Aporte conceptual sobre género

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María Luisa Preinfalk F.
José Luis Álvarez R.
San José, Costa Rica
Noviembre del 2003
Tabla de Contenido
Páginas
Introducción
3
Enfoque Liberal o de Bienestar
4
Enfoque de las Necesidades Básicas
8
Enfoque Mujeres en Desarrollo (MED)
10
a) Estrategia de la Igualdad
11
b) Estrategia Antipobreza
11
c) Estrategia de la Eficiencia
12
Tabla No.1 Aspectos principales de los Enfoques MED y GED
14
Enfoques Alternativos: Del Empoderamiento al Género en Desarrollo
15
Género en el Desarrollo (GED)
17
Tabla No. 2 Principales Enfoques en Desarrollo y Concepción de las Mujeres
20
Las Nuevas Tendencias: Desarrollo Humano con Perspectiva de Género
21
Los Desafíos de la Perspectiva de Género
23
Bibliografía
25
“La cuestión de género para las ONGs de desarrollo es una
prioridad imprescindible porque determina la sostenibilidad de los
proyectos y el esfuerzo de una cultura de la igualdad. Desarrollo
Integral Sostenible, son palabras vacías en un contexto de
desigualdad por razón de sexo”. Revista Mensaje, Cuba.
Durante el período de la postguerra de los años 40, los países del norte enfocaron
su atención en la búsqueda de la modernización de los denominados “Países del
Tercer Mundo”, con el objetivo de que éstos alcanzaran sistemas políticos y
económicos similares a los del mundo industrializado. Desde esa época, los
planificadores occidentales del desarrollo han diseñado y ejecutado diversos
planteamientos sobre el desarrollo, la erradicación de la pobreza y el manejo de
un modelo de sociedad y de estado cada vez más acabado, dando lugar a
diferentes enfoques y estrategias de desarrollo.
Dichos enfoques y estrategias han llevado aparejadas concepciones diferentes
respecto al papel de las mujeres en el proceso de desarrollo, diseñándose y
ejecutándose acciones particulares orientadas a mejorar su calidad de vida: en los
años 50-60 las mujeres eran vistas como objetos pasivos en la teoría de desarrollo;
en los 70, las mujeres entraban en el rol productivo; a mediados de los 70 se les
consideró como pilares del desarrollo económico y a partir de los 80, con una
visión más holística, se entra en el estudio de las relaciones de género
–construcción social con roles específicos que involucran no sólo a las mujeres
sino también a los hombres-, y se habla de las mujeres como sujetos de cambio y
de lucha, de las mujeres como agentes activos del desarrollo.
Conocer las formas y significados de esta evolución conceptual, nos ayuda a
situarnos en la realidad mundial en la que trabajamos, a comprender mejor
nuestro propio contexto y clarificar el gran reto de la cooperación para el
desarrollo en el siglo XXI: introducir en las políticas de cooperación la perspectiva
de género.
3
Enfoque Liberal o de Bienestar
A finales de los años cincuenta y durante toda la década de los sesenta,
comenzaron a ponerse en marcha políticas que más tarde serían englobadas bajo
el rótulo de “desarrollistas”. Inmersas en el paradigma de la “modernización”,
propugnaban por el crecimiento de la renta per cápita, como indicador infalible
de la salud económica de un país. Se entroniza así, una concepción gradual del
desarrollo, cuyos aspectos claves fueron la industrialización, los flujos migratorios
del campo a la ciudad, los procesos de urbanización, la alfabetización y la
escolarización.
Se sostenía que el sector urbano de la economía era el verdaderamente importante
para la acumulación de capital, para el ahorro y la inversión, para la instrucción
pública y la capacitación profesional, ya que se observaba que ahí donde los
beneficios de las inversiones eran más elevados y los nexos comerciales, más
fuertes. El sector agrario de la economía, pasaba a tener un papel subordinado a
las necesidades urbanas, como proveedor de alimentos, mercado para los
productos industriales y ejército de mano de obra de reserva, en caso de
necesidad.
En 1960 se inauguró la Primera Década del Desarrollo, propuesta por las
Naciones Unidas. A parir de ahí se refuerzan las políticas de cooperación con los
países en situación de pobreza. La cooperación internacional fue encarada a
través de políticas públicas de las organizaciones gubernamentales y de algunos
programas de cooperación a través de proyectos de organizaciones no
gubernamentales.
La mayor parte de las economías de los países
latinoamericanos presentaron incrementos del Producto Interno Bruto e incluso
esta tendencia se prolongó hasta principios de la década siguiente. Las empresas
transnacionales, fundamentalmente de origen norteamericano, trasladaron parte
de su producción a países latinoamericanos, instalando importantes plantas
industriales, por ejemplo en sectores como el automotriz y el químico,
produciendo cierto dinamismo en el mercado.
Sin embargo, las acciones promovidas no contribuyeron en mucho a un
verdadero desarrollo. En la mayoría de los países, el descuido del sector agrícola
se tradujo en una caída de la producción de alimentos, viéndose obligados a
importarlos como ya se hacía con las maquinarias y otros insumos para el sector
industrial; en otros, tradicionalmente exportadores de cereales y otras materias
alimenticias, la falta de inversión en el sector agrícola le condujo a una pérdida
progresiva de competitividad en el mercado internacional. Todo esto, llevaría al
desequilibrio en las balanzas de pagos: se gastaba en comprar fuera, mucho más
de lo que se ganaba vendiendo en el exterior. Las principales conclusiones a que
se arribó durante ésta época fueron:
4
La tasa de crecimiento fue alta y casi igual a la de los países desarrollados.
A pesar de esta tasa de crecimiento alta, el crecimiento fue muy desigual,
entre los países. Así, por ejemplo, mientras en la República Libia Árabe
creció a una tasa de 7.4% anual, Corea al 5.1%, Brasil al 3.7%, países como
Chile, Bolivia y Honduras sólo crecieron al 0.7% anual.
La brecha entre países ricos y pobres aumentó en términos absolutos.
Dentro de los países en vías de desarrollo, la desigualdad entre ricos y
pobres aumentó. El proceso de modernización económica desviaba la
distribución del ingreso a favor de las clases medias y grupos de más altos
ingresos.
En esta primera etapa, las políticas desarrollistas partían del supuesto normativo
de que la maternidad era el rol primordial de las mujeres y de que esa era su
aportación principal a la riqueza de los países. De este modo, la modernización
traía consigo la agudización de los roles asignados, según sexo: por una parte las
inversiones internacionales se destinaban a incrementar la capacidad productiva
de la fuerza de trabajo masculina, reforzando la idea de que el rol productivo es
de los hombres y por otro lado, las estrategias de bienestar social, se centraban en
la familia, percibiendo a la mujer únicamente en términos de su rol productivo,
canalizadora de servios para su núcleo familiar. En ese sentido, las mujeres
fueron vistas como beneficiarias pasivas del desarrollo.
En este marco de pensamiento y de lineamientos de política macro-económica,
tiene lugar un primer enfoque o tratamiento a la temática de la mujer en materia
de desarrollo. Se trata de un enfoque “liberal o de bienestar” (Gomariz, 1994)
que se basaba en una concepción del desarrollo como un proceso lineal. Esta
concepción llevó a que la teoría y práctica del desarrollo durante los años 50 y 60
ignorara a las mujeres a partir del supuesto de que “… ellas tarde o temprano se
verían obligadas a adoptar una postura más progresista frente al desarrollo, una
vez que el proceso de modernización se hubiera puesto en marcha y los hombres
del Tercer Mundo hubieran aprendido a organizar sus sociedades siguiendo
coordenadas modernas.” (Afshar citada por Parpart, 1996: 337).
Las líneas de acción de estos programas reflejaban el modelo patriarcal occidental
en el trabajo, la propiedad y el control, relegando a las mujeres de los asuntos
económicos y políticos de la sociedad. Las principales líneas de acción se dirigían
a la capacitación de la mano de obra masculina, mientras que para las mujeres se
establecieron acciones de tipo asistencialistas: entrega directa de bienes y creación
de centros de madres.
5
En síntesis, sustentan este enfoque una concepción de las mujeres como
receptoras pasivas del desarrollo, y la maternidad y crianza de los niños como su
rol más importante en la sociedad y en el desarrollo.
Se dio también durante esta etapa el fenómeno conocido como la “transición
demográfica”: en muchos países, la mortalidad comenzó a descender
rápidamente, mientras que la caída de la fecundidad no se manifestó hasta
mediados de la década de los años setenta. La tardanza en el ajuste entre ambas
variables y los problemas de la desnutrición infantil condujeron a los
planificadores del desarrollo a articular el supuesto de que el problema de la
pobreza podría disminuirse, reduciendo la fertilidad, mediante políticas amplias
de difusión de métodos de control de la natalidad entre la población femenina.
Los movimientos feministas que surgen en los años sesenta, rápidamente
diagnosticaron que en las disciplinas sociales y humanas de la época, no existía
información suficiente que evidenciara y explicara la condición de subordinación
de las mujeres. Los cuerpos teóricos existentes o bien invisibilizaban tal condición
o la justificaban; no se había escrito hasta ese momento un relato sobre el origen y
desarrollo de la dominación de hombres sobre mujeres. Ante este vacío teórico,
las feministas emiten su primera hipótesis: ”La subordinación que afecta a todas
o casi todas las mujeres es una cuestión de poder, pero éste no se ubica
exclusivamente en el Estado y en los aparatos burocráticos. Sería un poder
múltiple, localizado en muy diferentes espacios sociales, que puede incluso no
vestirse con los ropajes de la autoridad, sino con los más nobles sentimientos de
afecto, ternura y amor”. (De Barbieri, 1990).
En el mundo académico e intelectual, la interrogante que se pretendía resolver era
¿Cómo construir teóricamente una diferencia de orden natural, objeto de estudio
de las disciplinas biológicas, en un fenómeno social, objeto de estudio de las
ciencias sociales y humanas?
Este cuestionamiento revive la dicotomía naturaleza-cultura y la hipótesis del
determinismo biológico para explicar la situación de desigualdad. Sin embargo,
una vez más se concluye que la diferencia en los comportamientos sociales va más
allá de las diferencias biológicas, porque incluso la satisfacción de las necesidades
más elementales de los seres humanos como son la alimentación, la vivienda y el
vestuario, están determinadas por construcciones sociales.
6
Posteriormente, el uso de la categoría género1 llevaría al reconocimiento de una
variedad de formas de interpretación, simbolización y organización, de las
diferencias sexuales en las relaciones sociales. Sin embargo, al popularizarse el
uso del término, con mayor frecuencia se elude la distinción citada, al equipararse
género con sexo.
1Gayle Rubin, con su obra “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, marca
el inicio de la utilización de la categoría género en las ciencias sociales. Ella define el género como
“el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en
productos de la actividad humana y en el que se satisfacen esas necesidades humanas
transformadas”. (Citada por De Barbieri, 1990:45).
A partir de esta concepción Rubin propone una nueva manera de analizar la opresión de las
mujeres a través del llamado “sistema sexo-género”. Se entiende por ello a “... conjuntos de
prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a
partir de la diferencia sexual anatómico-fisiológica…”, se convierten entonces en un objeto de
estudio más amplio. Cada sociedad tiene su sistema sexo-género, una manera propia de procesar
el material biológico del sexo y la procreación a través de la intervención social.
7
Enfoque de las Necesidades Básicas
Los años setenta iniciaron en medio de un enorme descontento con la llamada
Estrategia de bienestar llevada a cabo en la década anterior, cuyo fracaso en
términos de desarrollo se hacía cada vez más patente. Según lo señala Moser
(Moser, 1991), las críticas provenían de tres posiciones diferentes:
De mujeres profesionales e investigadoras, preocupadas por los efectos
negativos que los programas de desarrollo estaban teniendo en las mujeres
del Tercer Mundo.
De los economistas y planificadores del desarrollo, que comprobaban el
fracaso rotundo de la teoría de la modernización.
De organismos internacionales, que empezaban a identificar cada vez más
el desarrollo con factores que no respondían a los criterios de rendimiento
económico dominante, sino que se centraban en los más necesitados y
desfavorecidos, propugnando por el “crecimiento con equidad”.
En 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó dos resoluciones
referidas a la necesidad de establecer e impulsar un nuevo orden económico
internacional. El mito de la modernización, se derrumbaba de este modo y a
partir de las críticas surgidas de diversos grupos, empezó a cobrar fuerza el
enfoque de las necesidades básicas, que concedía especial importancia a
dimensiones sociales y humanas.
Este enfoque de las necesidades básicas, partía del supuesto de que era necesario
garantizar un trabajo adecuado a todas aquellas personas que lo requirieran y que
era deber del Estado impulsar los cambios para conseguirlo, para lo cual se
deberían incluir políticas redistributivas que acompañaran los objetivos del
crecimiento económico. Según algunos autores (Streeten, 1974) este enfoque
presentaba la ventaja de que “nos recuerda que el fin último del desarrollo es
proporcionar a todos los seres humanos la oportunidad de una vida más plena.
En el pasado el fin del desarrollo se perdió quedándose sobre todo en los enredos
de los medios de producción, productividad, tasa de ahorro, tasa de
exportaciones, de capital-egresos, impuestos, etc.”
La estrategia de las Necesidades Básicas atrae a los miembros de la comunidad
nacional e internacional y, por consiguiente es capaz de movilizar recursos que no
hay para objetivos tan vagos como aumentar las tasas de crecimiento o las
proporciones de la participación en el ingreso nacional o redistribuir con mayor
equidad.
8
Asimismo, este enfoque proporcionaba la clave para la solución de un gran
número de problemas aparentemente separados, pero en realidad profundamente
relacionados unos con otros, tales como la tecnología apropiada, el rol de la
empresa transnacional, la relación entre desarrollo rural e industrialización, la
migración rural-urbana, la dominación y dependencia, etc.
El Banco Mundial se situó a la vanguardia, comenzando el replanteamiento de su
labor en el Tercer Mundo con la famosa charla de Nairobi de Mc. Namara en 1974.
En ella se habló de la Estrategia de Redistribución con Crecimiento. La pobreza
absoluta se concebía como “una condición de vida tan degradada por la
enfermedad, el analfabetismo, y la desnutrición” (BM, 1974). El concepto de
Redistribución con Crecimiento definió la pobreza absoluta en términos de un
tope de ingreso per cápita, según el cual un pobre absoluto sería aquel que, dentro
de los países en vías de desarrollo se encuentra por debajo de un ingreso anual, de
US$50 o de US$75 (valores dados para 1971). Posteriormente a la formulación de
este concepto, elaboraron trabajos más sofisticados, que hacían referencia por
ejemplo, al ingreso indispensable en la adquisición de una canasta nutricional
mínima.
En relación con el tratamiento al tema “Mujer”, uno de los principales aportes en
este sentido lo realizó Ester Boserup, quien demostró que los esquemas de
desarrollo aplicados no habían mejorado las vidas de las mujeres, sino por el
contrario le habían limitado sus oportunidades económicas y de estatus,
separándolas de sus funciones productivas tradicionales, especialmente en la
agricultura.
“Boserup hizo un llamado a los planificadores y formuladotes de políticas de
desarrollo para que reconocieran y validaran los papales de la mujer en el
desarrollo económico. Sólo entonces… podría darse el desarrollo en el Tercer
Mundo.” (Citada por Parpart, 1996: 338). Sus palabras fueron acogidas y en 1973
en la Enmienda Percy de la Ley de Ayuda Exterior de los Estados Unidos, se
estableció que con la ayuda debía tratarse de mejorar la situación de las mujeres
en el Tercer Mundo mediante su integración al proceso de desarrollo (Mueller
citada por Parpart, 1996).
9
Enfoque de Mujeres en Desarrollo (MED)
Los planteamientos de un nuevo orden económico internacional habían puesto de
manifiesto los problemas estructurales de las relaciones de intercambio desigual y
su impacto negativo para los países peor situados, pero no contemplaban los
problemas estructurales de subordinación de las mujeres, sometidas también a
unas relaciones de intercambio desigual. Por otra parte, la consolidación de la
llamada “segunda ola” del movimiento feminista, constituyó una presión
importante para que el debate se extendiera y para que la problemática de las
mujeres comenzara a entrar en las agendas académicas y políticas,
configurándose de este modo una corriente crítica que bajo el rótulo de “Mujeres
en Desarrollo (MED), dio por resultado el planteamiento de distintas estrategias
alternativas respecto a las mujeres.
Es en este contexto, a casi todo lo largo de la década de los años setenta, que
empieza a utilizarse y a extenderse el término Género, que daría lugar a
incomprensiones y controversias, pero que establece un marco muy importante
en el debate sobre las relaciones de poder. Sobre el concepto, nos referimos más
adelante.
El enfoque MED, con su lenguaje y planteamientos propios, tiene un estrecho
paralelismo con la implantación de las estrategias marcro-económicas de
redistribución del ingreso y satisfacción de necesidades básicas. La temática de
La Mujer sería abordada aquí por primera vez, en tanto se empieza a considerar
como uno de los sectores de población excluidos de los beneficios del desarrollo.
Como se mencionó anteriormente, a partir de las críticas de la época a los modelos
de desarrollo, y del impacto negativo de las medidas económicas sobre la mujer,
se plantea la necesidad de incorporar a las mujeres en el proceso de desarrollo,
enfatizando la necesidad de que ésta logre si independencia económica para que
alcance un estatus igual al hombre.
En tal sentido, redistribuir el ingreso de manera tal que afectara positivamente a
las mujeres, sería una línea de política claramente establecida en varios países
latinoamericanos. Esta necesidad, se anclaba en primeras investigaciones que
ponían de manifiesto la desigualdad de las mujeres en términos de los salarios
que percibían (en el caso de la población femenina ocupada) o del desempleo o
subempleo que padecían.
Se empezó a considerar la condición de la “doble jornada” de la mujer como
argumento para el anclaje de políticas especificas dirigidas a la satisfacción de las
necesidades básicas. La mujer no trabajadora, asocairada o no, se enfrentaba a la
doble jornada: fuera y dentro de su hogar. Semejante descubrimiento, hizo que en
los Planes de Desarrollo de la década de los setenta, se hablara de la mujer
10
en términos de sus exclusión, y por lo tanto, de la urgente necesidad de incluirla
como beneficiaria del desarrollo. Las agencias de cooperación internacional
fueron quienes primeramente enarbolaron la bandera de la inclusión de la mujer.
Su falta de acceso a la educación, a la salud, a un salario digno fueron algunos de
los planteamientos que tomaron fuerza, intentando pernear en políticas
institucionales de gobierno.
En la práctica el Enfoque de Mujeres en Desarrollo cobra tres matices diferentes y
casi secuénciales: a) Estrategia de la Igualdad, b) Estrategia Antipobreza y c)
Estrategia de la Eficiencia (Gomáriz, 1994).
a. Estrategia de la Igualdad
Los y las especialistas en MED, basados en el pensamiento liberal de occidente,
hacen un llamado a la búsqueda de la igualdad a través del acceso a la educación,
el empleo, la propiedad de la tierra, el crédito y su integración en las estructuras
de poder.
Este enfoque generó resistencia por parte de algunos gobiernos de los países del
Tercer Mundo y Agencias de Desarrollo, por lo que su aplicación fue limitada. Sin
embargo se lograron promover importantes reformas legales y el mejoramiento
del estatus jurídico de la mujer.
b. Estrategia Antipobreza
A medida en que se cobró conciencia de que el desarrollo no debía seguir siendo
un asunto de “goteo de arriba hacia abajo” (trickle down efect) se enfatizó la
necesidad de llegar a los más pobres entre los pobres: las mujeres. El énfasis en
las necesidades humanas, especialmente salud, educación y capacitación desplaza
los temas de equidad.
En la agenda del desarrollo las mujeres se convirtieron en el grupo meta de los
formuladores de políticas, al ser esenciales en el control de la población y el grupo
más afectado por la pobreza. Es así como las Naciones Unidas declara 1975-1985
la Década del Avance de la mujer.
El origen de la pobreza de las mujeres y su desigualdad, se atribuye a la falta de
acceso a la propiedad privada y a la discriminación sexual en el mercado laboral.
Además, se concibe a las mujeres como elementos claves en la reducción de la
pobreza, a través de su inserción en la actividad productiva.
Dentro de esta perspectiva la desigualdad económica entre hombres y mujeres no
está legada a la subordinación, sino a la pobreza. Por lo que enfatiza la
necesidad de reducir la desigualdad de ingreso más que la desigualdad entre los
sexos.
11
Los proyectos que se desarrollaron tenían, en su mayoría, un carácter asistencial.
Se promueve el trabajo femenino en actividades tradicionalmente realizadas por
mujeres –como la costura-, reduciendo sus posibilidades reales de desarrollo y
manteniendo la rígida división del trabajo por sexo.
La inserción de la mujer en el campo productivo le significó una sobrecarga en su
jornada diaria y su trabajo siguió considerándose secundario en relación con el
del hombre.
c. Estrategia de la Eficiencia
Con la crisis económica mundial y regional, y la ejecución de políticas de
estabilización y ajuste estructural aplicadas en la década de los ochenta, surge el
enfoque de la eficiencia en la temática de Mujer y Desarrollo.
El énfasis se pone en el desarrollo, bajo el supuesto de que una mayor
participación económica de las mujeres produce automáticamente una mayor
eficiencia y equidad (Moser, 1992). Los recortes en el gasto social –salud,
educación, alimentación- son amortiguados a través del trabajo femenino, con la
autoproducción de alimentos, cambio en los hábitos de compra y consumo,
asistencia a enfermos, cuidado de niños, etc. En el fondo, se realizaba un traslado
de costos de actividades remuneradas a no pagadas, mediante el uso del tiempo
no pagado de las mujeres.
En general, los énfasis de MED han sido criticados por basarse en la situación
material y práctica de las mujeres, desarrollando acciones asistencialistas, sin
generar soluciones orientadas a eliminar la desigualdad. Se ignoró la necesidad
de un cambio social profundo para lograr un verdadero desarrollo de la mujer.
Los planificadores de MED se centraron en la modernización de las mujeres del
Tercer Mundo, no en tratar de comprender sus vidas y sus experiencias. Los
programas fueron diseñados de manera rígida, limitando la participación real de
la mujer en la planificación de los mismos, a quien se le mira como objeto y no
sujeto.
El marco de análisis MED, estaba centrado en la mujer en sí misma y dejaba por
fuera aspectos dinámicos y relacionales de la situación de las mujeres en términos
de una subordinación que era la consecuencia de relaciones sociales entre
géneros. Se da –como lo menciona una autora española- (López, 1997) una
especie de circulo vicioso de la interdependencia desigual. Así como ocurre con
las relaciones entre países, si no se toman en cuenta las relaciones de poder para
impulsar las transformaciones, se empuja a las partes más débiles de la relación, a
un círculo vicioso de cambio sin transformación. Lo mismo ocurría con las
mujeres.
12
Derivado de la estrategia de equidad y del marco de análisis MED, se promulgó
en 1975 el Plan Mundial de Acción para la Implementación de los Objetivos del
Año Internacional de la Mujer, el cual se concretó en un llamamiento de lucha por
la igualdad entre los géneros, para eliminar la discriminación, integrar a la mujer
al desarrollo y aumentar su participación en la vida política y en la cooperación
internacional.
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Tabla No. 1
Aspectos principales de los enfoques MED y GED
Aspectos
Mujeres en el Desarrollo
MED
Enfoque
Mujeres centro del problema
Tema Central
Mujeres (y niñas)
Problema
La exclusión de las mujeres del
proceso de desarrollo (siendo la
mitad de los recursos humanos
productivos).
Objetivo
Desarrollo más eficiente
Solución
Integración de las mujeres en el
proceso de desarrollo existente
Estrategias
Proyecto de mujeres
Componentes
de
mujeres
Proyecto integrados
Aumentar
la
productividad de las
mujeres
Aumentar los ingresos
de las mujeres
Aumentar
las
habilidades
de
las
mujeres para cuidar el
hogar
Este enfoque ha aumentado a
menudo la carga de trabajo de
las mujeres sin lograr un mayor
poder económico. Las mujeres
no han sido consultadas sobre
el tipo de desarrollo e
integración que buscan. Se da
una integración en el mundo
de los hombres sin cambio en
las relaciones de poder.
Problemas/Consecuencias
Fuente: OXFAM, 1997, citado por De la Cruz, 1999.
14
Género en el Desarrollo
GED
Desarrollo
de
mujeres
y
hombres
Relaciones entre hombres y
mujeres
Relaciones desiguales de poder
(riqueza y pobreza, hombres y
mujeres)
que
frenan
un
desarrollo igualitario y la plena
participación de las mujeres.
Desarrollo
sostenible
e
igualitario
con
toma
de
decisiones compartidas entre
mujeres y hombres.
“Empoderamiento”
de
las
mujeres
y
personas
desfavorecidas. Transformación
de relaciones desiguales.
Identificar y señalar las
necesidades prácticas de
las mujeres y hombres
para
mejorar
sus
condiciones de vida.
Al
mismo
tiempo,
identificar y señalar los
intereses estratégicos de
las mujeres.
Las intervenciones del proyecto
se
basan
en
los
roles,
responsabilidades y poder de las
mujeres y hombres en la
sociedad a la que pertenecen y
las necesidades resultantes para
cambiar su situación. Se puede
entender GED como un esfuerzo
para mejorar la posición de las
mujeres en relación a los
hombres
de
manera
que
beneficie y transforme la
sociedad en su totalidad.
Enfoques Alternativos: Del Empoderameinto al
Género en Desarrollo
El avance producido tanto en el plano teórico como en una multiplicidad de
experiencias desarrolladas por los países, a lo largo del decenio comprendido
entre 1975 y 1985 (la denominada Década de Avance de la Mujer), dio lugar a
nuevos enfoques epistemológicos y de estrategias de desarrollo de los que se
nutre la teoría más reciente.
Durante ese decenio, tuvieron lugar tres Conferencias Mundiales de las Naciones
Unidas: México en 1975; Copenhague, en 1980 y Nairobi, en 1985. Fue
precisamente en ésta última (Nairobi), en donde por primera vez se plantea un
documento comprenhensivo de estrategias para el avance del estatus de las
mujeres alrededor del mundo, el cual fue consensuado en el seno de las Naciones
Unidas. Diez años más tarde –en 1995- tendría lugar la Cuarta Conferencia
Mundial sobre las Mujeres en Beijing, China, con el propósito de evaluar los
logros y definir planes de acción, resultando de ésta la conocida Plataforma para
la Acción alrededor de la cual se suscribieron compromisos de los gobiernos y de
amplios sectores de la sociedad civil mundial.
La Conferencia de Nairobi celebrada en 1985 por la conclusión del Decenio de
Naciones Unidas para la Mujer, constituyó una plataforma de acercamiento entre
las mujeres del mundo, estrechándose los lazos entre mujeres intelectuales
occidentales y del Tercer Mundo.
En el plano de la producción intelectual y en contraposición a escritos de
feministas y de experiencias de organizaciones de base de mujeres del Tercer
Mundo, fue estructurándose una estrategia que corrió paralela a la de la equidad,
pero que ocupó un espacio más marginal: la estrategia de generación de poder
(empowerment). Desde este enfoque se sostiene que no se trata de que las
mujeres consigan participar en las relaciones sociales desde una posición de
dominación en vez de hacerlo desde una posición subordinada (“que la tortilla se
vuelva”), sino de transformar las relaciones mismas, apoyándose en una
concepción distinta de poder2.
2Es posible identificar dos definiciones sobre el poder, según la teoría política: 1) como capacidad
de forzar a alguien a hacer algo y 2) como capacidad de potenciación, que puede resultar cuando
cuerpos autónomos cooperan, cuando diferentes fuentes de energía contribuyen a un objetivo
común. La estrategia de empoderamiento se adscribe a la segunda acepción y plantea que se trata
de la capacidad de las mujeres de incrementar su propia autoconfianza en la vida y su fortaleza
colectiva e incluir en la dirección del cambio, mediante las habilidades de ganar y tener control
sobre recursos materiales y no materiales.
15
Una organización feminista establecida poco antes de la Conferencia Mundial de
la Mujer en Nairobi (1985) denominada Desarrollo Alternativo con Mujeres para
una Nueva Era (DAWN), sintetizó esta estrategia de poder en los siguientes
términos:
“Queremos un mundo libre de las desigualdades de clase, género y raza, tanto dentro de
cada país, como entre los países. Queremos un mundo donde las necesidades básicas se
transformen en un derecho inalienable y donde la pobreza y toda forma de violencia sean
eliminadas. Donde cada persona tenga la oportunidad de desarrollar sus potencialidades y
creatividad plenas y donde los valores femeninos de formar y cuidar a los otros y de
solidaridad, caractericen las relaciones humanas. En un mundo como ese, el papel
productivo de la mujer tendrá que ser redefinido: el hombre, la mujer y la sociedad en su
conjunto compartirán la crianza y el cuidado de los hijos… Solamente estrechando los
vínculos entre el desarrollo, la igualdad y la paz podremos mostrar que estos “derechos
inalienables” de los pobres están entrelazados con la transformación de las instituciones
que subordinan a la mujer. Todo esto puede lograrse generando poder por y para las
propias mujeres”. (Dawn, 1985, citado por López, 1997).
Esta perspectiva posee semejanzas con el enfoque de la equidad, sin embargo, se
cuestiona los supuestos de que el desarrollo beneficia a todas las personas por
igual, y que las mujeres desean integrarse a la corriente principal del desarrollo,
en la no que tienen oportunidad de decidir el tipo de sociedad que quieren. El
punto medular en el enfoque de empoderamiento lo constituye la autonomía,
comprendida como el poder de las personas de tener control sobre sus propias
vidas y el derecho a determinar opciones e influir en la dirección del cambio
social. Esa adquisición de poder se concibe como la capacidad de las mujeres de
incrementar su autoconfianza y ganar control sobre los recursos materiales y no
materiales.
Bajo este enfoque se promueve un esfuerzo sostenido y sistemático de las
organizaciones de mujeres, en función de la movilización política, la generación
de conciencia3 y la educación popular.
3En general se entiende por “concientización” un nivel de empoderamiento referido a la
comprensión del individuo sobre los procesos de desarrollo en términos de la desigualdad
estructural; hombre y mujeres están sujetos a un sistema social de discriminación en contra de
ellos mismos. La concientización involucra percatarse y comprender las diferencias entre los roles
de sexo y los roles de género y que los roles de género son socialmente credos, y que por lo tanto,
pueden ser cambiados para promover la igualad.
16
Género en el Desarrollo (GED)
El reconocimiento, a nivel académico y en los movimientos feministas, de las
limitaciones que presenta el análisis de las mujeres en forma aislada, ha generado
el enfoque Género en Desarrollo (GED), que busca incorporar los aspectos
centrales de la teoría del género, relacionándolos con el desarrollo. Implica un
cambio en la forma de entender el desarrollo y su relación con las mujeres, a
través de la introducción del género como variable crítica en el diseño e
implementación de proyectos y programas. (Ver síntesis de principales
planteamientos del enfoque en tabla No. 1).
Pese a una vasta producción intelectual en torno a lo que denominamos hoy en
día “Género”, la teoría de género se encuentra aún en construcción. Esto ha
llevado a que sus principales proponentes, no logren todavía ponerse de acuerdo
en torno a un concepto único, de aceptación general. Sin embargo, en el lenguaje
del desarrollo, hoy en día se reconoce que Género se refiere a los roles sociales y a
las relaciones entre hombre y mujeres. Este concepto incluye las diferentes
responsabilidades de hombres y mujeres en una cultura y sociedad dada.
Contrariamente al sexo de hombres o mujeres, lo cual es determinado
biológicamente, los roles de género de hombres y mujeres son construidos
socialmente, de modo que éstos puedan cambiar en el tiempo y variar de acuerdo
con el contexto geográfico y social. Los diversos enfoques existentes en torno al
concepto y sus alcances, tratan de interpretar el Género como un sistema de
relaciones culturales entre los sexos y comparten la perspectiva de que se trata de
una construcción simbólica, establecida sobre los datos de la diferencia sexual. En
general el género se perfila “como resultado de la producción de normas
culturales sobre el comportamiento de los hombres y las mujeres, mediado por la
compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas, sociales,
políticas y religiosas”. (Lamas, 1995:12).
Al plantear los programas de desarrollo, hombres y mujeres no deben recibir
igual tratamiento, por cuanto a raíz de una asignación de roles sociales diferentes
y con desigual valoración, los hombres y las mujeres tienen problemas y
necesidades distintas. El enfoque de género pone énfasis en la relación social
entre hombres y mujeres, en la que éstas últimas han estado sistemáticamente
subordinadas y se reconoce la injerencia de los roles genéricos en las actividades
económicas, sociales, políticas y culturales.
A pesar de que la discriminación se expresa de diferentes formas en cada
sociedad y momento histórico, hoy en día los principales organismos de
desarrollo han identificado algunas áreas principales en las que se manifiesta:
17
La división sexual del trabajo: asignación exclusiva de la responsabilidad
de los hijos/as y el trabajo doméstico a las mujeres.
El acceso desigual de hombres y mujeres a los recursos productivos.
Exclusión de las mujeres de las instancias de toma de decisiones y de la
distribución del poder.
A partir del reconocimiento de éstos grandes problemas, se han derivado
políticas, normativas y lineamientos técnicos que apuntan a su abordaje desde
una perspectiva crítica.
Así, desde el enfoque GED, la planificación de las acciones de apoyo dirigidas
a las mujeres superan los modelos tradicionales, reconociendo la diversidad de
roles, problemas y necesidades específicas que éstas tienen.
En la planificación tradicional, por ejemplo, se parte de la premisa de que los
hogares de bajos ingresos están estructurados por familias nucleares
(cónyuges e hijos/as), lo cual se deriva en una división del trabajo donde el
hombre asume el rol de proveedor, realizando el trabajo productivo fuera del
hogar, y la mujer en la casa ejecutando las labores reproductivas y domésticas.
Según los planteamientos del enfoque GED, este modelo de familia no refleja
la realidad de los países del Tercer Mundo, y aunque en ellos se encuentra una
variedad de estructuras familiares distintas a la nuclear, en donde predominan
los hogares encabezados por mujeres. En los hogares de bajos ingresos la
mujer asume tanto el trabajo reproductivo como productivo, y se involucran
en trabajos de gestión comunal.
Bajo el enfoque tradicional las labores productivas y comunales no son
“valorizadas”, pasando a ser “invisibles” para los planificadores, quienes
desconocen la necesidad de mantener un equilibrio entre los tres roles citados
y las limitaciones que ésta sobrecarga genera en las vidas de las mujeres
(Gomariz, 1994).
En este sentido, el enfoque GED plantea la necesidad de analizar los roles de
género de manera comparada entre hombres y mujeres; el hecho de que las
mujeres tengan un triple rol no significa que los hombres tengan un rol único.
En algunos casos, éstos desempeñan además del rol productivo, la jefatura del
hogar y se integran como activistas sindicales y políticos.
Otro punto importante del análisis es la cantidad de trabajo que implica cada
uno de los roles. Por ejemplo, el rol reproductivo de las mujeres significa
generalmente una jornada completa, mientras que el rol del jefe del hogar
puede demandarle a un hombre menos de media jornada, sin que por ello sea
menos importante.
18
La definición de acciones en el enfoque GED, se realiza bajo la distinción de una
serie de conceptos, que llevan a una comprensión más profunda de la
problemática de las mujeres:
a) Situación y condición de las mujeres
b) Necesidades de género e intereses estratégicos de género
La situación de las mujeres se refiere a su situación práctica y material, que suele
ser desfavorable, caracterizándose por una mayor pobreza, excesiva carga de
trabajo, salud precaria, falta de igualdad ante la ley, etc. La condición de las
mujeres involucra los mecanismos sociales, económicos y culturales que las
mantienen en una posición de subordinación en relación con el hombre. Esta
subordinación se expresa de manera particular en cada sociedad y momento
histórico. (Gomariz, 1994:20).
Las mujeres no tienen las mismas necesidades, se deben reconocer variaciones
importantes según el contexto socioeconómico, identidad étnica y otros factores.
Así se diferencian las acciones dirigidas a satisfacer las necesidades prácticas de
género, que son aquellas que buscan modificar la situación o calidad de vida de
las mujeres a partir de sus requerimientos inmediatos, en relación a su rol
reproductivo, tales como facilitar el acceso a guarderías, vivienda, salud,
actividades productivas, capacitación, alimentación, etc.
Por otra parte, se encuentran los intereses estratégicos de género, aspectos
esenciales que definen la subordinación y discriminación de las mujeres. Estas
acciones incluyen las propuestas que promueven relaciones más igualitarias entre
los sexos, como la abolición de la división sexual del trabajo, de formas
institucionalizadas de discriminación (acceso al crédito, tenencia de tierra, etc.)
medidas contra la violencia, etc. (Cañas y Lo Giudice, 1993).
Recapitulando, en la siguiente tabla, se presenta una síntesis de las premisas sobre
las que se basan cada una de las estrategias de desarrollo dentro del paradigma
de la modernización, la concepción de “mujer” implícita y el tipo de acciones que
se propugnan.
19
Tabla No.2
Principales Enfoques de Desarrollo y Concepción de las Mujeres
Enfoque/Origen
Bienestar
(Años 40-60)
Mujeres
en
Desarrollo (MED)
Años 70
el
a. Igualdad
b. Antipobreza
Modelo de
Desarrollo
Basado
en
crecimiento
económico
y
modernización
Basado
en
el
crecimiento
económico
por
medio de políticas
de erradicación de
pobreza,
redistribución del
ingreso
y
satisfacción
de
necesidades
básicas.
c. Eficiencia
Alternativos
Años 80
a. Empoderamiento
b.
Género
Desarrollo
en
Basado
en
la
comprensión de la
desigualdad
de
clase y género.
Concepción de las
Mujeres
Receptoras
pasivas
del desarrollo.
Rol más importante:
maternidad y crianza
Incorporación de la
mujer al proceso de
desarrollo para que
logre independencia
económica.
Esenciales
en
el
control
de
la
población.
Grupo más afectado
por la pobreza
Desigualdad basada
en el ingreso, no en la
subordinación.
Acciones
Asistencialista
(entrega de bienes y
creación de centros
de madres).
Reformas legales
Mejoramiento
de
status jurídico.
Acceso
a
la
educación, empleo,
propiedad, crédito,
estructuras de poder.
Inserción de la mujer
en
actividades
productivas
tradicionales.
Mujer productora de
mayor eficiencia y
equidad a través de
su
inserción
económica.
Traslado
actividades
asistenciales
remuneradas
Autonomía de la
persona de controlar
su vida e influir en el
cambio social.
Generación
de
conciencia
(Educación popular,
incremento
de
autoconfianza en las
mujeres, control de
recursos).
Movilización política
de organizaciones de
mujeres.
Satisfacción
de
necesidades prácticas
(acceso a servicios
básicos).
Satisfacción
de
necesidades
estratégicas
(abolición de división
sexual del trabajo).
Mujeres
identidad
problemas
necesidades
específicas.
con
propia,
y
Fuente: Gomariz, Enrique “La Planificación con Perspectiva de Género”, 1994.
20
de
Las Nuevas Tendencias: Desarrollo Humano con
Perspectiva de Género
Como se señaló, en la década de los setenta, la Segunda Década de Desarrollo de
las Naciones Unidas, se enfatizó el desarrollo de la gente como pre-requisito para
el crecimiento económico sostenido. La idea era invertir en el recurso humano:
distribución equitativa de las riquezas, justicia social y mejoramiento de la
educación, salud, etc.
Las políticas de crecimiento iban de la mano con las políticas de distribución para
mejorar la productividad de los pobres. Después de la Conferencia sobre Empleo
de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1976, el Banco Mundial
adoptó la estrategia de Necesidades Básicas como condición para sus préstamos.
Pero a raíz de la crisis petrolera de 1973, se cuestionó dicho enfoque y para la
década de los 80, la Tercera Década de Desarrollo, se enfatizó un manejo de la
economía a corto plazo, olvidando la idea del desarrollo humano.
Se
implementaron las políticas de ajuste estructural en muchos países. Se eliminaron
subsidios gubernamentales y se promovió el sector privado. El ajuste estructural
trabajo serias consecuencias sobre los más pobres del sur, particularmente las
mujeres.
Para minimizar los efectos negativos, UNICEF propuso “el Ajuste con Rostro
Humano”, pero no cuestionó el ajuste mismo. Los países continuaron su
dirección, hacia el crecimiento para la exportación y la estimulación de
inversiones con retorno rápido.
En vista de la situación deteriorada en muchos países del sur, volvió a surgir el
concepto de “Desarrollo Humano” con dos temas principales: inversión en la
gente y desarrollo centrado en el ser humano. En esta línea, el principal
exponente es el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el cual
va un poco más allá y considera el crecimiento como un medio para el desarrollo
humano, y no un fin sí mismo. Además, toma en cuenta la degradación
ambiental, militarización y relaciones desiguales Norte-Sur. También propone la
reestructuración del Banco Mundial y el FMI, auque no es concreto en las
propuestas estratégicas sobre cómo transformar el enfoque tradicional.
El enfoque de desarrollo basado en lo humano se centra en el apoyo a las personas
para que éstas puedan llevar una vida creativa, útil y plena, a través de la
participación en comunidad, de compartir, solidarizarse y llevar una vida
espiritual rica. El desarrollo humano pasa de esta manera a constituir el principal
objetivo del crecimiento económico; la riqueza material, el medio para lograr ese
fin. (Sen, 1995).
Para las y los seguidores de esta perspectiva, el crecimiento económico debe
administrarse de manera que contribuya al desarrollo humano. Se debe de
garantizar una base de seguridad económica para los países materialmente
pobres, a través de mecanismos y acuerdos económicos y comerciales más justos,
desburocratizados y participativos, elaborados sobre los principios del desarrollo
humano.
21
Asimismo se deberá definir el tipo de desarrollo económico que se desea
promover, ya que existen actividades por medio de las que se alcanzan altos
índices de desarrollo económico, pero contrarias a los valores humanos y a la
sostenibilidad ambiental. “Regular y controlar a las fuerzas del mercado,
transformar a los estados para que apoyen los objetivos de desarrollo humano y
fortalecer a las instituciones de la sociedad civil es vital en este sentido”. (Sen,
1995:58).
Gita Sen (1995), una de las economistas que apoyan este enfoque, expresa la
necesidad de introducir la perspectiva de género al modelo de desarrollo humano,
lo cual a su criterio significa no sólo reconocer que son las mujeres las que más
sufren cuando el desarrollo humano es inadecuado, sino que éstas se encuentran
inmersas en una encrucijada entre producción y reproducción, entre la actividad
económica y el cuidado y atención de los seres humanos, y por tanto entre el
crecimiento económico y el desarrollo humano.
Algunas de las acciones fundamentales y estrategias en este sentido son la
transformación de las relaciones de género, el apoyar alternativas económicas
estructuradas por mujeres, el incremento de la participación de las mujeres en la
esfera política y el empoderamiento, entre otras. Esta última acción es
considerada la clave para romper con el ciclo de la desigualdad de género.
“El objetivo último de integrar la perspectiva de género en los programas de
desarrollo es empoderar a las mujeres”. (Gómez, 2001). A través del
empoderamiento4 se pretende que las mujeres y los grupos de éstas conquisten
tres tipos de poder:
a) El Social: información, conocimientos, acceso a redes sociales y a recursos
financieros
b) El político: acceso a los procesos democráticos de toma de decisiones que
les afectan,
c) El psicológico: toma conciencia del poder individual y colectivo; se alcanza
mediante la autoestima personal y la recuperación de dignidad como
personas.
4 El “empoderamiento” es el proceso por el cual mujeres y hombres toman control de sus vidas:
fijan sus propios programas, ganan confianza en sí mismos, solucionan problemas y desarrollan
autosuficiencia. No es sólo un proceso colectivo, social y político, sino también un proceso
individual, y no es sólo un proceso sino un resultado. Nadie puede empoderar a la mujer, sino
que tiene que hacerlo ella misma, para poder elegir por sí misma, o expresarse en defensa propia.
No obstante, las instituciones incluyendo las agencias de cooperación internacional pueden apoyar
procesos que aumentan la autoconfianza de la mujer, que la hagan más autónoma y que ayude a
establecer sus propios objetivos. (ACDI, 1999).
22
Los Desafíos de la Perspectiva de Género
Introducir en las políticas de cooperación la perspectiva de género es el gran reto
de la cooperación para el siglo XXI.
“Trabajar con enfoque de género, es partir del reconocimiento de que existen condiciones que
interiorizan y ubican en una posición de desventaja a la mujer con respecto al hombre en todas las
esferas de la vida social, es reconocer asimismo que existen especialidades al inferior del género,
como son las de la edad, la pertenencia a una raza o etnia, a una nacionalidad, a una cultura, a una
clase o estrato social, a una situación específica de vida, etc... A nivel de los planes institucionales,
programas y proyectos es… incorporar una oferta de servicios que procure igualar las
oportunidades sociales por medio del desarrollo de estrategias que integren a hombres y mujeres en
todas las actividades y que fomenten la superación de la discriminación de las mujeres…”
(Fernández, s.f.e.:1).
Incorporar el enfoque de género al trabajo institucional implica no olvidar que
todo proceso de cambio genera temores y resistencias, conflictos y situaciones de
crisis. Las acciones tendientes a visibilizar e incorporar a las mujeres en forma
plena al desarrollo conspiran muchas veces contra “el estado de las cosas” en los
diferentes ámbitos (familiares, laborales, comunitarios, sexuales, educativos, de
capacitación, de poder, etc.) lo que inevitablemente produce temor y resistencia.
Las y los técnicos del desarrollo no somos entes “neutrales y objetivos”, sino
hombres y mujeres que al trabajar acarreamos con nosotros y desde nosotros
prejuicios, valores, estereotipos, que nos pueden llegar a producir conflictos
interpersonales y con nosotros mismos. (Idem).
Institucionalizar la perspectiva de género lleva a la organización a hacer una
declaración de principios, es comprometerse a un cambio que altera su cultura
institucional, la cual está inevitablemente influenciada por normas, funciones,
actitudes y valores. Es desarrollar un proceso inclusivo y abarcador de todas
aquellas personas que pueden influir en los resultados a largo plazo, para lo cual
es necesaria la participación y la consulta de género de y a mujeres y hombres.
23
Incorporar la perspectiva de género al trabajo de desarrollo obliga a las
organizaciones a realizar de forma constante análisis de género5 en la
identificación de los proyectos o programas, de manera que se recojan las
necesidades de las mujeres, explicitadas por ellas mismas, en forma
independiente. Implica “empoderar a las mujeres” para afrontar su desigual
situación frente a la pobreza, que sean ellas quienes participen y logren alcanzar
un desarrollo igualitario entre hombres y mujeres. Conlleva centrar las estrategias
en identificar las necesidades prácticas de las mujeres, a fin de mejorar sus
condiciones de vida, e identificar, al mismo tiempo, sus intereses estratégicos
(intereses encaminados a generar cuotas de poder para las mujeres como
colectivo; acceso a recursos, a la toma de decisiones, a la participación política,
económica y asocial).
5Metodológicamente se entiende por “Análisis de Género” una herramienta que permite
comprender el contexto local para promover la igualdad de género. Examina las relaciones que
existen entre la mujer y el hombre; identifica la variedad de roles que desempeñan mujeres y
hombres, niñas y varones en el hogar, la comunidad, el lugar de trabajo, los procesos políticos y la
economía. Estos roles diferentes, generalmente dan como resultado que la mujer tenga menos
acceso que el hombre a los recursos y procesos de toma de decisiones y menos control sobre los
mismos. (ACDI, 1999).
24
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