INFANCIA, para qué sirve la voz. Versión final

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INFANCIA. ¿Para qué sirve la voz?
Participación de los niños, niñas y adolescentes en el proceso de mediación*
Susana M. Rossin**
Este artículo destaca y describe la importancia de la voz de los niños, niñas y adolescentes
en los procesos en los que están involucrados. En primer lugar, se realiza una breve síntesis
del sustento legal de su participación y se destaca el cambio de paradigmas que se ha
producido en la legislación vigente en los últimos años. A tales fines se desarrollan los
conceptos de Paradigma de la situación irregular y Paradigma de la protección integral y se
analizan brevemente los principios que sustentan la “Ley de Patronato o Ley Agote” (Ley
10903 de 1919) y la Convención Internacional de los Derechos del Niño (CIDN) y se hace
referencia a la Ley Nacional N.º 26061 de Protección integral de los derechos de niñas,
niños y adolescentes que derogó la ley anterior e incorporó operativamente los principios
de la CIDN y el nuevo paradigma al cuerpo legal nacional.
A los efectos de analizar las características y modalidades de dicha participación, se
caracteriza la mediación y, dentro de ella, la mediación familiar. Se profundiza en las ideas
de cuándo, cómo y para qué es considerada importante la inclusión de la voz del niño. Uno
de los principios tenidos en cuenta a lo largo del texto es el de focalizar más en el hacer que
en las teorías que la sustentan. De tal manera se realizan reflexiones que derivan de la
práctica de trabajar con familias y se desarrolla muy brevemente la descripción de un caso
de conversaciones colaborativas en mediación.
Palabras clave: Infancia – voz – multiplicidad – mediación familiar – conversaciones
colaborativas – niños – niñas –adolescentes.
This article highlights and describes the importance of children`s and teenagers voice in
those processes in which they are involved in. First of all, a summary of the legal support in
their participation is developed and the changes in paradigm happened in current legislation
in the last years is emphasized. In that regard, to explain these paradigms changes, concepts
of “Irregular Situation Paradigm” and “Comprehensive protection Paradigm” are defined
and briefly discusses the principles behind the "Law of Trustees or Law Drain" (Law
10,903 of 1919) and the International Convention on the Rights of the Child (CRC) and
referenced to the National Law No. 26.061 of Integral Protection of the Rights of Children
and Adolescents which repealed previous legislation and incorporated operationally the
principles of the CRC and the new paradigm to the national legal body. In order to analyze
the characteristics of this participation, the mediation process, and the family`s mediation
process within it, is described. We focus on the ideas on when, how and for what the
importance of children`s voice is considered. One of the main principles taken into account
throughout this paper is to focus more in the Dos rather than the theories that support them.
Finally, following this described concept, there is an example of a family mediation case,
where collaborating talks were applied.
Key Words: Infancy – voice – multiplicity – family mediation – collaborating talks – boys
– girls – adolescents.
* Agradezco a las familias que me brindan su confianza y sus relatos y a mis maestros y
amigos Eduardo Cárdenas y Lino Guevara por su permanente apoyo y sabiduría
compartida.
** Susana Mirta Rossin. Abogada, mediadora, orientadora familiar.
[email protected]
“Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir,
a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca,
ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por
donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los
demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o
perdonada”. Eduardo Galeano. El libro de los abrazos.
“Mamá, ¿por qué no puedo tocar la luna?”. Sofía. 2 años.
1. Introducción
Este trabajo se basa en la experiencia del trabajo con familias (en mediación, orientación
familiar y consultas), en el ejercicio cotidiano de vivir en relación con otros y en la
profunda convicción de que la voz humana, voz sin edad ni tiempo, es generadora de
realidades.
Parto de la idea de que la práctica profesional sustentada en el desarrollo de diálogos
abiertos e inclusivos es el germen de una sociedad pacífica y solidaria.
A los fines del desarrollo del tema previsto, es de utilidad preguntarnos qué significa la
palabra infancia.
La etimología de la palabra proviene del latín, infans -ntis (de la cual proviene infante) se
forma con el prefijo privativo in- antepuesto a fante, participio presente del verbo fari
‘hablar’, o sea que infans significa literalmente ‘no hablante’. De manera que podríamos
decir que, cuando hablamos de infancia, hablamos o, por lo menos, hemos hablado, de
quienes no tienen voz.
En español se llama infancia al período de la vida que va desde el nacimiento hasta la
adolescencia. En inglés tiene un significado más acotado, ya que infancy se usa para
referirse a los bebés o lactantes.
La metáfora que proviene del latín ha sido una verdad puesta en práctica durante largo
tiempo y aún hoy en día se mantiene de muchas maneras.
“Este cuidar por lo etimológico nos remite a etymon, que significa, en griego, lo cierto;
porque los griegos consideraban que lo cierto de una palabra es su origen, el momento
inaugural en que fueron pronunciadas por primera vez. Para Nietzche, apasionado filólogo,
la etimología demuestra cómo las palabras supuestamente literales son en realidad antiguas
figuras poéticas, fósiles prestos a resucitar: las verdades no son sino arcaicas metáforas
olvidadas” (Bordelois, 2005, pág. 39).
De hecho, y remitiéndonos a la esfera legal, hasta no hace muchos años, los niños, niñas y
adolescentes1, denominados menores, considerados legalmente incapaces y objetos de
derecho, debían ser representados por sus padres o tutores adultos, en las cuestiones en las
que se veían involucrados. Su voz no podía ser escuchada sino a través de la voz de los
adultos.
Los niños eran denominados “menores”, definiéndose su condición a partir de una
descripción negativa que reflejaba una carencia y no un atributo que los identificara: menor
era aquel que no era mayor de edad. Como asevera Edson Seda: “hacían de cuenta que
definían, diciendo del menor, en ese concepto, no lo que es, sino lo que no es. Violaban
flagrantemente la regla aristotélica básica, de que yo defino una cosa diciendo lo que una
cosa es, jamás diciendo lo que no es. Este vacío de contenido (o esa opción deliberada) en
términos conceptuales generó, en términos reales de la organización social, un sistema de
exclusión social, traducido en políticas para menores, jueces para menores. … Cuando
hablo de menor hablo de lo que las personas no son… jamás hablo de su sustancia íntima,
de su individualidad, de su identidad, de su esencia como sujeto” (1997).
La representación y la forma de protección eran descriptas y reguladas por la llamada “Ley
de Patronato o Ley Agote” (Ley 10.903 de 1919). Cualquier problema social en el que los
chicos estuvieran inmersos era convertido en una cuestión judicial (abandono, niños o
adolescentes en conflicto con la ley, niños o niñas en situaciones de riesgo social o víctimas
de delitos, o en infracción con la ley penal), de ahí la denominación de este encuadre como
“Paradigma de la Situación Irregular”.
El Estado asumía una función paternalista, a través de la cual los jueces cumplían una tarea
de reparación o corrección de las “situaciones irregulares” en las que se encontraban tanto
los chicos que cometían delitos, como los que habían sufrido algún tipo de maltrato,
abandono o abuso. Tenían facultades para institucionalizarlos. La prevención consistía en
alejarlos de sus familias para evitar peligros o males mayores e insertarlos en instituciones
que se proponían reeducar, curar, criar o proteger.
Este modelo generó a lo largo del siglo una cantidad de niños internados en institutos
asistenciales, penales, psiquiátricos o de otros tipos, con la particularidad de que, privados
de su libertad, no gozaban de los derechos y garantías que cualquier adulto en idénticas
condiciones sí tendrían (por ej.: patrocinio letrado, ser escuchados e informados, etc.).
En el año 1990, la Argentina incorporó a su derecho interno la Convención Internacional de
los Derechos del Niño (CIDN) que fuera aprobada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas en noviembre de 1989, y con la reforma constitucional de 1994, el art. 74
inc. 22 de la Constitución Nacional le otorga a la CIDN jerarquía superior a las leyes, esto
es, jerarquía constitucional.
Este nuevo estatus legal introduce un cambio de paradigma y constituye un punto de
inflexión en la forma de concebir a la infancia y su relación con el Estado, con la familia y
con la comunidad.
Del “paradigma de la situación irregular” se pasó al “paradigma de la protección integral”,
que considera a los niños “sujetos plenos de derecho”, con capacidades en desarrollo,
responsables, titulares de derechos y garantías y de mecanismos que les permiten exigir y
demandar a autoridades, jueces y familia, el cumplimiento de los mismos. Todo esto
constituye el llamado “interés superior del niño”. Se incluyen, entre otros, derechos como
los de ser informados y ser escuchados en las cuestiones que los involucren y que sus
opiniones sean tenidas en cuenta.
No obstante ello, y si bien se sancionaron leyes provinciales o locales que adoptaron los
nuevos principios sobre infancia (por ejemplo, la Ley 114 de Protección integral de los
derechos de niñas, niños y adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires), a nivel nacional la
Ley de Patronato siguió vigente hasta que en septiembre del año 2005 se sancionó la Ley
Nacional N.º 26061 de Protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes
que derogó la ley anterior e incorporó operativamente los principios de la CIDN y el nuevo
paradigma al cuerpo legal nacional.
“En síntesis, la Convención postula a niños, niñas y adolescentes como protagonistas de su
propia vida para que participen en todas las decisiones que a ellos les conciernen. Se trata
del derecho a expresar su opinión y que sean escuchados, tanto en un procedimiento
judicial o administrativo como en todos los ámbitos donde estén involucrados, familia,
escuela, comunidad en general” (Unicef, 2003).
El giro de la mirada de la ley sobre los niños permite que salgan lentamente de la
invisibilidad en la que estaban inmersos en un intento por devolverles la voz.
2. Participación de los niños en las entrevistas de mediación
¿A qué llamamos mediación?
La mediación es una modalidad de resolución de conflictos no formal, no confrontativa,
confidencial, en la que se tiende al empoderamiento de los consultantes a través de un
proceso facilitado por el o los mediadores. Si bien existen procedimientos de mediación
obligatoria que transforman al proceso en un requisito para el inicio de acciones judiciales
(por ejemplo, las leyes de Mediación prejudicial obligatoria N.° 26589, decreto
reglamentario N.° 619/2010 de Capital Federal y N.° 13951, decreto reglamentario N.°
2530/10 de la Provincia de Buenos Aires), la esencia de la mediación es su voluntariedad.
Existen muchas escuelas de mediación y con ellas maneras diferentes de definir el proceso.
La escuela de Harvard, cuyos referentes más importantes son Ury y Fisher, pone el foco en
la negociación, diferencia el sujeto del problema y hace distinciones entre posiciones
(cerradas, irreflexivas, opuestas, que cierran) e intereses y opciones en un procedimiento
estructurado y reglado, si bien flexible. Tiene como objetivo conseguir acuerdos.
La escuela Transformativa de Bush y Folger focaliza en la visión transformativa del
conflicto como oportunidad de cambio y crecimiento. Se centra en la revalorización
personal (empowerment) y el reconocimiento. La revalorización está relacionada con la
autoestima y el logro o diseño de metas, alternativas, habilidades, recursos personales. El
reconocimiento se remite a la posibilidad de escuchar al otro, comprenderlo, hacer saber de
esta comprensión y actuar en consecuencia. El objetivo es lograr la revalorización de uno
mismo y el reconocimiento del otro, transformar el conflicto, aún si no hay acuerdo.
La escuela Circular Narrativa, cuyos referentes más importantes son Sara Cobb y Marinés
Suarez, pone énfasis en la comunicación e interacción de las partes. Focaliza en las
diferencias que tienen las historias contadas por cada uno. Su objetivo es el armado de
historias alternativas que narren el problema desde otro ángulo y no el acuerdo en sí mismo.
La escuela Ecléctica, cuyo referente más importante es el Dr. Eduardo Cárdenas, toma
conceptos de todas las escuelas mencionadas en los párrafos anteriores y contiene en sus
fundamentos lineamientos basados en la cibernética de segundo orden (Heinz von
Foerster, Bateson, Escuela de Milán) en la epistemología narrativa (Anderson y Goolishian)
y el equipo reflexivo de Tom Andersen.
Siguiendo este modelo y guiados por la práctica podríamos decir que la Mediación es un
proceso para la paz entre las personas, entre los integrantes de una familia, entre los
miembros de la sociedad. Puede llevarse a cabo en el Juzgado, en la oficina del mediador,
en la escuela. Lo importante es que quienes participan de él crean en la Mediación.
Es un proceso que se desarrolla en un espacio de confianza y en el que se generan
conversaciones colaborativas, diálogos abiertos que permitirán trasformar las posturas
antagónicas y confrontativas, las verdades absolutas (posiciones), las miradas detenidas en
el pasado, las quejas, en necesidades, deseos, ofrecimientos y propuestas.
Los consultantes, integrantes de una familia, en el caso de la Mediación Familiar,
revalorizarán, ejercitarán y/o descubrirán sus propias habilidades y recursos para
autogestionar la solución de sus problemas focalizando la mirada en el futuro, en sus
proyectos y sueños personales y familiares.
Para que estos objetivos se hagan posibles, es fundamental que los encuentros reúnan a
todos los actores: consultantes, familia, red familiar y social. Podríamos llamarlas
entrevistas de “múltiples actores”, según las define Jakko Seikkula en el Seminario
Internacional “Diálogos abiertos en prácticas relacionales”, dictado en Argentina en mayo
del corriente año.
El mediador es el facilitador de las conversaciones y parte integrante del equipo de trabajo
que se conforma en cada entrevista.
La tarea del equipo es una pequeña obra de arte, un delicado bordado realizado con hilos de
múltiples grosores y colores: descripciones individuales controversiales y controvertidas,
emociones, silencios, pequeños pasos, avances, retrocesos, reclamos, deseos, proyectos.
El progreso de la obra irá fluyendo con el gradual crecimiento y empoderamiento de la
familia en la gestión de las soluciones y culminará con una nueva descripción conjunta,
pacífica y tranquilizadora, de la situación que convoca a la mediación.
En esta tarea, se tendrán en cuenta las ideas de multiplicidad de voces y perspectivas
múltiples.
Cuando hablo de multiplicidad de voces me refiero a la necesidad de que todas las voces,
presentes, ausentes, las más débiles, las más importantes, las internas, las externas, tengan
un espacio en la entrevista. Todas serán escuchadas.
Las voces no son solamente aquellas con las que hablamos sino también las que están en
nuestro interior mientras escuchamos.
“El hablar a otro u otros puede describirse como una conversación exterior, por otra parte,
mientras escuchamos hablar a otros, mantenemos con nosotros mismos una conversación
interior. Si dejamos que un tema determinado pase una y otra vez de las conversaciones
externas a las internas y de estas a aquellas, podríamos decir que pasa a través de la
perspectiva de varias conversaciones interiores y exteriores. Bateson mostró un gran interés
por la importancia de las perspectivas múltiples: una misma cuestión podría entenderse de
manera diferente en las diversas perspectivas y, al agruparlas (como en este proceso
reflexivo), estas diferentes maneras de entender la cuestión podrían crear nuevas ideas
acerca de ella” (Andersen, 2005).
Influyen fuertemente en este modo de encarar la mediación, las ideas del posmodernismo,
del construccionismo social, del dialogismo y los principios de la hermenéutica.
Con este formato, todo lo dicho sobre la presencia de los niños en el proceso de Mediación
Familiar es de aplicación para cualquier otro tipo de entrevista.
Los niños en la entrevista
Los niños son personajes adorables y complejos, tiernos, desafiantes, vulnerables, ruidosos,
caóticos, creativos, transparentes, espontáneos…
Producen en nosotros sensaciones, sentimientos y actitudes de las más variadas.
Representan la realidad presente, la cotidianeidad, el futuro, la trascendencia y también
nuestro pasado, nuestro envejecimiento y nuestro niño interior, olvidado, escondido o
presente, determinante en nuestra subjetividad. La infancia es un concepto que ha ido
variando a través de la historia, en su estatus legal, social, en su rol dentro de la familia, en
la forma en que ha sido cuidada o descuidada, protegida o sometida por las instituciones.
Sin embargo, y a pesar de estos cambios, mantiene intacta la característica intrínseca de
novedad, pureza y pensamiento mágico: “Con los ojos abiertos, miro a mi alrededor, pero
cuando los cierro veo lo que quiero yo” (Canción infantil “Si cierro mis ojos”. DVD Bubba
descubriendo el cuerpo" Primeros pasos producciones.)
De la relación del niño y el adulto dice Tonucci: “El largo período más importante de toda
la vida, en el cual se sientan las bases sobre las que se construirán la personalidad, la
cultura, las habilidades de la mujer y del hombre, es el de los primeros días, los primeros
meses y los primeros años.(…) Tener en cuenta sus exigencias y sus ideas puede comportar
profundas adaptaciones y renuncias en los adultos.(…) Este niño tan (…) difícil de
escuchar y de aprender, tiene en sí una fuerza revolucionaria: si estamos dispuestos a
ponernos a su altura y a darle la palabra, será capaz de ayudarnos a comprender el mundo y
nos dará la fuerza para cambiarlo” (Tonucci, 2003).
¿Qué lugar ocupan o pueden ocupar los niños en el proceso de mediación familiar? ¿En qué
momento pueden participar? ¿En qué casos? ¿Desde qué edad? ¿De qué forma? ¿Para qué?
Como hemos visto, el cambio de paradigma legal instala en la sociedad el principio por el
cual la voz de la infancia es un derecho que debe ser respetado y puesto en práctica. Sin
embargo, no se trata solo de una cuestión legal sino también de resaltar el valor del
lenguaje, de la polifonía, de las relaciones, de los encuentros humanos entre adultos y
niños. Somos en las relaciones.
¿Desde qué edad pueden participar?
El lenguaje aparece desde el primer instante de vida, en la mirada del bebé a su madre, en el
contacto de los cuerpos, en los gestos, en la escucha al estar con otros, en el tacto.
Es maravilloso ver a pequeños de un año dialogando entre sí con sus monosílabos, risas y
gorjeos2. ”Lo primero que aprendemos es a respirar y lo segundo es a estar en la relación”3
(Seikkula, 2012). La relación es el lenguaje, el lenguaje es la relación.
La visibilidad de la voz del niño existe desde el mismo momento de su nacimiento. (Antes
aún para algunos autores).
Colwyn Trevarthen entre los años 60-70 realizó estudios sobre el lenguaje entre la madre y
el bebé pequeño y concluyó que los pequeños están en un diálogo activo con su madre y su
padre permanentemente e inclusive anticipan el final de una frase con movimientos
corporales, sonrisas, sonidos.
Con todo esto quiero decir que los niños pueden participar en las reuniones de mediación
desde muy pequeños.
El lenguaje de ese período será el lenguaje del cuidado y lo nutricio, de la comunicación
visual y el contacto físico, del arrullo.
¿Cuándo? ¿En qué momento del proceso de Mediación?
Es conveniente la participación de los niños en aquellos casos en los que se tratarán temas
cuya decisión o resolución traerá cambios en sus vidas. Es mejor recibirlos al principio del
proceso de mediación, antes de que se tomen las decisiones sobre los temas en disputa y
luego de haber obtenido la autorización de los padres para invitarlos. Es muy importante
que los niños sepan que sus padres están trabajando juntos para que todos estén mejor.
Otro momento importante para recibirlos es en el momento del cierre, cuando los padres
han podido (o no) acordar soluciones. Es una etapa de evaluación de lo realizado, de
información a los niños de los acuerdos y decisiones tomadas, de fortalecimiento de la
pareja parental y de los lazos familiares.
¿Cómo será su participación?
La participación de los niños será acordada y programada junto con los padres o adultos
responsables y, por lo general, serán encuentros conjuntos entre los adultos y los niños.
El espacio físico estará preparado para recibir a los niños según su edad. Será útil contar
con algunos elementos adecuados a diversas edades: títeres, autos, bloques, muñecos,
lápices, hojas.
El mediador debe conocer la información que los padres, con anterioridad, han brindado a
los niños sobre el proceso de mediación y sobre la situación familiar. También es muy
importante que el mediador permita que los padres sean nuestros guías en lo que se refiere a
las “leyes familiares”.
El mediador no tiene que ser un especialista o experto en niños para poder incluirlos en la
entrevista. Debe conocer las etapas evolutivas de los niños y sus características, realizar
lecturas adecuadas sobre las necesidades de estos según su edad, y sobre todo, tener la
experiencia real de hablar con niños de todas las edades en distintos contextos.
De cualquier manera, la base para que todo salga bien es creer que la presencia de los niños
es necesaria y útil en las entrevistas, siempre bajo ciertas condiciones de cuidado y
preparación del encuentro.
Las conductas de los niños en la entrevista, sus palabras, sus juegos y dibujos no serán
interpretados, son simplemente una forma de lenguaje en la conversación que irá siendo.
Se tendrá especial cuidado en respetar a quien no quiera hablar. El silencio es una forma de
lenguaje.
¿Qué lugar ocupan los niños en la entrevista?
Esta pregunta es crucial. Los niños no llegan a la entrevista para decidir, definir,
desempatar, relatar quién tiene razón. Son incluidos para participar en las conversaciones
colaborativas que permiten la construcción de realidades diferentes de las que se vienen
armando en el centro de la disputa.
Los niños no participan en Mediación para decidir lo que los adultos no pueden. Es
fundamental tener en cuenta que el rol de los padres como pareja parental es la de asumir la
responsabilidad de tomar las decisiones que consideren adecuadas para la familia, teniendo
en cuenta las opiniones de los niños.
Los niños no deben cargar con responsabilidades que no les competen. Ponerlos en ese
lugar es tenderles una trampa en nombre de los derechos del niño.
A los niños no les interesa el contenido de los acuerdos, les hace bien saber que son
escuchados, que sus palabras, emociones y necesidades son tenidas en cuentas, pero sobre
todo, que sus padres se han puesto de acuerdo. Esto les produce un gran alivio4.
3. Algunas reflexiones personales desde la práctica
Pienso en algunas entrevistas realizadas como mediadora u orientadora familiar con niños y
adultos. Lo primero que me aparecen, son nombres5: Amín, Gastón, Guido, Hernán,
Santiago, Alejandro, Johana.
Amín, 16 años, familia islámica, con su madre Amira, problemas sucesorios entre
hermanos numerosos de su mamá.
Gastón, 17 años, con su mamá Verónica y su hermanito Matías de 10. Doble orfandad
producida por el fallecimiento del marido de Verónica y padre de su hermano hace siete
años. Comienza a insistir en conocer a Nicanor, su padre biológico que niega serlo.
Guido, 6 años, su abuela Cocha, su madre Marisa y su tía Eliana, todas queriendo cuidarlo.
Manuel y Joaquín, de 17 y 13 años respectivamente, intentando viajar a España con su
madre ante la negativa de su padre.
Hernán, 13 años y Javier, 8, con su mamá Isabella recién divorciada y simultáneamente
viuda de Luis, el papá.
Santiago, dos años, a upa de su papá y de su mamá, alternativamente, durante dos
entrevistas, abrazados, mimoseándose. Se organizaban los encuentros entre el hijo y sus
padres a partir de una separación reciente.
Alejandro, jovencito punk de 15 años con cresta escondida en la capucha de su campera y
sus padres angustiados por el eslogan “no hay futuro”.
Johana, de 4 años, que vino con sus padres Amalia y Darío, que quiere tener el mismo
apellido que su papá cuando en primer grado la señorita tome lista. Iniciamos trámites de
adopción.
Cada primer encuentro con los niños y la familia me trae un cosquilleo interno, el mismo
que sentía hace 35 años cuando tenía 20 o 25 chicos frente a mí¸ maestra de 3° grado, el
primer día de clases, el primer minuto de la primera hora en el aula, todo para descubrir,
todo por construir.
Pasan cosas intensas en los encuentros, aunque al principio, muchas veces, es una especie
de nada incómoda.
Hay un murmullo inicial, voces, sillas que se acomodan, cubos de madera que chocan entre
sí movidos por manitos pequeñas, “palabras llenas de letras”, balbuceos infantiles, saludos
de bienvenida, preguntas de niños, el llanto de un bebé, todo es la materia prima con la que
se trabajará la obra en forma conjunta.
El contacto visual es poderoso. Los ojos son la ventanita del alma, como dice una canción
infantil. Mirarnos un poco antes de empezar y mientras flota la pregunta ¿cómo están?, ese
paneo que nos hacemos entre todos, es el segundo momento vital de la entrevista.
Es muy hermoso mirar a los padres mirar a sus hijos mientras ellos hablan. Tienen una
expresión de orgullo y ternura.
Además cuando hablan de sus hijos, desaparecen por algunos instantes los gestos de enojo
mutuo y aparece una descripción común de la construcción de una obra conjunta.
Se percibe un clima diferente en la entrevista cuando los niños de los cuales se habla están
presentes, las palabras se eligen con más cuidado.
Como si sacáramos una foto familiar, todos se esfuerzan, todos nos esforzamos por salir
bien.
Repentinamente, siento que la conexión se produjo.
Es una sensación fuerte de cercanía, aparece (¿o tejimos?)6 un hilo invisible que va desde el
corazón de cada uno de nosotros hasta el del otro. En ese momento las cosas mejoran,
comenzamos a sacar fotos espontáneas. Todos podemos ser en el intercambio. Nos
permitimos mutuamente mostrarnos como imperfectos.
Aprendí a tener paciencia, sé que en algún momento el hilo aparece, me permito flotar
tranquila en la nebulosa inicial de desconexión, aridez e incertidumbre. La conexión
aparece indefectiblemente.
En mis comienzos, las reuniones de padres con hijos me confundían. Algunas veces, sin
experiencia todavía y con poca confianza en el valor de la construcción en equipo, me
tentaba ejercer algún tipo de maternaje.
Más adelante, comencé a disfrutar.
En ocasiones siento o presiento algún tipo de “presión o dominación” de algunos sobre
otros. Me dejo guiar por la intuición, si algo me incomoda o me inquieta en la entrevista, lo
hago saber, y también chequeo la comodidad de todos.
El diseño conjunto del formato y temática de la entrevista me ayuda a trabajar más
tranquila.
Aprendí, con ayuda de mis maestros sabios, que si lo único que percibo o me llega del otro
son sus imperfecciones y no puedo revertirlo, el equipo de trabajo constructivo no se ha
podido formar. Encontré mi límite, será el momento de dar por finalizada la tarea de este
equipo. El trabajo en comediación facilita, entre otros, este tema.
Una entrevista, muchas voces
Luis falleció hace un mes, en febrero de 2011, es el padre de Hernán y Javier, murió luego
de tres semanas de enfermedad intensa. Acababa de divorciarse de Isabella, la madre de
Hernán y Javier.
En las entrevistas de mediación previas al divorcio, los hijos no estuvieron presentes
físicamente pero sí sus voces, con mucha intensidad. Trabajamos en equipo con otra
mediadora. Fueron conversaciones tristes, profundas y bellas.
Los chicos sabían que esto estaba sucediendo, sus padres les contaron que estaban
trabajando mucho para que toda la familia estuviese mejor.
Los pedidos de Hernán y Javier a sus padres y los deseos de Luis e Isabella para sus hijos,
ocuparon gran parte de las conversaciones.
Después de muchos años de desencuentros, maltrato y dolor, infidelidad y violencia, Luis e
Isabella recuperaron el diálogo. Las voces de los hijos pudieron entrelazarse con la
presencia y las palabras y acciones de sus padres para la paz de la familia.
Todo terminó con una gran apuesta a las conversaciones, Luis e Isabella descubrieron que
sí podían, aún divorciándose, encontrarse y comprenderse, amarse de otra forma, pedirse
perdón, disfrutar de la tarea conjunta de ser padres, estar cerca.
Un mes después de la muerte de Luis, llegaron Hernán y Javier a una entrevista casi
arrastrados por Isabella, con la compañía de dos tías, una materna y otra paterna.
Isabella aprendió que las conversaciones hacen bien y para eso viene, a seguirlas, esta vez
con sus hijos.
Hernán de 13 años está muy rebelde, no escucha ni mira ni obedece ni le habla a su madre.
Javier de 8 años, acompaña.
Las tías vienen a hacerles saber a los chicos que la familia completa está para ayudarlos y
acompañarlos.
Hernán no quiere hablar, está enojado, distante, molesto, molesta.
Javier, acompaña.
Los adultos: mediadoras, madre y familia, mantienen una conversación y admiten el
silencio de los chicos. Hay dolor, preocupación, desolación, sobrecarga.
¡Qué sensación sorprendente para un niño ver llorar a los padres! Sentirlos de carne y
hueso, escucharlos hablar de sus penurias, saberlos vulnerables. Qué poderosa fuerza la del
amor en público, saberse queridos delante de otros.
Isabella está desorientada, ansiosa, quiere que todo esté bien, está preocupada por el
silencio de Hernán. Las tías aportan mucho amor para todos y mucha comprensión.
Se cuentan anécdotas, aparece Luis.
También aparece un espacio para los deseos. Hernán quiere jugar al futbol a la salida del
colegio, no por eso se olvidó de su papá ni va a dejar de estudiar. Javier muestra cuánto le
gusta dibujar y pide hacer deporte todos los días.
Isabella, sobrecargada y asustada, escucha los pedidos de sus hijos.
Las palabras van ocupando algún lugar en la tristeza. Todos, incluyendo la voz de Luis,
estamos un poco más aliviados.
La conversación gira hacia el duelo, pasa por la ausencia y termina con la idea de soportar
el paso del tiempo para estar mejor.
Se decide respetar la voluntad de los chicos de no participar en conversaciones de
Mediación si no desean hacerlo.
4. Infancia. ¿Para qué sirve la voz?
Entonces, y después de lo expresado en los puntos anteriores, me pregunto nuevamente:
¿para qué sirve la voz de la infancia en mediación?
Algunas respuestas podrían ser:
Para que niños, niñas y jóvenes, acompañados por su familia y por la red que los atraviesa y
los circunda, se entrenen en el armado de modelos inclusivos, generadores de
movimiento e intercambio.
Para que todos los integrantes de la familia puedan reconocerse como seres valiosos y
únicos.
Para que los niños, en el ámbito cuidado de la mediación, puedan registrar sus emociones,
necesidades y puntos de vista, darlas a conocer y sean escuchadas y tenidas en cuenta
por todos.
Para favorecer el ejercicio de los derechos y garantías de los niños, ya que son titulares
por ley y por derecho natural de los seres humanos.
Para que en la práctica de compartir conversaciones colaborativas, diálogos abiertos, niños
y adultos, comprendan y reconozcan el valor de la palabra como constructora de
realidades.
Para entender a la participación como un proceso de construcción y aprendizaje
conjunto, que contribuye al desarrollo de sociedades más democráticas (Unicef, 2006).
Para que los niños perciban los beneficios del disenso y de mantener ideas diferentes u
opuestas en una conversación sin que esto convoque al combate de pensamientos.
Para que el silencio sea reconocido como una forma de lenguaje.
Para que el problema que afecta a una pequeña comunidad o a un grupo específico sea
concebido como un problema público, es decir, de todos y todas (Unicef, 2006).
Para que niños y adultos en diálogo ejecuten la sinfonía del encuentro.
Para que niños y adultos y operadores familiares, disfruten de la magia misteriosa de las
conversaciones.
Para apostar al poder de los niños para la paz, como seres multiplicadores de un modelo
conversacional constructivo, germen de una sociedad más pacífica.
Considero este el comienzo de una conversación, el inicio de una reflexión grupal.
Podemos continuarla juntos, para ello, dejo mi correo electrónico:
[email protected].
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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tomar prestados mis ojos, pero no deben quitármelos!, en: S. Friedman, Terapia
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Notas
1
Aclaramos que por una razón de espacio y para facilitar la lectura, cada vez que necesitemos mencionar
niño/s, niña/s y adolescente/s serán referidos como niño/s.
2
Youtube. Talking twin babies. Parts 1 y parts 2.
3
Jakko Seikula en SEMINARIO INTERNACIONAL. Fundaces. Houston Galveston Institute. Diálogos
abiertos en prácticas relacionales. Respetando la otredad en el momento presente. 13 y 14 de mayo de 2012.
Buenos Aires. Argentina.
4
Un dramático ejemplo puede verse en la película iraní “La separación” (2011), dirigida
y guionada por Asghar Farhadi. Un juez, luego de una larga contienda judicial de una
pareja por su separación, decide escuchar a la hija de ambos, y, en la escena final, le pide
que elija con cuál de los padres quiere vivir. ¿Derechos del niño?
5
6
Los nombres de los consultantes han sido cambiados.
Recuerdo la hermosa metáfora de la escultura “Maman” (1999) de la escultora y psicoanalista Louise
Bourgeois. Según los críticos de su arte, ella veía a la araña como un símbolo supremo de la infinidad de la
vida, que se renueva constantemente en una tela de araña que se va tejiendo poco a poco.
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