CAZADORES DE DRAGONES CAZADORES DE LADRONES I -¿Qué os parece? –dijo Finler. El semielfo Finler era el líder de una pequeña compañía de mercenarios. Sus compañeros eran el pendenciero guerrero Zid y los dos hermanos Esgard: el joven hechicero Torvald y la temperamental amazona Erya. No habían conseguido muchas heroidicidades -y de hecho habían tenido que abandonar muchos de sus trabajos- pero ganaban el dinero suficiente para vivir, e incluso habían comenzado a forjarse una pequeña reputación. Los cuatro mercenarios observaban en ese momento el cartel colgado en un poste en mitad del camino que recorrían. -¿Atrapar a un ladrón? –Protestó Torvald -. No es un trabajo de los que solemos aceptar. -Necesitamos el dinero, hermano –dijo Erya mientras examinaba atentamente la recompensa que ofrecían por el ladrón. -Es una suma bastante alta –dijo Zid -. No debe de ser fácil atrapar a ese ladrón. -En todo caso nos pilla de camino –dijo Finler -. El ladrón ataca a la nobleza de Rozel, y es hacia allí hacia donde nos dirigimos. Nada perdemos por intentarlo un par de veces, o al menos informarnos. Como dice Erya, necesitamos el dinero. Apenas nos quedan unas pocas monedas, las gastamos casi todas para acabar con aquel alquimista loco. -No lo recuerdes –dijo Erya con un gesto de repugnancia. -No lo haré –dijo el semielfo -. Pero… ¿Qué decís? Intentamos atrapar a ese ladrón. -¡Que remedio! –Suspiró desanimado Zid -. Verdaderamente no nos queda dinero casi ni para el alojamiento. -Es un ladrón –dijo Erya mientras arrancaba el cartel del poste -, no un basilisco o una maldita quimera. Nos hemos enfrentado a cosas mucho peores. II -No sabéis de lo que habláis. ¿No conocéis todas las leyendas que corren sobre la Sombra Alada? Los cuatro mercenarios habían llegado a la ciudad de Rozel después de un largo día de viaje. Habían entrado en una pequeña taberna intentando sonsacar información sobre el famoso ladrón a algún borracho, pero nada más mencionar Sombra Alada se vieron rodeados por todos los clientes de la taberna. -¿Cazadores de recompensas, eh? –Rió uno de ellos -. Podéis intentarlo si queréis, pero sólo perderéis el tiempo. Es muy bueno, muchos le han perseguido ya, pero nunca nadie le ha atrapado. -Los guardas están desesperados –rió otro de ellos -. Lo han intentando todo contra él, incluso han traído varios hechiceros muy poderosos. Pero nada sirve contra él. Es el mejor. -Parece… que os guste –dijo Erya sorprendida. -¡Pues claro que nos gusta, mujer! –Exclamó otro de los hombres -. Es el héroe de esta ciudad. -¿Héroe? –Preguntó Zid con sorna - ¿Qué ha hecho por vosotros? ¿Acaso reparte lo que roba entre vosotros? 2 -Bueno…, no exactamente –protestó otro hombre defendiendo al ladrón -. Lo que roba se lo queda, pero es normal, él corre con todos los riesgos. Pero él se burla de todos esos pomposos nobles, sólo por eso estaríamos en deuda con él. Celebramos cada uno de sus robos. Esos malditos aristócratas siempre nos han tratado como si fuéramos escoria, pero gracias al ladrón tienen el castigo que se merecen. -Además –intervino entonces otro hombre -, mirad esto. Ante los ojos de los cuatro sorprendidos mercenarios, el hombre sacó un pequeño paquete envuelto en un paño y lo abrió: dentro vieron varias decenas de pequeñas figuras de plomo. -¿Qué mierda es esto? –Dijo Zid mientras examinaba una de las pequeñas figuritas. -Una figurita de la Sombra Alada, por supuesto –dijo el hombre -. Yo mismo las fabrico, soy uno de los más hábiles… -¿Para que las fabricas? –Preguntó Erya interrumpiendo al hombre. -¿Para que las fabrico? –Preguntó perplejo el interpelado -. Como recuerdos, por supuesto. -¡Que! –Exclamaron Erya y sus compañeros al unísono. -Recuerdos –respondió con total naturalidad el hombre -. Gracias a la Sombra Alada centenares de viajeros llegan a la ciudad cada día. Muchos son mercenarios o cazadores de recompensas como vosotros, pero la mayoría de ellos quieren conocer la leyenda del gran ladrón, y a todos les gusta llevarse un recuerdo. -Esta era una ciudad muerta –dijo entonces el tabernero -, pero gracias al ladrón ha vuelto a la vida. -La Sombra Alada es lo mejor que le ha pasado a esta ciudad –dijo otro de los hombres. -¡Por la Sombra Alada! –Gritó entonces otro hombre alzando una jarra de cerveza. 3 -¡Por la Sombra Alada! –Corearon el resto de los hombres. Todos los hombres alzaron sus jarras y brindaron en honor al ladrón. -Entonces… -Torvald estaba nervioso -, entonces a vosotros… ¿no os gustaría que capturásemos al ladrón? -Intentadlo, mercenarios, intentadlo –rió uno de los hombres -. Fracasaréis como tantos otros. Fracasaréis y haréis más grande la leyenda de nuestro ladrón. III -No va a ser fácil capturar a ese desgraciado –dijo Zid mientras afilaba su espada. Los cuatro mercenarios se habían reunido en una de las habitaciones que habían alquilado en una pequeña posada. Planificaban la estrategia que debían seguir para capturar al ladrón. -¿Recordáis lo que nos han dicho en la taberna? –Preguntó Erya -. Hace dos noches un grupo de varios hechiceros trató de atraparlo. Pero logró esquivar todos los hechizos, e incluso consiguió que sus enemigos se hirieran entre sí. -Sí –respondió Torvald con preocupación -. Al parecer es increíblemente rápido y ágil. La hechicería y la magia son lentas. Es muy difícil acertar a un objetivo que está en continuo movimiento. -Aún así tenemos que conseguirlo –dijo Finler con determinación . Parece obvio que no podemos perseguirlo por su rapidez, tenemos que lograr tenderle una emboscada. -¿Y cómo lo haremos? –Preguntó Zid con sorna -. No creo que vaya anunciando sus robos y sus rutas de escape. -De hecho sí lo hace –respondió Torvald sorprendiéndolos a todos. 4 -¿Qué? –Preguntaron perplejos los tres compañeros del hechicero. -Anuncia sus planes –contestó Torvald al tiempo que les tendía un pergamino -. Mirad este cartel que encontré en la plaza de aquella fuente gigantesca. Los soldados los estaban retirando, pero había decenas colgados por toda la ciudad. Finler, Zid y Erya observaron perplejos como la Sombra Alada anunciaba públicamente que esa misma noche pensaba robar en el templo del dios Ainerbol. -Pero esto… -Erya no daba crédito a lo que veía -, no puede ser que anuncie sus crímenes. Debe tratarse de algún tipo de broma… -No es la primera vez –interrumpió Torvald a su hermana -. Se lo pregunté a un mercader y me dijo que siempre lo hace. En la ciudad lo consideran ya un espectáculo. Centenares de personas asisten a los robos esperando poder ver algo. -En ese caso –Finler miró a sus compañeros -, creo que sería prematuro actuar esta noche pero podríamos asistir al robo. Quizás descubramos algo sobre él que nos puede ser de utilidad después. -Pero ese tío… -Zid no podía creer lo que oía - ¿A qué clase de loco nos enfrentamos? IV -Es increíble tener que pagar por esto –se quejó Zid. -Deja de quejarte de una vez y apártate –dijo Erya mientras le daba un fuerte empujón -, queremos sentarnos en nuestras butacas. Zid se quejó por la violencia de su compañera, pero finalmente se calló y se sentó en su butaca. Erya y su hermano pasaron y se sentaron también. 5 Habían pensado observar desde el tejado de algún edificio como la Sombra Alada intentaba robar en el templo de Ainerbol, pero pronto comprendieron que aquello era imposible. Los robos de la Sombra Alada eran el mayor espectáculo de Rozel. El ladrón había anunciado aquel robo con bastante antelación y la ciudad había podido prepararse para ello. En torno al templo del dios -y también en algunos de los tejados más altos- se habían construido numerosas gradas desde las que ver el robo. Los cuatro mercenarios se habían quedado de piedra al ver que toda la ciudad había acudido allí y había comprado su entrada como si se dispusieran a ver una función de teatro. Los robos de la Sombra Alada eran el gran negocio de aquella ciudad pues también había numerosos puestos que ofrecían todo tipo de objetos relacionados con el célebre ladrón, restaurantes ambulantes e incluso una casa de apuestas donde se podía apostar sobre si tendría éxito o no el ladrón y lo que haría durante el robo y la huida. -Parece ser que los “MataBasiliscos” lo van a intentar otra vez – dijo un elfo sentado tras ellos. -Puede que lo consigan –respondió otro elfo -, tienen un hechicero bastante bueno. -¡Bah! –Dijo el primer elfo -. Les derrotará, como la última vez. Son buenos, pero necesitan un buen capturador. No deberían haberse desecho de aquel enano. -Esto es denigrante –dijo Finler exasperado. Entonces un viejo trobador apareció de la nada y comenzó a rememorar los últimos robos del ladrón. El público respondió levantando numerosos banderines negros con las iniciales “S.A”. Toda la grada esperaba ansiosa que comenzara el robo. 6 -Esperemos que empiece pronto –dijo Zid mientras el trovador comenzaba a enumerar los diversos grupos de cazarrecompensas que pretendían atrapar al ladrón aquella noche. De repente todas las gradas estallaron en gritos y vítores de apoyo al ladrón. El robo había comenzado. -¡Ha salido por el norte! –Gritó el trovador eufórico -. ¡Tal y como dijo que haría! Veamos ahora como se libra de sus enemigos… Los cuatro mercenarios ignoraron los escandalosos comentarios del trovador y buscaron al ladrón en el norte del templo. Pronto lo encontraron: cerca de la fachada norte del templo una figura completamente vestida de negro esquivaba los ataques de dos espadachines. -¡Los gemelos Maclaner le están atacando con su famosa técnica de esgrima combinada! –Gritó el trovador mientras el público coreaba entusiasmado el nombre del ladrón. El ladrón esquivó las espadas de sus enemigos sin ni siquiera contraatacar. Se movía con una velocidad y una agilidad prodigiosas. -Es bueno –comentó Erya mientras observaba sus movimientos. El ladrón burló a los dos espadachines y después los superó saltando por encima de ellos. Un grupo de mercenarios salió entonces a su encuentro. El ágil ladrón esquivó el hechizo del mago de aquel grupo rotando hacia un lado y después se parapeto detrás de una columna para ponerse a salvo de las ballestas de sus enemigos. -Es una mujer –dijo Zid. -¡Que! –Exclamó Finler. -Es una mujer –repitió el pendiciero guerrero. -¿Estás seguro? –Preguntó Erya. 7 Una vez que las ballestas de sus enemigos estuvieron descargadas, el ladrón abandonó su parapeto y corrió hacia ellos. Esquivó las espadas de sus adversarios y los noqueó con varios golpes. -Por supuesto –dijo Zid mientras se volvía hacia Erya y esboza una sonrisa torcida -. Conozco mejor que nadie como se mueven las mujeres. Ese ladrón es una tía. Los guardas entraron entonces en escena y rodearon a la ladrona. Pero esta los eludió saltando por encima de ellos con una inverosímil pirueta. Otro hechicero apareció entonces y lanzó contra la ladrona una gigantesca esfera de fuego, mas la ladrona burló el ataque con otro ágil movimiento. -¿De que demonios está hecha? –Dijo Erya incapaz de creer como se movía aquella mujer. La ladrona alcanzó el tejado de una casa por medio de un increíble salto y continuó con su huida. Algunos de sus perseguidores intentaron imitarla pero muy pocos lograron alcanzar el tejado, y los pocos que lo consiguieron fueron dejados atrás rápidamente por su prodigiosa velocidad. Un último grupo de mercenarios se interpuso en el camino de la ladrona, pero esta los dejó fuera de combate a todos en apenas unos segundos. La ladrona saltó a lo alto de otro edificio y continuó corriendo. Cuando su silueta ya se perdía en la lejanía, la ladrona se dio la vuelta e hizo una reverencia a las gradas. Después desapareció. La eufórica grada estalló en gritos de admiración y comenzó a corear el nombre de la ladrona. -Va a ser jodido –dijo Zid. V -Recapitulemos –dijo Finler a sus compañeros. 8 Los cuatro mercenarios se encontraban de nuevo en la posada en la que se hospedaban. Discutían sobre como atrapar a la ladrona. -No cabe duda de que no podemos atraparla por los métodos normales –dijo Erya -. Se mueve de una manera increíble. No recuerdo haber visto a nadie correr y saltar así. -Sí –asintió Zid -, la muy zorra parece una puta serpiente. -¿Es posible que se trate de algún hechizo? –Le preguntó Finler a Torvald. -No lo creo –Torvald abandonó la lectura del pequeño libro sobre los robos de la Sombra Alada que había comprado -. Los hechizos son lentos, y esa mujer desde luego no lo es. Podría ser que estuviera usando un hechizo continuo sobre ella, pero eso es bastante peligroso e inestable, y por lo que estoy leyendo en este libro esa ladrona lleva actuando en esta ciudad casi un año. En mi opinión…, lo más probable es que pertenezca a algún tipo de extraña raza mestiza. -¿Mestiza? –Sonrió Zid -¿De qué? ¿De una rana? -En todo caso, eso da igual –les interrumpió Finler -. Tenemos que encontrar una manera de atraparla. Esa es ahora nuestra tarea. -Por lo que hemos visto no sólo es rápida y ágil –dijo Erya -, además parece ser una luchadora prodigiosa. Derrotó a todos sus enemigos con una facilidad pasmosa. Y no usa armas, eso es lo más extraño. -Eso es lo que lo hace meritorio –dijo Zid -. Y lo que la hace popular. Si fuera una asesina toda la ciudad querría verla muerta. -¿Creéis que podríais derrotarla? –Preguntó Finler a sus dos compañeros. -Podríamos hacerle frente –dijo Zid tras intercambiar una mirada con Erya -, pero no derrotarla. Escaparía tan pronto como viera que no podría vencernos. 9 -Un enfrentamiento directo queda descartado entonces –dijo Finler. -Lo perfecto sería tenderle una emboscada en algún lugar estrecho donde no tuviera mucha movilidad –dijo Erya. -Sí, pero esa zorra conoce sus puntos débiles. Escoge plazas y tejados para moverse –dijo Zid. -Y además como anuncia sus rutas de escape estas están siempre repletas de guardas y mercenarios –apuntó Finler -, no podríamos preparar nada en secreto. Los cuatro compañeros permanecieron entonces en silencio pensando estrategias para capturar a la escurridiza ladrona. Ocasionalmente alguno sugería algún tipo de estrategia para capturarla, pero ningún plan les convencía completamente a todos. -Lo ideal sería atraparla antes de que cometiera el robo –dijo Finler mientras se levantaba y caminaba un poco para desentumecer las piernas -, estoy seguro de que entonces la pillaríamos desprevenida. -Sí –dijo Zid -, pero… ¿Cómo coño la reconoceríamos antes de que empezara a robar? -Ya, ese es el… -¡Un momento! –Torvald se levantó rápidamente y cogió el cartel en el que la Sombra Alada anunciaba que pretendía robar en el templo de Ainerbol -. Mirad esto. -¿Qué pasa? –Preguntó Erya a su hermano. -¿Quién puso este cartel? Finler, Erya y Zid miraban al joven hechicero sin comprender a que se refería. -Sólo ella pudo hacerlo –se contestó a si mismo Torvald -. Sólo ella sabía donde iba a robar. La ladrona fue la que puso este cartel. Y todos deben saberlo, luego no pudo ponerlo a la vista de todos. Tuvo que esperar a la noche, a la oscuridad, y poner todos estos carteles. 10 -Lo que significa que no sólo aparece para robar –comprendió Finler -. También para colocar esos carteles cuando nadie la ve. Y cuando coloca esos carteles… -Nadie la espera –dijo Torvald -, nadie la ataca. No tiene pensado como huir. -En ese caso –Finler sonrió -, creo que tenemos un plan. VI Escondidos tras los cristales de la pequeña tienda que habían alquilado, los cuatro mercenarios sonrieron cuando vieron aparecer una oscura silueta encapuchada en mitad de la noche. Llevaban seis noches enteras vigilando aquella pequeña plaza en espera de que la ladrona apareciera para colgar sus carteles. El momento había llegado por fin. -A por ella –dijo Finler. -PrisionAire –Gritó Torvald al tiempo que alzaba sus dedos en dirección hacia la ladrona. Los cristales de la ventana estallaron ante el paso de la esfera de aire y magia que surgió de las manos del joven hechicero. La ladrona se giró sorprendida por el estruendo y descubrió la inesperada amenaza. La Sombra Alada saltó hacia un lado para esquivar el ataque del mago, pero el hechizo la alcanzó en el brazo y cayó al suelo semiparalizada. Cuatro sombras emergieron de la tienda de donde había surgido el ataque y la rodearon. -Bien pensado –dijo la ladrona mientras se ponía en pie. -¿Te entregarás? –Preguntó Finler dando un paso al frente. La ladrona lo miró fijamente durante unos segundos. Bajo su capucha pareció dibujarse una divertida sonrisa. -Creo que no. 11 La ladrona saltó hacia delante y propinó un contundente rodillazo al semielfo en el rostro. El semielfo cayó al suelo aturdido mientras la ladrona daba un nuevo salto y emprendía la huída. -¡MuroRocas! –Gritó Torvald. Los tejados de todos los edificios brillaron y de ellos brotó un alto y grueso muro de chocolate. La ladrona se detuvo estupefacta. -¿Chocolate? –Preguntó Erya a su hermano. -Me he equivocado –se explicó sonrojado Torvald -. En el último movimiento de mi mano el meñique tenía que haber estado estirado. Pero bastará, puede que no sean rocas pero esa muralla tiene un metro de grosor. -Veo que os habéis tomado muchas molestias –dijo la ladrona mientras se giraba y les encaraba. -Llevamos esperándote una semana –sonrió Erya -, y durante ese tiempo mi hermano ha podido preparar esta pequeña trampa. -Hábil –dijo la ladrona. -Sí –dijo Erya orgullosa de su hermano -. Ahora no puedes huir. -A no ser que os derrote. -Lo cual no te será tan fácil como piensas –dijo Finler mientras se levantaba. Zid fue el primero en cargar contra la ladrona, pero esta esquivó su espada haciéndose hacia un lado y después lo derribó con un rápido barrido. Erya blandió sus dos espadas como un mortal molinillo, pero la ladrona esquivó sus ataques con unos movimientos increíbles y después la desarmó golpeándole las muñecas. -¿Cómo…? Erya no pudo terminar de hablar, la ladrona le propinó una contundente patada en el vientre y la derribó. 12 -Me esperaba algo más –dijo la ladrona al tiempo que se volvía hacia Finler y Torvald. -¡Maldita sea! –Gritó Torvald enfurecido -¡BolaFuego! Las manos del hechicero se movieron a gran velocidad y de ellas surgió entonces una gigantesca esfera de llamas. El hechicero lanzó su ataque contra la ladrona, pero esta lo esquivó nuevamente por medio de un ágil salto y la bola de fuego alcanzó al malherido Zid mientras este se levantaba. Torvald intentó atacar de nuevo a la ladrona, pero esta fue más rápida y le derribó saltando sobre él y dándole una patada en el pecho con las dos piernas. -¡Esquiva esto! –Gritó Finler mientras desenfundaba tres de sus puñales y los arrojaba contra la Sombra Alada. Con un movimiento increíblemente rápido, la ladrona desenfundó otros tres puñales y los lanzó contra los que el semielfo le había arrojado. Los seis cuchillos se estrellaron en el aire y cayeron al suelo. -¿Cómo has…? –Finler miraba perplejo los puñales en el suelo. -¡No tienes tiempo para mirar al suelo! Finler levantó la mirada. La ladrona saltó hacia él dando varias vueltas en el aire como si de una peonza humana se tratara. La ladrona desplegó una de sus piernas y derribó a Finler con una poderosa patada en el cuello. -No quiero mataros –dijo la ladrona -. Abrid la muralla y… Erya saltó sobre la ladrona descargando terribles tajos con sus espadas. La ladrona esquivó los ataques de la guerrera y contraatacó con varias patadas. Erya logró bloquear todos los ataques de su enemiga y finalmente la ladrona se vio obligada a retroceder. -No te será tan fácil –dijo Erya. -¡PrisionAire! –Gritó Torvald. 13 Alarmada, la ladrona vio como un nuevo ataque del hechicero volaba hacia ella y se vio obligada a esquivarla saltando hacia atrás. La Sombra Alada aterrizó suavemente en el suelo, pero Zid cargó sobre ella descargando su más poderoso mandoble. -¡Vamos, zorra! –Se mofó Zid -. A ver que sabes hacer. La ladrona saltó sobre Zid y le propinó un puñetazo en el rostro. Zid calló hacia atrás con la nariz rota por el guantelete metálico de la ladrona, pero la ladrona lo agarró antes de que pudiera caer. -Vas a pagar haberme llamado zorra –dijo la ladrona con una voz cargada de odio. La ladrona le propinó a Zid una terrible patada en la entrepierna y después un rodillazo en el rostro. Zid cayó al suelo y la ladrona saltó sobre él y continuó golpeándolo. Cegada por la cólera, la ladrona no vio como Erya cargaba contra ella. El puño de la guerrera alcanzó a la ladrona y la lanzó volando hacia atrás. -¡GolpeAire! –Gritó Torvald. La ladrona se giró y vio como una masa de aire tomaba forma y volaba hacia ella. Saltó hacia delante, pero entonces se encontró nuevamente con el puño de Erya. La ladrona cayó al suelo aturdida. Rápidamente se levantó y se dispuso a contraatacar, pero unos brazos la aprisionaron. -Capturada –dijo Finler tras ella. La ladrona le dio un cabezazo al semielfo y logró liberarse de su prisión, pero Erya volvió a tumbarla con un poderoso puñetazo. La Sombra Alada se encontró de repente arrinconada contra una pared y rodeada por sus enemigos. -Ya no tienes escapatoria –dijo Finler. Zid se levantó fatigosamente del suelo y se unió a sus compañeros. -Vas a pagar todo lo que me has hecho, zorra. 14 -No –Dijo Finler -. Ya la hemos capturado, no hay necesidad de vengarnos. La entregaremos así. -No creo que vayáis a entregarme, Finler –dijo la ladrona. -¿Cómo demonios sabes mi nombre? –Preguntó el semielfo. La ladrona soltó una risa cristalina y se quitó la máscara. Ante ellos apareció una hermosa joven de ojos verdes y traviesos. Una larga melena rubia enmarcaba su rostro perfecto. -¡Tú! –Gritó sobresaltado el semielfo. La joven sonrió divertida. -¡Aylet! –Gritó Finler - ¿Cómo…? ¿Qué diablos estás haciendo? La joven rió de nuevo. -Finler… -dijo Erya dubitativamente -¿La conoces? -¡Oh, vaya! –Exclamó la ladrona con malicia - ¡Que descortés te has vuelto! ¿No vas a presentarme a tus amigos, hermanito? VII -¿Hermano? –Erya miraba a Finler sin dar crédito a lo que oía. Finler no contestó. -Tendré que presentarme yo –dijo la ladrona con resignación -. Soy la Sombra Alada, la más habilidosa ladrona que esta ciudad ha visto en toda su historia. Mi nombre es Ayl´lilet, Aylet para los amigos. Ese semielfo al que llamáis Finler es uno de mis hermanos mayores. -¿Qué demonios haces aquí? –La acusó Finler. -Robar, hermano –sonrió la joven -. Creo que eso resultaba bastante obvio. -¿Robar? ¡Robar! –Finler contenía su rabia con dificultad -. ¿Qué demonios pasa por tu cabeza? ¿Qué has hecho con las clases de danza que te pagamos en aquel conservatorio? 15 -Me han resultado muy útiles, Finler –dijo la ladrona -. ¿Crees que he heredado esta agilidad de madre? -Pero…, pero… -Finler no sabía ni siquiera que decir. -¡Oh, vamos, hermano! –Exclamó Aylet -. ¿De verdad creías que me iba a convertir en una bailarina de ballet? No sé quien fue el genio de nuestra famiErya que escogió para mí esa profesión, pero desde luego no podía haber elegido nada más aburrido. Ser ladrona es mucho más excitante y divertido. Y también resulta bastante más lucrativo. -Entonces… ¿tú eres la famosa ladrona? –Torvald seguía sin creer lo que estaba viendo. -Sí –sonrió la ladrona con cierta ingenuidad -. ¿No resulta encantador como toda la ciudad me adora? -¿Lo sabe madre? –Preguntó Finler a su hermana. -¿Madre? –Rió Aylet -. A madre le da igual lo que haga. Lo único que quiere es que encuentre un marido, y seguramente sólo para poder llevárselo ella a la cama. Ya la conoces. -¡No hables así de nuestra madre! –Gritó Finler enfurecido. -¿Por qué no? –Aylet sonrió maliciosamente -. Hermano, tú sabes tan bien como yo que madre es sólo una grandísima puta. ¿Sabes que nos ofreció a Veriel y a mi trabajar en su burdel? Veriel aceptó, claro, pero yo preferí… Finler se adelantó y abofeteó a su hermana. -¡No hables así de madre! –Repitió. La joven ladrona esbozó una sonrisa divertida ante la actitud de su hermano. -¿Qué le pasa a Finler? –Le preguntó Zid en un susurró a Erya y Torvald -. Jamás antes le había visto defender a su madre. -Es su hermana pequeña –explicó Erya -. Debe actuar como un hermano mayor. 16 -Sí –dijo Torvald -. Teniendo la madre que tienen, supongo que los hermanos han debido educarse entre ellos. -Vas a abandonar esta carrera delictiva de inmediato, por supuesto –continuó Finler. -¡Qué! –Exclamó perpleja Aylet. -Ahora mismo vas a olvidar toda esta tontería de ser ladrona y vas a volver al conservatorio a proseguir con tus clases de danza. La ladrona miraba perpleja a su hermano. -¿Estarás bromeando, no? -Hablo muy en serio. -Esto resulta surrealista –le comentó Torvald a su hermana al oído. -¿Estás diciendo que vas a obligarme a abandonar mi vocación? – Preguntó Aylet a su hermano sorprendida. -Ser ladrona no es ningún tipo de vocación –respondió el semielfo. -¡Oh, claro! ¿Y ser un mercenario de tres al cuarto si lo es? -Aylet –Finler amenazó a su hermana levantando de nuevo su mano. -Intenta pegarme de nuevo –dijo Aylet desafiante. -Vas a abandonar esta idiotez de ser ladrona –repitió Finler -. No voy a dejar que mi hermana pequeña se convierta en ladrona y muera colgada en alguna horca cuando la cojan. -Nunca me han cogido –se defendió Aylet. -Nosotros acabamos de hacerlo. -Me habéis pillado desprevenida –se excusó Aylet -, además no podía atacar a ninguno de los compañeros de mi hermano. -A ver si tiene huevos a repetir eso –susurró Zid a sus compañeros. Finler sostuvo la mirada de su hermana, pero no dijo nada. -Además –continuó la ladrona -, si me capturasen no tendría problema alguno para escaparme. Soy muy hábil. 17 -No hay nada que discutir –dijo Finler tajante -. Ahora mismo vas a olvidar toda esta tontería de ser ladrona. Devolverás todo lo que has robado y… -¿Qué vas a hacer si no? –Preguntó Aylet. -No juegues conmigo, Aylet –dijo Finler con una firmeza que sus compañeros desconocían. -¿Cómo me vas a obligar, hermano? –Prosiguió la ladrona -. ¿Me vas a pegar acaso? No, Finler. Continuaré robando. Es lo que me gusta hacer, y en lo que soy buena. Y además, esta ciudad me necesita como ladrona. -Ninguna ciudad necesita una ladrona. -Esta ciudad me necesita, gracias a mí ha prosperado –se defendió Aylet -. Además, te repito la pregunta ¿Qué vas a hacer, hermano? Yo no voy a abandonar mi profesión. ¿Me vas a entregar a los guardas? Finler fue incapaz de contestar. Aylet sonrió. -¿No me vas a hacer caso, verdad? –Preguntó el semielfo a su hermana. La ladrona negó con la cabeza. -Entonces no me dejas otra alternativa. Avisaré a Tesa. Aylet palideció de inmediato. -¿No serás capaz…? –La joven ladrona no daba crédito a lo que oía. -Sí que lo seré –dijo el elfo -. Enviaré una carta a Tesa y le diré lo que estás haciendo. Puede que a mi no me hagas caso, pero estoy seguro de que no querrás enfrentarte a ella. -Pero…, pero… -Si no abandonas los robos –continuó Finler -, avisaré a nuestra hermana mayor. Estoy seguro de que ella te hará entrar en razón. Aylet cayó al suelo desconsolada. 18 -¿Quién es esa Tesa? –Preguntó Zid a Erya. -La hermana mayor de Finler –respondió la guerrera -. Creo que es todo lo contrario a su madre. Finler le tiene un miedo mortal. -¿Qué dices? –Preguntó Finler a su hermana. -En ese caso… -Aylet levantó la cabeza desconsolada -, creo que no me queda otra alternativa. Dejaré los robos. Finler sonrió. -Pero no puedo hacerlo así como así, hermano –dijo Aylet con astucia -. La ciudad depende de los robos, y en cierta manera yo misma dependo de ellos también. No puedo dejarlo de pronto. -¿Qué es lo que quieres decir? –Preguntó desconfiado el semielfo. -Lo que he dicho –respondió Aylet, una pequeña sonrisa volvía a aparecer en su rostro -. Soy una ladrona célebre, no puedo desaparecer de repente. Si voy a dejar la profesión antes debo despedirme. -¿Qué quieres decir? -He de realizar mi último robo –sonrió la ladrona -, y ha de ser el más grande de todos. Finler miraba a su hermana incapaz de creer lo que esta estaba diciendo. -Y necesitaré ayuda –continúo Aylet -. Ha de ser un robo memorable, y para ello necesito colaboradores. ¿Qué me dices, hermano? Ayúdame con mi último robo, y te prometo que no volveré a robar. -¿De verdad crees que voy a ayudarte? -¿Cuánto podríamos ganar? –Preguntó Zid de repente. -Quinientas monedas de oro –contestó Aylet consciente de que había encontrado un inesperado aEryado -, cada uno de vosotros. -No vamos a ayudarte a cometer un robo –repuso Finler. -Te prometo, hermano mayor, que si me ayudas no volveré a robar nunca jamás. 19 -Esto es una estupidez, Aylet. No puedes prometer que nunca más vas a robar si te ayudamos con un robo. -No puedo retirarme de otra manera, Finler. Tienes que comprenderlo –Aylet esbozó una mueca de tristeza -. Esa es la única manera. -No. -Hagamos una cosa –contrarrestó la ladrona -. Para que veas que no robo por afán de lucro, si no por el bien de la ciudad, todo lo que robemos lo repartiremos entre los pobres. Finler miró a su hermana dubitativamente. -Vamos a robar al alcalde –sonrió Aylet -. Robaremos a los ricos y repartiremos ese dinero entre los pobres a los que durante tanto tiempo han oprimido. Siempre has dicho que tratabas de hacer lo correcto. Ahora yo te ofrezco una oportunidad inmejorable. Ayúdame hermano. Sólo nos quedaremos con el dinero que tus compañeros quieran. ¿Qué dices? VIII -Tienes que bajarte más la capucha –concluyó Aylet tras examinar a Torvald durante unos segundos. -Pero entonces no veré nada –objetó el hechicero. -Tranquilo –dijo la ladrona -. Es una tela mágica del sur de Kalienan, puedes ver a través de ella. -Bueno… -dijo Torvald comprobando que las palabras de la joven eran ciertas -, ¿pero es verdaderamente necesario que me vista así? El hechicero vestía una ostentosa túnica negra que lo cubría por completo y cuya capucha le daba un aspecto terriblemente siniestro. -Por supuesto, tú eres nuestro hechicero y debes inspirar terror. Ese es tu rol dentro de nuestra banda. 20 -Pero… La joven ladrona ignoró la protesta del joven hechicero y se dirigió hacia el resto de los mercenarios. Estaba ilusionada con aquel proyecto. Ya había colgado los carteles por toda la ciudad, y todos los ciudadanos esperaban ya la última gran actuación de la Sombra Alada, acompañada esta vez por las Estelas Negras. -¡Oh, cielos! –Exclamó al ver a Erya -. Te queda como un guante. -Creo que me queda demasiado bien –respondió la guerrera. Aylet había vestido a Erya con unas ropas negras tan ajustadas que la guerrera se sentía prácticamente desnuda. -Veras, Erya –comenzó a explicarse la ladrona -. Vosotros sois mis Estelas Negras, mis discípulos. Y debéis de ser claramente diferenciables. Cuando yo trabajaba sola debía de disfrazarme, a fin de que todo el mundo pudiera identificarse conmigo. Pero en vuestro caso lo que tenemos que hacer es todo lo contrario para que cada espectador pueda escoger a su favorito. Tú eres la mujer del grupo, y hemos de resaltarlo lo máximo posible. Además tienes un cuerpo excelente, estoy segura de que tan pronto como comience la función te habrás convertido en la favorita de todos los espectadores hombres. -Yo te veo muy bien, Erya –sonrió Zid. La guerrera derribó a su compañero de un puñetazo. Zid cayó al suelo entre el estruendo que causó su armadura negra al desmoronarse. -¿Todavía no te has atado las correas? –Lo acusó Aylet contrariada. -Esta puta mierda es imposible de atar –se quejó el guerrero mientras se levantaba y la mitad de su armadura permanecía en el suelo. -Tienes que llevarla –insistió Aylet -. Tú eres el forzudo de nuestra compañía. Tienes que parecer un auténtico gigante. -Quizás si tu me ayudarás a ponérmela… 21 Esta vez fue Finler el que derribó a Zid. -No te acerques a mi hermana –advirtió el semielfo a su compañero. -Tranquilo, Finler –sonrió Aylet -, se defenderme de los hombres. ¿Cómo llevas tu traje? -Apenas puedo respirar –respondió el interpelado. -Bueno, me habría gustado apretar algo más el corsé para resaltar tu herencia élfica, pero supongo que bastará. -¿De verdad es necesario? –Preguntó el semielfo a su hermana. -Claro –respondió Aylet sonriendo -. Un temible hechicero, una sensual mujer, un corpulento guerrero y un esbelto elfo. Estáis perfectos. El robo va a ser increíble. Estoy deseando oír los comentarios de los espectadores al día siguiente. -Esto es una locura –dijo Torvald mientras metía en su nueva túnica todos los componentes de sus hechizos y un par de pergaminos. -Tranquilos, saldrá bien. Todo está preparado. Sólo tenéis que seguir mi plan. -Ningún plan de Finler sale nunca bien –dijo Zid con cinismo. -Pero este no es un plan de mi hermano –respondió la ladrona con una arrebatadora sonrisa -. Este plan es mío. IX Aylet tocó el interruptor secreto y la pared del túnel se abrió ante ellos. En completo silencio, los cinco ladrones abandonaron el pasadizo secreto y entraron en la pequeña sala de armas del palacio del alcalde. Era justo la hora en la que habían anunciado que cometerían el robo. -¿Cómo conocías este pasadizo? –Preguntó Finler a su hermana. -¿No querrás que te revele mis secretos, hermano? –contestó la ladrona con su característica sonrisa maliciosa. 22 Los cinco ladrones avanzaron a través del edificio hasta alcanzar un pequeño pasillo decorado con numerosas estatuas. Aylet se detuvo y observó durante unos instantes un pequeño candelabro dorado. Con un movimiento instantáneo lo echó en una pequeña saca que colgaba de su cinto. La saca continuó pareciendo vacía. -¿Has conseguido una saca sin fondo? –Preguntó Torvald impresionado. -No –respondió algo avergonzada Aylet -. Es una imitación Triana. Me gustaría conseguir una verdadera… pero son tan escasas. -Bueno, las Trianas son bastante buenas –dijo el hechicero -. Uno de mis compañeros de la academia tenía una. No la consiguió llenar en cuatro años. -La verdad es que estoy bastante satisfecha con ella –dijo la ladrona -. Aunque muchas veces me cuesta encontrar objetos. -La organización siempre ha sido lo más complicado de imitar. -¿Dónde están los guardas? –Preguntó Zid interrumpiendo la conversación sobre sacas mágicas. -Ya me he encargado de ellos antes –respondió Aylet -. Esta tarde los he visitado a todos en sus casas, los he dejado inconscientes y después les he atado. Sólo he dejado a los mandos y a unos pocos más para que no sospecharan a la hora de los relevos. -Tienes recursos –dijo el guerrero con satisfacción. -Por supuesto. No soy ninguna aficionada. -¿Y que haremos con esos guardas que quedan? –Preguntó Erya. -Tranquila, no serán problema –respondió la ladrona -. Ahora continuemos. La ladrona continuó su marcha sin tomar aparentemente precaución alguna. Los cuatro mercenarios, sin otra opción posible, la 23 siguieron. Atravesaron varias salas más –todas ellas desiertas-, y finalmente se detuvieron ante una recia puerta. -Nuestro objetivo se halla tras esta puerta –dijo Aylet. Y sin vacilar un instante, la ladrona abrió la puerta y entró en la habitación. Todos los guardas dormían plácidamente. -¿Qué es lo que ha pasado aquí? –Preguntó Finler perplejo. -Quizás hayan tomado algo que les haya sentado mal –dijo Aylet. -¿Qué es lo que has hecho? -¿Yo? –Repuso Aylet con una cándida sonrisa de falsa inocencia -. Yo no tengo nada que ver si alguien ha puesto en sus bebidas drogas para dormir a un troll. -Esta niña cada vez me gusta más –dijo Zid con admiración. Aylet se acercó al durmiente alcalde y le arrancó de las manos el cofre que celosamente guardaba. La ladrona sonrió al descubrir la pequeña fortuna que este contenía. -Ahora llega la fuga –dijo -. La parte más divertida. Recordad: el secreto del éxito es hacerlo todo de la manera más espectacular posible y posar de vez en cuando para las gradas. X -¡Elfo, a tu derecha! –Gritó Aylet. Finler se giró hacia la derecha justo a tiempo para ver el puñal que volaba hacia él. El semielfo lo esquivó con un rápido movimiento, y después Erya tumbó a su atacante golpeándole en la cabeza con la empuñadura de su espada. Habían abandonado el palacio del alcalde por la puerta principal. Se encontraban en una pequeña placeta, siendo atacados por una 24 infinidad de guardias y mercenarios, pero al mismo tiempo siendo jaleados por un público entusiasta. -Bien hecho, Mujer –Gritó Finler, aunque se sentía bastante incómodo llamando a Erya por aquel absurdo nombre. Torvald rodó hasta ellos después de realizar una prodigiosa pirueta en el aire. -¿Cómo demonios has hecho eso? –Preguntó Erya a su hermano. -No lo sé –respondió con franqueza el hechicero -, jamás habría imaginado que podría hacer algo así. -Todo consiste en hacerlo con estilo, Hechicero –les respondió Aylet aterrizando junto a ellos -. Ese es el secreto. -Eso es una estupidez –dijo Erya mientras derribaba de un puñetazo a otro atacante. -¿Sí? –Sonrió la ladrona -. Hechicero, cuando te enfrentaste a mi fallaste muchos de tus hechizos ¿te ha fallado hoy alguno? -Eh…, no –respondió el hechicero. -Por supuesto –explicó Aylet -. Es inimaginable que un hechicero vestido de la cabeza a los pies de negro falle un hechizo. Es ridículo. -Aylet, eso… Finler tuvo que callarse. Disparó una flecha para asustar a uno de los guardas, pero la flecha alcanzó la casaca del mercenario y lo clavó contra una pared. El semielfo miró boquiabierto su arco. -¿Habías conseguido algo así antes? –Preguntó la ladrona con una sonrisa -. Estilo, hermano. Todo consiste en eso. Y recuerda que mi nombre es Jefe. -Pero… Una gran luz les cegó de repente. Los ladrones cerraron los ojos durante unos instantes, y cuando los abrieron, un gran muro de hielo les protegía. 25 -Una prisión de hielo –dijo Erya -. Torvald… -Déjamelo a mí –dijo el hechicero. Torvald hizo unos ligeros aspavientos y después pronunció varias palabras en un idioma extraño. El muro de cristal explotó violentamente. -¡Vamos! –Aylet señaló al hechicero que les había atacado -. El espectáculo debe continuar. Los ladrones cargaron contra sus enemigos y les derrotaron en unos pocos segundos. Erya provocó el éxtasis de los aficionados acabando con varios mercenarios con una serie de increíbles movimientos de sus dos espadas. Las armas estaban envainadas, pero aún así eran muy contundentes. -Impresionante –dijo Aylet llegando junto a ella. -¿Y Zid? –Preguntó Finler mientras combatía a un feroz cíclope. -Cerca de la grada sur –contestó Aylet -. Parece que le gusta bastante llamar la atención. Tenemos que ir a por él. Ya hemos combatido bastante, es el momento de irnos. -¡Vayamos! –Dijo Erya -. Ese idiota es capaz de… Unos feroces aullidos interrumpieron a la guerrera. -¡Que demonios! –Maldijo Aylet al ver como uno de los mercenarios soltaba las correas de una jauría de lobos -. ¡Eso no vale! ¡El gremio de cazarrecompensas, la casa de apuestas y yo acordamos que no se podían usar animales! -¿Acordasteis? –Preguntó Finler mientras disparaba una flecha a uno de los lobos, y ante su sorpresa la flecha atravesaba el pecho de su presa y acababa con un segundo lobo. -Pues claro, hermano. Esto es un juego. Tenemos que poner reglas para que todo funcione bien. -Esto es increíble –suspiró Finler, y para su sorpresa volvió a abatir a dos lobos con una única flecha. 26 Un vampiro cayó de repente sobre Finler. El semielfo se hizo a un lado y Erya saltó sobre el vampiro. El horrible ser derribó a la guerrera y se dispuso a desgarrarle el cuello, pero Aylet apareció de repente desenfundando un bastón asombrosamente largo y golpeando al vampiro hasta dejarlo inconsciente. -¡Odio a estos cerdos que se saltan las normas! –Dijo furiosa mientras el público estallaba en una gigantesca ovación hacia ella. Un par de enanos corrieron hacia ellos esgrimiendo sus hachas. Pero antes de que Aylet o alguna de sus Estelas pudieran acabar con ellos, dos manos agarraron las cabezas de los enanos y las estrellaron entre si. -¡Me encanta esto! –Dijo Zid soltando las cabezas de los enanos. -Bien –dijo Finler observando al recién llegado -. Ya estamos todos. ¡Vayámonos! -¡Nada de irnos! –Protestó Zid -. He apostado cien monedas de oro a que “el Forzudo” iba a acabar con cuarenta enemigos, y sólo llevo treinta y dos. Entre los enemigos apareció entonces un grupo de feroces semigigantes. -¡Mierda! –Exclamó Aylet al descubrirlos. -¡Esa boca! –Le reprendió Finler. -¿Cómo les derrotamos? –Preguntó Zid - ¿Torvald? -Nada de derrotarlos –dijo Erya -. Nos vamos. Ya estoy cansada de esta farsa de robo. -¡Eh! –Le advirtió Aylet indignada -. Aquí las órdenes las doy yo. -Nos vamos –repitió Erya. Aylet intentó protestar, pero se encontró de repente ante la fría mirada de Erya y comprendió que era mejor no contrariar a aquella mujer. 27 -Bueno, sí, nos vamos –concedió finalmente -. A decir verdad ya estamos alargando demasiado el espectáculo. –Se volvió hacia Torvald -. Hechicero, ya sabes lo que tienes que hacer. Torvald asintió y se volvió hacia un gigantesco edificio. El hechicero alzó sus manos y comenzó a formar extraños símbolos en el aire. El aire comenzó a calentarse –y para el deleite del público- frente al hechicero comenzaron a aparecer letras de fuego. Torvald sonrió y pronunció una palabra en élfico antiguo. Las letras resplandecieron en el aire y después el edificio entero estalló en un millar de escombros. Una gigantesca polvareda lo envolvió todo. -Espectacular –dijo Zid impresionado. -Era un truco –confesó Torvald -. Había varios barriles de pólvora debajo del edificio. Y las letras no tenían nada que ver con el hechizo, eran sólo para adornar. -¡Vamos! –Gritó Aylet indicando las gradas –. Y no reveles tus trucos, Hechicero. Mientras todos sus enemigos intentaban encontrarlos entre el caos provocado por la explosión, los cinco ladrones emprendieron la carrera hacia las gradas. Sortearon a sus enemigos abatiendo a los pocos que se dieron cuenta de que la explosión del edificio era sólo una distracción destinada a confundirles. Los cinco ladrones subieron a las gradas y aparecieron ante los sorprendidos espectadores. Entre vítores, recorrieron las gradas y saltaron a un tejado cercano. Tal y como Aylet les había ordenado, todos se volvieron hacia las gradas y les dirigieron un último saludo. Después, mientras todavía oían los gritos de la multitud, continuaron su huida. XI 28 -No hacía falta que me escoltarais hasta aquí –protestó Aylet -. No pensaba fugarme. -Prefiero asegurarme –dijo Finler. Se encontraban en la ciudad de Hayat, frente a la academia de danza donde Ayl´lilet todavía estaba matriculada, esperando a que el director de esta les atendiese. Finler se había empeñado en acompañar a su hermana hasta la academia para asegurarse de que cumplía su promesa. -¿Acaso no devolví todo lo que robé? –Preguntó Aylet con una indignación que Finler no supo si era auténtica o fingida -. Además, no sé por qué te quejas tanto. Habéis ganado mucho dinero… -Eso no es lo que importa –se apresuró a contestar Finler -. No puedes vivir como ladrona, tienes que ganarte honradamente la vida. Aylet asintió contrariada. -Ahí viene el director –advirtió el semielfo aliviado al ver como se acercaba la oronda figura de un hombre de avanzada edad. -¿Ese viejo gordo da clases de danza? –Preguntó Zid. -Vas a continuar con tus clases de danza –dijo Finler a su hermana -, y te esforzarás para recuperar todo el dinero que hemos gastado en clases que no has dado. O si no, avisaré a Tesa y será con ella con la que tengas que discutir ¿entiendes? -Sí –contestó Aylet con un gesto de cansancio. -Eso espero. Aylet esbozó una tímida sonrisa. Ese dinero era lo primero que tenía pensado robar en aquella academia. Aunque antes tenía que buscar un nuevo nombre para continuar con su carrera como ladrona. Finler dialogó con el director de la academia durante unos minutos justificando la ausencia de su hermana con problemas famiEryares. El 29 viejo director apenas objetó nada y se mostró feliz de volver a tener a aquella joven con tanto futuro en la danza en su academia. Finalmente los cuatro mercenarios abandonaron la academia dejando tras de ellos la mirada cargada de odio de Aylet. -Jamás te habíamos visto actuar así –le dijo Torvald al semielfo. -Es mi hermana menor –respondió Finler -. No podía dejar que siguiera por ese camino. -¿Crees que de verdad va a dejar los robos? –Preguntó Zid con una sonrisa torcida -. No es tan fácil. -Por supuesto que no –respondió el semielfo con un atisbo de sonrisa -, pero necesitaba hacerle creer que nos había engañado. Así seguirá aquí cuando mi hermana llegue. -¿Tesa? –Preguntó Erya sorprendida. El semielfo asintió. -Le mandé una carta nada más descubrir lo que Aylet estaba haciendo. -La verdad es que tengo curiosidad por conocerla –dijo Erya -. ¿Tan terrible es? -Sí –respondió con sequedad Finler -. Cuando ella llegue aquí, debemos estar lo más lejos posible. Creedme. Aylet no se ha asustado por nada. 30