Gabriel Jackson

Anuncio
22/02/2009
Gabriel Jackson
“ No es bueno confundir
memoria e historia"
Texto de Josep Maria Sòria
Foto de Àlex Garcia
Gabriel Jackson ha puesto
punto final a su larga y
profunda
labor
como
historiador publicando una
biografía de Juan Negrín en la
que desmonta los argumentos
sobre los que se creó la
leyenda negra del último jefe
de gobierno de la República.
Pero aunque deje su actividad
como investigador, Jackson ha
vivido tan intensamente su
pasión hispanista que sigue
siendo un analista certero
sobre la situación de la
España actual, de la misma
forma
que
aborda
con
preocupación los desafíos a
los que se enfrenta el mundo.
Para Jackson, la elección
de Barack Obama como
presidente de Estados Unidos
ha permitido ya que su país
recupere parte del prestigio
perdido con la política de
George W. Bush, pero augura
que le queda por delante un
desafío comparable al que
tuvo que afrontar Franklin
Roosevelt.
A sus 87 años y tras publicar la biografía de un personaje central
del primer tercio del siglo XX español, Juan Negrín. Médico,
socialista y jefe de gobierno de la II República (Crítica), Gabriel
Jackson da por concluida su labor investigadora. Una dolencia
ocular no le permite leer más de dos horas, “y con ese tiempo,
usted comprenderá que es imposible realizar ninguna
investigación. Me dedicaré a mis artículos”.
Gabriel Jackson, estadounidense nacido en Nueva York en 1921
y que vive en Barcelona desde que se jubiló como profesor, es un
historiador e hispanista de referencia por lo que hace al periodo
de la Segunda República y la Guerra Civil, que acaba de publicar,
con mucho esfuerzo y una labor de seis años, un apasionante
relato sobre Negrín que constituye, además de una interesante y
amena lección de historia, una aportación básica contra la
leyenda negra que denigró a aquella figura del socialismo
español. Hasta el punto de que Jackson no duda en afirmar que
“si los británicos hubiesen tenido la mitad de la sabiduría de
Negrín, se hubieran evitado la Segunda Guerra Mundial”.
¿Por qué?
Porque fue él quien mejor comprendió la verdadera amenaza del
fascismo. Negrín no pensaba que la guerra fuera entre
capitalismo y comunismo, sino que razonaba con argumentos de
peso que Hitler no se habría atrevido a iniciar su política
expansionista si hubiera existido un pacto, la llamada seguridad
colectiva, entre las democracias occidentales y la Unión
Soviética. Sabía que Stalin necesitaba de unos años de paz y no
tenía ninguna intención de invadir Europa. Ese pacto hubiera
frenado al nazismo, que no se hubiera atrevido a luchar en dos
frentes a la vez como, al final, tuvo que hacer. Y el primer paso de
ese pacto era, según Negrín, derrotar al fascismo en España. De
ahí su filosofía de que resistir era ganar, a la espera de que los
aliados se convencieran de que el objetivo de Hitler era, precisamente, el de destruir la
democracia.
1
¿Cuál es el origen de la leyenda negra sobre Negrín?
La derecha la construyó sobre la base del oro de Moscú, trasladado cuando él era ministro de
Hacienda. Y la izquierda, y en especial sus propios correligionarios socialistas, la secundaron
por las graves discrepancias entre ellos y porque Negrín era, sin duda, el más educado, en
sentido europeo, que conocía y hablaba varios idiomas, y el que sabía interpretar mejor la
realidad. Además, aquel hombre al que le gustaba comer y gozar de la vida tenía en su haber
como fisiólogo unos logros educativos y científicos que le igualaban a sus mejores coetáneos.
Negrín ha sido readmitido en la conciencia española tras medio siglo de oprobio y silencio.
Al margen de su labor como historiador e investigador, usted también destaca como
analista de la actualidad política con la publicación de artículos en la prensa. ¿Cuál es su
opinión sobre esa actualidad?
El mundo se halla en una encrucijada evidente. La emergencia de países tan poderosos y
poblados como China, los problemas siempre candentes en América Latina y, sobre todo, en
África, y ahora la crisis en que se encuentra Estados Unidos, por culpa sin paliativos del peor
presidente de la historia, George W. Bush, y Europa conforman una situación muy complicada.
¿Es Obama la solución?
No podemos predecirlo. Barack Obama es un hombre tranquilo, bien dispuesto para encarar
los problemas y con espíritu de responsabilidad. Recuerda a Franklin D. Roosevelt, el que puso
en marcha el objetivo del new deal frente a la gran depresión de 1929. A partir de su llegada a
la Casa Blanca, en 1934, movilizó dinero público para generar actividad económica, como
propuso el economista John M. Keynes. Pero también tuvo la cautela de no gastar más dinero
del preciso. Aquella política tardó en dar frutos y, de hecho, la economía no volvió a
revitalizarse hasta el rearme, en 1938. Pero las medidas articuladas por aquel gran presidente,
como la reforma agraria, la reconstrucción industrial, las obras públicas, así como decisiones a
favor de los trabajadores, como la libertad sindical, subsidios de paro, de jubilación y de
invalidez y el salario mínimo fueron la base del despegue. Lo importante de Roosevelt fue que
siempre tuvo en mente a la gente de la calle y no actuó por esnobismo ideológico.
¿Qué debería copiar Obama de Roosevelt?
Obama lo recuerda en su actitud calmada y en que da la sensación de que sabe lo que quiere
y que está dispuesto a llevarlo a cabo, sin sobresaltos, y pensando en la gente corriente.
Algunos le comparan a John F. Kennedy, pero yo no lo veo así. ¿En qué debería copiar el new
deal? Pues en reparar los puentes y las carreteras que, en Estados Unidos, están muy mal y
que en muchos casos son las mismas que realizó Roosevelt, ¡hace setenta años! Ha habido
tiempo para repararlos, ¿no? También deberá trabajar Obama en la cuestión de la sanidad
pública, al menos para los niños y los más pobres. Es decir, trabajar en lo más cercano a las
necesidades de la gente, como Roosevelt, porque todo esto crea empleo y medios para
mejorar las condiciones económicas.
¿Qué resistencias cree usted que se va a encontrar el nuevo presidente?
Fundamentalmente, la procedente de la industria y la ingeniería financiera, que no va a aceptar
ninguna regulación y que tampoco está dispuesta a asumir la importante parte de culpa de lo
que está pasando.
¿Cuál cree que debe ser el futuro del mercado?
Básicamente, hay que establecer un sistema regulador. No es aceptable que se siga como
hasta ahora, sin apenas supervisión. Eso debe cambiar, pero no será fácil. Porque los
2
mercados seguirán apostando por lo privado y habrá muchas resistencias a favorecer lo
público. Por ejemplo, la urgente mejora del sistema de salud, que se seguirá insistiendo en que
la compañías de seguros y las mutuas privadas son la solución. Pero, repito, eso deberá
cambiar, y no sé hasta qué punto la nueva Administración va a invertir en educación y salud,
que son las bases de un sistema justo. Obama encontrará mucha resistencia para poder llevar
a cabo sus políticas. Será un debate crucial.
¿Está perdiendo Estados Unidos la hegemonía en el mundo?
Pienso que la elección de Obama ha hecho que Estados Unidos recuperara parte del prestigio
perdido. Lo estamos viendo en la cantidad de artículos que, desde el día de su victoria, se
están publicando en todas partes y en las expectativas que ha levantado su elección. De todas
formas, hay tanta porquería que limpiar… La hegemonía está por ver, espero que el mundo no
tenga demasiada prisa… En política exterior, Obama ha prometido salir de Iraq en dos años.
Respecto a Afganistán, ha dicho que la senda que seguir es que habrá que intensificar la
guerra. A mí no me seduce nada esa idea. Imagino, también, que buscará mejorar las
relaciones con Rusia y, sobre todo, con China.
¿Y con Irán y el resto de los países emergentes?
Esas relaciones son difíciles de predecir. Imagino que Obama buscará su oportunidad, pero es
muy incierto qué pasará con Irán. Con India será difícil porque vive una multitud de conflictos
de tipo étnico y religioso, y respecto de África, no creo que se puedan hallar soluciones en el
corto plazo. Hay otra guerra en Congo, lo de Mugabe sigue sin resolverse, y otro tanto ocurre
en Darfur. No es un panorama fácil.
¿Y con respecto a Israel?
Espero que Obama haga el esfuerzo de mediar para alcanzar la paz, aunque no veo una
voluntad suficiente ni en Palestina ni en Israel. Ningún presidente de Estados Unidos puede
trabajar para la paz si no participan los dos pueblos en conflicto. La experiencia lo dice.
¿Piensa que la izquierda tendrá un papel más determinante en el futuro?
Creo que la izquierda en Estados Unidos y en Europa empieza a recuperar confianza después
de unos malos años y que en América Latina se está mostrando con un potencial político
enorme y de mucho futuro. Pero en este último caso existe un gran conflicto por resolver de
forma urgente e inmediata: el narcotráfico.
¿Y Europa?, ¿cuál cree que será su papel en el futuro?
Europa es quien da el ejemplo del éxito de la democracia, como lo demuestra países como los
escandinavos, Holanda o Alemania, cuyo Estado de bienestar no tiene parangón en el mundo.
Ese es también el objetivo de Zapatero y del PSOE. Pero, curiosamente, veo una cierta
confusión respecto a este modelo en Francia e Italia, donde la democracia muestra síntomas
de debilidad. Por otra parte, hay en Europa un déficit de ambición para gobernar el mundo que
no se da, por ejemplo, en Rusia, en India, en China o, por supuesto, en Estados Unidos. Por
esa razón, me temo que Europa no contará, o tendrá muy poca influencia, en las grandes
decisiones estratégicas que se deben de tomar en un futuro inmediato. Además, tiene en su
seno el germen de la discordia porque las diferencias entre los distintos países son demasiado
grandes. Tiene una cultura de unidad económica que no es política ni de política exterior, lo
cual le resta poder. Mucho poder.
¿Qué oportunidades ve a España respecto a este futuro?
Básicamente, la veo como puente económico y cultural con respecto a Latinoamérica. Y la veo
con optimismo, porque esa relación ha dejado de ser la de la mala madre del imperio y se basa
3
en la colaboración económica, el capitalismo inteligente y la democracia política. Respecto a la
posición de España en el Mediterráneo, es un objetivo más difícil, por los problemas del
Magreb y por la difícil situación entre Israel y Palestina que hemos comentado. No creo que
España tenga suficiente fuerza política y diplomática como para influir decisivamente en la
solución de estos conflictos.
¿Cuál es su opinión acerca del debate sobre memoria e historia que España vive en la
actualidad?
No es bueno confundir memoria e historia. Esta se basa en el esfuerzo y la crítica documental
para establecer un denominador común que se aproxime a la verdad. La memoria, por otra
parte, es personal y sentimental. Después de 70 años durante los cuales se ha sufrido una
terrible guerra civil, una larga dictadura y una transición a la democracia basada en el pacto, en
el consenso, es comprensible que haya quien pida una revisión. Es políticamente comprensible
y democráticamente razonable porque, además, los nietos han perdido el miedo que atenazó a
sus abuelos y a sus padres. Y ahora cuestionan aquellos silencios.
¿Cuál cree que debe ser el papel de la política en este debate?
Los políticos son los que tienen que abrir, en sentido posibilista, el debate sobre el pasado. Un
debate que España todavía no ha hecho por lo que se ha dicho más arriba, y ese silencio es la
causa de la excitación y del resentimiento actual. Además, es cierto que los vencedores
honraron a los suyos, y eso causa amargura. A mí me produce mucha impresión leer en
internet insultos hacia mi persona, en tanto que historiador que cuenta lo que honestamente
documenta que ocurrió. Y me insultan no por lo que escribo, sino porque lo escribo. La verdad
es que llegar a un consenso en estas condiciones se me ocurre que es difícil.
¿Qué piensa acerca de la iniciativa fracasada de Garzón?
Hasta cierto punto es comprensible que un juez que ha sido tan elogiado en el mundo por sus
iniciativas respecto de Chile y Argentina quiera hacer algo así en España y con respecto a la
dictadura. Pero insisto en que el problema es que la sociedad, y el Gobierno, no han cerrado el
debate sobre el pasado. Por eso la gente ha acudido a la justicia. Pero, claro, la justicia en
España también es un asunto complicado porque está muy politizada, como lo demuestra el
hecho incomprensible de que haya sido tan difícil la sustitución de jueces que habían terminado
su mandato. Es cierto que los intentos por dominar la justicia en todo el mundo, incluido
EE.UU., está a la orden del día. Pero el conflicto entre la política y la justicia no llega a los
niveles de España. Pero lo importante es abrir el debate y que cada parte asuma sus
responsabilidades. La derecha y la izquierda. Sólo así se podrá terminar con las tensiones.
© 2007 Magazine. Todos los derechos reservados. La Vanguardia
4
Descargar