Informe de Coyuntura

Anuncio
Observatorio Social de América Latina
Publicación electrónica
Informe de Coyuntura
Bolivia
Marzo-Abril de 2008
#ONSEJO,ATINOAMERICANO
DE#IENCIAS3OCIALES
#ONSELHO,ATINOAMERICANO
DE#IãNCIAS3OCIAIS
Documento de trabajo Nº 52
Realizada por
el Comité de Seguimiento
del Conflicto Social y la Coyuntura
Latinoamericana de Bolivia
Coordinación
Dunia Mokrani Chávez
Pilar Uriona Crespo
© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Se autoriza la reproducción de los artículos en cualquier medio a condición de la mención
de la fuente y previa comunicación al director.
La responsabilidad por las opiniones expresadas en los artículos, estudios y otras
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no
necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
El Observatorio Social de América Latina (OSAL) constituye una iniciativa del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) destinado a la promoción
de estudios e investigaciones sobre los procesos de movilización y conflicto social,
las dinámicas de participación y los repertorios de acción de movimientos sociales
y organizaciones populares en los países latinoamericanos y del Caribe. El OSAL
promueve el debate académico entre los investigadores e investigadoras sociales
de la región. Además, estimula el diálogo entre las instituciones de investigación,
las universidades y los movimientos sociales, sindicatos y organizaciones populares
que actúan en la defensa de los derechos humanos y sociales.
La realización de una pormenorizada cronología mensual del conflicto social en
19 países de América Latina y el Caribe constituye una de las principales iniciativas
desarrolladas por el OSAL. El documento aquí presentado constituye uno de los
resultados de este trabajo de documentación y registro llevado a cabo en el marco
del programa. Se trata de un documento de trabajo en el que se sintetizan las
principales acciones de movilización y protesta social llevadas a cabo durante el
mes indicado en uno de los 19 países relevados.
La cronología presentada ha sido elaborada por alguno de los diversos Comités
de Seguimiento del Conflicto Social que conforman el OSAL, cada uno de los
cuales, bajo la coordinación de un equipo de investigación que forma parte de
la red institucional de CLACSO, lleva a cabo el trabajo de registro en uno o más
países de la región.
Comités de Seguimiento del Conflicto y la Coyuntura Latinoamericana
PAIS
INSTITUCION
RESPONSABLES
Guatemala
FLACSO
Simona Yagenova
Mario Castañeda
Colombia
Escuela Nacional Sindical
Guillermo Correa
Diana Cárdenas
Paraguay
Centro de Documentación de Estudios
Quintín Riquelme
Ecuador
CIUDAD
Mario Unda
Hugo González
Bolivia
CIDES – UMSA
Dunia Mokrani Chávez
Pilar Uriona Crespo
Chile
ARCIS
Juan Carlos Gómez Leyton
Perú
Instituto de Estudios Peruanos
Ramón Pajuelo
Brasil
LPP
Roberto Leher
Argentina y Uruguay
PIMSA (Argentina)
María Celia Cotarelo
México
UNAM
Massimo Modonesi
Lucio Oliver
Panamá, El Salvador, Nicaragua
Honduras y Costa Rica
CELA (Panamá)
Marco A. Gandásegui, h.
República Dominicana
y Puerto Rico
Centro Juan Montalvo
(Rep. Dominicana)
Mario Serrano
Juan Luis Corporán
Venezuela
PROVEA
Marino Alvarado
Marco Antonio Ponce
Bolivia
Informe de coyuntura
Marzo-abril de 2008
Dunia Mokrani Chávez y Pilar Uriona Crespo
Políticas de tierras y comunidades cautivas en el Gran Chaco
Antecedentes
En la ciudad de Santa Cruz de La Sierra, el 3 de junio de 2006, el gobierno
boliviano emite siete decretos supremos en los que plasma su política de tierras. Diez
años antes, e1 18 de octubre de 1996, se aprobaba la ley INRA (Instituto Nacional de
Reforma Agraria), con la que se planteaba clarificar los derechos propietarios, la
distribución y redistribución de la tierra, a partir de la creación de un mercado de tierras
de facto y la organización de una nueva institucionalidad en materia agraria. Mediante
esta ley se reconoce como forma de propiedad las Tierras Comunitarias de Origen
(TCO) a las que se les atribuye el carácter colectivo, indivisible e inalienable. En estos
diez años, con la ley INRA sólo se sanearon 9.2 millones de hectáreas, mientras que en
dos años del gobierno actual, se sanearon 10.2 millones de hectáreas.
Por su parte, los pueblos indígenas se han ido enfrentando, en su lucha por el
reconocimiento jurídico de la propiedad colectiva de sus pueblos, por un lado, a un
denso aparato burocrático y, por el otro lado, al poder económico y político de las
familias latifundistas, cuyos intereses han sido custodiados por los diferentes partidos en
función de gobierno. Estas familias han ido acumulando su poder, aprovechando en
primer lugar el apoyo estatal que la revolución de 1952 da a la región oriental en la
vinculación de ésta al resto del país, con miras a potenciar una burguesía nacional
agroindustrial. En segundo lugar, a través de un largo proceso de adjudicación de
grandes extensiones de tierras, principalmente durante los gobiernos dictatoriales (el
30% de la tierra repartida desde 1953 ha sido adjudicado durante el gobierno de facto de
Hugo Banzer Suárez de 1971 a 1978), pero también durante gobiernos democráticos,
durante los cuales los partidos políticos que rotaron en el poder fueron un puntal central
del tráfico de tierras. Asimismo, los sectores empresariales ganaderos y agroindustriales
han sido beneficiarios de una serie de créditos y subsidios otorgados por los diferentes
gobiernos desde 1952. Así, actualmente nos encontramos frente a un panorama en el
que el 85% de la tierra se encuentra en manos de un 7% de terratenientes. Sólo en el
departamento de Santa Cruz 15 familias son propietarias de 1/2 millón de hectáreas, de
las cuales 57% aún no está saneado, mientras el total de TCO´s tituladas en todo el país
suma 3.6 millones de hectáreas. Por otro lado, la gran mayoría de pequeños productores
en el país poseen parcelas de tierra de entre 0.5 a 5 hectáreas de superficie.
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
La Política de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria del gobierno de
Evo Morales
La política de tierras del gobierno de Evo Morales, plasmada en siete decretos
supremos promulgados el año 2006 y concebida como una política de reconducción
comunitaria de la Reforma Agraria, apunta, en primer término a destrabar los
procedimientos burocráticos bajo los cuales funcionaba el INRA, facilitando los
trámites para las comunidades indígenas y los pequeños productores agrarios. Sin
embargo, al mismo tiempo reconoce la estructura propietaria instaurada entre 1996 y
2006, a partir de la implementación de la “contrarreforma agraria” liberal. En la gestión
gubernamental actual, a través del Decreto Supremo Nº 28.733, se “manifiesta la
decisión política del gobierno de dotar Tierras Fiscales disponibles exclusivamente a
favor de comunidades indígenas y campesinas. El Decreto garantiza la dotación de
tierras por el Estado y no afecta predios de los empresarios”. De esta manera, queda
claro que se busca frenar la abusiva práctica de adjudicación de tierras, ligada al tráfico
de influencias que fuera práctica común tanto de gobiernos de facto como por los
partidos políticos tradicionales en periodos democráticos. Sin embargo el D.S. 28.733,
deja entrever que no afectará la propiedad latifundista en su estructura principal o, al
menos, es ambiguo al momento de establecer como se intervendrá en el caso de las
tierras fiscales, base de grandes propiedades terratenientes, que han sido “legalizadas”
de manera fraudulenta. Asimismo la figura de la prohibición del latifundio queda poco
clara en su aplicación. Aquí cabe señalar que una iniciativa posterior del gobierno ha
sido la promulgación de ley de convocatoria al referéndum dirimidor de la extensión del
latifundio, como una medida para constitucionalizar el freno a la concentración de
tierras. Esta iniciativa legislativa se encuentra hoy postergada al igual que el referéndum
de consulta para la aprobación o rechazo del nuevo texto constitucional, mientras la
ofensiva de los grupos de poder departamentales está en marcha, a través de referendos
aprobatorios de sus estatutos autonómicos. En Santa Cruz de la Sierra, el 4 de mayo se
ha aprobado, a través de una consulta, cuya legalidad está fuertemente cuestionada, un
estatuto elaborado por los grupos de poder de la región, que busca entre sus principales
objetivos el manejo de la política de tierras como una atribución departamental.
Por otra parte, los Decretos Supremos 28.736 y 28.737, parte de la política de
tierras del actual gobierno, plantean la reorganización del INRA a través de mecanismos
de participación social en el control de los procesos de contratación de funcionarios
agrarios. Se establece la creación de una Comisión Agraria Nacional que incorporará
dirigentes sociales de las organizaciones involucradas en cuestiones agrarias y
ganaderas para dar cuerpo a un control social institucionalizado. En el conflicto por el
saneamiento de tierras en la provincia la Cordillera del Departamento de Santa Cruz, se
ha visto de la manera más clara el modo en que pretenden actuar los ganaderos y
hacendados de la región frente a las acciones de esta instancia gubernamental que se
intenta reformar desde adentro, con mayores mecanismos de participación social y
desde una institucionalidad heredada. En este punto queda claro que está en marcha una
nueva ofensiva, esta vez no encubierta en una contrareforma liberal, sino en las
prácticas más descaradamente antidemocráticas e ilegales, que echan mano de
mecanismos de dominio premodernos, coloniales y racistas para mantener las
estructuras de poder vigentes y de esta manera no afectar la estructura de propiedad de
tierras vigente.
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
Comunidades cautivas
En el escenario brevemente descrito en las líneas anteriores, los pueblos
indígenas de Tierras Bajas se enfrentan a una serie de conflictos acumulados en el
tiempo con grupos empresariales madereros y agroexportadores, con ganaderos y
hacendados y sus organizaciones. Plantean al Estado el reconocimiento de territorios
indígenas y la titulación de sus Tierras Comunitarias de Origen. Muchas comunidades
viven cautivas en medio de las bastas tierras mal habidas por terratenientes.
En el mes de noviembre de 2007, una delegación de los pueblos guaraníesconformada por los presidentes de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), Wilson
Changaray y del Consejo de Capitanías de Tarija, Justino Zambrana, el representante de
Tierra y Territorio del Consejo de Capitanías de Chuquisaca y el responsable de Tierra y
Territorio de las comunidades cautivas de Alto Parapetí, de la Provincia Cordillera del
Departamento de Santa Cruz -en representación de 2.500 familias-, denuncia ante el
gobierno nacional que más de dos mil familias viven en condición de esclavitud en los
departamentos de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz y reclaman la devolución de 10
millones de hectáreas de tierra.
Las comunidades cautivas en las haciendas del Chaco boliviano son la base de
un sistema de servidumbre y semiesclavitud. Una investigación de oficio realizada por
el Defensor del Pueblo da cuenta de la explotación de la fuerza de trabajo familiar, el
sistema de endeudamiento y de la compensación en especie por el tiempo de trabajo en
haciendas del Chaco. Según explicaba Wilson Changaray, durante una conferencia de
prensa en noviembre pasado, “la situación de empatronamiento y servidumbre no es
considerada por los propietarios como un régimen prohibido legalmente, sino como una
relación laboral con obligaciones cumplidas y acuerdos de partes que periódicamente
(según el tratamiento acordado) es cancelado y renovado, lo cual confirma el estado de
explotación, sometimiento y maltrato a las familias guaraníes”1.
En la ocasión se explicaba y documentaba que este sistema caracterizado por la
explotación laboral y el endeudamiento funciona como mecanismo de trabajo
“normalizado”, donde el hacendado define las condiciones de la relación con los
empatronados. En este marco, la jornada laboral es considerada como el tiempo durante
el cual el empatronado se encuentra a disposición del patrón y varía entre 10 a 12 horas
al día. No existe el salario, pues el pago se realiza como resultado del endeudamiento en
forma de anticipos, los mismos que se abonan en dinero y/o en especie, habitualmente
ropa usada y alimentos con sobre precios. “Dicho pago es diferenciado entre hombres,
mujeres, adultos mayores y niños, va de 10, 12, 7.50 y 5 bolivianos por día
respectivamente, bajo la modalidad de "arreglo verbal", incluyendo la comida. El
propietario lleva la contabilidad en un cuaderno de cuentas y provee por adelantado
ropa y víveres con precios fijados unilateralmente, sin que el empatronado conozca
cuánto gana, ni accede al contenido del libro de cuentas, quedando generalmente con un
saldo en contra que debe ser pagado con trabajo. La frecuencia de los arreglos es
1
Agencia Boliviana de Información (ABI) 22 de noviembre de 2008
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
dispuesta por el hacendado, cancelando los montos por trabajo cada tres, seis, 12 meses,
o cuando es la fiesta patronal. El tiempo de servicios en la hacienda está sujeto a la
capacidad del empatronado y su familia para honrar sus deudas con el patrón. En esta
lógica ingresan a trabajar sin remuneración por tiempos indefinidos”.2
Como puede deducirse de esta situación de total irregularidad laboral, existe una
directa violación a la Ley General del Trabajo en materia de beneficios sociales, pues
ningún empatronado ni su familia, a pesar de haber prestado servicios durante años, ha
recibido beneficio social o indemnización alguna. Menos aún, se constatará que las
familias cautivas cuenten con servicios de asistencia médica. Cuando sufren accidentes
o se enferman durante su trabajo, reciben adelantos o préstamos que se anotan en su
cuenta, para acceder al servicio de salud por cuenta propia.
Otro de los temas resaltados por las autoridades guaraníes, al momento de
realizar su denuncia es la existencia de niños, niñas y adolescentes que se encuentran en
calidad de préstamos, es decir, que los padres entregan a sus hijos a los patrones por un
año para que los inscriban en la escuela y a cambio prestan sus servicios. “Otros se
encuentran en calidad de "criados"; éstos quedaron en poder de los patrones desde muy
niños, generando una relación familiar de padrinos-ahijados a cambio de sus servicios.
En todos los casos, constituyen tenencias ilegales. Dependiendo de la edad, los niños,
niñas y adolescentes trabajan a cambio de alimentación, estudios, útiles escolares y
ropa. Si están en edad escolar pueden asistir a la escuela, pero en las horas libres
trabajan junto a sus padres cumpliendo algunas labores como el traslado de ganado
vacuno; también se les asigna dos o tres surcos para cosechar maní. En otras haciendas a
pesar de que el niño esté en edad escolar, no asiste a la escuela y la instrucción escolar
es remplazada por la enseñanza que imparte el patrón”.3
Otras de las facetas destacadas en investigaciones sobre el tema realizadas por el
Defensor el Pueblo, es el componente emocional y afectivo que se crea en las relaciones
de trabajo y dependencia que unen a los patrones y las familias cautivas, como uno de
los pilares del dominio, control y sometimiento. “Dicha relación se construye sobre la
base de sentimientos de agradecimiento originados en supuestos favores, concesiones,
acceso a la educación de los hijos, realización de trámites ante diversas instituciones,
pero que finalmente terminan profundizando los mecanismos de dependencia, exacción,
explotación laboral infantil y sojuzgamiento, que formalmente se encubre bajo una
imagen paternal o de padrinazgo”.4
En lo que a las mujeres se refiere, el mencionado informe señala que las mismas,
generalmente, “junto a sus hijos pequeños, realizan trabajos de cocina, preparan el
desayuno para los trabajadores empleados por el patrón, elaboran el almuerzo y deben
llevar este alimento hasta el "potrero", que en muchos casos dista varios kilómetros de
la hacienda; luego preparan la cena. Las mujeres también cumplen otras labores: carpir,
pelar maní o fríjol, escarmenar lana, hacer la limpieza de la hacienda, cuidar las
gallinas, lavar la ropa y otros.”5
2
Idem
Idem
4
Idem.
5
Idem
3
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
El conflicto en Cordillera
El saneamiento, como procedimiento técnico jurídico temporal que tiene como
fin regular el derecho a la propiedad agraria, evitando el acaparamiento de tierras, su
venta ilegal e identificando aquellas que están disponibles o pueden revertirse, apunta a
que el Estado cumpla la tarea de distribuir, reagrupar y redistribuir la tierra teniendo en
cuenta criterios como las necesidades socio-económicas y de desarrollo rural de las
comunidades, familias y personas que las ocupan. En este sentido, todo proceso de
saneamiento involucra la redefinición de las relaciones que vinculan a los actores que
solicitan el mismo, lo impulsan y cumplen y quienes se ven afectados por la
modificación de las dinámicas que regulan el acceso, la tenencia y el uso que se le da a
la tierra como bien económico. Ello, porque para cada actor el término “tierra” puede
asociarse a varios otros conceptos, como ser el de aprovechamiento y explotación de
recursos naturales, productividad o medio de enriquecimiento, y porque puede
vincularse también con demandas reivindicatorias que remiten a asociarla con otro
concepto importante, el de territorio.
Así, la posesión de la tierra remite a la necesidad de acceder a los recursos del
suelo y apropiarse de los mismos para garantizar la subsistencia mediante el consumo o
venta de lo que ella produce, mientras que el término “territorio” remite a un universo
más amplio de significaciones, porque no sólo tiene que ver con la identificación de los
límites legales para el uso de los recursos de suelo, sino también con los del subsuelo, y
porque el mismo constituye un escenario de inter-actuación social, que contempla la
construcción de sistemas de organización cultural, social y de representación y gestión
política. De igual forma, el territorio es un espacio compartido por distintos grupos
culturales, cada uno de los cuales, según sus usos y costumbres, tiene su propia forma
de relacionarse con dicho espacio. De ahí que para los pueblos y comunidades indígenas
originarias, el modo de relacionarse con la tierra no reviste la forma de la simple
explotación de un bien, sino más bien la de un intercambio con la naturaleza como una
forma de vida, que debe hacerse sustentable para garantizar la supervivencia.
Hacer esta precisión es importante al momento de analizar el conflicto originado
en la provincia Cordillera de Santa Cruz a raíz del inicio del proceso de saneamiento en
esa zona, principalmente porque el mismo enfrenta las demandas históricas de un
pueblo indígena, el guaraní, para recuperar un territorio que reclaman como propio y en
el que estuvieron asentados por mucho tiempo antes de que se produzca la conquista y
la colonia españolas. Asimismo, revela que el saneamiento no sólo servirá como
instrumento para evidenciar las irregularidades legales en las que los ganaderos y
hacendados incurren respecto a la tenencia de la tierra, sino también para sacar a la luz
la tensión que surge como resultado de enfrentar dos formas diversas de comprender la
gestión del agro: una individual y otra colectiva. De ambas visiones se desprenden a su
vez dos formas de comprender el papel que el pueblo guaraní ocupa en el proceso. Así,
la explotación individual muchas veces se sustenta en una red de relaciones verticales,
en la cual existe un patrón ganadero o hacendado dueño de una propiedad extensa de
tierras que pretende explotar su productividad para aumentar su presencia en el mercado
y, con ello, sus recursos económicos, empleando como mano de obra a un conjunto de
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
indígenas guaraníes que pueden asentarse en estos predios como servidumbre que no
percibe un salario por su trabajo y que se le paga en especie con la comida. Por otro
lado, la visión colectiva remite a la necesidad de democratizar el acceso a la tierra,
demandando al Estado que restituya los derechos de ocupación al pueblo guaraní porque
el territorio del Gran Chaco, del que es parte Cordillera, les pertenece histórica y
legítimamente. Por tanto, los guaraníes reclaman la posesión sobre el mismo como un
camino para alcanzar su propia autonomía, recuperando el derecho a organizarse,
validar y establecer en su territorio formas propias de auto-gestión, según su
concepción cultural.
De ahí que en septiembre de 1996, líderes indígenas guaraníes de los
departamentos de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, solicitaron al INRA que facilite la
dotación y titulación de TCOs en el Chaco boliviano. Dicha demanda se respaldaba en
la normativa legal contenida para tal efecto en la Constitución Política del Estado, y la
Ley 1.257 de 1991 que ratifica el Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT). En respuesta, el gobierno admitió la solicitud, declarando a fines de
1997 como área de saneamiento de TCO a 54 mil hectáreas ubicadas en la provincia
Cordillera de Santa Cruz. Sin embargo, el proceso de dotación de tierras y titulación
realizado en la zona fue poco transparente y sólo se concretó en un 10% del área
solicitada, debido a que los sucesivos gobiernos no mantuvieron una acción sostenida
para concluir con el saneamiento, protegiendo intereses de los hacendados de
Cordillera.
En el caso del pueblo guaraní, la promulgación de los siete decretos que
respaldan la política de tierras del actual gobierno supone reabrir el camino para exigir
la dotación de tierras favoreciendo con ello a todas las comunidades indígenas de Tarija,
Santa Cruz y Chuquisaca que buscan un desarrollo con identidad y exigen que se pague
la deuda histórica que se tiene con este pueblo, que se mantuvo marginado de su propio
territorio. Ya para julio de 2007, los líderes de la Capitanía de Alto Parapetí (Cordillera)
solicitan al INRA la titulación de un área territorial de 203.352 hectáreas como TCO en
la zona. En la misma, que comprende los cantones de Lagunillas, Aquio, Gutiérrez,
Choreti, Camiri y Cuevo, están instalados latifundios pertenecientes a ganaderos y
hacendados cruceños que concentran grandes cantidades de tierra, mucha de la cual no
cumple una función económica y social.
Ante la evidencia de que los grupos de poder asentados en la zona pondrían
resistencia al inicio del proceso de esta área bajo la modalidad de TCO y para no dejar
sin cumplir el compromiso asumido con los indígenas guaraníes, el gobierno optó por
iniciar el saneamiento de sólo 157.094 hectáreas en Alto Parapetí, priorizando el
proceso en esta zona, pero bajo la modalidad de saneamiento simple, que se aplica a
áreas no catastrales donde existe conflicto de derechos en propiedades agrarias, parques
nacionales, reservas fiscales y de biodiversidad. Sin embargo, en febrero de 2008 se
modifica la modalidad aplicada, pasando del saneamiento simple al de TCO, para lo
cual se dispone la intervención de brigadas técnicas encargadas de recolectar
información para viabilizar la titulación. Con ello, se abre la posibilidad de que las
mismas comunidades y pueblos indígenas originarios asuman tareas de participación en
el saneamiento, introduciendo el principio de control social. De igual forma, esta
modalidad de saneamiento contempla que las propiedades de terceros que se encuentran
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
dentro del territorio comunitario y que han sido revertidas al dominio originario de la
Nación, sean consolidadas por dotación a las propias TCOs.
Este cambio de modalidad supone entonces la necesidad de movilizar
comisiones técnicas y equipos en los que participen funcionarios del INRA y
autoridades del Viceministerio de Tierras que se trasladen hasta Alto Parapetí para
supervisar el saneamiento, que comprende identificar las propiedades que constituyen
un latifundio y que superan en extensión las 500 hectáreas permitidas por ley y
comprobar si las mismas cumplen o no una función económica y social. Dicho cambio
trae consigo el inicio de un conflicto que enfrenta al gobierno y los integrantes del
pueblo guaraní, por una parte, con los grandes propietarios de Alto Parapetí, apoyados
por la Prefectura y los grupos cívicos de Santa Cruz, por otra.
Dicho conflicto entonces pasa a mostrar la polarización que se da entre las dos
formas de concebir el acceso y la gestión de la tierra en las concepciones individualistas
y colectivas a las que aludíamos líneas más arriba. La misma se evidencia también en el
campo del discurso y en el de las formas de acción, movilización y protesta que los
grupos enfrentados llevan a cabo para apoyar o resistir el saneamiento.
En lo discursivo, el gobierno y los guaraníes apelan a lo reivindicativo, en la
lógica de iniciar un proceso de cambio que incluye la re-valorización de los saberes,
usos y costumbres y modos de autodeterminación de los pueblos indígenas, a partir de
su inclusión como actores sociales que participan de forma directa en la obtención de
sus demandas históricas. Esta lógica es apoyada a su vez por el resto de las provincias
que, junto con Cordillera, constituyen el Gran Chaco, y que impulsan la exigencia de
una autonomía regional. Asimismo, se justifica el saneamiento como una medida
respaldada por la ley, que intenta nivelar las desigualdades sociales y económicas
mediante la asignación de 157.000 hectáreas de tierra que hasta el momento es
improductiva para favorecer a 10.000 familias guaraníes, y se busca el diálogo con los
ganaderos de Alto Parapetí para explicar e informar sobre los alcances del proceso. En
el polo opuesto, se sitúan los hacendados y ganaderos, el gobierno departamental y el
Comité Cívico cruceño, que rechazan la ley de reconducción de la reforma agraria, la
definen como ilegal, señalando que la misma apunta a promover procesos agrarios de
reversión y expropiación. Por tanto, en su discurso integran componentes autonomistas,
cuando señalan que el saneamiento es una excusa que utiliza el gobierno para avasallar
las tierras productivas de la región, arrebatar regalías a las alcaldías y apoderarse de las
reservas gasíferas, acuíferas y petroleras con que cuenta Alto Parapetí con el fin de
frenar el proceso autonómico iniciado en Santa Cruz y que buscaría, según sus
impulsores, poder administrar los propios recursos económicos para sustentar el
desarrollo departamental.
En cuanto a los mecanismos de acción, movilización y protesta, es preciso
señalar que los mismos involucran los enfrentamientos violentos, los pronunciamientos
públicos, declararse en estado de emergencia y realizar bloqueos de caminos. Así, la
Asamblea del Pueblo Guaraní recurre a la condena pública mediante manifiestos de los
actos de violencia que emplean los ganaderos para impedir el acceso de las comisiones
gubernamentales encargadas de iniciar el saneamiento, declarándose en estado de
emergencia permanente, mientras que los grupos ganaderos rechazan el diálogo con el
Bolivia – Informe de Coyuntura marzo/abril 2008 – OSAL
gobierno, agreden físicamente a los guaraníes que acompañan las comisiones,
recurriendo al secuestro de las autoridades y la toma de las oficinas del INRA ubicadas
en Camiri, bloquean las carreteras e intimidan y amenazan a las comisiones para que
abandonen la zona. En medio del conflicto, aparecen como terceros actores los
productores pequeños y medianos que poseen tierras que no superan las 500 hectáreas y
que se movilizan argumentando que no se oponen al saneamiento pero que temen que el
mismo se transforme en una expropiación.
Por otra parte, el conflicto por el saneamiento saca a relucir el hecho de que la
desigualdad se traduce también en la violación de los derechos humanos de los
indígenas que viven en las haciendas, donde mantienen con los dueños de las mismas
una relación de servidumbre y explotación laboral descrita en líneas anteriores.
En consecuencia, la situación se torna aún más compleja porque el fenómeno de
la esclavitud que el saneamiento evidencia lleva a involucrarse en el conflicto a
instituciones que velan por la protección de los derechos humanos como el Defensor del
Pueblo, la OIT y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, que a
través de informes e investigaciones comprueban que el cautiverio guaraní en las
haciendas es un hecho y que, como señala el Decreto Supremo 28.159, reafirma la
condición de subordinación y dependencia a la que los grupos de poder en Santa Cruz
quieren relegar a los guaraníes, en espacios histórica y ancestralmente ocupados por
ellos. Así, las instituciones de derechos humanos terminan apoyando a su vez el
saneamiento y la redistribución de tierras que del mismo se deriva, pues consideran que
la única manera de liberar a los indígenas es entregarle tierras sobre las cuales se les
reconoce un derecho legítimo e histórico de posesión, para que consoliden su autodeterminación.
Finalmente, hay que resaltar que en este conflicto subyace la existencia de dos
proyectos políticos en pugna, uno liderado por el gobierno nacional, a la cabeza de Evo
Morales, con un compromiso en el que los Pueblos Indígenas ven el garante de la
cristalización de sus años de lucha por el reconocimiento de sus territorios, y otro
encabezado por los gobiernos departamentales y los Comités Cívicos, cuyos actores
más visibles han sido parte de las estructuras de poder que han consolidado en el país en
los últimos diez años el actual sistema de propiedad y tenencia de la tierra.
Fuentes: diarios Los Tiempos, La Razón, ABI, El Deber y Correo del Sur.
Otras fuentes: Bolpress y cartilla de difusión del Ministerio de Desarrollo Rural,
Agropecuario y Medio Ambiente: “Siete Surcos Abiertos en la Revolución
Agraria”.
Descargar