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UNIVERSUM · Nº 27 · Vol. 2 · 2012 · Universidad de Talca
Lorenzo Meyer: un intelectual académico en el ejercicio de opinar
Graciela Carrazco López
Pp. 251 a 257
Lorenzo Meyer: un intelectual académico
en el ejercicio de opinar1
Graciela Carrazco López (*)
Lorenzo Meyer actualmente es uno de los intelectuales más importantes en México.
Doctor en Relaciones Internacionales por El Colegio de México, con posdoctorado en
Ciencia Política en la Universidad de Chicago, es investigador emérito del Sistema
Nacional de Investigadores y profesor emérito de El Colegio de México.
Ha obtenido el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el ámbito de Historia, Ciencias
Sociales y Filosofía en 2011; la condecoración de la Orden Isabel La Católica en grado
de encomienda otorgado por el gobierno de España en 2010. Ha escrito más de 20
libros o capítulos de libros, entre ellos, Los grupos de presión extranjeros en el
México revolucionario 1910-1940(2012); Las raíces del nacionalismo petrolero en
México (2009) y El espejismo democrático. De la euforia del cambio a la continuidad
(2007), entre otros.
Entre sus actividades académicas se encuentra su participación en diferentes
programas de radio y televisión, así como su colaboración semanal en periódicos
de circulación nacional. En esta entrevista nos habla de su actividad en el ejercicio
de opinar en diferentes diarios, de la posibilidad de construir, transmitir o circular
conocimientos con sus columnas periodísticas, de la probabilidad de incidir en la
toma de decisiones con sus publicaciones, de los premios y recompensas que le ha
traído esta labor y de la importancia de esta tarea en su quehacer cotidiano como
académico.
¿Por qué opina en los medios de comunicación en México?
Tiene que ver con dos factores: por un lado, algo muy personal, es que el resultado del
trabajo académico, que si se queda en la academia, tiene un público muy restringido;
y el periódico -sin que sea un público masivo- aumenta el número de lectores a los
(*)Doctorante en Pedagogía de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Maestra y Licenciada en Comunicación. Académica de la UNAM y de la Universidad Iberoamericana, México.
Correo electrónico: [email protected]
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Entrevista realizada en El Colegio de México, Ciudad de México, el 14 de diciembre de 2011.
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que uno puede llegar. En un inicio trabajé en mi primer libro durante varios años y,
su edición fue limitada, el público al que va dirigido y el único que puede interesarse
y absorberlo son a otros colegas en el mundo académico -ya sea en México o fuera- y
a los estudiantes. Pongamos… dos mil lectores en el mejor de los casos y después de
varios años. En el periódico, uno alcanza ese público en un día, y el trabajo para hacer
una columna puede variar de dos a tres días y tiene uno un público inmediato. Claro
que no es duradero, se supone que el de los libros es más o menos duradero, pero
yo hago mis artículos pensando en el libro, que sean parte de una obra que también
llegue a ser libro; quiere decir que me adelanto un poco, en el mundo académico
también es muy común, que antes de que uno publique su investigación la divide en
varios artículos para revistas académicas, que también son muy limitadas; entonces,
en el periódico existe la posibilidad de alcanzar un numero mayor. Pues si ese es el
trabajo de uno, entonces ahí hay una vía que no todos exploran y que no todos quieren
porque se requiere un cambio de lenguaje. El lenguaje académico en su versión más
absurda, pareciera requerir esto: entre menos te entiendan, mejor; entre más oscuro
sea tu lenguaje, entre conceptos más complicados y a veces inventes conceptos, mejor.
En el mundo del periódico no; ahí tiene uno que ser lo más claro que la habilidad para
escribir permita. Entonces es un mayorpúblico con un lenguaje menos preciso.
La otra razón tiene mucho que ver con México. Cuando yo empecé a escribir
México era un sistema político autoritario, en donde no había ninguna posibilidad
de participación, salvo que uno pasara por las «Horcas Caudinas» que significan
la aceptación del régimen, en particular de la presidencia. De lo contrario, está uno
destinado a la marginación, no puede uno actuar como ciudadano. Pienso en los años
60, en que yo entré en esta actividadacadémica; en los 70 y 80 que es cuando empecé
a escribir, encontré que ahí podía desarrollar una actividad política sin poder, esa
era la condición básica, y la política del poder, que es entrar a los partidos, entrar
a las estructuras burocráticas nacionales. Pero hay otra política, la política de los
«sin poder», que es también política. Es la política de las ideas, no tiene uno ningún
aparato físico para constreñir a nadie, que es la esencia del poder: obligar que «A»
obligue «B» a hacer lo que quiere «A» aunque «B» no quiera. Eso es imposible, pero sí
hay un elemento político propio del mundo académico, en particular de las ciencias
sociales aunque no exclusivamente.
En la UniónSoviética se vio que los físicos podían ejercer ese tipo de poder, y es el
formular la crítica del entorno en el que uno se mueve. La preparación en el mundo
académico en ciencias sociales, y lleva -independientemente de que se sea de derecha,
de izquierda o de centro- a considerar a la realidad, a lo que es bajo el prisma de lo que
podría ser, de lo que con unos cambios aquí, otros cambios allá se podría lograr. Esa
es, de manera muy simplificada, la tarea de las ciencias sociales: entender el mundo
en el que se mueven y ver qué posibilidades que no se están llevando a cabo, pero
que podrían llevarse a cabo, existen, y entonces señalar la distancia entre lo que es y
lo que puede ser; esa es la política en las ciencias sociales: hacer una crítica de quienes
viven en el mundo de la política del poder desde el mundo de la política de las ideas
o de la teoría. Y ahí, la prensa ofrece de nuevo mayores posibilidades porque la crítica
que uno haga en artículos académicos o en libros académicos se va a quedar de nueva
cuenta en el mundo de los profesores y los estudiantes, y rara vez está fuera de eso,
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pero en la prensa, por definición se cruza la barda que divide a la vida académica
del mundo más real y sin tener que pertenecer a ningún partido ni tener que aceptar
la sumisión, en el caso mexicano en particular, de las reglas del autoritarismo y del
presidencialismo. ¿Qué otra área permite eso?
¿Usted cree que con sus columnas periodísticas construye conocimiento?
No. En eso estoy yo muy consciente: los artículos de periódico no sirven para nada.
El poder real no hace caso a lo que se escribe, y el grueso de los ciudadanos que leen
-que es una minoría- los periódicos, ya tienen sus ideas hechas. Lo hago, en primer
lugar, porque necesito un lugar donde decir lo que pienso, pero no porque piense que
lo que pienso tiene alguna influencia.
¿Entonces cree que transmite conocimientos a sus lectores?
No, porque no es el resultado de una investigación, son opiniones que están basadas
en hechos y opiniones que ellos también conocen. No les estoy diciendo: “esto que
ni se te había ocurrido, fíjate que voy a darte este conocimiento”. No, no descubro
nada, simplemente elaboro sobre lo que todos conocemos; pero, conocimiento nuevo,
es muy difícil hacerlo. A veces, y con mucho trabajo, y un par de veces en la vida lo
puede uno hacer con alguna investigación que se llevó unos cinco años; descubrí
unos archivos que no habían sido vistos por nadie y entonces salen cosas que no
habían sido expuestas antes. Pero eso pasa muy raras veces, el grueso, incluso de las
investigaciones, es sobre temas que ya más o menos se conocían. La originalidad… ¡yo
no sé quién sea original! si uno se va a los grandes pensadores de las ciencias sociales,
a Max Weber o a Carlos Marx, uno encuentra que ya, lo que ellos dijeron, estaba dicho
antes. Lo pusieron de otra manera, le dieron otro marco, lo hicieron más atractivo
como forma de explicación, pero algo enteramente nuevo no está. Y supongo que
esas fuentes que le sirvieron a Marx o a Max Weber a su vez ya tenían otras atrás. Es
muy difícil construir algo, dar con una cosa verdaderamente nueva. Supongo que si
estuviera yo en física o en química, a la mejor; esos momentos, sobre todo los jóvenes,
en que viene la idea de«viendo un fenómeno, nadie lo había explicado así, ahorita lo
explico yo». Pero en ciencias sociales es muy difícil, por no decir que sea imposible,
pero yo no conozco alguien que haya sido realmente una mente genial, diría: todo
esto que está pasando en la realidad y que nadie lo había explicado, lo voy a explicar
yo. Mejoran la explicación, eso sí.
Cuando se publican sus columnas periodísticas ¿circulan sus conocimientos afuera
de sus aulas académicas?
Mis opiniones sí, pero en un mundo muy chiquito: clase media, urbana, que ha ido
a las universidades. Pero el México que a mí me interesa lo veo tan lejos. De vez
en vez encuentro a alguien que vende billetes de lotería, que es chofer, que trabaja
como vendedor enalguna parte, que me dice: «lo oí», pero no «lo leí»; de leer no. En
la televisión y en el radio eso sí me pasa, y llego a sectores a los que aspiraría poder
llegar pero que es muy difícil, no tengo lo medios ni la capacidad, a lo mejor ni los
entiendo bien. Entonces al público que tengo en mente, pues es el que se parece a mí,
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al que conozco. Pero como anhelo, como utopía me gustaría llegar al otro México, al
más real pero es bien difícil. Creo que se necesita ser más una parte de artista y una
parte de intelectual, y yo estoy pensando en este momento en Carlos Monsiváis, que sí
podía, por vía escrita, llegar a algunos sectores de jóvenes, del mundo no académico.
Yo no sé cómo, porque no es nada fácil entender a Monsiváis, es bastante sofisticado.
A mí me gustaba mucho, lo hecho mucho de menos. Pero los que han estudiado a
Monsiváis dicen que él sí llegaba a sectores más amplios. Eso no lo puedo pretender.
¿Cree que con sus colaboraciones ha incidido en alguna toma de decisión?
No. Ni lo pretendo. Como aspiración máxima es ayudar a la formación de opinión en los
sectores que leen. Pero pues ya lo vimos con (en ese momento candidato presidencial
por la coalición Compromiso por México integrada por el Partido Revolucionario
Institucional y el Partido Verde Ecologista de México) Enrique Peña Nieto: no leen, los
de arriba no leen. Además, sí he conocido políticos, nunca he estado en el gobierno,
nunca he pertenecido a un partido político. Lo he hecho a propósito y es una forma
de vida que yo decidí más o menos joven. Pero sí he conversado con muchos de ellos,
los he tenido que ver en algún momento sin buscarlos. Creo que, básicamente, ellos
consideran que saben sobre el tema del poder, de la sociedad, de sus estructuras, de
las negociaciones, mucho más que cualquier académico, entonces no necesitan a los
académicos, ¿para qué si ellos saben más? así que me tienen más o menos sin cuidado.
Cuando escribo, pienso enel personaje ideal al que yo le escribo:en un dentista que yo
tenía, que le gustaba hablar de los temas sociales y políticos. Entonces dije: «he aquí un
personaje de clase media, que se gana la vida honradamente, que no tiene suficiente
tiempo para meterse al mundo de información y de lecturas porque está trabajando,
pero que está interesado», entonces me lo puse como el modelo: «a él le voy hablar».
Entonces lo tengo como modelo, requiere un mínimo de interés en el país, un mínimo
de educación, un mínimo de lectura, que otros por su condición social no tienen, por
su mala suerte, que por la brutalidad del sistema en el que estamos no la tienen, y no
tienen el dinero para comprar periódicos ni les interesa, porque no piensan que su
vida pueda cambiar.Así que en este estrato chiquito, ése es al que me dirijo, pero en él
no están los políticos, los que toman las decisiones.
Entonces en este mundo lleno de información ¿la presencia de los intelectuales
académicos que participan en los medios de comunicación nos ayudan a entenderla?
Pues si le dijera que por lo menos a que la entienda yo. Me sirve escribir el artículo
para más o menos tratar de entender yo (ríe). Si eso le sirve a alguien está bien, pero
no lo pretendo. Si por buena suerte alguien encuentra útil esto, qué bueno, me daré
no sólo por bien servido, sino por «mejor servido». Pero no escribo pretendiendo
que nadie me haga caso, es casi un deber conmigo mismo. No coincido con esos que
creen que influyen y dicen «no es que con mi artículoahora sí le voy a dar un golpe a
fulano».
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Otros intelectuales quieren saber qué opina sobre este quehacer, por qué lo hace,
cómo lo hace…
Para no volverme loco, para no estar más triste de lo que ya estoy; de lo más
decepcionado, de lo más pesimista, porque esto se ha estadoyendo a lo más oscuro
cada vez más. Y como me dijo mi esposa: «por lo menos así no te estás volviendo
loco». Pues ahora más lo necesito; y pienso también en una cosa, en relación a Goethe,
no quiero decir que me quiera comparar, pero en la lógica de estodijo:«en la medida
en que haya alguien que se dé cuenta de cómo estaba Alemania, aunque los alemanes
no se hayan dado cuenta, y esto quede registrado en la historia, que hubo alguien que
se dio cuenta, bueno, la cosa no está tan mal». Yo pienso, como investigador de los
problemas políticos, históricos, no me he ido al pasado muy pasado, sino me he ido
al pasado relativamente reciente, a fines del siglo XIX,el siglo XX. Me han sido muy
útiles, algunos que escribieron los periódicos y que me dicen: «éste es el México del
Maximato», «éste es el México de Cárdenas», ya están muertos, pero se los agradezco
mucho. Entonces quisiera poder decir: «cuando yo me vaya, cuando ya no estéaquí,
si alguien dentro de cien años desempolva esto, quiero decirle: “el México donde
yo me encontré y donde yo viví era así. No todos nos engañábamos, no todos nos
chupábamos el dedo”», y yo creo que ésa es mi obligación.
Yo soy alguien que entróal mundo académico por accidente, yo quería estar en un
rancho, mi idea era tener un rancho y andar con animales de otra índole, no con los
racionales, sino con los buenos. Y entré de repente a un sitio que me fue, ahora lo
veo, extraordinariamente generoso y favorable, que es éste, una universidad pública,
chiquita. Me obligaron a estudiar, porque aquí había «marcaje personal».No es como
otras universidades gigantes en donde el alumno va y viene, no. Aquí tenía que estar
todo el tiempo. Me dieron idiomas; yo no sabía del inglés ni la «o» por lo redondo, ni
del francés; me permitieron viajar, conocer el mundo. Entonces, si me dieron tanto,
y me dieron un sueldo después, lo mínimo que puedo hacer es decir: «bueno, yo
justifico mi existencia porque me educaron así con dinerospúblicos; entonces yo lo
retribuyo diciendo ‘está mal el uso del poder, tanto del público, como del poder
privado; del poder físico, como del poder intelectual. Están mal usados’».
Como académico la obligación es ser crítico, de otra manera no tiene sentido ser
académico, entonces mejor me voy a una secretaría y pido ahí que alguien me deje
entrar. Pero aquí hay que ser crítico, entonces hago la crítica, y ya si se lee o no se lee,
si se usa o no se usa, ya no está en mi poder. Lo único que está en mi poder, que sí soy
yo al cien por ciento, es al momento de elegir los temas y diseñar el intento de análisis.
¿Y cuando usted escribe sigue una estructura predeterminada?
No, me cuesta mucho trabajo escribir. Normalmente es cuando voy manejando o
estoy bañándome, qué curioso. Y luego sigo pensando todo el tiempo en un tema.
Hoy terminé un tema, ahora ya tengo que estar empezando en el siguiente. Y a veces
no me sale, y estoy dale y dale, y entonces, lo cambio, y lo cambio, y además me
desespero porque tengo que escribir mis libros, además de los artículos.
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Y dar sus clases, y sus conferencias…
Sí, pocas veces me sale el artículo como tal. No tengo ninguna estructura, excepto que
en la primera parte trato de poner el problema, ya. Luego, cómo vaya yo resolviéndolo,
que la inspiración y la buena suerte me ayuden, pero no tengo ninguna estructura.
Y cuando opina acerca de los problemas de Méxicosobre todo, ¿procura poner
soluciones a esos problemas?
No, porque yo creo que para eso les pagan a los políticos, para eso les pagan a los que se
pelean a muerte por el poder, por estar ahí, ellos son los que tienen que solucionarlos.
A mí me pagan por el diagnóstico, pero a mí me lo han dicho muchas veces: «ah
sí, muy bueno para criticar, pues proponga soluciones». ¿Y no quieren también que
vayamos y les demos su helado de nieve y todo? ¿Para quécarajos quisieron el poder?
¿Para que se pelearon como perros para llegar? Bueno, yo estoy diciéndole, no a
los políticos, sino a mis lectores: éstos son los problemas. Cuando ustedes vayan a
las urnas, cuando vayan a una manifestación, cuando hagan algún tipo de presión
sobre los políticos, éstos son los problemas, y yo los veo así si les sirve. Por eso es la
política sin poder; la otra es la política del poder, bueno que lo hagan ellos. Yo veo
como está la economía, por ejemplo; ahora, dar una solución a la economía, no la
ha encontrado nadie, no sería ni siquiera prudente intentarlo. Yo nada más veo el
desempleo, el subempleo, la distribución del ingreso, la incapacidad de poner esta
maquinaria productiva al ritmo que tienen Brasil o China, otros países en nuestras
mismas condiciones, que Corea estaba peor que nosotros -la Corea del Sur desde
luego- y ahora es un motor de producción. Eso es lo que estoy viendo.
Yo me quedo en la primera parte del trabajo, a mí me entrenaron para detectar los
problemas, explicar los problemas. Claro que en la explicación ya va implícita una
solución, pero que se lo solucionen los que tienen allí.
¿Usted ha recibido algún tipo de sanción al interior de la academia por opinar en
los medios?
El poder pequeñito que hay aquí no me ha tocado, pero tampoco me importa. Una
vez me postulé yo solito, cuando no estaba permitido postularse, ahora sí, pero ahí es
donde rompimos una pequeña postura. Claro que no salí elegido, la junta de gobierno
tuvo a bien escucharme, aunque no tenía ninguna obligación, porque no eran esos los
procedimientos. Y lo único que encontré fueron burlas, incluso de esa parte de la
junta de gobierno que eran de aquí de El Colegio de México. De los que venían de
la Universidad Nacional Autónoma de México, pues ni se diga, pero ni modo, no se
puede todo, si uno está pateandoel pesebre todo el tiempo tiene que aceptar el mundo
de las decisiones, de los sueldos importantes, de que «yo represento esto», «yo viajo
aquí», «yo digo allá», etcétera, ¿no? Bueno, pues no. Pero tampoco es una cosa muy
importante.
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¿Y cree que en este caso, desde El Colegio de México, monitorean sus colaboraciones?
Los de aquí no. Pero es un mundo tan chiquito y se sabe todo. Estos sí leen, no están
al pendiente pero sí leen. Si no leyeran aquí, realmente el mundo se acabaría. Si no es
aquí ¿dónde? (ríe).
¿Cuáles son los premios o reconocimientos que le ha traído esta actividad periodística?
Pues dos Premios Nacionales de Periodismo que, le voy a decir, ni sé bien a bien de
qué son. Nunca supe cuál fue el jurado completo de este tradicional Premio Nacional
de Periodismo en la categoría deArtículo de Fondo, creo que así se llamaba. Alguien
me dijo: «¿quieres entrarle?». Pues sí. «Pues mándame unos artículos». Ahí se los
mandé, y luego me dijeron que sí, que lo había ganado. Y supe que en el jurado estaba
Elena Poniatowska y Gabriel Figueroa, son de los dos que me acuerdo porque me
simpatizaban. De los otros ya no sé quiénes, si me los dijeron ya se me olvidó. Y en
fin, es esta ceremonia un tanto ridícula en que el presidente es el transmisor, como va
a pasar con el Premio Nacional de Ciencias y Artes que están por entregarme. Luego
hubo otro, también le ponen el nombre de Premio Nacional de Periodismo, que me lo
dieron en el Club de Periodistas. Esos son los dos; pues no están mal.
¿Para usted es importante escribir artículos periodísticos?
Ahora sí, porque en lo efímero y la brevedad del artículo, es más efímera la vida. Es
como echar una hojita en una botella y echarla al mar: a lo mejor alguien la recoge
y le sirve; a lo mejor no, a lo mejor se hunde, pero en esa parte sí soy optimista,
a lo mejor pues, algo queda. Y sí, me mantiene despierto. Ahora, tengo un precio
enorme que pagar: y es que tengo que dedicar mucho tiempo a absorber la noticia
cotidiana, y en este campo lo importante es la teoría, las obras de fondo, donde no
se oiga el ruido, ni de los disparos del narco, ni de las mentadas de madre de los que
están protestando, ni de los discurso del poder, sino que estar aislado y tomar el libro
o el artículo académico y decir: «no pues sí, lo que está diciendo aquí Max Weber
tiene tal cantidad de posibilidades, y lo que dijo su crítico aquí, y allá, etcétera». Es
que tiene su encanto. Yo descubrí aquí cuando era estudiante, que me estaban dando
una clase de macroeconomía y dije: «ahora entiendo dónde estoy, entiendo por qué
fracasamos en mi familia en una granjita chirris. Por qué el mundo es así». De repente,
una explicación teórica me abrió la posibilidad de entender millones de dramas; la
teoría me gusta, pero no puede uno estar todo el tiempo en eso porque el día tiene
24 horas y hay que dormir, hay que bañarse, hay que ir y venir, etcétera. Entonces,
el artículo es una obligación que no necesariamente es lo más importante, pero es lo
urgente.
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