San Salvador, a las doce horas del día diez de marzo de mil

Anuncio
2-51
Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las doce horas del día diez de marzo de mil
novecientos cincuenta y uno.
Este expediente de inconstitucionalidad ha sido promovido por don Adrián Amaya, mayor de
edad, barbero, de este domicilio, quien con fecha dos del corriente, haciendo uso del derecho que
otorga a todo ciudadano el Art. 96 de l Constitución Política, y fundado en los razonamientos que
expresa y que serán reproducidos adelante, pide: Primero- que se declare inconstitucional el
Decreto Legislativo No. 133, de veinte de febrero próximo anterior, publicado en el "Diario
Oficial " No. 39 del Tomo 150, correspondiente al día d26 del mismo mes, Decreto por el cual se
modifica el Título I Asamblea Legislativa. Capítulo Único del Presupuesto General vigente, en el
sentido de reforzar la Partida V-13. Para atenciones y recepciones, con la cantidad de un mil
colones que se tomará del Art. 1-Sueldos Permanentes del Titulo y Capítulo antes mencionados;
Segundo- que se declare de aplicación inconstitucional el Art. 1 del Decreto No. 11 emitido por
la Honorable Asamblea Nacional Constituyente con fecha veinticinco de agosto de mil
novecientos cincuenta, publicado en el Diario Oficial No. 186 del Tomo 149, correspondiente al
28 del citado mes de agosto, disposición en cuya virtud los miembros de dicha Asamblea, que
según el propio Decreto debía instalar como Legislativa el día catorce de septiembre del mismo
año próximo pasado, durarán en sus funciones hasta el día treinta y uno de mayo de mil
novecientos cincuenta y dos, y Tercero- que se declaren inconstitucionales todos los Decretos,
ordenes o resoluciones que emita la Honorable Asamblea Legislativa a partir del primero de
junio próximo entrante.
Además del peticionario. La intervención en el expediente el doctor Don Francisco Guillermo
Pérez, mayor de edad, abogado, de este domicilio, como Fiscal General de la República,
sosteniendo en ese carácter la improcedencia de la solicitud del señor Amaya. La personería del
doctor Pérez se ha establecido con el Acuerdo de su nombramiento, de fecha 2 de enero del año
en curso, publicado en el "Diario Oficial" No. 3 del Tomo 150 de 5 del mismo mes.
Leídos los autos, y
Considerando:
I- Sobre inconstitucionalidad del Decreto Legislativo No. 133 de 20 de febrero de 1951.
1- Para fundamentar la tesis de inconstitucionalidad de ese Decreto, el peticionario expresa lo
siguiente: que consta en los periódicos de esta capital que la Honorable Asamblea recesó el día
23 de enero próximo pasado: que según el Art. 36 de la Constitución, únicamente Ley dos
períodos ordinarios de sesiones de la Asamblea Legislativa, uno que principia el primero de junio
y el otro el primero de diciembre de cada año: que esos períodos durarán el tiempo que fuere
necesario y no podrán ser suspendidos por lapsos de varios días o meses antojadizamente, puesto
que ello se prestaría a burlar la disposición que los establece, lo cual quiere decir que terminado
un período ordinario, únicamente puede iniciarse otro, el primero de junio o el primero de
diciembre, según el caso; y que por lo tanto la actual Legislativa no pudo principiar válidamente
un nuevo período ordinario de sesiones con fecha quince de febrero anterior, tal como lo ha
hecho, y no tiene facultad para promulgar Decretos como el No. 133, de veinte del citado mes de
febrero, pues en los momentos actuales la Asamblea sólo podría reunirse en virtud de
convocatoria expresa del Poder Ejecutivo o de la Comisión Permanente y para el solo efecto de
conocer de los asuntos determinados en dicha convocatoria; y como tal requisito no ha sido
llenado, es incontrovertible que el Decreto aludido es inconstitucional.
Posteriormente y para probar, dice el señor Amaya en escrito de fs.14, que efectivamente la
Asamblea entró en receso dicho señor presentó un ejemplar de "El Diario de Hoy" de esta Capital
correspondiente al dieciocho de febrero del corriente año, en cuya página tres aparecen una
declaraciones del doctor Julio Eduardo Jiménez Castillo, quien manifiesta allí, entre otras cosas,
lo siguiente: "En cuanto a que esta Asamblea ha terminado con los períodos ordinarios, también
creo que el Coronel Menéndez está en la razón, porque nadie puede negar que los señores
Diputados recesaron por haber entrado en vacaciones, aunque a última hora lo nieguen, ya que tal
hecho fue dado a conocer por la prensa de la capital en su oportunidad.
2. Acerca de este primer punto planteado por el solicitante (inconstitucionalidad del Decreto
Legislativo No. 133, de 20 de febrero anterior) el señor Fiscal General de la República ha
presentado a su vez una certificación extendida con fecha veintidós del mismo mes de febrero
próximo pasado, por el Primer Secretario de la Asamblea Legislativa, don Juan José Castañeda
Dueñas, certificación en que se transcribe íntegramente el acta de la Septuagésima Sesión
Ordinaria de la Asamblea, celebrada a partir de las nueve horas y cincuenta minutos del día
veintidós de enero del presente año. Al final del acta se encuentra el párrafo que dice: "El
Presidente cerró la sesión a las trece horas, convocando para la próxima a las nueve horas del
quince de febrero próximo entrante."
Fundado en ese documento, el señor Fiscal General sostiene que no hubo receso de la Asamblea
y que ella pudo por lo mismo emitir el Decreto No. 133.
Manifiesta dicho funcionario que el receso es algo que no puede presumirse, que para que exista,
es indispensable una declaratoria expresa, la cual, hasta estos momentos, no ha sido hecha, que la
única razón que aduce el señor Amaya para demostrar el receso, es el hecho de haber dado una
noticia al respecto los períodos de esta capital, que ninguna persona que se estime podrá basar
seriamente la existencia de un hecho jurídico en una publicación periodística; que tiene
conocimiento de que el Señor Amaya ha presentado a esta Corte un ejemplar de "El Diario de
Hoy", en el que aparecen una declaraciones del doctor Julio Eduardo Jiménez Castillo
sosteniendo la tesis de la existencia de receso legislativo por haberlo publicado así la prensa; y
que dada la reconocida ponderación del doctor Jiménez Castillo, una actitud semejante sólo se la
explica el señor Fiscal, como un desliz de la pluma o de la lengua.
3.- Al afirmar que hubo receso de la Asamblea el veintitrés de enero anterior y que de
consiguiente no pudo principiar un nuevo período ordinario de sesiones el quince de febrero, el
señor Amaya sostiene un punto de hecho que ha debido Comprobar y que no ha comprobado en
ninguna forma. El ejemplar de "El Diario de Hoy" agregado a fs.15, en que el doctor Jiménez
Castillo expresa la opinión de que nadie puede negar que los señores Diputados recesaron, "ya
que tal hecho fue dado a conocer por la prensa de la capital en su oportunidad", no es un
documento que pueda invocarse como prueba del receso. La prueba pertinente sería una
certificación del punto de acta en que apareciera la resolución de la Asamblea de entrar en receso,
esto es, de poner término al período de sesiones ordinarias.
Para rechazar la solicitud de inconstitucionalidad del Decreto No. 133, bastaría referirse a la no
comprobación del receso de la Asamblea y a la falta de seriedad que denota el querer apoyar una
solicitud de esa naturaleza en informaciones de los periódicos; pero como el solicitante, al hacer
mención de los periodos ordinarios de sesiones de que trata el Art. 36 de la Constitución Política,
alega que esos periodos no pueden ser suspendidos por lapsos de varios días o meses, porque ello
se prestaría a burlar la disposición legal que los establece; y como por otra parte, con la
certificación presentada por el señor Fiscal General de la República, y agregada a fs.10-13, se
evidencia que en sesión de veintidós de enero último la Asamblea quedó convocada para celebrar
su próxima sesión el quince de febrero subsiguiente, o sea veinticuatro días después, esta Corte
considera necesario examinar si es atendible o no la alegación de que los periodos ordinarios no
pueden se suspendidos por varios días, por que ello se prestaría a burlar la disposición
constitucional que los establece.
La disposición contenida en el primer inciso del Art.36 de la Constitución tiene por objeto
señalar al Cuerpo Legislativo las fechas en que deberá reunirse ordinariamente, cada año, en la
capital de la República, sin necesidad de convocatoria (el primero de junio y el primero de
diciembre), con la advertencia de que los respectivos periodos de sesiones durarán el tiempo que
fuere necesario. La norma es categórica y precisa, menos en lo que se refiere "a la duración de los
periodos". En la imposibilidad de fijar de antemano esa duración, puesto que ella depende
necesariamente de circunstancias variables, como el mayor o menor número de asuntos que debe
considerar la Legislativa, la mayor o menor complejidad de los problemas que deba resolver etc.,
la Constituyente prefirió dejar ese punto de la duración de los periodos a la apreciación y
resolución del Cuerpo Legislativo mismo quien, en cada caso, y atendidas aquellas
circunstancias, debe señalar la fecha en que termina el respectivo período de sesiones. Es al
Cuerpo Legislativo, pues, a quien corresponde exclusivamente la facultad de pronunciarse con
respecto a la fecha de su receso. Y si esto es así, si la Asamblea está facultada para celebrar
sesiones por un tiempo más o menos largo, dentro de los seis meses que separan a una y otra
fecha de iniciación de período, con mayor razón puede ella suspender o diferir la celebración de
sesiones, cuando a su juicio exista motivo para hacerlo, sin que esto pueda interpretarse como
una burla del precepto constitucional que determina la fechas en que los periodos ordinarios
deben comenzar.
Cabe tener en cuenta, además, que no por el hecho de mediar unos cuantos días entre dos
sesiones de la Asamblea, ha de entenderse necesariamente que los Diputados suspenden sus
labores. Durante los días mencionados pueden continuar trabajando como miembros de las
Comisiones, para dar cuentan con sus informes y dictámenes en la próxima sesión; por manera
que la existencia de ese lapso no es base suficiente para presumir la simple suspensión de labores,
ni mucho menos para presumir la terminación del período, hecho este último que, según
acertadamente lo sostiene el señor Fiscal General de la República, debe constar en declaratoria
expresa del Cuerpo Legislativo y no puede presumirse.
El Tribunal encuentra infundada, en consecuencia, la pretensión de que se declare
inconstitucional el Decreto No. 133, emitido por la Asamblea Legislativa en sesión de veinte de
febrero del año en curso.
II. Sobre aplicación inconstitucionalidad del Art. 1 del Decreto No. 11 de la Asamblea Nacional
Constituyente, de 25 de agosto de 1950.
1. Alega el peticionario que esa disposición fue derogada y además esta en contradicción con
preceptos de nuestra Carta Magna, por la que pide se declare de aplicación inconstitucional,
invocando como fundamento de su solicitud, el estar completamente de acuerdo con la tesis que
sobre el particular sostuvo por la prensa el Coronel don José Asencio Menéndez, la cual
transcribe el señor Amaya y es en síntesis la siguiente:
Que el veinticinco de agosto de mil novecientos cincuenta, fecha del Decreto No. 11, la actual
Constitución no había sido promulgada; se estaba discutiendo que toda Constitución Política
forma un solo cuerpo legal, y por lo tanto no puede considerarse la existencia de ninguno de sus
Arts. por separado: que según estos principios, ningún valor tiene la aprobación y publicación de
cualquier Art. aisladamente, y que es inadmisible que la actual Asamblea, en su carácter de
Constituyente, adelantándose a la vigencia de la Constitución, haya emitido el Decreto No. 11,
basándose únicamente en la aprobación que a esa fecha se había dado al Art. 39.
Que de los Considerandos del Decreto No. 11 se desprende que dicha Asamblea, como
Constituyente, consideró que conforme al Art. 39, el período de los actuales Diputados duraría
hasta el treinta y uno de mayo del año en curso, y por ello juzgó necesario emitir aquel Decreto
prolongando tal período, con lo cual equivocadamente, quiso interpretar de manera auténtica el
alcance del repetido Art. 39, olvidando que la interpretación auténtica debe ser hecha con
posterioridad a la ley interpretada.
Que es insólito que en el Decreto No. 11 la Asamblea haya fijado la fecha de su conversión, de
Constituyente, la recepción de la protesta constitucional del Presidente electo de la República, sin
haberse terminado de discutir la proyectada Constitución, ni tenerse plena seguridad del tiempo
que llevaría su discusión, ni del día de su sanción por el Consejo de Gobierno Revolucionario, ni
mucho menos de cuando sería su promulgación.
Fue en el supuesto de aceptar la validez jurídica del Decreto No. 11, a la fecha de su
promulgación al ser promulgada la Constitución quedó derogado ese Decreto en lo referente a la
duración del periodo de los Diputados hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos
cincuenta y dos, por lo que disponer los Arts. 221 y 222 de la misma Constitución y por oponerse
terminantemente al Art. 39.
Que en caso de admitirse la vigencia legal del Decreto en cuestión, tampoco puede éste contener
reformas o excepciones a la Constitución Política, porque ellas sólo pueden efectuarse en la
forma prescrita por el Art. 223 y por otra Constituyente, nunca por la misma que dicta la
constitución
Que para que el Decreto No. 11 pudiera tener efecto con respecto a la prolongación del período
de los Diputados, sería necesario que hubiera en la Constitución una referencia expresa sobre ese
punto; pero, como no existe, debe estarse a lo que dispone el Art. 225, o sea que una ley especial
dictada por la Asamblea Constituyente contendrá las disposiciones transitorias que sean
necesarias para poner en práctica el régimen jurídico establecido por la nueva Constitución, y
como esa ley no contempló el caso, está en pie la situación jurídica planteada, consistente en que
el período de los actuales Diputados concluye a las doce de la noche del treinta y uno mayo del
año en curso.
Dice también el señor Amaya que reafirma la tesis anterior, los brillantes conceptos del doctor
don Romeo Fortín Magaña, quien opina en un periódico de esta capital, que la Asamblea
Nacional Constituyente pudo emitir el Decreto No. 11; pero que la promulgación de la
Constitución dispondrá en forma definitiva, que tal como se hizo resulto ineficaz, porque por
virtud de la Constitución quedaron derogados todos los decretos, leyes, reglamentos o
resoluciones que se opusieran a la Constitución.
2. El señor Fiscal General de la República, a propósito de la impugnación del Decreto No. 11 de
la Constituyente, estima que tal disposición está plenamente en vigencia, porque no ha sido
derogada expresa ni tácitamente y porque el Decreto No. 11, lo mismo que los Decretos Nos. 9 y
10 dela misma Asamblea, forma parte del régimen jurídico transitorio, necesario para regular la
vida constitucional de la República y permitir la aplicación de la nueva Constitución Política, con
la cual forma un todo inseparable que constituye nuestro Derecho Constitucional Positivo; y que
según se desprende de sus disposiciones, el Decreto No. 11 fue emitido especialmente para se
aplicado a la Asamblea en cuanto a su conversión en Legislativa y fijación del período de sus
actividades, señalándose como límite de éstas en el Art. 1, el treinta y uno de mayo de mil
novecientos cincuenta y dos.
3.- A continuación se examinan los razonamientos contenidos en los párrafos anteriores.
a) Aunque es verdad que el veinticinco de agosto del año próximo pasado, fecha del Decreto No.
11 de la Asamblea Nacional Constituyente, no había sido promulgada la nueva Constitución
Política, también lo es, que la mayor parte de la misma, estaba ya aprobada por la Asamblea en
aquella fecha y que entre las disposiciones aprobadas se encontraba el Art. 39, como se expresa
en el primer Considerando del citado Decreto y lo reconoce el peticionario, al suscribir la tesis
dada a conocer por los periódicos. La Constituyente, sin embargo, al emitir el Decreto de mérito,
no dijo ni podía decir técnicamente que el Art. 39 era una disposición ya en vigencia en cuya
virtud se dictaba el propio Decreto. Por el contrario, declarando expresamente que aquella
disposición no tenía aún fuerza de ley, manifestó que debiendo convertirse pronto en Legislativa,
reconocía como un deber ajustar el período de sus actividades a la mente del referido Art. 39.
Esa disposición, que adquirió fuerza obligatoria el catorce de septiembre del año anterior, al
promulgarse el Código Político de que forma parte, era ya la expresión de la voluntad de los
Constituyentes el veinticinco de agosto del mismo año, y a esa fecha, aunque sin atribuirle fuerza
obligatoria, bien podían ellos, respetando "la mente, vale decir el propósito, la intención allí
exteriorizada, que no es otra, fundamentalmente, que la de señalar a los miembros de toda
Asamblea Legislativa un período de dos años, determinar para el caso especial de los miembros
de la primera que existiría conforme a la nueva Constitución, hasta qué fecha se extenderían sus
funciones, y ello por la circunstancia notoria y por ende innegable, de que, si por disposición
expresa enunciada en el Art. 2 del mismo Decreto No. 11, disposición que no impugna
formalmente el autor de la tesis que se examina, como tampoco el peticionario señor Amaya, la
Constituyente debería instalarse como legislativa el catorce de septiembre, se hacia no sólo
necesario sino indispensable fijar con toda claridad la duración de las funciones de los Diputados
en su concepto de miembros de la Legislativa, puesto que según la voluntad Constituyente ya
externada entonces por medio del Art. 39, los miembros de las Asambleas de esa clase se
renovarían cada dos años y el período de sus funciones comenzaría el primero de junio.
Si la actuación de los Diputados, pues, como miembros de la Asamblea Legislativa, debía
comenzar el catorce de septiembre, ya se estaba disponiendo, para ese caso especial de transición,
en términos diferentes a los consignados en el Art. 39, y al hacerlo así, esto es, al fijar como
punto de partida el catorce de septiembre en vez del primero de junio, era indispensable disponer
también hasta qué fecha se extenderían las funciones de los Diputados de esta primera
Legislativa, para aproximar en lo posible el tiempo de su actuación a lo ordenado en el precepto,
que por vía general y con carácter permanente había sido aprobado ya.
Ahora bien: para alcanzar un razonable acomodación de lo transitorio a lo permanente; para
acercarse más al período de dos años que en lo general se había fijado a los miembros de las
Asambleas Legislativas; y para puntualizar, a la vez, desde cuándo debería ponerse en práctica la
regla permanente de que los períodos comienzan el primero de junio, sólo se presentaba una
solución: disponer que los miembros de la Asamblea, cuyas funciones legislativas comenzarían el
catorce de septiembre de mil novecientos cincuenta, durarían en sus cargos hasta el treinta y uno
de mayo de mil novecientos cincuenta y dos, tal como se dispuso en el Art. No. 1 del Decreto No.
11. Disponer que durarían hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos cincuenta y uno,
hubiera sido reducir su actuación a ocho meses y medio, declarar que durarían dos años, hubiera
conducido a la no aplicación del precepto según el cual los periodos comienzan el primero de
junio, porque entonces tanto el primero como los ulteriores tendrían que contarse a partir del
catorce de septiembre. En cambio, al resolver que su actuación llegaría hasta el treinta y uno de
mayo de mil novecientos cincuenta y dos, se fijó un lapso de veinte meses quince días que
muchos se aproxima el período de dos años establecido por vía general.
b) No hay fundamento lógico ni jurídico para afirmar, como se afirma en las tesis adoptadas por
el solicitante, que de los Considerandos del Decreto No. 11 se desprende que la Constituyente
consideró que según el Art. 39 el período de los actuales Diputados duraría hasta el treinta y uno
de mayo del año en curso y por ello juzgo necesario emitir aquel Decreto prolongando tal
período, con lo cual, equivocadamente, quiso interpretar de manera auténtica el alcance del
repetido Art. 39.
Lo que se advierte con la lectura cuidadosa de los Considerandos del Decreto y de su parte
resolutiva, es que la Constituyente previo que con el hecho de instalarse como Legislativa el
catorce de septiembre surgiría una situación jurídica especial, de tipo transitorio, no prevista por
lo mismo en la disposición general y permanente del Art. 39, ya aprobado en la fecha del
Decreto, y cabalmente para regular esa situación sin apartarse demasiado de la regla general y
antes bien aproximándose a ella en cuanto fue posible, dispuso en el Art. 1 del Decreto, que los
miembros de la Asamblea durarían hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos cincuenta y
dos. No se trataba de prolongar un período porque en ningún momento se había establecido un
período comprendido entre el catorce de septiembre de mil novecientos cincuenta y el treinta y
uno de mayo de mil novecientos cincuenta y uno. Tampoco se trataba de interpretar en forma
auténtica una disposición dentro de la cual no podía caber el caso de esta primera Asamblea
Legislativa, cuyas funciones se iniciaron el catorce de septiembre. Se trataba sencillamente de
resolver, mediante una regla especial, esa situación, especial también, originada por el hecho de
que esta primera Legislativa iniciaría sus labores en fecha diferente de la señalada en la regla
general, y es bien sabido que una ley interpretativa es tan sólo la explicación o aclaración de la
ley interpretada, aplicable en consecuencia a las mismas situaciones que ésta contempla y no a
situaciones que ella no ha previsto.
c) La afirmación de que es insólito que en el Decreto No. 11 la Constituyente haya fijado la fecha
en que se instalaría como Legislativa y haya determinado, como último acto constituyente la
recepción de la protesta constitucional del Presidente electo de la República, sin haberse
terminado de discutir la proyectada Constitución, ni tenerse plena seguridad del tiempo que se
llevaría su discusión, ni del día de su sanción por el Consejo de Gobierno Revolucionario, ni
mucho menos de cuándo sería su promulgación todo lo cual se estima festinado-no es
propiamente un argumento contra la validez jurídica del Art. 1 del Decreto No. 11, pues aún
cuando el autor de la tesis juzgue festinado e insólito el hecho de que hace referencia, la
Constitución fue decretada, sancionada y proclamada por la Asamblea Nacional Constituyente, y
suscrita además por los Miembros del Consejo de Gobierno Revolucionario y los del Gabinete de
Gobierno, el día siete de septiembre de mil novecientos cincuenta y publicada en el Diario
Oficial No. 196 del Tomo 149, correspondiente al día ocho del mismo mes de septiembre.
d) Le sostiene en la solicitud, siguiendo siempre al pie de la letra las publicaciones del Coronel
Asencio Menéndez, que en el supuesto de aceptar la validez jurídica del Decreto No. 11, a la
fecha de su promulgación, al ser promulgada la Constitución, quedó derogado ese Decreto en lo
referente a la duración del período de los Diputados hasta el treinta y uno de mayo de mil
novecientos cincuenta y dos, por lo que dispone los Arts. 221 y 222 de la misma Constitución y
por oponerse terminantemente al Art. 39. Sobre este particular menciona también en su apoyo el
peticionario, algunos conceptos vertidos en un periódico de esta capital por el doctor don Romeo
Fortín Magaña, quien admite que la Constituyente pudo emitir el Decreto No. 11, a reserva de lo
que dispusiera la Constitución y agrega que tal decreto resultó ineficaz porque la Constitución
derogó todos los decretos, leyes, reglamentos o resoluciones que se opusieran a ella.
El Art. 221 dice que los principios, derechos y obligaciones establecidos por la Constitución, no
pueden ser alterados por las leyes que regulen su ejercicio; que la Constitución prevalecerá sobre
todas las leyes y reglamentos y que el interés público primará sobre el interés privado. El 222
franquea a toda persona la facultad de pedir amparo a la Corte Suprema de Justicia por violación
de los derechos que le otorga la Constitución. Y el 39 dispone que los miembros de la Asamblea
Legislativa se renovarán cada dos años que podrán ser reelegidos y que el período de sus
funciones comenzará el primero de junio.
Como es fácil observar, en ninguna de esas disposiciones se deroga expresamente el Art. 1 del
Decreto No. 11, por el cual se dispuso que los miembros de la Asamblea que debía instalarse
como Legislativa el catorce de septiembre del año cincuenta, durasen en sus funciones hasta el
treinta y uno de mayo del cincuenta y dos.
Es el Art. 224 de la Constitución el que deroga de modo expreso las Constituciones anteriores y
las Leyes Constitutivas, lo mismo que el Decreto No. 6 del Consejo de Gobierno Revolucionario;
pero nada se dispone en el citado Art. 224 con respecto al Decreto No. 11 de la Constituyente.
A falta de una derogación expresa, y ya que el peticionario, respaldado por las opiniones del
Coronel Asencio Menéndez y del doctor Fortín Magaña, afirma categóricamente, aunque sin
demostrarlo, que el Art. 1 de aquel Decreto quedó derogado al promulgarse la Constitución, hay
que pensar en la posibilidad de una derogación tácita.
El Art. 221, al expresar que los principios, derechos y obligaciones establecidos por la
Constitución no pueden ser alterados por las leyes que regulen su ejercicio, indudablemente se
refiere a las leyes secundarias, pero aún en el supuesto de que pudiera aplicarse a normas o
disposiciones de carácter constitucional, no sería aplicable a las contenidas en el Decreto No. 11
porque éstas no alteran en forma alguna los principios, derechos y obligaciones establecidos en la
Constitución.
Suponer que el principio según el cual la Constitución prevalecerá sobre toda las leyes y
reglamento, consagrado en el mismo Art. 221, lleva a la conclusión de que el Art. 39 del texto
constitucional derogó tácitamente aquel Art. del Decreto de veinticinco de agosto, es desconocer
la naturaleza del principio mismo y su alcance verdadero, y desconocer también el mecanismo de
la derogación tácita. El principio anteriormente citado no hace más que reconocer la jerarquía de
las normas jurídicas, la superioridad de la Constitución sobre la ley, el reglamento, etc., en tanto
que la derogación tácita es la abolición de una ley vigente por otra de la misma o de superior
jerarquía.
El Decreto No. 11 es de carácter constitucional, no es una ley ordinaria, y lo es, tanto en sentido
material como en sentido formal, lo primero, porque su contenido es relativo al funcionamiento
de uno de los Poderes del Estado, materia netamente constitucional, y lo segundo, porque ese
Decreto fue dictado por el Poder Constituyente.
El Art. 39, como cualquiera otra disposición constitucional, pudo derogar tácitamente el Art. 1
del Decreto No. 11, por ser de la misma jerarquía que éste. Más para ello se necesitarían dos
cosas: que uno y otro contemplaran la misma situación y que sus disposiciones acerca de esta
situación fueran inconciliables. "La derogación tácita según profesores reputados se funda en
que, existiendo dos leyes contradictorias de diversas épocas, debe entenderse que la segunda ha
sido dictada por el legislador con el propósito de modificar o corregir lo anterior".(Alessandri
Rodríguez y Somarriva Undurraga, Curso de Derecho Civil, pág. 218, ed. 1945)
Ya hemos visto que las normas constitucionales en estudio no se refieren a la misma situación,
por más que tienen un punto de contacto, el hecho de que ambas tratan de la duración y punto de
partida de las funciones de los Diputados, porque, mientras el Art. 39 de la Carta Magna dice
relación, de un modo general y permanente, a los diversos casos que ocurran mientras ella esté en
vigencia, el Decreto No. 11 de veinticinco de agosto, sólo se refiere al primero de esos casos, en
el tiempo, a los miembros de la primera Asamblea Legislativa instalada dentro del nuevo régimen
jurídico estructurado en mil novecientos cincuenta. "Es indudable dicen los mismos autores
Chilenos anteriormente citados que si con posterioridad a una ley general se promulga una
especial, ésta prevalece sobre aquella en todo lo que sean incompatibles; deroga las disposiciones
que no pueden coexistir con las suyas propias. Esto resulta de la nueva aplicación de los
principios generales de la derogación tácita. Pero el problema se complica cuando a una ley
especial sucede una general. La mayor parte de los tratadistas, apoyándose en un antiguo
aforismo, al que conceden honores de axioma, resuelven de inmediato que una ley general
posterior no deroga a una ley especial anterior. (lex posterior generalis non derogat priori
speciali).
No piensan de la misma manera otros autores, que estiman que ésta es una cuestión de
interpretación que se resuelve por el examen de la intención legislativa (ob.cit.,pág.221 y sig)
El primero de esos criterios-la ley general no deroga una especial anterior sería suficiente para
pronunciarse en el sentido de que el Art. 39 de la Constitución no ha derogado tácitamente el Art.
1 del Decreto No. 11. Más, esta corte juzga necesario, proceder en casos de tanta gravedad como
el que se examina, con extrema prudencia, y no desdeña por lo mismo el consejo de tratadista
como Roberto de Ruggiero y Nicolás Coviello, para quienes lo mejor es llegar sobre este punto a
la interpretación por el examen de la intención legislativa.
La intención de los Constituyentes del año anterior, en lo que atañe a la cuestión planteada, se ve
de manifiesto en el propio Decreto No. 11. Con plena conciencia de que habría en la futura
Constitución una regla general en cuya virtud los miembros de las Asambleas Legislativas
durarían en sus funciones dos años a partir del primero de junio, promulgaron el Decreto No. 11
de veinticinco de agosto para resolver el caso especial de los Diputados de la Legislativa que
inaugurarían sus sesiones el catorce de septiembre. Ello es tan claro que produce extrañeza
advertir que se pretende hacer valer un criterio diametralmente opuesto a la diáfana expresión del
pensamiento de los Constituyentes sobre el particular.
Ni expresa ni tácitamente, pues, ha sido derogado el Art. 1 del Decreto No. 11.
e) Arguye por otra parte el peticionario que toda Constitución Política forma un solo cuerpo legal
y que para que el Decreto No. 11 pudiera tener efecto con respecto a lo prolongación del período
de los Diputados hasta el treinta y uno mayo de mil novecientos cincuenta y dos, sería necesario
que hubiera en la Constitución una referencia expresa sobre ese punto; pero, como esa referencia
no existe, debe estarse a lo que dispone el Art. 225, o sea que habrá una ley especial con las
disposiciones transitorias necesarias para poner en práctica el nuevo régimen jurídico, ley que
efectivamente se dictó, pero sin contemplar el caso de duración de los Diputados actuales en el
ejercicio de su cargo.
La sola aceptación de que una ley especial dictada por la Constituyente sirva para poner en
práctica el régimen jurídico surgido con la nueva Constitución, pone al descubierto en el
peticionario señor Amaya y en las personas que, como él, propugnan esa tesis de que toda
Constitución Política forma un solo Cuerpo legal, esta contradicción, si la constitución
salvadoreña, si todo el Derecho Constitucional vigente en el país está necesariamente contenido
en el texto que se conoce con el nombre de Constitución o sea el Decreto No. 14 de la Asamblea
Nacional Constituyente, de siete de septiembre de mil novecientos cincuenta, ¿cómo es posible
que haya disposiciones como las reunidas bajo el nombre de "Ley Transitoria para la Aplicación
del Régimen Constitucional", con el que se conoce y titula el Decreto No. 15 de la misma fecha,
cuando esas disposiciones, por su forma y contenido, son indudablemente constitucionales?
Vanamente se procura borrar la contradicción recordando que esa Ley Transitoria debe su
existencia al Art. 225 de la Constitución, porque si se admite que el Poder Constituyente pudo
muy bien, dentro de la técnica jurídica, disponer en dicho Art. que existiría la mencionada Ley
Transitoria como parte de nuestro Derecho Constitucional, implícitamente se admite que el
pretendido principio de que la Constitución forma un solo cuerpo legal, no es un principio
absoluto, ya que el Poder Constituyente puede elaborar normas positivas de Derecho
Constitucional, fuera del texto limitado a un cierto número de artículos que se conoce
generalmente con el nombre de Constitución.
"Casi todas las Constituciones de los modernos Estados ha dicho Kelsen, el conocido jefe y
propulsor de la escuela vienesa de Filosofía del Derecho se componen de una pluralidad de leyes
constitucionales, entre las cuales puede existir, histórica y políticamente, la ley o documento
principal". (Hans Kelsen, Teoría General del Estado, pág. 332, ed. 1948)
De estos conceptos y de antecedentes históricos acaecidos no sólo en nuestro país, sino en casi
todos los pueblos, antecedentes que no se relacionan aquí para no alargar demasiado esta
sentencia, se llega a la conclusión de que es inexacta la tesis de que toda Constitución es un
cuerpo legal único, formado por un solo Decreto del Poder Constituyente. Ese Decreto llamado
Constitución, "Strictu sensu", es la ley o documento principal, pero hay otras leyes
constitucionales que también forman parte de la Constitución, entendida ésta en sentido lato. Así
sucede con los Decretos Nos. 9, 10 y 11 de la Constituyente de mil novecientos cincuenta, y con
la Ley Transitoria para la aplicación del Régimen Constitucional: toda esa labor normativa
fundamental representa, como lo dice en su escrito el señor Fiscal General de la República,
nuestro Derecho Constitucional Positivo.
f) Tampoco es atendible la alegación de que, aún admitiendo la vigencia del Decreto No. 11, este
no puede contener reformas o excepciones a la Constitución, porque ellas sólo pueden efectuarse
en la forma que prescribe el Art. 223 y por otra Constituyente, nunca por la misma que dicta al
Constitución. Y no es admisible, porque a la fecha del Decreto (veinticinco de agosto de mil
novecientos cincuenta), la Constitución actual se encontraba en proceso de elaboración y por lo
mismo, al disponerse, como se dispuso en el Decreto, sobre una materia de tipo netamente
constitucional, se crearon reglas constitucionales de la misma fuerza obligatoria que el Art. 223
citado por el peticionario. Este incurre evidentemente en otra contradicción, al pretender que las
disposiciones del Decreto No. 11 constituyen reformas o excepciones a la Constitución que han
debido dictarse con arreglo al Art. 223, puesto que en la fecha del Decreto, según el propio
solicitante le reconoce y alega en otra parte de su solicitud, la Constitución no había sido
promulgada.
Es obvio que, estando en proceso de elaboración las normas constitucionales el veinticinco de
agosto del año próximo pasado, la Constituyente podía muy bien formular los preceptos que
tuviera por convenientes, sin que ello constituyera una reforma en el sentido técnico de la
palabra, por cuanto no había textos constitucionales en vigencia que pudieran ser objeto de
reforma o modificaciones.
g) El no existir en la Constitución ni en la Ley Transitoria para la Aplicación del Régimen
Constitucional, ninguna regla expresa que determine la duración del período de los Diputados
hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos cincuenta y dos, no autoriza para pensar que el
Decreto No. 11 no continua en vigencia en lo que se refiere a tal periodo. Nada dijeron de
Constitución ni la Ley Transitoria sobre ese punto, pero tampoco derogan expresa ni tácitamente
el Derecho en cuestión. Extenderse en consideraciones acerca de esto, sería repetir lo que se ha
expresado antes a propósito de la pretendida derogación del Decreto, porque en realidad el
peticionario y sus inspiradores no dan aquí un nuevo argumento, lo que hacen es presentar en otra
forma, su alegación de que el Decreto fue derogado.
h) Se concluye de lo expuesto que el Decreto No. 11 de veinticinco de agosto del año anterior
está en vigencia y forma parte de la Constitución Salvadoreña en su más amplio sentido, por lo
cual es improcedente declarar de aplicación inconstitucional el Art. 1 de ese Decreto, como lo ha
solicitado el señor Amaya.
III.- Sobre inconstitucionalidad de todos los decretos, órdenes y resoluciones que emita la
Asamblea Legislativa a partir del 1o. de junio de 1951.
1.- Con relación a este punto de su solicitud, el señor Amaya expresa que un día antes del 1 de
agosto del año en curso, expresa el mandato que como Diputados les fue otorgado a los
miembros de la Asamblea, y reproducir los argumentos del Coronel Asencio Menéndez sobre el
particular, los cuales pueden sintetizar así:
La Ley Transitoria Electoral, de veintiuno de enero de mil novecientos cincuenta, dio vida al
Decreto No. 470 del Consejo de Gobierno Revolucionario, de treinta y uno del mismo mes, por
medio del cual se convocó a elecciones de Diputados a la Constituyente y de Presidente de la
República, Decreto que es de carácter transitorio, pues su finalidad es resolver una situación que
no habrá de repetirse, y en caso de que se repita, la Constitución que se trata de promulgar tendrá
que preverlo y de consiguiente consignarlo de manera clara, expresa y terminante en su texto.
Llevada la finalidad de la Ley Transitoria Electoral y del Decreto No. 470, sus efectos y alcances
están totalmente agotados y desde que fue promulgada la Constitución sólo cabe cumplir y acatar
en todas sus partes lo que ella ordena, pues la disposición contenida en el inc.2 del Art. 6 del
Decreto No. 470, según la cual, después de promulgada la Constitución y las Leyes Constitutivas,
la Constituyente se instalará como Legislativa y asumirá la función legislativa, sujetándose, para
el ejercicio de ésta, a las prescripciones del Capítulo correspondiente al Poder Legislativo de la
nueva Constitución, esta fuera de todo concepto institucional, ya que toma disposiciones que han
de tener efecto cuando la Constitución en plena vigencia.
La Constituyente pudo hacer caso omiso de lo que de esa manera se disponía, pero optó por
aprobarlo y entró en contradicción, puesto que, sin dictar Leyes Constitutivas, se transformó en
Legislativa, por su propia disposición, ante sí y por sí, no basadas en el Decreto No. 470 que ya
no tenía ningún efecto, puesto que su fin estaba totalmente cumplido y había que sujetarse a lo
prescrito en la Constitución.
Ninguna disposición especial de la Constitución previo hasta cuándo tendrá existencia la
Asamblea Legislativa, lo que tampoco está previsto en la Ley Transitoria para la Aplicación del
Régimen Constitucional, y en consecuencia, para resolver el problema, hay que estarse a las
disposiciones generales de la Constitución vigente, sobre organización y funcionamiento del
Poder Legislativo.
El Art. 39 de la Constitución, al establecer con toda claridad que el período de las funciones de
los Diputados comenzará el primero de junio, no se refiere a los Diputados electos conforme a la
Ley Transitoria Electoral, por que estos fueron electos en marzo de mil novecientos cincuenta y
comenzaron a desempeñar sus funciones en fecha distinta al primero de junio por lo que el
periodo de los mismos Diputados nunca podrá ser de dos años y su calidad de tales durará
legalmente hasta las doce de la noche del treinta y uno de mayo del año en curso.
El anterior argumento se refuerza con el Art. 45 de las Constitución, conforme al cual la
disposiciones contenidas en el Art. 40,41, 42, 43 y 44 del mismo cuerpo, son extensivas a los
Diputados de las Asambleas Constituyentes, por ser la Asamblea actual, en su origen,
Constituyente, y no referirse aquel Artículo, expresamente, al Art. 39 citado.
Dicho Art.39 y también el 36, disponen que el período de la Legislativa ordinaria principiara el
primero de junio de este año, lo que está indicando que en esa fecha las elecciones de Diputados
tendrán que estar ya efectuadas y los Diputados electos sí durarán en sus funciones dos años.
2.- El señor Fiscal General de la República sostiene la tesis de que estando en vigencia los
Decretos Nos. 9, 10 y 11 de la Asamblea Constituyente, y no existiendo contradicción alguna
entre ellos y la Constitución Política, no puede sino admitirse, que la actual Asamblea Legislativa
es legítima en sus funciones hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos cincuenta y dos, y
que en consecuencia serán legítimos todos los decretos, ordenes y resoluciones que ella emita
hasta esa fecha en uso de sus facultades legales.
3.- Si bien el peticionario señor Amaya, al pretender que se declaren inconstitucionales todos los
decretos, órdenes y resoluciones que emita la Asamblea Legislativa a partir del primero de junio
próximo entrante, formula una solicitud que no encaje en el Art. 96 de la Constitución, por
tratarse de actos jurídicos futuros, este Tribunal prefiere no abstenerse de examinar los
razonamientos expuestos acerca de ese punto por el señor Amaya y el señor Fiscal General de la
República, en atención a que tales razonamientos, en el fondo, no son sino otra manera de
enfocar el problema tratado ya en el Considerando anterior (validez o vigencia del Art. 1º del
Decreto No. 11 de la Constituyente) y si el Tribunal se obtuviera de considerar los nuevos
aspectos que se proponen alrededor de ese punto, podría interpretarse erróneamente su criterio
acerca del mismo.
a)Tanto la Ley Transitoria Electoral de 21 de enero del año próximo pasado como el Decreto No.
470 del 31 del mismo mes, contienen disposiciones dictadas en función legislativa por el Consejo
de Gobierno Revolucionario, con miras al restablecimiento de la normalidad de las instituciones
en el país. Tales disposiciones son de carácter transitorio, en cuanto se refieren a la actividad del
electorado salvadoreño en la designación de los Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente
y del Presidente de la República, dentro de una situación excepcional como fue la que surgió con
el triunfo del Movimiento Revolucionario, el 14 de diciembre de mil novecientos cuarenta y
ocho.
El Consejo de Gobierno Revolucionario, que estaba en ejercicio de los Poderes Legislativo y
Ejecutivo, podía y debía regular esa actividad del electorado, y podía y debía al mismo tiempo,
señalar en el Decreto de convocatoria la finalidad para la cual serían electos los Diputados. Podía
y debía hacer esto último, no porque estuviese facultado para imponer normas obligatorias a la
Constituyente que debía reunirse, sino porque habiéndose interrumpido el orden constitucional,
se trataba de reestructurar las instituciones jurídicas y políticas y era menester que los electores
supiesen hasta donde se extenderían las facultades del Poder Constituyente próxima a iniciar sus
labores.
El Consejo de Gobierno se mantuvo dentro del respeto que debía a ese Poder soberano, cuando
dijo en el Art. 3 del Decreto No. 470, que la Asamblea Nacional, además de dictar la
Constitución y las Leyes Constitutivas, conocería de todos los acontecimientos políticos
ocurridos a raíz del Movimiento Revolucionario, de los actos legislativos, administrativos y de
cualquiera otra índole del propio Consejo de Gobierno y especialmente del Decreto mismo de
convocatoria, No. 470.
b) Dentro de ese Decreto hallamos el inciso 2o.del Art. 6, del cual afirma el peticionario, guiado
por la opinión a que se ha hecho referencias, que esta fuera de todo concepto institucional porque
establece disposiciones que han de tener efecto cuando la Constitución este en vigencia, pero si
se repara en que esas disposiciones quedaron condicionadas a la aprobación o improbación de la
Constituyente, y en que ella optó por aprobarlas con algunos modificaciones mediante el Decreto
No. 9, de veinticinco de agosto del año próximo pasado, se viene en conocimiento de que, tales
disposiciones adquirieron jerarquía de normas fundamentales y entraron o forman parte del
Derecho. Constitucional Positivo, de donde se colige que están dentro de las instituciones básicas
del nuevo régimen salvadoreño.
c) No es verdad que la Asamblea Nacional entró en contradicción por el hecho de no haber
dictado Leyes Constitutivas antes de instalarse como Legislativa, puesto que, habiendo aprobado
sólo parcialmente el Decreto No. 470, por entender que no era necesaria la existencia de cuerpos
especiales con el nombre de "Leyes Constitutivas", no tenía porque esperar más tiempo antes de
instalarse como Legislativa, lo que ella hizo por determinación propia y soberana, si bien,
adoptando por parecerle conveniente, lo que al respecto decía el Decreto No. 470.
d) El argumento de que ninguna disposición especial de la Constitución previó hasta cuándo
tendrá existencia la Asamblea Legislativa, cosa que tampoco esta prevista en la Ley Transitoria
para la Aplicación del Régimen Constitucional, por lo que el problema debe resolverse conforme
a las disposiciones generales de la Constitución vigente sobre organización y funcionamientos
del Poder Legislativo, queda ya examinado en el Segundo Considerando de esta sentencia.
e) Se alega en la solicitud que el Art. 39 de la Constitución, al establecer con toda claridad que el
período de las funciones de los Diputados comenzará el primero de junio, no se refiere a los
Diputados electos conforme a la Ley Transitoria Electoral, porque ellos fueron elegidos en marzo
de mil novecientos cincuenta y comenzaron a desempeñar sus funciones en fecha diferente al
primero de junio, por lo que su período no podrá ser de dos años y su calidad de tales durará
legalmente hasta las doce de la noche de treinta y uno de mayo del año en curso. Llama la
atención que, después de hacer grandes esfuerzos para demostrar que el Art. 1 del Decreto No. 11
de la Constituyente no tuvo existencia jurídica o al menos esta derogado, y que es a base del Art.
39 de la Constitución como debe resolverse lo tocante al periodo de los actuales Diputados, se
venga en esta parte de la argumentación a sostener, por ciento con mucha razón, que el repetido
Art. 39 no se refiere a Diputados porque ellos fueron electos en marzo del año anterior y entraron
a desempeñar sus funciones en fecha diferente del primero de junio, por lo que su periodo no
podrá ser de dos años. Hasta allí el razonamiento, francamente contradictorio con la posición
equivocada que se tenía en párrafos anteriores, resulta muy bien. Pero de él no se concluye, que
el período de los Diputados en funciones durará hasta las doce de la noche del treinta y uno de
mayo del presente año. Admitiendo sin reservar el peticionario, que el período comenzado del
catorce de septiembre de mil novecientos cincuenta no será de dos años, porque no es aplicable a
esta Asamblea del Art. 39 de la Constitución, no se comprende cómo ha podido deducir que el
periodo durara hasta el treinta y uno de mayo próximo entrante.
f) Si conforme al Art. 39 "los miembros de la Asamblea se renovarán cada dos años", claro está
que dicha disposición se refiere a los Diputados de la Asamblea Legislativa, ya que no se
concebiría esa renovación periódica de los Diputados de una Constituyente, cuya convocatoria y
duración necesariamente deben ser de carácter especial. Sale sobrando, pues, la cita del Art. 45
de la Constitución, hecha por el solicitante, con el ánimo de reforzar el argumento de que el Art.
39 no se refiere a la actual Asamblea, por ser está en su origen, Constituyente, y no figurar ese
Art. entre las disposiciones constitucionales que son aplicables a los Diputados de las Asambleas
Constituyentes, pero cabe hacer notar, que hasta allí se mantiene la contradicción entre lo dicho
en párrafos anteriores y el nuevo argumento que se quiere extraer del hecho de no referirse a esta
Asamblea, el tantas veces mencionado Art. 39.
g) A renglón seguido, sin embargo, se vuelve a adoptar la posición anterior ya abandonada y se
afirma un hecho enteramente inexacto: que los Arts. 36 y 39 de la Constitución disponen "que el
período de la Asamblea Legislativa Ordinaria principiará el 1 de junio de este año".
Cuando se dice en el primero de esos Artículos que el Cuerpo Legislativo se reunirá el primero
de junio, como cuando se establece en el Art. reunirá el primero de junio, como cuando se
establece en el Art. 39 que el periodo de las funciones de los Diputados comenzará el primero de
junio, se dispone de manera general, permanente, indefinida en el tiempo, el primero de junio de
que allí se habla es el de todos los años, no el de un año determinado. Como en el caso anterior,
ya apuntado, de atribuir a informaciones periodísticas fuerza probatoria sobre un hecho jurídico
tal como el receso de la Asamblea, hay falta de seriedad en esta manera de sostener un punto de
vista en los tribunales.
La verdad innegable es, que el Decreto No. 14 de la Constituyente, o sea el texto conocido con el
nombre de Constitución Política de la República, no contiene disposición alguna especial sobre la
fecha en que debería reunirse la primera Asamblea Legislativa, ni respecto de la duración de sus
funciones. Pero ello esta previsto en el Decreto No. 11 de la misma Constituyente: en el se
dispuso que la Legislativa se instalaría el catorce de diciembre de mil novecientos cincuenta y
duraría en funciones hasta el treinta y uno de mayo de mil novecientos cincuenta y dos.
h) Ninguna razón atendible se alega, pues, para que sean declarados inconstitucionales todos los
decretos, órdenes y resoluciones que emita la Asamblea a partir del primero de junio del presente
año.
IV.- En virtud de todo lo expuesto a solicitud del señor Amaya es improcedente en todas sus
partes.
Por Tanto: de conformidad con el Art. 96 de la Constitución, que faculta exclusivamente a este
Tribunal para declarar la inconstitucionalidad de las leyes, decretos y reglamentos, en su forma y
contenido, de un modo general y obligatorio, a petición de cualquier ciudadano, declarase que no
ha lugar a declarar inconstitucional el Decreto Legislativo No. 133, de veinte de febrero del año
en curso; ni a declarar de aplicación inconstitucional el Art. 1 del Decreto No. 11 de la Asamblea
Nacional Constituyente, de veinticinco de agosto de mil novecientos cincuenta, ni tampoco a
declarar inconstitucionales todos los decretos, órdenes y resoluciones que emita la actual
Asamblea Legislativa a partir del primero de junio del corriente año. Hágase saber
IS000251.51
1-51
Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las nueve horas del día treinta y uno de Marzo de mil
novecientos cincuenta y uno.Este expediente, petición de inconstitucionalidad del Art. 7º del reglamento de la Ley de
Impuesto sobre la Renta ha sido promovido por el Dr. Francisco Roberto Lima, Abogado, en su
calidad de ciudadano, a efecto de que se declare dicho Art. reglamentario sin ningún valor de
modo general y obligatorio, en su forma y contenido. El Dr. Francisco Guillermo Pérez, ha
intervenido de oficio en su calidad de Fiscal General de la República, oponiéndose a las
pretensiones del Dr. Lima los dos interesados son de este domicilio.
Estudiados los autos, y
Considerando:
I.- El peticionario expone esencialmente en su escrito: según el Art. 96 de la Constitución Política
el único Tribunal competente para declarar la inconstitucionalidad de las leyes, decretos y
reglamentos en su forma y contenido, de un modo general y obligatorio, es la Corte Suprema de
Justicia, este Artículo, que entró en vigencia con la actual Constitución solo requiere la calidad
de ciudadano para las peticiones de nulidad a que se contrae sin que sea necesario demostrar
interés circunscrito a un punto concreto, caso en el cual debe darse aplicación al Artículo de la
misma Constitución. Que de acuerdo con la Constitución Política vigente cuando se emitió el
acuerdo sobre la Ley de Impuesto sobre la Renta, así como según la actual, corresponde al Poder
Legislativo, decretar, interpretar, reformar y derogar las leyes secundarias; que por este motivo,
toda disposición emanada del Poder Ejecutivo que interprete, reforme o derogue una ley
secundaria es inconstitucional. El Art. 1º de la Ley de Impuesto sobre la Renta establece que:
"toda persona, nacional o extranjera domiciliada o no es el país, las comunidades, las sucesiones
y los fideicomisos establecidos conforme a las leyes de la República que obtengan en El
Salvador, una renta mayor de dos mil colones deberán pagar impuesto sobre la renta",
desprendiéndose de este Art. que el campo de aplicación territorial de la Ley es El Salvador; y
toda ampliación o restricción que a dicho campo de aplicación se haga, constituye una reforma a
la ley; que solo puede ser hecha por el Poder Judicial y no por el Poder Ejecutivo, so pena de ser
inconstitucional. El Art. 7º citado, establece que: "cuando una persona con domicilio en la
República, se dedique desde esta a especulaciones o negocios en el extranjero, las utilidades
provenientes de dichas actividades deberán entenderse como renta pagada en el país. Los sueldos,
salarios o emolumentos de empleados residentes en El Salvador que desempeñen su empleo o
realicen su trabajo en la República, si recibieren el pago en el extranjero deberá entenderse como
devengados los sueldos u honorarios en el país. Que este Artículo puede considerarse o bien
como ampliación al campo de aplicación territorial de la Ley del Impuesto sobre la Renta, pues
impone un impuesto sobre la renta ganada en el extranjero o sea fuera de El Salvador, o bien
puede considerarse como una interpretación de lo que debe entenderse como renta ganada en El
Salvador, resultando en ambos casos el referido Artículo inconstitucional, pues esa disposición
forma parte de un decreto emitido por el Poder Ejecutivo cuando no tenía facultades para
reformar o interpretar la ley secundaria. Que es cierto que el Poder Ejecutivo tuvo y tiene
facultades para decretar reglamentos a fin de facilitar y asegurar la aplicación de las leyes cuya
ejecución le corresponde; pero esta facultad no puede de ninguna manera entenderse en el sentido
de que por medio de esos reglamentos el Poder Ejecutivo derogue, reforme o interprete leyes
secundarias. Que por las razones anteriores pide se declare de modo general y obligatorio la
inconstitucionalidad del Art. 7º del Reglamento de la Ley del Impuesto sobre la Renta.
II.- El señor Fiscal General de la República expone a su vez: que la Oficina a su cargo a tenido
conocimiento de que el Dr. Francisco Roberto Lima se ha presentado a esta Corte Suprema de
Justicia, pidiendo la declaratoria de inconstitucionalidad del Art. 7º del Reglamento de la Ley del
Impuesto sobre la Renta, por considerar que dicho Art. involucra una reforma o ampliación al
Art. 1º de la Ley mencionada la cual no pudo ser hecha validamente por el Poder Ejecutivo. Que
corresponde a la Fiscalía General de la República la defensa de los intereses fiscales, por lo que
aun cuando no tiene conocimiento oficial de lo solicitado por el Dr. Lima, se permite hacer sobre
el particular las siguientes consideraciones. El Art. 1º de la Ley del Impuesto sobre la Renta
textualmente expresa: "Cada personal nacional o extranjera, domiciliada o no en el país, las
comunidades, las sucesiones y los fideicomisos establecidos conforme a las leyes de la República
que obtengan en El Salvador una renta mayor de dos mil colones, deberán pagar impuesto sobre
la renta..." Como se ve de la lectura de la disposición transcrita, el criterio seguido por nuestro
Legislador, es el de que este sujeta al impuesto, la renta obtenida en El Salvador; va de decir, la
renta que se logra o alcanza en virtud de actividades que la persona natural o jurídica,
domiciliada o no, desarrolle en el territorio de la República, ya que el sentido lato de la palabra
obtener es el que deja expresado. El Art. 7º cuya declaratoria de inconstitucionalidad está
solicitando el Dr. Lima, tiene el tenor literal siguiente: cuando una persona domiciliada en la
República se dedica desde esta a especulaciones o negocios en el extranjero, las utilidades
provenientes de dichas actividades, deberán entenderse como renta ganada en el país...." Que la
lectura de esta disposición se desprende fácilmente que el Ejecutivo al dictarla no hizo otra cosa
que atenerse exactamente a lo preceptuado por el Art. primeramente relacionado, ya que una
persona que se encuentre en nuestro territorio y desarrolle en él actividades que acarrean como
consecuencia una utilidad o renta, la logra, la alcanza y la obtiene en el país cuando el monto de
la misma le deba ser pagado en el extranjero; sospecha que el Dr. Lima ha confundido
lamentablemente dos conceptos que son jurídica y gramáticamente distintos, como son el de
obtener una renta y el pago de la misma. El primero no es otra cosa que el título razón por el cual
entra en su patrimonio, y el segundo, es la entrega material de la misma; y siendo estos actos
diferentes pueden verificarse en lugares distintos. Que por lo anterior, con el debido respeto pide
a esta Corte Suprema de Justicia que declare sin lugar lo solicitado por el Dr. Lima.
III.- Cabe observar, que efectivamente la Constitución establece los medios de control de la
constitucionalidad de las leyes, a que hace referencia el actor en los Arts. 95 y 96. Por el primero
de ellos esta facultada la autoridad judicial para declarar la inaplicabilidad de cualquier Ley o
disposición de los otros Poderes, que contraríe los preceptos constitucionales, lo que podrá hacer
al dictar sentencia y en relación con un acto de ejecución concreta, y por el segundo, el poder
controlador que es la Corte Suprema de Justicia, esta facultada para revisar las Leyes en si, esto
es, para declararlas inconstitucionales en su forma y contenido, de un modo general y obligatorio,
a petición de cualquier ciudadano.
Difieren desde luego en consecuencias jurídicas, las dos posibilidades apuntadas, en razón de que
en la primera, queda a salvo la vigencia de la ley cuestionada, mientras que en la segunda una vez
reconocida la inconstitucionalidad reclamada, cesa la obligatoriedad del acto jurídico declarado
inconstitucional, de un modo general.
El Dr. Lima plantea la segunda de esas cuestiones en el caso que se estudia y en consecuencia
procede entrar al conocimiento del problema.IV.- En presencia de la intervención relacionada del Fiscal General de la República, procede
aclarar, que esta Corte no se resiste a considerarla a pesar de no estar determinada legalmente, en
atención a la teleología social de las leyes, decretos y reglamentos, así como por tratarse de una
cuestión relativa a asuntos fiscales, cuyos intereses representa el Fiscal General, tanto como los
del Estado y de la Sociedad.
V.- Es incuestionable que conforme al régimen Constitucional pasado, así como dentro del
actual, la actividad legislativa secundaria del Estado corresponde al órgano Legislativo único
Poder facultad para decretar, interpretar, reformar y derogar las leyes secundarias
consecuentemente, la invasión por los otros Poderes de esta esfera de competencia, resultaría
viciada de inconstitucionalidad y los actos jurídicos que la concretara, carentes de toda eficacia
legal.
El Poder Ejecutivo no podría, pues, sin rebasar ilegalmente la actividad reglamentaria que le es
propia, interpretar ni reformar una Ley secundaria. Técnicamente se considera subordinado el
reglamento a la ley, en virtud de que su finalidad no es otra que la de asegurar y facilitar el
cumplimiento de la misma.
VI.- En el caso ocurrente el Dr. Lima considera que el Ejecutivo invade la esfera de competencia
del Legislativo con el Art. 7º reglamentario transcrito, que entiende como renta ganada en el país,
la utilidad de las especulaciones o negocios en el extranjero, realizados desde ésta por personas
domiciliadas en la República. Este Artículo opina, amplía el campo de aplicación territorial de la
Ley de Impuesto sobre la Renta, que sujeta en el Art. 1º al pago de impuesto, únicamente la renta
obtenida en El Salvador.
Serían atendibles las pretensiones del recurrente, si el Ejecutivo hubiera rebasado en el Art. 7º
cuestionado los alcances de la facultad reglamentaria, cuales son los de facilitar y asegurar la
aplicación de las Leyes que le corresponde ejecutar a dicho Poder. Pero de la interpretación
correcta del Art. 1º de la Ley del Impuesto sobre la Renta, resulta que el legislador condiciona la
obtención de la renta imponible, al lugar de la actividad del sujeto pasivo del impuesto, actividad
que requiere sea desarrollada en el país, para que el logro cause impuesto. No podrá entenderse
de otra manera la discriminación que hace el Artículo comentado, de la nacionalidad y domicilio
del contribuyente.
Dicho en otros términos, la ley vuelve imponible la renta que se obtiene a través de una actividad
realizada en el territorio de la República, más que el logro de esa actividad, una vez alcanzado, se
incorpore en el extranjero al patrimonio del contribuyente.Esta interpretación, además de estar de acuerdo con la naturaleza del impuesto, evita el peligro de
la fuga de los impuestos. Contribuyentes inescrupulosos podían hacer pagar en el extranjero las
ganancias obtenidas por actividades económicas realizadas en el país.
En consecuencia debe considerarse que el Poder Ejecutivo no rebasó su esfera de competencia en
materia reglamentaria, con el Art. 7º cuestionado y declararse sin lugar la inconstitucionalidad
solicitada de este Art.
Por Tanto:
De acuerdo con el Art. 96 b.P., a nombre de la República de El Salvador dijeron declárase sin
lugar la inconstitucionalidad del Art. 1º del Reglamento de la Ley del Impuesto sobre la Renta,
solicitada por el Dr. Francisco Roberto Lima. Hágase saber:
IS000151.51
Descargar