62 San Lorenzo Diario del AltoAragón - Lunes, 10 de agosto de 2015 Personajes Teresa de Jesús en la obra de Ramón J. Sender Jesús VIVED MAIRAL Periodista Virgilio IBARZ SERRAT Profesor de Historia de la Psicología AMÓN J. Sender descubrió a Teresa de Ávila en Reus. Nos lo cuenta: "En 1913, siendo alumno interno en el colegio de la Sagrada Familia en Reus y teniendo yo la importante edad de doce años nos llevaron a todos los estudiantes a un teatro -una especie de auditorio municipal- donde se celebraba una velada en honor de Santa Teresa. No saqué gran cosa en limpio de todo lo que oí pero la figura de la escritora santa quedó grabada en mi imaginación". Este recuerdo perduró durante toda su vida. En una carta Sender expone que empezó a escribir El Verbo se hizo sexo, la primera novela sobre Teresa de Jesús, en Zaragoza, cuando tenía dieciséis años, y estaba cursando el bachillerato en el Instituto Goya. Con el tiempo confesaría que se sentía avergonzado de una obra que no quería citar, y que creía haber corregido con Tres novelas teresianas, la segunda novela. Sender trabajó como redactor en El Sol de 1924 a 1930. En 1930 deja este trabajo y empieza a colaborar en la prensa anarquista. Sabemos que los redactores de El Sol leen las obras de Freud. Sender, en 1931, publica El Verbo se hizo sexo, la biografía novelada de Teresa de Jesús. Sender no era un autor neófito en el panorama literario del inicio de la Segunda República. Con anterioridad había publicado El problema religioso en México: católicos y cristianos (1928), Imán (1930) sobre la guerra de África, y América antes de Colón (1930), además de llevar más de una década publicando de manera asidua en la prensa de Aragón y en la prensa nacional. Sobre El Verbo se hizo sexo, Sender expuso que "se publicó el manuscrito sin verlo yo. Se lo había prestado a un amigo -yo estaba en el campo, en el verano-; se lo había prestado para que lo viera, pensando yo reescribirlo porque lo consideraba una tontería de la adolescencia, un ejercicio de instituto. Y él lo publicó pronto. Cuando me di cuenta ya estaba en las librerías". El Verbo se hizo sexo venía a sumarse a la bibliografía teresiana, que se enriquecía en aquellos años con títulos como Santa Teresa y otros ensayos (1929) de Américo Castro; Patografía de Santa Teresa de Jesús y el instinto de muerte (1932), de Novoa Santos; y Teresa de Jesús (1932), drama de Eduardo Marquina. Sender, en el "Prólogo" de El verbo se hizo sexo, expone que al decir el Verbo se hizo sexo no se ha propuesto rebajar al Verbo ni a la santa, sino elevar el sexo, que tanta importancia tuvo en el misticismo. La moral impuesta por la tradición católica, pretendiendo resolverlo todo al margen de los sentidos, crea y difunde los mejores argumentos sensibles y los aplica a todas las cuestiones. Para Sender, "Santa Teresa no fue una histérica porque para serlo le faltaba la conciencia de su propia carne y de la carne ajena, y desconocía por completo -intuitiva y experimentalmente- la feroz estética de los sexos". Sender se había interesado en el pensamiento freudiano. Sin embargo, precisa que "Freud creería desmenuzar y explicar a Santa Teresa, pero lo más probable es que la santa lo pusiera en ridículo. La ciencia no puede nunca ver más allá de un genio, como no ve más que la mitad de la vida". Sender expone que no ha querido hacer una biografía circunstanciada y fiel de Teresa de Jesús. Su figura representa muchas cosas en España. Pero, sobre todo, ofrece un caso de psicología femenina muy tentador. Teresa no conoció el odio. Fue toda amor, y además amor crudo, natural, carnal, sin melindres teológicos. Su amor llegó a sublimizarse y a sublimizarla y la llevó a los altares. Nunca un sexo fue más puro. Nunca como en Teresa se vio patente la divinidad del sexo. Sender termina el "Prólogo" diciendo que si hubiera titulado el libro "Santa Teresa de Jesús", el público burgués hubiera evocado una imagen de madera. Este público no comprende la psicología del personaje. Nunca podrían Dos de las obras de Ramón J. Sender, dedicadas a Santa Teresa de Jesús imaginar que tras el nombre de Teresa de Jesús hubiera la base de una Iglesia española fallida en Felipe II ni la primera muestra de la capacidad política de la Iglesia. Debemos tener en cuenta que Sender abjuró de El Verbo se hizo sexo en diversas ocasiones, y no permitió que se publicara en la edición de sus Obras Completas. Sus derroteros personales posteriores le hicieron rechazarla. Posteriormente publicaría Tres novelas teresianas. En el "Epílogo" de esta obra hace constar que la novela la terminó de escribir en Nueva York, en octubre de 1963. La primera edición es de 1967. La novela contiene tres relatos: "La puerta grande", "La princesa bisoja" y "En la misa de fray Hernando". En el primer relato "La puerta grande", reelabora las dos primeras partes de la obra de 1931, con lo que concluye la historia de El Verbo se hizo sexo. Teresa vive, "En la puerta grande", los momentos de su decisión vocacional. Está siguiendo la misa en la catedral de Ávila. Aquel día el cura párroco de la catedral hizo una corta plática. Glosó algunas frases de los Evangelios y habló de la puerta grande -la de la sensualidad- que lleva a la muerte y la puerta estrecha, la de la virtud, que conduce a la vida. Al lado de Teresa había un bajorrelieve con tres figuras. Una mujer que podría ser ella -Teresa-, un hombre calvo y lastimoso y entre ellos el diablo. Un trío que Teresa no acababa de entender. Y detrás había una puerta. "El diablo tenía una risa desgarrada y parecía estar diciendo: Ya verán ustedes como los tres nos vamos por la puerta grande". Para Sender, no se podía decir que Teresa estuviera enamorada de su primo Diego. En todo caso su amor había sido ese amor de la infancia, todavía falto de objeto, vago e indeterminado, que es el único amor capaz de justificar el prestigio de ese sentimiento entre los hombres. Teresa no entendía de amor ni en los otros ni en sí misma. Contemplando una imagen religiosa de la catedral de Ávila sobre la cual la luz de las vidrieras de la catedral hacía juegos caprichosos, suspiraba. "El amor estaba allí. No sabía qué clase de amor, pero en todas las cosas hermosas estaba el amor". Teresa no se encontraba mal en el convento, aunque a veces le angustiaba aquella extraña soledad en medio de tantas personas. Algunas tardes de cielo bajo y gris lloraba y la madre Consolación se le acercaba, le ponía la mano en el cabello y le decía: "Todo pasa, hija mía. Sólo Dios queda". Desde su celda, Teresa veía tejados y nubes. Las nubes pasaban y se iban, todo se iba a alguna parte. El viento, las nubes, la juventud, la amistad, la vida. Sin embargo, quedaba dentro de ella algo permanente, algo fijo, seguro y sin nombre que ni envejecía ni se iba ni la abandonaba. "Era la vida aquello. La vida interior, en cuyo centro estaba Dios, el que quedaba. El único que quedaba". Teresa comenzaba a ver que hay misterios que nos acompañan y nos rodean, y están tan cerca y son tan claros que muy pocas personas llegan a advertirlos. El simple hecho de vivir, respirar, estar de pie o acostado, penar, querer y soñar era una deslumbradora cadena de prodigios. A medida que iba profundizando en esta idea se sentía más segura de sí y menos desgraciada. Algunos días tenía que disimular su alegría para no ofender a las monjas. En nuestra opinión, en la segunda novela de Sender sobre la vida de Teresa se produce un cambio radical. Hemos de tener en cuenta que cuando se publica El Verbo se hizo sexo Sender tiene treinta años, y sesenta y seis cuando se publica Tres novelas teresianas. Sender, en Tres novelas teresianas, no hace ninguna interpretación de las visiones y los éxtasis y Teresa se desexualiza. Es significativa la presencia en la obra de nuestro autor de doncellas vírgenes con un papel de mediación y de alumbradora esperanza. En la tesis doctoral de Elsa Delia Álvarez, La obra de Ramón J. Sender (Estudio de personajes femeninos), hemos encontrado algunas claves que nos ayudan a comprender la visión de lo femenino en Sender. Por otra parte, sabemos que para Sender las palabras más bellas en lengua castellana son libertad, amistad, tolerancia, alborozo, adecuación, nostalgia, certidumbre, voluptuosidad, firmeza y misterio. No aparece la palabra "muerte", pero sí "misterio", enlazada con la más honda aspiración suya. No en vano dijo: "Todo es contingente menos el misterio de la necesidad de trascender". Sender abjuró de El Verbo se hizo sexo en diversas ocasiones, y no permitió que se publicara en la edición de sus Obras Completas