l`o sse rvator e romano

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L’OSSERVATORE ROMANO
EDICIÓN SEMANAL
EN LENGUA ESPAÑOLA
Unicuique suum
Año XLVII, número 24 (2.419)
Non praevalebunt
Ciudad del Vaticano
12 de junio de 2015
La invitación del Pontífice a los cristianos en el Corpus Christi
Libres de la corrupción
«La Eucaristía no es un premio para los
buenos, sino que es la fuerza para los
débiles, para los pecadores», el único
verdadero antídoto capaz de liberar al
hombre de la corrupción. El jueves 4 de
junio, en la misa del Corpus Christi en
el atrio de la basílica de San Juan de
Letrán, antes de la procesión eucarística
hasta Santa María la Mayor, una vez
más el Papa lanzó una severa advertencia contra el peligro de la corrupción.
Enriqueciendo el texto preparado con
algunas consideraciones espontáneas, el
Pontífice alertó sobre una doble amenaza, sintetizada por los términos «disgregarnos» y «depreciarnos».
HOMILÍA
DEL
PAPA
EN PÁGINA
Finaliza
la décima reunión
del Consejo
de cardenales
Las reformas en ámbito económico y financiero, la acción de tutela
de los menores, la reorganización
de los medios de comunicación
vaticanos, la próxima encíclica del
Papa Francisco sobre el medio ambiente: fueron estos los temas
afrontados durante la décima reunión del Consejo de cardenales,
que tuvo lugar del 8 al 10 de junio
en el Vaticano, con la presencia
del Pontífice en la mayor parte de
los encuentros.
3
PÁGINA 14
El Papa en Sarajevo indica las palabras clave de la reconciliación
Memoria, perdón, diálogo
Pasado
y futuro
GIOVANNI MARIA VIAN
De Tirana a Sarajevo las visitas
del Papa Francisco en Europa
muestran claramente su elección
de ir allí donde, en años no tan lejanos, el sufrimiento ha sido más
grande. Y eso se entendió inmediatamente por la decisión de realizar el primer viaje del pontificado a Lampedusa —lugar simbólico
de las repetidas tragedias de la inmigración ante las cuales no es lícito permanecer inertes o cerrarse,
como con demasiada frecuencia se
constata— y por los discursos que
el Pontífice pronunció en Estrasburgo ante las instituciones europeas para alentar a los políticos a
hacerse cargo de las fragilidades
del continente.
Mensajero de paz en un país
donde aún se sufren las consecuencias del primer grave conflicto
europeo después del final de la segunda guerra mundial, Bergoglio
repitió a los responsables políticos
—pero dirigiéndose a cada habitante de Bosnia y Herzegovina—
que la paz se debe construir día a
día, con la paciencia y la pasión
de los artesanos. Y por esto rezó,
en especial durante la misa que
reunió a la minoría católica, perseguida y en los últimos tiempos reducida en número, pero que supo
y sabe testimoniar la fe con el perdón.
SIGUE EN LA PÁGINA 8
Desde la «Jerusalén de Occidente»,
antigua cuna de la convivencia entre
culturas, etnias y religiones, el Papa
Francisco lanzó una nueva admonición contra la guerra e invitó a perseverar en el «diálogo paciente y
confiado» para cerrar las heridas del
pasado. El sábado 6 de junio, apenas llegó a Sarajevo —ciudad que
aún muestra las cicatrices de la de-
Ángelus del domingo 7 de junio
en la plaza de San Pedro
La Eucaristía escuela de
caridad y solidaridad
PÁGINA 2
vastación causada por el sangriento
conflicto de hace veinte años—, el
Pontífice exhortó a toda la comunidad de Bosnia y Herzegovina a
«mirar hacia el futuro con esperanza» dejando de lado viejos rencores
y apostando con decisión por la
«cultura del encuentro» como único
antídoto contra la «barbarie de los
que toman ocasión y pretexto de
cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal».
Se sucedieron luego a lo largo de
las jornada diversos encuentros. A la
ceremonia de bienvenida en el palacio presidencial y al encuentro con
las autoridades siguió la celebración
eucarística en el estadio Koševo con
la presencia de miles de fieles. Por
la tarde tuvieron lugar tres citas: en
la catedral, con los sacerdotes, religiosos y seminaristas; en el Centro
estudiantil internacional franciscano,
el encuentro ecuménico e interreligioso; y en el Centro diocesano juvenil San Juan Pablo II, el encuentro con los jóvenes.
A lo largo del viaje resonó firme
la invitación a construir un futuro
distinto, de paz.
PÁGINAS 5
A
12
Sobre la práctica de atar a los
enfermos psiquiátricos y ancianos
Que no se convierta
en el lecho de Procusto
FERDINAND O CANCELLI
EN PÁGINA
2
L’OSSERVATORE ROMANO
página 2
viernes 12 de junio de 2015, número 24
En el Ángelus el Pontífice recuerda el viaje a Sarajevo y exhorta a la reconciliación
Un camino posible
La Eucaristía escuela de caridad y solidaridad
«La Eucaristía, fuente de amor para
la vida de la Iglesia, es escuela de
caridad y solidaridad».
Lo subrayó el Papa en el Ángelus
del domingo 7 de junio, en la plaza
de San Pedro.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
Hoy se celebra en muchos países,
entre ellos Italia, la solemnidad del
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cris-
to o, según la expresión en latín más
conocida, la solemnidad del Corpus
Christi.
El Evangelio presenta el relato de
la institución de la Eucaristía, realizada por Jesús durante la última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La
víspera de su muerte redentora en la
cruz, Él realizó lo que había predicho: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este
pan vivirá para siempre, y el pan
que yo daré es mi carne por la vida
del mundo... El que come mi carne
y bebe mi sangre habita en mí y yo
en él» (Jn 6, 51.56). Jesús toma entre
sus manos el pan y dice «Tomad, esto es mi Cuerpo» (Mc 14, 22). Con
este gesto y con estas palabras, Él
asigna al pan una función que no es
más la de simple alimento físico, sino la de hacer presente su Persona
en medio de la comunidad de los
creyentes.
La última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de
Cristo. No es solamente anticipación
de su sacrificio que se realizará en la
cruz, sino también síntesis de una
existencia entregada por la salvación
de toda la humanidad. Por lo tanto,
no basta afirmar que en la Eucaristía
Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una
vida donada y participar de ella.
Cuando tomamos y comemos ese
Pan, somos asociados a la vida de
Jesús, entramos en comunión con
Él, nos comprometemos a realizar la
comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo
a los más pobres.
La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos impulsa a acoger
Sobre la práctica de atar a los enfermos psiquiátricos y ancianos
Que no se convierta en el lecho de Procusto
FERDINAND O CANCELLI
«La práctica de atar a los pacientes
y las pacientes contra su voluntad
todavía se aplica, de manera no excepcional, sin que exista la debida
atención a la gravedad del problema, ni por parte de la opinión pública ni de las instituciones».
El informe de la Comisión nacional de bioética (CNB) que lleva por
título «La contención: problemas
bioéticos», aprobado por unanimidad en el pleno del pasado 24 de
abril, y que se puede consultar en
la página web de la propia comisión, afronta un tema sólo aparentemente distante de la realidad cotidiana de los enfermos psiquiátricos,
los ancianos y, en general, de los
pacientes frágiles: el de la contención física en los lugares que deberían ser de cuidado.
El documento, a través de un detallado análisis bioético y normativo, introduce en la realidad de un
fenómeno que podría creerse desaparecido pero que subsiste protegido por la sombra de las justificaciones falsas y de la falta de vigilancia
y estudio. «No se puede decir que
la contención mecánica sea una
práctica excepcional y extrema ratio
cuando en media se ata a un diez
por ciento de los enfermos hospitalizados por crisis psiquiátrica, y más
aún si tenemos en cuenta los servicios que van más allá de la media
alcanzando picos del veinticinco
por ciento» afirma un estudio reali-
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GIOVANNI MARIA VIAN
director
Giuseppe Fiorentino
subdirector
zado hace unos años
en
los
principales
Spdc (Servicios psiquiátricos de diagnóstico y tratamiento) de
Roma y recogido en el
dictamen.
Estar atado a la
propia cama una media de 14 horas y, en
algún caso, «durante 9
días consecutivos»: este dato se puede tomar como símbolo de
la «represión» de la
asistencia psiquiátrica
que sigue infestando
como un fantasma el
modus operandi de algunos servicios. La
CNB «reitera el horizonte bioético de la
superación de la contención en el contexto
de un nuevo paradigma de atención
basado en el reconocimiento de la
persona como tal, en la plenitud de
sus derechos» y afirma con fuerza
que esa práctica «representa en sí
misma
una
violación
de
los
SIGUE EN LA PÁGINA 12
TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE
L’OSSERVATORE ROMANO
don Sergio Pellini S.D.B.
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Marta Lago
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la invitación íntima a la conversión y
al servicio, al amor y al perdón. Nos
estimula a convertirnos, con la vida,
en imitadores de lo que celebramos
en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del
pan y del vino, es el mismo que viene a nuestro encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el
que sufre e implora ayuda, está en el
hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está
en el niño que no sabe nada de Jesús, de la salvación, que no tiene fe.
Está en cada ser humano, también
en el más pequeño e indefenso.
La Eucaristía, fuente de amor para
la vida de la Iglesia, es escuela de
caridad y solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy, lo sabemos, es un problema cada vez más
grave.
Que la fiesta del Corpus Christi
inspire y alimente cada vez más en
cada uno de nosotros el deseo y el
compromiso por una sociedad acogedora y solidaria. Pongamos estos
deseos en el corazón de la Virgen
María, Mujer eucarística. Que Ella
suscite en todos la alegría de participar en la santa misa, especialmente
el domingo, y la valentía alegre de
testimoniar la infinita caridad de
Cristo.
Al término de la oración mariana
el Pontífice habló del viaje realizado
a Sarajevo y recordó que el viernes 12
de junio, solemnidad del Sagrado
Corazón de Jesús, se celebrará el día
mundial contra el trabajo infantil.
Queridos hermanos y hermanas:
Leo allí: Bienvenido. Gracias.
Porque, ayer fui a Sarajevo, en Bosnia y Herzegovina, como peregrino
de paz y esperanza. Sarajevo es una
ciudad-símbolo. Durante siglos ha
sido lugar de convivencia entre pueblos y religiones, tanto como para
ser llamada «Jerusalén de occidente». En el pasado reciente se ha convertido en símbolo de las destruccioSIGUE EN LA PÁGINA 3
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número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 3
En la misa del Corpus Christi el Papa pide a los cristianos no dejarse arrollar por competiciones, arrogancia y mediocridad
Libres de la corrupción
Una severa advertencia contra la
corrupción lanzó el Papa Francisco
en la misa del Corpus Christi,
que celebró el jueves 4 de junio, por la
tarde, en el atrio de la basílica
de San Juan de Letrán.
Hemos escuchado: en la [Última]
Cena Jesús entregó su Cuerpo y su
Sangre mediante el pan y el vino,
para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito. Y con este
«viático» lleno de gracia, los discípulos tienen todo lo necesario para
su camino a lo largo de la historia,
para llevar a todos el reino de Dios.
Luz y fuerza será para ellos el don
que Jesús hizo de sí mismo, inmolándose voluntariamente en la cruz.
Y este Pan de vida ha llegado hasta
nosotros. Ante esta realidad nunca
acaba el asombro de la Iglesia. Un
asombro que alimenta siempre la
contemplación, la adoración, y la
memoria. Nos lo demuestra un texto
muy bonito de la Liturgia de hoy, el
Responsorio de la segunda lectura
del Oficio de lecturas, que dice así:
«Reconoced en el pan al mismo que
pendió en la cruz; reconoced en el
cáliz la sangre que brotó de su costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo, tomad y bebed su sangre. Sois ya miembros de Cristo.
Comed el vínculo que os mantiene
unidos, no sea que os disgreguéis;
Ángelus del domingo 7 de junio
VIENE DE LA PÁGINA 2
nes de la guerra. Ahora está en
proceso de reconciliación, y sobre
todo he ido por esto: para animar
ese camino de convivencia pacífica
entre poblaciones diferentes; un camino agotador, difícil ¡pero posible! Y lo están haciendo bien. Renuevo mi reconocimiento a las autoridades y a toda la población por
la acogida calurosa. Doy las gracias
a la querida comunidad católica, a
la que he querido llevar el afecto
de la Iglesia universal y agradezco
especialmente a todos los fieles: ortodoxos, musulmanes, judíos y a
los de las otras minorías religiosas.
He apreciado el compromiso de
colaboración y solidaridad entre
personas de diferentes religiones,
instando a todos a llevar adelante
la obra de reconstrucción espiritual
y moral de la sociedad. Trabajan
juntos como verdaderos hermanos.
Que el Señor bendiga Sarajevo y
Bosnia y Herzegovina.
El próximo viernes, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, pensemos en el amor de Jesús,
en cómo nos ha amado; en su corazón está todo este amor. El próximo viernes también se celebra el
Día mundial contra el trabajo infantil. Muchos niños en el mundo no
tienen la libertad de jugar, de ir a
la escuela y terminan siendo explotados como mano de obra. Deseo
el compromiso atento y constante
de la comunidad internacional para
la promoción del reconocimiento
activo de los derechos de la infancia.
Y ahora os saludo a todos vosotros, queridos peregrinos de Italia
y de distintos países. ¡Veo banderas
de distintos países! A todos os deseo un feliz domingo. Por favor,
no olvidéis rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
bebed el precio de vuestra redención, no sea que os depreciéis».
Existe un peligro, existe una amenaza: disgregarnos, despreciarnos.
¿Qué significa, hoy, este disgregarnos
y depreciarnos?
Nosotros nos disgregamos cuando
no somos dóciles a la Palabra del
Señor, cuando no vivimos la fraternidad entre nosotros, cuando competimos por ocupar los primeros sitios —los trepadores—, cuando no encontramos la valentía de testimoniar
la caridad, cuando no somos capaces
de dar esperanza. Así nos disgregamos. La Eucaristía nos ayuda a no
disgregarnos, porque es vínculo de
comunión, es realización de la Alianza, signo vivo del amor de Cristo
que se humilló y abajó para que nosotros permaneciésemos unidos. Participando en la Eucaristía y alimentándonos de ella, somo introducidos
en un camino que no admite divisiones. El Cristo presente en medio de
nosotros, en el signo del pan y del
vino, exige que la fuerza del amor
supere toda laceración, y al mismo
tiempo se convierta en comunión
también con el más pobre, apoyo
para el débil, atención fraterna hacia
quienes luchan por sostener el peso
de la vida diaria, y están en peligro
de perder la fe.
Y luego, la otra palabra: ¿qué significa
hoy para nosotros depreciarnos, o sea aguar
nuestra dignidad cristiana? Significa dejarnos mellar por las idolatrías
de
nuestro
tiempo: el aparentar,
el consumir, el yo en
el centro de todo; pero también ser competitivos, la arrogancia
como actitud triunfante, el no admitir nunca haberme equivocado o tener necesidad.
Todo esto nos deprecia, nos hace
cristianos mediocres, tibios, insípidos, paganos.
Jesús derramó su Sangre como
precio y como lavacro, para que fuésemos purificados de todos los pecados: para no depreciarnos, mirémosle a Él, bebamos en su fuente, para
ser preservados del peligro de la corrupción. Y entonces experimentaremos la gracia de una transformación:
nosotros seguiremos siendo siempre
pobres pecadores, pero la Sangre de
Cristo nos liberará de nuestros pecados y nos restituirá nuestra dignidad. Nos liberará de la corrupción.
Sin nuestro mérito, con sincera humildad, podremos llevar a los her-
manos el amor de nuestro Señor y
Salvador. Seremos sus ojos que van
en busca de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano que socorre a
los enfermos en el cuerpo y en el espíritu; seremos su corazón que ama
a los necesitados de reconciliación,
misericordia y comprensión.
De este modo la Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos
purifica y nos une en comunión admirable con Dios. Aprendemos así
que la Eucaristía no es un premio
para los buenos, sino que es la fuerza para los débiles, para los pecadores. Es el perdón, es el viático que
nos ayuda a dar pasos, a caminar.
Hoy, fiesta del Corpus Christi, tenemos la alegría no sólo de celebrar
este misterio, sino también de alabarlo y cantarlo por las calles de
nuestra ciudad. Que la procesión
que haremos al término de la misa,
exprese nuestro reconocimiento por
todo el camino que Dios nos hizo
recorrer a través del desierto de
nuestras pobrezas, para hacernos salir de la condición servil, alimentándonos con su Amor mediante el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
Dentro de un rato, mientras caminemos a lo largo de la calle, sintá-
monos en comunión con los numerosos hermanos y hermanas nuestros
que no tienen la libertad de expresar
su fe en el Señor Jesús. Sintámonos
unidos a ellos: cantemos con ellos,
alabemos con ellos, adoremos con
ellos. Y veneremos en nuestro corazón a los hermanos y hermanas a
quienes se les ha pedido el sacrificio
de la vida por fidelidad a Cristo:
que su sangre, unida a la del Señor,
sea prenda de paz y reconciliación
para todo el mundo.
Y no olvidemos: «Comed el vínculo que os mantiene unidos, no sea
que os disgreguéis; bebed el precio
de vuestra redención, no sea que os
depreciéis».
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viernes 12 de junio de 2015, número 24
La misa de cada día con el Papa
La última
palabra
La «identidad cristiana» encuentra
su fuerza en el testimonio y no conoce ambigüedad: por ello el cristianismo no puede ser «aguado», no
puede esconder su ser «escandaloso» y transformado en una «bonita
idea» para quien siempre tiene necesidad de «novedad». Y atención
también a la tentación de la mundanidad, propia de quien «ensancha la
conciencia» en tal medida que en
ella quepa todo. Lo afirmó el Papa
en la misa que celebró el martes 9
de junio, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta, recordando que «la última palabra de
Dios se llama “Jesús” y nada más».
«La liturgia de hoy nos habla de
la identidad cristiana», destacó el
Papa Francisco, proponiendo inmediatamente
la
cuestión
central:
«¿Cuál es esta identidad cristiana?».
Refiriéndose a la primera lectura del
día (2 Cor 1, 18-22), el Papa recordó
que «Pablo comienza contando a los
Corintios las cosas vividas, algunas
persecuciones», y «el testimonio que
dieron de Jesucristo». Y, en concreto, les escribe: «Es motivo de orgullo para mí —es decir yo me enorgullezco de mi identidad cristiana—
que haya sido así. Y Dios es testigo
de que nuestra palabra hacia vosotros es “sí”, es decir nosotros os hablamos de nuestra identidad, la que
es».
«Para llegar a esa identidad cristiana —explicó el Papa Francisco—
nuestro Padre, Dios, nos hizo recorrer un largo camino de historia, siglos y siglos, con figuras alegóricas,
con promesas, alianzas, y así hasta el
momento de la plenitud de los tiempos, cuando envió a su Hijo nacido
de mujer». Se trata, por lo tanto, de
«un largo camino». Y, afirmó el Papa, «también nosotros debemos hacer en nuestra vida un largo camino,
para que nuestra identidad cristiana
sea fuerte y dé testimonio». Un camino, precisó, «que podemos definir
de la ambigüedad a la identidad auténtica».
Así, pues, en la carta a los Corintios el apóstol escribe que «la palabra que os dirigimos no es sí y no,
ambigua». En efecto, añade Pablo,
«el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue
anunciado entre vosotros... no fue sí
y no, sino que en Él sólo hubo sí».
He aquí, entonces, dijo el Pontífice
que «nuestra identidad está precisamente en imitar, en seguir a este
Cristo Jesús, que es el “sí” de Dios
para nosotros». Y «esta es nuestra
vida: caminar todos los días para reforzar esta identidad y dar testimonio de ella, paso a paso, pero siempre hacia el “sí”, no con ambigüedad».
«Es verdad», reconoció luego el
Pontífice, «está el pecado y el pecado nos hace caer, pero nosotros tenemos la fuerza del Señor para levantarnos y seguir adelante con
nuestra identidad». Pero, añadió,
«yo diría también que el pecado es
parte de nuestra identidad: somos
pecadores, pero pecadores con fe en
Jesucristo». En efecto, «no es sólo
una fe de conocimiento» sino «una
fe que es un don de Dios y que ha
entrado en nosotros desde Dios».
Así, explicó el Papa, «es Dios mismo quien nos confirma en Cristo. Y
nos ha conferido la unción, nos ha
impreso el sello, el adelanto, la prenda del Espíritu en nuestro corazón».
Sí, repitió el Papa Francisco, «es
Dios quien nos da este don de la
identidad» y «el problema es ser fiel
a esta identidad cristiana y dejar que
el Espíritu Santo, que es precisamente la garantía, la prenda en nuestro
corazón, nos conduzca hacia adelante en la vida».
«Somos personas que no vamos
detrás de una filosofía», afirmó también el Pontífice porque «tenemos
un don, que es nuestra identidad:
somos ungidos, tenemos impreso en
nosotros el sello y tenemos dentro
de nosotros la garantía, la garantía
del Espíritu». Y «el Cielo comienza
aquí, es una identidad hermosa que
se refleja en el testimonio». Por esto,
añadió, «Jesús nos habla del testimonio como el lenguaje de nuestra
identidad cristiana» cuando dice:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué
la salarán?». Se refiere al pasaje
evangélico de san Mateo propuesto
hoy por la liturgia (5, 13-16).
Cierto, continuó el Papa, «la identidad cristiana, porque somos pecadores, es también tentada, es tentada, sufre la tentación —las tentaciones siempre están— y puede ir tras
ella, puede debilitarse y puede perderse». ¿Pero cómo puede ser esto?
«Yo pienso —sugirió el Pontífice—
que se puede ir tras ello principalmente por dos caminos».
El primero, explicó, es «el de pasar del testimonio a las ideas» y esto
es «aguar el testimonio». Como si se
dijese: «Pues sí, soy cristiano, el cristianismo es esto, una bonita idea, yo
rezo a Dios». Así «del Cristo concreto, porque la identidad cristiana
es concreta —lo leemos en las Bienaventuranzas; esta realidad concreta
está también en el capítulo 25 de san
Mateo—, pasamos a esta religión un
poco soft, en el aire y en el camino
de los gnósticos». Detrás, en cambio, «está el escándalo: esta identidad cristiana es escandalosa». Como
consecuencia «la tentación es decir
“no, no, sin escándalo; la cruz es un
escándalo; que Dios se haya hecho
hombre» es «otro escándalo» y se
deja a un lado; es decir, buscamos a
Dios «con estas espiritualidades cristianas un poco etéreas, vagas». En
tal medida, afirmó el Papa, que «están los agnósticos modernos y te
proponen esto, esto: no, la última
palabra de Dios es Jesucristo, no
hay otra».
«Por este camino», continuó el
Papa Francisco, están también «los
que siempre necesitan la novedad de
la identidad cristiana: olvidaron que
fueron elegidos, ungidos, que tienen
la garantía del Espíritu, y buscan:
“¿Dónde están los videntes que nos
comunican hoy la carta que la Virgen nos mandará a las 4 de la tarde?”. Por ejemplo, ¿no? Y viven de
esto». Pero «esto no es identidad
cristiana. La última palabra de Dios
se llama “Jesús” y nada más».
«Otro camino para dar un paso
atrás en la identidad cristiana es la
mundanidad», continuó el Papa. Es
decir «ensanchar tanto la conciencia
que allí dentro entra todo: “Sí, nosotros somos cristianos, pero esto
sí…”, no sólo moralmente, sino también humanamente». Porque «la
mundanidad es humana, y así la sal
pierde el sabor». He aquí porqué,
explicó el Papa, «vemos comunidades cristianas, incluso cristianos, que
se llaman cristianos, pero no pueden
y no saben dar testimonio de Jesucristo». Y «así la identidad va hacia
atrás, va hacia atrás y se pierde» y es
«este nominalismo mundano lo que
nosotros vemos todos los días».
«En la historia de la salvación
—dijo el Papa Francisco— Dios, con
su paciencia de Padre, nos condujo
de la ambigüedad a la certeza, a la
realidad concreta de la encarnación
y la muerte redentora de su Hijo: esta es nuestra identidad». Y «Pablo
se enorgullece de esto: Jesucristo,
hecho hombre; Dios, el Hijo de
Dios, hecho hombre y muerto por
obediencia». Sí, destacó el Pontífice,
Pablo «se enorgullece de esto» y
«esta es la identidad y allí está el
testimonio». Es «una gracia que debemos pedir al Señor: que siempre
nos dé este regalo, este don de una
identidad que no busque acomodarse a las cosas que le harían perder el
sabor de la sal».
Antes de continuar la celebración
eucarística, el Papa Francisco no dejó de destacar que también esta es
«un “escándalo”». Es más, concluyó:
«Me permito decir que es “un doble
escándalo”». Primero, explicó, «porque es el “escándalo” de la cruz: Jesús que entrega su vida por nosotros, el Hijo de Dios». Y luego «el
“escándalo” que nosotros cristianos
celebramos la memoria de la muerte
del Señor y sabemos que aquí se renueva esa memoria». Así, precisamente la celebración eucarística «es
un testimonio de nuestra identidad
cristiana».
Audiencia al presidente
de la Federación rusa
El Papa Francisco recibió en
audiencia el miércoles 10 de
junio, por la tarde, al presidente de la Federación rusa,
Vladimir Putin. El coloquio
privado en la Biblioteca del
palacio apostólico —que inició hacia las 18.15 y duró casi 50 minutos— se centró
principalmente en el conflicto en Ucrania y la situación en Oriente Medio.
Respecto a Ucrania —como expresó en una nota el
director de la Oficina de
prensa de la Santa Sede— el
Pontífice afirmó que es necesario comprometerse en un sincero y gran esfuerzo para hacer realidad la paz. Se coincidió en la importancia de reconstruir un clima
de diálogo y en la necesidad de
que todas las partes se comprometan para hacer realidad los acuerdos de Minsk. Esencial también el
compromiso para afrontar la grave
situación humanitaria, asegurando,
entre otras cosas, el acceso a los
agentes humanitarios y la aportación de todas las partes para una
progresiva distensión en la región.
En lo que concierne, en cambio,
a los conflictos actuales en Oriente
Medio, en los territorios de Siria e
Irak, se confirmó lo ya compartido
sobre la urgencia de perseguir la
paz con el interés concreto de la
comunidad internacional, asegurando mientras tanto las condiciones
necesarias para la vida de todos los
componentes de la sociedad, comprendidas las minorías religiosas y,
en especial, los cristianos.
Contemporáneamente a la audiencia, tuvo lugar un encuentro
entre el arzobispo Paul Richard
Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, y el ministro de exteriores de la Federación
rusa, Sergey Lavrov.
número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 5
A la llegada a Sarajevo el Pontífice renueva la invitación al diálogo y la colaboración
Apuesta de esperanza
El sábado 6 de junio por la mañana inició la visita del Papa Francisco a
Bosnia y Herzegovina. El avión de Alitalia que llevaba al Pontífice aterrizó en
Sarajevo alrededor de las 9. Acogieron al Papa, entre otros, el miembro croata de
la presidencia de Bosnia y Herzegovina, Dragan Čović, y el cardenal Vinko
Puljić, arzobispo de Sarajevo y presidente de la Conferencia episcopal. El Papa,
tras pasar ante la guardia de honor, saludó a un grupo grande de niños, jóvenes
y adultos vestidos con trajes tradicionales de la región, deteniéndose con algunos
de ellos para intercambiar algunas palabras. Desde el aeropuerto el Pontífice se
trasladó en automóvil al palacio presidencial para la ceremonia de bienvenida.
Publicamos la traducción del discurso que el Santo Padre pronunció en italiano.
Señores miembros de la Presidencia
de Bosnia y Herzegovina, señor presidente de turno, miembros del
Cuerpo diplomático, queridos hermanos y hermanas:
Agradezco de corazón a los miembros de la Presidencia de Bosnia y
Herzegovina por su amable acogida,
y de modo particular al señor presidente de turno Mladen Ivanić por el
cordial saludo que, en nombre de
todos, me ha dirigido. Es para mí
un motivo de alegría encontrarme en
esta ciudad, que ha sufrido tanto a
causa de los sangrientos conflictos
Signo y oración
GIOVANNI MARIA VIAN
Un signo y una oración en el
«hermoso camino» hacia la paz:
de este modo, con una síntesis
eficaz el Papa Francisco, al reunirse brevemente con los periodistas durante el vuelo hacia Sarajevo, presentó su viaje a la ciudad
que —por la antigua presencia y
la mezcla de etnias, culturas y religiones— se ha definido como la
Jerusalén de Europa. Una ciudad
que sufrió mucho durante la feroz
guerra en la primera mitad de los
años noventa.
Signo y oración expresados con
fuerza en la misa que, bajo un sol
ardiente, presidió el Pontífice
—realmente, según el significado
literal del término, «constructor
de puentes»— en el estadio de Sarajevo. Lugar fuertemente simbólico, donde ya celebró Juan Pablo
II dos años después del cese de la
guerra, y que acoge competiciones y conciertos, pero está rodeado por cientos de tumbas cristianas y musulmanas, de víctimas
del atroz conflicto que devastó el
país.
Presentándose en el encuentro
en el palacio presidencial como
«peregrino de la paz y el diálogo», el Papa indicó a Europa y al
mundo el ejemplo de Bosnia y
Herzegovina. Nación que tuvo la
valentía de afrontar el paso de la
cultura de la guerra y de la confrontación a la cultura del encuentro, concepto este último en
el cual Bergoglio insiste continuamente y que inspira la política y
la presencia de la Santa Sede en
ámbito internacional.
Y coherentes con esta cultura
del encuentro fueron las palabras
del Papa Francisco: necesitamos
«valorar lo que nos une y ver las
diferencias como oportunidades
SIGUE EN LA PÁGINA 6
del siglo pasado, y vuelve a ser un
lugar de diálogo y de convivencia
pacífica. Ha pasado de una cultura
de la confrontación, de la guerra, a
una cultura del encuentro.
Sarajevo, así como Bosnia y Herzegovina, tienen un significado especial para Europa y el mundo entero.
En estos territorios hay comunidades
que, desde hace siglos, profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una
con sus características peculiares y
orgullosa de sus tradiciones específicas, lo que no ha sido obstáculo para que durante mucho tiempo hayan
tenido relaciones de mutua amistad
y cordialidad.
Incluso en la misma estructura arquitectónica de Sarajevo se encuentran huellas visibles y permanentes
de esas relaciones, ya que en su tejido urbano, a poca distancia unas de
otras, surgen sinagogas, iglesias y
mezquitas, de tal modo que la ciudad recibió el nombre de la «Jerusalén de Europa». Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre
nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que
se asegure una comunicación fluida,
segura y civil.
Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y
ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de
todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades
puedan transmitir los valores de su
propia cultura y acoger lo que hay
de bueno en la experiencia de los
demás.
Así, es posible también curar las
graves heridas del pasado reciente, y
mirar hacia el futuro con esperanza,
enfrentándose con el corazón libre
de temores y rencores a los proble-
mas cotidianos que toda comunidad
civilizada ha de afrontar.
Dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II,
que tuvo lugar casi dos años después de la firma de los Acuerdos de
paz de Dayton, vengo como peregrino de la paz y el diálogo. Me complace ver los progresos realizados,
que debemos agradecer al Señor y a
tantas personas de buena voluntad.
Sin embargo, es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y
crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto
mutuos. Para facilitar este proceso se
requiere la cercanía —¡la cercanía!— y
colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión
Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en
el territorio de Bosnia y Herzegovina.
Bosnia y Herzegovina forma parte
de Europa; sus logros y sus dramas
se insertan de lleno en la historia de
los éxitos y dramas de Europa, y al
mismo tiempo son un serio llamamiento a hacer todo lo posible para
que el proceso de paz comenzado
sea cada vez más sólido e irreversible.
En esta tierra, la paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios,
así como las iniciativas encaminadas
a su fortalecimiento, las relaciones
cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos, cristianos y otras minorías religiosas, tienen una importancia que va más allá de sus fronteras.
Testimonian ante el mundo que la
colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien
común es posible, que se puede dar
una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar
soluciones originales y eficaces a los
problemas, que incluso las heridas
más profundas pueden ser curadas a
través de un proceso que purifique
la memoria y dé esperanza para el
futuro. Hoy, he visto esta esperanza
en los niños que he saludado en el
aeropuerto —musulmanes, ortodoxos, judíos, católicos y otras minorías— todos juntos, ¡alegres! ¡Esta es
la esperanza! Apostemos por ella.
Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y
pretexto de cualquier diferencia para
una violencia cada vez más brutal,
tenemos que reconocer los valores
fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de
los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar
y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio.
Los responsables políticos están
llamados a la noble tarea de ser los
primeros servidores de sus comunidades con una actividad que proteja
en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad
religiosa. De ese modo, será posible
construir, con un compromiso concreto, una sociedad más pacífica y
justa, para que con la ayuda de todos se encuentre solución a los múltiples problemas de la vida cotidiana
del pueblo.
Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante
la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada
uno se sentirán plenamente partícipes de la vida pública y, disfrutando
de los mismos derechos, podrán dar
su contribución específica al bien
común.
Excelentísimos señores y señoras:
La Iglesia católica, a través de la
oración y la acción de sus fieles y de
sus instituciones, participa en el trabajo de reconstrucción material y
moral de Bosnia y Herzegovina,
compartiendo sus alegrías y preocupaciones, deseosa de manifestar con
decisión su cercanía especial con los
pobres y necesitados, inspirada por
la enseñanza y el ejemplo de su divino Maestro, Jesús.
La Santa Sede se alegra por todo
el camino recorrido en estos años y
asegura su compromiso de seguir
promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad, a sabiendas de
que, en una convivencia civil y ordenada, la paz y la escucha mutua son
condiciones indispensables para un
desarrollo auténtico y permanente.
Espera fervientemente que, con la
ayuda de todos y después de que las
nubes oscuras de la tormenta han
desaparecido finalmente, Bosnia y
Herzegovina pueda proceder en el
camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera. Y aquí se ve florecer la primavera.
Con estos sentimientos, imploro
del Altísimo paz y prosperidad para
Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina. Gracias.
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 12 de junio de 2015, número 24
Durante la misa una nueva admonición del Pontífice contra la guerra y los traficantes de armas
El trabajo de los sembradores de paz
Una nueva admonición contra la guerra y los traficantes de armas «que
especulan con las guerras» resonó el sábado 6 de junio por la mañana en el
estadio Koševo de Sarajevo, donde decenas de miles de personas se reunieron para
asistir a la misa celebrada por el Papa Francisco. Publicamos la traducción del
discurso que el Pontífice pronunció en italiano.
Queridos hermanos y hermanas:
En las lecturas bíblicas que hemos
escuchado ha resonado varias veces
la palabra «paz». Palabra profética
por excelencia. Paz es el sueño de
Dios, es el proyecto de Dios para la
humanidad, para la historia, con toda la creación. Y es un proyecto que
encuentra siempre oposición por
parte del hombre y por parte del
maligno. También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso
por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una
especie de tercera guerra mundial
combatida «por partes»; y, en el
contexto de la comunicación global,
se percibe un clima de guerra.
Hay quien este clima lo quiere
crear y fomentar deliberadamente,
en particular los que buscan la confrontación entre las distintas culturas
y civilizaciones, y también cuantos
especulan con las guerras para vender armas. Pero la guerra significa
niños, mujeres y ancianos en campos
de refugiados; significa desplazamientos forzados; significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo, vidas truncadas. Vosotros
lo sabéis bien, por haberlo experimentado precisamente aquí, cuánto
sufrimiento,
cuánta
destrucción,
cuánto dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez
más desde esta ciudad el grito del
pueblo de Dios y de todos los hom-
bres y mujeres de buena voluntad:
¡Nunca más la guerra!
Dentro de este clima de guerra,
como un rayo de sol que atraviesa
las nubes, resuena la palabra de Jesús en el Evangelio: «Bienaventurados los constructores de paz» (Mt 5,
9). Es una llamada siempre actual,
que vale para todas las generaciones.
No dice: «Bienaventurados los predicadores de paz»: todos son capaces de proclamarla, incluso de forma
hipócrita o aun engañosa. No. Dice:
«Bienaventurados los constructores
de paz», es decir, los que la hacen.
Hacer la paz es un trabajo artesanal:
requiere pasión, paciencia, experiencia, tesón. Bienaventurados quienes
siembran paz con sus acciones cotidianas, con actitudes y gestos de servicio, de fraternidad, de diálogo, de
misericordia... Estos, sí, «serán llamados hijos de Dios», porque Dios
siembra paz, siempre, en todas partes; en la plenitud de los tiempos ha
sembrado en el mundo a su Hijo para que tuviésemos paz. Hacer la paz
es un trabajo que se realiza cada día,
paso a paso, sin cansarse jamás.
Y ¿cómo se hace, cómo se construye la paz? Nos lo ha recordado de
forma esencial el profeta Isaías: «La
obra de la justicia será la paz» (32,
17). «Opus iustitiae pax», según la
versión de la «Vulgata», convertida
en un lema célebre adoptado proféticamente por el Papa Pío XII. La paz
es obra de la justicia. Tampoco aquí
retrata una justicia declamada, teorizada, planificada... sino una justicia
practicada, vivida. Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno cumplimiento de la justicia es amar al
Signo y oración
VIENE DE LA PÁGINA 5
de crecimiento». Y aquí, en el corazón de los Balcanes,
se debe continuar el diálogo que condujo al final de la
guerra y a la construcción de la paz. Con la ayuda internacional —destacó el Pontífice—, en especial de la
Unión europea, y con la colaboración entre etnias y religiones, que es posible y abre a la esperanza.
«He visto esta esperanza en los niños musulmanes,
ortodoxos, judíos, católicos», y ahora hay que apostar
por ellos, añadió espontáneamente Bergoglio, que en el
aeropuerto quiso saludar a uno por uno a un centenar
de bebés y niños, mujeres y varones reunidos festivamente para acogerlo. Hay que oponerse a la barbarie
para reconocer «los valores fundamentales de nuestra
humanidad común» —continuó— de modo que después
del invierno florezca la primavera, «y aquí se ve florecer la primavera».
Totalmente centrada en la paz —mir vama («la paz
esté con vosotros», según las palabras evangélicas) el
lema de la visita papal— fue la homilía durante la misa,
en un contexto de «clima de guerra» que se percibe en
la comunicación global y que llevó al Papa Francisco
(Papa Franjo) a repetir las palabras de Pablo VI ante la
asamblea general de las Naciones Unidas («¡nunca
más la guerra!») y el lema de Pacelli (opus iustitiae pax)
tomado de la antigua profecía de Isaías.
Profética la sentencia de Pío XII que describe no una
«justicia declamada, teorizada, planificada», sino la
practicada y vivida, como comentó su sucesor. Que
también explicó la bienaventuranza evangélica dirigida
a los «agentes de paz»: es decir no los que la declaman, tal vez hipócritamente, sino «aquellos que la hacen», artesanalmente. Y las cosas cambian porque cambiamos nosotros. Gracias a un don que sigue siendo de
D ios.
prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,
39; Rm 13, 9). Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este
mandamiento, ¡cómo cambian las
cosas! ¡Porque cambiamos nosotros!
Esa persona, ese pueblo, que vemos
como enemigo, en realidad tiene mi
mismo rostro, mi mismo corazón, mi
misma alma. Tenemos el mismo Padre en el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a
ese pueblo, lo que me gustaría que
me hiciesen a mí, a mi pueblo (cf.
Mt 7, 12).
San Pablo, en la segunda lectura,
nos ha indicado las actitudes necesarias para la paz: «Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos
cuando alguno tenga quejas contra
otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo» (3, 12-13).
Estas son las actitudes para ser
«artesanos» de paz en lo cotidiano,
allí donde vivimos. Pero no nos engañemos creyendo que esto depende
sólo de nosotros. Caeríamos en un
moralismo ilusorio. La paz es don de
Dios, no en sentido mágico, sino
porque Él, con su Espíritu, puede
imprimir estas actitudes en nuestros
corazones y en nuestra carne, y hacer de nosotros verdaderos instrumentos de su paz. y, profundizando
más todavía, el Apóstol dice que la
paz es don de Dios porque es fruto
de su reconciliación con nosotros.
Sólo si se deja reconciliar con Dios,
el hombre puede llegar a ser constructor de paz.
Queridos hermanos y hermanas,
hoy pedimos juntos al Señor, por la
intercesión de la Virgen María, la
gracia de tener un corazón sencillo,
la gracia de la paciencia, la gracia de
luchar y trabajar por la justicia, de
ser misericordiosos, de construir la
paz, de sembrar la paz y no guerra y
discordia. Este es el camino que nos
hace felices, que nos hace bienaventurados.
número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
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En la catedral conmovedor encuentro con sacerdotes y religiosos
Pequeños mártires
Conmovedor encuentro con los sacerdotes, consagrados y seminaristas
en la catedral de Sarajevo, que el Papa Francisco visitó el sábado 6 de junio,
por la tarde. Impactado por los conmovedores testimonios —que publicamos
completos en nuestro sitio web en lengua italiana— relatados por un sacerdote,
un religioso y una religiosa, víctimas de violencias y torturas en los años
de la guerra, el Pontífice pronunció espontáneamente el siguiente discurso.
Tenía preparado un discurso para
vosotros, pero después de escuchar
el testimonio de este sacerdote, de
este religioso, de esta religiosa, siento la necesidad de hablaros de manera espontánea.
Ellos nos han contado vida, nos
han contado experiencias, nos han
contado muchas cosas feas y hermosas. Le doy el discurso —que es bonito— al cardenal arzobispo.
Los testimonios hablaban por sí
mismos. ¡Y esta es la memoria de
vuestro pueblo! Un pueblo que olvida su memoria no tiene futuro. Esta
es la memoria de vuestros padres y
madres en la fe: aquí sólo han hablado tres personas, pero detrás de
ellas hay tantos y tantas que han sufrido las mismas cosas.
Queridas hermanas, queridos hermanos, no tenéis ningún derecho a
olvidar vuestra historia. No para
vengaros, sino para hacer la paz. No
para mirar [estos testimonios] como
una cosa extraña, sino para amar como ellos han amado. En vuestra sangre, en vuestra vocación, está la vocación, está la sangre de estos tres
mártires. Y está la sangre y está la
vocación de tantas religiosas, tantos
sacerdotes, tantos seminaristas. El
autor de la Carta a los Hebreos nos
dice: Por favor, no os olvidéis de
vuestros antepasados, que os han
transmitido la fe. Estos [señala a los
testigos] os han transmitido la fe; estos os han transmitido cómo se vive
la fe. El mismo Pablo nos dice: «No
os olvidéis de Jesucristo», el primer
Mártir. Y estos han seguido las huellas de Jesús.
Retomar la memoria para hacer la
paz. Algunas palabras se me han
quedado grabadas en el corazón.
Una, repetida: «perdón». Un hombre, una mujer que se consagra al
servicio del Señor y no sabe perdonar, no sirve. Perdonar a un amigo
que te ha dicho una mala palabra,
con el que habías discutido, o a una
religiosa que tiene celos de ti, no es
tan difícil. Pero perdonar al que te
golpea, a quien te tortura, a quien te
pisotea, a quien te amenaza con un
fusil para matarte, eso es difícil. Y
ellos lo han hecho, y predican que
se haga.
Otra palabra que se me ha grabado es la de los 120 días del campo
de concentración. Cuántas veces el
espíritu del mundo nos hace olvidar
estos antepasados nuestros, el sufrimiento de nuestros antepasados.
Esos días están contados, y no por
días, sino por minutos, porque cada
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Testigos del perdón
Don Zvonimir Matijević, sesenta años, camina con fatiga, se sirve de dos muletas, y para subir los escalones
que llevan al altar necesita de la ayuda de otro sacerdote y de una religiosa. En el cuerpo lleva las señales de
las torturas que padeció durante la guerra que hace
veinte años tiñó de sangre Bosnia y Herzegovina. Ante
el Papa toma la palabra y en lengua croata inicia a
contar lo que sucedió el Domingo de Ramos de 1992,
cuando tras la misa lo condujeron fuera de su parroquia de Glamoć y le golpearon salvajemente. «Varias
veces intentaron hacerme decir públicamente en televisión que soy un criminal de guerra, que los sacerdotes
católicos son unos criminales y que educan a los criminales», recuerda. Lo golpearon con tal violencia que
casi le provocan la muerte. Don Zvonimir se conmueve
pero es capaz de continuar con su relato. Tras un mes
y medio en el hospital, diversas intervenciones quirúrgicas y transfusiones de sangre, lo intercambiaron como prisionero de guerra y recupera la libertad. Pero su
físico está marcado para siempre. «A través de mi testimonio —concluye el sacerdote de la diócesis de Banja
Luka— usted puede escuchar miles de testimonios de
personas que han sufrido. Y son personas que no pierden la esperanza, porque creen en Dios, en la victoria
del bien sobre el mal». Por lo demás, confiesa, él a sus
captores los ha perdonado y reza por ellos.
El Papa, que lo siguió con un texto escrito y leído
velozmente, observa con emoción a ese sacerdote que
está reviviendo su martirio. Y cuando termina la historia, mientras la tensión de los presentes se desata en un
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El discurso entregado por el Papa
Basta una migaja
A continuación el texto del discurso
preparado y entregado por el Papa.
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo afectuosamente a todos
vosotros, así como a vuestros hermanos y hermanas enfermos y ancianos
que no pueden estar aquí, pero están
con nosotros espiritualmente. Doy
las gracias al cardenal Puljić por sus
palabras, como también a sor Ljubica, al reverendo Zvonimir y fray Jozo por sus testimonios. Agradezco a
todos el servicio que hacéis al Evangelio y a la Iglesia. He venido a
vuestra tierra como peregrino de paz
y de diálogo, para confirmar y animar a los hermanos en la fe, y en
particular a vosotros, llamados a trabajar «a tiempo completo» en la viña del Señor. Él nos dice: «Yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el
final de los tiempos» (Mt 28, 21).
Esta es la certeza que infunde consuelo y esperanza, especialmente en
los momentos difíciles para el ministerio. Pienso en los sufrimientos y en
las pruebas pasadas y presentes de
vuestras comunidades cristianas. Incluso viviendo en esas situaciones,
vosotros no os habéis rendido, ha-
béis resistido, esforzándoos por
afrontar las dificultades personales,
sociales y pastorales con incansable
espíritu de servicio. El Señor os lo
recompense.
Imagino que la situación numéricamente minoritaria de la Iglesia católica en vuestra tierra, así como los
fracasos del ministerio, en ocasiones
os hacen sentir como los discípulos
de Jesús cuando, habiendo bregado
toda la noche, no habían pescado
nada (cf. Lc 5, 5). Pero es precisamente en estos momentos, si nos fiamos del Señor, cuando experimentamos el poder de su Palabra, la fuerza de su Espíritu, que renueva en
nosotros la confianza y la esperanza.
La fecundidad de nuestro servicio
depende sobre todo de la fe; la fe en
el amor de Cristo, del cual nada podrá separarnos, como afirma el apóstol Pablo, que de pruebas entendía
(cf. Rm 8, 35-39). Y también la fraternidad nos sostiene y nos anima; la
fraternidad entre sacerdotes, entre
religiosos, entre laicos consagrados,
entre seminaristas; la fraternidad entre todos nosotros, a quienes el Señor ha llamado a dejarlo todo para
seguirlo, nos da alegría y consuelo, y
hace más eficaz nuestro trabajo. Nosotros somos testimonio de fraternidad.
«Tened cuidado de vosotros y de
todo el rebaño» (Hch 20, 28). Esta
exhortación de san Pablo —narrada
en los Hechos de los Apóstoles— nos
recuerda que, si queremos ayudar a
los demás a ser santos, debemos cuidar de nosotros mismos, es decir, de
nuestra santificación. Y, de la misma
manera, la dedicación al pueblo fiel
de Dios, la inmersión en su vida y
sobre todo la cercanía a los pobres y
a los pequeños nos hace crecer en la
configuración con Cristo. El cuidado
del propio camino personal y la caridad pastoral hacia los demás van
siempre juntas y se enriquecen mutuamente. No van nunca por separado.
¿Qué significa para un sacerdote y
para una persona consagrada, hoy,
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L’OSSERVAT
número 24, viernes 12 de junio de 2015
Al despedirse de Sarajevo el Papa recomienda a los jóvenes no perder la libertad y la dignidad
Los muros y los puentes
La visita del Papa a Sarajevo se concluyó
el sábado 6 de junio por la tarde con el
festivo encuentro con cientos de jóvenes,
reunidos en el Centro diocesano juvenil
dedicado a Juan Pablo II. Antes de
entregar el discurso preparado para la
ocasión, el Pontífice respondió a cuatro
preguntas de los jóvenes.
Estos cuatro compañeros vuestros harán algunas preguntas. Yo entregaré a
mons. Semren el discurso preparado
antes, que os lo dará después. Y ahora
hacemos un turno de preguntas y respuestas.
Tras escuchar que el Papa desde hace
veinte años no mira la televisión, un joven
le preguntó el porqué de esta elección.
Sí, desde mediados de los años 90,
sentí una noche que eso no me hacía
bien, me alienaba, me llevaba... y decidí no mirarla.
Cuando quería ver una buena película, iba al centro de televisión del arzobispado y la veía allí. Pero sólo la película... La televisión en cambio me alienaba y me sacaba fuera de mí: no me
ayudaba. Por supuesto, yo soy de la
edad de piedra, ¡soy antiguo!
Y nosotros ahora —entiendo que los
tiempos han cambiado— vivimos en la
época de la imagen. Y esto es muy importante. Y en la época de la imagen
hay que hacer lo que se hacía en la
época de los libros: elegir lo que me
hace bien. De esto se derivan dos cosas. Primero: la responsabilidad que
tienen los centros de televisión en hacer
programas que ayuden, que sean buenos para los valores, que construyan la
sociedad, que nos lleven hacia delante,
que no nos tiren abajo. Y luego hacer
programas que ayuden a que los valores, los verdaderos valores, sean cada
vez más fuertes y nos preparen para la
vida. Esta es la responsabilidad de los
centros de televisión. Segundo: saber
elegir los programas, y esta es una responsabilidad nuestra. Si veo que un
programa no es bueno para mí, me
echa por tierra los valores, me hace ser
vulgar, incluso con cosas sucias, tengo
que cambiar de canal. Como se hacía
en mi época de la piedra: cuando un libro era bueno, lo leías; cuando un libro
te hacía daño, lo tirabas. Y luego hay
un tercer punto: el punto de la fantasía
mala, la fantasía que mata el alma. Si
tú, que eres joven, vives conectado al
ordenador y te conviertes en un esclavo
del ordenador, pierdes la libertad. Y si
tú buscas en el ordenador programas
sucios, pierdes la dignidad.
Ver la televisión, usar el ordenador,
pero para cosas buenas,
cosas grandes, cosas que
nos hagan crecer. ¡Esto
es bueno! Gracias.
Querido Santo Padre,
estoy aquí, en este Centro
San Juan Pablo II y yo
quería preguntarle si usted
ha sentido la alegría y el
amor que todos estos jóvenes de Bosnia y Herzegovina tienen por su persona.
Si te digo la verdad,
cuando me encuentro
con los jóvenes siento la
alegría y el amor que tienen. No sólo por mí, sino por los ideales, por la
vida. ¡Quieren crecer! Pero vosotros tenéis una
particularidad:
vosotros
sois —creo— la primera
generación después de la
guerra. Vosotros sois las
flores de una primavera,
como ha dicho mons. Semren: flores de una primavera que quieren ir
adelante y no volver a la
destrucción, a las cosas
que nos hacen enemigos
unos de otros. Yo encuentro en vosotros ese
querer y ese entusiasmo.
Y esto es nuevo para mí.
Veo que no queréis la destrucción: no
queréis ser enemigos unos de otros.
Queréis caminar juntos, como ha dicho
Nadežda. ¡Y esto es maravilloso! Veo
en esta generación, también en vosotros, en todos vosotros —estoy seguro
de ello. Mirad en vuestro interior...—,
veo que tenéis la misma experiencia de
Darko. No somos «ellos y yo», somos
«nosotros». Queremos ser «nosotros»,
para no destruir la patria, para no destruir el país. Tú eres musulmán, tú ju-
dío, tú ortodoxo, tú católico... pero somos «nosotros». ¡Esto es construir la
paz! Y esto pertenece a vuestra generación, y es vuestra alegría.
Tenéis una gran vocación. Una gran
vocación: no construir nunca muros,
sólo puentes. Y esta es la alegría que
encuentro en vosotros. Gracias.
Santo Padre, también yo estoy aquí como voluntaria, en este centro. ¿Qué nos
Pasado y futuro
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Conmovedor, como ya había sucedido en Tirana, fue el encuentro en la
catedral con las religiosas, los religiosos y el clero, iniciado con las intervenciones de don Zvonimir Matijević,
fray Jozo Puškarić y la hermana Ljubica Šekerija: historias en primera
persona de persecución y de martirio,
iluminadas sin embargo por gestos de
humanidad de una mujer musulmana
e incluso por uno de los perseguidores. Visiblemente conmovido, el Papa
abrazó y besó a los tres testigos, ya
ancianos y marcados por las graves
consecuencias de las violencias sufridas.
Tras entregar el discurso preparado,
el Pontífice tuvo una meditación: son
testimonios de «vidas dignas de Jesucristo», que «hablan por sí solas» y
que no se deben olvidar: «para hacer
la paz, para amar como amaron los
perseguidos», transmitiendo y viviendo la fe. Y repitió: se trató de una
historia de crueldad, pero «vosotros
hacéis siempre lo contrario, con la ternura, siguiendo el ejemplo de estos
mártires», dijo el Papa. En la memoria del pasado, para construir —junto
a los creyentes cristianos, musulmanes
y judíos, con quienes luego mantuvo
un encuentro— un futuro distinto, de
paz.
Futuro que Bergoglio vislumbró en
el último encuentro, que tuvo lugar
con cientos de jóvenes no sólo católicos, que le plantearon sus preguntas y
a quienes respondió acerca de uno de
los temas que más afecta a la sociedad
contemporánea, el de la comunicación
mediática, cada vez más difundido. Al
hablar de la propia experiencia y mirando a los ojos a sus jóvenes interlocutores, el Papa, ciertamente, no demonizó los nuevos medios de comunicación sino que dijo que es necesario
elegir y que se debe saber elegir porque están en juego la libertad y la
dignidad.
Y también la tarea que dejó a los
jóvenes de Sarajevo no se refiere sólo
a la ciudad atormentada ni sólo a
Bosnia y Herzegovina. Mirando al futuro —dijo el Pontífice— no se deben
construir muros sino sólo puentes. Para acelerar, en el difícil y largo invierno que en muchos sitios parece no
acabar, una nueva primavera en la
cual germine la paz.
TORE ROMANO
puede decir?, ¿cuál es su mensaje por la
paz para todos nosotros los jóvenes?
En esta respuesta, repito un poco lo
que he dicho antes. Todo el mundo habla de la paz: algunas personas poderosas hablan y dicen cosas bonitas sobre
la paz, pero por debajo venden armas.
De vosotros espero honestidad, honestidad entre lo que pensáis, lo que sentís
y lo que hacéis: las tres cosas juntas. Lo
contrario se llama hipocresía. Hace
años vi una película sobre esta ciudad,
no recuerdo el título, pero la versión
alemana —la que vi— se llamaba «Die
Brücke» («El Puente»). No sé cómo se
llama en vuestro idioma... Y allí ví cómo el puente siempre une. Cuando el
puente no se usa para que uno vaya
hacia el otro, sino que es un puente
prohibido, se convierte en la ruina de
una ciudad, la ruina de una existencia.
Por eso, de vosotros, de esta primera
generación de la posguerra, espero honestidad y no hipocresía. Unión, construir puentes, pero dejar que se pueda
ir de una parte a la otra. Esta es la fraternidad.
Después del intercambio de regalos el
Papa Francisco pronunció las siguientes
palabras.
Vosotros, las flores de primavera de
la posguerra, construid la paz; trabajad
por la paz. Todos juntos. ¡Todos juntos! ¡Que este sea un país de paz!
«Mir Vama!»: ¡Recordad bien esto!
Que el Señor os bendiga. Yo os bendigo de corazón y pido al Señor que os
bendiga a todos. Y, por favor, rezad
por mí.
Antes de dejar el centro, el Pontífice
dirigió el siguiente saludo desde la
terraza.
Buenas tardes a todos. «Mir Vama!»:
éste es el encargo que os dejo. Construir la paz, todos juntos.
Estas palomas son un signo de paz,
la paz que nos traerá la alegría. Y la
paz se hace entre todos, entre todos:
musulmanes, judíos, ortodoxos, católicos y otras religiones. Todos somos hermanos. Todos adoramos al único Dios.
Nunca, nunca separación entre nosotros. Fraternidad y unión.
Ahora me despido y os pido, por favor, que recéis por mí. Que el Señor os
bendiga.
«Mir Vama!».
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El discurso del Pontífice
Salvad la esperanza
Publicamos el discurso que había
preparado el Santo Padre.
Queridos jóvenes:
He deseado tanto este encuentro
con vosotros, jóvenes de Bosnia y
Herzegovina y de los países vecinos.
Dirijo a todos un cordial saludo. Al
encontrarme aquí, en este «Centro»
dedicado a san Juan Pablo II, no puedo olvidar lo mucho que hizo por los
jóvenes, encontrándose con ellos y animándoles en todas las partes del mundo. Encomiendo a su intercesión a cada uno de vosotros, así como todas las
iniciativas que la Iglesia católica ha
emprendido en vuestra tierra para testimoniar su cercanía y su confianza en
los jóvenes. Todos nosotros caminamos juntos.
Conozco las dudas y esperanzas que
lleváis en el corazón. Nos las ha recordado mons. Marko Semren y
vuestros representantes, Darko
y Nadežhda. En particular,
comparto la esperanza de que
se asegure a las nuevas generaciones la posibilidad real de un
futuro digno en el país, evitando así el triste fenómeno del
éxodo. A este respecto, las instituciones están llamadas a poner en marcha oportunas y audaces estrategias para animar a
los jóvenes y favorecerlos en
sus legítimas aspiraciones; de
este modo, serán capaces de
contribuir activamente a la
construcción y al crecimiento
del país. Por su parte, la Iglesia puede dar su contribución
con adecuados proyectos pastorales centrados en la conciencia cívica y moral de la juventud, ayudándola así a ser
protagonista de la vida social.
Este compromiso de la Iglesia
ya está en marcha, especialmente a través de la valiosa labor de las escuelas católicas, justamente abiertas no sólo a los estudiantes
católicos, sino también a los de otras
confesiones cristianas y de otras religiones. Sin embargo, la Iglesia debe
sentirse llamada a lanzarse cada vez
más a partir del Evangelio y el impulso del Espíritu Santo, que transforma
las personas, la sociedad y la Iglesia
misma.
También vosotros, jóvenes, tenéis
que desempeñar un papel decisivo a la
hora de afrontar los desafíos de nuestro tiempo, que son ciertamente retos
materiales, pero que, antes aún, se refieren a la visión del hombre. En efecto, junto con los problemas económicos, la dificultad de encontrar trabajo
y la consiguiente incertidumbre por el
futuro, se percibe la crisis de los valores morales y la pérdida del sentido de
la vida. Ante esta crítica situación, algunos pueden caer en la tentación de
la fuga, de la evasión, encerrándose en
una actitud de aislamiento egoísta, re-
fugiándose en el alcohol, en las drogas, en las ideologías que predican el
odio y la violencia. Son realidades que
conozco bien porque, lamentablemente, también están presentes en la ciudad de Buenos Aires, de donde yo
vengo. Por eso os animo a que no os
dejéis abatir por las dificultades, sino
que hagáis valer sin miedo la fuerza
que viene de vuestro ser personas y
cristianos, de ser semillas de una sociedad más justa, fraterna, acogedora y
pacífica. Vosotros, jóvenes, junto con
Cristo, sois la fuerza de la Iglesia y de
la sociedad. Si os dejáis plasmar por
él, si entabláis un diálogo con él en la
oración, con la lectura y la meditación
del Evangelio, os convertiréis en profetas y testigos de la esperanza.
Estáis llamados a esta misión: salvar
la esperanza a la que os empuja vuestra propia realidad de personas abier-
tas a la vida; la esperanza que tenéis
de superar la situación actual, para
preparar en el futuro un clima social y
humano más digno del actual; la esperanza de vivir en un mundo más fraterno, más justo y pacífico, más sincero, más a medida del hombre. Os deseo que toméis conciencia cada vez
más de que sois hijos de esta tierra,
que os ha visto nacer y que pide ser
amada y ayudada a reedificarse, a crecer espiritual y socialmente, gracias a
la contribución indispensable de vuestras ideas y actividades. Para vencer
todo rastro de pesimismo se necesita
el valor de gastarse la vida con alegría
y dedicación en la construcción de
una sociedad acogedora, respetuosa de
toda la diversidad, orientada a la civilización del amor. Tenéis muy cerca un
gran testimonio de este estilo de vida:
el beato Ivan Merz. San Juan Pablo II
lo ha proclamado beato en Banja Luka. Que sea siempre vuestro protector
y vuestro ejemplo.
La fe cristiana nos enseña que estamos llamados a un destino eterno, a ser
hijos de Dios y hermanos en Cristo
(cf. 1 Jn 3, 1), a ser creadores de fraternidad por amor a Cristo. Me alegro
por el compromiso en el diálogo ecuménico e interreligioso emprendido
por vosotros, jóvenes católicos y ortodoxos, con la implicación de los jóvenes musulmanes. En esta importante
actividad desempeña un papel importante este «Centro juvenil San Juan
Pablo II», con iniciativas de conocimiento mutuo y de solidaridad, para
fomentar la convivencia pacífica entre
las diferentes pertenencias étnicas y religiosas. Os animo a continuar con
confianza esta obra, comprometiéndoos en proyectos comunes con gestos
concretos de cercanía y ayuda a los
más pobres y necesitados.
Queridos jóvenes, vuestra presencia
festiva, vuestra sed de verdad y
de altos ideales son signos de
esperanza. La juventud no es
pasividad, sino esfuerzo tenaz
por alcanzar metas importantes, aunque cueste; no es un
cerrar los ojos ante las dificultades, sino rechazar las componendas y la mediocridad; no es
evasión o fuga, sino el compromiso de solidaridad con todos, especialmente con los más
débiles. La Iglesia cuenta y
quiere contar con vosotros, que
sois generosos y capaces de los
mejores impulsos y de los sacrificios más nobles. Por eso,
vuestros pastores, y yo con
ellos, os pedimos que no os
aisléis, sino que estéis siempre
unidos entre vosotros, para disfrutar de la belleza de la fraternidad y ser más eficaces en
vuestra actividad.
Que por vuestro modo de
amaros y comprometeros todo
el mundo pueda ver que sois cristianos: los jóvenes cristianos de Bosnia y
Herzegovina. Sin miedo; sin huir de la
realidad; abiertos a Cristo y a los hermanos. Sois parte viva del gran pueblo que es la Iglesia: el Pueblo universal, en el que todas las naciones y culturas pueden recibir la bendición de
Dios y encontrar el camino de la paz.
En este pueblo, cada uno de vosotros
está llamado a seguir a Cristo y a dar
la vida por Dios y por los hermanos
en la vía que el Señor le indicará, más
aún, que ya os indica. Ya hoy, ahora,
el Señor os llama: ¿queréis responder?
No tengáis miedo. No estamos solos.
Estamos siempre con el Padre celestial,
con Jesús, nuestro Hermano y Señor,
con el Espíritu Santo; y tenemos como
madre a la Iglesia y a María. Que la
Santísima Virgen María os proteja y os
dé siempre la alegría y el valor de dar
testimonio del Evangelio. Os bendigo
a todos, y os pido que, por favor, recéis por mí.
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 12 de junio de 2015, número 24
Durante el encuentro ecuménico e interreligioso el Papa recuerda que es posible vivir uno junto a otro
Esta tierra es un mensaje
vuestra presencia y
por las oraciones que
tendréis la bondad de
ofrecer por mi servicio. Por mi parte, os
aseguro que rezaré
también por vosotros,
por vuestras comunidades, y lo haré de corazón. El Señor os
bendiga a todos.
Ahora os invito a
rezar esta oración. Al
Eterno, al Único y
Verdadero Dios Vivo,
al Misericordioso.
Con los responsables de las
comunidades musulmana, ortodoxa,
católica y judía de Bosnia
y Herzegovina el Pontífice se reunió
el sábado 6 de junio por la tarde
en el Centro internacional estudiantil
franciscano. Después de escuchar
el saludo del cardenal arzobispo
de Sarajevo y de tres representantes
religiosos, el Papa pronunció
el siguiente discurso.
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de poder participar en
este encuentro, que reúne a los representantes de las confesiones religiosas presentes en Bosnia y Herzegovina. Saludo cordialmente a cada
uno de vosotros y a vuestras comunidades, y agradezco en particular
sus amables palabras y las reflexiones que me han propuesto. Y escuchándolas puedo deciros que me
han hecho bien.
El encuentro de hoy es signo de
un deseo común de fraternidad y de
paz; y da fe de una amistad que se
ha ido construyendo a lo largo del
tiempo y que ya vivís en la convivencia y la colaboración cotidianas.
Estar aquí es ya un «mensaje» de
ese diálogo que todos buscamos y
por el que estamos trabajando.
Quisiera recordar especialmente,
como fruto de este deseo de encuentro y reconciliación, la institución,
en 1997, del Consejo local para el
diálogo interreligioso, que reúne a
musulmanes, cristianos y judíos. Me
congratulo por la obra que el Consejo está desarrollando en la promoción de varias actividades de diálogo, la coordinación de iniciativas comunes y las conversaciones con las
Autoridades estatales. Vuestro trabajo es de gran valor para esta región,
y en Sarajevo particularmente, cruce
de pueblos y culturas, donde la diversidad, por un lado, constituye un
gran recurso que ha permitido el desarrollo social, cultural y espiritual
de esta región y, por otro, ha sido
motivo de dolorosas heridas y sangrientas guerras.
No es casualidad que el Consejo
para el diálogo interreligioso y las
otras valiosas iniciativas en el campo
interreligioso y ecuménico surgieran
al final de la guerra, como una res-
puesta a la exigencia de reconciliación y para hacer frente a la necesidad de reconstruir una sociedad desgarrada por el conflicto armado. De
hecho, el diálogo interreligioso, tanto aquí como en cualquier parte del
mundo, es una condición indispensable para la paz, y por eso es un
deber para todos los creyentes (cf.
Exhort. ap. Evangelii gaudium, 250).
El diálogo interreligioso, antes incluso de ser una discusión sobre los
grandes temas de la fe, es una «conversación sobre la vida humana»
(ibid.). En él se comparte el día a día
de la vida concreta, en sus gozos y
sus tristezas, con sus angustias y sus
esperanzas; se asumen responsabilidades comunes; se proyecta un futuro mejor para todos. Se aprende a
vivir juntos, a conocerse y aceptarse
con las propias diferencias, libremente, por lo que cada uno es. En el
diálogo se reconoce y se desarrolla
una convergencia espiritual, que unifica y ayuda a promover los valores
morales, los grandes valores morales,
la justicia, la libertad y la paz. El
diálogo es una escuela de humanidad y un factor de unidad, que ayuda a construir una sociedad fundada
en la tolerancia y el respeto mutuo.
Por este motivo, el diálogo interreligioso no puede limitarse solo a
unos pocos, a los responsables de las
comunidades religiosas, sino que debería extenderse en lo más posible a
todos los creyentes, involucrando las
distintas esferas de la sociedad civil.
Y una atención particular merecen
en este sentido los jóvenes, llamados
a construir el futuro del país. Sin
embargo, es bueno recordar que el
diálogo, para que sea auténtico y eficaz, presupone una identidad formada: sin una identidad formada, el
diálogo es inútil o perjudicial. Esto
lo digo pensando en los jóvenes, pero vale para todos.
Aprecio sinceramente todo lo que
habéis hecho hasta ahora y os animo
en este compromiso por la causa de
la paz, de la que vosotros, como líderes religiosos, sois los primeros
custodios aquí en Bosnia y Herzegovina. Os aseguro que la Iglesia católica seguirá dando su pleno apoyo y
asegurando su completa disponibilidad.
Todos somos conscientes que todavía hay mucho camino por recorrer. Pero no nos dejemos desanimar
por las dificultades y continuemos
con perseverancia por el camino del
perdón y de la reconciliación. Al hacer justa memoria del pasado, también para aprender las lecciones de
la historia, evitemos los reproches y
recriminaciones; más bien, dejémonos purificar por Dios, que nos da
el presente y el futuro, Él es nuestro
futuro: Él es la fuente última de la
paz.
Esta ciudad, que en su reciente
historia se ha convertido tristemente
en un símbolo de la guerra y de su
devastación, esta Jerusalén de Europa, hoy, con su variedad de pueblos,
culturas y religiones, puede llegar a
ser nuevamente signo de unidad, lugar en el que la diversidad no repre-
Dios todopoderoso
y eterno, / Padre bueno y misericordioso; /
Creador del cielo y de
la tierra, de todas las
cosas visibles e invisibles; / Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, /
Rey y Señor del pasado, del presente y del futuro; / único juez de todos los hombres, / que recompensas
a tus fieles con la gloria eterna. /
Nosotros, descendientes de Abrahán
según la fe en ti, único Dios, / judíos, cristianos y musulmanes, / humildemente nos ponemos en tu presencia / y con confianza te pedimos
/ por este país, Bosnia y Herzegovina, / para que puedan habitarlo en
paz y armonía / hombres y mujeres
creyentes de distintas religiones, naciones y culturas. / Te pedimos, Padre, que esto mismo suceda / en todos los países del mundo. / Refuerza, en cada uno de nosotros, la fe y
la esperanza, / el respeto recíproco y
el amor sincero / por todos nuestros
hermanos y hermanas. / Haz que,
con valentía, nos comprometamos /
sente una amenaza, sino una riqueza
y una oportunidad para crecer juntos. En un mundo desgraciadamente
todavía herido por los conflictos, esta tierra puede convertirse en un
mensaje: dar fe que es posible vivir
uno junto a otro, en la diferencia pero en la humanidad común, construyendo juntos un futuro de paz y de
hermandad. Se puede vivir haciendo
la paz.
Os doy las gracias a todos por
a construir la justicia social, / a ser
hombres de buena voluntad, / llenos
de comprensión recíproca y de perdón, / pacientes artesanos de diálogo y de paz. / Que todos nuestros
pensamientos, palabras y obras / estén en armonía con tu santa voluntad. / Todo sea para tu honor y gloria, y para nuestra salvación. / A ti
sea la alabanza y la gloria, por los
siglos de los siglos, Dios nuestro. /
Amén.
número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
Testigos del perdón
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largo aplauso, va a su encuentro, lo
abraza, se inclina, le besa la mano,
lo mira directamente a los ojos, y
después le susurra algo al oído. Inmediatamente después, el sacerdote
le coloca las manos sobre la cabeza
y lo bendice.
Ya había sucedido en Tirana, Albania, cuando el Pontífice escuchaba
los testimonios de un sacerdote y
una religiosa víctimas del régimen
comunista ateo de Hoxha. Se repitió
el sábado 6 de junio, por la tarde,
en Sarajevo, durante el encuentro
con los sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral del Sagrado
Corazón, el momento más emotivo
de la visita en la capital de Bosnia y
Herzegovina. También aquí la Iglesia, que hace veinte años salió del
invierno ensangrentado de la guerra
y la persecución, tiene el rostro marcado por el sufrimiento, pero sereno,
de los mártires y de los que no han
sucumbido, ayudando a toda la comunidad a reflorecer en la esperanza. Una Iglesia que tiene el rostro
de fray Jozo Puškarić, 62 años, y de
la hermana Ljubica Šekerija, 63
años, que toman la palabra y dan su
testimonio después de don Matijević.
El religioso de la provincia franciscana de Bosnia Argentina cuenta
que en mayo de 1992 mientras era
párroco en Bosanski Šamac, lo arrestaron policías serbios y lo condujeron con otros parroquianos a un
campo de concentración. Pasó 120
días: cuatro terribles meses de privaciones, maltratos, violencia y amenazas. «Una vez me era tan difícil resistir, que le supliqué al guardia que
me matase», dice, y se le hace un
nudo en la garganta. Se detiene, recordar hace mal, es díficil. De la sacristía un sacerdote le trae un vaso
de agua. Fray Jozo da un sorbo y a
continuación retoma. También su
historia finaliza con un intercambio
de prisioneros, al menos eso es lo
que se intuye. Pero no es importante. Lo que cuenta es que sobrevivió
para testimoniarlo. «Jamás he sentido odio por mis captores. Yo los he
perdonado», confiesa también él. Al
final, como había hecho antes, el Papa Francisco se levanta, lo abraza un
largo rato, se inclina y le besa también su mano, luego le da las gracias
por su testimonio.
Es entonces el turno de la hermana Ljubica, de la congregación de
las Hijas de la Divina caridad. El 15
de octubre de 1993, mientras estaba
en la casa parroquial de Travnik, algunos milicianos extranjeros la condujeron fuera forzándola a seguirles,
junto al párroco y tres laicos. Durante el cautiverio le encontraron un
rosario en el bolsillo, lo arrojaron al
suelo, y presionaron al sacerdote para que lo pisoteara. Ante su negativa, uno de los milicianos lo amenazó
con asesinar a la religiosa si no lo
hacía. «Don Vinko. Deje que me
maten pero, por el amor de Dios, no
pisotee nuestro objeto sagrado», recuerda que le imploró la religiosa.
Afortunadamente a la amenaza no le
siguió la violencia, pero las provocaciones y humillaciones continuaron
en los días sucesivos, hasta la liberación, algunos días después. «Por
más que los enemigos hayan sido insensibles y malvados, ha sobreabundado la gracia de Dios», concluye la
hermana Ljubica. Cuando finaliza,
Pequeños mártires
se le aproxima el Papa que la abraza, deteniéndose un momento a hablar con ella. «Reza por mí», le pide
antes de volver a su lugar.
Después, cuando le toca a él hablar, el Papa Francisco invita a los
presentes a sentarse. Pero en la catedral, que no es muy grande, no hay
bancos o sillas: los han quitado para
permitir que participe el mayor número de personas. Luego hace que
le entreguen el discurso que había
preparado, «pero después de haber
escuchado las testimonios de este sacerdote, de este religioso, de esta religiosa —dice— siento la necesidad de
hablar de manera espontánea». Y
entrega el texto escrito al cardenal
Puljić. Y a los presentes les confía
unas palabras sobre estos mártires,
como los llama: «Benditos vosotros,
que tenéis así de cerca estos testimonios: no os olvidéis, por favor».
Pero para la Iglesia en Bosnia y
Herzegovina, que ha sufrido mucho,
será difícil olvidar. «Muchos de nosotros —destaca el cardenal Puljić en
su saludo al Pontífice— están marcados por la mala experiencia de la reciente guerra y de la posguerra, así
como por la experiencia del régimen
comunista», subraya. En 1991 aquí
había 835.000 católicos, hoy son poco más de la mitad. El arzobispo
cuenta la historia de familias desplazadas durante el conflicto de hace
veinte años y que no han vuelto
más, de muchos emigrantes, de la
disminución de las vocaciones. Por
esto, añade, «necesitamos de una
palabra de ánimo que nos ayude, en
este tiempo, en esta región, a testimoniar a Cristo resucitado». (Gaetano Vallini)
Basta una migaja
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aquí en Bosnia y Herzegovina, servir
al rebaño de Dios? Pienso que significa realizar la pastoral de la esperanza, cuidando las ovejas que están en
el redil, pero también yendo, saliendo en la búsqueda de cuantos esperan la Buena Noticia y no saben hallar o reencontrar solos el camino
que conduce a Jesús. Encontrar a la
gente allí donde vive, incluso aquella
parte del rebaño que está fuera del
redil, lejos, en ocasiones sin conocer
aún a Jesucristo. Cuidar la formación de los católicos en la fe y en la
vida cristiana. Animar los fieles laicos a ser protagonistas de la misión
evangelizadora de la Iglesia. Por
tanto, os exhorto a formar comunidades católicas abiertas y «en salida», capaces de acogida y de encuentro, y que den testimonio con
valentía del Evangelio.
El sacerdote, el consagrado está
llamado a vivir las inquietudes y las
esperanzas de su gente; a actuar en
los contextos concretos de su tiempo, con frecuencia caracterizado por
tensión, discordia, desconfianza, precariedad y pobreza. Ante las situaciones más dolorosas, pidamos a
Dios un corazón que sepa conmoverse, capacidad de empatía; no hay
mejor testimonio que estar cerca de
las necesidades materiales y espirituales de los demás. Es nuestra tarea
como obispos, sacerdotes y religiosos hacer sentir a las personas la cercanía de Dios, su mano que conforta
y sana; acercarse a las heridas y a las
lágrimas de nuestro pueblo; no nos
cansemos de abrir el corazón y de
tender la mano a cuantos nos piden
ayuda y a cuantos, quizás por pudor, no la piden, pero tienen gran
necesidad. A este respecto, deseo expresar mi reconocimiento a las religiosas, por todo lo que hacen con
generosidad y sobre todo por su presencia fiel y solícita.
Queridos sacerdotes, religiosos y
religiosas, os animo a proseguir con
alegría vuestro servicio pastoral, cuya fecundidad viene de la fe y la
gracia, pero también del testimonio
de una vida humilde y despegada de
los intereses del mundo. No caigáis,
por favor, en la tentación de formar
una especie de elite cerrada en sí
misma. El generoso y transparente
testimonio sacerdotal y religioso
constituyen un ejemplo y un estímulo para los seminaristas y para cuantos el Señor llama a servirlo. Estando al lado de los jóvenes, invitándolos a compartir experiencias de servicio y de oración, los ayudáis a descubrir el amor de Cristo y a abrirse
a la llamada del Señor. Que los fieles laicos puedan ver en vosotros
aquel amor fiel y generoso que Cristo ha dejado como testamento a sus
discípulos.
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Y una palabra en particular para
vosotros, queridos seminaristas. Entre los bellos testimonios de consagrados de vuestra tierra, recordamos
al siervo de Dios Petar Barbarić. Él
une Herzegovina, donde nace, con
Bosnia, donde emite su profesión, y
une también a todo el clero, tanto
diocesano como religioso. Este joven
candidato al sacerdocio, con su vida
virtuosa, sea para todos un gran
ejemplo.
La Virgen María está siempre con
nosotros, como madre atenta. Ella es
la primera discípula del Señor y
ejemplo de vida dedicada a Él y a
los hermanos. Cuando nos encontramos en una dificultad o ante una situación que nos hace sentir impotentes, nos dirigimos a Ella con confianza de hijos. Y Ella siempre nos
dice —como en las bodas de Caná—:
«Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5).
Nos enseña a escuchar a Jesús y a
seguir su Palabra, pero con fe. Este
es su secreto, que como madre nos
quiere transmitir: la fe, aquella fe genuina, de la que basta una migaja
para mover montañas.
Con este confiado abandono, podemos servir al Señor con alegría y
ser por dondequiera sembradores de
esperanza. Os aseguro mi recuerdo
en la oración y bendigo de corazón
a todos vosotros y a vuestras comunidades. Por favor, no os olvidéis de
rezar por mí.
VIENE DE LA PÁGINA 7
minuto, cada hora es una tortura.
Vivir todos juntos, sucios, sin comida, sin agua, con calor o con
frío, ¡y esto durante tanto tiempo!
Y nosotros, que nos quejamos
cuando nos duele un diente, o
queremos tener la televisión en
nuestra habitación con tantas comodidades, y que hablamos de la
superiora o del superior cuando
la comida no es muy buena... No
olvidéis, por favor, los testimonios
de vuestros antepasados. Pensad
en lo mucho que han sufrido estas personas; pensad en esos seis
litros de sangre que ha recibido el
padre —el primero que ha hablado— para sobrevivir. Y llevad una
vida digna de la cruz de Jesucristo.
Religiosas, sacerdotes, obispos,
seminaristas mundanos, son una
caricatura, no sirven. No tienen la
memoria de los mártires. Han
perdido la memoria de Jesucristo
crucificado, nuestra única gloria.
Otra cosa que me viene a la
mente es aquel miliciano que dio
una pera a la religiosa; y aquella
mujer musulmana que ahora vive
en Estados Unidos, que dio de
comer... Todos somos hermanos.
Incluso aquel hombre cruel pensó... No sé lo que pensó, pero
sintió el Espíritu Santo en su corazón y tal vez pensó en su madre y dijo: «Toma esta pera y no
digas nada». Y aquella mujer musulmana fue más allá de las diferencias religiosas: amaba. Creía
en Dios e hizo el bien.
Buscad el bien de todos. Todos
tienen la posibilidad, la semilla
del bien. Todos somos hijos de
D ios.
Dichosos vosotros que tenéis
tan cerca estos testimonios: por
favor, no los olvidéis. Que vuestra
vida crezca con este recuerdo.
Pienso en aquel sacerdote, cuyo
papá murió cuando él era un niño, después murió la mamá, después su hermana, y quedó solo...
Pero él era el fruto de un amor,
de un amor matrimonial. Pensad
en aquella religiosa mártir: también ella era hija de una familia.
Y pensad también en el franciscano, con dos hermanas franciscanas; y me viene a la mente lo que
ha dicho el cardenal arzobispo:
¿qué pasa con el jardín de la vida, es decir la familia? Algo malo,
sucede: que no florece. Rezad por
las familias, para que florezcan
con muchos hijos y haya también
muchas vocaciones.
Y, por último, quisiera deciros
que ésta ha sido una historia de
crueldad. También hoy, en esta
guerra mundial vemos tantas, tantas, tantas crueldades. Haced
siempre lo contrario de la crueldad: tened actitudes de ternura,
de fraternidad, de perdón. Y llevad la Cruz de Jesucristo. La
Iglesia, la santa Madre Iglesia, os
quiere así: pequeños, pequeños
mártires, delante de estos pequeños mártires, pequeños testigos
de la Cruz de Jesús.
Que el Señor os bendiga. Y,
por favor, rezad por mí. Gracias.
L’OSSERVATORE ROMANO
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viernes 12 de junio de 2015, número 24
Durante el vuelo de regreso el Pontífice denuncia la hipocresía de quien pide la paz y fomenta la guerra
No bastan las palabras
Durante el vuelo de Sarajevo a Roma el Papa Francisco se reunió con los
periodistas a bordo del avión, en una conferencia introducida por el director
de la Oficina de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi. Publicamos la traducción al español.
abiertamente de paz y bajo cuerda comercian con las armas. ¿Nos puede explicar un poco más esta idea?
Sí, existe la hipocresía, ¡siempre!
Por eso dije que no es suficiente con
hablar de paz: ¡hay que construir la
paz! Y quien solamente habla de
paz y no trabaja por ella está en
contradicción; y quien habla de paz
y promueve la guerra —por ejemplo,
con la venta de armas— es un hipócrita. Es así de simple...
[Katia López] Santo Padre, en su último encuentro con los jóvenes les ha
hablado con detalle de la necesidad de
prestar mucha atención a lo que leen, a
lo que ven: no mencionó exactamente la
palabra «pornografía», sino que ha dicho «mala fantasía». ¿Puede profundizar un poco más la idea acerca de la
pérdida de tiempo...?
[Silvije Tomašević] Buenas noches,
Santidad, lógicamente muchos croatas
han llegado aquí en peregrinación, y se
preguntan si Su Santidad irá a Croacia... Pero visto que estamos en Bosnia
y Herzegovina también hay un gran
interés sobre el juicio acerca del fenómeno de Medjugorje...
Sobre el problema de Medjugorje,
el Papa Benedicto XVI, en su momento, había creado una comisión
presidida por el cardenal Camillo
Ruini; también había otros cardenales, teólogos y especialistas. Estudiaron el caso y el cardenal Ruini vino
a mí y me entregó el estudio, después de tantos años —no sé, 3-4
años, aproximadamente—. Hicieron
un buen trabajo, un buen trabajo. El
cardenal Müller [prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe]
me dijo que iba a hacer en estos días
una «feria quarta» [una reunión especial]; creo que se hizo el último
miércoles del mes. Pero no estoy seguro... [Nota del P. Lombardi: en
efecto, no se ha realizado todavía
una «feria quarta» dedicada a este
tema]. Estamos a punto de tomar alguna decisión. Después se dirán.
Por el momento, sólo se dan algunas
orientaciones a los obispos, pero siguiendo las líneas que se adoptarán.
Gracias.
[Silvije Tomašević]
Croacia?
¿Y
la
visita
a
¿La visita a Croacia? No sé cuándo se hará. Ahora recuerdo la pregunta que me hicisteis cuando fui a
Albania: «Usted comienza la visita a
Europa por un país que no pertenece a la Comunidad Europea»; y yo
dije: «Es un signo. Me gustaría comenzar las visitas en Europa partiendo de los países más pequeños, y los
Balcanes son países martirizados,
han sufrido tanto». Han sufrido tanto... Y por eso mi preferencia es esa.
¡Gracias!
[Anna Chiara Valle] Usted ha hablado
de quien fomenta deliberadamente el
clima de guerra, y después a los jóvenes
les ha dicho: hay poderosos que hablan
Hay dos cosas diferentes: las modalidades y el contenido. Sobre las
modalidades, hay una que hace daño al alma y es el estar demasiado
apegado al ordenador. ¡Demasiado
apegado al ordenador! Esto hace daño al alma y priva de la libertad: te
convierte en un esclavo del ordenador. En muchas familias, curiosamente, los padres y madres me dicen: estamos en la mesa con los
hijos y ellos, con sus teléfonos móviles, están en otro mundo. Es cierto
que el lenguaje virtual es una realidad que no podemos negar: hay que
procurar que vaya por el camino justo, porque es un progreso de la humanidad. Pero cuando esto nos aleja
de la vida ordinaria, de la vida familiar, de la vida social, y también del
deporte, el arte y permanecemos
apegados al ordenador, esto es una
enfermedad psicológica. ¡Seguro!
Segundo: los contenidos. Sí, hay cosas sucias, que van
desde la pornografía a
la
semi-pornografía,
los programas vacíos,
sin valores: por ejemplo, programas relativistas,
hedonistas,
consumistas, que fomentan todas estas cosas. Sabemos que el
consumismo
es
un
cáncer de la sociedad,
el relativismo es un cáncer de la sociedad; hablaré de ello en la próxima encíclica, que saldrá a finales de
este mes. No sé si he respondido.
Dije la palabra «suciedad» para decir algo general, pero todos sabemos
esto. Hay padres muy preocupados,
que no permiten que haya ordenadores en las habitaciones de los niños; el ordenador debe estar en un
lugar común de la casa. Se trata de
pequeñas ayudas que los padres utilizan para evitar precisamente eso.
El Pontífice añadió a continuación:
Os agradezco vuestro trabajo,
vuestro esfuerzo en este viaje... Muchas gracias por vuestro trabajo, muchas gracias. Y rezad por mí, ¡gracias!
Respondiendo, por último, a una pregunta de Caroline Pigozzi sobre la posibilidad de un viaje a Francia el Papa dijo:
Sí, sí, tengo en programa ir a
Francia. Se lo he prometido a los
obispos.
Que no se convierta en el lecho de Procusto
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derechos fundamentales de la persona», que exige superar «el residuo de la cultura del manicomio», por
otra parte ya denunciado previamente por el mismo
Comité en el año 2000.
Uno de los datos que surge más claramente es que
contener a un paciente, además de ser una lesión para
la persona, puede solamente llevar a un empeoramiento de la enfermedad psíquica y por lo tanto es un gesto
completamente ineficaz también desde el punto de vista terapéutico. Los pocos estudios nacionales e internacionales muestran, entre otras, dos evidencias que pueden sorprender. En primer lugar los servicios «no restraint», es decir, aquellos que «han optado por no atar
a los pacientes o que tratan de limitar esta práctica al
mínimo» no deben recurrir «a un uso más intensivo de
los psicofármacos respecto a los servicios que recurren
excesivamentes a la contención». En segundo lugar, los
mismos servicios de cuidado «no-restraint» no deben
valerse de más personal que los «restraint». Y todo
ello con paridad de características de los pacientes tratados.
Por lo tanto, la conclusión lógica es que «la cultura
y la organización» de las estructuras sanitarias y su «filosofía» juegan un papel determinante en la manera de
tratar a los pacientes, un papel mucho más decisivo
que el de la tipología de los propios pacientes. El drama es el deslizamiento hacia una banalización total del
acto, hacia la consideración del mismo como algo normal, como una rutina que no necesita siquiera señalar-
se en el historial clínico. El horizonte normativo, sucintamente analizado en el informe, sin embargo, es muy
claro al respecto: aunque la reflexión jurídica sobre el
tema sigue siendo problemática en ausencia de una ley
específica aprobada por el Parlamento en nuestro país
(Italia), «el uso de técnicas de contención mecánica
debe representar la extrema ratio» y puede ser «justificado» sólo «en la presencia del peligro grave y actual
que el paciente cometa actos autolesivos o cometa un
delito contra la persona respecto de terceros». Situaciones estas últimas que raramente se observan en los pacientes psiquiátricos, los ancianos o personas con discapacidad, a los que a veces se les contiene por pura comodidad del personal de servicio.
La gestión de conflictos con el enfermo, una presencia humana que escucha, un clima tranquilo, la práctica de las «puertas abiertas»: estos son algunos de los
métodos más eficaces y respetuosos para ayudar a
quién se encuentra en dificultad.
«Si se permite que las manos y los pies estén atados
—escribía en 1856 el psiquiatra John Conolly— pronto
se encontrará en el paciente un proceso de regresión
total, y se dará inicio a todo tipo de negligencia y tiranía, hasta que la represión se convertirá en el habitual
sustituto de la atención, la paciencia, la tolerancia y la
gestión correcta». Después de tantos años, y en una
época en que las palabras a menudo hacen de los derechos de la persona una reivindicación tan obsesiva como vacía, estas afirmaciones suenan muy de actualidad.
número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 13
El Papa pone en guardia a los misioneros contra la tentación del eficientismo
¿El dinero?
Es ayuda y ruina
«Cuidado con no caer en la tentación
de convertirse en una ONG, una oficina
de distribución de ayudas», porque
«una Iglesia que se reduce al
eficientismo de las organizaciones de
partido ya está muerta»: lo recomendó
el Papa Francisco a los participantes
en la asamblea general de las Obras
misionales pontificias —a quienes
recibió en audiencia en la sala
Clementina el viernes 5 de junio—, al
recordar que el dinero es una ayuda,
pero también puede convertirse en
«la ruina» de la misión.
Queridos hermanos y hermanas:
Con agrado me encuentro con todos vosotros, que estáis comprometidos en las Obras misionales pontificias, al servicio de la Iglesia para ha-
cer realidad el mandato misionero
de evangelizar a todos los pueblos
hasta los confines de la tierra. Agradezco al cardenal Filoni sus amables
palabras.
La humanidad tiene tanta necesidad del Evangelio, fuente de alegría,
esperanza y paz. Tiene prioridad la
misión evangelizadora, porque la actividad misionera es aún hoy el máximo desafío para la Iglesia. Y «¡cómo quisiera encontrar —también para vosotros— las palabras para alentar una etapa evangelizadora más
fervorosa, alegre, generosa, audaz,
llena de amor hasta el fin y de vida
contagiosa!» (Exhortación apostólica
Evangelii gaudium, 261).
El anuncio del Evangelio es la
primera y constante preocupación de
la Iglesia, es su compromiso esencial, su mayor desafío y la fuente de
su renovación. El beato Pablo VI
añadió: «Es su vocación». En efecto,
de la misión evangelizadora, de su
intensidad y eficacia deriva también
la verdadera renovación de la Iglesia, de sus estructuras y de su actividad pastoral. Sin la inquietud y el
anhelo de evangelización no es posible desarrollar una pastoral creíble y
eficaz, que una anuncio y promoción
humana. «La salida misionera es el
paradigma de toda obra de la Iglesia» (Evangelii gaudium, 15).
A vosotros, miembros de la Congregación para la evangelización de
los pueblos y directores nacionales
de las Obras misionales pontificias,
por vocación y por ministerio os corresponde una tarea exigente y privilegiada: vuestra mirada y vuestro interés se ensanchan hacia los amplios
y universales horizontes de la humanidad, hacia sus fronteras geográficas y, sobre todo, humanas. Con estima y efecto acompañáis la vida de
las Iglesias jóvenes esparcidas por el
mundo, y animáis al pueblo de Dios
para que viva plenamente la misión
universal. Conocéis las maravillas
que mediante estas Iglesias, a menudo pobres de recursos, el Espíritu
Santo está obrando en la humanidad, incluso a través de las dificultades y las persecuciones
que sufren por su fidelidad y testimonio de la
palabra de Dios y por
su defensa del hombre.
En aquellas periferias
humanas la Iglesia está
llamada a salir a los caminos e ir al encuentro
de tantos hermanos y
hermanas nuestros que
viven sin la fuerza, la
luz y el consuelo de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los acoja, sin un horizonte de
sentido y de vida (cf.
Evangelii gaudium, 49).
La Congregación para
la evangelización de los
pueblos y las Obras misionales pontificias son,
pues, protagonistas de
una renovada evangelización, dirigida a todos
y, en particular, a los pobres, a los últimos y a los marginados (cf. ibíd, n. 198).
Las Obras misionales pontificias,
por el carisma que las caracteriza, se
muestran atentas y sensibles a las
necesidades de los territorios de misión y, en particular, a los grupos
humanos más pobres. Son instrumentos de comunión entre las Iglesias, favoreciendo y realizando una
participación de personas y recursos
económicos. Están comprometidas
en sostener a seminaristas, presbíteros y religiosas de las jóvenes Iglesias de los territorios de misión en
los colegios pontificios. Ante una tarea tan hermosa e importante que
está delante de nosotros, la fe y el
amor de Cristo tienen la capacidad
de impulsarnos por doquier para
anunciar el evangelio del amor, de la
fraternidad y la justicia. Y esto se
hace con la oración, con la valentía
evangélica y el testimonio de las bienaventuranzas. Por favor, estad atentos para no caer en la tentación de
convertiros en una ONG, una oficina
de distribución de ayudas ordinarias
y extraordinarias. El dinero ayuda
—¡lo sabemos!—, pero también puede
convertirse en la ruina de la misión.
El funcionalismo, cuando se pone en
el centro u ocupa un espacio grande,
casi como si fuera la cosa más importante, os llevará a la ruina; por-
que el primer modo de morir es el
de dar por descontadas las «fuentes», es decir, Quién mueve la misión. Por favor, con tantos planes y
programas no dejéis a Jesucristo fuera de la Obra misional, que es su
obra. Una Iglesia que se reduce al
eficientismo de los aparatos de partido ya está muerta, aunque las estructuras y los programas en favor
de los clérigos y laicos «auto-ocupados» pudieran durar incluso siglos.
No es posible una verdadera evangelización sino con la energía santificadora del Espíritu Santo, el único
capaz de renovar, sacudir, dar impulso a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos (cf. ibíd, n. 261).
Que la Virgen María, Estrella de
la evangelización, nos obtenga siempre la pasión por el reino de Dios,
para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y
ninguna periferia esté privada de su
luz. Os bendigo con afecto a todos.
Y, por favor, no os olvidéis de rezar
por mí.
Podemos rezar juntos el Ángelus.
Audiencia a la presidenta de Chile
El Papa Francisco recibió en audiencia a la presidenta de la República de
Chile, Michelle Bachelet Jeria, el viernes 5 de junio, en el palacio apostólico. La señora presidenta se reunió sucesivamente con el cardenal Pietro
Parolin, secretario de Estado, acompañado por el arzobispo Paul Richard
Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados.
Durante los cordiales coloquios se hizo mención de las buenas relaciones bilaterales existentes, con el deseo de que puedan ser ulteriormente
reforzadas en el marco de los instrumentos jurídicos previstos por el derecho internacional. Posteriormente se afrontaron temas de común interés,
como la salvaguardia de la vida humana, la educación y la paz social. En
tal contexto se destacó el papel y la contribución positiva de las instituciones católicas en la sociedad chilena, especialmente en la promoción
humana, en la formación y en la asistencia a los más necesitados.
Prosiguiendo con el encuentro, no faltó una visión de conjunto de la
situación en América Latina, con especial referencia a algunos desafíos relacionados con el continente.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 14
viernes 12 de junio de 2015, número 24
Entre las decisiones tomadas por el Consejo de cardenales
Una nueva sección judicial
para la tutela de los menores
COMUNICACIONES
Colegio episcopal
Monseñor José A. González Juárez, obispo de Tuxtepec (México)
Monseñor Ariel E. Torrado Mosconi,
obispo coadjutor de Nueve de Julio (Argentina)
Monseñor Oscar A. Múnera Ochoa,
vicario apostólico de Tierradentro (Colombia)
Renuncia:
El Papa ha aceptado la renuncia al
gobierno pastoral del vicariato
apostólico de Tierradentro (Colombia) que monseñor ED GAR HERNAND O TIRAD O MAZO, M.X .Y., obispo titular de Zaba, le había presentado en conformidad con el canon
401 § 1 del Código de derecho canónico.
Edgar Hernando Tirado Mazo,
nació en Medellín el 22 de
febrero de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de noviembre
de 1970. Juan Pablo II le nombró
obispo titular de Zaba y vicario
apostólico de Tierradentro el 19 de
diciembre de 2003; recibió la ordenación episcopal el 31 de marzo de
2004.
legado diocesano de pastoral juvenil
y vocacional, vicario episcopal y de
pastoral, ecónomo diocesano y, en
el seno de la Conferencia episcopal,
director de la sección de juventud y
de la sección para las misiones.
Audiencias
pontificias
M.X .Y.,
EL PAPA
HA NOMBRAD O:
—Obispo de Tuxtepec (México) al
presbítero JOSÉ ALBERTO GONZÁLEZ
JUÁREZ.
José Alberto González Juárez nació en El Parral, Chiapas, el 19 de
diciembre de 1967. Recibió la ordenación sacerdotal el 8 de diciembre
de 1995, incardinado en la diócesis
de Tuxtla Gutiérrez. Se licenció en
filosofía en la Pontificia Universidad de México. En su ministerio ha
desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: vicario parroquial;
párroco; director del curso propedéutico y profesor en el seminario,
donde más tarde fue rector; vicario
episcopal para el clero y la vida
consagrada.
—Obispo coadjutor de Nueve de
Julio (Argentina) a monseñor ARIEL
EDGARD O TORRAD O MOSCONI, hasta ahora obispo titular de Vico de
Pacato y auxiliar de Santiago del
Estero.
La biografía de monseñor Ariel Edgardo Torrado Mosconi la publicamos
en el periódico n. 20 del 15 de mayo
de 2015, donde, por error, no informamos que fue nombrado «obispo coadjutor».
—Obispo titular de Corniculana y
vicario apostólico de Tierradentro
(Colombia) al presbítero OSCAR
AUGUSTO MÚNERA O CHOA.
Oscar Augusto Múnera Ochoa
nació en San Pedro de los Milagros,
diócesis de Santa Rosa de Osos, el
27 de mayo de 1962. Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de noviembre de 1988. Se licenció en filosofía y ciencias religiosas en la Universidad católica de Oriente. Ha sido vicario parroquial, rector de la
escuela apostólica de Liborina, de-
EL SANTO PADRE
HA RECIBID O:
Viernes 5 de junio
—Al cardenal Angelo Amato,
prefecto de la Congregación para las causas de los santos.
S.D.B.,
—A monseñor Jorge Eduardo
Lozano, obispo de Gualeguaychú (Argentina).
—A monseñor Vicente Bokalic
Iglic, C.M., obispo de Santiago
del Estero (Argentina).
Domingo, día 7
—A la presidenta de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, con el séquito.
Lunes, día 8
A los obispos de la Conferencia
episcopal de Puerto Rico, en visita «ad limina Apostolorum»:
—Monseñor Roberto Octavio
González Nieves, O.F.M., arzobispo de San Juan de Puerto Rico,
con monseñor Héctor Manuel
Rivera Pérez, obispo titular de
Tubune de Numidia, auxiliar
emérito.
—Monseñor Daniel Fernández,
obispo de Arecibo.
—Monseñor Rubén Antonio
González Medina, C.M.F., obispo
de Caguas.
—Monseñor Eusebio Ramos
Morales, obispo de Fajardo-Humacao.
—Monseñor Alvaro Corrada
del Río, S.J., obispo de Mayagüez.
—Monseñor Félix Lázaro Martínez, SCH.P., obispo de Ponce.
Miércoles, día 10
—A monseñor Piergiorgio Bertoldi, arzobispo titular de Spello,
nuncio apostólico en Burkina Faso y Níger, con los familiares.
—Al presidente de la Federación rusa, Vladimir Putin, con el
séquito.
En el seno de la Congregación para
la doctrina de la fe se instituirá una
nueva sección judicial que, en materia de tutela de menores, estará expresamente dedicada a las denuncias de abuso de oficio episcopal.
Es esta la propuesta más destacada
y articulada en los detalles, ya aprobada por el Papa Francisco, que
surgió de la décima reunión del
Consejo de cardinales que tuvo lugar en la Casa Santa Marta del 8 al
10 de junio.
Presentó un resumen de los resultados de los trabajos de los purpurados —que se orientaron también
hacia nuevas sugerencias en relación
a las reformas que se están realizando en ámbito económico y financiero, a la reorganización de los medios de comunicación vaticanos, y
respecto a la difusión de la ya próxima encíclica del Papa Francisco—
el director de la Oficina de prensa
de la Santa Sede, padre Federico
Lombardi, en un encuentro con los
periodistas que tuvo lugar el miércoles 10 de junio al final de la mañana.
El Pontífice estuvo presente en
todas las reuniones del lunes y del
martes, mientras que el miércoles
por la mañana estuvo ocupado con
la audiencia general. Varios de los
temas tratados por los miembros
del consejo, entre quienes faltaba,
imposibilitado en esta ocasión, el
cardenal Laurent Monsengwo Pasinya. Ante todo —y fue el tema que
ocupó gran parte de la jornada del
lunes— los purpurados examinaron
el borrador del preámbulo de la
nueva constitución para la reforma
de la Curia romana, borrador que
será ulteriormente elaborado.
En lo que se refiere a las reformas
en ámbito económico y financiero,
por su parte, el cardenal Pell, prefecto de la Secretaría de asuntos
económicos, habló sobre las iniciativas que se están aplicando, recordando, entre otras cosas, el nombramiento del nuevo revisor general, la
aprobación del nuevo estatuto de la
Caja de pensiones y la terminación
de la lista de las entidades que, como establecen los estatutos, serán
sometidas a la autoridad de control
y vigilancia del Consejo de asuntos
económicos. En particular, el cardenal habló también de la constitución de tres nuevos grupos de trabajo: para el análisis de los ingresos
e inversiones, para la gestión de los
recursos humanos y para el estudio
de los sistemas informáticos existentes.
El lunes 8 de junio, por la tarde,
el Consejo escuchó la relación del
cardenal Seán Patrick O’Malley sobre la actividad de la Comisión para la tutela de los menores. El debate condujo a la aprobación —primero la unanimidad del consejo y luego del Papa Francisco— de cinco
propuestas. Ante todo se establece
que las denuncias de abuso de oficio episcopal se presenten en la
Congregación para los obispos, para la evangelización de los pueblos
o para las Iglesias orientales, según
sus respectivas competencias. En segundo lugar, fue aceptado que el
Papa conceda el mandato a la Congregación para la doctrina de la fe
para juzgar a los obispos en relación a los delitos de abuso de oficio, y que también el Papa, tras
consultar al prefecto, autorice la
institución de una nueva sección judicial en el seno de la misma congregación y el nombramiento de
personal estable que preste servicio
en dicha sección.
Para hacer más eficaces tales decisiones se propuso también el
nombramiento de un secretario que
asista al prefecto en lo referido a la
nueva sección judicial. El personal
de esa sección se empleará también
en los procesos penales por abuso
de menores y adultos vulnerables
por parte del clero. Por último se
estableció que tales disposiciones se
evalúen a nivel operativo en los
próximos cinco años.
El miércoles 10 de junio, el Consejo de cardenales se ocupó de la
cuestión de los medios de comunicación de la Santa Sede escuchando
la relación del director del Centro
televisivo vaticano, monseñor Dario
Viganò, presidente de la Comisión
instituida el pasado 23 de abril. Como es público, la comisión retomó
las conclusiones del Comité para la
reforma de los medios de comunicación vaticanos presidida por Lord
Chris Patten que, entre septiembre
de 2014 y marzo de 2015, elaboró
una serie de propuestas tras visitar
todos los medios de comunicación
vaticanos
(Tipografía
vaticana,
L’Osservatore Romano, Libreria
editrice vaticana, Radio Vaticano,
Oficina de prensa de la Santa Sede,
Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, Centro televisivo
vaticano, Servicio internet y Servicio fotográfico de L’O sservatore
Romano) y escuchar a quienes trabajan en los mismos.
Se presentó al Consejo de cardenales un proyecto de reforma realizable en cuatro años. El proyecto
considera la salvaguardia del personal y una gradual integración de los
diversos organismos gracias a la
constitución, en los próximos meses, de un nuevo dicasterio y los
nombramientos necesarios para el
inicio del proceso. A tales propuestas, que contaron con el parecer positivo del Consejo de cardenales, se
sumarán los resultados del trabajo
de la comisión que debe aún completarse.
En la última mañana de reunión
del consejo, el miércoles 10, el padre Michael Czerny, del Consejo
pontificio Justicia y paz, presentó a
los cardinales un proyecto para favorecer la correcta recepción de la
encíclica dedicada al medio ambiente que se presentará el jueves 18 de
junio. En especial, por deseo del
Papa Francisco, el Consejo pontificio trató de hacer partícipe al episcopado mundial a través del envío,
por correo electrónico, de sugerencias y materiales para que todos
puedan sentirse preparados ante el
nuevo documento pontificio y puedan acompañar la publicación con
explicaciones y comentarios apropiados.
La próxima reunión del Consejo
de cardenales está prevista del 14 al
16 de septiembre.
número 24, viernes 12 de junio de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
página 15
A los obispos puertorriqueños el Papa Francisco pide apoyar a las familias afectadas por muchos y graves problemas sociales
El tesoro del Caribe
Hay que luchar contra las divisiones y custodiar la esperanza del pueblo
«Es necesario consolidar cada vez más
la pastoral familiar, ante los graves
problemas sociales que aquejan» a la
familia: lo recordó el Papa a los
obispos puertorriqueños en visita
«ad limina», a quienes recibió
el lunes 8 de junio por la mañana.
Queridos hermanos en el episcopado:
Me alegro de poder saludarlos
con ocasión de la visita ad limina
Apostolorum, peregrinación que deseo
constituya una experiencia fecunda
de comunión para cada uno de ustedes y para la Iglesia que peregrina
en Puerto Rico. Agradezco a monseñor Roberto Octavio González Nieves, arzobispo de San Juan y presidente de la Conferencia episcopal,
las palabras que me ha dirigido en
nombre de todos.
En ese bello archipiélago caribeño
se fundó una de las tres primeras
diócesis que se establecieron en el
continente americano. Desde entonces, su historia eclesiástica está entretejida por la fidelidad y la tenacidad de tantos pastores, religiosos,
misioneros y laicos que, respondiendo a los tiempos y lugares, han sabido comunicar la alegría del anuncio
de Cristo Salvador, en cuyo nombre
se han creado tantas iniciativas en
favor del bien común, en el campo
litúrgico, social y educativo, que han
marcado profundamente la vida pública y privada del pueblo puertorriqueño.
Ustedes, como pregoneros del
Evangelio y custodios de la esperanza de su pueblo, están llamados a
Audiencia a la presidenta
de la República Argentina
El Papa Francisco recibió en audiencia privada a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, el domingo 7 de junio, por la tarde. El coloquio
muy cordial duró más de hora y media —como informó el director de la
Oficina de prensa de la Santa Sede— y se tuvo en una sala junto al aula
Pablo VI. La presidenta manifestó una vez más el afecto y la cercanía del
pueblo argentino al Papa y pidió la bendición para todos sus connacionales. Al término del coloquio, el Papa saludó a la numerosa delegación
que acompañaba a la presidenta, quien entregó al Pontífice regalos significativos: un cuadro grande del obispo mártir Oscar Arnulfo Romero,
obra del artista argentino Eugenio Cuttica; un libro de Alberto MetholFerré, autor muy conocido y apreciado por el Papa Bergoglio (Los Estados continentales y el Mercosur); una edición del poema nacional argentino
Martín Fierro, citado por el Pontífice en algunos discursos; dos bajorrelieves para invidentes que representan a la Virgen de Luján y al Papa; un
cesto con productos típicos argentinos y un libro sobre el patrimonio arquitectónico del país. A la presidenta el Pontífice le regaló la reproducción de un icono ruso del siglo XI, que representa a la Virgen de la ternura. Se trató del quinto encuentro de la presidenta con el Papa, contando
la misa con motivo del inicio del pontificado y la celebrada con ocasión
de la Jornada mundial de la juventud en Río de Janeiro.
continuar escribiendo esa obra de
Dios en sus Iglesias locales, animados por un espíritu de comunión
eclesial, procurando que la fe crezca
y la luz de la verdad brille también
en nuestros días. La confianza mutua y la comunicación sincera entre
ustedes permitirá al clero y a los fieles ver la auténtica unidad querida
por Cristo. Además, ante la magnitud y la desproporción de los problemas, el obispo necesita recurrir
no sólo a la oración, sino también a
la amistad y a la ayuda fraterna de
sus hermanos en el episcopado. No
gasten energías en divisiones y enfrentamientos, sino en construir y
colaborar. Ya saben que, «cuanto
más intensa es la comunión, tanto
más se favorece la misión» (Pastores
gregis, 22). Sepan tomar distancia de
toda ideologización o tendencia política que les puede hacer perder
tiempo y el verdadero ardor por el
Reino de Dios. La Iglesia, por razón
de su misión, no está ligada a sistema político alguno, para poder ser
siempre «signo y salvaguardia del
carácter trascendente de la persona
humana» (Gaudium et spes, 76).
El obispo es modelo para sus sacerdotes y los anima a buscar siempre la renovación espiritual y a redescubrir la alegría de apacentar su
grey dentro de la gran familia de la
Iglesia. Les pido una actitud acogedora con ellos; que se sientan escuchados y guiados para que puedan
crecer en comunión, santidad y sabiduría, y lleven a todos los misterios
de la salvación. Ante el próximo Jubileo de la Misericordia, recuerden
primero ustedes y luego los sacerdotes el servicio de ser fieles servidores
del perdón de Dios, sobre todo en
el sacramento de la Reconciliación,
que permite experimentar en carne
propia el amor de Dios y ofrecer a
cada penitente la fuente de la verdadera paz interior (cf. Misericordiae
vultus, 17).
Para tener buenos pastores, es necesario cuidar la pastoral vocacional,
de manera que haya un numero adecuado de vocaciones, y especialmente los seminarios, que ofrezcan la debida formación a los candidatos. El
seminario es la parcela que más solicitud pide al obispo pastor.
Facilitar a los fieles la vida sacramental y ofrecerles una adecuada
formación permanente hace posible
que también éstos puedan cumplir
su propia misión. Los fieles boricuas, y en particular las asociaciones,
los movimientos y las instituciones
de educación, están llamados a colaborar generosamente para que se
anuncie la Buena Nueva en todos
los ambientes, incluso en los más
hostiles y alejados de la Iglesia. Deseo de corazón que, animados por el
ejemplo de insignes laicos como el
beato Carlos Manuel Rodríguez
Santiago, modelo de entrega y servicio apostólico, o el venerable maestro Rafael Cordero y Molina, sigan
avanzando por el camino de una gozosa adhesión al Evangelio, profundizando en la doctrina social de la
Iglesia y participando lúcida y serenamente en los debates públicos que
atañen a la sociedad en la que viven.
Entre las iniciativas que es necesario consolidar cada vez más está la
pastoral familiar, ante los graves problemas sociales que la aquejan: la difícil situación económica, la emigración, la violencia doméstica, la desocupación, el narcotráfico, la corrupción. Son realidades que generan
preocupación. Permítanme llamar su
atención sobre el valor y la belleza
del matrimonio. La complementariedad del hombre y la mujer, vértice
de la creación divina, está siendo
cuestionada por la llamada ideología
de género, en nombre de una sociedad más libre y más justa. Las diferencias entre hombre y mujer no son
para la contraposición o subordinación, sino para la comunión y la generación, siempre a «imagen y semejanza» de Dios. Sin la mutua entrega, ninguno de los dos puede siquiera comprenderse en profundidad (cf.
Audiencia general, 15 de abril de
2015). El sacramento del matrimonio
es signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo
por su Esposa, la Iglesia. Cuiden este tesoro, uno de los «más importantes de los pueblos latinoamericanos
y caribeños» (Aparecida, 433).
Finalmente, entre los mayores retos actuales para el trabajo apostólico se encuentra la implementación
del Plan pastoral de conjunto en las
diócesis, mediante programas elaborados para anunciar a Cristo y responder a las inquietudes de la sociedad y del Pueblo de Dios hoy, en
los que debe estar siempre presente
la dimensión misionera hasta las últimas periferias existenciales.
Les aseguro mi oración, también
por los sacerdotes, consagrados y
por todos los fieles laicos de esa
amada tierra borinqueña. Lleven a
todos, por favor, el saludo del Papa.
Velen con celo y paciencia por la
porción de la viña del Señor que les
ha sido encomendada, y vayan adelante todos juntos. Encomiendo la
obra de la evangelización en Puerto
Rico a la Santísima Virgen María y,
pidiéndoles que no se olviden de rezar por mí, les imparto con afecto la
bendición apostólica.
L’OSSERVATORE ROMANO
página 16
viernes 12 de junio de 2015, número 24
En la audiencia general el Papa Francisco habla de la familia ante la experiencia de la enfermedad
El hospital más cercano
Es heroico quien por la mañana va al trabajo tras haber pasado la noche junto a un niño o un anciano
La heroicidad oculta de las familias
que cuidan a sus seres queridos con
generosidad y espíritu de sacrificio
ocupó el centro de la catequesis del
Papa Francisco durante la audiencia
general del miércoles 10 de junio, en la
plaza de San Pedro.
Queridos hermanos
¡buenos días!
y
hermanas,
Continuamos con las catequesis
sobre la familia, y en esta catequesis
quisiera tratar un aspecto muy común en la vida de nuestras familias:
la enfermedad. Es una experiencia
de nuestra fragilidad, que vivimos
generalmente en familia, desde niños, y luego sobre todo como ancianos, cuando llegan los achaques. En
el ámbito de los vínculos familiares,
la enfermedad de las personas que
queremos se sufre con un «plus» de
sufrimiento y de angustia. Es el
amor el que nos hace sentir ese
«plus». Para un padre y una madre,
muchas veces es más difícil soportar
el mal de un hijo, de una hija, que
el propio. La familia, podemos decir,
ha sido siempre el «hospital» más
cercano. Aún hoy, en muchas partes
del mundo, el hospital es un privilegio para pocos, y a menudo está distante. Son la mamá, el papá, los hermanos, las hermanas, las abuelas
quienes garantizan las atenciones y
ayudan a sanar.
En los Evangelios, muchas páginas relatan los encuentros de Jesús
con los enfermos y su compromiso
por curarlos. Él se presenta públicamente como alguien que lucha contra la enfermedad y que vino para
sanar al hombre de todo mal: el mal
del espíritu y el mal del cuerpo. Es
de verdad conmovedora la escena
evangélica a la que acaba de hacer
referencia el Evangelio de san Marcos. Dice así: «Al anochecer, cuando
se puso el sol, le llevaron todos los
enfermos y endemoniados» (1, 32).
Si pienso en las grandes ciudades
contemporáneas, me pregunto dónde están las puertas ante las cuales
llevar a los enfermos para que sean
curados. Jesús nunca se negó a curarlos. Nunca siguió de largo, nunca
giró la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso
sencillamente personas amigas le llevaban un enfermo para que lo tocase
y lo curase, no se entretenía con
otras cosas; la curación estaba antes
que la ley, incluso una tan sagrada
como el descanso del sábado (cf. Mc
3, 1-6). Los doctores de la ley regañaban a Jesús porque curaba el día
sábado, hacía el bien en sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud,
hacer el bien: y esto va siempre en
primer lugar.
Jesús manda a los discípulos a
realizar su misma obra y les da el
poder de curar, o sea de acercarse a
los enfermos y hacerse cargo de ellos
completamente (cf. Mt 10, 1). Debemos tener bien presente en la mente
lo que dijo a los discípulos en el episodio del ciego de nacimiento (Jn 9,
1-5). Los discípulos —con el ciego
allí delante de ellos— discutían acerca de quién había pecado, porque
había nacido ciego, si él o sus padres, para provocar su ceguera. El
Señor dijo claramente: ni él ni sus
padres; sucedió así para que se manifestase en él las obras de Dios. Y
lo curó. He aquí la gloria de Dios.
He aquí la tarea de la Iglesia. Ayudar a los enfermos, no quedarse en
habladurías, ayudar siempre, consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos; esta es la tarea.
La Iglesia invita a la oración continua por los propios seres queridos
afectados por el mal. La oración por
los enfermos no debe faltar nunca.
Es más, debemos rezar aún más,
tanto personalmente como en comunidad. Pensemos en el episodio
evangélico de la mujer cananea (cf.
Mt 15, 21-28). Es una mujer pagana,
no es del pueblo de Israel, sino una
pagana que suplica a Jesús que cure
a su hija. Jesús, para poner a prueba
su fe, primero responde duramente:
«No puedo, primero debo pensar en
las ovejas de Israel». La mujer no
retrocede —una mamá, cuando pide
ayuda para su criatura, no se rinde
jamás; todos sabemos que las mamás
luchan por los hijos— y responde:
«También a los perritos, cuando los
amos están saciados, se les da algo»,
como si dijese: «Al menos trátame
como a una perrita». Entonces Jesús
le dijo: «Mujer, qué grande es tu fe:
que se cumpla lo que deseas» (v.
28).
Ante la enfermedad, incluso en la
familia surgen dificultades, a causa
de la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad
hace crecer la fuerza de los vínculos
familiares. Y pienso cuán importante
es educar a los hijos desde pequeños
en la solidaridad en el momento de
la enfermedad. Una educación que
deja de lado la sensibilidad por la
enfermedad humana, aridece el corazón. Y hace que los jóvenes estén
«anestesiados» respecto al sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento y vivir la
experiencia del límite. Cuántas veces
vemos llegar al trabajo a un hombre,
una mujer, con cara de cansancio,
con una actitud cansada y al preguntarle: «¿Qué sucede?», responde:
«He dormido sólo dos horas porque
en casa hacemos turnos para estar
cerca del niño, de la niña, del enfermo, del abuelo, de la abuela». Y la
jornada continúa con el trabajo. Estas cosas son heroicas, son la heroicidad de las familias. Esas heroicidades ocultas que se hacen con ternura
y con valentía cuando en casa hay
alguien enfermo.
La debilidad y el sufrimiento de
nuestros afectos más queridos y más
sagrados, pueden ser, para nuestros
hijos y nuestros nietos, una escuela
de vida —es importante educar a los
hijos, los nietos en la comprensión
de esta cercanía en la enfermedad en
la familia— y llegan a serlo cuando
los momentos de la enfermedad van
acompañados por la oración y la
cercanía afectuosa y atenta de los familiares. La comunidad cristiana sabe bien que a la familia, en la prueba de la enfermedad, no se la puede
dejar sola. Y debemos decir gracias
al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y del sufrimiento. Esta cercanía cristiana, de
familia a familia, es un verdadero tesoro para una parroquia; un tesoro
de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace
comprender el reino de Dios mejor
que muchos discursos. Son caricias
de Dios.
Los tuits en
@Pontifex_es
4 JUN [11.30 AM] Es necesario
construir la sociedad a la luz de
las Bienaventuranzas, caminar hacia el Reino en la compañía de
los últimos
9 JUN [11.09 AM] En el sacramento de la Eucaristía encontramos a
Dios que se da a sí mismo
11 JUN [10.11 AM] Donde no hay
trabajo, no hay dignidad
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