubiera menguado en la oscuridad.
Cuando Jesús ascendió a la diestra de Su Padre, hubo por lo
menos quinientos discípulos que oyeron la comisión y orden de
esperar en Jerusalén por la promesa del Padre (vea 1 Co.15:6).
Sin embargo, diez días después, en el día de Pentecostés,
quedaban solamente ciento veinte; en tan sólo diez días después
de su ascensión, Él comenzó a perder seguidores. Por esta
razón, algo extraordinario tenía que suceder para atraer a las
personas al Señor. Tres mil creyentes fueron añadidos en el día
de Pentecostés. Este fue un buen principio, pero para continuar
con la expansión de la Iglesia, un milagro relevante era necesario.
En Hechos capítulo 3, cuando Pedro y Juan entraban al templo,
un hombre cojo les pidió limosna en la entrada de la puerta
186
El Espíritu Santo
llamada la Hermosa. Este hombre era cojo de nacimiento y
todos los días era cargado hasta la puerta del templo para
pedir limosnas. Él era conocido por casi todos en Jerusalén.
Por eso, cuando Pedro, por medio del poder de Dios, lo
sanó y él saltó y danzó por todo el templo, todos supieron
inmediatamente que un milagro extraordinario había
sucedido.
“Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le
reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a
la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de
asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y
teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido
sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al
pórtico que se llama de Salomón” (Hch. 3:9-11). Este
milagro fue algo que llegó a ser del conocimiento de todos.
En Hechos 4:16, los líderes judíos dijeron entre sí: “¿Qué
haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal
manifiesta [notable] ha sido hecha por ellos, notoria a
todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos
negar”. La sanidad del cojo fue un milagro relevante que
ninguno pudo negar. Los judíos trataron de encontrar algo
con qué acusar a Pedro y a Juan, pero no pudieron pues,
“viendo al hombre que había sido sanado, que estaba
en pie con ellos, no podían decir nada en contra”
(Hch. 4:14).
El Espíritu Santo
187
Lo interesante acerca de los milagros notables que
encontramos en la Escritura, es que todos conocían la
condición de las personas que recibieron los milagros. Como
resultado, la gente tenía que dar la gloria a Dios. Este
extraordinario milagro de sanidad en Hechos capítulo 3, hizo
que muchas personas creyeran en el Señor. Leemos en
Hechos 4:4 que “muchos de los que habían oído la
palabra, creyeron; y el número de los varones era como
cinco mil”. Cuando este milagro atrajo la atención de las
personas al sermón de Pedro, cinco mil creyeron. ¡Más
personas que en el día de Pentecostés! ¡En sólo un instante,
cinco mil personas se entregaron al Señor! Oh, no debemos
limitar al Señor. Él hará grandes cosas en estos últimos días.
Luego en Hechos capítulo 5, Ananías y Safira fueron
castigados por el Espíritu de Dios por mentir al Espíritu
Santo. Las noticias de este milagro de juicio se esparcieron
rápidamente y fue conocido por muchas personas,
impulsándoles a tener temor de Jehová: “Y por la mano de
los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el
pueblo… De los demás, ninguno se atrevía a juntarse
con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los
que creían en el Señor aumentaban más, gran número
así de hombres como de mujeres” (Hch. 5:12-14). Estos
milagros notables —la sanidad del cojo y el castigo de
Ananías y Safira— trajeron gran temor, además de atraer a
muchos a la Iglesia.
188
El Espíritu Santo
En Hechos capítulo 9, Pedro realizó dos milagros notables más.
Mientras él viajaba por la costa del mar Mediterráneo, llegó a
la ciudad de Lida. Allí encontró a cierto paralítico llamado Eneas,
que hacía ocho años estaba postrado en cama. Pedro se dirigió
a él por nombre y le dijo: “Jesucristo te sana”.
Él fue sanado instantáneamente y comenzó a caminar. Debido
a que este hombre había estado enfermo por ocho años, muchas
personas conocían su condición. Por eso, cuando fue sanado,
no había forma de negarlo. El resultado de este milagro notable
puede ser visto en Hechos 9:35: “Y le vieron todos los que
habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al
Señor”. Este milagro causó que dos ciudades completas se
volvieran al Señor, trayendo una tremenda cosecha de almas
por un acto significativo de poder.
Mientras Pedro estaba todavía en Lida, ciertos discípulos
que venían de Jope le pidieron que regresara con ellos a su
ciudad. Ellos querían que Pedro orara por una mujer piadosa
llamada Dorcas, que había enfermado y muerto súbitamente.
Estos amigos de Dorcas estaban llenos de fe. Ellos creían
que el poder de Dios podía levantarla. La Iglesia primitiva,
especialmente Pedro, tenía gran reputación de manifestar el
poder de Dios. Cuando Pedro llegó a Jope, todas las viudas
le enseñaron la ropa que Dorcas había hecho para ellas.
Esta mujer era muy amada y conocida por su ministerio de
ayuda a otros. Por esto, cuando ella murió, todas las personas
El Espíritu Santo
189
que habían sido bendecidas por sus labores de amor, lloraban
lamentando su muerte.
En Hechos 9:40, Pedro entró al cuarto donde yacía su cuerpo
inerte y llamándola por su nombre hebreo le dijo: “Tabita,
levántate”. Un resurgimiento de vida instantánea vino a su
cuerpo y abrió sus ojos. Luego Pedro la presentó viva a todos.
Dorcas era una mujer conocida por casi todos en la ciudad de
Jope y también todos sabían de su muerte. Por esta razón,
cuando ella fue levantada de entre los muertos, toda la ciudad
dio gloria a Dios. Este notable milagro tuvo un efecto duradero
sobre la ciudad de Jope. “Esto fue notorio en toda Jope, y
muchos creyeron en el Señor” (Hch. 9:42). Muchas personas
se volvieron al Señor por la restauración de la vida de Dorcas.
Ver suceder milagros era un evento común en la vida del
apóstol Pablo. Él fue a Éfeso y habitó allí por dos años,
enseñando diariamente en la escuela de un hombre llamado
Tirano (vea Hch. 19). Así que mientras estuvo allí “todos los
que habitaban en [la provincia de] Asia, judíos y griegos,
oyeron la palabra del Señor Jesús”. Éfeso se convirtió en el
lugar clave para Pablo. Era la ciudad capital de la provincia
Romana de Asia y debido a que era el centro de comercio y
educación, personas de todas las demás provincias tenían que
viajar con frecuencia a Éfeso. Pablo tuvo un poderoso impacto
en toda esa región. Las personas que lo oían predicar o que
eran sanadas por él en Éfeso, regresaron a sus ciudades y
190
El Espíritu Santo
comunicaron las buenas nuevas del evangelio. Muchas personas
que nunca conocieron a Pablo fueron transformadas y se
volvieron al Señor, por causa de esta brillante luz en Éfeso.
Además, mucha gente de todas las provincias que no podían
venir a Éfeso en persona, enviaban pañuelos y pedazos de tela
a Pablo. Cuando estos pañuelos eran colocados sobre su cuerpo
y llevados de vuelta a la gente, ellos eran instantáneamente
sanados y librados de opresión demoníaca. Esto puede verse
en Hechos 19:11-12: “Y hacía Dios milagros extraordinarios
por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a
los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las
enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían”.
Fue a través de estos extraordinarios y relevantes milagros,
que Dios recogió una gran cosecha en esta gran provincia.
Creo que puede impartirse poder de Dios a través de pedazos
de tela. En la vida de Pablo, hubo tal transmisión de poder. Sin
embargo, se debe tener mucho cuidado de no comercializar
esta forma de sanidad.
El ministerio de Jesús
Ahora me gustaría considerar la vida y el ministerio de Jesús.
Hechos 10:38 dice: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo
y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo
bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, por
El Espíritu Santo
191
que Dios estaba con él”. Después de que el Señor fue
ungido en el río Jordán, él hizo muchos milagros. Cuando
estudiamos Su ministerio terrenal, encontramos que Sus
poderes incrementaron y Sus milagros fueron aún más
extraordinarios al final de Su ministerio. Ya que el Señor es
la cabeza de la Iglesia y Su vida es el patrón para la Iglesia,
podemos decir con seguridad que el Poder de Dios va a ser
mayor en los últimos días de la Iglesia en comparación con
los primeros días.
En la Escritura, el ministerio de Jesús se divide en varias
etapas relevantes. El poder del Señor aumentó
significativamente, al igual que la profundidad de Sus
enseñanzas, especialmente en los últimos seis meses de Su
ministerio, de octubre del año 29 d.C. a abril del año 30
d.C., cuando fue crucificado. Esta última etapa de Su vida
comenzó con Su llegada al Templo durante la fiesta de los
Tabernáculos, en Juan capítulo 7. A través de toda la
Escritura, la fiesta de los Tabernáculos representa el último
derramamiento del Espíritu.
El día después del séptimo día de la fiesta, el cual era el día de
reposo, Jesús perdonó a la mujer que fue sorprendida en
adulterio (Jn. 8). También realizó un milagro notorio en un
hombre que había nacido ciego, en el capítulo 9. De aquí en
adelante, los milagros se incrementaron, al igual que el poder
del Señor y Su unción. El hombre que Él sanó en el capítulo 9,
192
El Espíritu Santo
era conocido por todos. La Escritura declara: “Desde el
principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a
uno que nació ciego” (Jn. 9:32).
Luego en Juan capítulo 11, el Señor levantó a Lázaro de entre
los muertos cuatro días después de su muerte, lo cual fue un
milagro aún mayor. Este fue un milagro relevante que nadie podía
negar y, por éste, muchos creyeron en Él (vea Jn. 11:45; 12:11,
17-19). Después de estos dos grandes milagros, el Señor
proclamó, en Juan 14:12: “El que en mí cree, las obras que
yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque
yo voy al Padre”. El Señor prometió que nosotros haríamos
mayores obras que las que Él hizo. Cristo nos aseguró que
nosotros veríamos milagros increíbles en estos últimos días.
Desde el principio de los tiempos, el Señor ha usado la repetición
una y otra vez. Lo interesante de esto, es que cada vez que
Dios repite algo, lo hace en mayor medida. En el principio, el
Señor creó el cielo y la tierra (Gn. 1) Luego, en Apocalipsis, la
Palabra de Dios termina diciendo que el Señor va a crear un
nuevo cielo y una nueva tierra, más gloriosa que la primera
creación. El Señor ascendió al cielo desde el monte de los Olivos
y cuando Él venga de nuevo, volverá en gloria a este mismo
monte. Estos sólo son dos ejemplos del gran número de veces
que Dios se repite a sí mismo. Jesús limpió el templo al principio
de Su ministerio y lo limpió otra vez al final de Sus tres años y
medio de ministerio. Ésta fue una señal profética del mover de
El Espíritu Santo
193
Dios al principio y al final de la edad de la Iglesia. Esto también
revela el siguiente principio: lo que el Señor hace al inicio de
una era (dispensación), lo repite al final de la misma.
Lo que trato de aclarar aquí, es que lo que Dios hizo en el día
Pentecostés (que coincidió con el nacimiento de la Iglesia) y en
la era del Nuevo Testamento, lo va a repetir en los últimos días.
Sin embargo, Él se va a mover en los postreros días con una
fuerza y un poder mayor. Hageo 2:9 promete que “la gloria
postrera de esta casa será mayor que la primera”.
Verdaderamente, el Señor ha reservado “el buen vino hasta
ahora” (Jn. 2:10). El poder sobrenatural que la Iglesia primitiva
experimentó va a ser visto de nuevo en los últimos días de la
Iglesia, pero en mayor medida. De la misma forma que los
milagros causaron que la Iglesia primitiva se multiplicara, así
también en estos días traerán expansión a la Iglesia del fin.
Yo he visto muchos milagros a través de mi vida, pero creo que
el Señor va a sobrepasar todo lo que Él ha hecho en el pasado.
Estamos entrando en un nuevo día en el Espíritu y en una nueva
era; una era de milagros y cosas sobrenaturales. Un nuevo
derramamiento del Espíritu de Dios está a punto de suceder en
Su Iglesia alrededor del mundo. A dondequiera que vamos
alrededor del mundo, lo sentimos. La bondad de Dios hacia
nosotros en estos últimos días hará que las cosas pasadas
queden en el olvido. Así como la última parte del ministerio de
Jesús en la tierra fue mayor (mayor poder y profundidad de
194
El Espíritu Santo
enseñanzas), de igual forma el final de la era de la Iglesia postrera
será más glorioso que el de la Iglesia primitiva. Maestros de
justicia se levantarán y “el pueblo que conoce a su Dios se
esforzará y actuará” (Dn. 11:32).
La vida de David también es profética con respecto a la
Iglesia de los últimos días. De hecho, la Iglesia de los últimos
días es la restauración del Tabernáculo de David (Am. 9:11;
Hch. 15:15-16). Antes de que capturara el monte Sion y
poseyera toda la herencia que Dios había prometido a Israel,
los jebuseos le dijeron a David “Tú no entrarás acá, pues
aun los ciegos y los cojos te echarán (queriendo decir:
David no puede entrar acá)” (2 S. 5:6). En otra versión,
este versículo dice que los jebuseos le dijeron a David que a
menos que él echara a los cojos y ciegos, no podría poseer
el monte Sion. Esto significa que a menos que operemos en
el ámbito de lo milagroso, no podremos poseer todo lo que
Dios tiene para la Iglesia de los últimos días.
¿Puede ver qué gran necesidad existe hoy de poseer el
don de obrar milagros? Es esencial que nosotros
continuemos buscando al Señor con ahínco de día y de
noche, hasta que logremos entrar en el ámbito de los
milagros. Este no es tiempo de relajarse y acomodarse.
Este es el día de nuevos comienzos. Es tiempo de buscar
al Señor hasta que Él derrame Su Espíritu y el don de obrar
milagros sobre Su Iglesia.
El Espíritu Santo
195
Para concluir, me gustaría decir nuevamente que los milagros
se aplican a todos los aspectos de nuestra vida. Tal vez una
sencilla ilustración personal los animará. Hace muchos años, mi
esposa y yo viajamos a África. Habíamos volado desde
Camerún hasta Kinshasa, Zaire. Desde allí volamos hasta
Nairobi, Kenia. En ese lugar, necesitábamos una visa, pero era
imposible obtener una en Zaire, antes de partir. Abordamos el
avión y llegamos a Kenia. Entonces, nos presentamos a las
autoridades de migración para explicarles nuestra situación. Ellos
dijeron que no podíamos entrar al país sin un pasaje de salida,
el cual no teníamos. Nos estaban amenazando con mandarnos
de vuelta a Zaire, lo que habría sido una gran dificultad para
nosotros. Algo decaídos, nos sentamos en una banca cerca de
la oficina de migración. Pero dentro de mí, escuché la voz del
Espíritu Santo diciendo: “Espera por un milagro”. Oí estas
palabras con tanta firmeza y seguridad, que me quedé muy
confiado que habría una intervención a favor nuestro. No pasó
nada por varios minutos, pero la voz en mi interior seguía
animándome: “Espera un milagro”. Entonces, un extraño que
vivía en Kenia se nos acercó y dijo: “Me han hablado de la
difícil situación en la que se encuentran con las autoridades de
migración, a quienes yo conozco. Voy a firmar un documento y
seré su garante. Ya los oficiales han aceptado permitirles entrar
a Kenia”.
Este fue un milagro divino de provisión. Pudimos entrar a Kenia
sin pagar un centavo y sin tener boleto de salida; todo esto por
196
El Espíritu Santo
la benevolencia de un hombre de negocios a quien nunca antes
habíamos visto. Dios había avivado su espíritu para ayudarnos.
Dios es un Dios de milagros. Mi esposa y yo hemos visto
sus maravillosos milagros muchas veces a lo largo de nuestra
vida. Lo que Él ha hecho por nosotros, lo puede hacer por
ustedes. Esperen su milagro, ya sea de sanidad, provisión o
en otra área de necesidad. El Dios, a quien servimos, es el
fiel hacedor de milagros.
F. PROFECÍA
La exhortación de Pablo para los santos de Dios fue: “procurad
los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1
Co.14:1). Por esto, vemos que Pablo dio mayor importancia al
don de profecía y lo colocó en una posición alta. Debemos
buscar al Señor para fluir en todos los dones del Espíritu, pero
en particular, debemos orar intensamente por el don de profecía.
Si una persona es llamada al ministerio, definitivamente debe
tener libertad en este don. La operación de esta maravillosa
bendición es esencial para el crecimiento de la Iglesia.
1 Corintios 14:4 nos dice que aquellos que profetizan,
edifican a la Iglesia. Un ministro no puede satisfacer las
necesidades de toda su congregación en un sermón, pues
todos tienen diferentes necesidades. Todos están
atravesando diferentes etapas en su vida. Por esto, Dios ha
El Espíritu Santo
197
provisto una manera de satisfacer las necesidades específicas
de cada creyente y es a través de la profecía.
El don de profecía es hablar de parte de Dios y declarar Su
mensaje. Es una expresión inspirada divinamente. Muchas veces,
las profecías son citas bíblicas. Una profecía es una palabra de
Dios dada en el lenguaje de la congregación. El don de profecía
es mencionado muchas veces en la Escritura. De hecho, toda
la Palabra de Dios es en realidad una recopilación de profecías
y de mensajes divinos inspirados por Dios.
1 Corintios 14:3 claramente define los tres objetivos primarios
del don de profecía: “Pero el que profetiza habla a los hombres
para edificación, exhortación y consolación”. Edificación
significa “construir y fortalecer”. Exhortación significa “animar”.
Consolación significa “aliviar y vendar la herida”. El don de
profecía básicamente funciona en estas tres áreas.
Los tres propósitos básicos del don de profecía
1.
2.
3.
Edificación: para fortalecer.
Exhortación: para animar.
Consolación: para vendar las heridas.
Esta área de la profecía es muy básica comparada con el manto
profético de un profeta. Si nosotros no comprendemos esta
verdad, vamos a estar muy confundidos acerca de la profecía.
198
El Espíritu Santo
Existe una diferencia entre el don de profecía y el oficio del
profeta. El oficio del profeta es uno de los cinco dones
ministeriales de Cristo (Ef. 4:11). Este es un llamado al que no
cualquiera puede aspirar. Es sólo para aquellos a quienes Dios
ha llamado a ser profetas (vea He. 5:4). Una persona no puede
orar simplemente por el don ministerial de profeta, debe ser
llamada soberanamente por Dios. Por el contrario, cualquiera
puede profetizar en el ámbito del don de profecía y todo cristiano
es exhortado a hacerlo. Debemos diferenciar estos dos tipos
de profecía.
La unción para profetizar acerca de eventos futuros le pertenece
al profeta, y no a aquellos que tiene el don de profecía. El don
de profecía no se relaciona con la predicción del futuro. Para
predecir eventos futuros, como Jeremías lo hizo al predecir los
setenta años de cautividad, se necesita la unción de un profeta
y no el don de profecía. Agabo, profeta del Nuevo Testamento,
declaró que venía una hambruna mundial (Hch. 11:28). Esta
unción de declarar el futuro es reservada únicamente para
aquellos que poseen el manto de un profeta. Debemos conocer
nuestro lugar en el cuerpo de Cristo, saber los dones que Dios
nos ha dado y fluir en ellos. No debemos tratar de funcionar en
un área que el Señor no nos ha dado.
Cualquiera que profetiza puede ser llamado profeta fácilmente,
pero sólo en un sentido muy limitado. Esta persona solamente
es profeta en el sentido de que está dando un mensaje que
El Espíritu Santo
199
proviene de Dios. Sin embargo, un profeta en el verdadero
sentido de la palabra se refiere a alguien que tiene el don
ministerial de un profeta. Por ejemplo, cuando Saúl estaba
con un grupo de profetas, el Espíritu de Dios se estaba
moviendo y él también empezó a profetizar. Las personas
estaban tan impresionadas por esto que comenzaron a
preguntar: “¿Saúl también entre los profetas?” Saúl
profetizó, pero no era un profeta (vea 1 S. 10:9-12). Este
versículo deja este punto muy claro.
La unción del profeta es mucho mayor que la unción de alguien
que tiene el don de profecía. La unción sobre un profeta está
en el plano de los siete Espíritus del Señor. Cualquiera puede
profetizar, pero el manto de un profeta está reservado para
unos pocos. Pablo dijo a los creyentes de Corinto, que estaban
llenos del Espíritu: “Porque podéis profetizar todos uno por
uno” (1 Co. 14:31). El don de profecía está reservado sólo
para aquellos que tienen el bautismo en el Espíritu Santo. Aun
así, también es posible que un creyente nacido de nuevo, que
no ha sido bautizado en el Espíritu Santo, dé la palabra del
Señor con un impulso profético. Sin embargo, esto no sería el
don de profecía.
En Números capítulo 11, cuando el Señor tomó el espíritu y la
unción que estaba sobre Moisés, y la impartió a los setenta
ancianos, todos ellos comenzaron a profetizar. Dos de ellos
continuaron profetizando por mucho más tiempo en el
200
El Espíritu Santo
campamento de Israel. Cuando a Moisés se le dijo que ellos
estaban profetizando, Josué le pidió a Moisés que se los
prohibiera. La respuesta de él fue: “Ojalá todo el pueblo de
Jehová fuese profeta [o profetizaran], y que Jehová pusiera
su espíritu sobre ellos” (Nm. 11:29). El deseo de Dios es que
todo su pueblo profetice. Él quiere que haya un continuo fluir
de profecía en Su Iglesia.
En Joel 2:28, vemos la promesa de Dios para la edad de la
Iglesia y particularmente la de los últimos días: “Y después de
esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán
sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”. El Espíritu de
Dios va a ser derramado sobre la Iglesia, entonces hombres y
mujeres comenzarán a profetizar bajo la unción del Espíritu
Santo. Note que dice que vuestros “hijos” e “hijas” profetizarán.
Obviamente, las mujeres también pueden profetizar y predicar.
Débora era una profetisa (Jue. 4:4) y las cuatro hijas de Felipe
profetizaban bajo la unción (Hch. 21:9).
Al igual que con todos los dones espirituales, existe un desarrollo
en el don de profecía. Romanos 12:6 dice: “De manera que,
teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada,
si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe”. La
profecía tiene varios niveles. Aquellos que son nuevos a los
dones del Espíritu van a profetizar a un nivel muy simple, en
comparación con aquellos que han profetizado por muchos años.
El Espíritu Santo
201
Este incremento en la profundidad de la profecía se desarrolla
a través de años de práctica y de nuestra caminata en el Espíritu.
También debemos buscar al Señor pidiéndole que desarrolle el
don de profecía en nuestra vida. Estudiar la Palabra de Dios y
esperar en Él cada día, desarrolla este don en nosotros.
A medida que el don de profecía se desarrolla, la condición del
corazón de las personas puede ser revelada. El apóstol Pablo
habló de esto en 1 Corintios 14:24-25: “Pero si todos
profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es
convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón
se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro,
adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está
entre vosotros”. En realidad, he visto y escuchado que esto
ha sucedido varias veces. En particular, recuerdo cierta iglesia
en Leicestershire, Inglaterra. La gente no iba a esa iglesia sin
antes arreglar todo en su vida, pues si no lo hacían, sabían que
la condición de su corazón y los pecados que ellos habían
cometido, serían expuestos a través de la profecía. Me gustaría
darles una pequeña ilustración de esto, para que así comprendan
lo que puede pasar a medida que este don se desarrolla.
El pastor de esta iglesia era un hombre muy piadoso que se
movía en el don de profecía. En un servicio, mientras predicaba,
le dijo al Señor en su corazón: “Señor, por favor dame una
ilustración para mi sermón”. De pronto, ante sus ojos vio una
casa de hospedaje de cinco pisos. Desde el púlpito, él comenzó
202
El Espíritu Santo
a profetizar todo lo que veía. Él declaró: “Usted está viviendo
en un edificio de apartamentos de cinco pisos. Los inquilinos
de cada piso toman turnos diarios para lavar y secar la ropa en
el lugar indicado. Suponga que es su día de lavar la ropa y
usted la ha lavado a mano, ha trabajado muy duro. Usted la
lleva a colgar y se asombra al ver que la gente de los otros
pisos ha colgado su ropa, sin ser su turno”.
“¿Qué debería hacer usted siendo un creyente lleno del
Espíritu?” continuó: “¿No debería levantar sus manos en
agradecimiento y decir: ‘Gracias, Señor por esta prueba’, tomar
su ropa mojada y llevarla de vuelta a su cuarto, y esperar otra
oportunidad?” El pastor prosiguió hasta finalizar su sermón.
Después del sermón, una señora furiosa se le acercó. Moviendo
su dedo y señalándolo con enojo le dijo: “¿Quién le dijo lo que
yo hice?” Sorprendido, este santo pastor le preguntó: “¿De
qué está hablando, hermana?” Ella le dijo: “¿Quién le dijo que
me había enojado mucho cuando encontré la ropa de alguien
más colgada cuando era mi turno de lavar ropa? ¿Y quién le
dijo que le di su merecido a la persona que lo hizo? ¿Fue la
hermana fulana de tal?” El pastor contestó: “El que me lo dijo
fue el Espíritu Santo, quien estaba observando todo lo que usted
hizo”. Esa unción profética reveló su corazón y su pecado.
Cuando yo era muy nuevo en el ministerio y acababa de llegar
a Francia, asistí a cierta reunión de oración con varios ministros.
Casi no conocía a ninguno de esos hombres, cuando
El Espíritu Santo
203
repentinamente el Espíritu de Dios vino sobre mí y con denuedo
profeticé estas palabras: “¡Cómo te atreves a venir a mi presencia
con ropas inmundas!” Esta profecía realmente perturbó la
reunión de oración y yo era totalmente ignorante de lo que
sucedía; pero evidentemente había presente cierto ministro cuya
vida no era recta ante el Señor. ¿Puede imaginarse dar una
profecía como ésta, especialmente siendo muy joven, extranjero
y entre hombres que tenían muchos años en el ministerio? Para
decirlo en pocas palabras, fue un momento verdaderamente
incómodo.
Se nos dice que uno de los principales aspectos del don de
profecía es el de traer edificación y ánimo (o exhortación).
Cuando le preguntamos al Señor acerca de algo, o estamos
pasando por un tiempo difícil y alguien da una profecía que
suple nuestra necesidad, nos sentimos muy animados y
refrescados. Esto me recuerda de una vez en mi vida cuando
asistí a cierto instituto bíblico no pentecostal y pasaba por
tiempos muy difíciles. Afortunadamente, encontré una pequeña
iglesia llena del Espíritu, donde podía encontrarme con Dios.
Reunión tras reunión, Dios me hablaba por medio de profecía,
ayudándome a través de este difícil período en mi vida.
Cuando asistí a otro instituto bíblico, el Señor me puso en
contacto con una mujer mayor, quien por muchos años había
sido misionera en la India. Ella me tomó bajo su cuidado y a
menudo oraba por mí. Cuando oraba, el espíritu de profecía
204
El Espíritu Santo
venía sobre ella y me profetizaba. Este fue un tiempo cuando el
Señor me habló cosas muy profundas y me fortaleció a través
de esas profecías. Un día en particular, durante un momento
especial de mi vida, ella me dijo: “Tengo una amiga en Londres
que es ciega. Cuando vayas a Londres, creo que sería una
buena idea que pasaras a visitarla”. Ella habló con su amiga y
programó un día para que yo la visitara.
Cuando llegué a su casa, que estaba en uno de los barrios más
pobres de Londres, toqué la puerta y me presenté; ella hizo lo
mismo y me dijo: “Por favor, pase adelante. Lo he estado
esperando”. Me guió a la cocina, donde para mi asombro había
una plancha caliente sobre un planchador y comida cocinándose
sobre un brasero con fuego expuesto. Le dije a ella: “Me dijeron
que usted es ciega. ¿Cómo puede…” Rápidamente ella me
aseguró que sí era ciega. “Entonces, ¿cómo cocina sobre un
fuego expuesto y cómo plancha las camisas de su esposo?” Su
milagroso testimonio fue este: “Bien, la presencia del Señor es
tan fuerte y real aquí, que Él dirige mi mano cuando plancho la
ropa. Y si toco un carbón caliente mientras cocino, yo sólo oro
en el nombre de Jesús y no me quemo”.
Después me pidió que le leyera la Palabra de Dios. Luego de
haberle leído en voz alta la epístola a los Colosenses, ella dijo:
“Oremos”. Mientras ella oraba, el Espíritu de Dios llenó ese
cuarto y el don de profecía fluyó maravillosamente a través de
esta mujer. Bajo la unción del Espíritu Santo, ella me dijo de
El Espíritu Santo
205
dónde venían las batallas y luchas que yo había enfrentado y lo
que Dios tenía reservado para mi vida. Estas profecías han
permanecido conmigo a través de los años y han sido una fuente
de gran ánimo y consuelo.
El apóstol Pablo le dijo a su hijo espiritual, Timoteo, que peleara
una buena batalla en virtud de las profecías que le habían sido
dadas (2 Ti. 1:18). Las profecías personales nos fortalecen para
poder atravesar los valles y los tiempos oscuros en nuestra vida.
Cada vez que recibimos una profecía, debemos guardarla en
nuestra memoria y meditar en ella.
Ahora consideremos varios aspectos prácticos del don de
profecía. Muchos de estos principios se aplican a los otros
dones de expresión. Siempre que recibimos una profecía o
una palabra del Señor, debemos pedirle también la
interpretación correcta.
Por ejemplo, mientras cierto pastor oraba por un caballero
que estaba postrado en su lecho de muerte, el Señor le habló.
“Él no morirá, sino que vivirá”. Inmediatamente, el pastor
pensó que esta persona iba a recuperarse y no moriría. Sin
embargo, comprendiendo que la muerte es transitoria, el
Señor habló declarando que esta persona iba a llegar al cielo
y heredaría la vida eterna. ¿Puede ver que una profecía puede
ser verdad, pero la manera en que la interpretamos hace
toda la diferencia?
206
El Espíritu Santo
Otro factor muy importante referente a la profecía es saber
cuándo darla. Considere sólo por un momento, cómo se
sentiría si usted tuviera la interpretación correcta de un
mensaje en lenguas y estuviera a punto de darlo, cuando
repentinamente alguien más diera una interpretación
completamente diferente a la suya (ésta podría haber sido
una profecía que recibieron, creyendo que era la
interpretación de las lenguas). Usted se confundiría y se
desanimaría, pensando que no oyó correctamente del Señor.
¿Ve cuán importante son las palabras de Pablo de hacer
todo “decentemente y con orden?” (vea 1 Co. 14:40).
Cuando profetizamos u operamos en cualquiera de los dones
de expresión, debemos hablar en nuestro tono normal de voz.
No tenemos que gritar. El volumen no es equivalente a la unción.
Yo puedo sentir la unción de la profecía, pero no tener ni la
menor idea de lo que voy a decir. Por fe, abro mi boca y
comienzo a hablar el mensaje del Espíritu Santo. Otras veces,
recibimos algo del Señor, una escritura o una visión, y sabemos
que tenemos que compartirla en forma de profecía.
Como toda manifestación, la profecía puede venir de tres
fuentes: del Espíritu Santo, del espíritu humano o de un espíritu
satánico. En el tiempo de Jeremías y Ezequiel, muchos fueron
condenados por profetizar cosas provenientes de su propio
espíritu (vea Ez. 13:2; Jer. 23:16). Debido a que la profecía no
siempre es dada por inspiración del Espíritu Santo, debemos
El Espíritu Santo
207
juzgarla. Pablo aclara esto en 1 Corintios 14:29: “Asimismo,
los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (o evalúen
cuidadosamente lo que se dice). Debemos juzgar las profecías
y asegurarnos de que tenemos el testimonio del Espíritu Santo
en nuestro corazón antes de aceptar tales palabras.
Otra cosa importante de entender acerca de la profecía, es que
usualmente hay condiciones que debemos cumplir para que la
profecía se cumpla. Si recibimos una profecía que nos dice que
vendrán grandes bendiciones del Señor, hay condiciones para
que ésta se cumpla. Es por esto, que cuando se nos da una
profecía, debemos preguntarle al Señor cuál es nuestra parte
del trato. Por lo tanto, si ponemos de nuestra parte podemos
estar seguros de que vamos a recibir aquello que Él ha profetizado
con respecto a nosotros. También, muy a menudo, pasan muchos
años antes de que las profecías sean cumplidas. Debemos ser
pacientes y esperar a que Dios traiga las profecías a su
cumplimiento en su buen tiempo, pero también tenemos que hacer
nuestra parte y cumplir con las condiciones para verlas realizarse.
Para concluir, démonos cuenta que Dios está mucho más interesado
en usarnos para profetizar, de lo que nosotros mismos estamos.
Necesitamos comenzar a movernos en fe y a operar en este don.
Es un don que Dios quiere que cada cristiano tenga y use. ¡Es
poderoso! Dar una profecía significa hablar de parte de Dios. Esto
es una tremenda bendición y privilegio. Por tanto, “procurad los
dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”.
208
El Espíritu Santo
G. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS
El discernimiento de espíritus es el séptimo don espiritual. El
don de discernimiento de espíritus es diferente al discernimiento.
En Hebreos 5:14, se habla acerca del discernimiento: “pero el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez,
para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal”. El discernimiento es la
habilidad de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, entre el
bien y el mal. Es una señal de madurez.
El discernimiento espiritual viene a través del ejercicio de
nuestros sentidos espirituales y a través de la continua
meditación de la Palabra. Isaías 7:15 dice del Señor Jesucristo:
“Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo
malo y escoger lo bueno”. La mantequilla es la abundancia
de la leche, que representa la Palabra de Dios y la miel
representa la revelación del Espíritu Santo.
Por esto, Cristo aprendió a discernir (a conocer como
desechar el mal y escoger el bien) al alimentarse de la Palabra
de Dios. Así es como nosotros también obtenemos
discernimiento. El discernimiento espiritual es algo que es
obrado en nuestro carácter y en nuestro corazón, a través
de los años. El discernimiento, sin embargo, no es una mente
sospechosa. Algunas personas siempre piensan que los
demás están haciendo algo mal. Esto es debido a que su
El Espíritu Santo
209
propio corazón anda mal. Hay una diferencia entre el
discernimiento y ser exageradamente suspicaz.
Ahora me gustaría diferenciar entre el discernimiento y el
don de discernimiento de espíritus (1 Co.12:10). El don
de discernimiento de espíritus puede ser definido como un
don sobrenatural del Espíritu Santo usado para determinar
la fuente u origen de las manifestaciones espirituales. Hay
tres fuentes de manifestaciones espirituales: el Espíritu
Santo, el espíritu humano y espíritus satánicos. Este dato
es tomado de 1 Corinitos 2:11-12, donde el apóstol Pablo
dice: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del
hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así
tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el
Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el
espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de
Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”.
Aquí, el espíritu del hombre se refiere al espíritu humano,
el Espíritu Santo al Espíritu de Dios y los espíritus satánicos
al espíritu del mundo.
Las tres fuentes de manifestaciones espirituales
1.
2.
3.
El Espíritu Santo.
El espíritu humano.
Espíritus satánicos.
210
El Espíritu Santo
No podemos discernir el origen de ninguna manifestación, a
menos que el Espíritu de Dios permita que el don de
discernimiento de espíritus actúe a través de nosotros. El hecho
de que tengamos este don no significa que podamos usarlo en
cualquier momento que lo deseemos usar. Éste solamente opera
cuando el Señor quiere que sobrenaturalmente conozcamos la
fuente de la manifestación. Sin embargo, hay cosas que nosotros
podemos hacer para dejar que los dones fluyan en nuestra vida
con mayor frecuencia.
El discernimiento de espíritus también opera en el ámbito de
nuestros cinco sentidos. Como ya mencionamos, Hebreos 5:14
habla acerca de ejercitar nuestros sentidos para discernir tanto
el bien como el mal. Es a través de nuestros cinco sentidos que
los espíritus son discernidos.
1. Tacto
Nuestro primer sentido es la habilidad de tocar. En algunas
ocasiones hasta podemos sentir realmente los demonios y
los ángeles. Podemos sentirlos con nuestro cuerpo, nuestra
alma y nuestro espíritu. Los espíritus y los demonios tienen
características propias. Por ejemplo, los espíritus de lujuria
son lujuriosos, y los espíritus de odio están llenos de odio.
Algunas veces, podemos sentir sus características en nuestra
mente y cuerpo. Otras veces, podemos batallar físicamente
con los demonios.
211
El Espíritu Santo
Hace muchos años, un ángel caído cuya apariencia era muy
hermosa, como la de un ángel de Dios, entró a mi cuarto en
Londres, Inglaterra, y me atacó mientras yo estaba en la cama.
Me tomó por el cuello y yo podía sentir sus manos en mi cuello
mientras trataba de matarme. Traté de defenderme, pero mis
manos pasaron a través de él. Fue sólo cuando mi espíritu gritó
“Jesús, sálvame”, que él me dejó. Después de este encuentro,
mi garganta permaneció inflamada por tres días. Si el Señor
nos muestra gracia, también podemos, en ocasiones, sentirle a
Él y tocarle. En una ocasión, el Señor se me apareció y me dijo:
“Tócame, y verás que soy bueno”.
2. Gusto
Podemos, verdaderamente, saborear los espíritus malos con
las papilas gustativas de nuestra boca. Algunas veces, de la
misma manera, podemos saborear al Señor. Salmos 34:8 dice:
“gustad, y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre
que confía en él”. A Juan el amado, se le dijo que comiera de
la Palabra de Dios, y cuando lo hizo, le supo como miel en su
boca, pero fue amargo para su vientre (Ap. 10:9-10).
Ciertos espíritus moran en la boca y en la lengua, tales como
los demonios de la incredulidad y la lujuria. Debemos ser muy
cuidadosos de cómo usamos nuestra boca, pues si nuestra boca
habla mentiras, tarde o temprano los demonios habitarán en
ella y teñirán todo lo que decimos. Cuando estuve en la Costa
212
El Espíritu Santo
de Marfil, en la costa occidental del África, se me pidió que
predicara en francés. En este seminario, cuatro hombres
tradujeron mi mensaje a varios dialectos. Yo estaba teniendo
dificultad con el intérprete principal, quien los demás intérpretes
tenían que seguir para traducir mi mensaje a sus dialectos
respectivos. Yo sabia que algo no estaba bien, pues lo sentía en
mi espíritu, pero no podía identificar el problema. Sentía que él
no estaba traduciendo correctamente mis palabras y también
que lo hacía a propósito. Mi enseñanza era acerca de Juan 15
y le dije al Señor: “Esto no está fluyendo”.
En ese momento, cuando miré a ese traductor que estaba a
mi lado, vi a un demonio colgando de sus labios. Cuando
terminé mi mensaje fui a hablar con el misionero que me
había invitado y le dije: “¿Qué estaba haciendo el traductor
mientras yo predicaba?” El misionero rápidamente admitió:
“Cuando decías vino, él traducía café”. “¿Porqué no lo
corregiste?” le pregunté. “No puedo,” respondió
temerosamente. “Él es uno de los pastores más importantes
de este lugar”. Entonces le dije bien claro lo que yo sentía:
“Eso no está bien. Él no puede volver a interpretar para mí”.
Murmurando respondió: “Si él no lo hace, habrá problemas”.
Inmediatamente respondí: “No, no habrá problemas, pues
vamos a hacer las cosas rectamente ante el Señor. No voy a
tener a un espíritu mentiroso como mi intérprete. Vamos a
orar por él y vendrá ante nosotros y confesará”. Oramos
entonces para que el Señor lo moviera a venir a confesarnos
213
El Espíritu Santo
lo que había estado haciendo. Antes de la siguiente reunión,
él vino y nos confesó, no solamente lo que estaba haciendo,
sino también la razón por la cual tenía ese demonio en su
boca. Luego de orar por él, fue liberado gloriosamente.
Nuestra boca puede ser instrumento del Espíritu de Dios o del
espíritu de Satanás. David dijo en 2 Samuel 23:2: “El Espíritu
de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi
lengua”. En los momentos cuando predicamos o profetizamos,
podemos sentir literalmente la palabra del Señor en nuestra
boca. Isaías 59:21 habla de un pacto especial que Dios haría
con nosotros: “Y éste será mi pacto con ellos, dijo Jehová:
El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse
en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus
hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová,
desde ahora y para siempre”. Debemos buscar a Dios para
tener labios y palabras ungidas. El clamor de nuestro corazón
debe ser proclamar las palabras de vida y verdad, y ser un
oráculo de Dios.
3. Vista
Cuando nuestros ojos espirituales son abiertos, también
podemos ver a los espíritus malignos. Hay dos tipos de espíritus
malignos: demonios y ángeles caídos. Los demonios están
limitados a la tierra. No tienen alas y son los espíritus sin cuerpo
de la civilización anterior a la creación. Esto es muy obvio, pues
214
El Espíritu Santo
los demonios siempre están buscando un cuerpo donde morar;
la razón de esto es que una vez habitaron en un cuerpo. Los
demonios generalmente son feos y deformes. Los ángeles
caídos, sin embargo, son muy diferentes de los demonios. Ellos
no están limitados a la tierra. En su estado normal, los ángeles
tienen alas y usan vestiduras. Sin embargo, tanto los ángeles
buenos como los malos, tienen la habilidad de transformarse a
sí mismos en hombres. La prueba de esto está en Hebreos
13:2, donde Pablo dice: “No os olvidéis de la hospitalidad,
porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
Ninguno hospedaría a un ángel sin saberlo, si éste apareciera
con sus alas. Yo sé de muchos casos en los que ángeles buenos
han tomado una forma y apariencia humana. Los ángeles caídos
tienen la misma habilidad. Ellos pueden transformarse para verse
como personas. También se pueden trasformar para verse como
ángeles de luz (2 Co. 11:14-15). Es por esto, que Juan nos
dice: “probad los espíritus” (1 Jn. 4:1).
En Suiza, mientras cierto pastor predicaba, mis ojos
espirituales fueron abiertos y vi al ángel del Señor parado a
su lado derecho, y a su lado izquierdo había un demonio
muy grande con una corona en su cabeza, tocando el violín.
Cuando este ministro predicaba, el ángel del Señor hablaba
a través de él. Sin embargo, cuando ministraba en alabanza,
el demonio la dirigía. Debemos tener mucho cuidado con el
llamado “rock cristiano”, pues éste permite que otros espíritus
influencien y controlen nuestros servicios.
215
El Espíritu Santo
Los espíritus también se pueden manifestar como animales.
Algunas veces, los espíritus de celos y envidia toman la forma
de animales. Los animales representan ciertas cosas. Los
ratones hablan de inmundicia (falta de limpieza) y las ranas
representan la profecía falsa (vea Ap. 16:13). El Espíritu
Santo mismo se manifiesta como una gentil paloma.
Queremos creer que Dios abrirá nuestros ojos al mundo
espiritual, especialmente para ver el lado bueno.
4. Oído
Podemos oír hablar tanto a los ángeles caídos como a los
verdaderos, ya sea a través de una voz mental o una audible.
Hay muchas situaciones en la Escritura donde ocurre esto.
El profeta Daniel tuvo encuentros increíbles con ángeles que
le hablaron. En Daniel 8, el arcángel Gabriel le habló y le
dio entendimiento concerniente a eventos futuros. También
Gabriel le habló a Zacarías, en Lucas capítulo 1, diciéndole
que tendría un hijo cuyo nombre sería Juan. Este mismo ángel
fue enviado seis meses después a Nazaret para hablarle a
María acerca del nacimiento de su hijo Jesús. Hubo muchas
otras ocasiones cuando ángeles hablaron con personas en
la Biblia. Personalmente, he oído ángeles, buenos y malos,
hablarme en numerosas ocasiones.
216
El Espíritu Santo
5. Olfato
También podemos oler a los espíritus malignos. Su olor es muy
desagradable. Dependiendo del demonio, el olor es diferente.
De la misma forma, algunas veces podemos oler la dulce
fragancia del Señor. En Cantar de los Cantares 1:3, la esposa
le dice al esposo: “A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado; Por eso las
doncellas te aman”. El Salmo 45:8 menciona algunos de los
ungüentos que están asociados con la presencia del Señor:
“Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos, desde
palacios de marfil te recrean”.
El Cuerpo
Hay espíritus para cada órgano del cuerpo. El cáncer puede
ser un espíritu. Una vez, justo antes de orar por cierto
hombre, vi al espíritu de cáncer parado a su lado. Le
pregunté: “¿Ha habido miembros de su familia en
generaciones anteriores que hayan tenido cáncer?” Él dijo:
“Sí, el cáncer ha sido heredado de generación en generación
en mi familia”. Le dije: “Veo al espíritu de cáncer a su lado.
Vamos a echar fuera a este espíritu y a orar por su sanidad.
Vamos a ordenarle a ese espíritu de cáncer que abandone
su cuerpo y que se vaya al infierno, para que ya no sea
transmitido a sus hijos”. Dios no sólo lo sanó a él, sino que
ninguna de sus hijas ha padecido de cáncer.
El Espíritu Santo
217
Debemos darnos cuenta que algunas veces para sanar una
enfermedad, tenemos que echar fuera el demonio que la está
causando. Hay un espíritu de glotonería que necesita ser echado
fuera de algunas personas. Me gustaría relatarles una historia
que oí acerca de Smith Wigglesworth, quien a veces podía ser
muy expresivo. Cierto hombre con dolores de estómago se le
acercó en una de sus reuniones y le pidió oración. Smith
Wigglesworth le impuso manos, ordenó a los dolores que se
fueran e inmediatamente este hombre fue sanado completamente.
Este milagro sucedió un lunes por la noche, pero el viernes, los
dolores habían regresado. Este hombre volvió al servicio de
nuevo y le dijo a Wigglesworth: “Usted oró por mí el lunes y los
dolores me dejaron, pero han regresado”. Smith Wigglesworth
era un plomero y tenía manos muy grandes y fuertes.
Empuñando su mano y sin previo aviso, golpeó a aquel hombre
tan fuerte como pudo, gritando: “¡Sal fuera, espíritu de
glotonería!” El hombre no sólo fue liberado de los dolores de
estómago, sino también del espíritu de glotonería.
Esta historia ilustra la importancia del don de discernimiento de
espíritus cuando oramos por la sanidad de una persona. En
realidad, puede ser que la persona no necesite sanidad sino
liberación de un espíritu. Hace algunos años, en cierta iglesia,
oramos por una mujer que había estado enferma durante toda
la reunión. Por medio del don de discernimiento de espíritus, vi
un espíritu enrollado alrededor de sus intestinos que la hacía
218
El Espíritu Santo
sentirse enferma. No era sanidad lo que ella necesitaba, sino
ser liberada de ese espíritu. El Espíritu Santo habló en lenguas
a través mío y ese espíritu perdió su autoridad sobre ella y
se fue. Esta señora se sintió mucho mejor después de que
fue liberada de este demonio. Lo que ocurrió no fue un
milagro de sanidad, sino una liberación del espíritu que afligía
a esta hermana.
Hay espíritus que moran en ciertos órganos para impedir su
función correcta. Por ejemplo, los espíritus que habitan en el
estómago sobre enfatizan la función del estómago. Algunas
personas tienen problemas de sobre peso debido a problemas
físicos u otras razones, pero hay otras que tienen un espíritu de
glotonería. También hay espíritus que controlan las emociones.
Debemos ser muy cuidadosos de que los dones espirituales (y
particularmente el don de discernimiento de espíritus) no se
conviertan en ídolos para nosotros. El don de discernimiento
de espíritus debe estar sujeto a la voluntad de Dios. ¿Sabe
usted lo que pasa cuando el don de discernimiento de espíritus
se convierte en un ídolo? Toda la predicación en la iglesia gira
alrededor de los demonios y el ámbito satánico recibe
demasiada atención.
Conozco muchos pastores que comienzan su servicio atando a
Satanás y echándolo fuera, en lugar de darle la gloria a Dios. Al
hacer esto, ellos les están dando honra y reconocimiento a los
demonios. Debemos saber que en el reino de Satanás, todos
El Espíritu Santo
219
son como él. Satanás cayó debido a su deseo insaciable de ser
visto y admirado. Ésta también es una de las principales
características de sus seguidores, los demonios y ángeles caídos.
Nosotros debemos invitar al Espíritu Santo a nuestros servicios.
Cuando los ministros enfatizan el reino de las tinieblas más que
el reino de la luz, la gente se concentra más en los demonios.
Ellos comienzan a ver o a imaginar demonios debajo de cada
silla y en todas las esquinas. Dios desea que Su pueblo enfoque
su atención y pensamientos en Cristo.
En cierta ocasión, mientras yo enseñaba acerca del tema de
la demonología, hubo varias manifestaciones demoníacas
durante esa semana. Las puertas y ventanas se abrían y se
cerraban solas y los pisos temblaban. Aun así, los demonios
no me perturbaban, debido a que yo les dije: “Estoy
enseñando demonología. No se atrevan a acercárseme”, y
no lo hicieron. Sin embargo, los estudiantes eran jóvenes y
susceptibles a estas cosas.
Ellos se dormían pensando en demonios, y por supuesto no
eran decepcionados. El pelo de la parte de atrás del cuello se
les paraba cuando las puertas de sus cuartos se abrían solas.
Les advertí que no pensaran en demonios después de las clases,
porque si lo hacían de seguro los verían. No debemos ignorar
al reino de Satanás. Sin embargo, debemos estar centrados en
Cristo y saber la verdad irrefutable que “mayor es el que está
en vosotros, que el que está en el mundo”. Recuerden, solamente
220
El Espíritu Santo
un tercio de los ángeles cayeron; dos tercios permanecieron
fieles. Por lo tanto, hay más ángeles a nuestro favor, que en
nuestra contra (vea 2 R. 6:16).
El apóstol Pablo tenía el don de discernimiento de espíritus
operando en su vida a un nivel muy alto. Hechos 16:16-18 nos
da un ejemplo excelente de esto mientras Pablo estaba en Filipos,
“Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al
encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación,
la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta,
siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian
el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días;
mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu:
Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y
salió en aquella misma hora”. Fue por el don de discernimiento
de espíritus que Pablo supo que esta mujer tenía un espíritu
malo de adivinación. Así que como vemos en este caso, los
dones pueden funcionar fuera de un servicio de la iglesia.
Por el discernimiento de espíritus, Pablo supo que había un
espíritu de adivinación en esa mujer. Sin embargo, saber que
hay un espíritu de adivinación es una cosa, pero saber qué hacer
con ese espíritu, es otra. Por varios días, Pablo permitió que
ese espíritu se manifestara, hasta que supo qué hacer.
Necesitamos darnos cuenta de una verdad importante en este
relato. Echar fuera demonios puede causar muchos problemas.
El Espíritu Santo
221
Después de tomar autoridad sobre el espíritu en esta mujer,
vemos que Pablo fue echado en prisión.
Nosotros debemos considerar cuidadosamente de antemano el
resultado de cada acción que tomamos. Suponga que un ministro
discierne, por medio del don de discernimiento de espíritus, que
un espíritu demoníaco se está manifestando en cierta mujer dentro
de la iglesia y otros lo confunden con una manifestación del Espíritu
Santo. El hecho de saber que hay un espíritu no es suficiente.
Recuerde, los demonios son gregarios. Es probable que el espíritu
de conmiseración esté presente también, y envuelva con sus
tentáculos a ciertos miembros de la congregación.
Por esta razón, si el ministro reprende a esa mujer y le dice que
ella está operando bajo una unción falsa, muchas personas en
la iglesia se ofenderían debido a que ellos pensaron que su
manifestación era del Señor. Por esa razón, el pastor debe tener
gran sabiduría para manejar tal situación.
Siempre debemos calcular cuál será el resultado final de todo
lo que hacemos. A menudo, necesitamos otros dones del Espíritu
operando juntamente con el don de discernimiento de espíritus,
tal como la palabra de ciencia, para que nos dé dirección acerca
de qué hacer con un espíritu demoníaco. Hay un tiempo
específico para echar fuera demonios y para atar ángeles caídos.
Debemos oír del Señor y movernos con gran cautela cuando
tratamos con espíritus.
222
El Espíritu Santo
El don de discernimiento de espíritus es muy necesario en la
Iglesia de hoy. Muchas manifestaciones que están siendo
consideradas como manifestaciones del Espíritu Santo no son
originadas por el Espíritu Santo, sino por un espíritu demoníaco.
Por medio de la unción del don del discernimiento de espíritus,
podemos discernir la fuente de estas manifestaciones. Muchas
veces necesitamos que este don nos revele qué espíritus están
impidiendo que nuestras iglesias crezcan. Este don traerá la
respuesta y la liberación para nuestra iglesia y para nuestras
vidas. Oremos para que este don de incalculable valor opere
en nuestras vidas y en nuestras iglesias.
H. EL DON DE LENGUAS
El octavo don espiritual, el don de lenguas, siempre está ligado
al noveno don, el don de interpretación. Estos dos dones fueron
creados y diseñados para ser usados juntos y no por separado.
El don de lenguas, como uno de los nueve dones del Espíritu
Santo, es muy diferente al lenguaje personal en otras lenguas
que recibimos cuando somos bautizados en el Espíritu Santo.
Ambos dones son básicamente iguales en naturaleza, pero
diferentes en función y propósito. Las lenguas que acompañan
al bautismo del Espíritu Santo son para nuestro uso y edificación
personal. El don de lenguas es usado para traer edificación a la
Iglesia. Ésta es básicamente la diferencia entre nuestro lenguaje
personal en otras lenguas y el don de lenguas. Uno es para uso
personal y el otro es para uso dentro del Cuerpo de Cristo.
El Espíritu Santo
223
Revisemos nuevamente los tres aspectos de la manifestación
de lenguas: (1) hablar en otras lenguas es una evidencia inicial
del bautismo en el Espíritu Santo; (2) hablar en lenguas en nuestra
vida de oración; y (3) el don de lenguas, uno de los nueve
dones del Espíritu, es para la edificación de la Iglesia.
El don de lenguas es un mensaje nacido del Espíritu Santo dado
en un lenguaje que es extraño para el que lo habla. Este debe ser
seguido por una interpretación dada en el idioma de la
congregación. Es un mensaje dado usualmente en un servicio o
reunión de la iglesia. Las lenguas que hablamos al adorar en
privado o como un cuerpo en la iglesia, son las lenguas que
recibimos con el bautismo del Espíritu Santo. Cuando fuimos
bautizados en el Espíritu Santo, nadie interpretó nuestras lenguas.
Nuestras lenguas se vuelven parte de nosotros después de ser
bautizados en el Espíritu Santo y podemos hablar en nuestras
lenguas personales en cualquier momento que elijamos. Estas
palabras son dadas por el Espíritu Santo, pero somos nosotros
quienes las iniciamos y decidimos cuándo queremos hablar en este
lenguaje. Pero éste no es el don de lenguas; éste no es uno de los
nueve dones. No todos los que hablan en lenguas tienen el don de
lenguas, o la fe que se nos da para dar un mensaje en otras lenguas.
El don de lenguas es algo que recibimos después de las lenguas
que nos son dadas con el bautismo en el Espíritu Santo.
El don de lenguas es un mensaje del Espíritu Santo para la
iglesia en general o puede ser para un individuo. El Espíritu
224
El Espíritu Santo
Santo lo origina y escoge cuándo debemos usarlo. No podemos
dar un mensaje en lenguas cuando nosotros decidimos hacerlo;
sólo podemos utilizar este don cuando el Espíritu Santo se mueve
en nosotros para que lo usemos. Sin embargo, podemos usar
nuestras lenguas personales cuando queramos y se nos anima a
que lo hagamos con frecuencia.
Sin embargo, mantenga en mente que no debemos hablar fuerte
en nuestras lenguas personales durante el tiempo en que la
congregación está en silencio, esperando profecías o
manifestaciones espirituales de parte de Dios. Este es el tiempo
en el que el don de lenguas debe ser usado. Durante este tiempo
podemos hablar en lenguas calladamente en nuestro interior,
pero no audiblemente, a menos que tengamos el don de lenguas.
Hay otros momentos durante el servicio (tales como el tiempo
de adoración o cuando oramos por aquellos que tienen
necesidad) que podemos hablar en nuestras lenguas personales.
No debemos confundir el don de lenguas con nuestro lenguaje
personal de oración. En la Iglesia ha habido mucho error con
relación al don de lenguas, debido a que las personas han fallado
en reconocer la diferencia entre estos dos.
En 1 Corintios 14:14, el apóstol Pablo dice: “Porque si yo oro
en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi
entendimiento queda sin fruto”. Cuando hablamos en nuestras
lenguas personales estamos comunicándonos con Dios. Pablo
El Espíritu Santo
225
dijo en 1 Corintios 14:18: “Doy gracias a Dios que hablo en
lenguas más que todos vosotros”. Refiriéndose a su vida
personal y a su oración en lenguas, Pablo dijo que él oraba en
lenguas más que ningún otro. Él se dio cuenta de que éste era el
secreto de su poder. En este versículo, pareciera como si Pablo
hablaba en lenguas en cualquier momento cuando estaba solo.
Él se refiere al lenguaje personal de oración que recibió cuando
fue bautizado en el Espíritu Santo. Pablo no se refiere aquí al
don de lenguas.
Luego, en 1 Corintios 14:19, Pablo continua hablando acerca
del don de lenguas: “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco
palabras con mi entendimiento, para enseñar también a
otros, que diez mil palabras en lengua desconocida”. Aquí
Pablo habla acerca del don de lenguas como mensaje. Él nos
dice que sólo dar un mensaje en lenguas a toda la congregación,
sin dar la interpretación, no es muy útil. Nadie es edificado
porque no puede entender lo que se está diciendo.
El don de lenguas es un mensaje de Dios que debe ser seguido
por una interpretación para que la iglesia o cuerpo de creyentes
puedan ser edificados. En 1 Corintios 14:13, Pablo establece:
“Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración
poder interpretarla”. Esto se está refiriendo al don de lenguas,
el cual, bajo circunstancias normales no debe ser dado sin una
interpretación. La interpretación puede ser dada, ya sea por la
misma persona o por alguien más. La persona que da el mensaje
226
El Espíritu Santo
en lenguas debe orar pidiendo la interpretación. Si ésta no
recibe la interpretación, alguien más en la iglesia la debe
recibir. También creo que podemos recibir interpretación
de las lenguas personales que hablamos cuando estamos
orando al Señor. Yo oro en lenguas frecuentemente y le pido
al Señor que me dé la interpretación de lo que mi espíritu
está diciendo; y Él lo hace.
En 1 Corintios14:5-6, Pablo continúa desarrollando la
función del don de lenguas: “Así que, quisiera que todos
vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis;
porque mayor es el que profetiza que el que habla en
lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia
reciba edificación. Ahora pues, hermanos, si yo voy a
vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si
no os hablare con revelación, o con ciencia, o con
profecía, o con doctrina?”
Cuando hablamos en nuestras lenguas personales, estamos
edificándonos a nosotros mismos. Pero cuando damos un
mensaje profético en lenguas a la iglesia, estamos edificando a
la iglesia. Por esto, el don de lenguas, cuando es dado como un
mensaje a la iglesia, debe ser seguido por una interpretación,
para que el cuerpo de Cristo sea edificado. El don de lenguas
con la interpretación es equivalente a la profecía y pertenece en
las tres mismas categorías de la profecía: edificación, exhortación
y consolación (1 Co. 14:3).
El Espíritu Santo
227
Las lenguas son una señal para los incrédulos. “Así que, las
lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los
incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos sino a los
creyentes” (1 Co. 14:22). Permítanme contarles una historia
que les ayudará a ver este punto más claramente. Hace muchos
años, en Inglaterra, un judío devoto que no estaba satisfecho
con las prácticas religiosas judías de su tiempo, visitó la iglesia
pentecostal a la cual yo asistía. Él se sentó en la última fila.
Durante el servicio alguien habló en otras lenguas y alguien más
las interpretó al inglés. El impacto que esto causó en el judío
fue asombroso.
El mensaje en lenguas fue dado en perfecto hebreo. Después
del servicio, este hombre judío se acercó tembloroso al pastor
y le preguntó: “¿Qué es lo que hay en este lugar?” El pastor le
preguntó: “¿Qué quiere usted decir?” El caballero judío
sorprendió al pastor con esta abrupta confesión: “¿Porqué
durante el servicio esa persona habló en hebreo y enumeró
todos mis pecados, incluso llamándome por mi nombre en
hebreo? ¿Y por qué esta otra persona lo repitió todo en inglés?”
Totalmente asombrado, el pastor le dijo: “Nadie habló en
hebreo, mucho menos ese hombre”.
Este hombre judío no le creyó al pastor, así que le habló en
hebreo a esa persona hasta que se convenció de que él no
sabía nada de hebreo. El pastor le aseguró que el Espíritu Santo
había hablado a través de ese hombre. El don de lenguas e
228
El Espíritu Santo
interpretación operando unidos funcionaron como profecía y el
corazón de este hombre fue revelado (vea 1 Co. 14:24-25).
Debemos buscar al Señor pidiéndole un nuevo fluir de este
precioso don.
I. INTERPRETACIÓN DE LENGUAS
Como ya lo hemos mencionado, el noveno don del Espíritu
Santo está íntimamente ligado al don de lenguas. Este don es su
complemento y los dos deben ser usados juntos. El don de
interpretación es la comprensión e interpretación sobrenatural
de un mensaje dado en una lengua extraña.
La interpretación es diferente a la traducción. La
interpretación es el sentido y mensaje básico de un mensaje
en lenguas. La interpretación no es una traducción literal de
las lenguas. Ésta da el sentido e idea general del mensaje. El
mensaje en lenguas puede ser muy corto y la interpretación
en nuestro lenguaje muy larga, debido a que se necesitan
varias palabras para explicar una palabra del lenguaje
desconocido, o viceversa. Puesto que el mensaje viene a
través de un vaso humano, cada intérprete lo explicará de
manera distinta. El significado básico es el mismo, pero dado
con una perspectiva y énfasis diferente. Por esto, es posible
que dos personas reciban la interpretación de un mensaje
en lenguas y que lo expresen de diferente manera, aun siendo
el mismo mensaje.
El Espíritu Santo
229
La interpretación de lenguas, al igual que todos los dones
de expresión, puede manifestarse de diversas formas.
Podemos recibir la interpretación espontáneamente, sentir
en nuestro espíritu lo que debemos decir, o tener una visión
y luego expresar lo que vimos. Las visiones pueden ser a
colores, como cuando miramos una película, en blanco y
negro, o en una simple imagen mental.
Debemos ser extremadamente cuidadosos con esta tercera vía
de interpretación, pues las visiones usualmente representan una
idea principal. Por lo general, no todas las porciones de la visión
pueden ser tomadas literalmente. Sin embargo, existe un tema
general que el Señor está tratando de expresar. Por esto,
debemos ser cuidadosos en nuestra interpretación de visiones,
asegurándonos de que entendemos claramente lo que Dios está
tratando de decirnos a través de ellas.
Recuerde, todos los dones del Espíritu operan a través de
canales humanos. Por esta razón, los dones, particularmente el
don de interpretación, van a ser influenciados por la
personalidad, disposición y apariencia del vaso humano. Hace
algunos años, cuando fui a visitar la iglesia de uno de mis ex
alumnos, él me pidió que iniciara el servicio, pues él iba a llegar
un poco tarde. Comencé el servicio y comenzamos a adorar.
Después de la alabanza, mientras todos estaban en silencio
esperando en el Señor, sentí que el piso de madera bajo mis
pies se movía y me pregunté qué estaría pasando. Para mi
230
El Espíritu Santo
sorpresa, cuando me volví, vi a una persona muy alta, que hacía
gran ruido y causaba conmoción. Esta persona luego dio un
mensaje en lenguas.
Unos momentos después, mientras meditaba en esta
demostración algo carnal, comencé a sentir de nuevo que el
suelo se movía. Otra persona dio la interpretación de este
mensaje en la misma forma que la persona anterior. Casi
inmediatamente después, otra persona profetizó de la misma
forma. Pensé que tal vez debía decirle algo a la iglesia acerca
de esto, pero gracias a Dios no lo hice, ya que el pastor llegó
en ese momento. Aparentemente él también sintió la unción y
pronto el piso comenzó a temblar de nuevo. Su cara se puso
roja como un tomate y él dio una profecía. Debo decir que
todos los mensajes fueron correctos, pero también hubo mucha
exageración involucrada. Hubiera sido más fácil escuchar lo
que el Señor decía si estas personas se hubiesen relajado y
evitado contorsionar su cuerpo de tal manera.
Como dijimos antes, debemos operar en los dones de expresión
en la forma en la que hablamos cotidianamente y en nuestro tono
normal de voz. La idea es transmitir el mensaje del Señor a los
demás, no atraer la atención hacia nosotros. Debemos permitir
que las personas se concentren en el mensaje, y no en el mensajero.
En cierta ocasión en Suecia había un grupo de ministros en la
plataforma de una iglesia. Un mensaje en lenguas fue dado y el
El Espíritu Santo
231
hombre detrás del púlpito dio la interpretación. Mientras él daba
la interpretación, una sierva en la plataforma veía, una tras otra,
las imágenes de lo que el hombre iba diciendo. Lo increíble de
esto fue que mientras el ministro interpretaba, ella veía imágenes
y luego espacios en blanco. Ella recibió el mensaje muy
claramente. Hubo muchas adiciones humanas en esa
interpretación. Este hombre se había dejado llevar tanto en su
espíritu, que exageró la interpretación. Cuando hacía esto, la
sierva veía espacios en blanco, significando que lo que él decía
no era parte del mensaje del Señor. ¿Ven cuán cuidadosos
debemos ser con la interpretación? El mensaje de Dios debe
ser interpretado bajo la unción. Muchas personas permiten que
su espíritu se exalte al hablar. Algunas veces nos sentimos tan
bien bajo la unción, que agregamos nuestros propios
pensamientos y sentimientos. Desgraciadamente, algunas
personas que están molestas con alguien en la iglesia dicen algo
para reprenderlos en ciertas ocasiones, sin ser esto lo que el
Espíritu del Señor está diciendo.
El Espíritu Santo habla a través del vocabulario de la persona
que está usando. La persona que tiene un vocabulario limitado
va a dar una interpretación o profecía simple. Alguien cuyo
vocabulario es considerablemente más amplio, dará una
interpretación más intelectual. Sin embargo, ambos vasos están
dando una interpretación correcta del Señor. Un campesino
dará el mensaje con un vocabulario diferente al de un científico
o catedrático de la universidad. Ninguno de los dos mensajes
232
El Espíritu Santo
es erróneo. Los antecedentes de una persona influyen la
forma de dar el mensaje. Esto es verdad en la mayoría de
los casos. Cuando Smith Wigglesworth hablaba y predicaba,
ponía acentos donde no los había y cometía otros errores
fonéticos. Sin embargo, cuando él profetizaba bajo la unción
del Espíritu Santo, lo hacía en el lenguaje bíblico, con una
buena pronunciación. A veces Dios hace a un lado nuestras
limitaciones.
El propósito de la interpretación es que las personas reciban el
mensaje de Dios. Por esto, la brevedad y la repetición son
importantes. La Palabra de Dios se repite a sí misma una y otra
vez desde Génesis hasta Apocalipsis. El propósito de la
repetición es imprimir un pensamiento en la mente y corazón de
la persona que escucha. Debemos tratar de dar la interpretación
de la manera más simple de comprender. Pablo dijo en 1
Corintios 14:9: “Así también vosotros, si por la lengua no
diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo
que decís? Porque hablaréis al aire”.
La interpretación de lenguas es un don muy importante. Es
esencial para nuestro entendimiento. Pablo dijo en 1 Corintios
14:14-20: “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi
espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué,
pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el
entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré
también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con
El Espíritu Santo
233
el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá
el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has
dicho. Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro
no es edificado. Doy gracias a Dios que hablo en lenguas
más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar
cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también
a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.
Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed
niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”.
A menos que el don de lenguas sea interpretado, nadie recibe
bendición, porque nadie entiende lo que se dijo. El don de
interpretación ilumina el entendimiento, capacitándonos para
que entendamos claramente lo que el Espíritu está diciendo. Si
la iglesia desea recibir todo lo que Dios tiene para ella y caminar
en la dirección en la que Él la está guiando, el don de
interpretación debe comenzar a funcionar.
Para concluir, permítame decir esto: Dios es un empresario muy
competente. Un hombre de negocios no invierte dinero en
compañías improductivas. De la misma manera, Dios no le da
más dones espirituales a aquellos que no usan los que Él ya les
dio. La clave para recibir más dones espirituales es usar los
que ya tenemos y luego pedirle al Señor otros dones. Si usamos
y desarrollamos los dones que ya tenemos, vamos a
convertirnos en candidatos para recibir más dones. Que Dios
permita que los dones espirituales comiencen a operar de manera
234
El Espíritu Santo
fresca en nuestra vida y en nuestras iglesias locales, ¡para
que así, podamos ser usados para traer gloria al Señor de
los ejércitos!
235
El Espíritu Santo
VI Parte
LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU
En esta sección, estudiaremos los nueve frutos del Espíritu
Santo, mencionados en Gálatas 5:22-23. Estos nueve frutos
del Espíritu son diferentes a los nueve dones del Espíritu. Este
capítulo trata acerca del carácter de Dios, que se desarrolla en
nuestra vida por medio de los frutos del Espíritu y nos transforma
a Su imagen y semejanza.
INTRODUCCIÓN
Me gustaría dirigir su atención al capítulo 5 de Gálatas, donde
el apóstol Pablo compara las diecisiete obras de la carne
con los nueve frutos del Espíritu Santo. En Gálatas 5:22-23,
siguiendo la lista de las diecisiete obras de la carne (las cuales,
si las practicamos, nos impedirán heredar el reino de Dios),
están los nueve frutos del Espíritu Santo: “Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia [longanimidadN.T.],
benignidad, bondad, fe [fidelidad], mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley”. Estos nueve
frutos, los cuales son aspectos del carácter de Dios que
deben ser desarrollados en nuestra vida, son contrastados
con los nueve dones del Espíritu Santo.
236
El Espíritu Santo
El equilibrio entre los dones y los frutos del Espíritu
Consideremos por un momento el equilibrio entre los dones
del Espíritu y los frutos del Espíritu. En Mateo 7:21-23 el Señor
Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel
día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí
[Yo nunca tuve una relación íntima contigo]; apartaos de
mí, hacedores de maldad”. Esta advertencia está dirigida a
todos aquellos que tienen los dones del Espíritu Santo. Aquellos
que han sido bautizados en el Espíritu Santo pueden profetizar,
pues la profecía es uno de los nueve dones del Espíritu. Echar
fuera demonios y obrar milagros también son obras de creyentes
llenos del Espíritu.
Hace varios años, durante cierta convención pentecostal, estos
versículos se volvieron muy reales para mi esposa y para mí.
Había allí un ministro en particular que estaba torciendo la
Escritura para excusar el pecado en la vida de los creyentes.
Esto, por supuesto, es una abominación para el Señor. Mi esposa
y yo nos sentimos muy dolidos en nuestro corazón. Al final de
su mensaje, él hizo un llamado para aquellos que querían aceptar
a Cristo como su Salvador. Muchos respondieron y fueron
salvos. Otros fueron bautizados en el Espíritu Santo y sanados
El Espíritu Santo
237
esa noche por medio del ministerio de ese hombre. Sin embargo,
mientras todo eso sucedía, mi esposa y yo nos sentíamos tristes
en nuestro corazón.
Cuando regresamos a la habitación donde nos hospedábamos,
abrimos la puerta y el Señor Jesús estaba allí, de pie, en persona.
Nunca le había visto tan triste como ese día. Su cabeza estaba
inclinada sobre su pecho. Él no nos habló ni una sola palabra,
pero Su cabeza se movía de un lado al otro. Mientras le
mirábamos, el Espíritu Santo, como un relámpago, me dio las
palabras de Mateo 7:22-23: “Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad”. El mensaje fue claro:
no somos aceptados por nuestros dones, sino por nuestro
carácter y frutos.
La advertencia en Mateo 7:21-23 en realidad fluye de una
exhortación dada por el Señor en los versículos anteriores, que
dicen que seremos conocidos por nuestros frutos. “Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos,
o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos
frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el
buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos
buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y
echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”
238
El Espíritu Santo
(Mt. 7:16-20). Después de hablar de los frutos, el Señor nos
advierte acerca de no depender de nuestros dones, tales como
profecía y hacer milagros, para obtener Su aceptación. Es el
fruto del Espíritu en nuestra vida lo que le complace.
De acuerdo a las Escrituras, debe haber un equilibrio entre
los dones y los frutos. Con gran habilidad, el apóstol Pablo
claramente describe la diferencia entre ambos, en 1 Corintios
capítulo 13. Él dice en los versículos 1-3: “Si yo hablase
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a
ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si
tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda
ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que
trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve”.
Pablo continúa diciendo en el versículo 13: “Y ahora
permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el
mayor de ellos es el amor”. Luego Pablo vuelve a tomar el
tema de los dones del Espíritu en 1 Corintios capítulo 14. En el
versículo uno de este capítulo él dice: “Seguid el amor; y
procurad los dones espirituales”.
Debemos procurar los dones espirituales. Ciertamente,
necesitamos hablar en lenguas para nuestra propia edificación
El Espíritu Santo
239
y alumbramiento, y para que seamos fortalecidos en la santísima
fe. También debemos procurar el don de lenguas para la
edificación de la Iglesia, al igual que los demás dones espirituales.
A fin de cuentas, podemos tener todos los nueve dones
operando en nuestra vida, y aun así ser rechazados por el Señor
si no caminamos en santidad y no tenemos los frutos del Espíritu
obrando en nosotros.
Los dones espirituales no nos benefician realmente, a menos
que caminemos en amor, el cual a su vez abarca muchos de los
otros frutos del Espíritu y muchos aspectos del carácter de Dios.
Con esto en mente, consideremos ahora en detalle los nueve
frutos del Espíritu.
Las nueve especies y los nueve frutos
Me gustaría ver ahora con ustedes a un grupo de nueve especies
en la Palabra de Dios que corresponden a los nueve frutos del
Espíritu. Estas especies se encuentran en el Cantar de los
Cantares 4:12-14, donde el rey Salomón, hablando bajo la
unción del Espíritu Santo, describe a la esposa de Cristo:
“Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; Fuente
cerrada, fuente sellada. Tus renuevos son paraíso de
granados, con frutos suaves, De flores de alheña y nardos;
Nardo y azafrán, caña aromática y canela, Con todos lo
árboles de incienso, Mirra y áloes, con todas las principales
especias aromáticas”. Salomón enumeró nueve bellas especies
240
El Espíritu Santo
que él observó que brotaban y florecían en el jardín del corazón
de la esposa de Cristo.
Las nueve especies simbolizan los nueve frutos del Espíritu y
corresponden a cada uno de los nueve frutos en orden
descendente. La interpretación de cada planta puede ser hallada
al comparar cada especie con su fruto correspondiente. Por
esto, cada vez que una de estas especies es mencionada en la
Palabra de Dios, podemos comprender lo que representan y lo
que el Señor está diciendo en ese pasaje en particular.
LOS NUEVE FRUTOS COMPARADOS Y LAS
NUEVE ESPECIES
Gálatas 5:22-23
Amor
Gozo
Paz
Paciencia
Benignidad
Bondad
Fe
Mansedumbre
Templanza
Cantar de Cantares 4:12-14
Granado
Alheña
Nardo
Azafrán
Caña Aromática
Canela
Incienso
Mirra
Áloes
*Cada especie le corresponde a uno de los frutos del Espíritu.
El Espíritu Santo
241
¿Cómo se desarrollan los frutos en nuestra vida?
Los frutos del Espíritu son desarrollados, como el Señor dijo
en Juan 15:1-4, siguiendo estos cuatro pasos:
1. Permitirle a nuestro Padre Celestial que nos “pode”. Dios lo
hace a través de pruebas severas y experiencias amargas
(Jn. 15:2).
2. Ser limpiados rigurosamente por la obediencia a la Palabra.
Cristo dijo en Juan 15:3: “Ya vosotros estáis limpios por
la palabra que os he hablado” (vea Ef. 5:26; 1 P. 1:22).
3. Permanecer en Cristo, y guardar Sus mandamientos. El Señor
nos instruyó en Juan 15:10: “Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo
he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor”.
4. Permitirle a Cristo permanecer en nosotros, lo cual significa
que Sus palabras permanecen en nosotros (vea Jn. 15:4, 10).
Daremos fruto, más fruto y mucho fruto dependiendo del grado
de desarrollo de estos cuatro aspectos en nuestra vida. De esta
manera, nuestro Padre Celestial será glorificado (Jn. 15:8).
Los nueve frutos son desarrollados por contraste
Otro factor muy importante con relación al desarrollo de los
frutos del Espíritu en nuestra vida es que los frutos son
242
El Espíritu Santo
desarrollados a través del contraste y de fuerzas opuestas. En
realidad, los frutos del Espíritu son perfeccionados a través de
fuerzas opuestas.
1. Amor: es desarrollado a través de amar a aquellos que nos
odian y nos usan despectivamente.
2. Gozo: es desarrollado en aquellos que pasan por el valle de
Baca (tristeza) y lo convierten en un pozo de gozo, del cual
otros pueden tomar fuerzas, pues el gozo del Señor es
nuestra fortaleza.
3. Paz: Madura a medida que el cristiano es puesto en
situaciones confusas y permite que la paz fluya como un río
desde su alma.
4. Paciencia: sólo puede madurar a través de largas y arduas
tribulaciones, en las cuales nuestra fortaleza humana falla y
la paciencia divina manifestada por Cristo en el Calvario,
fluye a través de nuestro espíritu.
5. Benignidad: brilla en medio de los groseros y toscos, los
ingratos y desagradecidos.
6. Bondad: manifiesta sus frutos entre los malos, cuyos actos
son crueles y engañosos.
El Espíritu Santo
243
7. Fe (o fidelidad): se ve en su apogeo cuando es
confrontada por el fracaso y la traición de aquellos en
quienes más confiamos.
8. Mansedumbre: llega a su plenitud cuando se enfrenta a la
ira y no se venga.
9. Templanza: nuestra voluntad propia ejercida por gracia en
un mundo de gente que se entrega a la lujuria y a sus
pasiones. Es en esas circunstancias que podemos manifestar
nuestra moderación.
Los nueve frutos son desarrollados por contraste
Amor
Gozo
Paz
Paciencia
Benignidad
Bondad
Fe (fidelidad)
Mansedumbre
Templanza
Odio
Tristeza
Confusión
Tribulaciones Prolongadas
Ingratitud
Maldad
Traiciones
Enojo
Voluntad propia; deseos incontrolables
*Estos frutos del Espíritu son perfeccionados a través de
fuerzas opuestas.
244
El Espíritu Santo
1. AMOR
La definición del amor es compromiso. El amor no está
basado en sentimientos, a pesar de que los sentimientos sí
fluyen a medida que el fruto del amor madura. Por esto, el
amor comienza en la voluntad o en el espíritu y luego fluye al
alma, el área de nuestras emociones. Finalmente, es
expresado por acciones externas, tales como caricias o
hechos de bondad. Estos actos de bondad son mejor
expresados cuando nos entregamos a aquel a quien amamos.
Los mejores ejemplos del amor son el carácter, la naturaleza
y las acciones de Cristo mismo. Dios es amor (1 Jn. 4:816). El amor es la suma total del carácter de Dios. Es el
calor que emana de Su corazón para toda Su creación. Su
amor perfecto es manifestado hacia nosotros en este versículo
tan conocido: “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
El apóstol Pablo dijo en Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su
amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros”. Justo antes de esto, él estableció
en Romanos 5:6: “Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos”. Dios estaba
buscando reconciliar al mundo con Él, por medio de Cristo. Él
fue el Cordero del sacrificio de Dios, quien murió antes de la
fundación del mundo por los pecados del mundo. Dios tuvo
El Espíritu Santo
245
que pagar un precio tremendo para redimirnos. Sólo Su Hijo
calificaba para pagar el precio, pues sólo Dios podía pagar
nuestra deuda. Fue Dios quien quiso redimirnos. Por esta razón,
Dios tuvo que pagar el precio con Su propio Hijo, quien tuvo
que convertirse en pecado por nosotros.
También leemos en Isaías 53:10, que el Padre quiso
quebrantarlo. En otras palabras, el Señor Jesús tuvo que ser
bautizado con el bautismo del sufrimiento del cual Él había
advertido de antemano a Sus discípulos. Él tuvo que sufrir en
Su cuerpo aquellas heridas, quebrantamientos y azotes físicos.
Él tuvo que sufrir en Su alma cuando fue sujeto a padecimiento.
El Señor conoció el dolor, siendo el Varón de Dolores, y tuvo
que sufrir en Su espíritu la agonía de ser separado de Su Padre.
Cuando contemplamos esto, nos damos cuenta del precio
que Dios pagó por nuestra redención eterna. ¿Por qué?
Porque Cristo resucitó. Él resucitó en el mismo cuerpo con
el cual fue a la cruz. La única diferencia fue que Su cuerpo
fue glorificado después de la resurrección. Es por ello que
pudo decirle a Tomás, luego de haber resucitado: “Pon aquí
tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela
en mi costado” (Jn. 20:27). Tomás pudo ver Sus manos
marcadas por las heridas de los clavos.
Cuando el Señor regrese en Su Segunda Venida, Él aún tendrá
esas heridas en Su cuerpo. De hecho, el libro de Zacarías nos
246
El Espíritu Santo
dice que los judíos le van a preguntar cuando vuelva: “¿Qué
heridas son estas en tus manos?” (Zac. 13:6).
El Padre tiene que ver estas heridas por la eternidad y sabe que
en definitiva fue Él quien envió a Su Hijo al Calvario para morir
por los pecados del mundo. ¡Que precio eterno el que pagó
por nosotros! Él tiene que ver por toda la eternidad a Su Hijo,
a quien Él marcó permanentemente por Su amor por nosotros.
¡Oh, cuánto nos ama a ti y a mí!
Por esto, cuando se nos pide que amemos a Dios, hay dos
maneras en las que mostramos nuestro amor por Él. Primero,
amamos a Dios dándole nuestro cuerpo como sacrificio vivo.
Segundo, mostramos nuestro amor a Dios entregándole
nuestras más preciadas posesiones o personas amadas, al
igual como el Padre dio a Su Hijo unigénito y como Abraham
dio a su amado hijo, Isaac.
El granado
Ahora, me gustaría comentar acerca del fruto que mejor explica
el amor: el granado. Del granado podemos ver varias verdades
acerca del amor. El granado tiene una cáscara muy gruesa que
tiene que ser perforada para liberar el jugo de los granados. Si
el amor verdadero va a ser desarrollado en nuestra vida, de la
misma manera debemos ser traspasados y lastimados por
aquellos a quienes más amamos.
El Espíritu Santo
247
Cuando Jesús aparezca en el monte de los Olivos para libertar
a los defensores de Sion en Su Segunda Venida, Él proclamará:
“Ved ahora que yo, yo soy... vivo yo para siempre” (Dt.
32:39-40). Los judíos responderán: “Oh, Jehová, te hemos
esperado” (Is. 26:8). Ellos se llenarán de gozo pues su Mesías
ha venido para liberarlos. A medida que Él se acerque, ellos
verán sus manos cicatrizadas por los clavos, y le preguntarán:
“¿Qué heridas son estas en tus manos?” Él responderá: “Con
ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zac. 13:6).
El verdadero amor sólo puede ser desarrollado completamente
al ser traspasados por la espada. A María se le dijo que una
espada traspasaría su corazón, para que los pensamientos de
otros le fueran revelados. De esta manera, el amor y la
compasión por otros se desarrollarían en su corazón.
El amor entre marido y mujer es perfeccionado cuando sucede
alguna tragedia, como por ejemplo si uno de los dos es
diagnosticado con una enfermedad grave. Cuando esto sucede,
la espada entra en el corazón del otro. Pero es entonces cuando
el amor verdadero se manifiesta. El amor entre mi esposa y yo
creció mucho durante los últimos cuatro años de su vida, cuando
estuvo paralizada y sufrió problemas del corazón. Durante ese
tiempo, ella estuvo en constante dolor y agonía. Algunas veces
pueden darse tragedias en el sentido moral, como en el caso de
la esposa de Oseas. Cuando su esposa, Gomer, le fue infiel, la
espada traspasó el corazón de Oseas. Esto produjo en él un
248
El Espíritu Santo
amor más profundo por los descarriados. De esta trágica
situación, nació el hermoso libro de Oseas.
Recuerden que el granado debe ser perforado para que su jugo
fluya. En Gálatas 6:17, Pablo no menciona al amor por nombre,
pero aun así es importante que comprendamos el amor: “De
aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo
en mi cuerpo las marcas [o estigmas] del Señor Jesús”.
Algunas veces cuando pasamos por un sufrimiento profundo,
podemos sentir la lanza pasando a través de nuestro corazón,
tal como Cristo lo experimentó. Algunas veces, podemos sentir,
al igual que el Señor, los clavos atravesando nuestras manos o
pies. Ésta fue la experiencia de San Francisco de Asís. En otras
ocasiones, podemos sentir las espinas atravesando nuestra
mente. Todo esto es necesario para que el amor de Dios sea
verdaderamente desarrollado en nuestra vida. Debemos amar
a aquellos que nos han herido. Esto es amor verdadero.
La relación de amor entre Cristo y Su Esposa
En el Cantar de los Cantares se pueden ver tres aspectos de la
relación de amor entre Cristo y Su Esposa.
1) En el Cantar de los Cantares 2:16, la esposa dice: “Mi
amado es mío, y yo suya”. La esposa siente que su esposo
le pertenece. Ella es muy posesiva. Cuando una esposa
está recién casada, ella abraza a su esposo y dice: “Él es
El Espíritu Santo
249
mío”. Esta es una etapa muy parcial y egoísta del
matrimonio. Recuerdo cuando acababa de convertirme en
pastor de cierta iglesia, había una mujer muy dominante en
la iglesia que vino a presentarse diciendo: “Éste es mi
esposo. Él me pertenece”. Desgraciadamente, esto era
verdad, pues ella lo dominaba y daba las órdenes en su
casa.
2) Pasado el tiempo en la vida de la esposa, ella dice: “Yo
soy de mi amado, y mi amado es mío” (Cnt. 6:3). Con
un mayor grado de madurez, la esposa comienza a darse
cuenta que ella fue creada para el esposo. Ella comprende
que, ante todo, le pertenece primero a él y que luego, él le
pertenece a ella.
3) El tercer paso en una relación matrimonial puede verse en
las palabras de la esposa, en Cantar de los Cantares 7:10:
“Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su
contentamiento”. La meta final del matrimonio es que la
esposa gane el amor y el afecto de su esposo. A través de
toda su vida, Lea nunca pudo ganar el afecto de su esposo
Jacob. En lo natural, la esposa tiene que hacerse atractiva
para su esposo. De la misma manera, nosotros debemos
hacernos atractivos para el Señor Jesús, nuestro Esposo
Celestial. Ester se hizo hermosa para el rey y, porque lo
hizo, fue elegida para sentarse en el trono con él.
250
El Espíritu Santo
Dos de las formas en las que el Señor Jesús conquistó el corazón
del Padre mientras estuvo en la tierra pueden verse en el Salmo
91:14: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo
libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi
nombre”. Así como el Señor ganó el corazón de Su Padre,
nosotros debemos ganarnos el corazón del Señor, poniendo
nuestro amor en Él y conociendo Sus nombres.
Hablando profética y simbólicamente de la esposa de Cristo,
el Salmo 45:10-11 dice: “Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; Y deseará el rey tu
hermosura; E inclínate a él, porque él es tu señor”. Debemos
olvidarnos de dónde venimos y de la forma en que vivíamos
antes de nuestra salvación, para que el Señor pueda desear
nuestra hermosura. Lo mismo sucede en el matrimonio. Si la
esposa constantemente está deseando regresar con sus padres,
su esposo se desanimará, pues él debería ser el objeto de su
amor. De la misma manera, nuestro Esposo Celestial debe ser
el objeto supremo de nuestro amor y debemos olvidar nuestro
pasado y abandonarnos por completo en Sus brazos.
Las cuatro palabras griegas traducidas como “amor”
Cuando consideramos la palabra amor, debemos recordar que
en realidad hay cuatro palabras griegas que se traducen como
“amor” en nuestra Biblia. La primera palabra griega para amor
es eros, que es el amor y afecto entre esposos. Storgé es la
El Espíritu Santo
251
segunda palabra griega y se refiere al amor familiar; el amor
entre padres e hijos. Este aspecto del amor es importante para
la estabilidad de la Iglesia.
Desgraciadamente, no sólo el amor entre esposos y esposas se
ha deteriorado a un ritmo drástico durante las últimas décadas,
sino también el amor entre padres e hijos. Incluso podemos
leer historias en los periódicos acerca de hijos asesinando a sus
padres y padres matando a sus hijos. Es por esta razón que en
los últimos días el Señor enviará al profeta Elías a la tierra con
la misión específica de restaurar la relación de amor entre padres
e hijos (vea Mal. 4:5-6).
Otra palabra griega para “amor” es philo. Esta palabra expresa
el amor entre amigos. Este tipo de amor es ilustrado en la
relación entre David y Jonatán (vea 1 S. 18:1-4; 20:1-23).
El cuarto aspecto del amor es revelado a través de la palabra
griega ágape, que significa “benevolencia insuperable”. Este es
el amor de Dios. Es el tipo de amor que Dios desea desarrollar
sobre todo en nuestro corazón. El amor agape no es humano;
es divino. El amor humano puede ser simbolizado por la miel,
la cual es muy dulce. La característica de la miel que expone su
verdadera naturaleza es el hecho de que el fuego puede cambiar
su composición. La miel pierde su dulzura cuando es calentada.
De la misma forma, el amor humano es superficial. Siempre
que hay una prueba o una diferencia de opiniones, el amor
252
El Espíritu Santo
humano se quema; no permanece. Los amigos pueden
convertirse en los peores enemigos por una pequeña prueba si
la relación está basada completamente en el amor humano. El
amor humano no puede pasar a través del fuego de Dios.
Recuerde, todo, incluyendo nuestras obras, serán probadas por
fuego (vea 1 Co. 3:13-15).
En uno de los institutos bíblicos donde estudié, había una muy
dulce ama de llaves. Sin embargo, algunos de los estudiantes la
molestaban demasiado y su bondad humana gradualmente
comenzó a mostrar sus verdaderos colores. Como resultado,
recuerdo especialmente un día cuando ella explotó en un
arrebato de furia frente a los estudiantes. El amor humano, con
todo y su dulzura, no perdura cuando es pasado por fuego y es
puesto bajo presión. Queremos el fruto del amor de Dios. En
realidad, todas nuestras relaciones deben estar cimentadas en
el amor divino, en lugar de cualquiera de las otras formas de
amor. Permítanme probarles esto con la Palabra de Dios. En
Efesios 5:25 vemos el estándar de Dios para los esposos:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó
a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. La palabra
que Pablo usa aquí cuando le dice a los esposos que deben
amar a sus esposas no es eros, que es el amor humano y el
afecto natural entre esposos, sino ágape, que es el amor divino.
También, el amor que tienen los padres por sus hijos debe ser
divino. Una razón es que los padres deben castigar algunas veces
253
El Espíritu Santo
a sus hijos. Recuerden, el amor divino hace todo por el bien de
otros, lo cual muchas veces no es lo que les complace, sino lo
que más les conviene. El amor divino nos permitirá castigar a
nuestros hijos cuando ellos hagan mal, librándolos así del infierno.
El amor humano, por otra parte, tiende a no castigar a los niños.
Pero esto sólo lleva a que en el final sean destruidos.
También debemos tener el amor de Dios para con nuestros amigos
y no sólo amor humano. De otra manera, la relación no soportará
las pruebas que la vida trae. Dios nos une con personas para lograr
sus propósitos, para que nos fortalezcamos los unos a los otros.
También, a menudo, Él tiene en mente una meta a largo plazo, tal
vez pensando que en el futuro trabajemos juntos en algún ministerio.
El amor que Dios quiere obrar en nuestra vida es el amor ágape
(vea Gá. 5:22), el cual es un fruto del Espíritu.
LOS TRES DEBERES DEL AMOR
El amor verdadero se divide, según la Escritura, en tres partes:
(1) amor por Dios; (2) amor por nuestro prójimo; y (3) amor
por nuestros enemigos. Recuerde, el amor no es opcional. Es
un mandamiento.
1. AMOR POR DIOS
El primero y más grande mandamiento de la Palabra de Dios
es encontrado en las palabras del mismo Señor Jesucristo en
254
El Espíritu Santo
Mateo 22:37-38: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este
es el primero y grande mandamiento”. El primero de los
diez mandamientos dado por el Señor en Éxodo capítulo 20
fue: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Nunca
debe haber nada ni nadie en nuestra vida que esté antes que
Dios. Debemos amarle más que a ningún otro. El rey David
mostró esto muy intensamente cuando dijo en el Salmo 27:4:
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que
esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir
en su templo”. Cumplir el primer mandamiento significa
tener un corazón sincero al dedicarnos al Señor, como una
esposa se dedica a su esposo.
Debemos tener el mismo clamor que salió de los labios del
rey David en el Salmo 40:8: “El hacer tu voluntad, Dios
mío, me ha agradado. Y tu ley está en medio de mi
corazón”. Una vez el Señor le dijo a mi esposa: “Hay algo
más grande que el hacer mi voluntad”. Mi esposa contestó:
“¿Qué puede ser mayor que hacer tu voluntad, Señor?” Él
dijo: “Es agradarse en hacer mi voluntad”. Cuando nos
casamos, debemos deleitarnos en complacernos el uno al
otro. Para aquellos que aman a Dios con todo su corazón, es
un agrado y gozo hacer su voluntad, cualquiera que ésta sea.
255
El Espíritu Santo
El sacrificio propio
En realidad, guardar el primer mandamiento del Señor es el
cumplimiento de Romanos 12:1, donde Pablo dice: “Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Por la
gracia y misericordia de Dios, somos llamados a ofrecerle
nuestra vida como sacrificio vivo. Somos llamados a ser
sacerdotes, al igual que Cristo fue llamado a ser sacerdote según
el orden de Melquisedec. Cristo ofreció un sacrificio de amor
para Su Padre, al dar Su propio cuerpo.
Por lo tanto, en un sentido muy real, esto es lo que debemos
ofrecer como una expresión de nuestro amor por Dios.
Tenemos que sacrificar nuestro propio cuerpo y nuestra propia
vida. Esta verdad tiene sus raíces en los sacrificios voluntarios
realizados por los israelitas de antaño (vea Levítico capítulos
1-8). Nuestro amor por el Señor es expresado cuando le
ofrecemos nuestras vidas voluntariamente. Este es el primer
aspecto del amor para con Dios.
Sacrificar lo que es más preciado para nosotros
El segundo aspecto del amor por el Señor es darle aquello que
más atesoramos. Esta es la verdadera prueba del amor. Esto
podría significar que tengamos que darle al Señor nuestra
256
El Espíritu Santo
esposa, familia, hijos, ministerio, llamado u otras cosas. Esta
prueba varía de persona a persona. El Padre dio a Aquel a
quien más amaba, a Su Hijo Jesús, lo único que no podía
reemplazar.
El segundo aspecto del amor por Dios es ilustrado por el
sacrificio de Abraham. En Génesis 22:2, Dios le dijo a Abraham:
“Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete
a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto”. Ésta fue
una gran demanda para Abraham, pues Isaac era su hijo
prometido. Abraham ya tenía a Ismael, pero él no era su
verdadero hijo. El hijo verdadero era Isaac, pues Dios le había
dicho a Abraham: “Porque a través de Isaac será contada
tu descendencia”. Todo lo que Dios le había prometido a
Abraham y todo por lo que había vivido durante su vida estaba
contenido en Isaac. Sin embargo, el Señor le pidió que ofreciera
a su hijo amado. ¿Por qué? Porque Dios quería que el amor se
perfeccionara en el corazón de Su siervo Abraham. El amor
por Dios sólo es desarrollado completamente en nuestra vida
cuando ofrecemos estos dos sacrificios: el sacrificio propio y el
sacrificio de lo más preciado para nosotros.
Hace muchos años, el Señor me dijo: “Dame a tu esposa”. Me
lo dijo de tal forma que yo supe que el precio iba a ser
extraordinario y no pude hacerlo en ese momento. Más
adelante, yo reposé en el Espíritu en una reunión y el Señor me
vio y me dijo: “Ahora, acerca de tu esposa, ¿quién la ama más,
El Espíritu Santo
257
tú o Yo?” Tuve que aceptar: “Bueno, Tú, Señor”. Siguió
preguntándome: “¿Quién tiene más poder para cuidarla, tú
o Yo?” Yo estaba en el piso, sin poder moverme. Realmente
estaba descansando en el Espíritu; y puedo agregar que nadie
me había empujado. En este estado de absoluta debilidad,
mansamente le respondí al Señor: “Tú, Señor”. “Entonces,
me preguntó ¿no crees que es mejor que me la des a mí?”
Cuando el Señor me dijo esto, supe que iba a ser un sacrificio
muy, muy costoso.
Por la gracia de Dios, he llegado a comprender, en parte, cómo
se sintió el Padre cuando sacrificó a Su Hijo. Por más de
diecisiete años (en realidad durante toda su vida), mi esposa
sufrió continuamente. Ella pasó mucho tiempo en hospitales, ya
fuera por operaciones o por recuperación. Esto desgarraba
cada fibra de mi ser. Todo el tiempo el Señor me hablaba
diciéndome: “Yo quise quebrantarla”.
Mi esposa nació con un corazón muy débil. Cuando era una
niña, Los doctores le dijeron que no llegaría a la adolescencia,
pero Dios prolongó su vida en la tierra por muchos años
más. Nosotros aceptamos esta larga prueba pues el Señor
le había dicho a mi esposa cuando ella era muy joven: “Te
he hecho así con un propósito”. Para que verdaderamente
amemos a Dios y Su amor se perfeccione en nosotros,
debemos ser partícipes de todos Sus sufrimientos.
258
El Espíritu Santo
La base del amor es la obediencia
El verdadero amor está basado en la obediencia. El Señor
Jesús dijo en Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos,
y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama,
será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él”. La prueba de nuestro amor por el Señor
es que le obedezcamos y que guardemos Sus mandamientos.
Esto se ve también en la vida familiar. El hijo que ama a sus
padres les obedece. Si en verdad amamos a nuestro Padre
celestial, lo demostraremos obedeciéndole.
Luego el Señor continuó hablando acerca de esta verdad en
Juan 14:23-24: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con
él. El que no me ama, no guarda mis palabras”. Aquellos
que no obedecen al Señor no lo aman verdaderamente. Pero
hay una tremenda promesa dada a aquellos que aman y
obedecen al Señor. El Señor dijo que Él se manifestaría (o se
revelaría abiertamente) a ellos.
Arraigados y cimentados en amor
En Efesios 3:17-19 Pablo proclamó: “Para que habite Cristo
por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
El Espíritu Santo
259
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor
de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que
seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Para poder ser
llenos de la plenitud de Dios y proseguir a la perfección,
debemos estar arraigados y cimentados en amor, de tal
manera que todo lo que hagamos brote del amor en nuestros
corazones. Como cristianos, queremos lo mejor de Dios. Y
lo mejor es ser llenos de su amor.
El amor de Dios nos constriñe
Pablo dijo en 2 Corintios 5:14: “Porque el amor de Cristo
nos constriñe”. Cuando el amor de Dios fluye en nuestro
corazón, el mismo nos constriñe. La razón final por la cual las
personas fallan, es porque no han hecho un compromiso absoluto
con el Señor. Hay cosas más importantes que el Señor en su
vida: familia, empleo, profesión o algo más. No aman
verdaderamente al Señor con todo su corazón, alma y mente.
Cuando éste es el caso, una atracción casi “magnética” del
ámbito espiritual los aleja del camino, pues su amor y afecto no
están centrados en el Señor.
2. AMOR POR NUESTRO PRÓJIMO
El segundo deber del amor está contenido en el segundo
mandamiento dado por el Señor. Después de que el Señor dio
el primer y gran mandamiento, el cual es amar a Dios con todo
260
El Espíritu Santo
nuestro corazón, Él dio el segundo mandamiento en Mateo
22:39: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Ésta es una
cita tomada del libro de Levítico, el cual era el manual del
Antiguo Testamento para los sacerdotes (vea Lv. 19:18). Este
mandamiento está basado en nuestro amor por Dios. Juan,
llamado el apóstol del amor, declaró en su primera epístola:
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano,
es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y
nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a
Dios, ame también a su hermano” (1 Jn. 4:20-21).
Vamos a dividir el tema de amar al prójimo en cuatro partes.
Primero que todo, para poder cumplir este mandamiento,
debemos aceptarnos a nosotros mismos. Segundo, debemos
practicar la regla de oro. Tercero, debemos considerar la
pregunta ¿quién es nuestro prójimo? Por último, queremos
considerar el amor que restaura.
Aceptarnos a nosotros mismos
Un cuidadoso estudio de las palabras de Jesús, revela que
tenemos que amar a otros como nos amamos a nosotros
mismos. Para poder cumplir este mandamiento y amar a otros,
primero debemos amarnos a nosotros mismos. Debemos estar
en paz con nosotros mismos y aceptarnos con gozo, tal y como
Dios nos creó.
El Espíritu Santo
261
Creo que esto es expresado de una manera hermosa en el Salmo
139:13-14, donde el rey David, hablando de sí mismo dice:
“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el
vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables,
maravillosas son tus obras; Estoy maravillado”. Somos
hechura suya, y de acuerdo a Su buena voluntad, somos la
mejor de Sus creaciones. Por esto, debemos decirle al Señor:
“Gracias, Señor, por haberme hecho tal como soy”. Si nos
odiamos a nosotros mismos y la forma en que lucimos, también
odiaremos a todos los demás.
Muchas personas tienen dificultad aceptándose a sí mismas.
He escuchado a varias personas decir: “No me gusta como
soy, en verdad odio mi vida. Si tan sólo fuera como alguien
más, todo sería mucho mejor”. En Isaías 45:9-10, hay una
severa advertencia para aquellos que tienen esta mentalidad:
“¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡El tiesto con los tiestos
de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?, o
tu obra: ¿No tiene manos? ¡Ay del que dice al padre: ¿Por
qué engendraste? Y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?”
Muchas personas le dicen al Señor: “¿Porqué me hiciste así? “
Aun el gran profeta Moisés, en un momento de desánimo le
dijo al Señor. “Yo no puedo hablar; no soy elocuente”. Dios le
respondió: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al
mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?”
(Éx. 4:11). Usted puede pensar que la elocuencia es un requisito
262
El Espíritu Santo
primordial para un líder, pero no es así ante los ojos de Dios.
Pablo tampoco era un gran orador. Algunos de sus oponentes
le decían que su manera de hablar era menospreciable (2 Co.
10:10). Debido a que los griegos idolatraban a los grandes
oradores de su tiempo, ellos creían que las prédicas de Pablo
eran aburridas.
No podemos decirles a nuestros padres: “¿Porqué me hicieron
así?” o “¡es su culpa que yo sea así!” Todo lo contrario, debemos
aceptarnos a nosotros mismos. “Señor, tú me has hecho como
quieres que sea”. Esto se aplica a nuestro color de ojos, nuestro
cabello y todas nuestras demás características.
Siendo Amy Carmichael una niña pequeña, se entristeció
por tener cabello y ojos cafés, porque ella conocía a otras
niñas que tenían ojos azules y cabello claro. Un día, en
su angustia, se arrodilló al lado de su cama y oró diciendo:
“Señor, dame ojos azules por favor”. Con gran
expectativa se vio en el espejo, pero notó con tristeza
que sus ojos aún eran color café. Entonces comenzó a
darse cuenta de que tal vez Dios tenía un propósito por
el cual le había dado ojos cafés. Años después, cuando
ella se convirtió en misionera a la India, ella encajó
perfectamente con la gente, pues también tenían ojos
cafés. Esta es la razón específica por la que el Señor la
creó con ese color de ojos. Él conocía su llamado y sabía
que los ojos cafés eran necesarios para que ella fuera
El Espíritu Santo
263
aceptada por los nativos y pudiera, así, cumplir su llamado.
Dios tiene una razón para todo lo que hace. De cualquier
manera, el primer paso para amar a otros, es amarnos y
aceptarnos a nosotros mismos, tal como Dios nos hizo.
Practique la regla de oro
Segundo, para cumplir este segundo mandamiento debemos
practicar la regla de oro, encontrada en las palabras de Jesús,
en Mateo 7:12: “Así que, todas las cosas que queráis que
los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros
con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Debemos
tratar a los demás de la forma en que nosotros queremos que
nos traten. Si hacemos bien a otros, algún día otros nos
devolverán el bien.
Recuerdo que en una ocasión vi el comercial de una línea aérea
privada. Al aeroplano llegar a la puerta de desembarque, el
comercial muestra a una mujer teniendo dificultad para bajar su
equipaje de mano del compartimiento. Un caballero más alto
que ella le alcanzó su maletín. Cuando ella le dio las gracias, él
respondió: “fue un placer”. Luego aparece este mismo hombre
recogiendo su equipaje en otra parte del aeropuerto. Él tenía
más maletas de las que podía cargar solo, sin embargo, alguien
se le acercó y le ofreció su ayuda. El mensaje que este anuncio
estaba tratando de dar era que si hacemos bien a otros, alguien
nos devolverá el favor.
264
El Espíritu Santo
Esta “regla de oro” debe ser nuestro lema para toda la vida,
dondequiera que vivamos. El amor hacia nuestro prójimo se
manifiesta de esta manera. Siempre debemos hacer bien a otros;
pues si lo hacemos así, como respuesta se nos mostrará bondad
a nosotros.
¿Quién es mi prójimo?
Ahora debemos considerar la pregunta acerca de quién es
nuestro prójimo. El Señor nos mandó amar a nuestro prójimo,
pero ¿cómo podemos cumplir este mandamiento, si no
comprendemos a quién tenemos que amar? En Lucas 10:2529 leemos: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y
dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré
la vida eterna? El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley?
¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como
a ti mismo. Y le dijo: bien has respondido; haz esto, y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y
quién es mi prójimo?”
Cierto intérprete de la ley le preguntó al Señor qué tenía
que hacer para heredar la vida eterna. Jesús respondió a
esta pregunta haciéndole otra pregunta. El intérprete entonces
repitió los dos grandes mandamientos de la ley; amar a Dios
y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El
El Espíritu Santo
265
intérprete, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó:
“¿Quién es mi prójimo?”
En Lucas 10:30-35, leemos la respuesta que el Señor le dio en la
parábola del buen samaritano: “Un hombre descendía de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales
le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio
muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel
camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita,
llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero
un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole,
fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas,
echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo
llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos
denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídalo, y todo lo
que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”.
En esta parábola, un hombre fue herido por ladrones y dejado
por muerto en el camino de Jerusalén a Jericó. Primero pasó
un sacerdote y luego un levita, quienes viéndolo, lo dejaron y
continuaron su camino. Sin embargo, un samaritano pasó por
allí y deteniéndose, lo ayudó. Hizo todo lo que pudo por el
herido. Este samaritano ni siquiera conocía a este hombre, pero
tuvo compasión de él y lo ayudó en su hora de necesidad.
Entonces Jesús le preguntó al intérprete: “¿Quién, pues, de
estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos
266
El Espíritu Santo
de ladrones?” El intérprete contestó: “El que usó de
misericordia con él”. Entonces Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo
mismo”. Por lo tanto, nuestro prójimo puede ser cualquiera.
Debemos cuidar especialmente de aquellos que tienen necesidad
y están en angustia.
Dios tiene un orden divino para nuestra vida. Él tiene que ser
primero y luego nuestra esposa, si estamos casados. Como
siguiente prioridad están nuestros padres e hijos. Siguiendo este
orden, debemos ministrar a nuestros hermanos y hermanas en
Cristo, quienes son miembros de la familia de Dios. Y luego
cuidar de los que no son salvos. Este orden jamás debe ser
alterado. Nuestro primer deber es amar a Dios antes que a
nadie más. Él debe ser nuestra prioridad.
En Juan 10:14-15, Jesús declaró: “Yo soy el buen pastor... y
pongo mi vida por las ovejas”. ¿Por quién puso Cristo su
vida? La respuesta se encuentra en Efesios 5:25: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia,
y se entregó a sí mismo por ella”. Cristo vivió primordialmente
para Su Padre, pero Él también dio Su vida por Su esposa, la
Iglesia. De la misma manera, debemos poner al Señor primero
y luego cuidar de nuestra esposa.
También debemos cuidar de nuestros padres e hijos. Muchos
cristianos tienden a caer en la misma trampa que los escribas y
fariseos. Estos hombres encontraban excusas en la ley y
El Espíritu Santo
267
tergiversaban la Escritura, para librarse a sí mismos de la
responsabilidad de sus padres y familias. El Señor los reprendió
por esto en Marcos 7:9-12: “Bien invalidáis el mandamiento
de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo:
Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre
o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís:
Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán
[que quiere decir, mi ofrenda a Dios] todo aquello con que
pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o
por su madre”.
Lo que Jesús esta diciendo aquí es que en el Antiguo
Testamento, cuando un israelita quería mostrar su amor y aprecio
por el Señor, le daba una ofrenda, la cual se convertía en algo
muy santo. Por ejemplo, si un israelita le daba una copa al Señor,
los escribas y fariseos decían que esa copa ya no sería usada
como una copa, pues había sido dada al Señor. Ellos llevaron
esto un paso más allá y enseñaron que, ya que los levitas y
fariseos se habían entregado al Señor, ellos eran en realidad un
Corbán (o una ofrenda). Entonces, debido a esta condición,
ellos razonaron que eran libres de todas sus responsabilidades
y deberes, tales como el cuidado de sus padres y familias.
Muchos cristianos y ministros caen en esta trampa. Ellos piensan
que por ser ministros o siervos cristianos, están exentos de sus
responsabilidades hacia sus familias. El Señor dijo que debemos
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Seguramente,
268
El Espíritu Santo
nuestro prójimo más cercano es nuestro cónyuge y nuestros
familiares. Por esto, nuestra familia tiene la mayor importancia.
Anularemos el efecto de la Palabra de Dios, como lo hicieron
los fariseos, si no cuidamos de nuestros amados. Cuando
lleguemos al cielo, lo primero que el Señor nos preguntará será
cómo cuidamos de nuestra familia.
Cristo dijo en Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que
uno ponga su vida por sus amigos”. Después del Señor, nuestra
esposa y nuestra familia, tenemos la obligación de amar y cuidar de
la familia de Dios; nuestros hermanos y hermanas en el Señor.
Como ya lo mencionamos anteriormente, el ejemplo clásico de
amistad en la Escritura es la relación entre David y Jonatán.
Jonatán dio su vida por David, al menos en dos ocasiones
notables. En una ocasión, le avisó a David que su padre Saúl
tenía la intención de matarlo, arriesgando, así, su propia vida.
Luego él rindió su derecho al trono por causa de su amor por
David. También tenemos el deber de ayudar a aquellos en el
mundo que necesitan ayuda, aunque no los conozcamos. El
amor por nuestro prójimo se manifiesta mediante nuestra
paciencia y obras bondadosas.
El amor que restaura
Somos llamados a restaurar a aquellos que una vez conocieron
al Señor, pero que se han apartado de Él. Algunas de las grandes
El Espíritu Santo
269
historias en la Palabra de Dios, son historias acerca del amor
de Dios que restaura a aquellos que se han descarriado. Quiero
considerar brevemente dos historias en la Biblia de personas
que tuvieron una caída terrible, y sin embargo fueron restaurados
por el amor de Dios: el rey David y Gomer (la esposa infiel de
Oseas). Ambos cayeron en el terrible abismo del adulterio. Para
el rey David, el camino de salida de ese abismo fue muy largo.
El primer paso para salir del abismo es claramente explicado
por Jeremías, cuando clama: “Reconoce, pues, tu maldad”
(Jer.3:13). Es Dios quien inicia la restauración, pero el
descarriado debe reconocer su iniquidad y tomar los pasos
hacia el arrepentimiento para poder así ser restaurado.
El carácter de Dios le constriñe a amar a los descarriados.
El Señor dice en Jeremías 3:14: “Convertíos, hijos
rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo”.
“No queriendo que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). El rey David
se arrepintió verdaderamente y reconoció su iniquidad.
Él clamó en arrepentimiento y se le aseguró el perdón,
pero hay otros, como Esaú, que nunca volvieron al Señor.
A ellos no se les encontró merecedores de misericordia,
pues no cambiaron su deseo.
Gomer también fue restaurada a su esposo, el profeta Oseas.
A Oseas le fue dicho que la tomara de nuevo y que la amara, a
pesar de todas sus infidelidades con todos sus amantes. El Señor
270
El Espíritu Santo
le dijo a Oseas: “Ve, ama a una mujer amada de su
compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para
con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y
aman tortas de pasas” (Os. 3:1). Fue el amor lo que restauró
a Gomer y es el amor de Dios lo que va a restaurar a nuestros
seres amados.
Necesitamos operar en el ministerio de restauración basado
en el amor divino. Debemos ayudar a nuestros seres queridos
que una vez conocieron el camino y que regresaron al mundo,
porque si continúan en su camino, no lograrán llegar al cielo.
Nuestro deseo debe ser verles restaurados. Solamente el
amor incondicional los traerá al Señor.
3. AMOR POR NUESTROS ENEMIGOS
El tercer deber del amor que Dios requiere de nosotros es
el de amar a nuestros enemigos. El amor sólo puede ser
perfeccionado en nuestra vida si tenemos amor por nuestros
enemigos. El Señor Jesús enseñó esto en Su sermón del
monte, el cual vino a mejorar la ley (vea Mt. 2:43-48). Él
dijo en Mateo 5:43-44: “Oísteis que fue dicho [por los
escribas y fariseos]: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás
a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien
a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”.
El Espíritu Santo
271
Los fariseos enseñaban que se debía amar a los amigos y odiar
a los enemigos. Esta enseñanza de ninguna manera provenía de
la Escritura, pues Levítico 19:18 claramente dice: “No te
vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino
amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Éxodo
23:4-5 nos instruye claramente: “Si encontrares el buey de tu
enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres
el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le
dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo”.
Aun así, los fariseos estaban corrompiendo la Palabra de Dios.
En Mateo 5:46-48, el Señor continuó diciendo: “Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No
hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No
hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto”. Por lo tanto, el amor verdadero es hacer el bien a
nuestros enemigos y no despreciarlos en nuestro corazón. Este
es el camino hacia la perfección y la madurez.
También encontramos aquí una advertencia para que podamos
discernir la Palabra de Dios correctamente. Se nos instruye a
que amemos a nuestros enemigos, a que oremos por ellos, a
que los bendigamos y que les hagamos bien. Sin embargo, la
Palabra de Dios también es explícita al advertirnos a no unirnos,
ni a formar alianza, con ellos. Josafat fue reprendido por haber
272
El Espíritu Santo
hecho una alianza con el malvado rey Acab, quien también era
un israelita. Por consiguiente, basados en las Escrituras,
podemos decir confiadamente que el amor por nuestros
enemigos y la unión con ellos son dos cosas completamente
diferentes. Nunca podemos ser uno con nuestros enemigos o
con aquellos que tienen alguna de las principales doctrinas falsas;
pero tenemos que tener compasión por ellos y orar por sus
almas eternas. Hacer el bien a nuestros hermanos que caminan
con Dios, nos trae gran gozo y además somos uno con ellos en
el espíritu, para cumplir los propósitos de Dios. Sin embargo,
esto no es así con nuestros enemigos. Dios jamás nos dijo que
uniéramos nuestras manos con nuestros enemigos.
¿Quiénes son nuestros enemigos?
Consideremos ahora quiénes son nuestros enemigos. Miqueas
7:6 dice: “los enemigos del hombre son los de su casa”. Los
enemigos del cristiano son básicamente aquellos de su propia
casa; aquellos más cercanos a él y aquellos dentro de la iglesia.
Los enemigos de David eran básicamente de su misma nación,
siendo Saúl su principal enemigo. En el Salmo 49:1 David dijo:
“Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de
mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar”.
Luego dice David en el Salmo 55:12-14: “Porque no me
afrentó un enemigo, Lo cual habría soportado; Ni se alzó
contra mí el que me aborrecía, Porque me hubiera ocultado
El Espíritu Santo
273
de él; Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, Mi guía, y mi
familiar. Que juntos comunicábamos dulcemente los
secretos, Y andábamos en amistad en la casa de Dios”.
Los enemigos de David fueron aquellos de su misma fe, aquellos
que entraban al templo de Dios y alababan al Señor con él. Lo
mismo sucede con nosotros los cristianos. Nuestras mayores
traiciones y sufrimientos vendrán de los más cercanos a nosotros;
aquellos en la iglesia que se nos opongan. Esto duele más que
si viniera de alguien del mundo que prácticamente no
conocemos.
El hombre que traicionó a Cristo fue Judas. Judas era uno de
los doce discípulos originales, aquellos que pasaron el mayor
tiempo con Él durante Sus tres años y medio de ministerio. El
Señor fue crucificado por toda la nación de Israel. Su propio
pueblo lo rechazó. Éxodo 12:6 habla proféticamente del
asesinato de Jesús, el Cordero de Dios, cuando dice: “Y lo
guardaréis [el cordero sin defecto] hasta el día catorce de
este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo
de Israel entre las dos tardes”.
Toda la nación de Israel mató al Cordero de Dios. Ellos instaron
a Pilato a que lo crucificara. Como ya mencionamos, cuando el
Señor regrese y los judíos le pregunten acerca de las heridas en
sus manos, Él les responderá que recibió esas heridas “en la
casa de sus amigos” (Zac. 13:6).
274
El Espíritu Santo
¿Por qué tenemos enemigos?
La razón por la cual tenemos enemigos es que el Señor quiere
perfeccionar el amor en nosotros. Sin embargo, dos de las
razones por las cuales las personas se nos oponen y se
convierten en nuestros enemigos son los celos y la envidia. Hubo
dos espíritus que incitaban a Saúl en contra de David. Estos
espíritus lo llevaron a tratar de matar a David. Son los celos y la
envidia los que causan que nuestros enemigos nos ataquen. La
raíz de sus celos y envidia es la desobediencia a Dios. Por la
vida continua de desobediencia a Dios que Saúl vivía, la envidia
y los celos entraron furtivamente en su corazón (vea 1 S. 15).
Recuerden, la obediencia parcial es considerada desobediencia
por el Señor.
Cuando los espíritus de envidia y celos controlan a una persona,
esa persona comienza a atacar a los ungidos y a aquellos que
son genuinos y verdaderos, de la misma forma en que Saúl
atacó a David. Es por esto, que hoy en día, hay división en la
Iglesia. Aquellos que no están dispuestos a pagar el precio, se
oponen a los de corazón puro porque tienen envidia.
La actitud que debemos tener
hacia nuestros enemigos
Debemos saber cuál debe ser nuestra actitud hacia nuestros
enemigos. La actitud de David para con Saúl fue la correcta.
El Espíritu Santo
275
Primeramente, David no trató de tomar venganza. En dos
ocasiones, David tuvo la oportunidad de matar a Saúl, pero
no lo hizo. Por esto, nosotros tampoco debemos tratar de
defendernos. A través de los años, ha habido personas que
se han levantado contra mí y me han atacado públicamente.
Y porque los amaba tanto, esto me rompió el corazón.
Muchos de los que han permanecido fieles a mí me han
dicho: “¿Porqué no se defiende? Esta persona está
mintiendo acerca de usted”. Mi respuesta es simple: “La
venganza le pertenece a Dios, y no a mí. Yo debo
bendecirlos y amarlos”.
Segundo, debemos hablar bien de nuestros enemigos y no
atacarlos con nuestra lengua. El rey David siempre habló bien
de sus enemigos, incluyendo al malvado Saúl. Él se enlutó
cuando Saúl y Jonatán murieron y dijo: “¡Ha perecido la gloria
de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes!”
(2 S.1:19). David llamó a Is-boset, el hijo de Saúl, un hombre
justo (2 S. 4:11). Cuando Judas traicionó al Señor Jesús, Él lo
llamó “amigo”.
En tercer lugar, debemos perdonar a nuestros enemigos. A
pesar de que Jesús fue traicionado y crucificado por Su
propio pueblo, Él pudo decirle a Su Padre, mientras colgaba
de la cruenta cruz del Calvario, “Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen” (Lc. 23:34). La victoria es perdonar
y amar a nuestros enemigos. Quien hace esto tiene la victoria.
276
El Espíritu Santo
En Londres, Inglaterra, hay una estatua erigida en memoria de
una gran enfermera llamada Edith Cavell. Ella fue una enfermera
inglesa que durante la Primera Guerra Mundial, fue a Bélgica y
sirvió en un hospital, ayudando a los prisioneros a escapar.
Cuando los alemanes se enteraron de esto, dieron orden de que
la ejecutaran. La noche antes de su ejecución, se le permitió recibir
la santa cena de mano del capellán. En ese momento, ella le dijo
al capellán: “no debo tener amargura en mi corazón en contra de
aquellos que me quitarán la vida”. Consecuentemente, cuando
ella salió para encarar al escuadrón de fusilamiento, tuvo paz,
gozo, amor y perdón en su corazón. También nosotros debemos
tener este mismo amor en nuestra vida.
1 Corintios 13:5 dice: “El amor no guarda rencor”. En el
griego original se lee: “El amor no acumula ofensas”. El amor y
el perdón son inseparables. Para amar a nuestros enemigos,
debemos ser capaces de perdonarlos. El perdón está cimentado
en el olvido; en no recordar las ofensas.
Esto se ve en la vida de José. El llamó a su primer hijo Manasés,
que significa “olvido”, diciendo: “Dios me hizo olvidar todo
mi trabajo, y toda la casa de mi padre” (Gn. 41:51). ¿Cuál
fue el secreto de la fortaleza de José, que le permitió amar y
perdonar a sus hermanos, quienes le habían vendido como
esclavo? Él fue capaz de olvidar el mal que le habían hecho.
Debemos pedirle al Señor que nos dé olvido divino cuando las
personas nos han hecho mal. No debemos meditar
El Espíritu Santo
277
constantemente en lo que nos han hecho, para que así podamos
continuar amándolos. Cada vez que alguien hace algo contra
mí, trato de olvidarlo inmediatamente.
Hace años, cuando pastoreaba cierta iglesia, varios de los
ancianos se volvieron contra mí y me atacaron mucho. Años
después, uno de estos ancianos se me acercó y me dijo: “Estoy
muriendo de cáncer y sólo me quedan unos meses de vida;
pero no puedo morir hasta pedirle que me perdone por lo que
hice”. Yo ni siquiera podía recordar lo que me había hecho, y
por ende, me fue muy fácil perdonarlo. El perdón comienza en
nuestra voluntad. Nos decimos a nosotros mismos: “Perdono a
esta persona. La amo, Señor, por favor bendícela”. A medida
que continuamos haciendo esto, nuestro corazón es liberado
de cualquier amargura hacia ellos y somos capaces de amarlos.
Recordemos que lo único que pueden hacer nuestros enemigos
es bendecirnos. Nuestros enemigos no pueden destruirnos. Lo
que ellos en realidad hacen al atacarnos es agregar más a nuestro
galardón en el cielo. El Señor dijo en Mateo 5:10-12:
“Bienaventurado los que padecen persecución por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y
os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros,
mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es
grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas
que fueron antes de vosotros”. Se nos dice que nos
278
El Espíritu Santo
regocijemos cuando nuestros enemigos se levantan contra
nosotros y hablan mal de nosotros. No importa lo que nos
hagan, si nosotros amamos a nuestros enemigos, vamos a
obtener la victoria.
Concluimos esta sección diciendo nuevamente que Dios es
amor. Por eso, si anhelamos sinceramente ser como Él,
debemos permitirle que desarrolle Su amor en nuestra vida:
primero por Él, luego por nuestro prójimo y luego por nuestros
enemigos. El amor es el vínculo perfecto (Col. 3:14). Es el
resumen y cumplimiento de la Ley y de toda la Palabra de Dios
(Ro. 13:8; Gá. 5:14).
2. GOZO
El siguiente fruto del Espíritu es el gozo. El gozo es un estado
de felicidad derivado de la unión y comunión con el Señor. Hay
“plenitud de gozo” en la presencia de Dios (vea Sal. 16:11). La
fuente del verdadero gozo es el Señor mismo. La dicha que se
obtiene de cualquier otra forma no es gozo verdadero, sino una
emoción momentánea y pasajera. Como dijo David en el Salmo
43:3, el Señor debe ser nuestro “supremo gozo”. Quiero
enfatizar que este fruto es absolutamente divino. Es dado por
Dios mismo. Primero, quiero hacer una clara distinción entre el
regocijo y el gozo, pues estas dos palabras han sido confundidas
por muchos. El regocijarse es una actitud. Es nuestra
responsabilidad regocijarnos en toda circunstancia. El Señor
El Espíritu Santo
279
nos manda a regocijarnos. El regocijo nos lleva al gozo, pero el
regocijo no debe confundirse con el gozo. El gozo es un fruto
del Espíritu que nosotros no podemos producir. Solamente Dios
nos lo puede dar, porque el gozo es divino. El gozo es en
realidad lo que Dios quiere que experimentemos. Llegamos al
gozo al caminar en la senda del regocijo. El regocijo es una
condición mental; mientras que el gozo es una condición general
de nuestro ser.
Eclesiastés 2:26 dice: “Porque al hombre que le agrada, Dios
le da sabiduría, ciencia y gozo”. Dios nos da su gozo cuando
obedecemos sus mandamientos y elegimos regocijarnos, a pesar
de las circunstancias externas. Aquellos que no hacen las cosas
que agradan al Señor, carecen de Su gozo.
Al leer el Salmo 45:7, claramente entendemos que el fundamento
del gozo es la justicia: “Has amado la justicia y aborrecido
la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo
de alegría [o gozo] más que a tus compañeros”. Dios le da
gozo al hombre o a la mujer que le complace. Hubo un tiempo
en el que David perdió el gozo del Señor. Dios quitó Su gozo
del corazón de David, cuando éste cayó en la trampa del adulterio
con Betsabé, y asesinó a su esposo. Durante meses, David
trató de ocultar su pecado. Su “verdor se volvió en
sequedades de verano” (Sal. 32:4). Sin embargo, en el Salmo
51:12, él pidió la restauración del gozo de su salvación, lo cual
Dios le concedió abundantemente.
280
El Espíritu Santo
El gozo está basado en la justicia, pero también en la aflicción.
La aflicción esculpe en nuestro ser una capacidad más profunda
de contener el gozo de Dios. El gozo es desarrollado en nuestra
vida a través del contraste: el contraste de la aflicción. En Isaías
61:3, el Señor dice que Él dará a los afligidos de Sion “gloria
en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto”. Por lo
tanto, vemos que el gozo está asociado con la aflicción. ¿Cómo
es posible? ¿Cómo podemos regocijarnos en la aflicción, si es
imposible en lo natural? En la Palabra de Dios, el gozo está
intrínsecamente ligado a la aflicción y al lamento.
Yo perdí a mi esposa hace algunos años. Muchos de ustedes
probablemente también han pasado por el dolor del luto por un
ser querido. Al principio estuve sobrecogido por el dolor y la
pena, pero después del funeral, Dios se encontró conmigo de
una manera extraordinaria. Mientras sentía las vestiduras del luto
caer, éstas fueron reemplazadas por una abundancia de gozo. El
Salmo 30:11-12 dice: “Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti
cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te
alabaré para siempre”. El Señor puso este cántico en mi
corazón, y desde entonces, me he estado regocijando en el Señor
y danzando delante de Él todos los días.
El gozo del Señor es perfeccionado en la aflicción. Tenemos
que experimentar profundos dolores en nuestro corazón, antes
de que el gozo del Señor pueda ser perfeccionado en nuestra
El Espíritu Santo
281
vida. Hasta cierto punto, podemos ver esta verdad en la especie
que representa al gozo: la alheña. Las hojas de alheña son
secadas (lo que representa el proceso de sequedad en el espíritu
humano) y luego son molidas y pulverizadas. Una vez que las
hojas han pasado por este proceso, son usadas para embellecer
el cabello.
Esto es lo que acabamos de leer en Isaías 61:3. Dios nos va a
dar gloria en vez de ceniza y óleo de gozo en lugar de luto. Aun
cuando estemos pasando por tiempos de intensa aflicción, el
gozo del Señor puede perfeccionarse en nuestro interior.
Nehemías 8:10 dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”.
El gozo nos sostiene en momentos de dificultad y cuando
estamos cansados y fatigados.
Esto es verdad, aun en lo natural. Algunos se regocijan, tal vez,
en un juego de fútbol o de béisbol, o en cualquier otro tipo de
entretenimiento. Sin embargo, éste es el gozo humano. Hace
ya algunos años, el gozo humano me fue demostrado de una
forma muy conmovedora.
Cuando mi esposa y yo visitábamos a mis padres en Londres,
todos salíamos a caminar en la calle Oxford. Aquellos de ustedes
que hayan estado en Londres, saben que en la calle Oxford se
encuentran algunas de las mejores tiendas de Inglaterra. Mi
padre y yo, en un momento de debilidad, aceptamos ir de
compras con mi madre y mi esposa. Fuimos de tienda en tienda.
282
El Espíritu Santo
Al final del día, mi padre y yo estábamos fatigados, al igual que
nuestras esposas. Pero repentinamente, llegamos a una nueva
tienda en la que ellas nunca habían entrado. Tan pronto pasaron
a través de la puerta, fue como si nuevas fuerzas hubiesen
entrado en ellas. Mientras ellas se apresuraban para subir las
escaleras, mi padre y yo nos miramos con cara de agotamiento
total, y encontramos dos sillas para descansar, mientras nuestras
esposas tenían toda la fuerza en el mundo.
El gozo en lo natural da fuerzas, pero el gozo humano no puede
sostenernos en las pruebas de la vida. Necesitamos el gozo del
Señor. El gozo del Señor es nuestra fortaleza (Neh. 8:10). Cristo
mismo triunfó a través del gozo. Hebreos 12:2 dice: “puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual
por el gozo puesto delante del él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono
de Dios”. El gozo le dio a Jesús la habilidad de soportar la
cruz. Creo que el gozo del Señor nos puede llevar a través de
toda circunstancia a la que nos enfrentemos y nos da fuerza
sobrenatural.
Cuando los súbditos del rey están gozosos, esto le honra. ¿Por
qué? Porque por medio de su gozo le están diciendo: “¡Oh, es
tan maravilloso ser uno de tus súbditos!” Hay muchos países
donde no hay gozo. Mi esposa y yo hemos estado en muchos
países donde algunas niñas nos han dicho: “¿Nos llevarían con
ustedes? Queremos salir de este país e ir a donde ustedes viven”.
El Espíritu Santo
283
Cuando les preguntamos por qué querían dejar su país, ellas
respondieron: “Porque no nos gusta nuestro país”. Este tipo de
declaración no glorificaba al gobernador de ese país, ¿o sí?
Por esto, queremos estar llenos del gozo del Señor, pues el
gozo le da honra al Señor. Recuerden que Él es el Rey de reyes
y con nuestro gozo le estamos expresando lo bello que es ser
uno de Sus súbditos.
El gozo es muy atractivo. Tenemos un dicho en los Estados
Unidos: “Ríe y todo el mundo ríe contigo. Llora y llorarás solo”.
¿Quién quiere estar con alguien que siempre está llorando y
lamentándose? Nadie. Hasta un hombre se aparta de su esposa
cuando ella llora, porque es muy deprimente para él. Por otro
lado, cuando su esposa está gozosa y contenta, él también se
llena de gozo. El gozo es contagioso. Es lo que nos hace
atractivos al Señor, tal como hace que una esposa sea atractiva
para su esposo.
Dios quiere impregnarnos con Su gozo, pues esto es lo que nos
hace proseguir. El Salmo 30:5 dice: “Porque un momento será
su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará
el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría”. En lo natural, la
salida del sol produce gran gozo. Es un nuevo día y hay nuevas
expectativas. Permítanme decirles que el gozo se perfecciona
en la tristeza, aunque el gozo sea lo opuesto a la tristeza. Al
igual que el amor es perfeccionado a través del odio y las
heridas, así el gozo sólo puede ser verdaderamente desarrollado
284
El Espíritu Santo
en nuestra vida a través de la tristeza. El verdadero gozo no
puede ser manifestado, a menos que sea originado a través
de la tristeza. En Filipenses 4:4, Pablo dijo: “Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez os dijo: ¡Regocijaos!”
¿Dónde estaba el apóstol Pablo cuando escribió esto? En
una oscura celda de la prisión romana, encadenado a un
soldado romano.
En Mateo 5:10-12, el Señor Jesús nos dice que nos regocijemos
en la persecución y Romanos 5:2 nos dice que nos regocijemos
en la esperanza. En realidad, debemos regocijarnos en todo
tiempo. Así que en cualquier situación en la que nos encontremos,
debemos regocijarnos. Debemos ser un pueblo que se regocija.
Recuerden, el gozo del Señor es perfeccionado en nosotros a
medida que nos regocijamos.
3. PAZ
El tercer fruto del Espíritu es la paz. Este fruto es representado
por el nardo. Me gustaría hablar un poco acerca del nardo,
pues nos da entendimiento acerca de la paz. El nardo es un
ungüento muy costoso. Virtualmente, sólo se puede obtener de
un lugar en el mundo y es en el Himalaya, en la India. Aún hoy,
el Himalaya no es muy accesible. Primero que todo, llegar allí
es un viaje largo y duro. Una vez allí, se requiere de gran
resistencia para escalar las montañas. Pero este es el lugar donde
el preciado nardo es encontrado.
El Espíritu Santo
285
Ahora, ¿puede imaginarse cuán costoso era este ungüento en
el Medio Oriente, durante los tiempos bíblicos? Tenía que ser
transportado desde las montañas del Himalaya, en la India, y
no había transporte aéreo en esos días. De hecho, para preservar
el nardo, éste tenía que ser guardado en una caja de alabastro.
El precio del nardo era extraordinario.
¿Recuerdan lo que dijo Judas cuando María derramó sobre
Jesús, la libra de ungüento de nardo? Él dijo que ese nardo
valía trescientos denarios (vea Jn. 12:4-5). Trescientos denarios
era una suma extraordinaria de dinero en esa época. En aquellos
días, un centavo por día era el salario promedio de un trabajador.
Por esto, trescientos denarios equivalían más o menos a un año
de salarios. ¿Se da cuenta cuán costoso era el nardo?
Después de todo, la paz es una de las bendiciones más deseadas
en todo el mundo y tal vez más preciada sobre todas las demás
cosas. Todos quieren paz. Sin embargo, la verdadera paz sólo
proviene de Dios. El Señor Jesucristo dijo a Sus discípulos:
“La paz os dejo, mi paz os doy” (Jn. 14:27). El mundo busca
paz en cosas que son externas, pero en la realidad, ¿cuántas
personas tienen verdadera paz dentro de su corazón?
Muchas personas dicen: “Si tan sólo pudiera obtener este
trabajo, o si tan sólo pudiera tener esta casa, entonces estaría
en paz y tendría lo que quiero”. Sin embargo, cuando obtienen
esas cosas, no tienen paz. Muchos líderes religiosos, al ser
286
El Espíritu Santo
cuestionados en privado si tienen paz en su vida, ellos contestan
que no. Hacen muchas obras piadosas y caritativas esperando
obtener paz, pero fallan en darse cuenta que la paz únicamente
proviene del Príncipe de Paz, el Señor Jesucristo.
Cuando yo era estudiante en el instituto bíblico, el Señor me dio esta
palabra: “te daré Mi paz”. En ese momento, no me di cuenta del
valor de esta promesa. Yo estaba más preocupado con los dones
espirituales y otras cosas más emocionantes, pero a medida que he
envejecido he agradecido a Dios, vez tras vez, por darme Su paz.
Tanto en hebreo como en griego, paz significa “entereza” y
“plenitud de vida”. También significa salud corporal y larga
vida. En realidad, tener paz significa estar en armonía y unidad
con nosotros mismos, con Dios y con nuestro prójimo. Es
maravilloso tener la paz de Dios dentro de nuestro corazón.
¿Cuál es el camino hacia la paz? Isaías 26:3 declara: “Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti
persevera; porque en ti ha confiado”. A medida que nuestra
confianza en Dios se profundiza, así también se profundiza Su
paz en nosotros. Si aprendemos a enfocarnos de todo corazón
en Dios, en lugar de enfocarnos en nuestros problemas, la paz
de Dios va aumentar en nuestro corazón.
Isaías 26:12 dice: “Jehová, tú nos darás paz, porque también
hiciste en nosotros todas nuestras obras”. Cuando
El Espíritu Santo
287
permitimos que Dios obre en nosotros, Él nos da paz. El apóstol
Pablo establece en Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que
en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad”. Nosotros nos convertimos en recipientes de la paz
de Dios a medida que nos rendimos a Él y le permitimos obrar
en nuestra vida aquellas cosas que son agradables a Su vista.
La paz se aleja de nosotros cuando nuestra voluntad está en
conflicto con la voluntad de Dios. Cuando podemos decidir
hacer la voluntad del Señor, la paz crece y madura dentro de
nosotros, hasta el punto en que la paz envuelve nuestro corazón
y nuestra mente.
Como hemos dicho, los frutos del Espíritu son desarrollados a
través de sus opuestos. La paz es desarrollada, y llega a su plenitud,
al pasar por tiempos de confusión. Uno de los más bellos relatos e
ilustraciones acerca de la el paz, lo encontramos en Cantar de los
Cantares. Al hacer referencia a la Esposa de Cristo, vemos una
hermosa descripción en Cantares 7:4: “Tus ojos, como los
estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-Rabim”. BatRabim significa “ciudad de conflicto o confusión”.
Esta ciudad estaba llena de gritos, confusión, conflicto y
argumentos, al igual que cualquier gran ciudad de hoy, pero
muy cerca de las puertas de la ciudad estaban los estanques de
Hesbón. Estos bellos estanques, cavados por Salomón, eran
muy profundos y sus aguas extremadamente calmas. La Esposa
de Cristo es así: ella manifiesta la paz del Señor. Los ojos son
288
El Espíritu Santo
las puertas del alma. Si tenemos la paz de Dios en nuestro
corazón y mente, entonces ésta será reflejada en nuestros ojos.
De esta forma, seremos el vivo retrato de la paz.
El Señor les dijo a Sus discípulos: “Y al entrar en la casa,
saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre
ella” (Mt. 10:12-13). Debemos permitir que la paz de Dios que
mora dentro de nosotros, fluya de nosotros y rodee el hogar al
que entramos. Después de todo, sólo podemos dar a otros lo
que tenemos. Si estamos en conflicto y tormento con otros o con
nosotros mismos, eso es lo que vamos a impartir. Por otro lado,
si tenemos la paz de Dios en nuestro corazón y mente, entonces
podemos permitir que nuestra paz venga sobre cualquier situación,
especialmente donde hay confusión y frustración.
Romanos 16:20 dice: “Y el Dios de Paz aplastará en breve a
Satanás bajo vuestros pies”. ¿Cómo calmó Jesús la tormenta?
Él la calmó diciendo: “Calla, enmudece”. La paz de Dios que
está dentro de nosotros puede calmar todas las actividades de
Satanás. Permitamos que Dios desarrolle este hermoso fruto
del Espíritu en nuestra vida.
4. PACIENCIA (LONGANIMIDAD)
Longanimidad literalmente significa “sufrir por un tiempo muy
largo”. Debemos entender más específicamente lo que
longanimidad significa en griego. Longanimidad se refiere más
El Espíritu Santo
289
a personas que a situaciones. Hay una diferencia entre paciencia
y longanimidad. Paciencia significa “soportar pruebas y
circunstancias”. En contraste, longanimidad significa “tolerar
a las personas por un tiempo muy, muy largo”.
La planta que representa a la longanimidad es el azafrán. El
polvo de azafrán es usado en perfumes y medicinas. ¿Saben
que se requiere el estigma de aproximadamente cuatro mil flores
para reunir una onza de polvo de azafrán? Por lo tanto, también
podemos ver que es muy costoso. La longanimidad es un fruto
por el cual tenemos que pagar un precio muy alto.
La longanimidad habla de la aceptación santa de los sufrimientos
que las personas traen a nuestra vida. Es un fruto esencial. De
hecho, éste es uno de los atributos de Dios que el Señor
mencionó a Moisés cuando lo encontró en el monte. Leemos
en Éxodo 34:6: “Y pasando Jehová por delante de él,
proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y
piadoso; tardo para la ira [longánime], y grande en
misericordia y verdad”. David dijo en el Salmo 86:15: “Mas
tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira
[longánime], y grande en misericordia y verdad”.
Este es un fruto que fue desarrollado a un nivel muy alto en la
vida del apóstol Pablo. El mismo Pablo testificó que Dios lo
había hecho un ejemplo de longanimidad, para que de esa
manera, fuese una fuente de ánimo para aquellos que le seguían.
290
El Espíritu Santo
“Pero por esto fui recibido a misericordia, para que
Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia
[longanimidad], para ejemplo de los que habrían de creer
en él para vida eterna” (1 Ti. 1:16).
Antes de que Pablo aceptara al Señor Jesús como su Salvador
personal, él era un terrible perseguidor de la Iglesia. Él azotó,
persiguió y encarceló a muchos cristianos, inclusive fue
responsable de la muerte de varios. Sin embargo, por causa de
esto, cuando Pablo dio su corazón al Señor, se sintió en deuda
con Él, por todo lo que había hecho. Este dolor por causa de
su pecado produjo dentro de Pablo una habilidad extraordinaria
para soportar sufrimiento por un tiempo muy prolongado. ¡Y
en verdad, cuánto sufrió! La vida de Pablo es un ejemplo para
todos nosotros de cómo debemos soportar el sufrimiento por
el nombre y el evangelio de Cristo.
La longanimidad es paciencia y resistencia que lo conquista todo,
con respecto a las personas, esto es porque la longanimidad
conquista el espíritu de una persona. Me gustaría ilustrar esto en
Proverbios 25:15: “Con larga paciencia se aplaca el príncipe”.
El príncipe de una mujer es su esposo, pero algunas veces su
esposo no está en lo correcto. Siendo hombres, nos gustaría
creer que los esposos siempre tenemos la razón, pero el hecho
es que no siempre la tenemos. Entonces, ¿cómo puede una mujer
persuadir a su esposo? Seguramente no es a través de estarle
predicando, señalándolo o regañándolo constantemente.
El Espíritu Santo
291
Es el hermoso fruto de la longanimidad el que persuade a las
personas, especialmente a los esposos. Si nosotros estamos
dispuestos a soportar una mala actitud de otros y simplemente
responder amablemente con una sonrisa, eventualmente nuestra
longanimidad va a conquistar esas actitudes. Proverbios 25:15
sigue diciendo: “Y la lengua blanda quebranta los huesos”.
La longanimidad tiene una lengua muy blanda. La longanimidad
constantemente cede.
Sin la longanimidad ninguno de nosotros estaría aquí. Es la
longanimidad de Dios la que le ha permitido soportar todos los
dolores de corazón que nosotros le hemos causado. Si no fuera
por la longanimidad de Dios, nosotros jamás nos
arrepentiríamos, porque es la longanimidad de Dios la que nos
guía al arrepentimiento (vea Ro. 2:4). 2 Pedro 3:9 dice: “El
Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento”. El Señor espera por un tiempo muy largo
para que nosotros nos volvamos, porque Él es paciente con
nosotros. En los días de Noé, la longanimidad de Dios retrasó
la ira por ciento veinte años (vea 1 P. 3:20).
Consideren por un momento a Manasés, rey de Judá (vea 2
Cr. 33:1-20). Él fue el rey más malvado que Judá jamás tuvo.
Llenó a Jerusalén con sangre derramada y con lo profano, y
fue culpable de martirizar al profeta Isaías, quien fue uno de los
292
El Espíritu Santo
profetas más grandes de todos los tiempos. Manasés llenó las
calles de Jerusalén con ídolos. Inclusive puso ídolos en el Templo
de Dios. Durante su reinado, toda la nación de Israel, tanto las
tribus de Efraín en el norte, como las tribus de Judá en el sur, se
degeneraron hasta llegar a un estado espiritual deplorable. Pero
¿qué es lo que dice Dios en Oseas acerca de los hijos
descarriados de Efraín y de otros en un estado similar?
A través del profeta Oseas, Dios dice: “Entre tanto, mi pueblo
está adherido a la rebelión contra mí; aunque me llaman el
Altísimo, ninguno absolutamente me quiere enaltecer” (Os.
11:7). Luego dijo en Oseas 11:8-9: “¿Cómo podré
abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo
podré yo hacerte como Adma… como a Zeboim? [dos
pequeñas ciudades destruidas junto con Sodoma y Gomorra]
Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi
compasión. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para
destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre”.
Nosotros hubiéramos perdido la esperanza con Efraín y con el
rey Manasés, pero Dios no lo hizo. Necesitamos el fruto de la
longanimidad obrado en nuestra vida, porque es la longanimidad
la que causa que las personas se arrepientan y vuelvan a la
senda de Dios. La longanimidad es un fruto muy costoso. Hay
un precio muy alto que pagar para tener este fruto desarrollado
en nuestra vida. Sin embargo, este es el fruto que eventualmente
gana a las personas para el Señor.
293
El Espíritu Santo
5. BENIGNIDAD
El quinto fruto del Espíritu es la benignidad. La palabra griega
para benignidad es “chrestotes” y significa ser fácil y dulce.
Los antiguos griegos usaban esta palabra para referirse al buen
vino dulce que bajaba fácilmente por la garganta. Cristo dijo:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar... porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga”. En este pasaje, Él usó la raíz de la palabra benignidad,
que es “chrestos”, para la palabra fácil (vea Mt. 11:28-30).
Por esto, la benignidad habla de un Espíritu que produce dulzura.
La benignidad en nuestra vida hace que las personas se
sientan a gusto cuando están con nosotros. Así es como nos
sentimos cuando entramos en la presencia del Señor, porque
Él es la benignidad en persona. Esto me recuerda una historia
acerca del presidente Franklin D. Roosevelt. De ninguna
manera estoy comparando a este hombre con Dios, pero
esta historia ayuda a ilustrar mi punto de que la benignidad
hace que otros entren en descanso. El presidente Roosevelt
tenía un amigo cercano en la Casa Blanca llamado Harry
Hopkins, quien tenía un hijo que servía en las fuerzas
armadas. En uno de sus días de descanso, su hijo invitó a
uno de sus amigos para ir a visitar a su padre.
Cuando ellos llegaron, Harry Hopkins estaba con el Presidente
de los Estados Unidos. El hijo de Harry Hopkins se sintió con
294
El Espíritu Santo
toda la libertad de entrar directamente a ver a su padre, aunque
él estuviera con el Presidente. Por otro lado, su amigo, quien
era un soldado en el ejército, tembló y se estremeció al sólo
pensar en estar en la presencia del Comandante General de los
Estados Unidos. ¿Saben qué lo hizo sentirse cómodo? Por
casualidad él vio la manga de la camisa de Roosevelt y en lugar
de ver unas hermosas mancuernas o unos botones de perlas
como esperaba ver, vio un clip de papel. Inmediatamente, esto
lo hizo relajarse en la presencia del Presidente. Había una sana
simplicidad en Roosevelt que hacía que las personas se sintieran
cómodas al estar en su presencia.
La benignidad frecuentemente se traduce como
“misericordia”. El complemento de la palabra hebrea para
la palabra griega “chrestotes” es la palabra “checed”. Ésta
se traduce como “bondad” y “misericordia”. Este es uno de
los significados de benignidad. La misericordia de Dios (o
benignidad) es tan maravillosa. David le dijo al Señor:
“mejor es tu misericordia que la vida” (Sal. 63:3).
Entonces surge la pregunta: ¿quién puede recibir de la
misericordia de Dios? La clave la encontramos en el Salmo
107: 42-43: “Véanlo los rectos, y alégrense, Y todos los
malos cierren su boca. ¿Quién es sabio y guardará estas
cosas, Y entenderá las misericordias de Jehová?”
Aquellos que son rectos y sabios recibirán la misericordia
de Dios y también será trabajada en su carácter. De una
manera muy real, todos los frutos del Espíritu dependen de
El Espíritu Santo
295
la justicia. Los frutos del Espíritu Santo no pueden ser
desarrollados en la vida de alguien que está caminando
en injusticia.
La benignidad también conlleva el pensamiento de dulzura.
Este precioso fruto significa “ser dulce con todos”. Tenemos
una bella ilustración de esto en la parábola de Jotam, la primera
parábola en la Palabra de Dios, en Jueces 9:7-15. En esta
parábola, Jotam está hablando acerca de ciertos árboles. En
los versículos 10-11, él está hablando de la higuera. En el
versículo 11 le da el atributo de dulzura a la higuera.
Frecuentemente, en algunas de las grandes ciudades de Francia,
había ramas de higueras que crecían sobre los muros que
rodeaban las casas. Y debido a que Francia estaba bajo la ley
Levítica, los extraños tenían permitido cortar el fruto de cualquier
rama que sobrepasaba el muro. Durante el tiempo en que los
primeros frutos estaban maduros, los cuales son los mejores
frutos, los que pasaban por allí podían alcanzar y cortar uno de
esos higos maduros y jugosos de cualquiera de las ramas que
colgaban del lado de la calle. Cuando viví en Francia, recuerdo
haber hecho esto algunas veces.
El Señor comenzó a hablarme acerca de la benignidad en ese
tiempo. Él dijo: “La higuera no agacha sus ramas para ofrecer
su fruto a alguien que le agrada y luego las levanta para que
aquellos que no le agradan, no puedan tomar parte de sus frutos.
296
El Espíritu Santo
La higuera es dulce con todos”. Dios quiere que el fruto de la
benignidad sea desarrollado en nuestra vida para que seamos
dulces con todos, no sólo con nuestros amigos cercanos. ¡Este
es el carácter de Dios! El Señor Jesús testificó que Su Padre
hace que el sol salga sobre buenos y malos (ver Mt. 5:45).
Dios es dulce con todos. Él es imparcial.
Debemos entender que hay una gran diferencia entre satisfacer
las necesidades de las personas y satisfacer sus necesidades
de una manera agradable y dulce. El espíritu con el que hacemos
las cosas es muy importante. Por ejemplo, cuando usted va a
un restaurante, algunas meseras pueden ser muy groseras, ellas
“tiran” la comida sobre la mesa y se retiran rápidamente. Sí,
ellas le llevaron lo que usted ordenó, pero usted no está contento
por la manera en que fue servido. De la misma forma, no sólo
debemos hacer lo que el Señor requiere de nosotros, sino que
debemos hacerlo con una actitud amable y dulce.
Recuerdo un tiempo en mi vida cuando el Señor estuvo tratando
conmigo acerca de la benignidad. Mi esposa y yo estábamos
en el sur de los Estados Unidos. Acabábamos de terminar
algunas reuniones en cierta iglesia y me habían extendido
invitaciones para hablar en dos o tres iglesias más del área.
Mientras yo le preguntaba al Señor acerca de qué invitación
aceptar, el Señor me habló: “No quiero que aceptes ninguna de
ellas por el momento. Quiero hablar contigo”. Yo le pregunté al
Señor: “Bien, ¿qué debo hacer?” Me dijo que me quedara en
El Espíritu Santo
297
un hotel, el cual Él amablemente me señaló. Tan pronto como
entramos en el cuarto del hotel, la presencia de Dios llegó de
una manera extraordinaria.
Mi esposa y yo nos arrodillamos al lado de nuestras camas y en
el Espíritu fui trasladado al cielo. Como todos los que han estado
en el cielo saben, hay un río a través del cual debemos pasar
antes de poder llegar al cielo, que limpia a los santos. Mientras
caminaba con un ángel a través de este río, claro como un cristal,
la condición de mi corazón fue completamente revelada. Vi tanta
dureza en mi corazón que sentí una tremenda agonía, pues sabía
que me iba a encontrar con el Señor al otro lado del río. Así que
le dije al ángel: “no puedo encontrarme con el Señor así. Necesito
atravesar el río otra vez”. El ángel fue muy amable y me llevó
nuevamente a través del río y entonces la visión cesó.
El Espíritu Santo comenzó a hablarme acerca de que no sólo
se trata de predicar la verdad, sino que lo más importante es el
espíritu y la actitud con que la presentamos. No debemos
predicar con condenación ni dureza. El Señor dijo: “Yo quiero
sacar la dureza de tu corazón”. Luego, Él vivificó el Salmo 18:35,
donde el rey David dijo: “Y tu benignidad me ha
engrandecido”. Debemos ser benignos en todo lo que
hacemos, especialmente cuando presentamos la verdad.
Otro aspecto de la benignidad lo encontramos en
1 Tesalonicenses 2:7, donde Pablo dijo: “Antes fuimos tiernos
298
El Espíritu Santo
entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a
sus propios hijos”. El apóstol Pablo dijo que él cuidaba con
mucha ternura de aquellos por quienes tenía responsabilidad,
tal como una nodriza cuida a sus hijos. En Inglaterra hay nanas
que cuidan de los niños y son muy tiernas con ellos. Así es
como el Señor desea que nosotros tratemos a los demás.
6. BONDAD
La bondad es el sexto fruto del Espíritu. Cuando en la Escritura
una persona es llamada buena, se refiere a que es buena. La
definición bíblica de la bondad de Dios es “ser incapaz de hacer
cualquier cosa mala”. La bondad es una de las virtudes claves
de la Deidad, como le fue revelado a Moisés cuando el Señor
pasó frente a él y proclamó: “El Señor [es] abundante en
benignidad” (Éx. 34:6 RV 1909).
Cuando Moisés clamó al Señor en Éxodo 33:18: “Te ruego
que me muestres tu gloria”, Él respondió: “Yo haré pasar
todo mi bien delante de tu rostro”. Por esto, la gloria de Dios
es claramente sinónima con la bondad de Dios. La bondad es
una parte intrínseca del carácter del Señor. Eso es lo que el
Señor es. Él es bueno. Recuerdo una vez cuando el Señor se
me apareció. Él extendió Su brazo hacia mí y dijo: “Tócame,
soy todo bueno”. Por medio de esto comprendí que no hay
nada malo en Él, porque Él es incapaz de hacer algo malo. Esto
es lo que Él desea impartir a nuestras vidas.
El Espíritu Santo
299
La bondad es la gloria de Dios. En realidad, la gloria de Dios
es Su propio carácter. En Hebreos 1:3, el apóstol Pablo
estableció que Cristo es el resplandor de la gloria del Padre.
La palabra resplandor significa la verdadera refulgencia o
fuente de gloria. En otras palabras, Dios es la verdadera fuente
de bondad y gloria. La bondad emana de Él, así como la
gloria y la luz.
Algo que debemos comprender y retener son las diferencias
marcadas entre la bondad y la benignidad (o misericordia). La
benignidad es ser amable y dulce con las personas, en
comparación con la bondad, que es hacer lo que es mejor para
ellas, incluyendo disciplina y reprensión si es necesario. La
bondad de Dios está relacionada con Su santidad. La bondad
es lo que lo separa a Él de toda maldad. Por esto, hay una
diferencia clara entre la benignidad y la bondad.
Lucas 7:36-50 es un registro de la misericordia y ternura de
Jesús con la mujer pecadora que lo ungió, mientras Él se
encontraba en la casa de Simón. En total contraste con esto,
vemos en Mateo 23:17 que el Señor denunció a los fariseos
por su iniquidad; y en Mateo 21:12, cuando Él volcó las
mesas de los cambistas y los echó fuera del templo. Estos
dos hechos, en el Evangelio de Mateo, fueron actos de
bondad y santidad. Lo que los fariseos y los cambistas hacían
no era correcto y la bondad trató con ellos. Un hombre
bueno hace lo que es justo, sin importar la reacción de las
300
El Espíritu Santo
personas. Por consiguiente, podemos ver que la benignidad
no puede ser igualada a la bondad. La bondad hace una
diferencia entre lo recto y lo impío; lo santo y lo profano.
No permitirá que nos comprometamos en forma
inapropiada.
Bondad significa tener una caminata separada. La benignidad
es ser benévolos con nuestros enemigos, pero la bondad es
no tolerar la maldad en ellos. La bondad demandó que
Samuel rechazara a Saúl; y Dios le dijo a Samuel que dejara
de llorar por él (vea 1 S. 16:1). La benignidad del Señor
nos hace estar en descanso en Su presencia y Su bondad
nos purifica de todo pecado. La benignidad de Cristo le
permite tocarnos, acariciarnos y abrazarnos, pero Su
bondad hace que Él nos castigue, nos discipline y nos juzgue
cuando estamos equivocados. Queremos que el fruto de Su
bondad penetre cada poro de nuestro ser, para que podamos
ser separados de todo pecado y maldad.
7. FE (FIDELIDAD)
El séptimo fruto del Espíritu es la fidelidad. La versión Reina
Valera lo traduce como “fe”. Estas dos palabras están
intrínsecamente ligadas. La fidelidad es un producto de la
fe; y la fe es confiar y creer en la fidelidad de Dios. Para
este estudio en particular, veremos este fruto enfocándonos
en la fidelidad.
El Espíritu Santo
301
Este fruto del Espíritu es en realidad uno de los calificativos del
Señor Jesucristo. En Apocalipsis 19:11, Él es llamado Fiel y
Verdadero: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un
caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y
Verdadero, y con justicia juzga y pelea”. Este título revela el
carácter del Señor. Hebreos 2:17 dice: “Por lo cual debía ser
en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se
refiere, para expiar los pecados del pueblo”. Jesús es el Sumo
Sacerdote misericordioso y fiel. Él es fiel al ministerio que su
Padre le ha dado.
Fidelidad significa ser fiel para terminar la misión que Dios
nos ha encomendado. Significa que somos veraces a nuestras
palabras y promesas, discretos, dignos de confianza y
estables. Alguien que es fiel es uno con quien se puede contar,
porque se sabe que siempre hace lo que se le pide. Cualquiera
que ha estado en la posición de dar órdenes a otras personas,
sabe el tesoro de valor incalculable que es tener a alguien en
quien siempre se puede confiar, sabiendo que terminará el
trabajo que se le encomendó. Es una gran bendición saber
que esta persona va a trabajar arduamente estando usted
presente, o cuando no lo está. Esta es la descripción de una
mujer u hombre que es fiel.
Apocalipsis 17:14 dice: “Y los que están con él [el Cordero]
son llamados y elegidos y [hallados] fieles”. Aquellos que
302
El Espíritu Santo
están más cerca del Cordero son los que han sido llamados,
escogidos y han sido hallados fieles. Primero, somos llamados
de las tinieblas a Su luz admirable cuando aceptamos a Cristo
como nuestro Salvador (1 P. 2:9). Segundo, ser llamados por
el Señor se refiere a recibir un llamado para un ministerio o
misión específica. Es maravilloso recibir un llamado de Dios;
sin embargo, Jesús mismo dijo que “muchos son llamados, y
pocos escogidos” (Mt. 22:14). Por esto, ser llamado no es
suficiente. Recibir un llamado no significa que hemos llegado a
la meta; es solamente el principio.
Entre ser llamado y ser escogido hay un tiempo de preparación.
Muchos pueden ser seleccionados para el entrenamiento, pero
en realidad pocos califican durante el mismo. Muchos comienzan,
pero pocos continúan para ser escogidos para el ministerio.
Después que somos llamados, entonces comenzamos un proceso
de selección. En Isaías 48:10 el Señor dice: “He aquí te he
purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de
aflicción”. El Señor nos escoge por nuestro servicio en tiempo
de prueba y tribulación. Lamentablemente, la mayoría del pueblo
de Dios se rinde al llegar a este punto. Ellos hacen su propio
camino para salir de sus tribulaciones y rechazan este proceso
de purificación del Señor (ver Is. 50:10-11). Como resultado,
nunca son escogidos por Él. Una vez que hemos sido escogidos
por Dios y puestos en el ministerio que Él tiene para nosotros,
debemos ser fieles. Este es un lugar que muy pocos alcanzan. Es
muy difícil encontrar hombres y mujeres fieles.
El Espíritu Santo
303
Permítanme ilustrar estas tres etapas de la vida cristiana de ser
llamados, escogidos y encontrados fieles, usando como ejemplo
la vida del rey David. Cuando tenía alrededor de diecisiete años,
él fue ungido por Samuel para ser el próximo rey y reemplazar
al infiel Saúl. Sin embargo, simplemente por haber sido llamado
no significa que automáticamente recibió el trono. Después del
llamado, pasaron alrededor de trece años de preparación, hasta
el tiempo en que fue escogido y luego ungido rey de Judá en
Hebrón, cuando tenía treinta años. Durante estos trece años,
soportó muchas tribulaciones y pruebas, tales como huir de
Saúl y del ejército israelí, quien lo buscaba para matarlo y luego
perdiéndolo todo, en Siclag. Después de haber sido un rey fiel
sobre Judá por siete años, fue ungido por tercera vez para ser
rey sobre todo Israel.
La fidelidad es el sello de un verdadero siervo del Señor. Se
habla de Abraham como siendo un hombre fiel (Neh. 9:8). Uno
de los grandes hombres, de todos los tiempos, que fue hallado
fiel fue Moisés. Como mencionamos al principio de este capítulo,
los frutos del Espíritu son desarrollados a través de los opuestos.
La fidelidad es realmente desarrollada a través de la traición,
cuando otras personas son infieles con nosotros. Esto crea dentro
de nosotros un deseo tremendo de ser fieles.
Para que Moisés fuera hecho fiel, tuvo que experimentar la
traición. Él estuvo rodeado de más o menos tres millones de
personas (incluyendo hombres, mujeres y niños) quejándose
304
El Espíritu Santo
constantemente y murmurando en contra de él. Hasta Coré y
su compañía se rebelaron contra él. Su hermano Aarón y su
hermana María comenzaron a criticarlo también. Moisés no
tenía en quien confiar, excepto en el Señor. El liderazgo es una
caminata muy solitaria. Sin embargo, debido a esta terrible
traición, por parte de su pueblo, incluso de su propio hermano
y hermana, él ganó la alabanza y elogio eterno del Señor. El
Señor dijo de él: “Mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi
casa” (Nm. 12:7). Entre todos estos israelitas inestables e
indignos de confianza, Dios encontró un hombre con quien podía
contar: Moisés.
Es interesante ver quiénes son los que traicionan y murmuran
de aquellos que están en el liderazgo. Quien traicionó a David
fue su propio hijo Absalón, el hijo que había cometido un
asesinato. Judas fue un ladrón por muchos años, antes de que
traicionara al Señor Jesús. Siempre hay terribles fallas en el
carácter de aquellos que se rebelan y traicionan a sus líderes,
porque ellos nunca han permitido que Dios cambie esas áreas
específicas de su vida. Aquellos que traicionaron a Moisés eran
infieles al Señor. Sólo pensemos en Aarón por un momento. Él
no se volvió simplemente contra Moisés de la noche a la mañana
y empezó a criticarlo. Hubo una razón. Este defecto no había
sido limpiado de su carácter. Cuando Moisés subió al monte
para encontrarse con el Señor por cuarenta días, los corazones
de los israelitas se enfriaron hacia el Señor. Presionado por el
pueblo, Aarón sucumbió a esta presión haciéndoles un becerro
El Espíritu Santo
305
de oro, del cual dijo: “Israel, estos son tus dioses que te sacaron
de la tierra de Egipto”. Por esto, no es de sorprender que él
también se haya vuelto momentáneamente contra Moisés.
Todas estas traiciones obraron para bien en Moisés. Es inútil
que le pidamos al Señor que nos haga fieles y luego rechacemos
los medios que Él provee para hacernos fieles. Dios dijo de
Moisés que él era fiel en toda Su casa. Pablo repite esto en
Hebreos 3:2, donde compara a Cristo con Moisés: “el cual
[Cristo] es fiel al que lo constituyó, como también lo fue
Moisés en la casa de Dios”. Él dice en Hebreos 3:5: “Y Moisés
a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo,
para testimonio de lo que se iba a decir”.
Un aspecto particular en el que Moisés fue fiel, fue en el modelo
del Tabernáculo. Moisés fue advertido por Dios, justo antes de
construir el tabernáculo, que hiciera todas las cosas de acuerdo
al modelo que le fue mostrado en el monte (vea He. 8:5). Dios
dio el modelo del Tabernáculo a Moisés, porque sabía que él
sería fiel a éste y de ninguna manera lo alteraría. Él hizo todo
exactamente como Dios le mandó hacer.
En la década de los sesenta, el Señor habló a varios ministros
para que abrieran sus hogares y dieran ayuda a ex drogadictos.
Debido al gran éxito que tuvieron al obedecer al Señor, otros
comenzaron a tratar de hacer lo mismo, aunque el Señor no les
había dicho específicamente a ellos que comenzaran programas
306
El Espíritu Santo
similares. Por la popularidad de estos programas, cierto ministro
también estaba considerando abrir un Reto Juvenil, por lo que
Dios tuvo que hablarle claramente diciéndole: “Haz todas las
cosas conforme al modelo que se te ha mostrado”. La clave
para la vida es hacer lo que Dios nos ha dicho personalmente a
nosotros, no lo que Dios le ha dicho a otros que hicieran. No
hay galardón al hacer el trabajo de alguien más.
El Señor dio muchas parábolas acerca de Su Segunda Venida.
Hay un tema constante que fluye a través de varias de estas
parábolas y es la necesidad de la fidelidad. El Señor Jesús dijo
en Mateo 24:45-46: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente,
al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el
alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo el cual,
cuando su señor venga, le halle haciendo así”.
Una vez le preguntaron a Martín Lutero lo siguiente: “Si usted
supiera que el Señor volvería esta semana, ¿qué haría?” Su
respuesta simple, pero profunda, fue: “Si Dios me hubiera dado
la misión de plantar árboles frutales, yo confío en que Él me
encontraría plantando árboles frutales”. Debemos ser fieles
haciendo todo lo que el Señor nos ha comisionado a hacer, sin
importar cuan grande o pequeña la tarea sea.
Tenemos que ser fieles en usar los talentos y habilidades que el
Señor nos da. El Señor dijo al siervo a quien se le dieron cinco
talentos y ganó cinco más: “Bien, buen siervo y fiel; sobre
El Espíritu Santo
307
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo
de tu señor” (Mt. 25:21).
Dios ha dado talentos y habilidades a todos. La pregunta que
tenemos que hacernos es: ¿qué me ha dado Él a mí? Debemos
maximizar nuestros talentos y usarlos para el propósito y la
gloria de Dios. El hermano Lawrence, famoso por su libro,
“Practicando la Presencia de Dios”, fue fiel lavando platos,
porque fue a esto a lo que Dios lo había llamado en esa época
de su vida. Debido a su fidelidad, Dios le ha dado un nombre
eterno y es conocido por muchos, hasta el día de hoy.
La fidelidad es una de las cualidades principales para el
ministerio y liderazgo. Dios removió a Elí de la posición de
sumo sacerdote porque no fue fiel en ejecutar los juicios de
Dios sobre el pecado, en especial en la vida de sus propios
hijos. El Señor dice en 1 Samuel 2:35: “Y yo me suscitaré
un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a
mi alma”. Este sacerdote fiel fue Samuel. Elí fue reprobado
y removido debido a su infidelidad y Samuel fue promovido
por su fidelidad.
Pablo fue elegido para ser el maestro de la Iglesia del Nuevo
Testamento. Él fue quien abrió el Antiguo Pacto y expuso la
mayoría de la doctrina del Nuevo Testamento. Sin esta
precisión al manejar la Palabra de Dios, nuestra teología
sería errónea.
308
El Espíritu Santo
¿Por qué eligió Dios a Pablo para este ministerio especial?
Después de todo, antes de que él se encontrara con el Señor
en el camino a Damasco, era uno de los más grandes
transgresores de la verdad. La razón es que en Su presciencia,
el Señor sabía que Pablo sería fiel al ministerio y a la visión,
después de que se le mostrara la verdad. Pablo testificó en 1
Timoteo 1:12: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo
Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome
en el ministerio”. Dios sabía que Pablo haría todo exactamente
como Él le había dicho.
Áreas de fidelidad
Consideremos por un momento algunas áreas en las que
debemos ser fieles.
Fieles en lo muy poco. “El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto,
también en lo más es injusto” (Lc. 16:10). Jesús claramente
enseñó que si no somos fieles en las cosas pequeñas e
insignificantes de la vida, no seremos fieles en las cosas más
importantes. Aquellos que son promovidos, son los que han
sido fieles en las cosas pequeñas y cotidianas, tales como trapear
los pisos y lavar los platos.
Fieles en las cosas de este mundo, especialmente en las
finanzas. “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles,
El Espíritu Santo
309
¿quién os confiará lo verdadero?” (Lc. 16:11). Si no somos
fieles con las cosas de este mundo y con nuestras finanzas,
Dios jamás nos confiará las verdaderas riquezas de Su reino.
Fieles en lo que es ajeno. “Y si en lo ajeno no fuisteis fiel,
¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lc. 16:12). Para que el
Señor nos dé un ministerio o posición propia, primero debemos
ser fieles a aquellos que Dios ha puesto sobre nosotros en autoridad,
haciendo las cosas a su manera. Cuando se nos dé nuestra propia
obra o cargo, podremos manejar las cosas a nuestra manera.
Fieles como administradores en los misterios de Dios.
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo,
y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se
requiere de los administradores, que cada uno sea hallado
fiel” (1 Co. 4:1-2). También debemos ser fieles en lo referente
a la doctrina y la Palabra de Dios, especialmente si somos
maestros. Hace muchos años, hubo un ministro muy conocido
en Inglaterra que creía en cierta doctrina, ya que esta era la
doctrina que su congregación había adoptado. Cada vez que
él leía un versículo que contradecía esta enseñanza,
rápidamente cambiaba la página en su Biblia y no volvía a
leer el versículo. Finalmente el Señor lo redarguyó y él cambió
su doctrina. Ésta es el área en la que Dios hace extremadamente
responsables a sus ministros. Debemos estar seguros que lo
que creemos y enseñamos es lo que la Palabra de Dios
realmente enseña.
310
El Espíritu Santo
Fieles en el ámbito de la pureza sexual. “En cuanto a
las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy
mi parecer, como quien ha alcanzado misericordia del
Señor para ser fiel” (1 Co. 7:25). Pablo dijo que Dios le
había mostrado su misericordia para permanecer fiel, siendo
soltero. En este momento, Pablo probablemente tenía muchos
años de ser viudo.
Las personas me dicen que tienen luchas con la tentación en
esta área en especial: “Pero pastor, usted no sabe las tentaciones
a las que yo me enfrento”. Sin embargo, Pablo claramente dice
en 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna
tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para
que podáis soportar”. Donde el pecado o la tentación abundan,
la gracia sobreabunda. Por la gracia y misericordia de Dios es
posible ser fieles en esta área y mantenernos puros.
No importa en qué etapa de nuestra vida nos encontremos,
se nos manda a ser fieles. Las esposas son exhortadas a ser
fieles en 1 Timoteo 3:11: “Las mujeres asimismo sean
honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”.
Los hijos también deben ser fieles (Tit. 1:6). Por todas estas
razones, procuremos que esta virtud sea desarrollada
completamente en nuestra vida, para ser fieles en el ámbito
natural y en el ámbito espiritual.
311
El Espíritu Santo
8. MANSEDUMBRE
El octavo fruto del Espíritu es la mansedumbre. La mansedumbre
es una obra enlazada de la gracia de Dios. Este fruto nos hace
agradables al Señor, pues es muy preciado a Sus ojos. Pedro
nos dice que “un espíritu afable y apacible, que es de grande
estima delante de Dios” (1 P. 3:4). La mansedumbre es fuerza
controlada. Es quizás la virtud que mejor personifica a la fuerza.
Este fruto del Espíritu es en realidad gran fuerza y control de
nuestro espíritu, para que no respondamos o reaccionemos
cuando las personas se nos oponen o persiguen. La mansedumbre
es la fortaleza de carácter que no se venga o defiende a sí misma.
Nos permite ver todo como proveniente de la mano del Señor.
Jesús es el hombre más manso que jamás ha vivido y Él también
es el hombre más fuerte que ha vivido.
Este fruto está contenido en esencia en Romanos 8:28, donde
Pablo dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados”. Aquellos que poseen esta preciosa
virtud tienen sus ojos completamente fijados en el Señor y
aceptan cualquier cosa que Él traiga a su vida. La mansedumbre
puede ser definida como “la aceptación santa, con gozo, de
toda circunstancia personal”.
El hecho es que todo lo que nos sucede es finalmente permitido
por el Señor. Por esto, si buscamos defendernos y justificarnos
312
El Espíritu Santo
nosotros mismos, en realidad estamos rechazando los propósitos
de Dios para nuestra vida. Por esta razón, la mansedumbre
trata más con nuestra relación con el Señor, que con nuestra
relación con otros. Para que la mansedumbre hacia otros sea
desarrollada en nuestra vida, primero tiene que ser obrada hacia
el Señor, en nuestro corazón.
La palabra griega traducida mansedumbre expresa la idea de
un animal que ha sido amansado. Por ejemplo, cuando un potro
es joven, éste corre por todos lados sin ninguna restricción o
impedimento. Es hermoso ver a los potros correr así, de manera
tan libre. Sin embargo, a medida que este caballo crece, si va a
ser de alguna utilidad, su espíritu y voluntad deben ser
quebrantados para que reconozca a su nuevo dueño y obedezca
el más mínimo movimiento de las riendas en sus manos.
Hay una hermosa ilustración de la mansedumbre en el Cantar
de los Cantares, cuando el Señor le dice a su Esposa: “A yegua
de los carros de Faraón Te he comparado, amiga mía” (Cnt.
1:9). En los días del rey Salomón y en el tiempo en que fue
escrito el Cantar de los Cantares, los mejores caballos del
mundo venían de Egipto y obviamente los mejores de estos
eran usados para los carros del Faraón. El pensamiento aquí
expresado es el de una compañía de caballos inmóviles,
esperando la orden de su señor. Estos caballos eran conocidos
por su sumisión, obediencia instantánea y voluntades domadas,
que estaban completamente sujetas a su amo. Esta es una de
El Espíritu Santo
313
las más bellas ilustraciones de la mansedumbre que encontramos
en la Palabra de Dios y una descripción exacta de alguien manso,
quien ha rendido su voluntad al Señor Jesús.
La mansedumbre es una de las principales virtudes del Señor
Jesucristo. Él testificó en Mateo 11:29 que Él era “manso y
humilde de corazón”. La primera vez que mi esposa y yo
fuimos a Israel, nuestro grupo fue a ver la tumba de Jesús. Una
vez que la vimos y salimos, yo regresé solo, me quité los zapatos,
me arrodillé al lado de la tumba y le dije al Señor: “Señor, ¿cómo
eres tú?” Entonces escrito sobre la tumba vi la palabra
“mansedumbre”. Esta es la cualidad por la que el Señor quiere
ser conocido. Después de esta experiencia, me di cuenta que
yo tenía otra inclinación en mi vida que Él quería circuncidar
para poder reemplazarla con Su mansedumbre.
El animal que mejor representa al fruto de la mansedumbre es
el cordero. Los corderos son inofensivos. La naturaleza de
Cristo, el Cordero de Dios, es revelada en Isaías 53:7:
“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero
fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus
trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. El Señor
Jesús personificó el carácter de la mansedumbre cuando se
paró en silencio frente a Pilato, mientras era burlado y enjuiciado,
y no se defendió a sí mismo de las falsas acusaciones levantadas
contra Él. Al igual que un cordero no responde cuando es
trasquilado de lo que posee, asimismo Cristo no reaccionó
314
El Espíritu Santo
cuando fue despojado por los judíos de Sus ropas, dignidad,
honor y vida. Aun Pilato se maravilló del gran control que Jesús
tenía sobre Su espíritu, pues Él no se defendió.
La especie paralela a la mansedumbre es la mirra. La mirra era
la sustancia con la que se embalsamaba a los muertos en los
tiempos bíblicos. Por esto, la mirra representa la muerte. Esto
también se aplica a la mansedumbre, pues la mansedumbre es
una separación completa de nuestro ser y de nuestros
sentimientos personales. Una persona verdaderamente mansa
no se ocupa de sí mismo, ni exige que sus derechos sean
vindicados. Cuando tenemos mansedumbre vemos todo desde
el punto de vista de Dios. Esto nos capacita para sobreponernos
de las injusticias y ofensas.
La mansedumbre es una rara virtud. Muy pocas personas logran
alguna vez llevar este fruto a la madurez en su vida. Sólo hay
dos personas en toda la Escritura que son llamadas mansas- el
Señor Jesús y Moisés. Después de Cristo, Moisés fue el hombre
más manso que jamás vivió. El testimonio de Dios acerca de
Moisés fue este: “Y aquel varón Moisés era muy manso,
más que todos los hombres que habían sobre la tierra”
(Nm.12:3). De la vida de Moisés, podemos ver cómo la
mansedumbre se desarrolla. Al igual que con todos los frutos,
la mansedumbre es producida a través de su opuesto, el cual
es la ira. Es sólo en una atmósfera de enojo que la mansedumbre
puede ser verdaderamente desarrollada en nuestra vida. Esta
El Espíritu Santo
315
es la forma en la que fue obrada en la vida de Moisés y de
Cristo y es la forma en la que también será obrada en nuestra
vida. Moisés constantemente tuvo fuerzas que se le oponían y
trataban de provocar su espíritu. A medida que Moisés se rendía
al obrar del Señor en su vida, finalmente fue hecho manso.
Como ya dijimos, aquellos que tienen la mansedumbre no
buscan su propia venganza, sino permiten que el Señor pelee
por ellos. El rey David era un hombre así. Él tenía un corazón
quebrantado y contrito. Sin embargo, él obtuvo este fruto a un
precio muy alto. En una ocasión, un hombre llamado Simei, de
la casa de Saúl, maldijo a David. “Y vino el rey David hasta
Bahurim; y he aquí salía uno de la familia de la casa de
Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salió
maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra
todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los
hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Y
decía Simei, maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre
sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago de toda
la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado,
y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón;
y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre
sanguinario” (2 S. 16:5-8).
Algunos de los hombres de David querían matar a Simei por
tratar al rey de esta manera. La respuesta de David a esta
petición fue: “¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia?
316
El Espíritu Santo
Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga
a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así? Y
dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo
que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto
más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga,
pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi
aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de
hoy” (2 S. 16:10-12).
Que hermosa la actitud que David tuvo. Éste es un verdadero
retrato de la mansedumbre. David aceptó ese maltrato por parte
de Simei, pues se dio cuenta que Dios estaba en control de
todo y reconoció que esto había sido enviado por el Señor.
En nuestra búsqueda por la verdadera mansedumbre, debemos
cuidarnos de la falsa mansedumbre. Como dijimos en la
introducción, existe una falsificación de todo fruto del Espíritu.
Apocalipsis 13:11 describe al falso profeta, quien se levantará
en los últimos días juntamente con el Anticristo, como teniendo
“dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba
como dragón”. Él va a tener la apariencia externa de la
mansedumbre, como la de un cordero, pero internamente estará
lleno de maldad. Cristo también nos advirtió de falsos profetas
que vienen vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos
(Mt. 7:15). Hay una falsa mansedumbre que es sólo externa.
Es pasiva y se acomoda a los estándares de Dios para no
ofender a otros. Ésta no es la verdadera mansedumbre.
El Espíritu Santo
317
La justicia es el fundamento de la mansedumbre, al igual que lo
es para los demás frutos del Espíritu. Aquellos que no están
caminando rectamente, siempre buscan defenderse a sí mismos
y de justificar sus caminos ante los ojos del hombre, pues en lo
profundo de su corazón saben que la aprobación de Dios no
está sobre su vida. Por esto mismo, aquellos que son justos no
sienten la necesidad de vindicarse a sí mismos, pues saben que
no han hecho nada malo y que Dios finalmente mostrará quién
tiene la razón.
En Sofonías 2:1-3, la justicia y la mansedumbre están ligadas:
“Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes que
tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes
que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes
que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros. Buscad
a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis
por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre;
quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová”.
Esta exhortación del profeta Sofonías nos anima a buscar la
justicia y la mansedumbre para que podamos ser guardados y
protegidos en el día en que los juicios de Dios sean derramados
sobre la tierra.
Uno de los principales mensajes de la Iglesia del fin, será el de
restauración. Para que nosotros tengamos parte de este glorioso
ministerio de restauración, debemos tener el fruto de la
mansedumbre desarrollado en nuestra vida, como fue declarado
318
El Espíritu Santo
por el apóstol Pablo en Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno
fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois
espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado”. Debemos tratar a los descarriados con gran bondad
y ternura, haciendo que ellos se sientan aceptados y al mismo
tiempo, no debemos comprometer los estándares de Dios. Esta
difícil tarea es cumplida a través del espíritu de mansedumbre.
En 2 Timoteo 2:24, Pablo le advierte a los maestros a instruir
en mansedumbre: “Porque el siervo del Señor no debe ser
contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar,
sufrido”. Sin este precioso ingrediente en nuestra enseñanza,
vamos a ofender a las personas, en lugar de ganarlas para el
Señor. No puedo enfatizar suficientemente la importancia de
esto. No debemos predicar y enseñar en una forma legalista,
sino con un espíritu de mansedumbre.
Las bendiciones de la mansedumbre
Ahora, consideremos brevemente algunas de las bendiciones
que vienen sobre aquellos que permiten que el Señor obre el
fruto de la mansedumbre en sus vidas.
Los mansos heredarán la tierra. Citando el Salmo 37:11, el
Señor Jesús dijo en Mateo 5:5: “Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Esta es una
El Espíritu Santo
319
verdad importante. La mansedumbre nos es necesaria para
obtener nuestra herencia, espiritual o natural. Recuerdo a un
misionero con quien hablé hace algún tiempo. Cuando
conversamos, él estaba en controversia con el director del
campo misionero donde ministraba y ya no podía llevarse bien
con él. Este hombre rehusó someterse al director de su trabajo.
Inclusive me dijo: “No estoy en sumisión a él” y luego pidió
mi consejo.
Después de haber orado, me sentí guiado por el Señor a decirle:
“Lo que salvará tu ministerio y te dará una herencia en la tierra
de tu llamado, es la mansedumbre. A menos que te vuelvas
sumiso hacia tu director y aceptes sus órdenes, no permanecerás
en tu herencia”. Desdichadamente, este hombre no puso atención
a esta palabra del Señor. Como resultado, hoy no está
disfrutando de la herencia que Dios había preparado para él.
Los mansos son instruidos y guiados en los caminos de
Dios. El Salmo 25:9 dice: “Encaminará a los humildes por
el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera”. Para conocer
los caminos de Dios y ser guiado en juicio por Él, debemos
tener la mansedumbre obrada en nuestra vida. El Salmo 103:7
establece que Moisés conocía los caminos de Dios, pero los
hijos de Israel sólo vieron sus obras. Moisés sabía lo que Dios
hacía y por qué lo hacía. Él entendió sus caminos; a diferencia
de los hijos de Israel que sólo vieron sus obras. La razón de
esto es que Moisés fue manso y los israelitas no.
320
El Espíritu Santo
Los mansos aumentarán su gozo en el Señor. El gozo es
uno de los frutos de la mansedumbre. Isaías 29:19 dice:
“Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová”.
Uno de los frutos de la mansedumbre es el gozo. Los mansos
crecerán en gozo en el Señor porque ellos se dan cuenta de
que todo está obrando para su bien. Para concluir, sólo déjenme
animarlos a que le permitan al Señor que desarrolle el precioso
fruto de la mansedumbre en sus vidas, pues esto es esencial
para poder recibir nuestra herencia eterna.
9. TEMPLAZA
El noveno fruto del Espíritu es la templanza. La templanza en el
griego original significa tener domino sobre nuestros deseos y
sobre el amor a los placeres. Esto se aplica a cada área de
nuestra vida, no solamente al licor y a la comida. Por esta razón,
sin la templanza no triunfaremos en la vida cristiana.
Este fruto también puede ser traducido como “dominio propio”
o “controlado por el Espíritu”. Quiero enfatizar que la templanza
es un fruto del Espíritu. No es algo que podamos producir por
nuestro propio esfuerzo. Muchas personas practican formas
de negación que son muy dolorosas y dañinas para el cuerpo
humano. Esto jamás debe ser confundido con el fruto de la
templanza. Sin embargo, recuerden que a pesar de que la
templanza es una obra divina del Espíritu, también nosotros
tenemos que poner algo de nuestra parte. Somos los que
El Espíritu Santo
321
tenemos que ejercer el dominio propio, pero lo hacemos por
medio de la ayuda del Espíritu Santo.
Pablo nos da una excelente ilustración del dominio propio, en
1 Corintios 9:24-27: “¿No sabéis que los que corren en el
estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el
premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo
aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad,
para recibir una corona corruptible, pero nosotros una
incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como
a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea
el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros,
yo mismo venga a ser eliminado”.
Aquí Pablo describe la templanza usando la ilustración natural
de un atleta. Los atletas tienen una meta y un deseo en la vida:
ganar el premio y triunfar en el evento en el cual ellos
participan. Los atletas deben ser muy disciplinados y tener un
tremendo dominio propio. Un verdadero atleta es aquel que
lo es las veinticuatro horas del día. Pablo nos dice que si no
somos templados, podemos terminar siendo eliminados y
rechazados por el Señor.
Cuando yo jugué fútbol durante mi estadía en la Fuerza Aérea
Real en Inglaterra, también estaba allí un famoso futbolista que
me dio consejos muy sabios que he recordado toda mi vida. Él
322
El Espíritu Santo
me dijo: “Para ser un buen jugador de fútbol, debes
mantenerte alejado del vino, las mujeres y el placer. Debes
dedicarte completamente al fútbol”. De la misma manera,
para ganar lo mejor de Dios en la vida cristiana, nosotros
debemos tener dominio propio y dedicarnos completamente
al Señor y al evangelio.
Proverbios 21:17 nos da una advertencia muy seria:
“Hombre necesitado será el que ama el deleite [o
deporte], Y el que ama el vino y los ungüentos no se
enriquecerá”. Debemos ser muy cuidadosos a qué
dedicamos nuestro ser y nuestro tiempo. La templanza en
realidad significa que tenemos todo en nuestra vida en el
lugar apropiado, de forma que nada en nuestra vida tenga
más o menos prioridad de la que debe tener.
Por ejemplo, es bueno relajarse y descansar de vez en
cuando. En una ocasión, alguien vio al apóstol Juan
alimentando a unos peces. Sorprendido, le preguntó: “¿cómo
es posible para un apóstol del Cordero estar perdiendo
tiempo alimentando peces?” Juan respondió: “Un arco no
debe estar tenso todo el tiempo. Debe ser liberado de vez
en cuando para que se enderece”. Es bueno relajarse en
ciertos momentos para liberar nuestra mente de la presión y
para ser refrescados. Sin embargo, si esto es todo lo que
hacemos, jamás vamos a lograr nada en nuestra vida. La
templanza nos permite tener un equilibrio apropiado.
El Espíritu Santo
323
Hace muchos años, en un lugar al noroeste de los Estados
Unidos, prediqué sobre el tema de la templanza. Mientras
hablaba, le pedí al Señor que me diera una ilustración para que
todos entendieran el tema. De pronto vi una cafetera frente a
mí y le dije a la congregación: “Si una persona quiere tomar
café, está bien, pero el café no debe ser una atadura”. Pensé
que ésta era una buena ilustración y que seguramente no se
aplicaría a nadie allí.
Sin embargo, después del servicio, una dama se me acercó y
me dijo: “El Señor le dio la ilustración del café para mí. El jefe
de mi esposo le ofreció una promoción para ir a cierto país,
pero le dije que no podíamos ir porque en ese país no sabían
hacer buen café. Yo estoy completamente atada por el café.
Tengo que tomarlo a la mañana, al medio día, en la noche y
entre comidas. ¿Por favor, podría orar para que sea liberada
de esa atadura?” Oramos por ella y confío en que hoy tenga
libertad en esa área. Espero que puedan ver cuán importante
es para nosotros tener dominio propio en cada área de nuestra
vida, aun en las cosas que parecen insignificantes.
Hay ciertas cosas que podemos hacer que son malas o
incorrectas, pues nos pueden alejar fácilmente del Señor.
Debemos evitar todas estas cosas por completo. Sin embargo,
hay otras cosas que no son técnicamente malas para nosotros,
incluso son buenas en sí, pero en exceso son malas. Debemos
tener cuidado de no permitir que los placeres, pasatiempos y
324
El Espíritu Santo
deportes gobiernen nuestra vida. Siempre debemos tener control
sobre todo en nuestra vida y no ser esclavizados por nada. En
1 Corintios 7:9, Pablo habla de tener control sobre nuestros
deseos sexuales: “Pero si no tienen don de continencia [o
control de sí mismo], cásense, pues mejor es casarse que
estarse quemando”. En 1 Corintios 9:25, Pablo usa la misma
palabra griega para “contenerse” que para “templanza”. Esta
es un área en la que debemos tener un absoluto dominio propio.
La falta de templanza moral puede resultar en la destrucción
eterna de alguien.
También debemos controlar nuestra lengua. Santiago 3:2 dice:
“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no
ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también
de refrenar [controlar] todo el cuerpo”. La lengua es el
miembro más difícil de domar y controlar. Las palabras que
hablamos vienen de lo profundo de nuestro corazón (vea Mt.
12:34). Si queremos conocer qué clase de personas somos,
escuchémonos hablar por un momento. Esto revelará nuestra
condición espiritual.
La perfección involucra el tener nuestra lengua sujeta al
Espíritu de Dios. Oremos como David, y digamos: “Pon
guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis
labios” (Sal. 141:3). Necesitamos tener dominio propio
sobre nuestro cuerpo, mente, emociones, lengua y espíritu.
Busquemos al Señor y pidámosle que desarrolle este fruto
325
El Espíritu Santo
en nuestra vida, para que nos libre de ser rechazados a causa
de algo en nuestra vida que esté fuera de orden, y que
finalmente nos puede alejar del Señor.
Conclusión
Los frutos del Espíritu, que son una extensión del amor, pueden
ser comprendidos en la primera epístola de Pablo a los Corintios,
capítulo 13. Pablo enuncia las cualidades del amor diciendo
que el amor soporta a las personas por un largo tiempo y es
dulce en todo momento aun con las disposiciones más molestas
y difíciles. Pero para que los frutos del Espíritu puedan llegar a
la perfección, males como la envidia, la imprudencia, el orgullo
y cualquier comportamiento indigno de un cristiano, deben ser
extirpados y echados fuera de nuestra vida.
También, los motivos propios no pueden convivir con el amor.
Una actitud que es fácilmente ofendida o que medita y guarda
rencor en contra de otras personas, no puede vivir con un espíritu
de amor. Ciertamente, cualquier clase de placer en prácticas
pecaminosas sería como una zorra que arruina el fruto del
Espíritu en nuestro corazón. Sin embargo, el amor desea la
verdad y soporta con mucha gracia y gentileza a aquellos que
están batallando y tratando de vencer las áreas de pecado en
su vida. El amor cree, espera y anima, y está dispuesto a
soportar los defectos de otros, pero jamás les falla a ellos en su
hora de necesidad. Amados, que estas características que vienen
326
El Espíritu Santo
a través del desarrollo de los frutos del Espíritu sean manifestadas
en nuestra vida. Haciendo esto, seremos más y más como
nuestro bendito Señor Jesús.
327
El Espíritu Santo
VII Parte
LA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU
Y GUIADA POR EL ESPÍRITU
LA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU
Ser llenos del Espíritu es una bendición que está disponible
para todos aquellos en el pueblo del Señor que están
dispuestos a obedecerle (Hch. 5:32). Es esencial ser
bautizados en el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar
en otras lenguas (Hch. 2:1-4). Aunque esta experiencia es un
evento único, necesitamos renovaciones del Espíritu Santo,
como se nos dice en Hechos. 4:31: “Cuando hubieron
orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y
todos fueron llenos [otra vez] del Espíritu Santo, y
hablaban con denuedo la palabra de Dios”. Los mismos
discípulos que inicialmente habían sido bautizados en el Espíritu
Santo en el día de Pentecostés, fueron llenados otra vez con
más del Espíritu Santo en esta reunión de oración.
En Efesios 5:18-19, Pablo da instrucciones a la Iglesia
concernientes a la vida llena del Espíritu. Él nos da varias claves
para tener un libre fluir del Espíritu. Comienza en el versículo
18 exhortando a cada creyente a ser lleno (tiempo verbal
328
El Espíritu Santo
presente, acción continua) del Espíritu Santo. Debe haber un
aumento constante de nuestra capacidad espiritual para recibir
más y más del Espíritu Santo. ¿Cómo somos llenados con más
del Espíritu Santo?
El apóstol Pablo explica en Efesios 5:19 cómo lograr esta
continua llenura: “hablando entre vosotros con salmos, con
himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones”. Tenemos que ministrarnos a
nosotros mismos. Se nos instruye a hablarnos a nosotros mismos
en el Espíritu Santo. Ahora, me gustaría ilustrar esto por medio
de varias escrituras.
El Salmo 43 fue escrito mientras el rey David estaba huyendo
de su hijo Absalón. En ese entonces, David y los que estaban
con él eran excedidos en número por sus oponentes. Aun
así su mayor problema no venía del exterior, sino de su
interior. Su alma estaba en un profundo abismo de depresión.
En el versículo 5, él se dirige a su alma y le dice: “¿Por qué
te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de
mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación
mía y Dios mío”.
David le habló a su alma desanimada y le ordenó que esperara
en Dios: él tomó el dominio de su alma y emociones que estaban
desenfrenadas. No debemos ser almáticos y permitir que
nuestras emociones nos gobiernen. Esto sólo nos lleva a
El Espíritu Santo
329
rebeliones y desastres. Podemos vencer nuestra naturaleza
almática a través de la continua llenura del Espíritu Santo.
Muchas personas me han dicho: “Pero usted no comprende
pastor, yo soy una persona emocional y siempre he sido
así”. Esto puede ser verdad, pero ¿es así como quiere
permanecer por el resto de su vida? Todos tenemos un alma
y emociones. Son una parte muy real de nuestro ser. Pero,
¿quiere vivir usted el resto de su vida gobernado por sus
emociones? Las personas almáticas son muy
temperamentales. Están alegres cuando las cosas andan bien,
pero desanimadas cuando las cosas no son como ellos
esperaban que fueran. ¿Es ésta la clase de persona que quiere
ser? ¿O quiere ser una persona espiritual, con sus emociones
subyugadas a la unción del Espíritu Santo? Claro, la
respuesta es que queremos ser controlados por el Espíritu,
no por nuestra alma. Sin embargo, sólo podemos ser
verdaderamente controlados por el Espíritu si estamos
llenos del Espíritu.
El rey David le habló a su alma pues estaba abatida. ¿Entiende
lo que la palabra “abatida” significa? Es una antigua expresión
usada para referirse a una oveja volteada sobre su espalda.
Cuando una oveja está en esta posición, normalmente se queda
allí hasta que muere, pues no puede levantase a sí misma y se
da por vencida. Así es como el alma de David se sentía. Él
pensaba: “Estoy perdido. No hay esperanza. Absalón va a
330
El Espíritu Santo
quitarme la vida”. Sin embargo, David se levantó y le dijo a su
alma: “¿Por qué te has dado por vencida?” Él era un hombre
muy espiritual. La decisión de ser almáticos o espirituales es
nuestra. ¿Vamos a ser almáticos o espirituales? La clave para
ser espirituales es que tomemos las riendas de nuestras
emociones, hablándole a nuestra alma y permitiendo que la vida
del Espíritu fluya a través de nosotros.
En Juan 4:14, el Señor Jesús le dijo a la mujer en el pozo: “mas
el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de
agua que salte para vida eterna”. Esto es lo que Dios hace
por nosotros cuando venimos a Él y lo recibimos como nuestro
Salvador. Él pone dentro de nosotros un pozo de agua
burbujeante, que es el Espíritu Santo.
Esta obra del Espíritu Santo en nuestra vida puede ser vista
simbólicamente en el Antiguo Testamento, cuando Dios le
promete a los hijos de Israel que Él les daría agua en el desierto:
“Entonces cantó Israel este cántico: Sube, oh pozo; a él
cantad” (Nm. 21:17). En otras palabras, tenemos que cantarle
al pozo que está dentro de nosotros, y mientras cantamos,
nuestro pozo burbujea.
Una cosa es tener este pozo del Espíritu Santo en nuestro
corazón; sin embargo, otra cosa es evitar que sea bloqueado.
Isaac limpió los pozos que su padre Abraham había cavado,
El Espíritu Santo
331
pues los filisteos los habían cegado llenándolos con tierra (Gn.
26:15). Los filisteos representan la envidia.
Debemos tener mucho cuidado de que la envidia no eche
raíz dentro de nosotros, pues puede ser una gran piedra que
tape el pozo en nuestra vida. Más adelante, Isaac tuvo otros
problemas con la rebelión y el odio, que también cegaron
sus pozos (vea Gn. 26:20-21). Estos enemigos del Espíritu
en nuestra vida, y otras obras de la carne, pueden bloquear
nuestro pozo (Gá. 519-21).
¿Cómo logramos que nuestro pozo espiritual quede libre, si
éste ha sido tapado por alguno de los pecados antes
mencionados? Se nos da la clave en Números 21:18: “Pozo,
el cual cavaron los señores. Lo cavaron los príncipes del
pueblo, Y el legislador, con sus báculos”. Esto no está
registrado en la Escritura como un dato histórico simplemente.
Fue incluido con el propósito de instruirnos. Notará que fueron
los príncipes los que cavaron estos pozos.
Esto nos muestra que si el pozo en nuestro corazón es cegado,
debemos ir a los príncipes (nuestros pastores o líderes) para
recibir el remedio a nuestro problema. Los líderes nombrados
por Dios tienen el Espíritu de consejo sobre ellos para discernir
qué es lo que está bloqueando nuestro pozo. Los príncipes o
líderes construyeron estos pozos bajo la dirección de Moisés,
quien tenía la máxima autoridad. Por lo tanto, bajo la dirección
332
El Espíritu Santo
del Espíritu Santo, los ministros de Dios deben tener la habilidad
de mostrar a las personas cómo obtener libertad en su vida.
Habiendo dicho todo esto, debemos comprender que el
bautismo en el Espíritu Santo no es necesariamente una señal
de que alguien sea maduro. De hecho, es dado a aquellos que
son bebés en Cristo. En Hebreos 6:2 se habla de la doctrina de
bautismos como uno de los principios elementales de Cristo.
Algunas veces, en un mismo día, el Señor va a salvar y a bautizar
en el Espíritu Santo a un creyente. Aun así, es importante ser
constantemente llenos del Espíritu Santo, no importando nuestro
nivel de madurez.
LA VIDA GUIADA POR EL ESPÍRITU
Como resultado de una vida llena del Espíritu, llegamos a ser
guiados por el Espíritu. Aquellos que están buscando
continuamente al Señor para recibir más de Su Espíritu y siguen
los pasos antes mencionados, vienen a ser candidatos para
experimentar la vida guiada por el Espíritu. Aunque es verdad
que no tenemos que estar llenos con el Espíritu Santo para
experimentar su guianza en un nivel elemental, si queremos
experimentar la plenitud de ser soberanamente guiados por el
Espíritu, debemos estar bautizados en el Espíritu Santo.
La vida guiada por el Espíritu es algo un poco diferente al
bautismo del Espíritu Santo. Ésta es experimentada por aquellos
El Espíritu Santo
333
que son maduros en Cristo. Pablo establece claramente esto
en Romanos 8:14, donde dice: “Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos [maduros]
de Dios”. En el griego original, el término “hijos de Dios” se
refiere a los hijos maduros de Dios, no a los bebés en Cristo.
Pablo dice en Gálatas 5:25: “Si vivimos por el Espíritu,
andemos también por el Espíritu”. En otras palabras, el Señor
quiere dirigir todos nuestros pasos, pues Él tiene un plan para
nuestra vida. Él la planeó previamente, desde antes de la
fundación del mundo, para cumplir Su propósito divino. Jeremías
dijo: “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su
camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”
(Jer. 10:23). No podemos dirigir nuestra vida por nuestra propia
mente, pues ésta ha sido planeada por Dios. Por esta razón,
necesitamos ser guiados por el Espíritu Santo para que así
podamos cumplir con el plan de Dios para nuestra vida.
Una de las promesas para la era de la Iglesia (y para los israelitas
en el Milenio) es dada en Ezequiel 36:27: “Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. En este
versículo, el Señor nos está diciendo: “Yo voy a asegurarme que
ustedes cumplan mis propósitos a través del Espíritu Santo, quien
les ayudará a andar en mis caminos”. Consideremos, ahora, varios
ejemplos en la Biblia de personas guiadas por el Espíritu y luego
veremos cómo lograr este glorioso estado espiritual.
334
El Espíritu Santo
EJEMPLOS DE LA VIDA GUIADA POR EL
ESPÍRITU EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La elección de una esposa: Eliezer, el siervo de Abraham,
fue guiado por el Espíritu al escoger una esposa para Isaac. Él
confesó que Jehová mismo le había guiado (Gn. 24:27). De
hecho, lo que él estaba diciendo era: “Al permanecer en los
caminos de Dios, Él me ha dado la persona indicada”. Mientras
Eliezer buscaba la esposa para Isaac, él requirió una señal de
Dios y debido a que Rebeca cumplió con esta señal, ella fue
escogida para ser la esposa de Isaac.
Dirección: La guía del Espíritu Santo es vista en todo el viaje de
los hijos de Israel. Momento a momento, a través de su viaje por
el desierto, los israelitas fueron guiados por la columna de nube y
la columna de fuego. (Ex. 13:21) El Espíritu los guió hacia pruebas,
pero también hacia muchas victorias. Finalmente, el Espíritu los
llevó a la Tierra Prometida y al propósito de Dios para sus vidas.
Confirmación y certeza: También podemos ver, en la vida de
Gedeón, cómo recibió del Espíritu la confirmación de que Dios
estaba con él, cuando puso ante el Señor un vellón de lana
(Jue. 6:36-40). Además, el Señor animó aún más a Gedeón,
dándole un sueño que le aseguró la victoria (Jue. 7:12-15).
Recibiendo el plan de batalla: el rey David experimentó la
guía del Espíritu Santo en numerosas ocasiones. Sin embargo,
El Espíritu Santo
335
en esta sección sólo vamos a mencionar dos de éstas, para
ilustrar a los santos del Antiguo Testamento que experimentaron
la guía directa del Espíritu. Cuando David estaba amenazado
por los filisteos, luego de su tercera unción en Hebrón, le
preguntó al Señor qué debía hacer. A través del ministerio del
Espíritu Santo, el Señor le dio un plan de batalla. Leemos este
suceso en 2 Samuel 5:19: “Entonces consultó David a Jehová,
diciendo: ¿Iré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi
mano? Y Jehová respondió a David: Ve, porque ciertamente
entregaré a los filisteos en tu mano”.
Después de esta batalla, los filisteos volvieron a atacar a David.
David no daba nada por hecho. Otra vez, él buscó al Señor
para que le diera su dirección. Esta vez, el plan de batalla fue
diferente, aunque las circunstancias fueron las mismas. “Y los
filisteos volvieron a venir, y se extendieron en el valle de
Refaim. Y consultando David a Jehová, él le respondió: No
subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente a las
balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las
copas de las balsameras, entonces te moverás; porque
Jehová saldrá delante de ti a herir al campamento de los
filisteos. Y David lo hizo así, como Jehová se lo había
mandado; e hirió a los filisteos desde Geba hasta llegar a
Gezer” (2 S. 5:22-25).
Provisión: El profeta Elías fue dirigido por el Espíritu, cuando
se le dijo que se escondiese junto al arroyo Querit. Fue allí
336
El Espíritu Santo
donde Dios llevó la provisión. Más tarde, cuando el arroyo se
secó, el Espíritu lo dirigió más allá, a la casa de una viuda. Aquí,
nuevamente, el profeta fue sustentado porque obedeció la voz
del Espíritu (vea 1 R. 17:2-8).
Instrucción: “Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te
haré oír mis palabras”. (Jer. 18:2) A Jeremías le fue dicho
que fuera a un lugar en particular y allí Dios le haría oír Sus
palabras. Algunas veces, Dios nos envía a lugares especiales
donde Él puede hablar algo nuevo a nuestro corazón. Jeremías
necesitaba una lección tangible, así que el Espíritu lo envió a la
casa del alfarero. Él vio en manos del alfarero, una vasija que
se había echado a perder, y sin embargo, fue hecha una bella
vasija por el alfarero.
“Entonces vino a mi palabra de Jehová, diciendo: ¿No
podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de
Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano
del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel”.
(Jer. 18:5-6) Después de ver al alfarero, Jeremías regresó a la
congregación con un mensaje nuevo. Declaró que Dios era
capaz de rehacer completamente las vidas que se habían
descarriado y dañado por el pecado, dándole esperanza a la
humanidad caída.
337
El Espíritu Santo
EJEMPLOS DE LA VIDA GUIADA POR EL
ESPÍRITU EN EL NUEVO TESTAMENTO
La vida de Jesús
A lo largo de su vida terrenal, Jesucristo fue dirigido por el
Espíritu Santo, al igual que los que estuvieron involucrados en
los acontecimientos más importantes de Su vida. Por ejemplo,
en Su nacimiento, los reyes magos fueron guiados por una
estrella, tal como se nos dice en Mateo 2:1-2: “Cuando Jesús
nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron
del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está
el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos
visto en el oriente, y venimos a adorarle”. Estos hombres
fueron guiados sobrenaturalmente al lugar del nacimiento de
Jesús (Mt. 2:9-10).
Unos días después, en el templo, un hombre de Dios llamado
Simeón fue guiado por el Espíritu al bebé Jesús: “Y he aquí
había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este
hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de
Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido
revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte
antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el
Espíritu vino al templo. Y cuando los padres del niño
Jesús lo trajeron al templo, para hacer con él conforme
al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a
338
El Espíritu Santo
Dios..”. (Lc. 2:25-28). En el mismo momento, el Espíritu
Santo guió a la profetisa Ana a Jesús (Lc. 2:36-38).
En realidad, la vida de Jesús fue una vida controlada y guiada
por el Espíritu. Ahora vamos a examinar cuatro ocasiones en
su vida para ilustrar esta verdad.
Mañana tras mañana: “Jehová el Señor me dio lengua de
sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará
mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga
como los sabios” (Is. 50:4). El testimonio del Señor fue que al
comienzo de cada día, mientras Él pasaba tiempo en oración y
esperando en Su Padre, el Espíritu Santo le revelaba el plan de
Dios para ese día. Esto lo preparaba para los mensajes que
tenía que dar ese día en particular y también le daba la dirección
hacia qué ciudades y localidades debía ir.
Guiado al desierto: Inmediatamente después de ser bautizado
por Juan, el Señor fue guiado por el Espíritu al desierto por
cuarenta días para ser tentado por el diablo (Mt. 4:1). Marcos
1:12 nos dice que el Espíritu “le impulsó al desierto”. También
es el Espíritu de Dios el que nos guía a las experiencias de
desierto en nuestra caminata cristiana, en las cuales somos
probados. Sin embargo, podemos estar seguros de que el
Espíritu nos guiará hacia la victoria después de guiarnos al
desierto, como lo hizo con el Señor Jesús.
El Espíritu Santo
339
Guiado a una ciudad y a una mujer en particular: Cuando el
Señor partió de Judea para ir a Galilea, Él se sintió urgido en su
Espíritu, a pasar por el pueblo de Samaria: “Y le era necesario
pasar por Samaria” (Jn. 4:4). El Espíritu de Dios lo estaba
dirigiendo a Samaria con el propósito de que Él pudiera conocer
a cierta mujer que evangelizaría a toda una ciudad y segaría una
gran cosecha para el Señor, después de que ella misma hubiese
bebido de la fuente de agua viva (Jn. 4:29).
Una pequeña experiencia que mi esposa y yo tuvimos, podrá
ayudar para ilustrar la necesidad de estar en el lugar determinado
por Dios. Nosotros no queríamos ir a cierto pueblo, pues
sabíamos que en ese pueblo había una iglesia a la que tendríamos
que asistir, si pasábamos por allí. No sabíamos si ir o no ir,
pues la esposa del pastor tenía una lengua muy afilada.
Desdichadamente, ella estaba acostumbrada a herir verbalmente
a aquellos que a su juicio no andaban bien, o a los que trataban
de corregirla espiritualmente; lo cual, con toda honestidad, ¡ella
necesitaba! Por eso, decidí tomar otra ruta.
Sin embargo, el día de nuestra partida, alrededor de las tres de
la madrugada, el Señor me despertó abruptamente. Fui a la
otra recámara y me arrodillé junto a una silla. En ese momento,
recibí una visión del rostro sangrante de Cristo. La escritura
que Él me dio fue Isaías 50:6: “Di mi cuerpo a los heridores,
y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí
mi rostro de injurias y de esputos”. Por este versículo supe
340
El Espíritu Santo
que tendríamos que pasar por ese pueblo y asistir a esa iglesia.
Como lo esperábamos, la esposa del pastor nos buscó al final del
servicio y abusó verbalmente de nosotros, hasta que sentimos como
si la piel de nuestras mejillas hubiese sido arrancada. Sin embargo,
después de esa experiencia, sentimos gran gozo por causa de
nuestra obediencia. En un mínimo grado, nos sentimos como los
discípulos que se regocijaron por haber sido tenido por dignos de
compartir los sufrimientos de Cristo (vea Hch. 5:41).
Guiado a la Cruz: En la culminación de la misión y obra de
Cristo en la tierra, la cual era ofrecerse a sí mismo en la cruz, Él
fue guiado y capacitado por el Espíritu. Pablo dijo en Hebreos
9:14: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante
el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que
sirváis al Dios vivo?” Fue a través de la obra del Espíritu
Santo en Su vida que Cristo fue capacitado para ser ese
Cordero de Dios, sin mancha o defecto. De la misma forma, es
solamente por medio del Espíritu Santo que nosotros podemos
ser presentados sin mancha ante Su presencia con gran gozo
(Jud. 24). Es también por el Espíritu que nosotros mortificamos
las obras de la carne (Ro. 8:13).
Felipe el evangelista
Una de las direcciones más inusuales y extraordinarias dadas
por el Espíritu Santo en la vida de un creyente, seguramente fue
El Espíritu Santo
341
en el ministerio de Felipe. Él fue el responsable del avivamiento
en la ciudad de Samaria. Hechos 8:5-8, registra este maravilloso
mover de Dios: “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad
de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime,
escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo
y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían
espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y
muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran
gozo en aquella ciudad”.
Sin embargo, en medio de este tremendo derramamiento del
Espíritu de Dios, el Espíritu Santo guió a Felipe a Gaza, en el
desierto (Hch. 8:26). Para la mente natural, esto parecería como
un esfuerzo relativamente infructuoso comparado con el
avivamiento que dejó atrás en Samaria. Aun así, en la economía
de Dios, el Señor quería que Felipe ministrara a un solo hombre
en el desierto. Este hombre era un eunuco etíope y tesorero de
la reina de Etiopía. Por virtud de esta posición, este hombre
tenía gran autoridad e influencia.
Mientras estaba sentado en su carroza, leyendo el libro de Isaías
sin entender lo que leía, el Espíritu le dijo a Felipe que se le
acercara (Hch. 8:29). Por el Espíritu, Felipe le abrió a este
hombre el entendimiento de la Escritura y le predicó a Jesús.
Como resultado de la conversión de este hombre a Cristo, la
iglesia de Etiopía fue fundada. Gracias a Dios por la obediencia
de Felipe a la dirección del Espíritu Santo en su vida.
342
El Espíritu Santo
Después que Felipe bautizó a este hombre, el Espíritu del Señor
arrebató a Felipe y fue transportado sobrenaturalmente a la
ciudad de Azoto, donde continuó predicando el evangelio de
Cristo (Hch. 8:39-40). Como ya dijimos, el ser transportado
por el Espíritu va a ser una de las características del avivamiento
del último tiempo, para permitir que el evangelio sea predicado
en muchos lugares inaccesibles.
El apóstol Pedro
Pedro fue el apóstol para los circuncisos (Gá. 2:8), aun así, el
Señor lo escogió para compartir, de una forma muy singular, el
evangelio con los gentiles. El Espíritu Santo le dio a Pedro una
visión para asegurarle que Dios había aceptado a los gentiles
(Hch. 10:9-16). Al mismo tiempo que el Señor preparaba el
vaso que llevaría el evangelio a los gentiles, también estaba
preparando los recipientes. En este caso, Dios escogió la casa
de Cornelio, un centurión romano. En una visión, el Señor le
dijo a Cornelio que llamara a Pedro (Hch. 10:1-5). Mientras
Pedro meditaba sobre la visión que había recibido, el Espíritu
le dijo: “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues,
y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he
enviado” (Hch. 10:19-20). Cornelio había enviado a algunos
de sus siervos para invitar a Pedro a venir a predicarle a él y a
su casa. Pedro, un judío devoto que por muchos años ni siquiera
había comido con los gentiles, fue mandado por el Espíritu Santo
para ministrarlos.
El Espíritu Santo
343
No puedo adjudicarme una experiencia de esta magnitud,
pero una situación similar sucedió cuando el Espíritu Santo
me guió a predicar en una denominación distinta a la mía.
Cada vez que viajaba al continente asiático (lo cual hice por
varios años) tuve el privilegio de predicar en cierta iglesia
de línea pentecostal, en la hermosa nación de Singapur, la
cual es tan bella como un jardín. Pero en uno de estos viajes
enviamos, como era nuestra costumbre, una carta al pastor
pero ésta nunca llegó.
Le dije a mi esposa en el cuarto del hotel: “Bien, querida,
parece que vamos a tener que descansar por unos días antes
de proseguir con nuestros planes y dirigirnos al siguiente
país”. Tan pronto dije esto, vi la palabra “propósito” en una
visión. Media hora después, conocimos a un precioso
párroco de la iglesia Anglicana, quien era el Obispo de
Singapur en ese tiempo. Él nos invitó a predicar la verdad
del bautismo del Espíritu Santo en sus iglesias, y muchos
recibieron la bendición pentecostal.
También es importante para nosotros ser como Pedro y darnos
cuenta que el Señor no quiere que nos limitemos sólo a la familia
y hermanos de nuestra denominación. El Señor quiere que
nuestras ramas se extiendan sobre los muros, como las de José
(vea Gn. 49:22). No debemos excluir a nadie. Al contrario,
debemos estar dispuestos a recibir y a ministrar a todo miembro
del cuerpo de Cristo.
344
El Espíritu Santo
El apóstol Pablo
Su elección para el servicio misionero: “Ministrando estos
al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las
manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el
Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron
a Chipre” (Hch. 13:2-4).
El Espíritu Santo dio a conocer su deseo de que Pablo fuera
enviado como misionero. Pablo no sólo fue enviado por el
Espíritu como misionero. Él fue constantemente guiado por el
Espíritu en todos sus viajes y travesías misioneras. El Espíritu
Santo estaba muy involucrado en la Iglesia primitiva. A través
de la profecía, el Espíritu Santo revelaba a quién había elegido
para determinado ministerio. También nosotros estamos
experimentando esto hoy, cuando el Señor confirma Sus
llamados a través de dones proféticos e imposición de manos.
Su segundo viaje misionero: Durante su segundo viaje
misionero, el Espíritu Santo dirigió los pasos de Pablo y de sus
compañeros de viaje, de una manera muy precisa: “Y
atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue
prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia”
(Hch. 16:6). El Espíritu Santo estaba guiando a Pablo de una
forma única. Obviamente la presencia del Espíritu con él debe
El Espíritu Santo
345
haber sido fortísima. El Espíritu Santo, en ese momento en
particular, les estaba prohibiendo ir a Asia para predicar la
Palabra de Dios, porque el Señor tenía otro lugar en mente.
En esta coyuntura, el apóstol podría haber sido tentado a
darse por vencido y regresar a Antioquía, el lugar de donde
originalmente habían partido. En lugar de esto, ellos
practicaron lo que se llama “guía en movimiento”. Ellos
siguieron adelante hasta recibir instrucciones precisas del
Espíritu Santo de cambiar su curso.
Esta verdad se convirtió en realidad para mi esposa y para
mí cuando estuvimos en Camerún, hace algunos años.
Sentimos que debíamos dejar Camerún para ir a Zaire y
escribimos a una casa de huéspedes cristiana en la capital
de ese país. Sin embargo, no nos dimos cuenta que Kinshasa
tenía más de dos millones de habitantes y que habíamos
dirigido la carta a dicha casa de huéspedes sin haber indicado
el nombre de la calle.
Al no recibir respuesta de la casa de huéspedes, comenzamos
a preguntarnos qué hacer. Una tarde, mientras descansaba
en mi cama, observé una colonia de hormigas moviéndose
en la columna opuesta a mi cama. Aquellos que son
conocedores de las maniobras de estas industriosas criaturas,
saben que primero envían pequeños “espías” que determinan
el camino para el resto de las hormigas.
346
El Espíritu Santo
Mientras observaba a estas pequeñas exploradoras caminar por
la pared, noté que había queroseno en una parte de la columna.
Este queroseno hizo que las hormigas perdieran su olfato y,
consecuentemente, no podían seguir la huella de la primera hormiga.
Observé cuidadosamente a algunas, que en su aturdimiento, se
dieron por vencidas y no llegaron a la meta deseada. Sin embargo,
otras continuaron su camino, con pasos seguros. Después de que
pasaron a través de la barrera del queroseno, recobraron su sentido
de olfato y encontraron su camino.
Por supuesto, esa demostración fue una señal para mí. Sabía
que el Señor me estaba diciendo que continuara con mis planes
de ir a Kinshasa. Él me estaba asegurando que al hacerlo,
volvería a encontrar mi curso, aunque yo no hubiera recibido
respuesta a mi carta. Tomamos el avión en Douala, Camerún, y
a la mañana siguiente muy temprano, llegamos a Zaire. Durante
todo el vuelo, el Espíritu Santo continuó hablándome: “Mi ángel
estará allí cuando llegues”.
Sin embargo, no me sentía realmente victorioso en aquel
momento de la mañana, así que le dije a mi esposa: “Da igual,
podemos esperar a que los demás bajen del avión”. Cuando
finalmente desembarcamos, vimos a un amado hermano en
Cristo, a quien no conocíamos, sosteniendo un rótulo con
nuestros nombres. Él era el ángel que el Señor había prometido.
Lo que sucedió fue que nuestra carta sí fue recibida, pero la
respuesta no llegó antes de nuestra partida.
El Espíritu Santo
347
El apóstol Pablo prosiguió su caminata hasta que el Espíritu
le reveló algo diferente. “Y cuando llegaron a Misia,
intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se los
permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a
Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un
varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo:
Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión,
en seguida procuramos partir para Macedonia, dando
por cierto que Dios nos llamaba para que les
anunciásemos el evangelio” (Hch. 16:7-10).
De nuevo, el Espíritu Santo cambió su rumbo. Él no les permitió
ir a Bitinia. El Espíritu de Dios estaba guiando y dirigiendo la
vida de los apóstoles, de forma muy fuerte. Después de esto,
ellos fueron a Troas y, durante la noche, el apóstol Pablo vio
una visión del Señor, en la cual recibió un llamado para ir a
Macedonia.
Finalmente, después de haber sido obstaculizado dos veces
por el Espíritu Santo, el Espíritu guió a Pablo y a sus compañeros
al lugar que Él tenía preparado para ellos. Más adelante,
volvieron a Asia, en el tiempo perfecto, y guiados por el Espíritu.
Pablo permaneció en Éfeso durante dos o tres años. Toda la
provincia de Asia escuchó el evangelio a través de la predicación
de Pablo en ese entonces, pero fue en el tiempo dispuesto por
Dios. Si nosotros nos rendimos al Espíritu Santo y comenzamos
a caminar en el Espíritu, vamos a conocer su guianza.
348
El Espíritu Santo
Un amigo pastor canadiense y yo tuvimos la experiencia opuesta
a la del llamado de Pablo a Macedonia. Hace muchos años,
estábamos en Berlín ministrando a una preciosa congregación
alemana. Mientras buscábamos al Señor para saber dónde
debíamos ir después, Él nos dijo que fuéramos a Grecia.
Regresamos a Suiza por unos días. Luego, tomando el Expreso
de Oriente, fuimos a Italia y luego hacia el sur, a Brindisi.
Cruzamos por barco el mar Adriático, a través del canal de
Corinto hasta Pirea, donde nos reunimos con nuestro amado
pastor griego. Él, amablemente nos llevó a su casa y nos
quedamos allí por un tiempo y ministramos a su congregación.
Sin embargo, no sentíamos que estuviéramos cumpliendo
plenamente con nuestro llamado para Grecia. Así que, más
adelante, viajamos por tren hasta un pequeño pueblo en las
faldas del monte Olimpo. Aquí, fuimos recibidos calurosamente
por el pastor, que había sido informado de nuestra llegada por
el pastor de Atenas y ministramos en su iglesia. Después del
primer servicio, el pastor nos contó esta historia.
Varias semanas antes, mientras aún estábamos en Berlín y
orábamos pidiendo dirección, el Espíritu Santo le había dado
una visión a una mujer muy espiritual de esa congregación. En
esta visión, ella vio que la iglesia tenía lodo en las paredes
interiores. Luego, vio entrar a dos hombres de tez clara entrar
y ellos comenzaron a limpiar las paredes. Entonces, el Espíritu
Santo le dijo: “Dile al pastor que ore para que Dios envíe a
El Espíritu Santo
349
estos hombres para limpiar la iglesia, y hacerla una morada
digna para el Señor”. La primera noche de reunión, ella nos
reconoció como los dos hombres que había visto en la visión.
Verdaderamente, ¡alabamos al Señor por la forma en que el
Espíritu Santo lleva y guía al pueblo de Dios!
Su viaje final a Jerusalén: Después que Pablo partió de Éfeso
fue advertido repetidamente, por el Espíritu Santo, acerca de
las prisiones y tribulaciones que le esperaban en Jerusalén. El
mismo Pablo testificó, en Hechos 20:22-23: “Ahora, he aquí,
ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá
me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas
las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan
prisiones y tribulaciones”. Esta advertencia se repitió en Tiro:
“Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos
a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de
descargar allí. Y hallados los discípulos, nos quedamos allí
siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no
subiese a Jerusalén” (Hch. 21:3-4).
Mucho se ha debatido la posibilidad de que Pablo estaba yendo
en contra de la guianza del Espíritu Santo en ese momento de
su vida. Personalmente creo que él hizo mal en seguir su viaje a
Jerusalén. Sin embargo, el Señor es capaz de corregir nuestros
errores bien intencionados y traernos de regreso a nuestra ruta
original. El siguiente, es mi testimonio personal de la gracia de
Dios en mi vida.
350
El Espíritu Santo
Hace muchos años, mi esposa y yo fuimos invitados a ministrar en
cierto instituto bíblico. Encontré que allí las cosas no estaban bien
espiritualmente y Dios me mostró en una visión que ese instituto
era una comunidad como Sardis, teniendo nombre de que vivían y
en realidad estaban espiritualmente muertos (Ap. 3:1).
Debido a esta revelación del terrible estado espiritual del
Instituto, yo estaba determinado a irme. Justo antes de irme,
recibí una invitación para ser parte del cuerpo docente. También
debo agregar, que antes de que esta invitación me hubiera sido
extendida, el Señor me dijo que debía escuchar lo que el
presidente del instituto tenía que decirme. Sin embargo, yo
estaba tan absorto en la visión, que no escuché y me fui.
Un año después, luego de un desvío infructuoso, el Señor en
Su inmensa gracia, me trajo de regreso al instituto y formé parte
de la facultad por varios años. Varios de mis estudiantes en ese
instituto han permanecido conmigo por casi treinta años y se
han convertido en ministros de renombre internacional. A través
de los años, el Señor verdaderamente ha sido muy
misericordioso conmigo, a pesar de mis ocasionales malas
interpretaciones de la dirección del Espíritu.
CONCLUSIÓN
A medida que ha meditado en estos capítulos que han tratado
con la persona y ministerio del bendito Espíritu Santo, es posible
El Espíritu Santo
351
que haya sentido que esta intimidad con la tercera persona
de la santa Trinidad no es posible para usted. Esto no es
cierto. Él anhela que usted sea lleno de Su poder y unción y
que llegue a conocer Su continua guianza en su vida. Por lo
tanto, con esto en mente, me gustaría concluir con estos
breves pensamientos y ejemplos que confío le serán una
fuente de ayuda y ánimo.
Dos ministros canadienses muy piadosos, que ciertamente
estaban experimentando las bendiciones de Dios en su vida y
ministerio, se habían puesto de acuerdo en reunirse para orar.
Ellos decidieron no salir del cuarto hasta que hubieran recibido
una visitación especial en el área de la guianza del Espíritu Santo.
Comenzaron a orar a las ocho esa mañana y a las tres de la
tarde aún no habían recibido respuesta del Espíritu Santo.
Entonces el Espíritu les habló: “Hagan de acuerdo a la sabiduría
que les ha sido dada”. Ellos estaban perplejos.
Luego esa tarde, yo llegué y me preguntaron mi sentir acerca
del asunto. Yo sentía claramente que ya estaban en el camino
que el Señor tenía para ellos y que no necesitaban ninguna guianza
especial del Espíritu Santo en ese momento. Así que les dije
que continuaran en la dirección en la iban.
La ilustración que les di fue la de estar en camino hacia
determinada ciudad. Si están en el camino correcto, no necesitan
rótulos diciéndoles que van en la dirección correcta. Es sólo
352
El Espíritu Santo
cuando pierden el camino que necesitan rótulos que les informen
que se han salido del camino y que tienen que regresar.
Por ejemplo, si viaja de la ciudad de Nueva York a Búfalo,
usted iría por la autopista de cuatro carriles de la Ciudad de
Nueva York y no la dejaría hasta llegar a Búfalo. No necesita
señales en el camino que le digan que siga adelante, porque
usted va en el camino correcto. Sin embargo, si se desvía
de este camino y se pierde, usted necesitaría señales que lo
llevaran de regreso a la autopista. Esto es verdad con relación
a la caminata en el Espíritu.
La escritura que vino a mi mente, mientras hablaba con estos
dos ministros, fue la de Isaías 30:21: “Entonces tus oídos
oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino,
andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco
torzáis a la mano izquierda”. A través del profeta Isaías,
el Señor promete mostrarnos y guiarnos de vuelta al camino
correcto cuando nos desviemos y comencemos a ir por un
camino contrario a la voluntad del Señor para nuestra vida.
En ese momento, los piadosos ministros sintieron la paz que
proviene del Espíritu Santo. En la vida guiada por el Espíritu no
necesitamos oír al Espíritu de Dios hablándonos a cada instante.
La guianza generalmente significa caminar en la sabiduría que el
Señor ya nos ha dado.
El Espíritu Santo
353
La paz es una de las grandes claves para una vida guiada por el
Espíritu, porque el apóstol Pablo nos dice que la paz es nuestro
árbitro. La palabra griega para “gobierno” en Colosenses 3:15,
significa literalmente “un árbitro”. La paz nos permite saber cómo
andamos espiritualmente. La paz de Dios, que mora en nosotros
dará testimonio a nuestro corazón si estamos tomando las
decisiones correctas. Sin embargo, si nos desviamos del camino
de Dios, entonces la paz de Dios se alejará de nuestro corazón
y empezaremos a sentir la convicción del Espíritu Santo
diciéndonos que estamos cometiendo un error.
Siempre que aconsejo a otros, chequeo mi espíritu para ver
si siento paz acerca de lo que quiero decirles. Cuando
sentimos que la paz de Dios se aleja de nosotros, debemos
detenernos inmediatamente y preguntarle al Señor en qué
perdimos su dirección. Por supuesto, siempre que tengamos
que tomar decisiones muy importantes, debemos pedirle
consejo al Señor. En todo tiempo, debemos ser sensibles a
esa suave voz interna.
Me gustaría concluir el mensaje sobre el Espíritu Santo con
dos experiencias que fueron muy preciosas para mí cuando
ocurrieron. Ambas sucedieron alrededor del tiempo en que
escribía este capítulo e involucraron viajes en los elevadores de
los hoteles donde me hospedaba. El primero fue mientras estaba
en la India con un grupo de ministros. Nosotros conducíamos
un seminario de enseñanza para maestros. Un día en particular,
354
El Espíritu Santo
sabiendo que no tenía que ministrar hasta más tarde, decidí
desayunar a las ocho de la mañana. Entré en el elevador y
presioné el botón que me llevaría al primer piso, donde se
encontraba el restaurante.
Sin embargo, el elevador se detuvo en el segundo piso, pues
alguien lo había solicitado allí. Cuando las puertas del elevador
se abrieron, sentí que el Espíritu Santo me hablaba y me decía
que bajara en ese piso. Después de que salí del elevador, sin
saber realmente lo que iba a hacer después, vi un rótulo
señalando un salón de belleza. El Espíritu me dirigió allí para
que me cortasen mi cabello. Yo necesitaba un corte de pelo
urgentemente, así que esto no me molestó en lo más mínimo.
Me alegré al ver que era el primer cliente, porque así no tenía
que esperar turno. Naturalmente, pensé que el Espíritu Santo
estaba siendo muy bueno conmigo.
Después de mi corte de cabello, fui al restaurante, que para ese
entonces, ya se estaba desocupando rápidamente.
Inmediatamente tomé asiento, y mientras estaba en esa cómoda
silla, contemplé la bondad de Dios. Después de que terminé mi
usual plato de avena (lo que desayuno dondequiera que esté en
el mundo), un joven se me acercó. Parecía muy agitado, pero
al mismo tiempo muy aliviado al verme. Él tenía un problema
que era muy urgente y necesitaba una solución inmediata. El
Espíritu Santo, por Su gracia, me dio la respuesta que el joven
necesitaba. Luego me di cuenta de que si no hubiese obedecido
El Espíritu Santo
355
el mover del Espíritu Santo, no habría tenido este importante
encuentro con este joven en el plan de Dios.
En otra ocasión, me hospedaba en el decimoctavo piso de un
hotel en el estado de Nuevo México. El pastor de la iglesia que
visitaba, había quedado en recogerme a las 7:20 p.m. para ir al
servicio de la noche. Pero a las siete en punto, el Espíritu me
dijo que saliera hacia el elevador. Así que preparé mi portafolio,
fui al elevador y presioné el botón para solicitarlo. Sin embargo,
las puertas del elevador nunca se abrieron. Esperé
aproximadamente diez minutos hasta que el Espíritu me dijo
que bajara por las escaleras.
Cuando llegué al primer piso, descubrí que los elevadores
estaban fuera de servicio. Fue entonces, que comencé a
comprender que el Espíritu Santo me había hecho esperar diez
minutos, para que me diera cuenta que Él estaba conmigo y me
guiaba con precisión. Me siento feliz de poder decir que llegué
al vestíbulo en el preciso momento en que el pastor llegó. Fue
un gran gozo sentir que el Espíritu Santo me estaba guiando tan
suavemente. Si hubiera salido de mi cuarto a la hora convenida,
hubiera llegado tarde y no hubiera tenido el hermoso consuelo
de saber que el Espíritu Santo estaba constantemente cuidando
y dirigiendo todo lo que hacía. Puedo agregar que tuvimos un
glorioso servicio esa noche, pues el Espíritu Santo me alejó de
mis notas y ministró a las necesidades de la congregación, como
sólo Él puede hacerlo.
356
El Espíritu Santo
Permítanme terminar citando Ezequiel 36:27 de nuevo, donde
Dios promete derramar sobre nosotros el Espíritu Santo: “Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis
en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis
por obra”. Lo que Dios anhela hacer por Sus hijos es llenarlos
con Su amado Espíritu Santo, para que Él nos guíe a completar
todas las buenas obras que Dios ha ordenado que nosotros
hagamos en nuestra propia vida. Amados, el Espíritu Santo es
verdaderamente el Consolador enviado por el Padre y el Hijo,
para cuidar tiernamente de nosotros. Es mi oración que todos
lleguemos a conocerle más íntimamente cada día. Amén.
357
El Espíritu Santo
Epílogo
¡Confiamos en que este pequeño libro acerca del amado
Consolador haya sido una bendición para usted! Hemos tratado
de presentarle a la tercera Persona de la Deidad de manera
que usted desee conocerle más íntimamente, tanto como conoce
a su amado Salvador, el Señor Jesucristo, el único a quien el
Espíritu Santo ha sido enviado a exaltar.
En estas páginas hemos expuesto las cualidades de la vida y
ministerio del Espíritu Santo, mostrando los diversos aspectos
de Su ministerio hacia el cuerpo de creyentes que forman la
Iglesia de Jesucristo. En particular, nos hemos esforzado en
señalar las diferencias entre la unción de los siete Espíritus del
Señor, contrastándolos con los nueve dones espirituales, que
son manifestados como resultado del bautismo en el Espíritu
Santo. Después, animamos al creyente a tener un equilibrio
saludable en su vida, con una exhortación a crecer en los frutos
del Espíritu.
El último capítulo nos muestra cómo vivir una vida llena del
Espíritu Santo y guiada por El, para que podamos cumplir con
la advertencia de Pablo: “Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne”. Una vida llena del Espíritu
y guiada por el Espíritu debe ser nuestra meta y deseo, pues
esto nos permite cumplir la justicia de Dios en nuestra vida.
358
El Espíritu Santo
Haciendo esto, veremos, al final de nuestra vida, el hermoso
rostro de nuestro Salvador y escucharemos aquellas preciosas
palabras de Sus labios: “Bien, buen siervo y fiel; entra en el
gozo de tu Señor”. Que esto se convierta en una realidad para
cada uno de nosotros.
Fue a través del Espíritu Santo que el mismo Señor cumplió
con Su llamado sobre esta tierra. El Santo Consolador ha
sido enviado por el Padre y el Hijo para animarnos y
fortalecernos, para que también nosotros podamos cumplir
nuestra carrera. Amados, procuren conocer al Espíritu Santo
y sentirán Su presencia acompañándoles a través de su
peregrinaje de la tierra al cielo.
El Espíritu Santo
359
LIBROS POR EL DR. BRIAN J. BAILEY
Comentarios sobre los libros de la Biblia
Génesis: El libro de los orígenes
Rut: La novia gentil de Cristo
Las tres casas de Ester
Salmos I: Capítulos 1-50
Salmos II: Capítulos 51-100
El libro de Lamentaciones
El carro del trono de Dios (Ezequiel)
Daniel
Profetas Menores I: La restauración de los caídos (Oseas)
El Evangelio de Mateo
El Evangelio de Juan
Romanos: Más que vencedores
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